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CÁTEDRA
LINGÜÍSTICA
Título original de la obra:
The Romance languages
Pr e f a c io ........................................................................................................ 11
L o s NOMBRES DE LAS LENGUAS .................................................................. 15
Abreviaturas ............................................................................................... 17
M a p a s ............................................................................................................. 19
In t r o d u c c ió n ............................................................................................. 25
¿Por qué las lenguas romances? ........................................................... 25
¿De qué se ocupan los romanistas? ..................................................... 32
¿Sobre qué discuten los romanistas? ................................................... 35
¿Qué contribución pueden hacer los estudios románicos a la lingüís
tica sincrónica y diacrónica? ............................................................ 36
Conclusión .............................................................................................. 58
Lecturas recom endadas.......................................................................... 58
7
2.5. Préstamos................................................................................... 130
2.6. ¿Están muy cerca los léxicos de las lenguas romances?......... 131
2.7. ¿La romanicidad como continuum? ...................................... 132
Lecturas recomendadas...................................................................... 134
Latín y romance.................................................................................. 135
3.1. Derivación................................................................................. 135
3.2. Protorromance o latín vulgar .................................................. 136
3.3. Diferencias entre el latín y el romance ................................... 143
3.4. El influjo del latín .................................................................... 183
3.5. ¿Quién mató al latín?............................................................... 197
Lecturas recomendadas...................................................................... 200
Convergencia, influjo mutuo y evolución paralela......................... 201
4.1. Deriva y metarreglas................................................................. 201
4.2. La diptongación........................................................................ 203
4.3. El infinitivo............................................................................... 210
4.4. Los clíticos de objeto ............................................................... 214
4.5. Formas perifrásticas aspectuales .............................................. 223
4.6. El futuro .................................................................................... 226
4.7. La pasiva.................................................................................... 228
4.8. El léxico..................................................................................... 231
4.9. Conclusión................................................................................ 234
Lecturas recomendadas ...................................................................... 235
B i b l i o g r a f í a ............................................................................................ ....415
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Prefacio
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ío que les llevó a reconocer lo mucho que tenían en común las len
guas romances. Uno de los resultados es que en la actualidad los ejem-
píos sacados de tales lenguas son un lugar común en los trabajos de
los no romanistas.
Con todo, mientras preparaba este libro, me he sentido frustrada
por la falta de información sólida sobre muchos de los dominios pro
blemáticos de la lingüística románica. Los abundantes estudios sobre
las lenguas estándar suelen estar sesgados por las preferencias teóricas
y los prejuicios sociales de sus autores; el conjunto de materiales sobre
las lenguas no estándar es enorme, pero desigual, tanto en lo que res
pecta a su alcance geográfico y social como a la ejemplificación. Las
transcripciones de los textos son asistemáticas y, en algunas ocasiones,
ininterpretables. He intentado transcribirlas siguiendo las convencio
nes del AFI con la mayor precisión de que he sido capaz, siempre que
los detalles fonéticos fueran relevantes para la argumentación. En
otros casos, sin embargo, ha sido suficiente emplear la ortografía tra
dicional para los objetivos de la exposición. Asimismo, a veces me ha
parecido útil, aunque fuera laborioso, traducir morfema a morfema,
pero con más frecuencia me he limitado a hacer indicaciones genera
les sobre el sentido.
AI citar los ejemplos (que he elegido de forma bastante aleatoria de
entre el material disponible), he tratado de evitar la tendenciosa clasifica
ción en «lenguas» y «dialectos», y me he servido, en la medida de lo po
sible, de una nomenclatura geográfica. Así, por ejemplo, un dialecto ita
liano (it. dial.) es una variedad no estándar hablada en Italia, y cuando
era relevante la localidad donde se documenta el ejemplo, la he citado.
Las observaciones sobre el uso a veces no son muy fiables, no solo
debido a las dificultades que entraña la recogida de materiales, sino
también por la posición ideológica de algunos de los hablantes y de
los investigadores. Con frecuencia me he visto obligada a embarcarme
en una minuciosa investigación sobre un tema concreto, cuando espe
raba que bastaría con resumir el trabajo de otros. Queda mucho por
hacer, y como algunas variedades románicas están en peligro de extin
ción, esa tarea se convierte en urgente. También con demasiada fre
cuencia, trabajos nuevos que prometían ser interesantes resultan poco
más que la reformulación de explicaciones que ya eran conocidas de
los lectores de obras más antiguas. Es una tentación citar estudios re
cién publicados, pero es difícil evaluar fríamente el valor que seguirán
teniendo una vez que haya desaparecido la emoción de la novedad.
Como no podía ser de otra manera, he tenido que recurrir a lo he
cho por otros, no solo en trabajos publicados, sino también en sus co
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mentarios y correcciones a mis borradores, y en busca de trabajos de
campo aún no publicados, conferencias, etc. No entra dentro de lo po
sible que uno cuente con conocimientos de primera mano sobre todas
las variedades romances vivas en la actualidad: aunque he viajado mu
cho, no podría haber visitado todas y cada una de las localidades del do
minio románico. De igual modo, no puedo conocer personalmente la
vastísima documentación histórica publicada, incluidas las obras litera
rias de la mayor calidad, y menos aún las fuentes que aún esperan estu
dio en archivos y bibliotecas. Las obras más recientes sobre el romance
(como Posner y Green, 1980-93, Harris y Vincent, 1988, Holtus, Metzel-
tin y Schmitt, 1988-) están hechas en colaboración, aceptando que na
die puede tener los conocimientos suficientes para abarcar todo el cam
po. El resultado, por muy rígido que sea el control del coordinador, no
puede dejar de adolecer de cierta falta de cohesión y sistematicidad.
Un problema era el de la selección de la bibliografía citada. Por
tanto, tomé la decisión de remitir a repertorios y bibliografías previas
y de abandonar cualquier intento de abarcarla exhaustivamente, tarea
que, en sí misma, ocuparía varios tomos. En cada capítulo recomien
do una serie de lecturas, pero solo como guía preliminar para que acu
da a ella el estudiante con interés de seguir profundizando en los te
mas. Desgraciadamente, he tenido que limitarme a trabajos monográ
ficos publicados en los años ochenta y noventa. En esas obras y en los
repertorios bibliográficos se encontrarán referencias a artículos y otros
trabajos importantes.
Aceptar esta tarea requiere una gran cantidad de hubris: la mía me
ha amenazado con abandonarme en varias ocasiones durante la elabo
ración de este trabajo. Lo que he intentado hacer, no sé si con algún
éxito, es algo un poco diferente a lo que ya existía: prestar atención a
temas que creo son de interés para todos los lingüistas y combinar ma
terial diacrónico y sincrónico extraído de una gran cantidad de varie
dades romances, y no solo de las lenguas estándar. He preferido no se
guir una presentación individual de cada lengua, e intentar, en cam
bio, tratar cada tema, y la documentación antigua y moderna, desde
una perspectiva comparada. Algunos amigos y colegas me pedían más
ejemplificación y de más lenguas; otros me han sugerido que me com
placía demasiado en el detalle «filológico». Como creo que hay lecto
res que disfrutan con los ejemplos reales, así como otros que tienen
un interés más teórico por el lenguaje, he intentado ilustrar la exposi
ción con la mayor cantidad de material lingüístico real y evitar, en la
medida de lo posible, los ejemplos estándar que aparecen en la mayo
ría de los manuales.
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Algunas de las personas a las que he consultado se han quejado
del tono dubitativo que empleo a la hora de formular juicios y de que
abuso de expresiones modalizadoras como «quizás», «parece que»,
«aparentemente», etc. No voy a pedir disculpas por ello: incluso en
aquellos campos en los que me considero experta, con frecuencia nue
vos datos me han obligado a cambiar mi punto de vista sobre la reali
dad lingüística. Mi ignorancia sigue siendo insondable, a pesar de ha
ber pasado mi vida estudiando las lenguas romances. Soy muy cons
ciente de que si se hace una afirmación tajante sobre cualquier tema,
se corre el riesgo de que resulte inadecuada al cabo de poco tiempo.
Me gustaría que este libro no se quedara viejo antes de llegar a los es
tantes de los lectores: por tanto, dejo algunas cuestiones abiertas a fu
turas investigaciones, al tiempo que presento mis propias opiniones
sobre ellas. Con todo, he tratado de ofrecer una defensa razonable
mente coherente de la oportunidad de escribir un libro sobre «Las len
guas romances» como unidad, en vez de monografías sobre cada una
de ellas por separado. Sé que mi posición es atacable, pero estoy pre
parada para defenderme contra ataques anticipados.
Solo me resta expresar mi gratitud a todos los que me han ofreci
do sus consejos y su ayuda durante la preparación del libro — algunos
de ellos con un considerable gasto de su tiempo y paciencia. Antes de
nada, deseo darle las gracias a Roger Lass por haberse leído un borra
dor del mismo y permitirme beneficiarme de sus iluminadoras intui
ciones en tanto que germanista y teórico, sobre todo en el campo de
la fonología y de la lingüística histórica. Muchos otros han leído par
tes del libro y me han proporcionado materiales: en especial, quiero
mencionar a John Green, Valerio Lucchesi, Yakov Malkiel, Ed Tuttle,
Max Wheeler, Roger Wright, así como a muchos de mis discípulos,
que han padecido la imposición de mis puntos de vista, aunque, debo
reconocerlo, no lo han hecho en silencio. Quisiera dar las gracias tam
bién a Judith Ayling por su paciente ayuda editonal. Igualmente deseo
expresar mi gratitud a la traductora, Silvia Iglesias, en particular por
sus valiosas observaciones. Mi agradecimiento también a Christopher
Posner por preparar los índices y a Michael Posner por su paciencia y
por concederme el tiempo necesario para llevar a término esta tarea.
No es necesario decir que los errores y deficiencias son todos respon
sabilidad mía: solo espero que no sean tan numerosos que impidan al
lector disfrutar con el libro.
Rebecca Posner
Oxford
14
Los nombres de las lenguas
15
Gallego: hablado en el noroeste de España, muy cercano al portu
gués.
It. (Italiano): tanto la variedad estándar como las no estándar (dia
lectos) de Italia.
Occ. (Occitano): utilizado para las variedades estándar y no están
dar habladas en el Sur de Francia; se citan según la localidad.
Ptg. (Portugués): empleado para los estándares europeo y brasileño,
y para las variedades no estándares, citadas por la localidad.
R et. (Retorromance): término que abarca algunas variedades ro
mances habladas en Suiza (Grisones) y en el Norte de Italia (los
Dolomitas y el Friuli). La formas se citan de acuerdo con la lo
calidad.
Rum. (Rumano): el dacorramano es la lengua estándar de Ruma
nia; para el arrumano, meglenorrumano e istrorrumano, véase
el capítulo 5.
Sardo: variedades habladas en el centro y sur de Cerdeña.
N o ta s o b r e la s c o n v e n c io n e s em p lea d a s
Las transcripciones fonéticas siguen las normas del AFI. Las citas
de otras lenguas en ortografía tradicional aparecen en cursivas. Las pa
labras latinas se citan en versalitas; salvo en los casos en que no resul
te apropiado, se respeta la convención tradicional de citar los nombres
en la forma del acusativo sin la consonante final (p. ej., LUPU por
l u p u s , l u p u m , etc.). Los términos de metalenguaje aparecen en negri
tas la primera vez que se citan.
16
Abreviaturas
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M apa 1. La distribución de las lenguas romances en Europa
Lenguas romances
en América Central y Sudamérica
Español
Portugués
Francés
¿Por qué escribir una obra sobre las lenguas romances? Quizás
porque, como el Everest, «están ahí». Pero, ¿realmente están ahí, es
decir, como una entidad? ¿Hay algo en las lenguas romances que
las haga susceptibles de ser tratadas como una unidad? Esta es la
cuestión que subyace al desarrollo de este libro y cuya respuesta
creo que es «¡Sí!». Otros, sin embargo, niegan que posean más en
común sincrónicamente que cualquier otra colección de lenguas
elegidas al azar. La única razón para tratarlas conjuntamente sería,
por tanto, su relación histórica: todas ellas proceden del latín, o de
un pariente cercano del latín. Desde este punto de vista, los rasgos
que comparten las lenguas romances constituyen una herencia co
mún, o son consecuencia del préstamo, o el resultado de un pro
ceso común de «deriva» o pura coincidencia (o cualquier combina
ción entre estos factores).
Seguramente es así. Con lo que ya no estoy tan de acuerdo es
con el siguiente paso de la argumentación: el de que la compara
ción sincrónica de las lenguas no produce frutos lingüísticos inte
resantes y que sólo es posible o deseable el enfoque histórico. Yo
mantendré que, aunque hay muchas diferencias de detalle entre las
lenguas romances que no pueden ser explicadas sino en términos
históricos (tanto sociales como lingüísticos), son muchos los ca
sos en que la descripción del estadio sincrónico de una lengua pier
de de vista dimensiones importantes si no se la compara con las
demás.
25
Y esto es verdad no sólo de las lenguas estándar, que se han in
fluido y se han robado terreno las unas a las otras, sino también de
las lenguas no estándar, que a menudo conservan, o crean, en evo
luciones paralelas, características desdeñadas por sus prestigiosas
compañeras. Así, lo que aparece como incomprensible anomalía
en una lengua puede resultar más inteligible cuando aparece en
otra, porque el condicionamiento sea más transparente en esta
última.
Si existe algo parecido a un «tipo romance» —un principio guía
que gobierne la marcha del mecanismo de las lenguas— es una cues
tión que trataré a lo largo del libro. También merece la pena conside
rar cómo se puede relacionar ese «tipo» con un supuesto «eurotipo»,
que, presumiblemente, debe mucho a la historia y aspiraciones comu
nes de los pueblos europeos.
De una cosa estoy segura: no es muy aconsejable intentar dar
cuenta de una sola característica de las lenguas romances sin recurrir a
la explicación histórica. Por el contrario, algunos mecanismos lingüís
ticos pueden recibir descripciones reveladoras en términos sincróni
cos si la investigación se centra en las diferencias, a veces mínimas, de
funcionamiento de esos mecanismos en las diversas lenguas y si parti
mos de la idea de que, en un sentido amplio, tales mecanismos fun
cionan de forma muy parecida en todas ellas.
No obstante, sigue siendo verdad que todo estudio comparativo
de las lenguas romances arroja luz sobre los trabajos de lingüística his
tórica. En cierto sentido, como puso de manifiesto la geografía lingüís
tica en el pasado, la evolución histórica de las lenguas se refleja en la
distribución geográfica de las variantes: algunas regiones parecen más
innovadoras, mientras que otras se resisten al cambio. De esta mane
ra, teniendo en cuenta la variación sincrónica, es posible dejar a un
lado el parámetro temporal propio de la lingüística histórica y susti
tuirlo por el espacio geográfico o social.
Con todo, el tiempo deberá volver a escena cuando nos enfren
temos a la introducción o a la pérdida de una variante en una deter
minada lengua: en este caso, nos ocuparemos, en primer lugar, de
los cambios que se producen en la «norma» socialmente aceptable
para la comunidad lingüística, y sólo secundariamente de los cam
bios en el sistema o en el tipo. Una de las cuestiones candentes de
la reflexión lingüística actual es descubrir hasta qué punto se incor
poran los cambios en la norma al proceso de adquisición de la len
gua en cuestión (quizás a través de un cambio en la fijación de pa
rámetros).
26
L a historia de la gramática comparada de las lenguas romances
27
buirse en su totalidad a ía herencia latina, por lo que postuló un an
cestro común, la langue romane, que él creía había reemplazado al latín
antes del 1000 d. C. y que se asemejaba a la lengua de los trovadores
(ahora llamada occitano o provenzal antiguos).
La hipótesis de Raynouard fue recibida con cajas destempladas
por los filólogos comparatistas alemanes, más profesionales, y, en par
ticular, por August Wilhelm von Schlegel, para quien el romance era
el producto espontáneo de la descomposición del latín tras la desapa
rición de la presión normativa de un entorno cultural estable.
El primer tratado sistemático sobre el romance fue publicado en 1831
por Lorenz Diefenbach, quien mantenía que las lenguas romances
descendían de una forma popular del latín, adulterada posteriormen
te por el contacto con otras lenguas, especialmente en el caso del fran
cés, al que caracterizó como «muy criollizado». El compañero de estu
dios de Diefenbach en Giessen, Friednch Diez se convertiría en el pri
mer especialista en Filología Románica, en Bonn. Su Grammatik der
romanischen Sprachen, en tres volúmenes, que alcanzó tres reediciones
y dos reimpresiones, empezó a aparecer en 1836. Diez también creía
que el latín popular estaba en el origen de las lenguas romances, que
evolucionaron debido a procesos fonológicos y reajustes funcionales
dictados por el «espíritu» del pueblo y que se originaron en la negli
gencia de los hablantes en ausencia de un estándar normativo. Para él,
el rumano («válaco») era tan sólo una lengua semi-romance y el fran
cés tenía más influencia del alemán que del celta.
28
tav Gróber, que fue profesor en la nueva Universidad de Estrasburgo
tras la anexión prusiana de Alsacia, había fundado la influyente Zeits-
chriftfür romanische Philologie en 1877, y en 1888 publicó la primera edi
ción de los Grundriss der romanischen Philologie, que constituía un «esta
do de la cuestión» de la disciplina.
Dominaban las perspectivas regularistas y reconstruccionistas, en
especial en la contribución de Wilhelm Meyer (más tarde Meyer-Lüb
ke), cuya Gmmmatik der romanischen Sprachen, que fue traducida al fran
cés inmediatamente, reemplazó a la de Diez, al menos en lo refe
rente a la fonología y a la morfología y se convirtió en la obra de re
ferencia. Para Meyer-Lübke el pilar del estudio gramatical era la
fonética: el cambio es un proceso fisiológico, no controlado por el sig
nificado, y que provoca la desintegración; desintegración que, poste
riormente, puede ser remediada por el cambio analógico, dictado por
necesidades funcionales. Meyer-Lübke superó a Diez, no sólo en lo
que respecta a la metodología fonológica, sino también en su recolec
ción de datos lingüísticos, que extrajo tanto de las lenguas literarias
como de material dialectal.
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sión que se establece entre la economía del esfuerzo y el deseo de una
comunicación eficaz.
A pesar de los comentarios de Saussure sobre la importancia de la
filología románica en la Introducción de su Cours de linguistiquegenéra
le, no se hicieron aportaciones de importancia a la lingüística románi
ca comparada en el periodo de entreguerras, con la excepción del ma
nual Introducción, a la lingüística románica de Iorgu Iordan, de sesgo idea
lista en su metodología, sesgo acentuado en la versión inglesa de 1937,
preparada por John Orr. Tras la Segunda Guerra Mundial, con el re-
surgimiento del interés por los estudios románicos comparatistas, apa
recieron nuevas versiones de esta influyente obra en distintas lenguas.
De los trabajos realizados inmediatamente tras la guerra, el de ma
yor éxito fue Le origim delle lingue neolatine: introduzione aliafilología ro
manza, de Cario Tagliavini, publicado en 1949, que se centraba en las
etapas más antiguas de las lenguas, yuxtaponiéndolas más que compa
rándolas. Con la misma organización yuxtapositiva y para las lenguas
literarias, a excepción de un capítulo sobre el «Romance común», es
la famosa obra The Romance languages de Walter Elcock, que apareció
en 1960.
Los tres volúmenes de Romanische Sprachwissenschaji de Heinrich
Lausberg, que empezaron a publicarse en 1956, se ocupan más de la
génesis de las lenguas que de su evolución. Como buen fimcionalista,
influido por la postura idealista de Eugenio Coseriu, Lausberg consi
dera que la estructura lingüística está en equilibrio inestable, expuesta
a derrumbarse en cuanto se minan sus puntos débiles, e insiste en los
factores sociales y en la conciencia que tienen los hablantes de la len
gua como bien de la comunidad.
Una de sus innovaciones, nacida de su propia experiencia en mor-
fofonología dialectal, es la distinción que traza entre el sistema fono
lógico del latín vulgar, el «arcaico» de Cerdeña, Lucania y Africa, y el
«de compromiso» de los Balcanes y el este de Lucania. Otra es la in
troducción del concepto de «mecanización», fenómeno que permite
la repetición y reproducción de las innovaciones azarosas, realzando
el intercambio social mediante la reducción del esfuerzo requerido
para formular una expresión. La mecanización se relaciona, así parece,
con lo que se suele denominar gramaticalización, proceso por el cual
las unidades lingüísticas se empobrecen en su contenido léxico y
pasan a funcionar como unidades gramaticales, y quizás también con
la morfologizarión, por la cual reglas fonológicas de validez general
hasta un momento dado quedan restringidas a marcar ciertas funcio
nes morfológicas.
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Mientras que la obra de Lausberg es representativa del estractura-
lismo europeo, el estructuralismo bloomíieldiano, en su vertiente
comparativista, está ejemplificado en la obra de los romanistas de Cor-
nellr Robert A. Hali Jr. y Frederick B. Agard. Hall ha defendido siem
pre la posición regularista y reconstraccionista en la lingüística romá
nica, en especial contra los enfoques «idealistas» y generativistas: los
tres volúmenes de su obra comparativa sobre las lenguas romances
aparecieron entre 1974 y 1983. A Course in Romance linguistics de Agard
(1984) está compuesto de un volumen dedicado a la diacronía y otro
a la sincronía: este último ofrece una gramática contrastiva de cinco
lenguas estándar (francés, español, portugués, italiano y rumano) basa
da en un modelo gramatical ecléctico — una gramática de estructura
sintagmática jerárquica, con algunos conceptos relaciónales y transfor
maciones sencillas, no muy lejana de la gramática tradicional.
María Manoliu-Manea, romanista califomiana de origen rumano,
fue quizás la primera que intentó aplicar sistemáticamente la teoría
«estándar extendida» de Chomsky a los problemas del comparativis-
mo románico, en su Gramatica comparatá al limbilor romanice de 1971.
Su obra posterior (1977; véase Manoliu-Manea, 1985) sobre tipología
romance se orienta más hacia la gramática de casos y la semántica ge
nerativa, aunque fundamentada en el estructuralismo europeo.
Los últimos años han sido testigos de un creciente interés por la
lingüística románica comparada. Incluso dentro del ámbito generatí-
vista, que centra su atención más en los universales del lenguaje y en
las estructuras cognitivas que en las lenguas en cuanto tales, las len
guas romances se han convertido en objeto de interés. Partiendo de la
idea de que el lenguaje está organizado de acuerdo con principios res
trictivos, la Gramática Generativa sostiene que ciertos parámetros espe
cíficos de variación pueden explicar algunas diferencias entre las len
guas. Defiende que en la adquisición del lenguaje se determina el valor
de esos parámetros mediante la exposición a los datos lingüísticos.
Las lenguas románicas son de interés para los lingüistas teóricos
porque proporcionan abundante material de estudio sobre sistemas
que son muy similares, pero que difieren en algunas características in
teresantes, lo que puede ser atribuido a diferencias paramétricas. Se
piensa que así se podrían concretar los parámetros, que explican un
conjunto de diferencias a primera vista no relacionadas. Característi
cas romances tales como la presencia o ausencia de pronombres elíd
eos, el orden de los elementos, el estatuto de los morfemas flexivos o
de los auxiliares, las construcciones causativas, etc, han sido estudia
das desde este ángulo.
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La gama de materiales lingüísticos utilizados se ha ampliado para
abarcar no sólo las lenguas estándar, sino también los dialectos regio
nales, de modo que nuestro conocimiento de ciertos campos de la sin
taxis romance ha aumentado enormemente como resultado de esos
estudios. En el plano diacrómco, se ha planteado también la cuestión
de cómo puede variar, en el tiempo, la fijación de parámetros de una
lengua: ¿qué características del aducto lingüístico empujan al aprendiz
de una lengua a decidir que debe atribuir un valor diferente a los pa
rámetros de la variación?
Aunque aún no existe una obra general sobre sintaxis compara
tiva romance dentro de este modelo teórico, hay varias que abordan
asuntos específicos: los nombres de Richard Kayne, Luigi Rizzi,
Luigi Burzio, María Luisa Rivero, Oswaldo Jaeggli, Hagit Borer,
Jean-Yves Pollock, Jean-Roger Vergnaud son algunos de los muchos
que podríamos mencionar.
¿D e q u é s e o c u p a n l o s r o m a n is t a s ?
32
te —especialmente en países de habla alemana, aunque Rumania po
see una larga y respetable tradición en este campo. El interés alemán
por las lenguas romances puede ser resultado de un accidente históri
co, como prolongación de la populandad decimonónica de la filolo
gía comparada, cuyas raíces se encuentran en la búsqueda de una
identidad germánica, pero en el periodo de posguerra ganó impulso y
abrazó todas las manifestaciones del romance moderno y medieval.
a) Clasificación
b) Dialectologíay sociolingüística
c) Estilísticay pragmática
d) Fonología
33
y la diptongación, así como en procesos que afectaron sólo a algunas
lenguas, como la nasalización. Desde un punto de vista estrictamente
sincrónico, no existe ninguna razón especial por la cual la fonética y la
fonología hayan de ser tratadas con una perspectiva panrománica, aun
que ciertos temas que se relacionan con la estructura morfológica,
como la colocación del acento y los fenómenos de sandhi, puedan ser
estudiados de manera más fructífera desde una perspectiva interlingüís-
tica. Sin embargo, es verdad que algunos tratamientos fonológicos sin
crónicos se acercan mucho a los análisis diacrónicos, y que algunos pro
cesos fonológicos del pasado se pueden considerar en marcha en ciertas
variedades contemporáneas. Por otra parte, la morfología suele estar es
trechamente relacionada con la fonología, en particular debido a los
procesos de morfologización, pero muchos romanistas se preocupan
más de las funciones semánticas y gramaticales de la «morfosintaxis», así
como de la gramaticalización de las unidades léxicas.
e) Léxico
34
f) Sintaxis
g) Historiografía
¿ S o b r e q u é d is c u t e n l o s r o m a n is t a s ?
35
más. Una de las consecuencias de esta actitud es que continuamente
se están descubriendo mediterráneos —como bien demuestra la pro
pia historia de la lingüística románica— mientras el metalenguaje uti
lizado para describir formas y funciones sufre frecuentes y radicales
transformaciones.
La filología románica clásica tiende a concentrarse en los estadios
cronológicamente más antiguos de las lenguas para intentar desenma
rañar el testimonio de los textos medievales, y reconstruir el pasado
lingüístico. No siempre coinciden los intereses de los medievalistas y
de los estudiosos de las variedades romances modernas, aunque pue
den ser complementarios. Las diferencias existentes entre los estudio
sos de los dialectos y de otras variedades no estándar y aquellos que se
limitan a las lenguas literarias, así como las existentes entre los compa-
rativistas y los expertos en una única lengua, pueden ser extremas. No
obstante, parece que los romanistas sienten que tienen bastante en co
mún como para reunirse en congresos y simposios y que se ven a si
mismos como un grupo coherente dentro de la lingüística.
¿Q ué c o n t r ib u c ió n p u e d e n h a c e r l o s e s t u d io s r o m á n ic o s
A LA LINGÜÍSTICA SIN C R Ó N IC A Y D IA CR Ó N ICA ?
36
a) Reconstrucción léxica
(1) rum. dulce', dálmata (Veglia) doík\ it. doke\ sardo (logudorés) du¡ke\
ret. (engadino) duc, (friulano) dolts\ fr. doux\ occ. dous; cat. dol$\ esp.
dulce (antiguo duz)\ ptg. doce.
i) ¿Herencia o préstamo?
37
A veces es difícil detectar si las formas romances han sido heredadas o
tomadas en préstamo del latín, y las sospechas son más acusadas cuan
do el parecido entre el romance y el latín es demasiado evidente. To
memos, por ejemplo, la palabra para ‘triste’, que también tiene formas
emparentadas en todas las lenguas romances.
(2) it. triste, tristo; occ. tritz; esp., ptg. triste; rum. trist; sardo (logudorés)
tristui cat. trist; ret. (engadino, friulano) trist; fr. triste.
(4) rum. creastd; it. cresta; ret. (engadino) krasta, (friulano) kreste; fr. créte;
occ., esp., cat. cresta (ptg. crista y sardo krista permitirían la recons
trucción de una vocal larga o breve).
38
—por motivos de escansión métrica: como aparecía en una sílaba con
una consonante media «pesada», se contaba como larga «por posi
ción» (véase 3. 3). Las formas romances parecen proporcionar la prin
cipal prueba a favor de la existencia de una consonante larga en esta
palabra, aunque algunos latinistas mencionan, sin citarlos, testimo
nios epigráficos: la etimología de la palabra es oscura, y la grafía no
ofrece indicios de la cantidad vocálica. En otros casos la secuencia
s+grupo consonantico en latín suele ir precedida de vocal breve, pero en
este se ha sugerido el influjo del casi sinónimo m a e s t u s (con un dip
tongo largo). Algunos autores prefieren descartar los datos romances
en este caso, y consideran las formas como préstamos tempranos y no
como formas heredadas.
Una preocupación igualmente nimia sobre la longitud vocálica dis
minuye el placer que supone trazar la divertida historia de las palabras
romances para ‘hígado’. La palabra latina i e c u r no ha sobrevivido,
pero las siguientes palabras —{casi) cognadas— representan las palabras
romances para ‘hígado’ en una gran variedad de lenguas romances:
(5) rum. ficat; ret. (friulano) fidt; sardo (campidaniano) figau, (logudo-
rés)fíkatu; esp. hígado; fr. antiguo (normando)fine; fx.foie; itfegato;
it. dial. (Emilia, Lombardía) fidak, (Abbrazzos) fétteche; fr. dial, (va-
lón) feute; occ., cat.fetge.
39
en la primera sílaba latina, y no, como esperaríamos y como sucede en
rumano, friulano y sardo campidanés, en la penúltima. Se hace res
ponsable de esta anomalía a una distorsión del oxítono griego.
Para complicar aún más las cosas, debe haberse producido una
metátesis (para dar * f it a c u s , * f e t a c u s ) que explique las formas de
algunos dialectos italianos (Emilia, Lombardía, Abbruzzos) y las ca
talanas y occitanas.
(7) rum.foc; dálmata (Veglia) ju k ; it. fuoco; sardo (logudorés) fogu; ret.
(engadino)y% (friulano) fug; íx.feu; occ. fuer, cat ,foc\ esp fuego; ptg.
f°g°-
(8) rum. cimp; it., esp., ptg. campo; occ. camp; fr. champ.
(9) rum. vechi (el cuasi sinónimo batrín < v e t e r a n u s es un poco me
nos común) / ochi; it. veccbio/occhio; fr. vieil/oeil; esp. viejo/ojo; ptg.
40
velho/olbo; cat. veü/ull; ret. (engadino) vegl/ógl, (friulano) viéli/vóli
(hay que señalar también el dolomita vedl/ddl\ donde las velares de
tales grupos se convierten regularmente en dentales).
b) La selección de auxiliar
Í) <Qué lenguas?
41
En las cláusulas «condicionales irreales» se han documentado for
mas de ser como auxiliar durante los años setenta en hablantes colom
bianos analfabetos de edad avanzada:
(13) Ju ai venut «He venido»; Ja i sait «He salido»; Seja i martuot «Me he
casado».
(15) Eateplecat, lit. «Él es llegado», por Apkcat «El ha llegado»; en los dia
lectos del Sur del Danubio, Sam vinit, lit. «Soy venido», en vez del
estándar Am venit «He venido».
42
(16) voi/ a§fi chemat «habré/habría llamado» o «habré/habría sido llama
do».
(17) sáfiiu. chemat «yo haya sido llamado» / sdfi chemat «yo haya [ser] lla
mado».
(18) It. E andato, E dovuto andaré / Fr. II est alié, Uadü atter ‘Él ha ido’ ‘Él
ha debido ir5.
43
Las variedades italianas no estándar adoptan un conjunto de solu
ciones diferentes en la selección del auxiliar. En el sur h a b é r e tiende
a generalizarse, con variantes en algunas zonas:
(21) Liguria A ndét ‘Ha ido’; Véneto este Elga torná ‘Ha vuelto’.
En varios dialectos del centro y en unos pocos del sur y del norte
se usa sistemáticamente e s s e con verbos tanto transitivos como in
transitivos, aunque a veces el auxiliar puede variar según la persona
del verbo (la tercera y sexta persona seleccionan h a b é r e ):
(22) Genova Son dormi ‘Han [son] dormido5; Carpiñano Sum krumpá
‘He [soy] comprado’; Novara M i i son mangid / Lü l’á mangia T o he
[soy] comido’/ ‘Él ha comido’; Marcas (Servigliano, Ascoli Piceno)
So mazzato ¡uporcu / Issu ha magnato / Jssu e vinnutu ‘He [soy] mata
do el cerdo’ / ‘Él ha comido’ / ‘Él ha [es] venido’; Lazio (Cori) Nü
simo magnato / Issi éo magnato ‘Nosotros hemos [somos] comido /
‘Ellos han comido’.
(23) Capcir Sun tingut ‘He [soy] tenido’; Gerona So bist ‘He [soy] sido5
44
zales) se fundieron en un único conjunto de formas; en otros sitios, se
pueden influir morfológicamente.
(24) fr. II est a l i e '1 ha [es] ido’, R est resté ‘El se ha [es] quedado’
(25) it. M aría é corsa a casa di Gianni ‘María corrió [es corrida] a casa de
Juan’ / M aña ha corsopiü velocemente di Gianni ‘María corrió [ha co
rrido] más deprisa que Juan’.
iii) Inacusatividad
45
Como tales sujetos no reciben caso acusativo, esos verbos se deno
minan inacusativos, mientras que a otros intransitivos se les denomi
na (de una forma que se presta a confusión) inergativos.
iv) Pronominales
(27) fr. IIse tu e/lis se tuent ‘Él se mata’ / ‘Ellos se matan mutuamente’,
(28) Cela sefa it/L a brancbe se casse ‘Eso se hace’ / ‘La rama se rompe’
(30) it. Si é lavato / Se'ha lavato, ha laroato séstesso cSe ha lavado’ / ‘Se ha
lavado a sí mismo’.
(31) it. Ho voluto levarmi. / M i son voluto levare ‘He querido levantarme’.
47
‘El regalo se ha comprado ayer’ (pasiva).
(33) fr. ant. Conan s’a bien defendu ‘Conan se ha defendido bien’; S apas
mé‘Se. ha desmayado’; it. ant. S ’asegrolato ‘Se ha arruinado’; SeVha
sposata ‘Se ha casado con ella’.
(34) it. dial. (Asolano, Véneto) Se on lava e man ‘Nos hemos lavado las
manos’; Me a ó godesíd ‘He disfrutado con ello’; I segéa intosega ‘Se
han enfadado’; Me ó marida ‘Yo (femenino) me he casado’ / E nato
‘El se ha ido’.
Muy a menudo hay dudas sobre qué auxiliar emplear, aunque a ve
ces puede deberse al influjo del estándar, que en ocasiones dictami
na el empleo de ESSE donde el uso popular prefiere h a b é r e :
48
(36) No eschan schtats, tuornats «Hemos [somos] sido, vueltos» (inacusati-
vo) ¡E r n a müda «Me he cambiado»; Tütasch lava «Te has lavado»
(reflexivo) / Tü t esch scbagid «Te has equivocado [te eres equivoca
do]» / E ls esch arabia «Él se ha molestado [se es molestado]» (inhe
rente).
(37) Ilgiuven ei sepladius «El joven ha sido contratado (se ha [es] contra
tado a sí mismo como trabajador)»; L a plaga ei s:'aviaría «La herida
se ha abierto ([se] es abierta)»; L a madrcgna veva sevistgiu defemna ve-
glia «La madrina se ha vestido de mujer mayor»; Quella ha sedostau
«Aquella se ha defendido».
(38) Friuli Lor e son las «Se han ido» (inacusativo); Si sin sentáz «Nos he
mos [somos] sentado» (reflexivo) / ja si a mitüt a vai « Ha empeza
do a llorar» (inherente).
(40) L car se raté «El autobús se ha parado»; Im sédi «Yo me he [soy] dicho».
49
avierts «Mi ojos se han abierto», (bajo engadino) Ela s’a lavada ilceu
«Se ha lavado el pelo».
v) Verbos meteorológicos
Pero
50
(45) ret. (sobreselvano) Id aploü tuotta di a tschél rout ‘Ha llovido a cánta
ros todo el día’ / Vara, vara id eploü ‘Mira, mira, ha [es] llovido’.
(46) Milán Vefmka, Bormio VeJloka /V afloka ‘Ha [es] nevado’ / Pia-
monte A Vafiuka, Venecia Elga nevega.
51
en algunas variedades conservadoras, apuntan a una mayor flexibili
dad, quizás dictada por exigencias pragmáticas.
c) Nasalización
(51) ange/ age ‘ángel’ / "edad5; feint /fait ‘finge’ / ‘hace’; bonl beau ‘bue-
noVbello’; brun/preux ‘marrón’/ ‘valiente’.
52
En rumano la nasalidad fonética, cuando la vocal está en contac
to con una consonante nasal, que puede perder su estatuto segmental,
está muy extendida y muy a menudo sobresale acústicamente, aunque
a veces es rechazada por los puristas:
(55) rum. dens [des] ‘denso’, munti [mütsj] montañas’, am [á] fost ‘he
sido’; esp. (México) corazón [korasój; fr. no est. (Acadia, Canadá)
mime [rnsm] ‘mismo’.
i) Fonologización
(56) bon ‘bueno’ (m.) [bó] / bonne (£) [bon], ant. [bóna]; vient ‘viene’
[vje] / viennent ‘vienen’ [vjen], ant. [vjens].
(57) fin ‘fino’ (m.) [fe], ant. [fin] /fine (f.) [fin], ant. [fíns]; brun ‘marrón’
(m.) [bKoé], ant. [bryn] / bruñe (f.) [bryn], ant. [bEfyna]; vain [ve],
‘vano’ (m.), ant. [véjn]/ vaine (f.) [ven], ant. [vejnaj.
53
en contextos de liaison (véase 7. 2) la vocal nasal se resolvía una vez
más en una secuencia VN:
(58) bon enfant ‘buen niño’ (m.) [bonáfá]; divin enfant ‘niño divino’ (m.)
[divináfá]; vain effort ‘esfuerzo vano’ (m.) [vsnefoK]; un effort cun es
fuerzo’ [ynefoK].
En épocas más recientes (sobre todo en los últimos cien años) tal
solución no es obligatoria, y las secuencias vocal nasal + consonante na
sal (VN) se han vuelto normales en algunos contextos de liaison:
(59) mon enfant £mi niño/a’ (m. o f.) [m 5nafa]; en éte'etn verano’ [anete];
un effort [cenef'5 k] £un esfuerzo’.
N -> 0
/_ N
/V _
:
No se reflejaría en la descripción sincrónica la nasalización diacró
nica de las vocales precedentes debida al contacto con consonantes in
tervocálicas.
54
(61) bonne [bon], forma subyacente /bone/ 'buena’; viennent [vjen], for
ma subyacente /venent/ ‘vienen’.
Una vez que la vocal final (normalmente un schwa que sirve como
marcador morfológico) ha cumplido su misión puede ser elimina
do mediante una regla fonética de bajo nivel.
(62) rnirn por mi, máe < m atrem ‘madre’; muito [müíntu] < m ultu
‘mucho’.
55
tugués europeo, que carecen de vocales nasales, pueden ser considera-
rados desde el punto de vista sincrónico como más cercanos a las for
mas subyacentes sincrónicas, incluso aunque es posible que en estas
variantes la nasalización haya ido seguida diacrónicamente de una de
nasalización, a veces con reforzamiento de la nasal:
(63) [la] / [lar)] ‘lana’ (ptg. la); cais, cans ‘perros’ (ptg. caes).
(64) boa < boa < b o n a ‘buena’; ter < téer < t e n e r e ‘tener’; minha <
mía < m e a ‘mi’ (£); cheio < cheo < p l e n u ‘lleno’.
(65) ufbra/ubra ‘sombra’; pritn ‘a través de’; mátre ‘mano’; lura ‘luna’.
(66) cat ‘¿cuánto?’ < quantum ; catre ‘hacia, contra’ < contra.
56
de la asonancia en el verso del francés antiguo muestran la separa
ción de las secuencias an y en de sus correlatos orales mucho antes que
en el caso de las secuencias in y un. El estudio estadístico de un am
plio conjunto de textos ha demostrado, sin embargo, que esta descrip
ción es ilusoria y que esos aparentes esquemas de asonancia están, con
toda seguridad, provocados por otros factores, entre los que se cuenta
la capacidad de ciertas terminaciones, como el -ant del participio pre
sente, para satisfacer las condiciones del verso. La incertidumbre sobre
las restricciones convencionales de la asonancia, y los datos contradic
torios extraídos de la poesía posterior, se suman al escepticismo que
pesa sobre la hipótesis de la jerarquía de la altura vocálica.
Como es probable que en la época en cuestión la nasalidad vocá
lica del francés no estuviera aún fonologizada, uno de los factores que
merece la pena tener en cuenta es la escasa saliencia acústica de la na
salidad en las vocales altas. En portugués, las vocales altas son especial
mente susceptibles de pronunciarse con resonancia nasal, aun cuando
no haya una consonante nasal en su entorno:
(67) sim por sí (se suele pensar en el influjo de nao ‘no; < NON, pero si
‘sí mismo’ también se nasaliza en las variedades no estándar; en este
caso se habla de influjo de mim ‘mí’).
57
de denasalización hubieran establecido un contraste entre secuen
cias V(N) y secuencias VN.
C o n c l u s ió n
Lectu ra s r ec o m en d a d a s
58
ciones recientes sobre lingüística románica y sobre cada lengua ro
mance. Los últimos estudios aparecen recogidos en las actas del con
greso internacional trienal de la Société de Linguistique Romane y en
las publicaciones anuales basadas en el American Symposium in Ro
mance Linguistics y los Romanistentagen alemanes. Entre las publica
ciones periódicas que se ocupan de las lenguas romances hay que ci
tar el Zeitschriftfür romanische Philologie, la Revue de Linguistique Romane,
la Revue de Langues Romanes, Romance Phiklogy y (desde 1989) Probus.
Para las obras que se mencionan explícitamente en este capítulo, véa
se la bibliografía general, y para obras sobre lenguas concretas, véase el
capítulo 5. Véase también, sobre la historia de la lingüística románica,
Bahner (1983), Niederehe y Schlieben-Lange (1987), Bossong (1990),
y sobre la inacusatividad Burzio (1986). Sobre las nasales, Tranel
(1981), Hajek(1997).
59
P r im e r a p a rte
Las semejanzas
1
¿Qué es una lengua romance?
(primera parte)
1.1. ¿Q ué es u n a le n g u a ro m a n c e ?
a) Características morfosintácticas
63
mente romances, lo hacemos porque su morfología y su sintaxis se di
ferencian de manera abierta y sistemática de las de sus correlatos
metropolitanos. Aunque puedan diferir fonológicamente de sus res
pectivas lenguas nodrizas, son sus características morfosintácticas las
que conducen a los lingüistas a asignarlas a una categoría separada de
lenguas, que incluye también a otros criollos, pero no al romance. En
el capítulo 2 prestaré especial atención a este tipo de lenguas en un in
tento de definir los límites de la «romanicidad».
Las lenguas romances estándar comparten muchos rasgos de los
que carecen los criollos: por ejemplo, género nominal, concordan
cia, artículo definido, y, lo que es más importante, flexión verbal
morfológica. Por lo general, las características morfológicas que cons
tituyen los restos latinos más claros —y que sobreviven mejor en los
verbos que en las categorías nominales— se consideran como especí
ficamente romances.
Sin embargo, desde el punto de vista tipológico no hay mucho que
nos permita distinguir las lenguas romances estándar de otras lenguas
indoeuropeas modernas. Si las comparamos con el inglés, por ejemplo,
nos percataremos de que difieren en que poseen género nominal y un
sistema flexivo verbal más rico, en la aparente ausencia de una catego
ría morfosintáctica específica de verbos modales, en su distintivo siste
ma de pronombres objeto elídeos y en sus verbos pronominales. Pero
se parecen en que ambas conservan el número en los nombres y en
que han desarrollado formas perifrásticas de perfecto y de pasiva.
Es habitual afirmar que el orden de palabras romance dominante
en las lenguas nucleares y en los criollos, es SVO (subjeto-verbo-obje-
to), a diferencia del orden SOV del latín. Sin embargo, en muchas va
riedades el pronombre objeto «átono» precede a las formas personales
del verbo. Casi por doquier el orden de palabras está pragmáticamen
te determinado, y existe una tendencia a colocar el verbo en primera
posición. En algunas variedades suizas del retorromance (y en francés
antiguo) domina el orden que coloca al verbo en ei segundo lugar de
la oración, como hace el alemán. En muchas variedades los auxiliares
y los modales preceden al verbo léxico en las construcciones compues
tas y perifrásticas, como ocurre en inglés: aunque, en secuencias no
marcadas, los adjetivos suelen seguir al nombre, las excepciones son
numerosas: sobre todo en las lenguas literarias, donde se pueden con
seguir efectos estilísticos mediante la variación del orden (véase 3. 4).
La comparación con el inglés, por supuesto, solo se hace a efectos
ilustrativos: varias de las características citadas para distinguir el ro
mance del inglés aparecen en otras lenguas indoeuropeas.
64
b) El «arquetipo» romance
65
ner en cuenta el uso real, al tiempo que atendían a convenciones lite
rarias antiguas. En el caso del catalán, ha sido muy acusado el influí c
del castellano en la época moderna, aunque el estandár, tal y como ss
enseña, intente minimizar sus efectos.
Basándome en criterios léxicos y sintácticos, yo considero que e^
italiano es el candidato privilegiado para el título de arquetipo roman
ce, pues es una lengua que tiene mucho en común con cada una de
las demás. En cierta manera es tan cercano al latín que, como hemos
visto ya, ha sido confundido con una vanedad coloquial del latín lite
rario. A lo largo de su historia, se ha ido constituyendo cuidadosa
mente como lengua «ilustre» sobre el modelo del latín clásico, hasta
tal punto que algunos dudan de que podamos considerarla realmente
una «lengua natural». El término «italiano estándar» ha sido descrito
incluso como «etiqueta hasta cierto punto ficticia... para circunscribir
un concepto desesperantemente vago», pues la lengua que describen
las gramáticas apenas si se puede oír, en su versión pura, en el habla
coloquial de Italia.
