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Dirección:
Dra. Miriam Kriger (CONICET/FLACSO)
Coordinación académica:
Lic. Juan Dukuen (CONICET/UBA)
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La bibliografía se encuentra al final de la clase 2b.
En consecuencia, la “cultura escolar” dejó de ser comprendida como
sinónimo de la “cultura (culta)”, privativa de los sectores altos que el sistema
educativo debía distribuir, para volverse un producto propio de la escuela que
referencia a temas tan diversos como los saberes que trasmite y las formas en
que los organiza, a las tradiciones de formación, y las especificidades de cada
institución concreta. Por tal, es un concepto muy poderoso para analizar
problemáticas tan diversas como las temáticas institucionales y curriculares, el
trabajo docente o la relación con las familias y el medio.
Antonio Viñao (2002), a partir de un profundo análisis de diversos
autores y enfoques, sostiene que, más allá de sus diferencias de enfoques y
objetivos hay ciertos supuestos básicos (como su continuidad, su estabilidad y
su relativa autonomía) que permiten identificar los aspectos y elementos que
conforman a la cultura escolar:
Según este autor, -Bourdieu (1969)- los campos son espacios sociales
específicos en los que distintas fuerzas se enfrentan por la tenencia de algún
tipo de capital. Estos campos se estructuran entonces según dos elementos: en
primer lugar, por la existencia de un capital común (simbólico, económico, social,
cultural, etcétera) y en segundo lugar, por la lucha por su adquisición y validación.
4- ¿Cuáles son los tres adjetivos que mejor califican el hogar que le gustaría habitar?
14- ¿Cuáles son los tres géneros de film que usted prefiere?
“La pintura moderna está hecha de cualquier manera, un niño podría hacer otro tanto.”
“Me es indiferente saber quién ha pintando y cómo.”
“No puedo juzgar la pintura, porque no entiendo de pintura."
subversión de los principios de enclasamiento de las propiedades
distintivas. En consecuencia, el espacio de los estilos de vida,
esto es, el universo de las propiedades por las que se
diferencian, con o sin intención de distinción, los ocupantes
de las diferentes posiciones en el espacio social, no es otra
cosa que el balance, en un momento dado, de las luchas
simbólicas que tiene como apuesta la imposición del estilo de
vida legítimo y que encuentra una realización ejemplar en la
lucha por la tenencia de los emblemas de clase, bienes de lujo,
bienes de cultura legítima o modo de apropiación legítima de
los bienes. La dinámica del campo en la que los bienes culturales
se producen, se reproducen y circulan, proporcionando beneficios
de distinción, o mejor, “de clase”, manifestación legítima, esto es,
transfigurada y desfigurada de la clase social, no existe más que
mediante las luchas por la apropiación exclusiva de los signos
distintivos que constituyen la “distinción natural”. (Bourdieu,
1989:53). (El subrayado es nuestro.)
Desde una perspectiva histórica, Elías muestra cómo a partir del siglo
XVIII la burguesía triunfante buscó imponer sus códigos de vida al resto de los
grupos sociales, mediante lo que se denominó el proceso “civilizatorio”. Hasta
entonces, cada grupo social tenía una cierta moral propia con bastante
autonomía. En muchos casos, por la fuerza de las costumbres, lo que estaba
“bien visto” para algunos estaba “mal visto” para otros. Pero la modernidad se
propuso expandir la “civilización”, entendida por el autor como “una red de
restricciones que tienden a la atenuación de los excesos y a un control cada vez
más individualizado” (Elías, 1987: 39) -y aplicarla a todos los habitantes. Este
proceso buscó homogeneizar a la totalidad de la población, a la vez que
construyó dispositivos de distinción para los diferentes sectores. Dice el texto:
La determinación curricular
A modo de ejercicio
En la última mitad del siglo XX, esta tradición giró para fortalecer la
enseñanza del inglés americano. Hasta entonces, el americanismo había
ocupado un lugar relegado en la jerarquía cultural argentina, que había optado
por modelos europeos. Hablar esa versión del inglés era considerado
chabacano y carente de distinción. Sonaba “feo” a los oídos cultos
acostumbrados al british. Con el cambio, Shakespeare y Dickens fueron
sustituidos por Twain y Capote, y posiciones lindantes con la herejía
postulaban la escucha y lectura de canciones de rock y de guiones televisivos.
Así, los conductores del país debían ser pragmáticos y resolutivos, y no
detenerse en discusiones estériles de regodeo retórico e intelectual.
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