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Cuestiones sobre el
Sacramento de la Penitencia
y las indulgencias en el
Año Santo de la Misericordia
«Un signo importante del Jubileo es también la
Confesión. Acercarse al Sacramento con el cual
somos reconciliados con Dios equivale a tener ex-
periencia directa de su misericordia. Es encontrar
el Padre Dios que perdona todo».
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¿Qué es el sacramento del Penitencia?
«A quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados» (Jn 20, 23a).
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¿Qué es el pecado?
«No matarás, no cometerás adulterio, no ro-
barás, no darás falso testimonio, honra a tu
padre y a tu madre, y ama a tú prójimo como
a ti mismo» (Mt 19, 18-19).
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¿Qué es convertirse?
«Convertíos y creed en el Evangelio»
(Mc 1, 15).
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Confesarse parece no estar de moda. Quizá sea difícil y al princi-
pio cueste un gran esfuerzo. Pero es una de las mayores gracias que
podamos comenzar siempre de nuevo en nuestra vida, realmente
de nuevo: totalmente libres de cargas y sin las hipotecas del pasa-
do, acogidos en el amor y equipados con una fuerza nueva. Dios
es misericordioso, y no desea nada más ardientemente que el que
nosotros nos acojamos a su misericordia. Quien se ha confesado
abre una nueva página en blanco en el libro de su vida (YC 226).
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¿De qué me tengo que confesar?
“¿Maestro bueno, qué haré para heredar la vida
eterna?” Mc 10, 17b.
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No es pecado callar en situaciones de conflicto, pero sí ca-
•
llar cuando otros son humillados, calumniados o víctimas de
mentiras.
No es pecado discutir con alguien, pero sí buscar camorra,
•
no escuchar a otros, no ocuparme de ellos, negarme a la re-
conciliación.
No es pecado que mi corazón se quede vacío a menudo en la
•
oración, pero sí que no valore el tiempo de oración o ni siquiera
me tome la molestia de abrirme a Dios y escuchar su palabra.
No es pecado tener a veces dudas de fe, pero sí separarme
•
de la comunión de los creyentes, no participar regularmente
de la Eucaristía, dar más valor a lo terrenal que a lo espiritual.
• No es pecado hacer planes para mi vida, pero sí no dejar
espacio para mi fe en Dios, que no me interese el hecho de que
mi vida está cada día en sus manos.
(Youcat Confirmación, 11.4)
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¿Qué es el examen de conciencia?
Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la
puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto,
y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompen-
sará (Mt 6, 6).
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Cuanto más nos acercamos a Dios, que es todo luz, tanto más
claramente salen a la luz nuestras sombras. Pero Dios no es una
luz que quema, sino una luz que cura. Por eso el arrepentimien-
to nos impulsa a avanzar hacia la luz en la que somos completa-
mente curados (YC 229).
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La Iglesia también recomienda confesar los pecados veniales. La
confesión habitual de estos pecados ayuda a formar la concien-
cia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por
Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se recibe con
frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia
del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también miseri-
cordioso (CEC 1458).
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¿Qué son las indulgencias?
«Señor, si quieres puedes limpiarme […]
Quiero, queda limpio» (Mt 8, 2b. 3b).
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cerlo de manera siempre nueva e inesperada. Todos nosotros,
sin embargo, vivimos la experiencia del pecado. Sabemos que
estamos llamados a la perfección (cfr Mt 5, 48), pero sentimos
fuerte el peso del pecado. Mientras percibimos la potencia de la
gracia que nos transforma, experimentamos también la fuerza
del pecado que nos condiciona. No obstante el perdón, lleva-
mos en nuestra vida las contradicciones que son consecuencia
de nuestros pecados. En el sacramento de la Reconciliación Dios
perdona los pecados, que realmente quedan cancelados; y sin
embargo, la huella negativa que los pecados tienen en nues-
tros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece.
La misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se
transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de
Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo,
consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a
crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado.
La Iglesia vive la comunión de los Santos. En la Eucaristía esta
comunión, que es don de Dos, actúa como unión espiritual que
nos une a los creyentes con los Santos y los Beatos cuyo núme-
ro es incalculable (cfr Ap 7, 4). Su santidad viene en ayuda de
nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es capaz con su oración
y su vida de encontrar la debilidad de unos con la santidad de
otros. Vivir entonces la indulgencia en el Año Santo significa
acercarse a la misericordia del Padre con la certeza que su per-
dón se extiende sobre toda la vida del creyente. Indulgencia es
experimentar la santidad de la Iglesia que participa a todos de
los beneficios de la redención de Cristo, porque el perdón es ex-
tendido hasta las extremas consecuencias a la cual llega el amor
de Dios. Vivamos intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el
perdón de los pecados y la dispensación de su indulgencia mise-
ricordiosa (MV 22).
Abreviaturas
CEC: Catecismo de la Iglesia Católica
LG: Lummen Gentium
MV: Misericodiae Vultus.
YC: Youcat.
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ORACIÓN DEL JUBILEO
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la
esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en
una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que
dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
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Delegación de
Liturgia
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