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BAUTISMO DE INFANTES

Cristhian A. Gómez

ESCUELA AMERICANA DE TEOLOGIA

BACHILLERATO EN TEOLOGIA

Bogotá

2010
BAUTISMO DE INFANTES

Trabajo en el Curso Metodología de la Investigación

Cristhian A. Gómez

Tutor: Rev. Pablo Noguera

ESCUELA AMERICANA DE TEOLOGIA

BACHILLERATO EN TEOLOGIA

Bogotá 30 de Julio de 2010


Bautismo de Infantes

INTRODUCCIÓN, 1

OBJETIVO GENERAL, 1

OBJETIVOS ESPECÍFICOS, 1

JUSTIFICACIÓN, 2

DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA, 3

HIPÓTESIS, 4

El Bautismo en la Tradición Reformada, 5

El Bautismo: lo que no es, 6

No es Requisito, ni Garantía de la Salvación, 6

No es un Acto Mágico de Renovación, 8

El Bautismo: lo que sí es, 8

Es un Medio de Gracia, 8

Es un Sacramento, 10

Es Señal Externa de la Renovación Interior, 12

El Pacto de Gracia, 15

La Unidad y Alcance del Pacto de Gracia, 17

El Pacto de Gracia en el Antiguo Testamento, 18

El Pacto de Gracia en el Nuevo Testamento, 18

La Circuncisión como Señal del Pacto de Gracia, 20

Una Señal Espiritual, 21

La circuncisión no era exclusiva de los judíos, 22


Bautismo de Infantes

Circuncisión y Bautismo, 22

Bautismo de Infantes, 23

Una visión Pastoral, 28

La Influencia en los Bautizados/as, 30

La Influencia en la Familia, 31

En cuanto a entrada y pertenencia, 32

En cuanto a concreción y eficacia, 32

La Influencia en la Iglesia, 32

CONCLUSIÓN, 35

REFERENCIAS, 36
Bautismo de Infantes
Bautismo de Infantes 1

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo se da como el esfuerzo por responder a una asignatura de mi


formación teológica, específicamente de la metodología de la investigación; sin embargo,
además de pretender superar las expectativas de dicha materia, es también un aporte a la
formación de la identidad de nuestra fe como pertenecientes a la tradición reformada.

El contenido aquí expuesto, fue tratado de tal manera fuese asequible a toda persona,
con o sin formación bíblica. No se exponen conceptos que sabemos son muy importantes en
el accionar de nuestra teología, dado lo específico de su tema. Es de advertir también, que el
lenguaje y los términos fueron escogidos en razón de lo más popular y común, en el ambiente
evangélico; pues también se hizo pensando en las personas contradictorias del tema aquí
expuesto. Por tal razón, puede que la lectura parezca simple, no rigurosa, y sin mucha
profundidad teológica, o muy evangélica, pero todo esto con plena intensión.

Es mi deseo poder ser de bendición tanto para los hermanos y hermanas que con sus
dudas impulsaron el contenido de este trabajo, y a las personas que en el proceso de
investigación aportaron sus puntos de vista diversos, que sin duda, enriquecieron en gran
manera el contenido de estas líneas.

OBJETIVO GENERAL

Generar conciencia eclesial a partir de bases históricas y bíblico – teológicas de


nuestra tradición reformada, de la necesidad de identificarnos con nuestra identidad
plenamente; en especial con el Sacramento del Bautismo ministrado a los infantes.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

 Hacer una apología del Bautismo de Infantes en la Tradición Reformada.

 Llenar un vacío teológico en la labor pastoral de nuestras iglesias.

 Aportar una visión clara, sencilla y funcional para el abordaje del Bautismo de
Infantes desde una perspectiva más pastoral y de “Eklesia” que desde la tradicional y
ortodoxa.

 Tomar conciencia acerca del papel transformador de la Iglesia en la vida de los


creyentes y sus familias.
Bautismo de Infantes 2

 Darle el lugar merecido a los infantes dentro de nuestras comunidades como parte
estructural de ellas, reconociendo que de ellos es el Reino.

JUSTIFICACIÓN

Desde los tiempos de la Reforma Protestante se han generado cambios en la


mentalidad religiosa tan profundos y radicales que sus resultados son igualmente
divergentes. Para algunas tradiciones religiosas nacidas de esta transformación gestada en
el siglo XVI, hay puntos de común y pleno acuerdo en cuanto a teología y estructura
eclesiástica, y existen otros que aun hoy, son motivo de división. Uno de estos es el
bautismo de infantes en las tradiciones no católicas.

Para algunos cristianos, ser protestante es no ser católico, por lo tanto cualquier
parecido con esta tradición, es no ser protestante y estar desfasado de la “sana doctrina” y la
“sana fe”.

Este pequeño detalle ha golpeado la mente y la fe de muchos creyentes fieles a nuestro


Señor Jesucristo y que profesan una fe reformada. El no tener una base solida del por qué
nuestra iglesia, siendo protestante, reformada, “evangélica” bautiza infantes, si se supone que
eso lo hacen los católicos. Esto genera no solo malestar por parte de las demás
denominaciones cristianas que no practican este Sacramento a sus infantes hacia nosotros,
sino también un manto de duda, de crisis de “fe”, de incertidumbre frente a nuestra posición
como creyentes no pertenecientes a la tradición católico romana, pero tampoco a la gran masa
que comúnmente llamamos “cristiana evangélica”.

Esta es una incertidumbre generada por la falta de formación de los creyentes en este
aspecto. Al hacer preguntas a nuestros militantes, tales como: ¿Cree usted que es necesario
dar el bautismo a los infantes? ¿Por qué? ¿En qué casos es bueno hacerlo? ¿En cuales no?
llegaremos a una clara conclusión: la iglesia está desinformada. Peor aún, desinteresada.

Por tal motivo es necesario instruirnos en este aspecto tan fundante de nuestra fe como
lo es el Bautismo. Hacerlo de una manera clara, sencilla y sobre todo Bíblico-Teológica que
nos permita identificarnos con nuestra identidad. Convirtiendo nuestras incertidumbres y
dudas, en razones firmes para sentirnos orgullosos de nuestro Señor y de la Iglesia en la cual
le ha placido ponernos a servir.
Bautismo de Infantes 3

Para suplir este vacío, es necesario hacer una reflexión en cuanto al bautismo de
infantes en la tradición reformada que sea asequible a todo el público de nuestras
comunidades, para formar y fortalecer nuestra identidad como iglesia. Este pequeño esfuerzo
intenta ser un paso para ese propósito.

DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA

Para todos es bien conocido que la humanidad ha implantado formas de cohesión para
que sus vidas tengan un poco más de sentido y orientación. Una de esas formas es la política,
y en especifico, nuestras preferencias frente a ella. Lo mismo sucede con la fe; existen
símbolos, señas, marcas, ritos, que la identifican y hacen que sea más fuerte y profunda. Tan
importante es esto que puede transformar nuestras vidas por completo.

Dentro de nuestra tradición eclesial y nuestra fe particular, existen estos sellos,


símbolos, ritos que hacen significativa la vivencia religiosa en comunidad. El no conocerlos
es indirectamente no conocer nuestra fe, vaciándola de significado. En este sentido, una de las
marcas distintivas de nuestra fe, es el Bautismo de Infantes. Cuando no existe claridad frente
a este punto, muchos, sino casi todos los demás puntos de nuestra fe, se ven afectados.

Hoy enfrentamos retos muy grandes en cuanto al crecimiento de nuestras


comunidades, lo que nos dice que en lo cuantitativo estamos fallando, pero no se refiere solo a
lo cuantitativo. Quien quiera decir que somos más calidad que cantidad se equivoca, puesto
que una está estrechamente relacionada con la otra y dependen mutuamente; por lo tanto, es
más preciso advertir, que somos pocos, porque pocos hemos asimilado nuestra identidad. En
otras palabras, nos hemos quedado cortos en transmitir nuestra calidad.

Frente a esto, podemos notar dentro de nuestras iglesias que existe un cierto
conformismo en cuanto a cómo hacemos las cosas, más no un entendimiento pleno de ello, ni
siquiera una satisfacción. Es común escuchar: “no tengo problema con esto, lo entiendo pero
me gustaría que fuera más de esta forma…”. Incluso dentro del Colegio Ministerial, hay
maneras y conceptos a veces radicalmente opuestos en la manera de concebir temas como la
liturgia, los sacramentos y demás. No existe pues plena satisfacción y acogimiento de la vida
eclesial, que es en ultimas la que mide nuestro éxito cuantitativa y cualitativamente.

Por este hecho existen miembros en nuestras iglesias que luego de años militando en
ellas dan pasos atrás, o peor aún, se quedan, pero no comparten ciertas cosas. Este es el caso
Bautismo de Infantes 4

preciso del Bautismo de Infantes. En el fondo lo que está en juego no es la formación


académica, bíblico-teológica de nuestros miembros, sino la plena comunión con el Señor y
con su iglesia. Al no tener gente en plena comunión y satisfecha dentro de nuestras filas, no
tendremos reproductores de nuestra fe, y multiplicadores de nuestra membrecía.

No podemos sencillamente asumir que toda la membrecía de nuestras iglesias está de


acuerdo, conoce y acepta todo lo que hacemos, la iglesia no es solo estructura eclesiástica, es
vida, gozo, comunión, servicio, es Teología y bases solidas para ella, es rito y señal, es
símbolo.

Si no conocemos y aprehendemos el por qué de estos ritos, señales y símbolos, no nos


identificaremos con nuestra identidad y estaremos avocados a tener miembros comulgantes,
pero no en comunión, asimilados pero no satisfechos, acostumbrados, pero no alegres,
pertenecientes pero no funcionales; y por lo tanto, será muy difícil salir de donde estamos.

HIPÓTESIS

Puesto que ya hemos visto, que el desconocimiento de las bases “pequeñas” de nuestra
dinámica eclesial, conlleva a un casi destructor acomodamiento; es necesario, que desde una
perspectiva pastoral, de vida cotidiana, expongamos y defendamos nuestra identidad y su
pertinencia para alcanzar una vida abundante como comunidad. Es prioritario que atendamos
temas fundantes de nuestra fe, como el Bautismo de Infantes y sus implicaciones, tanto para
el infante, como para la familia y la comunidad.

Otros temas podrían ser la Santa Cena, la vida litúrgica, la perspectiva de un Dios
Soberano, la predestinación, la perseverancia de los santos, en fin, conceptos claves y
coyunturales en la concepción de nuestra fe y vida como iglesia frente al mundo, y que en
últimas, son los que transforman nuestra dinámica eclesial.

Si hacemos esta tarea de manera juiciosa, veremos un cambio radical en lo cualitativo.


Asumiremos nuestra calidad en lo cotidiano, y no sólo desde nuestros actos seculares o de
escritorio. Lo cuantitativo cambiará radicalmente, pues no habrá dudas ni mucho menos
temores en compartirles a otros de nuestra fe, e invitarles a nuestras comunidades.

