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Marisa Fiordalisi
W. WINNICOTT
“REALIDAD Y JUEGO”
“Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere) simboliza un objeto parcial como el
pecho materno. Pero lo que importa no es tanto su valor simbólico como su realidad.
El que no sea el pecho (o la madre) tiene tanta importancia como la circunstancia de
representar al pecho o a la madre.
Cuando se emplea el simbolismo, el niño ya distingue con claridad entre la fantasía y los
hechos, entre los objetos internos y los externos, entre la creatividad primaria y la
percepción. Pero en mi opinión el término de objeto transicional deja lugar para el proceso
de adquisición de la capacidad para aceptar diferencias y semejanzas Creo que se puede
usar una expresión que designa la raíz del simbolismo en el tiempo, que describe el viaje
del niño, desde lo subjetivo puro hasta la objetividad, y le parece que el “objeto
transicional” (trozo de frazada, etc.) es lo que vemos en este viaje de progreso a la
experiencia.
Es posible entender el objeto transicional y no entender del todo la naturaleza del
simbolismo. En apariencia, este sólo se puede estudiar de manera adecuada en el
proceso de crecimiento de un individuo y en el mejor de los casos tiene un significado
variable.
A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma, o el bebé se siente
perturbado en su desarrollo emocional.que no le resulta posible gozar del estado de
transición o bien se quiebra la secuencia de los objetos usados.
“Cualidades especiales de las relaciones con el objeto transicional:
1- el bebé adquiere derecho sobre el objeto y nosotros lo aceptamos. Pero al
comienzo existe como característica cierta anulación de la omnipotencia.
2- el objeto es acunado con afecto y al mismo tiempo amado y mutilado con
excitación
3- Nunca debe cambiar al menos que lo cambie el propio bebé
4- tiene que sobrevivir al amor instintivo así como al odio, y si se trata de una
característica, a la agresión pura.
5- al bebé debe parecerle que el objeto irradia calor o que se mueve o que posee
cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee cierta vitalidad o
una realidad propia
6- proviene de afuera, desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco
viene de adentro, no es una alucinación.
7- Se permite que su destino sufra una descarga gradual, de modo que a lo largo de
los años queda, no tanto olvidado como relegado al limbo.
Quiero decir con esto que en un estado de buena salud el objeto transicional no “entra” ni
es forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo
llora. Pierde significación, y ello, porque los fenómenos transicionales se han vuelto
difusos, se han extendido a todo el territorio intermedio entre la realidad psíquica interna y
el mundo externo, tal como lo perciben dos personas en común, es decir, todo el ámbito
cultural”.
DIDIER ANZIEU
Bowly publicó en 1958 un artículo “The nature of the child ties to his mother” donde
formula la hipótesis de la “pulsión de apego” como pulsión primaria, en la que hace un
estudio de todos los tipos de contacto en la relación madre-hijo.
Atribuye a esta función las cualidades de dulzura, suavidad, lo espeso, lo afelpado,
cualidades de origen táctil y luego extendida metafóricamente a los otros sentidos.
La pulsión de apego obra en los humanos como búsqueda de contacto (en el doble
sentido corporal y social del término) de una protección física. La búsqueda del calor y del
movimiento de acunamiento también desempeña un papel en los grupos humanos.
Anzieu afirma que los límites de la imagen corporal se adquieren durante el proceso de
diferenciación del niño con relación a la madre. El sostiene la hipótesis de un “yo-piel”.
Afirma que así como la boca proporciona la primera experiencia viva y breve de un
contacto diferenciador, de un sitio de pasaje, y de una incorporación, la repleción (del latín
repletio-tionis, calidad de repleto, muy lleno) otorga al lactante la experiencia más difusa,
más durable, de plenitud, de un centro de gravedad.
Durante la mamada y los cuidados, el bebé tiene una tercera experiencia concomitante de
las dos precedentes, se lo sostiene en brazos, apretado contra el cuerpo de la madre de
la que recibe calor, olor y movimientos, es llevado, manipulado, frotado, lavado,
acariciado, todo ello acompañado de un baño de palabras.
Estas actividades llevan progresivamente al niño a diferenciar una superficie que consta
de una faz interna y de una faz externa, es decir que permite la distinción de afuera y
adentro y un volumen ambiente en el que se siente sumergido, superficie y volumen que
le proporcionan la experiencia de un continente.
Agrega que no hay orificio que sea perceptible sino con relación a un sentimiento, aunque
sea vago, de superficie y volumen. El bebé adquiere la percepción de la piel como
superficie cuando tiene experiencias de contacto de su propio cuerpo con el cuerpo de la
madre y en el marco de una relación aseguradora de apego con ella. Así llega no
solamente a la noción de un límite entre lo exterior e interior, sino también en lograr la
confianza necesaria para poder dominar progresivamente los orificios, puesto que no
puede sentirse confiado con respecto a su funcionamiento si no posee, por su parte, un
sentimiento básico que le garantice la integridad de su envoltura corporal.
Por otra parte la piel es la sede de las sensaciones propioceptivas, cuya importancia a
subrayado Wallon para el desarrollo del carácter y del pensamiento; es uno de los
reguladores del tono. Pensar en términos económicos (acumulación, desplazamiento,
descarga de tensión) presupone un “yo-piel”.
Agrega Anzieu que en el bebé la superficie de su cuerpo y el de su madre es objeto de
experiencias tan importantes para su calidad emocional, para estimular su confianza, su
placer y su pensamiento, como las experiencias vinculadas con la succión y la excreción
(Freud) con la presencia fantasmática de objetos que representan los productos del
funcionamiento de los orificios (Klein)
Los cuidados de la madre producen estimulaciones involuntarias de la epidermis durante
los baños, los lavados, las fricciones, el transporte, los abrazos. Además las madres
conocen bien la existencia de los placeres de la piel en el lactante y en ellas, y por medio
de sus caricias y sus juegos los provocan voluntariamente. El chiquito recibe estas
acciones maternas primero como una excitación y luego como una comunicación.
El masaje se convierte en mensaje. El aprendizaje de la palabra requiere especialmente
que se hayan establecido previamente tales comunicaciones preverbales precoces.
Toda actividad psíquica se instala sobre una función biológica. El yo-piel del que habla
Anzieu se basa en tres funciones de la piel
Primera función: la piel es la bolsa que retiene adentro lo bueno y lo pleno que el
amamantamiento, los cuidados, el baño de palabras acumularon en él.
Segunda función: la piel es la superficie que marca el límite con el afuera y contiene a
éste en el exterior; es la barrera que protege de la voracidad y de las agresiones que
provienen de los otros seres y objetos.
Finalmente la tercera función: la piel, al mismo tiempo que la boca y por lo menos tanto
como ella, es un lugar y un medio primario de intercambio con los otros.
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BIBLIOGRAFÍA