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rubèn ramos
Las élites del Poder anglo-estadounidenses establecieron las reglas para las
relaciones comerciales y financieras entre los países del mundo.
China lo hizo a través de representantes del régimen del Kuomintang pero, tras
el triunfo de la revolución maoísta en 1949, se retiró.
Alemania, Japón e Italia que formaron parte de los países del Eje, estaban
prácticamente derrotados. Las naciones de Europa occidental aún eran campo
de batalla y se encontraban en crisis.
En estas condiciones, Estados Unidos, que producía la mitad del carbón
mundial, 2/3 del petróleo, más de la mitad de la electricidad, barcos,
automóviles, armamento y maquinaria pesada, se erigió como la potencia que
impuso su diseño económico escrito por Harry Dexter White (creador del FMI),
frente a la propuesta inglesa diseñada por John Maynard Keynes.
DOS. A partir de los 90, del siglo pasado, la “Ayuda oficial al desarrollo” (AOD),
conducida por las instituciones financieras internacionales (IFI) nacidas en
Bretton Woods y después (como el Banco Interamericano BID), la Agencia
Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) y la
Organización Mundial de Comercio (OMC), cambiaría totalmente de sentido y
significado.
Las IFI (FMI, BM, BID, USAID, OCDE) y la OMC fueron las encargadas de
imponer las “Diez Exigencias” del Consenso de Washington a través de los
llamados “Programas de Ajuste Estructural” (PAE) en los países deudores a fin
de “remontar su situación de crisis y asegurar su reinserción en el comercio
mundial”. En el Perú, fue el ex presidente Alberto Fujimori el encargado de su
imposición. Todos los gobiernos que se han sucedido desde entonces se han
encargado de cumplir con su ejecución al pie de la letra.
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Bajo el régimen de Bretton Woods, todas las monedas estaban vinculadas al dólar. Éste, a su vez, estaba
atado a un precio fijo en oro. Los bancos centrales tenían el derecho de convertir sus tenencias de dólares
en lingotes de oro, a razón de 35 dólares la onza. Las reservas nacionales se expresaban en toneladas de
oro. Pero a partir de 1971, Estados Unidos cerró la ventanilla de cambio a los bancos centrales de todo el
mundo. Impuso la era del papel moneda, del dinero fiduciario, de las tasas de cambio flotantes que
alentaron la especulación y la concentración de la riqueza dentro de sus fronteras.
Las diez “exigencias” que se han convertido en el referente fundamental de
orientación y realización económica, política y social de nuestros países son las
siguientes:
1. Disciplina fiscal
No más gastos que los presupuestados.
3. Reforma tributaria
Ampliar la base tributaria y recortar las tasas impositivas marginales.
4. Liberalización financiera
Dejar que las tasas de interés las establezca el mercado.
5. Tipo de cambio
Favorable para estimular el crecimiento acelerado de las exportaciones.
8. Privatizaciones
Privatizar todas las empresas estatales
9. Desregulación
Anular todas las restricciones para el establecimiento de nuevas empresas,
flexibilizar los derechos de los trabajadores.
Son las IFI, las que asumen este rol en estrecha connivencia con la empresa
privada extranjera y “nacional”.
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Simón Kuznets, economista nacido en Rusia, de origen judío, emigró a los 20 años a EEUU donde
estudió en la Universidad de Columbia y trabajó en la de Pennsylvania, Hopkins y Harvard, todas de la
red Ivy (La “hiedra”). Altamente influenciado por los acuerdos de Bretton Woods y los presupuestos
teóricos vinculados a la teoría económica de Keynes, Kuznets sostenía la reducción tendencial de la
desigualdad basado en la tesis de que en las fases iniciales del crecimiento económico, la distribución del
ingreso es menos equitativa y sólo más tarde se hace más equitativa (tesis de la U invertida). De acuerdo
con esta tesis primero es el crecimiento y después las políticas sociales, pero en uno y otro momento, el
rol del Estado regulador es importante.
El dinero de las IFI debe ser gastado de acuerdo con los objetivos globales del
préstamo: “crecimiento, inclusión, igualdad de género”.
Lo cierto es que desde 1990 no hay país en el que no se haya extendido la
pobreza y profundizado la desigualdad social. Esto debido a que los programas
de ajuste estructural no son otra cosa que las diez exigencias del Consenso de
Washington.