Quizá en el proceso tengamos bajas, pero no ameritaran lo alcanzado, el tener una


membrecía en plena común-unión e identificada con su identidad.
Bautismo de Infantes 5

El Bautismo en la Tradición Reformada

Uno de los ritos comunes a todas las confesiones cristianas, es el Bautismo. Toda
iglesia, sin excepción, lo practica y asume como parte fundamental de su praxis pastoral en el
mundo. De allí que sea tan importante conocer, por lo menos las bases de esta práctica y el
por qué de ella dentro del cristianismo reformado; pues a pesar de ser común a toda la familia
cristiana, su manera de administrarlo, su argumento y su fin, son puntos en los que no todas
estas tradiciones estamos de acuerdo. Pero como todo en la vida tiene su explicación, aquí
echaremos un vistazo al por qué de estas diferencias.

En la tradición reformada, que se distingue particularmente por el estrecho vínculo


con la Teología Calvinista y sus principios de fe y vida, el bautismo es uno de los dos
sacramentos, junto con la santa cena, que se reconoce como validos. Además de ser señal y
sello de la gracia de Dios, y de la pertenencia nuestra, a la iglesia visible. Citando a Calvino:

“Ante todo debemos saber lo que es un sacramento. A mi parecer, su definición propia


y sencilla puede darse diciendo que es una señal externa con la que el Señor sella en
nuestra conciencia las promesas de su buena voluntad para con nosotros, a fin de
sostener la flaqueza de nuestra fe, y de que atestigüemos por nuestra parte, delante de
Él, de los ángeles y de los hombres, la piedad y reverencia que le profesamos” (trad.
1858. Origin. 1536)

Dentro de esta tradición, el bautismo ha tenido una importancia clave como práctica de
fe. Calvino (trad. 1858) dijo: “El Bautismo es una marca de nuestro cristianismo y el signo
por el cual somos recibidos en la sociedad de la iglesia, para que injertados en Cristo seamos
contados entre los hijo de Dios” Para Calvino, las únicas marcas que distinguían la iglesia
como tal, eran la predicación fiel del evangelio y la administración correcta de los
sacramentos. Para él, la palabra y los sacramentos no podían estar separados, y eran el
vehículo por excelencia para conocer a Cristo. En honor a esto, los ministros reformados son
ordenados como ministros de la palabra y los sacramentos.

Para nosotros los sacramentos son el “Shibolet”, la piedra de toque de todo sistema
teológico (H. Bavink, citado en Marcel, 2004. p. 17). Sin ellos, carecería de sentido la
mayoría de nuestra teología, y en consecuencia, la visión de nuestra fe. Siendo tan relevante la
importancia de los sacramentos en la tradición reformada, no se puede pasar de largo la
Bautismo de Infantes 6

importancia del bautismo y su significado en la vida de la iglesia. Marcel (2004) hace una
descripción de esto de manera brillante.

“En ellos (los sacramentos), encuentran su manifestación práctica y concreta los


principios que han servido de punto de partida en la iglesia y la teología en cuestión de
fe y costumbre. Las doctrinas que nos hablan de las relaciones entre Dios y el mundo,
de la creación y de la regeneración, de la naturaleza divina y humana de Cristo, de la
manera de obrar del Espíritu Santo, del pecado y de la gracia, del espíritu y la materia,
todas están más o menos presentes o implícitas en la doctrina de los sacramentos”
(p. 17).

Para comenzar a acercarnos al bautismo, es prioritario echar un vistazo, por los menos
somero, de lo que otras tradiciones piensan acerca de este sacramento; cómo lo practican y
bajo qué argumentos, con el fin de diferenciar los distintos enfoques que se tienen frente a
este tema, para después, acercarnos a una visión más clara y acorde con las bases bíblicas y el
pensamiento reformado. Empezaremos diciendo lo que no es el bautismo, para luego
adentrarnos en lo que sí es, y poder demostrar que su práctica en infantes es correcta y sana.

El Bautismo: lo que no es

Una de las grandes dificultades y obstáculos para el verdadero entendimiento del


bautismo, es la influencia de otras corrientes religiosas que han desdibujado y en ocasiones
confundido a los creyentes. Tantas y tan variadas son las argumentaciones que se esgrimen
en cuanto al bautismo, que el panorama no podría ser peor. Empecemos citando un argumento
bastante popular en la mayoría de tradiciones evangélicas, que habla del bautismo como un
requisito necesario para ser salvos; lo cual no compartimos, y con justa razón.

No es Requisito, ni Garantía de la Salvación

Este asunto de la relación directa del bautismo con la salvación, viene particularmente
de dos corrientes, que por cierto son opuestas, como los son la católica romana y el
movimiento pentecostal; en especifico las iglesias del nombre o pentecostales unidas.

En primer lugar, la tradición católico romana afirma la necesidad del bautismo como
requisito para salvarse. Tan profundo es este concepto que incorporó el limbo, lugar donde
irían los niños cuando mueren sin ese sacramento, para justificar este argumento. Para esta,
el bautismo no es un medio de gracia que actúa por la fe, sino un acto, que apartado de la
Bautismo de Infantes 7

palabra de Dios y de la fe, obra de una manera casi mágica, regenerativa, en la vida de quien
lo recibe (Ángel, 2007). ¿Cómo pues se puede afirmar que un sacramento es necesario para la
salvación y estar apartado de la palabra y desligado de la fe? No lo sabemos. Como
reformados defendemos que la gracia que actúa en los sacramentos obra por la fe y la palabra.
No sin ellas. (Berkhof, 1983)

Es de esperarse que el tema del bautismo de infantes en las tradiciones no católicas,


sea visto como una imitación, o copia de lo que hace la iglesia católica, pero nada estaría más
desfasado de la verdad, que comparar el bautismo de infantes católico con el reformado. Las
diferencias son abismales, quizás no tanto en forma, más si en contenido, finalidad, y eficacia.
Más adelante veremos esto con detenimiento.

El segundo caso es el de los pentecostales, estos grupos hacen una separación casi
arbitraria de este sacramento; lo dividen en 2 etapas así: 1) bautismo en agua, 2) bautismo en
espíritu.

En la primera fase, necesaria para formar parte de una congregación, el sacramento es


administrado únicamente por inmersión y es necesario para alcanzar la salvación. Sin echar
mano de lugares extraños para albergar a los no sumergidos en agua, priorizan el bautismo
para salvación en el texto de Marcos 16:16. Aferrados a esto, argumentan que el creer y ser
bautizado, son los dos requisitos para ser salvo. Ahora bien, se necesita formar parte
íntegramente de la iglesia, con los dones y ministerios que cada quien tiene de parte de Dios;
para ello deben los bautizados en agua, ser bautizados en espíritu. Como evidencia utilizan
casi de manera general la “glosolalia”, o “hablar en lenguas”. Citando a S. Angulo “Quien no
cumpla esos dos requisitos asociados con este sacramento, no estará capacitado para alcanzar
la salvación” (comunicación personal, mayo 13, 2010)

Vemos de esta manera que los argumentos que unos y otros esgrimen en cuanto al
bautismo, parecen muy sanos y correctos, pero al cotejarlos con un examen bíblico, queda
mucho que desear. Para estas dos tradiciones, el bautismo es pues, requisito y garantía para
alcanzar la salvación. No así para nosotros como reformados.

No siendo suficiente lo anterior, este sacramento es confundido también con una


especie de renovación, de regeneración inmediata de la pecaminocidad del bautizado; algo así
como una transformación total. Este es otro argumento que hay que aclarar.
Bautismo de Infantes 8

No es un Acto Mágico de Renovación

Frente a eso, muchas iglesias, aunque no lo sustentan bíblico ni teológicamente,


enfatizan en su práctica, la respuesta casi inmediata de cambio de vida por parte del
bautizado. Ya que solo bautizan adultos, se basan de manera fundamentalista en el texto de
Romanos 6, donde Pablo resalta este sacramento como una muerte al pecado y un resucitar
con Jesús. La presión sicológica por parte de estas comunidades, en su mayoría de corte
pentecostal carismático, y con especial acento “las megas iglesias”, es casi aplastante para
quien recibe el sacramento. Infiriendo así en la praxis, que el bautismo es un proceso mágico
de renovación interior y casi suficiente para alcanzar la anhelada vida eterna. H. Barbosa
(comunicación personal, junio 02, 2010)

Tenemos que decir, que si bien los sacramentos son diferentes a la palabra, éstos
subsisten por la palabra y la fe. Y es la palabra, que es el mismo Cristo, por medio de la fe, los
que regeneran la vida del creyente, no el bautismo, ni ningún otro ritual externo a la gracia
santificadora y la obra salvadora del Espíritu de Dios.

El Bautismo: lo que sí es.

Ya hemos dado algunas puntadas para decir que sí es el bautismo, por tal razón,
dejemos de un lado lo que no es, y concentrémonos en lo que significa para nosotros como
reformados este hermoso sacramento.

Es un Medio de Gracia.

Los sacramentos, de los cuales hace parte el bautismo, fueron instituidos y utilizados
por Cristo para hacernos partícipes de los beneficios de la redención y se equiparan en su
validez a la palabra. Como dijo P. Marcel (2004, p.). “la promesa hecha a quienes reciben
rectamente los sacramentos es la misma que se hace a quienes reciben rectamente la palabra
predicada”. La promesa de la redención, de la liberación del pecado y la salvación eterna.

Como medios de gracia, los sacramentos son señales que nos dejan ver y palpar la
gracia de Dios de manera objetiva. Se equiparan a herramientas que nos dan la capacidad de
ver las realidades espirituales, materializadas en el agua, el vino y el pan. Si decimos pues,
que es un medio de gracia, tenemos que decir qué es la gracia.
Bautismo de Infantes 9

La palabra gracia Jaris en griego, significa don inmerecido. Las connotaciones varían,
como favor, deleite, gozo, simpatía. Sin embargo, de modo distintivo en el nuevo testamento,
Jaris, explica la estructura del acontecimiento de la salvación; a saber: un regalo gratuito.
Esto implica que de parte nuestra, como objetos de ese favor, no hay ningún esfuerzo anterior
para merecerlo. El apóstol Juan en su primera carta en el capítulo 4 versículo 19, ilustra esto
de manera bella, cuando aclara que el fundamento del amor, es amar primero (Reina Valera
Revisión 1960). No amamos a Dios porque nos nace amarlo, o porque nos esforzamos para
amarlo, sino porque él nos amó primero y nos seduce a seguirlo haciendo.

Podemos decir que la gracia es el accionar salvífico y liberador de Dios a favor


nuestro. Es aquello por lo cual podemos relacionarnos como humanidad y buscar la vida
abundante. Es la manifestación del amor, la fe y la esperanza. Ese amor por el cual se puede
amar, esa fe por la cual se trazan metas inalcanzables, pero con la seguridad de que pueden
alcanzarse, y esa esperanza por la cual se lucha por un mundo mejor y una humanidad en
amor. No se trata de algo abstracto, sino de la plena realización de nuestras vidas de la mano
de Dios.

Así pues, siendo objetos de la gracia de Dios sin merecerlo, sin pedirlo, sin buscarlo,
podemos vivirla de manera real y eficaz a través de los sacramentos. Esta gracia es real sin
necesitar una respuesta objetiva o racional de parte nuestra. Dejemos claro que la gracia de
Dios actúa, sin necesidad de nuestro permiso y complacencia para bendecirnos.

