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Gobiernos:
1841-1851 Manuel Bulnes
1851-1861 Manuel Montt
1861-1871 José Joaquín Pérez
1871-1876 Federico Errázuriz
1876-1881 Aníbal Pinto
1881-1886 Domingo Santa María
Durante este período, el país gozó de una notable expansión económica. Los barcos de
vapor aparecieron, las líneas ferroviarias fueron avanzando a través del desierto, los
cables del telégrafo unieron los pueblos, etc.
El crecimiento del comerció demostró ser muy satisfactorio. Los barcos que llegaban a
los puertos chilenos aumentó en 1870 más de diez veces la cantidad en 1840. El
volumen del comercio exterior se multiplicó por 5 con respecto a mediados de 1840 en
1870.
Al finales de 1850, se produjo una seria recesión, provocada por dos malas cosechas,
la pérdida de los mercados de ultramar para el trigo y la harina y la decreciente
producción de plata, sumado a la recesión internacional de 1857. El crecimiento
recobró su curso en 1860.
Como resultado, el gobierno confiaba en que podía contar con los impuestos como
fuente de ingreso. Estos aumentaron desde unos 3 millones de pesos en 1840 a más
de 16 millones en 1875.
Otro importante exponente era el puerto de Valparaíso. Allí se instalaban varias casas
de importación y exportación. En este negocio, los extranjeros eran prominentes, con
los ingleses a la cabeza. De hecho, las relaciones británicas fueron fundamentales en
Chile: entre un 30% y un 60% de las exportaciones iban a Gran Bretaña y lo mismo
con las importaciones hacia Chile. El sistema de comercio con esta nación influyó con
la economía de exportación nacional, por el puro hecho de comerciar con esta nación.
Cambios en la sociedad
Los principales beneficiarios del progreso fue la clase alta y quienes estaban vinculados
a la expansión del comercio.
La clase alta estaba compuesta por los más ricos, ya sea por herencia, por haber
hallado en el comercio una fortuna o por haberla adquirido en la explotación de las
minas.
Las familias más antiguas continuaban enorgulleciéndose de su linaje colonial, sin
embargo, los nuevos magnates de la minería o de la banca no tenían problemas para
entrar en la alta sociedad.
La mayoría de clase alta compartían valores comunes: un sentido de superioridad
social, una visión despectiva de las clases más bajas y un fuerte apego a la tenencia de
la tierra.
Los ingresos a la clase alta demandaban un alto consumo. Había una demanda de
artículos lujosos importados, una gran cantidad de viajes al extranjero de donde traían
nuevas modas e ideas.
La diferencia de clases era inevitable. Sin embargo, se comenzó a desarrollar una clase
intermedia entre la alta y el pueblo, el cual era bastante misceláneo, resultado de esta
expansión económica. Correspondía a los propietarios de pequeños negocios y campos,
funcionarios gubernamentales, ingenieros extranjeros y oficiales militares de menor
rango. La clase alta los definía como “snobs” o “medio pelo”: No fraterniza con el
pueblo, al que define como “rotos” pero tampoco es aceptado por la alta sociedad.
En la ciudad, los artesanos, los maestros y los comerciantes formaron otro grupo social
denominado la clase obrera, los cuales no se sentían parte de los pobres trabajadores.
Debido a la importación que comenzó a tener el país, estos se vieron muy
perjudicados, por lo que comenzaron a formarse varias mutualidades, para dar mayor
seguridad a artesanos y a los maestros.
En el campo, existía una clara distinción entre los inquilinos de las haciendas, el
campesinado y los peones “flotantes”. A medida que se fue sucediendo el auge de la
economía, el inquilinato mismo se vio más presionado por el aumento en el trabajo de
mano de obra. Esto no alteró la forma de vida primitiva de los inquilinos.
Los peones rurales eran otra cuestión: eran los más afectados por las malas cosechas
y las hambrunas. Algunos seguían siendo vagabundos y sobrevivían del robo de
ganado y otras cosas. La falta de trabajo estable significaba que se veían obligados a
deambular en busca de subsistencia. Algunos se mudaron a la ciudad donde
aumentaron la cantidad de “rotos” y otros tuvieron suerte con la expansión minera.
Allá, la tasa salarial era mejor que en la del campo. Sin embargo, la disciplina era más
dura, por lo que constantemente se producían espasmos de violencia. A raíz del mal
trato que recibían los mineros se produjo en Chañarcillo en 1865, la primera huelga
verdadera de la zona minera, la cual ganaron.
