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El síntoma en dos tiempos de la neurosis obsesiva y el amor en el

primer Lacan.

Freud en 1909, al transcribir el historial del hombre de las ratas pone en evidencia la gran
importancia del amor en la vida de una persona. Infiere “Quien duda en cuanto a su amor,
¿no puede, no debe, dudar de todo lo otro, de menor valía?” (Freud, 1909, pg. 188). ¿El
amor, esos primeros cuidados por un Otro, que dejan una marca, una falta en ser en el
sujeto, no es acaso lo más determinante? En la neurosis obsesiva, está la característica
del síntoma en dos tiempos, donde el segundo borra el primero; en el hombre de las
ratas, este síntoma en dos tiempos lo deja paralizado, ¿no es acaso esta falla en el amor,
esta ambivalencia la que lo determina en su desencadenamiento neurótico? Se puede
realizar una lectura en cuanto a esta ambivalencia a partir de los tres registros, desde
Lacan, sobre todo desde el seminario 1. A continuación se realizará un recorrido desde
Freud en cuanto a lo que es la teorización del síntoma en dos tiempos y cómo este se
encuentra en el historial. Pasando así a la definición del amor en el primer Lacan y como
se conceptualiza a partir de los tres registros. De esta manera se podrá entrelazar estos
lineamientos, con el padecimiento del hombre de las ratas.

Al conceptualizar las neurosis, Freud en 1896, distingue de la histeria, las neurosis


obsesivas, estableciendo su principal diferencia, en cuanto a la causa de la escisión de la
conciencia. Éstas se encuentran caracterizadas por una vivencia sexual activa después
de una pasiva y marcando que las representaciones sexuales en el segundo tiempo son
experimentadas con cierto placer. Estas representaciones al ser inconciliables con el yo,
resultan ser sofocadas, extrayendo de estas representaciones todo tipo de afecto, “su
afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud
de este «enlace falso» devienen representaciones obsesivas” (Freud, 1894 pg. 53). Más
adelante en la segunda tópica, sobre todo en Inhibición, síntoma y angustia, se detiene
para explicar la formación del síntoma en la neurosis obsesiva con mayor detalle. Éste es
caracterizado por la satisfacción que otorga al neurótico y así mismo está enlazado con
los mandatos o prohibiciones, que caracterizan esas medidas punitorias, ante la
representación sexual que mantiene un conflicto con el yo. El síntoma se identifica por
estar dividido en dos tiempos, dos momentos, el segundo deshace el primero; dejándolo
como anulado e inexistente, manteniendo una lucha continua con lo reprimido
inconsciente que quiere salir a la luz. De esta manera el neurótico obsesivo, se encuentra
en un padecimiento constante, pero así mismo ante una satisfacción sustitutiva que lo
genera a través de sus síntomas y sus fantasías. Freud en 1908, colige que no hay cosa
más difícil para el hombre que renunciar a un placer conocido y por lo tanto de ahí nace la
constante repetición y búsqueda de satisfacción, parece una renuncia pero simplemente
es una sustitución a través del síntoma. En el síntoma obsesivo, al igual que en el
histérico se ponen en juego exigencias libidinales del complejo de Edipo, y en el caso
obsesivo tiende más que todo a despertar mociones agresivas iniciales contra el objeto de
amor, muchas veces el yo no suele percatarse de esto. Se podría realizar cierta unión con
lo que desarrolla Freud en “Sobre las teorías sexuales infantiles”, cuando explica una de
las teorías de los niños, donde a menudo relacionan el acto sexual con la violencia y
como allí nace un temprano impulso sádico.

En el hombre de las ratas este síntoma en dos tiempos se encuentra más que todo frente
a las representaciones con su padre ya muerto y la dama a quien anhela; son sobre todo,
sentimientos ambivalentes de amor y odio. Un ejemplo de este es; ese momento, en que
va por un camino y encuentra una piedra, el hombre la quita por si el carruaje de la dama
amada pasa por ahí, pero a los segundos la vuelve a colocar en su sitio. Son “dos
mociones opuestas de magnitud aproximadamente igual, y, hasta donde yo he podido
averiguarlo, se trata siempre de la oposición entre amor odio” (Freud, 1909, pg. 151); el
segundo acto resulto ser justificado. Otro momento donde se puede ver sobre todo el
desconocimiento del yo, ante tal odio frente al mismo objeto de amor, es cuando relata la
tortura de las ratas y lo cuenta con una satisfacción desconocida, de que eso les pueda
suceder a sus dos personas más caras. Con esto, más adelante en el historial, Freud al
establecer la teoría, muestra que de esta ambivalencia nace toda incertidumbre que le
somete a una gran falla para poder tomar cualquier tipo de decisiones. Se esperaría que
el amor venza al odio pero Freud detalla más adelante en el historial como en realidad
solo logra empujarlo hacia el inconsciente.