La validez de los medios de gracia, su carácter y contenido, no dependen de nosotros


ni de nuestra comprensión de ellos. Ni mucho menos de algún poder exclusivo que estos
tengan; citando la confesión de Westminster:

“La gracia de Dios que se expresa en los sacramentos y por medio de ellos, al
administrarlos debidamente, no se imparte porque en ellos resida poder alguno; ni la
eficacia de los sacramentos depende de la piedad o la intención de quien los
administra, sino de la acción del Espíritu y de las palabras de la institución, las cuales
contienen, juntamente con un precepto autorizando su uso, una promesa de bendición
para quienes los reciben dignamente” (Constitución de la Iglesia Presbiteriana (E. U.
A) [C.I.P.E.U.A], 2004, p. 193)
Bautismo de Infantes 10

La palabra, seguirá siendo palabra de Dios, inspirada y contenedora de la revelación


perfecta de Dios, queramos verla así o no. Ni su carácter, ni su contenido, fluctuarán por
nuestra comprensión de ella.

Por lo tanto, si decimos que el sacramento del bautismo es un medio de gracia,


estamos diciendo que tiene la función de hacernos ver esa gracia y poder así abrazarla
plenamente. Es igual que con la palabra, es ella la que nos muestra la gracia de Dios y la trae
a nuestra mente y corazón para que podamos reconocerla. Trayendo consigo la acción
sobrenatural del Espíritu Santo y los efectos subjetivos de esta acción. Más adelante
hablaremos de la eficacia de los medios de gracia. Por ahora digamos que más sí es el
bautismo.

Es un Sacramento.

Ya hemos citado este término varias veces, además de decir que como reformados
reconocemos sólo dos sacramentos, en contraste con la tradición católico romana que
reconoce siete. Estos son el bautismo y la santa cena o eucaristía.

La palabra "sacramento" viene del latín sacramentum. Fue el término que escogió San
Jerónimo (autor de la versión latina conocida como la Vulgata, 383-406 d.C.) para traducir la
palabra griega misterion (Marcel. 2004, p. 27). Para los reformados, los sacramentos son
señales y sellos del pacto de gracia. Por tal motivo, cuando se administra un sacramento, no se
hace a-priori, sino a-posteriori. O sea, no antes de, sino después de. En este caso es: no antes
de la gracia, sino después de ella.

Si el caso es señalar y sellar algo, se necesita que ese algo esté presente, exista. Y si
los sacramentos son señal y sello del pacto de gracia, es en razón de que esa gracia ya está
obrando. Ya está presente. Independientemente de nuestra percepción racional, la gracia de
Dios ya está obrando en su pueblo. Ese es el misterion de Dios y su accionar en medio de la
humanidad; amarnos sin merecerlo.

Para ilustrar de manera más clara este punto, de los sacramentos como señal y sello del
pacto de gracia, se cita nuevamente la confesión de fe se Westminster, común a todas las
tradiciones reformadas del mundo y parte del libro de confesiones de la Iglesia Presbiteriana
(E.U.A) y de la Iglesia Presbiteriana de Colombia. Ésta, en su capítulo 27 que consta de 5
secciones, dice en su primera sección:
Bautismo de Infantes 11

"Los sacramentos son signos y sellos santos del pacto de gracia instituidos
directamente por Dios para simbolizar a Cristo y a sus beneficios y para confirmar
nuestro interés en él…” (C.I.P.E.U.A, 2004, p. 193). (Conf. Rm. 4:11; Gn. 17:7; Mt.
28:19; 1 Co. 11:23; 10:16; 11:25-26; Ga. 3:27)

Igualmente, el catecismo de Heidelberg a la pregunta 66 ¿Qué son los Sacramentos?


Responde:

“Son señales y sellos, visibles y santos, instituidos por Dios para que por su uso, él nos
revele más plenamente, y selle en nosotros la promesa del evangelio; a saber, que por
el sin par y único sacrificio realizado por Cristo en la cruz, él, por su gracia, nos otorga
el perdón de los pecados y la vida eterna” (C.I.P.E.U.A, 2004, p. 86)

El decir que son señales nos indica la función de los sacramentos. Una señal sirve para
señalar e identificar algo. No es ese algo señalado. De tal manera que los sacramentos no son
la gracia de Dios por sí mismos, contrario al pensamiento romano, sino sólo la señal de esa
gracia. Por lo tanto, no confundamos la cosa señalada con la señal. Un sacramento, en cuanto
es señal, muestra que ha venido la gracia de Dios, pero no es en sí el instrumento por el que
vino dicha gracia; solamente la confirma y la declara. Podríamos citar algunos ejemplos como
el de Moisés con la vara en el desierto (Ex. 4:1-5): La vara, al volverse serpiente, fue una
señal para los que la vieron de que Dios, en verdad, había aparecido a Moisés; o la
circuncisión de Abraham (Rm. 4:11), que le sirvió de señal de la justificación obtenida por la
fe, estando aún incircunciso.

Al indicar igualmente que son sellos, mas acertadamente, sellos externos, apuntamos a
que sirven para autenticar, darle validez a lo que se sella, que en el caso de los sacramentos es
la gracia. Jurídicamente una acción de parte de un tercero que tenga que ver directamente con
nosotros, necesita autenticación. En el caso de los sacramentos, ese tercero es Dios, que obra
su gracia en nosotros, y la labor de los sacramentos como sellos, es autenticar, darle validez
externa a ese obrar. Como sellos, los sacramentos le dan validez pública al accionar de la
gracia de Dios en nosotros, más no la limitan ni determinan. Por tal motivo, no compartimos
con quienes piensan que el bautismo sea un requisito necesario para obtener la salvación.

Tengamos presente que el accionar de la gracia ya está obrando a favor de nosotros


aun antes de nacer (Sal. 22:10; Jr. 1:15), y que el sacramento es para sellar en nosotros esa
gracia. Frente a esto, Ester 3:12, nos da una apreciación: …"en nombre del rey Asuero fue
Bautismo de Infantes 12

escrito y sellado con el anillo del rey…" Si no hubiera sido sellado, siempre hubiera sido
autoritativo, pues era un documento genuino del rey. El sello sirvió para los que lo recibieron,
para convencerles de que en verdad procedía del rey. Así es con un sacramento, no beneficia
al que lo da, sino a los que lo reciben. Confirma externamente la gracia ya recibida.

Exprésese nuevamente, y hacemos énfasis en este punto, que los medios de gracia son
válidos independientemente de nuestra concepción y comprensión de ellos. El amor de Dios
como manifestación de su gracia, no depende en lo más mínimo del ser humano. Ni la
revelación de la gracia contenida en la escritura, ni la obra del Espíritu Santo en la vida de los
creyentes. Nada de esto deja de ser lo que es, en carácter y contenido, por lo que la humanidad
piense o no de ellos. Dios es Dios, así el ateo no crea en él.

Recopilado todo esto, la principal función de los sacramentos, reside en señalar que la
gracia de Dios obra en nosotros y sellarla de manera externa, para demostrar que somos
participes de ella y de todos sus beneficios.

Al estar clara la función de los sacramentos, se preguntará entonces ¿Y qué con los
resultados de estos? ¿Su eficacia en la vida de quien los recibe? La eficacia de estos, como
señal y sello, va a estar determinada únicamente por la acción del espíritu santo. Así como la
palabra de Dios no sería para nada eficaz, si su espíritu no preparara nuestros oídos y
ablandara nuestro corazón; de igual manera, los sacramentos no harían ningún provecho si el
espíritu de Dios no habla, confirma, fortalece, aumenta y sustenta nuestra fe a través de ellos.
Como argumentó alguien:

“Para que la palabra no hiera en vano nuestros oídos, y los sacramentos no sean
expuestos en vano ante nuestros ojos; el espíritu muestra y convence que es Dios quien
habla en ellos; suaviza la dureza de nuestro corazón y lo prepara para que preste a la
palabra de Dios la obediencia debida. Finalmente, el mismo espíritu traslada dicha
palabra y los sacramentos de los oídos y ojos a nuestra alma” (Marcel, 2004, p. 45).

Es Señal Externa de la Renovación Interior

Esta premisa es verdadera en el caso de alguien que en su adultez, acepta a Jesús como su
Señor y salvador y decide formar parte de la iglesia, participando de los sacramentos, entre
ellos, el bautismo. Se hace aquí este pequeño paréntesis del bautismo de adultos, sin ser el
interés del presente documento, sólo por ser costumbre general en las iglesias protestantes. Y
Bautismo de Infantes 13

es que tenemos que aceptar que el bautismo de adultos es una práctica sana y encuadrada
dentro de los principios reformados. Además de estar registrada directamente en la biblia; no
así el bautismo de infantes, que es nuestro tema en esta ocasión, el bautismo de adultos se da
con frecuencia en las iglesias protestantes, incluso en las reformadas. Esperando poder tratar
el tema del bautismo de adultos posteriormente, dediquémonos al de infantes.

Una de las más grandes objeciones frente al bautismo de infantes y a los sacramentos
como medios de gracia, son lo que aquí llamaremos resultados. Algunos argumentan que para
recibir los sacramentos, debemos en primer lugar, dar resultados. En el ambiente evangélico
se dice dar frutos. Esto conduce a la premisa de que un niño o niña, no puede dar muestra
palpable de su fe, y por lo tanto, no pueden dar evidencia de la misma. Otros dicen que los
infantes no entienden la fe hasta que llegan a cierta edad de “madurez” (¿Qué dice la. [s.f]).
Se trata pues, en últimas, de que nadie puede recibir los sacramentos sí no da resultados
dignos de arrepentimiento. En otras palabras, tenemos que cumplir una serie de requisitos
establecidos por cada iglesia, para poder acceder a los sacramentos; requisitos de los cuales,
los niños y niñas están exentos, pues no los pueden cumplir.

Esto llama un poco la atención frente a la manera cómo se trata a la infancia en dichas
iglesias. ¿Será bíblica esta forma de ver a nuestros niños y niñas? ¿Acaso el reino del que
hablaba Jesús al decir que les pertenecía a los niños/as, no existirá en la mente de estos
“hermanos/as”?

Para estos contradictores del bautismo de infantes es fácil decir: ¿Qué fe tiene un
niño? ¿Cómo puede tener fe? ¿Cómo puede dar razón de su fe? ¿Cómo recibirá a Cristo si
aún no tiene la capacidad de razonar? ¿Cómo lo entienden, si ellos no entienden? Y así
sucesivamente, la cuestión se centra en la decisión, el entendimiento, en la razón. Algo así
como el permiso que debemos darle a Dios para que nos cambie. Trujillo (s.f).

Tenemos que decir aquí, que no estamos del todo en contra del argumento de la
decisión racional, personal, que cada quien debe hacer en algún momento de su vida, pero sí
con ciertas salvedades. Decimos como reformados que el bautismo es una señal externa que
evidencia nuestra renovación interior, en referencia al caso de los adultos que aceptan al
Señor. Contrario a otros grupos cristianos, y apegados a la palabra de Dios, creemos que el ser
humano está en continua renovación, en un proceso de santificación; incluso dejamos
Bautismo de Infantes 14

nuestros cuerpos estando aún en dicho proceso. Por lo tanto, no creemos que bautizarse sea el
término de un proceso en el que el resultado son los frutos, sino más bien su comienzo.

