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Cristhian A. Gómez
BACHILLERATO EN TEOLOGIA
Bogotá
2010
BAUTISMO DE INFANTES
Cristhian A. Gómez
BACHILLERATO EN TEOLOGIA
INTRODUCCIÓN, 1
OBJETIVO GENERAL, 1
OBJETIVOS ESPECÍFICOS, 1
JUSTIFICACIÓN, 2
HIPÓTESIS, 4
Es un Medio de Gracia, 8
Es un Sacramento, 10
El Pacto de Gracia, 15
Circuncisión y Bautismo, 22
Bautismo de Infantes, 23
La Influencia en la Familia, 31
La Influencia en la Iglesia, 32
CONCLUSIÓN, 35
REFERENCIAS, 36
Bautismo de Infantes
Bautismo de Infantes 1
INTRODUCCIÓN
El contenido aquí expuesto, fue tratado de tal manera fuese asequible a toda persona,
con o sin formación bíblica. No se exponen conceptos que sabemos son muy importantes en
el accionar de nuestra teología, dado lo específico de su tema. Es de advertir también, que el
lenguaje y los términos fueron escogidos en razón de lo más popular y común, en el ambiente
evangélico; pues también se hizo pensando en las personas contradictorias del tema aquí
expuesto. Por tal razón, puede que la lectura parezca simple, no rigurosa, y sin mucha
profundidad teológica, o muy evangélica, pero todo esto con plena intensión.
Es mi deseo poder ser de bendición tanto para los hermanos y hermanas que con sus
dudas impulsaron el contenido de este trabajo, y a las personas que en el proceso de
investigación aportaron sus puntos de vista diversos, que sin duda, enriquecieron en gran
manera el contenido de estas líneas.
OBJETIVO GENERAL
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Aportar una visión clara, sencilla y funcional para el abordaje del Bautismo de
Infantes desde una perspectiva más pastoral y de “Eklesia” que desde la tradicional y
ortodoxa.
Darle el lugar merecido a los infantes dentro de nuestras comunidades como parte
estructural de ellas, reconociendo que de ellos es el Reino.
JUSTIFICACIÓN
Para algunos cristianos, ser protestante es no ser católico, por lo tanto cualquier
parecido con esta tradición, es no ser protestante y estar desfasado de la “sana doctrina” y la
“sana fe”.
Esta es una incertidumbre generada por la falta de formación de los creyentes en este
aspecto. Al hacer preguntas a nuestros militantes, tales como: ¿Cree usted que es necesario
dar el bautismo a los infantes? ¿Por qué? ¿En qué casos es bueno hacerlo? ¿En cuales no?
llegaremos a una clara conclusión: la iglesia está desinformada. Peor aún, desinteresada.
Por tal motivo es necesario instruirnos en este aspecto tan fundante de nuestra fe como
lo es el Bautismo. Hacerlo de una manera clara, sencilla y sobre todo Bíblico-Teológica que
nos permita identificarnos con nuestra identidad. Convirtiendo nuestras incertidumbres y
dudas, en razones firmes para sentirnos orgullosos de nuestro Señor y de la Iglesia en la cual
le ha placido ponernos a servir.
Bautismo de Infantes 3
Para suplir este vacío, es necesario hacer una reflexión en cuanto al bautismo de
infantes en la tradición reformada que sea asequible a todo el público de nuestras
comunidades, para formar y fortalecer nuestra identidad como iglesia. Este pequeño esfuerzo
intenta ser un paso para ese propósito.
Para todos es bien conocido que la humanidad ha implantado formas de cohesión para
que sus vidas tengan un poco más de sentido y orientación. Una de esas formas es la política,
y en especifico, nuestras preferencias frente a ella. Lo mismo sucede con la fe; existen
símbolos, señas, marcas, ritos, que la identifican y hacen que sea más fuerte y profunda. Tan
importante es esto que puede transformar nuestras vidas por completo.
Frente a esto, podemos notar dentro de nuestras iglesias que existe un cierto
conformismo en cuanto a cómo hacemos las cosas, más no un entendimiento pleno de ello, ni
siquiera una satisfacción. Es común escuchar: “no tengo problema con esto, lo entiendo pero
me gustaría que fuera más de esta forma…”. Incluso dentro del Colegio Ministerial, hay
maneras y conceptos a veces radicalmente opuestos en la manera de concebir temas como la
liturgia, los sacramentos y demás. No existe pues plena satisfacción y acogimiento de la vida
eclesial, que es en ultimas la que mide nuestro éxito cuantitativa y cualitativamente.
Por este hecho existen miembros en nuestras iglesias que luego de años militando en
ellas dan pasos atrás, o peor aún, se quedan, pero no comparten ciertas cosas. Este es el caso
Bautismo de Infantes 4
HIPÓTESIS
Puesto que ya hemos visto, que el desconocimiento de las bases “pequeñas” de nuestra
dinámica eclesial, conlleva a un casi destructor acomodamiento; es necesario, que desde una
perspectiva pastoral, de vida cotidiana, expongamos y defendamos nuestra identidad y su
pertinencia para alcanzar una vida abundante como comunidad. Es prioritario que atendamos
temas fundantes de nuestra fe, como el Bautismo de Infantes y sus implicaciones, tanto para
el infante, como para la familia y la comunidad.
Otros temas podrían ser la Santa Cena, la vida litúrgica, la perspectiva de un Dios
Soberano, la predestinación, la perseverancia de los santos, en fin, conceptos claves y
coyunturales en la concepción de nuestra fe y vida como iglesia frente al mundo, y que en
últimas, son los que transforman nuestra dinámica eclesial.
Uno de los ritos comunes a todas las confesiones cristianas, es el Bautismo. Toda
iglesia, sin excepción, lo practica y asume como parte fundamental de su praxis pastoral en el
mundo. De allí que sea tan importante conocer, por lo menos las bases de esta práctica y el
por qué de ella dentro del cristianismo reformado; pues a pesar de ser común a toda la familia
cristiana, su manera de administrarlo, su argumento y su fin, son puntos en los que no todas
estas tradiciones estamos de acuerdo. Pero como todo en la vida tiene su explicación, aquí
echaremos un vistazo al por qué de estas diferencias.
Dentro de esta tradición, el bautismo ha tenido una importancia clave como práctica de
fe. Calvino (trad. 1858) dijo: “El Bautismo es una marca de nuestro cristianismo y el signo
por el cual somos recibidos en la sociedad de la iglesia, para que injertados en Cristo seamos
contados entre los hijo de Dios” Para Calvino, las únicas marcas que distinguían la iglesia
como tal, eran la predicación fiel del evangelio y la administración correcta de los
sacramentos. Para él, la palabra y los sacramentos no podían estar separados, y eran el
vehículo por excelencia para conocer a Cristo. En honor a esto, los ministros reformados son
ordenados como ministros de la palabra y los sacramentos.
Para nosotros los sacramentos son el “Shibolet”, la piedra de toque de todo sistema
teológico (H. Bavink, citado en Marcel, 2004. p. 17). Sin ellos, carecería de sentido la
mayoría de nuestra teología, y en consecuencia, la visión de nuestra fe. Siendo tan relevante la
importancia de los sacramentos en la tradición reformada, no se puede pasar de largo la
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importancia del bautismo y su significado en la vida de la iglesia. Marcel (2004) hace una
descripción de esto de manera brillante.
