La existencia de recomendaciones en un anexo secreto alegando razones de Seguridad Nacional
y para "lograr su efectiva realización" es una nueva particularidad de este informe. Su mayor importancia radica en el hecho de que tales recomendaciones están referidas específicamente al Capítulo-1 dirigido a precipitar el derrocamiento del gobierno revolucionario. Las medidas propuestas para acelerar la destrucción de la Revolución, contenidas en el Plan Bush, implican un mayor recrudecimiento del bloqueo, un aumento significativo del financiamiento a la subversión, más guerra propagandística, de desinformación, y mayores intentos para internacionalizar la política contra Cuba, todo ello con el claro objetivo de provocar la desestabilización interna y lograr el respaldo internacional a su intervención militar directa. Independientemente de las condiciones históricas específicas de cada época y de las características propias de las distintas administraciones norteamericanas, el Gobierno de EE.UU. no ha desistido nunca y no renunciará a su objetivo de tratar de derrocar a la Revolución, como mismo ha hecho con cualquier otro modelo alternativo de sociedad en la región, que se ha contrapuesto a sus intereses y ha socavado su sistema de dominación. El Gobierno de EE.UU. nunca ha tenido un interés real en mantener relaciones normales con Cuba. Esto queda claramente ilustrado con los pretextos cambiantes que los distintos gobiernos han utilizado para condicionar cualquier modificación en la política hacia nuestro país: nuestra alianza con la Unión Soviética, el apoyo a los movimientos de liberación en América Latina, el respaldo a la independencia de Puerto Rico, la ayuda internacionalista a Angola y Etiopía frente a la agresión externa, y la situación de los derechos humanos. En su afán por lograr el colapso de la Revolución, el Gobierno de EE.UU. ha utilizado los más disímiles instrumentos del arsenal de su política exterior, los que también han tenido como fin hacer ver a otros países de la región el alto costo que significa desafiar la hegemonía del imperio. Nuestra política está bien definida: el día que quieran discutir, discutimos, en igualdad de condiciones, como ya se ha reiterado, sin la más mínima sombra a nuestra soberanía y de igual a igual. … La época de los gestos unilaterales se acabaron; gesto por gesto. Y estamos dispuestos a hacerlo cuando lo decidan ellos, sin intermediarios, directamente. Pero no estamos apurados, no estamos desesperados, y, por supuesto, ya lo dijimos y lo dijo Fidel también desde hace años: no discutimos con garrote y zanahoria, ya eso pasó, ya eso era otra etapa. La posición de Cuba ante este histórico conflicto ha sido proclamada por el compañero Raúl Castro Ruz en más de una oportunidad: "En lo que a nosotros respecta, hemos expresado en múltiples ocasiones la disposición para sostener con Estados Unidos un diálogo respetuoso, en igualdad y sin comprometer la independencia, soberanía y autodeterminación de la nación. No reclamamos a Estados Unidos que cambie su sistema político y social ni aceptamos negociar el nuestro. Si realmente deseamos avanzar en las relaciones bilaterales, tendremos que aprender a respetar mutuamente nuestras diferencias y acostumbrarnos a convivir pacíficamente con ellas. Solo así; de lo contrario, estamos dispuestos a soportar otros 55 años en la misma situación".[71]