Hagamos algunas claridades: el bautismo es una señal externa de la renovación que la


gracia de Dios ha empezado a obrar en mi vida interior. Ya que Dios, en el momento cuando
alguien decide aceptarle, había tiempo ya, que a través de su gracia, estaba transformando la
vida interior de esa persona e inclinándole hacia él. Si bien, este proceso exige una decisión
racional como adulto para que la gracia de Dios sea eficaz, no la necesita para empezar a
surtir efectos.

Se habla de nuestra casi total incapacidad para inclinarnos hacía Dios ¿cómo pues
logramos hacerlo? Sabemos que la fe, la esperanza y el amor tienen su fuente en Dios ¿cómo
pues llegamos amarle, a creerle y a esperar en él? Si estamos programados para ser seres
sociales ¿de qué manera terminamos dando lo que somos por los demás, así no sean de
nuestra familia?

Estamos configurados para relacionarnos, pero no para amarnos y dar nuestras vidas
por los demás o por alguna causa. Antes bien, sobrevivimos antes que vivir y crecer. El único
vínculo afectivo que generamos de manera directamente natural, es el de nuestra Madre
cuando estamos en su vientre, puesto que al salir de él, debemos crear uno nuevo con los
nuevos recursos y códigos, (visión, olor, tacto). ¿Qué es lo que hace que tengamos
sentimientos tan fuertes por otras personas? Y aún más ¿Qué hace que amemos y nos
aferremos a un ser superior sin conocerlo, sin verlo, sin palparlo?

Nosotros, los seres humanos, no respondemos a otro sin tener antes una orden.
Incluso, cuando estás obligado a realizar una tarea, primeramente tu mente da la orden, y
luego la ejecutas. Respondemos pues a un estímulo que se genera, llámese interno, en la
mente, y luego el cuerpo reacciona externamente.

Trayéndolo al plano espiritual, no respondemos acertadamente a Dios si no hay


primero una orden que nos influencie a que suceda. Lo que se gesta en el interior del ser
humano, configura lo que hace. Esta postura la debaten al igual los sociólogos entusiastas que
dicen que somos el producto de nuestra sociedad y cultura. Si bien eso tiene sentido, no es del
todo cierto. La sociedad y cultura delimitan, cualifican y descalifican modos de pensar y
concebir la vida; mas no los generan, ni nos codifican en nuestra relación con ellos. Podemos
tener la misma cultura y costumbres, crecer en el mismo ambiente, pero estamos lejos de ser
Bautismo de Infantes 15

iguales, de ver las cosas de la misma manera. Todo esto en razón a que asimilamos de forma
particular.

Después de eso, nos atrevemos a afirmar con toda seguridad, que quien acepta a Cristo
como Señor y Salvador sinceramente, es porque ya Dios inclinó su corazón hacia él; o sea, ya
Dios tenía obrando su gracia en la vida de aquella persona. En este orden de ideas, el
bautismo es una respuesta, igual que el aceptar a Cristo. Es producto de la gracia renovadora
de Dios, y para que tenga una eficacia mayor, necesita de la aprehensión racional de tal
verdad.

Concluimos, que no estamos pasando por alto la razón del ser humano en este acto
espiritual, de fe; antes bien, defendemos que una mayor eficacia de los sacramentos y la
gracia divina en ellos, tiene directa relación con el entendimiento racional de los mismos, pero
no dependen de éste. Dios da su gracia a la humanidad sin que ésta esté completamente
consciente de ello, o sin que de ella dependa algo de ese acto divino.

El Pacto de Gracia

El motivo de nuestro interés, se enfoca ahora en el pacto de gracia, como la columna


vertebral en la cual se apoyan los sacramentos; además de ser el argumento bíblico y
teológico que le da sustento al bautismo de infantes.

El pacto de gracia podemos resumirlo como la voluntad de Dios para salvar la


humanidad. Una voluntad que no tuvo nada que ver con la capacidad humana de responder a
ese amor mostrado por Dios. Es por lo tanto, un don gratuito. Tal cual lo es la promesa de la
salvación por fe. Es la iniciativa única de Dios por liberarnos. Es el trasfondo de toda la
teología e historia de la salvación; el motivo por el cual somos elegidos por Dios para formar
parte de su Reino. La manera más pura del amor por su creación.

En el pacto encuentran sentido todas las formas utilizadas por Dios para atraer a la
humanidad hacia Él. Visto de esta manera, el pacto de gracia es la base de la actividad
profética, ministerial, evangelizadora, eclesial, social, política, en fin, de todas las acciones
que se emprenden en pro de una humanidad que viva en amor.

Para hablar más detalladamente, debemos primero explicar qué es un pacto. Según
conocemos, un pacto viene a ser como un contrato, una especie de acuerdo, que se da entre
dos partes. La palabra de Dios nos habla de este término con una particularidad definida, y
Bautismo de Infantes 16

para ello utiliza en griego diatheke, que significa primariamente otorgamiento de propiedad
mediante un testamento o por otros medios. En su utilización en la LXX, es traducción de un
término hebreo que significa alianza o acuerdo. En contraste al término castellano pacto, que
significa una mutua obligación de dos o más partes, comprometiéndose cada una de las partes
a cumplir sus obligaciones, diatheke no implica por sí mismo la idea de obligación mutua,
sino que mayormente significa una obligación asumida por una sola persona. Obligación, que
en el caso del pacto de gracia, asume Dios y haciendo beneficiaria a la humanidad, a través de
la persona que Él mismo escoge para sellar dicho pacto. (Vine, 2000). Miremos esto más de
cerca.

Al hablar del pacto de gracia, nos remontamos hasta la historia bíblica de Noé.
Algunos estudiosos de la Biblia indican, que el primer pacto bíblico fue con este personaje, y
que dicho pacto se convirtió en la antesala del pacto con Abraham, que es en final, la
concreción del pacto de gracia. En Noé, ya se daba luz sobre la manera en cómo el pacto de
gracia afectaría la vida de los beneficiarios. Vemos que sólo él, Noé, fue avisado acerca el
diluvio (Gn. 6:9-18), haciendo la claridad que sólo Noé, era apto para obtener la gracia divina
(Gn. 7:1).

La Biblia es clara en este punto. Sólo Noé era justo delante de Dios, pero ¿Por qué
Dios no salvó del diluvio a Noé y su esposa únicamente? ¿Por qué salva a sus hijos y las
mujeres de sus hijos? Nótese, si bien el único merecedor de entrar en el arca es Noé, Dios le
ordena entrar con sus hijos. La bendición, el pacto de Dios con él, se extiende a sus hijos. Por
los méritos de los Padres, los hijos entran en dicho pacto (Gn. 9:8-9). Esta es una forma de
decirlo, la más clara sería: la gracia de Dios recae sobre los hijos del pacto. Veremos esto,
con más detalle en el caso de Abraham.

Al entrar en el estudio del caso de este patriarca, no podemos hacerlo a la ligera,


puesto que en Abraham empieza lo que conocemos como historia de la fe. Llamado también
el Padre de la fe, Abraham se convierte en el receptor directo de un pacto perpetuo por parte
de Dios. En el cual, Dios es quien toma la iniciativa y lo llama involucrándolo en esta alianza.
Es alrededor de esto, que se gesta la historia del pueblo de Israel, la historia de la fe. Muchos
grupos humanos, unos grandes, otros pequeños, se fueron configurando como una sola nación
alrededor de un único tronco, Abraham; padre de todos.
Bautismo de Infantes 17

El peso de la alianza hecha con Abraham en los capítulos 15 y 17 del génesis es tal,
que toda la historia de la salvación, de la fe, del amor de Dios, y en resumen, de nuestro
conocimiento de Dios, tienen su origen allí. En el establecimiento del pacto de gracia. Estos
pasajes de la escritura, hablan no sólo de una alianza de Dios con un hombre, sino de la
misma personalidad de Dios y su accionar en la historia.

Estrictamente hablando, en Abraham entramos al pacto de gracia en su esencia, tal


cual lo conocemos hoy. Es necesario que re-leamos Génesis 15:6 “Y Abraham creyó y le fue
contado por justicia” los términos de dicho pacto fueron estos: “… A tu descendencia daré
esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates” (Gn. 15:18). En el
capítulo 17 se ratifica Dios en lo dicho, y lo extiende.

En principio, todo comienza con Dios llamando a un extranjero, politeísta, mentiroso y


rico (Gn. 12-14) a que salga de donde está, con destino una nueva tierra que le daría a él y a
su descendencia, o sea, a sus hijos (12:2,7; 13:14-16). Si miramos detenidamente, vemos el
carácter de este pacto de gracia. En primer lugar, no depende del ser humano y su capacidad,
sino de Dios y su llamado. Es gratuito, es don de Dios, exige creer en Él, tiene una señal, y
por último, abarca la descendencia del receptor. Esto es importante. Igual que en Noé, la
alianza se establece con una sola persona que es objeto de la gracia divina, se cree en el pacto
y se establece una señal, en Noé fue el arcoíris, en Abraham la circuncisión; pero aún más,
los beneficios del pacto se extienden y hacen reales también a la descendencia; los hijos de los
receptores (Gn. 18:17-19).

Por tal motivo ese pacto es confirmado a Isaac, a Jacob a José y su descendencia, no
tiene vuelta atrás, es perpetuo (Gn. 22:15-18). A través de toda la escritura está el eco de la
confianza en este pacto de gracia y sus promesas, a lo cual Dios responde dándole un
progresivo y pleno desarrollo (Marcel, 2004).

La Unidad y Alcance del Pacto de Gracia.

A través de todo el antiguo testamento se dan muestras claras de que el pacto


establecido con Abraham es el mismo. Vemos como el pacto del Sinaí no anula el hecho con
Abraham; sino más bien, lo fortalece, tal cual lo cita Gálatas 3:17-18:

“Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que
vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.
Bautismo de Infantes 18

Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a


Abraham mediante la promesa”.

El Pacto de Gracia en el Antiguo Testamento

Cuando Dios llama Moisés y le encomienda la misión de ir donde el Faraón, trae a su


memoria que el pacto establecido con Abraham, aún está en vigencia, y que de cierta manera,
es la base por la que quiere rescatarles de Egipto (Ex. 6:3-8). El mismo fundamento reaparece
cuando van a entrar a la tierra prometida (Dt. 1:8). En cumplimiento de su pacto, Dios librará
a su pueblo (Ex. 2:24), tendrá misericordia de ellos (Lv. 26:42-45), permanecerá fiel (Dt.
4:31; 7:9-12; 29:12-13).

Las súplicas y oraciones de Moisés están fundadas sobre su fe en el pacto


(Ex. 32:13-14). Cuando habla al pueblo, trae a la memoria las promesas y requerimientos de
éste (Dt. 7:12; 8:18). El éxodo, hecho fundante de la fe y la nación Judía, es atravesado desde
su inicio hasta su fin, por el pacto de gracia establecido con Abraham y su descendencia. El
Salmo 105 es una declaración detallada y por cierto bellísima de la mano de Dios en toda la
historia de la salvación y el origen de su accionar divino ¡la fidelidad a su pacto!