Para comenzar a acercarnos al bautismo, es prioritario echar un vistazo, por los menos
somero, de lo que otras tradiciones piensan acerca de este sacramento; cómo lo practican y
bajo qué argumentos, con el fin de diferenciar los distintos enfoques que se tienen frente a
este tema, para después, acercarnos a una visión más clara y acorde con las bases bíblicas y el
pensamiento reformado. Empezaremos diciendo lo que no es el bautismo, para luego
adentrarnos en lo que sí es, y poder demostrar que su práctica en infantes es correcta y sana.
El Bautismo: lo que no es
Este asunto de la relación directa del bautismo con la salvación, viene particularmente
de dos corrientes, que por cierto son opuestas, como los son la católica romana y el
movimiento pentecostal; en especifico las iglesias del nombre o pentecostales unidas.
En primer lugar, la tradición católico romana afirma la necesidad del bautismo como
requisito para salvarse. Tan profundo es este concepto que incorporó el limbo, lugar donde
irían los niños cuando mueren sin ese sacramento, para justificar este argumento. Para esta,
el bautismo no es un medio de gracia que actúa por la fe, sino un acto, que apartado de la
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palabra de Dios y de la fe, obra de una manera casi mágica, regenerativa, en la vida de quien
lo recibe (Ángel, 2007). ¿Cómo pues se puede afirmar que un sacramento es necesario para la
salvación y estar apartado de la palabra y desligado de la fe? No lo sabemos. Como
reformados defendemos que la gracia que actúa en los sacramentos obra por la fe y la palabra.
No sin ellas. (Berkhof, 1983)
El segundo caso es el de los pentecostales, estos grupos hacen una separación casi
arbitraria de este sacramento; lo dividen en 2 etapas así: 1) bautismo en agua, 2) bautismo en
espíritu.
Vemos de esta manera que los argumentos que unos y otros esgrimen en cuanto al
bautismo, parecen muy sanos y correctos, pero al cotejarlos con un examen bíblico, queda
mucho que desear. Para estas dos tradiciones, el bautismo es pues, requisito y garantía para
alcanzar la salvación. No así para nosotros como reformados.
Tenemos que decir, que si bien los sacramentos son diferentes a la palabra, éstos
subsisten por la palabra y la fe. Y es la palabra, que es el mismo Cristo, por medio de la fe, los
que regeneran la vida del creyente, no el bautismo, ni ningún otro ritual externo a la gracia
santificadora y la obra salvadora del Espíritu de Dios.
Ya hemos dado algunas puntadas para decir que sí es el bautismo, por tal razón,
dejemos de un lado lo que no es, y concentrémonos en lo que significa para nosotros como
reformados este hermoso sacramento.
Es un Medio de Gracia.
Los sacramentos, de los cuales hace parte el bautismo, fueron instituidos y utilizados
por Cristo para hacernos partícipes de los beneficios de la redención y se equiparan en su
validez a la palabra. Como dijo P. Marcel (2004, p.). “la promesa hecha a quienes reciben
rectamente los sacramentos es la misma que se hace a quienes reciben rectamente la palabra
predicada”. La promesa de la redención, de la liberación del pecado y la salvación eterna.
Como medios de gracia, los sacramentos son señales que nos dejan ver y palpar la
gracia de Dios de manera objetiva. Se equiparan a herramientas que nos dan la capacidad de
ver las realidades espirituales, materializadas en el agua, el vino y el pan. Si decimos pues,
que es un medio de gracia, tenemos que decir qué es la gracia.
Bautismo de Infantes 9
La palabra gracia Jaris en griego, significa don inmerecido. Las connotaciones varían,
como favor, deleite, gozo, simpatía. Sin embargo, de modo distintivo en el nuevo testamento,
Jaris, explica la estructura del acontecimiento de la salvación; a saber: un regalo gratuito.
Esto implica que de parte nuestra, como objetos de ese favor, no hay ningún esfuerzo anterior
para merecerlo. El apóstol Juan en su primera carta en el capítulo 4 versículo 19, ilustra esto
de manera bella, cuando aclara que el fundamento del amor, es amar primero (Reina Valera
Revisión 1960). No amamos a Dios porque nos nace amarlo, o porque nos esforzamos para
amarlo, sino porque él nos amó primero y nos seduce a seguirlo haciendo.
Así pues, siendo objetos de la gracia de Dios sin merecerlo, sin pedirlo, sin buscarlo,
podemos vivirla de manera real y eficaz a través de los sacramentos. Esta gracia es real sin
necesitar una respuesta objetiva o racional de parte nuestra. Dejemos claro que la gracia de
Dios actúa, sin necesidad de nuestro permiso y complacencia para bendecirnos.
“La gracia de Dios que se expresa en los sacramentos y por medio de ellos, al
administrarlos debidamente, no se imparte porque en ellos resida poder alguno; ni la
eficacia de los sacramentos depende de la piedad o la intención de quien los
administra, sino de la acción del Espíritu y de las palabras de la institución, las cuales
contienen, juntamente con un precepto autorizando su uso, una promesa de bendición
para quienes los reciben dignamente” (Constitución de la Iglesia Presbiteriana (E. U.
A) [C.I.P.E.U.A], 2004, p. 193)
Bautismo de Infantes 10
Es un Sacramento.
Ya hemos citado este término varias veces, además de decir que como reformados
reconocemos sólo dos sacramentos, en contraste con la tradición católico romana que
reconoce siete. Estos son el bautismo y la santa cena o eucaristía.
La palabra "sacramento" viene del latín sacramentum. Fue el término que escogió San
Jerónimo (autor de la versión latina conocida como la Vulgata, 383-406 d.C.) para traducir la
palabra griega misterion (Marcel. 2004, p. 27). Para los reformados, los sacramentos son
señales y sellos del pacto de gracia. Por tal motivo, cuando se administra un sacramento, no se
hace a-priori, sino a-posteriori. O sea, no antes de, sino después de. En este caso es: no antes
de la gracia, sino después de ella.
Si el caso es señalar y sellar algo, se necesita que ese algo esté presente, exista. Y si
los sacramentos son señal y sello del pacto de gracia, es en razón de que esa gracia ya está
obrando. Ya está presente. Independientemente de nuestra percepción racional, la gracia de
Dios ya está obrando en su pueblo. Ese es el misterion de Dios y su accionar en medio de la
humanidad; amarnos sin merecerlo.
Para ilustrar de manera más clara este punto, de los sacramentos como señal y sello del
pacto de gracia, se cita nuevamente la confesión de fe se Westminster, común a todas las
tradiciones reformadas del mundo y parte del libro de confesiones de la Iglesia Presbiteriana
(E.U.A) y de la Iglesia Presbiteriana de Colombia. Ésta, en su capítulo 27 que consta de 5
secciones, dice en su primera sección:
Bautismo de Infantes 11
"Los sacramentos son signos y sellos santos del pacto de gracia instituidos
directamente por Dios para simbolizar a Cristo y a sus beneficios y para confirmar
nuestro interés en él…” (C.I.P.E.U.A, 2004, p. 193). (Conf. Rm. 4:11; Gn. 17:7; Mt.
