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RESUMEN DE “LA CRECIENTE FAMA” DE JAMES WOODALL

Sofía Mendoza Santiago

El capítulo quinto de la biografía de Borges, escrita por Woodall, señala los

acontecimientos más relevantes comprendidos en el periodo de 1946 a 1955.

Principalmente de carácter literario, aunque de manera paralela se enuncian algunas

cuestiones de su vida sexual y amorosa. Me permito aludir aquí algunos de estos

sucesos que establecieron un cambio radical en la vida y obra de Borges.

Borges había conocido a una mujer de veintiocho años, Estela Canto, quien

pertenecía a una antigua familia uruguaya de terratenientes cuya fortuna se había venido

a menos. Estela era una mujer independiente por sus medios de vida, lo cual la

diferenciaba mucho de aquellas señoras de la alta sociedad con las que solía tratar

Borges. Se habían conocido en la casa de los Bioy. El hermano de Estela, Patricio, era

un escritor que formaba parte del círculo literario de los Bioy. Luego se marchó a

Oxford en goce de una beca y Estela ocupó su lugar.

En su primer encuentro con Borges, Estela no quedó muy impresionada, pero

por lo menos se sintió complacida de conocer al hombre a quien Buenos Aires en

general consideraba como la figura intelectual y literaria principal. Para Borges el

peronismo era una pesadilla de la que estaba a punto de despertar. Para Estela, el

peronismo era un fenómeno demasiado real que estaba justo “a la vuelta de la esquina”.

Borges no estaba acostumbrado a las mujeres de espíritu literario. La rebelión era una

parte de ella misma y Borges no estaba acostumbrado a eso, por lo menos en las

mujeres. Pero la amistad que Borges esperaba mantener con Estela no era como la

amistad que tenía con Bioy, con Silvina o con aquellas otras damas respetables.
Muy pronto Borges se lanzaría a la composición de El Aleph que todavía no

había considerado como un nuevo volumen. Catorce cuentos en total iban a aparecer en

publicaciones de Buenos Aires antes de 1950, muchos escritos mientras Borges hacía la

corte a Estela Canto. Pero, a partir de la década de 1950 la vida le presentó un desafío

tras otro. Borges estaba asimismo temeroso de su propia sexualidad y del potencial

aniquilamiento intelectual y hasta de la muerte del espíritu que pudiera causar el

orgasmo. Escribió a mediados de la década de 1920 un texto llamado “Boletín de una

noche”, y un extraño pasaje nos muestra la sensación de alienación respecto de su

propio cuerpo experimentada por Borges. Siempre experimentaba con las

permutaciones de su propia identidad para explorar las posibilidades de la ficción. El

negro es el color de la muerte y la negación. Es el color que simbólicamente se atribuye

a las necesidades naturales escatológicas.

Borges pertenecía a una cultura que no simpatizaba nada con la vacilación

sexual. El macho era una figura emotiva y había sido, no lo olvidemos, un tema saliente

en la obra temprana de Borges, en la que abundan los gauchos, los compadritos, los

tangueros. Borges no era un prototipo del hombre argentino y sobre este particular se

mostró ambiguo. Por otro lado había expresado el desprecio que sentía por el porteño

típico en el artículo publicado en Sur en 1931. Borges había tocado un tema escabroso,

la notaria predilección sexual de los argentinos por la sodomía.

Públicamente Borges ya no se mostraba afín a su propia cultura. Buenos Aires

parecía hallarse en manos de machos y rufianes, algunos de los cuales llevaba el

brillante uniforme militar de Perón. La elección de Perón como presidente debió tardar

todavía algo más de un año cuando Borges conoció a Estela. Durante todo el verano de

1944-1945 Borges la visitaba casi todos los días y le dejaba un libro. Borges le pidió

que se casara con él. Estela quedó sorprendida por la petición que parecía salida de una
novela victoriana. La presencia de Leonor en la vida de Borges provocó fricciones entre

éste y Estela, ciertamente por parte de ella, quien manifestó abiertamente un disgusto

por Leonor. Cualesquiera que hayan sido los problemas con la propia Leonor, lo cierto

es que a Estela le fastidiaba considerablemente la idea de casarse con un hombre que

debía pedir permiso a su madre para hacerlo.

