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Informe Robinson

ENERO 2019

Y, sí. Se veía venir. Cuando ando demasiado callado, “enmimismado” por varios días seguidos, el
Informe Robinson es inminente. Tenía la idea de hacerlo en Rusia incluso, pero no se dio el momento, o
no tuve tiempo. Luego vinieron los Juegos de la Juventud y menos tiempo todavía. En noviembre y
diciembre sí lo procrastiné inobjetablemente. Andaba raro esos dos meses igual también; había
quedado como abombado después de lo dinámico y exigente que fueron los Juegos (tema que trataré
más adelante). Tuve también la intención de hacerlo en Miami, pero me parecía desperdiciar tiempo.

La cuestión es que hoy, 25 de Enero de 2019, a bordo de un bus de larga distancia camino a Rosario, doy
comienzo a este Informe, que intentará (en vano) no descarrilarse demasiado de los siguientes tópicos a
tratar:

- Balance 2018 (profesional, intelectual, espiritual)


- Familia (presente y futuro)
- Proyección y vida en general

El presente Informe (como cada Informe) tiene a su vez la intención implícita de aclarar, ratificar,
reafirmar y jurar por los dioses que uno no está loco, que se halla en su -cada vez más- sano juicio. A
sabiendas de que la paradoja o contradicción es inevitable: cada informe habrá de hacer sospechar al
lector que quien escribe se adentra año tras año en un estado senil cada vez más pronunciado. Por eso
es bueno leerlo un poco en serio y un poco en broma. Podría ser mucho más directo, usar un lenguaje
menos articulado, y sin tanta vuelta. En gran parte lo hago para joder y en parte lo hago para ejercitar la
escritura libre (que no la practico en ninguna otra forma). Me gusta hacerme el Woody Allen de vez en
cuando.

Aquí vamos entonces, espero tener la lucidez necesaria para transmitir claramente todo lo que quiero
transmitir.

BALANCE 2018

Desde lo profesional, un gran año. El mejor hasta ahora sin dudas. Enero 2018 e encuentra buscando
trabajo “desesperadamente” (sí, un abuso del término), incluso con dos currículums diferentes: uno,
apuntando a los trabajos que uno desearía, y otro, menos pretencioso y más flexible, para entregar en
aquellos lugares para los que uno trabajaría en caso de que no quede otra, caso que le cabe al 99% de la
población, y aquí es donde en vez de continuar con el relato, hago una pausa de Filosofía Social.

Siempre digo poseer la certeza de la causa de mi muerte: la culpa. Lo digo en broma, pero
argumentando que el mundo y la vida han sido hasta ahora demasiado gratos conmigo. Obviamente no
todo es “la vida”, o el destino. A veces “la vida” toma formas de Héctor, otras de Silvia, Valentín, una
mascota, o siguiendo la línea por la que venía, un trabajo. Porque si afirmo “doy gracias a la vida, que
me dio la posibilidad de vivir en el Country Abril” (por decir algo), estoy siendo injusto, o evasivo: quien
me da la posibilidad tiene nombre y apellido, no es el destino. Obviamente es más práctico hablar de “la
vida” para no hacer tantas dedicatorias.

PAUSA. Me estoy dando cuenta que me estoy enroscando en sentencias que no deberían pasar de ser
una autoconversación en mi cabeza, así que voy a tratar de ser más enfocado.

A lo que iba, es que si uno es realmente crítico y crudamente realista (lo que muchos tratarían de
“pesimismo”), la vida es una desgracia para la enorme mayoría de personas. Quizás la palabra desgracia
es demasiado, pero no mentiría al decir que la gente vive más por el instinto de vivir (el will to live del
que habla Schopenhauer por ejemplo), instinto de supervivencia, o como se lo quiera llamar, más que
acarreado por las pasiones desenfrenadas, por sus metas motivantes, por el divino goce del día a día.
No. Las vidas en general son lúgubres, vacías, aburridas, estándares, llenas de debilidades comunes.

Puede sonar a una conclusión insulsa de un pibe que se toma el tren, y ve alienación. Y, es gente que
está yendo o volviendo de un trabajo que probablemente no ama o no eligió, osea tampoco van a estar
bailando en una pata o haciendo malabares, o sonriendo porque sí. Pero tal imagen no implica que sus
vidas sean una mierda. Aclaro esto para que mi visión no suene tan sesgada o simplista. Alguno me dirá
“no son tristes”, llegan a la casa y tienen a su familia. O a la noche se junta y bebe cerveza con sus
amigos. Y eso es gran cosa, o poca cosa, según se lo interprete. Qué hace grande a una vida en
definitiva, o qué es la grandeza, o el éxito, o la felicidad.