Como se puede ver, para Freud, el síntoma en dos tiempos del neurótico obsesivo se
encuentran más que todo determinado por una ambivalencia entre el amor odio hacia una
misma persona; el cual, más adelante toma al sujeto dejándolo paralizado por un no
poder decidir y parálisis de la voluntad. Dejando de esta manera a la ambivalencia, como
núcleo de la patología. Si bien hay ciertos rasgos, más que todo en la historia familiar del
neurótico, que podrían ayudar a formalizar el surgimiento de esta ambivalencia y el
superyó entrelazado a su síntoma; con lo expuesto a presente, nos sirve de apoyo para
ver la presencia de este amor-odio en los distintos registros detallados en el seminario 1.

Lacan considera que hay tres tiempos que provocan que no haya una comunicación
intersubjetiva. Está el primer trauma del sujeto al ser bañado por el lenguaje; por Otro que
lo pre-existe, un Otro que habla, lo cual hace finalmente surja la antinomia de la palabra y
el lenguaje. Ahí es donde la palabra crea algo nuevo, el inconsciente que funda al sujeto y
de donde se sostiene el lenguaje y más que todo funda el vínculo del amor. Justamente
de ahí mismo parte a la imposibilidad de representación del ser por la palabra; ya que,
hay algo que no puede ser aprehendido en su totalidad, hay algo que queda por fuera.
“De algún modo decir la palabra misma, que es lo que estrictamente hablando no puede
ser dicho en calidad de palabra” (Lacan, 1953 pg. 15); hace muchas veces que “el silencio
valga como más allá de la palabra” (Lacan, pg. 413). Así como esta palabra es creadora,
se puede entenderla como una forma de acto, es decir hay algo que cambia a los sujetos.
Como hay algo indecible por esta palabra, por la falta de la cosa, se pone en juego el
acto; ya que esta ese muro de lenguaje que no permite decir la verdad en plenitud. Ahora
bien hay que ver como esta palabra se juega en la vida del sujeto y por lo tanto se utilizan
los tres registros, como dice Lacan en “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, los registros
son esenciales de la realidad humana, registros muy distintos y que se llaman: lo
simbólico, lo imaginario y lo real. Durante el análisis como trabaja sobre el campo de la
verdad del sujeto; por lo tanto, su síntoma, esa palabra amordazada. Se ponen en juego
los tres registros ya que hasta llegar a la palabra plena, esa palabra donde se revela el
“fundamento del inconsciente” (Lacan, pg. 88) se pone en juego, en primer lugar, la vía de
lo imaginario. Pues hay una resistencia que no se logra poner en palabras, se entre por lo
imaginario para poder acceder a lo simbólico, a la palabra plena; “toda relación analizable,
es decir interpretable simbólicamente, siempre está más o menos inscripta en una
relación de tres” (Lacan, SRI, pg. 19). Esta palabra plena “no consiste solamente para el
sujeto en decirse, ni aun en afirmarse, sino en hacerse reconocer” (Lacan, Discurso de
Roma) es la palabra plena que permite que surja el ser del sujeto. En el seminario 1,
Lacan plantea dos palabras que se encuentran caracterizadas por lo simbólico y lo
imaginario; hay una oposición una diferencia entre estas, puesto en lo imaginario estaría
la palabra vacía mientras que en lo simbólico estaría la palabra plena. La primera,
extravía al sujeto en el lenguaje, es la vía de la repetición de la historia, convoca un amor
estrago, un amor ideal; es aquí donde se ponen en juego las resistencias que se debe
vencer en un análisis. Este amor como pasión es vivido por el sujeto como una catástrofe
frente a su carácter engañoso, ya que lo empuja al fondo de la ilusión Por otro lado la
palabra plena, donde el analista hace sus interpretaciones y busca ir más allá del
discurso; es ahí donde surge el inconsciente del sujeto, es aquella que provoca un acto, la
que funda y sobre todo la que convoca un amor como don activo del ser. Se toma en
cuenta el amor que nace de las dos palabras pues “la teoría analítica consiste en saber
cuál es la relación existente entre los vínculos de transferencia y las características,
positivas o negativas, de la relación amorosa” (Lacan, 1953 pg.171). En la clase XXII de
dicho seminario, Lacan después de explicar cómo la palabra plena permite el surgimiento
de la verdad del sujeto, relaciona el amor con los tres registros:

“sólo en la dimensión del ser, y no en la de lo real, pueden inscribirse las tres


pasiones fundamentales: en la unión entre lo simbólico y lo imaginario, esa
ruptura, esa, arista que se llama el amor; en la unión entre lo imaginario y lo real,
el odio; en la unión entre lo real y lo simbólico, la ignorancia (pg. 394)”

Ahora bien, tomando en cuenta lo expuesto anteriormente, se puede tomar el caso del
hombre de las ratas para entrelazar su síntoma en dos tiempos en los tres registros.
Primero tomemos el síntoma en sí que es aquello que el sujeto desconoce y por lo tanto
representa la ignorancia que compone su registro simbólico, su verdad, y por otro lado lo
real, la castración, lo que intenta velar, con su fantasma y por lo tanto inaprehensible. Es
un síntoma amordazado, que no logra surgir, una palabra verdadera que no logra salir a la
superficie, la ignorancia de ese placer que le causa el pensar en la tortura a sus dos seres
amados. La ignorancia del porqué de su inhibición y de su no poder tomar decisiones. Ese
real, perdido, no existente, junto a lo imaginario está el odio; esa relación de agresividad y
competencia ante su padre, aquel que le permite crear su ideal del yo. Por lo tanto estaría
ese odio del complejo de Edipo al cual se refería Freud, y como Lacan lo fundamenta en
este seminario, la destrucción del otro es un eje principal en la relación intersubjetiva,
busca la subversión del sujeto, en el caso del neurótico, la muerte del amo que al fin le
permitirá triunfar; en el caso del hombre de las ratas, la muerte del padre, que sufre en el
más allá con el castigo de las ratas. Finalmente el enlace entre lo simbólico y lo
imaginario, donde se entendió la división de dos palabras ahí, la plena y la vacía; es decir
el amor imaginario y el amor simbólico. En este caso surge la pregunta de si el hombre de
las ratas se queda horrorizado por el amor imaginario hacia la dama y por eso vuelve a
poner la piedra; dejándose tomar de esta manera por lo imaginario, sobre poniendo el
odio sobre el amor. Pero así mismo se puede leer esta escena como el surgimiento del
amor simbólico en el deseo de cuidar a la dama y una resistencia de esta palabra que
funda un acto de amor, por el odio, una resistencia imaginario que vuelve a colocar la
piedra en el camino.
Bibliografía
S. Freud (1893-1899), « Primeras publicaciones psicoanalíticas », en Obras Completas,
cit., tomo III.

S. Freud (1886-1899) «Manuscrito K», En Obras Completas, Tomo I. Buenos Aires:


Amorrortu.

S. Freud (1908), «El creador literario y el fantaseo», en Obras Completas, Amorrortu


editores, Buenos Aires, 1980, tomo IX.
S. Freud (1909), «A propósito de un caso de neurosis obsesiva», en Obras Completas,
cit., tomo X.
S. Freud (1925-1926), «Inhibición, síntoma y angustia», en Obras Completas, cit.,
tomoXX.
S. Freud (1909), «La novela familiar de los neuróticos», en Obras Completas, cit., tomo ix.
J. Lacan (1953), «El mito individual del neurótico», en Intervenciones y textos 1,
Manantial, Buenos Aires, 1999.
J. Lacan (1953), «Lo simbólico, lo imaginario y lo real», en De los nombres del padre,
Paidós, Buenos Aires, 2006.
J. Lacan (1953), «Discurso de Roma», en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
J. Lacan (1953-54), El Seminario de Jacques Lacan. Libro I: Los escritos técnicos de
Freud, 1953-1954, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1988.

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