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Recopilación de extractos de textos

Marisa Fiordalisi

Fronteras del cuerpo

Primera relación estructurante

En la gestación, tanto la criatura humana como la de las demás especies se desarrollan


en un medio que le proporciona lo necesario para su subsistencia.
Al nacer la mayoría de las especies animales necesita un corto tiempo de adaptación al
medio, por lo que el animal puede independizarse de sus progenitores después de haber
sido activados sus instintos de conservación. Esto sucede en un período relativamente
corto desde el momento en que se produce su nacimiento. La criatura humana, en
cambio, necesita años para independizarse y poder valerse por sí misma. Al nacer la
mielinización de las vías nerviosas están todavía en desarrollo, no hay coordinación viso-
motora, no hay focalización visual, la prensión no es intencional, lo cual da muestra
suficiente de la prematuración que acompaña el nacimiento del cachorro humano. Su
indefención habla de la total dependencia sin la cual ningún humano sobreviviría. En el
nacimiento se produce una diferencia energética masiva entre los dos medios, el
intrauterino y el mundo externo.
El bebé para sobrevivir se adapta a este cambio haciendo acomodaciones funcionales y
orgánicas y toda su economía energética sufre alteraciones.
Si el bebe es atendido en forma “plena”, “incondicional”, “completa” por una madre
“deseante”, este segundo momento se asemejaría durante un tiempo al equilibrio
experimentado durante la vida intrauterina.
Entre estos dos momentos, el acto del nacimiento, es donde se produce la separación de
dos cuerpos biológicamente diferenciados, esta ruptura, este abandono del cuerpo
habitat, podemos pensarlo como la primera experiencia de desamparo que se constituirá
en prototipo de toda experiencia posterior de pérdida del objeto.
Hay autores como Otto Rank que han dado especial importancia al momento mismo del
nacimiento y han formulado una hipótesis relativa a lo que el ha dado en llamar “trauma
de nacimiento”
Rank, en su libro, intenta demostrar que hay signos a partir de los cuales el niño revive el
momento del parto, sirviéndose de esta hipótesis para explicar las fobias infantiles.
Freud toma la vivencia del parto como elemento histórico de la angustia, ya que en el acto
de nacer se dan un conjunto de efectos de displacer, tendencias de descarga y
sensaciones físicas que constituyen el prototipo de la acción que un grave peligro (sea
este real o fantaseado) ejerce sobre nosotros en forma repetida a lo largo de nuestra vida.
La causa de la angustia que acompañó el nacimiento fue el enorme incremento de la
excitación, consecutivo a la interrupción de la renovación de la sangre. Se puede decir,
siguiendo a Freud que la primera angustia fue de naturaleza tóxica. La palabra angustia
(del latín angustia, estrechez; en alemán angst) hace resaltar la opresión o dificultad
para respirar que en el nacimiento existió como consecuencia de la situación real y se
reproduce casi regularmente en un estado afectivo homólogo. Es significativo el hecho de
que este primer estado de angustia corresponda al momento en que el nuevo ser es
separado del cuerpo de su madre.
Después del nacimiento la angustia aparece ante la ausencia de respuesta de la
demanda por parte del niño de la presencia materna, ya que la experiencia le ha
enseñado que es ella quien cubre y satisface todas sus necesidades. La situación de
“peligro” entonces, se relaciona con la insatisfacción, con el crecimiento de la tensión
debida a la necesidad y a su desvalidez biológica frente a ésta.
Así, tanto en el parto como en la ausencia de la madre aparece en el niño la angustia
como reacción, reacción que en el niño de pecho se demuestra adecuada, puesto que el
encaminamiento de la descarga hacia los músculos de los aparatos respiratorio y vocal
hace acudir a la madre, como antes hubo de intensificar la actividad pulmonar del recién
nacido con el fin de liberarse de los estímulos internos. Ambas situaciones tienen en
común la perturbación económica por el crecimiento de las magnitudes de estímulo que
demandan una descarga, factor que constituye el verdadero nódulo del peligro.
En los primeros meses de vida se puede hablar de una relación fusional entre el bebe y
su madre o sustituto, vínculo éste donde el bebe es parte de la mamá y a su vez ella es
parte de él.
La madre acude ante la menor señal de ser necesitada creándole así la ilusión de que ella
es parte de él.
A su vez ella podría desatender cuestiones que posterga en función de la propia
necesidad de estar alerta a los mínimos requerimientos del bebé.
Esto hace pensar en que ella también necesita un tiempo, más allá del momento del
parto, para separarse de quien fue parte de su propio cuerpo. Lentamente este vínculo
casi indiferenciado va transformándose. La madre va postergándose progresivamente a
algunos requerimientos del bebe alternando su permanencia. Toda esta investidura
libidinal, orientada hasta ese momento hacia el bebé, comienza a dirigirse nuevamente
hacia sus otros objetos de amor.
Esta postergación que sufre el bebé al mismo tiempo le facilita la inclusión en la vida
social.
Es necesario que la madre permita la ilusión de esta unidad para que luego esta
alternancia entre presencia-ausencia, pueda ser soportada. Durante la ausencia de la
mamá aparece la posibilidad de hacerla presente, aunque ella no esté, a través de
balbuceos, chupeteo del pulgar, y diversas fantasias que hacen de ella una presencia
“alucinada”.
Se observa frecuentemente en un momento posterior, la cactetización por parte del bebé
de un objeto (trozo de sábana, frazadita, la punta de una almohada, etc.) que no puede
considerarlo ni pertenenciente a él ni a la madre, y que sin embargo, representa y
presentifica ese espacio intermedio entre ambos.
Podríamos pensar que existe un acuerdo tácito entre mamá y bebé respecto a ese objeto
que a partir de este momento irá a ocupar el lugar de su madre.
Si este objeto llegara a ser cuestionado, si la madre “indagara” respecto del significado del
mismo, éste perdería su eficacia. También podría perderla si la madre fallara en esta
alternancia y la ausencia se prolongara, perdiendo el objeto su original significación.
Cuando la alternancia es satisfactoria es notable como el objeto va perdiendo significación
y las cargas van invistiendo otros objetos y personas colaborando este proceso con la
estructuración de objeto, diferenciación yo- no yo, que dará origen o entrada al mundo
simbólico.