28:19; 1 Co. 11:23; 10:16; 11:25-26; Ga. 3:27)
“Son señales y sellos, visibles y santos, instituidos por Dios para que por su uso, él nos
revele más plenamente, y selle en nosotros la promesa del evangelio; a saber, que por
el sin par y único sacrificio realizado por Cristo en la cruz, él, por su gracia, nos otorga
el perdón de los pecados y la vida eterna” (C.I.P.E.U.A, 2004, p. 86)
El decir que son señales nos indica la función de los sacramentos. Una señal sirve para
señalar e identificar algo. No es ese algo señalado. De tal manera que los sacramentos no son
la gracia de Dios por sí mismos, contrario al pensamiento romano, sino sólo la señal de esa
gracia. Por lo tanto, no confundamos la cosa señalada con la señal. Un sacramento, en cuanto
es señal, muestra que ha venido la gracia de Dios, pero no es en sí el instrumento por el que
vino dicha gracia; solamente la confirma y la declara. Podríamos citar algunos ejemplos como
el de Moisés con la vara en el desierto (Ex. 4:1-5): La vara, al volverse serpiente, fue una
señal para los que la vieron de que Dios, en verdad, había aparecido a Moisés; o la
circuncisión de Abraham (Rm. 4:11), que le sirvió de señal de la justificación obtenida por la
fe, estando aún incircunciso.
Al indicar igualmente que son sellos, mas acertadamente, sellos externos, apuntamos a
que sirven para autenticar, darle validez a lo que se sella, que en el caso de los sacramentos es
la gracia. Jurídicamente una acción de parte de un tercero que tenga que ver directamente con
nosotros, necesita autenticación. En el caso de los sacramentos, ese tercero es Dios, que obra
su gracia en nosotros, y la labor de los sacramentos como sellos, es autenticar, darle validez
externa a ese obrar. Como sellos, los sacramentos le dan validez pública al accionar de la
gracia de Dios en nosotros, más no la limitan ni determinan. Por tal motivo, no compartimos
con quienes piensan que el bautismo sea un requisito necesario para obtener la salvación.
escrito y sellado con el anillo del rey…" Si no hubiera sido sellado, siempre hubiera sido
autoritativo, pues era un documento genuino del rey. El sello sirvió para los que lo recibieron,
para convencerles de que en verdad procedía del rey. Así es con un sacramento, no beneficia
al que lo da, sino a los que lo reciben. Confirma externamente la gracia ya recibida.
Exprésese nuevamente, y hacemos énfasis en este punto, que los medios de gracia son
válidos independientemente de nuestra concepción y comprensión de ellos. El amor de Dios
como manifestación de su gracia, no depende en lo más mínimo del ser humano. Ni la
revelación de la gracia contenida en la escritura, ni la obra del Espíritu Santo en la vida de los
creyentes. Nada de esto deja de ser lo que es, en carácter y contenido, por lo que la humanidad
piense o no de ellos. Dios es Dios, así el ateo no crea en él.
Recopilado todo esto, la principal función de los sacramentos, reside en señalar que la
gracia de Dios obra en nosotros y sellarla de manera externa, para demostrar que somos
participes de ella y de todos sus beneficios.
Al estar clara la función de los sacramentos, se preguntará entonces ¿Y qué con los
resultados de estos? ¿Su eficacia en la vida de quien los recibe? La eficacia de estos, como
señal y sello, va a estar determinada únicamente por la acción del espíritu santo. Así como la
palabra de Dios no sería para nada eficaz, si su espíritu no preparara nuestros oídos y
ablandara nuestro corazón; de igual manera, los sacramentos no harían ningún provecho si el
espíritu de Dios no habla, confirma, fortalece, aumenta y sustenta nuestra fe a través de ellos.
Como argumentó alguien:
“Para que la palabra no hiera en vano nuestros oídos, y los sacramentos no sean
expuestos en vano ante nuestros ojos; el espíritu muestra y convence que es Dios quien
habla en ellos; suaviza la dureza de nuestro corazón y lo prepara para que preste a la
palabra de Dios la obediencia debida. Finalmente, el mismo espíritu traslada dicha
palabra y los sacramentos de los oídos y ojos a nuestra alma” (Marcel, 2004, p. 45).
Esta premisa es verdadera en el caso de alguien que en su adultez, acepta a Jesús como su
Señor y salvador y decide formar parte de la iglesia, participando de los sacramentos, entre
ellos, el bautismo. Se hace aquí este pequeño paréntesis del bautismo de adultos, sin ser el
interés del presente documento, sólo por ser costumbre general en las iglesias protestantes. Y
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es que tenemos que aceptar que el bautismo de adultos es una práctica sana y encuadrada
dentro de los principios reformados. Además de estar registrada directamente en la biblia; no
así el bautismo de infantes, que es nuestro tema en esta ocasión, el bautismo de adultos se da
con frecuencia en las iglesias protestantes, incluso en las reformadas. Esperando poder tratar
el tema del bautismo de adultos posteriormente, dediquémonos al de infantes.
Una de las más grandes objeciones frente al bautismo de infantes y a los sacramentos
como medios de gracia, son lo que aquí llamaremos resultados. Algunos argumentan que para
recibir los sacramentos, debemos en primer lugar, dar resultados. En el ambiente evangélico
se dice dar frutos. Esto conduce a la premisa de que un niño o niña, no puede dar muestra
palpable de su fe, y por lo tanto, no pueden dar evidencia de la misma. Otros dicen que los
infantes no entienden la fe hasta que llegan a cierta edad de “madurez” (¿Qué dice la. [s.f]).
Se trata pues, en últimas, de que nadie puede recibir los sacramentos sí no da resultados
dignos de arrepentimiento. En otras palabras, tenemos que cumplir una serie de requisitos
establecidos por cada iglesia, para poder acceder a los sacramentos; requisitos de los cuales,
los niños y niñas están exentos, pues no los pueden cumplir.
Esto llama un poco la atención frente a la manera cómo se trata a la infancia en dichas
iglesias. ¿Será bíblica esta forma de ver a nuestros niños y niñas? ¿Acaso el reino del que
hablaba Jesús al decir que les pertenecía a los niños/as, no existirá en la mente de estos
“hermanos/as”?
Para estos contradictores del bautismo de infantes es fácil decir: ¿Qué fe tiene un
niño? ¿Cómo puede tener fe? ¿Cómo puede dar razón de su fe? ¿Cómo recibirá a Cristo si
aún no tiene la capacidad de razonar? ¿Cómo lo entienden, si ellos no entienden? Y así
sucesivamente, la cuestión se centra en la decisión, el entendimiento, en la razón. Algo así
como el permiso que debemos darle a Dios para que nos cambie. Trujillo (s.f).
Tenemos que decir aquí, que no estamos del todo en contra del argumento de la
decisión racional, personal, que cada quien debe hacer en algún momento de su vida, pero sí
con ciertas salvedades. Decimos como reformados que el bautismo es una señal externa que
evidencia nuestra renovación interior, en referencia al caso de los adultos que aceptan al
Señor. Contrario a otros grupos cristianos, y apegados a la palabra de Dios, creemos que el ser
humano está en continua renovación, en un proceso de santificación; incluso dejamos
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nuestros cuerpos estando aún en dicho proceso. Por lo tanto, no creemos que bautizarse sea el
término de un proceso en el que el resultado son los frutos, sino más bien su comienzo.