Con la construcción de caminos se abrieron puertas de trabajo para los peones a
mediados de la década de 1850. Henry Meiggs, empresario encargado de una serie de
tramos en nuestro país, quedó tan fascinado con el trabajo de los peones chilenos que
los contrató para realizar obras en Perú.
Extranjeros
Para mejorar la condición de los pobres y moralizar al pueblo se trajeron inmigrantes
europeos. En general, fueron cálidamente recibidos. Los británicos se establecieron en
Valparaíso, donde tenían su barrio preferido, el Cerro Alegre o Cerro del Pene erecto.
Los norteamericanos instalaron nuevos molinos harineros y trabajaron en la
construcción de los ferrocarriles. El gobierno contrató algunos extranjeros para realizar
tareas científicas: el francés Claudio Gay compiló la historia de Chile en 30 volúmenes
y Amado Pissis, quien dibujó los mapas de la República.
En la década de 1850, se produjo una pequeña inmigración alemana en las boscosas
tierras escasamente pobladas cercanas a Valdivia, al sur del territorio araucano. Los
3,000 alemanes limpiaron los bosques, abrieron caminos y establecieron una micro-
sociedad.
La ciudades y la cultura
El término “civilización” era utilizado solamente para referirse a las ciudades, en
verdad solamente a Santiago y Valparaíso, ya que las demás ciudades tuvieron un
crecimientos mucho más lento y no tenían vida cívica o atracciones arquitectónicas.
Valparaíso era el primer o único lugar que visitaban los extranjeros. Sin embargo,
dejaba mucho que desear. Si llovía fuerte, los cerros se iban abajo por el lodo, o el
viento hacía cagar los barcos del puerto. Pero a pesar de eso la ciudad progresaba. Un
teatro decente, periódicos todos los días, alumbrado a gas, un verdadero cuerpo de
bomberos, tuvo Valparaíso primero que Santiago. Debido a la influencia extranjera las
calles comenzaron a tener un estilo británico.
Durante el mandato de Bulnes, Manuel Montt asumió como ministro del interior, el cual
era la nueva esperanza de los conservadores.
En los meses previos a la reelección de Bulnes, algunos liberales (Entre ellos Pedro
Félix Vicuña) movilizaron fuerzas contra el gobierno, incluído el artesanado. Los
desordenes fueron suficientes para unir a la clase política junto a Bulnes en una
Sociedad del Orden, creada para realizar propaganda a favor del gobierno. Vicuña y
sus aliados respondieron formando la Sociedad Demócrata para sí mismos, y la
Sociedad Caupolicán para los artesanos.
El rescate de los liberales provino del sur. En 1851, los ciudadanos de Concepción
proclamaron al general José María de la Cruz, su intendente, como candidato
presidencial. Cruz era conservador y primo de Bulnes.
Las elecciones, realizadas poco después, arrojaron una predecible mayoría para Montt,
excepto en el sur. Cuando Montt tomó el poder, La Serena también se alzó en rebelión.
Al día lo siguiente, lo mismo había ocurrido en Concepción a favor del general Cruz. A
la rebelión de La Serena, se les unieron los que venían escapando de Santiago, entre
ellos José Miguel Carrera, quien asumió el mando como intendente rebelde de
Coquimbo.
A comienzos de noviembre, Bulnes avanzó el río Ñuble para detener a la oposición. El
primero encuentro, en Monte de Urra favoreció a Cruz. La batalla decisiva de esta
campaña fue la de Loncomilla. Cruz se rindió debido a la preocupación que tuvo a raíz
del aumento de la actividad guerrillera no oficial. El tratado de Purapel les permitió a
los soldados rebeldes unirse al ejército nacional sin que sus rangos se vieran
afectados.
Por otro lado, las tropas bajo el mando de coronel Juan Vidaurre Leal y de Victorino
Garrido habían sitiado La Serena. La resistencia terminó a fin de año. Manuel Montt
siguió al mando de la república, sin cuestionamientos.
Por otra parte, al elegir a los funcionarios públicos, Montt y Varas estaban más
interesados en el pedigree de la clase alta que en sus méritos, lo que molestó a las
familias peluconas.
En 1857, el Senado insistió en aprobar una ley de amnistía, la cual fue neutralizada
por Montt. Los pelucones disidentes se alinearon con los liberales, luego que las
cuestión del sacristán fue la gota que rebalsó el vaso.