En los libros de Reyes y Crónicas las palabras de Dios son comparadas directamente
con el pacto (2 R. 23:3; 2 Cro. 3:4,31) se les llama palabras de pacto. A las escrituras se les
dice el libro del pacto. Todo cuanto el Señor decretó en su palabra, en cada etapa de la
formación de Israel, tienen directa relación con este hecho. Las ofrendas, la observancia del
Sábado, y demás se les identifica como señales de pacto (Nm. 18:19; Ex. 31:16-17). La
sangre del sacrificio es llamada sangre del pacto (Ex. 24:8; Hb. 19:18-20), las tablas son las
tablas del pacto (Dt. 9:9), el arca misma es el arca del pacto (1 R. 8:21).

La influencia del pacto y su unidad es tan profunda a través del antiguo testamento
Que no acabaríamos en varios volúmenes de referirnos a los textos que hablan de él, solo a
manera de referencia se citan estos textos, para dar una idea de este tema, también presente en
Jueces 21:20 y en los profetas (Is. 51:1ss; Jr. 14:20-21; Dn. 9:4ss). Todo este trasfondo no es
gratuito. Nos indica directamente que el pacto con Abraham, es el mismo a través de todo el
antiguo testamento ¿Pero será igual en el nuevo testamento?

El Pacto de Gracia en el Nuevo Testamento


Bautismo de Infantes 19

El nuevo testamento es la continuación y reafirmación del antiguo. Aquellas personas


que intentan desquebrajar la biblia en 2 partes están emprendiendo una empresa sin ningún
éxito. La unidad de toda la escritura queda clara con las palabras pronunciadas por Jesús “No
penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para
cumplir” (Mt 5:17). No se habla de 2 etapas ajenas una de la otra, sino más bien de 2 estadios
de la gracia de Dios que se complementan.

El nacimiento de Jesús es lo que inaugura el nuevo testamento. En los evangelios


sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas), vemos declaraciones que nos indican cómo empieza esta
etapa de Jesús el Cristo. En Lucas 1: 72-75, María ve en el nacimiento de su hijo, un sello de
la fidelidad de Dios; y en una expresión de regocijo, resalta el cumplimiento del pacto hecho a
Abraham (Lv. 1:50-55). Fijémonos cómo comienza todo: aclarando que la presencia de Jesús
es el cumplimiento del pacto. Más adelante, Zacarías canta alegremente por este mismo
propósito. No podemos pues pasar desapercibido este hecho. Además, Cristo ya había sido
anunciado como el realizador del pacto a favor del pueblo (Is. 52:6-7), como su mediador (Is.
49: 8-9), y como el ángel de éste, esperado por fe (Ml. 3:1).

En el libro de Hebreos, podemos mirar una aproximación clara a Jesús como mediador
del pacto (Hb. 8:6; 9:15; 12:24). Por la sangre del pacto, Jesús es el gran pastor de las ovejas
(Hb. 13:2013:20), es también su fiador (7:22). En Romanos 5:2 se habla de Jesús como el que
da entrada a los suyos al pacto. En sus propias palabras, la sangre vertida para remisión de
pecados, es la sangre del pacto (Mt. 26:28; Mr. 14:24; Lc. 22:20; 1 Co. 11:25)

En el pensamiento de los apóstoles y discípulos, se nota viva, claramente y con fuerza,


la teología del pacto. Éste es el tema central de los primeros sermones de Pedro (Hch. 2:14-
41; 3:12-26). Cuando esteban alegó en su defensa, su punto de partida fue el pacto (Hch. 7:2-
8); de igual manera, Pablo en su argumentación frente a Agripa, hizo lo mismo (Hch. 26:6-7).

En la misma línea, el pensamiento paulino, que es casi el 50% del nuevo testamento,
está imbuido de manera relevante en el mismo tema. Citemos algunos textos: Gálatas 3:17
afirma la perennidad del pacto y la actualidad de sus promesas. En el capítulo 4 versículo 21
de esta misma carta, Pablo declara que los cristianos son hijos nacidos según la promesa del
pacto; los hijos de Abraham (Ga. 3.7). Quienes hoy se aferran a Jesucristo y creen, son
bendecidos con los beneficios de ese pacto en Abraham, que creyó primero (Ga. 3:9)
Bautismo de Infantes 20

Así mismo, el creyente es justificado por la fe, y entra a formar parte del pacto y a
gozar de sus promesas (Rm. 4). Es importante anotar aquí, que donde se anuncie el evangelio
hoy, y siempre, existirán los ministros del pacto (2 Co 3:6). Además, algo realmente
importante: aun estando en incredulidad frente a este pacto y sus promesas, el tal no se anula,
y sigue vigente dándonos parte en él (Rm. 9:3-4). A pesar de la desobediencia, Dios sigue
amando a su pueblo por causa del pacto (Rm. 11:1; 11:29). Incluso el Apocalipsis deja oír el
ultimo eco bíblico del pacto de gracia, cuando en el capítulo 21 versículo 3, declara como lo
hacia el antiguo testamento: “yo seré a ustedes por Dios, y ustedes serán mi pueblo”

Cabe notar, que el recorrido hecho aquí de las referencia del pacto de gracia en el
nuevo testamento, es demasiado corto; pero como no se trata de transcribir, sino de hacer
claridad del alcance que tiene dicho pacto en las escrituras, por ahora nos damos por bien
servidos. No sin antes decir, como apunta Marcel:

“la doctrina del pacto de gracia es el germen, la raíz, la esencia de toda la revelación y
por consecuencia de toda la teología. Es el hilo conductor la clave de la historia de la
salvación. Todas las demás doctrinas, fueren las que fueren, enlazan con esta de
alguna manera…” (2004, p. 69)

El alcance del pacto de gracia gestado en la mente de Dios desde antes de la fundación
del mundo, y manifestado en Jesucristo por medio de la revelación bíblica, aprehendido y
aceptado por fe, es perenne, eterno, y siempre lo será en cuanto haya un ser humano que
ponga su fe y vida en manos del Dios de la vida. Por lo cual decimos, que nosotros hoy, y los
que vienen después, están cubiertos por el pacto de gracia. Nuestros hijos e hijas, son
participes ya de los beneficios de él, así no hayan nacido aun, puesto que la influencia y el
alcance de tal gracia de Dios les ha incluido en su accionar.

Se nota pues, de manera clara, como tanto en el antiguo testamento, como en el nuevo,
el pacto de gracia juega un papel fundamental en el desarrollo de la historia de la salvación.
La unidad y alcance del pacto de gracia, es el mismo a través de toda la escritura.

La Circuncisión como Señal del Pacto de Gracia

Trataremos aquí el punto de la circuncisión como señal del pacto de gracia establecido
con Abraham, y la relación de esta con el bautismo. Ya que la práctica del bautismo de
infantes en la tradición reformada, tiene directa relación con la circuncisión como señal.
Bautismo de Infantes 21

Antes de entrar en tarea, hay que advertir que el carácter del pacto de gracia hecho con
Abraham, es anterior en más de 400 años al pacto mosaico. Advertimos esto, dado que los
contradictores del bautismo de infantes y la relación directa de este con la circuncisión, lo
hacen, en su mayoría, cimentados en los textos que el nuevo testamento menciona acerca de la
ley. Dichas personas, hacen un desconocimiento teológico, histórico y exegético, al equiparar
la circuncisión, como señal de la ley mosaica. Hay que decir que la esta no era la señal de la
ley, sino del pacto que por fe recibió Abraham. Así que, querer relacionar la ley mosaica con
la circuncisión es desconocer el texto bíblico y el alcance del pacto de gracia.

Ahora bien, los sacramentos bautismo y santa cena, tienen unidad esencial con sus
correspondientes en el antiguo testamento, a saber: la circuncisión y la pascua. No existe tal
diferencia radical que afirma la tradición católico romana, cuando dicen que “los sacramentos
del nuevo testamento dan la salvación; y los del antiguo, prometían al salvador” (Agustín.
Com. Sal 73:2. Citado en Marcel. 2004, p. 71).

El fondo de este tema radica en el anti-legalismo con la oposición que esta hace entre
fe y obras, ley y gracia, queriendo apartar al nuevo del antiguo testamento. Algo
completamente ajeno a la tradición reformada, que aboga justamente por la unidad y
coherencia de toda la escritura. Este detalle en particular, es el que hace que haya una
oposición injustificada frente al bautismo de infantes y su relación con la circuncisión.

Una Señal Espiritual

Afirmamos que la circuncisión es una señal espiritual del pacto de gracia. Esta fue
dada a Abraham por Fe, no a moisés, y servía como sello de esa fe. Se le entregó a Abraham
por haber creído en la palabra de Dios. En términos espirituales, la circuncisión era la señal
de la remisión de sus pecados, tal cual es para nosotros el bautismo.

Tan espiritual es el significado de esta señal, que Dios indica que circuncidara el
corazón nuestro y el de nuestra descendencia (Dt. 30.6), demostrando que no es un simple
sello carnal, como lo quieren hacer ver los contradictores del bautismo de infantes. Así que,
decir que era una señal carnal en la ley, es un absurdo. No es pues en vano que la Biblia hable
de los corazones y labios impuros, apartados de Dios, como si fueran incircuncisos. Como
tampoco lo es, el que se refiera a la conversión, obediencia, la entrega a Dios y la fe, con los
términos circunciso y circuncidar. Ahora bien, Pablo dice que los creyentes forman parte de
la verdadera circuncisión, hecha según el espíritu (Flp. 3: 2-3; Rm. 2:28-29). Si la
Bautismo de Infantes 22

circuncisión es una señal sólo carnal ¿Que responderemos pues a estos textos? No nos queda
más que admitir el carácter espiritual de la circuncisión como señal y sello del pacto de gracia,
recibido por fe.

La circuncisión no era exclusiva de los judíos. Digamos ahora que desde el


establecimiento del pacto de gracia con Abraham, la señal de la circuncisión no sólo era para
los hebreos, refutando la idea que era señal de un pacto nacional. Si se insiste en verla como
señal de un pacto nacional, tendremos que pasar por alto la verdad de que históricamente, el
pueblo judío se gestó como nación políticamente estructurada, a partir del éxodo y la ley
mosaica. Después de más de cuatro siglos de haber sido establecida la circuncisión como
señal.

Además, como ya hemos dicho, el pacto o en su sentido primario, no era para nada
particular, ni nacional, sino todo lo contrario (Gn. 17:12-13). Desde su institución como señal,
la circuncisión era abierta a gentes de otros pueblos, era universal. Igualmente, la
interpretación que el nuevo testamento hace de ella, es abierta a todos los pueblos (Rm. 15:7-
13; Ga. 3:13-14).

Circuncisión y Bautismo

Si Abraham es el Padre la fe, de la misma fe por la cual nosotros somos hechos hijos e
hijas de Dios, quiere decir entonces; que la señal espiritual dada a Abraham por fe, es la
equivalente que se nos da a nosotros por la misma fe. La señal del pacto de gracia. Aquel
pacto de gracia que es el mismo ayer, hoy y mañana. Esa señal es la misma en su contenido y
función espiritual, no ha cambiado, lo único que cambió fue su forma. Dicha señal era para el
antiguo testamento la circuncisión, y para el nuevo el bautismo.