Transcribiremos a continuación partes de capítulos de diferentes textos que amplían lo


anteriormente desarrollado.
“La Depresión y el Cuerpo” Alexander Lowen

“A través de amor de la madre expresado cuando toma a su bebé en brazos, lo acaricia y


le responde, el niño consigue el sentimiento y la identificación con su cuerpo. Sin amor el
cuerpo es fuente de dolor; la necesidad de contacto se torna en anhelo angustioso y el
niño rechaza su cuerpo lo mismo que la madre lo ha rechazado a él.
La desastrosa consecuencia de la pérdida del amor de la madre es la pérdida del cuerpo.
Incluso para un adulto la pérdida de una persona a la que se quiere profundamente tiene
un efecto anestesiante sobre el cuerpo, los propios sentimientos pierden su sentido, el
cuerpo está como muerto.
“Los bebes humanos como las crias de monos necesitan el contacto físico con el cuerpo
de su madre para un funcionamiento normal. Este contacto excita el cuerpo del bebé,
estimula su respiración y carga de sensaciones la piel y los órganos periféricos.
Al estar en contacto con el cuerpo de la madre, el niño se pone en contacto con su propio
cuerpo y con su yo corporal. Si falta este contacto, la energía del niño se retira de la
periferia del cuerpo y del mundo que lo rodea. La depresión infantil que resulta de la
separación no es una reacción psicológica sino la consecuencia física directa de ese
contacto esencial.
En el niño la pérdida del amor de la madre supone la pérdida del pleno funcionamiento de
su cuerpo o la pérdida de su vitalidad.
Lo mismo le sucede a un adulto que pierde un objeto amoroso importante, con la
diferencia de que su retirada del mundo y de la superficie del cuerpo sólo es temporal. El
cuerpo se defiende desahogando su dolor a través del duelo y recuperando luego su
vitalidad. La realidad le dice a la persona que hay otros objetos amorosos a su disposición
si se las arregla para liberarse de su apego al amor perdido. Pero esto es imposible para
un niño. Para un niño la pérdida de la madre es la pérdida de su mundo, de su self, en
definitiva de su vida. Si el niño sobrevive es porque la pérdida no fue definitiva, porque
recibió suficiente afecto y cuidado para mantener un funcionamiento mínimo, inferior,
desde luego, al óptimo. Aquí los factores son cuantitativos;
La cantidad de pérdida está en relación con el estado de carencia de contacto amoroso.