Estela proyectaba salir de Buenos Aires. Borges estaba muy ocupado trabajando

en una narración inspirada en un juguete de cuando era niño. Se trataba de un

caleidoscopio. Él lo llamó “un aleph”. El relato inspirado en él, es uno de los más

importantes y también más largos de Borges, llevaba un título que tenía connotaciones

cabalísticas; el “Aleph” de Borges iba a ser un emblema de los misterios de todo

conocimiento. La narración cobra su peculiar fuerza por la combinación de una

superficial trivialidad urbana y lo maravilloso atemporal. En el lenguaje moderno podría

decirse que lo que Borges ve en el Aleph es una experiencia extracorporal, afín al

momento del orgasmo y afín al momento de la muerte.

El relato fue publicado en Sur en septiembre de 1945. Un mes después Borges se

hallaba en Montevideo disertando sobre la literatura gauchesca. En febrero de 1946,

Perón fue elegido presidente. En el mismo mes, Borges publicaba en Sur su tercera de

las narraciones que formaron parte de El Aleph, “Deutsches Requiem”. Un mes después

Borges aceptó un trabajo adicional como director de una publicación recién creada,

Anales de Buenos Aires. Al cabo de dos meses de haber iniciado Perón su presidencia

en junio de 1946, Borges perdió su empleo en la biblioteca Miguel Cané.

En adelante, sólo disponía de los ingresos de sus actividades en Anales de

Buenos Aires, de sus ocasionales contribuciones a Sur y otras publicaciones y de sus

cuentos. El año 1946 fue crucial para Borges. Primero estaba enamorado de una mujer
que no deseaba casarse con él. Luego perdió su empleo. Necesitaba ayuda. Algún alivio

encontró en un cierto doctor Miguel Kohan Miller, un médico psiquiatra que practicaba

su profesión en los medios médicos de los tribunales. Kohan Miller tuvo alguna

influencia en los dos aspectos de la extraña crisis que afectaba a Borges en aquella

época.

En 1947 Borges publicó en Anales de Buenos Aires y Sur cinco de los grandes

relatos que componen El Aleph, incluso “El inmortal”. Al negar su yo terrenal y al

abrazar múltiples identidades, este narrador también está negando “de manera fatigosa”

la responsabilidad de escribir un texto que estamos leyendo. Las otras cuatro

narraciones de 1947 son “Los teólogos”, “La casa de Asterión”, “La busca de Averroes”

y “El Zahir”. Esta copiosa producción narrativa, tan henchida de inventiva, era sin

embargo la respuesta que daba Borges a las adversidades que afrontaba.

Afines de 1946 Borges y Leonor se mudaron al quinto piso de un edificio

situado en la calle Maipú, cerca de la alborada plaza San Martín. Madre e hijo vivirían

allí hasta sus días finales. Además, Borges se convirtió en profesor. A medida que se

acercaba la fecha de iniciación de las clases, se sentía cada vez más inquieto como lo

manifestó en el “Ensayo autobiográfico”. Las sesiones de Borges con Kohan Miller

tenían en parte la finalidad de ayudarlo en su nueva ocupación. El nuevo trabajo de

Borges le presentó nuevos horizontes.

Anales de Buenos Aires cesó sus actividades al comenzar el año de 1948. El

último relato de Borges publicado ahí fue “El zahir”, en julio de 1947. En aquel

momento Borges perdió interés en seguir trabajando en Anales. El año de 1948 fue más

tranquilo para los Borges. Ya se habían escrito casi todas las narraciones que luego

habrían de ser reunidas en El Aleph. Otras dos narraciones, “La escritura de Dios” e
“Historia del guerrero y de la cautiva” aparecieron en Sur antes de ser incluidas en El

Aleph, volumen publicado por Losada el 26 de junio de 1949. Era éste un asombroso

volumen con trece cuentos en los que Borges desplegaba sus destrezas de ingenio más

acabadas y exponía sus preocupaciones más amplias: la muerte, los gauchos y los

hombres de guerra.

A partir de 1949 los periódicos y otros medios se referían a Borges llamándolo

“el autor de El Aleph”. Ahora que ya tenía cincuenta años, Borges era el rey no

coronado de las letras de Buenos Aires. En 1950 Borges fue elegido presidente de la

SADE y ésta era otra forma de reconocimiento público. Borges daba conferencias en la

SADE, donde era respetado, pero el programa de la Sociedad Argentina de Escritores

parecía más político que literario. Borges renunció a la presidencia en 1953.

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