Ya que estoy en el divague, cuento que el 2018 fue el año más filosófico de mi vida. Por suerte ya estoy
comenzando a largarla a la Filosofía. Era una parada obligada, 100% inevitable. No tuvo el mejor timing,
es cierto, porque cuando me picó fatalmente fue en plena UADE, y no quise saber temporalmente más
nada con un Balance Contable o con una Política de Precios. Recuerdo que me invadía el temor de
recibirme, tener un trabajo corporativo, ser una persona “abocada a”, ser ESO que hago, sin aristas, sin
matices, y me agobiaba. Quería saber más cosas, quería evitar encasillarme.

En uno de los libros de Estoicismo (corriente filosófica) que leí este año, Marco Aurelio en sus
Meditaciones agradece a los dioses el “no haber progresado demasiado en la retórica, poética y demás
dedicaciones en las que quizá me hubiera mantenido de haberme dado cuenta de que avanzaba por
buen camino”. Esto habla del costo de oportunidad, y explica perfectamente algo de lo que sentía. Si el
academicismo me moldeaba de tal forma que circunscribía mis pensamientos, me daba un lugar fijo y
relativamente cómodo en la sociedad, ¿no habría de ser yo un ser inanimado? El ser algo y sólo eso.
Claro que lo ideal era terminar la PUTA carrera corporativa (que va a ser la que pague tus cuentas), y
luego ponerte a leer filosofía (que no va a dejarte un duro). Pero a su vez, si no me hubiese detenido en
ese momento, de seguro no hubiese leído los libros que leí, ni hubiese encontrado el equilibro y la
conciencia que creo haber hallado.

La cuestión es que gracias a la filosofía he tranquilizado el alma, he abordado prácticamente todas las
inquietudes existenciales que tenía. Creo que ya en el primer Informe Robinson comentaba la inquietud
de no tener en claro CÓMO ES QUE HABÍA QUE VIVIR. Y me reconfortó saber que gente mucho más
inteligente que yo también se preocupó en su momento por aproximarse a una respuesta sobre ello (si
es que la hay). Quienes más me “ayudaron” fueron los estoicos (Marco Aurelio, Epicuro, Séneca, el
propio Mujica) y los existencialistas-pesimistas (Schopenhauer, Niezche, Sartre), entre muchos otros.
Abordando la ética, la virtud, la debilidad, la condición humana en sí, pude saciar la sed de respuestas,
no siempre obteniéndolas, pero al menos analizándolas a fondo y “conversando” con estos autores.

Por todo esto brindo por la filosofía: la enfermedad de la mente conciente. Puede que detenga, que
paralice, que instale más dudas que certezas, pero al final, como dijo Borges, la duda es uno de los
nombres de la inteligencia.

Volviendo al Balance 2018.

Decía que encontré un buen trabajo, casi ideal. Nobleza súper obliga, fue gracias a tu olfato/sexto
sentido, que NO FALLA. No sé cómo lo hacés, pero NO FALLA. Con Valen nos cagamos de risa de eso. Es
percepción inteligente.

Obviamente había cosas que se suponía que debía saber hacer y en verdad no sabía (asuntos
contables/financieros, lo básico igual, nada muy sofisticado). Pero pude disimular la ignorancia, y bien
pronto desasnarme por mi cuenta, de diferentes formas, siempre evitando mostrar la hilacha.

Confiaron en mí, les gusté. Caigo bien, la puta madre. Porque como me decía Nicolás Fernández, el de
MobilOne: tengo tacto. Sé cuando hablar, cuándo quedarme callado, qué preguntar, qué no, cuándo
aparecer y cuándo retirarme, etc. Lo mismo: percepción inteligente, nada mágico ni metafísico.

Son desordenados, también ignoran cuestiones financieras y legales que uno presupondría que tienen
muy en claro. Pero muchos “empresarios” no son robots corporativos, tiburones, ni mucho menos.
Desde ya no lo digo con soberbia, porque yo sé mucho menos.

En fin. Fui a Rusia. En principio me iba a pagar yo mismo el alojamiento. Alquilé un hostel re barato, pero
a los diez días, la gerente del Hotel de DirecTV, que me amaba, me dijo que sobraban habitaciones, que
vaya. Los de Go me dieron el OK, y así que al final estuve la mayoría del tiempo en ese hotel 5 estrellas.
Fue intenso, bastante improvisado, pero salió bien. Y trabajé bien. Me iban aumentando el bonus
semana tras semana. Y fue allí que me dijeron que querían que siga con ellos. En fin, contento.

Me retaron un par de veces porque yo pegaba confianza (no por cholulo) con los familiares de los
jugadores de la Selección (Acuña, Dybala, Banega) y de repente cenaba con ellos o algo, y quizás se
enteraban y me decían que no correspondía, y era verdad. Así que dejé de hacerlo.

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