La elección del italiano (el moderno sucedáneo geográfico de un
latín popular histórico) como arquetipo puede ser discutida con el ar
gumento de que confunde criterios sincrónicos y diacrónicos: lo que
yo defiendo es que para comparar las lenguas románicas hay que te
ner en cuenta ambos tipos de criterios.
c) Grados de «romanicidad»
66
nos. También ha conducido a la convergencia la influencia mutua. Po
dría explicar igualmente los rasgos comunes algún tipo de «deriva» sa-
piriana (véase capítulo 4).
67
vaciones al club románico de las lenguas literarias, que deben gran
parte de su peculiar identidad a una deliberada diferenciación llevada
a cabo en el proceso de estandarización, pero que también han con
servado, o recuperado, gran parte de la tradición latina y han interac
tuado cultural y lingüísticamente entre sí y con el latín en las distintas
etapas de su historia.
1.2. M a r c a d o r es d e perso n a
1 -O -o -o [u] -o
2 -s -S - s t í] -i
3 -T 0 0 0
4 -MUS -mos -mos [m u j] -iamo
5 -TIS -is -is [ij] -te
6 -NT -n -m [~] -no
68
sujeto con un cierto grado de énfasis. Para facilitar las referencias, em
pleo las etiquetas «l.a-6.a personas» (p.l.a-6.a), pero puede ser más reve
lador pensar en las personas 4.a-6.a como plurales de las personas l.a-3.a.
En el presente de indicativo, que posee, por lo general, el sistema
más rico de desinencias de persona, estas desinencias reflejan la evolu
ción regular del latín. Las desinencias regulares aparecen en la tabla 1.1.
Excepto en la 1.a persona, las desinencias latinas están precedidas por
la vocal temática: A, E o i. El acento recae en la raíz salvo en la 4.a
y 5.a personas (p. ej. -AMUS, -ATis), en las cuales se acentúa la vocal te
mática, que es larga (en latín, el acento recae regularmente en la penúl
tima sílaba a menos que su vocal sea breve y esté en sílaba abierta: véa
se 3. 3). Las tres lenguas romances citadas continúan, en conjunto, las
formas latinas, aunque usan un marcador cero para la 3.a persona,
pues ban perdido la -T latina, de la cual quedan reflejos gráficos en los
primeros textos vernáculos. )
Con todo, el cuadro es mucho más complicado de lo que podría
hacer pensar esta esquemática descripción. A continuación, haré al
gunas observaciones para ofrecer un cuadro más preciso de lo que
sucede.
Esta persona estaba marcada por -des < -Tis en español antiguo,
como ocurre en algunos dialectos modernos. Esta terminación fonéti
camente regular dio paso a la moderna en la lengua estándar. Se man
tuvo hasta el siglo xvil, por lo que el acento recaía en la antepenúlti
ma sílaba (como en el imperfecto cantávades), pero en el presente de
indicativo su declive empezó en el siglo xrv. En portugués todavía se
emplea -des en el llamado infinitivo personal y en el futuro de sub
juntivo (p. ej ./alardes). Veremos más adelante que en algunas vaneda-
des de Hispanoamérica otras formas reemplazan a la de 5.a persona.
69
través de la forma del verbo «ser» siamo (por s i m u s ). Muchos dialectos
han generalizado -amo o - o t o .
70
de Lisboa se pronuncia un diptongo nasal -[b w ], am, [éj] em; en Bra
sil, sin embargo, se pierde el timbre nasal, por lo que la 6.a persona es
idéntica a la 3.a.
1. -o -lAe -o/-u
2. -s -s -s
3. 0 0 ■t
4. -m -m [n] -mus /-us
5. -n -tz -d.es/-is
6. -n -m -n/-nt
71
Muchas variedades del occitano moderno —desde el siglo XVII.
quizás por influjo del francés— tienden a generalizar el uso del pro
nombre sujeto, en especial con las formas de 3.a persona:
(5) plóu deparas ‘llueven piedras’, canta Vausél (fr. ga chante, Foiseau) ‘está
cantando el pájaro’.
c) Rumano
La desinencia -i de 2.a persona (grafía que se utiliza para [j] tras vo
cales o para señalar la palatalización de la consonante precedente)
recuerda al italiano: algunos creen que en ambas lenguas la vocal o
semivocal palatal es la evolución fonética de la -S final latina, o in
cluso de -AS (véase 6. 2).
72
d) E l retorromance
73
raíz (p. ej. affeK a f f l o ) . Aunque la primera explicación pueda pa
recer injustificada, podemos compararla con el uso «pleonástico» de
un pronombre femenino la (¿originariamente neutro?), por ejem
plo, en el florentino:
(12) Pádola (Comelico) Lujs lava ‘él se lava’ / Lueri s lava ‘ellos se lavan1.
(14) i/a ciol ‘yo cojo, él coge’, pero láan ti ‘yo canto’ / A ciante ‘él canta'.
74
e) Elfrancés
(15) chante (fr. antiguo cbant), -es, -e, -ons, -ez, -ent.
La pérdida de las vocales finales átonas y de las consonantes, com
pletada al principio del periodo moderno del francés (principios del si
glo x v i i ) , condujo a la homonimia de todas las formas fuertes (acentua
das en la raíz) en la lengua estándar, y hacia la misma época, empezó a
ser obligatorio el uso de los pronombres sujeto, salvo cuando el sujeto
es un nombre. Los dialectos a veces distinguen las formas verbales del
singular y del plural mediante la flexión, no con pronombres diferentes:
75
Algunos defenderían que ejemplos como (17) y (18) suponen una
dislocación a la izquierda, por la cual el sujeto nominal se coloca en
una posición de tema externa a la oración, y es duplicado por el pro
nombre dentro de la cláusula. Otros sostienen que el pronombre es
parte de la flexión verbal. La postura adoptada depende en gran medi
da de los juicios sobre los patrones de entonación, y de la posibilidad
de emplear el pronombre para duplicar los sujetos nominales indefini
dos (como «alguien», etc.). En el francés estándar, por ejemplo, no su
cede esto, a diferencia de lo que ocurre en muchas variedades dialec
tales:
(21) fr. Upleut, ilfaut / it. Piove, bisogna ‘Está lloviendo’ / ‘Es necesario
que...5.
(22) [i'Ját] ü(s) chante(nt) ‘Él canta, ellos cantan’, pero [i'lem] il aime £é;
ama’ / [i'zem] ils aiment ‘ellos aman5.
76
f) Pronombres anafóricosy deicticos
(23) fr. ilvient/nous venons /vous venez; it. viene / veniamo/venite; esp. vie
ne / venimos / venís.
(24) 4.a p.: esp. -amos, -emos, -irnos; 5.a p. -ais, -éis, -ís / ptg. -ais, -eis, -is.
Nos podemos preguntar qué sucede con estas dos personas para
que necesiten una caracterización especial. Quizás tenga que ver con
su complejidad semántica: «nosotros» puede ser inclusivo («yo y tú»)
77
o exclusivo («yo + él o ellos») (distinción que no está gramaticalizada
en romance), mientras que la segunda persona, originariamente plu
ral, se ha solido emplear como forma cortés de tratamiento para un
único destinatario.
i) Honoríficos
(25) esp. usted (originariamente vuestra merced) y también él, ella en la len
gua antigua y en el uso dialectal; it. dial. (Génova) vosa (de vostra
signoria); ptg. o senbor, vocé (de vosse mercé).
78
ii) El voseo
79
(31) On chante ‘uno canta’ sustituye normalmente a nous chantons] nous
on va ‘nos vamos’.
Parece que la forma on (véase 6. 5) es la única forma coloquial
de 4.a persona en la mayoría de las variedades americanas.
En las variedades coloquiales del toscano el uso de una forma pro
nominal (reflexiva) de 3.a persona ha reemplazado prácticamente a la
forma de 4.a persona:
80
(35) Penseno ‘Pensamos’
donde no hay marca gráfica del acento, es posible que este recayera so
bre la raíz como ocurre en la 6.a persona (pénseno). Pero en ciertas va
riedades del toscano moderno sobreviven formas similares, con el
acento en la desinencia. Es posible que aquí se haya producido la en
clisis del pronombre no ‘nosotros’ a una forma apocopada de 4.a per
sona. Así:
81
caso. Si lo comparamos con nuestra lengua romance «arquetípica», la
diferencia tipológica parece radical.
Hemos visto, no obstante, que en el grupo de las lenguas roman
ces existe una gradación que en su límite más alejado ya no presenta
un contraste agudo con los criollos. Algunos colocarían la línea divi
soria entre aquellas lenguas que recurren a las desinencias flexivas para
marcar la persona del verbo (identificables, en un sentido amplio, con
las lenguas de sujeto nulo o pro-drop de los estudios generativistas ac-
tuales) y aquellas que se sirven de pronombres sujeto antepuestos: el
francés, el italiano septentrional, el español de Santo Domingo y
el portugués de Brasil caerían del lado de los criollos.
La hipótesis de que existe una diferencia en la fijación de paráme
tros que divide las lenguas romances en dos grupos en virtud de este
hecho se enfrenta a una multitud de problemas empíricos, y ha de
sembocado en refinamientos de la hipótesis que a veces dan la impre
sión de que han perdido de vista los datos. Por ejemplo, se traza una
distinción entre los «clíticos fonológicos» de las variedades del norte
de Italia, donde se trata a la forma pronominal como parte de la fle
xión, y los «clíticos sintácticos» del francés, donde se asume que el
pronombre ocupa una posición sintáctica propia. Si tenemos en cuen
ta el uso no estándar, tal distinción deja de ser nítida.
82
pero donde con frecuencia se utilizan los dos (mi a canti). El pronombre
proclítico, en algunas variedades, distingue las personas 2.a, 3.a y 6.a,
y ocasionalmente, la 1.a.
(42) A te ve via ‘Te vas’, A veto vía? ‘¿Te vas?’, A no tepañi mai T ú nun
ca hablas’.
83
(43) A névega ‘Está nevando’.
84
en los textos una relación directa entre la pérdida de V2 y el uso obli
gatorio de pronombres no han logrado un éxito total. Que no existe
una conexión causal simple parece desprenderse de la comparación
con aquellas variedades sobreselvanas del retorromance que poseen
V2 y una rica morfología verbal, pero que también utilizan pronom
bres tónicos con marcación de caso:
Factores sociolingüisticos
Hay que tener presente que el francés moderno está muy estandari
zado. Los jueces de la corrección lingüística del siglo x v t i decretaron que
las variantes que permitían la ausencia de pronombres sujeto eran ina
ceptables y arcaicas, arguyendo que fomentaban posibles ambigüedades.
Los textos anteriores a esta época muestran alguna variación, pero es di
fícil toparse con usos verdaderamente coloquiales. Por ello, sólo pode
mos extrapolar a partir de datos fragmentarios para contrastar las hipóte
sis que sean formuladas dentro del marco de las teorías actuales.
La estandarización en este caso, como en otros, tuvo el efecto de
distanciar al francés del círculo íntimo del «club» románico. La elegan
te sociedad francesa del siglo x v t i abandonó la tradición y alimentó
una modernidad radical. El ideal de claridad y elegancia en el uso de
la lengua renunció a la elipsis y favoreció la marcación explícita de los
constituyentes oracionales.
Los pronombres sujeto del francés en el siglo x v i i eran siempre
proclíticos al verbo y no podían recibir acento. Las formas tónicas,
que originariamente eran no nominativas (como moi, toi < m e , t e ) se
empleaban para señalar el énfasis, junto con las clíticas:
Son las formas oblicuas, no las clíticas, las que constituyen los úni
cos pronombres personales de los criollos franceses. Existe una seme
85
janza mayor a este respecto entre el francés y las variedades italianas
del norte, donde el clítico sujeto puede ser considerado como un ele
mento flexivo, que entre el francés y los criollos.
Así pues, podemos mantener que en el uso de los marcadores de
persona la mayoría de los criollos se apartan de las lenguas romances
propiamente dichas, aunque el retorromance sobreselvano y el portu
gués brasileño no estándar posean propiedades de tipo criollo.
1 .3 . E l g én ero d e lo s n o m br es
86
que la consonante precedente se pronuncia. En algunas variedades,
por el contrario, se pronuncia como un schwa [a], y en algunos dia
lectos (p. ej. en Normandía) cambia el timbre o la longitud de la vo
cal precedente antes de perderse.
Las marcas de las palabras de la primera y segunda declinación del
latín no son, sin embargo, índices totalmente fiables del género: en
concreto, algunas formas en -a son masculinas y designan seres huma
nos masculinos:
a) Neutros latinos
(49) PRATUM ‘prado’: fr. pré, it. prato, esp.prado, occ., cat. prat;
OVUM ‘huevo’: fr. oeuf, esp. huevo, ptg. ovo, occ. uou, cat. ou, (para
rum./it. m. ou/uovo, f. plural oua/uova, véase infra).
(50) c a p u t ‘cabeza’: fr. chcfi it. capo, esp., ptg. cabo\ occ., cat cap m., cá
pete f.pl.; p ectu s ‘pecho5: fr. ant. piz, it. petto, esp. pecho, ptg. peito,
occ. peitz, cat. pit (rum. piept ‘solapa5es masculino, pero véase infra
para piept ‘pecho5).
87
feuille (fr. ant. también fueil m.), it.foglia {/foglio ‘hoja de papel’), esp.
hoja, ptg. folha, occ .folha (Ifohl), cat .Julia (ífull), rum .foaie; g a u d ia
‘alegrías’: fr. joie (fr, ant. también joi m.); it.gioia ‘alegría, joya’, esp.
joya, etc. parecen préstamos del francés (compárese esp. gozo).
b) Fluctuación de géneros
(52) m ar, m aris n. ‘mar’ : fr. mer £, it. mate m., esp., ptg. mar m. (f. en
esp. ant. y en dialectos modernos, así como en algunas expresiones,
p. ej. en alta mar), occ, mar m. o f. , cat. mar m. ‘cuerpo de agua5, f.
en otros usos, rum. more £; la c , l a c t is n. ‘leche’: fr. lait m., it.
latte m., sardo latte f , esp. leche £, ptg. leite m., occ. lach m., cat. llet £
(para rum. lápte, véase infra). SANGUEN, SANGUINIS n. / SAN-
guis, san g u im s m. ‘sangre’: m. en casi todas partes excepto
occ. sangm. o £, cat. sang f. y esp. sangre £ (para rum. singe, véase in
fra). MEL, MELLIS n. ‘miel’: £ en rum. (miere), muchos dialectos
del it. y del ret., cat, (mel) y esp. (miel), pero m. en los demás; PONS,
pon tis m. ‘puente’: fr. pont, it. ponte, esp. puente m., pero esp. ant.
puente, ptg. ponte £; v a lle s , v a llis £ ‘valle’: it. valle, rum. val £, fr.
val, esp. valle m.
No es extraño que existan herederos tanto masculinos como femi-
nos de nombres de la tercera declinación latina en una misma lengua:
(53) esp. lafrente, it. lafronte l esp. elfrente, it. ilfronte (fro n s, fr o n t is £);
it, lafine ‘fin, término’ / ilfine ‘fin, propósito’ (finís m. a veces £); fr.
de vieiUes gens (£) ‘personas mayores’ / des gens ennuyeux (m.) ‘gente
aburrida’ (gens, GENTis £).
(54) DOMUS £ ‘casa’: it. duomo ‘catedral’; p o r tic u s £ ‘porche’: fr. porche,
it.portico\ cor
c o r n ü n.: fr. , it. corno,esp. cuerno, ptg. corno
(pero
n u ru s ‘nuera’, está atestiguada desde antiguo con la forma de
NORA).
En los dialectos de Campania (sur de Italia) perviven algunos rasgos
distintivos de la cuarta declinación: se utiliza la misma forma para
el femenino singular y el plural en esas palabras:
(55) a cus, a c ü s , f. ‘aguja’ > ago (it. m. ago / aghi); fícu s, ficü s, f. ‘higo’
figo (it. va.Jico / jichi).
m anus ‘m a n o ’ (p a la b r a q u e se a p r e n d e e n la p r im e r a in fa n c ia ) h a
c o n s e r v a d o e x c e p c io n a lm e n t e su g é n e r o f e m e n in o e n c a s i t o d a s la s
le n g u a s , in c lu s o a u n q u e t e n g a u n a v o c a l fin a l d e r e m in isc e n c ia s m a s
c u lin a s :
Parece que las formas plurales de esta palabra sucumbieron más rá
pidamente a este cambio analógico en el uso dialectal. En casi to
dos los sitios el diminutivo y otros derivados de MANUS tienen
terminaciones abiertamente femeninas (aunque en engadino mau-
nin es femenino y manut es masculino):
(58) it. manina, manuccia, esp. manila, ptg. maozinha, rum. minuta
(59) amour f. -> m. ‘amor’ (AMOR, AMORIS m.), onor f. -> honneur m.
‘honor/honra’ (h o n o s, h o n o r ís m.), espace f. -> m. ‘espacio’
(spatium n.), image m. (en origen no nominativo) -> £ ‘imagen’
(IMAGO, IMAGINE f.).
89
c) éGénero «neutro» en romance?
i) Español
90
pronombre en el caso de que acompañe a un sustantivo es más evi
dente en español con la forma indefinida. En este caso la forma pro
nominal (uno) puede considerarse un numeral:
ii) Asturias
91
de artículo definido, pero en algunas variedades los nombres de signi
ficado no contable pueden tener una -o final distinta de la -u normal
del masculino, que a veces provoca metafonía (4. 2).
(67) Tien el pelo (n.) rojo / Kayu i un pilu (m.) ‘Tiene el pelo rojo / Se le
cayó un pelo’
Ye defierro (n.) / D a me isifiirru (m.) ‘Es de hierro / Dame ese hierro’
(68) Apúñeme (pélame) la cebolla blanca (£) / Semó la cebolla blanco (n.); el
piefriu (m.) / el arrozfrío (n.); la casafría (f.) / el aguafrío (n.); el orne
buenu (m.) / la mujer buena (f.) / ¡agente bueno (n.).
(69) loferro (n.) ‘(el) hierro’, lo pesdo (n.) ‘(el) pescado’ / lu pjettu (m.) ‘el
pecho’, lupesciu (m.) ‘el pez’.
(70) o latte (n.) ‘(la) leche’ / u prattu (m.) ‘el prado’; lu pan (n.) ‘(el) pan’ /
92
ju kane (m.) 'el perro’; le sangue (n.) ‘(la) sangre’ / i pete (m.) ‘el pie’; le
pesce (n.) ‘(el) pescado’ / lapesce (f.) ‘el pez’.
(71) Abruzzos lefáoke (n.) ‘(el) calor’ / lufúoke (m.) ‘el fuego’; le kore (n.)
‘el corazón’ (figurado, como en le kore déla notte ‘el corazón de la no
che’) / lu kore (m.) ‘el corazón’ (en otros sentidos).
(75) [na1vine] ‘vino de alta calidad’ / [nu Vina] ‘un vino’; jrpkaVells]
‘caballos de raza’ / [ika'velb] ‘los caballos’.
(76) luppane (n.) ‘(el) pan’ / lu liettu (m.) ‘la cama’; u ssale (n.) ‘(la) sal’ / u
nase (m.) ‘la nariz’.
(79) le ñire (n.) ‘(la) negrura’ / lu ñire (m.) ‘el hombre negro’
94
(81) Issuhamagnato ‘Él ha comido’
iv) Italiano
(82) esp. el arte gótico (m.) (pero el artepoética (£)) / las bellas artes (f.) (ars ,
artis £); fr. un delice (m.) / les délices (f.) (deliciae f. pl. 'delicias’).
(83) il braccio ‘el brazo’ / le braccia ‘los brazos’ (bracchium n.); il lab-
bro ‘el labio’ / le labbra ‘los labios (de los seres humanos)’ / i labbri
‘los labios (figurado), bordes’ también en el sentido anatómico para
‘labios cerrados’ (labrum n.); ilfrutto ‘el fruto’ / lefrutta, iJrutti
(más frecuente) ‘frutos’, también la frutta ‘fruta’ (colectivo) con el
plural lefrutte o (más arcaico) k frutta (véase esp. elfruto / la fruta)
(frü ctu s m. 4.a declinación); Vuovo ‘el huevo’ / le uova ‘(los) hue
vos’ (ovum n.).
95
(84) surmeirano igl meil ‘la manzana’ / la meila ‘(las) manzanas5; engadi
no il daint cel dedo5/ la dainta ‘(los) dedos5; il hosca ‘árbol5/ la hosca
‘el bosque5.
Parece que algunos dialectos tratan las formas duales como mascu
lino singular (así sucede en toscano) o como masculino plural
(como sucede en siciliano), mientras que en otros lugares (en algu
nos dialectos centrales del sur o en el sobreselvano antiguo) la con
cordancia del adjetivo hace pensar en un femenino singular.
(88) Abbruzzos tempere ‘tiempos5 (tem pus , témpora n.), tettere ‘tejados5
(tectu m n.); Sicilia corpure ‘cuerpos5; Salento manure ‘manos5
(manus £), akure ‘agujas5(a cu s £).
96
plural n orm al se m arca con el su fijo -o r a ; am bas form as del plural
se em plean con el artículo «neutro» — véanse tam bién lo s ejem plos
(73) y (74) supra:
(89) lu dite ‘el d e d o ’ / le dete ‘(con jun to de) d e d o s5 / le detere ‘dedos (in di
vidu alm en te)5 (d ig it u s m .); lu vracce ‘el b razo 5, le vracce l o s d o s b ra
z o s5, k vraccere ‘brazos (individualm ente)5 ( b r a c c h iu m n.).
v) Rumano
(90) fir (m . sg.) / fire (f. pl.) ‘cable(s)5 (f il u m n.); piept (m . sg.) / piepturi
(f. pl.) ‘p ech o(s)5 (p e c t u s , p e c t o r a n .); timp (m. sg.) / timpuri (f.
pl.) ‘tiem po(s), tiem p o(s) verbal(es)5/ timpi (m . pl.) ‘tiem p os, ép o c as5
(t e m p u s , t e m p o r a ii.); frig (m . sg.) ‘frío5, fnguri (f. pl.) ‘escalo
fríos’ ( f r ig u s , f r ig o r a n .); sínge (m . sg.) ‘sangre5, smgiuri (raro f.
pl.) ‘asesin os5 ( s a n g u e n , s a n g u in is n. / s a n g u is , s a n g u in is m .);
lapte (m . sg.) ‘leche5, lapturi (raro f. pl.) ‘tipos de leche5 (l a c , l a c t a n.);
corp (m . sg.) ‘cu erpo5, corpuri (f. pl.) ‘cu erp o s5 / corpi (m . pl.) ‘cuerpos
(en la term in ología científica)5 ( c o r p u s , c o r p o r a n .); ochi (m . sg. y
pl.) ‘o jo(s)5 / ochiuri (f. pl.) ‘huevos fritos o p o ch ad o s, orificios5
(o c u l u s , o c u l i m.).
(91) drum (-un) (del griego b izan tin o, a través del eslavo) ‘carretera(s)5,
pod(-urí) ‘puente(s)5, ceas(-uri) ‘hora(s)5 (del eslavo).
97
E n algun os casos las d o s form as del plural se diferencian sem án tica
m ente:
(94) raul (m . sg.) o telele (f. pl.) ‘el m al’ (del adjetivo rau (m . sg.), rea (f.
sg.), rai (m. pl.), rele (f. pl.) ‘m a lo ’).
98
d) Función delgénero
(99) la Roma ‘el navio (nave f.) de guerra Roma’ / ilRoma ‘el crucero (¿n-
crociatore m.) Roma5.
99
Diferencias de tamaño
(100) esp. cuchillo í cuchilla (aunque en italiano parece que coltetto y coltella
son intercambiables y que en algunas variedades del español el fe
menino es en realidad más pequeño —en Puerto Rico, Costa Rica
y Perú cuchilla ‘cortaplumas’); esp. gorro! gorra; talego / talega-, ptg.
caldeirof caldeira', it. cavicchio ‘clavija’/ cavicchia 'perno grande, esta
ca’, buco ‘agujero’/ buca ‘cavidad’ (pero tina ‘tina’ designa una vasija
más pequeña que tino)', cat. aneü ‘anillo5/ anella ‘anilla’.
100
las diferencias gramaticales basadas en el género —aunque en Guada
lupe se pueden encentrar algunos restos de concordancia adjetival
(como en mové/movez —fr. mauvaisie)) con los nombres animados, y
en Santo Tomé se utilizan distinciones lexicalizadas como mano/mana
‘hermano/a’. No obstante, hay que señalar que en algunas unidades lé
xicas, sobre todo de los criollos franceses (más de los del Océano índi
co que de los del Nuevo Mundo) el artículo definido, que posee mar
cas de género, se ha incorporado al nombre:
(101) criollo fr. latab ‘m e sa’, lisu (chou) ‘co l’/ (cfr. tam bién Príncipe upa (o
pao) ‘p a n ’, ufbgu (ofogo) ‘fu e go ’).
Todo ello induce a pensar que las formas heredadas, que estaban
marcadas en cuanto al género, han pasado a ser consideradas entida
des sin género, inanalizables.
(102) Véclair (m .) ‘el rayo’, Vhorloge (f.) ‘el reloj’, Vouvrage (m .) ‘la o b ra’.
101
En las variedades no estándar del francés, a las palabras poco fre
cuentes que empiezan por vocal y terminan en consonante se les sue
le asignar género femenino, que era el que de hecho poseían tales pa
labras en francés antiguo. Mientras que en etapas más antiguas de las
lenguas romances los nombres femeninos eran probablemente más
numerosos (como lo son en francés), en la mayoría de las lenguas mo
dernas están equiparados con los masculinos. Esto se puede deber a la
presión, ya mencionada, de los gramáticos para conservar o restaurar
el género latino en sus descendientes romances, o a una tendencia a
asignar los préstamos no románicos más recientes al género masculi
no. Es probable que los cambios en el equilibrio entre formas con su
fijos derivativos diferentes y préstamos de otras lenguas haya tenido al
gún efecto sobre la frecuencia relativa de la asignación de género.
Por otra parte, la tradición gramatical y la correlación parcial del
género con el sexo han ayudado a conservar y reforzar lo que amena
zaba en convertirse en un sistema redundante. La ausencia de género
gramatical puede ser considerada como una de las características defi
ní torias del criollo romance, lo que lo distingue de aquellas variedades
que han seguido manteniendo alguna relación, por leve que sea, con
la tradición romance. A diferencia de otras lenguas románicas, el ru
mano, a lo largo de su historia, ha ido experimentando una reducción
en el número de los nombres masculinos y un correspondiente incre
mento en el de los nombres «sin género» (femeninos y ambigenéri-
cos). En esta lengua, como hemos visto, existe una cierta tendencia a
distinguir entre animados e inanimados sobre esa base.
1.4. A M O D O D E C O N C L U S IÓ N PARCIAL
102
gimas lenguas, en mi opinión, no constituye una clase específica y no
es continuación del sistema latino.
No obstante, el criterio más crucial para la romanicidad ha sido,
tradicionalmente, el del léxico compartido, parte del cual puede ser
rastreado hasta los orígenes indoeuropeos. En el próximo capítulo nos
ocuparemos del léxico que comparten las lenguas románicas para in
tentar extraer algunas conclusiones sobre su validez para contestar a
nuestra pregunta: ¿Qué es una lengua romance? Empezaré examinan
do cómo utilizan las lenguas criollas el material léxico románico para
funciones gramaticales que tienen una apariencia muy poco románi
ca y me adentraré en el problema de si podemos distinguir un «tipo
romance» a partir de la idea, más tradicional, de «familia románica».
Lecturas reco m en d a d a s
103
2
¿Qué es una lengua romance?
(segunda parte)
105
lenguas romances y analizaré las consecuencias que ello tiene para su
clasificación.
2.2. M o r f e m a s f u n c i o n a l e s r o m a n c e s
106
PASADO: ti / te ( < étaü) ‘era’ ;
p ro g resiv o : (a)pe (< aprés; cír. la c o n str u c c ió n p e rifrá stic a p ro g re si
v a d e l sig lo x v ii y del fra n c é s c a n a d ie n se je suis aprésfaire ‘y o e s
to y h a c ie n d o ’);
perfectivo-. fi{n) (< finir ‘te rm in ar’);
p a sa d o re c ie n te : fek ( < nefait que —‘acaba de hacer5) o soti ( < sor-
tir ‘salir5; cír. ilvientde... ‘él viene de...5, i. e. ‘acaba de...5);
n e g a tiv o : pa (< pas);
FUTURO: a ( < va; cfr. il va faire ‘él va a hacer5, pu ( < pour o pouvoir?
cfr. arcaico il estpourfaire ‘él está para h acer5y ilpeutfaire ‘él p u e
de hacer5).
(2) I na kuúri ‘El está corrien do5 / I sta na kasa ‘El está en la casa’.
107
de continuidad en el espacio y el tiempo, como sucede en algunas len
guas africanas. Las variedades de Cabo Verde también poseen una for
ma verbal continua de reminiscencia más portuguesa:
y u n ja ( V a ’) c o m p l e t iv o ; e n e s te c a s o , el m a r c a d o r t a m p r e c e d e a l
p r o n o m b r e s u je t o , l o q u e n o e s h a b i t u a l , y a v e c e s se r e p it e tra s el
v erb o :
(5) D ja n daba nha.palabra 'He dado mi palabra5 / D ja’l come dja ‘Él ha
comido ya5.
(6) Guinea-Bissau Ibajd ja ‘El se ha ido’; Santo Tomé N jla z a ‘Ya he ha
blado’.
108
En el papiamento de Curasao encontramos ta im p e r f e c t iv o y sa
(? < saber ) h a b it u a l ; ke (?< querer) parece modal, mientras que lo
i r r e a l i s (< logo) puede ser utilizado como marca de f u t u r o (al igual
que ocurre en los criollos de Asia, pero en estos suele preceder al pro
nombre sujeto y actúa como adverbio oracional). El p a s a d o ta b a ta
(antiguo ta b a , coloquial t a 'a ) parece proceder del imperfecto hispáni
co esta b a con aglutinación de ta ‘estar5(cíf. ta b a tin ‘tuvo5con aglutina
ción de tin ‘tener’).
Las variedades del español filipino también hacen uso de partícu
las de origen aparentemente romance, prefijadas a formas verbales in
variables: ta n o p u n t u a l ( h a b it u a l y p r o g r e s iv o ), y a p e r f e c t iv o
(también postpuesto al verbo) y de o a j ( ? < de, h ay) f u t u r o .
Una característica notable de muchos criollos portugueses y del
palenquero colombiano, de base española, es el uso de una partícu
la b a (o v a ) para indicar tiempo PA SA D O . Esta partícula no parece re
lacionada con el v a del pretérito catalán (véase 4. 6), sino que po
dría derivar de la desinencia -a b a del imperfecto del portugués (véa
se 3. 3). A veces se utiliza de una manera diferente a los prefijos
verbales:
(8) Guinea-Bissau Ibin ba ‘El vino’; Iprofesor ba CÉ1 era profesor’; Ikose-
bu ba ‘Él te conocía5; Cabo Verde El ta ba chigá / El ta chigá ba ‘Él so
lía llegar’; Santo Tomé E ta va nda ‘Él fue’, E tav ak a nda ‘Él iba’.
(9) Luisiana (S. Martin) mo kup ‘yo corto’ / mo kupe ‘yo corté’ —moi cou
pe / moi coupais; Reunión mi i máz / mi i mdzé yo como / comí5.
109
únicas formas tempo-aspectuales latinas que sobrevivieron intactas en
todos los «dialectos» romances son el «presente» (no marcado) y el
«imperfecto» (pasado).
Se puede defender que los prefijos verbales criollos son tan extra
ños al romance (y a otras lenguas indoeuropeas) que hay que buscar
su origen en otra parte —sobre todo si pensamos que existen caracte
rísticas similares en criollos no romances. Sin embargo, es verdad que
todos los dialectos romances han desarrollado fonnas verbales com
puestas y perifrásticas, en las cuales un auxiliar precede a una forma
no personal del verbo léxico. Algunas lenguas romances hacen más
uso de tales formas que otras.
Una característica notable es que, normalmente, la forma verbal
léxica no personal contribuye al significado aspectual o modal que se
transmite: un genmdi(v)o para el aspecto progresivo, un participio
pasado para el perfectivo o resultativo, y un infinitivo para las moda
lidades. En los criollos, la forma del verbo casi siempre se deriva de un
infinitivo originario. No obstante, los cnollos del portugués y del es
pañol a menudo conservan formas parecidas a las romances (como
hemos visto en el caso de Cabo Verde). El papiamento, por ejemplo,
distingue m a ta ‘matar’ de m a tá (< m a ta d o ) pasado, al igual que, como
ocurre en palenquero, mantiene restos del tipo PROGRESIVO estar + par
ticipio presente:
110
No hay muchos datos a favor de la idea de que en los criollos ro
mances los marcadores t a m estén, o hayan estado alguna vez, limita
dos a las funciones bioprogramáticas de Bickerton: a n t e r io r (? = mi
p a s a d o ), ir r e a l y NO p u n t u a l . La mayoría de los romances criollos
distinguen f u t u r o , h a b it u a l y p r o g r e s iv o , pero en estos dos últi
mos casos algunos emplean una forma verbal desnuda para el uno o
para el otro. En casi todos los casos los marcadores t a m se pueden li
gar etimológicamente, y, en cierto grado, funcionalmente a las forma
ciones perifrásticas romances de funciones similares. No obstante, una
diferencia que parece separar los criollos de las demás lenguas roman
ces es el hecho de que la negación aparezca tratada como modal y, en
consecuencia, forme parte del sistema TAM (para la discusión de la ne
gación romance véase 7. 4).
Ciertamente los sistemas t a m criollos son muy diferentes de los
del romance, que todavía recurre a la morfología flexiva y no a marca
dores morfemáticos independientes para señalar tiempo, aspecto y
modo. Cuando se han desarrollado formas verbales compuestas o pe
rifrásticas, estas han tendido a gramaticalizarse hasta convertirse prác
ticamente en nuevas flexiones. Por otra parte, algunos de los llamados
criollos sí que poseen rasgos verbales que recuerdan a los del roman
ce «nuclear». Para la cuestión de la «descriollización», la supuesta diso
lución de los rasgos criollos debida al contacto estrecho con lenguas
romances no criollas, véase 5. 8.
Los pronombres del «discurso» (1.a, 2.a, 4.a y 5.a personas) de las
lenguas romances son llamativamente semejantes a las del latín
(para la 3.a y 6.a personas, véase 7. 5). Hay que señalar que el patrón
latino es el que siguen la mayoría de las lenguas indoeuropeas, por
lo que es mejor hablar en este caso de una conservación duradera
de formas indoeuropeas que de conservación en el paso del latín al
romance.
111
sesivos del tipo m e u s , t u u s , n o s t e r , v e s t e r . No obstante, muchas
de las formas modernas presentan una evolución fonológica irregular,
lo que se puede deber al efecto de una nivelación paradigmática. Así
se postula una forma protorromance * v o s t r u como predecesora de
la mayoría de las formas de 5.a persona, y algunas formas de la 2.a se
han remodelado sobre la 1.a:
(11) *te u m : fr. tíen, ptg. teu (pero femenino tua), cat. teu, rum. táu /
TU UM : it. tuo, fr., cat. ton, esp. tu, tuyo (¿influido por cuyo <,
C U IU S ?).
En aquellas zonas del sur de Italia donde se reducen las vocales fi
nales a un schwa, los posesivos suelen tener una forma idéntica a la
del pronombre objeto y son enclíticas del nombre:
(15) Mauricio mo madam ‘mi mujer5, nu lakas ‘nuestra casa5; Cabo Verde
mye irmo ‘mi hermano5, portugués de Asia minhapai ‘mi padre5.
112
Algunas variedades del «núcleo» romance también prefieren la
combinación de la preposición A(D) o DE con un pronombre a las
formas específicamente posesivas.
113
(18) Cabo Verde (Sotavento) (;ños/ñozi) (de os señores), (Barlovento) bosés
(de vocé + s), Santo Tomé (i)nanse, Anobom namesezi (quizás de na,
un pluralizador de origen africano + mercés ‘merced’).
(19) Los vamos 'nos vamos5 (más vulgar Se vamos, con el reflexivo de 3.a
persona generalizada para todas ellas).
c) Preposiciones
114
Algunas preposicionespanrománicas:
(20) Guyana Li pote sa hay mo (< fr. Lui porter ga baiüe (‘dar’) moi) ‘El lo
trajo para mí’; Haití Mwé kouri ale lakay li (< fr. Moi courir aller la case
lui) cYo corro a su casa’.
2 .3 . F o r m a c i ó n d e p a l a b r a s
115
época romana y que, por tanto, están directamente relacionadas
con el latín. De los préstamos, una gran proporción han sido toma
dos directamente del latín o de otras lenguas romances, de forma
que el carácter «románico» del vocabulario es apabullante. Además,
alrededor de un 10 por ciento serán creaciones a partir de fuentes
nativas: no podemos estar siempre seguros de si esas palabras esta
ban ya en circulación durante la época imperial o si son creaciones
posteriores.
En todas las lenguas romances son semejantes los mecanismos de
creación de nuevas palabras. Es especialmente frecuente el cambio
de clase funcional — de nombre a adjetivo y viceversa, de infinitivo
verbal a nombre o de participio a adjetivo, etc.
Está también muy extendida en las variedades coloquiales la redu
plicación de adjetivos o de verbos para la intensificación:
Sin embargo, hay que señalar que las variedades del sardo em
plean con profusión una reduplicación similar:
(23) Nuoro Mori mori ‘El muere, muere’, i.e. ‘El va a morir5, Time, time
‘Él teme, él teme’, i.e. ‘Está aterrorizado5.
a) Palabras compuestas
116
Adverbios en -mente
(25) fr. doucement ‘su avem en te’, it. raramente, i t dial. (B ologn a) breve-
meint, occ., cat. beüamen(t), esp. distintamente, ptg. cruamente 'cruel
m en te’, ret. (engadino) puramaing, (sobreselvan o) fmalmein, dálm ata
(Veglia) fuartemiant, sardo finalmenti(s).
Las restricciones que pesan sobre el uso del sufijo m e n t e han lle
vado a algunos lingüistas a postular que aún conserva cierta autono
mía. Por ejemplo, de forma muy parecida al sufijo inglés -ly, se adjun
ta con más dificultades a adjetivos que designan propiedades estricta
mente físicas, lo que hace pensar que todavía posee un posible matiz
«mental»:
(26) it. *fallamente ‘ ?am ariüam ente’, '''brunamente ‘^feam ente’, 'funga
mente (en referencia al espacio) '"'largam ente’ .
117
En el francés antiguo parece que no existen ejemplos nítidos de
omisión de -ment en las secuencias; es probable que fuera ya un sufijo
adverbial, homófono con el sufijo -M E N T U M (véase infrá). No parece
que el francés haya conservado ningún otro vestigio de la palabra lati
na m e n s , salvo la actualmente extinta palabra para ‘recordar’, mente-
voir. En francés moderno, asimismo, el elemento adjetivo no siempre
está marcado explícitamente como femenino (compárese évidemment
levidamá] con evidente [evidát]).
(28) it., sardo (logudorés), esp., ptg. mente, rum. minte, ret. dolomita (Gar-
dena) ment. Esp. ant. miente sobrevivió hasta el Siglo de Oro y hasta
hoy en expresiones como traer a las mientes. Occ. ant. men (f.) no es
muy corriente hoy; cat. ment (m.) no es habitual y posiblemente sea
moderno.
(30) esp. ant. solamientre l solamiente, it. dial. (Veneto) solamentre\ lombar
do ant. malamentre\ ret. (Friuli) stupidamentri, (Dolomitas) fermamen-
ter ‘firmemente’; rum. altminteri /aimintre ‘otramente, de otra ma
nera’.
Cualquiera que sea su origen, parece que esa adición permitía di
ferenciar la terminación adverbial de las formas nominales derivadas
de m e n t e : es posible que el influjo culto condujera a la restauración
de formas más transparentes en español y en portugués a comienzos
del periodo moderno. También se ha defendido que el italiano ~mente
118
(no documentado hasta mediados del siglo xi) fue un préstamo o del
francés o del latín y no una evolución nativa, y que, por ello, no son
claras las pruebas sobre su estatuto como sufijo ligado o como forma
libre.
En el extremo sur de Italia y en Rumania no parece haber prendi
do la construcción en M E N T E , aunque se pueden encontrar algunos
ejemplos (p. ej. rum. literalmente), presumiblemente préstamos. El me
canismo más usual perpetúa el uso de la forma adjetiva neutra como
adverbio, lo que era habitual en latín tardío:
(34) fr. faux, fort\ it. alto, piano; esp. claro, temprano.
119
Deberíamos señalar que en rumano los numerosos adjetivos en -esc
(<¿ISCU, o de origen eslavo?) poseen una forma adverbial especial
en -e.}te:
b) Derivación
(36) esp. hermanito, it. omaccione ‘hombrón’, ptg. livnnho, rum. carliccicá
librito’, cat. cadirota ‘silla vieja y fea5, occ. galinassa ‘gallinaza’, ret.
(sobreselvano) viatscha ‘mala carretera’, sardo (Nuoro) minoredded-
déddu ‘muy, muy pequeño’ (con tres repeticiones del sufijo diminu
tivo).
i) Prefijos
120
ber sentido una particular predilección por las formas extensas —con
afijos intensificadores o expresivos— que han sobrevivido en roman
ce a expensas de formas simples y que ya no se identifican como deri
vadas;
(38) fr. acheter ‘co m prar’ < a d -c a p t a r e ; it. cominciare, fr. commencer, cat.
comensar, esp. comenzar, ptg. comegar < CUM-in it ia r e ; fr. souffler, it.
soffiare, esp. soplar, ptg. soprar, rum . suflá < s u b -f l a r e .
(39) it. riandare volver, esp. realzar, ptg. realgar (intensificador), fr. ravoir
‘recuperar, rum. revedea ‘ver de nuevo’.
(42) it. discaricare, esp. descargar, fr. défaire, rum. desface ‘deshacer.
ii) Sufijos
121
(43) it. salvazione ‘salvación’ / venagione ‘juego, carne de venado’; esp. li
gación / ligazón.
El s u fijo -t i o n e ( m ) e s m u y p r o d u c t iv o :
(45) fr. chercheur ‘investigador’,fermier ‘granjero’; esp. hablador, cartero; it. cac-
ciatore ‘cazador5, calzolaio ‘zapatero’; cat. bcvedor ‘bebedor’, marinercma
rinero’; rum. ántator ‘cantante’ (no directamente del latín c a n t a t o r ,
sino de ant + sufijo -atar), pingar ‘labrador’; ret. (sobreselvano) mulgider
‘lechero’; sardo (logudorés) piskadore ‘pescador’, krabardzu ‘cabrero’.
(46) fr. ruelle ‘callejón’, it. paesetto ‘pueblo pequeño’, esp. bolsillo; rum.
barbátel ‘hombrecillo’, sardo kateddu ‘perrito’.
122
Otros sufijos adjetivales que han seguido siendo, en general, pro
ductivos o al menos separables, son los siguientes:
Sufijos adjetivales:
-e n s e ( m ) e s t a m b ié n b a s t a n t e p r o d u c t iv o , e s p e c ia lm e n t e p a r a fo r
m a r a d je t iv o s a p a r tir d e t o p ó n i m o s :
(47) fr. bolognais, namurois\ it. milanese\ esp. aragonés, rum . englez, sardo
kagliaresu.
2.4. L é x ic o c o m p a r t id o
123
que de las léxicas. En las dos secciones siguientes ejemplificaré prime
ro con los numerales y después con otro «vocabulario básico».
a) Numerales
i) Numerales del 1 al 10
(49) (m./f.) rum. doi/douá, sardo duos/duas, ptg. dois/duas, ret. (Müstair)
doi/dos, it. dial. (Venecia) du/do.
(50) engadino dua (traía) bratscha, sobreselvano dua (treí) bratscha ‘dos
(tres) brazos’.
124
latina del nueve no se conserva en ninguna zona y para 8 y 10 la
croata ha desplazado a las latinas en algunas variedades):
125
(54) 17: 10-7: fr. dix-sept, cat. disset, sardo degbesette; 10 AC 7: it. diciasset-
te, ptg. dezassette\ 10 ET 7: esp. diecisiete, occ. ant. detseeset.
(55) fr. seize, it. sedici, cat. setze, engadino saidesch < SEDECIM / esp. diezy
seis, dieciséis, ptg. dezasseis.
iii) Decenas
iv) Centenas
(57) rum. douá sute, it. duecento, cat. doscents, ret. (engadino) diatschient, fr.
deux cents, esp. doscientos ‘200’ (i.e. ‘2 -100(5)’ comparado con la for
ma latina lexicalizada d u c e n t i ) .
126
b) Vocabulario básico
127
Por el contrario, otro criollo «cimarrón», el angolar de Santo Tomé,
todavía posee casi un 70 por ciento de su vocabulario básico del por
tugués. El papiamento de Curagao sigue siendo igualmente romance
aun cuando un 28-30 por ciento de su vocabulario sea de evidente ori
gen holandés, fundamentalmente en las zonas menos «básicas» del lé
xico, pero con ejemplos como:
128
En siete casos se utilizan formas derivadas o relacionadas, pero no
es difícil descubrir la relación:
129
no de préstamos de otras lenguas. En lo que concierne al vocabulario
«básico», esto es lo que ocurre con muchas de las diferencias léxicas exis
tentes entre las lenguas romances modernas, como veremos más adelan
te. No es raro que se encuentren diferencias semejantes entre dialectos
vecinos y mutuamente inteligibles; de hecho, se puede defender que los
hablantes de una pequeña comunidad eligen, para el uso normal, de en
tre los posibles sinónimos, aquellas piezas que no se utilizan en el pueblo
vecino. De esta forma, la comunidad puede resaltar su identidad propia,
sin impedir la comunicación cotidiana (véase 5.4).
Las diferencias en el vocabulario básico entre las lenguas criollas y
las «nucleares» parecen consecuencia de desplazamientos semánticos
que se pueden conectar con condiciones ambientales y sociocultura-
les. Los criollos franceses, por ejemplo, suelen emplear palabras más
arcaicas o populares que el francés estándar;
(60) ba(j) < baiUer por donner ‘dar’, guetter lanzar’ por regarder ‘mirar’, rete
< rester ‘permanecer, estar’ por habiter Vivir, habitar’.
(61) ‘llegar a la playa’ > it. arrivare, sardo arribare, fr. arriver,
*a d r ip a r e
cat., occ. arribar ‘llegar’, p l i c a r e ‘plegar (las velas)’ > esp. llegar, ptg.
chegar, rum. a pleca ‘marcharse’.
2 .5 . P r é s t a m o s
130
(62) be (b ib e r e ) / popíi ‘beber’; munká ( * m a n d u c a r e ) / poidii ‘comer5.
(63) ‘cuerpo’ Santo Tomé ubwé / Cabo Verde korpe (ptg. corpo); ‘vacío5
Santo Tomé duji / Cabo Verde baziu (ptg. vazíó).
2 .6 . ¿ E s t á n m u y c e r c a l o s l é x ic o s
D E LAS LENGUAS R O M A N CES?
131
(65) [vi], [ami].
2.7. ¿La r o m a n ic id a d c o m o c o n t in u u m ?
132
tima, normalmente afirmarán su afiliación independiente al latín,
como miembros de pleno derecho del club y no como meros satélites
de las lenguas «grandes». Otras variedades — como algunos criollos—
buscan su identidad cultural en otros sitios. Otras están condenadas al
declive y a la muerte conforme sus hablantes desaparezcan o despla
cen su fidelidad a otras lenguas. Esto es lo que está sucediendo con el
portugués de Asia, con el francés de Louisiana, con el judeo-español,
con el istrorrumano, como ocurrió en el pasado con las variedades ro
mances que se hablaban en Dalmacia y en algunas zonas que hoy son
germanohablantes y a aquellas que probablemente se hablaron en el
norte de Africa y en Bretaña.
Pero, claro está, no puede unirse al club cualquier lengua. Tendría
que estar, en primer lugar, relacionada con la familia romance. Esta es
una metáfora clásica de la filología comparatista, que designa a un gru
po de lenguas que están relacionadas en tanto que son variantes mo
dernas de lo que era en el pasado un única lengua. La (inexacta) ana
logía con una madre y sus hijos refleja la visión de las lenguas como
organismos que nacen, crecen y mueren.
Yo me he servido aquí de las correspondencias léxico-fonéticas
existentes entre unidades léxicas básicas y morfemas gramaticales
como requisito indispensable para ser miembro del club. Dónde se
debe trazar la línea es, por supuesto, una decisión arbitraria: quizás
se podría incluir una lengua con más del 50 por ciento de unidades
nucleares claramente romances. Esto excluiría al inglés (aun cuando se
utilicen numerosas palabras francesas y latinas en el vocabulario más
amplio) y al saramaccano. Ese criterio permitiría incluir a muchos
otros «criollos romances», incluso al angoleño, y, todavía (pero ¿por
cuánto tiempo?) al istrorrumano.
Dentro de la familia habría parientes más y menos cercanos: yo he
defendido que el italiano constituye el centro del grupo familiar, y
que el rumano y el francés (incluidos los criollos franceses) ocupan
posiciones más periféricas. El rumano, no documentado antes del si
glo xvi, parece que se ha acercado más a la familia desde el siglo xvtii,
momento en el que sus hablantes más prestigiosos comenzaron a so
licitar su admisión como miembros del «club» favoreciendo las varian
tes léxicas romances a expensas de las eslavas, turcas, albanas o griegas.
He abordado, sin resolverla, la cuestión de la existencia de un
«tipo» romance, que se definiría mediante criterios más morfosintácti-
cos sincrónicos que socioculturales o históricos. Prestaré más atención
a los factores socioculturales en el capítulo 8, mientras que en el capí
tulo 5 estudiaré la criollización como proceso histórico.
133
Aigo que creo haber demostrado es que, en eí extremo, las lenguas
criollas pueden tener un tipo de sistema verbal diferente al de otras
lenguas romances, aun cuando el «verbo romance» y el «verbo criollo»
presenten una gran cantidad de variación y a veces se superpongan.
También he sostenido que el sistema nominal de dos géneros, distin
to del sistema triple del latín, es una característica romance que no
aparece en ninguno de los criollos.
La mayoría de las características comunes del romance, aunque no
todas, son herencia del latín. En el siguiente capítulo observaré más de
cerca la relación entre el latín y el romance, y resaltaré tanto las dife
rencias como las semejanzas. En el capítulo 4 estudiaré en concreto
las características que comparten la mayoría de las lenguas romances,
pero que están ausentes del latín.
Lectu ra s r ec o m en d a d a s
134
3
Latín y romance
3 .1. D e r iv a c ió n
135
Ya he señalado que la filología comparativa tradicional sostiene
que lenguas distintas que comparten un buen número de elementos
léxicos básicos, cuyas formas fonológicas mantienen relaciones regula
res, deben de haber sido en un periodo anterior una y la misma len
gua. Los métodos desarrollados para la reconstrucción de la protolen
gua original están, como hemos visto, justificados por los resultados
de las reconstrucciones romances, las cuales suelen coincidir con las
formas latinas documentadas. Pero también es verdad que no hay tes
timonios latinos de algunos rasgos que comparten las lenguas roman
ces; de ahí las discusiones existentes sobre qué tipo de relación existe
entre la lengua de los textos clásicos y nuestra reconstrucción deí pro-
torromance o latín vulgar.
3 .2. P r o t o r r o m a n c e o la tín v u lg a r
136
mánico o el indoeuropeo no prendió hasta bastante entrado el siglo xrx.
Sólo más recientemente se ha prestado mucha atención a las discre
pancias que separan la pobre documentación textual del latín colo
quial y los frutos de la reconstrucción del protorromance.
a) Latín popular
Algunos autores piensan que el acento tonal, descrito por los gra
máticos latinos, podría haber sido en realidad un artificio del lengua
je literario, fruto de la imitación del prestigioso griego. Algunas voca
les breves que aparecen en la penúltima sílaba de las formas clásicas
137
podrían ser fruto de una inserción (anaptisis) entre secuencias de con
sonantes, inserción quizás favorecida por la pronunciación «tonal» de
moda. En ese caso, es posible que nunca fueran adoptadas totalmen
te por la lengua coloquial. Se puede trazar un paralelismo con desarro
llos posteriores del romance. En italiano estándar, por ejemplo, sobre
viven formas no sincopadas (véase 7. 2):
(4) it. dial, tola, tabia para distintos usos especializados como ‘banca de
zapatero, tablero de ajedrez, etc.’; fr. tole ‘chapa’.
Compárese también:
(5) it. m o d . anima, ‘alm a, espíritu’, rum . inima ‘co razó n ’ / it. ant. alma,
arma, fr. ame (ant. armé), esp., ptg. alma < a n im a .
Son muy comunes en italiano, y no sólo en palabras cultas, las de
nominadas sdrucciok («esdrújulas»), con acento en la antepenúltima sí
laba. A veces surgen dudas sobre cuál es la pronunciación correcta, y
se evita, en general, la acentuación de secuencias con aspecto de sufi
jos, como -ola, -ida. Una prueba de que ha habido, más que conserva
ción, restauración de la sílaba átona la proporciona la ausencia, no in
frecuente, de correspondencia entre la vocal actual y la del étimo latino:
(6) attimo ‘momento’ < ato m u; debole ‘débil’ < d e b il e ; sedaño ‘apio’ <
SELINON.
138
Los textos tardíos nos proporcionan también una documentación
abundante.
(8) MANCUS lis ia d o 5 > it,, esp., ptg., cat. manco, fr. ant., occ. mane /
‘asa’ > it.
m a n íc u s manico
, esp., ptg. mango, fr. manche, occ. margue.
Hay un tipo de variación social que todo el mundo acepta: las di
ferencias en la elección de vocabulario. En muchos casos la palabra la
tina que sobrevive en romance es más popular que la palabra preferi
da por el estilo literario elevado. Entre las palabras más comunes po
demos citar:
139
(10) CANTARE ‘c o n tin u a r c a n t a n d o ’ p o r CANÉRE ‘ c an tar’ .
b) E l dialecto itálico
140
gua metafónica, al igual que sucede con las lenguas germánicas. Pues
to que el latín, incluso en sus variedades populares, no muestra nin
gún indicio de metafonía, no sería legítimo identificarlo como lengua
madre de las romances.
c) E l latín tardío
y vocabulario «popular»:
141
(16) VIRDIS, TABLA, OCLUS, etc.
142
(véase 4. 7) y el futuro latinos (véase 4. 6)— que han desaparecido del
romance sin dejar rastro.
¿Hasta qué punto podemos conjeturar el tipo de lengua que ha
blaban? Lo que no podemos afirmar con seguridad es que el latín de
esos textos represente la «misma lengua» que el protorromance fruto
de la reconstrucción.
3 .3 . D i f e r e n c i a s e n t o e e l l a t ín y e l r o m a n c e
143
Abundan las palabras cotidianas que derivan de l a t in u s en las
lenguas romances con el sentido general de ‘lenguaje’ (incluidos, por
ejemplo, ‘canto de pájaros’ y también para ‘galimatías’) y, como adje
tivo, con los significados de ‘inteligente’, ‘suave’, ‘astuto’, ‘listo’, ‘fá
cil’. Los hablantes no romances suelen usar el término para los cató
licos romanos: en algunos dialectos germánicos significa ‘siervo’. Los
musulmanes españoles designaban con ese nombre a los cristianos.
144
b) Fonología
i) La longitud vocálica
(19) c a u d a > CÓDA > fr. queue, occ. coza ‘co la’.
145
/a l/ m álum m an z an a’ /a / m álum ‘m al’ (ac. sg.);
/o í/ OS ‘b o c a ’ / 0/ ós ‘h u eso ’
/ul/ f ü r is ‘de un ladrón5 /u/ f ü r is ‘te enfadas5.
(22) M ü e u s / m ü c c u s ‘m o c o 5, t ó t u s / t ó t t u s ‘to d o 5, b á c a / b á c c a
‘bay a’ .
146
las cuales terminaron por desplazar las diferencias basadas en la canti
dad, que, por tanto, se habían vuelto redundantes.
A partir de los datos románicos resulta imposible reconstruir un
sistema latino donde la longitud vocálica tuviera carácter distintivo.
Las diferencias de longitud pueden haber desaparecido en el habla rá
pida, sobre todo en aquellas variedades que tuvieran acento de inten
sidad; en tal caso, irían acompañadas de diferencias cualitativas o ha
brían sido desplazadas por estas.
(24) c r é d it ‘cree’ > /krede/, pira ‘pera5 > /pera/; fló rem ‘flor5 > /flo
re/, m ü s c a ‘mosca5> /mosca/.
147
diferencias de longitud vocálica en cierta época de su historia. Por
ejemplo, en el francés antiguo la pérdida de las consonantes implosi
vas internas condujo a la creación de distinciones como estas (donde
el acento circunflejo señala vocal larga):
ii) El acento
148
(27) *SA P £R E por s a p é r e 'saber, en sus dos sentidos5: it. supere, esp., ptg.
saber, fr. savoir, cat. saber (pero también sebre).
(28) ALÁCREM ‘ágil’: it. allegro, fr. ant. halaigre ( < * a l e c r e m ) , esp. ale
gre-, c o l ü b r a ‘serpiente hembra’: fr. couleuvre, esp. culebra (pero
ptg. cobra, quizás de la forma proparoxítona); i n t é g r u m ‘entero’:
rum. intreg, fr. entier (pero también fr. ant. entre), it. íntero, esp. ant.
intrego (moderno entero)', c a t h é d r a ‘silla’: fr. ant. chaiere (moder
no chaire, chaise), esp. cadera (esp. cátedra, it. cattedra son lati
nismos).
(30) h ed erá ‘hiedra’: it. alera / fr. lierre (ant. iere), esp. hiedra; l i t t E ra ‘le
tra’: it. lettera / fr. lettre, esp. letra.
149
(31) esp. hablo / habló, it. parlo / parlo.
En francés, donde se redujeron y se perdieron las sílabas átonas en
la época moderna, el acento recae regularmente en la sílaba final de
la palabra en tanto que unidad léxica.
Hay otros cambios fónicos implicados; así, por ejemplo, hay que re
lacionar la palatalización de c DeJ latina con la simplificación de q u
(/kw/ o /kw /):
(32) "CiNQUE [k-] (disim ilación de q u in q u é ) ‘cin co ’ > fr. cinq [s], it. cin-
que [tí], esp. cinco [6] /
q u in d e c im [kw] ‘q u in ce’ > fr. quinze, esp.
150
quince [k], pero it. quindici [kw] / q u i / q u e m [kw] ‘quien (nom./ac.)5
> fr. qui [k], it. qui [k], esp. quien [k] / rum. cine [ti].
L a I consonántica latina
(33) iam ‘ya’ > it. giá [d3], fr .ja [3] (como en deja), esp.y a [j]; g e l u ‘hie
lo5> it. gelo, fr. gel, esp. hielo; d i u r n u ‘día5, > it. giorno, fr.jour / HO-
d ie ‘hoy5 > it. oggi, esp. hoy.
151
(34) VTNEA NON VINIA, ALLIUM NON ALLEUM,
las cuales anuncian la palatalización que tuvo lugar en todas las len
guas romances:
(35) rum. vie (dialectal vine), it. vigna, fr. vigne, esp. viña, ptg. vinha, sar
do bindza\ rum aiu, it. aglio, fr. ail, esp. ajo, ptg. alho.
(36) a g n e l l u ‘cordero’ > it. agnello, fr. agneau., cat. anyell', LlGNU ‘made
ra’ > it. legno, fr. ant. lein, esp. leño, ptg. lenho (pero rum. miel dialec
tal ñel), dial, sur de Italia líunu, sard. linnu.
152
(39) CLAMARE > llamar, p l o r a r e > llorar / cat. clamar, plorar, ptg. cha
mar, chorar, it. chiamare\ ant. piorare (m o d e rn o piangere < p la n -
g e re ).
(40) v i g ( i ) l a r e > vegliar Velar5 (pero cfr. ant. vegghiare), MEUUS ‘mejor5
> meglio.
(42) c i v i t a t e > [tj] it. citta\ [s] fr. cité, ptg. cidade, cat. dutat; [0] esp. ciu
dad / f a c i a / f a c i e s ‘cara5 > it.faccia, fr. face, ptg. face, cat.fas, esp.
haz (pero rum. cetate [tj] / fa¡d [&]).
153
Pese a tales semejanzas, las lenguas romances (salvo el sardo) se es
cinden en dos grupos. La [k] palatalizada puede terminar como una
africada dental (y pasar después a una sibilante), tras haber perdido sus
rasgos palatales:
(43) centu ‘ciento’ > fr. cent [s], esp. ciento [0] o [s],
aunque datos anteriores revelan que la consonante inicial fue una [ts]
africada. O se puede convertir en una plosiva palatal o en una africa
da palato-alveolar (que a veces se simplifica en una fricativa):
(44) it. cento, dálmata (Veglia) cant, ret. (Engadino) caint [tí] (cfr. sardo
kentu).
Evoluciones asistemdticas
[dj] interior latino, como [gj], se había casi fusionado con [jj] en latín
tardío. Por lo que encontramos evoluciones paralelas como:
154
(46) m a iu"mayo’/ m e d i u : rum. main/miez, sardo maiu/máu , fr. mai/mi,
ptg. maio/meio.
(47) HORDEU cebada’ > rum. orz, dálmata (vegliota) vuarz, it. orzo,
sardo ordzu, ret. (engadino) uerdi, cat. ordi (pero fr. orge con
[41 > M).
(48) l in e u ‘lino’ > sardo lindza [dz], ft. Unge, ant. [d$] (cfr. l i n e a > fr. li-
gne, esp. liña, con [ n]).
(49) v e r e c u n d i a > sardo birgondza, esp. vergüenza (pero esp. ant. vergüe
ña, it. vergogna, fr. vergogne).
155
De este modo, las lenguas romances han reaccionado de forma di
ferente, más o menos conservadora, a los procesos de palatalización
que comparten todas ellas y que las diferencian del latín. Parece que
se produjo en casi todas las lenguas cierta resistencia a la palatalización
asimilatoria «protorromance» o panrománica, la cual podría haber ter
minado por producir la total desaparición de distinciones funciona
les. En 6. 3 analizaremos procesos de palatalización posteriores.
i) Los casos
156
Suetonio informa de que el emperador Augusto prefería los
usos preposicionales por ser menos ambiguos. En los textos del la
tín tardío se hizo mucho más frecuente el uso de preposiciones.
Singular Plural
nominativo murs MURUS mur MURI
paire / pedre(s) PATER paire / pedre PATRES
senher / sire SENIOR senhor / seignor SENIORES
oblicuo mur MURUM murs MUROS
paire /pedre PATREM paires / pedres PATRES
senhor /seignor SENIOREM senhors/seignors SENIORES
157
Una -s no etimológica para marcar el nominativo singular se exten
dió en francés a otros nombres masculinos (como charbons < c a r b o ),
e incluso a los femeninos (como maisons < m a n s i o ). Este fenómeno
aparece con frecuencia en textos orientales de fines del siglo xm. Sin
embargo, en esta época la [s] final de palabra se había perdido en al
gunas vanedades y la hipercorrección pudo haber desempeñado algún
papel en la extensión gráfica de -5 . La vitalidad del esquema de alter
nancia en la raíz de los imparisílabos se hace patente en su aplicación
a los préstamos germanos (como ber / barón), pero está casi totalmen
te confinado a la referencia a humanos.
Parece que la marcación de caso tenía escaso valor funcional, pues
en los textos casi siempre es posible deducir el papel temático de los
nombres a partir de otros factores, como el orden de palabras y las res
tricciones léxicas. Empezando por las variedades occidentales, el fran
cés había perdido sus sistema nominal de casos hacia el siglo xiv, nor
malmente a través de la desaparición de las formas del nominativo,
por lo que la -5 llegó a ser marca de pluralidad y no de caso. También
en occitano los textos en prosa ofrecen signos de desintegración del
sistema casual desde un periodo bastante temprano, pero sobrevivió
en él más que en francés, pues se mantuvo a lo largo del siglo xrv.
En algunas variedades alpinas existen aún huellas del sistema de
marcación de casos latino. Además de algunas piezas léxicas aisladas,
se encuentran restos de casos en los adjetivos predicativos masculinos
singulares que tienen la misma flexión que los plurales. Esto es más
patente en el sobreselvano, en cuyos primeros textos (siglo x v ti ) apa
recen ejemplos del sistema que presentamos a continuación:
Singular Plural
nominativo sauns SANUS sauni SAN!
mes MEUS mei MEI
clamaus CLAMATUS clamai CLAMATI
158
lia, las distintas variedades generalizan, al igual que el italiano, lo que
podría ser una forma nominativa plural (p. ej. debh —it. deboli ‘débil5),
mientras que las de Suiza generalizan las formas oblicuas del plural. El
sobreselvano, en cambio, distingue los adjetivos predicativos (es decir,
los que se combinan con verbos copulativos) de las formas adnomina
les («epítetos» o «atributivos»):
(53) Quei gat ei cdvs / in gat ah ‘Ese gato es blanco5 (a l b u s ) / ‘un gato
blanco5 (á l b u m ); IIcavaglei vegls / in cavaglvegl ‘El caballo es viejo5
(v e t u l u s ) / ‘Un caballo viejo5 (v e t u l u m ).
159
(¿ l a c t e f r ig id u m ?) / ‘Hace mucho frío’ / ‘La leche fría no es bue
na’ / ‘La leche está fría’ (¿l a c e s t f r íg id u s ?) / ‘Los platos están fríos5
(¿FRIGIDOS?)
(56) ü bez anez ‘un buen cordero’ / ü be voez ‘un buen buey5.
(57) nom. korbjo, rejno / oblicuo korbe, rejnot ‘cuervo, zorro’ (fr. corbeau <
corbels, renard < renart).
160
bas en la métrica y se omitía con frecuencia en la grafía tanto en tex
tos arcaicos como tardíos. Se supone que, como mucho, era una re
presentación gráfica de la nasalización de la vocal precedente, y que
ese timbre nasal se perdió en las lenguas romances.
En algunos monosílabos se reforzó de nuevo en forma de conso
nante nasal:
(59) esp. dial. (Asturias) guetu ‘gato’ / gatos; it. dial. (Lucania) mwertu /
moña ‘muerto/a’.
161
más larga (oblicua) la que parece haber sobrevivido en romance (véa
se, p. ej. (52) en el capítulo 1 para LACTE, p o n t e , etc.). Otras palabras
panrománicas básicas son:
(61) PES, PEDIS ‘p ie ’ > it. piede, fr. pied\ f l o s , FLORIS > ru m .Jloare, it. fio-
re, sard .flore, íx.fleur, occ., cat .flor (esp .flor, ptg. /rol prob ab lem en te
sean préstam os).
(62) SOROR, SORÓRIS ‘hermana’ > rum. sor(a), it. suora ‘monja’, fr. sceur;
p r e sb y t e r , p r e s b y t e r u m ‘sacerdote’ > rum. preot, it. prete, íx.prétre,
cat., esp., ptg. preste.
(63) h o m o ‘hombre’ > rum. om, it. uomo, ff. on / h o m in is > fr. homme,
esp. hombre, ptg. homem.
162
dicional romance lo considera una extensión de ese marcador de dati
vo durante la época medieval. Su mayor frecuencia de aparición se
produce con seres animados, que desempeñan muy habitualmente el
papel de «destinatarios/receptores». En algunas variedades el dativo se
diferencia del AP por el uso de un pronombre pleonástico distinto
(dativo le / acusativo lo, la: véase 4. 3):
163
contra el influjo del español durante el periodo de estandarización del
portugués frenara su propagación en la variedad de prestigio. El galle
go no ha participado en la reacción portuguesa y hace un uso pleno
del AP.
También en catalán, donde se sospecha del uso del AP por caste
llanismo, es muy frecuente, no solo en la «lengua de la calle», sino
también, por ejemplo, en el habla más tradicional de Mallorca. En oc-
citano occidental, en especial en beamés, la construcción es muy ha
bitual en el habla popular (de donde se transfiere a las variedades re
gionales del francés). Es también característico del sardo y de los dia
lectos del centro y sur de Italia, y en el retorromance, del engadino.
164
Ei hecho de que ei AP no aparezca en francés (salvo en ciertas varie
dades no estándar periféricas) se considera ligado a la conservación,
en la Edad Media, de un sistema flexivo de casos formado por caso
nominativo y caso oblicuo (que funcionaba principalmente con
nombres que designaban seres humanos). Se piensa que el sistema
• occitano de casos tuvo su origen en los dialectos orientales, mien
tras que los occidentales favorecieron el AP. Especialmente llamati
vo es el contraste entre dialectos retorrbmánces vecinos: el sobresel-
vano ha conservado un sistema flexivo de casos y el engadino ha de
sarrollado el AP.
v) El caso oblicuo
165
{¡de issos) y en los pronombres y determinantes del rum. lor, it. loro,
fr. leur.
(69) gens Francor ‘pueblo de los francos, gente franca’, tens ancienor ‘tiem
po de los ancianos, tiempo antiguo’.
(70) fr. le livre d tnoi ‘el libro perteneciente a mí’ / no est. le livre a Jean ‘el
libro de Juan’; rum. tata a trei copii ‘padre de tres niños’.
(71) fr. ant. lifils (nom.) le rei (oblicuo) ‘el hijo del rey’.
166
y deí acusativo singulares del latín, y que existe una cierta tendencia a
crear nuevas distinciones en el plural.
Sin embargo, las formas tónicas de la 3.a y 6.a personas también
suelen distinguir nominativo y acusativo. Algunas formas originaria
mente nominativas como esp. él, ella, ptg. ele, ela y rum. elea, ei, ele se
usan indistintamente como sujeto y como término de preposición
(aunque en rumano las preposiciones de dirección suelen regir caso
oblicuo). En italiano las formas de nominativo:
(72) egli m . sg. < ILLÍ; eglino pl. (¿con flexión verbal de plural?), esso etc. <
ipsu etc., y ello etc. < i l l u etc. (las form as preferidas en toscano)
han dado paso a lui, lei, que eran dativos en origen (véase también fr.
lui (< dativo) / elle, eux, ettes (< ac.)).
Eí caso dativo posee marcas en los pronombres tónicos rumanos
de 3.a persona (lui, ei, lor) y en pronombres clíticos de 3.a persona en
casi todas las variedades. Las formas del dativo singular de los clíticos,
que no poseen marcas de género, derivan del dativo m. sg. del demos
trativo latino de distancia ILLÍ:
o d e u n a f o r m a r e f o r m a d a * i l l i a e (¿ c o n a d i c i ó n d e u n a d e s in e n c ia d e
d a t iv o fe m e n in o ? ):
o * i l l u i (s o b r e e l m o d e l o d e c u i ‘a q u ie n ’):
Los p lu r a le s d e r iv a n d e il l í s (d a t. p l.):
o d e i l l ó r u m (g e n . p l.):
167
(78) imi / ma\ í¡i / te
Las variedades más occidentales del gallego utilizan solo che y las va-
nedades más orientales solo te como clítico de 2 .a persona, en todos
los contextos.
168
El romance moderno se prodiga en el uso del artículo definido: en
francés, en concreto, es uno más de la serie de determinantes virtual
mente obligatorios que indican nominalidad y expresa género y nú
mero. En las lenguas criollas, en cambio, el artículo definido romance
se conserva esporádicamente sólo como parte integrante del nombre.
Se recurre a otros medios (por ejemplo, adverbios locativos) para indi
car especificidad o el caracter nominal de un sintagma.
El uso del artículo definido no ha dejado nunca de llamar la aten
ción de los investigadores en tanto que diferencia notable entre el la
tín y el romance. Los gramáticos latinos insistían en la ausencia de un
equivalente del artículo griego en su propia lengua. Precisamente, se
ha dicho que el artículo surgió en el latín cristiano como transferencia
del griego; sin embargo, los datos que se pueden extraer de las prime
ras traducciones del Nuevo Testamento no apuntan a una representa
ción sistemática del artículo griego.
Como suele ocurrir en general, el artículo, de valor en un princi
pio anafórico, deriva de un pronombre deíctico (demostrativo), que
indicaba la situación espacial del nombre al que acompañaba. En la
mayoría de las lenguas romances el demostrativo que dio origen al ar
tículo fue el pronombre de distancia i l l e , el cual también constituye
la base del demostrativo de distancia (de todas las lenguas romances),
reforzado por la anteposición de e c c e ‘¡fíjate, he aquí!':
(81) it. quetto, rum. acel, esp. aquel, ptg. aquéle, fr. ant. cil, sardo kuddu.
(‘madre(s)’ / %ijo(s)’)
Singular Plural
nominativo-acusativo
f. mama (mamá 4- ea) mámele (mame + ele)
m .fiul (ftu + el) fiii (fii + ei)
169
genitivo-dativo
f. mamei (mama + ei) mamehr (mame + lor)
m.fiului (fm + lui) fiib r (fii + lor)
mientras que las formas actuales del artículo son las mismas que las de
los pronombres clíticos de objeto:
(86) (Valais) [i fwa] ‘el fuego’ (m.) / [am préjo o fwa] ‘enciendo el fue
go’; [i tila] ‘la llave’ (f.) / [ti/io a jla] ‘tengo la llave’.
170
La otra gran diferencia entre los pronombres de 3.a persona y el ar
tículo es que el último suele acompañar a los nombres, mientras que
los primeros se adjuntan a verbos. Sin embargo, esto no es siempre
así: los artículos se pueden emplear con adjetivos cuando se ha produ
cido una supuesta elisión del nombre:
(90) esp. la que buscas, ptg. a que procuras', ret. (engadíno) iís de Samedan
los de Samedan’; sardo (Nuoro) sukikeljo lo que quiero’; fr. ant. la
sa mere la [alma] de su madre’.
171
Los p r o n o m b r e s c lític o s d e o b je t o , e n c a m b io , c o n t in ú a n la s fo r
m a s i l l e , c o m o la s d e m á s le n g u a s r o m a n c e s :
Existen datos que prueban que las formas IRSE del artículo estu
vieron antaño más extendidas, aunque confinadas a la zona del «ro
mance central», y que poseían un carácter popular. Uno de los fac
tores que pudo haber actuado contra el mantenimiento de los artí
culos ipse fue su homonimia potencial con los posesivos «débiles»
suus. El sardo moderno solo cuenta con adjetivos posesivos «fuer
tes» (véase 6 . 5), pero en las variedades del catalán que emplean ar
tículos ipse, el «determinante» posesivo débil, en la forma femenina
singular sa al menos, sí se puede confundir con el artículo. Sin em
bargo, el posesivo débil tiene restringido su uso, en la lengua mo
derna, a los nombres que expresan una relación de parentesco estre
cha: la diferencia semántica entre .sa mare en sus dos sentidos posi
bles, (cla/su madre’) es despreciable.
172
Lo que es más intrigante es que algunas variedades prefieran ías
formas ip s e para el artículo definido. Merece investigarse si esta
elección va acompañada de otras diferencias morfológicas o sintác
ticas relevantes. En sardo se podría estudiar el uso del artículo defi
nido en los vocativos, la gran frecuencia de la duplicación median
te clítico, con la dislocación, a la derecha o a la izquierda del SN ob
jeto —lo que sugiere que el SN podría estar sintácticamente fuera
de la oración—•, la tendencia a la ausencia de determinantes en los
predicados nominales; y la marcación de los nombres objeto me
diante preposición.
d) Verbos
i) El sistema de la conjugación
(94) DlCÉRE: fr., it dire, esp. decir; f a c é r e : íx.faire, it.fare, cat fer, esp. hacer.
173
Obsérvese que ESSE ‘ser’ parece que se incorporó a esta conjugación
en protorromance.
(96) esp., ptg. fenecer < f i n i r é ‘terminar’, padecer < *PATfRE (p a tI) ‘su
frir’; sardo albeskere ‘amanecer’ < *ALBlRE ‘blanquear’ (véase rum.
albí).
( 100) rum. lucrez / lucreazá /lucrám ‘yo trabajo / él trabaja / nosotros tra
bajamos’.
174
el acento recaía regularmente sobre la sílaba que seguía a la raíz léxica,
que, en consecuencia, no presentaba apofonía (véase 7. 3). Compárese:
175
se m a n t ie n e e n t o d a s la s le n g u a s ; el im p e r f e c t o d e s u b ju n t iv o
(a m á r e m ) d e s a p a r e c e o q u iz á s e v o lu c io n a a u n infinitivo personal
(v é a se 3. 4). Las f o r m a s d e im p e r a t iv o q u e se c o n s e r v a n e n r o m a n c e
s u e le n re fle ja r las f o r m a s e q u iv a le n te s d e in d ic a tiv o .
Las formas del tema de perfecto han tenido una vida más acciden
tada. El perfecto presente (a m a u i ) sobrevive con funciones de preté
rito (pasado puntual), especialmente en las variedades occidentales de
la Península Ibérica, del occitano y del sur de Italia, pero solo de for
ma marginal en francés, catalán, rumano y norte de Italia; se ha perdi
do por completo en sardo y en algunas otras variedades (véase infrá).
En sus funciones de presente perfecto ha sido reemplazado en casi to
das partes por formas compuestas (véase infrá). El futuro perfecto
(a m a u e r o ) se fusionó con el perfecto de subjuntivo (a m á u e r i m ) y
sobrevive marginalmente como futuro de subjuntivo (véase 3. 4). El
pluscuamperfecto de subjuntivo (a m á u i s s e m ) se usa como forma de
pasado del subjuntivo en varias lenguas y, en algunas zonas, rivaliza
en esta función con el pluscuamperfecto de indicativo (a m á u e r a m ),
que sólo conserva de forma marginal la función de pluscuamperfecto,
usuipada en la mayor parte de las variedades por una forma compues
ta. Algunas lenguas han conservado un mayor número de formas ver
bales latinas que otras; para la discusión sobre el relativo conservada
rismo del romance, véase 7. 7.
Cada una de las formas activas tenía un correlato pasivo. En el
tema de presente, las formas estaban marcadas por una -R (quizás un
sufijo nominalizador en su origen). Todas ellas se perdieron en roman
ce, lo que favoreció a las formas compuestas de perfecto (a m á t u s
s u m etc., pero véase 4. 7).
En consecuencia, el sistema verbal romance, aunque se sirve de
material heredado, es diferente del latín en algunos aspectos funda
mentales. Se piensa que la introducción de los nuevos perfectos com
puestos y la pérdida del futuro latino y de las pasivas deí tema de pre
sente se produjeron en el estadio protorromance. Otros cambios se
atribuyen a una época posterior a la escisión de las lenguas, a veces en
paralelo y a veces como resultado del influjo mutuo.
iii) El «imperfecto»
176
cual el hablante no impone límites temporales. Ha sobrevivido en to
das las lenguas romances (e incluso en algunas criollas) como tiempo
del pasado, con características semánticas no marcadas que permiten
una variedad de interpretaciones discursivas. Preferentemente indica
acciones continuas o habituales en el pasado, pero también adopta
matices casi modales, algunos de los cuales apuntan a un cierto distan-
ciamiento de la acción por parte del hablante, como ocurre en el esti
lo indirecto o en las condicionales. Se puede utilizar asimismo como
mecanismo estilístico consciente para dar un tono impresionista a la
descripción narrativa. Es un tiempo verbal poco usado en compara
ción en el estilo coloquial, y aparece más a menudo en oraciones su
bordinadas que en oraciones principales.
Las formas romances del imperfecto no son, sin embargo, descen
dientes directos de las formas latinas. Las desinencias de la conjuga
ción en a , que proceden de -a b a -, son poco problemáticas en compa
ración, pero las otras conjugaciones no se han desarrollado de mane
ra regular. La conjugación en i, con sus desinencias en -i e b a -, estaba ya
en latín fuera de circulación; las desinencias de tipo -i b a - de las varie
dades del centro de Italia (y del aragonés-bearnés y del friulano) pue
den ser supervivencias de un tipo preclásico, o reformado sobre un es
quema de tres conjugaciones:
(103) cat., ptg., occ. cantava, esp. cantaba / occ. vezía, cat., esp. veía, ptg.
vía / cat., ptg., occ., esp. dormía.
177
La historia que aparece en los manuales de que la pérdida de -B- se
debe a la analogía con una supuesta caída disimilatoria de la segun
da -B- de h a b e b a t nunca ha resultado muy convincente, y, de he
cho, tuvo su origen sólo en una sugerencia.
178
ív) El perfecto compuesto
En su origen esta oración podía implicar que las cartas que yo ten
go habían sido escritas por algún otro. La gramaticalización de la se
cuencia supone un reanálisis por el cual el sujeto del verbo finito pasa
a ser necesariamente el sujeto del participio, que se interpreta como
activo, no como pasivo. De este modo, las dos formas verbales se
amalgaman en un equivalente de una forma verbal simple, que termi
na por ser utilizado con verbos intransitivos; para la selección de h a
b e r o s e r como auxiliar, véanse las páginas 41-52.
La amalgama más completa se produce en español moderno, don
de es muy rara la intercalación de elementos entre el auxiliar y el par
ticipio pasado. Haber, que ha desplazado a ser como auxiliar de los
inacusativos, ha perdido su significado léxico originaí de posesión, en
el que ha sido sustituido por tener ‘sostener’. En muchas otras varieda
des la conservación del auxiliar SER para algunos verbos, y la posibi
lidad de que el participio pasado concuerde con un objeto expreso pa
recen apuntar a una gramaticalización menos completa (véase 6. 5).
En el sur de Italia y en las lenguas occidentales de la Península Ibé
rica (incluida Latinoamérica) se emplea poco el perfecto compuesto.
En portugués coloquial (al igual que en algunas variedades del sur de
Italia) ter < t e n é r e ha reemplazado por completo al antiguo haber
179
como auxiliar y como verbo léxico. El compuesto portugués no posee
en indicativo las mismas funciones de presente perfecto de otras for
mas romances, sino que se utiliza para indicar acciones repetidas com
pletadas en el pasado reciente o que continúan en el presente:
(107) TenhoJeito muitas veces esse trabalho ‘He hecho ese trabajo muchas ve
ces’; Tenho acabado o meu discurso ‘Ya he acabado mi discurso’; Ten
ho estado doente ‘He estado enfermo (últimamente)’.
180
cuales se mantiene la forma simple —por ejemplo, en Latinoaménca y
el sur de Italia—, esta es mucho más frecuente y está menos marcada des
de el punto de vista semántico, mientras que la forma compuesta se re
serva para hacer referencia a eventos del pasado inmediato.
Hay que comparar este uso con el del futuro o el condiciona] per
fecto en algunas otras lenguas:
(109) fr. Elle aura fait cela ‘Ella habrá hecho esto’; L ’accusé auraitfait tué
troispersonnes ‘El acusado habría matado a tres personas’.
181
e) Vocabulario
182
un derivado de fante < i n f a n t e . Rum. tinar es de
ten eru ‘tierno’.
RUS ‘campo5: muchas lenguas utilizan alguna forma de
c a m p u . Rum. prefiere ¡ara < TERRA.
3.4. E l in f l u jo d e l la tIn
a) Grafía
183
sentar [tj] o [J], como en español, francés, occitano y portugués, (pero
[k] en italiano), y Ih, nh puede utilizarse para [X], [ p], como en portu
gués. La h sola pudo utilizarse para el nuevo sonido castellano que sur
gió de la F latina (probablemente [4>] en origen, luego [h] hasta que se
hizo muda en el siglo xvi). Debe haber tenido un valor similar en fran
cés antiguo en hors < f o r i s ‘fuera’ (cfr. it.fuorá) y también se empleó
para la [h] germánica, como en hache ‘hacha’ < franco *hapja. Hoy, en
muchas variedades, es muda, como la H latina, pero impide la elisión
de una vocal precedente:
184
Las lenguas que han conocido cambios fonológicos rápidos,
como el francés o el portugués, se han visto obligadas a hacer sucesi
vas reformas menores, mientras que otras, como el español y el italia
no, conservan más o menos su apariencia renacentista. Las reformas
siempre se han visto frenadas por el deseo de mantener un vínculo ex
plícito con el latín, el cual siguió siendo la lengua de prestigio de la re
ligión y la educación en todas las lenguas, con la única excepción del
rumano.
b) Gramática
185
mar que la lengua estándar ha permanecido estática desde el siglo xvi
o incluso desde antes: el contraste se establece con el uso oral dialec
tal. En español, el estándar, basado fundamentalmente en el innova
dor dialecto de Castilla, ha estado regulado desde finales del siglo xvi.
El portugués estándar afirmó su independencia del español un poco
más tarde. Con todo, en la Península han conservado su vigor hasta
hoy otras variedades románicas.
Como hemos visto, las semejanzas morfológicas entre el latín y el
romance pueden ser vistas como resultado de una evolución ininte
rrumpida a lo largo del tiempo. En sintaxis, por el contrario, hay usos
modernos de los que bien podemos sospechar que no habrían sobre
vivido sin el sostén de la gramática latina. Examinemos tres posibles
ejemplos: el uso del subjuntivo, el «acusativo e infinitivo» y la nega
ción.
i) El subjuntivo
Como hemos visto, las formas del presente del modo subjuntivo
latino han sobrevivido en todas las lenguas, pero no sin una buena
cantidad de sincretismo con el indicativo. En rumano, está marcado
principalmente por eí complementador especial sá (<si). Menor resis
tencia han mostrado otros tiempos del subjuntivo. En francés habla
do, por ejemplo, donde el presente de subjuntivo se distingue del in
dicativo sólo en unas cuantas formas, ha dejado de utilizarse el «im
perfecto» o pasado de subjuntivo, aunque todavía se aprenda como
forma de la escritura.
En todas las lenguas existe un «pasado» de subjuntivo que deriva
del pluscuamperfecto de subjuntivo latino:
(113) (c a n t )á ( u i ) s s e t > ru m ., esp. -ase, it., p tg. -asse, fr.ant. -ast, m o d . -dt,
cat. -es, ret. (e n g a d in o ) -éss.
186
el perfecto de subjuntivo (-á v e r i m ) latinos: esp. -are, ptg. -
-á v e r o ) y
ar. Se puede poner en cuestión si este tiempo refería a eventos en el
futuro o, más bien, a eventos que podían ocurrir antes de un determi
nado punto del tiempo que funciona como punto de referencia:
(114) ptg. Quando chegar, eu vou sair ‘Cuando llegue, voy a salir.
187
(117) fr. Qu ’ilvienne/, rum. Sa vina!, cat. vingui!, esp. ¡Que venga! , ‘ [Yo
ordeno] que venga’.
(120) it. Cerco una ragazza che sappia (/sa) ilfrancese; esp. Busco una chica que
sepa (/sabe)francés; fr. Je cherche uneJitte qui sache (/sait) lefrangais\ rum.
Caut ofatá sá (/core) §tiefrancez.
188
En francés este tipo de distinción es rara en la lengua coloquial,
donde el subjuntivo aparece de forma automática tras verbos de voli
ción, pero, por otra parte, aparece de forma errática en el uso de ha
blantes incultos. En menor medida existe en italiano una tendencia a
evitar el subjuntivo en muchos contextos. En ambas lenguas estándar
la larga mano del latín puede haber forzado la conservación de varios
de sus usos.
Por el contrario, en los dialectos estándar de la Península Ibérica y
en algunos no estándar, parece que el subjuntivo ha conservado más
vitalidad en la lengua hablada, por lo que es difícil determinar si el la
tín ha ejercido algún tipo de influjo. En rumano, donde hay que des
cartar todo influjo latino, se emplean oraciones completivas en sub
juntivo donde otras lenguas prefieren un infinitivo (véase 4. 3); aquí
hay que hacer recaer la responsabilidad en la influencia del vecino
griego.
Por supuesto, se puede defender que el tipo de contexto en que se
utiliza eí subjuntivo —principalmente en el discurso elaborado, con
cláusulas subordinadas— es, en todo caso, raro en el había no planifi
cada cotidiana. Ciertamente el subjuntivo posee un aura de refina
miento que encuentra su sitio en el habla más formal.
(122) esp. Hace escribir a Juan, it. Fa scrivere Gianni, cat. Fa escriure enJoan,
fr. HfaitécrireJean.
189
Cuando la cláusula complemento contiene un objeto, su sujeto
ha de ser marcado por una preposición:
(123) ptg. Faz escrever a carta a/porJodo (no en el portugués de Brasil), esp.
Le hace escribir la carta a Juan (no se utiliza por), fr. Ufait écrire la kttre
a/parJean, it. Fa scrivere la lettera a/da Gianni, cat. Fa escriure la carta
a enJoan (no per).
(126) fr.Je le crois intelligent, esp. Lo creo inteligente (pero véase it. L }aveva cre-
duta esserepazza ‘La había juzgado loca’).
(127) fr. Lafilie qu’ilcroyait étre venue Lit. ‘La chica que él creía haber ve
nido’.
(128) La filie qu’il croyait qui est venue; la muchacha que él creía que había ve
nido.
190
No existen muchas dudas de que la extensión de la construcción
de infinitivo a los verbos de lengua en las lenguas estándar modernas
estuvo influida directamente por el modelo latino. No obstante, se ha
mantenido como una joya literaria de las lenguas romances.
191
ce). Tal diferencia se ha descrito de varias formas: calificación restricti
va o no restrictiva, carácter predicativo o atributivo, caracterización in
trínseca o extrínseca, modificación de la referencia o del referente, o
énfasis relativo.
En muchas lenguas hay un pequeño grupo de adjetivos básicos
que siempre se colocan ante el nombre, y que indican nociones esca
lares o afectivas —‘bueno-malo3, ‘viejo-joven’, ‘pequeño-grande’, ‘boni
to, bello’ (b e l l u s ), ‘pobre5(p a u p e r ), ‘querido’ (c a r u s ). Se puede pen
sar que tales adjetivos están casi incorporados al nombre, y, de hecho,
hay sufijos que expresan las mismas nociones en muchas lenguas. En
el uso moderno el deslizamiento léxico puede hacer que otros adjeti
vos se empleen de la misma forma (Air France vous souhaite un agréable
voyage ‘Air France les desea un agradable viaje’, quizás por influjo de la
fórmula Bon voyage ‘Buen viaje’). Tal uso ha sido estigmatizado erró
neamente como anglicismo.
Algunos adjetivos solo pueden anteponerse al nombre como re
sultado de una gran violentación. Este es el caso de los participios pa
sados y de los «pseudo-adjetivos» en sintagmas como le discours prési-
dentiel (‘el discurso del presidente’, no ‘el discurso que es presidente’) o
un linguiste traditionnel (‘alguien que hace lingüística tradicional’, no
‘un lingüista que es tradicional’).
En las variedades no estándar, son muy raros los adjetivos ante
puestos, a excepción de media docena que son muy comunes (aun
que también hay que señalar que el discurso popular es más bien par
co en el uso de adjetivos). En la lengua literana, se hace un uso aburn
dante de la anteposición del adjetivo como recurso estilístico. Es muy
tentador considerar este hábito estilístico como imitación consciente
del latín antes que como herencia directa.
En francés sí parece que se ha producido discontinuidad en la
transmisión, pues en los textos franceses antiguos abundan más los ad
jetivos antepuestos que en francés moderno. El hábito de la anteposi
ción se conserva en los dialectos del norte y del este: se suele invocar
el influjo del alemán. Se puede sentir una influencia similar en el fran
cés antiguo literario: véase 1. 2 para la idea de que la lengua de los pri
meros textos puede remitirse a una variedad más orientado a lo ger
mánico que la lengua moderna, que ha vuelto más decididamente al
tipo romance. Sin embargo, la influencia del latín en el estilo litera
rio se dejó sentir desde la época renacentista y de estandarización, y
la anteposición del adjetivo se convirtió en un recurso para resaltar
su valor calificativo y especialmente para señalar matices figurados o
emotivos.
192
En rumano, aunque la anteposición de los adjetivos frecuentes
aparece en los primeros textos (mare milá ‘gran pena’), actualmente
solo ocurre con formas lexicalizadas: bunávoinpz ‘buena voluntad’
(aunque ‘pobre, lastimoso’ puede aparecer aún ante el nombre, hia
to. /ara ‘ipobre país!’). Sin embargo, en el estándar moderno, presu
miblemente bajo el influjo del francés más que del latín, se pueden
anteponer otros adjetivos con un valor enfático y afectivo: zifrumoa-
sá "día bueno’, pero frumoasá casa ‘bonita casa’. Obsérvese que en ca
sos como estos el artículo definido es enclítico del adjetivo, no del
nombre:
193
rativistas incoiporación de la negación. Este fenómeno es más usual
cuando el elemento negativo es el sujeto de la oración (aunque la
construcción más habitual lo relega a la posición postverbal):
(133) it. Nessuno é venuto / Non é venuto nessuno; esp. Nadie vino / No vino
nadie; ptg. Ninguem veio / Nao veio ninguem.
(134) it. Niente ho visto l Non ho visto niente, esp. Nada he visto / No he vis
to nada, ptg. Nada tenho visto / Nao tenho visto nada.
194
(135) t im e o n e v e n ia t ‘Temo que (no) venga’.
c) Vocabulario: latinismos
195
do en busca de modelos. Las formas claramente populares son más
habituales en los dialectos no literarios que en la lengua nacional.
Aunque en menor medida, podríamos afirmar lo mismo del espa
ñol: el problema de esta lengua es la proliferación de los llamados se-
micultismos, que comparten algunos cambios regulares, pero se han re
sistido a otros. La suposición habitual es que estas palabras han sido
reconstruidas debido a su asociación con los equivalentes latinos que
se escuchaban continuamente en los servicios religiosos. No obstante,
esta suposición se basa en un modelo neogramático de cambio fóni
co que sostiene que todas las unidades de una lengua resultan casi si
multáneamente afectadas por un cambio fonológico mecánico: las ex
cepciones encuentran su explicación dentro de ciertas categorías, una
de las cuales es la de los préstamos. En algunas circunstancias, se con
sidera que un préstamo latino se ha contaminado con una palabra po
pular ya existente, y esa contaminación produce resultados inespera
dos: un ejemplo muy citado es la palabra procedente del latín ECCLE-
SIA (ella misma préstamo del griego) que termina por ser église en
francés, iglesia en español e igreja en portugués. Ninguna de estas uni
dades se parece a la palabra latina, pero tampoco es el resultado fono
lógico regular, donde se esperaría palatalización (el italiano chiesa, en
cambio, podría ser una forma regular).
En francés, donde el cambio fónico regular es muy radical, es más
fácil medir la extensión del vocabulario culto. En esta lengua la moda
del préstamo latino había dejado atrás su máximo auge, su cima, en el
siglo x v t i ; después de esa época todos los préstamos del latín suelen
ser internacionales, como laboratoire, etc.
Sería un error pensar que el término «culto» implica que las pala
bras relevantes son innovaciones esotéricas. De hecho, forman parte
del grupo de las palabras más comunes de las lenguas. En lo que res
pecta a las unidades léxicas más inusuales (por ejemplo, en un diccio
nario como Le PetitRobert, son unas 50.000), la proporción de palabras
nuevas es mayor (alrededor de la mitad del vocabulario corriente en
tró en la lengua tras el siglo xvi), pero no suelen ser latinismos.
Los periodos más favorables al préstamo del latín al francés fueron
el siglo XIV (cuando las traducciones del latín se encargaban por real
decreto) y, en menor medida, el siglo xvi, en el que se reavivó el inte
rés por la cultura clásica. Pero podemos encontrar formas cultas en
textos que datan del comienzo mismo de la escritura en lengua verná
cula. Podría resultar que los primeros latinismos documentados fue
ran un simple efecto de las convenciones gráficas (los escribas escribi
rían como si la lengua fuera latín, pero leerían en vernáculo). En espa
196
ñol y portugués el mayor influjo de los latinismos parece haber teni
do lugar en el siglo xm, época en que empezó a ser utilizada la lengua
vernácula para una nueva gama de objetivos que habían sido antes te
rritorio del latín. Se ha defendido que esto no fue sino un cambio en
la práctica de la escritura, y que el «latín medieval» —la lengua escrita
de cultura en toda la Edad Media— fue el fruto de ese cambio. Con
todo, aquellos que escribían al nuevo modo probablemente juzgaron
el vocabulario coloquial inadecuado para discursos más elaborados, y,
por ello, recurrieron a las fuentes latinas que tenían a su alcance.
Para dar alguna idea de la extensión que alcanza el préstamo lati
no en los campos más usados del vocabulario, escogeremos un con
junto de palabras del diccionario de Frangaisfondamental, compuesto
por las 2.000 palabras más usadas en el francés moderno. Si tomamos
las palabras que comienzan por la letra /, dejando a un lado las unida
des gramaticales, encontraremos que el 29 por ciento son latinismos,
en comparación con el 46 por ciento de palabras populares heredadas
del latín. Algunos de estos latinismos —como labourer 'arar’, antigua
mente ‘trabajar5 < l a b o r a r e — aparecen en los primeros textos.
Otros han reemplazado a formas populares -—como loe ‘lago’, intro
ducido en lugar de lai a finales del siglo XII, o légume ‘verdura’, sustitu
to de leün desde el siglo xrv. Los términos introducidos con posterio
ridad al siglo xvi son escasos —un ejemplo es litre, de 1793— aunque
algunas de las palabras han cambiado su valor semántico en épocas
modernas.
Ya hemos visto que los préstamos del latín introdujeron al francés
de forma más decidida en el ‘club’ romance a fines del periodo medie
val: las convenciones ortográficas y la revisión de la pronunciación ba
sada en ellas (especialmente frecuente desde la universalización de la
educación) han impedido al francés alejarse progresivamente como
consecuencia del cambio fonológico radical.
3 .5 . ¿ Q u ié n m a t ó a l l a t ín ?
197
La respuesta más convencional es que no existen culpables —el la
tín esta vivo y goza de buena salud en las zonas que hablan roman
ce—, que el romance es el latín, bajo otros nombres. Pero ya hemos
visto que, aunque el nombre de romance se utilizó indistintamente
con el de latín durante un largo tiempo, en cierto periodo las lenguas
fueron reconocidas como diferentes.
Pero, ¿cuándo? Algunos opinan que siempre —el idioma hablado
era claramente diferente del escrito (que presumiblemente era la for
ma hablada de una élite). Otros dicen que «desde la expansión del la
tín a lo largo y ancho del Imperio Romano», desde que los hablantes
de lenguas de sustrato se pasaron al latín llevando consigo algunas ca
racterísticas de su primera lengua. Otros dicen que la lengua latina
muñó, como lengua materna, cuando cayó la administración romana
en el siglo iv, o con la entrada de las hordas bárbaras en el Imperio.
Otros sitúan el fallecimiento del latín en el siglo vtii, cuando bajo el
reinado de Carlomagno se produjo un renacimiento cultural que in
tentó restaurar la lengua escrita a su anterior pureza prístina, y, con
ello, lo alejó del uso coloquial cotidiano. Sin embargo, otros fechan la
muerte del latín en la aparición de los primeros textos vernáculos, que
se pueden retrotraer como mucho hasta el siglo x. Así se asociaría la
organización social y política del feudalismo con la ruptura de las
comunicaciones entre las distintas partes de la zona del romance oc
cidental. Estas cuestiones serán analizadas con más detalle en el ca
pítulo 6.
Ciertamente podemos decir que el latín entró en su fase terminal
desde el comienzo de la Edad Media, pero que la gente corriente aún
lo sentía como versión más prestigiosa de la lengua hablada. Los cul
tos aún se enorgullecían de saber latín, y todo apunta a que el latín no
comenzó a enseñarse tomando como base la lengua vernácula hasta
más tarde. En el siglo xn empezamos a encontrar indicios de que se
consideraba el latín como una lengua extranjera, de la misma manera
que las distintas lenguas romances se empezaban a ver diferentes las
unas de las otras. En el siglo xin, los documentos administrativos co
menzaron a ser escritos en lengua vernácula, que antes había sido uti
lizada para fines de entretenimiento o de instrucción religiosa.
Pero se siguió empleando el latín, en una situación de diglosia,
para propósitos más elevados hasta bien entrado el siglo XVI. En algu
nas partes de la Europa no romance, el latín se utilizaba todavía para
fines administrativos en el siglo xix, época en la que se conservaba
como lengua de erudición. En el siglo xvi, en el que se produjo una
nueva recuperación de los modelos clásicos, quizás las personas cultas
198
pudieran aún seguir sermones en latín (las versiones escritas lo estaban
ciertamente en esa lengua). Sólo en el siglo xx se le confinó a las fun
ciones religiosas (situación que terminó en la década de los sesenta) y
se convirtió en una vaca sagrada para los eruditos.
Nos podríamos plantear la siguiente cuestión: ¿cuándo dejó de ser
el latín, en la medida en que se distinguía del romance, primera len
gua? Recordemos que ya para Erasmo el latín era segunda lengua: en
el momento de su muerte él volvió, se dice, a su lengua materna. Se
suele citar al ensayista francés del siglo xvi, Montaigne, como último
hablante de latín como primera lengua. Su padre insistía (¿con qué
éxito?) en que se dirigieran a él solo en latín incluso los sirvientes. El
propio Montaigne, como hablante también de francés y gascón, afir
maba que con su latín podía hacerse entender en todas las lenguas ro
mances (salvo, claro está, en rumano). Intentos posteriores de educar
a los niños en latín como primera lengua parecen haber estado conde
nados al fracaso —en parte a causa de la dificultad de inventar nuevas
palabras para objetos cotidianos.
Tenemos que mencionar en este punto la idea avanzada reciente
mente por Roger Wright de que el latín no ha muerto (está represen
tado por las lenguas romances actuales), sino que se creó un nuevo la
tín, el latín medieval, en el siglo viii. Este latín fue consecuencia de las
reformas carolingias que se produjeron bajo la égida del erudito inglés
Alcuino de York, de quien se dice que introdujo una nueva forma de
leer el latín, diferente de la tradición romance, en la que se leía como
si fuera la lengua vernácula. La propuesta de Wright es que la situa
ción de diglosia empezó solo después de esta fecha, cuando se consi
deró al latín como una lengua de altura y el romance como una len
gua vulgar. Antes de esta época, los hablantes no eran conscientes de
la diferencia existente entre el latín y el romance, sino simplemente
de la existente entre los códigos escrito y oral Estas controvertidas hi
pótesis se basan en los ambiguos datos que poseemos sobre la natura
leza de las reformas carolingias, y sobre las causas de la división del la
tín en lenguas romances distintas. Igualmente no explica de forma
adecuada las notables diferencias gramaticales entre el latín de los tex
tos y las lenguas vernáculas habladas; incluso aunque los hablantes
pronunciaran el latín como si fuera la variedad romance local, es difí
cil de creer que no fueran conscientes de la diferencia que había entre
los dos.
No obstante, muchos estudiosos están de acuerdo en la actualidad
con las ideas defendidas por primera vez por Henri Muller en 1929,
pero que fueron objeto de desprecio durante bastante tiempo. Muller
199
sostenía que el nacimiento de las distintas lenguas romances —si no
la muerte del latín— data de una era mucho más tardía de lo que ha
ría pensar el colapso del Imperio Romano. Durante mucho tiempo,
los hablantes siguieron viendo el latín como la versión codificada, fi
jada, de su propio uso familiar cotidiano, y aceptaban con toda natu
ralidad que tal uso variara de lugar a lugar y de persona a persona. El
reconocimiento en cada comunidad de lo diferente de su lengua de
bió ir de la mano con la percepción de su identidad colectiva. El latín
fue asesinado, por tanto, por los hablantes de romance, que lo perci
bieron como una lengua muerta, más allá de su alcance y superada
por una nueva lengua de prestigio que podía cumplir adecuadamente
todas las funciones que había desempeñado el latín. Así pues, puede
que el golpe de gracia haya venido de la mano del Concilio Vaticano,
pero la agonía se había prolongado durante muchos siglos.
Lectu ra s r ec o m en d a d a s
200
4
Convergencia, influjo mutuo
y evolución paralela
4 .1 . D e r i v a y m e t a r r e g l a s
201
del sistema lingüístico. Sin embargo, se puede afirmar que «deriva» no
implica «remedio» —por ejemplo, la pérdida de la morfología casual
nominal en inglés y en francés puede ser resultado de una deriva (o
‘pendiente’) no funcional: en momentos sucesivos del tiempo existe
progresivamente menos morfología.
Las evoluciones paralelas, sobre todo en fonología, pueden ser des
critas por medio de metarreglas, que son siempre potencialmente ope
rativas en las lenguas, pero que a veces quedan en suspenso, quizás por
que la entrada potencial de la regla ha resultado alterada por otros cam
bios, o porque el cambio mismo está bloqueado por fuerzas sociales
conservadoras. Los ejemplos de palatalización, analizados en el capítu
lo 3, pueden entrar en esta categoría — como proceso natural de asimi
lación, opera de forma ligeramente diferente de tiempo en tiempo.
El concepto de deriva es compatible con la perspectiva funciona-
lista del lenguaje, y de hecho con el enfoque de la mano invisible, que
se origina en la idea de Adam Smith de que los intentos individuales
de sacar el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo pueden dar
como resultado un cambio direccional colectivo. En circunstancias si
milares podría darse el caso de que el resultado fuera similar en distin
tas lenguas y que las diferencias fueran atribuibles a factores ajenos.
¿Es también compatible con la idea de que los niños que apren
den una lengua, que se enfrentan a unos datos excesivamente comple
jos y degenerados como consecuencia de la acumulación de anoma
lías en la producción lingüística de sus mayores, utilizan su mecanis
mo de adquisición del lenguaje (o gramática universal) para crear
una gramática más elegante y coherente que incorpore el material abe
rrante? Podemos presumir que solo en eí caso de que en todas las len
guas emparentadas existieran semejanzas en el poco sistemático mate
rial que forma el habla del adulto, llegarían las gramáticas recién crea
das a las mismas soluciones.
Por tanto, debemos dirigir nuestra mirada a fenómenos periféricos
heredados, al peso de la tradición, al mutuo influjo y a influencias ex
ternas comunes para dar cuenta de evoluciones paralelas. Lo que
todas las lenguas tendrían en común es la tendencia a generalizar y
simplificar reglas para acomodarlas a principios más básicos, y proba
blemente a eliminar características perturbadoras, sobre todo restric
ciones léxicas arbitrarias que se arrastran por inercia y tradición. No
obstante, las tendencias universales pueden obrar a niveles más pro
fundos; tal vez apunten a la consecución de una mayor transparen
cia en la derivación o a una mayor iconicidad que relacione las for
mas superficiales más directamente con la semántica subyacente.
202
Las lenguas romances, como la mayoría de las lenguas indoeuro
peas, sí parecen haber sufrido una deriva desde una morfología léxica
sintética enormemente flexiva hacia estructuras más analíticas com
puestas por unidades libres que señalan sintácticamente las relaciones
gramaticales. Esta evolución ha sido vista, bien como un índice de la
decadencia y degeneración de una Edad Dorada anterior, bien como
el heraldo de un progreso que consistiría en desenredar los hilos para
lelos, pero enredados, de la forma y la sustancia.
Ya he señalado que en romance el proceso analítico alcanza mayo
res niveles en el sistema nominal que en el verbal. Pero incluso en
este, hemos asistido a la creación de las que tradicionalmente han re
cibido el nombre de formas compuestas o perifrásticas, en especial
para expresar rasgos aspectuales. Las lenguas más conservadoras resis
ten a esta tendencia que algunos consideran una marcha inexorable,
aunque errática, hacia un sistema de mareaje TAM de tipo criollo (véa
se 2. 2). En este marco de pensamiento, en el periodo de entreguerras
se introdujo el término frangais avancé para caracterizar un tipo de
francés que había «avanzado» considerablemente por este sendero co
locándose a la vanguardia del romance. Se veía como una variedad
coloquial popular libre de los obstáculos de la reaccionaria gramática
tradicional y que señalaba el camino futuro del romance.
En este capítulo, examinaré algunos de los posibles candidatos al
título de evoluciones románicas «convergentes». Con la excepción
del intercambio léxico, todos ellos son objeto de controversia y a
casi todos se les ha atribuido raíces en la protolengua. Yo trataré de
demostrar que son una faceta más del «efecto club», por el cual las
lenguas romances se han unido como federación. He seleccionado
ejemplos del dominio de la fonología (diptongación), de la sintaxis
(el infinitivo en la complementación y la subordinación, y los clíti
cos de objeto), de la morfología (formas perifrásticas, con especial
atención a la pasiva y al futuro) y del léxico (préstamos mutuos en
tre las lenguas).
4.2. L a d ip t o n g a c ió n
203
El tipo de diptongación en cuestión es la de É y ó latinas en síla
ba tónica. Dadas las reglas de asignación del acento en latín (véase 3. 3),
se trata de la única vocal acentuada en las palabras monosílabas o bi
sílabas, y de la antepenúltima en palabras susceptibles de síncopa. Se
gún la conocida teoría tradicional, mientras que en sardo se fusionaron
todas las vocales largas y breves y en rumano lo hicieron la o breve y
larga, en la mayor parte del resto de la zona romance ñ y ó fueron las
únicas que permanecieron distintas a sus compañeras largas (í y 0 se
fundieron respectivamente con É y ó). Sin embargo, la diferencia con
respecto a ellas no radicaba en la longitud, sino en que poseían un
punto de articulación más bajo.
(1) m el: rum. miere, it. miele, fr. miel, esp. miel; N Ó uu: it. nuovo, fr. ant.
nuef, esp . nuevo.
204
ni si era un diptongo pesado (dos moras) o ligero (una mora). Dados
los paralelismos que existen en algunos dialectos modernos (p. ej. en
Sicilia), se ha dicho que el diptongo era una variante fonética de la vo
cal breve en posición enfática.
La diptongación de ó se suele fechar tradicionalmente en una épo
ca más tardía, en buena medida porque el rumano no parece haber
participado en el proceso. La forma gráfica (uo), que aparece en una
inscripción del siglo v y después en uno de los primeros textos france
ses (buona por b o n a en la secuencia de Eulalia, del siglo IX o x ), hace
pensar en el ascenso, quizás el cierre hacia una semiconsonante [w], o
[u] asilábica, al principio de la secuencia.
La explicación estándar de este tipo de diptongación (que suele re
cibir el nombre de «espontánea») se retrotrae a Schuchardt (véase
pág. 28), quien la relaciona con la posterior diptongación de É y ó en
francés (véase 6. 4). Se supone que, con la pérdida del sistema fonoló
gico cuantitativo latino, la longitud de la vocal quedó determinada
por factores fonéticos: las vocales tónicas de las sílabas libres se alarga
ron. La vocal alargada pudo entonces sufrir disimilación ([se] > [ie],
[dd] > [uo] > [ue]). le y uo serían diptongos plenamente ascendentes
(aunque con transición hacia la apertura) con acento sobre el primer
elemento. Esto es bastante sorprendente, pues se espera que la parte
inicial de un diptongo pesado conserve su timbre original, y que su
parte final se convierta en una semiconsonante (un diptongo descen
dente, pero con transición hacia el cierre).
Hay indicios del patrón acentual postulado: en la métrica del fran
cés antiguo ie y uo pueden hacer asonancia con i y u, y en algunos dia
lectos actuales existe un diptongo ['i a] (posiblemente metafónico) de
rivado de E. Pero en la mayoría de las lenguas donde se conservan los
diptongos, estos poseen una semiconsonante inicial (/je/ o /ja/, /we/
o /wa/; véase también 7. 2).
Otra dificultad que plantea la (‘antigua’) explicación schuchardtia-
na es que en algunas lenguas —de forma notable en español— la dip
tongación tiene lugar tanto en sílabas trabadas (o pesadas) como en sí
labas libres (o ligeras):
205
ro en origen (una mora) como la vocal original, y que el efecto del
acento favoreció el cambio de articulación —y no el alargamiento.
a) Metafonía
(3) vieil «viejo» (ant. [vjeA]) < v e c l u (por v e t u l u s).feuille «hoja» (ant.
[fusA a]) < FOLIA.
(4) esp. espejo (ant. [espe3o]) < SPECLU (por SPECULUM), ital. meglio
«mejor» < m e l i u s , esp. hoja (ant. [hoja], it.foglia < f o l i a .
Parece que este proceso se produce tanto en sílaba libre como tra
bada, y, como la longitud vocálica no es claramente fonológica en
esas variedades, no hay pruebas de que los diptongos resultantes sean
pesados.
206
Este tipo de diptongación pudo haber estado más extendido en el
antiguo romance, aunque quedara enmascarado en algunas lenguas
por evoluciones posteriores. Por ejemplo, es posible explicar las voca
les tónicas portuguesas [e] y [o] < É, ó, en sílabas seguidas por [o]
como resultado de la nivelación de antiguos diptongos [ie], [ u d ] me-
tafónicos, o como resultado de la armonía vocálica en épocas más mo
dernas. La anómala [e] < É del catalán, comparada con [e] < É de mu
chos dialectos (un aparente bandazo fonológico) se podría describir
como la generalización de [ie] < E, lo que permitió el descenso de [e]
< É a [s]. De nuevo surge la dificultad de explicar la extensión del dip
tongo a todas o a casi todas las formas léxicas, por ejemplo en español,
o la restricción del diptongo a las sílabas libres en francés y en italiano.
(7) pruova / prova «prueba», tam bién nuovo «n uevo» < n o u u / nove
«nueve» < n o u e m ; tiene < t e n e t / bene «bien» < b en e, leva «levan
ta» < l e v a t / Heve «leve» < le v is .
207
rencial provocado por el acento, aunque con un buen grado de le-
xicalización posterior.
c) Nuevos enfoques
V V V
e i e
d) éPorquéÉy Óf
209
C ada lengua hizo un uso diferente de las posibilidades apuntadas
en el protorromance y los resultados, diversos, aunque relacionados,
pueden haberse producido de manera independiente.
4 .3 . E l i n f i n i t i v o
a) Complementación
(10) fr.Jeveux lefaire/ Je veux qu’il leJasse\ it. Vogliofarlo l Voglio che loJac-
cia; esp. Quiero hacerlo /Quiero que lo haga.
210
En la mayor parte de las lenguas romances también pueden intro
ducir un infinitivo dependiente los complementadores preposiciona
les (procedentes de AD o d e ):
(11) Fr. apprendre a lite, oublier defaite; ital. imparare a leggere, dimenticare di
jare; esp. aprender a leerj olvidarse de hacer; aider quelquun a faire quel-
que chose, aiutare qualcuno a fare qualche cosa, ayudar a alguno a hacer
algo.
(12) fr. avant (que/de) / it. prima (che/di) / esp. ante (-s de que / de); apres-
(qué), dopo (che / di) / después (de que / de), sans (que), senza (che), sin
(qué).
b) éNombre o verbo ?
(13) fr. Illuifautle savoir 1 11faut qu Ule sache «Es necesario que él lo sepa».
211
(14) Face ‘hace’ / Nuface! «¡No hagas!» / aface; voiuface «haré».
(17) u§or defácut (ft.facile a faire, it.facile a fare, esp. fácil de hacer)] A te—. -
nat de scris romanul (fr. II a terminé d’écrire le román, esp. El ha tem::
do de escribir la novela); malina de spálat (fr. machine á laver «lav n ;
ra»); Ilv á viind {ir. Je le vois venir, it. Lo vedo venire, esp. Lo veo ir::'
212
(18) Mi-e tufine de a-¡i spune / sá-fi spun «Me da vergüenza contártelo»;
M ai bine a munci (/ sá munces¡i) in loe de spune (/ decít sd spui) ‘Es me
jor trabajar (/que tú trabajes) en vez de hablar (/que tú hables)’.
c) El infinitivo personal
(19) ptg. 0 livro épara as crlangas lerem ‘El libro es para que lo lean los ni
ños’; gallego antes de chegarem os teus amigos ‘antes de llegar tus ami
gos’.
(20) Podéis comerdes ‘Podéis comer’; Vas a saberes o resto ‘Vas a saber el
resto’.
213
En las variedades no estándar del portugués brasileño y del norte de
Francia encontramos también infinitivos tras preposición con un
pronombre sujeto tónico:
(23) para mim lea-, pour moi lire ‘para leer yo’.
d) é Tendencias en conflicto ?
214
bo. Ya hemos visto que los pronombres «del discurso» derivan en con
junto de sus correlatos latinos, pero que las formas plenas o tónicas
pueden diferir de las formas débiles o clíticas de un modo que puede
relacionarse con diferencias rítmicas propias de la temprana época en
que siguieron desarrollos divergentes las vocales según fueran tónicas
o átonas. También hemos visto que los pronombres anafóricos de 3.a
persona se pueden poner en relación con el artículo definido. La úni
ca lengua «nuclear» romance que posee sólo pronombres plenos es el
sobreselvano, pero existen indicios de que la pérdida de los clíticos en
tal dialecto es reciente, posiblemente debido al influjo del alemán. El
portugués brasileño coloquial también prefiere las formas plenas a las
clíticas, lo que se suele considerar signo de criollización.
215
el término de conjugación objetiva) mantienen que los antiguos clíti
cos están hoy gramaticalizados como afijos verbales. Los defensores
de esta hipótesis señalan la extensión de la duplicación o copia me
diante clíticos, por la cual pueden aparecer en la misma oración un
objeto léxico pleno y un clítico, y consideran al clítico más como una
partícula de concordancia que como una reducción pronominal de
un objeto léxico.
(24) fr. JeanJe Vai vu, it. Giovanni, Tho veduto, esp. A Juan lo he visto.
216
(27) Calulpe care l-am cumpárat «El caballo que [lo] compré».
c) Otros indicadores
217
(32) fr. (Etes-vous contente?)Je la suis Lit. ‘(¿Está usted contenta?) La estoy’.
e) La enclisis delportugués
218
El portugués europeo y el gallego actuales han extendido la encli
sis del pronombre a cualquier verbo en forma afirmativa que vaya pre
cedido de un sujeto nominal léxico no cuantificado:
(36) Para que cumpra-se o contrato, nao recusei-me as condifdes ‘Para que se
respete el contrato, no recusé las condiciones5.
f) El cambio a la proclisis
219
primera gramática del italiano (1495) todavía describe la enclisis me
dieval, pero seguramente como mecanismo literario. En español la
proclisis era normal en el siglo xvi. Los primeros textos rumanos del
siglo xvi emplean por lo general pronombres tónicos con pronom
bres átonos normalmente postpuestos de tal manera que hace pensar
en el influjo eslavo, pero hay ejemplos aislados de proclisis en textos
procedentes del sudoeste de la región dacorrumana de Banat desde el
siglo XVII.
220
ce en el inicio del periodo moderno hayan pasado a ser inseparables
de su huésped.
i) Imperativos
221
(39) Ne me le donnezpas!/ Donnez-le moi! c¡No me Ío deis! / ¡Dádmelo!’;
Ne le dis pas! /Dis-le! ‘No lo digas / Dilo’.
j) Infinitivos
222
(43) (Nuoro) li narren ‘contarle’ / nándelis ‘contándoles’
k) éProclisis o anteposición ?
4 .5 . F o r m a s p e r if r á s t ic a s a s p e c t u a l e s
223
La primera desaparece por completo en romance. La forma con ei
gerandivo (o quizás el ablativo del gerundio sustativo) ha sobrevivido
hasta cierto punto para señalar aspecto continuo o progresivo, ahora
con un sentido activo, no pasivo. En la mayoría de las lenguas las for
mas de e s s e han sido reemplazadas por otros auxiliares —muy a me
nudo s t a r e ‘estar o verbos de movimiento:
(46) sardo Estploendo ‘Está [es] lloviendo5, pero it. Sta scrivendo, esp. Está
escribiendo, fr. ant. Va croissant, esp. Va creciendo.
224
(47) Ilva chanter, Va a cantar, Vai cantar.
b) éDeriva?
225
4.6. E l f u t u r o
a) éUnfuturo «romance»f
226
del contexto, en un manuscrito que data de un periodo bastante tar
dío, el ejemplo es dudoso. Pero aunque fuera genuino se debe inter
pretar más como ‘Tú has de dar’ que como un futuro neutro.
227
pleada cuando el infinitivo comenzara la oración, quizás para hacer
énfasis en su contenido léxico, junto con una forma de futuro sintéti
ca. En esta última la parte léxica del verbo tendió a perder su identi
dad como forma de infinitivo y a desarrollar un tema de futuro, con
una rcomo marca de fúturidad. En francés, el tema de futuro se divor
ció pronto del infinitivo (compárese venir con viendra «vendrá»). Sin
embargo, en español y sobre todo en portugués los temas distintivos
del futuro fueron rechazados por los normativistas en la época de la
estandarización, de forma que, por ejemplo, el portugués antiguo sal-
rei «saldré» fue sustituido por sairei (infinitivo sair). En la lengua mo
derna hay muy pocos futuros «irregulares» (como farei i fazer «haré /
hacer»). En español la reforma no se llevó tan a fondo; las formas de
uso más frecuente mantuvieron su forma distintiva:
b) éLa conexiónfrancesa?
4.7. L a p a siv a
228
Estas formas se perdieron por completo en romance, aunque se
documentan en gran número en los textos latinos tardíos.
Sin embargo, muchas lenguas romances conservan el compuesto
s e r + participio pasivo de las serie del perfectum. latino. La forma con
el tiempo presente de s e r refleja más el significado latino de presente
perfecto que el de aoristo, y no se puede distinguir, por lo general, de
la construcción estativa cópula+ adjetivo participial:
(55) fr. La maison est construite (par les magons), it. La casa é costruita (dai
muratori), esp. La casa es construida (por los albañiles).
(56) it. E veduto ‘El es visto’ / E ben visto ‘Está bien visto’.
(57) esp. Es despertado / Está despierto; ptg, Foi corrompido ‘Fue corrompi
do’ / Estava corrupto ‘Estaba corrompido’.
b) Otros auxiliares
229
(58) it. Vengo lodato, cat. VaigUoát T o soy (vengo/voy) alabado’.
c) La pasiva con SE
(61) Pachetul afost trimis de el ‘El paquete fue enviado por él’,
230
El francés desconoce el desarrollo posterior de una «impersonal
pronominal» a partir de los usos «medios», que se da en algunas len
guas probablemente en el siglo xvi (véase 6. 5).
4 .8 . L é x i c o
231
por ciento de unidades en el uso cotidiano moderno. Actualmente, y
sobre todo desde la Segunda Guerra Mundial, las lenguas recurren
más al inglés en busca de nuevos términos que al préstamo entre ellas
—para gran disgusto de puristas y políticos nacionalistas, en especial
en las comunidades francófonas.
El carácter de lengua receptora o dadora de préstamos ha ido cam
biando a lo largo de la historia y las modas desaparecen rápidamente,
pero probablemente es cierto que el francés ha sido una fuente peren
ne de préstamos duraderos para todas las lenguas. Durante la Edad
Media, el intercambio era de doble dirección entre el italiano y el fran
cés, aunque en el siglo x i i i , Italia fue mucho más receptora. He aquí
algunos ejemplos:
El esp añ o l y el p o r t u g u é s ta m b ié n tu v ie r o n c ie rta p r e fe r e n c ia p o r
lo s p r é s t a m o s ita lia n o s e n el sig lo x i x y a p r in c ip io s d e l XX; el r u m a n o
t a m b ié n b e b i ó d e e s a fu e n te e n e sta é p o c a .
Dejando a un lado al rumano, que fue inundado por galicismos
después de alcanzar su estatuto de lengua nacional:
232
(64) botella,frambuesa < bouteiüe,framboise.
(66) naranja, azúcar > fr. orange, sucre, it. arancia, zucchero\ chocolate, taba
co > fr. chocolat, tabac, it. áoccolata, tabacco.
(67) barat, barato > baratu, cat. treballar > travallare, esp. dichoso > ditsosu.
233
distinguir los préstamos, pero los esp. afeitar y enfadoso tienen un ori
gen claramente portugués. Sin embargo, parece que los préstamos
portugueses han entrado en muchos casos no directamente, sino a tra
vés del francés: un buen ejemplo es la palabra criollo.
4.9. C o n c l u s i ó n
234
lenguas durante su histona. Todas ellas, excepto quizás el rumano y el
sardo, han contribuido con algo al fondo común, pero el relativo
prestigio cultural y político de cada una en cada época guarda una es
trecha relación con el dominio lingüístico ejercido sobre las demás.
En el préstamo léxico se revela con mayor transparencia ese influjo,
pero también pudo darse el intercambio morfosintáctico en situacio
nes donde se produce una frecuente interacción entre hablantes de di
versas lenguas, como fueron las Cruzadas,
Más difíciles de evaluar son las evoluciones paralelas que aparen
temente se han producido en las diferentes lenguas, pero a distintas
velocidades y en distintos grados. En la medida en que representan
tendencias casi universales, provocadas por consideraciones funciona
les, no hay posibilidad de confusión: la sustitución de formas sintéti
cas por analíticas, por ejemplos, está muy extendida en todas las len
guas indoeuropeas. Pero algunas evoluciones romances parecen idio
sincrásicas —como la introducción de pronombres de objeto clíticos
o la creación de un nuevo futuro sintético. ¿Debemos buscar el origen
de esas características en una variedad latina de la que poseemos esca
sas pruebas textuales? ¿O aceptamos que cada lengua avanza a dife
rente velocidad por senderos que discurren en la misma dirección a
partir del mismo punto de partida? También nos preguntamos si las
lenguas criollas representan la siguiente estación de paso en este viaje
o algún tipo de desviación.
Hasta el momento hemos repasado algunas de las muchas caracte
rísticas comunes a las lenguas romances. Pero cada una posee sus pro
pias características. La «Segunda Parte» gira en tomo a las diferencias
existentes entre ellas. En el siguiente capítulo nos preguntaremos por
aquello que delimita cada lengua con respecto a las demás e intentare
mos clasificarlas en distintos grupos para, posteriormente, pasar a dis
cutir cómo llegaron a ser diferentes.
Lec tu r a s r ec o m en d a d a s
235
(1989). Sobre auxiliares, Harris y Ramat (eds.) (1987). Sobre el futuro,
Fleischman (1982). Sobre la reflexivización, Everaert (1986). Sobre los
«medios», Fagan (1992). Sobre la pasiva, Klaiman (1991). Sobre la sin
taxis del sintagma nominal, Giorgio y Longobardi (1991).
236
S e g u n d a p a rte
Las diferencias
5
¿Cuántas lenguas romances?
5 .1 . ¿ C u á n t a s l e n g u a s r o m a n c e s h a y ?
a) Lenguas estatales
239
ca se resienten de la hegemonía del francés parisino. Los hablantes de
francés canadiense están más preocupados por la amenaza del inglés
que por la del francés metropolitano.
El rumano se asocia también con dos estados separados —en la re
pública ex-soviética de Moldavia (Moldova), la mayoría de los habi
tantes emplean el rumano, que se escribía hasta hace poco en cirílico,
y sigue habiendo acaloradas disputas sobre su estatuto independiente
como lengua.
Por el contratio, el italiano es la lengua de un único estado (sin
contar a San Marino y el cantón Tessino de Suiza), pero se extiende
sobre un gran conjunto de dialectos aún vivos que poseen muy poco
en común. En origen fue básicamente una lengua literaria medieval
adoptada por el estado italiano unificado en el siglo xix, pero todavía
tiene que ganarse el corazón de todos los italianos.
b) Lenguas literarias
240
La literatura occitarta antigua, en especial la poesía lírica de los tra
badores está reconocida como una de las más delicadas de Europa, an
tes de que fuera suprimida por las fuerzas del norte en la cruzada albi-
gense del siglo xiii. El redescubrimiento de tal literatura durante el Ro
manticismo fue en parte responsable del aumento del interés por las
lenguas romances: Raynouard (véase página 27) identificó la «lengua
de los trabadores» con la supuesta langue romane común de la cual ha
bían nacido todas las lenguas romances, y un joven Diez (véanse pági
na 28), en una peregrinación a Weimar, fue orientado hacia los estudios
románicos por Goethe, quien le recomendó la poesía trovadoresca.
Eí catalán literario antiguo estaba muy cercano al occitano anti
guo, tanto desde el punto de vista cultural como lingüístico, y a veces
se le ha asignado el mismo nombre de íemosi (limousine, de la región
de Limoges). Se originó en la región fronteriza del nordeste que arre
bató Carlomagno a la España musulmana, quizás como variedad in
novadora del aragonés. Su prestigio fue grande y fue la lengua de can
cillería de la corte aragonesa hasta su unión con Castilla en eí siglo xv.
El resurgir decimononónico de esta lengua estuvo apoyado por la
prosperidad de su principal centro urbano, Barcelona, y, a pesar de
la represión durante el régimen de Franco (aunque incluso entonces
siguió siendo la lengua oficial de la independiente Andorra), ha sobre
vivido gracias al vigor con que se la ha defendido, y ha llegado a reci
bir cierto grado de reconocimiento en la Unión Europea. Se hablan
variedades del catalán en el norte de los Pirineos y en el Rosellón fran
cés, en las Baleares, e, incluso, todavía activamente, en el Alguer, puer
to pesquero del norte de Cerdeña. En esta zona ha sobrevivido desde
la época en que fue refundada la ciudad bajo la ocupación aragonesa
en el siglo xrv, casi desapercibida hasta su redescubrimiento en el xix
por un arqueólogo catalán que investigaba los asentamientos prehis
tóricos sardos. La variedad hablada en el Alguer ha sido incorporada
a la órbita del catalán, con el activo apoyo de un puñado de catalano-
parlantes, ahora prósperos, de este atractivo enclave turístico.
Menos entusiasmo por el catalán se percibe en Valencia, donde la
variedad del catalán era hablada, hasta hace poco, sobre todo por los
habitantes menos privilegiados, y donde ahora intelectuales influyen
tes y políticos sostienen que el valenciano posee estatus de lengua in
dependiente, aunque objetivamente difiera muy poco de otras varie
dades catalanas.
241
como lengua romance adicional. Sin embargo, la postura tradicio
nal de los manuales es considerar que es la misma lengua que el por
tugués —o, más bien, el gallego-portugués, asociada con la pobla
ción celta prenománica del noroeste y con el asentamiento postro
mánico de los suevos (y no con los visigodos, que ocuparon la
mayor parte del resto de la Península). Esta lengua se extendió ha
cia el sur con la Reconquista, pero se escindió en dos ramas cuando
Portugal se convirtió en un estado independiente, y dejó a Gali
cia como parte de España (para la estandalización del gallego,
véase 5. 5).
242
y finalmente se puso fin a un periodo de terrorismo de los separatistas
germanoparlantes garantizando a ía región un cierto grado de autono
mía. Esta región, de belleza espectacular, muy famosa entre los mon
tañeros germanoparlantes, pudo entonces dedicarse al lucrativo nego
cio del turismo. El ladino se enseña en las escuelas primarias locales,
en una versión diferente en cada valle, y no parece que haya peligro
de muerte prematura, ni deseo alguno de estandarización y unifi
cación.
Las variedades retorromances del cantón de Graubunden (Griso-
nes) de Suiza tienen una historia bastante diferente. La amenaza polí
tica de Mussolini persuadió a la Confederación a otorgar a los dialec
tos, en 1936, el estatuto de lengua «nacional», que no «oficial»; ello
significa que puede ser usada a efectos oficiales en el cantón, pero no
en ninguna otra parte de la Confederación (por desgracia, muchos ha
blantes viven en Zurich o en Ginebra). Cada comuna (originariamen
te había 120) puede decidir si se utiliza en la escuela primaría la varie
dad romance; con el paso de los años, más y más hablantes se han pa
sado al alemán, y, a veces, al italiano. En aquellas ochenta y dos
comunas que sí lo han adoptado, se emplean cinco variedades regio
nales. Las lenguas que se enseñan en la escuela están basadas más en
regiones geográficas que en afinidades lingüísticas.
La variedad más occidental, en el valle del Alto Rin, y que cuenta
con el grupo más numeroso de hablantes, se conoce con el nombre
de romanche (romontsch, roumanche). Los lingüistas la llaman sobreseí-
vano (Oberwaldisch). Antiguamente se denominaba Churwáhh, por el
centro administrativo de Chur (Cuera), cuya población en el siglo xv
era totalmente romance (hoy solo el 10 por ciento). El área deí dialec
to se ha ido reduciendo en los últimos siglos a medida que el alemán
extendía sus tentáculos, y el dialecto sobreselvano está muy influido
por el alemán. Los primeros textos datan del siglo xvi —fundamental
mente traducciones bíblicas y comentarios religiosos. La zona se es
cindió en la Reforma, y se diseñaron sistemas ortográficos diferen
tes para católicos y protestantes. Un dialecto, más pequeño, y en re
troceso, el sutselvano (Nidwald% está estrechamente relacionado
con el sobreselvano, que hasta hace muy poco se utilizaba como
lengua en la escuela en la región. El grupo surmeirano (Ober- y Unter-
halbstein) engloba variedades heterogéneas, algunas de las cuales son
muy diferentes de la lengua que se enseña en la escuela. En todas es
tas regiones es general el bilingüismo con el alemán suizo.
Las variedades más orientales, al sur del oeste de Austria, eran co
nocidas desde antiguo para los montañeros y los esquiadores. En el
243
valle del Irm, el engadino está dividido en dialectos altos y bajos (La-
din puter y vallader), mientras que la versión del Val Müstair (Munster)
se suele clasificar aparte. Estas variedades están más cercanas a los dia
lectos italianos del otro lado de los pasos montañosos que las occiden
tales. El influjo de la población germanoparlante ha reducido radical
mente en el último medio siglo la proporción de hablantes de roman
ce, quienes se encuentran a menudo entre las comunidades menos
prósperas.
Recientemente se ha elaborado una forma estándar unificada que
engloba a todas las variedades (véase 5. 5) en un intento de salvar una
lengua de la que los suizos dicen sentirse orgullosos, pero que no se
esfuerzan demasiado en mantener.
El friulano (o friuliano), tercer grupo de dialectos asociado por As-
coli con los réticos, está mucho más cerca del italiano que los otros,
pues el Friuli Occidental ha estado ligado estrechamente con Venecia
desde el siglo xvi. El Friuli oriental, sin embargo, tuvo, hasta la Prime
ra Guerra Mundial, más contacto con el alemán (por no mencionar al
esloveno en el este). El friulano ha tenido una literatura floreciente
desde el xvi y la comunicación entre las diferentes variedades es rela
tivamente fácil. El estado italiano no lo reconoce como lengua inde
pendiente, y muchos hablantes funcionan libremente con la koiné vé
neta, así como en friulano y en italiano. Los fraílanos, como los galle
gos, han emigrado a otras partes del mundo, donde han solido
conservar sus hábitos lingüísticos distintivos. Incluso existe en la re
gión del delta del Danubio en Rumania una activa comunidad de ha
blantes de friulano, implantada allí en eí siglo XIX. La relación del friu
lano con otras variedades retorromances es tenue y muchos lingüistas
niegan toda conexión, poniendo de relieve los rasgos que comparte
con los cercanos dialectos del Véneto.
La otra lengua romance que Ascoli nos impuso es el francopro-
venzal. Hoy muchos lingüistas la reconocen como un conjunto dis
tintivo de dialectos franceses del sudeste, en el límite con el proven-
zal, por lo que se emplea el término de compromiso «francopro-
venzal». Algunos prefieren pensar que estos dialectos son básicamen
te occitano en el cual ha hecho incursiones más profundas y más tem
pranas el francés que en las variedades más al oeste; ciertamente el vo
cabulario está cerca del del occitano, pero esto podría reflejar más el
carácter arcaico de los dialectos que una afinidad genética. Otros seña
lan las similitudes entre el retorromance y el francoprovenzal y postu
lan un ancestro alpino común que tenía rasgos de tipo francés. Otros
relacionan las características francoprovenzales con otras «avanzadi-
244
lias» lingüísticas del francés del norte y del este, que, se supone, con
servan características más arcaicas. En Francia los dialectos, que anta
ño abarcaban Lyon, Grenoble y el Jura, han desaparecido casi por
completo, pero han sobrevivido mejor en Suiza e Italia. Se hablan ac
tualmente en las regiones montañosas del este francés (Saboya) y el
oeste de Suiza (Vaud, Neuchátel, Valais) así como en el Valle de Aosta
(valdotain). Wartburg los puso en relación con el asentamiento de los
burgundios, aunque desde entonces se ha demostrado que este asen
tamiento no tenía los mismos límites que la zona francoprovenzal.
Aunque la lengua de algunos textos medievales muestra indicios de
proceder de esta zona, la lengua de cultura es el francés (aunque Mus
solini impuso de forma temporal el italiano en esa zona de los Alpes).
Nunca ha existido una versión koinizada, ni ninguna producción lite
raria sustancial. Para la relación de estas variedades con el alemán, véa
se 8. 6.
245
Es la parte central de la isla, montañosa y aun hoy relativamente
inaccesible la que se supone que alberga el sardo prototípico {logudo
rés), mientras que el grupo campidanés de dialectos del sur se conside
ra más influido por el italiano. Aunque eí sardo se documenta en fue
ros desde fines del xi, nunca estuvo estandarizado, y la intercomuni
cación entre dialectos es mínima. En la ahora semiautónoma región,
ías autoridades impulsan el desarrollo de la lengua, pero gran parte de
la isla ha seguido siendo pobre, está despoblada y acosada por el ban
didaje, con altas tasas de emigración, por lo que ha habido poca pre
sión popular para la estandarización.
246
deran otra lengua distinta, pero algunos sostienen que son versiones
de dialectos italianos nororientales, mientras que Ascoli las relacionó
con el retorromance. Existen también localidades aisladas que usan el
«istrorrumano», que parece estar relacionado de forma más estrecha
con el dacorrumano de la lengua estándar que con otras variedades,
pero que sufre la progresiva infiltración del serbocroata. Su origen se
pierde en la bruma de los tiempos, pero se piensa que estas comuni
dades huyeron de los otomanos en una época temprana, y que no po
seen memoria popular de la cultura rumana.
f) ¿M ás lenguas?
5.2. C l a s if ic ic a c ió n g e n é t ic a
247
En la aplicación del modelo del árbol al romance solo se suelen te
ner en cuenta criterios fonológicos para diagnosticar las innovaciones
compartidas. George Trager en 1934 introdujo también, a modo de
contrastación, algunos criterios morfosintácticos, como el uso del sis
tema bicasual en galorromance (francés y occitano). Sin embargo,
agrupó el catalán (que no presentaba casos) con el occitano y el fran
cés. En virtud de la no palatalización de /k/ latina ante vocales ante
riores, el dálmata se agrupa con el sardo (como romance oriental «in
sular», distinto de la variedad «peninsular» representado por el italiano
y el rumano).
La versión más ampliamente aceptada en la actualidad del árbol
romance es la de otro americano Robert Hall Jr., quien, después de se
parar a los miembros aislados (primero el protosardo, y luego el pro-
torromance oriental) del «protorromance itaío-occidental» usando el
criterio de las vocales, procedió a utilizar solo como criterio los cam
bios consonánticos para llevar a cabo la subclasiíicación. El protoita-
liano se distingue del protorromance occidental por su tratamiento de
grupos como /kt/ (asimilado en italiano, pero palataiizado en protorro
mance ibérico y protogalorromance, véase 3. 3). Posteriormente, el
protorromance occidental se subdivide principalmente en virtud de
las innovaciones en la palatalización. El resultado final tiene un sospe
choso parecido con la agrupación por áreas.
La lexicocronología adopta supuestos similares a los de la teoría
tradicional del árbol genealógico, pero el criterio que emplea para la
subclasificación es el deí vocabulario básico común. Las revisiones
más recientes del método apuntan a la subagrupación en líneas zona
les, con el rumano y el francés en los polos, el portugués y el español
relacionados de forma muy estrecha y el catalán asociado con este
mismo grupo, pero de forma más laxa, mientras que el friulano está
más cerca del italiano que de las otras lenguas retorromances. Los le-
xicocronologistas están menos interesados en establecer una clasifica
ción del romance que en justificar la validez de su metodología: por
tanto, les satisface que sus subgrupos, y su correlativa proyección tem
poral, se parezcan en gran medida a las áreas tradicionales.
Clifford Leonard, reconstruccionista americano más radical, pero
más comprometido, parte de criterios fonológicos, pero insiste en el
uso sistemático solo de cambios vocálicos, y considera que la escisión
más importante es la que existe entre lenguas romances «heterocróni-
cas» e «isocrónicas». Las primeras distinguieron, en época temprana,
sílabas libres y cerradas en su tratamiento de las vocales tónicas, algu
nas alargando la vocal en sílaba libre (véase 4. 2). Una subclasificación
248
basada en este criterio agruparía los dialectos nororientales de Italia y
los de los Abruzzos y Apulia con el francés y el fiancoprovenzal, pero
el veneciano y el occitano con el español y eí portugués. Esta distribu
ción zonal hace pensar que las variedades heterocrónicas son innova
doras, con un margen de zonas más conservadoras.
Esta clasificación es consistente con el modelo en «ondas» que,
desde Schuchardt (véase página 28), ha gozado siempre de más favor
entre los romanistas europeos que el modelo del árbol. Da cuenta de
forma más apropiada de la concatenación aparente de variedades mu
tuamente inteligibles, con pocos límites dialectales definidos, a lo lar
go y ancho de la zona romance.
En criterios léxicos se fundamenta una distinción muy aceptada
entre zonas centrales innovadoras y bordes conservadores. Por ejem
plo, parece que el español y el portugués y el rumano comparten cier
tas unidades más arcaicas que se han perdido en otras zonas, como
f o r m o s u s en vez de b e l l u s , m la g is en vez de p l u s , o f e r v e r e en
vez de b u l l i r é :
(1) esp. hermoso, más, hervir, ptg. formoso, mais, ferver, rum. frumos, mai,
jierbe / fr. heau, plus, bouillir, it. bello, piü, bottire.
Otra distinción que sigue una línea similar, pero emplea una gama
más amplia de criterios, fundamentalmente la morfología verbal y
equivalentes léxicos, distingue una Romanía continua, desde el At
lántico y a io largo del Mediterráneo, con dos puestos de avanzada,
uno en el norte de Francia y otro en Rumania (con el portugués en el
borde atlántico, pues presenta también rasgos idiosincráticos, y eí cas
tellano comportándose de modo inconformista).
Otras clasificaciones tienen los mismos fundamentos. La más
aceptada es la división este-oeste, que defendió con más consistencia
Walther von Wartburg, quien trazó una línea a lo ancho de Italia des
de La Spezia a Rimini. Los criterios de Wartburg, curiosos para un fi
lólogo más conocido por sus trabajos lexicológicos, eran fonológicos:
el occidente conserva la -s final latina y sonoriza las consonantes sor
das intevocálicas, pero estaban ligados a factores sociales (véase 6. 2).
El mantenimiento conservador de -s, importante para la morfología,
lo achacaba al influjo de las escuelas, mientras que la conservación de
las sordas intervocálicas y de las geminadas en el oeste era un rasgo
conservador popular. Eí sardo conserva ambos rasgos, pues habría es
capado a la innovación popular de la pérdida de -s final como conse
cuencia de su temprano aislamiento del resto de la Romania.
249
Otra clasificación por zonas, menos aceptada, considera que el
Mediterráneo es el centro de la «romanicidad», aunque se haya man
tenido una constante intercomunicación mediante el transporte marí
timo.
250
Una comparación por pares de los rasgos compartidos revela, lo
que no es una sorpresa, que el francés y el francoprovenzal por un
lado, y el español y el portugués por el otro, están muy cerca entre sí.
Es más controvertido que el catalán resulte más cercano al occitano y
al francés que al español, mientras que el friulano esté más cerca del
engadino que del italiano, el cual está muy alejado de la mayoría de
las demás lenguas, especialmente del francés.
Pero, ¿hasta qué punto esta clasificación depende de la elección de
criterios más que de factores comunicativos de la vida real? Giovanni
Pellegrini, utilizando prácticamente las mismas medidas, pero inclu
yendo en su proyecto algunos dialectos italianos (y retorromances, lo
que es más significativo desde su punto de vista), demostró que la ca
tegoría de «dialecto italiano» no tiene ningún sentido lingüístico: hay
más diferencias entre el italiano estándar y un dialecto de Lucania que
entre ese dialecto y el español o incluso el rumano. El retorromance
del Valle de Fassa en los Dolomitas puede estar más cercano, con es
tos criterios, del friulano que del italiano, y, sin embargo, como afir
ma Pellegrini, para un friulano es más fácil leer un periódico incluso
en español que uno en el ladino de los Dolomitas.
5 .3 . T ip o l o g ía
251
francés la de menor grado de sinteticidad, mientras que el sardo era la
que más se parecía al latín en otros aspectos. De este trabajo no sur
gió ninguna clasificación clara, pero parece que agrupaba, en pri
mer lugar, al francés y al catalán, y luego al español, al italiano y al
rumano, mientras que el portugués y el sardo estaban aislados, liga
dos de una forma bastante laxa al primero y segundo grupo respec
tivamente.
En una fecha más reciente, el alemán Karl-Hermann Kórner ha
propuesto que las lenguas romances pueden dividirse, desde el punto
de vista tipológico, en dos grupos. Uno, que comprende al francés y
al italiano, hace uso del artículo partitivo y de la concordancia del par
ticipio pasado en los tiempos compuestos con objetos antepuestos
(véase 6. 4), así como del «relativo predicativo» (o «complemento fle-
xionado», véase 7. 4) y del «nominativus pendens» (esto es, la topicali-
zación con preferencia a la dislocación con duplicación mediante clí
tico; véase 4. 4). Sólo las lenguas que pertenecen a este primer grupo
pueden carecer de sujetos nulos (aunque muchas de ellas no lo ha
gan). El otro grupo, que incluye al español, portugués, sardo, rumano
y engadino, emplea el «acusativo preposicional» (véase 3. 3), la dislo
cación a la izquierda con duplicación mediante clíticos, el infinitivo
como nombre y con sujeto explícito (véase 4. 3), así como un dativo
como sujeto del infinitivo en construcciones causativas (véase 3. 4).
Los datos aducidos son objeto de encendidas polémicas, sobre todo
en lo que concierne al italiano, pues parece que las variedades del nor
te han recibido un trato privilegiado en el análisis. No obstante, Kor-
ner insiste en que él busca preferencias y no distinciones absolutas, y
que la división no se aplica al pasado, en el cual los rasgos que él se
lecciona para clasificar tipológicamente las lenguas modernas estaban
mucho más difundidos por toda el área románica.
La versión de Principios y Parámetros de la teoría de Rección y Li
gado ha llegado también a postular un conjunto entero de distincio
nes tipológicas potenciales dentro del romance moderno — de las cua
les la más fructífera ha sido la que se correlaciona con el parámetro de
los sujetos nulos (véase 1. 2). Otros candidatos a la parametrización
conciernen a la rección del núcleo (que se manifiesta, por ejemplo, en
la colocación de adjetivos y determinantes, véase 3. 4), a la subida del
verbo (con datos, por ejemplo, como la colocación de la negación;
véase 7. 4), el estatuto de los pronombres reflexivos (véase 4. 7, 6. 4) y
otros muchos. En la más reciente teoría «minimalista», se ha ligado
más estrechamente la parametrización a la morfología que a la sinta
xis; los enfoques que siguen este modelo se han ocupado de caracte-
252
risticas como el «futuro romance» (véase A. 6) y \a colocación de los
clíticos de objeto (véase 6. 5).
Las distinciones tipológicas basadas en el orden superficial de los
elementos de la oración no goza en el momento actual de mucho fa
vor, pero tuvo cierto predicamento entre los romanistas durante algún
tiempo. Se pensaba que el supuesto paso del orden SOV del latín al
moderno SVO había tenido lugar a través de un estadio intermedio
donde el tema, más que el sujeto, desempeñaba el papel preponderan
te. Se distinguían lenguas modernas como el francés con un orden
SVO sistemático de aquellas con un orden de palabras más libre de
terminado por factores pragmáticos. Se propuso que el español, por
ejemplo, es una lengua VSO básicamente, y que el francés avanza en
la misma dirección, con la gramaticalización de los clíticos de sujeto
como marcadores de persona (véase 1. 2).
5 .4 . D ia l e c t o m e t r ía
253
parten rasgos y tendencias que no siempre se reflejan en los respecti
vos estándares. Por ello, se prestó atención a la idea schuchardtiana de
que en el nivel del uso popular, antes de la imposición de los estánda
res, hubo, en el área románica, pocos límites (conjuntos de isoglosas),
si es que hubo alguno, De ahí que se pensara que cualquier otra clasi
ficación que no fuera geográfica resultaba imposible. Sin embargo, la
moderna «dialectometría» intenta medir la distancia lingüística que
existe entre las variedades locales, tomando en cuenta los grados de in
teracción.
Los estudios dialectales en el área románica tienen una larga y res
petable historia que se remonta al siglo x v i i i . Antes, se pueden encon
trar referencias informales a variantes regionales, así como obras com
puestas a propósito en dialecto, normalmente en busca del efecto có
mico o por motivos políticos. La tradición antigua más seria favorece
la monografía dialectal (que suele estar hecha por un hablante nativo
que se concentra en cambios fonológicos y pone de relieve las diferen
cias existentes entre el dialecto local y el estándar respectivo), y el cues
tionario sobre usos no estándar dirigido a dignatarios locales (el pri
mero fue el del Abbé Gregoire, durante el periodo de la Revolución
Francesa, que buscaba información por motivos sociopolíticos). En el
siglo X X se ha dado prioridad al atlas dialectal, que presenta en coor
denadas espaciales variantes locales de unidades léxicas y sintagmas
usuales. El primero fue el Atlas Linguistique de la France (ALF, 1902-10),
bajo la dirección de jules Gilliéron, lingüista inconformista, más fa
moso por su oposición a las leyes fónicas de los neogramáticos y por
su defensa del eslogan «Cada palabra tiene su propia historia». El atlas
supuso el inicio de la utilización de investigadores de campo aficiona
dos (en concreto de un ex-tendero, Edmont) que pedaleaban en sus
bicis de pueblo en pueblo registrando las respuestas de los «buenos ha
blantes» previamente seleccionados (en general, de avanzada edad) a
un conjunto predeterminado de preguntas.
El prestigio del A LF consiguió el apoyo oficial para un considera
ble número de atlas lingüísticos regionales franceses, llevados a cabo
de un modo más profesional en el periodo de postguerra. El tinte
«ecológico» de este tipo de estudios es primordial: el miedo a que los
dialectos rurales amenazados no fueran registrados para la posteridad
provocó el deseo de conservar parte de una herencia nacional que ya
no servía a intereses sociales o económicos.
El atlas lingüístico de Italia, igualmente prestigioso, Sprach- und Sa
chadas Italiens und der Südschweiz (AIS, 1928-40), editado por los profe
sores Jaberg yjud de la Universidad de Zurich, fue concebido en la tra
254
dición de «palabras y cosas», que buscaba ligar la cultura tradicional
con la lengua utilizada para transmitirla. Entre los investigadores de
campo se encontraban futuras luminarias de la lingüística románica
como Max Leopold Wagner y Gerhard Rohlfs, y sus datos siguen sien
do un registro de valor incalculable de los dialectos que existían en la
época de entreguerras en Italia, Cerdeña y el sur de Suiza.
La tradición de los atlas lingüísticos ha continuado en otros paí
ses románicos, aunque, dado el alto coste de la ejecución y publica
ción de tales proyectos, no siempre han llegado a ver la luz, excepto
cuando han recibido, como en Francia, sustanciales subsidios del
gobierno.
Fue el adas lingüístico el que alimentó la idea de medir la distan
cia que mediaba entre dialectos —en parte, porque las isoglosas traza
das entre los límites existentes entre formas alternativas rara vez coin
cidían con las fronteras significativas que delimitaban conjuntos de
dialectos. En Francia un conjunto de isoglosas sí señala en eí oeste el
paso del francés al occitano, pero las isoglosas se desvanecen de modo
impredecible en el este. En todo caso, la nítida división occidental po
dría ser engañosa, pues existen pruebas de que es allí donde las varie
dades del norte han ido invadiendo desde la Edad Media las varieda
des meridionales, empujando quizás algunas de las isoglosas críticas
más hacia el sur hasta formar un conjunto más compacto. En eí este,
sobre todo en terreno más montañoso, la incursión de los rasgos dia
lectales septentrionales podría haber sido menos sistemática (aunque
véase 5. 1 para el francoprovenzal como variedad de base más france
sa que occitana).
También en Italia parece que un conjunto de isoglosas dibuja el
contorno de los dialectos centrales, que estuvieron durante siglos bajo
la égida papal. Se supone que su separación del próspero norte y del
sur indigente estuvo acompañado de barreras para la comunicación.
Es muy relevante en este sentido que no se hayan desarrollado en los
Estados Papales koinés dialectales regionales, que son una característi
ca importante deí escenario lingüístico del norte de Italia (véase 8. 4).
Con todo, lo más habitual es que los dialectos romances formen
una cadena de variedades mutuamente inteligibles (dejando a un
lado, por supuesto, aí rumano). Dentro del área romance hay pocas
barreras naturales para la comunicación que sean insuperables: los Pi
rineos y los Alpes tienen pasos accesibles, los ríos y los mares se pue
den cruzar en barcas. Lo tradicional es que los pueblos se agrupen en
tomo a la ciudad donde se celebra el mercado y que constituye la dió
cesis, pero la gente joven puede ir a cortejar, con un poco más de es
255
fuerzo, a localidades menos cercanas. Se ha argumentado que en la
Edad Media los bosques suponían un obstáculo serio para la interco
municación, más que cualquier otro accidente natural: la especifici
dad del antiguo valón en comparación con otros dialectos franceses
septentrionales se ha atribuido a la densidad del cinturón de bosques
que lo limitan más que a la posterior separación política de la zona va
lona en Bélgica. En la época moderna, la zona que se suponía densa
mente boscosa en tiempos anteriores, forma una cuña de transición dia
lectal entre el picardo y el valón, con algunas características de ambos.
256
teligibilidad en esos 700 kilómetros, pero en un viaje de sur a norte,
desde los Pirineos orientales a Lieja (Bélgica) hay que cruzar una fron
tera hacia la mitad del viaje. En su recorrido hacia el norte a través de
Italia desde Apulia a los Alpes descubrió una frontera a la inteligibili
dad a los 850 kilómetros, pero después todo era más o menos igual en
los restantes 200. Para ilustrar este punto con mayor nitidez señala el
repentino aumento de las diferencias léxicas conforme se pasa de su
patria chica en Gascuña, hacia el catalán en el este (Rosellón) y hacia
territorio vasco en el oeste.
Séguy y sus sucesores, sobre todo Hemi Guiter y Hans Goebl, tam
bién se sirvieron de técnicas cuantitativas más sofisticadas y de un con
junto de criterios más amplio, aunque siempre extraídos de los datos de
los atlas, con el objeto de trazar los límites entre conjuntos de dialectos.
Los subdialectos, los dialectos y las lenguas se definen en función de la
concentración de diferencias o semejanzas de rasgos lingüísticos en un
espacio geográfico. Existen, no obstante, zonas de transición y lenguas
híbridas, y también hay huecos en las fronteras en puntos donde es más
frecuente la intercomunicación entre grupos diferentes.
Sin embargo, la percepción de lo que constituye un grupo dialectal
puede estar relacionada con un prototipo real o imaginario. Por ejem
plo, el gascón más prototípico de los dialectos franceses meridionales es
el beamés, encajado contra los Pirineos. Desde allí y en todas direccio
nes los dialectos presentan pocos rasgos gascones emblemáticos confor
me se alejan de los Pirineos, con una de-gasconización especialmente in
tensa en los alrededores de los grandes centros de población.
5.5. E st a n d a r o l o g ía
257
se puede describir en términos de un diasistema discreto. Los dialec
tos que abarca suelen cobijarse bajo el «techo» (una metáfora mejor se
ria «están en la órbita») de una forma elaborada de uno de los dialec
tos, o del resultado de la acomodación entre dialectos (una koiné). En
algunos casos, ese «techo» lo puede proporcionar una lengua total
mente distinta: el dialecto germánico de Alsacia funciona, por razones
culturales y políticas, dentro de la órbita del francés estándar, no del
alemán estándar.
a) Abstand
b) Estándares estatales
258
glos x ri y x i i i . El deseo de contar con una lengua estatal unificada co
rre parejo a la amenaza de muerte del latín como vehículo de la cultu
ra, las leyes y el gobierno en el siglo xvi. Al mismo tiempo se modela
ban en Europa grandes estados con más poder absoluto del que había
sido posible en la era feudal. La adopción de una lengua estatal auto
rizada podía, así se creía, reforzar el prestigio externo, que se manifes
taba en el brillo cultural y en la conquista militar, así como en el con
trol interno, lo que posibilitaba el aumento de los recursos para finan
ciar ese prestigio. Sin embargo, no había necesidad de imponerla
como lengua hablada a aquellos cuya única función en la goberna
ción era contribuir con los impuestos y como carne de cañón: de he
cho, existían ventajas en la restricción del acceso a la lengua del poder.
Por tanto, ¿por qué desaprobar una lengua elitista codificada o restrin
gida desde el punto de vista geográfico y que estaba muy alejada del
habla de las masas?
i) España
259
más al sur. Sin embargo, la imposición del castellano como lengua ofi
cial data tan solo de principios del x v i i i con el advenimiento de los
Borbones al trono español.
El resultado ha sido que, salvo en el norte, donde se mantienen
los dialectos originales, el castellano se ha convertido no solo en la
lengua administrativa, sino también en la lengua hablada de España
(aunque en el oeste, el portugués afirmó su independencia política
en el siglo XII, y en el este el catalán fue el lenguaje de la cancillería
de Aragón hasta su unión con Castilla). El patronazgo real, obsesio-
nado con la gloria y la vocación religiosa, se dispuso a convertir la
lengua de Castilla, según el modelo de Toledo, en el instrumento de
la corona y de su misión religiosa, instrumento adecuado para su ex
pansión por el país y, a la larga, por todo el mundo con las fuerzas
que construían el imperio: la primera gramática fue dedicada con
toda ceremonia a la reina Isabel en el ilustre año de 1492. La tradi
ción gramatical española se ha caracterizado hasta hace poco por su
intolerante purismo. Sin embargo, eí dialecto castellano tiene desvia
ciones fonológicas y es innovador desde el punto de vista de la mor
fología, y está muy lejos de ser una koiné de compromiso de las va
riedades ibéricas. Con todo, constituye la lengua oficial de todo el
estado español y tienen obligación de aprenderlo todos los ciudada
nos españoles.
En la actualidad las versiones meridionales de la lengua, que re
cuerdan en ciertos aspectos fonológicos a las variedades latinoameri
canas, han adquirido más prestigio del que se suele atribuir al rígido y
duro idioma de Castilla. En la América hispana Andrés Bello, el esta
dista y gramático venezolano del siglo xix, pretendió codificar la len
gua de los nuevos estados que se liberaban del yugo colonial, pero per
feccionando y racionalizando la tradición, no rompiendo con ella.
Así, las diferencias de los estándares americanos con respecto al es
pañol de Europa son más fonológicas y léxicas que gramaticales
(véase 8. 7).
En la España del siglo xx, tras un breve periodo en el que Catalu
ña gozó de cierta autonomía, la era franquista, con su política de «Es
paña, una», supuso la supresión de las restantes lenguas de la penínsu
la. Sin embargo, en 1978 la nueva legislación democrática estableció
regiones autónomas en España y animó la protección de las «modali
dades» locales dentro de esas regiones, como parte del patrimonio cul
tural, aunque insistía en el papel del castellano como lengua de todo
el estado. Desde entonces se han aceptado las formas estándar de al
gunos de los idiomas regionales (véase 8. 3).
260
ii) Portugal
261
iii) Francia
262
ta, que en la práctica podría extender las letras a consumidores que no
tenían ni el tiempo libre ni la paciencia necesarios para interesarse por
los estudios clásicos. Otra fue la Reforma, que quería divulgar la Pala
bra en una forma vernácula accesible a todos —de la misma forma
que se dice que Lutero creó prácticamente el alemán, Calvino fue una
figura importante en la creación del francés.
Los polemistas del siglo xvi en conjunto prefirieron un estándar
«polinómico» que no sacrificara a una uniformidad anodina las pinto
rescas contribuciones de los dialectos, sino que tolerara la variación re
gional. Además se favoreció el uso de la clase media culta parisina so
bre el de la corte italianizada. El siglo xvn fue testigo de un cambio de
dirección, sobre todo después de que Luis xrv intentara restnngir el in
flujo y la afiliación provincial de la turbulenta nobleza, reuniéndolos
en la corte y promoviendo una administración centralista. La lengua
impuesta por todo el país, y el vehículo del nuevo florecimiento lite
rario, fue el de «la parte más sensata de la Corte». Las clases medias se
apresuraron a imitar a los cortesanos, tanto en la lengua como en
otros aspectos, pero no hay muchas indicaciones de que la adopción
del estándar afectara a la masa de la población, cuyas muestras de de
voción y obediencia ciega a la corona exigían las mínimas habilidades
verbales. Desde este penodo, los comentarios sobre el uso dialectal
adoptaron la forma de parodias cómicas o de admoniciones a los ha
blantes despistados.
Sin embargo, en la época de la Revolución es muy posible que en
gran parte del norte de Francia (sobre todo en las ciudades, donde las
tasas de alfabetización eran altas) los hablantes de clase baja percibie
ran que sus usos lingüísticos diferían no tanto por motivos geográficos
como sociales de aquellos de los hablantes de las clases superiores. Por
el contrario, en el sur y en las zonas rurales y marginales se conserva
ban los dialectos con tanta fuerza como en épocas anteriores. La doc
trina jacobina de que era necesaria una lengua común para permitir a
todos los ciudadanos de la «nación» (en el sentido de todos aquellos
que ofrecían su lealtad de buen grado al estado) participar de forma
plena en los procesos democráticos ha sido condenada por destructo
ra de los dialectos locales. Sin embargo, fue más la expansión decimo
nónica de la educación, exclusivamente en francés, y en especial tras
la introducción de la educación primaria obligatoria en 1882, y el au
mento de la movilidad tanto geográfica como social, lo que condujo
a la práctica muerte de la mayoría de los dialectos franceses septentrio
nales. Solo tras la Segunda Guerra Mundial han conseguido cierto gra
do de reconocimiento los dialectos locales hablados en Francia.
263
c) Estándares nacional-estatales
i) Italia
264
nolingües de dialecto son raros, pero incluso en ese caso la mayoría
puede entender el italiano con algo de esfuerzo (pero también pue
den hacerlo los hablantes de español). Muchos italianos, sobre todo
del norte, con una tradición literaria en dialecto, controlan al menos
tres lenguas emparentadas: un dialecto local, una koiné regional y
un estándar regional (véase 8. 4). En algunos centros urbanos, como
Florencia y Roma, algunos hablantes consideran su dialecto «mal
italiano», no una lengua diferente, pero la lealtad y los afectos se sue
len volcar más sobre el dialecto que sobre el estándar: los espectado
res de televisión opinan que las representaciones teatrales populares
en dialecto de otras regiones son incomprensibles para ellos, y los
obreros inmigrantes del sur que trabajan en ciudades septentrionales
se suelen sentir excluidos por su ignorancia de los dialectos de la
zona.
La evolución política reciente es testigo de intentos separatistas en
tre los habitantes del norte, pero la legislación regional de 1946 ha he
cho mucho por difuminar los débiles gritos que reclamaban lenguas
estándar independientes, y los dialectos, aunque diversos desde el
punto de vista lingüístico, permanecen en la órbita (bajo el techo) de
un estándar que es tolerante con la variación.
ii) Rumania
265
Independientemente del tamaño del estado, el periodo de entre-
guerras llevó poca prosperidad y mucho conflicto a Rumania, la emi
gración de intelectuales y artistas fue especialmente intensa. Tras la
guerra, aunque en un principio se discutieron con entusiasmo las
cuestiones lingüísticas, pronto se desvanecieron las primitivas esperan
zas de un futuro ordenado, próspero y tolerante, y hoy Rumania sigue
siendo un estado miserable, en el que muchos de sus intelectuales bus
can refugio, una vez más, fuera de sus fronteras, y donde los conflic
tos sociales y étnicos están a la orden del día. Lo que parece haber
cambiado es que ahora las otras lenguas romances ejercen menos
atracción para los rumanos que, por ejemplo, el inglés o el alemán.
Pero en el momento actual, no hay mucha discusión coherente sobre
la función del estándar en la nueva Rumania.
i) España
266
corpus» (codificación de la lengua) se manejan con sensibilidad y pro-
fesionalidad, y con el apoyo moral y financiero de los gobiernos auto
nómicos.
El gallego estándar, aunque hablado por una proporción mayor
de la población local, ha atravesado peores momentos que el catalán,
en parte debido a los desacuerdos sobre la forma que debía adoptar la
estandarización. A diferencia de la industrializada y emprendedora
Cataluña, Galicia ha sido durante mucho tiempo una zona atrasada y
pobre, que vivía de la agricultura y ia pesca (aunque desde muy anti
guo ha sido centro turístico, con la famosa peregrinación a Santiago
de Compostela). La lengua local fue suprimida por las autoridades po
líticas y religiosas y despreciada por las clases medias locales, por lo
que el resurgimiento de la lengua nacional en el siglo xix no tuvo tan
to éxito en esta región como ha tenido en otras. Sin embargo, la mis
ma pobreza y olvido de Galicia ayudó a conservar los dialectos loca
les y a crear también un cierto sentido de identidad nacional, por el
cual las masas de gallegos emprendedores que emigraron al Nuevo
Mundo buscando su fortuna, nostálgicos de su verde patria, conserva
ron viva la lengua local y prestaron apoyo moral y financiero a su re
nacimiento. Sin embargo, los activistas estaban escindidos entre los
que defendían la estandarización siguiendo las líneas del portugués y
los que preferían ir solos. La liberalización de la política lingüística
tras la muerte de Franco ha permitido que la Xunta gallega promueva
el uso y la difusión de la lengua, pero aún hay divisiones de opinión
en torno a la cuestión de hasta qué punto hay que desafiar el dominio
del castellano en cuanto lengua del estado español.
Para las otras lenguas de España, el valenciano, el asturiano y el ara
gonés, que reciben un impulso menor para su estandarización, y sobre
las cuales suele ser muy animado el debate lingüístico, véase 8. 4.
ii) Francia
En Francia, la lengua literaria medieval del sur era una diestra mez
cla del dialecto de Poitou con otras variedades. Es difícil decidir su cer
canía a la lengua hablada en la zona, pero como lengua artística esta
ba bastante unificada. Tras el violento aplastamiento de la individuali
dad cultural meridional por el norte en el siglo xm, la lengua siguió
empleándose durante cierto tiempo con fines literarios en el sur y en
Cataluña, y, de hecho, se codificó en esta época. Pero en el siglo xvn
había quedado degradada a un mero conjunto depatois de bajo estatus,
267
condenados totalmente por los normativistas. Aunque en el siglo xix
los dialectos todavía eran la pnmera lengua de muchos occitanos, des
de entonces el francés y la política educativa han conseguido reducir
su extensión y su estatus. Declinaron con rapidez hasta mediados de
este siglo y quedaron confinados a hablantes ancianos de comunida
des rurales. El renacimiento literario dirigido desde 1854 por los feli-
brigios intentó llevar a cabo la estandarización, pero sólo con base lo
cal (específicamente con las variedades de Provenza), y los intentos de
diseñar una lengua estándar que sirviera a las necesidades de los ha
blantes de la región quedó hasta mediados del siglo xx en manos de
militantes inspirados por los principios defendidos por los estandari-
zadores del catalán. El occitano estándar ha alcanzado cierto nivel de
éxito desde 1951, cuando fue admitido como tema de examen en las
escuelas: el resultado ha sido un notable descenso de su declive entre
los hablantes jóvenes, y un aumento de uso en las ciudades. Sin em
bargo, no se ha producido un éxito comparable al de la estandariza
ción del catalán, y existe una buena cantidad de desacuerdo sobre el
número de hablantes del occitano (los cálculos oscilan entre 1 millón
y la improbable cifra de 10 millones).
Los dialectos hablados en Córcega se suelen clasificar con el tos-
cano, pero el influjo del francés, y la disminución del contacto con el
italiano desde la incorporación de la isla al estado francés en 1769, les
ha dado un perfil más definido. Los intentos de estandarización han
favorecido el enfoque «polinómico» seguido por el occitano, que no
fuerza a los hablantes de los distintos dialectos a abandonar su propio
uso, pero que les permite participar en una comunidad lingüística más
amplia. Queda por ver si prende un corso estandarizado, ahora que la
isla tiene una considerable proporción de residentes no corsos, en es
pecial desde el establecimiento de refugiados de Argelia tras la inde
pendencia de este país. La isla, además, es un centro de vacaciones
para hablantes tanto de italiano como de francés. Asociada de forma
injustificada por sus detractores al violento movimiento separatista, la
causa de la lengua corsa atrae poco apoyo oficial.
iii) Suiza
268
tándar se base en gran medida en ese conjunto de dialectos, pero se
han hecho grandes esfuerzos (algunos piensan que excesivos) para in
corporar rasgos del engadino. La koiné codificada del Rumantsch Gris-
chun ha sido bien recibida sobre todo por ese 40 por ciento de hablan
tes que trabajan actualmente fuera del cantón de los Grisones y que te
men que sus hijos no tengan acceso a la lengua; pero dentro del
cantón no se da, en comparación, excesivo apoyo a su uso en la escue
la. Dadas las grandes diferencias que separan a las variedades locales,
por ejemplo, en la forma en que se niega el verbo, sería preferible per
mitir cierta libertad a las variantes dentro del estándar a imponer una
única norma. Queda por ver si la creación de un estándar frena la ero
sión de los dialectos.
5.6. L e n g u a y d ia l e c t o
269
Algunos de los hablantes macedonios de rumano se establecieron en
Rumania después de la Segunda Guerra Mundial, tras escapar de los
conflictos eslavo-griegos. El pequeño número de hablantes de ruma
no de la península croata de Istria, por el contrario, no sienten ningu
na afinidad con el estado rumano, incluso aunque sus dialectos estén
íntimamente relacionados con el dacorrumano. (Para los hablantes de
friulano en Rumania, véase 5. 1.) Algunos dialectos judeoespañoles
(véase 8. 7) sobreviven también en los Balcanes y en Turquía, donde
fueron llevados tras la expulsión de los judíos de España en 14,92.
b) Dialectos ultramarinos
270
podemos distinguir entre un «dialecto» no europeo y un verdadero
«criollo» que, aunque siga siendo miembro de la familia romance, ya
no se adapta aí tipo romance y ha sido expulsado de su club (véase pá
gina 132).
5 .7. C r i o l l o y d i a l e c t o
a) Españoles
Se ha dicho que esto es lo que ocurre con las variedades que tie
nen como base el español. Existen pocos datos fiables sobre el espa
ñol de Filipinas, que de todas formas se ha considerado como un crio
llo portugués relexificado. El papiamento, hablado en Cura^ao-
e islas vecinas, se piensa que es de origen portugués, y se considera un
criollo atípico (véase 1. 3). El palenquero, hablado en un asentamien
271
to cimarrón (de esclavos huidos) de Colombia, sólo recientemente ha
sido clasificado como criollo, e, incluso así, se considera que está muy
«descriollizado», pues sus 3.000 hablantes hablan todos español (kate-
yano). Por ello, es mejor no emplear estas variedades del español como
ejemplos en nuestra búsqueda de la «criollidad».
b) Portugueses
Los criollos de base portuguesa son otro cantar, pues existe una
larga tradición documentada de la lingua do preto «lengua de negro»,
del pidgin que empleaban marineros y comerciantes a lo largo y an
cho del mundo. Sin embargo, los criollos de África difieren de las va
riedades asiáticas (que, en cualquier caso, han quedado obsoletas o en
estado de obsolescencia), sobre todo, por el hecho de que todavía
mantienen un estrecho contacto con el portugués, y también en algu
nos casos con las lenguas africanas. En Cabo Verde, el crioulo es la len
gua nacional de una población étnicamente mixta; las variantes van
desde usos muy cercanos al portugués coloquial hasta una versión que
se parece más al de Guinea-Bissau, donde el crioulo es muy utilizado
por los africanos como segunda lengua. Los criollos del Golfo de Gui
nea (Santo Tomé, Príncipe, Annobon) crecieron en condiciones socia
les muy similares a las de los criollos del Nuevo Mundo —esclavitud
en un sistema agrícola de plantaciones— con más infiltración de ras
gos y léxico africanos, lo que las distanció de forma más decisiva del
portugués.
Los hablantes asiáticos de portugués —normalmente cristianos y
mestizos— se identifican, por el contrario, más con el portugués: los
matrimonios mixtos y la asimilación contaban con la aprobación de
las autoridades metropolitanas. En la medida en que sus lenguas so
breviven, varían muchísimo: el portugués de Macao se puede igualar
con el uso popular de la metrópolis y las variedades brasileñas, mien
tras que el de Batticoloa en Sn Lanka ha sufrido la penetración de ca
racterísticas gramaticales del tamil. El mismo portugués popular brasi
leño ha sido llamado «semi-criollo», pues los exponentes flexivos son
muy reducidos en comparación con los del estándar, y se favorecen
las perífrasis. Sin embargo, muchas variedades romances metropolita
nas no estándar muestran tendencias similares. De hecho, el término
frangais avancé para las variedades populares del francés (véase 8.2) im
plica la idea de que el futuro del romance está en la simplificación de
la morfología y en un mayor uso de mecanismos sintácticos.
272
c) Franceses
Los criollos franceses son los que se acercan más a la idea más tra
dicional de lo que es un criollo. Todos son el resultado de la importa
ción de esclavos africanos para las plantaciones (de tabaco, de algo
dón, de azúcar) durante los siglos xvii y xvni, y todos comparten ca
racterísticas gramaticales, incluso aunque se encuentren tan alejados
geográficamente como lo están el Caribe y el índico. Es fácil imaginar
que se hayan podido crear a partir de una amalgama de léxico francés
y gramática africana; sin embargo, existen dificultades a la hora de pre
cisar esos orígenes africanos.
i) Caribeños
273
ii) San Bartolomé y Santo Tomás
274
clavos parece que formaban alrededor del 40 por ciento de la pobla
ción de San Bartolomé.
iv) Luisiana
275
dios, mientras que algunos de los más prósperos descendientes de los
cajuns originarios se identificaron con los propietarios de plantaciones
anglófonos en el siglo xix. El cajún comparte muchos rasgos del aca-
diano moderno y de otras variedades canadienses (véase 8. 7). Se sue
le contrastar con el «francés-negro», el négre, caracterizado con inten
ción jocosa como m ogain (francés m oigagne) ‘tengo’, o mo couri mo vini
(francés moi courir moi venir) Voy a venir’. Hay noticia de que esta va
riedad criolla se podía oír todavía en las calles de Nueva Orleans en el
periodo de preguerra. Hoy en día no se puede trazar ningún contras
te nítido entre el cajún y el criollo, y existen dudas sobre si alguna vez
se diferenciaron de forma clara. Las características criollas pueden ha
berse visto reforzadas por el influjo de los refugiados de Haití durante
las revueltas de esclavos, cuando los amos llevaron algunos de sus es
clavos consigo, pero hay pruebas de la existencia del criollo de Luisia-
na antes de ese momento.
Los habitantes negros de Luisiana muestran hoy preferencia por el
inglés, y, de hecho, muchos descienden de los esclavos anglófonos
traídos del norte a principios del siglo xix para trabajar en las planta
ciones de azúcar. Ahora bien, en el bayou occidental y en las praderas
donde sobrevive el francés de forma algo precaria no hay una diferen
ciación nítida entre la lengua de blancos y negros. Algunas poblacio
nes, como Lafayette o Avoyelles, emplean variedades más cercanas al
cajún; otras, como St. Martin, utilizan un criollo claramente conserva
dor que, sin embargo, posee rasgos de tipo haitiano. Donde se dice
que existen dos variedades distintas, como en Vacherie (St. James), el
cajún muestra su tendencia a dejarse invadir por el criollo, y es frecuen
te el cambio de códigos y el intercambio bilectal, incluso dentro del
círculo familiar. Desde mediados del XIX, época en que los cajuns em
pezaron a ser tratados como «basura blanca», se ha producido una
cierta identificación de todas las variedades francesas locales con un
estatus social no privilegiado. La distinción entre francés «blanco» y
«negro» puede haber sido objeto de exageración después de la Guerra
Civil, frecuentemente con tintes racistas.
En casos como éstos se suele decir que dos lenguas originariamen
te muy distintas se han entrelazado con el tiempo: el dialecto se ha
«criollizado» y/o el criollo se ha «descriollizado». Incidentalmente, los
intentos que se han hecho para introducir el francés estándar en las re
giones francófonas de Luisiana, a través del programa C O D O F IL , no
han tenido un éxito clamoroso, sobre todo porque los hablantes de
las variedades locales sienten esta lengua tan ajena como el inglés. Ac
tualmente, se ha instituido un programa de investigación bajo la direc
276
ción de Albert Valdman, para investigar el francés de Luisiana, en con
creto las variedades cajún, que parecen en peligro de extinción y sobre
las cuales tenemos poca información segura.
5.8. ¿La c r i o l l i z a c i ó n c o m o c r e a c ió n
O C O M O CAM BIO CATASTRÓFICO?
277
gua de los amos. Las comunidades descendientes de los esclavos hui
dos (cimarrones) tendrían más posibilidades de poseer auténticos ras
gos criollos. Ningún criollo romance encaja bien en este modelo (aun
que para el angolar y el saramaccano, véase 2. 3). Sin embargo, algu
nas variedades están más imperfectamente «criollizadas» que otras.
Los criollos de Haití y Santo Tomé son más radicales que los de Reu
nión o Luisiana, no porque la aportación africana sea mayor, sino por
que el contacto con la lengua modelo fue menos intenso. La distin
ción entre un dialecto y un criollo puede depender asimismo del- gra
do de continuidad de la transmisión de una generación a la siguiente;
un criollo sería una creación nueva, mientras que un dialecto sería el
resultado de una evolución, transmitido por la tradición.
Otra perspectiva de la criollización, defendida por los romanistas,
es que es una versión rápida y extrema del cambio lingüístico, produ
cida en condiciones sociales en las que hay una ruptura en la continui
dad de la transmisión. La simplificación de la morfología flexiva, la
pérdida de distinciones redundantes, como la del género, el recurso al
orden de palabras para expresar relaciones gramaticales y el uso
de construcciones analíticas son, en apariencia, simples extensiones de
tendencias observables en la historia de las lenguas romances. Algunas
lenguas, como eí francés, han ido más lejos en esta línea; otras, como
el rumano, han retrocedido. Desde este punto de vista, los criollos
han corrido a una velocidad vertiginosa, algunos incluso más rápido
que otros. Por tanto, no habría diferencias cualitativas entre un dialec
to y un criollo, sino simplemente cuantitativas, que dependerían de
cosas tales como la diferencia de condiciones sociales, posición geo
gráfica, contacto de lenguas, etc. Los criollos tendrían su lugar en eí
fondo del continuum de romanicidad, en el que las restantes lenguas
romances ocuparían diferentes puntos.
5 .9 . C o n c l u s ió n
278
nuum geográfico de otro. En el capítulo final echaremos un vistazo a
los factores sociales que añaden otra dimensión a las relaciones que
existen entre las variantes.
279
6
¿Cuándo se hicieron diferentes
las lenguas romances?
6 .1 . I n t r o d u c c i ó n
281
pación del Cristianismo por la salvación de los humildes y el creci
miento del interés por el bienestar individual. Incluso es posible que
la percepción de las diferencias existentes entre las lenguas date de mu
cho más tarde, que quizás no emergiera en ía conciencia popular has
ta la época del Renacimiento, de la mano de la idea del estado moder
no y de la sociedad política.
6.2. ¿ U n a d ia l e c t iz a c ió n t e m p r a n a ?
a) L a influencia delgriego
Se piensa, sin embargo, que la lengua literaria del Siglo de Oro la
tino estuvo profundamente influida por el griego, al cual volvió su mi
rada en busca de prestigio y de estilo. La educación grecista de las cla
ses aristocráticas romanas no pudo dejar de penetrar en el estilo eleva
do de la literatura seria y, sobre todo, en la poesía. Ya hemos
mencionado la posibilidad de que el uso métrico de la cantidad, en
vez del acento, fuera no tanto desarrollo nativo cuanto imitación del
griego, y son numerosos los préstamos del griego que entraron en la
lengua literaria. Los escritos sobre gramática están también claramen
te inspirados por los gramáticos griegos; no obstante, uno tiene la im
presión de que los metódicos y disciplinados romanos estaban más
dispuestos a codificar y a adaptarse a un uso estándar que los griegos.
Una de las consecuencias de esta tendencia puede haber sido la pro
gresiva diferenciación sociolectal al ir evolucionando la lengua oral li
bre de las rígidas exigencias del estilo elevado.
282
El influjo del griego vino también de otra dirección: con los nu
merosos esclavos griegos, que fueron de los primeros en adoptar el
Cristianismo. Algunos griegos, después de liberados, adquirieron tam
bién una considerable riqueza e influencia en la última época. Desarro
llos romances como la creación de un artículo definido o del perfecto
compuesto se han asociado al impacto del griego sobre el latín habla
do tardío.
b) Diferencias sociales
283
(1) t r e s > rum. trei, dálmata (Veglia) trct, it. tre (antiguo írei) /sardo (lo-
gudorés) tres, ret. (engadino) trais, fr. trois, occ., cat., esp., ptg. tres.
(4) cani, ciini ‘p e rro s’ < can es; vedi, vezi ‘ves’ < v id e s.
(5) sor dentes ‘los dientes’, sa mínanos ‘las manos’ por sas dentes/manos.
284
(6) Gascón [eraj duoj rodos] ‘las dos ruedas5< il l a s d u a s r o t a s .
(7) les arbres lo s árboles5 [leza^bj i les petits arbres ‘los árboles peque
ños’ [leptiza^b^-]; ils portent ‘ellos llevan’ [ip^tj / ils aiment ‘ellos
aman’ [izem].
(10) esp. ant. xabón < sap o n e, ptg. baixo, ant. esp. baxo < b assu
285
gallego moderno emplea una sibilante apical, y eí brasileño, fuera de
Río, una dorsal).
6.3. L a e x p a n s ió n d e l a n o r m a d e Ro m a
286
estuvo en contacto el latín. Es bastante probable; pero nos encontra
mos con dificultades para probarlo debido en gran medida a conside
raciones cronológicas y sociolingüís ticas y a la pobreza de nuestros co
nocimientos sobre tales lenguas. Esperaríamos además que la transfe
rencia fonológica estuviera acompañada de una considerable cantidad
de préstamos léxicos y de influjos morfosintácticos, pero ambos fenó
menos son más difíciles de rastrear. En las siguientes secciones repasa
remos algunos de los rasgos romances atribuidos al contacto de len
guas. En relación con ello utilizaremos la clasificación en influencia
de sustrato, superestrato y adstrato.
El primer tipo de interferencia — a partir de la lengua materna de
un pueblo sojuzgado que pasa a hablar la lengua del pueblo domina
dor (en este caso eí latín)— es tan conocido que no necesita más ex
plicación. La mayoría de los romanistas pensaba que la diferenciación
del latín hablado en el Imperio Romano se debió en gran medida a las
lenguas de los distintos pueblos prerromanos. Por desgracia, casi todas
esas lenguas se han extinguido y el estado actual de nuestros conoci
mientos sobre ellas es muy defectuoso. Podemos conjeturar posibles
interferencias fonéticas, pero poco más. También existen dificultades
en lo que respecta a la cronología de los fenómenos de interferencia.
Lo esperable sería que se hubieran producido durante un periodo de
bilingüismo, pero que se hubieran disipado al morir las lenguas pre
rromanas. Sabemos todavía muy poco sobre la rapidez con que abra
zaron el latín los distintos pueblos (aunque parece que lo hicieron con
entusiasmo) o sobre la variación regional del latín imperial. Parece que
tal variación era tan superficial que no impidió la comunicación entre
zonas alejadas, incluso después del colapso de las instituciones del Im
perio de Occidente; de ahí el escepticismo con que abordan muchos
romanistas modernos la validez de las teorías sustratísticas que se han
propuesto.
El segundo tipo de interferencia es más problemático. A finales de
la época del Imperio de Occidente, parece que algunos pueblos «bár
baros» germanohablantes, aunque dominantes desde el punto de vis
ta militar, respetaron la cultura romana lo suficiente como para adop
tar alguna forma de latín, por lo que hoy se habla una variedad romá
nica, no germánica, en el norte de Francia y de Italia y en España. La
hipótesis propuesta sobre todo por romanistas alemanes es que la po
blación «latinoparlante» adoptó algunos rasgos del habla «defectuosa»
de sus gobernantes, lo que diferenció sus variedades de las de otras zo
nas latinas. En este caso, pisamos terreno firme en lo que concierne al
tipo de rasgos que podrían haberse visto afectados, puesto que nos
287
son bien conocidas las lenguas germánicas —aunque no siempre sepa
mos demasiado sobre las variedades concretas implicadas en tal proce
so. Se ha sostenido en concreto que el francés septentrional muestra
interpenetración de muchas características germánicas tomadas de los
francos, pero carecemos de datos seguros sobre la variedad franca, so
bre eí número de hablantes germanos que se establecieron en ía zona,
y sobre el tiempo que siguieron hablando una lengua germánica. Se
ha dicho, por ejemplo, que alrededor de la mitad de los préstamos
francos deí francés datan de la época imperial.
Otras lenguas de superestrato que podrían haber influido en la
evolución de variedades romances tras la época imperial son el árabe
—en las variedades de la Península Ibérica y suditaíianas (parece que
el romance fue barrido del norte de Africa por las incursiones árabes).
En estos casos, es patente el préstamo léxico, pero son más dudosos,
en cambio, otros tipos de influencia. Lo mismo se puede decir del in
flujo del eslavo en el rumano —aunque en este caso sea difícil distin
guir entre el influjo de «superestrato» y el de «adstrato».
Con este último término denominamos la influencia de lenguas
con las cuales el romance está en contacto tanto desde el punto de vis
ta geográfico como social. De nuevo es el léxico el que muestra con
mayor claridad tal influencia, pero pueden verse afectados también
otros niveles. El rumano, rodeado por el eslavo, el húngaro, el griego
y el albanés, y parte del Imperio Otomano durante un largo periodo,
estuvo especialmente sujeto a tal influjo. En otras zonas de Europa la
influencia del adstrato se puede detectar en las variedades romances
que se hablan a lo largo de las fronteras con las lenguas germanas (aun
que parece que en épocas modernas ha habido una firme resistencia a
la interpenetración de rasgos). Sufren el influjo del contacto los islotes
lingüísticos, como el rumano de la Península de Istria, de Macedo-
nia o de Albania, o el judeo-español del Cercano Oriente, o las va
riedades romances de las zonas greco-parlantes del sur de Italia. Las
variedades romances no europeas del Nuevo Mundo, de Africa y de
Asia están sitiadas por otras lenguas — en el extremo, se pueden con
siderar los criollos como «no romances» desde cierto puntos de vis
ta (véase 2 .7 ).
Reservaré la discusión sobre el adstrato para el capítulo 8. En las si
guientes secciones repasaré algunas de las hipótesis principales sobre
cómo la interferencia sustratística puede haber provocado diferencia
ciones en las primeras épocas del romance, primero en la fonología y
luego en el vocabulario. En 6. 4 volveremos a la cuestión del influjo
de superestrato.
288
a) Fonología
i) La lenición céltica
289
rIp a ‘rib e ra’: ru m . ripá, it. npa, c a t (ant.), p tg . riba, esp. [rrifia],
fr. rwe\
v t t a ‘v id a 5: ru m . vita (‘g a n a d o 1), it. vita, cat. [v id a], esp. [bióa],
fr. vie\
a m I c a ‘am ig a’: it. amica, cat. [a m iy s], ptg. amiga, esp. [anu
y a], fr. amie.
En toscano, y en menor medida en el italiano estándar, se pro
duce una sonorización esporádica (por lo general, léxicamente de
terminada): se produce de manera especial en la sibilantes (por
ejemplo, en el sufijo -ese). Se suele explicar la sonorización en virtud
del préstamo dialectal (aparece con más frecuencia en el toscano
septentrional) o de la colocación del acento (se produce con mayor
frecuencia tras el acento, como en fegato ‘hígado’ < f i c a t u ) . Sin
embargo, las palabras afectadas no pertenecen a ninguna categoría
específica, y se ha sugerido que tal proceso puede estar relacionado
con la espirantización conocida como gorgia toscana (véase injra
para «la espirantización etrusca»).
CÜPPA (junto a o u p a ) ‘copa’: rum. cupá, it. coppa, esp., cat., ptg.
copa, fr. coupe\
GÜITA ‘g o ta ’: ru m . guta, it. gotta, esp., ptg ., cat. gota, fr. gouttc
[gut];
BÜCCA ‘m ejilla’: ru m . bitcá (‘m ejilla’), it. bocca, esp ., cat., ptg.
boca, fr. bouche [buj].
Pérdida de N y L enportugués
290
PANE pao s a l ir e sair
pannu pan* CABALLU cavcdo
(11) \
dawero ‘verdaderamente5, soprattutto ‘sobre todo frattanto ‘entre
tanto5, addio ‘adiós’, neppure ‘sin embargo’, diáassette ‘diecisiete5.
(12) Perché no? [nn] ‘¿por qué no?’, Cosifu [ffj ‘Así fue5, Piú volte [w]
‘más veces’, Dove sei? [ss] ‘¿Dónde estás?’, Come mai? [mm] ‘¿Cóm o
diablos?5
291
uso coloquial del italiano estándar y pueden omitir este tipo de
refuerzo.
(14) [am.me] £a mí’ < AD ME, jsoprat.tutto] ‘sobre todo’ < SUPRA AD-
TOTTU.
(16) pécora (no * piecora) ‘oveja’ , pero mácchina < m ací una.
(18) Salento [krassu] ‘gordo5/ [kkjuggrassu] ‘más gordo’ (it. (piü) grasso),
[tet[i] ‘diez’ / [kuddeíji] ‘con diez5(it. (con) dieci).
292
Uno de los problemas que plantea el postular una dicotomía
este/oeste a partir de la sonorización es el hecho de que en los dia
lectos de ambas laderas de los Pirineos centrales (Aragón en la par
te española y Bearn en la francesa) se conservan de forma regular las
consonantes sordas. Algunos sostienen que estas variedades conser
vadoras se resistieron a la innovación occidental, mientras que
otros ven el influjo del vasco en una supuesta fusión temprana de
geminadas y consonantes simples, lo que impidió el cambio en ca
dena.
v
Sin embargo, hay que señalar que la griega ([y]) en algunos prés
tamos (¿tempranos?) al latín aparece representada por la grafía u: ü
breve, como muestran las evoluciones romances posteriores: p. ej.:
293
germánicas ha llevado a pensar en un rasgo zonal e incluso a postular
una conexión con factores genéticos.
La conexión con el celta es algo tenue, sobre todo desde el mo
mento en que sabemos poco sobre el celta de las Galias. Las pruebas
aducidas apuntan a los préstamos latinos al celta insular (p. ej. el ga
lés) en los cuales Ü aparece como [i]. Aquellos que defienden la hipó
tesis de un sustrato celta sostienen que el galo siguió hablándose du
rante un periodo considerable de tiempo durante la ocupación roma
na, y que la interferencia de la lengua de los sometidos produjo una
pronunciación regional del galorromano. Apenas si contamos con da
tos sobre la pervivencia del galo ni tampoco sobre la extensión del uso
del celta en la Galia romana.
(21) pure<pur.
294
La diferente evolución de PÜLICE (> p u l’c e con síncopa) ‘pul
ga’, en francés (puce)
y en occitano antiguo ipiucé) hace pensar que
la anteriorización del francés, pero no la del occitano, puede haber
tenido lugar tras la vocalización de [1] preconsonántica en [u], lo
que nos llevaría a datarla después del siglo Xií. Sin embargo, si la
u
grafía francesa representó en una determinada época [ju], no
existiría diferencia significativa con la forma occitana. Además en
.
la secuencia preconsonántica [il], como p. ej fils < f iliu s , la /
cayó, por lo que quizás ocurriera lo mismo en la secuencia [yl].
Recuérdese que los préstamos escandinavos, que datan casi con
toda seguridad del siglo x, también presentan anteriorización y
que [y] no provocó en época temprana la palatalización de [k]
precedente.
295
to s c b ,j), q u e se c o n v ie r te n e n [í], [3] c o n la p é r d id a d e l r a s g o d e a p e r
tu r a re tr a sa d a e n el sig lo x i i i :
(24) *skina > ¿chine ‘espina’; meskin > (ant.) meschin ‘joven’ con [tf] > [.'
(cfr. occ. esquina, it. meschino, ambos con [k], el último tomado en
préstamo por el francés en siglo xvn como mesquin ‘raído, misera
ble’).
la cual habría provocado una cadena de propulsión que dio como re
sultado la palatalización de c ([k]) en el mismo contexto. Sin embar
go, es todavía incierta la fecha en que se perdió el elemento [w] en
296
[kw]: en a q u a , por ejemplo, quedaron huellas durante largo tiempo
(véase francés antiguo eve, eue, que a la larga dio eaue, moderno eau
[o]). Ciertamente, [kw] secundario, como el de c o a g u l a r e > caitter
‘cuajar’, parece comportarse de la misma manera que q u latino. En
francés moderno algunas palabras con qua- se pueden pronunciar to
davía con [k] o [kw]: suelen ser latinismos, como el préstamo del si
glo x i i i quadruple. No obstante, algunos reformadores de la ortografía
del siglo xvi abogaban por la omisión de u en las palabras que se es
cribían normalmente con qu.
297
vocálicas se pronuncian como espirantes, rasgo que ha adquirido cier
to grado de prestigio. El proceso afecta a /k/ en especial, que se pro
nuncia como [h] (que desaparece en Lucca y Livorno):
298
(29) peruano amazónico juacil por fácil, también Fan por Juan.
299
(32) par peral’ < p iru , tari ‘tierras’ < t e r r a e .
(33) var primo’ (veren los dialectos del sur del Danubio) < ( c o n s o b r ín u s )
v e r u s / vir yo inserto’, de origen eslavo.
(34) lina lan a’ < l a n a (véase ptg. U [Ib]), rípá ‘barranco’ < RiPA.
(35) casa ‘casa’ / casa ‘la casa’, donde la última incorpora el artículo de
finido [l]a(vé ase ptg. casa (azul) [kaze] / [kazazul]); Cintdm ‘canta
mos’ / Cintam ‘cantábamos’ / c a n ta m u s, c a n ta [b ]a m u s (véase
desinencia de presente [?mus] < -AMUS / desinencia de pretérito
[amuj] < -avimus del ptg. europeo).
300
(36) more sg. / man pl. cmar(es)' < m ak e(s) (pero mare/mari ‘grande’ <-
? (m as), m a re (s )
(37) ant.§i / raod. }i ‘y’ < SlC; dial, zic / estándar zic Migo5< DICO; vina
/ vine Vena(s)’ < v é n a (e ), vind / vinde ‘yo vendo /él vende5 <
VENDO / VENDIT.
301
palabras de este tipo que el español: se mantiene el ptg. carucúbo
‘roble’, mientras que el esp. carvajo ha sido desplazado por roble <
ROBUR.
Si es difícil asignar orígenes sustratísticos a las palabras en las len
guas romances de Occidente, todavía lo es más en rumano, pues sabe
mos muy poco sobre el tracio y el dacio. Por lo general, se supone que
cuando el rumano y el albanés comparten vocabulario de origen des
conocido, debe ser supervivencia de la era prerromana. Pertenecen a
esta categoría unas pocas palabras del rumano moderno:
(38) ahur ‘vapor’, brad ‘abeto5, briu ‘cinturón’, bucura ‘alegrarse’, buza ‘la
bio’, cioc ‘pico’, copac ‘árbol5, copiVniño’,farím á ‘migaj’, gbimpe ‘es
pina’, groapa ‘hoyo, zanja’, ra$á pato’, vatrá hogar5.
6.4. La c a íd a d e l im p e r io r o m a n o : el su perestra to
302
Por el contrario, los dialectos septentrionales presentan diferencias ra
dicales, que incluso llegaron a despertar dudas sobre su carácter romá
nico en el pasado. Desde la Edad Media, el área lingüística septentrio
nal ha ido invadiendo el sur, sobre todo en la zona occidental, donde
el límite de las isoglosas se precipita hacia el sur hasta rodear Sainton-
ge, que pertenece a la órbita oil. Por todo el sur sobreviven variedades
occitanas, aunque con cierta precariedad, incluso a pesar de que el
francés ha sido la lengua dominante desde el siglo xvi y hoy no exis
tan hablantes adultos monolingües de occitano.
i) Fonología
(39) l e v a r e ‘levantar’ : sardo leare, rum . luare, it. levare, occ., ret., ptg. le
var, cat., esp. Uevar, fr. lever.
303
sílabas y suelen terminar en consonante; las obstruyentes de final de
palabra parecen haber sufrido un proceso de desonorización, como
ocurre en alemán moderno:
(42) m a n u > main, moderno [me], a m a t > aime, moderno [em] (pero
CAÑE > cbien, moderno [jjé], con fraccionamiento según la «ley de
Bartsch» por el influjo de la palatal precedente <?cheri).
304
Se suele suponer que el diptongo, [aj] o [ae], se resolvió rápida
mente en una vocal simple por asimilación mutua.
(44) ia m > ja y a’ (véase rem > ríen ‘cosa, n ad a5, m e i> miel).
305
embargo, cuando otro elemento de ía cláusula aparece tematizado en
la primera posición, entonces se invierte el sujeto léxico —es decir, se
sitúa tras el verbo—, mientras que si el sujeto es pronominal no apa
rece explícito:
(47) Durrad lijiz Ysaia vus tuz chanps e vignesf (Os) dará el hijo de Isaías
a vos todos los campos y viñas?’
306
te, por lo general, este orden no supone tanto interrogación como
cierto grado de topicalización. Podemos pensar que la entonación ha
sido siempre, como lo es ahora, el medio principal para distinguir en
romance una pregunta total de una aserción. Es bastante posible que
el francés tomara prestada del alemán la asociación del orden VI con
la función interrogativa.
(48) *werra: fr. guerre, it., esp. guerra (probable p réstam o de otras len
gu as); *w aidanjan: fr. gagner, ptg. ganhar, it. guadagnare, esp. ganar;
*wardon ‘guardar’ : fr. garder, it. guardare, esp., ptg. guardar; *wam -
ja n : fr. garnir, it. guarniré, esp., ptg. guarnir.
(49) choisir ‘elegir’ ( * kausjan) / it. scegliere < * e x - e l i g e r e , esp. escoger <
* e x - c o l u g e r e , rum . ülege < a l l e g e r e ; fr. sale ‘su cio’ (salo) / it. su-
dicio, esp. sucio < s u c i d u ; saisir ‘coger’ i^sakjan) / it. cogliere, esp. co
ger < c o l l i g e r e , etc. (véase fr. cueillir ‘recoger’).
307
ble de palabras germanas que han sobrevivido al paso de los siglos des
de época primitiva: la mayoría de tales palabras tienen un ongen eti
mológico muy problemático. Nasture ‘botón5 es una de las pocas a las
que se les reconoce origen germánico, pero podría ser un préstamo a
través del italiano nastro 'cinta’.
308
Antes de la Reconquista, en la España musulmana los cristianos,
los judíos y los musulmanes de origen español (muwaUadat muladíes)
empleaban una lengua romance conservadora. Esta variedad se cono
ce con el nombre de mozárabe, derivado de musta’ribun, nombre que
recibían los cristianos que vivían bajo la ley musulmana, aunque de
bían quedar ya muy pocos en el siglo xii.
Ciertos rasgos de esta variedad deben haber sufrido influjo del
árabe, y se ha llegado a decir que el moderno español de Andalucía
conserva alguno de ellos. La mayoría tiene que ver con la pronuncia
ción de las fricativas sibilantes y dentales. En castellano / s/ (5 princi
palmente < latín s) es apico-alveolar, mientras que /0/, antiguo /fe/
(c, f < latín K + E>3) es dental (y normalmente coronal): para la deso
norización de las fricativas anteriormente sonoras, véase 7. 2. En An
dalucía, hacia el siglo xv las dos series parecen haber empezado a fu
sionarse en lo que se conoce como gegeo. Se supone que /$/ tenía una
articulación dental en esta zona. En las zonas costeras se usa hoy un
sonido similar a [8] para ambas series (ceceo), mientras que en el res
to, incluida Sevilla, es habitual [s] dental (seseó). Esta es la pronuncia
ción que supuestamente se exportó a Canarias y a América. En gran
parte de Galicia y Portugal, aunque no en el portugués estándar, se
mantiene la distinción entre las dos series, no obstante, no existen
razones para relacionar esta fusión con el influjo árabe, pues en el
norte de Francia se produjo el mismo cambio, probablemente en
el siglo x i i i .
Los datos más seguros del influjo árabe en las lenguas de la Penín
sula Ibérica los ofrecen los préstamos. Como hemos visto, muchas pa
labras árabes han entrado en el resto de las lenguas romances a través
del español, normalmente acompañando a alguna innovación cultu
ral. A comienzos de la época moderna el español reaccionó contra el
uso de tales palabras, por lo que han sobrevivido más en el vocabula
rio básico del portugués que del español, aunque en ambas lenguas la
proporción es pequeña:
(50) ptg. alfaiate / esp. sastre, p réstam o del francés antiguo sartre < s a r t o r
(pero an tigu o alfayate).
(51) esp. aceite, ptg. azeite; esp. aldea, ptg. aldeia\ esp, almacén, ptg. arma-
zem; esp. hasta, ptg. até.
309
c) E l influjo eslavo sobre el rumano
(53) poartá < PORTA, coadd < CAUDA, floare < FLORE.
(54) p tg . porco [o] / porca [d ]; rum . pon / poarcá < PORCU/-A ‘ce rd o /a ’.
310
Otros rasgos fonológicos del rumano tienen un claro origen esla
vo, en particular sonidos como h ([h] o [x]), y secuencias de sonidos,
como si, que aparecen en muchos préstamos del eslavo:
Otros rasgos que se suelen relacionar con las lenguas eslavas son el
abundante uso de formas reflexivas y la frecuencia de la duplicación
mediante clíticos. Sin embargo, estas características aparecen en otras
lenguas romances (véase infra), aunque el influjo eslavo puede haber
las reforzado en rumano.
No hay dudas de que ha habido copiosos préstamos del eslavo al
rumano, aunque el vocabulario de cualquier texto sigue siendo predo
minantemente romance. Ya hemos mencionado el influjo del eslavo
en la composición de los numerales rumanos; se pueden encontrar
calcos similares, por ejemplo, en:
(56) íume < lum en ‘lu z’ y ‘m u n d o ’; fapí ‘cara’ y ‘p erson a’.
Son muy frecuentes los sufijos derivativos eslavos como -ac, -nic,
-u¡. He aquí algunos ejemplos de palabras cotidianas de origen eslavo:
(57) boalá ‘en ferm ed ad ’, bumbac ‘alg o d ó n ’, ceas ‘h o ra’, ciocan ‘m artillo’,
clopot ‘cam p an a’, coborí ‘bajar’, co¡ ‘cesta’, deal ‘co lin a’, drag ‘queri
d o ’, gata ‘p rep arad o’, gási ‘encontrar’ , hotárí ‘decidir’, lovi ‘golp ear’,
mindru ‘o rgu lloso’, nevastd ‘esp o sa’, omorí ‘m atar5, prost ‘estú p id o ’,
rázboi ‘guerra’, scirbá ‘asc o ’, trái ‘vivir’, veac ‘siglo’, zim¡ ‘diente’.
y desde el turco:
6.5. L a d if e r e n c ia c ió n sin t á c t ic a a c o m ie n z o s
DEL PERIODO MODERNO
311
las lenguas vernáculas se consideraron meras variantes de la lengua de
prestigio, el latín, no existió una percepción nítida de que las lenguas
romances fueran distintas. Ya hemos visto que las variedades regiona
les no estándar tienden a unirse en un continuo espacial con concate
nación de la inteligibilidad mutua. Por el contrario, las lenguas están
dar están claramente delimitadas y, de hecho, suelen acentuar delibe
radamente las diferencias existentes entre ellas y sus vecinas. De esta
forma, podríamos fechar la diferenciación definitiva de las lenguas ro
mances en el periodo de estandarización, que en la mayoría de los ca
sos, coincide con la época del Renacimiento, que se caracterizó por su
carácter innovador y progresista. En esta época se produjo una nueva
consideración de la historia y de los procesos de cambio que surgió,
en principio, de la conciencia de las diferencias existentes entre el
cambio lingüístico en el tiempo y la variación social y espacial. El per
cibir la lengua vernácula, de la cual dependía la comunicación dentro
del estado, como una realidad lábil y cambiante era desconcertante y,
por ello, se hicieron esfuerzos para elaborar códigos fijos y estándar.
Muchas de las diferencias existentes entre las variedades romances
tempranas que ya hemos tratado en términos de influjo de estratos
eran fonológicas, y, con toda probabilidad, meramente fonéticas en su
origen. No pueden haber supuesto serios problemas de comunicación
entre los hablantes, pues constituían muestras de variación superficial,
natural y fácilmente formulable. También el vocabulario variaba de re
gión a región, pero a menudo se conservaban en una zona sinónimos
menos frecuentes que hacían comprensible el uso de otra zona. Había
menos variación en las estructuras gramaticales antes de fines de la
época medieval.
Poseemos numerosos datos sobre escritores medievales que traba
jaban en diferentes variedades romances, así como en latín, y pocos
indicios sobre posibles barreras en la comunicación. Aun cuando la
sociedad feudal confinaba a la población a vivir en un solo lugar,
siempre existieron buhoneros y poetas trashumantes, que presumible
mente se manejaban en un buen número de variedades locales y que
podían extender los rasgos de unas a otras. No debemos olvidar tam
poco que las Cruzadas supusieron la mezcla de hablantes de diferen
tes variedades romances y, en apariencia, forjaron una lingua franca
común de clara naturaleza romance.
Es verdad que en el siglo xill para muchos hablantes de romance
aprender latín era una tarea ardua y que se tuvo que recurrir a la len
gua vernácula para asegurar la comprensión (sobre todo en documen
tos oficiales). Como hemos visto, es en este periodo cuando se empie
312
zan a aplicar de forma sistemática nombres distintos a las diferentes
variedades regionales. Que las traducciones del latín al francés estuvie
ran encargadas por la autoridad real en el siglo xrv es una prueba fe
haciente de la progresiva percepción de que las dos eran lenguas dife
rentes en sustancia, así como de un intento deliberado de planificar el
estatus (normalización). La codificación (planificación del corpus o
normativización) no comenzó realmente hasta el siglo xvi, en el que
la nueva tecnología de la imprenta hizo más accesible la palabra escri
ta a un público más amplio. En el siglo xvii, en la Europa que habla
ba romance de Occidente las lenguas vernáculas fueron reemplazan
do al latín en casi todas sus funciones. Pero el latín siguió mantenien
do su prestigio como lengua de cultura y religión.
Ya he apuntado antes que en algunos casos el hecho mismo de re
currir al latín y a otras lenguas romances en busca de vocabulario nue
vo podría haber acelerado la diferenciación fonológica al introducir
nuevos contrastes donde antes solo había una simple variación alofó-
nica. Contra esta hipótesis se podría argumentar que las formas latini
zantes pueden haber reintroducido en la conciencia de los hablantes
el lazo morfológico existente entre formas que estaban relacionadas
etimológicamente, pero cuya relación fonológica había quedado os
curecida por los cambios fónicos.
Otra causa de la diferenciación temprana puede haber sido con
secuencia de la asignación de diferente prestigio a las variedades
coexistentes dentro de una comunidad lingüística. Por ejemplo, se
puede defender que los primerps textos literarios en francés antiguo
presentan más rasgos germánicos que los posteriores. Los textos
más primitivos aparecen en contextos bilingües o se originaron en
zonas bilingües (como Inglaterra). Puede que la sintaxis más germa
nizante que se detecta en esos textos no sea característica del fran
cés antiguo en cuanto tal, sino de cierta variedad de prestigio. En
tonces, los cambios que supuestamente tuvieron lugar durante el
periodo del francés medio podrían reflejar no tanto un cambio en
eí tiempo, sino un cambio en el prestigio que se concedía a varieda
des distintas. Del mismo modo, en Italia la primera variedad que
gozó de prestigio, la siciliana, dio paso a una versión más toscaniza-
da, representada por la lengua de los grandes escritores del Trecen-
to, y la variedad gallega empleada por los poetas líricos medievales
fue desplazada por el castellano, que contaba con un mayor presti
gio político. Se pueden trazar paralelismos con el rumano moder
no, que optó por modelos romances en vez de eslavizados en el
proceso de estandarización.
313
En la sección siguiente, analizaremos algunos de los cambios sin
tácticos que separan a las lenguas romances en épocas más modernas.
Destacaremos que no siempre participan en tales cambios únicamen
te las variedades estándar, sino también las no estándar. En tales casos
es difícil desentrañar las influencias que entran en funcionamiento,
pero hay que tener en cuenta que las variedades no estándar suelen es
tar atraídas en la época moderna por la órbita de su lengua «paraguas»
o «techo» (véase 5. 5). Así ha ocurrido sobre todo en el último siglo,
con el advenimiento de la educación universal, que está casi limitada
a la lengua estándar estatal. También hay que tener en cuenta la koini-
zación de los dialectos agrupados regionalmente, a tono con la afirma
ción de las identidades particulares: esto es más claro en el norte de
Italia y, en menor medida, en el sur de Francia. Para una discusión
más detallada del bilingüismo en los países romances, véase el capí
tulo 8.
Muchas de las estructuras sintácticas que diferencian a las lenguas
romances modernas datan de principios de la época moderna, época
en la que parece haberse llevado a cabo una selección entre variantes
más antiguas: presumiblemente, cada lengua eligió la más habitual o
la más prestigiosa del uso local. En las siguientes secciones me concen
traré en algunos aspectos que han recibido una atención especial de
los lingüistas a causa de su interés teórico: la concordancia del partici
pio, los clíticos y los determinantes.
(60) ital. M aña é amata/andata; fr. Marie est aimée/allée\ esp. M aría es que
rida (pero ha ido).
314
esta regla, sobre todo cuando el participio precede al sujeto, o cuan
do ambos están alejados. La ausencia de concordancia se documen
ta en los textos medievales, sobre todo con sujetos coordinados:
(61) ...oü Ies bystoires et lifa.it de touz les rois sont escrit ‘donde las historias y
los hechos de todos los reyes están escritos’
(Grandes Chroniques de France, c. 1270)
En algunos dialectos del norte de Italia solo se produce concordan
cia cuando se utiliza un sujeto clítico:
(62) Cremona La roba e rivat/La roba Ve rivada ‘Las cosas han llegado’.
En aquellas lenguas que aún seleccionan auxiliar SER para formar
el perfecto compuesto puede existir también concordancia del partici
pio con el objeto cuando se selecciona auxiliar h a b e r . En aquellas
variedades catalanas que no conservan la selección de auxiliar, exis
te todavía concordancia del participio pasado, aunque limitada y
opcional.
En todas las lenguas de las que poseemos documentación medie
val se atestigua la concordancia del participio con el objeto del ver
bo. La posibilidad desaparece en torno a la misma época (entre los
siglos xv y xvii) al igual que la posibilidad de seleccionar s e r como
auxiliar en español y portugués. Debemos suponer que ambas propie
dades están relacionadas y que el proceso de estandarización condujo
a la fijación de un uso que hasta entonces había sido variable.
Es tentador pensar que en español están ligadas a la especializa-
ción de haber como auxiliar y a la fuerte cohesión que se establece en
tre la forma conjugada y la del participio en el perfecto compuesto es
pañol.
En catalán estándar, donde existe una cohesión similar, la conser
vación de concordancia opcional puede estar conectada con la preo
cupación de los gramáticos decimonónicos por diferenciar su lengua
del castellano y abarcar el mayor número posible de variedades dialec
tales. En el portugués moderno, donde ter ha reemplazado práctica
mente a haver para la función de auxiliar, se utiliza poco este tiempo
compuesto y no es directamente comparable con el de otras lenguas
romances (véase 3. 3). En comparación, existe poca cohesión entre el
auxiliar y el participio. Puede intercalarse el pronombre objeto, aun
cuando no haya concordancia:
316
(68) H ai vendute le uova / Le hai vendute le uova ‘Has vendido los huevos’
(70) Ne ho scritte due ‘He escrito dos de ellas (cartas)’ / M i ha veduto ‘Me
(mujer) has visto’.
Las reglas fueron formuladas por primera vez en el siglo xvi y fue
ron refinadas en el x v i i tras acaloradas discusiones. El principio que se
siguió fue, de forma global, que solo un objeto directo (acusativo) an
tepuesto podía provocar la concordancia. En gran parte depende de
análisis de pares tales como:
(74) les belles années qu’ila vécues / les soixante-quinze années quil a vécu ‘los
felices años / los setenta y cinco años que ha vivido’
317
(75) Elle s ’est servi(e) de la soupe
(78) Bajo engadino Je tilla n’ha dit(ta) co chi sta ‘Le (fem.) dije cómo están
las cosas’.
318
ras conservan algunos restos del estatuto adjetival del participio que
modificaba al SN objeto del verbo HABER. Incluso en las lenguas me
dievales la concordancia con un SN antepuesto era más frecuente que
con uno postpuesto: en general, la concordancia es más regular de iz
quierda a derecha que a la inversa. Lo más interesante es que la con
cordancia con un clítico precedente sea más persistente que con un
SN pleno. Es tentador atribuirlo a consideraciones pragmáticas, en el
sentido de que el antecedente del clítico objeto no siempre es fácil
mente recuperable sin información gramatical adicional. Podría estar
también relacionada con una restructuración que convierta al clítico
en un afijo morfológico del verbo.
En un nivel sincrónico es más difícil explicar todas las variedades ro
mances de concordancia del participio dentro de un único modelo. Lo
más frecuente es establecer relaciones con la concordancia de las cons
trucciones pasivas e inacusativas: el objeto estaría ligado en la estructura
subyacente al participio y ascendería, primero, a la posición de sujeto del
participio y, después, más a la izquierda, dejando una huella en la posi
ción preparticipial, que puede inducir la concordancia en el participio,
una concordancia similar a la existente entre el sujeto y el verbo.
b) Clíticos,
i) Clíticos adverbiales
(79) it. vi, ne, ft.y, en, occ. i, en/ne, cat. bi, en/ne, sardo bi, nde, ret. (Friuli)
i, ind/-nt.
319
de época primitiva. En el estándar, ci remplazó a ne/ni con referencia
a la 1.a persona del plural hacia el siglo xvn. Se piensa que la forma ci.
cuyo significado locativo es intercambiable con el de vi, es también
de origen adverbial, quizás de e c c e -h i c £he aquí’ o de h i n c e ‘de
aquí’. El equivalente sardo es nke, lo que presta apoyo a la última eti
mología.
Desde los primeros textos los clíticos adverbiales podían referir no
solo a lugares, sino también a SSPP con un vago sentido de dirección,
habitualmente con a d ‘a’, d e ‘de, desde’. Las apariciones romances
más antiguas de los descendientes de i b i (iv) e i n d e (ini) están docu
mentadas en los Juramentos de Estrasburgo (¿siglo ix?):
(80) ... in milla ajudha ... nun li iv er ‘de ninguna ayuda le seré en ese sen
tido’; ... neuh cuieo retamarintpois ‘... ninguno a quien yo pueda vol
ver desde esto’.
320
timo papel es ejemplo de ello. En el francés estándar, por ejemplo, se
puede establecer una distinción entre:
(82) J ’y pense / Jepense a lui ‘Pienso en ello / en él’; J ’en attends lafin / J’at-
tends safin ‘Espero el final de eso / Espero su final (de él/de ella).
No obstante, tales usos no son del todo sistemáticos.
Otro ejemplo notable de la distinción animado/inanimado es la
del leísmo del español, que puede ponerse en relación con el «acusati
vo preposicional» (véase 3. 3). En este caso un pronombre originaria
mente dativo se utiliza para el acusativo cuando el referente es huma
no, mientras que las formas de origen acusativo, lo, la, se reservan para
los referentes no humanos. Las variedades del español de América (a
excepción de las del altiplano ecuatorial y las de Paraguay) raramente
presentan esta distinción, y tampoco es demasiado habitual en el sur
de España, pero está muy extendida en el norte. Hay datos también
del uso similar del portugués íbe en Brasil y eí Portugal. En algunas
partes del norte de España la forma de dativo se ha extendido para re
ferirse a todos los animados, y a veces a nombres contables inanima
dos. En la zona de Madrid hay una extensión (no estándar) de la for
ma específica del acusativo femenino al dativo para referirse a seres
humanos femeninos. Esta tendencia hace pensar que en esta variedad
las diferencias de género se superponen a las de caso.
Se documentan usos similares en textos medievales, aunque debi
do a la frecuente reducción de todos los pronombres de tercera perso
na del singular a / no es fácil determinar con precisión la extensión del
fenómeno. En el español estándar moderno, por el contrario, las for
mas lo, la y le se distinguen con nitidez. Al principio algunos gramáti
cos intentaron ajustar el uso moderno a la etimología y a las distincio
nes tradicionales de caso, y, en consecuencia, condenaron el leísmo.
No obstante, en el estándar moderno, se acepta como rasgo de presti
gio, culto (incluso aunque la Real Academia siga siendo reacia al uso
del dativo plural etimológico les como acusativo).
Hay huellas en otras lenguas romances de la tendencia a equipa
rar el caso pronominal dativo con la referencia a seres animados.
Este fenómeno se ha tratado de explicar poniéndolo en relación
con la implicación relativa en la actividad denotada por eí verbo: es
más probable que el participante animado de una acción adopte la
función de receptor que la de paciente, y, por ello, la forma de da
tivo referirá con más frecuencia a seres animados que a objetos ina
nimados.
321
iii) El ascenso de clíticos
322
A veces también puede adjuntarse un clítico (en especial el reflexi
vo) al infinitivo cuando existe una estrecha conexión semántica en
tre los dos:
(86) Nous Vavonsfait se laver, esp. Le hidmos lavarse (pero it. ''Uabbiamo
fatta lavarsi).
Recuérdese que en francés antiguo no se podía usar un pronombre
reflexivo en este contexto.
(87) it. La posso vedere / Posso vederla; esp. La puedo ver / Puedo verla.
En portugués moderno se prefiere no promocionar el clítico, pero
en Brasil el clítico puede adjuntarse como proclítico al infinitivo más
que como enclítico al verbo conjugado:
(88) (Europa) Pode-me dizerf / Pode dizer-me? (Brasil) Pode me dizer? VPue
de decirme?’
(91) Le roy veult soy acquitter envers toy ‘El rey desea disculparse ante ti’.
Era rara la adjunción del pronombre al infinitivo como enclítico.
323
han provocado gran cantidad de discusiones en los distintos marcos
teóricos. Los datos apuntan a una preferencia por el ascenso entre los
verbos que toman infinitivo: los auxiliares modales y aspectuales
ocupan los primeros puestos de la lista, seguidos por los conativos
(es decir, ‘intentar’), los de movimiento (p. ej. cir5) y los de ascenso
(‘parecer’).
Dada la variación existente en el uso, quizás no sea sorprendente
que las variedades no estándar encontremos a veces clíticos duplica
dos y adjuntados tanto al verbo conjugado como al infinitivo:
(95) occ. (Gascuña) aqueth pan qu’o vau poder-o anar-o-te portar ‘ese pan
que lo voy a poderlo írtelo a llevar5.
324
cido por una preposición (o complementador). Sin embargo, en el pe
riodo moderno se produjo una reacción contra el ascenso, provocada
por consideraciones lógicas y semánticas y obedeciendo a la tenden
cia a adjuntar el pronombre objeto al verbo con el que está más estre
chamente relacionado. Este proceso está más avanzado en francés, en
el que ya no se permite el ascenso con verbos modales, de acuerdo
con la directrices de los normativistas.
(96) rum. i-l para íi il’ it. glielo etc. para gli lo, esp. se lo, etc. para le lo, ptg.
lio para Ue lo, sardo liu para li lu, cat. lil para li lo. (En estos dos últi
mos casos se suele preferir una secuencia con el clítico adverbial,
bilu y Vhi)
325
distintas, como en rumano, no se suele utilizar el acusativo en las se
cuencias. Tampoco es inusual la tendencia a omitir el acusativo de 3.a
persona en la agrupación de clíticos.
Además de lo dicho, existen diferencias curiosas de convención
entre las distintas lenguas —aunque hay que señalar que el uso no es
tándar no siempre obedece tales convenciones. Los estudios abundan
en explicaciones de tales diferencias, que, a veces, son descritas a par
tir de filtros de superficie que no tienen validez en la estructura subya
cente, de la marcación de caso de los clíticos, o del grado de promi
nencia de los participantes en la actividad denotada por el verbo.
Entre los rompecabezas más discutidos está el orden francés acusati
vo-dativo (le lui, les leur comparado con el de dativo-acusativo de me le,
etc.), el orden francés de los clíticos adverbiales (y en), el uso «espúreo»
de un aparente reflexivo se (en se lo, etc.) y el anómalo tratamiento del
impersonal si en italiano.
En el primer caso, el orden moderno de los pronombres de 3.a
persona parece un resto del orden regular medieval que colocaba los
pronombres de acusativo de 3.a persona en el primer lugar de la se
cuencia cuando había clitización al primer elemento de la oración:
326
aunque algunas variedades conservan el francés. El toscano abandonó
su orden antiguo, generalmente enclítico (p. ej. lo mí) hacia el siglo XV
(moderno me lo, tanto proclítico como enclítico) debido, se cree, a la
penetración de otros dialectos, donde el orden dativo-acusativo era
la norma. El cambio de vocalismo en mi > me, etc. puede estar influi
do por el creciente uso del clítico adverbial ne, que desde el siglo xv
ha funcionado como clítico de acusativo de 3.a persona, uso hoy no
estándar; me ne por mi ne era una secuencia habitual desde el siglo xin.
En secuencias de 3.a persona como lo li se ha producido asimilación
vocálica desde el siglo xiii ( > lili): la forma gliele (por lele) está docu
mentada desde eí xrv, y glielo desde el xv.
En lo que se refiere al orden y en deí francés (que ahora ya casi
nunca aparece, salvo en ily en a ‘hay algo de ello/algunos de ellos’),
fue impuesto por los gramáticos de mediados del xvm, aun cuando
hasta el siglo xvi lo usual había sido en i:
327
reflexivo en algunos dialectos. La lengua estándar no utiliza el si im
personal cuando ya hay una secuencia ci si:
Las reglas para el uso del si impersonal, que parece que no se ha
bían desarrollado al inicio del periodo moderno (véase infra) son com
plejas y están sujetas a variación, en especial cuando hay fenómenos
de concordancia implicados. Obsérvese en especial la variación en la
concordancia del participio pasado y del auxiliar:
v) Se y on impersonales (indeterminados)
(103) II sepenseplus de choses quil ne s’en dit ‘Se piensan más cosas de las que
se dicen5; IIse mange beaucoup de spaghetti en Italie ‘Se comen muchos
espaguetis en Italia’.
328
En francés la pasiva romance con s e (véase 4. 7) nunca ha gozado
del éxito popular del que disfruta en otras lenguas. El crecimiento del
uso de esta construcción que se produce en el siglo xvi y que se suele
atribuir a la imitación del italiano y del occitano fue condenado por
los puristas, que preferían, por ejemplo, On mange la soupe a L a soupe se
mange. Hacia la misma época se desarrolla la impersonal a partir de la
pasiva en otras lenguas.
La distinción que suele hacer el italiano entre las construcciones
pasiva e impersonal tiene que ver con la concordancia del verbo. Las
construcciones «concordantes»:
329
bles» pero «agramaticales») y las «no concordantes» (cuya mayor fre
cuencia es admitida por todos) son las básicas.
Es tentador pensar que en algunas variedades romances •—en ru
mano, por ejemplo— la aparente «impersonal» es una mera versión
«descuidada» de la «pasiva», con olvido de la concordancia verbal. La
ausencia de concordancia está documentada desde el siglo xrv en es
pañol y portugués, pero tales ejemplos podrían deberse a la omisión
por parte del escriba de la tilde que distinguía convencionalmente k
tercera persona del plural de la del singular. Solo a partir del xvi em
piezan a abundar los ejemplos indiscutibles.
Podría decirse que la construcción impersonal con SE es el resulta
do de la reinterpretación de una construcción invertida (s e v s ) como
no invertida (SVO). La diferencia semántica entre una pasiva sin agen
te y una construcción de agente indefinido suele ser tan leve que una
puede convertirse en la otra. Es materia de debate si efectivamente a
pnncipios de la era moderna surgió una nueva construcción o si sim
plemente se amplió el alcance semántico de la construcción antigua.
Sin embargo, al menos en español y en italiano, la «impersonal’
con s e funciona desde el punto de vista sintáctico de manera diferen
te al s e «reflexivo», «pasivo» o «medio». ¿Cuándo y cómo surgieron
esas diferencias?
En español, la aparición del marcador de objeto a ante paciente?
humanos (el «acusativo preposicional»; véase 3. 3) en las construccio
nes con SE con verbos transitivos de agente humano supone un cam
bio en la interpretación.
330
Desde el punto de vista histórico, el uso más o menos sistemá
tico del «acusativo preposicional» data del siglo xv; desde el siglo vi
forma parte del uso estándar (aunque hoy todavía hay variación so
cial y regional).
(109) Se vivefeliz.
331
nácula se utilizó para tratar temas «serios», que se prestan más a aser
ciones despersonalizadas, objetivas, que se centran sobre la actividad
más que sobre el agente. La pasiva «morfológica», que en romance po
see un matiz estativo o resultativo, fue desplazada en esta función por
la construcción pronominal, que es más dinámica.
Eí francés seguramente desarrolló antes que las demás lenguas un
mecanismo léxico (on) para expresar la noción de ‘agente indetermi
nado’, aunque este pronombre no es específico de esta lengua. Sin em
bargo, al menos en occitano y en catalán, es menos popular que la
contrucción de SE «impersonal».
Parece que casi todas las lenguas tuvieron acceso en sus primeros
estadios a una forma h o m o , h o m i n e m , “hombre, ser humano’, em
parentada con el francés on, que puede utilizarse para designar a un
participante humano inespecificado. En las lenguas estándar más oc
cidentales este uso desapareció a principios de la era moderna. Se ha
apuntado como una de las razones para la desparición de las formas
h o m o el hecho de que eran populares y estaban asociadas a la prime
ra persona, tanto singular como plural. Fueron reemplazadas por los
descendientes de u n u s , que eran más formales, menos personales y
singulares sin ambigüedad.
Es difícil determinar cuándo empezaron a ser interpretadas las for
mas h o m o más como ser humano indeterminado (‘cualquiera’) que
como indefinido (‘hombre, un hombre, alguien’). La hipótesis más
aceptada es que en francés on tuvo significado indeterminado desde el
principio. Se suele apuntar a los Juramentos de Estrasburgo (donde
om se emplea como correlato del man alemán) como testimonio con
clusivo, pero en este texto, om está separado de su verbo, lo que hace
pensar que rto es un pronombre átono, sino un nombre léxico pleno.
El significado «indetenninado» de on estaba bien desarrollado en el si
glo x i i , aunque no era categórico; floreció en el XIV, pero incluso en
tonces existía aún la posibilidad de una interpretación léxica plena.
332
Quizá debamos acercarnos desde un ángulo diferente a la cues
tión de cuándo on empezó a denotar a un ser humano indeterminado
y preguntamos cuándo se gramaticalizó on como clítico de agente in
determinado. Hay que señalar que en muchos de los ejemplos más
tempranos on aparece en posición postverbal; en la misma época los
pronombres sujeto se solían omitir en las construcciones declarativas
invertidas. El empleo explícito regular de on apunta a que no se iden
tificaba totalmente con los pronombres sujeto. Más tarde, cuando los
pronombres sujeto fueron obligatoriamente proclíticos del verbo de
las oraciones declarativas, on pudo alinearse con los demás clíticos
de sujeto. Sabemos que el francés llevó a cabo este cambio de for
ma definitiva en el siglo xvii.
333
c) Determinantes
i) Partitivos
(113) Donnez-moi (du) vin ‘Déme (algo de) vino5;f a i vu (des) chevaliers ‘He
visto (algunos) caballeros’.
334
c o n s id e r a el p lu r a l d e l a r t íc u lo in d e f in id o , q u e es id é n t ic o al n u m e r a l
'u n o ’ ( u n u s ).
Algunas lenguas como el español, el catalán, eí portugués y el
rumano se sirven de una forma plural del artículo indefinido, que
es equivalente al cuantificador ‘algunos5. En portugués se usa poco
y expresa el significado de ‘aproximadamente’; las formas similares
del francés y del italiano medievales referían principalmente a co
lectivos, del tipo de ‘un par’ y desaparecieron en el inicio del perio
do moderno. No obstante, por lo general el plural indefinido ro
mance no posee determinante explícito. Hay restricciones sintác
ticas sobre el uso de sintagmas nominales sin determinantes («es
cuetos»), lo cuales no suelen aparecer en la posición de sujeto pre-
verbal (tópico).
En el español medieval se documentan ejemplos de determi
nantes partitivos similares a los del francés, y existen algunos restos
en algunos dialectos, pero la lengua estándar moderna prefiere las
construcciones sin determinante cuando la referencia es indefi
nida.
Ya he señalado la posible relación del partitivo con el adverbio
i n d e . En catalán y en sardo, en los que sobrevive el adverbio, el sin
tagma nominal partitivo, como ocurría en francés e italiano primiti
vos, está marcado por de (preposición o marca de caso) y carece de de
terminante:
(116) sardo Bimus abba / (De abba) nde bimus ‘Bebimos agua5 / ‘(De agua)
bebimos algo5, cat. Tenia gossos / En tema (degossos) ‘Tenía perros’ /
Tenía algunos (de perros)5.
(118) esp. Tengo hambre / ?La tengo, it. Ho fame / ?Ne ho, pero fr. *Je Vai,
'J ’en ai.
335
El italiano es más tolerante que el francés: el norte suele preferir la
solución radical del francés, mientras que el sur se inclina hacia las del
sardo o catalán, más conservadoras.
336
Posesivos
(119) it. il mió (cavatto) / (más literario) il (cavaUo) mío, rum. calulmeu / al
meu, sardo su (caddu) meu, esp. el(caballo) mío (véase también el «neu
tro» lo mío), ptg. o meu (cavalo), cat eUcavaU) meu / elmeu (cavaU) mi
caballo’ / ‘el mío’.
337
(122) mon cbeval, mi caballo.
Puede que las llamadas formas del artículo que acompañan al po
sesivo fueran en origen pronominales y que se emplearan para marcar
énfasis. El cambio que se ha producido en las lenguas modernas es
que se han convertido en determinantes. En francés y en español, los
posesivos débiles también se convirtieron en determinantes, no en ad
jetivos, porque surgió una distinción funcional correlativa a la distin
ción formal, que en su origen tuvo una motivación fonológica.
Otro aspecto en el que el francés, acompañado ahora por el ruma
no, el italiano estándar, el retorromance suizo, el occitano y el catalán,
difiere de otras lenguas romances es el desarrollo, en un periodo muy
temprano, de un posesivo de 3.a persona del plural a partir del geniti
vo plural del pronombre de distancia latino i l l o r u m . El sardo utiliza
una forma similar, pero derivada de i p s o r u m . En rumano lo r adopta
la forma de una desinencia flexiva de caso del pronombre personal
(véase casa lor ‘[la] su casa (de ellos)’ / caselor sale ‘de [las] sus (de él) ca
sas’). En las otras lenguas, a excepción del sardo y del italiano, los po
sesivos similares no van acompañados por el artículo:
(124) it. la loro casa, sardo sa domo issoro / ret. (engadino) lur chesa, fr. leur
maison, cat. Uurcasa ‘su casa (de ellos)’.
338
sesivos romances de 3.a persona no distinguen el género del poseedor,
a veces los sustituye, o se les añade, una secuencia preposición + pro
nombre tónicoycuando hay riesgo de ambigüedad:
(125) it. la di lei casa, sardo sa domo de issa; fr. sa maison a elle, esp. su casa de
ella (cfr. rum. casa lui, casa ei, con el pronombre flexionado, con fre
cuencia en lugar de sáu casa ‘su casa (de él/de ella)’, también casa lui
Jon ‘ la casa de Juan’, etc.).
Demostrativos
(126) rum. asi, esp. este, ptg. éste / rum. acest, cest, it. questo, sardo custu, cat.
aquest, ret. (sobreselvano) quest, fr. ant. icest, occ. cest.
(127) rum. acel, cel, it. quello, sardo cuddu, ret. (engadino) quel, esp. aquel,
ptg. aquéle, cat. aquel, fr. ant. icel.
(128) it. codesto < ECCE Ti ISTU; esp. ese, ptg. ésse < ipse; sardo cussu, cat.
aqueix < e c c e ip se /u .
339
1. N o existen diferencias entre las formas de los demostrativos de cer
canía y distancia, por lo que la distinción semántica debe ser expre
sada mediante ia adición de una partícula locativa (ci ‘aquí'
< E C C E H IC / la < ILLAC).
(130) determinantes cdt), cette, ces / pronombres celui, celle, ceux, ceÜes.
6.6 . C o n c l u s ió n
340
rendas a las que los lingüistas modernos prestan tanta atención surgie
ron en el periodo moderno, y con frecuencia solo en las formas están
dar de las lenguas. Las variedades no estándar suelen conservar restos
de antiguos usos que han sido despreciados por las lenguas de presti
gio. Estas últimas han llevado a cabo una codificación en parte orien
tada a diferenciarse nítidamente de las demás. La morfología y la sin
taxis —la gramática— y el estilo escrito cuidado son los campos de los
que más se han ocupado los codificadores de la lengua. Las diferen
cias fonológicas, que tienen tanta importancia en el trabajo de los fi
lólogos romanistas tradicionales, recibieron en comparación poca
atención por parte de aquellos que trataron de dar lustre a las lenguas
vernáculas para que pudieran rivalizar con el latín. Por ello es posible
que la diferenciación sea resultado tanto de las diferentes representa
ciones que los hablantes cultos tenían de sus lenguas como de influen
cias extemas o procesos internos.
En el capítulo 4 resalté las fuerzas cohesivas que actúan en el mun
do lingüístico romance. En este capítulo he tratado las fuerzas disper-
soras. Los dos tipos de fuerzas siempre han estado en conflicto, pero
según las épocas han prevalecido unas sobre otras. En el siguiente ca
pítulo nos ocuparemos de la pregunta sobre el «cómo». En él hablaré
del problema más general de cómo cambian las lenguas e ilustraré mi
exposición con ejemplos de las lenguas romances, mientras que en
este capítulo he adoptado una perspectiva más restringida: empecé
con las diferencias existentes entre las lenguas romances y pasé a estu
diar cuándo y por qué se han producido.
Lectu ra s r ec o m en d a d a s
341
7
¿Cóm o se diferenciaron
las lenguas romances?
7.1. P r o c e s o s d e c a m b i o
343
zonas inaccesibles por su geografía, como son los Alpes, el sur de Ita
lia o la parte central de Cerdeña, cada pueblo conserva su propia iden
tidad lingüística y tiene que comunicarse con sus vecinos en una len
gua ajena. Pero incluso en estos casos siempre ha existido alguna inter
comunicación, lo que suponía o intercambios bilingües o, más a
menudo, una interlengua común (en la actualidad suele ser la lengua
oficial del estado). En la Edad Media se da por sentado que la mayo
ría de los hablantes de romance estaban más o menos encerrados en
su territorio y que la diócesis eclesiástica o la zona de captación de una
ciudad con mercado formaría el dominio de un grupo lingüístico.
Pero esto solo es verdad en parte; además, siempre han existido buho
neros, juglares, mercenarios, frailes que establecían lazos entre las co
munidades. Incluso aunque la lengua cotidiana de una región pueda
haber sido apenas inteligible para los habitantes de otra, probable
mente no existiera conciencia de separación entre las lenguas. Los via
jeros occidentales que pasaron por las regiones rumanoparlantes en el
siglo xiv describen su lengua como una variedad de italiano, y, de he
cho, las diferencias entre el rumano y otras lenguas romances no eran
tan perceptibles como las que existen entre los modernos «dialectos
italianos».
Por ello nuestra pregunta debería abarcar tanto la diferenciación
real como la percibida. Vimos en el capítulo 5 que la percepción de la
diferencia se hizo acusada desde principios del periodo moderno,
cuando la lengua empezó a quedar asociada con la nacionalidad. La
codificación se concentró en el lenguaje escrito, y tendió a suprimir la
variación, por lo que la ortografía y la sintaxis quedaron notablemen
te diferenciadas durante el proceso de estandarización.
No obstante, procesos «naturales» deben haber dado lugar a una
diferenciación real mucho antes de esa época a medida que las varian
tes fonológicas y léxicas fueran adoptadas y generadas por las distintas
comunidades. Ya hemos visto que en muchos casos el sendero segui
do por una lengua romance es conocido para otras familias lingüísti
cas. No suele haber necesidad de recurrir, por ejemplo, a fenómenos
de contacto como causa necesaria o suficiente de los cambios analiza
dos en el capítulo 6: como mucho, los influjos de estratos no han he
cho sino inclinar la trayectoria en una dirección determinada.
Con todo, creo que deberíamos resistir la tentación de describir
cualquier cambio como azaroso y, por tanto, sin interés. Lo más nota
ble del romance es, como vimos en la Parte I, cuánto no ha cambiado,
lo estables que han permanecido las lenguas a lo largo de dos mile
nios, de forma que en cierto sentido pueden seguir siendo considera
344
das una única unidad lingüística. Es un misterio por qué una lengua
queda estática, en una comparativa estabilidad, a pesar de las potentes
presiones para el cambio que los diversos individuos y comunidades,
así como los azares de los procesos de adquisición, han debido ejercer
en el uso diario. La gramática universal, las restricciones impuestas en
general al lenguaje, pueden explicar las estrictas restricciones a los
cambios sintácticos posibles. Factores fonéticos, articulatorios y acús
ticos deben poner límites a los cambios fonológicos. Pero es, como
mostré en la Primera Parte, en la morfología y el léxico romances, don
de encontramos la mayor estabilidad.
No es este el lugar de discutir en detalle las distintas teorías sobre
el cambio: simplemente me referire a la obra inspiradora de Roger
Lass sobre el cambio lingüístico (1997). En concreto, me ceñiré a su
profunda imagen de la lengua (o al menos de ía «gramática», excep
tuando el nivel semántico) como sistema dinámico en el cual movi
mientos con forma de remolino suelen gravitar hacia «atractores» o
«desagües» y permanecer allí hasta que se administra un choque al sis
tema. En la lengua, la gramaticalización y la lexicalización pueden re
presentar a ese tipo de desagües. Eí morfema o la palabra permite la
transmisión económica de información y se adquiere con facilidad:
en un entorno social que favorece la transmisión de conocimiento de
una generación a otra sin brusquedades, convenciones específicas
de una lengua como son la morfología y el léxico pueden resistir la
erosión y la distorsión que tiene que ocasionar la inevitable variación
fonética.
En lo que concierne al romance, se acepta que el primer milenio
es un periodo de cambios aparentemente rápidos, seguidos de una
comparativa estabilidad en la Edad Media, con una nueva transición
que conduce a la aparente inmovilidad de las lenguas estándar moder
nas. Se discute hasta qué punto son ilusorios los periodos de estabili
dad, meros «productos deí conservadurismo de los textos» (por citar a
Lass). Los textos medievales sobre los que basamos nuestro conoci
miento del uso lingüístico de la época podrían estar confeccionados
con exquisito cuidado, por lo que ocultarían, más que revelarían, la
realidad lingüística. Las lenguas estándar modernas han estado sujetas
a manipulación y codificación conscientes, las cuales han despreciado
la variación, han dictaminado rígidos patrones de corrección y han
condenado el uso que carecía de prestigio social.
Se suele suponer que bajo la protectora superestructura de una
lengua escrita estable, fuerzas ocultas hacían una labor de zapa en los
pilares del había de la vida real, que emergió (más o menos) triunfan
345
te cuando se produjo un cambio en el prestigio o en la percepción.
También se suele afirmar que los periodos de aparente estabilidad de
penden de la solidez de la transmisión de la tradición, por lo general
entre una élite educada, pero con el apoyo implícito de una mayoría
complaciente. Las revulsiones sociales, la guerra, las hambrunas, las re
voluciones culturales e ideológicas, y trastornos por el estilo, hacen
temblar el sistema y lo vuelven a poner en movimiento.
En el capítulo 8 veremos algunos de los factores sociológicos que
hay que tener en cuenta en el estudio de las lenguas romances. Ya he
mos tratado en el capítulo 6 la cronología de la diferenciación de las
lenguas: en el resto de este capítulo pasaremos revista a unas cuantas
diferencias fonológicas, morfológicas, sintácticas, léxicas y semánticas.
No siempre es fructífero encajar evoluciones individuales en un lecho
de Procrusto clasificatorio, pues en muchos casos entran en liza la cau
sación múltiple y tendencias contradictorias. Sin embargo, puede re
sultar iluminador situar algunos fenómenos romances en el contexto
de procesos más generales de cambio lingüístico. Por supuesto, estos
procesos no son específicos del romance, y los ejemplos pueden pare
cer lugares comunes a los lingüistas históricos. Lo que tiene un interés
especial es el hecho de que tales procesos han seguido libremente su
curso en algunas lenguas, mientras que en otras han quedado blo
queados o han sido invertidos. Todo ello plantea la cuestión de los re
lativos grados de conservadurismo (o reacción) y de innovación en el
romance. Dando por supuesto que la lengua es un sistema dinámico
y no estático, <en qué sentido han estado ciertas variedades menos
abiertas al cambio que otras, y qué factores lingüísticos, ideológicos o
culturales pueden explicar tales diferencias?
7.2. C a m b i o s f o n o l ó g i c o s
346
Los cambios fonológicos romances tienen paralelos en otras len
guas. Lo significativo en este caso son las direcciones divergentes que
han seguido las variedades regionales y hasta qué punto tales diferen
cias trazan una línea divisoria entre una y otra lengua. Algunos de los
rasgos que vamos a examinar suponen evoluciones diferentes de las
que hemos visto en otros contextos — como la lenición y el reforza
miento o la resolución de los grupos consonánticos y de los dipton
gos. Siguiendo las pautas de este trabajo no nos detendremos en los
detalles de cada uno de los cambios. He seleccionado solo aquellos
que sobresalen y que ilustran diferencias notables. Con mucha fre
cuencia, en los periodos más antiguos es cuando se produce la mayor
cantidad de variación y los cambios rápidos, mientras que con la es
tandarización se reduce aquella en la variedad de prestigio.
a) L a acentuaciónfrancesay el sandhi
347
dentro de secuencias sintagmáticas que se suelen identificar con cons
tituyentes sintácticos. No obstante, hay que señalar que, por lo gene
ral, salvo en Cerdeña y en el sur de Italia, los fenómenos de sandhi
afectan solo a ios finales de palabra.
En francés, la erosión del final de palabra amenazaba, a principios
del periodo moderno, con la homonimia patológica: una de las con
secuencias ha sido la recuperación de las consonantes finales en la
pronunciación:
348
que se conoce con el nombre de nivelación por asimilación mutua.
Lo más habitual es que desparezca uno de los elementos del diptongo
o, como ocurre con las semiconsonantes, que se convierta en parte del
ataque o de la coda. Por ejemplo, a partir del posible diptongo proto
rromance [ie] en el nordeste de Francia, [i] es el resultado de la pérdi
da de la segunda mora, mientras que en francés central, en italiano y
en español se convierte en [je], en eí que la primera mora se convier
te en semiconsonante.
En las variedades centrales (y, por tanto, en el estándar) se redujo
ía rica gama de diptongos del francés antiguo por la intervención de
procesos de asimilación mutua, supuestamente como consecuencia
del cambio del sistema de acentuación. La confusión de ios diptongos
antiguos [ue] (< [ud] < ó tónica libre latina) y [eu] (< [ou] < [eu] <
ó tónica libre latina) está documentada por la grafía (escritura eu) y
por la asonancia en el siglo x i i . En francés moderno el resultado es / 0 /
(con [ce] como alófono): se supone que existieron estadios interme
dios, del tipo [uo] y [ou], que parece que pervivieron en algunas va
riedades en el siglo x v t i . Del mismo modo, [ai] del francés antiguo,
como el que aparece en:
se n iv e ló e n [e] ( ¿ p a s a n d o p o r [ s i] ?) e n e l s ig lo x i i , y fu e s e g u id o e n la
m i s m a d ir e c c ió n p o r u n n ú c le o c o m p l e jo m á s ta rd ío , p e r o sim ila r, d e
p r in c ip io s d e l fr a n c é s m o d e r n o , q u e a p a r e c e e n :
(4) plaie [pie] < [plaj] < [pía) a] ‘herida’ < plaga.
349
merece un estudio más detenido. Hablamos de la pronunciación mo
derna de oi como [wa], como ocurre en
(6 ) moi < mei ‘m í5 < m e; toit < teit ‘te c h o ’ < TÉCTU
350
sino también porque invita a la comparación con la evolución de al
gunos otros diptongos franceses antiguos. El de:
(10) [oj] (q u iz á s a través de [u o j]) > [uj] > [yj] > fqi].
(13) hier ‘ayer’ < HERI (véanse it. ieris esp. ayer).
351
(15) abbaye [abei] (antiguo abbadie) ‘abadía’ < a b b a t i a / abeiUe [abej]
(antiguo [abeXs]) ‘abeja5< a p i c u l a .
c) Vocalesprotéticasy paragógicas
(16) sc a la ‘escala’: sardo (logudorés) iskala, fr. échelle (ant. eschele), occ.,
cat., esp. escala; SPERAKE: sardo isperare, fr. espérer, occ.3 cat., esp.,
ptg. esperar.
(18) étabk ‘establo’ < STABULU / stable ‘estable’ (adjetivo) < s t a b i l e ; esto-
mac ‘estómago’ (siglo x iii) / squelette ‘esqueleto’ (siglo xvi).
352
(20) in iscuola ‘en la escuela’, per istrada ‘por la calle’
(26) bosdps),fresaos).
353
Esta restitución «incorrecta» de las vocales finales apocopadas tam
bién se encuentra en los dialectos italianos septentrionales:
(27) Génova kamizu ‘camisa’ < cam ice, su{v)enu ‘joven’ < ju v e n e ; füm¿
‘humo’ < FU M U j kwante < q u a n t u .
354
(29) fr. arbre, p ro n u n ciad o en el siglo x v ii [albr], ahora co n frecuencia
[atrb] (véase it. albero, esp. árbol).
(32) ALTU > cam pidan és artu, rum . inalt, it. alto.
355
(34) ours blanc [uKssbla] ‘oso blanco’.
(39) fr. trésor, cat. tresor, esp. ant. tresoro (moderno tesoro) < t h e s a u r u ; fr.
fromage / it. formaggio ‘queso’ < f o r m a t i c u ; sardo (campidanés)
braba ‘barba’ < b a r b a ; esp. milagro < m i r a c u l u .
En épocas primitivas no existía diferenciación geográfica nítida
entre las formas en las cuales se solucionaron las secuencias y los gru
pos consonánticos en romance. Mientras que la geminación o la
epéntesis vocálica se pueden considerar soluciones «conservadoras»,
la palatalización, la vocalización de l, la nasalización o la epéntesis de
consonante son más bien «innovadoras». Dentro de cada zona preva
leció alguna de estas tendencias, aunque no de modo uniforme en to
dos los niveles de lengua. En España y Francia las lenguas de prestigio
356
fueron en conjunto más innovadoras, mientras que Italia y Rumania
prefirieron la reacción más conservadora.
e) r uvular
357
mente entonces cuando la burguesía parisina empezó a reaccionar y a
usar el equivalente «fuerte» en posición intervocálica así como en ini
cial. Únicamente cuando esta clase social adquirió prestigio durante el
periodo revolucionario, se consideró elegante la pronunciación uvular
y empezó a desplazar las variantes rústicas más conservadoras.
(43) espesso < SPESSU /espeso ‘gasto5< EXPENSU; degr ‘bajar5 derivado de
d e s c e n s u s / dezir < d í c e r e ; ftxo < f íx u / fijo < f íliu .
358
nos fricativos u oclusivos sonoros condicionados por el contexto. En
la serie fricativa, los miembros laxos no eran frecuentes, y casi siempre
aparecían en posición intervocálica. La lengua estándar, que tiene un
carácter innovador radical, podía prescindir de la antigua distinción.
A veces formas que la mostraban frieron abandonadas (como ocurrió
con espeso y degir, citadas suprá). En otras ocasiones, se desarrollaron
otras formas de marcar la diferencia:
7.3. C a m b i o s m o r f o l ó g ic o s
a) Irregularidad morfológica
359
Se suele dar por sentado que las irregularidades morfológicas cons
tituyen un lastre en el proceso de adquisición, porque suponen la me
morización individual de las unidades irregulares, no la formulación
de reglas más generales. Que se conserven, salvo en el caso de las más
frecuentes, se suele atribuir a procesos de aculturación, por los cuales
los niños aprenden que la regularización de ciertas formas es inacepta
ble para la comunidad. Por tanto, podríamos esperar que una variedad
no estándar tolerara menos irregularidades que la estándar, que está
sometida a mayores presiones sociales. Por otro lado, no es improba
ble que en las lenguas en extinción (como en muchos no estándares
romances actuales) los nuevos hablantes que tienen un acceso insufi
ciente al uso prescriptivo y fluido aprendan de manera imperfecta las
irregularidades, lo que conduce a la nivelación analógica. Ninguna de
estas explicaciones da cuenta de todos los casos; por otra parte, el gra
do de irregularidad es diferente en los distintos paradigmas de una
misma lengua. En los tiempos de presente, por ejemplo, se ha demos
trado, a partir de un muestreo de variedades estándar y no estándar,
que el catalán, el occitano (Languedoc) y el italiano son las lenguas
que poseen más variación alomórfica y que el francés, el francopro-
venzal (Vaud), el italiano del norte (Piamonte), el del sur (Lucania) y
el rumano las que poseen menos.
Algunas lenguas han sido más radicales en la regularización me
diante la remodelación analógica; algunas conservan más irregularida
des accidentales; otras han incorporado más formas a los esquemas re
gulares, o han extendido el uso de desinencias regularizadas. Nosotros
nos centraremos en la diferenciación y en la renivelación analógica en
las raíces del presente de indicativo y de subjuntivo (que son panro-
mances), y en el pasado simple o pretérito indefinido (que ha caído en
desuso en un cierto número de lenguas). Citaremos ejemplos princi
palmente de las lenguas estándar.
360
chos casos, la cualidad vocálica de los raíces tónicas (p. ej. 3.a persona)
y átonas (p. ej. 4.a persona) difiere de una manera bastante predecible:
(46) rum. tace [a] / tácem [a]; it. teme [sj / temiamo [e]; fr. illeve [s]/ nous
levons [s]; cat.passa [a] / passem [a]; ptg. corta [d] / cortamos [uj.
Además, las formas rizotónicas reflejan todavía hoy en algunas
lenguas los efectos de la diptongación temprana (véase 3. 2, 6 . 4):
(47) rum. doarmá / dormim; it. possiede / possediamo, muove / moviamo; fr.
il acquiert / nous acquérons; il meurt / nous mourons; esp. cierra / cerra
mos, cuenta / contamos.
El francés llevó a cabo una remodelación extensa de la apofonía
de este tipo a principios del periodo moderno, de modo que, con la
excepción de unos cuantos verbos, las raíces son uniformes a lo largo
y ancho del paradigma: la selección del modelo para esa nivelación
parece bastante caprichosa. En español, por el contrario, aunque ha
habido nivelación, también se ha producido la extensión del patrón
alternante a verbos que no estaban en origen afectados por la dipton
gación:
(51) dort [do'a] / dormons; veut [vo] / voulons; boit [bwa] / buvons.
361
La palatalización de las velares por contacto con vocal velar si
guiente (véase 3. 3) también produce alternancia, como ocurre en:
(52) it. dico, dica [k] / diá [I]; esp. digo / diga / dices [0]; it. leggo, leggct [gg]
/kggi [defe].
Obsérvese que en el presente de subjuntivo E latina no provoca pa
latalización:
(53) . /
it paghi esp. niegue.
(54) v e n í ó > it., esp. vengo, cat. vine [biT]] / it. ant. venho, ptg. venho [ p ] ;
esp., it. salgo < s a l i ó / it. ant. saglio, cfr. voglio < * v o l e o .
(55) /
it. colgo cogli [ A] ( c o l l i g e r e ) .
N o obstante, en catalán, por ejemplo, tenemos coüo [A], no "'"colc.
(56) it. sciolgo (sciogliere, ant. solvere), esp. pongo (p ó n ó ), traigo (ant. trayo)
( t r a h ó ) , cat. caic ( c a d ó ) , crec ( c r e d o ) , escric (s c r íb ó ).
362
velación del paradigma reduciendo la distinción entre las diferentes
personas, mientras que el catalán se sirve más de la alternancia radical
en eí paradigma; el italiano y el portugués son bastante conservadores
(es decir, favorecen las formas heredadas) en comparación con el espa
ñol, que es bastante innovador, aunque no de manera sistemática, en
su adopción de nuevos esquemas.
363
(59) -Ávrr > [auí] > [o]; -á v im u s > -ammo\ -á v e r ü n t > -arono.
(60) esp. durmió, ptg. dormíu < DORM lviT, esp. dijo / ptg. disse
< DIXIT.
El italiano también cuenta con unos pocos verbos con vocal temá
tica [e] que poseen desinencias opcionales que aparentemente derivan
del perfectum de STARE ‘estar’ (s t e t i ):
(62) rigui, volgui (1.a p. pres. subj.) / nguí¡ vulgui (1.a p. pret.) {rime ‘reír’
< RÍDERE, voler; ‘querer’ < *v o l e r e , por v e l l e ).
(63) esp. hice, hizo, tuve, tuvo\ ir. (ant.fist), tins, tint < FÉCí, FÉCIT,
t e n ü i,
TENÜíT / ptg,jiz,féz, Uve, teve.
(64) hube < h a b ü i ; estuve (latín STÉrf), puse < POSÜI, vine < v e n í , di <
DEDI.
364
(65) conobbi, conoscesti ‘ c o n o c í, c o n o c is te 5 ( < c o g n ó v i , -is t í ), scrissi, scri-
vesti ‘e scrib í, e sc rib iste 5 ( s c r ip t I, -ISTÍ), misi, metisti ‘m e tí, m e tiste 5
( m Is i , -is t i ), fea, facesti ‘h ice, h ic iste 5 ( f é c i , -is t í ) ; ebbi, avesti ‘h u b e ,
h u b iste 5 (h a b ü i , -is t í ).
(68) fui, fosti ‘fu i, fu iste 5 (f ü i , -i s t í ), diedi / detti, desti ‘d i, d iste 5 ( d e d í , -is t i ),
stetti, stesti ‘e stu v e, e stu v iste 5 ( s t e t ! , -i s t i ).
7.4. C a m b io s s in t á c t ic o s
365
sintaxis de la negación, la relativización y la interrogación que desta
can al francés dentro de las corrientes romances.
a) La negación
(70) Veglia Jal non kapua notta al majo diskurs Ellos no entendieron nada
de mi discurso’; sardo Es tantu tontu ki non inde gela nudda 'Es tan
tonto que no entiende nada de ello’; Friuli Nolves sintut nuje di nuje
‘No ha oído nada de nada5.
366
(72) esp., ptg. nada (originariamente de ( r e s ) n a t a ‘cosa nacida’, cfr.
también esp. nadie, ant. nadi); ñ.personne ‘nadie’ / unepersonne ‘una
persona’, rien ‘nada’ < r e m ‘cosa’, pas, point ‘no’ / un pas, un point
‘un paso, un punto’; it. mica ‘en absoluto’ / una mica ‘una miga’;
cat. gens, cap ‘ninguno’ < GENS ‘gente’, c a p u t ‘cabeza’.
367
uso obligatorio del reforzador, el cual, a su vez, conduce al olvido de
la negación preverbal debilitada, que, de esta manera, se vuelve redun
dante. Hay pruebas directas de la pérdida del elemento negativo pre
verbal en el sur de Francia y en Suiza desde el siglo xvi, y pudiera ser
que en francés coloquial del x v i i el ne cayera regularmente en las ora
ciones negativas, aunque el estándar sigue prescribiendo su uso. En el
norte de Italia parece más reciente la pérdida de la negación preverbal;
en algunos dialectos es más completo que en otros el recurso al ele
mento negativo postverbal, que está sujeto a un conjunto de restric
ciones (por ejemplo, el subjuntivo a veces exige una negación «más
débil», sin reforzador, que el indicativo).
368
Esta hipótesis no da cuenta de la semejanza de distribución entre
el elementoforclusify los adverbios, ni tampoco de la intuición de que
esos elementos son los que funcionan como verdaderas negaciones en
algunas lenguas. Téngase presente que en los criollos franceses los des
cendientes de pas funcionan como negaciones preverbales (véase 2.2),
mientras que en francés estándar el elemento ne parece poco más que
un expletivo con función decorativa en cláusulas completivas que de
penden de algunos verbos o están introducidas por una conjunción
con «significado negativo» (véase 3. 4).
También deja sin resolver el viejo problema de explicar cómo pier
de la posibilidad de aparecer explícita la negación «núcleo» en algunas
lenguas y de por qué otras prefieren, en cambio, que el operador no
aparezca explícito (como era habitual en latín). La pérdida de los des
cendientes de n o n no siempre está precedida de su debilitamiento fo
nológico y/o de su conversión en clítico, sino que en muchas varieda
des parece que se correlaciona con la cliticización del sujeto y con el
uso del clítico «adverbial» i n d e (véase 6. 5), que suele adquirir una for
ma fácilmente confundible con los descendientes de non.
La fechación del cambio de la negación preverbal a la postverbal
en las lenguas afectadas nos induce a la comparación con los cambios
sintácticos estudiados en el capítulo 6. A principios del periodo mo
derno, mientras que algunas lenguas se aferran a esquemas más arcai
cos, otras optan por variantes innovadoras. En este caso también hay
diferencias notables entre la variedad estándar y las correspondientes
no estándar. Las últimas, en conjunto, tienden a eliminar la redundan
cia, pero toleran la variación. De esta manera, los dialectos del norte de
Italia permiten el n o n , elforclusifo ambos, según el contexto. Las len
guas estándar conservadoras se decantan por la economía cuando esta
se ajusta a la etimología, por lo que prefieren la negación n o n perver-
bal, que, no obstante, puede quedar absorbida por un elemento nega
tivo antepuesto, y rechazan el uso de todo forclusifpor «innecesario».
Por el contrario, el estándar innovador, el francés, insiste en la ex
presión explícita de ambos elementos, siempre que esté presente el
verbo. Se ha comentado mucho la tendencia a la «hipercaracteriza-
ción» del francés estándar, con su insistencia en la claridad y en la ex-
plicitación de los elementos semánticos. En el uso la omisión de ne es
variable, y depende en gran medida de la región, del registro y de fac
tores socioeconómicos, pero sobre todo del nivel educativo. Parece
que los niños pequeños aprenden a usar la negación sin ne, pero la in
corporan a su uso, como variante estilística, en un estadio tardío de la
adquisición.
369
Recuérdese también que mientras que el francés solía usar un
ne(n) cíítico con un pronombre como respuesta negativa a una pre
gunta (nen-il, ne-jo ‘él-no’, ‘yo-no’ > nenni), la lengua moderna em
plea solo la forma tónica plena non (o incluso desde el siglo xvi,
non pas , aunque un simple pas es posible en ei habla coloquial
moderna).
b) Los relativos
(75) fr. lafemme qui est (no est. qu3esi) venue / quef a i ime; it. la donna che é
venuta / che ho visto; rum. doamna care a venit / care am vázut; esp. la
mujer que vino / que vi.
(76) QUI > it. chi, sardo be, fr., cat. qui; QUEM > rum. cine, esp. quién, ptg.
quem
y no humano:
(77) q u id > it. che, sa r d o ([Y \itte, fr. que, ru m . ce, e sp . qué, p tg . (o) que.
370
gativo y en italiano como forma de relativo tras preposición. En fran
cés moderno se fusiona con qui en esta última función con referencia
a seres humanos:
(78) VhoMtne a quif a i donné k livre / it. Vuomo a cui ho dato il libro, esp. el
hombre a quien di el libro.
(80) rum. core / it. il quede, ret. (engadino) ilquel, fr. lequel, esp. el cual, port.
o qual.
El relativo qui del francés central se suele considerar una mera va
riante de que, el cual se utiliza en otros dialectos como complementa-
dor universal; la extensión de este último aparece reflejado en los tex
tos de los siglos xiii a xvi. Qui a veces se emplea solo como pronom
bre sujeto animado masculino, mientras que en las demás funciones
se prefiere que. El triunfo de qui como relativo sujeto se ha ligado al ca
rácter de lengua con sujetos expletivos que posee el francés moderno
(aunque, salvo el engadino, no existen paralelismos en otras lenguas
romances de este tipo). El cambio que > qui (que en ocasiones recibe
la denominación jocosa de mas-QUE-rade) se produce no solo cuando
el relativo funciona como sujeto, sino también en ejemplos de extrac
ción de sujeto, como:
(81) rhomme quej ’ai dit qui est venu / it. Vuomo che ho detto che é venuto ‘el
hombre que dije que vino’; Qui as-tu dit qui est sorti de bonne heure? /
esp. ¿Quién dijiste que salió temprano?
371
tara una transcripción errónea. Sin embargo, hay ejemplos paralelos
con el pronombre femenino {,qu’eüe), lo que hace pensar en que se
concibía como combinación del complementador que y de un pro
nombre. Este tipo de construcción fue condenada en el siglo xvn por
los gramáticos, que preferían la complementación con infinitivo
(como en quej’aiditetrevenu, véase 3. 4). La lengua escrita moderna fa
vorece una construcción diferente:
(82) Vhomme dontJ a i dit qu’il est venu ‘el hombre dei que dije que vino’.
(83) Je vois les enjants qui sortent de l’école / rum. Ii v id pe copii cá íes din
sfoala; it. Vedo i ragazzi che escono dalla escuola; esp. Veo a los niños que
salen de la escuela; ptg. Vejo os meninos que saem da escota.
En este caso el qui actúa más como complementador que como re
lativo:
(84) Je vois que les enjants sortent de l’école ‘Veo que los niños salen de la es
cuela’.
c) Palabras interrogativas
372
(86) Qu’est-ce qui vous ennuie? ‘¿Qué es lo que os preocupa?’
373
mayoría de las lenguas romances, las interrogativas totales difieren de
las oraciones declarativas fiindamentalmennte por la entonación,
pero la lengua estándar prescribe la inversión del pronombre sujeto, y
cuando está presente un sujeto léxico, la inversión compleja. Las inte
rrogativas sin inversión eran escasas en los textos del francés antiguo
(y difíciles de distinguir de las aseveraciones enfáticas), pero su fre
cuencia aumentó en torno al siglo xrv.
(90) ru m . cind, (an t.) iu, unde; it. quando, (d)ove, (a n t.) onde; s a r d o kando,
(lo g u d o ré s) ube, (c a m p id a n é s) undi\ fr. quand, oü, (an t.) ont; esp.
cuándo, (an t.) o, (d)onde. (ret. s u iz o cura ‘d ó n d e ’ e s u n d e riv a d o d e
HORA ‘h o ra ’).
cur ?, q u a r e ? ‘p o r q u é ’ h a n s id o r e e m p la z a d o p o r d e r iv a d o s n u e v o s
e n la m a y o r ía d e la s le n g u a s :
(91) rum. pentru ce, it. perché, sardo (logudorés) proittu, fr. pourquoi, esp.
por qué, ptg. porqué.
374
q u o m o d o ? ‘cómo’ sobrevive en todas partes de alguna manera (en
sardo y en francés con el sufijo adverbial m e n t e (véase 2. 3)). q u a n t u s
‘cuánto’ es general, salvo en francés moderno, que ha creado un com
puesto nuevo combien, a partir de b e n e ‘bien’ empleado como cuanti-
ficador (véase bien de choses ‘muchas cosas’).
7.5. H i p e r c a r a c t e r i z a c i ó n , s i m p l i f i c a c i ó n
Y ESPECIALIZACIÓN FU N CIO N A L
375
cas en la lengua estándar, aunque en algunas zonas, sobre todo Amé
rica, y en expresiones de cortesía (como quisiera) se prefieren las for
mas en -ra. En el español escrito muy formal se puede emplear tam
bién la forma en -ra como pluscuamperfecto de indicativo (lo cual era
normal en español antiguo, pero ya arcaico en el x v i i ).
Eí imperfecto de subjuntivo latino (c a n t a r e m ) sobrevive supuesta
mente solo en sardo y portugués (véase 4.3 para el «infinitivo personal»).
La evolución general es la siguiente: el pluscuamperfecto de subjuntivo
( c a n t a (v i )s s e m ) se deplaza al hueco dejado por aquel como pasado de
subjuntivo, aunque en rumano se emplea como pluscuamperfecto de in
dicativo y se utiliza una forma compuesta con afi 'ser’ para el pasado de
subjuntivo (véase página 43), función que en otras lenguas occidentales
la desempeñan las formas de futuro del pasado, fruto de la gramaticaliza-
ción de infinitivo + habere en imperfecto o perfecto (véase 4. 6):
376
Sevilla por ejemplo, predominan con mucho las formas en -ra. En
Castilla, en cambio, son habituales las formas en -se.
b) Sery estar
(95) esp., ptg. estarpara cantar; cat. estarper cantar, it. sta per cantar.
(96) fr. étant < sta n te, it. stato < sta tu
377
En rumano a sta puede significar ‘sentarse’ tanto como ‘estar
de pie’, mientras que la palabra habitual para ‘sentarse’ a sedea
puede significar ‘permanecer’, como las formas de s t a r e de otras
lenguas.
378
dría haber desempeñado algún papel es la temprana pérdida del signi
ficado léxico pleno de estar, mientras que en italiano y francés anti
guos se usa la forma cognada para ‘estar de pie’ y ‘permanecer5. Otro
factor más es la extrema irregularidad (con supleción) de las formas de
(es)ser, mientras que estar encaja en patrones morfológicos familiares,
lo que puede haber contribuido a ampliar su distribución. Ya hemos
visto que el catalán y el español tienen una tendencia especial a favo
recer la nivelación analógica.
c) Comparativos
379
En romance las construcciones analíticas reemplazan la forma
comparativa sintética de la mayoría de los adjetivos (la Península
Ibérica y Rumania utilizan MAGIS; en el resto de la Romania se em
plea p l u s ).
que hoy exigiría che. Hay ejemplos paralelos en francés pero sin
subjuntivo, como:
(101) M aña épiü intelligente che non sict Gianni ‘María es más inteligente de
lo que [no] lo pueda ser Juan’.
380
En francés estándar moderno el uso del ne «negativo expletivo» en
las oraciones que constituyen el segundo término de las comparativas
es opcional, aunque se considera elegante. En francés más antiguo era
habitual una negación completa, e incluso en el xv ti encontramos
ejemplos como:
(102) Vous avez plus faim que vous ne pensez pas Tenéis más hambre que
[no] pensáis’.
(103) Elle estplus inteüigent queJean ne Vest ‘Ella es más inteligente de lo que
[no] lo es Juan’
No era así en francés más antiguo, donde lo regular era la elipsis del
adjetivo, no su pronominalización.
(106) Dona mes que (no) promet ‘Da más de lo que [no] promete’
Parece que la negación no se emplea normalmente tras DE. Sin em
bargo, en rumano hay ejemplos antiguos de términos de polaridad:
(107) ma di§teptu di nis / mod. mai de$tept decit dinsul ‘más inteligente que
nadie / cualquiera1.
381
E n ita lia n o m o d e r n o se p r o d u c id o ig u a lm e n te u n a e x te n sió n a n a ló
gica de la n e g a c ió n d e sd e las c o n str u c c io n e s c o n che a las d e quanto
(véase infrá).
(108) plus haut que moi; más alto queyo; més alt quejo / it. piü alto di me, sar
d o (N u o r o ) prur artu ‘e mimmi.
(111) piü alto di quanto (non) creda / di quel che pensavo ‘m á s a lto (lit.) de
c u a n to (n o ) cre a / de lo q u e p e n s a b a 5.
382
De esta manera, ío que en origen parecía un contraste entre segun
dos términos sintagmáticos y oracionales —los primeros estaban in
troducidos por d e y los segundos por un complementador QU- ha
quedado oscurecida en las lenguas modernas, las cuales han llevado a
cabo generalizaciones siguiendo caminos diferentes. La opción QU-
es la que se ha generalizado más en francés, mientras que en italiano
ha sido d e . En las lenguas peninsulares el uso del pronombre nomina
tivo, como ocun-e en (108) y (109) supra, apunta al estatuto oracional
reducido del segundo término de la comparación, distinto del estatu
to sintagmático que posee la misma construcción en francés, italiano,
sardo y rumano, donde se emplea la forma preposicional del pronom
bre. Sin embargo, en español el complemento comparativo oracional
no suele estar introducido simplemente por el complementador que,
sino más bien por DE + pronombre 4- que relativizador.
Parece que las diferencias de uso entre las lenguas se han desarro
llado solo durante el periodo moderno: los ejemplos de los textos me
dievales suponen el mantenimiento de las diferencias que establecía el
latín entre segundos términos sintagmáticos y oracionales. Sin embar
go, más tarde se produjo una cierta confusión entre ambos tipos, lo
que provocó redundancia y una evolución diferenciadora, en la que el
francés, el español y el rumano son las lenguas que han reducido tal
redundancia de forma más radical.
383
c o n d ic io n a d a s : a sí, el p r o n o m b r e f e m e n in o lib r e d e s u je to d e 3.a p e r
s o n a elle, y el c lític o o b je t o y a r tíc u lo d e f in id o f e m e n in o s la tie n e n su
o r ig e n e n d o s v a ria n te s d e la m is m a f o r m a la tin a i l l a : la p r im e r a , in i
c ia l d e s íla b a , c o n a t a q u e v o c á lic o ; la s e g u n d a , p r o c lít ic a c o n e lisió n
d e v o c a l in ic ia l. En ita lia n o el a r tíc u lo d e f in id o m a s c u lin o sin g u la r il,
q u e e m p ie z a c o n v o c a l, t o d a v ía tie n e u n a v a r ia n te h , id é n t ic a al p r o
n o m b r e o b je t o , y q u e se u tiliz a a n te g r u p o s c o n s o n á n t ic o s q u e c o
m ie n z a n c o n s- q u e e x ig e n el a p o y o d e u n a v o c a l p a r a c o n t r ib u ir a la
s ila b ific a c ió n (v é a se7. 2 p a r a la p r ó t e s is v o c á lic a ) .
En español la forma equivalente del artículo el, idéntica (excep
to por el acento gráfico) al pronombre sujeto, está funcionalmente
diferenciada de lo, el artículo «neutro», que, a su vez, es idéntico en
su forma al pronombre objeto. Aunque se puede sostener que las
formas modernas perpetúan la distinción latina de los casos, entre
i l l e e i l l u m / i l l u d no hay pruebas de una línea directa de descen
dencia, sino más bien de los efectos de accidentes fonológicos. En
francés e italiano, los pronombres sujeto de 3.a persona il y egli si
guieron distinguiéndose de las formas del artículo y no pueden ser
explicadas a partir de casos latinos. La [i] final que posee la forma
italiana y que debe haber tenido un efecto metafónico en francés
solo puede ser explicada postulando un influjo analógico del inte
rrogativo/relativo Q U L
Aquí tiene cabida la historia familiar. Mientras que en los textos
primitivos no estaban claramente diferenciadas para las funciones las
distintas formas fonológicas de i l l e contextualmente motivadas, a
principios del periodo moderno les fueron asignadas diferentes fun
ciones y se perdió la conciencia de su motivación fonológica. Con
todo, lo que podría haberse convertido en «basura» carente de signifi
cado sufrió un proceso de reciclado bastante específico en las diversas
lenguas, lo que tuvo como resultado la formación de sistemas nuevos
desconocidos para el latín.
384
pasados regulares en dos conjugaciones: -ado e -ido. La antigua desi
nencia -Ü TU , que sobrevive en otras lenguas, ha sido reemplazada en
la lengua moderna por -í t u (hasta tal punto que se ha llegado a decir
que la forma en u no fue nunca realmente castellana, sino un occita-
nismo o una forma leonesa o aragonesa):
(113) esp. tenido, ptg. tido / cat. tingut, it. tenuto, fr. tenu, rum. tinut (pero
sardo tentu).
7.6. D if e r e n c ia c ió n l é x ic a y s e m á n t ic a
385
to’ mdgar, aunque el arrumano conserva asin. b ü t y r u , de origen
griego, entró en el italiano como burro probablemente a través de
un préstamo del francés (véase también butirroso ‘mantequilloso’).
La palabra rumana para ‘mantequilla’ unt ( u n c t u ‘unto’) tiene
paralelos en el italiano estándar (y en otras lenguas) con el signifi
cado de ‘grasa5, y en las variedades septentrionales con el de ‘man
tequilla’. Mientras que el catalán antiguo utilizaba bure para ‘man
tequilla5, la lengua moderna ha tomado mantega del español (véa
se 6. 3).
386
a) Verbos
387
to de vista semántico, al ptg. fechar ‘cerrar’, que parece guardar
relación con la palabra española fecha, a partir de la fórmula de
cierre de los documentos medievales < p a c t a (‘cosas hechas’,
cfr. esp. mod. hecho). La palabra española normal cerrar podría
derivar de SERA ‘cerradura’ (en italiano y en francés sus cogna
dos significan ‘deslizarse en’, y el nombre relacionado se em
plea para ‘acequia’ o ‘invernadero5, etc.), c l a u d e r e ‘cerrar’, co
nocida en casi todas las lenguas medievales, sobrevive en el it.
chiudere, rum. a ínchide, pero el catalán y el occitano prefieren
tancar, que podría relacionarse con una forma * s t a n t i c a r e ,
que dan en occ., cat. y esp. estancar y fr. étancher, cuyo significa
do primario es ‘detener una corriente de agua’ (cfr. fr. étang, esp.
estanqué).
Engañar: d e c ip e r e ‘pillar, engañar5 sobrevive en algunas lenguas
medievales, y ha tomado el significado de ‘decepcionar’ en
francés moderno. Sin embargo, las palabras más habituales pro
ceden de " 'in g a n n a r e , que implicaba ‘broma5y estaba forma
do sobre GANNIRE ‘gruñir, gañir5: it. ingannare, ret. (engadino)
ingianare, occ. inganar, cat. enganyar, esp. engañar, ptg. enganar.
El francés emplea (y, con él, el catalán y el occitano) desde el si
glo xrv una metáfora'del tipo ‘sacar juego de’ a partir de ‘tocar
la trompeta5 (tromper). El rum. a ín§ela podría derivar de SELLA
‘silla de montar5 (la misma forma / a in§aua, significa ‘ensillar
un caballo5), con una metáfora diferente, aunque algunos bus
can su origen en el búlgaro.
Querer, buscar, pedir, encontrar. *VOLERE ‘querer5 se ha perdido, y
a m a r e ‘amar5 ha caído en desuso en español y portugués,
reemplazados por querer < q u a e r e r e ‘buscar, pedir5. El sardo
logudorés utiliza kerrere de la misma forma, quizás préstamo de
la época de ocupación española de Cerdeña. q u a e r e r e pro
porciona al italiano la palabra habitual para ‘preguntar5(chiede-
re, con una supuesta disimilación de [r] intervocálica en [d]), y
las palabras francesas antiguas para ‘buscar5(querre, después qué-
rir). Esp. preguntar, ptg. preguntare y sardo logudorés perguntar
proceden de p e r c o n t a r e y esp., ptg. buscar de una palabra ger
mánica para ‘arbusto5. La probable relación con la caza se refle
ja en la palabra romance más extendida para ‘buscar5, que deri
va de CIRCARE, que se utilizaba para ‘cercar5. En italiano parece
que adquirió muy pronto las connotaciones de ‘búsqueda5,
pero en francés no reemplazó definitivamente a quérir hasta
principios del periodo moderno. La forma del francés chercher,
con asimilación de la consonante inicial a la interior (compáre
se con la el préstamos inglés search) podría deber algo al influjo
italiano. Rum. a cauta podría derivar también del vocabulario
de la caza (< c a p t a r e ? , que también proporciona palabras para
‘buscar5 y ‘encontrar5 en variedades italianas septentrionales).
Otras palabras romances para ‘encontrar como resultado de
una búsqueda5 están también ligadas a metáforas cinegéticas:
a r a r e ‘husmear5 parece estar en la base del esp. hallar, ptg.
ochar, rum. a ajla, mientras que las misteriosas palabras del fran
cés y del italiano trouver, trovare podrían tener su origen en un
término de pesca, con t u r b a r e , que denota el remover las
aguas (en sardo significa ‘arrear las bestias de carga5). Otros, sin
embargo, buscan su origen en la invención poética, a través de
t r o p a r e , formado sobre la palabra para ‘tropo5. ‘Pedir con in
sistencia, suplicar, rogar5 deriva en la mayoría de las lenguas
modernas de p r e c a r e , pero r o g a r e , que es conocida por la
mayoría de las lenguas antiguas, sobrevive en español y portu
gués (rogar), en rumano (a ruga) y en retorromance (engadino
ruvar).
Trabajar: o p e r a r e se ha especializado en el sentido de confección
artesanal, mientras que l a b o r a r e ‘afanarse, sufrir5(salvo en ita
liano) se ha desplazado casi exclusivamente para el significado
de actividad agrícola, sobre todo para arar. (La expresión argen
tina ¡Quélabura! ‘¡Qué trabajo!’ es un préstamo del italiano). El
verbo más extendido para ‘trabajar deriva de un instrumento
de tortura con tres pinchos, t r ip a liu m : fr. travailkr, esp. traba
jar, etc. (en inglés la palabra francesa travail y su significado se
asoció con eí viaje: travel). Rum. a lucra < l u c r a r e ganar dine
ro5está asociado con ía recompensa, aunque la palabra eslava o
munci, frecuente aunque más restringida, tiene connotaciones
de ‘sufrimiento5, además de políticas. Con el mismo espíritu de
considerar penoso el trabajo podríamos señalar quizás la espe-
cialización del francés chómer, derivado del griego CAUMA ‘calor’
y que significaba en su origen ‘descansar5, en el sentido de ‘estar
en el paro5 (cfr. los préstamos al rumano: pmer, pmaj, etc.). En
italiano tenemos el término transparente disoccupato, senza lavoro,
y en las lenguas peninsulares se usa la forma del participio de pa
rar. La idea de parar de trabajar como arma contra los patronos
es moderna, y no es sorprendente que difieran las palabras para
‘huelga’: en el siglo xrx el término francés gréve deriva de los ca
minos de grava que bordeaban el Sena donde los obreros sin tra
bajo se reunían con la esperanza de ser contratados (rum. grevá es
un préstamo). El catalán vaga viene de v a c a r e ‘estar vacío5(cfr.
esp. vagar ‘estar ocioso5). El esp. huelga, ptg./oiga denvan en últi
mo término de FOLLE ‘fuelle5 lo que sugiere una evolución se
mántica similar; obsérvese que la forma andaluzajuerga entró en
el estándar en el siglo XIX. It. sciopero (< *EXOPERARE ‘dejar de tra
bajar5) también posee connotaciones emotivas (cfr. p. ej. sciope-
rone ‘gandul, loco5).
389
b) Nombres
390
crita5procede del l i t t e r a ‘letra’, mientras que la palabra equi
valente del rumano, scrisoáre, es un derivado de SCRIBERE ‘escri
bir. El rum. hirtie ‘papel’ es un préstamo del eslavo, que, a su
vez, lo ha tomado prestado con toda probabilidad del griego
CHARTA.
391
plea para lo s h u m an os. El rum . falca ‘m an d íb u la’ se dice qu e
p rocede del latín f a l c i s ‘h o z 9 — sign ificado qu e su p u estam en
te tam bién aparece en albanés.
Rodilla: g e n u c u l u dim in utivo de g e n u ‘ro dilla’ es h abitual, pero
el esp. m edieval hinojo (que co in cid ió en la form a co n hinojo >
f e n u c u l u ) fue reem p lazad o p o r rodilla, dim in utivo de r o t a
‘rueda’ .
Pierna: El latín CRURE n o sobrevive. Eí esp. pierna, cat., ptg. perna
con tin ú an el latín p e r n a ‘ja m ó n ’, m ientras qu e en otras zon as
se prefiere el griego c a m b a articulación, p iern a’ (cat. cama,
occ., sardo camba, ret. (engadin o) chamma). E l it. gamba, íx.jam
be, rum . gamba (‘espin illa’), ret, (sobreseívano) tgomba derivan
de una variante GAMBA d o cu m en tad o en textos latin os del si
glo rv.
Hombro: h u m e r u está m u y extendido, p ero el francés épaule deriva
del griego s p a t u l a ‘esp ad a p la n a ’, qu e tam b ién d io el esp. espal
da y el ptg. espadua.
c) Adjetivos
Algunos adjetivos
392
tain puta5) y ord < HORRIDU (cfr. dial. it. (Toscana) ordo ‘sucio’,
fr. mod. ordure ‘basura’). La palabra catalán para ‘sucio’ es brut
(cfr. it. brutto ‘feo’). El rum. murdar es de origen eslavo.
Loco: INSANU, DEMENTE no sobreviven como palabras populares.
f o l l é ‘fuelle’ proporciona palabras al italiano, francés, occita
no y catalán, aunque el cat. boig < b a lb iu ‘tartamudo’ es tam
bién habitual. Para el it. matto, cfr. esp. matar, y pazzo probable
mente derive de p a tie n s , que tenía en latín el significado de
‘testarudo5. El sardo makku parece proceder de m a c c u , nom
bre para un payaso, y el rum. nebun deriva de BONU ‘bueno5.
Otras palabras son de origen más incierto: esp. loco, ptg. louco,
por ejemplo, han sido derivadas de ULUCCU ‘búho’ o del nom
bre propio GLAUCU.
Delgado: m a c r u es la palabra más usual, pero la más evaluativa ‘esbel
to’ deriva en algunas lenguas de una palabra conectada con mi-
n u t u : ff., occ. minee, cat. mimo. El catalán y el occitano también
emplean prim < prim u. En retorromance s u b t i l u (engadino
stigl, sobreselvano satel) es la palabra preferida. It. meüo, también
‘ligero’ procede de la palabra germana para ‘rápido5(cfr. fr. ant. is-
nel), mientras que la más culta esile < EXILE es probablemente un
latinismo. Esp. delgado < d e l i c a t u ‘delicado’.
Feo: FOEDU sobrevive en el sardo feu, esp .feo, ptgfeio. El fr. laid, cat.
lleig son préstamos germánicos. Cat. llord (como fr. lourd ‘pesa
do’) procede de l u r i d u ‘amarillo pálido, cadavérico’. El francés
moderno vilain era en la Edad Media ‘campesino, villano5 de
v tt.t.an u ‘habitante de una villa’. El it. brutto procede de b r u t u
‘pesado, lerdo’ y el rum. urít es un derivado de h o r r e r e ‘dar
miedo5.
Débil: d e b i le sobrevive en palabras cultas y dialectales, f l e b i l e
‘lamentable, lloroso’ es más general, con disimilación de la pri
mera l en algunas lenguas: fcfaible, esp., cat. feble (pero it.fievo-
le, ret. (engadino) flaivel)\ y en ocasiones aparentemente se cru
za con f r a g í l e o g r a c i l e . Sin embargo, f l u x u laxo’ nos da el
término español, más popular, flojo catalán fluix. f l a c c u ‘fofo5
da it.fiacco, y fr. ant.flac (desde el siglo xvii Jlasqué), así como
los latinismos esp .flaco, ptg.frago. El rum. slab es de origen es
lavo y §ubred de origen desconocido.
7.7. E l c o n s e r v a d u r is m o e n r o m a n c e
393
se especifica lo que constituye ese conservadurismo. A veces se cita el
sardo como ultraconservador, opinión que se basa mayoritariamente
en unas cuantas características tales como la ausencia de palataliza
ción de las consonantes velares en contacto con vocales anteriores, la
conservación de la -s final latina, la ausencia de fusión de í y ü breves
latinas con E y o y la derivación del artículo definido de i p s e y no de
i l l e . Sin embargo, el sardo ha sufrido transformaciones fonológicas
radicales desde la época latina, entre las que se cuentan la apertura y
pérdida de consonantes en posición intervocálica dentro de la oración
y el cambio de la geminada lateral [11] a una plosiva retrofleja [d[].
Aquellos que sostienen que las variedades centrales del sardo tienen
un carácter arcaico dicen que la isla estuvo aislada de las innovaciones
del periodo del latín tardío. Pero no hay pruebas concluyentes de que
el centro de la isla estuviera totalmente romanizado en la época clási
ca. El supuesto carácter conservador podría ser, por tanto, un reflejo
de la introducción posterior de una versión culta artificial del latín y
no la evolución natural de un latín hablado heredado.
El portugués es otra de las llamadas lenguas conservadoras, su
puestamente debido a su lejanía geográfica con respecto a los centros
innovadores. Se resistió a tendencias innovadoras como la diptonga
ción de las vocales tónicas, y la sustitución del pasado simple por una
forma compuesta, y la conservación, aunque marginal, de formas ver
bales como el pluscuamperfecto y el futuro perfecto de indicativo la
tinos. Sin embargo, en el nivel fonológico, el portugués está muy le
jos del estereotipo romance con su nasalización de las vocales, la re
ducción de las vocales átonas y la pérdida de L y N intervocálicas. Un
ejemplo interesante de la posición ambigua del portugués en la escala
de «conservadurismo» es el uso, único en la Romania, de antiguos tér
minos cristiano para los días de la semana, cuando otras lenguas con
servan términos paganos: p. ej. para lunes5 segundafeira < s e c u n d a
f e r i a ‘segunda fiesta' (tras el domingo o cdía del Señor’), y no d i e s
l u n a e ‘día de la Luna’.
El rumano no puede calificarse de lengua conservadora tampoco,
incluso aunque se sostenga que su temprana segregación del latín oc
cidental lo dejó en el limbo. Su sistema nominal de casos y su género
«neutro» parecen más bien innovaciones y no reliquias de sus equiva
lentes latinos. Su vocabulario es el que tiene menor base latina y son
numerosas las innovaciones fonológicas y sintácticas.
Cada variedad romance posee aparentemente rasgos conservado
res caprichosos. Incluso en lo que respecta al francés, quizás la más in
novadora en la época moderna, la lengua antigua conservaba huellas
394
del sistema de casos latinos. Nos gustaría designar como «conservado
ras» aquellas variedades que, aunque hubieran sufrido transformacio
nes fonológicas, no hubieran remodelado de manera radical sus siste
mas morfológicos mediante procesos analógicos o hubieran manteni
do intactas, por defecto, reliquias heredadas del latín. Esto ocurriría
con variedades locales aisladas en el sur de Italia o en la región alpina,
por ejemplo. Por el contrario, el término «conservador» lo podríamos
aplicar asimismo a aquellas variedades que han tenido al latín como
modelo o se han aferrado a tradiciones establecidas en un pasado pres
tigioso. En este sentido, abarcaría lenguas estándar, sobre todo al ita
liano.
Que las lenguas cambien a distinta velocidad y en direcciones di
vergentes parece inevitable. Hasta qué punto se pueden relacionar ta
les diferencias con factores sociales es algo que trataremos en el capí
tulo final.
Lecturas reco m en d a d a s
395
8
Factores sociolingüísticos
8.1. A s p e c t o s so c ia l e s d e l r o m a n c e
8.2. Va r i a c i ó n so c io u n g ü ís t ic a
397
aquellas regiones donde está limitada la variación geográfica adquie
ren importancia factores tales como el estatus socio-económico, la
edad y el sexo en los estudios sobre la variación. Por el contrario, sí
han sido estudiadas las diferencias de registro y discursivas, sobre todo
en relación con la variación léxica y estilística. En general, seguramen
te sea verdad que el pensamiento sociolingüístico románico está más
enraizado en la tradición de conflictividad de Marx que en la perspec
tiva de consenso ligada a teóricos americanos como Parsons.
La sociolingüística de corte americano (en la metodología iniciada
por Wiliam Labov) ha tenido más repercusiones, dentro de la esfera
románica, en Canadá, donde se ha explotado el uso de extensos corpo-
ra de lengua hablada siguiendo las técnicas desarrolladas específica
mente por David Sankoff en Montreal. En esta ciudad se pueden es
tablecer claras correlaciones entre los llamados rasgos «populares» del
francés, algunos de los cuales han quedado obsoletos en Francia, y el
estatus educativo y socioeconómico, y, de forma menos nítida, con la
edad y el sexo. Como herramienta metodológica para la investiga
ción, los sociolingüistas canadienses han sustituido las mediciones so
ciológicas habituales por el concepto de «mercado lingüístico», que
empareja el uso lingüístico con las exigencias sociales y profesionales
de que los hablantes empleen variedades de mayor o menor prestigio.
Es de esperar que aquellos que trabajan en las industrias de servicios y
en profesiones liberales, que necesitan ejercitar habilidades «comuni
cativas» o «interpersonales», utilizan más formas lingüísticas estándar
que otros, mientras que los jóvenes (en especial los varones), las perso
nas muy ancianas y los desafectos desde el punto de vista ideológico
preferirán formas no estándar, sobre todo en las interacciones infor
males.
Una de las conclusiones provisionales que se pueden extraer de la
observación de las variantes canadienses carentes de prestigio es que
la mano negra del purismo autoritario no tiene un alcance tan amplio
como en Francia. Una posible explicación de este hecho es la de que
el francés canadiense se ha distanciado del de la metrópolis incluso
más de lo que sería esperable después de la ruptura de los lazos políti
cos a mediados del siglo xvm. Este distanciamiento se produce sobre
todo durante el siglo xix, en especial durante los periodos republica
nos y cuando Francia aflojó sus lazos con la Iglesia. Otra explicación
es la de que el francés de Canadá redujo muy pronto la diversidad re
gional (debido a la «nivelación colonial») y estableció un tipo de iden
tidad regional, que quedó reforzada por la resistencia a la penetración
del inglés. Aunque existen restos de un francés «acadiano» en la costa
398
este, que sobrevivió o fue restaurado tras la deportación de la pobla
ción francófona llevada a cabo por los británicos en 1755, parece que
no hay mucha variación geográfica en el francés canadiense, el cual en
ciertos aspectos parece arcaico, a pesar de que se hayan producido
cambios fonéticos notables y la incorporación de numerosos présta
mos del inglés.
399
rra Mundial, en concreto en las transcripciones de los intercambios
conversacionales entre poilus (soldados rasos). En el periodo de entre-
guerras adquirió importancia política y algunos lingüistas pensaron
que constituía la muestra de los cambios que podría sufrir el francés
en el futuro si se pudiera impedir que la opresiva autoridad bloqueara
la creatividad del pueblo. Naturalmente, la «lengua de la revuelta» fue
condenada con vehemencia por los tradicionalistas, quienes veían en
ella una amenaza para la cultura nacional, de la misma forma que,
más tarde, se condenaría la penetración de préstamos del inglés. Des
de la Segunda Guerra Mundial el idioma «popular» ha ido penetran
do en más y más tipos de discurso, y, hoy en día, de una u otra mane
ra forma parte del repertorio lingüístico de casi todos los hablantes de
francés.
Las investigaciones sociolingüísticas llevadas a cabo en Francia se
ocupan fundamentalmente del uso y la distribución de las variantes
«populares»: como ocurre siempre, se ha constatado que son más ha
bituales en los sectores de la sociedad más desfavorecidos desde eí
punto de vista económico y cultural, y que lo prefieren más los varo
nes jóvenes y menos las mujeres maduras de clase media. Como en to
das partes, la preferencia que siente la gente joven por la lengua no es
tándar es tan grande que parece como si tuvieran su propia jerga secre
ta: favorecen distorsiones lingüísticas como verían, así como términos
sujetos a los vertiginosos caprichos de la moda. Sin embargo, la idea
de que hay una «lengua popular» distinta del francés ha sido discutida
por los lingüistas, quienes señalan que el uso desviado solo aparece en
pequeñísima proporción en cualquier secuencia discursiva.
Es ya costumbre señalar la preocupación casi obsesiva de los fran
ceses por su lengua. Esta preocupación data del siglo xvi, en el que
empezaron los esfuerzos por codificarla, y se hizo más profunda en
los siglos xvn y xvni con la insistencia en la importancia social y cul
tural de la estandarización lingüística, así como en la Revolución, que
acentuó la necesidad de unificar la lengua nacional. El sistema educa
tivo siempre ha hecho hincapié en el valor de la expresión clara, ele
gante, concisa y fluida, y en la corrección gramatical y la precisión lé
xica. Los periódicos siguen publicando con regularidad columnas so
bre usos lingüísticos y sutilezas gramaticales, y los programas de
televisión de calidad tratan materias lingüísticas junto con otros temas
culturales. El lado oscuro de este interés por el lenguaje es eí senti
miento de inseguridad que embarga a aquellos que se sienten en des
ventaja desde el punto de vista lingüístico, y que, por ello, son reacios
a mostrar su incompetencia en público. Los estudios llevados a cabo
400
indican que la inseguridad lingüística podría ser más fuerte en las zo
nas industriales del norte, donde los dialectos locales están práctica
mente muertos, que en el sur, donde los hablantes conservan más
conciencia de su identidad lingüística regional, incluso aunque pue
dan estar en vías de extinción los dialectos occitanos.
8.3. C o n f l ic t o d e l e n g u a s
401
para reducirlas a un estatus subordinado y a la larga eliminarlas, de
modo que se reforzara el sentimiento de unidad con la participación
en el estado nacional francés y la lealtad a él. Allí donde los hablantes
no eran conscientes de hablar «otra lengua» — esto es, cuando habla
ban variedades no estándar septentrionales— fueron sometidos a pre
siones similares para que «purificaran» su propio uso a través del des
precio de los hábitos lingüísticos locales.
En conjunto, el impulso para la unificación del francés tuvo éxito;
aunque, como hemos visto, puede haber alimentado una sub-cultüra
«popular» y un cierto grado de inseguridad lingüística entre aquellos
que aprendieron a desconfiar de su propia competencia lingüística.
Aunque no han sido eliminadas del todo, las variedades regionales
han sufrido un pronunciado declive en el que tan solo han dejado
huellas socialmente estigmatizadas. En las antiguas zonas industriales
del norte de Picardía, por ejemplo, los rasgos chtimi, reliquias de anti
guos dialectos, sobreviven sobre todo en el habla de hablantes muy
ancianos de clase baja (que a veces imitan los varones jóvenes disiden
tes), y en unas cuantas localidades, en especial las que mantienen un
contacto estrecho con el flamenco, el cual ha perdido terreno de for
ma continuada desde el siglo xvi. En Bélgica, el uso dialectal ha sobre
vivido durante bastante más tiempo, sobre todo en la zona valona
oriental, que constituye una cuña entre regiones de lengua alemana y
flamenca, pero parece que tal uso está destinado a perecer en un futu
ro próximo. Asimismo casi han desaparecido las variedades franco-
provenzales del este de Francia y de Suiza; apenas si sobreviven en las
regiones alpinas entre las generaciones mayores.
Sobreviven mejor el catalán en el Rosellón y el dialecto germáni
co de Alsacia, probablemente debido al apoyo que reciben de las va
riedades vecinas del otro lado de sus respectivas fronteras (en España
y en Alemania o Suiza), pero sobre todo en las ciudades existe una po
blación creciente de hablantes monolingües de francés, y los hablan
tes de clase media prefieren que sus hijos no empleen las variedades
locales, pues piensan que podrían ser un obstáculo para sus perspecti
vas sociales y económicas.
Sin embargo, en estas últimas regiones, como ocurre en Bretaña,
en Córcega y en la zona occitana, existe apoyo para la conservación
de la propia lengua. En la Alsacia y en el Rosellón, el apoyo oficial
consiste en proporcionar enseñanza en lenguas estándar emparenta
das —alemán y catalán—, antes que en desarrollar las variedades loca
les, al igual que en Córcega algunos abogan por el uso del italiano es
tándar y en Galicia, del portugués. Por el contrario, para el bretón y el
402
occitano, que no cuentan con un modelo extraterritorial claro que se
guir, se han elaborado lenguas estándar con el propósito de que sirvan
como paraguas para las variedades locales (véase capítulo 5). No obs
tante, está por ver si se puede detener su declive.
El miedo al declive y a la muerte de las lenguas locales, que se pro
duce normalmente a través de la adopción de la lengua del estado do
minante, provoca el activismo lingüístico, que en ocasiones puede re
currir incluso a la violencia (el ejemplo más claro de ello actualmente
es el de los militantes vascos). Por supuesto, el fenómeno no está limi
tado al mundo románico, y con frecuencia la motivación no es pri
mordialmente lingüística, salvo en el caso de que se sienta la lengua
como emblema de etnicidad y que el sometimiento de la lengua es un
signo de la renuncia al poder político y económico por parte de la co
munidad que la emplea.
La muerte de una lengua suele ser más un suicidio que un asesina
to, pues los hablantes (normalmente a través de sus hijos) deciden
abandonar una lengua que no parece ofrecerles perspectivas de mejo
ra. Por lo general en estas circunstancias el bilingüismo se siente como
un estorbo para el uso prestigioso de la lengua dominante y se produ
ce resentimiento ante la imposición de un bilingüismo asimétrico,
pues los hablantes nativos de la lengua dominante no tienen obliga
ción de conocer la lengua minoritaria.
Una característica del conflicto de lenguas en el área románica y
que es bastante inusual fuera de ella es que en algunos casos las len
guas en conflicto son tan similares que los hablantes pueden no ser to
talmente conscientes de qué lengua están empleando. En este caso,
como en los demás, es de importancia fundamental la percepción so
cial como lengua frente a su percepción como dialecto. En la siguien
te sección examinaré algunas cuestiones relativas al bilingüismo ro
mance-romance.
8.4. B i l i n g ü i s m o r o m a n c e -r o m a n c e y d i g l o s i a
403
dado paso a la lengua nacional: solo en la región occitana se ha vivi
do este proceso de forma problemática. Aunque los nacidos en el sur
suelen expresar su apoyo general al renacimiento de su lengua, hay
que señalar que tales paladines no suelen ser hablantes habituales de
variedades occitanas, mientras que los hablantes nativos, sobre todo
de las zonas rurales, las consideran, por término general, carentes de
prestigio y adecuadas solo para la conversación familiar. Todos los ha
blantes son bilingües y el uso es diglósico en el sentido clásico de este
término. La interpenetración del francés y del occitano, que produce
un movedizo interlecto «francitano», constituye más símbolo de la
identidad meridional que el propio occitano estándar codificado. El
afrancesamiento del occitano ha sido especialmente acusado desde el
siglo xvi, y el uso occitano (sobre todo gascón) del francés ha provo
cado siempre la risa, teñida de cierto afecto condescendiente, de los
septentrionales.
En Italia la mayoría de la población funciona al menos con dos
variedades, que se denominan dialecto y estándar. En la actualidad al
rededor de un 65 por ciento de la población afirma tener eí italiano
como primera lengua: esta proporción ha aumentado masivamente
desde la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los italianos no con
sideran que las variedades regionales carezcan de prestigio. Se dice que
en eí periodo de entreguerras la estima por los relativamente ricos ita~
loamericanos puede haber contribuido a alimentar los juicios favora
bles sobre el dialecto: la mayoría de los inmigrantes que fueron a Es
tados Unidos eran hablantes monolingües de dialecto que no experi
mentaron ninguna presión social para cambiarse al italiano estándar.
La situación lingüística de Italia es, sin embargo, mucho más com
pleja de lo que se suele reconocer, y en ella, no ha dejado de tener un
importante papel la migración interna en la época moderna, unida a
la llamativa diversidad territorial. La visión simplificadora tradicional
sostiene que en el Triángulo Industrial del Norte (Turín-Génova-Mi
lán), la koinización es general, mientras que más al sur pervive un mo
saico de dialectos. Ciertamente en el Véneto, en Lombardía y en el
Piamonte, se ha escrito durante siglos en dialectos «koinizados» (en
épocas tempranas, junto con el francés) y actualmente se siguen usan
do (aunque con más vigor en el este que en el oeste). Por el contrario,
en la Emilia Romaña cada localidad posee su propia variedad, que es
difícil de clasificar en términos de «dialecto», mientras que la Campa-
nia, en el sur, posee cierto grado de estandarización dialectal. En el
norte industrial, los hablantes manejan una variedad de formas «dia
lectales» que están más o menos localizadas o koinizadas, además de
404
un «estándar» que suele estar muy mezclado con rasgos regionales.
Aunque los hablantes de clase media sostengan que carecen de domi
nio de las formas más dialectales, esto no es así en lo que respecta a la
mayoría de los hablantes, que suelen estar orgullosos de sus propias
variedades regionales (mientras que se burlan, por ejemplo, del habla
romana, siciliana o toscana).
Tradicionalmente se ha dicho que la nobleza italiana local, así
como el pueblo llano, usaban el dialecto, mientras que los comercian
tes y los Estados Papales preferían un italiano «desarraigado». Hay que
recordar también que hasta hace poco se podían impartir cursos uni
versitarios en dialecto, cosa que, por ejemplo ocurría en Padua, y que
actualmente ciertos rasgos dialectales como la gorgía toscana o la leni
ción consonántica romana han conseguido el «visto bueno de los le
gos» en muchos barrios.
Se ha propuesto el término dilalia para reemplazar al de diglosia
en el escenario lingüístico italiano, el cual se caracteriza por el solapa-
miento de las variedades alta y baja, que se utilizan ambas en la con
versación cotidiana, y por la estratificación social que presenta la va
riedad baja. El hilo unificador del complejo uso lingüístico italiano
parece hallarse en la relación que guardan las variedades locales con el
estándar, con el cual han interactuado durante siglos. Esta relación no
ha sido casi nunca conflictiva, aunque a principios del periodo mo
derno reinó el punsmo en lo concerniente al código escrito. Hoy en
día la mayoría de los italianos han dejado de lado los restos del puris
mo toscano y se sienten muy relajados con respecto a la variación lin
güística, por lo que se sostiene que no existe un estándar hablado de
ámbito nacional.
No obstante, hay que mencionar que la propaganda de las Ligas
del norte proclama la superioridad de la cultura y de las lenguas sep
tentrionales y, de esta manera, se gana la enemistad de aquellos que te
men la intolerancia y el extremismo. Es un hecho indudable que la
prosperidad económica esta desigualmente repartida entre las regiones
italianas. Los inmigrantes del sur, y de Cerdeña, que buscan trabajo en
el norte industrial están en franca desventaja tanto desde el punto de
vista lingüístico como social, pues tienen que adaptarse a una comple
ja situación dialectal nueva. También hay que recordar que los hablan
tes suizos de italiano, aunque siguen sintiendo afecto hacia su dialec
to tesino, guardan las distancias con respecto a las koinés regionales
vecinas y adoptan el uso estándar más purista para el discurso «serio».
La posición de Cerdeña es más controvertida, puesto que algunas
de sus variedades son lo suficientemente distintas de la generalidad de
405
los dialectos italianos como para merecer el ser clasificados como len
gua diferente. Mencionaremos en este punto que algunos lingüistas
creen que el sardo se agrupa con los dialectos sicilianos, con los que
comparte algunos rasgos lingüísticos, además de los problemas socia
les, y que existe ciertos resentimiento hacia la protección otorgada al
sardo por ser una «lengua minoritaria», mientras que se deja a los «dia
lectos italianos» que se las arreglen solos.
Cerdeña ha tenido una historia especialmente problemática y ha
sufrido siempre graves desventajas, entre las que se pueden citar una
despoblación y una emigración desproporcionadas. En la actualidad,
como región autónoma, la isla intenta contrarrestar los efectos de la
diversidad dialectal y del autodesprecio lingüístico, pero no hay mu
chas esperanzas de que el conflicto lingüístico, y la cuestión relaciona
da de la identidad común, puedan ser resueltos con facilidad.
Otros grupos lingüísticos románicos que debemos mencionar al
hablar de Italia son las comunidades de los Dolomitas y del Friuli que
hablan retorromance. La primera zona se ha convertido (en su mayor
parte) en una región autónoma (Alto Adige / Süd Tirol) tras un perio
do de actividad terrorista llevada a cabo por activistas locales hablan
tes de alemán. Los hablantes de ladino siempre se han sentido identi
ficados en lo social más con sus vecinos alemanes que con Italia, a la
cual fue unida la región tras el desmembramiento del Imperio austro-
húngaro. Aunque no se observan movimientos hacia la unificación de
las diversas variedades retorromances de esta zona, no parece que so
bre ellas pese en la actualidad amenaza alguna de desaparición. La re
gión vive momentos de prosperidad, gracias al turismo, y el conflicto
lingüístico es leve, aunque la mayoría de los hablantes de ladino sean
bilingües o incluso trilingües (hablan alemán además de italiano).
En el Friuli la situación lingüística no es tan feliz. El estado italia
no no reconoce la autonomía ni de la región ni de la lengua, a pesar
de que el friulano posee una tradición literaria de varios siglos. La ma
yoría de los hablantes de friulano son bilingües o trilingües (emplean
el véneto además del italiano) y aunque la lealtad lingüística sea con
siderable, hay indicios de que las clases más privilegiadas no ven con
buenos ojos que sus hijos empleen su lengua a causa de su carencia de
prestigio social.
En España, la cuestión del conflicto lingüístico adopta una forma
muy distinta. La unificación del país, relativamente temprana, tras la
Reconquista y la repoblación de las zonas reconquistadas, redujo la di
versidad lingüística dentro del país. Pero grupos de dialectos más o
menos homogéneos que pervivían en el norte desencadenaron con-
406
fíictos con ei gobierno central sobre todo durante la época de Franco.
Sin embargo, en 1978 se instituyó una nueva política regional que per
mite un cierto grado de autonomía política y lingüística a las regiones,
aunque siempre con el castellano como lengua nacional. El catalán, y
en grado menor, el gallego, aprovecharon la nueva legislación para es
tablecerse como lenguas regionales, distintas del castellano. En otras re
giones es objeto de discusión la identidad propia de las variedades regio
nales, así como su estatuto. En Aragón, por ejemplo, la penetración del
castellano en la lengua local data de muchos siglos atrás, y para algunos
la lengua regional no es sino una variante de la nacional. En Asturias los
dialectos locales difieren nítidamente del castellano, pero también entre
sí, y la denominación que reciben es bables, plural peyorativo. Las pasio
nes están encendidas con la cuestión de si se debería elaborar una for
ma estandarizada que sirviera de paraguas para las variedades locales.
Más al sur, la discordia surge al discutir si, por ejemplo, el valenciano es
una mera variante del catalán o una lengua en sí misma, o si el murcia
no y el andaluz son algo más que variantes regionales del castellano. En
todas estas disputas desempeñan una función más importante los mitos
sobre las diferencias ancestrales que la clasificación lingüística. Una «len
gua» discreta, que puede recibir la promoción educativa y cultural, es
objeto de veneración, mientras que el «dialecto» supone subordinación
y declive, por lo que la lengua figura en un lugar mucho más destacado
en la agenda de la actividad política que en Italia.
8.5. In t e r l e c t o s r o m a n c e s
407
variedades románicas locales vecinas, lo que no permitía una clasifica
ción estricta en categorías discretas. En la actualidad el continuum lin
güístico territorial ha sido sustituido en gran medida por la polariza
ción de los dialectos hacia los centros regionales. Sin embargo, en el
norte de la Península Ibérica (y también, aunque en menor grado, en el
sudoeste francés) sigue resultando arduo trazar líneas entre tipos dialec
tales distintos. Este hecho es especialmente llamativo cuando el conti
nuum dialectal desborda las fronteras estatales, como ocurre entre Espa
ña y Portugal o entre el Rosellón francés y la Cataluña española.
En este punto queremos mencionar la existencia, bien documenta
da, de algunos interlectos más o menos estables que han surgido en La
tinoamérica. Uno de ellos es el fronterizo del norte de Uruguay, que se
encuentra a medio camino entre el español y el portugués de Brasil, y
otro es el cocoliche del Río de la Plata, que se originó con la masiva in
migración italiana a esta zona hispano-hablante. En ambos casos, la in
terpenetración de dos lenguas emparentadas es tan intensa que los ha
blantes no son capaces de distinguirlas. Ambas variedades carecen de
prestigio social y están condenadas por las autoridades educativas. Sin
embargo, sobreviven y parece que poseen un valor emblemático para
las comunidades que las emplean. La descripción de estas variedades
y de sus fluctuaciones están recogidas en el volumen V de Posner y
Green (eds.) (1980-93). Se sospecha que sobreviven interlectos simila
res, aunque menos conocidos, en otras zonas de Latinoamérica, donde
ha habido un estrecho contacto entre variedades romances diferentes.
8 .6 . C o n t a c t o c o n o t r a s l e n g u a s
408
En los Grisones suizos, donde las variedades romances retroceden
ante el alemán suizo, el influjo germánico es mucho más notable, y
afecta sobre todo a las variedades más occidentales y septentrionales.
Islotes como el istrorrumano de la antigua Yugoslavia, que solo sobre
viven de manera marginal, están incluso más abiertas al influjo por
contacto. El istrorrumano ha incorporado a su gramática rasgos total
mente eslavos como pueden ser las distinciones aspectuales en el ver
bo. Ya he apuntado (2. 7) que está amenazada la «romanicidad», o me
jor dicho, la supervivencia misma de tales variedades.
Aunque el rumano no parezca en la actualidad demasiado some
tido al influjo de las lenguas vecinas, su vocabulario, como hemos vis
to, conserva muchos préstamos antiguos eslavos, magiares y griegos.
Algunos rasgos que los distinguen de otras lenguas romances son «bal
cánicos», y quizás deriven de un sustrato común, puesto que los com
parten en cierta medida otras lenguas de la región, tanto las eslavas
como el griego o el albanés. La postposición del artículo definido y la
reducción del uso del infinitivo están entre los rasgos que han sido ex
plicados de esa manera.
Quizás debamos mencionar en este punto el contacto de los ro
mances del sur con el romaní. Este contacto es mayor en Rumania,
donde la población gitana es numerosa (2-3 millones). El régimen de
Ceaucescu prohibió el nomadismo, por lo que los gitanos se estable
cieron, al menos de forma temporal, dentro de comunidades más es
tables, aunque muchos de ellos emigraron hacia el oeste. No tenemos
datos fiables sobre el grado de conservación de su propia lengua,
pero parece que muchas palabras gitanas han penetrado en el ruma
no informal o jergal. El resentimiento de los gitanos parece agudiza
do en la actual Rumania: hace muy poco ha habido intentos de evi
tar que se les llame romali en vez del nombre oficial ¡igani, pues hay
temor de que los habitantes más occidentales confundan a los gita
nos nómadas con los rumanos, «más respetables». Préstamos gitanos
también han penetrado en el uso jergal español y portugués. No obs
tante, se sabe muy poco del estatuto lingüístico preciso de la pobla
ción gitana.
8.7. E l r o m a n c e d e u l t r a m a r
409
entre variedades criollas y dialectos de ultramar. En conjunto, cuando
una lengua se difunde a un territorio ultramarino en fecha tan tardía
como el siglo xrx, o cuando continuó el contacto y el intercambio de
población con la metrópolis, la variedad ultramarina no se ha desvia
do demasiado del estándar de origen. Podemos comparar, por ejem
plo, los criollos portugueses de la costa de Guinea y de la India con las
formas más estandarizadas de Mozambique o Angola. En las zonas de
habla criolla que continúan en estrecho contacto con la metrópolis,
como ocurre en los DOM franceses, la relación sociolingüística entre
variedad criolla y estándar posee más un carácter de diglosia que de
continuum de criollos. En Brasil, por el contrario, las formas más crio-
llizadas están dando paso a un estándar basado más en el uso local
que en el estándar europeo.
El uso latinoamericano nunck se ha divorciado totalmente del de la
Península Ibérica, a pesar de las guerras de Independencia del siglo xix.
La inmigración europea, sobre todo de la Península, aunque no exclu
sivamente de ella, ha continuado hasta el presente. Dentro del vasto
territorio americano la diversidad es inmensa, pero, por lo general, no
se ha perdido la inteligibilidad mutua. Se ha dicho que el uso conser
vador se correlaciona con el clima, suponiendo que los colonos euro
peos se encontraban más a gusto en las zonas de clima moderado,
pero esta hipótesis no encaja con los hechos. Más bien parece que las
zonas costeras, que mantuvieron más contacto con el mundo exterior
y que fueron pobladas de forma permanente más tarde, ofrecen más
homogeneidad lingüística que los distritos del interior, donde se esta
blecieron los centros de la administración coloquial desde el siglo xvi.
Hemos mencionado a lo largo del libro rasgos lingüísticos latinoa
mericanos, por lo que no los repetiré aquí. En conjunto, se puede de
fender que muchos rasgos americanos reflejan el uso peninsular del
siglo xvi: en lo que concierne al español se suele decir que las caracte
rísticas meridionales fueron las más importantes y que las Islas Cana
rias sirvieron de embudo a través del cual alcanzaron América la ma
yoría de ellas. Más controvertida es la cuestión del papel que desem
peñó el influjo de las lenguas indígenas en las divergencias posteriores.
Fueron numerosos los préstamos léxicos, en especial los que designa
ban productos locales; pero la penetración de los sociolectos del espa
ñol amerindio en la norma fonológica y gramatical es más discutible,
sobre todo si se tiene en cuenta eí clima social que ha prevalecido a lo
largo de ía historia de Latinoamérica. En ciertas zonas como Paraguay
fueron habituales los matrimonios mixtos y los hábitos lingüísticos bi
lingües han ejercido una profunda influencia en la norma española.
410
En épocas más cercanas, los movimientos políticos populares, por
ejemplo en Cuba, Bolivia o Nicaragua, han facilitado la aceptación so
cial de los hábitos lingüísticos de ía clase baja. No es fácil señalar con
precisión cómo han podido influir las lenguas indígenas o el había de
los esclavos africanos en el uso latinoamericano, en especial porque
casi siempre se pueden encontrar paralelismos con alguna variedad pe
ninsular, pero John Lipski ha intentado ligar a tal influjo, por ejemplo,
la frecuencia de la duplicación mediante clíticos en el español de
América.
El francés de América, por el contrario, muestra poco influjo del
amerindio (para los criollos, véase 5. 7). Es evidente su relación con las
variedades populares regionales del siglo x v i i , aunque, como hemos
visto, la «nivelación colonial» allanó las diferencias dialectales muy
temprano. Lo que está en cuestión es hasta qué punto la evolución
posterior ha sufrido el influjo del contacto con el inglés. Aunque es
muy frecuente el préstamo léxico, otros tipos de influencia no son tan
incontrovertibles como a veces se quiere hacer creer: por ejemplo, el
descenso de las vocales en sílaba trabada es más bien la conclusión ló
gica de un proceso que se inició en el francés metropolitano a princi
pios del periodo moderno. En otras ocasiones, sin embargo, es difícil
negar que el inglés haya dejado alguna huella: por ejemplo, el francés
de la Isla del Príncipe Eduardo presenta preposiciones al fin de la ora
ción, totalmente desconocidas en otras variedades del francés.
No podemos estudiar en este libro todas las formas del romance
«emigrante», pero el judeo-español merece un comentario específico.
Para la mayoría el judeo-español es básicamente una versión de la len
gua que se usaba en España en 1492, fecha de la expulsión de los ju
díos sefardíes. Otros sostienen, en cambio, que el judeo-romance ha
bía conservado características distintivas desde la época romana: los
judíos constituían un elemento importante de la población en la épo
ca imperial y se distribuyeron a diferentes partes del Imperio. Se dice
que los documentos españoles, franceses e italianos escritos con grafía
hebrea muestran rasgos similares, pero hasta ahora no han sido obje
to de un estudio detallado.
Los judíos expulsados se dispersaron por eí Magreb, Italia y eí Im
perio Otomano, donde sus seivicios fueron muy apreciados, al menos
hasta el siglo x v i i . Indudablemente, España sufrió una gran pérdida
con la emigración de un personal tan cualificado: curiosamente, se
dice que fue expulsado el propio consejero médico de ía reina Isabel,
y la alfombra que ella le regaló a su marcha todavía adorna la peque
ña sinagoga de Dubrovnik (Ragusa). Algunos judíos se convirtieron
411
(los conversos o marranos), pero la mayoría marchó a otros lugares, por
ejemplo, Holanda o Brasil. Su lengua sobrevive hoy de forma preca-
na, sobre todo en Israel y en algunas zonas de Alfica y América, aun
que muchos de sus hablantes perecieron en el holocausto, y otros se
han asimilado lingüísticamente.
El judeo-español conocido como ladino fue en su origen solo len
gua escrita, empleada en España principalmente para la traducción li
teral de los textos religiosos a fin de que pudieran entenderlos aquellos
que no dominaban el hebreo. Por tanto, posee rasgos sintácticos de
esta lengua. La lengua hablada de los sefardíes se conocía con el nom
bre de judezmo, que comenzó siendo un conjunto de variedades arcai
cas y dispares del español (por ejemplo, conservaba [f] inicial —véase
6. 3), habladas en guetos dispersos, donde no se conservaba el estilo
de vida hispánico. Estas variedades cambiaron poco, aunque natural
mente aceptaron préstamos, y se produjo una cierta simplificación de
las estructuras fonológicas y morfológicas, simplificación que presen
ta paralelismos con otras variedades del español (por ejemplo, el pasa
do de subjuntivo en -se, véase 7. 5). Desde mediados del siglo xix, con
los esfuerzos educativos de la Alliance Israélite Uníverselle, el judezmo
fue sometido a la koinización y a un influjo sustancial del francés, y
empezó a ser conocido como ladino. También fue adoptado por los
inmigrados más recientemente a los Balcanes judíos alemanes como
emblema de identidad judía. Ha desaparecido de Europa occidental,
aunque las comunidades sefardíes conservan su prestigio y ejerzan su
influencia, por ejemplo, sobre la pronunciación israelí del hebreo bí
blico.
8.8. A c t i t u d e s l i n g ü í s t i c a s : a m o d o d e c o n c l u s i ó n
412
que siguen ocupando hoy gran parte del espacio geográfico que domi
naba el Imperio Romano. Pero hay enigmas: como por qué Bretaña o
el Magreb no son hoy miembros del club romance, mientras que sí lo
es Rumania. Lo que he intentado destacar es el sentimiento de cama
radería que nace de la sensación de continuidad de la tradición; esta
camaradería sobrevivió, ciertamente, en la Edad Media y alentó em
presas comunes como las Cruzadas.
Quizás lo más notable sea el hecho de que la unidad del romance
no quedó quebrantada con la renovación que supusieron el Renaci
miento y la Reforma y con la posterior expansión del dominio romá
nico más allá de las fronteras de Europa. Se produjo, como he tratado
de mostrar, la diferenciación de las lenguas, pues los dialectos se pola
rizaron para formar estándares de ámbito nacional. Pero también se
promovieron actitudes lingüísticas que crearon una sensación de uni
dad diferente, más consciente, con una vuelta hacia los ideales lingüís
ticos y estilísticos que habían caracterizado la Latinitas. La romanici-
dad es más una cuestión de conciencia cultural que de hermandad
religiosa o étnica. En ía Edad Media las lenguas se separaron en direc
ciones no previstas siguiendo tendencias universales caprichosas. Los
hablantes no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, porque el
latín medieval aún proporcionaba ía argamasa que mantenía en pie
el edificio.
Sin embargo, a comienzos del periodo moderno, que anuncia una
era de relativa estabilidad lingüística, las lenguas se diferenciaron, pero
por caminos bastante predecibles. No se impusieron barreras insupe
rables para la adquisición de otra lengua romance. Un concurso re
ciente en Bucarest pedía concursantes para llevar a cabo traducciones
entre varias lenguas romances, incluidas aquellas en las que no tuvie
ran competencia previa. Resultó una tarea factible, y los concursantes
acuñaron sin problemas formas que podían ser reconocidas por los
hablantes de otras lenguas como aceptables aunque no habituales en
el uso general. No es imposible concebir una interlengua romance, y,
de hecho, el esperanto representa hasta cierto punto tal interlengua,
como antaño lo fue la antigua lingua franca.
Hasta hace poco, los hablantes de lenguas romances con mayor
instrucción estaban familiarizados con el latín y adquirían como pri
mera lengua extranjera otra lengua romance. En la actualidad, confor
me el inglés se va consolidando como primera lengua extranjera en
más y más países y el latín va hundiéndose cada vez más en su tum
ba, podría perderse algo de la conciencia de «mismidad» de las lenguas
romances. La «democratización» del discurso lingüístico podría tener
413
el mismo efecto «distanciado!-»: las formas coloquiales informales de
cada lengua suelen estar más alejadas del fondo lingüístico común que
las formas estándar más afectadas.
Quizás entonces se separen más las lenguas romances y tenga que
cerrar el club romance. El tiempo lo dirá.
LECTURAS RECOMENDADAS
Posner y Green (eds.) (1980-93) vois. II, III y V tratan en detalle es
tas cuestiones. Sobre sociolingüística románica en general, Dittmar y
Schlieben-Lange (eds.) (1982) y las secciones relacionadas de las actas
trianuales de la Société de Linguistique Romane. Véase también Gre
en y Ayres-Bennett (1990). Para estudios sobre el contacto de lenguas,
Thomason y Kaufman (1988), Fisiak (ed.) (1995), Sobre cuestiones so
bre las lenguas europeas, Parry, Davies y Temple (eds.) (1994). Sobre
cambio de lengua, Fishman (1991), Ureland (ed.) (1982). Sobre «lin
güística balcánica», Solta (1981). Sobre el español de América, Sala et
al (1982), Lipski (1994). Sobre el francés canadiense, Sanders (ed.)
(1993); sobre el judeo-español, Sepbiha (1986).
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