Pablo en 1 Corintios 10:1-4, hace una consideración bastante clara, para dejar por
sentado que la esencia de los sacramentos, tanto del antiguo, como del nuevo testamento, es la
misma. La manera como hace el paralelo del bautismo con la circuncisión, y de la santa cena
con la pascua, es verdaderamente diciente. Dándonos a entender que estos sacramentos son
los mismos en su contendido espiritual, perseguían el mismo fin, y por lo tanto, son
espiritualmente iguales (1 Co. 5:7; Col. 2:11). Así pues, el sacramento del bautismo en su
contenido, es idéntico a la circuncisión. Citando a Marcel:
Bautismo de Infantes 23

“todo cuanto hoy poseemos en nuestros sacramentos, Jesucristo y su riquezas


espirituales, los judíos los tenían de antaño en los suyos. La eficacia de los
sacramentos del antiguo testamento es idéntica a los del nuevo porque tanto los unos
como los otros son señales, sellos, confirmaciones de la voluntad de Dios para salvar a
los hombres. Si observamos las apariencias visibles, hallamos diferencias entre estos
sacramentos, más, si miramos su significado interno y espiritual vemos que son
idénticos” (2004, p. 85)

Si la circuncisión es señal del pacto de gracia en el antiguo testamento, tal cual lo es el


bautismo en el nuevo testamento ¿qué problema hay en relacionarlos? Contestaríamos que
ninguno. Los esfuerzos por querer diferenciar estos sacramentos son infructuosos dada la
relación directa que tienen en cuanto a su significado.

Para concluir decimos, que el pacto de gracia y su contenido, desde sus inicios con
Abraham, se sigue ofreciendo hoy a todos aquellos que se acerquen a Jesucristo por medio de
la fe, y quieran formar parte de la comunidad de creyentes, acobijando a estos con sus
bendiciones y promesas, y a sus descendientes después de ellos. Por tal motivo nos
centraremos ahora en el bautismo de infantes.

El Bautismo de Infantes.

Hasta este punto hemos tratado de esclarecer un poco la visión general que como
iglesia reformada tenemos frente al sacramento del bautismo. Esbozamos de manera sucinta,
qué no es, y qué sí es el bautismo, pasando luego a dar un vistazo somero, dada la
profundidad del tema, al pacto de gracia y su relación con los sacramentos de la circuncisión y
el bautismo en cuanto a contenido. Pasemos ahora, dado el trasfondo, a mirar un poco más de
cerca el bautismo de niños como sacramento correctamente acorde con el pensamiento
reformado y las bases bíblicas.

Para entrar en este tema hay que explicitar que la manera más viable, y la única
acertada para entenderlo es a través del pacto de gracia como doctrina fundamental del
accionar de Dios con su iglesia. E introducimos aquí el término iglesia, haciendo alusión al
pueblo creyente y comulgante en nuestros lugares de reunión.

Es importante sustentar bíblica, teológica y prácticamente, el bautismo de infantes


como señal del pacto de gracia. Si esto se hace desligado de este trasfondo, incurrimos en
Bautismo de Infantes 24

errores, y mucho peor, en descontentos por parte de nuestra membrecía, que ignorando las
razones de fondo de esta práctica, generan malestar en las comunidades.

Al comenzar a investigar sobre el tema, nos encontramos con el primer gran


obstáculo: no hay evidencia directa en el nuevo testamento que nos hable del bautismo de
niños. Este primer escollo es de donde frecuentemente se pegan los contradictores del
bautismo de infantes. Puesto que al explicar la relación que este tiene con la circuncisión,
dichas personas se quedan sin argumentos fuertes. No existen textos bíblicos que indiquen u
ordenen el bautismo de infantes; esto es verdaderamente cierto, pero no quiere decir que esté
prohibido. Los entusiastas contradictores, aluden que si no está en la biblia, pues no se debe
hacer. Estos desconocen por completo la analogía de la fe y el estudio de la escritura.

Cuando se habla de la analogía de la escritura y de la fe, se hace referencia a la


herramienta que la teología utiliza hoy, y desde sus inicios, para sistematizar la revelación
bíblica y las doctrinas del cristianismo. Por ejemplo, hablamos de la igualdad del hombre y la
mujer frente a Dios y lo aceptamos sin reparos; pero no gracias a que la biblia cite
directamente estas palabras, sino porque emprendemos un estudio más general de la escritura,
reconociendo que dicha conclusión, está totalmente de acuerdo con el mensaje bíblico.

Muchas de las grandes doctrinas de la fe y principios bíblicos que hoy día, no nos
atrevemos a discutir, fueron desarrolladas a través de la analogía de la fe y la escritura. Un
ejemplo más claro sería lo que llamamos las cualidades de Dios: su omnipresencia,
omnisciencia, y omnipotencia ¿De qué manera llegamos a deducir estas cualidades de Dios?
¿Cómo desarrollamos las doctrinas del pecado, de la gracia, de la justificación por fe y
demás? ¿Se basan estas en un solo texto bíblico? ¿Están explícitamente mencionadas en la
biblia? Las respuestas a estos interrogantes le darían una gran lección a los que argumentan en
contra del bautismo de infantes, diciendo que no es bíblico, solo porque la biblia no lo
menciona directamente. Pues las grandes doctrinas de la palabra de Dios no se basan solo en
textos bíblicos explícitos. Quien quiera, que haga la prueba.

El bautismo de infantes no escapa a este principio de la teología cristiana. Pues


basados en lo anteriormente expuesto sobre el pacto de gracia y la circuncisión como señal
espiritual, y entendida su correspondencia con el bautismo en el nuevo testamento ¿Será que
no existen argumentos para decir que el bautismo de infantes es bíblico? De tal manera que si
Bautismo de Infantes 25

utilizamos la analogía para deducir doctrinas como la Trinidad, los atributos de Dios, y demás
¿Por qué hay tanto empeño en no hacerlo para admitir el bautismo de infantes?

Y si fuera el caso de no utilizar dicha herramienta en el estudio de la escritura,


entonces privemos a las mujeres de recibir la Santa Cena, pues no existe ningún texto
explícito que mencione a mujeres recibiendo este sacramento. En teología, lo que se deriva
del estudio de las escrituras por deducciones legítimas, es tan exacto como lo que se dice de
manera explícita (P. Marcel, 2004).

No podemos sencillamente pasar de largo este argumento, la escritura es explicita en


su manera de referirse al sacramento de la circuncisión como aplicable a los niños, pues a los
ocho días de nacido el niño debía ser circuncidado, diciéndonos de esta manera, que los hijos
de los creyentes están cobijados con los mismos beneficios y promesas que aquellos capaces
de confesar su fe.

Al estudiar algunos textos bíblicos, vemos que no es tan necesario hacer explicaciones
profundas, para derivar argumentos concluyentes. Una de esas conclusiones la podemos sacar
del texto de 1 Corintios 7:14, y decir que los hijos, por medio de los padres creyentes, son
santificados. En otras palabras, apartados para Dios. Esta verdad se manifiesta de manera
explícita en estos versículos ¿Por qué pues no lo asumen como válida los que critican el
bautismo de infantes? Es más, la biblia directa e indirectamente, guarda silencio absoluto
frente al sacramento del bautismo practicado a hijos de padres cristianos en su adultez, o
esperando a que ellos decidan si quieren recibirlo o no. Además ¿hay algún texto bíblico
explicito que nos ordene esperar a que nuestros hijos estén maduros en la fe para que reciban
el bautismo? Si no es así ¿de dónde pues sacamos ese argumento? ¿Será que utilizamos la
analogía de la fe y la escritura para unas cosas, pero no para otras? Juzguen ustedes.

Si se insiste en esto, pues que no se ofrezca Santa Cena a mujeres, ya que la Biblia no
dice nada al respecto. Y que no se bauticen los hijos de los creyentes cuando estén adultos,
dado que la Biblia no lo manda tampoco.

Ahora bien, si vemos la importancia capital de la doctrina del pacto de gracia, su


alcance y unidad a través de toda la escritura, y la significación de la circuncisión y el
bautismo como señales espirituales idénticas de dicho pacto; no podemos pues descartar
descaradamente, la práctica de este sacramento en los niños, argumentando que la biblia no
dice nada al respecto.
Bautismo de Infantes 26

¿Por qué queremos privar a nuestros hijos de los beneficios de los cuales nosotros
disfrutamos por fe, si la escritura nos indica todo lo contrario? ¿Por qué razón vamos a
quitarles el privilegio del sacramento del bautismo como señal y sello de la gracia de Dios
sobre sus vidas, cuando no ponemos en duda que ellos son bendición de Dios?

Además, la práctica bíblica de este sacramento nos obliga a recibirles desde su


nacimiento, tal cual lo estableció Dios desde Abraham. Si bien el nuevo testamento guarda
silencio frente al tema, tenemos que decir que ese el silencio es más a favor del bautismo de
infantes, que en contra.

Y por si no estamos del todo seguros, mencionemos algunos textos que aunque no
hablan directa ni explícitamente, podemos deducir con toda certeza, que están a favor del
bautismo de infantes.

En primer lugar digamos, que si el Señor hubiese querido que no se admitiera a los
hijos de los creyentes en el pacto y en la iglesia, hubiera prohibido que lo hiciéramos, y así,
no tendríamos dudas. Contrario a esto, dice que el reino de Dios les pertenece a los niños (Mt.
19:13-14) nótese que dice, no que les pertenecerá, sino que les pertenece. Aclarando así, que
los niños son sujetos activos de la gracia de Dios y por lo tanto, miembros del pacto y de la
iglesia. Comentando este texto Calvino declara (citado por Marcel, 2004):

“No había aun inteligencia ni discernimiento en estos pequeñuelos para que pudieran
desear su bendición. Sin embargo, cuando se los presentaron, los recibió con bondad y
gran dulzura, y los consagró a Dios su Padre por medio de una ceremonia solemne de
bendición…” (p. 181).

“Cristo declaró que quería recibir a los niños y, finalmente, teniéndolos entre sus
brazos, no sólo los besó, sino que también los bendijo con imposición de manos. Por
tanto, considerando que su gracia desciende también sobre quienes están en la
infancia. Esto no es para maravillarnos; si consideramos que toda la posteridad de
Adán está incluida en la condenación a muerte, es necesario que todos perezcan,
excepto aquellos a quienes ha liberado el solo Redentor. Sería demasiado cruel excluir
de la gracia de Dios a los niños” (p. 182).

Decimos aquí con Calvino, que es cruel excluir de la gracia de Dios a los niños, más
cuando el mismo Señor les ha incluido. En otros pasajes como Hechos 2:39 y 16:31, tanto
Bautismo de Infantes 27

Pedro, como Pablo, confirman que las bendiciones del pacto, se extienden a los hijos de los
creyentes.

La referencia directa al bautismo de familias enteras, nos da luz sobre el hecho del
bautismo de infantes más a favor, que en contra. Algunos dirán, que es posible que no hubiese
niños en la casa (familia), pero eso no deroga el hecho factible que la gracia de Dios obra en
la familia por igual y sin excepción de ninguno de sus miembros. Sean niños o no. Además,
¿Quien nos dice que no había niños presentes? Si fuese el caso de que la Biblia, y el
pensamiento apostólico en particular, no asumieran el bautismo de infantes como práctica
natural de la iglesia, entonces el texto haría claridad frente a eso. Estos textos quizás no sean
bases solidas para argumentar a favor del bautismo infantes, más sí lo son para decir que el
pacto de gracia, es igualmente válido, en el nuevo, como en el antiguo testamento (Marcel,
2004).