Se habla de nuestra casi total incapacidad para inclinarnos hacía Dios ¿cómo pues
logramos hacerlo? Sabemos que la fe, la esperanza y el amor tienen su fuente en Dios ¿cómo
pues llegamos amarle, a creerle y a esperar en él? Si estamos programados para ser seres
sociales ¿de qué manera terminamos dando lo que somos por los demás, así no sean de
nuestra familia?
Estamos configurados para relacionarnos, pero no para amarnos y dar nuestras vidas
por los demás o por alguna causa. Antes bien, sobrevivimos antes que vivir y crecer. El único
vínculo afectivo que generamos de manera directamente natural, es el de nuestra Madre
cuando estamos en su vientre, puesto que al salir de él, debemos crear uno nuevo con los
nuevos recursos y códigos, (visión, olor, tacto). ¿Qué es lo que hace que tengamos
sentimientos tan fuertes por otras personas? Y aún más ¿Qué hace que amemos y nos
aferremos a un ser superior sin conocerlo, sin verlo, sin palparlo?
Nosotros, los seres humanos, no respondemos a otro sin tener antes una orden.
Incluso, cuando estás obligado a realizar una tarea, primeramente tu mente da la orden, y
luego la ejecutas. Respondemos pues a un estímulo que se genera, llámese interno, en la
mente, y luego el cuerpo reacciona externamente.
iguales, de ver las cosas de la misma manera. Todo esto en razón a que asimilamos de forma
particular.
Después de eso, nos atrevemos a afirmar con toda seguridad, que quien acepta a Cristo
como Señor y Salvador sinceramente, es porque ya Dios inclinó su corazón hacia él; o sea, ya
Dios tenía obrando su gracia en la vida de aquella persona. En este orden de ideas, el
bautismo es una respuesta, igual que el aceptar a Cristo. Es producto de la gracia renovadora
de Dios, y para que tenga una eficacia mayor, necesita de la aprehensión racional de tal
verdad.
Concluimos, que no estamos pasando por alto la razón del ser humano en este acto
espiritual, de fe; antes bien, defendemos que una mayor eficacia de los sacramentos y la
gracia divina en ellos, tiene directa relación con el entendimiento racional de los mismos, pero
no dependen de éste. Dios da su gracia a la humanidad sin que ésta esté completamente
consciente de ello, o sin que de ella dependa algo de ese acto divino.
El Pacto de Gracia
En el pacto encuentran sentido todas las formas utilizadas por Dios para atraer a la
humanidad hacia Él. Visto de esta manera, el pacto de gracia es la base de la actividad
profética, ministerial, evangelizadora, eclesial, social, política, en fin, de todas las acciones
que se emprenden en pro de una humanidad que viva en amor.
Para hablar más detalladamente, debemos primero explicar qué es un pacto. Según
conocemos, un pacto viene a ser como un contrato, una especie de acuerdo, que se da entre
dos partes. La palabra de Dios nos habla de este término con una particularidad definida, y
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para ello utiliza en griego diatheke, que significa primariamente otorgamiento de propiedad
mediante un testamento o por otros medios. En su utilización en la LXX, es traducción de un
término hebreo que significa alianza o acuerdo. En contraste al término castellano pacto, que
significa una mutua obligación de dos o más partes, comprometiéndose cada una de las partes
a cumplir sus obligaciones, diatheke no implica por sí mismo la idea de obligación mutua,
sino que mayormente significa una obligación asumida por una sola persona. Obligación, que
en el caso del pacto de gracia, asume Dios y haciendo beneficiaria a la humanidad, a través de
la persona que Él mismo escoge para sellar dicho pacto. (Vine, 2000). Miremos esto más de
cerca.
Al hablar del pacto de gracia, nos remontamos hasta la historia bíblica de Noé.
Algunos estudiosos de la Biblia indican, que el primer pacto bíblico fue con este personaje, y
que dicho pacto se convirtió en la antesala del pacto con Abraham, que es en final, la
concreción del pacto de gracia. En Noé, ya se daba luz sobre la manera en cómo el pacto de
gracia afectaría la vida de los beneficiarios. Vemos que sólo él, Noé, fue avisado acerca el
diluvio (Gn. 6:9-18), haciendo la claridad que sólo Noé, era apto para obtener la gracia divina
(Gn. 7:1).
La Biblia es clara en este punto. Sólo Noé era justo delante de Dios, pero ¿Por qué
Dios no salvó del diluvio a Noé y su esposa únicamente? ¿Por qué salva a sus hijos y las
mujeres de sus hijos? Nótese, si bien el único merecedor de entrar en el arca es Noé, Dios le
ordena entrar con sus hijos. La bendición, el pacto de Dios con él, se extiende a sus hijos. Por
los méritos de los Padres, los hijos entran en dicho pacto (Gn. 9:8-9). Esta es una forma de
decirlo, la más clara sería: la gracia de Dios recae sobre los hijos del pacto. Veremos esto,
con más detalle en el caso de Abraham.
El peso de la alianza hecha con Abraham en los capítulos 15 y 17 del génesis es tal,
que toda la historia de la salvación, de la fe, del amor de Dios, y en resumen, de nuestro
conocimiento de Dios, tienen su origen allí. En el establecimiento del pacto de gracia. Estos
pasajes de la escritura, hablan no sólo de una alianza de Dios con un hombre, sino de la
misma personalidad de Dios y su accionar en la historia.
Por tal motivo ese pacto es confirmado a Isaac, a Jacob a José y su descendencia, no
tiene vuelta atrás, es perpetuo (Gn. 22:15-18). A través de toda la escritura está el eco de la
confianza en este pacto de gracia y sus promesas, a lo cual Dios responde dándole un
progresivo y pleno desarrollo (Marcel, 2004).
“Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que
vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.
Bautismo de Infantes 18
En los libros de Reyes y Crónicas las palabras de Dios son comparadas directamente
con el pacto (2 R. 23:3; 2 Cro. 3:4,31) se les llama palabras de pacto. A las escrituras se les
dice el libro del pacto. Todo cuanto el Señor decretó en su palabra, en cada etapa de la
formación de Israel, tienen directa relación con este hecho. Las ofrendas, la observancia del
Sábado, y demás se les identifica como señales de pacto (Nm. 18:19; Ex. 31:16-17). La
sangre del sacrificio es llamada sangre del pacto (Ex. 24:8; Hb. 19:18-20), las tablas son las
tablas del pacto (Dt. 9:9), el arca misma es el arca del pacto (1 R. 8:21).
La influencia del pacto y su unidad es tan profunda a través del antiguo testamento
Que no acabaríamos en varios volúmenes de referirnos a los textos que hablan de él, solo a
manera de referencia se citan estos textos, para dar una idea de este tema, también presente en
Jueces 21:20 y en los profetas (Is. 51:1ss; Jr. 14:20-21; Dn. 9:4ss). Todo este trasfondo no es
gratuito. Nos indica directamente que el pacto con Abraham, es el mismo a través de todo el
antiguo testamento ¿Pero será igual en el nuevo testamento?