La alianza liberal-conservadora trató de demorar la aprobación del presupuesto, para
obligar así a Montt a cambiar su gabinete. El presidente encontró que eso era una
ilegitima manera de utilizar poder por lo que pensó en renunciar.
Ese mismo año, se anunció la creación de un nuevo Partido Nacional para apoyar al
gobierno en las próximas elecciones. Por otro lado, los liberales y los conservadores
que habían desertado no se habían aglutinado en torno a una alianza formal. Por eso,
se reunieron todos en enero de 1858. Los conservadores iban liderados por Joaquín
Tocornal y los liberales representados por Federico Errázuriz, Domingo Santa María y
Ángel Custodio Gallo. La nueva alianza, bautizada como Fusión Liberal Conservadora.
Fue despreciada por los seguidores de Montt como artificial e inestable.
La fusión afirmaba que representaba la “opinión”. Los nacionales conservaron una
parte de la clase alta y atrajeron el apoyo de los nuevos magnates de la minería y el
comercio. La fusión por su lado ganó a lo menos 15 puestos en la nueva Cámara.
Algunos asuntos delicados fueron sacados a la luz por un grupo de jóvenes liberales en
torno a una gaceta liberal: la “Asamblea Constituyente. El 12 de diciembre llamaron a
una la cual fue disuelta por soldados. EL gobierno declaró estado de sitio y cerró varios
periódicos.
El ejército siguió siendo leal a Montt. El comité revolucionario de la Fusión tuvo que
improvisar fuerzas propias. Estas no tuvieron mucho éxito. Trataron de tomarse
ciudades del Norte como La Serena o Copiapó pero fracasaron por lo que muchos
huyeron a Argentina. Luego de esta batalla, muchos prisioneros fueron mandados al
exilio.
Por otro lado, ahora que los conservadores se encontraban en la oposición, pusieron
gran interés en la reforma constitucional. El Congreso de 1873-1876 aprobó una serie
de enmiendas, como la elección directa del Senado, el derecho de asociación, la
modificación de los poderes de emergencia y la introducción de incompatibilidades
limitadas. Para muchos, la reforma electoral era aún más importante. Se quería
principalmente terminar con las elecciones arregladas entre otras cosas turbias. En
1874 se proclamó una nueva ley electoral que hizo que la única condición para votar
fuera saber leer y escribir.
La idea de que la Constitución de 1833 era parlamentaria más que presidencial iba
ganando cada vez más terreno. La práctica parlamentaria reflejaba una tendencia
creciente. La cantidad de asientos en competencia para las elecciones era cada vez
mayor y debido a esto el poder ejecutivo tuvo que recurrir a formas más amplias de
fraude, intimidación y violencia.
Esta vez la mayoría recayó en Aníbal Pinto, quien fue nombrado presidente el 18 de
septiembre de 1876.
6. La crisis y la guerra. 1876-1883
La crisis económica
Durante los primeros meses del gobierno de Pinto, el precio mundial del cobre cayó en
un 20% y las exportaciones en un 16%. Las tierras de cultivo sufrieron meses de
sequía y luego torrenciales lluvias que barrió con los caminos, líneas ferroviarias y
destruyó ganado y plantaciones.
Alrededor de 300,000 trabajadores quedaron en paro, el ritmo de los negocios
disminuyó y el precio de los alimentos subió.
La crisis internacional
La crisis internacional surgió por problemas con naciones vecinas como con Bolivia,
donde hubo conflictos fronterizos. Esta recorría el desierto de Atacama, donde como no
les era de interés para ninguno de los dos países nunca delimitaron bien sus límites.
Pero una vez que descubrieron plata, guano y salitre comenzaron a peleárselo. La
frontera quedó fijada en los 24º de latitud sur. Chile no exigió desierto, a cambio de
eso, Bolivia prometió no subir los impuestos de la compañía de salitres y el ferrocarril
de Antofagasta.
Por otro lado, en 1870, el gobierno argentino exigió que Chile reconociera su soberanía
sobre el estrecho de Magallanes y la Patagonia, en donde los chilenos habían estado
filtrándose. Presionaron al gobierno para que rechazara las demandas argentinas. Pinto
le dijo a Diego Barros Arana que negociara el acuerdo, pero cuando el violó las
instrucciones acordando ceder la Patagonia y el control parcial del estrecho, estallaron
en Santiago una serie de desórdenes callejeros.