El texto de Pablo en 1 Corintios 7:14 es bellísimo, en el sentido de que la gracia de


Dios no limita su accionar a un miembro de la familia, sino que a través de éste, el resto de la
familia es santificado, más aún, los hijos de los creyentes.

¿Qué pues decimos frente a esto? Si la Biblia considera a nuestros hijos como santos,
así sólo uno de los padres sea creyente ¿Cuál es el impedimento formal para que sean
bautizados, como señal y sello de la gracia que ya han recibido por mérito de sus padres? Job
14:4 pregunta, quién puede hacer lo puro, inmundo; la respuesta es que nadie, ningún ser
humano. El Salmo 51:7 nos dice que sólo Dios es quien puede purificar la vida del ser
humano; y Jesús, en Juan 3:6, declara que lo que nace de la carne, carne es, y lo que nace del
espíritu, espíritu es. Así que, si sólo Dios purifica, y hace nacer del espíritu ¿Cómo pues los
hijos de los creyentes son santos? La respuesta es clara: sólo Dios, a través de su gracia les ha
hecho santos. Esa gracia que obra en ellos por medio del pacto que han recibido sus padres.
Así funciona el pacto de gracia, con quien le recibe y su descendencia.

Concluyamos diciendo que el bautismo de infantes, es en razón del pacto de gracia al


cual han accedido sus padres por medio de la fe. No se debe pues administrar el bautismo, a
un hijo de no creyentes, puesto que el fundamento de este sacramento encuentra sentido, sólo
bajo el pacto de gracia.

Pero entonces ¿Dónde queda la fe? Frente a esto decimos, que según la escritura, la
obra del Espíritu Santo es anterior a la fe. La fe es un don que otorga Dios, es un fruto del
Bautismo de Infantes 28

obrar del Espíritu Santo. Así pues, la obra de la gracia redentora precede a la fe y no al
contrario. Por tal motivo, y viendo que esa gracia obra de manera verídica en la vida de los
hijos del pacto (1 Co. 7:14), y que Jesús no excluyó a los niños como sujetos de ella; el
argumento de la fe no es excusa para excluir a los niños del Bautismo. De la misma manera
como no se esperó que Isaac creciera para ser circuncidado, ni la descendencia después de él
en razón de la fe de Abraham, su padre. En virtud del pacto de gracia al cual pertenecen
nuestros hijos, y de la fe que nosotros hemos declarado como padres, es legítimo y correcto el
Bautismo de infantes.

Sea aquí el lugar para decir nuevamente, que el sacramento del bautismo no es
necesario para la salvación, no salva. Tampoco es un acto mágico de renovación, solo es señal
y sello del pacto de gracia, por cual, públicamente, somos adheridos al cuerpo de Cristo, que
es la iglesia.

Por lo tanto, los niños bautizados, deben al igual que sus padres lo hicieron un día, dar
razón pública de su fe cuando tengan la capacidad de discernirla. Pues como hemos dicho
varias veces, solo por medio de la fe se adquiere la plena eficacia de la gracia redentora.

En el pensamiento reformado, la eficacia salvadora y regeneradora de la gracia de


Dios, actúa por medio de la fe, y la obra del espíritu santo. Por lo tanto, la eficacia de los
sacramentos, es obra única y exclusivamente del Espíritu de Dios. Cuándo y cómo, solo Dios
en su soberano designio puede asegurarlo. El hecho de que nuestros hijos sean objetos de la
gracia de Dios y de su pacto, no nos asegura que van a ser fieles a ese pacto. Solo la acción
del Espíritu Santo puede darnos la certeza de la salvación y la fuerza para ser fieles al pacto
de Dios ¿En qué momento? No nos atrevemos a decir, lo que sí es seguro, es que no tenemos
ningún derecho, ni argumento sólido, para excluir a los niños de ese preciso sacramento.

Una Visión Pastoral

En cierta ocasión entablé un dialogo con alguien, que en su niñez fue marcada por la
vida de su abuela. Ella decía: “mi abuela sembró en nuestra familia el amor por Dios, y la
semilla del evangelio, pero por los afanes de la vida y la necesidad, me vi empujada a utilizar
mi cuerpo como herramienta de trabajo”. Luego de muchos años, la influencia de su abuela, y
lo que ella había significado para aquella mujer, la empujaron esta vez, a reconocer su
dignidad como hija de Dios y como decía literalmente “a recomponer sus pasos” (anónimo,
comunicación personal, s.f).
Bautismo de Infantes 29

Hoy día, esa persona es una luchadora incansable a favor de las mujeres que ejercen la
prostitución, llevándoles entre muchas cosas, la semilla que su abuela en la niñez le dejó
sembrada. Este caso me ha hecho pensar en la manera cómo nuestra vida influye en quienes
nos rodean. Como personas, y aun más como instituciones, nuestros comportamientos y
prácticas, influencian y marcan a las personas de nuestro contexto. Este principio es igual de
válido para el accionar de nuestras comunidades. Preguntamos entonces ¿Cómo estamos
marcando la vida de los creyentes? ¿Qué huella estamos dejando como familia y como iglesia
en nuestra membrecía? ¿Desde qué edad estamos marcando la vida de nuestros hijos,
miembros y creyentes?

El bautismo de infantes, más que una doctrina fundamental de nuestro pensamiento


reformado y de la teología de nuestra iglesia, es una práctica esencial de nuestro quehacer
ministerial en el mundo. Sin argumentos de peso para no hacerlo, y en contraste, la biblia
presentándonos fundamentos sólidos y suficientes para sí llevarlo a cabo, ¿Cuál es el reparo?
Y si aun tenemos reparos frente a él; si nos basta con lo presentado, entonces echemos mano
del amor y marquemos la vida de nuestros niños. Quizás suene un poco egoísta y malvado,
pero si Dios les ha recibido y les ha dado de su gracia, si no les niega las promesas y
bendiciones de su pacto, tengan o no fe, razón, discernimiento ¿Por qué razón hemos de
hacerlo nosotros?

Bien es cierto que el niño no da razón de su fe, ni a oído la palabra, pero el sello de la
gracia de Dios será preciso lo que le recordará su amor y empujará su vida para que la acepte
o rechace. Vuelve a sonar egoísta no, si nos aferramos a dejar que sean nuestros hijos en su
madurez y discernimiento, los que decidan; estamos directamente negándoles como hijos de
Dios. Además ¿En qué lugar habla la biblia acerca de una educación que espere a que sean
nuestros hijos los que decidan acerca de su fe? Antes bien, nos instruye a que les formemos
incansablemente en el fundamento de la gracia. Puesto que Dios quiere que si los padres son
servidores, sus hijos también lo sean. No estamos con esto atropellando el libre desarrollo de
la personalidad de nuestros hijos, sino inclinándoles a que amen y sirvan al Dios que en su
gracia les tuvo en cuenta, y les formó antes que ellos nacieran ¿Es esto egoísta? ¿Es egoísta de
parte de Dios amarnos primero? Sí es así, entonces que todos los fundamentos de la iglesia
sean acabados; pues el fundamento de la iglesia es el amor de Dios por nosotros, y su deseo
profundo de salvarnos.
Bautismo de Infantes 30

Si no discutimos el amor de Dios hacia su creación y el cuidado permanente que tiene


con nosotros, antes bien lo exaltamos y llenamos de loor por eso; si Él para amarnos, no
espera a que estemos adultos y decidamos ¿Por qué razón nosotros si tenemos que esperar a
que nuestros hijos decidan qué formación quieren y cómo? Si no dudamos en llevarles a la
iglesia y formarlos en principios bíblicos desde su niñez, sin que ellos lo pregunten ¿Cuál es
el motivo para excluirlos del sacramento del Bautismo?

Pensemos un poco ¿Es justo que si Dios en su soberanía haya decretado un pacto de
gracia con la humanidad, y en ese pacto haya incluido a los hijos de los creyentes dándoles la
certeza de la gracia a través de unas señales que les manda sean administradas desde su
niñez, nosotros por preconceptos humanistas, filosóficos, psicológicos arbitrariamente les
excluyamos de tener esas señales?

Nuestros hijos son dignos de recibir la señal del pacto de gracia que es el bautismo, en
virtud de la fe nuestra como padres en el Dios de la vida, para que siendo ellos objetos de la
gracia de Dios formen parte de su iglesia y su pueblo. Esta señal de la gracia de Dios actúa de
distintas maneras en la vida de las personas

La Influencia en los Bautizados/as

Sea adulto o niño, cuando el bautismo se discierne como señal y sello de la gracia de
Dios en mi vida, y de mi pertenencia a su pueblo, solo quedan 2 opciones. La primera es no
aceptar tal gracia de Dios, y por lo tanto, no ser partícipe de sus bendiciones; o bien,
aferrarme a ella con la certeza de sus promesas para mi vida, y la descendencia después de mi
¿Cuál sería la que usted como padre quisiera que sus hijos escogieran? ¿Cuál cree que
escogería su hijo si supiera que desde niño a través del bautismo, es partícipe de las
bendiciones de Dios?

Recordemos la experiencia de aquella mujer que mencionamos anteriormente, la


influencia que ejerció la abuela, fue determinante en la decisión que tomó de servirle a Dios a
través de su trabajo con las mujeres dedicadas a la prostitución. Los que hizo su abuela fue
aquella semilla que a su tiempo, dio fruto. El bautismo de niños es parecido a esto, no
significando amarrar arbitrariamente a nuestros hijos a la iglesia, más bien darles un motivo
para que crezcan formando parte de algo, y qué algo más sublime que el pueblo de Dios y su
iglesia. Todos como creyentes queremos eso de nuestros hijos, empecemos por lo primero, su
bautismo.
Bautismo de Infantes 31

Hoy en día que nuestros niños y niñas crecen si pertenencia, sin raíces por culpa de
familias desintegradas, de una educación paupérrima, de una cultura enajenada, y de
sociedades victimas del show mediático montado por unos pocos que no quieren que el resto
piensen; nuestra infancia, ellos y ellas, se aferran a grupos, parches y modos de pensar que les
aseguran una identidad. Detrás de tantos grupos y de tantas maneras de pensar, que van desde
movimientos políticos, hasta barras de quipos de futbol, pasando por emos, punkeros y
demás, está la sed de identidad, la necesidad de identificarnos con una identidad.

Por tal motivo, hablar ahora de bautismo de infantes es más necesario que nunca, pues
el fin funcional de éste, es que nuestros hijos e hijas crezcan con identidad. Sea que se
adhieran a ella o no, la primera opción que se les presentó, fue la que sus padres les
mostraron. Decidan ellos como decidan, la tarea de Dios y la fidelidad a su pacto, al igual que
la función de la iglesia, y nuestra responsabilidad como padres, estará cumplida. La semilla
sembrada, el sello puesto y la pertenencia a la familia de Dios garantizada.

