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RESUMEN. “APRENDER A
CREER” DE FRANCO ARDUSO
Curso de Teología Fundamental
INTRODUCCIÓN.
El cristiano es una persona que aprende a creer, día tras día, hasta el final de su vida. Las razones
de la fe son las razones en las que reposa la fe. Su acto de fe, tiene que ser intelectualmente honesto y
moralmente responsable.
Los dos filósofos, Bobbio y Severino, aunque parten de diversos puntos de vista, afirman la
existencia de un corte entre la fe y la razón y de una alianza entre la fe y la intolerancia (violencia).
Hoy es más bien el tiempo de la indiferencia religiosa; pero se habla también de un «retomó de lo
religioso».
El teólogo alemán H. Zahrnt dice: «Un ateísmo cansino y una total indiferencia religiosa por un
lado, el anhelo de una fresca experiencia religiosa y una nueva religiosidad consciente por otro, y entre
estos dos puntos la fe cristiana: tal es la situación en la que hoy se encuentra el cristianismo».
El retomo de lo religioso es además problemático, porque muchas veces no se trata de una religión
amiga de la razón, ni de la fe cristiana, y a veces ni siquiera de Dios. 1 Pe 3, 15: “estar siempre
dispuestos a dar respuesta a quien os pregunte por el motivo de vuestra esperanza”, “pero con
mansedumbre y respeto”.
Conviene decir cuanto antes con claridad que, cuando hablamos de razón(es), no pensamos en la
«razón» del racionalismo orgulloso y autosuficiente, sino en la razón humilde y frágil de que está
dotado el ser humano.
Es razonable creer en Cristo, porque esa fe se apoya en fundamentos sólidos. Manaranche: «No
creemos por unas razones, pero tenemos razones para creer» ¿Hay razones suficientemente válidas y
sólidas para creer en Jesucristo?
Tres sectores del saber humano en los que puede verificarse una confrontación y un control sobre
la legitimidad y la fundamentación de la fe cristiana: La historia, la filosofía y las ciencias humanas.
2. ¿QUÉ SIGNIFICA CREER?
Creer en sentido débil (o impropio): En sentido débil, expresamos con el verbo «creer»
el mantenimiento de una opinión que no es ni mucho menos cierta y segura.
Creer en sentido fuerte (o propio): cuando decimos, por ejemplo, a una persona
fidedigna y veraz: ¡yo te creo!, ¡creo en ti! El que cree, en el sentido fuerte de la palabra, acepta
un determinado contenido como real y verdadero en virtud del testimonio de alguien a quien
otorga su confianza.
«Al principio está la fe»: El hombre es depositario de una fe primordial que precede a
todas sus opciones explícitas y las hace posibles.
2.2. La fe en la Biblia
A) La fe en el Antiguo Testamento.
La raíz fundamental es ‘aman (de donde viene nuestro amén), que significa estabilidad y
seguridad derivadas del hecho de apoyarse en alguien con abandono y confianza. El verbo
he’emin (de la raíz ’aman), «creer» se usa para significar «una relación con Dios que incluye a
todo el hombre, en la totalidad de su comportamiento exterior y de su vida interior».
Weiser, «para el Antiguo Testamento la fe es siempre reactio del hombre a la actio primaria
de Dios. En conclusión: creer, para el Antiguo Testamento, significa abandonarse
confiadamente a Dios y tener-por-verdade- ra su palabra. Pero el acento recae sobre la entrega
confiada del hombre a Dios, sobre la ’emunah de la que habla M. Buber.
A partir del siglo XVI, se fueron separando cada vez más en su manera de concebir la fe. Por un
lado, el protestantismo puso el acento en la fe como acto de confianza y de abandono en manos de
Dios; por otro, el catolicismo asignó una gran importancia al contenido de la fe, a sus artículos, al
aspecto intelectual-cognoscitivo del creer y a la función del magisterio a la hora de determinar la recta
profesión de fe y el dogma.
E. Brunner decía que los protestantes creen en alguien, en un tú, mientras que los católicos creerían
en algo, en una doctrina.
Comprende múltiples aspectos y dimensiones. ¿Cuál es la estructura del acto de fe, su dinámica
profunda? El primer elemento estructural de la fe cristiana puede comprenderse a partir de la analogía
con la experiencia humana de la fe-confianza.
La fe cristiana abraza estructuralmente dos elementos esenciales: es una relación de confianza entre
Dios y el hombre (un creer en, la fides qua creditur); también en un credere Deum y un credere Deo,
creer algo y Creer a alguien.
Para la fe son esenciales los dos aspectos: el personal y el de contenido: la fe cristiana es al mismo
tiempo un creer en el Dios de Jesucristo y un creer que Dios se manifiesta y se da a los hombres como
salvador en Cristo.