En el libro de Hebreos, podemos mirar una aproximación clara a Jesús como mediador
del pacto (Hb. 8:6; 9:15; 12:24). Por la sangre del pacto, Jesús es el gran pastor de las ovejas
(Hb. 13:2013:20), es también su fiador (7:22). En Romanos 5:2 se habla de Jesús como el que
da entrada a los suyos al pacto. En sus propias palabras, la sangre vertida para remisión de
pecados, es la sangre del pacto (Mt. 26:28; Mr. 14:24; Lc. 22:20; 1 Co. 11:25)
En la misma línea, el pensamiento paulino, que es casi el 50% del nuevo testamento,
está imbuido de manera relevante en el mismo tema. Citemos algunos textos: Gálatas 3:17
afirma la perennidad del pacto y la actualidad de sus promesas. En el capítulo 4 versículo 21
de esta misma carta, Pablo declara que los cristianos son hijos nacidos según la promesa del
pacto; los hijos de Abraham (Ga. 3.7). Quienes hoy se aferran a Jesucristo y creen, son
bendecidos con los beneficios de ese pacto en Abraham, que creyó primero (Ga. 3:9)
Bautismo de Infantes 20
Así mismo, el creyente es justificado por la fe, y entra a formar parte del pacto y a
gozar de sus promesas (Rm. 4). Es importante anotar aquí, que donde se anuncie el evangelio
hoy, y siempre, existirán los ministros del pacto (2 Co 3:6). Además, algo realmente
importante: aun estando en incredulidad frente a este pacto y sus promesas, el tal no se anula,
y sigue vigente dándonos parte en él (Rm. 9:3-4). A pesar de la desobediencia, Dios sigue
amando a su pueblo por causa del pacto (Rm. 11:1; 11:29). Incluso el Apocalipsis deja oír el
ultimo eco bíblico del pacto de gracia, cuando en el capítulo 21 versículo 3, declara como lo
hacia el antiguo testamento: “yo seré a ustedes por Dios, y ustedes serán mi pueblo”
Cabe notar, que el recorrido hecho aquí de las referencia del pacto de gracia en el
nuevo testamento, es demasiado corto; pero como no se trata de transcribir, sino de hacer
claridad del alcance que tiene dicho pacto en las escrituras, por ahora nos damos por bien
servidos. No sin antes decir, como apunta Marcel:
“la doctrina del pacto de gracia es el germen, la raíz, la esencia de toda la revelación y
por consecuencia de toda la teología. Es el hilo conductor la clave de la historia de la
salvación. Todas las demás doctrinas, fueren las que fueren, enlazan con esta de
alguna manera…” (2004, p. 69)
El alcance del pacto de gracia gestado en la mente de Dios desde antes de la fundación
del mundo, y manifestado en Jesucristo por medio de la revelación bíblica, aprehendido y
aceptado por fe, es perenne, eterno, y siempre lo será en cuanto haya un ser humano que
ponga su fe y vida en manos del Dios de la vida. Por lo cual decimos, que nosotros hoy, y los
que vienen después, están cubiertos por el pacto de gracia. Nuestros hijos e hijas, son
participes ya de los beneficios de él, así no hayan nacido aun, puesto que la influencia y el
alcance de tal gracia de Dios les ha incluido en su accionar.
Se nota pues, de manera clara, como tanto en el antiguo testamento, como en el nuevo,
el pacto de gracia juega un papel fundamental en el desarrollo de la historia de la salvación.
La unidad y alcance del pacto de gracia, es el mismo a través de toda la escritura.
Trataremos aquí el punto de la circuncisión como señal del pacto de gracia establecido
con Abraham, y la relación de esta con el bautismo. Ya que la práctica del bautismo de
infantes en la tradición reformada, tiene directa relación con la circuncisión como señal.
Bautismo de Infantes 21
Antes de entrar en tarea, hay que advertir que el carácter del pacto de gracia hecho con
Abraham, es anterior en más de 400 años al pacto mosaico. Advertimos esto, dado que los
contradictores del bautismo de infantes y la relación directa de este con la circuncisión, lo
hacen, en su mayoría, cimentados en los textos que el nuevo testamento menciona acerca de la
ley. Dichas personas, hacen un desconocimiento teológico, histórico y exegético, al equiparar
la circuncisión, como señal de la ley mosaica. Hay que decir que la esta no era la señal de la
ley, sino del pacto que por fe recibió Abraham. Así que, querer relacionar la ley mosaica con
la circuncisión es desconocer el texto bíblico y el alcance del pacto de gracia.
Ahora bien, los sacramentos bautismo y santa cena, tienen unidad esencial con sus
correspondientes en el antiguo testamento, a saber: la circuncisión y la pascua. No existe tal
diferencia radical que afirma la tradición católico romana, cuando dicen que “los sacramentos
del nuevo testamento dan la salvación; y los del antiguo, prometían al salvador” (Agustín.
Com. Sal 73:2. Citado en Marcel. 2004, p. 71).
El fondo de este tema radica en el anti-legalismo con la oposición que esta hace entre
fe y obras, ley y gracia, queriendo apartar al nuevo del antiguo testamento. Algo
completamente ajeno a la tradición reformada, que aboga justamente por la unidad y
coherencia de toda la escritura. Este detalle en particular, es el que hace que haya una
oposición injustificada frente al bautismo de infantes y su relación con la circuncisión.
Afirmamos que la circuncisión es una señal espiritual del pacto de gracia. Esta fue
dada a Abraham por Fe, no a moisés, y servía como sello de esa fe. Se le entregó a Abraham
por haber creído en la palabra de Dios. En términos espirituales, la circuncisión era la señal
de la remisión de sus pecados, tal cual es para nosotros el bautismo.
Tan espiritual es el significado de esta señal, que Dios indica que circuncidara el
corazón nuestro y el de nuestra descendencia (Dt. 30.6), demostrando que no es un simple
sello carnal, como lo quieren hacer ver los contradictores del bautismo de infantes. Así que,
decir que era una señal carnal en la ley, es un absurdo. No es pues en vano que la Biblia hable
de los corazones y labios impuros, apartados de Dios, como si fueran incircuncisos. Como
tampoco lo es, el que se refiera a la conversión, obediencia, la entrega a Dios y la fe, con los
términos circunciso y circuncidar. Ahora bien, Pablo dice que los creyentes forman parte de
la verdadera circuncisión, hecha según el espíritu (Flp. 3: 2-3; Rm. 2:28-29). Si la
Bautismo de Infantes 22
circuncisión es una señal sólo carnal ¿Que responderemos pues a estos textos? No nos queda
más que admitir el carácter espiritual de la circuncisión como señal y sello del pacto de gracia,
recibido por fe.
Además, como ya hemos dicho, el pacto o en su sentido primario, no era para nada
particular, ni nacional, sino todo lo contrario (Gn. 17:12-13). Desde su institución como señal,
la circuncisión era abierta a gentes de otros pueblos, era universal. Igualmente, la
interpretación que el nuevo testamento hace de ella, es abierta a todos los pueblos (Rm. 15:7-
13; Ga. 3:13-14).
Circuncisión y Bautismo
Si Abraham es el Padre la fe, de la misma fe por la cual nosotros somos hechos hijos e
hijas de Dios, quiere decir entonces; que la señal espiritual dada a Abraham por fe, es la
equivalente que se nos da a nosotros por la misma fe. La señal del pacto de gracia. Aquel
pacto de gracia que es el mismo ayer, hoy y mañana. Esa señal es la misma en su contenido y
función espiritual, no ha cambiado, lo único que cambió fue su forma. Dicha señal era para el
antiguo testamento la circuncisión, y para el nuevo el bautismo.