En diciembre de 1878, ambos países firmaron el tratado de Fierro-Sarratea. Este
posponía la discusión sobre la soberanía para más adelante.
Volviendo al tema del salitre, los accionistas de la Compañía del Salitre sobornaron a
algunos diarios para que exigieran al gobierno que cumpliera con las obligaciones del
tratado. Los políticos de oposición le dijeron a Pinto que no sea maraco y que no se
rindiera, por lo que en febrero de 1879, El presidente dio instrucciones al ejército de
capturar tanto Antofagasta como el territorio cedido a Bolivia. Dos semanas después,
Bolivia declaró la guerra.
Chile estaba mal, después de todo el recorte de presupuesto tenía un ejército muy
chanta, la armada no tenía recursos para costear una guerra. Para que triunfara,
necesitaba el control del mar, y dar la pelea ahí, para así evitar que ataquen la propia
tierra. Las perspectivas no eran prometedoras.
La tercera campaña nortina fue en febrero de 1880, donde Chile desembarcó sus
soldados en Ilo para capturar Tacna. Sin contraataque peruano fue muy fácil y
avanzaron tierra adentro. Se capturó Moquegua y se derrotó a los peruanos en la
batalla de Los Ángeles. Llegaron a Campo de Alianza donde estaban concentradas las
fuerzas peruanas, y a pesar de que los chilenos ganaron, hubo muchas bajas. El
ejército siguió rumbo a Arica y capturó el Morro, en uno de los asaltos más rápidos y
heroicos de la guerra.
La batalla de Tacna tuvo tantas bajas que la población chilena de emputeció. A su vez
comenzaron las presiones para que se atacara Lima, pero ya no quedaban suministros
para otra campaña. Se buscó ayuda de civiles y se encontraron suministros para
atacar. Primero rompieron las posiciones peruanas de Chorrillos, después en Miraflores
y luego de que el ejército peruano huyera, entraron a Lima.
La caída de Lima no puso fin a la guerra. Chile exigió la cesión de Tarapacá, Arica y
Tacna y Perú propuso una revancha de guerra. La cosa es que los chilenos no podían
salir sin un tratado de paz, pero tampoco podían aceptar la paz sin que se cumplieran
sus demandas.
Gobiernos
Los años malos se sucedían con bastante frecuencia y el país se vió obligado a
importar alimentos.
Si bien la agricultura sigue idéntica a sí mismo, la manufactura no ya que a ésta le iba
bastante bien. Esta industria se expandió en parte para satisfacer la demanda de
una creciente población urbana y de la zona del salitre.
Pero esta expansión fue desigual; los industriales producían más de la mitad de los
alimentos procesados del país, pero satisfacían menos de la mitad de la demanda
de zapatos, bebidas, productos químicos y textiles.
Salitre
El comercio del salitre fue el verdadero motor de la economía chilena durante el
período parlamentario. Fue un regalo caído del cielo para la economía chilena y tales
regalos muy fácilmente resultan mal administrados.
La política monetaria
El salitre, la política monetaria y la inflación se vieron conectados cada vez más
íntimamente en las décadas siguientes. El salitre y la inflación, de hecho, podrían
describirse con propiedad como los verdaderos leitmotivs de la República
Parlamentaria.
Aparece el peso papel y muchos quieren volver al patrón oro. Luego de muchas
indecisiones, el patrón oro muere y ya pocos lo lamentaron. El retorno del papel
moneda puso a disposición el capital, protegió la industria y elevó los precios de las
mercancías. Las tasas de interés bajaron; la industria manufacturera se expandió; el
alza de los precios del salitre, el cobre y el trigo trajo una renovada prosperidad.
La tentación de seguir imprimiendo moneda papel fue irresistible. Durante 1905-1906
el volumen de papel moneda aumentó de 55 a 80 millones de pesos.
Se estima que alrededor de 1918 había 3.900.000 chilenos. Esta cifra puede ser muy
subjetiva ya que mucha gente no inscribía a sus hijos al nacer en el Registro Civil. La
cantidad de nacimientos ilegítimos siguió aumentando significativamente. La iglesia
tachaba de “bastardos” a todos los niños nacidos en matrimonios civiles.
La población nunca aumentó con la suficiente rapidez como para satisfacer la demanda
de mano de obra. Por esto y en un esfuerzo por impulsar la inmigración el Gobierno
creó en 1988 la Agencia General de Colonización. No llegaron muchos inmigrantes y la
mayoría se quedó en la franja de la media sociedad. Pero es importante no poner tanto
énfasis en el auge de la clase media ya que la clase alta con la clase baja se separaron
de una manera notable.