Este hecho influenciará sin dudas el corazón y la mente de nuestros hijos e hijas, que
estará impregnada de la idea que desde antes de nacer, la gracia de Dios, estaba sobre sus
vidas (Sal. 22:10; 139: 16; Jr. 1:5) y que en el momento de su nacimiento esa gracia fue
sellada (Gn. 17:7-11) con el sacramento que le hace partícipe del pacto, del reino, y de la
iglesia de Dios.

El bautismo no se trata solo del significado que tiene bíblica y teológicamente, como
lo hemos expuesto hasta aquí, sino también de su función de crear identidad y pertenencia en
la vida del bautizado. No es pues una práctica más, acorde con el pensamiento bíblico y
reformado, sino en gran manera, el futuro sano de nuestras comunidades.

La Influencia en la Familia.

Hemos hasta aquí hecho un esfuerzo de dejar en claro, que el bautismo de infantes es
en razón del pacto de gracia al cual los niños acceden por medio de sus padres creyentes.
Implicando así, que este sacramento se puede administrar a infantes, sólo si alguno de los
padres es creyente; o sea, debe estar la premisa de la fe en la familia. Queriendo decir, que los
directos responsables del bautizado son la familia (Aubin, 1987).

No nos vamos a referir nuevamente a los textos y conclusiones que argumentan este
punto, pues ya han sido tocados anteriormente; pero si enfatizar que por los padres, es que son
Bautismo de Infantes 32

incluidos los hijos en el pacto (Gn. 17:7). El papel que juega la familia en cuanto al
sacramento es de dos formas: la primera es en cuanto al ingreso al pacto y su derecho de
pertenecer a él, y la segunda, es en razón de la eficacia del sacramento. Veamos pues como se
da esto.

En cuanto a entrada y pertenencia. El niño o niña ingresa y se hace parte del pacto
por la fe de los padres. No hay otro requisito explícito, bíblicamente, que impida que los niños
reciban esta señal del pacto, distinto al de la fe de sus padres. Ya que el bautismo no es, ni
será exigencia para obtener la salvación, que solo se recibe por fe, ni tampoco garantía de una
regeneración, que es por obra del espíritu santo. Citando la confesión de fe de Westminster
“el bautismo es un sacramento instituido por Jesucristo, no solo para la admisión solemne del
bautizado en la iglesia visible, sino también para señal y sello del pacto de gracia…”
(C.I.P.E.U.A, 2004, p. 194).

En esta cita no se indica nada acerca de la regeneración, o la salvación del bautizado,


ni de la fe que necesitaría para poder obtenerlo, o su madurez espiritual. Solo se menciona el
pacto de gracia del cual es participe por la fe de sus padres (Dt. 10: 14-15).

En cuanto a concreción y eficacia. El hecho de que el sacramento tenga un efecto


positivo en la vida del bautizado, depende en gran manera de la familia como la primera
fuente de formación de la fe del bautizado. Es a la familia a quienes les insiste Dios en cuanto
a la formación de los hijos en el pacto. (Dt. 6:1-4; 11:18-21; 28:9; Ef. 6:4). Por lo tanto, la
responsabilidad de que el bautizado reconozca su bautismo está en manos de la familia. Como
hemos dicho, la eficacia de los sacramentos y de la palabra, solo es real cuando el espíritu
santo obra en la vida de quien les recibe; si que esto remplace la responsabilidad de la
formación en la fe que debe ejercer la familia.

La función de todo padre y madre, es levantar a sus hijos de tal manera que éstos
conozcan el pacto de gracia, al cual pertenecen, sus beneficios, bendiciones y promesas; y
sobre todo, la necesidad de aferrarsen a el por medio de la fe. El hecho que se necesite la fe
para alcanzar la vida, según lo expresa la palabra, no implica que tengamos que esperar a que
nuestros hijos tengan fe para hacerlos participes de las bendiciones del pacto de gracia. El
sacramento del bautismo, es el sello de la gracia de Dios sobre nosotros, no de nuestra fe en
él.

La Influencia en la Iglesia.
Bautismo de Infantes 33

Si bien el bautismo de infantes influye en la vida del bautizado y la de su familia,


también lo hace en la función de la iglesia. En este punto quisiera detenerme un poco, dado
que la función de la iglesia es primordial en la visión que se esté dando al mundo de lo que
significa el reino de Dios.

Cuando se pregunta a los contradictores del bautismo de infantes, qué requisitos


necesito cumplir para formar parte de la iglesia como miembros, la respuesta es clara: creer y
bautizarse. Para todas las tradiciones reformadas y no reformadas que practican el bautismo,
este es el rito de entrada a la iglesia. Es la señal de pertenencia a una comunidad. Ténganse o
no otras formas de pertenecer a una comunidad, como las cartas de traslado de membrecía, la
profesión de fe, y demás, todas estas, de una manera u otra, suponen ya un bautismo en la
persona que se espera recibir como miembro. Entonces, dado este panorama ¿Qué son los
niños en las iglesias donde no los bautizan? ¿Son miembros, o qué son? Pues si el bautismo
sirve para hacerme miembro de una iglesia, pero esa iglesia no bautiza niños, pero tiene
niños; entonces ¿Qué papel juegan los niños en dicha comunidad?

Pareciera difícil de expresar, puesto que el tema es un poco contradictorio para


aquellos que no bautizan niños. Ellos dicen que los niños son el futuro de la iglesia, parte
importantísima y fundamental de ella. Les tienen lugares especiales y clases especiales,
maestros y maestras dedicados específicamente para ellos. Todo esto muy bien, los que si
bautizamos a nuestros infantes también lo hacemos, pero, para aquellos, sus niños y niñas ¡no
son miembros! ¿Acaso no suena esto contradictorio?

Preguntamos ¿Cómo reaccionará el niño o la niña cundo se entere que no es miembro


de la comunidad donde participa con su familia? Quizás pueda decir: soy y no soy; estoy
pero no estoy; hago parte pero no soy parte ¿Es esto justo con nuestros niños?

La visión del reino de Dios que presentan estas iglesias es sumamente contradictoria.
Son iglesias donde los niños son muy importantes, pero no hacen parte de los sacramentos
¿Es de Dios esta actitud? Si citamos las palabras de Jesús en Mateo 19: 13-14 podríamos
deducir que los primeros miembros del reino de Dios son los niños. Diremos que si Dios les
incluye ¿Por qué razón la iglesia no?

Nos hacemos los de la vista gorda frente a nuestra niñez, y cuando planteamos el
problema bautismal en términos de pertenencia a la iglesia, entonces se dice que los niños no
tiene problema de pertenecer o no a la iglesia, ya que no entienden ese concepto de
Bautismo de Infantes 34

pertenencia (Centeno, comunicación personal, junio 4 de 2010). Pareciera que este es un


argumento lógico, pero ¿Es justo pasar esto por alto con la excusa que nuestros niños no lo
entienden? Pareciera más bien que, inconsciente o conscientemente, hemos gestado una
especie de menosprecio inocente de la infancia en el cristianismo. Es triste decirlo así, pero
parece no haber argumentos que justifiquen estas actitudes, sin que tengan que desfavorecer
la condición de infantes.

Frente a este panorama sería bueno plantear nuevas maneras de re-dignificar la


posición que les estamos dando a nuestros niños y niñas en la iglesia. Les preguntaríamos a
quienes no bautizan a sus niños si están completamente seguros que los infantes no tienen fe o
no razonan ¿no será más bien que ellos razonan distinto y creen distinto a como lo hacemos
los adultos? Las respuestas a esto, seguramente no conducen a la conclusión de negarles el
bautismo, esgrimiendo falta de fe o razón; antes bien, nos dotan de más razones para
bautizarles.

Para los niños bautizados no habrá cosas raras o categorías abstractas referente a su
pertenencia a la iglesia y la responsabilidad de esta frente a ellos, pues serán participes de los
beneficios de esta como su comunidad, además de las promesas del reino de Dios y su gracia.
Podrán participar plenamente de la comunión o santa cena, a su manera, como niños, pero con
la firme convicción que de no solo hacer parte sino de ser parte.

Es preciso ahora preguntarnos, qué papel juegan nuestras niños y niñas, nuestros
jóvenes, los adultos y los ancianos en las iglesias; mejor aun ¿Cómo ve la iglesia a sus niños y
niñas, jóvenes, y ancianos, frente a la inmensa mayoría de adultos? ¿Les vemos igual? ¿Les
tratamos igual? ¿Será que Dios nos mira diferente a ancianos, jóvenes, niños y adultos? Si no
lo hace con el hombre y la mujer ¿Por qué ha de hacerlo con los niños y niñas, frente a las
demás etapas del ser humano? Así el panorama ¿tenemos razones para ver a nuestros niños de
manera diferente, solo por suponer que no razonan o no tienen fe?

De acuerdo todo lo anteriormente expuesto a esto es válido y necesario, que si hemos


hecho reflexiones tan profundas en cuanto a la equidad de género, lo hagamos también en
equidad de edades, etapas o estadios de la vida, como queramos llamarles. De la misma
manera como discutimos la igualdad del hombre y la mujer frente a Dios, la sociedad y la
iglesia, así como peleamos defendiendo la igualdad en los roles que desempeñan hombres y
Bautismo de Infantes 35

mujeres dentro de la iglesia, estamos en deuda frente a la visión de las etapas del ser humano
y la manera en cómo debe asumirlas la iglesia.

Dicho esto, si no existen motivos sólidos y argumentos válidos para excluir a nuestros
hijos de los sacramentos, ni bíblica, teológica, histórica, ni eclesialmente. Entonces hágase
conforme al amor de Dios hacia ellos, de nuestro sentir como padres, y de nuestro deber
como iglesia.

CONCLUSIÓN

Detrás de lo expuesto, se encuentra el papel formativo de la iglesia y su futuro. Al


dejar pasar de largo cuestiones tan básicas de nuestra fe, estamos permitiendo que se generen
disgustos y reparos frente a lo que hacemos; llevando cada vez más al detrimento de nuestra
amada iglesia. Lo más triste, es que esos disgustos y reparos provienen de nuestros mismos
miembros. Pues, parece que se nos pasó el tren de la formación básica de nuestra fe. Este
trabajo no es más que una pequeña gota que se vierte para que la falta de formación de
nuestros miembros, no genere más incendios, antes bien, es con el fin de que todos podamos
identificarnos con nuestra identidad.

Como cuenta la historia de aquel pequeño colibrí que estando el bosque en llamas y
los demás animales corriendo para salvarse, él, diminuto, y con movimientos torpes, tomaba
una insignificante gota de agua en su pico y la vertía sobre las llamas esperando apaciguar su
furia; en ese instante, uno de los animales del bosque se le acercó y criticándolo, intentó hacer
que el pequeño colibrí se diera cuenta que no podía apagar las llamas con su insignificante
esfuerzo, pero el pajarillo, seguro de lo que hacía, le contesto: se que no puedo apagar las
llamas yo solo, pero por lo menos, hago lo que debo hacer.

Esperando que la gracia de Dios este con nosotros

C.S.M. Cristhian Alexis Gómez Osorio


Bautismo de Infantes 36

REFERENCIAS

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Testamento Exhaustivo [CD-ROM]. Nashville: Editorial Caribe [2010, 10 de junio].

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