W. WINNICOTT
“REALIDAD Y JUEGO”

“Quienes se encuentran en estrecho contacto con los intereses y problemas de las


madres tendrán ya conocimiento de las riquísimas pautas que exhiben los bebés en su
uso de su primera posesión “no-yo”; gracias a que se exhiben es posible someterlas a
observación directa.
Se advierte una amplia variación en la sucesión de hechos que empieza con las primeras
actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que a la larga llega
al apego de un osito, una muñeca o un juguete blando o duro”
“En el desarrollo de un niño pequeño aparece tarde o temprano, una tendencia a
entretejer en la trama personal objetos-distintos-que yo. Puede ser éste la punta de un
edredón, una palabra o melodía, o una modalidad que llega a adquirir una importancia
vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir, y que es una defensa contra la
ansiedad, en especial con la de tipo depresiva.
Puede que el niño haya encontrado un objeto blando, o de otra clase, y entonces se
convierte en el que yo llamo “objeto transicional. Este objeto sigue siendo importante, los
padres llegan a conocer su valor y lo llevan cuando viajan. La madre le permite que se
ensucie, y aún que tenga mal olor pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la
continuidad de la experiencia del bebé, que puede destruir la significación y el valor del
objeto para éste.”
Este fenómeno merece para Winnicott de la investigación detallada de:
 La naturaleza del objeto
 la capacidad del niño para reconocer el objeto como un no-yo
 la ubicación del objeto: afuera-adentro-en el límite
 la capacidad del niño para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto.

“Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere) simboliza un objeto parcial como el
pecho materno. Pero lo que importa no es tanto su valor simbólico como su realidad.
El que no sea el pecho (o la madre) tiene tanta importancia como la circunstancia de
representar al pecho o a la madre.
Cuando se emplea el simbolismo, el niño ya distingue con claridad entre la fantasía y los
hechos, entre los objetos internos y los externos, entre la creatividad primaria y la
percepción. Pero en mi opinión el término de objeto transicional deja lugar para el proceso
de adquisición de la capacidad para aceptar diferencias y semejanzas Creo que se puede
usar una expresión que designa la raíz del simbolismo en el tiempo, que describe el viaje
del niño, desde lo subjetivo puro hasta la objetividad, y le parece que el “objeto
transicional” (trozo de frazada, etc.) es lo que vemos en este viaje de progreso a la
experiencia.
Es posible entender el objeto transicional y no entender del todo la naturaleza del
simbolismo. En apariencia, este sólo se puede estudiar de manera adecuada en el
proceso de crecimiento de un individuo y en el mejor de los casos tiene un significado
variable.
A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma, o el bebé se siente
perturbado en su desarrollo emocional.que no le resulta posible gozar del estado de
transición o bien se quiebra la secuencia de los objetos usados.
“Cualidades especiales de las relaciones con el objeto transicional:
1- el bebé adquiere derecho sobre el objeto y nosotros lo aceptamos. Pero al
comienzo existe como característica cierta anulación de la omnipotencia.
2- el objeto es acunado con afecto y al mismo tiempo amado y mutilado con
excitación
3- Nunca debe cambiar al menos que lo cambie el propio bebé
4- tiene que sobrevivir al amor instintivo así como al odio, y si se trata de una
característica, a la agresión pura.
5- al bebé debe parecerle que el objeto irradia calor o que se mueve o que posee
cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee cierta vitalidad o
una realidad propia
6- proviene de afuera, desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco
viene de adentro, no es una alucinación.
7- Se permite que su destino sufra una descarga gradual, de modo que a lo largo de
los años queda, no tanto olvidado como relegado al limbo.