Pablo en 1 Corintios 10:1-4, hace una consideración bastante clara, para dejar por
sentado que la esencia de los sacramentos, tanto del antiguo, como del nuevo testamento, es la
misma. La manera como hace el paralelo del bautismo con la circuncisión, y de la santa cena
con la pascua, es verdaderamente diciente. Dándonos a entender que estos sacramentos son
los mismos en su contendido espiritual, perseguían el mismo fin, y por lo tanto, son
espiritualmente iguales (1 Co. 5:7; Col. 2:11). Así pues, el sacramento del bautismo en su
contenido, es idéntico a la circuncisión. Citando a Marcel:
Bautismo de Infantes 23
Para concluir decimos, que el pacto de gracia y su contenido, desde sus inicios con
Abraham, se sigue ofreciendo hoy a todos aquellos que se acerquen a Jesucristo por medio de
la fe, y quieran formar parte de la comunidad de creyentes, acobijando a estos con sus
bendiciones y promesas, y a sus descendientes después de ellos. Por tal motivo nos
centraremos ahora en el bautismo de infantes.
El Bautismo de Infantes.
Hasta este punto hemos tratado de esclarecer un poco la visión general que como
iglesia reformada tenemos frente al sacramento del bautismo. Esbozamos de manera sucinta,
qué no es, y qué sí es el bautismo, pasando luego a dar un vistazo somero, dada la
profundidad del tema, al pacto de gracia y su relación con los sacramentos de la circuncisión y
el bautismo en cuanto a contenido. Pasemos ahora, dado el trasfondo, a mirar un poco más de
cerca el bautismo de niños como sacramento correctamente acorde con el pensamiento
reformado y las bases bíblicas.
Para entrar en este tema hay que explicitar que la manera más viable, y la única
acertada para entenderlo es a través del pacto de gracia como doctrina fundamental del
accionar de Dios con su iglesia. E introducimos aquí el término iglesia, haciendo alusión al
pueblo creyente y comulgante en nuestros lugares de reunión.
errores, y mucho peor, en descontentos por parte de nuestra membrecía, que ignorando las
razones de fondo de esta práctica, generan malestar en las comunidades.
Muchas de las grandes doctrinas de la fe y principios bíblicos que hoy día, no nos
atrevemos a discutir, fueron desarrolladas a través de la analogía de la fe y la escritura. Un
ejemplo más claro sería lo que llamamos las cualidades de Dios: su omnipresencia,
omnisciencia, y omnipotencia ¿De qué manera llegamos a deducir estas cualidades de Dios?
¿Cómo desarrollamos las doctrinas del pecado, de la gracia, de la justificación por fe y
demás? ¿Se basan estas en un solo texto bíblico? ¿Están explícitamente mencionadas en la
biblia? Las respuestas a estos interrogantes le darían una gran lección a los que argumentan en
contra del bautismo de infantes, diciendo que no es bíblico, solo porque la biblia no lo
menciona directamente. Pues las grandes doctrinas de la palabra de Dios no se basan solo en
textos bíblicos explícitos. Quien quiera, que haga la prueba.
utilizamos la analogía para deducir doctrinas como la Trinidad, los atributos de Dios, y demás
¿Por qué hay tanto empeño en no hacerlo para admitir el bautismo de infantes?
Al estudiar algunos textos bíblicos, vemos que no es tan necesario hacer explicaciones
profundas, para derivar argumentos concluyentes. Una de esas conclusiones la podemos sacar
del texto de 1 Corintios 7:14, y decir que los hijos, por medio de los padres creyentes, son
santificados. En otras palabras, apartados para Dios. Esta verdad se manifiesta de manera
explícita en estos versículos ¿Por qué pues no lo asumen como válida los que critican el
bautismo de infantes? Es más, la biblia directa e indirectamente, guarda silencio absoluto
frente al sacramento del bautismo practicado a hijos de padres cristianos en su adultez, o
esperando a que ellos decidan si quieren recibirlo o no. Además ¿hay algún texto bíblico
explicito que nos ordene esperar a que nuestros hijos estén maduros en la fe para que reciban
el bautismo? Si no es así ¿de dónde pues sacamos ese argumento? ¿Será que utilizamos la
analogía de la fe y la escritura para unas cosas, pero no para otras? Juzguen ustedes.
Si se insiste en esto, pues que no se ofrezca Santa Cena a mujeres, ya que la Biblia no
dice nada al respecto. Y que no se bauticen los hijos de los creyentes cuando estén adultos,
dado que la Biblia no lo manda tampoco.
¿Por qué queremos privar a nuestros hijos de los beneficios de los cuales nosotros
disfrutamos por fe, si la escritura nos indica todo lo contrario? ¿Por qué razón vamos a
quitarles el privilegio del sacramento del bautismo como señal y sello de la gracia de Dios
sobre sus vidas, cuando no ponemos en duda que ellos son bendición de Dios?
Y por si no estamos del todo seguros, mencionemos algunos textos que aunque no
hablan directa ni explícitamente, podemos deducir con toda certeza, que están a favor del
bautismo de infantes.
En primer lugar digamos, que si el Señor hubiese querido que no se admitiera a los
hijos de los creyentes en el pacto y en la iglesia, hubiera prohibido que lo hiciéramos, y así,
no tendríamos dudas. Contrario a esto, dice que el reino de Dios les pertenece a los niños (Mt.
19:13-14) nótese que dice, no que les pertenecerá, sino que les pertenece. Aclarando así, que
los niños son sujetos activos de la gracia de Dios y por lo tanto, miembros del pacto y de la
iglesia. Comentando este texto Calvino declara (citado por Marcel, 2004):
“No había aun inteligencia ni discernimiento en estos pequeñuelos para que pudieran
desear su bendición. Sin embargo, cuando se los presentaron, los recibió con bondad y
gran dulzura, y los consagró a Dios su Padre por medio de una ceremonia solemne de
bendición…” (p. 181).
“Cristo declaró que quería recibir a los niños y, finalmente, teniéndolos entre sus
brazos, no sólo los besó, sino que también los bendijo con imposición de manos. Por
tanto, considerando que su gracia desciende también sobre quienes están en la
infancia. Esto no es para maravillarnos; si consideramos que toda la posteridad de
Adán está incluida en la condenación a muerte, es necesario que todos perezcan,
excepto aquellos a quienes ha liberado el solo Redentor. Sería demasiado cruel excluir
de la gracia de Dios a los niños” (p. 182).
Decimos aquí con Calvino, que es cruel excluir de la gracia de Dios a los niños, más
cuando el mismo Señor les ha incluido. En otros pasajes como Hechos 2:39 y 16:31, tanto
Bautismo de Infantes 27
Pedro, como Pablo, confirman que las bendiciones del pacto, se extienden a los hijos de los
creyentes.
La referencia directa al bautismo de familias enteras, nos da luz sobre el hecho del
bautismo de infantes más a favor, que en contra. Algunos dirán, que es posible que no hubiese
niños en la casa (familia), pero eso no deroga el hecho factible que la gracia de Dios obra en
la familia por igual y sin excepción de ninguno de sus miembros. Sean niños o no. Además,
¿Quien nos dice que no había niños presentes? Si fuese el caso de que la Biblia, y el
pensamiento apostólico en particular, no asumieran el bautismo de infantes como práctica
natural de la iglesia, entonces el texto haría claridad frente a eso. Estos textos quizás no sean
bases solidas para argumentar a favor del bautismo infantes, más sí lo son para decir que el
pacto de gracia, es igualmente válido, en el nuevo, como en el antiguo testamento (Marcel,
2004).