La vida de la clase alta que siempre había sido buena, se hizo mucho mejor. Se iban
de viaje y compraban casas de verano como locos, mientras que la máxima aspiración
de la clase baja rural era sobrevivir.
Vida Urbana
En 1907, alrededor del 40% de todos los chilenos vivián en comunidades de más de
2.000 personas. La población de Santiago ese año alcanzó las 332.000 personas. Dado
que la población urbana crecía en forma desigual el extremo sur y la zona minera del
norte crecieron más rápido q otras áreas del país. Una vez q el auge del salitre acabó
la pampa del norte perdió mucha población que se fue al valle central. En este período,
la vida urbana era más estimulante que la de campo, pero también era más peligrosa.
Las urbes y las ciudades provinciales carecían de sistemas apropiados de agua potable
y alcantarillado. El primer baño (completo, con tina y cañerías para el agua caliente)
apareció en Santiago sólo en 1900.
Las condiciones de vida de los pobres en las ciudades eran terribles. Hacinándolos en
grupos de hasta ocho personas en un solo cuarto, los conventillos se habían convertido
en fétidas incubadoras de enfermedades y sus habitantes morían de tuberculosis,
enfermedades respiratorias o asfixias.
Las enfermedades contagiosas abundaban; La viruela, la difteria, la tos convulsiva, la
meningitis y las paperas diezmaban a los habitantes de las ciudades. Lo mismo ocurría
con las epidemias. De esta forma entre 1909 y 1914 más de 100.000 chilenos
perecieron por enfermedades.
No obstante la enfermedad no era la única amenaza. Los crímenes aún abundaban. En
1902 un periódico informó que Chile tenía la tasa más alta de homicidios del mundo.
Las cárceles ya no daban abasto.
Pero la vida urbana igual presentaba atractivos, como por ejemplo las óperas.
Aparecen la tecnología moderna. Entre 1914 y 1918 el uso del teléfono aumentó
considerablemente. El automóvil hizo su aparicion en 1900 y en 1906 ya había 6 en
Santiago. El aeroplano llegó en 1920 y fue utilizado por los militares.
El Ejército y la Educación
Se contrataron instructores alemanes en 1885 para modernizar el Ejército chileno. De
cierta manera, por ende, la influencia alemana en el ejército chileno fue notoria, no
solo en el armamento y en los uniformes, sino q también en la música.
Para algunos de los reclutas, claramente el servicio militar era una bendición ya que
por lo menos proporcionaba a sus conscriptos educación básica y entrenamiento
militar, cosa q no todos tenían.
El ejército tardó mucho tiempo en desarrollar sus servicios técnicos y administrativos.
La suerte de la educación fue significativamente mejor que la del Ejército en el mismo
período. Aquí también la influencia de Alemania fue notable, como fuente de
profesores principalmente.
En 1918, había unos 336.000 estudiantes primarios. En 1920, alrededor del 50% de la
población estaba alfabetizada. Los intentos por hacer que la educación fuera
obligatoria fracasaron.
Cultura 1880-1920
Alrededor de 1900 la mayor alfabetización junto con la expansión de la educación y el
nuevo papel predominante del periodismo como profesión, afectaron a la actividad
cultural. En efecto, se ha dicho que con el cambio de siglo surgió un nuevo tipo social,
el intelectual.
Las últimas décadas del siglo fueron testigo del gran florecimiento de los historiadores
nacidos bajo la égida del gran Andrés Bello. El académico más sobresaliente de este
período fue José Toribio Medina.
De cualquier forma el “criollismo” quizá sea la tendencia cultural más fácilmente
identificable desde comienzos de siglo.
La poesía brilló gracias a Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
También la tendencia criollista se vio bien reflejada en la pintura con pintores como
Pedro Lira y Juan Francisco González.
Otro signo del nuevo interés en lo criollo y en lo local fue el esfuerzo que se llevo a
cabo en esos años por investigar la poesía folclórica y las tradiciones populares en
general.
En la década de 1910 los políticos que incurrían en grandes gastos fueron apodados
Dreadnoughts (acorazados de combate) en honor a unos nuevos buques de la marina.
Si bien el soborno electoral era una costumbre parlamentaria, también lo era la
“corrupción burocrática”: los partidos exigían su cuota de cargos en la creciente
administración pública.