Quiero decir con esto que en un estado de buena salud el objeto transicional no “entra” ni
es forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo
llora. Pierde significación, y ello, porque los fenómenos transicionales se han vuelto
difusos, se han extendido a todo el territorio intermedio entre la realidad psíquica interna y
el mundo externo, tal como lo perciben dos personas en común, es decir, todo el ámbito
cultural”.
DIDIER ANZIEU

“EL YO PIEL” (Nouvelle reveu de psychanalyse – 1974)


Autores que se han dedicado a la psiquiatría infantil: Bowly a partir de 1940, Winnicott a
partir de 1945, Spitz a partir de 1946, se han interrogado sobre los aspectos psíquicos de
las carencias maternas. Ellos piensan que la manera como un niño se desarrolla depende
del conjunto de cuidados que reciben en la infancia, no únicamente de la relación que se
establece por la nutrición; que una dislocación considerable de las primeras relaciones
madre-niño provoca en éste graves alteraciones psicopatológicas
Bowly y otros autores como Harlow, Kaufman, F.Duyckarts, se han dedicado a hacer
estudios comparativos con los cachorros animales.
Las investigaciones que han realizado los llevaron a conclusiones que podemos definir
así:
 La búsqueda de contacto entre la madre y el niño es un factor esencial del desarrollo
afectivo, cognoscitivo y social de éste.
 Es un factor independiente de la nutrición; un mono joven al que se da libre acceso a un
biberón dispuesto sobre un soporte metálico no se le acerca y parece asustado; si sobre
el soporte se coloca un paño de terciopelo o de piel, se acurruca junto a él y su
comportamiento manifiesta calma y confianza.
 La privación de la madre o de su sustituto provoca perturbaciones que pueden ser
irreversibles. De este modo el chimpancé joven privado del contacto físico de sus
compañeros, posteriormente, no llega a aparearse y puede llegar a tener además accesos
de violencia.
 Los trastornos del comportamiento se pueden llegar a prevenir en gran parte si el bebé
mono privado de su madre está en contacto con congéneres que también estén privados
de sus madres; el grupo de compañeros se constituye entonces como sustituto materno.
La investigación etnológica de civilizaciones negro-africanas ya había llegado al mismo
resultado; la clase de edad reemplaza y releva a la madre. En el mono, el desarrollo del
individuo es más favorable en los pequeños que se benefician sucesivamente con el
contacto materno y con el contacto grupal.
 A la edad conveniente el bebé mono tanto en el medio natural como en el laboratorio,
abandona a su madre y explora el mundo que lo rodea. En este comportamiento su madre
lo sostiene y lo guía. Al menor peligro real o imaginario se precipita en sus brazos y se
agarra de sus pelos. Por lo tanto el placer del contacto con el cuerpo materno y el que
resulta de agarrarse de él se hallan al mismo tiempo en la base del apego y de la
separación.