Para descubrir cuál es el contenido central de la fe, los cristianos se dirigen a los textos fundantes
que constituyen los escritos bíblicos. Israel habría contestado narrando su historia, en la que había
podido experimentar la fuerza liberadora de YHWH, su protección, su fidelidad, su ley.
El tema central que confiere unidad a todas las peripecias históricas que nos narra el Antiguo
Testamento es el de Dios Salvador que se cuida de su pueblo: se le manifiesta, lo elige, lo guía,
establece un pacto, da la ley, envía los profetas, etc. El nuevo testamento anuncia la irrupción
escatológica de Dios en la historia mediante su Hijo Jesucristo.
El cristianismo gnóstico: el hombre posee una chispa de origen divino que le hace
consustancial con la divinidad suprema; esa chispa, cayó prisionera de un cuerpo de tinieblas. El
potencial gnóstico vive en el olvido de su origen divino: tan sólo la gnosis, un conocimiento
revelado que le viene de arriba y que le ofrece una figura de salvador, es capaz de recordarle este
origen divino y le permite salvarse de esta manera.
5. EL CRISTIANISMO ES UNA FE
c) El cristianismo es, ante todo, una fe que conlleva la necesidad de expresarse en formas
religiosas.
El que cree en Jesucristo muerto y resucitado de entre los muertos, gracias al don de su Espíritu,
entra en relación filial con Dios, haciéndose «hijo en el Hijo». El Occidente cristiano subrayó sobre
todo el hecho de que por medio de Cristo el hombre ha sido liberado del pecado y de la muerte. El
Oriente cristiano, por el contrario, puso el acento en la obra de Cristo como divinizador del hombre.
Jesús llamaba a los hombres a convertirse, a creer, a seguirle, a hacerse discípulos suyos. Es
preciso llevar una vida moral y espiritual. En efecto, el seguimiento de Cristo asume la oración y la
acción, el espíritu y el cuerpo, el trabajo y el ocio, la reflexión y la responsabilidad social, el gozo
y los males injustificables, la atención al prójimo y el gusto por la belleza.
La dimensión mística sirve para indicar la pasión por Dios, el hecho de sumergirse en él con un
abandono total. La mística cristiana es mística de la participación.
«Nosotros creemos», indica que la fe cristiana no es una aventura solitaria, sino un hecho social,
comunitario. En resumen: en su fe, el creyente se ve remitido a la comunidad de los creyentes a la
que se incorporó con el bautismo, comunidad que en el lenguaje cristiano se llama «Iglesia».
El motivo de la fe, para usar la expresión del concilio Vaticano I, es la AUCTORITAS IPSIUS
DEI REVELANTIS, la autoridad de Dios. La fe es, ante todo, un creer a Dios (credere Deo), es
decir, creer sobre el fundamento del testimonio de Dios mismo.
El creyente no puede ni debe creer a la ligera, ya que es un sujeto humano dotado de exigencias
de honestidad intelectual y de rectitud moral respecto a los actos que realiza.
Las razones de la fe son necesarias para garantizar su carácter razonable, es decir, su honestidad
intelectual y su rectitud moral, pero no constituyen su motivo formal, que se deriva únicamente del
testimonio de Dios en Jesucristo
a) La fe, como respuesta libre del hombre surge del testimonio autoritario de Dios.
b) La fe es un acto que trasciende las capacidades naturales del hombre.
c) El acto de fe, por ser un acto humano libre, no puede ser realizado por el sujeto sin que
éste sea consciente de las razones que hacen plausible su decisión.
d) El Vaticano I, con la finalidad de garantizar el carácter razonable del acto de fe, concede
una gran importancia a los signos externos de credibilidad, particularmente a los milagros
y a las profecías.
e) El Vaticano I define que el hombre, a través de los signos externos de la revelación, puede
obtener un conocimiento cierto del hecho de la revelación mediante un procedimiento
racional.
f) «evidente credibilidad de la fe cristiana».
g) El Vaticano i no ha definido que el hombre pueda llegar a un conocimiento cierto del hecho
de la revelación a través solamente de las fuerzas naturales, sin la iluminación de la gracia
La teología protestante se interesa mucho menos que la católica por la racionalidad del creer.
Los reformadores del siglo xvi no concedían mucho peso a los signos externos de la revelación,
reconociendo prácticamente como único signo válido el testimonio interior del Espíritu Santo.
Es verdad que las «razones de la fe» no producen la fe. La fe se enciende frente a un testimonio
vivo, en contacto con unas personas que nos hacen percibir su belleza.
«Creer, ¿por qué no?». Se invita al interlocutor a no rechazar sin más .ni más la fe cristiana, a no
dejarse llevar de prejuicios y ser víctima de lugares comunes, a preguntarse seriamente si no será
quizá la fe el camino justo.