¿Qué pues decimos frente a esto? Si la Biblia considera a nuestros hijos como santos,
así sólo uno de los padres sea creyente ¿Cuál es el impedimento formal para que sean
bautizados, como señal y sello de la gracia que ya han recibido por mérito de sus padres? Job
14:4 pregunta, quién puede hacer lo puro, inmundo; la respuesta es que nadie, ningún ser
humano. El Salmo 51:7 nos dice que sólo Dios es quien puede purificar la vida del ser
humano; y Jesús, en Juan 3:6, declara que lo que nace de la carne, carne es, y lo que nace del
espíritu, espíritu es. Así que, si sólo Dios purifica, y hace nacer del espíritu ¿Cómo pues los
hijos de los creyentes son santos? La respuesta es clara: sólo Dios, a través de su gracia les ha
hecho santos. Esa gracia que obra en ellos por medio del pacto que han recibido sus padres.
Así funciona el pacto de gracia, con quien le recibe y su descendencia.
Pero entonces ¿Dónde queda la fe? Frente a esto decimos, que según la escritura, la
obra del Espíritu Santo es anterior a la fe. La fe es un don que otorga Dios, es un fruto del
Bautismo de Infantes 28
obrar del Espíritu Santo. Así pues, la obra de la gracia redentora precede a la fe y no al
contrario. Por tal motivo, y viendo que esa gracia obra de manera verídica en la vida de los
hijos del pacto (1 Co. 7:14), y que Jesús no excluyó a los niños como sujetos de ella; el
argumento de la fe no es excusa para excluir a los niños del Bautismo. De la misma manera
como no se esperó que Isaac creciera para ser circuncidado, ni la descendencia después de él
en razón de la fe de Abraham, su padre. En virtud del pacto de gracia al cual pertenecen
nuestros hijos, y de la fe que nosotros hemos declarado como padres, es legítimo y correcto el
Bautismo de infantes.
Sea aquí el lugar para decir nuevamente, que el sacramento del bautismo no es
necesario para la salvación, no salva. Tampoco es un acto mágico de renovación, solo es señal
y sello del pacto de gracia, por cual, públicamente, somos adheridos al cuerpo de Cristo, que
es la iglesia.
Por lo tanto, los niños bautizados, deben al igual que sus padres lo hicieron un día, dar
razón pública de su fe cuando tengan la capacidad de discernirla. Pues como hemos dicho
varias veces, solo por medio de la fe se adquiere la plena eficacia de la gracia redentora.
En cierta ocasión entablé un dialogo con alguien, que en su niñez fue marcada por la
vida de su abuela. Ella decía: “mi abuela sembró en nuestra familia el amor por Dios, y la
semilla del evangelio, pero por los afanes de la vida y la necesidad, me vi empujada a utilizar
mi cuerpo como herramienta de trabajo”. Luego de muchos años, la influencia de su abuela, y
lo que ella había significado para aquella mujer, la empujaron esta vez, a reconocer su
dignidad como hija de Dios y como decía literalmente “a recomponer sus pasos” (anónimo,
comunicación personal, s.f).
Bautismo de Infantes 29
Hoy día, esa persona es una luchadora incansable a favor de las mujeres que ejercen la
prostitución, llevándoles entre muchas cosas, la semilla que su abuela en la niñez le dejó
sembrada. Este caso me ha hecho pensar en la manera cómo nuestra vida influye en quienes
nos rodean. Como personas, y aun más como instituciones, nuestros comportamientos y
prácticas, influencian y marcan a las personas de nuestro contexto. Este principio es igual de
válido para el accionar de nuestras comunidades. Preguntamos entonces ¿Cómo estamos
marcando la vida de los creyentes? ¿Qué huella estamos dejando como familia y como iglesia
en nuestra membrecía? ¿Desde qué edad estamos marcando la vida de nuestros hijos,
miembros y creyentes?
Bien es cierto que el niño no da razón de su fe, ni a oído la palabra, pero el sello de la
gracia de Dios será preciso lo que le recordará su amor y empujará su vida para que la acepte
o rechace. Vuelve a sonar egoísta no, si nos aferramos a dejar que sean nuestros hijos en su
madurez y discernimiento, los que decidan; estamos directamente negándoles como hijos de
Dios. Además ¿En qué lugar habla la biblia acerca de una educación que espere a que sean
nuestros hijos los que decidan acerca de su fe? Antes bien, nos instruye a que les formemos
incansablemente en el fundamento de la gracia. Puesto que Dios quiere que si los padres son
servidores, sus hijos también lo sean. No estamos con esto atropellando el libre desarrollo de
la personalidad de nuestros hijos, sino inclinándoles a que amen y sirvan al Dios que en su
gracia les tuvo en cuenta, y les formó antes que ellos nacieran ¿Es esto egoísta? ¿Es egoísta de
parte de Dios amarnos primero? Sí es así, entonces que todos los fundamentos de la iglesia
sean acabados; pues el fundamento de la iglesia es el amor de Dios por nosotros, y su deseo
profundo de salvarnos.
Bautismo de Infantes 30
Pensemos un poco ¿Es justo que si Dios en su soberanía haya decretado un pacto de
gracia con la humanidad, y en ese pacto haya incluido a los hijos de los creyentes dándoles la
certeza de la gracia a través de unas señales que les manda sean administradas desde su
niñez, nosotros por preconceptos humanistas, filosóficos, psicológicos arbitrariamente les
excluyamos de tener esas señales?
Nuestros hijos son dignos de recibir la señal del pacto de gracia que es el bautismo, en
virtud de la fe nuestra como padres en el Dios de la vida, para que siendo ellos objetos de la
gracia de Dios formen parte de su iglesia y su pueblo. Esta señal de la gracia de Dios actúa de
distintas maneras en la vida de las personas
Sea adulto o niño, cuando el bautismo se discierne como señal y sello de la gracia de
Dios en mi vida, y de mi pertenencia a su pueblo, solo quedan 2 opciones. La primera es no
aceptar tal gracia de Dios, y por lo tanto, no ser partícipe de sus bendiciones; o bien,
aferrarme a ella con la certeza de sus promesas para mi vida, y la descendencia después de mi
¿Cuál sería la que usted como padre quisiera que sus hijos escogieran? ¿Cuál cree que
escogería su hijo si supiera que desde niño a través del bautismo, es partícipe de las
bendiciones de Dios?
Hoy en día que nuestros niños y niñas crecen si pertenencia, sin raíces por culpa de
familias desintegradas, de una educación paupérrima, de una cultura enajenada, y de
sociedades victimas del show mediático montado por unos pocos que no quieren que el resto
piensen; nuestra infancia, ellos y ellas, se aferran a grupos, parches y modos de pensar que les
aseguran una identidad. Detrás de tantos grupos y de tantas maneras de pensar, que van desde
movimientos políticos, hasta barras de quipos de futbol, pasando por emos, punkeros y
demás, está la sed de identidad, la necesidad de identificarnos con una identidad.