Bowly publicó en 1958 un artículo “The nature of the child ties to his mother” donde
formula la hipótesis de la “pulsión de apego” como pulsión primaria, en la que hace un
estudio de todos los tipos de contacto en la relación madre-hijo.
Atribuye a esta función las cualidades de dulzura, suavidad, lo espeso, lo afelpado,
cualidades de origen táctil y luego extendida metafóricamente a los otros sentidos.
La pulsión de apego obra en los humanos como búsqueda de contacto (en el doble
sentido corporal y social del término) de una protección física. La búsqueda del calor y del
movimiento de acunamiento también desempeña un papel en los grupos humanos.
Anzieu afirma que los límites de la imagen corporal se adquieren durante el proceso de
diferenciación del niño con relación a la madre. El sostiene la hipótesis de un “yo-piel”.
Afirma que así como la boca proporciona la primera experiencia viva y breve de un
contacto diferenciador, de un sitio de pasaje, y de una incorporación, la repleción (del latín
repletio-tionis, calidad de repleto, muy lleno) otorga al lactante la experiencia más difusa,
más durable, de plenitud, de un centro de gravedad.
Durante la mamada y los cuidados, el bebé tiene una tercera experiencia concomitante de
las dos precedentes, se lo sostiene en brazos, apretado contra el cuerpo de la madre de
la que recibe calor, olor y movimientos, es llevado, manipulado, frotado, lavado,
acariciado, todo ello acompañado de un baño de palabras.
Estas actividades llevan progresivamente al niño a diferenciar una superficie que consta
de una faz interna y de una faz externa, es decir que permite la distinción de afuera y
adentro y un volumen ambiente en el que se siente sumergido, superficie y volumen que
le proporcionan la experiencia de un continente.
Agrega que no hay orificio que sea perceptible sino con relación a un sentimiento, aunque
sea vago, de superficie y volumen. El bebé adquiere la percepción de la piel como
superficie cuando tiene experiencias de contacto de su propio cuerpo con el cuerpo de la
madre y en el marco de una relación aseguradora de apego con ella. Así llega no
solamente a la noción de un límite entre lo exterior e interior, sino también en lograr la
confianza necesaria para poder dominar progresivamente los orificios, puesto que no
puede sentirse confiado con respecto a su funcionamiento si no posee, por su parte, un
sentimiento básico que le garantice la integridad de su envoltura corporal.
Por otra parte la piel es la sede de las sensaciones propioceptivas, cuya importancia a
subrayado Wallon para el desarrollo del carácter y del pensamiento; es uno de los
reguladores del tono. Pensar en términos económicos (acumulación, desplazamiento,
descarga de tensión) presupone un “yo-piel”.
Agrega Anzieu que en el bebé la superficie de su cuerpo y el de su madre es objeto de
experiencias tan importantes para su calidad emocional, para estimular su confianza, su
placer y su pensamiento, como las experiencias vinculadas con la succión y la excreción
(Freud) con la presencia fantasmática de objetos que representan los productos del
funcionamiento de los orificios (Klein)
Los cuidados de la madre producen estimulaciones involuntarias de la epidermis durante
los baños, los lavados, las fricciones, el transporte, los abrazos. Además las madres
conocen bien la existencia de los placeres de la piel en el lactante y en ellas, y por medio
de sus caricias y sus juegos los provocan voluntariamente. El chiquito recibe estas
acciones maternas primero como una excitación y luego como una comunicación.
El masaje se convierte en mensaje. El aprendizaje de la palabra requiere especialmente
que se hayan establecido previamente tales comunicaciones preverbales precoces.
Toda actividad psíquica se instala sobre una función biológica. El yo-piel del que habla
Anzieu se basa en tres funciones de la piel
Primera función: la piel es la bolsa que retiene adentro lo bueno y lo pleno que el
amamantamiento, los cuidados, el baño de palabras acumularon en él.
Segunda función: la piel es la superficie que marca el límite con el afuera y contiene a
éste en el exterior; es la barrera que protege de la voracidad y de las agresiones que
provienen de los otros seres y objetos.
Finalmente la tercera función: la piel, al mismo tiempo que la boca y por lo menos tanto
como ella, es un lugar y un medio primario de intercambio con los otros.
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BIBLIOGRAFÍA

FREUD SIGMUND: “Inhibición, síntoma y angustia”.

WINNICOTT W. “Realidad y juego”

LOWEN ALEXANDER: “La depresión y el cuerpo”

ANZIEU D. “El yo piel”

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