En el modelo del «testigo autorizado» se concede una gran importancia al argumento de los
milagros. El modelo del «testigo autorizado» presenta, junto con una corrección formal y unas
instancias justas relativas al «Jesús histórico», algunos límites: un concepto de revelación formal,
histórico y doctrinal, y una clara separación entre el hecho de la revelación y sus contenidos.
En sustancia el hombre es esencialmente un ser que busca, que interroga. J. Alfaro dice: el
hombre ha sido puesto en el mundo a la búsqueda de sí mismo y de su porvenir. Es preciso dar
una respuesta cristiana.
La fe cristiana -se observa en ocasiones- no puede reducirse simplemente a ser una respuesta
a las preguntas del hombre. La fe es también ruptura y desconcierto de la pregunta. Jesús es
designado como «signo de contradicción» ya en el Nuevo Testamento (Le 2,34).
a) El modelo kerigmático.
Hay muchos que están convencidos de no se debería renunciar demasiado aprisa a la cuestión del
sentido como punto de enganche para la fe. Aun con las reservas que ya hemos señalado, me parece
que la cuestión del sentido puede y debe seguir siendo el «lugar de la fe», o al menos el lugar en que
puede surgir el interés por la fe
En el terreno mismo del nihilismo de nuestros días, ¿no podría brotar una nueva experiencia
religiosa, preludio de un posible encuentro con la figura de Jesucristo? La experiencia actual de la
nada podría, por tanto, tener una salida positiva hacia la trascendencia y transformarse incluso, en
una nueva experiencia religiosa.
J.B, Metz, ha hecho notar sobre todo por su proyecto de una nueva teología política que
ha de ser entendida, ante todo, como un correctivo crítico frente a la teología contemporánea,
que estaría caracterizada por una tendencia muy fuerte a «privatizar» el hecho cristiano y los
contenidos de la fe.
En el intento de hacer creíble el mensaje cristiano a los hombres se han seguido hasta ahora
dos vías principales: la vía cosmológica y la antropológica.
La vía cosmológica -típica, por ejemplo, de los Padres de la Iglesia- pone el cristianismo
sobre el trasfondo de un mundo concebido como algo sagrado y en el marco de la religión
natural; la vía antropológica, el hombre tiene en definitiva necesidad del cristianismo y tiende
a él con un anhelo secreto. Las dos vías sirven de instrumento interpretativo cosmológico o
antropológico para explicar la comunicación gratuita que Dios hace de sí mismo al hombre.
Von Balthasar propone una tercera vía, llamada «vía estática», que intenta responder a esta
preocupación: ¿cómo puede percibirse la «forma» de la revelación divina, sin tener que reducirla
por ello a la medida, las dimensiones y las leyes del hombre? Responde von Balthasar. la
experiencia estética y la del amor auténtico son, de suyo, experiencias no reductivas, libres de las
manipulaciones impuestas por las exigencias proyectivas del sujeto.
Quizá no sea nunca posible «explicar» de forma adecuada por qué cree una persona. La
dificultad nace del hecho de que en el creer entran en acción la obra de Dios, que desde dentro
invita al hombre a la fe, y la libertad humana, con su capacidad de aceptación o de rechazo.
La búsqueda de una solución que evite los escollos opuestos del fideísmo y del racionalismo
ha dado lugar, en la teología del acto de fe, a teorías que intentan establecer las relaciones
correctas que se dan entre las razones de la fe (o motivos de credibilidad), por un lado, y el
motivo de la fe, por otro.
Teoría antigua: Esta teoría, que intenta salvaguardar el carácter religioso y misterioso del
acto de fe liberándolo del rígido marco lógico en el que se intenta encuadrarlo
En la teoría moderna:
En la teoría antigua:
La teoría antigua se basa en un conocimiento que regula gran parte de las certezas en que se
basa nuestra experiencia. Por ejemplo, el conocimiento y a la relación de confianza entre
amigos y a las personas que se quieren. La certeza se trata de un conocimiento experiencial que
es llamado conocimiento por connaturalidad.
En primer lugar, Rousselot habla de «signos», en vez de hablar de «figura», con el riesgo de
evocar la yuxtaposición entre signo y mensaje cristiano y figura de Cristo. Para Rousselot la
capacidad sintética del espíritu humano sigue siendo, unilateralmente, una capacidad del
dinamismo subjetivo del hombre sostenido por la gracia.
Por tanto, el pensamiento de Rousselot -esto es al menos lo que yo pienso- podría prestarse
a dudosas lecturas psicologizantes del proceso de la fe, con insistencias no siempre claras y
luminosas en el aspecto afectivo del conocimiento en general y del conocimiento de la fe en
particular.
CONCLUSIÓN
¿Hay razones suficientemente válidas y sólidas para creer en Jesucristo? ¿Es razonable y
convincente la opción de creer en sentido cristiano?