Por tal motivo, hablar ahora de bautismo de infantes es más necesario que nunca, pues
el fin funcional de éste, es que nuestros hijos e hijas crezcan con identidad. Sea que se
adhieran a ella o no, la primera opción que se les presentó, fue la que sus padres les
mostraron. Decidan ellos como decidan, la tarea de Dios y la fidelidad a su pacto, al igual que
la función de la iglesia, y nuestra responsabilidad como padres, estará cumplida. La semilla
sembrada, el sello puesto y la pertenencia a la familia de Dios garantizada.
Este hecho influenciará sin dudas el corazón y la mente de nuestros hijos e hijas, que
estará impregnada de la idea que desde antes de nacer, la gracia de Dios, estaba sobre sus
vidas (Sal. 22:10; 139: 16; Jr. 1:5) y que en el momento de su nacimiento esa gracia fue
sellada (Gn. 17:7-11) con el sacramento que le hace partícipe del pacto, del reino, y de la
iglesia de Dios.
El bautismo no se trata solo del significado que tiene bíblica y teológicamente, como
lo hemos expuesto hasta aquí, sino también de su función de crear identidad y pertenencia en
la vida del bautizado. No es pues una práctica más, acorde con el pensamiento bíblico y
reformado, sino en gran manera, el futuro sano de nuestras comunidades.
La Influencia en la Familia.
Hemos hasta aquí hecho un esfuerzo de dejar en claro, que el bautismo de infantes es
en razón del pacto de gracia al cual los niños acceden por medio de sus padres creyentes.
Implicando así, que este sacramento se puede administrar a infantes, sólo si alguno de los
padres es creyente; o sea, debe estar la premisa de la fe en la familia. Queriendo decir, que los
directos responsables del bautizado son la familia (Aubin, 1987).
No nos vamos a referir nuevamente a los textos y conclusiones que argumentan este
punto, pues ya han sido tocados anteriormente; pero si enfatizar que por los padres, es que son
Bautismo de Infantes 32
incluidos los hijos en el pacto (Gn. 17:7). El papel que juega la familia en cuanto al
sacramento es de dos formas: la primera es en cuanto al ingreso al pacto y su derecho de
pertenecer a él, y la segunda, es en razón de la eficacia del sacramento. Veamos pues como se
da esto.
En cuanto a entrada y pertenencia. El niño o niña ingresa y se hace parte del pacto
por la fe de los padres. No hay otro requisito explícito, bíblicamente, que impida que los niños
reciban esta señal del pacto, distinto al de la fe de sus padres. Ya que el bautismo no es, ni
será exigencia para obtener la salvación, que solo se recibe por fe, ni tampoco garantía de una
regeneración, que es por obra del espíritu santo. Citando la confesión de fe de Westminster
“el bautismo es un sacramento instituido por Jesucristo, no solo para la admisión solemne del
bautizado en la iglesia visible, sino también para señal y sello del pacto de gracia…”
(C.I.P.E.U.A, 2004, p. 194).
La función de todo padre y madre, es levantar a sus hijos de tal manera que éstos
conozcan el pacto de gracia, al cual pertenecen, sus beneficios, bendiciones y promesas; y
sobre todo, la necesidad de aferrarsen a el por medio de la fe. El hecho que se necesite la fe
para alcanzar la vida, según lo expresa la palabra, no implica que tengamos que esperar a que
nuestros hijos tengan fe para hacerlos participes de las bendiciones del pacto de gracia. El
sacramento del bautismo, es el sello de la gracia de Dios sobre nosotros, no de nuestra fe en
él.
La Influencia en la Iglesia.
Bautismo de Infantes 33
La visión del reino de Dios que presentan estas iglesias es sumamente contradictoria.
Son iglesias donde los niños son muy importantes, pero no hacen parte de los sacramentos
¿Es de Dios esta actitud? Si citamos las palabras de Jesús en Mateo 19: 13-14 podríamos
deducir que los primeros miembros del reino de Dios son los niños. Diremos que si Dios les
incluye ¿Por qué razón la iglesia no?
Nos hacemos los de la vista gorda frente a nuestra niñez, y cuando planteamos el
problema bautismal en términos de pertenencia a la iglesia, entonces se dice que los niños no
tiene problema de pertenecer o no a la iglesia, ya que no entienden ese concepto de
Bautismo de Infantes 34
Para los niños bautizados no habrá cosas raras o categorías abstractas referente a su
pertenencia a la iglesia y la responsabilidad de esta frente a ellos, pues serán participes de los
beneficios de esta como su comunidad, además de las promesas del reino de Dios y su gracia.
Podrán participar plenamente de la comunión o santa cena, a su manera, como niños, pero con
la firme convicción que de no solo hacer parte sino de ser parte.
Es preciso ahora preguntarnos, qué papel juegan nuestras niños y niñas, nuestros
jóvenes, los adultos y los ancianos en las iglesias; mejor aun ¿Cómo ve la iglesia a sus niños y
niñas, jóvenes, y ancianos, frente a la inmensa mayoría de adultos? ¿Les vemos igual? ¿Les
tratamos igual? ¿Será que Dios nos mira diferente a ancianos, jóvenes, niños y adultos? Si no
lo hace con el hombre y la mujer ¿Por qué ha de hacerlo con los niños y niñas, frente a las
demás etapas del ser humano? Así el panorama ¿tenemos razones para ver a nuestros niños de
manera diferente, solo por suponer que no razonan o no tienen fe?
mujeres dentro de la iglesia, estamos en deuda frente a la visión de las etapas del ser humano
y la manera en cómo debe asumirlas la iglesia.
Dicho esto, si no existen motivos sólidos y argumentos válidos para excluir a nuestros
hijos de los sacramentos, ni bíblica, teológica, histórica, ni eclesialmente. Entonces hágase
conforme al amor de Dios hacia ellos, de nuestro sentir como padres, y de nuestro deber
como iglesia.
CONCLUSIÓN
Como cuenta la historia de aquel pequeño colibrí que estando el bosque en llamas y
los demás animales corriendo para salvarse, él, diminuto, y con movimientos torpes, tomaba
una insignificante gota de agua en su pico y la vertía sobre las llamas esperando apaciguar su
furia; en ese instante, uno de los animales del bosque se le acercó y criticándolo, intentó hacer
que el pequeño colibrí se diera cuenta que no podía apagar las llamas con su insignificante
esfuerzo, pero el pajarillo, seguro de lo que hacía, le contesto: se que no puedo apagar las
llamas yo solo, pero por lo menos, hago lo que debo hacer.
REFERENCIAS
Ángel, M. (2007, 1 de junio) El Limbo de los niños – “Teología del más allá”. Extraído
de-los-ninos-teologia-del-mas-alla/
http://www.iglesiareformada.com/Calvino_Institucion_Libro_4.html
Publicaciones.
¿Qué dice la Biblia acerca del bautismo de infantes? (s.f) extraído el 2 de junio de 2010
de http://www.gotquestions.org/espanol/bautismo-infantes.html
de 2010 de http://www.reformedliterature.com/es/schaeffer-bautismo-de-infantes.pdf
Trujillo, J. (s.f). ¿Deben ser bautizados los hijos pequeños de los creyentes? Extraído el
Vine, W.E. (2000). Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo