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Casos internacionales ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos

1. Fermín Ramírez vs Guatemala ________________________ Pág. 2


2. Caso Raxcacó Reyes Vs. Guatemala ____________________ Pág. 22

Los siguientes casos, tienen relación en cuanto al principio de legalidad y la


competencia de la Corte.

3. Caso Kimel Vs. Argentina _____________________________ Pág. 43

4. Caso Norín Catrimán y otros Vs. Chile __________________ Pág. 74


5. Caso Velez Loor Vs. Panama___________________________ Pág. 167
1. Fermín Ramírez vs Guatemala:

“…XIV PUNTOS RESOLUTIVOS

138. Por tanto,

LA CORTE DECLARA, por unanimidad, que:

1. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a las


garantías judiciales consagrado en el artículo 8.2.b) y 8.2.c) de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en los términos de los párrafos 62, 63, 65, 66 a 68, 70 a 76 y 78 a 80 de esta
Sentencia.

2. El Estado no violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a la


protección judicial consagrado en el artículo 25 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, por las razones expuestas en los párrafos 82 y 83 de
esta Sentencia.

3. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el principio de legalidad


consagrado en el artículo 9 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 2 de la misma, en los términos de los
párrafos 81 y 90 a 98 de esta Sentencia.

4. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a solicitar un


indulto o conmutación de la pena consagrado en el artículo 4.6 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la
misma, en los términos de los párrafos 105 a 110 de esta Sentencia.

5. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a la


integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en los términos de los párrafos 117 a 119 de esta Sentencia. …”

El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a las


garantías judiciales consagrado en el artículo 8.2.b) y 8.2.c) de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 8. Garantías Judiciales

2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia


mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:

c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la


preparación de su defensa;

… en relación con el artículo 1.1 de la misma

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación
alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o
de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social.

…en los términos de los párrafos 62, 63, 65, 66 a 68, 70 a 76 y 78 a 80 de esta
Sentencia.

62. Es importante reiterar en este caso, en que se cuestiona lo actuado en el


marco de un proceso penal, que los órganos del sistema interamericano de
derechos humanos no funcionan como una instancia de apelación o revisión de
sentencias dictadas en procesos internos. Su función es determinar la
compatibilidad de las actuaciones realizadas en dichos procesos con la
Convención Americana841. A esto se limita el Tribunal en la presente Sentencia.

63. El proceso seguido contra el señor Fermín Ramírez se originó por la muerte
violenta de una menor de edad. Al resolver otros casos, la Corte ha hecho notar
que no es un tribunal penal en el que pueda analizarse la responsabilidad penal de
los individuos85. Corresponde a los tribunales nacionales aplicar la ley penal a
quienes cometen delitos. Esto es aplicable al presente caso, que no se refiere a la
inocencia o culpabilidad del señor Fermín Ramírez en relación con los hechos que
se le atribuyen, sino a la conformidad de los actos del proceso que se le siguió con
la Convención Americana. La Corte destaca el deber que tienen los Estados de
proteger a todas las personas, evitando los delitos, sancionar a los responsables
de éstos y mantener el orden público, particularmente cuando se trata de hechos
como los que dieron origen al proceso penal seguido contra el señor Fermín
Ramírez, que no sólo comportan una lesión a los individuos, sino al conjunto de la
sociedad, y merecen el más enérgico rechazo, más aún cuando perjudican a niñas
y niños. Sin embargo, la lucha de los Estados contra el crimen debe desarrollarse
dentro de los límites y conforme a los procedimientos que permitan preservar tanto
la seguridad pública como el pleno respeto a los derechos humanos de quienes se
hallen sometidos a su jurisdicción862

65. Uno de los principales argumentos vertidos por la Comisión y los


representantes para sostener que el Estado violó el artículo 8 de la Convención es
la inobservancia de la mencionada correlación entre la acusación y la sentencia.
La incongruencia se produjo cuando el Tribunal de Sentencia cambió la
calificación jurídica del delito y dio por establecidos hechos y circunstancias

1 en la llamada a pie de página dice lo siguiente: “Cfr. Caso Juan Humberto Sánchez. Sentencia de 7 de junio
de 2003. Serie C No. 99, párr. 120; Caso Bámaca Velásquez. Sentencia de 25 de noviembre de 2000. Serie C
No. 70, párr. 189; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Sentencia de 19 de noviembre
de 1999. Serie C No. 63, párr. 222.”
2 Cfr. Caso Castillo Petruzzi y otros. Sentencia de 30 de mayo de 1999. Serie C No. 52, párr. 90; Caso de la
“Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros). Sentencia de 8 de marzo de 1998. Serie C No. 37, párr. 71; y Caso
Suárez Rosero. Sentencia de 12 de noviembre de 1997. Serie C No. 35, párr. 37
nuevos, que no fueron considerados en la acusación ni en el auto de apertura a
juicio, a saber: la causa de la muerte de la menor de edad y las circunstancias que
en opinión del Tribunal de Sentencia demostraban la mayor peligrosidad del señor
Fermín Ramírez. 66. La Convención no acoge un sistema procesal penal en
particular. Deja a los Estados en libertad para determinar el que consideren
preferible, siempre que respeten las garantías establecidas en la propia
Convención, en el derecho interno, en otros tratados internacionales aplicables, en
las normas consuetudinarias y en las disposiciones imperativas de derecho
internacional. 67. Al determinar el alcance de las garantías contenidas en el
artículo 8.2 de la Convención, la Corte debe considerar el papel de la “acusación”
en el debido proceso penal vis-à-vis el derecho de defensa. La descripción
material de la conducta imputada contiene los datos fácticos recogidos en la
acusación, que constituyen la referencia indispensable para el ejercicio de la
defensa del imputado y la consecuente consideración del juzgador en la sentencia.
De ahí que el imputado tenga derecho a conocer, a través de una descripción
clara, detallada y precisa, los hechos que se le imputan. La calificación jurídica de
éstos puede ser modificada durante el proceso por el órgano acusador o por el
juzgador, sin que ello atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan
sin variación los hechos mismos y se observen las garantías procesales previstas
en la ley para llevar a cabo la nueva calificación. El llamado “principio de
coherencia o de correlación entre acusación y sentencia” implica que la sentencia
puede versar únicamente sobre hechos o circunstancias contemplados en la
acusación

66. La Convención no acoge un sistema procesal penal en particular. Deja a los


Estados en libertad para determinar el que consideren preferible, siempre que
respeten las garantías establecidas en la propia Convención, en el derecho
interno, en otros tratados internacionales aplicables, en las normas
consuetudinarias y en las disposiciones imperativas de derecho internacional.

67. Al determinar el alcance de las garantías contenidas en el artículo 8.2 de la


Convención, la Corte debe considerar el papel de la “acusación” en el debido
proceso penal vis-à-vis el derecho de defensa. La descripción material de la
conducta imputada contiene los datos fácticos recogidos en la acusación, que
constituyen la referencia indispensable para el ejercicio de la defensa del imputado
y la consecuente consideración del juzgador en la sentencia. De ahí que el
imputado tenga derecho a conocer, a través de una descripción clara, detallada y
precisa, los hechos que se le imputan. La calificación jurídica de éstos puede ser
modificada durante el proceso por el órgano acusador o por el juzgador, sin que
ello atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan sin variación los
hechos mismos y se observen las garantías procesales previstas en la ley para
llevar a cabo la nueva calificación. El llamado “principio de coherencia o de
correlación entre acusación y sentencia” implica que la sentencia puede versar
únicamente sobre hechos o circunstancias contemplados en la acusación.

68. Por constituir el principio de coherencia o correlación un corolario


indispensable del derecho de defensa, la Corte considera que aquél constituye
una garantía fundamental del debido proceso en materia penal, que los Estados
deben observar en cumplimiento de las obligaciones previstas en los incisos b) y
c) del artículo 8.2 de la Convención.

70. En el presente caso, la imposición de la pena de muerte por parte del Tribunal
de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente se basó en la
aplicación del artículo 132 del Código Penal de Guatemala, que tipifica y sanciona
el asesinato. La sentencia fue dictada luego de un debate oral y público, posterior
a la acusación formulada contra el señor Fermín Ramírez por el delito de violación
calificada, previsto en el artículo 175 del Código Penal y sancionado con pena
privativa de libertad de hasta 50 años de prisión. Esta imputación sirvió de base
para el inicio del juicio oral y público ante el Tribunal de Sentencia Penal,
Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente. Durante el primer día de debate, el
Tribunal advirtió a las partes sobre la posibilidad de cambiar la calificación jurídica
del delito, pero no especificó a qué delito pudiera dirigirse el cambio, lo cual no es
irrelevante, en modo alguno, para el ejercicio de la defensa y la decisión judicial
sobre la sanción aplicable. En sentencia de 6 de marzo de 1998, el Tribunal de
Sentencia Penal resolvió, invocando el artículo 388 del Código Procesal Penal,
que “del análisis de la prueba producida en el debate […] el Tribunal estima que el
hecho delictivo imputado al procesado encuadra en la figura contemplada en el
artículo 132 del Código Penal, [… p]or lo que, por imperativo legal debe cambiarse
la tipificación jurídica formulada en la acusación y en el auto de la apertura de
juicio, de violación calificada al delito de asesinato”. En consecuencia, condenó al
señor Fermín Ramírez a la pena de muerte (supra párrs. 54.5 a 54.18).

71. Al evacuar pruebas durante el juicio oral es posible que se acredite la


existencia de nuevos hechos o circunstancias no previstos en la acusación. En tal
hipótesis, el Ministerio Público puede formular la “Acusación alternativa” o la
“Ampliación de la acusación”, mencionadas anteriormente (supra párr. 54.10 y
54.11), a fin de promover la modificación del objeto del proceso.

72. En el caso al que se refiere esta sentencia ocurrieron ciertas inadvertencias y


omisiones. Luego de que la acusación formulada por el Ministerio Público calificó
la acción del imputado como violación agravada, el órgano acusador solicitó al
tribunal que cambiara esa calificación jurídica y condenara al imputado a la pena
de muerte, pero no ejerció la facultad de presentar una “Acusación alternativa” o
una “Ampliación de la acusación”, conforme a los artículos 333 y 373 del Código
Procesal Penal guatemalteco, respectivamente (supra párrs. 54.10, 54.11 y 71),
sino se limitó a solicitar en sus conclusiones, al final del debate, que se condenara
al acusado por el delito de asesinato y se le impusiera la pena de muerte. En su
alegato de conclusión, la defensa no se refirió a esa solicitud del Ministerio
Público, sino pidió que se dictara sentencia absolutoria, en virtud de que a su juicio
existió una duda razonable. Por su parte, el presidente del Tribunal de Sentencia
no dispuso “recibir una nueva declaración” del señor Fermín Ramírez, ni informó a
las partes que tenían “derecho a pedir la suspensión del debate para ofrecer
nuevas pruebas o para preparar su intervención”, lo cual debió haber realizado de
oficio según los términos de los artículos 373 y 374 del Código Procesal Penal
(supra párrs. 54.11 y 54.12). Correspondía al tribunal penal, en todo caso,
conducir el proceso de acuerdo con las garantías consagradas en la legislación
interna y en la Convención.

73. El Tribunal de Sentencia fundó su actuación en el artículo 374 del Código


Procesal Penal, que prevé la “advertencia de oficio” sobre una “modificación
posible de la calificación jurídica”. Ahora bien, el presidente del Tribunal se limitó a
advertir a las partes que “en el momento oportuno” podía darse una calificación
jurídica distinta de la contemplada en la acusación y en el auto de apertura a
juicio, pero no especificó cual sería esa nueva calificación legal, y mucho menos
se refirió a la posibilidad de que el cambio de calificación proviniera, en realidad,
de una modificación en la base fáctica del proceso y, en su hora, de la sentencia.
El presidente del Tribunal de Sentencia no ofreció al inculpado la oportunidad de
rendir una nueva declaración en relación con los últimos hechos que se le
atribuyeron. Estas omisiones privaron a la defensa de certeza acerca de los
hechos imputados (artículo 8.2.b) de la Convención) y, en consecuencia,
representaron un obstáculo para preparar adecuadamente la defensa, en los
términos del artículo 8.2.c) de la Convención.

74. El párrafo segundo del artículo 388 del Código Procesal Penal guatemalteco
establece que “en la sentencia, el tribunal podrá dar al hecho una calificación
jurídica distinta de aquella de la acusación o de la del auto de apertura del juicio, o
imponer penas mayores o menores que la pedida por el Ministerio Público”. Esta
facultad, consecuente con el principio iura novit curia, debe ser entendida e
interpretada en armonía con el principio de congruencia y el derecho de defensa.
La necesaria congruencia entre la acusación y la eventual sentencia justifica la
suspensión del debate y el nuevo interrogatorio del acusado, cuando se pretende
cambiar la base fáctica de la acusación. Si esto ocurre irregularmente, se lesiona
el derecho a la defensa, en la medida en que el imputado no ha podido ejercerlo
sobre todos los hechos que serán materia de la sentencia.
75. Al respecto, la Corte observa que, en la sentencia de 6 de marzo de 1998, el
Tribunal de Sentencia no se limitó a cambiar la calificación jurídica de los hechos
imputados previamente, sino modificó la base fáctica de la imputación,
inobservando el principio de congruencia. }

76. Se pasó de la calificación de Violación Agravada a la calificación de Asesinato.


No coincide la dirección del dolo en ambos supuestos: en el primero, el animus es
de mantener acceso carnal, del que resulta la muerte del sujeto pasivo; en el
segundo, es de matar, en alguna de las formas o a través de alguno de los medios
que la ley prevé a título de agravantes. El Tribunal de Sentencia dio por
demostrados hechos no contenidos en la acusación: la muerte dolosa producida
por “asfixia mediante estrangulamiento” y la posibilidad del acceso carnal posterior
a la muerte. No podría entenderse que esto significa un simple cambio en la
calificación jurídica del delito, sino implica hechos diferentes de los que
constituyen Violación Agravada (artículo 175 del Código Penal). Así, se modificó la
base fáctica establecida en la acusación, sin que el señor Fermín Ramírez pudiera
ejercer defensa alguna al respecto. Esta modificación sustancial trajo consigo la
posibilidad de imponer, como efectivamente se hizo, la pena capital.

78. El respeto al conjunto de garantías que informan el debido proceso y significan


el límite a la regulación del poder penal estatal en una sociedad democrática, se
hace especialmente infranqueable y riguroso cuando venga al caso la imposición
de la pena de muerte.

79. En el presente caso, al haber desconocido las garantías del debido proceso,
en particular el derecho de defensa, el Estado transgredió las reglas procesales de
estricta y necesaria observancia en supuestos de imposición de pena de muerte.
En consecuencia, la condena del señor Fermín Ramírez a la pena capital fue
arbitraria por haber incumplido limitaciones infranqueables para la imposición de
dicha pena en los países que aún la preservan89 3.

3 . 89 Cfr. Restricciones a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4 Convención Americana sobre Derechos
Humanos). Opinión Consultiva OC-3/83 del 8 de septiembre de 1983. Serie A No. 3, párr. 55.
80. Por todo lo anterior, la Corte estima que las faltas procesales en que
incurrieron las autoridades judiciales implican violación al artículo 8.2.b) y 8.2.c) de
la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma. b) Necesidad de
contemplar en la acusación penal las circunstancias que demuestren la
peligrosidad del agente.

2. El Estado no violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a la


protección judicial consagrado en el artículo 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos,

Artículo 25. Protección Judicial

1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro


recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra
actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la
ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.

2. Los Estados Partes se comprometen:

a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del


Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;

b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y

c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda


decisión en que se haya estimado procedente el recurso.

…por las razones expuestas en los párrafos 82 y 83 de esta Sentencia.

82. La Comisión y los representantes alegaron que el Estado violó el artículo 25 de


la Convención. Al respecto, esta Corte observa que la resolución de fondo dictada
por el Tribunal de Sentencia Penal fue impugnada por medio de varios recursos
ordinarios y extraordinarios existentes en Guatemala. Las decisiones dictadas con
respecto a estos recursos coincidieron en que las actuaciones del Tribunal de
Sentencia se ajustaron a las normas penales, procesales penales, constitucionales
e internacionales aplicables al caso (supra párr. 54 puntos 20, 22, 24, 27, 32, 34,
36,38, 40, 42, 44, 46, 47 y 50).

83. Si bien las instancias superiores no advirtieron las irregularidades que


ocurrieron en el proceso penal, de las que deriva la responsabilidad internacional
del Estado por la violación del artículo 8 de la Convención, admitieron a trámite y
resolvieron con regularidad los recursos interpuestos por la defensa del señor
Fermín Ramírez. El hecho de que las impugnaciones intentadas no fueran
resueltas, en general, de manera favorable a los intereses del señor Fermín
Ramírez, no implica que la víctima no tuviera acceso a un recurso efectivo para
proteger sus derechos. Luego del análisis de los fundamentos de hecho y de
derecho contenidos en las resoluciones de los diversos recursos intentados en el
proceso penal, este Tribunal no considera demostrado que el Estado violó el
derecho de acceso a un tribunal, o coartó al imputado la posibilidad de contar con
un recurso efectivo para impugnar la sentencia dictada en su contra.

3. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el principio de


legalidad consagrado en el artículo 9 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos,

.Artículo 9. Principio de Legalidad y de Retroactividad

Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de


cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede
imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del
delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición
de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

…en relación con el artículo 2 de la misma,

Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno


Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no
estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales
derechos y libertades.

…en los términos de los párrafos 81 y 90 a 98 de esta Sentencia.

81. La Comisión alegó que el Estado incurrió en una violación del derecho de
defensa cuando el Tribunal de Sentencia, en el fallo de 6 de marzo de 1998, no
expresó fundamento alguno sobre la peligrosidad del agente, sino concluyó, a
partir de una relación de las mismas circunstancias que utilizó como causales de
agravación del delito, que el señor Fermín Ramírez revelaba una mayor
peligrosidad. Desde el punto de vista procesal, es grave que la acusación no se
hubiese referido a las circunstancias que demostrarían la peligrosidad del señor
Fermín Ramírez. La Corte estima que esta cuestión debe ser analizada a
propósito de la compatibilidad del artículo 132 del Código Penal con el artículo 9
de la Convención (infra párrs. 87 a 98).

c) Acceso a un recurso efectivo (artículo 25 de la Convención)

90. El principio de legalidad constituye uno de los elementos centrales de la


persecución penal en una sociedad democrática. Al establecer que “nadie puede
ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no
fueran delictivos según el derecho aplicable”, el artículo 9 de la Convención obliga
a los Estados a definir esas “acciones u omisiones” delictivas en la forma más
clara y precisa que sea posible. Al respecto, la Corte ha establecido:
[…] Con respecto al principio de legalidad en el ámbito penal, […] la elaboración
de los tipos penales supone una clara definición de la conducta incriminada, que
fije sus elementos y permita deslindarla de comportamientos no punibles o
conductas ilícitas sancionables con medidas no penales. En un Estado de
Derecho, los principios de legalidad e irretroactividad presiden la actuación de
todos los órganos del Estado, en sus respectivas competencias, particularmente
cuando viene al caso el ejercicio de su poder punitivo. En un sistema democrático
es preciso extremar las precauciones para que las sanciones penales se adopten
con estricto respeto a los derechos básicos de las personas y previa una
cuidadosa verificación de la efectiva existencia de la conducta ilícita.
En este sentido, corresponde al juez penal, en el momento de la aplicación de la
ley penal, atenerse estrictamente a lo dispuesto por ésta y observar la mayor
rigurosidad en el adecuamiento de la conducta de la persona incriminada al tipo
penal, de forma tal que no incurra en la penalización de actos no punibles en el
ordenamiento jurídico.914
91. El artículo 132 del Código Penal guatemalteco tipifica el delito de asesinato y
establece como sanción aplicable al autor la privación de libertad de 25 a 50 años
o la pena de muerte (supra párr. 54.15).
92. Del penúltimo párrafo de ese precepto se desprende la posibilidad de que el
juez condene al imputado a una u otra pena con base en el juicio de peligrosidad
del agente, al indicar que la pena de muerte será aplicada en lugar del máximo de
prisión si “se revelare una mayor particular peligrosidad del agente”, determinable
ésta según “las circunstancias del hecho y de la ocasión, la manera de realizarlo y
los móviles determinantes”. En tal virtud, la consideración de peligrosidad
constituye un elemento del que depende la aplicación de la máxima pena.

93. Si la peligrosidad del agente trae consigo una consecuencia penal de tan
grave naturaleza, como ocurre en la hipótesis de Asesinato, conforme a la ley
guatemalteca, las circunstancias personales del agente deberían formar parte de
la acusación, quedar demostradas durante el juicio y ser analizadas en la
sentencia. Sin embargo, las circunstancias que demostrarían la peligrosidad del
señor Fermín Ramírez no fueron objeto de la acusación formulada por el Ministerio

4 Cfr. Caso Lori Berenson, supra nota 3, párrs. 79-82; Caso De la Cruz Flores. Sentencia de 18 de
noviembre de 2004. Serie C No. 115, párrs. 79-82; y Caso Ricardo Canese. Sentencia de 31 de agosto de
2004. Serie C No. 111, párrs. 174-177.
Público. Esto llevó a la Comisión Interamericana a considerar que el Tribunal de
Sentencia incurrió en otra incongruencia por haberlas dado por demostradas, sin
que figurasen en la acusación, lo cual significaría una violación al artículo 8 de la
Convención (supra párrs. 55.h) a 55.n), 81 y 89).
94. En concepto de esta Corte, el problema que plantea la invocación de la
peligrosidad no sólo puede ser analizado a la luz de las garantías del debido
proceso, dentro del artículo 8 de la Convención. Esa invocación tiene mayor
alcance y gravedad. En efecto, constituye claramente una expresión del ejercicio
del ius puniendi estatal sobre la base de las características personales del agente
y no del hecho cometido, es decir, sustituye el Derecho Penal de acto o de hecho,
propio del sistema penal de una sociedad democrática, por el Derecho Penal de
autor, que abre la puerta al autoritarismo precisamente en una materia en la que
se hallan en juego los bienes jurídicos de mayor jerarquía.
95. La valoración de la peligrosidad del agente implica la apreciación del juzgador
acerca de las probabilidades de que el imputado cometa hechos delictuosos en el
futuro, es decir, agrega a la imputación por los hechos realizados, la previsión de
hechos futuros que probablemente ocurrirán. Con esta base se despliega la
función penal del Estado. En fin de cuentas, se sancionaría al individuo – con pena
de muerte inclusive – no con apoyo en lo que ha hecho, sino en lo que es. Sobra
ponderar las implicaciones, que son evidentes, de este retorno al pasado,
absolutamente inaceptable desde la perspectiva de los derechos humanos. El
pronóstico será efectuado, en el mejor de los casos, a partir del diagnóstico
ofrecido por una pericia psicológica o psiquiátrica del imputado.
96. En consecuencia, la introducción en el texto penal de la peligrosidad del
agente como criterio para la calificación típica de los hechos y la aplicación de
ciertas sanciones, es incompatible con el principio de legalidad criminal y, por
ende, contrario a la Convención.
97. El artículo 2 de la Convención señala el deber que tienen los Estados Parte en
la Convención de adecuar su legislación interna a las obligaciones derivadas de la
Convención. En este sentido, la Corte ha señalado que: [s]i los Estados tienen, de
acuerdo con el artículo 2 de la Convención Americana, la obligación positiva de
adoptar las medidas legislativas que fueren necesarias para garantizar el ejercicio
de los derechos reconocidos por la Convención, con mayor razón están en la
obligación de no expedir leyes que desconozcan esos derechos u obstaculicen su
ejercicio, y la de suprimir o modificar las que tengan estos últimos alcances. De lo
contrario, incurren en violación del artículo 2 de la Convención92. 5

98. Por todo lo anterior, la Corte considera que el Estado ha violado el artículo 9
de la Convención, en relación con el artículo 2 de la misma, por haber mantenido
vigente la parte del artículo 132 del Código Penal que se refiere a la peligrosidad
del agente, una vez ratificada la Convención por parte de Guatemala.

4. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a


solicitar un indulto o conmutación de la pena consagrado en el artículo 4.6
de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 4. Derecho a la Vida


6. Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el
indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser concedidos en todos los
casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud esté pendiente
de decisión ante autoridad competente.

…en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier

5 Cfr. Caso Caesar, supra nota 3, párr. 91; y Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros, supra
nota 86, párr. 113.
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno

Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no


estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales
derechos y libertades.

…en los términos de los párrafos 105 a 110 de esta Sentencia.

105. La Corte reconoce que el Estado dio acceso al señor Ramírez al recurso de
gracia, tramitó y resolvió dicho recurso. La defensa del señor Fermín Ramírez
presentó el recurso de gracia el 27 de julio de 1999 y basó su solicitud en el
Decreto Número 159 con el propósito de que le fuera conmutada la pena de
muerte a la que había sido condenado (supra párr. 54.28). Consta que un día
antes de que apareciera publicado en el Diario Oficial el Acuerdo Número 235-
2000 que resolvió dicho recurso, se publicó en el mismo medio el Decreto Número
32-2000, mediante el cual se derogó expresamente el Decreto Número 159 (supra
párr. 54.29), con base en las siguientes consideraciones:

[…] Que la Asamblea Nacional Legislativa de la Republica de Guatemala aprobó,


con fecha diecinueve de abril de mil ochocientos noventa y dos, el Decreto
Número 159 que reglamentaba la facultad que el artículo setenta y ocho, de la
Constitución Política vigente en ese entonces, otorgaba al Presidente de la
Republica para conmutar la pena de muerte y conceder indultos en los casos
previstos, disposición constitucional que con algunas variantes se mantuvo en
Constituciones posteriores, hasta el año mil novecientos ochenta y cinco en que
se promulgo la actual Constitución Política de la Republica, que no la contempla.
[…] Que la Constitución Política de la República promulgada por la Asamblea
Nacional
Constituyente el treinta y uno de mayo de mil novecientos ochenta y cinco, vigente
a partir del día catorce de enero de mil novecientos ochenta y seis, derogó
expresamente todas las Constituciones de la Republica de Guatemala y
cualquiera leyes que hubieren surtido iguales efectos con anterioridad, y
estableció la independencia de poderes al declarar que la soberanía radica en el
pueblo que delega para su ejercicio en los Organismos Legislativo, Ejecutivo y
Judicial, dentro de los que esta prohibida la subordinación, y demás, que faculta
de juzgar y ejecutar lo juzgado corresponde con exclusividad al Organismo
Judicial y que ninguna otra autoridad podrá intervenir en la administración de
justicia.

[…] Que la Constitución Política de la República establece que ésta prevalecerá


sobre cualquier ley o tratado, y que no habiendo norma que sirva de fundamento
para que el Organismo Ejecutivo pueda conmutar la pena de muerte como
establece el Decreto Número 159 de la Asamblea Nacional Legislativa de la
República, al haberse derogado las Constituciones anteriores, se hace necesario
derogar expresamente el mismo con el propósito de crear certeza jurídica y evitar
ambigüedad en la interpretación de la ley.

106. El 2 de junio de 2000 se publicó el Acuerdo Gubernativo Número 235-2000


del Presidente de la República de Guatemala, que resolvió dicho recurso
(suprapárr. 54.30), y en el cual consideró, inter alia, que […] el Organismo
Ejecutivo debe actuar respetando el mandato constitucional de la no subordinación
entre los otros dos Organismos del Estado; en lo que respecta a la administración
de justicia es función y potestad que compete con exclusividad a los tribunales de
justicia, quienes son los únicos responsables de promover la ejecución de lo
juzgado, cuyo ejercicio debe ser respetado por el Ejecutivo acatando los fallos
judiciales máximo si se han observado las garantías constitucionales del debido
proceso y se ha cumplido por el derecho de defensa.
[…] Que el Presidente de la República es el Jefe del Estado de Guatemala y
ejerce las funciones del Organismo Ejecutivo por mandato del pueblo y entre sus
funciones está la de cumplir y hacer que se cumpla la Constitución y las Leyes, en
el presente caso y habiéndose cumplido con lo que para el efecto determine la
Constitución y las leyes sustantivas y procesales vigentes, la actitud soberana del
Presidente de la República es de respeto y coordinación para el cumplimiento de
las resoluciones emitidas con apego a la ley por los tribunales de justicia.
POR TANTO
En ejercicio de las facultades que le confiere el artículo 183, inciso e) de la
Constitución Política de la República y fundamentado en los artículos 141 y 203 de
la Constitución citada; 4º inciso 6 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y 6º inciso 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

ACUERDA:
[…] DENEGAR el recurso de gracia, interpuesto por FERMIN RAMIREZ […]

107. La Corte considera que con la derogatoria del Decreto Número 159, por
medio del Decreto Número 32-2000, se prescindió expresamente de un organismo
con la facultad de conocer y resolver el derecho de gracia estipulado en el artículo
4.6 de la Convención. La Corte constata, a su vez, que del Acuerdo Gubernativo
Número 235-2000, dictado con posterioridad, se desprende que ningún organismo
del Estado tiene la atribución de conocer y resolver el derecho de gracia.

108. Respecto de la derogación del Decreto Número 159, el Comité de Derechos


Humanos de la Organización de las Naciones Unidas manifestó
[…] su preocupación por la eliminación del derecho de gracia o indulto en caso de
pena de muerte, mediante Ley de 12 de mayo de 2001, reconocido por el Pacto
[Internacional de Derechos Civiles y Políticos] en el párrafo 4 de su artículo 6.
Tom[ó] nota de la información [...] en cuanto a que no obstante la existencia de
dicha ley el Presidente de la República ha hecho uso de dicho derecho sobre la
base de la primacía de los tratados internacionales sobre las leyes ordinarias. El
Estado Parte debe garantizar que toda persona condenada a muerte tenga
derecho a solicitar el indulto o la conmutación de la pena, conformando la
legislación con las obligaciones del Pacto y dictando las normas correspondientes
para que ese derecho de petición pueda ser ejercido94 6.

109. La Corte considera que el derecho de gracia forma parte del corpus juris
internacional, en particular de la Convención Americana y del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos95. Para estos efectos, dichos tratados
internacionales de derechos humanos tienen preeminencia sobre las leyes
internas, según lo establecido en el artículo 46 de la Constitución Política de la
República de Guatemala967.

110. En consecuencia, al no estar establecida en el derecho interno atribución


alguna para que un organismo del Estado tenga la facultad de conocer y resolver
los recursos de gracia, y siendo esta la explicación de la denegatoria del recurso
de gracia interpuesto por el señor Fermín Ramírez, el Estado incumplió las
obligaciones derivadas del artículo 4.6 de la Convención en relación con los
artículos 1.1 y 2 de la misma.

5. El Estado violó en perjuicio del señor Fermín Ramírez el derecho a la


integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 5. Derecho a la Integridad Personal

1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y


moral.

6 Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Observaciones finales del Comité de
Derechos Humanos: Guatemala. 72º período de sesiones, 27 de agosto de 2001, CCPR/CO/72/GTM, párr.
18.
7 Cfr. Artículo 46. Preeminencia del Derecho Internacional. Se establece el principio general de que
en materia de derechos humanos, los tratados y convenciones aceptados y ratificados por Guatemala,
tienen preeminencia sobre el derecho interno. Constitución Política de la República de Guatemala
(expediente sobre declaraciones rendidas ante fedatario público y prueba para mejor resolver).
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano.

…en relación con el artículo 1.1 de la misma

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

…en los términos de los párrafos 117 a 119 de esta Sentencia

117. La jurisprudencia de este Tribunal, así como de otros tribunales y autoridades


internacionales, ha subrayado que existe una prohibición universal de la tortura y
de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, que violan normas
perentorias de derecho internacional (ius cogens)98.8

118. Respecto de las condiciones de detención, la Corte ha especificado que, de


conformidad con el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención, toda persona privada de
libertad tiene derecho a vivir en situación de detención compatible con su dignidad
personal, lo cual debe ser asegurado por el Estado en razón de que éste se
encuentra en posición especial de garante con respecto a dichas personas,
porque las autoridades penitenciarias ejercen un control total sobre éstas99. En
particular, el Tribunal ha considerado que la detención en condiciones de
hacinamiento, con falta de ventilación y luz natural, sin cama para el reposo ni
condiciones adecuadas de higiene, en aislamiento e incomunicación o con

8 Cfr. Caso Caesar, supra nota 3, párr. 70; Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota
97, párr. 112; y Caso Maritza Urrutia. Sentencia de 27 de noviembre de 2003, Serie C No. 103, párr. 92.
restricciones indebidas al régimen de visitas, constituyen una violación a la
integridad personal100.9

119. En las circunstancias del presente caso, la Corte considera relevante que el
señor Fermín Ramírez fue condenado a la pena capital por la comisión de un
delito que no se le había acusado, al final de un proceso en el que hubo violación
de sus garantías judiciales; que el fundamento de la sentencia fue una norma cuyo
contenido es contrario a la Convención Americana; y que ha sido sometido a
graves condiciones carcelarias, tanto en el Sector 11 del Centro de Detención
Preventiva de la Zona 18, como en el Centro de Alta Seguridad de Escuintla, las
que se inscriben en un contexto general de graves deficiencias carcelarias,
señaladas por organismos internacionales101 10. Por todo lo anterior, la Corte
considera que el Estado violó el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención, en relación
con el artículo 1.1 de la misma.

9 Cfr. Caso Caesar, supra nota 3, párr. 96; Caso Lori Berenson Mejía, supra nota 3, párr. 102; y
Caso Tibi, supra nota 9, parr 150. Ver también Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos
10 Cfr. Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Quinto Informe sobre la Situación de
Derechos Humanos en Guatemala, 6 de abril de 2001, Capítulo VIII; y MINUGUA, Informe de Verificación,
La Situación Penitenciaria en Guatemala, abril de 2000.
2. Caso Raxcacó Reyes Vs. Guatemala

“…XIV
PUNTOS RESOLUTIVOS
145. Por tanto,
LA CORTE
DECLARA,
por unanimidad, que:
1. El Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes los derechos
consagrados en el artículo 4.1, 4.2. y 4.6 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma, en los
términos de los párrafos 54 a 90 de esta Sentencia.
2. El Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes el Derecho a la
Integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en los términos de los párrafos 93 a 102 de esta Sentencia.
3. No está demostrado que el Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes
el derecho a la Protección Judicial consagrado en el artículo 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, por las razones expuestas en los párrafos
110 a 113 de esta Sentencia.
4. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación, en los términos del
párrafo 131 de la misma.
Y DECIDE:
por unanimidad, que:
5. El Estado debe modificar, dentro de un plazo razonable, el artículo 201 del
Código Penal vigente, de manera que se estructuren tipos penales diversos y
específicos para determinar las diferentes formas de plagio o secuestro, en
función de sus características, la gravedad de los hechos y las circunstancias del
delito, con la correspondiente previsión de punibilidades diferentes, proporcionales
a aquéllas, así como la atribución al juzgador de la potestad de individualizar las
penas en forma consecuente con los datos del hecho y el autor, dentro de los
extremos máximo y mínimo que deberá consagrar cada conminación penal. Esta
modificación en ningún caso ampliará el catálogo de delitos sancionados con la
pena capital previsto con anterioridad a la ratificación de la Convención
Americana.
6. Mientras no se realicen las modificaciones señaladas en el punto resolutivo
anterior, el Estado deberá abstenerse de aplicar la pena de muerte y ejecutar a los
condenados por el delito de plagio o secuestro, en los términos del párrafo 132 de
la presente Sentencia.
7. El Estado debe adoptar, en un plazo razonable, un procedimiento que garantice
que toda persona condenada a muerte tenga derecho a solicitar y, en su caso,
obtener indulto, conforme a una regulación que establezca la autoridad facultada
para concederlo, los supuestos de procedencia y el trámite respectivo. En estos
casos no debe ejecutarse la sentencia mientras se encuentre pendiente la
decisión sobre el indulto o la conmutación solicitados.
8. El Estado debe dejar sin efectos la pena impuesta al señor Raxcacó Reyes en
la sentencia del Tribunal Sexto de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos
contra el Ambiente (supra párr. 43.10) dentro de un plazo razonable y, sin
necesidad de un nuevo proceso, emitir otra que en ningún caso podrá ser la pena
de muerte. El Estado deberá asegurar que la nueva pena sea proporcional a la
naturaleza y gravedad del delito que se persigue, y tome en cuenta las
circunstancias atenuantes y agravantes que pudieren concurrir en el caso, para lo
cual, previamente a dictar sentencia, ofrecerá a las partes la oportunidad de
ejercer su derecho de audiencia.
9. El Estado debe adoptar, dentro de un plazo razonable, las medidas necesarias
para que las condiciones de las cárceles se adecuen a los estándares
internacionales relativos a esta materia.
10. El Estado debe proveer al señor Raxcacó Reyes, previa manifestación de su
consentimiento, por el tiempo que sea necesario, a partir de la notificación de la
presente Sentencia, sin cargo alguno y por medio de los servicios nacionales de
salud, un adecuado tratamiento médico y psicológico, incluida la provisión de
medicamentos, según las prescripciones de especialistas debidamente
calificados.
11. El Estado debe adoptar, a partir de la notificación de la presente Sentencia, las
medidas necesarias para posibilitar que el señor Raxcacó Reyes reciba visitas
periódicas de la señora Olga Isabel Vicente.
12. El Estado debe adoptar, dentro de un plazo razonable, las medidas
educativas, laborales o de cualquier otra índole necesarias para que el señor
Raxcacó Reyes pueda reinsertarse a la sociedad una vez que cumpla la condena
que se le imponga de conformidad con el punto resolutivo octavo de la presente
Sentencia.
13. El Estado debe publicar, en el plazo de un año a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en el Diario Oficial y en otro diario de amplia circulación
nacional, al menos una vez, el capítulo de Hechos Probados, los párrafos 65, 66,
72, 81, 82, 85, 86, 102 y 113 que corresponden a los capítulos VIII, IX, X y XI, y
los puntos resolutivos primero a decimosexto de la presente Sentencia. En la
publicación se deberán incluir los títulos de los referidos capítulos y se omitirán las
citas al pié de página.
14. El Estado debe efectuar el pago por concepto de reintegro de gastos dentro
del plazo de un año, contado a partir de la notificación del presente fallo, en los
términos del párrafo 138 de esta Sentencia.
15. Las obligaciones del Estado en el marco de las medidas provisionales
ordenadas por este Tribunal en el presente caso quedan reemplazadas,
exclusivamente en lo que respecta al señor Raxcacó Reyes, por las que se
ordenan en esta Sentencia, a partir de la fecha de notificación de la misma.
16. Supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en ejercicio de sus
atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención
Americana, y dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya
dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma. Dentro del plazo de un año,
contado a partir de la notificación de esta Sentencia, Guatemala deberá rendir a la
Corte un informe sobre las medidas adoptadas para la ejecución de la misma.
El Juez Sergio García Ramírez hizo conocer a la Corte su Voto Razonado
Concurrente, el cual acompaña esta Sentencia. …”

1. El Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes los derechos


consagrados en el artículo 4.1 .4.2. y 4.6 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos

Artículo 4. Derecho a la Vida


1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción.
Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.
2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá
imponerse por los delitos más graves, en cumplimiento de sentencia
ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con una ley que
establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión del delito.
Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se la aplique
actualmente.
6. Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el
indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser concedidos en
todos los casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud
esté pendiente de decisión ante autoridad competente.

…en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a
toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.
Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno
Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no
estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas
o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y
libertades.
…en los términos de los párrafos 54 a 90 de esta Sentencia.
Consideraciones de la Corte
54. En este caso, la Corte ha sido llamada a determinar si la imposición de la pena
de muerte al señor Raxcacó Reyes se hizo en consonancia con lo establecido en
el artículo 4 de la Convención Americana, que dispone que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie
puede ser privado de la vida arbitrariamente.
2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá imponerse
por los delitos más graves, en cumplimiento de sentencia ejecutoriada de tribunal
competente y de conformidad con una ley que establezca tal pena, dictada con
anterioridad a la comisión del delito. Tampoco se extenderá su aplicación a delitos
a los cuales no se la aplique actualmente.
[…]
6. Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el
indulto o la conmutación de pena, los cuales podrán ser concedidos en todos los
casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud esté pendiente
de decisión ante autoridad competente.
55. El proceso seguido contra el señor Raxcacó Reyes se originó por el secuestro
de un menor de edad. Al respecto, es necesario reiterar que la Corte no es un
tribunal penal en el que pueda analizarse la responsabilidad penal de los
individuos38. Esa tarea corresponde a los tribunales nacionales. La Corte destaca
el deber que tienen los Estados de proteger a todas las personas, evitando los
delitos, sancionando a los responsables y manteniendo el orden público,
particularmente cuando se trata de hechos como los que dieron origen al proceso
penal seguido contra el señor Raxcacó Reyes, en la inteligencia de que la lucha
de los Estados contra el crimen debe desarrollarse dentro de los límites y
conforme a los procedimientos que permitan preservar tanto la seguridad pública
como el pleno respeto a los derechos humanos39.
56. Aun cuando la Convención no prohíbe expresamente la aplicación de la pena
de muerte, las normas convencionales sobre ésta deben interpretarse en el
sentido de “limitar definitivamente su aplicación y su ámbito, de modo que ést[a] se
vaya reduciendo hasta su supresión final”40.
i) ampliación del catálogo de delitos sancionados con pena de muerte
57. Al interpretar el artículo 4.2 de la Convención Americana, este Tribunal advirtió
que no es posible albergar duda alguna respecto de la prohibición absoluta
contenida en esa disposición, según la cual ninguno de los Estados Partes puede
disponer la aplicación de la pena de muerte respecto de delitos para los cuales no
estuviese contemplada previamente por su legislación interna41.
58. Los representantes y la Comisión Interamericana alegan que las
modificaciones que se hicieron al artículo 201 del Código Penal de Guatemala,
que tipificaba el delito de plagio o secuestro, son contrarias al artículo 4 de la
Convención porque sancionan con pena de muerte conductas que no lo estaban
cuando Guatemala ratificó la Convención Americana. Por su parte, el Estado
señaló, en un inicio, que no existía tal violación a la Convención, toda vez que la
pena de muerte ya estaba establecida para el delito de plagio o secuestro con
anterioridad a la entrada en vigencia del mencionado tratado. No obstante, en sus
alegatos finales escritos el Estado reconoció que “la reforma realizada al artículo
201 del Código Penal implica una evidente contravención a lo dispuesto en el
artículo 4.2 de la Convención Americana […] por el hecho de colocar como pena
principal la de muerte y como accesoria la de veinticinco a cincuenta años de
prisión”.
59. En sus observaciones finales al segundo informe42 periódico presentado por
Guatemala, el Comité de Derechos Humanos señaló su preocupación por la
aplicación de la pena de muerte y en particular la ampliación del número de delitos
susceptibles de ser castigados con dicha pena, habiéndose extendido ésta al
secuestro sin resultado de muerte, en contravención de lo dispuesto en el Pacto.
El Estado Parte debe limitar la aplicación de la pena de muerte a los delitos más
graves, y restringir el número de delitos susceptibles de ser castigados con dicha
pena de conformidad con el párrafo 2 del artículo 6 del Pacto. Se invita al Estado
Parte a que vaya hacia la abolición total de la pena de muerte.
60. En el momento en que Guatemala ratificó la Convención Americana se
encontraba vigente el Decreto No. 17/73, Código Penal (supra párr. 43.1), en cuyo
artículo 201 se sancionaba con pena de muerte el secuestro seguido de la muerte
del secuestrado:
El plagio o secuestro de una persona con el objeto de lograr rescate, canje de
terceras personas u otro ilícito de igual o análoga entidad, se castigará con la pena
de ocho a quince años de prisión. Se impondrá la pena de muerte al responsable,
cuando con motivo o en ocasión del plagio o secuestro, falleciera la persona
secuestrada.
61. Esta norma fue modificada en varias ocasiones (supra párrs. 43.1 a 43.4),
aplicándose finalmente a la presunta víctima del presente caso la disposición
establecida mediante Decreto Legislativo No. 81/96, de 25 de septiembre de 1996,
que establece:
A los autores materiales o intelectuales del delito de plagio o secuestro de una o
más personas con el propósito de lograr rescate, canje de personas o la toma de
cualquier decisión contraria a la voluntad del secuestrado o con cualquiera otro
propósito similar o igual, se les aplicará la pena de muerte, y cuando ésta no
pueda ser impuesta, se aplicará prisión de veinticinco a cincuenta años. En este
caso no se apreciará ninguna circunstancia atenuante.
Los cómplices o encubridores serán sancionados con pena de veinte a cuarenta
años de prisión. A quienes sea condenados a prisión por el delito de plagio o
secuestro, no podrá concedérseles rebaja de pena por ninguna causa.
62. La frase “y cuando esta no pueda ser impuesta” se refiere al artículo 43 del
mismo Código Penal, que establece que:
No podrá imponerse la pena de muerte:
1. Por delitos políticos.
2. Cuando la condena se fundamente en presunciones.
3. A mujeres.
4. A varones mayores de setenta años.
5. A personas cuya extradición haya sido concedida bajo esa condición.
[…]
63. Para establecer si la modificación introducida por el Decreto Legislativo No.
81/96 al tipo penal de plagio o secuestro trae consigo una “extensión” de la
aplicación de la pena de muerte, prohibida por el artículo 4.2 de la Convención
Americana, conviene recordar que el tipo penal limita el campo de la persecución
penal, acotando la descripción de la conducta jurídica.
64. La acción descrita en el primer inciso del artículo 201 del Decreto Legislativo
No. 17/73 correspondía a la sustracción o aprehensión dolosa de una persona,
acompañada de cierto propósito (lograr rescate, canje de terceras personas u otro
fin ilícito); consecuentemente, el tipo penal protegía básicamente la libertad
individual. El hecho recogido en el inciso segundo de esta norma abarcaba un
extremo adicional: además de la sustracción o aprehensión, la muerte, en
cualquier circunstancia, del sujeto pasivo; con ello se protegía el bien jurídico de la
vida. En consecuencia, existe un deslinde entre el secuestro simple y el secuestro
calificado por la muerte del ofendido. En el primer caso se aplicaba pena privativa
de la libertad; en el segundo, pena de muerte.
65. El artículo 201 del Decreto Legislativo No. 81/96, que se aplicó en la condena
al señor Raxcacó Reyes, tipifica una sola conducta: sustracción o aprehensión de
una persona, acompañada de cierto propósito. La acción de dar muerte no se
halla abarcada por este tipo penal, que protege la libertad individual, no la vida, y
prevé la imposición de pena de muerte al secuestrador.
66. Si bien el nomen iuris del plagio o secuestro permaneció inalterado desde el
momento en que Guatemala ratificó la Convención, los supuestos de hecho
contenidos en los correspondientes tipos penales cambiaron sustancialmente,
hasta hacer posible la aplicación de la pena de muerte por acciones no
sancionadas con ésta en el pasado. Aceptar una interpretación contraria permitiría
que un delito pudiera ser sustituido o alterado con la inclusión de nuevos
supuestos de hecho, no obstante la prohibición expresa de extender la pena
capital, contenida en el artículo 4.2 de la Convención.
ii) limitación de la pena de muerte a los delitos de máxima gravedad
67. La Comisión y los representantes alegaron que la pena de muerte que se
aplica en Guatemala como sanción por un delito de secuestro simple “resulta
desproporcionada y excesiva”.
68. Al respecto, la Corte ha señalado que la Convención Americana reduce el
ámbito de aplicación de la pena de muerte a los delitos comunes más graves44,
es decir, tiene el “propósito de considerar dicha pena aplicable sólo en condiciones
verdaderamente excepcionales”45. En efecto, el artículo 4.2 de la Convención
Americana dispone que “[e]n los países que no han abolido la pena de muerte,
ésta sólo podrá imponerse por los delitos más graves”.
69. El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas46 ha expresado que
los “delitos que no entrañan la pérdida de vidas humanas” no pueden ser
castigados con la pena de muerte.
70. Es preciso reconocer la diversa gravedad de los hechos que permita distinguir
los delitos graves de los “delitos más graves”, es decir, aquellos que afectan más
severamente los bienes de máxima importancia individual y social, y por ello
merecen el reproche más enérgico y la sanción más severa.
71. El delito de plagio o secuestro puede contener distintas connotaciones de
gravedad, que irían desde el plagio simple, que no se encuentra dentro de la
categoría de los “delitos más graves”, hasta el plagio seguido de la muerte de la
víctima. Incluso en este último supuesto, que ya constituiría un hecho de suma
gravedad, habría que ponderar las condiciones o circunstancias del caso sub
judice. Todo lo cual deberá ser analizado por el juzgador, para lo cual es preciso
que la ley conceda a éste cierto margen de apreciación objetiva.
72. En el caso que nos ocupa, el artículo 201 del Código Penal aplicado al señor
Raxcacó Reyes sanciona con pena de muerte tanto el plagio simple, como
cualquier otra forma de plagio o secuestro, desatendiendo así la limitación que
impone el artículo 4.2 de la Convención Americana respecto de la aplicación de la
plena de muerte solamente a los “delitos más graves”.
iii) pena de muerte obligatoria
73. Los representantes y la Comisión Interamericana afirman que el Código Penal
guatemalteco sanciona con pena de muerte “obligatoria” el delito de plagio o
secuestro, y que el señor Raxcacó Reyes fue víctima de esta violación al artículo
4.1 de la Convención Americana. El Estado controvierte esta afirmación señalando
que el juzgador no impone de forma obligatoria la pena de muerte, sino hace la
valoración respectiva de cada una de las pruebas presentadas por las partes y
determina qué pena se debe imponer a cada imputado. El Estado adujo al
respecto que el señor Carlos Manuel García Morales, co-procesado del señor
Raxcacó Reyes, no fue condenado a sufrir la pena de muerte.
74. Al respecto, la Corte nota que en la sentencia de 14 de mayo de 1999 el
Tribunal Sexto de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente
(supra párr. 43.10) hizo una distinción entre los autores del delito de plagio o
secuestro. Por un lado calificó de “autores directos” al señor Raxcacó Reyes y a
dos imputados más, y por otro, calificó de “autor” al señor Carlos Manuel García
Morales. La distinción, explicó el Tribunal de Sentencia, se debió a que la
participación del acusado García Morales se circunscribió al “cuidado del menor
secuestrado durante la noche que permaneció cautivo”, evidenciando de esa
forma que no hubo por su parte, pertinencia del hecho delictivo, aunque sí
desempeñó un papel, a criterio del Tribunal menos próximo y decisivo en cuanto
dependía además que el autor material ejecutara o no el ilícito penal. Ningún
medio de prueba producido durante las audiencias del debate, demostró, que el
procesado Carlos Manuel García Morales haya concertado y repartición del tipo de
autoría, sino más bien, una cooperación en la perpetración del delito; razones que
inducen al Tribunal a considerar que la responsabilidad penal del acusado no
puede sancionarse con la pena que le corresponde a sus autores materiales47.
75. Por ello, el Tribunal de Sentencia resolvió [q]ue CARLOS MANUEL GARCÍA
MORALES, es responsable del delito de PLAGIO O SECUESTRO, cometido en
contra de la libertad y seguridad individual del menor PEDRO ALBERTO DE LEON
WUG, en grado de AUTOR [y,] por dicha infracción penal, se le impone la pena de
CUARENTA AÑOS DE PRISION INCONMUTABLES […]48.
76. Del razonamiento del Tribunal de Sentencia se desprende que la participación
del señor García Morales en el delito no fue considerada en realidad como autoría,
tomando en cuenta la pena aplicada al autor, sino como cooperación,
característica del cómplice. De ahí que se aplicara la pena correspondiente a éste
y no la reservada a aquél (supra párr. 43.4).
77. Por otra parte, el Tribunal de Sentencia se circunscribió a examinar el grado de
participación que tuvieron los distintos actores en el ilícito que se les imputaba,
pero no valoró posibles atenuantes o agravantes, ni tomó en cuenta la culpabilidad
de los justiciables ni las circunstancias particulares del delito, tal como dispone el
artículo 65 del Código Penal de Guatemala, a saber:
El juez o tribunal determinará, en la sentencia, la pena que corresponda, dentro
del máximo y el mínimo señalado por la ley, para cada delito, teniendo en cuenta
la mayor o menor peligrosidad del culpable, los antecedentes personales de éste y
de la víctima, el móvil del delito, la extensión e intensidad del daño causado y las
circunstancias atenuantes y agravantes que concurran en el hecho apreciadas
tanto por su número como por su entidad o importancia. El juez o tribunal deberá
consignar, expresamente, los extremos a que se refiere el párrafo que antecede y
que ha considerado determinantes para regular la pena49.
78. Una vez que el juzgador calificó a algunos procesados, entre ellos el señor
Raxcacó Reyes, como “autores directos” de plagio o secuestro, les aplicó la pena
de muerte. El Tribunal sentenció que [e]stando acreditado la efectiva participación
de los acusados como autores inmediatos del ilícito que se juzga […], el Tribunal
les impone la pena que se indicará en la parte resolutiva de este fallo[,] ya que
ninguna persona tiene derecho a privar de la libertad a otra y a negociar la misma
sin tomarse en cuenta el más mínimo respeto a los Derechos Humanos de la
víctima, la sola sustracción y la privación de su libertad de locomoción en la forma
en que ocurrió el hecho que se juzga, produce daños irreparables a la víctima,
considerando además que el secuestrado fue un menor de edad, con lo que se
demuestra el abierto menosprecio a la inocencia y a la pureza de la niñez, así
como un reto y burla a la sociedad […]50.
79. La Corte constata que la regulación vigente del delito de plagio o secuestro en
el Código Penal guatemalteco ordena la aplicación de la pena de muerte de
manera automática y genérica a los autores de tal ilícito (“se les aplicará la pena
de muerte”) y al respecto estima pertinente recordar que el Comité de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas consideró que la obligatoriedad de la pena
capital con la que se priva al sujeto de su derecho a la vida, impide considerar si,
en las circunstancias particulares del caso, esta forma excepcional de castigo es
compatible con las disposiciones del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos51.
80. En el mismo sentido, esta Corte consideró en un caso anterior que la
aplicación de la pena de muerte obligatoria trataba a los acusados “no como seres
humanos individuales y únicos, sino como miembros indiferenciados y sin rostro
de una masa que será sometida a la aplicación ciega de la pena de muerte”52.
81. El artículo 201 del Código Penal, tal como está redactado, tiene como efecto
someter a los acusados del delito de plagio o secuestro a procesos penales en los
que no se consideran –en ninguna instancia– las circunstancias particulares del
delito y del acusado, tales como los antecedentes penales de éste y de la víctima,
el móvil, la extensión e intensidad del daño causado, las posibles circunstancias
atenuantes o agravantes, entre otras consideraciones del autor y del delito.
82. Por todo lo anterior, la Corte concluye que el artículo 201 del Código Penal
guatemalteco, en el que se fundó la condena al señor Raxcacó Reyes, viola la
prohibición de privación arbitraria de la vida establecida en el artículo 4.1 y 4.2 de
la Convención.
iv) derecho a solicitar indulto o conmutación de la pena
83. Como se expuso en el capítulo de Hechos Probados (supra párr. 43.17), el
Decreto No. 159 de 19 de abril de 1892 establecía la facultad del Presidente de la
República de conocer y resolver el indulto. Sin embargo, el Decreto No. 32/2000
derogó expresamente esta facultad y el procedimiento pertinente.
84. A pesar de lo anterior, el señor Raxcacó Reyes solicitó indulto el 19 de mayo
de 2004, ante el Ministro de Gobernación de Guatemala (supra párr. 43.18),
fundamentando su petición, inter alia, en los artículos 1.1, 2 y 4.6 de la
Convención Americana. Del expediente que obra en esta Corte, se desprende que
el Ministerio de Gobernación no ha dado trámite al mencionado recurso de indulto
(supra párr. 43.18).
85. Sobre este punto, la Corte Interamericana se pronunció en un caso anterior en
contra del propio Estado, en el sentido de que la derogación del Decreto No. 159
de 1892, por medio del Decreto No. 32/2000, tuvo como consecuencia que se
suprimiera la facultad atribuida a un organismo del Estado, de conocer y resolver
el derecho de gracia estipulado en el artículo 4.6 de la Convención53. Por ello, la
Corte consideró que el Estado incumplió la obligación derivada del artículo 4.6 de
la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma54.
86. En el presente caso, la Corte no encuentra motivo alguno para apartarse de su
jurisprudencia anterior.
87. El artículo 2 de la Convención Americana obliga a los Estados Partes a
adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones
de la Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivos los derechos y libertades protegidos por aquélla.
Es necesario reafirmar que la obligación de adaptar la legislación interna sólo se
satisface cuando efectivamente se realiza la reforma55.
88. En el presente caso, la Corte estima que, aun cuando no se ha ejecutado al
señor Raxcacó Reyes, se ha incumplido el artículo 2 de la Convención. La sola
existencia del artículo 201 del Código Penal guatemalteco, que sanciona con pena
de muerte obligatoria cualquier forma de plagio o secuestro y amplía el número de
delitos sancionados con dicha pena, es per se violatoria de esa disposición
convencional56. Este criterio es conforme con la Opinión Consultiva OC-14/94 de
la Corte, de acuerdo con la cual “en el caso de las leyes de aplicación inmediata,
[…] la violación de los derechos humanos, individual o colectiva, se produce por el
solo hecho de su expedición”57.
89. Igualmente, la falta de legislación nacional que haga efectivo el derecho a
solicitar indulto, amnistía o conmutación de la pena, en los términos del artículo
4.6 de la Convención Americana, constituye un nuevo incumplimiento del artículo 2
de la misma.
90. Por lo expuesto, la Corte considera que el Estado violó los derechos
consagrados en el artículo 4.1, 4.2 y 4.6 de la Convención Americana, en relación
con los artículos 1.1 y 2 de la misma, en perjuicio del señor Ronald Ernesto
Raxcacó Reyes.
IX ARTÍCULO 5.1 Y 5.2 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA
(DERECHO A LA INTEGRIDAD PERSONAL)
EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 1.1 DE LA MISMA
Alegatos de la Comisión
91. En relación con el artículo 5 de la Convención Americana, la Comisión señaló
que:
a) el Estado, al privar de libertad a una persona, se coloca en una especial
posición de garante, lo que implica que sus agentes no sólo deben abstenerse de
realizar actos que puedan infligir lesiones a la vida e integridad física del detenido,
sino deben procurar, por todos los medios a su alcance, mantener a la persona
detenida en el goce de sus derechos fundamentales y, en especial, del derecho a
la vida y la integridad personal. Cuando el Estado omite esta protección a los
reclusos viola el artículo 5 de la Convención e incurre en responsabilidad
internacional;
b) en su condición de condenado a pena de muerte, el señor Raxcacó Reyes ha
sido sometido por el Estado a condiciones de detención que no se adecuan a los
estándares internacionales y ha tenido que soportar una prolongada espera de la
ejecución, durante casi cinco años;
c) los condenados a muerte en Guatemala sufren diversas enfermedades
derivadas, en la mayoría de los casos, de la tensión que les ocasiona la espera de
la ejecución; no obstante, no reciben el tratamiento adecuado por parte del
Estado, que ni siquiera les permite concurrir a visitas hospitalarias;
d) el Estado no ha observado los parámetros mínimos para el tratamiento de
reclusos establecidos por Naciones Unidas en relación con el señor Raxcacó
Corte, de acuerdo con la cual “en el caso de las leyes de aplicación inmediata, […]
la violación de los derechos humanos, individual o colectiva, se produce por el solo
hecho de su expedición”57.
89. Igualmente, la falta de legislación nacional que haga efectivo el derecho a
solicitar indulto, amnistía o conmutación de la pena, en los términos del artículo
4.6 de la Convención Americana, constituye un nuevo incumplimiento del artículo 2
de la misma.
90. Por lo expuesto, la Corte considera que el Estado violó los derechos
consagrados en el artículo 4.1, 4.2 y 4.6 de la Convención Americana, en relación
con los artículos 1.1 y 2 de la misma, en perjuicio del señor Ronald Ernesto
Raxcacó Reyes.

2. El Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes el Derecho a la


Integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 5. Derecho a la Integridad Personal

1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y


moral.

2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o


degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano.

…en relación con el artículo 1.1 de la misma,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

…en los términos de los párrafos 93 a 102 de esta Sentencia.


Alegatos del Estado

93. En relación con el artículo 5 de la Convención Americana, el Estado señaló


que realizó una entrevista al señor Raxcacó Reyes, con el objeto de verificar las
condiciones carcelarias en que se encuentra. De acuerdo con lo manifestado por
el Estado, el señor Raxcacó Reyes consideraba buenas las condiciones
alimentarias, médicas, físicas, régimen de visitas, sanitarias y de acceso a
formación y trabajo, y su única solicitud fue que existiera un recurso eficaz para
solventar su situación jurídica, respecto a la conmutación de la pena.
Consideraciones de la Corte
94. El artículo 5 de la Convención Americana establece que:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral.
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido
a la dignidad inherente al ser humano.
[…]
95. La Corte ha especificado que toda persona privada de la libertad tiene derecho
a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal58 y que
el Estado debe garantizar el derecho a la vida y a la integridad personal de los
detenidos59. Como responsable de los establecimientos de detención, el Estado
debe garantizar a los reclusos la existencia de condiciones que dejen a salvo sus
derechos60. Mantener a una persona detenida en condiciones de hacinamiento,
con falta de ventilación y luz natural, sin cama para su reposo ni condiciones
adecuadas de higiene, en aislamiento e incomunicación o con restricciones
indebidas al régimen de visitas constituye una violación a su integridad
personal61.
96. El Comité de Derechos Humanos ha afirmado que mantener detenida a una
persona en una celda reducida, veintitrés horas al día, aislada de los demás
presos, en oscuridad, sin tener en qué ocuparse y sin que se le permita trabajar ni
estudiar, constituye una violación a su derecho a ser tratado humanamente y con
el debido respeto a la dignidad inherente al ser humano62. En el caso Mukong63
el Comité insistió sobre la universalidad del derecho a un trato digno y humano y
rechazó la escasez de recursos como excusa para la inobservancia de este
derecho.
97. En el Caso Soering vs. Reino Unido, la Corte Europea determinó que el
llamado “fenómeno del corredor de la muerte”, constituido por un período de
detención prolongado en espera y previo a la ejecución, durante el cual el
condenado sufre de angustia mental y está sujeto a una tensión extrema y a
trauma psicológico por la constante espera de lo que será el ritual de la propia
ejecución, implica un trato cruel, inhumano y degradante64.
98. Ese mismo tribunal ha establecido que en todos los casos en que se imponga
la pena de muerte, es necesario que se consideren, a la luz del artículo 3 del
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades
Fundamentales, las circunstancias personales del condenado, las condiciones de
detención mientras espera la ejecución y la duración de la detención anterior a la
ejecución65
99. Numerosas decisiones de organismos internacionales invocan las Reglas
Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento de Reclusos, a fin de interpretar
el contenido del derecho de los presos a un trato digno y humano; aquéllas
prescriben las normas básicas respecto al alojamiento, higiene, tratamiento
médico y ejercicio de los reos privados de la libertad66.
100. En el presente caso, el Estado no ha cumplido estos parámetros mínimos
durante la detención del señor Raxcacó Reyes en el sector once del Centro de
Detención Preventiva para Hombres de la Zona 18 (supra párrs. 43.19 a 43.23).
101. El peritaje de la señora Aída Castro–Conde (supra párr. 37.e) concluyó que
las condiciones carcelarias en las que vive en señor Raxcacó Reyes le han
provocado malestar psicológico intenso. Diagnosticó que el detenido sufre estrés
posttraumático y señaló que padece enfermedades psicosomáticas producto de la
situación en la que se encuentra en espera de la ejecución.
102. La Corte estima que las condiciones de detención a las que ha sido sometido
el señor Ronald Ernesto Raxcacó Reyes han sido violatorias de su derecho a la
integridad física, psíquica y moral, contenido en el artículo 5.1 de la Convención, y
han constituido un trato cruel, inhumano y degradante contrario al artículo 5.2 de la
misma.

3. No está demostrado que el Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó


Reyes el derecho a la Protección Judicial consagrado en el artículo 25 de la
Convención
Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 25. Protección Judicial

1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro


recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra
actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la
ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.

2. Los Estados Partes se comprometen:

a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del


Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;

b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y

c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda


decisión en que se haya estimado procedente el recurso.

…por las razones expuestas en los párrafos 110 a 113 de esta Sentencia.
Consideraciones de la Corte

110. El artículo 25 de la Convención dispone que:


1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra
actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la
ley o la presente
Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en
ejercicio de sus funciones oficiales.
2. Los Estados Partes se comprometen:
a. a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del
Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
b. a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y
c. a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión
en que se haya estimado procedente el recurso.
111. La resolución de fondo dictada por el Tribunal de Sentencia Penal que
condenó a muerte al señor Raxcacó Reyes (supra párr. 43.10) fue impugnada por
medio de diversos recursos existentes en Guatemala (supra párrs. 43.12, 43.14 y
43.16). Las decisiones dictadas coincidieron en que las actuaciones del Tribunal
de Sentencia se ajustaron a las normas penales, constitucionales e
internacionales aplicables al caso (supra párrs. 43.13, 43.15 y 43.16).
112. Las instancias superiores admitieron a trámite y resolvieron con regularidad
los recursos interpuestos por la defensa del señor Raxcacó Reyes. El hecho de
que las impugnaciones intentadas no fueran resueltas de manera favorable a los
intereses del impugnante, no implica que la presunta víctima no tuviera acceso a
un recurso efectivo para proteger sus derechos67.
113. Luego del análisis de los fundamentos de hecho y de derecho contenidos en
las resoluciones de los recursos intentados en el proceso penal (supra párrs.
43.12 a 43.16), este Tribunal no considera demostrado que el Estado violó el
derecho del señor Raxcacó Reyes a un recurso efectivo para impugnar la
sentencia dictada en su contra, en los términos del artículo 25 de la Convención
Americana.
4. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación, en los términos del
párrafo 131 de la misma.

131. En lo referente al daño inmaterial, este Tribunal reconoce que el señor


Raxcacó Reyes fue sometido a condiciones de reclusión inhumanas, crueles y
degradantes, que fue condenado a pena de muerte obligatoria por un delito que no
merecía tal pena al momento de la ratificación de la Convención Americana por
parte del Estado, y que se vio privado del derecho a solicitar indulto o conmutación
de la pena, todo lo cual le produjo sufrimientos, así como consecuencias físicas y
psicológicas (estrés post-traumático) (supra párr. 43.19 a 43.23). La Corte estima
que en el presente caso no es pertinente ordenar el pago de una compensación
económica por concepto de daño inmaterial, tomando en cuenta que esta
sentencia constituye, per se, una forma de reparación77, y considerando que los
actos u obras de alcance o repercusión públicos que se detallan en el siguiente
apartado significan una debida reparación en los términos del artículo 63.1 de la
Convención Americana.
Y DECIDE:
por unanimidad, que:
5. El Estado debe modificar, dentro de un plazo razonable, el artículo 201 del
Código Penal vigente, de manera que se estructuren tipos penales diversos
y específicos para determinar las diferentes formas de plagio o secuestro,
en función de sus características, la gravedad de los hechos y las
circunstancias del delito, con la correspondiente previsión de punibilidades
diferentes, proporcionales a aquéllas, así como la atribución al juzgador de
la potestad de individualizar las penas en forma consecuente con los datos
del hecho y el autor, dentro de los extremos máximo y mínimo que deberá
consagrar cada conminación penal. Esta modificación en ningún caso
ampliará el catálogo de delitos sancionados con la pena capital previsto con
anterioridad a la ratificación de la Convención Americana.
6. Mientras no se realicen las modificaciones señaladas en el punto
resolutivo anterior, el Estado deberá abstenerse de aplicar la pena de muerte
y ejecutar a los condenados por el delito de plagio o secuestro, en los
términos del párrafo 132 de la presente Sentencia.
c) OTRAS FORMAS DE REPARACIÓN
a) Adecuación de la legislación interna a la Convención Americana
132. La Corte declaró la existencia de una violación a los artículos 4.1, 4.2 y 4.6 de
la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma. Por ello, dispone
que el Estado adopte las medidas legislativas, administrativas y de cualquier otro
carácter necesarias para adecuar su derecho interno a la Convención Americana,
en especial:
i. la modificación, dentro de un plazo razonable, del artículo 201 del
Código Penal vigente, de manera que se estructuren tipos penales diversos y
específicos para determinar las diferentes formas de plagio o secuestro, en
función de sus características, la gravedad de los hechos y las circunstancias del
delito, con la correspondiente previsión de punibilidades diferentes, proporcionales
a aquéllas, así como la atribución al juzgador de la potestad de individualizar las
penas en forma consecuente con los datos del hecho y el autor, dentro de los
extremos máximo y mínimo que deberá consagrar cada conminación penal. Esta
modificación, en ningún caso, ampliará el catálogo de delitos sancionados con la
pena capital previsto con anterioridad a la ratificación de la Convención
Americana. Mientras esto ocurra, el Estado deberá abstenerse de aplicar la pena
de muerte y ejecutar a los condenados por el delito de plagio o secuestro
exclusivamente.
ii. la adopción, dentro de un plazo razonable, de un procedimiento que garantice
que toda persona condenada a muerte tenga derecho a solicitar y, en su caso,
obtener indulto o conmutación de pena, conforme a una regulación que establezca
la autoridad facultada para concederlo, los supuestos de procedencia y el trámite
respectivo; en estos casos no debe ejecutarse la sentencia mientras se encuentre
pendiente la decisión sobre el indulto o la conmutación solicitados78.
b) Revocación de la sentencia a pena de muerte en contra del señor Raxcacó
Reyes
3. CASO KIMEL VS. ARGENTINA
COMPETENCIA DE LA CORTE
“…IX
PUNTOS RESOLUTIVOS
140. Por tanto,
LA CORTE
DECLARA,
Por unanimidad, que:
1. Acepta el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el
Estado, en los términos de los párrafos 18 a 28 de esta Sentencia, y manifiesta
que existió violación del derecho a la libertad de expresión, consagrado en el
artículo 13.1 y 13.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con las obligaciones generales establecidas en los artículos 1.1 y 2 de
dicho tratado, en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los
párrafos 51 a 95 de la presente Sentencia.
2. Acepta el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el
Estado, en los términos de los párrafos 18 a 28 de esta Sentencia, y manifiesta
que existió violación al derecho a ser oído dentro de un plazo razonable,
consagrado en el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con la obligación general establecida en el artículo 1.1 de
dicho tratado, en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los
párrafos 96 y 97 de la presente Sentencia.
3. El Estado violó el principio de legalidad consagrado en el artículo 9 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con los artículos
1.1 y 2 de la misma, en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los
párrafos 61 a 67 del presente fallo.
4. Acepta el retiro de alegaciones de los representantes relativas al derecho a ser
oído por un juez imparcial, contemplado en el artículo 8.1, al derecho a recurrir del
fallo ante juez o tribunal superior, consagrado en el artículo 8.2.h), y al derecho a
la protección judicial, estipulado en el artículo 25 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, en los términos del párrafo 26 de la presente
Sentencia.
5. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.

Y DECIDE:
Por unanimidad que:
6. El Estado debe realizar los pagos de las cantidades establecidas en la presente
Sentencia por concepto de daño material, inmaterial y reintegro de costas y gastos
dentro del plazo de un año a partir de la notificación de la presente Sentencia, en
los términos de los párrafos 110, 119 y 133 de la misma.
7. El Estado debe dejar sin efecto la condena penal impuesta al señor Kimel y
todas las consecuencias que de ella se deriven, en el plazo de seis meses a partir
de la notificación de la presente Sentencia, en los términos de los párrafos 121 a
123 de la misma.”…
8. El Estado debe eliminar inmediatamente el nombre del señor Kimel de los
registros públicos en los que aparezca con antecedentes penales relacionados
con el presente caso, en los términos de los párrafos 121 a 123 de esta
Sentencia.
9. El Estado debe realizar las publicaciones señaladas en el párrafo 125 de esta
Sentencia, en el plazo de seis meses a partir de la notificación de la misma.
10. El Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de su
responsabilidad, dentro del plazo de seis meses a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en los términos del párrafo 126 de la misma.
11. El Estado debe adecuar en un plazo razonable su derecho interno a la
Convención
Americana sobre Derechos Humanos, de tal forma que las imprecisiones
reconocidas por el
Estado (supra párrafos 18, 127 y 128) se corrijan para satisfacer los
requerimientos de seguridad jurídica y, consecuentemente, no afecten el ejercicio
del derecho a la libertad de expresión.
12. Supervisará la ejecución íntegra de esta Sentencia, y dará por concluido el
presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto
en la misma.
Dentro del plazo de un año, contado a partir de la notificación de esta Sentencia,
el Estado deberá rendir a la Corte un informe sobre las medidas adoptadas para
darle cumplimiento.
Los Jueces Diego García-Sayán y Sergio García Ramírez comunicaron a la Corte
sus Votos
Concurrentes. Dichos votos acompañan esta Sentencia. “…

LA CORTE
DECLARA,
Por unanimidad, que:
1. Acepta el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado
por el Estado, en los términos de los párrafos 18 a 28 de esta
Sentencia
18. En su escrito de contestación a la demanda el Estado efectuó un
reconocimiento de responsabilidad, en los siguientes términos:
[E]l Estado argentino ha mantenido, durante todas las etapas del proceso, una
actitud de clara voluntad conciliadora con miras a encontrar una solución amistosa
en el caso. Dicha voluntad política se vio reflejada en las distintas respuestas a las
observaciones del peticionario, en cuyo contexto podr[á] la Honorable Corte notar
que, en ninguna de las etapas procedimentales desarrolladas ante la Ilustre
Comisión, el Estado argentino ha interpuesto argumento alguno, ni de hecho ni de
derecho, orientado a controvertir la alegada violación del derecho a la libertad de
expresión en perjuicio del señor Eduardo Gabriel Kimel. Por el contrario, la simple
lectura de los documentos aportados en el caso permite inferir la permanente
vocación exteriorizada por el Estado en recrear el proceso amistoso y en buscar
fórmulas satisfactorias para ambas partes. […] [E]l Estado argentino puede
compartir con la Ilustre Comisión que, en el caso en especie, la aplicación de una
sanción penal al señor Eduardo Gabriel Kimel constituyó una violación de su
derecho a la libertad de expresión consagrado por el artículo 13 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Asimismo, y tomando en consideración las
dimensiones de análisis generalmente aceptadas a efectos de determinar la
razonabilidad del plazo de duración de un proceso -complejidad del asunto,
diligencia de las autoridades judiciales y actividad procesal del interesado- el
Estado argentino puede compartir con la Ilustre Comisión, que el señor Eduardo
Gabriel Kimel no fue juzgado dentro de un plazo razonable, conforme lo prevé el
artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Finalmente, y
habida cuenta que, hasta la fecha, las distintas iniciativas legislativas vinculadas
con la normativa penal en materia de libertad de expresión no han sido
convertidas en ley, el Estado argentino puede compartir con la Ilustre Comisión
que, en el caso en especie, la falta de precisiones suficientes en el marco de la
normativa penal que sanciona las calumnias y las injurias que impidan que se
afecte la libertad de expresión, importa el incumplimiento de la obligación de
adoptar medidas contempladas en el artículo 2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. En consecuencia, el Estado argentino asume responsabilidad
internacional y sus consecuencias jurídicas, por la violación del artículo 13 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con las
obligaciones generales de respeto y garantía, como así también de adoptar las
medidas legislativas o de otro carácter que fueran necesarias para hacer efectivos
los derechos protegidos, de conformidad con los artículos 1 (1) y 2 de la
Convención [.] Asimismo, el Estado argentino asume re[s]ponsabilidad
internacional y sus consecuencias jurídicas, por la violación del artículo 8 (1) de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1(1) de dicho instrumento, en
tanto el señor Eduardo Gabriel Kimel no fue juzgado dentro de un plazo razonable.
19. En el mismo escrito el Estado hizo algunas observaciones a los alegatos de
los representantes, respecto a las supuestas violaciones al derecho a recurrir del
fallo ante juez o tribunal superior (artículo 8.2.h) y a la garantía de imparcialidad
del juzgador (artículo 8.1).
20. En cuanto a las reparaciones solicitadas, el Estado manifestó que “compart[e]
con la [C]omisión y con los [representantes] el derecho que le asiste al señor
Kimel a una reparación integral”; hizo algunas precisiones sobre los daños
inmateriales alegados y sobre las costas y gastos solicitadas, y finalmente “dej[ó]
librado a la prudente decisión de [la C]orte la determinación del contenido y
alcance” de las medidas de reparación “no pecuniarias”.
21. En su escrito de observaciones al reconocimiento del Estado (supra párr. 6) la
Comisión manifestó, inter alia, que “valora positivamente la aceptación de la
responsabilidad internacional […] efectuada por […] Argentina [y] ante tal
declaración corresponde resaltar la voluntad manifestada por el Estado […] y la
importancia de este pronunciamiento que es un paso positivo hacia el
cumplimiento de sus obligaciones internacionales”. De igual forma, los
representantes en su escrito respectivo (supra párr. 6) valoraron el reconocimiento
estatal.
22. En el “acta acuerdo” alcanzada por las partes en la audiencia pública (supra
párr. 9) se establece:
1) […] EL ESTADO ratifica que asume responsabilidad internacional por la
violación, en el caso en especie, de los artículos 8.1 […] y 13 […] de la
Convención Americana […], en relación con la obligación general de respeto y
garantía de los derechos humanos y el deber de adoptar medidas normativas o de
otro carácter establecidos en los artículos 1(1) y 2 de la Convención, en perjuicio
del señor Eduardo Kimel. A los efectos de especificar los alcances de la asunción
de responsabilidad internacional del ESTADO, se deja constancia de que Eduardo
Kimel fue condenado injustamente a un año de prisión en suspenso y al pago de
una indemnización de veinte mil pesos ($ 20.000). Si bien la indemnización
referida nunca se ejecutó efectivamente, en el caso en especie la condena fue
impuesta en clara vulneración de su derecho a expresarse libremente, a partir de
un proceso penal por calumnias e injurias promovido por un ex-juez criticado en el
libro “La masacre de San Patricio” por su actuación en la investigación de la
muerte de 5 religiosos cometida durante la época de la dictadura militar. En virtud
de lo expuesto, EL ESTADO asume responsabilidad internacional por la violación
del derecho a expresarse libremente, en el caso en especie, tanto en virtud de la
injusta sanción penal impuesta al señor Kimel como respecto de la indemnización
dispuesta a favor del querellante. Por ello, y vistas las consecuencias jurídicas y el
compromiso del Estado argentino de cumplir integralmente con las normas de
derechos humanos a las que se ha obligado nacional e internacionalmente, y tal
como se ha señalado precedentemente, EL ESTADO ha resuelto asumir la
responsabilidad internacional y sujetarse a las reparaciones correspondientes que
determine la […] Corte Interamericana […].
2) Asimismo, como muestra de la buena voluntad de LOS REPRESENTANTES
DE LA VÍCTIMA y en miras a alcanzar un acuerdo con EL ESTADO, LOS
REPRESENTANTES DE LA VÍCTIMA desisten del reclamo por la alegada
violación de los derechos a impugnar la sentencia penal condenatoria (artículo
8.2.h de la Convención Americana); de la garantía de imparcialidad del juzgador
(art. 8.1 de la Convención Americana); y del derecho a la tutela judicial efectiva
(artículo 25 de la Convención Americana).
3) EL ESTADO, LA COMISIÓN Y LOS REPRESENTANTES DE LA VÍCTIMA,
solicitan a la […] Corte Interamericana de Derechos Humanos tenga a bien
expedirse –conforme a lo establecido en el artículo 63 de la Convención
Americana- sobre el alcance de las reparaciones a favor de la víctima Eduardo
Kimel, las cuales deben incluir la indemnización por los daños materiales e
inmateriales, así como las garantías de satisfacción y medidas de no repetición.
23. En lo referente a la terminación anticipada del proceso, los artículos 53, 54 y
55 del Reglamento regulan las figuras de sobreseimiento, solución amistosa y
prosecución del examen del caso10.
24. La Corte observa que las frases “si hay lugar al desistimiento”, “la procedencia
del allanamiento”, “podrá declarar terminado el asunto”, así como el texto íntegro
del artículo 55 del Reglamento, indican que estos actos no son, por sí mismos,
vinculantes para el Tribunal. Dado que los procesos ante esta Corte se refieren a
la tutela de los derechos humanos, cuestión de orden público internacional que
trasciende la voluntad de las partes, la Corte debe velar porque tales actos
resulten aceptables para los fines que busca cumplir el Sistema Interamericano.
En esta tarea el Tribunal no se limita únicamente a verificar las condiciones
formales de los mencionados actos, sino que los debe confrontar con la naturaleza
y gravedad de las violaciones alegadas, las exigencias e interés de la justicia, las
circunstancias particulares del caso concreto y la actitud y posición de las partes.
25. Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte constata que el reconocimiento de
responsabilidad estatal (supra párrs. 18 y 22) se sustenta en hechos claramente
establecidos; es consecuente con la preservación de los derechos a la libertad de
expresión y a ser oído en un plazo razonable, así como con las obligaciones
generales de respeto y garantía y de adoptar disposiciones de derecho interno; y
no limita las reparaciones justas a las que tiene derecho la víctima, sino que se
remite a la decisión de la Corte. En consecuencia, el Tribunal decide aceptar el
reconocimiento estatal y calificarlo como una confesión de hechos y allanamiento
a las pretensiones de derecho contenidos en la demanda de la Comisión, y una
admisión de los argumentos formulados por los representantes. Asimismo, la
Corte considera que la actitud del Estado constituye una contribución positiva al
desarrollo de este proceso, al buen despacho de la jurisdicción interamericana
sobre derechos humanos, a la vigencia de los principios que inspiran la
Convención Americana y a la conducta a la que están obligados los Estados en
esta materia11, en virtud de los compromisos que asumen como partes en los
instrumentos internacionales sobre derechos humanos.
26. En cuanto al retiro parcial de alegaciones efectuado por los representantes, el
Tribunal observa que los derechos con respecto a los cuales se formula aquél
fueron únicamente alegados por los representantes y que son éstos quienes los
retiran; que todas las partes estuvieron conformes con el retiro, lo cual queda
demostrado con sus firmas en el “acta acuerdo”; que el señor Kimel manifestó
expresamente su conformidad y no queda en desventaja procesal o material; que
los fines del presente procedimiento no se ven afectados; y que los temas sobre
los cuales versa el retiro de alegaciones ya han sido tratados en anteriores
oportunidades por la Corte12. En consecuencia, decide aceptar el retiro de las
alegaciones de los representantes.
27. En virtud de lo expuesto, la Corte declara que ha cesado la controversia
respecto de los hechos y sus consecuencias jurídicas en lo que atañe a los
artículos 13, 8.1, 1.1 y 2 de la Convención. La Corte analizará en el capítulo
correspondiente las medidas reparatorias que sean adecuadas para el presente
caso.
28. Finalmente, teniendo en cuenta las atribuciones que incumben a este Tribunal
como órgano internacional de protección de los derechos humanos, estima
necesario dictar una sentencia en la cual se determinen los hechos y los
elementos de fondo relevantes, así como las correspondientes consecuencias,
toda vez que la emisión de la sentencia contribuye a la reparación del señor Kimel,
a evitar que se repitan hechos similares y a satisfacer, en suma, los fines de la
jurisdicción interamericana sobre derechos humanos.13

…y manifiesta que existió violación del derecho a la libertad de expresión,


consagrado en el artículo 13.1 y 13.2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos

Artículo 13. Libertad de Pensamiento y de Expresión

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este


derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas
de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en
forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.

2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto


a previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar
expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:

a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o


b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
públicas.

…en relación con las obligaciones generales establecidas en los artículos


1.1 y 2 de dicho tratado,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación
alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o
de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social.

Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno

Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no


estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales
derechos y libertades.

…en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los párrafos 51 a
95 de la presente Sentencia.
51. En torno a estos hechos las partes presentaron diversos alegatos en los que
subyace un conflicto entre el derecho a la libertad de expresión en temas de
interés público y la protección de la honra de los funcionarios públicos. La Corte
reconoce que tanto la libertad de expresión como el derecho a la honra, acogidos
por la Convención, revisten suma importancia. Es necesario garantizar el ejercicio
de ambos. En este sentido, la prevalencia de alguno en determinado caso
dependerá de la ponderación que se haga a través de un juicio de
proporcionalidad. La solución del conflicto que se presenta entre ciertos derechos
requiere el examen de cada caso, conforme a sus características y circunstancias,
para apreciar la existencia e intensidad de los elementos en que se sustenta dicho
juicio.
52. La Corte ha precisado las condiciones que se deben cumplir al momento de
suspender, limitar o restringir los derechos y libertades consagrados en la
Convención42. En particular, ha analizado la suspensión de garantías en estados
de excepción43 y las limitaciones a la libertad de expresión44, propiedad
privada45, libertad de locomoción46 y libertad personal47, entre otros.
53. Respecto al contenido de la libertad de pensamiento y de expresión, la Corte
ha señalado que quienes están bajo la protección de la Convención tienen el
derecho de buscar, recibir y difundir ideas e informaciones de toda índole, así
como también el de recibir y conocer las informaciones e ideas difundidas por los
demás. Es por ello que la libertad de expresión tiene una dimensión individual y
una dimensión social: ésta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente
menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por
tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un
derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión del
pensamiento ajeno48.
54. Sin embargo, la libertad de expresión no es un derecho absoluto. El artículo
13.2 de la Convención, que prohíbe la censura previa, también prevé la posibilidad
de exigir responsabilidades ulteriores por el ejercicio abusivo de este derecho.
Estas restricciones tienen carácter excepcional y no deben limitar, más allá de lo
estrictamente necesario, el pleno ejercicio de la libertad de expresión y convertirse
en un mecanismo directo o indirecto de censura previa49.
55. Por su parte, el artículo 11 de la Convención establece que toda persona tiene
derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. Esto implica
límites a las injerencias de los particulares y del Estado. Por ello, es legítimo que
quien se considere afectado en su honor recurra a los medios judiciales que el
Estado disponga para su protección50.
56. La necesidad de proteger los derechos a la honra y a la reputación, así como
otros derechos que pudieran verse afectados por un ejercicio abusivo de la
libertad de expresión, requiere la debida observancia de los límites fijados a este
respecto por la propia Convención. Estos deben responder a un criterio de estricta
proporcionalidad.
57. Dada la importancia de la libertad de expresión en una sociedad democrática y
la elevada responsabilidad que ello entraña para quienes ejercen
profesionalmente labores de comunicación social, el Estado no sólo debe
minimizar las restricciones a la circulación de la información sino también
equilibrar, en la mayor medida de lo posible, la participación de las distintas
informaciones en el debate público, impulsando el pluralismo informativo. En
consecuencia, la equidad debe regir el flujo informativo. En estos términos puede
explicarse la protección de los derechos humanos de quien enfrenta el poder de
los medios y el intento por asegurar condiciones estructurales que permitan la
expresión equitativa de las ideas51.
58. Teniendo en cuenta lo anterior, para resolver el caso concreto la Corte i)
verificará si la tipificación de los delitos de injurias y calumnia afectó la legalidad
estricta que es preciso observar al restringir la libertad de expresión por la vía
penal; ii) estudiará si la protección de la reputación de los jueces sirve una
finalidad legítima de acuerdo con la Convención y determinará, en su caso, la
idoneidad de la sanción penal para lograr la finalidad perseguida; iii) evaluará la
necesidad de tal medida, y iv) analizará la estricta proporcionalidad de la medida,
esto es, si la sanción impuesta al señor Kimel garantizó en forma amplia el
derecho a la reputación del funcionario público mencionado por el autor del libro,
sin hacer nugatorio el derecho de éste a manifestar su opinión.
i) Estricta formulación de la norma que consagra la limitación o restricción
(legalidad penal)
59. La Comisión alegó que “se utilizaron los delitos contra el honor con el claro
propósito de limitar la crítica a un funcionario público”. En este sentido, sostuvo
que “la descripción de las conductas de [calumnia e injurias] tiene[…] tal
ambigüedad, amplitud y apertura que permite[…] que las conductas anteriormente
consideradas como desacato sean sancionadas indebidamente a través de estos
tipos penales”. Además, la Comisión opinó que la “mera existencia [de los tipos
penales aplicados al señor Kimel] disuade a las personas de emitir opiniones
críticas respecto de la actuación de las autoridades, dada la amenaza de
sanciones penales y pecuniarias”. Al respecto, indicó que “[s]i el Estado decide
conservar la normativa que sanciona las calumnias e injurias, deberá precisarla de
forma tal que no se afecte la libre expresión de inconformidades y protestas sobre
la actuación de los órganos públicos y sus integrantes”.
60. Los representantes indicaron que la figura de injurias “se refiere a una
conducta absolutamente indeterminada”, toda vez que “la expresión ‘deshonrar’
como la de ‘desacreditar’ a otro, no describe conducta alguna”. Por ello,
consideraron que “no existe un parámetro objetivo para que la persona pueda
medir y predecir la posible ilicitud de sus expresiones sino, en todo caso, se remite
a un juicio de valor subjetivo del juzgador”. Agregaron que la figura de calumnia
“resulta también excesivamente vag[a]”. Concluyeron que la “vaguedad de ambas
figuras ha resultado manifiesta”, dado que el señor Kimel “fue condenado en
primera instancia por injurias, y luego [por] calumnias”.
61. Esta Corte tiene competencia –a la luz de la Convención Americana y con
base en e principio iura novit curia, el cual se encuentra sólidamente respaldado
en la jurisprudencia internacional– para estudiar la posible violación de las normas
de la Convención que no han sido alegadas en los escritos presentados ante ella,
en la inteligencia de que las partes hayan tenido la oportunidad de expresar sus
respectivas posiciones en relación con los hechos que las sustentan52.
62. En el presente caso ni la Comisión ni los representantes alegaron la violación
del artículo 9 de la Convención Americana que consagra el principio de legalidad.
Sin embargo, el Tribunal estima que los hechos de este caso, aceptados por el
Estado y sobre los cuales las partes han tenido amplia posibilidad de hacer
referencia, muestran una afectación a este principio en los términos que se
exponen a continuación.
63. La Corte ha señalado que “es la ley la que debe establecer las restricciones a
la libertad de información”53. En este sentido, cualquier limitación o restricción
debe estar prevista en la ley, tanto en sentido formal como material. Ahora bien, si
la restricción o limitación proviene del derecho penal, es preciso observar los
estrictos requerimientos característicos de la tipificación penal para satisfacer en
este ámbito el principio de legalidad. Así, deben formularse en forma expresa,
precisa, taxativa y previa. El marco legal debe brindar seguridad jurídica al
ciudadano. Al respecto, este Tribunal ha señalado que:
La Corte entiende que en la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar
términos estrictos y unívocos, que acoten claramente las conductas punibles,
dando pleno sentido al principio de legalidad penal. Este implica una clara
definición de la conducta incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla
de comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no
penales. La ambigüedad en la formulación de los tipos penales genera dudas y
abre el campo al arbitrio de la autoridad, particularmente indeseable cuando se
trata de establecer la responsabilidad penal de los individuos y sancionarla con
penas que afectan severamente bienes fundamentales, como la vida o la libertad.
Normas como las aplicadas en el caso que nos ocupa, que no delimitan
estrictamente las conductas delictuosas, son violatorias del principio de legalidad
establecido en el artículo 9 de la Convención Americana54.
64. Como quedó establecido anteriormente, el señor Kimel fue condenado en
primera instancia por el delito de injurias. El tipo penal aplicado fue el artículo 110
del Código Penal que establece: El que deshonrare o desacreditare a otro, será
reprimido con multa de pesos mil quinientos a pesos noventa mil o prisión de un
mes a un año.
65. Posteriormente, fue absuelto por la Sala VI de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Por último la Corte Suprema de Justicia
se apartó de la calificación originaria del delito y decidió que los hechos imputados
al señor Kimel configuraban el ilícito tipificado en el artículo 109 del Código Penal,
que establece: La calumnia o falsa imputación de un delito que dé lugar a la
acción pública, será reprimida con prisión de uno a tres años.
66. La Corte resalta que en el presente caso el Estado indicó que “la falta de
precisiones suficientes en el marco de la normativa penal que sanciona las
calumnias y las injurias que impidan que se afecte la libertad de expresión, importa
el incumplimiento de la obligación de adoptar medidas contempladas en el artículo
2 de la Convención Americana” (supra párr.18).
67. En razón de lo anterior y teniendo en cuenta las manifestaciones formuladas
por el Estado acerca de la deficiente regulación penal de esta materia, la Corte
considera que la tipificación penal correspondiente contraviene los artículos 9 y
13.1 de la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma.
ii) Idoneidad y finalidad de la restricción
68. La Comisión alegó que la sanción impuesta al señor Kimel tuvo “el propósito
legítimo de proteger el honor de un funcionario público”. Con todo, indicó que “los
funcionarios públicos deben ser más tolerantes a las críticas que los particulares” y
que el control democrático fomenta la transparencia de las actividades estatales,
promueve la responsabilidad de los funcionarios públicos y que "en un Estado de
derecho no existe fundamento válido que permita sustraer de esta consideración a
quienes trabajan en la administración de la justicia".
69. Los representantes indicaron que “la Convención Americana no distingue al
[P]oder [J]udicial respecto del resto de los poderes públicos, ni establece ninguna
norma específica relacionada con la protección de la reputación de los jueces”.
Por el contrario, “en casos como el presente sólo rige la norma general que
permite restringir la libertad de expresión para proteger los derechos o la
reputación de los demás”.
70. En este paso del análisis lo primero que se debe indagar es si la restricción
constituye un medio idóneo o adecuado para contribuir a la obtención de una
finalidad compatible con la Convención.
71. Como quedó establecido en el párrafo 55 supra, los jueces, al igual que
cualquier otra persona, están amparados por la protección que les brinda el
artículo 11 convencional que consagra el derecho a la honra. Por otra parte, el
artículo 13.2.a) de la Convención establece que la “reputación de los demás”
puede ser motivo para fijar responsabilidades ulteriores en el ejercicio de la
libertad de expresión. En consecuencia, la protección de la honra y reputación de
toda persona es un fin legítimo acorde con la Convención. Asimismo, el
instrumento penal es idóneo porque sirve el fin de salvaguardar, a través de la
conminación de pena, el bien jurídico que se quiere proteger, es decir, podría estar
en capacidad de contribuir a la realización de dicho objetivo. Sin embargo, la Corte
advierte que esto no significa que, en la especie que se analiza, la vía penal sea
necesaria proporcional, como se verá infra.
iii) Necesidad de la medida utilizada
72. La Comisión considera que “el Estado tiene otras alternativas de protección de
la privacidad y la reputación menos restrictivas que la aplicación de una sanción
penal”. En este sentido, “[l]a protección a la reputación debe estar garantizada sólo
a través de sanciones civiles, en los casos en que la persona ofendida sea un
funcionario público o persona pública o particular que se haya involucrado
voluntariamente en asuntos de interés público” y a través de “leyes que garanticen
el derecho de rectificación o respuesta”.
73. Los representantes señalaron que “cuando la conducta de una persona
configura el ejercicio regular de un derecho […], la mera existencia de una sanción
—cualquiera que fuese— importa una violación a la Convención”. Respecto de las
sanciones penales alegaron que “[a]l menos en el área de la crítica a los
funcionarios públicos por sus actos funcionales, o a quienes se vinculan
voluntariamente a asuntos de interés público, el recurso al derecho penal es
contrario a la posibilidad de dar un debate amplio, ya que desalienta la
participación de la ciudadanía, incluso, de los periodistas profesionales en la
discusión de los asuntos públicos”. En este sentido, el “recurso penal genera un
fuerte efecto inhibidor”. Por otra parte, se manifestaron en contra de la existencia
de sanciones civiles, toda vez que éstas también “tienen un fuerte efecto inhibidor,
en particular para las personas que desempeñan la función de periodista”, por “los
relativamente exiguos salarios que se abonan en los medios de prensa”; porque
“resulta virtualmente imposible afrontar las condenas que se establecen en los
juicios de daños y perjuicios, sin que se genere un colapso en la economía
personal del periodista o del ciudadano común”, y porque, “salvo acaso los
grandes multimedios, ningún medio de comunicación ofrece garantías a sus
trabajadores respecto de su capacidad de pago”.
74. En el análisis de este tema, la Corte debe examinar las alternativas existentes
para alcanzar el fin legítimo perseguido y precisar la mayor o menor lesividad de
aquéllas55.
75. El ejercicio de cada derecho fundamental tiene que hacerse con respeto y
salvaguarda de los demás derechos fundamentales. En ese proceso de
armonización le cabe un papel medular al Estado buscando establecer las
responsabilidades y sanciones que fueren necesarias para obtener tal propósito.
Que se haga uso de la vía civil o penal dependerá de las consideraciones que
abajo se mencionan.
76. La Corte ha señalado que el Derecho Penal es el medio más restrictivo y
severo para establecer responsabilidades respecto de una conducta ilícita56. La
tipificación amplia de delitos de calumnia e injurias puede resultar contraria al
principio de intervención mínima y de ultima ratio del derecho penal. En una
sociedad democrática el poder punitivo sólo se ejerce en la medida estrictamente
necesaria para proteger los bienes jurídicos fundamentales de los ataques más
graves que los dañen o pongan en peligro. Lo contrario conduciría al ejercicio
abusivo del poder punitivo del Estado.
77. Tomando en cuenta las consideraciones formuladas hasta ahora sobre la
protección debida de la libertad de expresión, la razonable conciliación de las
exigencias de tutela de aquel derecho, por una parte, y de la honra por la otra, y el
principio de mínima intervención penal característico de una sociedad
democrática, el empleo de la vía penal debe corresponder a la necesidad de
tutelar bienes jurídicos fundamentales frente a conductas que impliquen graves
lesiones a dichos bienes, y guarden relación con la magnitud del daño inferido. La
tipificación penal de una conducta debe ser clara y precisa, como lo ha
determinado la jurisprudencia de este Tribunal en el examen del artículo 9 de la
Convención Americana.
78. La Corte no estima contraria a la Convención cualquier medida penal a
propósito de la expresión de informaciones u opiniones, pero esta posibilidad se
debe analizar con especial cautela, ponderando al respecto la extrema gravedad
de la conducta desplegada por el emisor de aquéllas, el dolo con que actuó, las
características del daño injustamente causado y otros datos que pongan de
manifiesto la absoluta necesidad de utilizar, en forma verdaderamente
excepcional, medidas penales. En todo momento la carga de la prueba debe
recaer en quien formula la acusación. En este orden de consideraciones, la Corte
observa los movimientos en la jurisprudencia de otros Tribunales encaminados a
promover, con racionalidad y equilibrio, la protección que merecen los derechos en
aparente pugna, sin mellar las garantías que requiere la libre expresión como
baluarte del régimen
democrático57.
79. De otro lado, en el marco de la libertad de información, el Tribunal considera
que existe un deber del periodista de constatar en forma razonable, aunque no
necesariamente exhaustiva, los hechos en que fundamenta sus opiniones. Es
decir, resulta válido reclamar equidad y diligencia en la confrontación de las
fuentes y la búsqueda de información. Esto implica el derecho de las personas a
no recibir una versión manipulada de los hechos. En consecuencia, los periodistas
tienen el deber de tomar alguna distancia crítica respecto a sus fuentes y
contrastarlas con otros datos relevantes.
80. En lo que corresponde al presente caso, es notorio el abuso en el ejercicio del
poder punitivo –como lo ha reconocido el propio Estado- tomando en cuenta los
hechos imputados al señor Kimel, su repercusión sobre los bienes jurídicos del
querellante y la naturaleza de la sanción –privación de libertad- aplicada al
periodista.
iv) Estricta proporcionalidad de la medida
81. La Comisión alegó que “la conducta del señor Kimel se encuadra dentro del
ámbito razonable del ejercicio de su derecho a ejercer el periodismo de
investigación, dado que se trataba de información de evidente interés para la
opinión pública argentina, fundada en una investigación previa, que tenía por
objeto aportar al debate y servir como medio fiscalizador de un funcionario
público”. En este sentido, indicó que en “una sociedad que vivió una dictadura
militar como la de Argentina desde 1976 hasta 1983 la libertad de pensamiento y
expresión adquiere una importancia fundamental para la reconstrucción histórica
del pasado y la formación de la opinión pública”. En consecuencia, debe existir la
“posibilidad de que cualquier persona exprese sus opiniones de conformidad con
el pensamiento propio, […] de analizar con profundidad o sin ella la actuación de
quienes detentaban cargos públicos durante esa época, entre ellos, del [P]oder
[J]udicial y de emitir críticas incluso ofensivas y fuertes sobre ello”. Agregó que el
Juez mencionado por el señor Kimel “deb[ía] tolerar las opiniones críticas que se
re[firieran] al ejercicio de su función jurisdiccional”.
82. Los representantes concordaron con la Comisión y alegaron que “los hechos
sobre los que informó el señor Kimel son de interés público”, teniendo en cuenta
que la investigación se refería “a un caso paradigmático de la represión” y que la
“investigación efectuada por el periodista es parte de [la] revisión que la sociedad
argentina debe realizar y de la discusión acerca de las causas por las cuales el
gobierno militar desplegó su accionar sin haber encontrado obstáculos en el
[P]oder [J]udicial”. Agregaron que el señor Kimel “no utilizó lenguaje alguno que
pudiera considerarse abusivo” ni utilizó “palabras desmedidas ni mucho menos
ultrajantes”; que se refirió al juez “única y exclusivamente con motivo de su
actuación funcional y no incursionó en ningún aspecto de su vida o de su
personalidad que no guardara relación con su labor como funcionario público”; que
en los apartados del libro donde se manifiestan afirmaciones de hecho “todo lo
que sostuvo se ajusta a la realidad” y que “los párrafos que formaron parte del
juicio penal” contienen “juicios de valor críticos sobre el poder judicial de aquella
época”, razón por la cual “no son susceptibles de ser verdaderos o falsos, ni
pueden justificar, por sí mismos, una restricción a la libertad de expresión, en tanto
se trata del derecho de toda persona de opinar libremente sobre asuntos de
interés público y sobre la actuación funcional de un juez en un asunto de la mayor
relevancia pública”.
83. En este último paso del análisis se considera si la restricción resulta
estrictamente proporcional, de tal forma que el sacrificio inherente a aquella no
resulte exagerado o desmedido frente a las ventajas que se obtienen mediante tal
limitación58. La Corte ha hecho suyo este método al señalar que: para que sean
compatibles con la Convención las restricciones deben justificarse según objetivos
colectivos que, por su importancia, preponderen claramente sobre la necesidad
social del pleno goce del derecho que el artículo 13 de la Convención garantiza y
no limiten más de lo estrictamente necesario el derecho proclamado en dicho
artículo. Es decir, la restricción debe ser proporcional al interés que la justifica y
ajustarse estrechamente al logro de ese legítimo objetivo, interfiriendo en la menor
medida posible en el efectivo ejercicio del derecho a la libertad de expresión59.
84. Para el caso que nos ocupa, la restricción tendría que lograr una importante
satisfacción del derecho a la reputación sin hacer nugatorio el derecho a la libre
crítica contra la actuación de los funcionarios públicos. Para efectuar esta
ponderación se debe analizar i) el grado de afectación de uno de los bienes en
juego, determinando si la intensidad de dicha afectación fue grave, intermedia o
moderada; ii) la importancia de la satisfacción del bien contrario, y iii) si la
satisfacción de éste justifica la restricción del otro. En algunos casos la balanza se
inclinará hacia la libertad de expresión y en otros a la salvaguarda del derecho a la
honra.
85. Respecto al grado de afectación de la libertad de expresión, la Corte considera
que las consecuencias del proceso penal en sí mismo, la imposición de la sanción,
la inscripción en el registro de antecedentes penales, el riesgo latente de posible
pérdida de la libertad personal y el efecto estigmatizador de la condena penal
impuesta al señor Kimel demuestran que las responsabilidades ulteriores
establecidas en este caso fueron graves. Incluso la multa constituye, por sí misma,
una afectación grave de la libertad de expresión, dada su alta cuantía respecto a
los ingresos del beneficiario60.
86. Respecto al derecho a la honra, las expresiones concernientes a la idoneidad
de una persona para el desempeño de un cargo público o a los actos realizados
por funcionarios públicos en el desempeño de sus labores gozan de mayor
protección, de manera tal que se propicie el debate democrático61. La Corte ha
señalado que en una sociedad democrática los funcionarios públicos están más
expuestos al escrutinio y la crítica del público62. Este diferente umbral de
protección se explica porque se han expuesto voluntariamente a un escrutinio más
exigente. Sus actividades salen del dominio de la esfera privada para insertarse en
la esfera del debate público63. Este umbral no se asienta en la calidad del sujeto,
sino en el interés público de las actividades que realiza64, como sucede cuando
un juez investiga una masacre en el contexto de una dictadura militar, como
ocurrió en el presente caso.
87. El control democrático a través de la opinión pública fomenta la transparencia
de las actividades estatales y promueve la responsabilidad de los funcionarios
sobre su gestión pública. De ahí la mayor tolerancia frente a afirmaciones y
apreciaciones vertidas por los ciudadanos en ejercicio de dicho control
democrático65. Tales son las demandas del pluralismo propio de una sociedad
democrática66, que requiere la mayor circulación de informes y opiniones sobre
asuntos de interés público67.
88. En la arena del debate sobre temas de alto interés público, no sólo se protege
la emisión de expresiones inofensivas o bien recibidas por la opinión pública, sino
también la de aquellas que chocan, irritan o inquietan a los funcionarios públicos o
a un sector cualquiera de la población68. En una sociedad democrática, la prensa
debe informar ampliamente sobre cuestiones de interés público, que afectan
bienes sociales, y los funcionarios rendir cuentas de su actuación en el ejercicio de
sus tareas públicas.
89. La crítica realizada por el señor Kimel estaba relacionada con temas de notorio
interés público, se refería a un juez en relación con el desempeño de su cargo y se
concretó en opiniones que no entrañaban la imputación de delitos. Tal como indicó
la sentencia de primera instancia (supra párr. 43), el párrafo por el que fue
procesado el señor Kimel involucraba una opinión y no el señalamiento de un
hecho: Kimel […] se limita a abrir un interrogante […]. En modo alguno, conforme
doctrina y jurisprudencia imperantes en la materia, podría sostenerse válidamente
que tales epítetos puedan constituir la atribución de una conducta criminal, en los
términos requeridos por la figura típica y antijurídica [de calumnia]. El interrogante
como tal, no puede implicar una imputación concreta, sino una mera valoración
perfectamente subjetiva –y librada al subjetivismo también del lector-, por parte del
autor, de una no menos subjetiva apreciación del valor probatorio de los elementos
de juicio, incorporados al proceso, por parte del [querellante]. Tratase, en fin, de
una crítica con opinión a la actuación de un Magistrado, frente a un proceso
determinado. Pero la diferente apreciación de los hechos y circunstancias, en
modo alguno, puede implicar la clara y rotunda imputación de un delito de acción
pública69.
90. Sobre el notorio interés público de los temas en torno a los cuales el señor
Kimel emitió su opinión, cabe resaltar su testimonio en audiencia pública (supra
párr. 9), no controvertido por el Estado: La masacre de San Patricio ha[bía] sido
considerado el hecho de sangre más importante que sufrió la Iglesia Católica a lo
largo de varios siglos de existencia en la Argentina[.] El objetivo único y principal
del libro evidentemente ha[bía] sido contar el asesinato de los religiosos palotinos,
dar luz a aquello que había permanecido oscuro e invisible a la sociedad, la
tremenda historia del asesinato de cinco religiosos en su casa masacrados de la
manera más horrible70.
91. El señor Kimel emitió una opinión que no tenía relación con la vida personal
del Juez querellante ni le imputaba una conducta ilícita, sino que se relacionaba
con la causa judicial a su cargo.
92. La Corte observa que el señor Kimel realizó una reconstrucción de la
investigación judicial de la masacre y, a partir de ello, emitió un juicio de valor
crítico sobre el desempeño del Poder Judicial durante la última dictadura militar en
Argentina. En la audiencia pública del presente caso (supra párr. 9), el señor Kimel
resaltó que el texto en el que se refiere al juez querellante era “un párrafo que
debía estar en el libro porque contenía, a pesar de su brevedad, un dato
significativo: cuál había sido la conducta de la justicia argentina durante aquellos
trágicos años de la dictadura militar para investigar el asesinato de los
sacerdotes”. El señor Kimel no utilizó un lenguaje desmedido y su opinión fue
construida teniendo en cuenta los hechos verificados por el propio periodista.
93. Las opiniones vertidas por el señor Kimel no pueden considerarse ni
verdaderas ni falsas. Como tal, la opinión no puede ser objeto de sanción, más
aún cuando se trata de un juicio de valor sobre un acto oficial de un funcionario
público en el desempeño de su cargo.
En principio, la verdad o falsedad se predica sólo respecto a hechos. De allí que
no puede ser sometida a requisitos de veracidad la prueba respecto de juicios de
valor71.
94. Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte concluye que la afectación a la libertad
de expresión del señor Kimel fue manifiestamente desproporcionada, por
excesiva, en relación con la alegada afectación del derecho a la honra en el
presente caso.

95. En razón de todo lo expuesto en el presente capítulo y teniendo en cuenta la


confesión de hechos y el allanamiento del Estado, el Tribunal considera que éste
violó el derecho a la libertad de expresión consagrado en el artículo 13.1 y 13.2 de
la Convención Americana, en relación con la obligación general contemplada en el
artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Kimel.

2. Acepta el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por


el Estado, en los términos de los párrafos 18 a 28 de esta Sentencia, y
manifiesta que existió violación al derecho a ser oído dentro de un plazo
razonable, consagrado en el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos,

Artículo 8. Garantías Judiciales

1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de
un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de
sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro
carácter.
…en relación con la obligación general establecida en el artículo 1.1 de
dicho tratado,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

…en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los párrafos 96 y
97 de la presente Sentencia
VII
ARTÍCULO 8 (GARANTÍAS JUDICIALES) 72 EN RELACIÓN CON EL
ARTÍCULO 1.1 (OBLIGACIÓN DE
RESPETAR LOS DERECHOS) DE LA CONVENCIÓN AMERICANA
96. La Comisión alegó que el proceso penal en contra de la víctima duró casi
nueve años; que el caso no era complejo, pues “no existía pluralidad de sujetos
procesales” y la prueba consistía esencialmente en el libro del señor Kimel; que
“no consta en autos que el señor Kimel hubiera mantenido una conducta
incompatible con su carácter de procesado ni entorpecido la tramitación del
proceso”; y que “las autoridades judiciales no actuaron con la debida diligencia y
celeridad”. Los representantes presentaron argumentos en el mismo sentido y
agregaron que “el procedimiento aplicable a los delitos contra el honor, por ser
delitos de acción privada, es un procedimiento simplificado que carece de etapa
de investigación”. Como se indicó anteriormente, el Estado se allanó a la alegada
violación del artículo 8.1 de la Convención.
97. Teniendo en cuenta los hechos acreditados, el allanamiento del Estado y los
criterios establecidos por este Tribunal respecto del principio del plazo
razonable73, la Corte estima que la duración del proceso penal instaurado en
contra del señor Kimel excedió los límites
3. El Estado violó el principio de legalidad consagrado en el artículo 9 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 9. Principio de Legalidad y de Retroactividad

Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de


cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede
imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del
delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición
de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

…en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno

Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no


estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales
derechos y libertades.
…en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los párrafos 61 a
67 del presente fallo.

61. Esta Corte tiene competencia –a la luz de la Convención Americana y con


base en el principio iura novit curia, el cual se encuentra sólidamente respaldado
en la jurisprudencia internacional– para estudiar la posible violación de las normas
de la Convención que no han sido alegadas en los escritos presentados ante ella,
en la inteligencia de que las partes hayan tenido la oportunidad de expresar sus
respectivas posiciones en relación con los hechos que las sustentan52.
62. En el presente caso ni la Comisión ni los representantes alegaron la violación
del artículo 9 de la Convención Americana que consagra el principio de legalidad.
Sin embargo, el Tribunal estima que los hechos de este caso, aceptados por el
Estado y sobre los cuales las partes han tenido amplia posibilidad de hacer
referencia, muestran una afectación a este principio en los términos que se
exponen a continuación.
63. La Corte ha señalado que “es la ley la que debe establecer las restricciones a
la libertad de información”53. En este sentido, cualquier limitación o restricción
debe estar prevista en la ley, tanto en sentido formal como material. Ahora bien, si
la restricción o limitación proviene del derecho penal, es preciso observar los
estrictos requerimientos característicos de la tipificación penal para satisfacer en
este ámbito el principio de legalidad. Así, deben formularse en forma expresa,
precisa, taxativa y previa. El marco legal debe brindar seguridad jurídica al
ciudadano. Al respecto, este Tribunal ha señalado que: La Corte entiende que en
la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar términos estrictos y unívocos,
que acoten claramente las conductas punibles, dando pleno sentido al principio de
legalidad penal. Este implica una clara definición de la conducta incriminada, que
fije sus elementos y permita deslindarla de comportamientos no punibles o
conductas ilícitas sancionables con medidas no penales. La ambigüedad en la
formulación de los tipos penales genera dudas y abre el campo al arbitrio de la
autoridad, particularmente indeseable cuando se trata de establecer la
responsabilidad penal de los individuos y sancionarla con penas que afectan
severamente bienes fundamentales, como la vida o la libertad. Normas como las
aplicadas en el caso que nos ocupa, que no delimitan estrictamente las conductas
delictuosas, son violatorias del principio de legalidad establecido en el artículo 9 de
la Convención Americana54.
64. Como quedó establecido anteriormente, el señor Kimel fue condenado en
primera instancia por el delito de injurias. El tipo penal aplicado fue el artículo 110
del Código Penal que establece: El que deshonrare o desacreditare a otro, será
reprimido con multa de pesos mil quinientos a pesos noventa mil o prisión de un
mes a un año.
65. Posteriormente, fue absuelto por la Sala VI de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Por último la Corte Suprema de Justicia
se apartó de la calificación originaria del delito y decidió que los hechos imputados
al señor Kimel configuraban el ilícito tipificado en el artículo 109 del Código Penal,
que establece: La calumnia o falsa imputación de un delito que dé lugar a la
acción pública, será reprimida con prisión de uno a tres años.
66. La Corte resalta que en el presente caso el Estado indicó que “la falta de
precisiones suficientes en el marco de la normativa penal que sanciona las
calumnias y las injurias que impidan que se afecte la libertad de expresión, importa
el incumplimiento de la obligación de adoptar medidas contempladas en el artículo
2 de la Convención Americana” (supra párr. 18).
67. En razón de lo anterior y teniendo en cuenta las manifestaciones formuladas
por el Estado acerca de la deficiente regulación penal de esta materia, la Corte
considera que la tipificación penal correspondiente contraviene los artículos 9 y
13.1 de la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma.

4. Acepta el retiro de alegaciones de los representantes relativas al


derecho a ser oído por un juez imparcial, contemplado en el artículo
8.1,

Artículo 8. Garantías Judiciales


1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de
un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier
acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.

…al derecho a recurrir del fallo ante juez o tribunal superior, consagrado en
el artículo 8.2.h),
Artículo 8. Garantías Judiciales
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.

…y al derecho a la protección judicial, estipulado en el artículo 25 de la


Convención Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 25. Protección Judicial

1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro


recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra
actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la
ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.

2. Los Estados Partes se comprometen:

a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del


Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;

b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y

c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda


decisión en que se haya estimado procedente el recurso.
…en los términos del párrafo 26 de la presente Sentencia.
5. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.

26. En cuanto al retiro parcial de alegaciones efectuado por los representantes, el


Tribunal observa que los derechos con respecto a los cuales se formula aquél
fueron únicamente alegados por los representantes y que son éstos quienes los
retiran; que todas las partes estuvieron conformes con el retiro, lo cual queda
demostrado con sus firmas en el “acta acuerdo”; que el señor Kimel manifestó
expresamente su conformidad y no queda en desventaja procesal o material; que
los fines del presente procedimiento no se ven afectados; y que los temas sobre
los cuales versa el retiro de alegaciones ya han sido tratados en anteriores
oportunidades por la Corte12. En consecuencia, decide aceptar el retiro de las
alegaciones de los representantes.

Y DECIDE:
Por unanimidad que:
6. El Estado debe realizar los pagos de las cantidades establecidas en la
presente Sentencia por concepto de daño material, inmaterial y reintegro de
costas y gastos dentro del plazo de un año a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en los términos de los párrafos 110, 119 y 133 de la
misma.

110. En lo que respecta a la inhibición del señor Kimel para avanzar en nuevas
propuestas y proyectos laborales y al supuesto menoscabo de su desarrollo
profesional, el Tribunal tiene en cuenta que el Estado no cuestionó estos alegatos
e incluso solicitó que la Corte fije en equidad la indemnización correspondiente. En
consecuencia, decide fijar en equidad la suma de US$ 10.000,00 (diez mil dólares
de los Estados Unidos de América) por concepto de indemnización por daño
material. Esta cantidad deberá ser entregada directamente al señor Kimel dentro
del plazo de un año a partir de la notificación de esta Sentencia.
b) daño inmaterial

119. Por todo lo anterior la Corte fija en equidad la cantidad de US$ 20.000,00
(veinte mil dólares de los Estados Unidos de América) por concepto de
indemnización por daño inmaterial. El Estado deberá efectuar el pago de este
monto directamente al beneficiario dentro del plazo de un año a partir de la
notificación de la presente Sentencia.

133. Teniendo en cuenta las consideraciones precedentes y la prueba aportada, la


Corte determina en equidad que el Estado debe entregar la cantidad de US$
10.000,00 (diez mil dólares de los Estados Unidos de América) al señor Kimel, por
concepto de costas y gastos.
Este monto incluye los gastos futuros en que pueda incurrir el señor Kimel a nivel
interno o durante la supervisión del cumplimiento de esta Sentencia. Dicha
cantidad deberá ser entregada a la víctima dentro del plazo de un año a partir de
la notificación de la presente
Sentencia. El señor Kimel entregará, a su vez, la cantidad que estime adecuada a
quienes fueron sus representantes en el fuero interno y en el proceso ante el
sistema interamericano, conforme a la asistencia que le hayan brindado.

7. El Estado debe dejar sin efecto la condena penal impuesta al señor Kimel
y todas las consecuencias que de ella se deriven, en el plazo de seis meses
a partir de la notificación de la presente Sentencia, en los términos de los
párrafos 121 a 123 de la misma.”…

8. El Estado debe eliminar inmediatamente el nombre del señor Kimel de los


registros públicos en los que aparezca con antecedentes penales
relacionados con el presente caso, en los términos de los párrafos 121 a 123
de esta Sentencia.
121. La Comisión Interamericana sostuvo que el Estado debe “adoptar medidas
tendientes a la cesación de las violaciones y la rehabilitación de la víctima”, entre
ellas, “la suspensión definitiva de los efectos del proceso penal seguido en su
contra, incluida la sanción penal y la orden de pagar una indemnización de
20.000,00 pesos por daño moral; así como la eliminación del registro de
antecedentes penales de la víctima[…], y su prohibición de ausentarse del país”.
122. Los representantes solicitaron como medida de reparación que “se anule la
sentencia penal y civil en [contra del señor Kimel], y se supriman sus antecedentes
penales y, con ello, todos los efectos que la sentencia pueda tener”.
123. La Corte ha determinado que la sentencia condenatoria emitida en contra del
señor Kimel implicó la violación de su derecho a la libertad de expresión (supra
párr. 95). Por lo tanto, el Tribunal dispone que, conforme a su jurisprudencia85, el
Estado debe dejar sin efecto dicha sentencia en todos sus extremos, incluyendo
los alcances que ésta tiene respecto de terceros, a saber: 1) la calificación del
señor Kimel como autor del delito de calumnia; 2) la imposición de la pena de un
año de prisión en suspenso, y 3) la condena al pago de $ 20.000,00 (veinte mil
pesos argentinos). Para ello, el Estado cuenta con un plazo de seis meses a partir
de la notificación de la presente Sentencia. Asimismo, el Estado debe eliminar
inmediatamente el nombre del señor Kimel de los registros públicos en los que
aparezca con antecedentes penales relacionados con el presente caso.

9. El Estado debe realizar las publicaciones señaladas en el párrafo 125 de


esta Sentencia, en el plazo de seis meses a partir de la notificación de la
misma.
125. Como ha dispuesto esta Corte en otros casos86, a título de medida de
satisfacción, el Estado deberá publicar en el Diario Oficial y en otro diario de
amplia circulación nacional, por una sola vez, el capítulo VI de la presente
Sentencia, sin las notas al pie de página correspondientes, y los puntos resolutivos
de la misma. Para lo anterior, el Estado cuenta con el plazo de seis meses a partir
de la notificación de la presente Sentencia.
10. El Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de su
responsabilidad, dentro del plazo de seis meses a partir de la notificación de
la presente Sentencia, en los términos del párrafo 126 de la misma.
126. Por otro lado, el Tribunal considera que es oportuno que el Estado lleve a
cabo un acto público de reconocimiento de responsabilidad, en el plazo de seis
meses a partir de la notificación de la presente Sentencia.
11. El Estado debe adecuar en un plazo razonable su derecho interno a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, de tal forma que las
imprecisiones reconocidas por el Estado (supra párrafos 18, 127 y 128) se
corrijan para satisfacer los requerimientos de seguridad jurídica y,
consecuentemente, no afecten el ejercicio del derecho a la libertad de
expresión.
12. Supervisará la ejecución íntegra de esta Sentencia, y dará por concluido
el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo
dispuesto en la misma. Dentro del plazo de un año, contado a partir de la
notificación de esta Sentencia, el Estado deberá rendir a la Corte un informe
sobre las medidas adoptadas para darle cumplimiento.
Los Jueces Diego García-Sayán y Sergio García Ramírez comunicaron a la
Corte sus Votos
Concurrentes. Dichos votos acompañan esta Sentencia. “…
4. CASO NORÍN CATRIMÁN Y OTROS
(DIRIGENTES, MIEMBROS Y ACTIVISTA DEL PUEBLO INDÍGENA MAPUCHE)
VS. CHILE

PRINCIPIO DE LEGALIDAD

“….LA CORTE
DECLARA,
por unanimidad, que:
1. El Estado violó el principio de legalidad y el derecho a la presunción de
inocencia, consagrados en los artículos 9 y 8.2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma, en perjuicio
de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio
Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo
Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los
párrafos 159 a 177 de la presente Sentencia.
por unanimidad, que:
2. El Estado violó el principio de igualdad y no discriminación y el derecho a la
igual protección de la ley, consagrados en el artículo 24 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 del mismo
instrumento, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual
Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo
Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán,
Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, en los
términos de los párrafos 222 a 228 y 230 de la presente Sentencia.

por unanimidad, que:

3. El Estado violó el derecho de la defensa de interrogar testigos, consagrado en


el artículo 8.2.f de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores Pascual
Huentequeo Pichún Paillalao y Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, en los términos de
los párrafos 241 a 260 de la presente Sentencia.
por unanimidad, que:
4. El Estado violó el derecho a recurrir del fallo ante juez o tribunal superior,
consagrado en el artículo 8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores
Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Juan
Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 268 a 291 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


5. El Estado violó el derecho a la libertad personal, consagrado en el artículo 7.1,
7.3 y 7.5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y el derecho a la
presunción de inocencia, consagrado en el artículo 8.2 de dicho tratado, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo
Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel
Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 307 a 358 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


6. El Estado violó el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión,
consagrado en el artículo 13.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores
Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao y Víctor
Manuel Ancalaf Llaupe, en los términos de los párrafos 370 a 378 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


7. El Estado violó los derechos políticos, consagrados en el artículo 23.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1
de la misma, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Juan
Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 379 a 386 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


8. El Estado violó el derecho a la protección a la familia, consagrado en el artículo
17.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el
artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, en
los términos de los párrafos 401 a 410 de la presente Sentencia.
por unanimidad, que:
9. No cuenta con suficientes elementos que permitan concluir que el Estado violó
el derecho a la protección a la familia, consagrado en el artículo 17.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio de Segundo
Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao,

Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos del párrafo 411 de la presente Sentencia.
por cuatro votos a favor y dos en contra, que:
10. No procede emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del derecho
a un juez o tribunal imparcial, consagrado en el artículo 8.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, de acuerdo con lo señalado en los párrafos
193 y 229 de la presente Sentencia.

Disienten los Jueces Ventura Robles y Ferrer Mac-Gregor Poisot.


por unanimidad, que:
11. No procede emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del deber de
adoptar disposiciones de derecho interno, consagrado en el artículo 2 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el derecho de
la defensa a interrogar testigos, protegido en el artículo 8.2.f de la misma, en los
términos del párrafo 261 de la presente Sentencia.

por unanimidad, que:


12. El Estado no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno,
consagrado en el artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal
superior, consagrado en el artículo 8.2.h de la misma, en perjuicio de los señores
Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Juan
Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 292 a 298 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


13. El Estado no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno,
consagrado en el artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el derecho a la libertad personal, consagrado en el
artículo 7 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe,
Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 360 a 364 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


14. El Estado no violó el derecho a la integridad personal, consagrado en el
artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación
con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe,
Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 387 a 400 de la presente
Sentencia.

Y DISPONE
por unanimidad, que:
15. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
16. El Estado debe adoptar todas las medidas judiciales, administrativas o de
cualquier otra índole para dejar sin efecto, en todos sus extremos, las sentencias
penales condenatorias emitidas en contra de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe,
Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio Marileo Saravia, José Huenchunao
Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Troncoso Robles sobre
las cuales la Corte se pronunció en esta Sentencia, en los términos del párrafo
422 de la presente Sentencia.

17. El Estado debe brindar, de forma gratuita e inmediata, el tratamiento médico y


psicológico o psiquiátrico a las víctimas del presente caso que así lo soliciten, de
conformidad con lo establecido en los párrafos 425 y 426 de la presente
Sentencia.

18. El Estado debe realizar las publicaciones y radiodifusión de la Sentencia


indicadas en los párrafos 428 y 429 de la presente Sentencia, en los términos
dispuestos en los referidos párrafos.

19. El Estado debe otorgar becas de estudio en instituciones públicas chilenas en


beneficio de los hijos de las ocho víctimas del presente caso que así lo soliciten,
en los términos del párrafo 432 de la presente Sentencia.

20. El Estado debe regular con claridad y seguridad la medida procesal de


protección de testigos relativa a la reserva de identidad, asegurando que se trate
de una medida excepcional, sujeta a control judicial en base a los principios de
necesidad y proporcionalidad, y que ese medio de prueba no sea utilizado en
grado decisivo para fundar una condena, así como regular las correspondientes
medidas de contrapeso, en los términos de los párrafos 242 a 247 y 436 de la
presente Sentencia.

21. El Estado debe pagar a cada una de las ocho víctimas del presente caso la
cantidad fijada en el párrafo 446 de la presente Sentencia, por concepto de
indemnización de los daños materiales e inmateriales, en los términos de los
párrafos 471 a 475 de este Fallo.

22. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 452 y 453 de la
presente Sentencia por concepto de reintegro de costas y gastos, en los términos
de los referidos párrafos y de los párrafos 471 a 475 de este Fallo.

23. El Estado debe reintegrar al Fondo de Asistencia Legal de Víctimas de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos la cantidad erogada durante la
tramitación del presente caso, en los términos de lo establecido en el párrafo 470
del presente Fallo.

24. El Estado debe rendir al Tribunal un informe, dentro del plazo de un año
contado a partir de la notificación de esta Sentencia, sobre las medidas adoptadas
para cumplir con la misma.

25. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en ejercicio


de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, y dará por concluido el presente caso una
vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma.
Los jueces Manuel E. Ventura Robles y Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot
hicieron conocer a la Corte su voto conjunto disidente, el cual acompaña esta
Sentencia.
Redactada en español en San José, Costa Rica, el 29 de mayo de 2014…”

1. El Estado violó el principio de legalidad y el derecho a la presunción de


inocencia, consagrados en los artículos 9 y 8.2 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos,

Artículo 9. Principio de Legalidad y de Retroactividad

Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de


cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede
imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del
delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición
de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

Artículo 8. Garantías Judiciales

2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su


inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el
proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes
garantías mínimas:

a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o


intérprete, si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal;

b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;

c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la


preparación de su defensa;

d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un


defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;

e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el


Estado, remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se
defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por la
ley;

f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de


obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que
puedan arrojar luz sobre los hechos;

g) derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable,


y

h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.

…en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos


1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los
derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno

Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no


estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales
derechos y libertades.
…en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual
Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Juan Patricio
Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao
Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso
Robles, en los términos de los párrafos 159 a 177 de la presente Sentencia.

B) Consideraciones de la Corte
159. Previo a emitir su pronunciamiento, la Corte recuerda que, en cuanto al
marco normativo penal aplicado a las presuntas víctimas de este caso en los
procesos penales a los que fueron sometidos, Chile ha tipificado en una ley
especial los delitos de carácter terrorista (Ley N° 18.314 que “[d]etermina
conductas terroristas y fija su penalidad”) (supra párrs. 98 y 99). Al momento de
los hechos que les fueron imputados, dicha ley estipulaba la siguiente tipificación:

a) en su artículo 1 disponía lo relativo al elemento subjetivo del tipo, es decir, la


especial intención terrorista (supra párr. 98), e incluía una presunción de la
finalidad de producir temor en la población en general cuando el hecho hubiere
sido cometido, inter alia, “mediante artificios explosivos o incendiarios”;
b) en el artículo 2 preveía el elemento objetivo del tipo, es decir las conductas o
actos criminales que, al cometerse acumulativamente con la referida finalidad o
intención especial, serían considerados delitos terroristas (supra párr. 98). Para
establecer ese elemento objetivo, dicho artículo 2 contenía:

b.i) por una parte, en su numeral primero (n°1) establecía una lista específica de
delitos ordinarios tipificados en el Código Penal163, entre ellos el delito de
incendio tipificado en el artículo 476 n°3 del Código Penal164, que tipifica la
conducta de “incendiar[…] bosques, mieses, pastos, montes, cierros o plantíos”.
Los señores Juan Patricio y Florencio Jaime Marileo Saravia, Huenchunao
Mariñán, Millacheo Licán y la señora Troncoso Robles fueron condenados como
autores del delito de incendio terrorista por el hecho de incendio ocurrido en el
predio Poluco Pidenco (supra párrs. 126 y 128). Los Lonkos Norín Catrimán y
Pichún Paillalao fueron condenados por la “amenaza”165 de cometer la conducta
de incendio (“amenaza de incendio terrorista”) (supra párrs. 116 y 118), y
b.ii) por otra parte, en los numerales segundo a quinto (n°2 a n°5) del referido
artículo 2 se tipificaba como delitos una serie de conductas o actos sin remitirse a
los tipos preexistentes en el Código Penal (supra párr. 98). Al señor Ancalaf Llaupe
se le consideró responsable por las conductas delictivas descritas en el numeral 4
(“Colocar, lanzar o disparar bombas o artefactos explosivos o incendiarios de
cualquier tipo, que afecten o puedan afectar la integridad física de personas o
causar daño”).
160. La Corte efectuará consideraciones sobre el contenido del principio de
legalidad, con particular énfasis en la necesaria distinción entre los tipos penales
ordinarios y los tipos penales de carácter terrorista, para luego pasar a
pronunciarse sobre las alegaciones de violación de dicho principio por la
tipificación de la Ley Antiterrorista, en lo que considere más pertinente para
resolver el presente caso.

1. El principio de legalidad en general y en relación con el tipo terrorista


161. El principio de legalidad, según el cual “[n]adie puede ser condenado por
acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según
el derecho aplicable” (artículo 9 de la Convención Americana) constituye uno de
los elementos centrales de la persecución penal en una sociedad democrática166.
La calificación de un hecho como ilícito y la fijación de sus efectos jurídicos deben
ser preexistentes a la conducta del sujeto al que se considera infractor pues, de no
ser así, las personas no podrían orientar su comportamiento conforme a un orden
jurídico vigente y cierto, en el que se expresan el reproche social y las
consecuencias de este167.

162. La elaboración de tipos penales supone una clara definición de la conducta


incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla de comportamientos no
punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no penales168. Es
necesario que el ámbito de aplicación de cada uno de los tipos esté delimitado de
la manera más clara y precisa que sea posible169, en forma expresa, precisa,
taxativa y previa170.

163. Tratándose de la tipificación de delitos de carácter terrorista, el principio de


legalidad impone una necesaria distinción entre dichos delitos y los tipos penales
ordinarios, de forma que tanto cada persona como el juez penal cuenten con
suficientes elementos jurídicos para prever si una conducta es sancionable bajo
uno u otro tipo penal. Ello es particularmente importante en lo tocante a los delitos
terroristas porque respecto de ellos suele preverse – como lo hace la Ley N°
18.314 – la imposición de penas privativas de libertad más graves y de penas
accesorias e inhabilitaciones con efectos importantes respecto del ejercicio de
otros derechos fundamentales. Adicionalmente, la investigación de delitos
terroristas tiene consecuencias procesales que, en el caso de Chile, pueden
comprender la restricción de determinados derechos en las etapas de
investigación y juzgamiento171.
164. Existe consenso en el mundo, y en particular en el continente americano,
respecto de “la amenaza que el terrorismo representa para los valores
democráticos y para la paz y seguridad internacionales[, así como para …] el goce
de los derechos y libertades fundamentales”172. El terrorismo es un fenómeno
que pone en peligro los derechos y libertades de las personas que se encuentran
bajo la jurisdicción de los Estados Partes en la Convención Americana. Por lo
tanto, los artículos 1.1 y 2 de dicha Convención obligan a los Estados Partes a
adoptar todas aquellas medidas que resulten adecuadas, necesarias y
proporcionales para prevenir y, en su caso, investigar, juzgar y sancionar ese tipo
de actos. Según la Convención Interamericana contra el Terrorismo, “la lucha
contra el terrorismo debe realizarse con pleno respeto al derecho nacional e
internacional, a los derechos humanos y a las instituciones democráticas, para
preservar el estado de derecho, las libertades y los valores democráticos en el
Hemisferio”173.

165. En particular, cuando los Estados adoptan las medidas necesarias para
prevenir y sancionar el terrorismo tipificando como delitos las conductas de ese
carácter, están obligados a respetar el principio de legalidad en los términos arriba
señalados (supra párrs. 161 a 164). Varios órganos y expertos internacionales de
la Organización de Naciones Unidas han puesto de relieve la necesidad de que las
tipificaciones y definiciones internas relativas al terrorismo no sean formuladas de
manera imprecisa que facilite interpretaciones amplias con las cuales se
sancionen conductas que no tendrían la gravedad y naturaleza de ese tipo de
delitos174.

166. Al rendir peritaje ante esta Corte, los expertos Scheinin y Andreu-Guzmán se
refirieron tanto a la Resolución 1566 emitida por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas en el 2004175 como a la “definición modelo de terrorismo”
desarrollada en el 2010 por Martin Scheinin como Relator Especial sobre la
promoción y protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales
en la lucha contra el terrorismo y mantenida por Ben Emmerson, siguiente Relator
en la materia176. Ambos expertos consideran que desarrollan estándares
relevantes para evaluar las tipificaciones nacionales ya que permiten distinguir
elementos mínimos o características que determinan las conductas graves que
tengan un carácter terrorista177.
167. No obstante, dichos peritos y el perito Cancio Meliá178 coincidieron en que
en la normativa internacional no existe una definición de terrorismo completa,
concisa y aceptada universalmente179.

2. Aplicación al caso concreto


168. Para dirimir la controversia en el presente caso respecto de si a las ocho
presuntas víctimas se les aplicó una ley (Ley N° 18.314) incompatible con el
artículo 9 de la Convención, la Corte estima fundamental pronunciarse sobre las
alegaciones relativas a que la presunción de la intención de “producir […] temor en
la población en general” estipulada en el artículo 1 de dicha ley entrañaría la
violación conjunta del principio de legalidad y de la presunción de inocencia.

169. Tal como se expuso oportunamente (supra párr. 98), el artículo 1° de la Ley
N° 18.314 regulaba lo relativo al elemento subjetivo del tipo de la siguiente forma:

Artículo 1°. – Constituirán delitos terroristas los enumerados en el artículo 2°,


cuando en ellos concurriere alguna de las circunstancias siguientes:
1ª Que el delito se cometa con la finalidad de producir en la población o en una
parte de ella el temor justificado de ser víctima de delitos de la misma especie, sea
por la naturaleza y efectos de los medios empleados, sea por la evidencia de que
obedece a un plan premeditado de atentar contra una categoría o grupo
determinado de personas.
Se presumirá la finalidad de producir dicho temor en la población en general,
salvo que conste lo contrario, por el hecho de cometerse el delito mediante
artificios explosivos o incendiarios, armas de gran poder destructivo, medios
tóxicos, corrosivos o infecciosos u otros que pudieren ocasionar grandes estragos,
o mediante el envío de cartas, paquetes u objetos similares, de efectos explosivos
o tóxicos.
2ª. Que el delito sea cometido para arrancar resoluciones de la autoridad o
imponerle exigencias.
[Énfasis añadido]
170. Corresponde a la Corte determinar si la presunción legal del elemento
subjetivo del tipo resaltada en dicho artículo 1, que establecía que “[s]e presumirá
la finalidad de producir dicho temor en la población en general, salvo que
const[ara] lo contrario”, cuando el delito se cometiera mediante el uso de los
medios o artificios indicados (entre ellos “artificios explosivos o incendiarios”),
entraña una violación al principio de legalidad y al principio de presunción de
inocencia.

171. La Corte reitera que la tipificación de delitos implica que la conducta


incriminada esté delimitada de la manera más clara y precisa posible (supra párr.
162). En esa tipificación, la especial intención o finalidad de producir “temor en la
población en general” es un elemento fundamental para distinguir la conducta de
carácter terrorista de la que no lo es y sin el cual la conducta no sería típica. La
Corte considera que la referida presunción de que existe tal intención cuando se
dan determinados elementos objetivos (entre ellos “el hecho de cometerse el delito
mediante artificios explosivos o incendiarios”) es violatoria del principio de
legalidad consagrado en el artículo 9 de la Convención, y asimismo de la
presunción de inocencia prevista en el artículo 8.2 de la misma. El principio de
presunción de inocencia, que según ha determinado la Corte constituye un
fundamento de las garantías judiciales180, implica que los juzgadores no inicien el
proceso con una idea preconcebida de que el acusado ha cometido el delito que
se le imputa, por lo que la carga de la prueba está a cargo de quien acusa, y no
del acusado, y cualquier duda debe ser usada en beneficio del acusado181. La
demostración fehaciente de la culpabilidad constituye un requisito indispensable
para la sanción penal182.
172. Al respecto, el Estado manifestó que con la reforma de la Ley N° 18.314 del
año 2010 “se eliminó la presunción de la intención de causar temor” con el fin de
“proteger el principio de presunción de inocencia […,] de modo que […] cualquier
acusación de terrorismo debe ser probada por quien la plantee y no, como era
antes de la modificación legal, en que los imputados de tales delitos debían
desvirtuar la presunción de intención terrorista”. En similar sentido explicó tal
reforma el testigo Acosta Sánchez, propuesto por Chile, quien indicó en la
audiencia pública que esa presunción “compromet[ía en] buena medida el principio
de culpabilidad”183. El perito Scheinin184, propuesto por la Comisión, la FIDH y
CEJIL, opinó en similar sentido, indicando que las presunciones en los tipos
penales van en detrimento del acusado e invierten el razonamiento del tribunal en
cuanto que todos los elementos del delito deben ser probados más allá de toda
duda razonable. El perito Cancio Meliá, propuesto por CEJIL, consideró que esa
presunción “imp[uso…] una extensión irrestricta del alcance de terrorismo, al […]
invertir la carga de la prueba, y fijar el […] principio de que cualquier conducta
realizada con un artefacto incendiario […] se consideraba, en principio, terrorista”,
lo que, en su opinión, es “completamente incompatible no sólo con el principio de
legalidad[,] (pues hace […] imprevisible cuando se estimaría que ‘consta lo
contrario’, es decir, la ausencia de la finalidad [de producir temor]), sino también
con los más elementales postulados del debido proceso”185. Asimismo, el perito
Andreu-Guzmán, propuesto por la FIDH, indicó que la presunción del artículo 1 de
la Ley N° 18.314 “riñ[e] con el principio de presunción de inocencia, toda vez que
da por probado prima facie el dolo específico por el simple hecho del uso de
ciertos métodos o armas”, y que es “un claro y bien anclado principio del derecho
penal contemporáneo que el dolo, y a fortiori, el dolo específico[,] es un elemento
de la conducta ilícita que debe ser probado y no puede presumirse”. Además,
precisó que “la redacción del artículo 1 al establecer presunciones de la
intencionalidad (dolo específico) pone la carga de la prueba en el acusado de
demostrar que no tenía tal intención”186.

173. La consagración legal de dicha presunción podía condicionar la lógica de


análisis con la que los tribunales internos se aproximaban a confirmar en las
causas penales la existencia de la intención. La Corte considera acreditado que tal
presunción del elemento subjetivo del tipo terrorista fue aplicada en las sentencias
que determinaron la responsabilidad penal de las ocho presuntas víctimas de este
caso: a) para condenar a los señores Norín Catrimán y Pichún como autores del
delito de amenaza de incendio terrorista (supra párr. 116); b) para condenar a los
señores Millacheo Licán, Huenchunao Mariñán, los hermanos Marileo Saravia y la
señora Troncoso Robles como autores del delito de incendio terrorista (supra párr.
128), y c) para condenar al señor Ancalaf Llaupe como autor de la conducta
terrorista de “[c]olocar, enviar, activar, arrojar, detonar o disparar bombas o
artefactos explosivos o incendiarios de cualquier tipo, armas o artificios de gran
poder destructivo, o de efectos tóxicos, corrosivos o infecciosos”, por hechos en
que, después de obligar a descender de un camión a su conductor, fue lanzado un
“mechero encendido” al referido vehículo (supra párr. 149).

174. En consecuencia, la Corte concluye que la aplicación de la presunción de


intención terrorista respecto de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Florencio Jaime Marileo Saravia, José
Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Patricio Marileo Saravia, Juan Ciriaco
Millacheo Licán, Patricia Roxana Troncoso Robles y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe
vulneró el principio de legalidad y el derecho a la presunción de inocencia,
previstos en los artículos 9 y 8.2 de la Convención Americana, en relación con la
obligación de respetar y garantizar los derechos, establecida en el artículo 1.1 de
ese tratado.
3. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno (artículo 2 de la
Convención Americana), en relación con el principio de legalidad (artículo 9
de la Convención) y el derecho a la presunción de inocencia (artículo 8.2)
175. El artículo 2 de la Convención Americana contempla el deber general de los
Estados Parte de adecuar su derecho interno a las disposiciones de la misma para
garantizar los derechos en ella consagrados. La Corte ha establecido que dicho
deber implica la adopción de medidas en dos vertientes. Por una parte, la
supresión de las normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañen
violación a las garantías previstas en la Convención. Por otra, la expedición de
normas y el desarrollo de prácticas conducentes a la efectiva observancia de
dichas garantías187.

176. La Corte ha concluido que en la época de los hechos estaba vigente una
norma penal comprendida en la Ley Antiterrorista contraria al principio de legalidad
y al derecho a la presunción de inocencia, en los términos indicados en los
párrafos 169 a 174. Esa norma fue aplicada a las víctimas del presente caso para
determinar su responsabilidad penal como autores de delitos de carácter terrorista.

177. Por lo tanto, la Corte concluye que Chile violó el deber de adoptar
disposiciones de derecho interno, establecido en el artículo 2 de la Convención
Americana, en relación con los artículos 9 (principio de legalidad) y 8.2 (derecho a
la presunción de inocencia) de la misma, en perjuicio de los señores Víctor
Manuel Ancalaf Llaupe, Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo
Pichún Paillalao, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles.
por unanimidad, que:
2. El Estado violó el principio de igualdad y no discriminación y el derecho a
la igual protección de la ley, consagrados en el artículo 24 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 24. Igualdad ante la Ley

Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho,
sin discriminación, a igual protección de la ley.

…en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.

…en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual


Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo
Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao
Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso
Robles, en los términos de los párrafos 222 a 228 y 230 de la presente
Sentencia.

222. La Comisión y los representantes expresaron (supra párrs. 189 a 191) que en
varios pasajes de las sentencias condenatorias de las presuntas víctimas se
emplearon estereotipos y prejuicios étnicos, y sostuvieron que con ello se habrían
configurado violaciones del principio de igualdad y del derecho a un juez o tribunal
imparcial. En su Informe de Fondo, la Comisión concluyó a este respecto que el
Estado había violado el “derecho a la igualdad ante la ley y no discriminación
establecido en el artículo 24 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 1.1 del mismo instrumento” y “el
derecho de los procesados a un juez imparcial consagrado en el artículo 8.1 de la
Convención en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento” (supra párr.
189).

228. La Corte considera que la sola utilización de esos razonamientos que


denotan estereotipos y prejuicios en la fundamentación de las sentencias
configuraron una violación del principio de igualdad y no discriminación y el
derecho a la igual protección de la ley, consagrados en el artículo 24 de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento.

230. La Corte concluye que el Estado ha vulnerado el principio de igualdad y no


discriminación y el derecho a la igual protección de la ley, consagrados en el
artículo 24 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 del mismo
instrumento, en perjuicio de Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual
Huentequeo Pichún Paillalao, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime
Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán,
Patricia Roxana Troncoso Robles y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.
El Estado violó el derecho de la defensa de interrogar testigos, consagrado
en el artículo 8.2.f de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 8. Garantías Judiciales

2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su


inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el
proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes
garantías mínimas:

f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de


obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que
puedan arrojar luz sobre los hechos;
… en relación con el artículo 1.1 de la misma,

Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los


derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación
alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o
de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social.

…en perjuicio de los señores Pascual Huentequeo Pichún Paillalao y


Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, en los términos de los párrafos 241 a 260 de
la presente Sentencia

241. La Corte se ha pronunciado en anteriores oportunidades acerca de


violaciones del derecho de la defensa de interrogar testigos en casos que trataban
de medidas que en el marco de la jurisdicción penal militar imponían una absoluta
restricción para contrainterrogar testigos de cargo262, otros en los que había no
sólo “testigos sin rostro” sino también “jueces sin rostro”263, y en otro que se
refiere a un juicio político celebrado ante el Congreso en el cual a los magistrados
inculpados no se les pemitió contrainterrogar a los testigos en cuyos testimonios
se basó su destitución264.

242. El literal f) del artículo 8.2 de la Convención consagra la “garantía mínima” del
“derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de
obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan
arrojar luz sobre los hechos”, la cual materializa los principios de contradictorio e
igualdad procesal. La Corte ha señalado que entre las garantías reconocidas a
quienes hayan sido acusados está la de examinar los testigos en su contra y a su
favor, bajo las mismas condiciones, con el objeto de ejercer su defensa265. La
reserva de identidad del testigo limita el ejercicio de este derecho puesto que
impide a la defensa realizar preguntas relacionadas con la posible enemistad,
prejuicio y confiabilidad de la persona misma del declarante, así como otras que
permitan argumentar que la declaración es falsa o equivocada266.

243. El deber estatal de garantizar los derechos a la vida y la integridad, la libertad


y la seguridad personales de quienes declaran en el proceso penal puede justificar
la adopción de medidas de protección. En esta materia el ordenamiento jurídico
chileno comprende tanto medidas procesales (como la reserva de datos de
identificación o de características físicas que individualicen a la persona) como
extraprocesales (como la protección de su seguridad personal).

244. En el presente caso la Corte limitará su análisis a determinar si las medidas


procesales de reserva de identidad de testigos aplicadas en los procesos penales
seguidos contra tres de las presuntas víctimas (supra párrs. 232 a 236)
conllevaron una violación del derecho de la defensa de interrogar los testigos. Esta
medida se encuentra regulada en Chile en los términos descritos en el párrafo 232
y sobre la misma la Corte Suprema ha afirmado que

[…] tan grave decisión sólo puede adoptarse en cada caso particular y con
completo conocimiento de las circunstancias concretas del mismo. Son medidas
excepcionales para situaciones excepcionales y que se adoptan siempre con
control absoluto de los intervinientes para evitar que los costos a la práctica de
alguno de los derechos que importa la defensa en juicio sea mínima y que en
ningún evento entrabe o limite el ejercicio del núcleo esencial de esa
garantía267.
245. La Corte pasará a analizar si en los procesos concretos de las referidas tres
presuntas víctimas de este caso las medidas de reserva de identidad de testigos
se adoptaron sujetas a control judicial268, fundándose en los principios de
necesidad y proporcionalidad, tomando en cuenta que se trata de una medida
excepcional y verificando la existencia de una situación de riesgo para el
testigo269. Al efectuar tal evaluación la Corte tendrá en cuenta la incidencia que
tuvo la medida en el derecho a la defensa del acusado.

246. Para pronunciarse en el presente caso, la Corte también tomará en cuenta si


en los casos concretos el Estado aseguró que la afectación al derecho de defensa
de los imputados que se derivó de la utilización de la medida de reserva de
identidad de testigos estuvo suficientemente contrarrestada por medidas de
contrapeso, tales como las siguientes270: a) la autoridad judicial debe conocer la
identidad del testigo y tener la posibilidad de observar su comportamiento durante
el interrogatorio con el objeto de que pueda formar su propia impresión sobre la
confiabilidad del testigo y de su declaración271, y b) debe concederse a la
defensa una amplia oportunidad de interrogar directamente al testigo en alguna de
las etapas del proceso, sobre cuestiones que no estén relacionadas con su
identidad o paradero actual; lo anterior con el objeto de que la defensa pueda
apreciar el comportamiento del testigo bajo interrogatorio, de modo que pueda
desacreditarlo o, por lo menos, plantear dudas sobre la confiabilidad de su
declaración272.

247. Incluso cuando se hayan adoptado medidas de contrapeso que parecen


suficientes, la condena no puede estar fundada únicamente o en grado decisivo en
declaraciones realizadas por testigos de identidad reservada273. De lo contrario,
se podría llegar a condenar al imputado utilizando desproporcionadamente un
medio probatorio que fue obtenido en detrimento de su derecho de defensa. Por
tratarse de prueba obtenida en condiciones en las que los derechos del inculpado
han sido limitados, las declaraciones de testigos con reserva de identidad deben
tratarse con extrema precaución274, ser valoradas en conjunto con el acervo
probatorio, las observaciones u objeciones de la defensa y las reglas de la sana
crítica275. La determinación de si este tipo de pruebas ha tenido un peso decisivo
en el fallo condenatorio dependerá de la existencia de otro tipo de pruebas que
corrobore aquellas de tal forma que, a mayor prueba corroborativa, menor será el
grado decisivo que el fallador otorga al testimonio de identidad reservada276.
a. Proceso penal contra los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao
248. Seguidamente, la Corte analizará el control judicial ejercido respecto de la
adopción de la medida de reservar la identidad de testigos, las medidas de
contrapeso adoptadas para contrarrestar la afectación al derecho a la defensa de
los procesados y, por último, si esas declaraciones de testigos bajo reserva de
identidad, en las circunstancias concretas del proceso, tuvieron grado decisivo en
las condenas penales de los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao.

249. El control judicial de la reserva de identidad de testigos fue insuficiente. La


resolución judicial que la dispuso no contiene una motivación explícita, y se limitó
a hacer lugar a una solicitud del Ministerio Público que sólo se refería a la
“naturaleza”, las “características”, “circunstancias” y “gravedad” del caso, sin
especificar cuáles eran los criterios objetivos, la motivación y las pruebas
verificables que, en el caso concreto, justificaran el alegado riesgo para los
testigos y sus familias (supra párrs. 232 y 233). La Corte entiende que dicha
resolución no constituyó un efectivo control judicial porque no brindó criterios que
razonablemente justificaran la necesidad de la medida fundándose en una
situación de riesgo para los testigos.

250. Las medidas de contrapeso implementadas fueron adecuadas para


salvaguardar el derecho de la defensa a interrogar testigos. La defensa tuvo
acceso a las declaraciones rendidas por esos testigos en la etapa de
investigación, de manera que pudieran ser controvertidas y, en cuanto hubo
“testigos de cargo de cuyos testimonios no había constancia en la investigación[,
ello] motivó una decisión incidental dividida de los sentenciadores, con la
prevención de que sus dichos serían considerados en la medida que no afectaran
el debido proceso y que se apreciarían con libertad”277. La solicitud del Ministerio
Público acompañó un sobre sellado con constancia de la identidad de los testigos
objeto de la medida de reserva278, las declaraciones de los mismos fueron
rendidas en la audiencia ante el Tribunal de Juicio Oral con la consecuente
inmediación en la recepción de la prueba, los abogados defensores tuvieron la
oportunidad de interrogarlos en la audiencia y de conocer su identidad, con la
limitación de no informársela a los imputados (supra párr. 234).

251. En lo tocante al punto de vital importancia de si las condenas estuvieron


fundadas únicamente o en grado decisivo en dichas declaraciones (supra párr.
247), hay diferencias entre cada uno de los condenados:

a) con respecto a la condena del señor Norín Catrimán, no se utilizó la declaración


de testigos de identidad reservada para fundamentar la declaratoria de
responsabilidad como autor del delito de amenaza de incendio terrorista en
perjuicio de los propietarios del predio San Gregorio. Si bien la reserva de
identidad del testigo se efectúo en la etapa de investigación en ausencia de un
efectivo control judicial (supra párr. 249), en el presente caso ello no conlleva una
violación de la garantía prevista en el artículo 8.2.f de la Convención, debido a que
la declaración de ese testigo no fue utilizada de forma decisiva y, en la etapa de
juicio, fueron garantizadas determinadas medidas de contrapeso para que su
defensa pudiera interrogar al testigo reservado y controvertir su declaración (supra
párrs. 234 y 250).
b) En cambio, la condena penal del señor Pichún Paillalao como autor del delito de
amenaza de incendio terrorista en perjuicio del administrador y dueños del Fundo
Nancahue estuvo fundada en grado decisivo en la declaración de un testigo de
identidad reservada (el “testigo protegido N° 1”), pues si bien se hace referencia a
otros medios de prueba, éstos por sí solos no hubiesen bastado para llegar a la
condena, ya que las otras tres personas que rindieron testimonio solo tenían un
conocimiento indirecto. La sentencia hizo además referencia a una carta sobre
supuestas amenazas firmada por el señor Pichún, pero sin fecha, y a un cheque
firmado por el administrador del Fundo Nancahue a la orden del acusado279.
También mencionó una declaración testimonial en la que se señaló que la
Coordinadora Arauco Malleco es una organización de hecho, de carácter terrorista
y que Pichún pertenecía a ella, sin un análisis de su incidencia en la configuración
del tipo penal280.
252. Por las razones expuestas, la Corte concluye que para determinar la
condena se otorgó valor decisivo a la declaración de un testigo de identidad
reservada, lo que constituye una violación del derecho de la defensa a interrogar
testigos, consagrado en el artículo 8.2.f de la Convención, en relación con el
artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao.

b. Proceso penal contra el señor Ancalaf Llaupe


253. En relación con el proceso penal seguido contra el señor Ancalaf Llaupe se
analizará la sentencia condenatoria de segunda instancia dictada el 4 de junio de
2004 por la Corte de Apelaciones de Concepción, que revocó parcialmente la
sentencia de primera instancia emitida por el Ministro Instructor de la Corte de
Apelaciones de Concepción el 30 de diciembre de 2003 (supra párrs. 144 a 147),
así como las partes pertinentes de la sentencia de primera instancia. En ambas
sentencias se tuvieron en cuenta declaraciones de tres personas con identidad
reservada.

254. Asimismo, se tendrá en cuenta la particular incidencia que sobre este punto
tuvo el carácter inquisitivo del proceso penal, de conformidad con el antiguo
Código de Procedimiento Penal aplicable al caso (supra párrs. 101 a 104). En
particular, el señor Ancalaf Llaupe no solo desconoció la identidad de los referidos
testigos, sino que ni siquiera tuvo conocimiento del contenido de sus
declaraciones por el carácter reservado del sumario y porque, cuando se le dio
conocimiento de éste, se le negó el acceso a los cuadernos reservados. Recién el
12 de junio de 2003, casi dos meses después de que terminara la etapa del
sumario y tres días después de notificada la acusación fiscal, se concedió la
solicitud de expedición de copias del expediente, pero se excluyó expresamente
de ella el acceso a los cuadernos reservados, sin ofrecer el Ministro Instructor
ninguna justificación al
respecto (supra párrs. 138 a 146). Obviamente, ello hizo imposible que se
ejerciera control sobre la adopción y el mantenimiento de la reserva de identidad.

255. Asimismo, la regulación de la medida con arreglo al artículo 189 del Código
de Procedimiento Penal, en yuxtaposición con los artículos 76 y 78 de ese código
que establecía el carácter secreto del sumario (supra párr. 235), tuvo
consecuencias en cuanto al deber de someter la adopción y mantenimiento de la
medida a control judicial puesto que, por el desconocimiento que el inculpado tiene
de la existencia misma de las actuaciones, estaba impedido de solicitar el control
de su legalidad hasta el momento en que tenga acceso al sumario.

256. De esta forma, la defensa del señor Víctor Ancalaf Llaupe solo pudo conocer
indirecta y parcialmente el contenido de las declaraciones de los testigos de
identidad reservada por las referencias que el fallo condenatorio de 30 de
diciembre de 2003 hizo de las mismas. En esa síntesis no se transcribieron
íntegramente declaraciones, sino únicamente las partes que sirvieron de
fundamento probatorio para emitir la condena contra el señor Víctor Manuel
Ancalaf Llaupe por la comisión de un delito de carácter terrorista281.

257. Respecto al derecho de la defensa del señor Ancalaf Llaupe de obtener la


comparecencia de testigos propuestos, el 10 de diciembre de 2002 la defensa
solicitó, “con el objeto de aclarar la situación del procesado”, que se ordenara la
declaración de siete testigos. El Ministro Instructor denegó ese mismo día la
solicitud, sin fundamentar su decisión, indicando solamente que “[n]o ha lugar por
ahora”282. Asimismo, el 7 de julio de 2003 la defensa solicitó que, “[c]on el objeto
de equiparar en lo mínimo la situación probatoria de[l señor Ancalaf Llaupe,] se
orden[ara] cit[ar] a declarar a [dos] testigos” a los cuales identificó, para ser
interrogados sobre si habían visto directa y personalmente o si les constaba por
algún medio directo y personal que el señor Ancalaf Llaupe había quemado los
camiones en el Alto Bío Bío. Al día siguiente el Ministro Instructor ordenó que se
citaran dichos testigos283, pero el 28 de julio de 2003 el Capitán de Carabineros
de Sipolcar Concepción informó al Ministro Instructor que una de las testigos había
sido citada para que compareciera a declarar y la otra no pudo ser citada
personalmente porque “se negó a firmar la citación, manifestando que no
c[ontaba] con dinero para viajar a la ciudad de Concepción”284. Del acervo
probatorio no se desprende que dichas diligencias declaratorias se hayan llevado
a cabo y advierte, asimismo, que el Estado no rindió explicación al respecto ni hizo
referencia a pruebas concretas sobre ese punto.

258. En el presente caso la presunta víctima no tuvo a su alcance ningún medio


que le posibilitara probar este hecho. Su alegación es de carácter negativo en
cuanto señala la inexistencia de un hecho. La Corte ha establecido en otras
oportunidades que “en los procesos sobre violaciones de derechos humanos, la
defensa del Estado no puede descansar sobre la imposibilidad del demandante de
allegar pruebas que, en muchos casos, no pueden obtenerse sin la cooperación
del Estado”285. Por consiguiente, la carga de la prueba incumbía al Estado, y éste
no ha probado que se hubieran llevado a cabo las referidas diligencias, que
habrían permitido a la defensa obtener la comparecencia de testigos propuestos.

259. Las pruebas por las que se concluyó de forma “suficiente” sobre la
participación del señor Ancalaf Llaupe en los hechos por los que fue condenado
son cuatro declaraciones testimoniales, tres de las cuales fueron rendidas por
testigos con reserva de identidad, a las que no tuvo acceso su defensa286. Ello
significa que se asignó a las declaraciones de testigos con identidad reservada un
peso decisivo que es inadmisible en virtud de los argumentos oportunamente
expuestos.

260. Por las razones expuestas, la Corte concluye que Chile violó el derecho de
la defensa d interrogar testigos y de obtener la comparecencia de testigos que
pudieran arrojar luz sobre los hechos, protegido en el artículo 8.2.f de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, en
perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.
4. El Estado violó el derecho a recurrir del fallo ante juez o tribunal superior,
consagrado en el artículo 8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los
señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 268 a 291
de la presente Sentencia.

268. La disposición pertinente está contenida en el artículo 8.2.h de la


Convención, que dispone lo siguiente:
Artículo 8 Garantías Judiciales
[…]
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
[…]
h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
269. El alcance y el contenido del derecho de recurrir del fallo han sido precisados
en numerosos casos resueltos por esta Corte290. En general, ha determinado que
es una garantía primordial que se debe respetar en el marco del debido proceso
legal, en aras de permitir que una sentencia adversa pueda ser revisada por un
juez o tribunal distinto y de superior jerarquía orgánica291. Toda persona sometida
a una investigación y proceso penal debe ser protegida en las distintas etapas del
proceso, que abarca la investigación, acusación, juzgamiento y condena292.

270. En particular, considerando que la Convención Americana debe ser


interpretada teniendo en cuenta su objeto y fin293, que es la eficaz protección de
los derechos humanos, la Corte ha determinado que debe ser un recurso
ordinario, accesible y eficaz, que permita un examen o revisión integral del fallo
recurrido, esté al alcance de toda persona condenada y respete las garantías
procesales mínimas:
a) Recurso ordinario: el derecho de interponer un recurso contra el fallo debe ser
garantizado antes de que la sentencia adquiera la calidad de cosa juzgada, pues
busca proteger el derecho de defensa evitando que quede firme una decisión
adoptada en un procedimiento viciado y que contenga errores que ocasionarán un
perjuicio indebido a los intereses de una persona294.
b) Recurso accesible: su presentación no debe requerir mayores complejidades
que tornen ilusorio este derecho295. Las formalidades requeridas para su
admisión deben ser mínimas y no deben constituir un obstáculo para que el
recurso cumpla con su fin de examinar y resolver los agravios sustentados por el
recurrente296.
c) Recurso eficaz: no basta con la existencia formal del recurso, sino que éste
debe permitir que se obtengan resultados o respuestas al fin para el cual fue
concebido297. Independientemente del régimen o sistema recursivo que adopten
los Estados Partes y de la denominación que den al medio de impugnación de la
sentencia condenatoria, debe constituir un medio adecuado para procurar la
corrección de una condena errónea298. Este requisito está íntimamente vinculado
con el siguiente:
d) Recurso que permita un examen o revisión integral del fallo recurrido: debe
asegurar la posibilidad de un examen integral de la decisión recurrida299. Por lo
tanto, debe permitir que se analicen las cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas
en que se basa la sentencia impugnada, puesto que en la actividad jurisdiccional
existe una interdependencia entre las determinaciones fácticas y la aplicación del
derecho, de forma tal que una errónea determinación de los hechos implica una
errada o indebida aplicación del derecho. Consecuentemente, las causales de
procedencia del recurso deben posibilitar un control amplio de los aspectos
impugnados de la sentencia condenatoria300. De tal modo se podrá obtener la
doble conformidad judicial, pues la revisión íntegra del fallo condenatorio permite
confirmar el fundamento y otorga mayor credibilidad al acto jurisdiccional del
Estado, al paso que brinda mayor seguridad y tutela a los derechos del
condenado301.
e) Recurso al alcance de toda persona condenada: el derecho a recurrir del fallo
no podría ser efectivo si no se garantiza respecto de todo aquél que es
condenado, ya que la condena es la manifestación del ejercicio del poder punitivo
del Estado. Debe ser garantizado inclusive frente a quien es condenado mediante
una sentencia que revoca una decisión absolutoria302.
f) Recurso que respete las garantías procesales mínimas: los regímenes
recursivos deben respetar las garantías procesales mínimas que, con arreglo al
artículo 8 de la Convención, resulten pertinentes y necesarias para resolver los
agravios planteados por el recurrente, sin que ello implique la necesidad de
realizar un nuevo juicio oral303.

b) El sistema recursivo en el Código Procesal Penal de Chile (Ley N° 19.696


de 2000)
271. El Código Procesal Penal también introdujo variantes sustanciales en el
régimen recursivo adoptado. Determinó la “inapelab[ilidad] de las resoluciones
dictadas por un tribunal de juicio oral en lo penal” (artículo 364) y estableció el
recurso de nulidad como único medio de impugnación (“para invalidar”) del juicio
oral y la sentencia definitiva (artículo 372).

272. A continuación se transcriben las principales disposiciones pertinentes sobre


recursos, así como el artículo 342 del Código Procesal Penal, que establece los
requisitos que debe cumplir el contenido de las sentencias so pena de nulidad, y el
artículo 297, relativo a la valoración de la prueba, al que se remite el artículo 342-c
del referido código):

Artículo 297.- Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la prueba con


libertad, pero no podrán contradecir los principios de la lógica, las máximas de la
experiencia y los conocimientos científicamente afianzados.
El tribunal deberá hacerse cargo en su fundamentación de toda la prueba
producida, incluso de aquélla que hubiere desestimado, indicando en tal caso las
razones que hubiere tenido en cuenta para hacerlo.
La valoración de la prueba en la sentencia requerirá el señalamiento del o de los
medios de prueba mediante los cuales se dieren por acreditados cada uno de los
hechos y circunstancias que se dieren por probados. Esta fundamentación deberá
permitir la reproducción del razonamiento utilizado para alcanzar las conclusiones
a que llegare la sentencia.
[…]
Artículo 342.- Contenido de la sentencia. La sentencia definitiva contendrá:
a) La mención del tribunal y la fecha de su dictación; la identificación del acusado
y la de el o los acusadores;
b) La enunciación breve de los hechos y circunstancias que hubieren sido objeto
de la acusación; en su caso, los daños cuya reparación reclamare en la demanda
civil y su pretensión reparatoria, y las defensas del acusado;
c) La exposición clara, lógica y completa de cada uno de los hechos y
circunstancias que se dieren por probados, fueren ellos favorables o desfavorables
al acusado, y de la valoración de los medios de prueba que fundamentaren dichas
conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297;
d) Las razones legales o doctrinales que sirvieren para calificar jurídicamente cada
uno de los hechos y sus circunstancias y para fundar el fallo;
e) La resolución que condenare o absolviere a cada uno de los acusados por cada
uno de los delitos que la acusación les hubiere atribuido; la que se pronunciare
sobre la responsabilidad civil de los mismos y fijare el monto de las
indemnizaciones a que hubiere lugar;
f) El pronunciamiento sobre las costas de la causa, y
g) La firma de los jueces que la hubieren dictado.
La sentencia será siempre redactada por uno de los miembros del tribunal
colegiado, designado por éste, en tanto la disidencia o prevención será redactada
por su autor. La sentencia señalará el nombre de su redactor y el del que lo sea de
la disidencia o prevención.
Artículo 372.- Del recurso de nulidad. El recurso de nulidad se concede para
invalidar el juicio oral y la sentencia definitiva, o solamente ésta, por las causales
expresamente señaladas en la ley.
Deberá interponerse, por escrito, dentro de los diez días siguientes a la
notificación de la sentencia definitiva, ante el tribunal que hubiere conocido del
juicio oral.
Artículo 373.- Causales del recurso. Procederá la declaración de nulidad del juicio
oral y de la sentencia:
a) Cuando, en la tramitación del juicio o en el pronunciamiento de la sentencia, se
hubieren infringido sustancialmente derechos o garantías asegurados por la
Constitución o por los tratados internacionales ratificados por Chile que se
encuentren vigentes, y
b) Cuando, en el pronunciamiento de la sentencia, se hubiere hecho una errónea
aplicación del derecho que hubiere influido sustancialmente en lo dispositivo del
fallo.
Artículo 374.- Motivos absolutos de nulidad. El juicio y la sentencia serán siempre
anulados:
a) Cuando la sentencia hubiere sido pronunciada por un tribunal incompetente, o
no integrado por los jueces designados por la ley; cuando hubiere sido
pronunciada por un juez de garantía o con la concurrencia de un juez de tribunal
de juicio oral en lo penal legalmente implicado, o cuya recusación estuviere
pendiente o hubiere sido declarada por tribunal competente; y cuando hubiere sido
acordada por un menor número de votos o pronunciada por menor número de
jueces que el requerido por la ley, o con concurrencia de jueces que no hubieren
asistido al juicio;
b) Cuando la audiencia del juicio oral hubiere tenido lugar en ausencia de alguna
de las personas cuya presencia continuada exigen, bajo sanción de nulidad, los
artículos 284 y 286;
c) Cuando al defensor se le hubiere impedido ejercer las facultades que la ley le
otorga;
d) Cuando en el juicio oral hubieren sido violadas las disposiciones establecidas
por la ley sobre publicidad y continuidad del juicio;
e) Cuando, en la sentencia, se hubiere omitido alguno de los requisitos previstos
en el artículo 342, letras c), d) o e);
f) Cuando la sentencia se hubiere dictado con infracción de lo prescrito en el
artículo 341, y
g) Cuando la sentencia hubiere sido dictada en oposición a otra sentencia criminal
pasada en autoridad de cosa juzgada.
(…) 304
Artículo 381.- Antecedentes a remitir concedido el recurso. Concedido el recurso,
el tribunal remitirá a la Corte copia de la sentencia definitiva, del registro de la
audiencia del juicio oral o de las actuaciones determinadas de ella que se
impugnaren, y del escrito en que se hubiere interpuesto el recurso.
(…)
Artículo 384.- Fallo del recurso. La Corte deberá fallar el recurso dentro de los
veinte días siguientes a la fecha en que hubiere terminado de conocer de él.
En la sentencia, el tribunal deberá exponer los fundamentos que sirvieren de base
a su decisión; pronunciarse sobre las cuestiones controvertidas, salvo que
acogiere el recurso, en cuyo caso podrá limitarse a la causal o causales que le
hubieren sido suficientes, y declarar si es nulo o no el juicio oral y la sentencia
definitiva reclamados, o si solamente es nula dicha sentencia, en los casos que se
indican en el artículo siguiente.
El fallo del recurso se dará a conocer en la audiencia indicada al efecto, con la
lectura de su parte resolutiva o de una breve síntesis de la misma305.
Artículo 385.- Nulidad de la sentencia. La Corte podrá invalidar sólo la sentencia y
dictar, sin nueva audiencia pero separadamente, la sentencia de reemplazo que se
conformare a la ley, si la causal de nulidad no se refiriere a formalidades del juicio
ni a los hechos y circunstancias que se hubieren dado por probados, sino se
debiere a que el fallo hubiere calificado de delito un hecho que la ley no
considerare tal, aplicado una pena cuando no procediere aplicar pena alguna, o
impuesto una superior a la que legalmente correspondiere.
La sentencia de reemplazo reproducirá las consideraciones de hecho, los
fundamentos de derecho y las decisiones de la resolución anulada, que no se
refieran a los puentos que hubieren sido objeto del recurso o que fueren
incompatibles con la resolución recaída en él, tal como se hubieren dado por
establecidos en el fallo recurrido306.
Artículo 386.- Nulidad del juicio oral y de la sentencia. Salvo los casos
mencionados en el artículo 385, si la Corte acogiere el recurso anulará la
sentencia y el juicio oral, determinará el estado en que hubiere de quedar el
procedimiento y ordenará la remisión de los autos al tribunal no inhabilitado que
correspondiere, para que éste disponga la realización de un nuevo juicio oral.
No será obstáculo para que se ordene efectuar un nuevo juicio oral la
circunstancia de haberse dado lugar al recurso por un vicio o defecto cometido en
el pronunciamiento mismo de la sentencia.
Artículo 387.- Improcedencia de recursos. La resolución que fallare un recurso de
nulidad no será susceptible de recurso alguno, sin perjuicio de la revisión de la
sentencia condenatoria firme de que se trata en este Código307.

Tampoco será susceptible de recurso alguno la sentencia que se dictare en el


nuevo juicio que se realizare como consecuencia de la resolución que hubiere
acogido el recurso de nulidad. No obstante, si la sentencia fuere condenatoria y la
que se hubiere anulado hubiese sido absolutoria, procederá el recurso de nulidad
en favor del acusado, conforme a las reglas generales.
273. En resumen, el régimen recursivo del Código Procesal Penal es el siguiente:
a) hay una distinción entre las “causales del recurso” de nulidad en general
(artículo 373) y los “motivos absolutos de nulidad” (artículo 374). En el segundo
caso serán siempre anulados el juicio y la sentencia. En las demás situaciones,
aunque se prevé en general que “[p]rocederá la declaración de nulidad del juicio
oral y de la sentencia”, el artículo 385 habilita a la Corte para “invalidar sólo la
sentencia”.
b) Si se invalidan tanto el juicio oral como la sentencia es aplicable el artículo 386
y se remitirá el asunto al tribunal oral no inhabilitado correspondiente para que
realice un nuevo juicio oral.

c) Si se invalida solamente la sentencia y se cumplen las condiciones del artículo


385, el tribunal superior debe dictar sentencia de remplazo.

d) La sentencia en que se declare la nulidad deberá (artículo 384 párr. 2°)


“exponer los fundamentos que sirvieren de base a su decisión; pronunciarse sobre
las cuestiones controvertidas, salvo que acogiere el recurso, en cuyo caso podrá
limitarse a la causal o causales que le hubieren sido suficientes, y declarar si es
nulo o no el juicio oral y la sentencia definitiva reclamados, o si solamente es una
dicha sentencia, en los casos que se indican” en el artículo 385.

e) La sentencia de reemplazo “reproducirá las consideraciones de hecho, los


fundamentos de derecho y las decisiones de la resolución anulada, que no se
refieran a los puntos que hubieren sido objeto del recurso o que fueren
incompatibles con la resolución recaída en él, tal como se hubieren dado por
establecidos en el fallo recurrido” (artículo 385 párr. 2°).

c) Análisis de las sentencias desestimatorias de los recursos de nulidad


interpuestos por las presuntas víctimas a la luz del artículo 8.2.h de la
Convención
274. Corresponde ahora analizar si el sistema recursivo del Código Procesal
Penal, tal como fue aplicado en el presente caso, se ajusta a las exigencias del
artículo 8.2.h de la Convención. Para ello no es necesario pronunciarse sobre
cada uno de los aspectos impugnados en los recursos de nulidad, sino evaluar si
el examen efectuado por los tribunales superiores que resolvieron los recursos fue
compatible con la exigencia de eficacia del recurso que requiere la Convención
Americana. Tampoco corresponde pronunciarse sobre otros aspectos en los que el
examen en abstracto de las normas vigentes en Chile sobre recursos en el
proceso penal pudiera revelar alguna colisión con las garantías procesales
mínimas establecidas en la Convención Americana.
c.i) Proceso penal contra los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao
(sentencia desestimatoria de los recursos de nulidad emitida por la Sala
Segunda de la Corte Suprema de Justicia el 15 de diciembre de 2003)
275. Los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao interpusieron
independientemente recursos de nulidad contra la sentencia parcialmente
condenatoria del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Angol de 27 de septiembre
de 2003, solicitando la anulación del juicio con respecto a los delitos por los cuales
fueron condenados y la realización de un nuevo juicio. Subsidiariamente,
solicitaron que se anulara la sentencia y se emitiera una sentencia de reemplazo
en la cual se absolviera a los condenados; que se declarara que los delitos no
tenían carácter terrorista, y que se modificara la pena (supra párr. 118).

276. El 15 de diciembre de 2003 la Sala Segunda de la Corte Suprema de Justicia


emitió sentencia, en la cual desestimó todos los agravios expuestos por los
recurrentes y mantuvo la sentencia parcialmente condenatoria respecto de los
señores Pichún Paillalao y Norín Catrimán (supra párr. 118).

277. En la sentencia desestimatoria de los recursos la Sala Segunda hizo una


síntesis de los agravios de los recurrentes Norín Catrimán y Pichún Paillalao, e
indicó que “ambos reprochan básicamente los siguientes aspectos: a) vulneración
a garantías constitucionales y Tratados Internacionales, b) ciertos defectos
formales que creen ver en la sentencia, c) disienten en que los hechos que se dan
por probados constituyen delitos de amenazas, y d) que estas amenazas no tienen
el carácter de terroristas”. Concluyó que ninguno de ellos estaba fundado, por lo
cual no podían prosperar. Añadió que “que la prueba rendida en la vista de los
recursos no ha tenido la significación procesal que altere lo decidido”. En
consecuencia, rechazó los recursos y declaró que la sentencia recurrida “no es
nula”.

278. En ninguna parte de la sentencia de la Sala Segunda consta que se haya


hecho un examen de los hechos del caso ni de las consideraciones jurídicas sobre
tipicidad para verificar que las afirmaciones en que se había basado la sentencia
recurrida hubiesen estado basadas en pruebas convincentes y en un análisis
jurídico adecuado. Simplemente pretendió hacer un análisis de coherencia interna
de la sentencia, indicando que:

[…] las declaraciones ya analizadas emanan de personal vinculado directamente


con los hechos o que adquirieron un conocimiento por diversos motivos,
testimonios que resultan coherentes con las pericias y evidencias documentales
incorporadas durante la audiencia que constituyen antecedentes que en su
conjunto y libremente apreciados conducen al convencimiento de tener por
acreditados, más allá de toda duda razonable, los hechos materia de la acusación
fiscal y particular. […]
Asimismo dijo que:
[…] el estándar de convicción más allá de toda duda razonable es propio del
derecho anglosajón y no del europeo continental, por lo que resulta una novedad
para el ordenamiento jurídico chileno. Sin embargo, es un concepto útil, toda vez
que está suficientemente decantado y elimina las discusiones relativas al grado de
convicción que se requiere, dejando en evidencia que no se trata de una
convicción absoluta, sino de aquella que excluya las dudas más importantes. En
razón de lo anterior se reemplazó la frase la suficiente convicción por la oración
más allá de toda duda razonable. (E. Pfeffer U. Código Procesal Penal, Anotado y
Concordado, Editorial Jurídica de Chile, 2001, pág. 340). […]
Sobre esas bases, concluyó que:
[…] no se observa que la sentencia impugnada por los recursos no cumpla con los
requisitos de la letra c) y d) del artículo 342 del Código Procesal Penal, toda vez
que se aprecia una exposición clara, lógica y completa de los hechos, y las
razones que sirven para calificar jurídicamente cada uno de los hechos, más allá
de toda duda razonable. […]
279. Es posible constar que, después de hacer una referencia descriptiva a los
hechos que el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal dio por probados, al juicio de
tipicidad respecto de los mismos y citar partes del análisis probatorio del referido
tribunal, la referida Sala se limitó a concluir las tres líneas indicadas en el párrafo
278. La Corte ha constatado que la decisión de la Sala Segunda no realizó un
análisis de fondo para concluir que la sentencia condenatoria cumplía con las
exigencias legales para dar probados los hechos ni sobre las razones de derecho
que sustentaron la calificación jurídica de los mismos. La simple descripción de los
argumentos ofrecidos por el tribunal inferior, sin que el tribunal superior que
resuelve el recurso exponga un razonamiento propio que soporte lógicamente la
parte resolutiva de su decisión, implica que éste no cumple con el requisito de
eficacia del recurso protegido por el artículo 8.2.h de la Convención que asegura
que sean resueltos los agravios o inconformidades expuestas por los recurrentes,
esto es, que se tenga acceso efectivo al doble conforme (supra párr. 270.d). Tales
falencias tornan ilusoria la garantía protegida por el artículo 8.2.h de la Convención
en perjuicio del derecho a la defensa de quien ha sido condenado penalmente.
280. De lo expuesto se infiere claramente que la sentencia de la Sala Segunda no
realizó un examen integral de la decisión recurrida, ya que no analizó todas las
cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas impugnadas en que se basaba la
sentencia condenatoria de los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao. Ello
indica que no tuvo en cuenta la interdependencia que existe entre las
determinaciones fácticas y la aplicación del derecho, de forma tal que una errónea
determinación de los hechos implica una errada o indebida aplicación del derecho.
En consecuencia, el recurso de nulidad de que dispusieron los señores Norín
Catrimán y Pichún Paillalao no se ajustó a los requisitos básicos necesarios para
cumplir con el artículo 8.2.h de la Convención Americana, de modo que se violó su
derecho a recurrir del fallo condenatorio.
c.ii) Proceso penal contra los señores Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan
Patricio Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán y Juan Ciriaco
Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles (sentencia
desestimatoria de los recursos de nulidad emitida por la Corte de
Apelaciones de Temuco el 13 de octubre de 2004)
281. Las cinco personas condenadas por el delito de incendio terrorista (supra
párr. 128) interpusieron independientemente recursos de nulidad. Los cinco
recursos fueron desestimados conjuntamente por la Corte de Apelaciones de
Temuco en sentencia de 13 de octubre de 2004 (supra párrs. 126 a 128).
282. Los recurrentes presentaron argumentos referidos tanto a la indebida
apreciación de la prueba como a la errónea aplicación del derecho.
Concretamente, sostuvieron que varios testimonios ofrecidos por la acusación no
fueron valorados, o no lo fueron de manera independiente, y que determinadas
pruebas propuestas por la defensa fueron desestimadas indebidamente. También
alegaron que el elemento subjetivo del tipo penal terrorista no se acreditó y que se
vulneró el principio de culpabilidad puesto que la calificación terrorista de los
hechos fue concluida a partir de hechos ejecutados por terceros308.

283. El fallo de la Corte de Apelaciones de Temuco, al pronunciarse sobre los


argumentos invocados por los recurrentes, afirmó que el tribunal que resuelve el
recurso de nulidad

[…] debe constreñirse jurídicamente a evaluar si la sentencia […] del Tribunal de


Juicio Oral […] se basta a sí misma, efectuando una adecuada valoración de los
medios de prueba que fundamentan sus conclusiones, como si señala las razones
por las cuales desestima la prueba no valorada, sin entrar por ello a revisar los
hechos que fueron fijados en ella, ya que de lo contrario, se afectaría el principio
de la inmediatez, y se desnaturalizaría el recurso de nulidad que no incide en los
aspectos de hecho tal y como fueron fijados por el Tribunal de Juicio Oral en lo
Penal. (Considerando 5) [Cursiva añadida]

En otro pasaje dijo que determinada conclusión del Tribunal de Juicio Oral
constaba
[…] en el considerando décimo cuarto número uno, dos y tres, que fija los hechos,
y que por lo mismo no puede ser revisado por este Tribunal. (Considerando 20)
[Cursiva añadida]
284. Asimismo expresó que:

[…] La sentencia debe bastarse a sí misma, para lo cual debe contener un análisis
racional y explícito del resultado de la actividad probatoria, y estar dotada de la
claridad necesaria para que pueda resultar comprensible al lector, que puede ser
otro [t]ribunal que conozca de ella a través de un recurso, sin que sea necesario
que éste se tenga que remontar al estudio del proceso y hacerlo objeto de una
nueva valoración, por desconocimiento de los elementos en que se funda la
decisión […]. (Considerando tercero)
Ahora bien, esta exigencia no implica que toda la prueba deba ser valorada, ya
que lo que el art. 342 letra c.-) del Código Procesal Penal expresamente requiere
es que el [t]ribunal haga una valoración de los medios de prueba que fundamentan
sus conclusiones, lo que conform[e] al artículo 297 del mismo cuerpo legal[,]
cuando señala que la valoración de la prueba en la sentencia requerirá el
señalamiento del o de los medios de prueba mediante los cuales se dieren por
acreditados cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados.
Por lo mismo, no toda la prueba es objeto de valoración, sino solo aquella que se
sirve de fundamentación a las conclusiones [a] que llega el [t]ribunal. Respecto de
la demás prueba rendida en autos, y que no es objeto de valoración, lo que el art.
297 del Código Procesal Penal establece es que el [t]ribunal debe señalar las
razones por las cuales la desestima. (Considerando cuarto)
285. En relación con el argumento de los recurrentes en el sentido de que no se
valoró prueba testimonial de descargo, la Corte de Apelaciones afirmó que los
agravios expresados al respecto “corresponden a prueba que no fue empleada por
el [t]ribunal para fundamentar sus conclusiones” y que “[s]e trata, por lo mismo, de
prueba respecto de la cual […] no [se] impone la exigencia de valoración, sino solo
de expresar la razón por la cual fue desestimada” (Considerando octavo).

286. El perito Claudio Fuentes Maureira, propuesto por el Estado, manifestó que el
considerando quinto de la sentencia de la Corte de Apelaciones (supra párr. 283)
implicó “una interpretación demasiado restrictiva de las normas del Código
Procesal Penal”309.

287. No corresponde a la Corte Interamericana analizar si una sentencia de un


tribunal interno interpretó y aplicó correcta o incorrectamente la normativa interna,
sino sólo determinar si con ello violó o no violó una disposición de la Convención
Americana. De lo expuesto surge con total claridad que la Corte de Apelaciones de
Temuco no realizó un examen integral de la decisión recurrida, ya que no analizó
todas las cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas impugnadas en que se
basaba la sentencia condenatoria. Ello indica que no tuvo en cuenta la
interdependencia que existe entre las determinaciones fácticas y la aplicación del
derecho, de forma tal que una errónea determinación de los hechos implica una
errada o indebida aplicación del derecho (supra párr. 270.d).

288. Adicionalmente, este Tribunal nota que el fallo denegatorio de nulidad realizó
una interpretación del Código Procesal Penal (supra párr. 284) que permitió que
medios probatorios que los recurrentes consideraban como relevantes para
sostener su defensa no fueran valorados sino apenas señalados los motivos para
ser “desestimados”. Al respecto es preciso destacar que al resolver las
inconformidades expuestas por el recurrente, el juez o tribunal superior que
conoce del recurso a que tiene derecho un condenado bajo el artículo 8.2.h de la
Convención Americana debe asegurar que el fallo de condena proporcione una
fundamentación clara, completa y lógica en la cual, además de realizar una
descripción del contenido de los medios de prueba, exponga su apreciación de los
mismos y se indiquen las razones por las cuales los mismos le resultaron, o no,
confiables e idóneos para acreditar los elementos de la responsabilidad penal y,
por lo tanto, desvirtuar la presunción de inocencia.

289. También es posible constatar que con respecto al argumento de la defensa


sobre la indebida valoración de prueba (alegaba que una pluralidad de testimonios
no fueron valorados de manera individual, de manera que las conclusiones
derivadas de los mismos no tuvieron en cuenta las particularidades de cada una
de esas declaraciones y las supuestas contradicciones entre unas y otras), la
Corte de Apelaciones manifestó que “comparte lo señalado por el Ministerio
Público, en cuanto a que la [l]ey obliga al análisis de toda prueba, pero no al
análisis particular de cada una de ella[s], siendo por ello correcto el criterio del
tribunal de plantear el testimonio en aquellos aspectos en los cuales los mismos
están contestes”. Con tal proceder el tribunal superior no resolvió el agravio o
inconformidad de naturaleza probatoria planteada por los recurrentes, que no sólo
estaba referida al alegado deber de valoración individual de esos medios de
prueba sino, también, a objeciones y observaciones concretas sobre el contenido
de determinadas pruebas y las conclusiones derivadas por el tribunal inferior de
esos medios probatorios. En ese sentido, este Tribunal subraya que el tribunal
superior que resuelve el recurso debe controlar, en virtud del recurso contra el fallo
condenatorio y para no hacer ilusorio el derecho a ser oído en condiciones de
igualdad, que el tribunal inferior cumpla con su deber de exponer una valoración
que tenga en cuenta tanto la prueba de cargo como de descargo. Aún si el tribunal
inferior optara por valorar la prueba de manera conjunta, tiene el deber de exponer
claramente en qué puntos existen coincidencias y en cuáles contradicciones en la
misma, así como ocuparse de las objeciones que la defensa hiciere sobre puntos
o aspectos concretos de esos medios de prueba. Esos aspectos planteados por la
defensa en el recurso contra la condena no fueron suficientemente resueltos por
parte del tribunal superior en el presente caso.
290. En consecuencia, el recurso de nulidad del que dispusieron los señores
Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Florencio
Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio Marileo y Juan Ciriaco Millacheo Licán y la
señora Patricia Roxana Troncoso Robles no se ajustó a los requisitos básicos
necesarios para cumplir con el artículo 8.2.h de la Convención Americana, de
modo que se violó su derecho a recurrir del fallo condenatorio.
291. Por las razones expuestas, la Corte concluye que el Estado violó el derecho
de recurrir del fallo, consagrado en el artículo 8.2.h de la Convención Americana,
en relación con el artículo 1.1 de ese tratado, en perjuicio de los señores Segundo
Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Juan Patricio
Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao
Mariñán y Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso
Robles.
…por unanimidad, que:
5. El Estado violó el derecho a la libertad personal, consagrado en el artículo
7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,

Artículo 7. Derecho a la Libertad Personal

1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personal.

3. Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios.


5. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u
otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá
derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad,
sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a
garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.

… y el derecho a la presunción de inocencia, consagrado en el artículo 8.2


de dicho tratado, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de
los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia,
Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan
Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Troncoso Robles, en los
términos de los párrafos 307 a 358 de la presente Sentencia.

307. Las disposiciones pertinentes de la Convención Americana son las


siguientes:
Artículo 7. Derecho a la Libertad Personal
1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales.
2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las
condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados
Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas.
3. Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios. […]
5. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u
otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá
derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin
perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a
garantías que aseguren su comparecencia en el juicio. […]
Artículo 8. Garantías Judiciales […]
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. […]
308. Así pues, el numeral 1 del artículo 7 consagra en términos generales el
derecho a la libertad y la seguridad personales, y los demás numerales consagran
aspectos específicos de ese derecho. La violación de cualquiera de dichos
numerales entrañará la violación del artículo 7.1 de la Convención, “puesto que la
falta de respeto a las garantías de la persona privada de la libertad desemboca, en
suma, en la falta de protección del propio derecho a la libertad de esa
persona”316.

309. El principio general en esta materia es que la libertad es siempre la regla y la


limitación o restricción siempre la excepción317. Tal es el efecto del artículo 7. 2,
que dispone: “Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y
en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los
Estados Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas”. Pero el solo
cumplimiento de las formalidades legales no es suficiente pues el artículo 7.3 de la
Convención Americana, al disponer que “[n]adie puede ser sometido a detención o
encarcelamiento arbitrarios”, prohíbe la detención o encarcelamiento por métodos
que pueden ser legales, pero que en la práctica resultan irrazonables,
imprevisibles o carentes de proporcionalidad318.

310. La aplicación de ese principio general a los casos de detención o prisión


preventiva surge como efecto combinado de los artículos 7.5 y 8.2. En virtud de
ellos, la Corte ha establecido que la regla general debe ser la libertad del imputado
mientras se resuelve acerca de su responsabilidad penal319, ya que éste goza de
un estado jurídico de inocencia que impone que reciba del Estado un trato acorde
con su condición de persona no condenada. En casos excepcionales, el Estado
podrá recurrir a una medida de encarcelamiento preventivo a fin de evitar
situaciones que pongan en peligro la consecución de los fines del proceso320.
Para que una medida privativa de libertad se encuentre en concordancia con las
garantías consagradas en la Convención, su aplicación debe conllevar un carácter
excepcional y respetar el principio de presunción de inocencia y los principios de
legalidad, necesidad y proporcionalidad, indispensables en una sociedad
democrática321.
311. La Corte ha precisado también las características que debe tener una medida
de detención o prisión preventiva para ajustarse a las disposiciones de la
Convención Americana:
a) Es una medida cautelar y no punitiva: debe estar dirigida a lograr fines legítimos
y razonablemente relacionados con el proceso penal en curso. No puede
convertirse en una pena anticipada ni basarse en fines preventivos-generales o
preventivo-especiales atribuibles a la pena322.

b) Debe fundarse en elementos probatorios suficientes: Para disponer y mantener


medidas como la prisión preventiva deben existir elementos probatorios suficientes
que permitan suponer razonablemente que la persona sometida a proceso ha
participado en el ilícito que se investiga323. Verificar este presupuesto material
constituye un primer paso necesario para restringir el derecho a la libertad
personal por medio de una medida cautelar, pues si no existiesen mínimamente
elementos que permitan vincular a la persona con el hecho punible investigado,
tampoco habrá necesidad de asegurar los fines del proceso. Para la Corte, la
sospecha tiene que estar fundada en hechos específicos, esto es, no en meras
conjeturas o intuiciones abstractas324. De allí se deduce que el Estado no debe
detener para luego investigar, por el contrario, sólo está autorizado a privar de la
libertad a una persona cuando alcance el conocimiento suficiente para poder
llevarla a juicio325.

c) Está sujeta a revisión periódica: La Corte ha puesto de relieve que no debe


prolongarse cuando no subsistan las razones que motivaron su adopción. También
ha observado que son las autoridades nacionales las encargadas de valorar la
pertinencia o no del mantenimiento de las medidas cautelares que emiten
conforme a su propio ordenamiento. Al realizar esta tarea, las autoridades
nacionales deben ofrecer los fundamentos suficientes que permitan conocer los
motivos por los cuales se mantiene la restricción de la libertad326, la cual, para
que no se erija en una privación de libertad arbitraria, de acuerdo con el artículo
7.3 de la Convención Americana, debe estar fundada en la necesidad de asegurar
que el detenido no impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones ni eludirá
la acción de la justicia327. La Corte resalta, además, que el juez no tiene que
esperar hasta el momento de dictar sentencia absolutoria para que una persona
detenida recupere su libertad, sino que debe valorar periódicamente si se
mantienen las causas de la medida y la necesidad y la proporcionalidad de ésta,
así como si el plazo de la detención ha sobrepasado los límites que imponen la ley
y la razón. En cualquier momento en que aparezca que la prisión preventiva no
satisface estas condiciones, deberá decretarse la libertad, sin perjuicio de que el
proceso respectivo continúe328.
312. De conformidad con lo indicado, no es suficiente con que sea legal; además,
es necesario que no sea arbitraria, lo cual implica que la ley y su aplicación deben
respetar los requisitos siguientes:
a) Finalidad compatible con la Convención: la finalidad de las medidas que priven
o restrinjan la libertad debe ser compatible con la Convención (supra párr. 311.a).
La Corte ha indicado que “la privación de libertad del imputado no puede residir en
fines preventivo-generales o preventivo-especiales atribuibles a la pena, sino que
sólo se puede fundamentar […] en un fin legítimo, a saber: asegurar que el
acusado no impedirá el desarrollo del procedimiento ni eludirá la acción de la
justicia”329. En este sentido, la Corte ha indicado reiteradamente que las
características personales del supuesto autor y la gravedad del delito que se le
imputa no son, por sí mismos, justificación suficiente de la prisión preventiva330.
Asimismo, ha destacado que el peligro procesal no se presume, sino que debe
realizarse la verificación del mismo en cada caso, fundado en circunstancias
objetivas y ciertas del caso concreto331.

b) Idoneidad: las medidas adoptadas deben ser idóneas para cumplir con el fin
perseguido332.

c) Necesidad: deben ser necesarias, es decir, es preciso que sean absolutamente


indispensables para conseguir el fin deseado y que no exista una medida menos
gravosa con respecto al derecho intervenido entre todas aquellas que cuentan con
la misma idoneidad para alcanzar el objetivo propuesto333. De tal manera, aun
cuando se haya determinado el extremo relativo a los elementos probatorios
suficientes que permitan suponer la participación en el ilícito (supra párr. 311.b), la
privación de la libertad debe ser estrictamente necesaria para asegurar que el
acusado no impedirá dichos fines procesales334.

d) Proporcionalidad: deben ser estrictamente proporcionales, de tal forma que el


sacrificio inherente a la restricción del derecho a la libertad no resulte exagerado o
desmedido frente a las ventajas que se obtienen mediante tal restricción y el
cumplimiento de la finalidad perseguida335.

e) Cualquier restricción a la libertad que no contenga una motivación suficiente


que permita evaluar si se ajusta a las condiciones señaladas será arbitraria y, por
tanto, violará el artículo 7.3 de la Convención336. De este modo, para que se
respete la presunción de inocencia al ordenarse medidas cautelares restrictivas de
la libertad es preciso que el Estado fundamente y acredite, de manera clara y
motivada, según cada caso concreto, la existencia de los referidos requisitos
exigidos por la Convención337.
2. Examen de las alegadas violaciones
a) La prisión preventiva de Víctor Ancalaf Llaupe338
a.i) Hechos pertinentes
313. Como ya se ha indicado (supra párr. 137), el 17 de octubre de 2002 el
Ministro Instructor de la Corte de Apelaciones de Concepción dictó el auto de
procesamiento en contra del señor Víctor Ancalaf Llaupe y también se
“[d]esp[achó] orden de aprehensión en [su] contra”. El señor Ancalaf Llaupe fue
aprehendido el 6 de noviembre de 2002 y, como ya estaba procesado, quedó en
prisión preventiva. No se hicieron consideraciones específicas con respecto a la
prisión preventiva, que se produjo como consecuencia del procesamiento.

314. El auto de procesamiento incluyó un listado de prueba recabada y un


resumen de los hechos investigados y, con respecto a la vinculación de Víctor
Manuel Ancalaf Llaupe con los referidos hechos, indicó lo siguiente en el séptimo
párrafo:
7º. Que de estos mismos antecedentes y de las propias declaraciones
indagatorias de Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, en fojas 318 y 967, aparecen
presunciones fundadas para estimar que a éste le ha correspondido participación
en calidad de autor de los tres delitos anteriormente escritos. Por estas
consideraciones y visto, además, lo dispuesto en los artículos 15 del Código
Penal, 274, 275 y 276 del Código de Procedimiento Penal, y 10 y 14 de la Ley No
18.314, se declara que Víctor Manuel Ancalaf Llaupe queda sometido a proceso
como autor de los delitos terroristas reseñados en los considerandos precedentes,
cometidos los días 29 de septiembre de 2001, 3 y 17 de marzo del presente año,
contemplados en el artículo 2 No 4 de la Ley No. 18.314 en relación con el artículo
1 del mismo texto legal.
315. El 24 de abril de 2003 la defensa del señor Ancalaf Llaupe presentó una
solicitud de libertad provisional, “[c]onsiderando el tiempo de privación de libertad
de [su] representado y que no es posible pensar que su libertad pueda alterar las
diligencias del sumario”. La referida solicitud fue denegada al día siguiente por el
Ministro Instructor339. El 30 de abril de 2003 la defensa del señor Ancalaf
presentó una apelación de dicha resolución, la cual fue denegada el 5 de mayo de
2003 por la Corte de Apelaciones de Concepción sin fundamentación expresa.

316. Ocho meses después del inicio de la privación de libertad, el 7 de julio de


2003, la defensa del señor Ancalaf presentó una nueva solicitud de libertad
provisional tomando en consideración que “[e]st[aba] agotada la investigación”. Al
día siguiente, el Ministro Instructor denegó dicha solicitud en los mismos términos
que la denegación del 25 de abril de 2003.

317. El señor Ancalaf permaneció detenido en prisión preventiva hasta el 30 de


diciembre de 2003, fecha en la cual se emitió la sentencia condenatoria en su
contra (supra párr. 144).
a.ii) Consideraciones de la Corte
318. Del examen del auto de procesamiento emitido el 17 de octubre de 2002 en
contra de Víctor Ancalaf Llaupe, a partir del cual se le privó de la libertad, la Corte
constata que dicha decisión no cumplió con el primer extremo necesario para
restringir el derecho a la libertad personal por medio de la medida cautelar, relativo
a señalar la existencia de elementos probatorios suficientes sobre la participación
en el ilícito que se investiga (supra párr. 311.b). El listado de medios de prueba
recabados y la afirmación de que los antecedentes y “las propias declaraciones
indagatorias de Víctor Manuel Ancalaf Llaupe” constituirían “presunciones
fundadas para estimar que a éste le ha correspondido participación en calidad de
autor de los tres delitos” investigados (supra párr. 314), no permitían constatar que
se cumpliera con dicho extremo. Debe recordarse que el señor Ancalaf Llaupe no
tuvo conocimiento del expediente hasta junio de 2003, meses después de
finalizado el sumario, cuyas actuaciones se mantuvieron en reserva, en aplicación
del artículo 78 del Código de Procedimiento Penal (supra párrs. 138 a 140). Fue
recién en la etapa de plenario que pudo tener acceso al expediente, pero ello fue
con excepción de los cuadernos reservados (supra párrs. 142 a 144).

319. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos al pronunciarse sobre la


detención en un caso relacionado con la investigación de un delito de carácter
terrorista, sostuvo que se puede presentar la situación de que un imputado es
detenido fundándose en información fiable pero que dicha información no pueda
ser revelada al imputado ni producida ante un tribunal para no poner en riesgo la
fuente de la misma. El Tribunal Europeo determinó que, aún si por las dificultades
propias a la investigación y procesamiento de delitos de terrorismo lo “razonable”
no siempre puede ser evaluado correspondiendo a los mismos estándares que un
crimen convencional, “las exigencias derivadas de enfrentar la delincuencia
terrorista no pueden justificar la expansión de la noción de “razonabilidad” hasta el
punto de afectar a la esencia de la salvaguardia garantizada por el artículo 5 1 c)”
del Convenio Europeo340.

320. En el presente caso no consta que el secreto de todas las actuaciones del
sumario durante toda esa etapa procesal (ni de los “cuadernos reservados” aún
después de ella) respondiera a una medida necesaria para proteger información
que pudiera afectar la investigación. Consecuentemente, la defensa del imputado
no tuvo la oportunidad de conocer ninguna de las actuaciones y pruebas en que
se fundó su privación de libertad. Adicionalmente, la afirmación efectuada por el
Ministro Instructor en el auto de procesamiento de que existían “presunciones
fundadas para estimar que [al señor Ancalaf] le ha correspondido participación en
calidad de autor de los tres delitos” investigados, no estuvo acompañada de
información específica que el imputado y su defensa pudieran controvertir341. En
consecuencia, la Corte determina que el Estado no cumplió el requisito de
establecer la existencia de elementos de convicción suficientes que permitan
suponer razonablemente que personas ha participado en el delito que se
investiga(supra párr. 312.b).
321. La prisión preventiva de Víctor Ancalaf Llaupe tampoco fue dispuesta para
alcanzar un fin legítimo, pues en el auto de procesamiento no se hizo referencia a
la necesidad de la privación de libertad ni al fin que se buscaba en el caso
concreto con ella. La finalidad perseguida con la prisión preventiva quedó clara
cuando se denegaron todas las solicitudes de libertad provisional formuladas por
el señor Ancalaf Llaupe, lo mismo que las correspondientes apelaciones. La única
motivación de las resoluciones denegatorias fue la de que ello se hacía “por
estimarse peligrosa para la seguridad de la sociedad”, “[t]eniendo presente el
número de delitos que se imputan al procesado [y] el carácter de los mismos”. Las
apelaciones fueron desestimadas de plano y sin motivación.

322. La Corte considera que el referido fin de impedir que la libertad del imputado
resultara peligrosa “para la seguridad de la sociedad” tiene un sentido abierto que
puede permitir fines no acordes con la Convención. Al respecto, el perito Duce,
propuesto por CEJIL, explicó que dicha causal tiene un carácter abierto a
diferentes interpretaciones que pueden comprender no solo fines procesales y
legítimos, pero también fines que la Corte en su jurisprudencia ha considerado
ilegítimos para ordenar y mantener la prisión preventiva342.

323. Ello hace indispensable verificar si en el caso concreto la referencia a impedir


que la libertad del imputado resultara “peligrosa para la seguridad de la sociedad”
estuvo acompañada de un factor o criterio que pudiera considerarse que busca un
fin cautelar y que justifica la necesidad de la medida en el caso concreto. En este
sentido, en el caso al referirse a la peligrosidad sólo se aludió a dos de los criterios
que el artículo 363 del Código de Procedimiento Penal disponía que debían ser
tenidos “especialmente” en cuenta: “la gravedad de la pena asignada al delito” y
“el número de delitos que se le imputare y el carácter de los mismos”. La Corte
reitera que no alcanza con la utilización de esos criterios, por sí solos, para
justificar la prisión preventiva (supra párr. 312.a).
324. Por otra parte, la falta de motivación de las decisiones judiciales, agravada
por el secreto sumarial, impidió que la defensa conociera las razones por las
cuales se mantenía la prisión preventiva y ello le impidió presentar pruebas y
argumentos encaminados a impugnar prueba de cargo determinante o lograr su
libertad provisional343. Al respecto, el perito Fierro Morales indicó que “[e]s en
este contexto que el Ministro Instructor, y desde el absoluto secreto, determinó que
sobre Ancalaf existían presunciones fundadas que lo vinculaban en calidad de
autor en los hechos investigados como delitos terroristas”344.

325. Asimismo, ni en el auto de procesamiento ni en las denegaciones de las


solicitudes de libertad provisional se valoró que Víctor Ancalaf Llaupe se había
presentado voluntariamente cuando fue citado a declarar y que, cuando su
defensa presentó la segunda solicitud, la investigación en su contra ya había
concluido.

326. Como no se había establecido legalmente su responsabilidad penal, el señor


Ancalaf Llaupe tenía derecho a que se le presumiera inocente, con arreglo al
artículo 8.2 de la Convención Americana. De ello derivaba la obligación estatal de
no restringir su libertad más allá de los límites estrictamente necesarios, pues la
prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva. En consecuencia, el Estado
restringió la libertad del señor Ancalaf sin respetar el derecho a la presunción de
inocencia y violó su derecho a no ser sometido a detención arbitraria consagrado
en el artículo 7.3 de la Convención.

327. Por las razones que anteceden, corresponde concluir que el Estado violó los
derechos a la libertad personal, a no ser sometido a detención arbitraria y a no
sufrir prisión preventiva en condiciones no ajustadas a los estándares
internacionales, consagrados en el artículo 7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención
Americana, y el derecho a la presunción de inocencia, consagrado en el artículo
8.2 de la Convención Americana, todo ello en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.
b) La prisión preventiva de Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio
Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo Licán, José Benicio Huenchunao
Mariñán y Patricia Roxana Troncoso Robles 345
b.i) Hechos pertinentes
a) Sometimiento a prisión preventiva de Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco
Millacheo Licán, José Benicio Huenchunao Mariñán y Patricia Troncoso Robles
328. El 28 de enero de 2003, se llevó a cabo en el Juzgado de Garantía Tutelar de
Collipulli la audiencia de formalización de la investigación que con respecto a,
entre otros, Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo Licán, José Benicio
Huenchunao Mariñán y Patricia Troncoso Robles. En ella, el Ministerio Público
solicitó que se les impusiera la prisión preventiva y la jueza así lo dispuso.
Fundamentó su resolución expresando que consideraba que “las declaraciones
reservadas tenidas a la vista por esta Juez constituyen presunciones fundadas de
la participación de los imputados en dichos hechos” y que “en estos momentos por
el hecho de que los imputados se encuentran sometidos a medida cautelar
personal en otros procesos pendientes, sin perjuicio de la revisión de cautelares
posterior procede conceder la prisión preventiva solicitada por el Ministerio
Público”. La medida cautelar a que estaban sometidos era también la de prisión
preventiva346.

b) Sometimiento a prisión preventiva de Juan Patricio Marileo Saravia


329. En la audiencia de control de la detención y formalización de la investigación
respecto de Juan Patricio Marileo Saravia, que se llevó a cabo en el respectivo
juzgado el 16 de marzo de 2003, el Ministerio Público solicitó la prisión preventiva
y, mediante decisión emitida ese mismo día, el Juzgado de Garantía Subrogante
de Collipulli así la dispuso. Fundamentó su decisión en que “en mérito de los
antecedentes invocados, este juez estima que se encuentra suficientemente
acreditada en esta etapa procesal tanto la existencia del delito, materia de la
formalización, como asimismo la participación y responsabilidad que en él cabe al
imputado”. Asimismo, indicó que “atendida la forma, circunstancia de comisión del
ilícito investigado, la entidad del mal causado por el mismo y la pena que este trae
consigo, este juez estima que en esta etapa procesal la libertad del imputado
resulta ser un peligro para la seguridad de la sociedad, de modo de hacer
procedente a su respecto la cautelar de prisión preventiva”. Asimismo, indicó que
“no concurr[ía] en la especie ninguna de las circunstancias consideradas por las
normas del artículo 141 del Código Procesal Penal en orden a la exclusión de la
prisión preventiva” y que “tampoco se ha[bía] acreditado en [l]a audiencia el
arraigo social y familiar que señala la referida disposición como condicionante para
la exclusión de la prisión preventiva”.

c) Revisión de la necesidad de mantener la prisión preventiva de las cinco


presuntas víctimas
330. Actuando separada o conjuntamente, las presuntas víctimas solicitaron en
reiteradas ocasiones (1 de abril, 30 de mayo, 18 de junio, 12 y 24 de septiembre, 7
y 13 de octubre y 24 de noviembre de 2003) la revisión de la medida cautelar de
prisión preventiva al Juzgado de Letras y Garantía de Collipulli. En todos los casos
la decisión judicial fue denegatoria, y las apelaciones correspondientes fueron
denegadas. La argumentación en que se basaron las denegatorias fue, en
general, que la libertad sería “peligrosa para la seguridad de la sociedad” o que no
habían variado las circunstancias que hicieron aconsejable la prisión preventiva.
En un caso se agregó, “a mayor abundamiento”, que “en estos momentos no hay
otra medida cautelar que permita asegurar los fines del procedimiento ahora”347.
Respecto de las solicitudes de 12 de septiembre de 2003 y fechas posteriores, no
se llegó a adoptar resolución porque la Corte de Apelaciones de Temuco había
decretado, a solicitud del Ministerio Público, una medida de no innovar.

331. Mediante escrito de 8 de enero de 2004, los defensores de las cinco


presuntas víctimas solicitaron una audiencia de revisión de sus medidas
cautelares “según lo ordena el artículo 145 inciso 2 del Código Procesal Penal,
toda vez que han transcurrido más de 6 meses desde la última vez que se revisó
esta gravosa medida cautelar [y sus] representados se encuentran privados de
libertad por más de un año”. Al día siguiente, el Juzgado Mixto de Letras y
Garantía de Collipulli resolvió que “[e]xistiendo orden de no innovar en este
procedimiento, no ha lugar, por ahora”. El 28 de enero de 2004 la Corte Suprema
de Justicia de Chile resolvió que “no ha lugar a dejar sin efecto la orden de no
innovar sin perjuicio de limitarse la misma a la tramitación de los antecedentes, sin
que ello obste a que se decida sobre la prisión preventiva que afecta a los
imputados”. El juzgado fijó la audiencia de revisión de la medida cautelar impuesta
a los cinco imputados para el 13 de febrero de 2004.

332. Después de la referida audiencia, invocando, entre otros fundamentos, “los


Tratados Internacionales a que se ha referido la Defensora Penal Públic[a]”, el
juzgado resolvió sustituir la prisión preventiva por otras medidas cautelares
consistentes en la obligación de presentarse periódicamente ante la autoridad
correspondiente y la prohibición de salir del país, y se dictó “orden de inmediata
libertad”. El 18 de febrero de 2004 el Fiscal y dos querellantes interpusieron una
apelación en contra de la referida resolución y el 24 de febrero de 2004 se llevó a
cabo una audiencia ante la Corte de Apelaciones de Temuco que, invocando, entre
otros fundamentos, los artículos 7.1 y 7.2 “del Pacto de San José de Costa Rica”,
resolvió por unanimidad confirmar la resolución recurrida e imponer a los
imputados, adicionalmente, la “medida cautelar de arresto domiciliario nocturno
[…] con la obligación de presentarse […] personalmente ante la autoridad
encargada de vigilar el cumplimiento efectivo de la medida decretada”.

b.ii) Consideraciones de la Corte


333. La Corte estima que las decisiones de adopción y mantenimiento de la prisión
preventiva no se ajustaron a los requisitos de la Convención Americana en cuanto
a la necesidad de basarse en elementos probatorios suficientes –con excepción
de la de Juan Patricio Marileo Saravia que sí cumple con este elemento (infra párr.
336)- y perseguir un fin legítimo y a la obligación de revisión periódica.

a) Elementos probatorios insuficientes


334. La decisión judicial que inicialmente dispuso la prisión preventiva de Jaime
Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán
y Patricia Troncoso Robles no cumplió con la exigencia de estar fundada en
elementos probatorios suficientes para suponer razonablemente que dichas
personas habían participado en el hecho delictivo investigado, pues se fundó
únicamente en “declaraciones reservadas”, sin exponer elementos que pudieran
corroborar tal conclusión (supra párr. 328). Tales declaraciones se refieren a
testimonios cuyo contenido no podía ser conocido por la defensa, ya que en esa
etapa de la investigación en que se solicitó y ordenó la prisión preventiva se había
decretado el secreto de las actuaciones de la investigación de conformidad con el
artículo 182 del Código Procesal Penal por cuarenta días. Inclusive, cuando la
jueza evaluó en audiencia la solicitud de prisión preventiva interpuesta por el
Ministerio Público, la defensa hizo notar que se estaban utilizando “antecedentes a
los cuales no ha[bía] podido tener acceso”.
335. Dicha referencia a las “declaraciones reservadas” no estuvo acompañada de
argumentos o explicaciones adicionales que, aun sin revelar datos que requerían
ser resguardados temporalmente respecto del medio de prueba, bridaran mayor
información que permitiera conocer la justificación de la decisión judicial e hicieran
posible para los imputados y su defensa controvertir la adopción de la medida
cautelar de prisión preventiva. Consecuentemente, la defensa de los imputados no
conocía la prueba ni información sobre los elementos que aquella supuestamente
aportaba al juez para fundar sus consideraciones sobre la posible participación en
el hecho delictivo.

336. Con respecto a Juan Patricio Marileo Saravia, la decisión judicial de adopción
de la prisión preventiva (supra párr. 329) proporciona elementos suficientes para
concluir que cumplió con la primera exigencia de señalar los indicios que permitan
suponer razonablemente que la persona ha participado en el ilícito que se
investiga.
b) Falta de fin legítimo
337. En cuanto al requerimiento de motivar la necesidad de la prisión preventiva
en un fin legítimo (supra párr. 312.a), las decisiones que dispusieron la prisión
preventiva no se ajustaron a la Convención Americana:

a) La decisión relativa a Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao


Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y Patricia Troncoso Robles no se refirió a si
la medida cautelar perseguía algún fin procesal y era necesaria en relación con la
investigación, sino que se limitó a ordenarla fundándose en que los imputados
estaban sometidos a ese tipo de medida en relación con otros procesos. Tal
razonamiento no sustenta la necesidad de la medida en relación con la
investigación y procesamiento en el caso concreto.

b) La decisión relativa a Juan Patricio Marileo se fundó en que su libertad


constituía un “peligro para la seguridad de la sociedad”, causal abierta que, como
ya se indicó (supra párrs. 322 y 323), hace necesario verificar si en el caso
concreto la referencia a esa causal estuvo acompañada de un factor o criterio que
pudiera considerarse que busca un fin cautelar y que justificara la medida en el
caso concreto. Al respecto, la decisión que ordenó la prisión preventiva se limitó a
indicar que lo consideraba necesario “en [la] etapa procesal” en que se encontraba
la causa “atendi[endo a] la forma, circunstancia de comisión del ilícito investigado,
la entidad del mal causado por el mismo y la pena que este trae consigo”. En
cuanto al criterio o factor relativo a “la forma [y] circunstancia de comisión del ilícito
investigado”, la Corte constata que dicho factor no estuvo acompañado de una
explicación sobre cómo ello incidiría en algún riesgo procesal. El juez no
fundamentó si ello repercutía de alguna forma en la obstrucción de diligencias
específicas pendientes de efectuar en la etapa en que se encontraba el proceso.
En cuanto a la referencia a criterios como la pena y el “mal causado por el delito”,
la Corte reitera que la gravedad del delito no es, por sí mismo, justificación
suficiente de la prisión preventiva (supra párr. 312.a). Por consiguiente, la Corte
estima que el tribunal no motivó la necesidad de ordenar la prisión preventiva en
base de un riesgo procesal en el caso concreto.

338. Las decisiones denegatorias de las solicitudes de revisión no invocaron


ningún fin legítimo para mantener la prisión preventiva, de modo que quedó
incambiada la situación indicada en el párrafo anterior.
339. Por consiguiente, la Corte estima que los jueces no motivaron la necesidad
de fundamentar la decisión de imponer o mantener la prisión preventiva en un fin
legítimo como la existencia de un riesgo procesal en el caso concreto.
c) Inadecuada revisión periódica
340. Las decisiones judiciales denegatorias de las solicitudes de revisión no
cumplieron adecuadamente la función de analizar si era pertinente mantener las
medidas privativas de libertad. Las afirmaciones de que “no hay nuevos
antecedentes que revisar” y que “no existen antecedentes que permitan presumir
que han variado las circunstancias que hicieron aconsejable la prisión preventiva”,
denotan una concepción errónea que parte de que tendría que comprobarse que
las circunstancias iniciales variaron, en lugar de entender que es tarea del juez
analizar si subsisten circunstancias que hagan que la prisión preventiva deba
mantenerse y sea una medida proporcional para alcanzar el fin procesal
perseguido. Las decisiones judiciales desconocieron la necesidad de justificar de
manera motivada el mantenimiento de la medida cautelar impuesta y no se
refirieron a ningún fin procesal que hiciera necesario que se mantuviera la misma.
Inclusive en algún caso la resolución de mantener la prisión preventiva se adoptó
sin motivación alguna.

341. En cuanto a la decisión judicial de 23 de junio de 2003 que mantuvo la prisión


preventiva de Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo Licán, Juan Patricio
Marileo y Patricia Troncoso Robles, la misma no contiene una explicación respecto
a cuáles antecedentes se refería que “no hacen variar las circunstancias que
hicieron aconsejable la prisión preventiva”, y desconoció que la revisión de la
prisión preventiva impuesta implica justificar de manera motivada la necesidad del
mantenimiento de la misma. Ello resulta particularmente grave en este caso
puesto que la adopción inicial de la medida cautelar no cumplió con ninguno de los
requerimientos convencionales para su adopción (supra párrs. 334, 335 y 337).
Asimismo, al mantener la medida el juzgado no explicó a cuáles fines procesales
se refería y por qué no existía otra medida cautelar que “permit[iera] asegurar los
fines del procedimiento”. Al respecto, el artículo 155 del Código Procesal Penal, al
cual hizo referencia la defensa, dispone otras siete medidas cautelares personales
que pueden ser impuestas de manera aislada o conjunta, entre otras cosas, para
“garantizar el éxito de las diligencias de investigación” y “asegurar la
comparecencia del imputado a las actuaciones del procedimiento o ejecución de la
sentencia”, las cuales al parecer no fueron consideradas por la autoridad judicial.
d) Presunción de inocencia
342. Como todavía no se había establecido legalmente su responsabilidad penal,
las presuntas víctimas tenían derecho a que se les presumiera inocentes, con
arreglo al artículo 8.2 de la Convención Americana. De ello derivaba la obligación
estatal de no restringir su libertad más allá de los límites estrictamente necesarios,
pues la prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva. En consecuencia,
el Estado restringió la libertad de Juan Patricio Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo
Licán y la señora Patricia RoxanaTroncoso Robles sin respetar el derecho a la
presunción de inocencia y violó su derecho a no ser sometidas a detención
arbitraria consagrado en el artículo 7.3 de la Convención.

***
343. Por las razones expuestas, corresponde concluir que el Estado violó los
derechos a la libertad personal, a no ser sometido a detención arbitraria y a no
sufrir prisión preventiva en condiciones no ajustadas a los estándares
internacionales, consagrados en el artículo 7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención
Americana, y el derecho a la presunción de inocencia, consagrado en el artículo
8.2 de la Convención Americana, todo ello en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio de los señores Juan Patricio Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco
Millacheo Licán y la señora Patricia RoxanaTroncoso Robles.

c) La prisión preventiva de Aniceto Norín Catrimán y Pascual Pichún


Paillalao348
344. La prisión preventiva de los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao
también estuvo regida por lo dispuesto en los artículos 139 a 154 del Código
Procesal Penal de 2000 (supra párr. 305). A ambos se les investigó y juzgó en
relación con dos delitos de incendio de carácter terrorista y por el delito de
amenazas de incendio terrorista. Fueron condenados como autores del delito de
amenazas y absueltos por los delitos de incendio terrorista (supra párrs. 106 a
119).
c.i) Hechos pertinentes
a) Sometimiento a prisión preventiva a Aniceto Norín Catrimán Pascual y a
Pascual Pichún Paillalao
345. El 11 de enero de 2002 se realizó ante el Juzgado de Garantía de Traiguén la
audiencia de control de la detención y formalización de la investigación respecto
de Aniceto Norín Catrimán, en la cual el Ministerio Público solicitó que se dictara la
medida de prisión preventiva. La defensa hizo notar, entre otras cosas, que “el
señor Fiscal no ha fundamentado cuáles son los antecedentes y no puede basarse
en que sus antecedentes han sido declarados secretos en esta parte porque su
Ssa. debe fundamentar precisamente su resolución en esos antecedentes”. El
fiscal sostuvo que “en relación a la participación hay un conjunto de testimonios
que están en este momento en reserva, pero si [la jueza] quiere examinarlos los
p[odría] poner a su disposición” y la jueza decretó un receso “para efecto de
revisar los antecedentes”. Ese día dicho juzgado ordenó la medida solicitada
fundándose en que: se reúnen los requisitos del artículo 140, se encuentra
acreditado el delito, hay antecedentes fundados que permiten presumir que el
imputado ha tenido participación de autor, además hay antecedentes también que
permiten al Tribunal que hizo la revisión y estudio de los antecedentes que le
fueron exhibidos en la carpeta de los antecedentes de investigación que me
exhibió la Fiscalía que permiten estimar que la prisión preventiva es indispensable
para el éxito de las diligencias de la investigación y además por estimar que la
libertad del imputado en este momento constituye un peligro grave para la
sociedad especialmente en atención al número de delitos por los cuales se [h]a
formalizado y a la gravedad de la pena asignada por lo menos a uno de ellos que
sería el delito de incendio que merece una pena de presidio menor en cualquiera
de sus grados mayor a 5 años y un día.
346. El 14 de enero de 2002 la defensa del señor Norín Catrimán apeló la
resolución judicial dictada el 11 de enero de 2002, alegando que “[s]e ha
argumentado que existen antecedentes declarados secretos, pero no se ha
señalado en caso alguno si en ellos se contienen antecedentes en contra de mi
representado” y que “al no dar a conocer cuáles son los antecedentes que
justifican esta medida cautelar tan grave se atenta contra sus posibilidades de
defensa”. El 18 de enero de 2002 se realizó una audiencia para resolver la referida
apelación, después de la cual la Corte de Apelaciones de Temuco resolvió
confirmar la resolución recurrida, con excepción del fundamento “relativo a que la
prisión preventiva sería indispensable para el éxito de las diligencias de la
investigación”, el cual ordenó “elimin[ar]”.

347. El 4 de marzo de 2002 se llevó a cabo la audiencia de control de detención y


formalización en contra de Pascual Pichún Paillalao ante el Juzgado de Garantía
de Traiguén, en la cual el Ministerio Público solicitó la prisión preventiva. El
juzgado la concedió fundándose en que “existen antecedentes que justifican la
existencia del delito, además que hay presunciones fundada[s] que el imputado
[h]a tenido una participación en [é]l y además que existen antecedentes calificados
que permiten considerar al Tribunal que la prisión preventiva es indispensable para
el éxito de la investigación”. El 9 de marzo de 2002 la defensa del señor Pichún
Paillalao apeló la resolución de 4 de marzo de 2002. El 13 de ese mes se realizó
una audiencia para resolver la referida apelación, luego de la cual la Corte de
Apelaciones de Temuco resolvió confirmar la resolución recurrida en los siguientes
términos:
[t]eniendo presente las circunstancias del hecho, lo expuesto por los
comparecientes a estrados, la gravedad del delito investigado y los antecedentes
personales del imputado y visto, además, lo dispuesto por el artículo 140 del
Código Procesal Penal SE CONFIRMA la resolución apelada de cuatro de marzo
en curso, por estimar peligrosa para la seguridad de la sociedad la libertad del
inculpado Pascual Pichún Paillalao.
b) Revisión de la necesidad de mantener la prisión preventiva
348. Actuando separada o conjuntamente, las presuntas víctimas solicitaron en
reiteradas ocasiones (22 de febrero, 14 de junio, 4 de julio, y 9 de agosto de 2002)
la revisión de la medida cautelar de prisión preventiva ante el Juzgado de Garantía
de Traiguén. En todos los casos la decisión judicial fue denegatoria y las
apelaciones interpuestas fueron denegadas por la Corte de Apelaciones de
Temuco (salvo en un caso en que fue declarada abandonada por no
comparecencia de la defensa349). La argumentación en que se basaron las
denegatorias fue, básicamente, que se mantenía el peligro para la seguridad de la
sociedad, sobre la base de la gravedad de los delitos imputados. En una de las
resoluciones denegatorias se dijo además que “como dice la Defensa el Tribunal
de Garantía debe de velar por la inocencia del imputado, este Tribunal también
debe de velar por los derechos de la víctima”350. En otra de ellas se explicitó que
“se reúnen a su respecto las tres letras del artículo 140[:] el delito está
acreditado[,] también hay presunciones fundadas para estimar que tiene la calidad
de autores y además por la gravedad de los delitos por los cuales encuentran en
prisión preventiva y por la gravedad de la pena asignada al delito”351. En una
resolución posterior se dijo que “analizado lo que se ha dicho y además los
antecedentes de los cuales tiene conocimiento vistos en la carpeta que no han
variado los requisitos para mantener la prisión en orden a que se ha formalizado
por un delito de la Ley No 18.314, que merece una penalidad grave, y por lo tanto,
la libertad constituye un peligro para la sociedad”352.
c.ii) Consideraciones de la Corte
349. La Corte estima que las decisiones de adopción y mantenimiento de la prisión
preventiva no se ajustaron a los requisitos de la Convención Americana en cuanto
a la necesidad de basarse en pruebas suficientes y perseguir un fin legítimo y a la
obligación de revisión periódica.
a) Elementos probatorios insuficientes
350. La decisión de imponer la prisión preventiva a Aniceto Norín Catrimán (supra
párrs. 345 y 346) se fundó en testimonios que estaban “en reserva” porque se
había decretado el secreto de una parte de las actuaciones de la investigación.
Tampoco se dieron argumentos o explicaciones adicionales que, aun sin revelar
datos que requerían ser resguardados temporalmente respecto del medio de
prueba, brindaran mayor información que permitiera conocer la justificación de la
decisión judicial e hicieran posible para el imputado y su defensa controvertir la
adopción de la medida cautelar de prisión preventiva. Por lo tanto, no se ajustó a
uno de los requisitos de la Convención Americana.

351. La decisión judicial que ordenó la prisión preventiva de Pascual Pichún


Paillalao se fundó en que existían elementos y “presunciones” sobre la ocurrencia
del hecho delictivo y la participación del imputado en el mismo (supra párr. 347).
Aun cuando la decisión judicial escrita no detalla en cuáles indicios y pruebas está
fundando tal conclusión, en la audiencia celebrada se hizo referencia a elementos
que en esa etapa podría considerarse que vinculaban al señor Pascual Pichún con
el hecho investigado. La defensa no impugnó este extremo en su apelación. Por
consiguiente, la Corte no encuentra que se hubiere incumplido con este primer
requerimiento de fundarse en la existencia de elementos suficientes que
vincularan al imputado con el hecho punible investigado.
b) Falta de fin legítimo
352. Está probado que las decisiones de sometimiento y mantenimiento de la
prisión preventiva respecto de los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao se
fundaron en que su libertad constituía un “peligro grave para la sociedad” o “por
estimar [su libertad] peligrosa para la seguridad de la sociedad” (supra párrs. 345
a 347). Para ello se tuvieron en cuenta criterios tales como el “número de delitos
investigados”, la “gravedad de la pena”, la “gravedad del delito investigado” y los
“antecedentes personales del imputado”, que no justifican por sí mismos la prisión
preventiva, y que no fueron valorados en el contexto de la evaluación de la
necesidad de la medida en las circunstancias del caso concreto. Aun cuando en la
resolución que dispuso la prisión preventiva del señor Pascual Pichún se indicó
que la misma era “indispensable para el éxito de la investigación”, no se motivó tal
afirmación de modo que permitiera conocer si consideraron que la libertad del
imputado afectaba de alguna forma la realización de diligencias específicas.
c) Inadecuada revisión periódica
353. En ninguna de las decisiones judiciales adoptadas en relación con las
solicitudes de revisión del mantenimiento de la prisión preventiva de los señores
Norín Catriman y Pichún Paillalao (supra párr. 348) se efectuó un análisis de la
necesidad de justificar de manera motivada el mantenimiento de la medida
cautelar impuesta. Tampoco se hizo referencia a ningún fin procesal legítimo que
hiciera necesario dicho mantenimiento. En ninguna de las decisiones judiciales se
realizó una valoración de factores o criterios que pudieran conectarse con la
búsqueda de un fin legítimo y justificaran la necesidad de la medida en el caso
concreto.
d) Presunción de inocencia
354. Como todavía no se había establecido legalmente su responsabilidad penal,
las presuntas víctimas tenían derecho a que se les presumiera inocentes, con
arreglo al artículo 8.2 de la Convención Americana. De ello derivaba la obligación
estatal de no restringir su libertad más allá de los límites estrictamente necesarios,
pues la prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva353. En
consecuencia, el Estado restringió la libertad de las presuntas víctimas sin
respetar el derecho a la presunción de inocencia y violó su derecho a no ser
sometidas a detención arbitraria consagrado en el artículo 7.3 de la Convención.
353 Cfr.
355. Por las razones que anteceden, corresponde concluir que el Estado violó los
derechos a la libertad personal, a no ser sometido a detención arbitraria y a no
sufrir prisión preventiva en condiciones no ajustadas a los estándares
internacionales, consagrados en el artículo 7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención
Americana, y el derecho a la presunción de inocencia, consagrado en el artículo
8.2 de la Convención Americana, todo ello en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán y Pascual Huentequeo Pichún Paillalao.
356. Toda vez que la prisión preventiva a la cual fueron sometidas las presuntas
víctimas ha sido arbitraria, la Corte no considera necesario entrar a considerar si el
tiempo de más de un año, en todos los casos, durante el cual estaban sometidos a
prisión preventiva sobrepasó los límites de lo razonable354.
357. A todo lo ya expresado cabe añadir que tampoco se tuvo en cuenta en
ninguno de los casos la condición de siete de las presuntas víctimas como
miembros de un pueblo indígena y, en particular, la posición de autoridades
tradicionales que ocupaban los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao como
Lonkos y el señor Ancalaf Llaupe como Werkén de sus respectivas comunidades.
Los Estados, para garantizar efectivamente los derechos consagrados en el
artículo 7 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma, al
interpretar y aplicar su normativa interna deben tomar en consideración las
características propias que diferencian a los miembros de los pueblos indígenas
de la población en general y que conforman su identidad cultural355. La duración
prolongada de la prisión preventiva puede afectar de manera diferenciada a los
miembros de pueblos indígenas por sus características económicas, sociales y
culturales, que, en el caso de dirigentes de la comunidad, puede también tener
consecuencias negativas en los valores, usos y costumbres de la comunidad o
comunidades en que ejerce liderazgo356.

…por unanimidad, que:


6. El Estado violó el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión,
consagrado en el artículo 13.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los
señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe,

Artículo 13. Libertad de Pensamiento y de Expresión

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.


Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e
ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por
escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su
elección.
…en los términos de los párrafos 370 a 378 de la presente Sentencia.

370. El artículo 13 de la Convención dispone lo siguiente:


Artículo 13 Libertad de Pensamiento y de Expresión
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este
derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas
de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en
forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto a
previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar
expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:
a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o
b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
públicas.
3. No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos,
tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos,
de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión de
información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la
comunicación y la circulación de ideas y opiniones.
4. Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la ley a censura previa con
el exclusivo objeto de regular el acceso a ellos para la protección moral de la
infancia y la adolescencia, sin perjuicio de lo establecido en el inciso 2.
5. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda
apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la
violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de
personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen
nacional.
371. La Corte se ha referido en su jurisprudencia al amplio contenido del derecho
a la libertad de pensamiento y de expresión consagrado en el artículo 13 de la
Convención. Dicha norma protege el derecho de buscar, recibir y difundir ideas e
informaciones de toda índole, así como también el de recibir y conocer las
informaciones e ideas difundidas por los demás361. La Corte ha señalado que la
libertad de expresión tiene una dimensión individual y una dimensión social, de las
cuales ha desprendido una serie de derechos que se encuentran protegidos en
dicho artículo362. Ambas dimensiones poseen igual importancia y deben ser
garantizadas plenamente en forma simultánea para dar efectividad total al derecho
a la libertad de expresión en los términos previstos por el artículo 13 de la
Convención363. Así, a la luz de ambas dimensiones, la libertad de expresión
requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de
manifestar su propio pensamiento y representa, por tanto, un derecho de cada
individuo; pero implica también, por otro lado, un derecho colectivo a recibir
cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno364.
372. La dimensión individual de la libertad de expresión comprende el derecho a
utilizar cualquier medio apropiado para difundir opiniones, ideas e información y
hacerlo llegar al mayor número de destinatarios. En este sentido, la expresión y la
difusión son indivisibles, de modo que una restricción de las posibilidades de
divulgación representa directamente, y en la misma medida, un límite al derecho
de expresarse libremente365.

373. En el presente caso a los señores Aniceto Norín Catrimán, Pascual


Huentequeo Pichún Paillalao y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe les fueron impuestas
las penas accesorias previstas en el artículo 9 de la Constitución Política de Chile
(supra párrs. 117 y 144), con las cuales “queda[ron, entre otras cosas,]
inhabilitados por el plazo de quince años […] para explotar un medio de
comunicación social o ser director o administrador del mismo, o para desempeñar
en él funciones relacionadas con la emisión o difusión de opiniones o
informaciones”.

374. La Corte considera que la referida pena accesoria supone una restricción
indebida al ejercicio del derecho a la libertad de pensamiento y expresión de los
señores Norín Catrimán, Pichún Paillalao y Ancalaf Llaupe, no sólo por haber sido
impuesta fundándose en sentencias condenatorias que aplicaron una ley penal
violatoria del principio de legalidad y de varias garantías procesales (supra
capítulos VII.1 y VII.2), sino además porque en las circunstancias del presente
caso es contraria al principio de la proporcionalidad de la pena. Como ha
determinado la Corte, este principio significa “que la respuesta que el Estado
atribuye a la conducta ilícita del autor de la transgresión debe ser proporcional al
bien jurídico afectado y a la culpabilidad con la que actuó el autor, por lo que se
debe establecer en función de la diversa naturaleza y gravedad de los
hechos”366.
375. La Corte ha constatado que, como autoridades tradicionales del Pueblo
indígena Mapuche, los señores Norín Catrimán, Pichún Paillalao y Ancalaf Llaupe
les incumbe un papel determinante en la comunicación de los intereses y en la
dirección política, espiritual y social de sus respectivas comunidades (supra párr.
78). La imposición de la referida pena accesoria les ha restringido la posibilidad de
participar en la difusión de opiniones, ideas e información a través del desempeño
de funciones en medios de comunicación social, lo cual podría limitar el ámbito de
acción de su derecho a la libertad de pensamiento y expresión en el ejercicio de
sus funciones como líderes o representantes de sus comunidades. Esto a su vez
incide negativamente en la dimensión social del derecho a la libertad de
pensamiento y expresión, la cual de acuerdo con lo establecido por la Corte en su
jurisprudencia implica el derecho de todos a conocer opiniones, relatos y noticias
vertidas por terceros367.

376. Asimismo podría haberse producido un efecto intimidante e inhibidor para el


ejercicio de la libertad de expresión, derivado de los particulares efectos que tuvo
la aplicación indebida de la Ley Antiterrorista a miembros del Pueblo indígena
Mapuche. La Corte ya se ha referido en otros casos al efecto intimidante en el
ejercicio de la libertad de expresión que puede causar el temor a verse sometido a
una sanción penal o civil innecesaria o desproporcionada en una sociedad
democrática, que puede llevar a la autocensura tanto a quien le es impuesta la
sanción como a otros miembros de la sociedad368. En el presente caso, el
Tribunal considera que la forma en la que fue aplicada la Ley Antiterrorista a
miembros del Pueblo indígena Mapuche podría haber provocado un temor
razonable en otros miembros de ese pueblo involucrados en acciones
relacionadas con la protesta social y la reivindicación de sus derechos territoriales
o que eventualmente desearan participar en estas.
377. En cambio, a la Corte no le resulta persuasivo el argumento de CEJIL relativo
a que la restricción a la libertad de expresión estipulada en el artículo 9 de la
Constitución Política de Chile constituye una censura previa prohibida por el
artículo 13 de la Convención (supra párr. 367.a), que parece no haber tenido en
cuenta que se trata de una pena accesoria fijada legislativamente y cuya
imposición se hace a través de una condena en un proceso penal.

378. Por las razones que anteceden, la Corte concluye que Chile violó el derecho
de libertad de pensamiento y expresión, protegido en el artículo 13.1 de la
Convención, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio de
los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.

…por unanimidad, que:


7. El Estado violó los derechos políticos, consagrados en el artículo 23.1 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el
artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf
LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José
Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 379 a 386
de la presente Sentencia.
2. Derechos políticos
379. La Corte reitera que en el presente caso las presuntas víctimas fueron
condenadas en virtud de procesos penales que fueron sustanciados en
condiciones contrarias a la Convención Americana (supra capítulos VII.1 y VII.2) y,
adicionalmente, ha constatado que les fueron impuestas penas accesorias
restrictivas de sus derechos políticos (supra párrs. 117, 126 y 144). En virtud de
los argumentos ofrecidos en este punto, la Corte se pronunciará sobre la alegada
violación del artículo 23 de la Convención en perjuicio de las presuntas víctimas.

380. El artículo 23 de la Convención dispone lo siguiente:


Artículo 23. Derechos Políticos
1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades:
a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio
de representantes libremente elegidos;
b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por
sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la
voluntad de los electores, y
c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas
de su país.
2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se
refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad,
residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez
competente, en proceso penal.
381. A los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe se les impusieron penas accesorias
restrictivas de sus derechos políticos, según lo establecido en los artículos 28 del
Código Penal y 9 de la Constitución Política. A las otras cinco presuntas víctimas,
los señores Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José
Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia
Roxana Troncoso Robles se les aplicaron solo las penas accesorias, también
restrictivas de sus derechos políticos, previstas en el artículo 28 del Código Penal.
382. El artículo 9 de la Constitución Política de Chile dispone, entre otras cosas,
que los responsables de delitos terroristas “quedarán inhabilitados por el plazo de
quince años para ejercer funciones o cargos públicos, sean o no de elección
popular, o de rector o director de establecimiento de educación, o para ejercer en
ellos funciones de enseñanza; para explotar un medio de comunicación social o
ser director o administrador del mismo, o para desempeñar en él funciones
relacionadas con la emisión o difusión de opiniones o informaciones; ni podrán ser
dirigentes de organizaciones políticas o relacionadas con la educación o de
carácter vecinal, profesional, empresarial, sindical, estudiantil o gremial en
general, durante dicho plazo”. Añade que ello “se entiende sin perjuicio de otras
inhabilidades o de las que por mayor tiempo establezca la ley”. Al respecto, el
artículo 28 del Código Penal establece las penas de “inhabilitación absoluta [y]
perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la de inhabilitación
absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena”.
383. En la medida en que el ejercicio efectivo de los derechos políticos constituye
un fin en sí mismo y, a la vez, un medio fundamental que las sociedades
democráticas tienen para garantizar los demás derechos humanos previstos en la
Convención369, la Corte considera que en las circunstancias del presente caso la
imposición de las referidas penas accesorias, en las que se afecta el derecho al
sufragio, la participación en la dirección de asuntos públicos y el acceso a las
funciones públicas, incluso con carácter absoluto y perpetuo o por un término fijo y
prolongado (quince años), es contraria al principio de proporcionalidad de las
penas (supra, párr. 374) y constituye una gravísima afectación de los derechos
políticos de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huetequeo
Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Juan Patricio Marileo Saravia,
Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco
Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles.

384. Lo anterior es particularmente grave en el caso de los señores Ancalaf


Llaupe, Norín Catrimán y Pichún Paillalao, por su condición de líderes y dirigentes
tradicionales de sus comunidades (supra párr. 78), de manera que por la
imposición de las referidas penas también se afectó la representación de los
intereses de sus comunidades respecto de otras, así como respecto del resto de la
sociedad chilena en general. En concreto, la Corte resalta que estos fueron
impedidos, en virtud de las referidas penas, de participar o dirigir funciones
públicas en entidades estatales que, por su propia naturaleza, buscan promover,
coordinar y ejecutar acciones de desarrollo y protección de las comunidades
indígenas que estos representaban, lo que constituye una vulneración concreta de
los derechos amparados en el artículo 23 de la Convención. Las anteriores
conclusiones, que la Corte deriva de la naturaleza misma de las penas impuestas,
resultan confirmadas, entre otras, con las declaraciones del señor Ancalaf
Llaupe370, la señora Troncoso Robles371 y el señor Juan Pichún372, hijo del
señor Pascual Pichún Paillalao.

385. Igualmente, cabe destacar, también por la condición de líderes y dirigentes


mapuche de los señores Norín Catrimán y Pichún Paillalao (Lonkos), así como del
señor Ancalaf Llaupe (Werkén), que la restricción de los derechos políticos de
éstos también afecta a las comunidades de las cuales hacen parte puesto que, por
la naturaleza de sus funciones y su posición social, no sólo su derecho individual
resultó afectado sino, también, el de los miembros del Pueblo indígena Mapuche a
quienes representaban.
386. Por las anteriores consideraciones, la Corte concluye que el Estado violó los
derechos políticos, protegidos en el artículo 23 de la Convención Americana, en
relación con el 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto
Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Florencio Jaime Marileo
Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Patricio Marileo Saravia, Juan
Ciriaco Millacheo Licán y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe y la señora Patricia
Roxana Troncoso Robles.
…por unanimidad, que:
8. El Estado violó el derecho a la protección a la familia, consagrado en el
artículo 17.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma,

Artículo 17. Protección a la Familia

1. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y debe ser


protegida por la sociedad y el Estado.

..En perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, en los términos de los
párrafos 401 a 410 de la presente Sentencia.
4. Protección a la familia
401. El artículo 17.1 de la Convención Americana establece lo siguiente:

Artículo 17 Protección a la Familia


1. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y debe ser
protegida por la sociedad y el Estado.
402. CEJIL alegó la violación del artículo 17 en perjuicio del señor Víctor Manuel
Ancalaf Llaupe, aduciendo que la gran distancia existente entre la residencia de su
familia y su comunidad y el centro de detención en que estaba recluido hacía
imposible que recibiera la visita y el apoyo emocional de su esposa y sus hijos, lo
cual se agravó con la denegatoria del Estado de trasladarlo a una cárcel más
cercana a su comunidad.
La FIDH no alegó la violación al referido artículo en relación con las demás
presuntas víctimas.

403. El señor Ancalaf Llaupe estuvo privado de su libertad en el Centro


Penitenciario “El Manzano” en la ciudad de Concepción, ubicado a más de 250
kilómetros de la ciudad de Temuco donde estaba su comunidad y familia. Desde el
inicio de su privación de libertad, tanto el señor Ancalaf Llaupe como su abogado
plantearon la necesidad de trasladarlo a un centro penitenciario más cercano a su
lugar de residencia. Asimismo, su esposa Karina Prado solicitó el traslado de su
esposo al centro penitenciario de Temuco, por los obstáculos y altos costos que
representaba el viaje de ella y cinco hijos hasta la ciudad de Concepción para
visitar a su esposo y padre. No obstante, la Corte de Apelaciones de Concepción
no hizo lugar a la petición de la señora Prado, ni a la solicitud posterior del señor
Ancalaf Llaupe sin fundamentar la denegatoria y sin tomar en consideración un
informe de la Gendarmería de Chile que indicaba que “no exist[ían] inconvenientes
para que el interno [… fuera] trasladado a la Unidad Penal de Temuco, ya que el
citado vive y cuenta con el [a]poyo [f]amiliar en dicha ciudad” (supra párrs. 139 y
141). Esta situación, incidió negativamente en la periodicidad de las visitas y en el
contacto del señor Ancalaf Llaupe con su familia, aumentando sus sentimientos de
preocupación e impotencia, así como en el deterioro de sus relaciones
familiares393.

404. La Corte ha establecido que el Estado se encuentra obligado a favorecer el


desarrollo y la fortaleza del núcleo familiar394. Asimismo, ha afirmado que implica
el derecho de toda persona a recibir protección contra injerencias arbitrarias o
ilegales en su familia395, así como también que los Estados tienen obligaciones
positivas a favor del respeto efectivo de la vida familiar396. El Tribunal también ha
reconocido que el disfrute mutuo de la convivencia entre padres e hijos constituye
un elemento fundamental en la vida de familia397.
405. Tratándose de personas privadas de libertad, las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos de las Naciones Unidas, reconocen en la regla 37 la
importancia del contacto de las personas privadas de libertad con el mundo
exterior al establecer que “[l]os reclusos estarán autorizados para comunicarse
periódicamente, bajo la debida vigilancia, con su familiar y con amigos de buena
reputación, tanto por correspondencia como mediante visitas”. Asimismo, en la
regla 79 reconoce que se debe “velar […] particularmente por el mantenimiento y
el mejoramiento de las relaciones entre el recluso y su familia”398. En similar
sentido, los Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas
Privadas de Libertad en las Américas reconocen en el principio XVIII el derecho de
estas personas “a mantener contacto personal y directo, mediante visitas
periódicas, con sus familiares […] especialmente con sus padres, hijos e hijas, y
con sus respectivas parejas”399.
406. Frente a las personas privadas de libertad, el Estado se encuentra en una
posición especial de garante, toda vez que las autoridades penitenciaras ejercen
un fuerte control o dominio especial sobre las personas que se encuentran sujetas
a su custodia400. De este modo, se produce una relación e interacción especial
de sujeción entre la persona privada de libertad y el Estado, caracterizada por la
particular intensidad con que el Estado puede regular sus derechos y obligaciones
y por las circunstancias propias del encierro, en donde al recluso se le impide
satisfacer por cuenta propia una serie de necesidades básicas que son esenciales
para el desarrollo de una vida digna401.

407. Las visitas a las personas privadas de libertad por parte de sus familiares
constituyen un elemento fundamental del derecho a la protección de la familia
tanto de la persona privada de libertad como de sus familiares, no solo por
representar una oportunidad de contacto con el mundo exterior, sino porque el
apoyo de los familiares hacia las personas privadas de libertad durante la
ejecución de su condena es fundamental en muchos aspectos, que van desde lo
afectivo y emocional hasta el apoyo económico. Por lo tanto, sobre la base de lo
dispuesto en los artículos 17.1 y 1.1 de la Convención Americana, los Estados,
como garantes de los derechos de las personas sujetas a su custodia, tienen la
obligación de adoptar las medidas más convenientes para facilitar y hacer efectivo
el contacto entre las personas privadas de libertad y sus familiares.

408. La Corte resalta que una de las dificultades en el mantenimiento de las


relaciones entre las personas privadas de libertad y sus familiares puede ser la
reclusión de personas en centros penitenciarios extremadamente distantes de sus
domicilios o de difícil acceso por las condiciones geográficas y de las vías de
comunicación, resultando muy costoso y complicado para los familiares el realizar
visitas periódicas, lo cual eventualmente podría llegar a constituir una violación
tanto del derecho a la protección a la familia como de otros derechos, como el
derecho a la integridad personal, dependiendo de las particularidades de cada
caso. Por lo tanto, los Estados deben, en la medida de lo posible, facilitar el
traslado de los reclusos a centros penitenciarios más cercanos a la localidad
donde residan sus familiares. En el caso de las personas indígenas privadas de
libertad la adopción de esta medida es especialmente importante dada la
importancia del vínculo que tienen estas personas con su lugar de origen o sus
comunidades.

409. En consecuencia, queda claro que, al recluir al señor Ancalaf Llaupe en un


centro penitenciario muy alejado del domicilio de su familia y al denegarle en
forma arbitraria las reiteradas solicitudes de que se le trasladara a un centro
penitenciario más cercano, para lo cual se contaba con la conformidad de la
Gendarmería (supra párr. 403), el Estado violó el derecho a la protección de la
familia.

410. Por las razones expuestas, la Corte concluye que el Estado violó el derecho
a la protección a la familia, consagrado en el artículo 17.1 de la Convención
Americana, en relación con la obligación de garantizar los derechos establecida
en el artículo 1.1 de dicho tratado, en perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf
Llaupe.

…por unanimidad, que:


9. No cuenta con suficientes elementos que permitan concluir que el Estado
violó el derecho a la protección a la familia, consagrado en el artículo 17.1 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio de
Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao,

Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia
Roxana Troncoso Robles, en los términos del párrafo 411 de la presente
Sentencia.
por cuatro votos a favor y dos en contra, que:
10. No procede emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del
derecho a un juez o tribunal imparcial, consagrado en el artículo 8.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, de acuerdo con lo
señalado en los párrafos 193 y 229 de la presente Sentencia.

Disienten los Jueces Ventura Robles y Ferrer Mac-Gregor Poisot.


por unanimidad, que:
11. No procede emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del
deber de adoptar disposiciones de derecho interno, consagrado en el
artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el derecho de la defensa a interrogar testigos, protegido en el
artículo 8.2.f de la misma, en los términos del párrafo 261 de la presente
Sentencia.

por unanimidad, que:


12. El Estado no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno,
consagrado en el artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal
superior, consagrado en el artículo 8.2.h de la misma, en perjuicio de los
señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 292 a 298
de la presente Sentencia.
3. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno
292. El Tribunal observa que la controversia respecto del diseño normativo del
recurso de nulidad está circunscrita a la amplitud de las causales del mismo
establecidas en el Código Procesal Penal (supra párrs. 263 a 266). Chile mantuvo
que la causal del artículo 374.e) del referido código permite el examen de
aspectos fácticos por medio de la revisión del juicio probatorio realizado por el a
quo, sin que ello implique la posibilidad de fijar nuevamente los hechos por parte
del ad quem310, y en su escrito de alegatos finales sostuvo, adicionalmente, que
la causal del artículo 373.b) tiene por objeto asegurar la correcta aplicación del
derecho y permite “la revisión de aspectos fácticos, por ejemplo cuando el tribunal
examina los hechos ya acreditados y les da una calificación jurídica distinta”. Por
su parte, los representantes entienden que la causal del artículo 374.e) de ese
código, tal como está establecida, no permite la revisión de “hechos[ o] supuesto
fáctico de los fallos” y está limitado a “aspectos de derecho”. La Comisión no
ofreció argumentos específicos sobre la compatibilidad de las causales del recurso
de nulidad con el derecho a recurrir del fallo.
293. Respecto del argumento estatal sobre el artículo 373.b) del Código Procesal
Penal, la Corte observa que bajo la referida causal de nulidad se puede
controvertir la sentencia por “errónea aplicación del derecho”. La Corte no puede
concluir desde el análisis del texto de esa disposición que la misma satisface la
exigencia de eficacia del recurso, puesto que su formulación normativa no impone
al juez o tribunal el deber de realizar un examen de tal naturaleza que permita
resolver los argumentos propuestos por los recurrentes sobre determinaciones de
los hechos que se imputan al condenado y que constituyen el presupuesto
fundamental del reproche penal hecho por el Estado al inculpado. Se trata de una
causal que, si bien podría conllevar implicaciones indirectas respecto de la base
fáctica del caso en virtud de la interdependencia que en la actividad jurisdiccional
existe entre las determinaciones fácticas y la aplicación del derecho (supra párr.
270.d), por su redacción no otorga seguridad jurídica al condenado respecto de la
posibilidad de presentar agravios sobre cuestiones fácticas.

294. En cuanto a si la causal de nulidad establecida en el literal e) del artículo 374


del Código Procesal Penal es conforme con el criterio de eficacia del recurso a
que tiene derecho todo condenado en virtud del artículo 8.2.h de la Convención, la
Corte advierte que los peritajes que obran en el expediente sobre el alcance de
esa causal llegan a conclusiones contrarias311. Es posible constatar que dicha
causal otorga la posibilidad de impugnar el fallo cuando en la sentencia no se
observen los requisitos que el artículo 342 de ese mismo código le impone al juez,
entre los cuales se encuentra aquél de hacer una “exposición clara, lógica y
completa de cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados,
fueren ellos favorables o desfavorables al acusado, y [el] de la valoración de los
medios de prueba que fundamentaren dichas conclusiones de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 297” (supra párr. 272). El artículo 297 del Código Procesal
Penal, a su vez, fija como criterios de apreciación de la prueba “los principios de la
lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente
afianzados”, establece la obligación de “hacerse cargo en su fundamentación de
toda la prueba producida, incluso de aquella que hubie[se] desestimado, indicando
en tal caso las razones que hubiere tenido en cuenta para hacerlo” e impone “el
señalamiento del o de los medios de prueba mediante los cuales se dieren por
acreditados cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados”
y que “es[a] fundamentación deberá permitir la reproducción del razonamiento
utilizado para alcanzar las concusiones a que llegare la sentencia” (supra párr.
272).

295. La Corte advierte que el texto del artículo 374.e) del Código Procesal Penal
establece una causal de nulidad absoluta con base en los deberes de motivación y
valoración probatoria consagrados en esa misma normativa procesal. Además de
lo anterior, le consta a este Tribunal que de acuerdo al artículo 381 del Código
Procesal Penal, al tribunal superior que resuelve el recurso se le debe remitir no
sólo la sentencia recurrida y el escrito de interposición del recurso, sino también
las actuaciones determinadas impugnadas o el registro de la audiencia del juicio
oral (supra párr. 272) que, según el perito Fuentes Maureira, se corresponde con
los audios de la audiencia pública. En ese sentido, la causal del artículo 374.e de
ese código permite que el recurrente interponga argumentos que no sólo se
refieran a la rectitud interna de la fundamentación del fallo condenatorio y su
apreciación de la prueba, sino que también posibilita que se ofrezca como
parámetro para sustentar esos argumentos aquellas actuaciones y pruebas
rendidas en el juicio oral que, según estime el recurrente, fueron indebidamente
valorados y sus conclusiones indebidamente fundamentadas en la sentencia
condenatoria.
296. En cuanto a la posición sostenida por las partes relativa a la interpretación
que tribunales nacionales habrían dado a la causal de nulidad absoluta del artículo
374.e) del Código Procesal Penal, los extractos de sentencias citados por el
Estado312 demuestran que en esos casos el tribunal superior hizo un análisis que
supera cuestiones estrictamente jurídicas en relación con la valoración de la
prueba y que, al contrario, involucran un examen que contrasta el acervo
probatorio del caso con la valoración y consecuencias jurídicas que el tribunal
inferior hizo del mismo. Al respecto, la Corte nota que se trata de sentencias
recientes de los años 2009, 2012 y 2013. La Corte advierte que, a su vez, los
representantes llamaron la atención respecto de la existencia de otros fallos
internos en los que el alcance de la referida causal de nulidad es restrictivo sobre
este punto y afirman la imposibilidad de analizar cuestiones relativas a la fijación
de los hechos en el juicio oral. Estas decisiones datan de los años 2010, 2011 y
2012. En esas sentencias se sostuvo una interpretación que reduce el ámbito de
revisión a cuestiones eminentemente relativas a la debida aplicación de las reglas
del derecho probatorio.

297. La Corte considera que los elementos aportados no son suficientes para
concluir que la causal del artículo 374.e) del Código Procesal Penal no cumple con
el estándar de recurso eficaz garantizado en el artículo 8.2.h de la Convención en
lo que respecta a su amplitud para comprender la impugnación de cuestiones
fácticas por medio de argumentaciones referidas al juicio probatorio realizado por
el tribunal inferior. Tomando en cuenta que existen mutuas implicaciones entre las
dimensiones fáctica, probatoria y jurídica de la sentencia penal (supra párr. 270.d),
la Corte considera que, no siendo una conclusión derivable del texto de la causal
referida, no ha sido probado que bajo la misma no sea posible impugnar
cuestiones relativas a la base fáctica del fallo por medio del examen del juicio
probatorio del mismo. Por lo tanto, la Corte concluye que en el presente caso el
Estado no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno, establecido
en el artículo 2 de la Convención Americana, en relación con el derecho de recurrir
del fallo consagrado en el artículo 8.2.h de la misma, en perjuicio de las ocho
presuntas víctimas del presente caso.

298. No obstante, esta Corte insiste en que la interpretación que los tribunales
internos realicen de la referida causal debe asegurar que se garanticen el
contenido y criterios desarrollados por este Tribunal respecto del derecho a recurrir
el fallo (supra párr. 270). El Tribunal reitera que las causales de procedencia del
recurso asegurado por el artículo 8.2.h) de la Convención deben posibilitar que se
impugnen cuestiones con incidencia en el aspecto fáctico del fallo condenatorio ya
que el recurso debe permitir un control amplio de los aspectos impugnados, lo que
requiere que se pueda analizar cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas en las
que está fundada la sentencia condenatoria.

...por unanimidad, que:


13. El Estado no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno,
consagrado en el artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el derecho a la libertad personal, consagrado en
el artículo 7 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf
LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José
Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 360 a 364
de la presente Sentencia.
360. Para pronunciarse sobre la alegada violación al artículo 2 de la Convención,
como lo ha hecho en otros casos357, la Corte únicamente se referirá a la
normativa interna aplicada a las presuntas víctimas y no analizará la reforma del
Código Procesal Penal efectuada en el año 2008, a la cual se refirieron CEJIL y el
perito Duce358. Asimismo, la Corte sólo se pronunciará sobre la causal de “peligro
para la seguridad de la sociedad” puesto que es sobre la cual radica la
controversia en el presente caso. El Tribunal constata que dicha causal se
encontraba estipulada en el artículo 363 del Código de Procedimiento Penal,
aplicado al señor Ancalaf, al regular los motivos por los cuales podía “denegarse la
libertad provisional” y los motivos o fines por los cuales “[s]e entend[ía] que la
detención o prisión preventiva e[ra] necesaria” (supra párr. 304). Con la reforma
procesal penal del 2000, dicho motivo se mantuvo como una causal de prisión
preventiva en el artículo 140.c) del Código Procesal Penal como un posible fin
para decretar la prisión preventiva (supra párr. 305). El texto de la causal es casi
idéntico en ambos Códigos. El perito Duce se refirió a la regulación que ha tenido
en Chile la causal de “peligro para la seguridad de la sociedad” y a su
interpretación judicial359.

361. El Tribunal considera que la causal de “peligro para la seguridad de la


sociedad” tiene una redacción que admite varias interpretaciones en cuanto a la
consecución tanto de fines legítimos como de fines no cautelares. En cuanto a una
interpretación en este último sentido, la Corte reitera su jurisprudencia constante
en materia de los estándares que deben regir la prisión preventiva en cuanto a su
excepcionalidad, carácter temporal limitado, estricta necesidad y proporcionalidad
y, fundamentalmente, los relativos a que los fines que busque alcanzar deben ser
propios de su naturaleza cautelar (fines de aseguramiento procesal de acuerdo a
las necesidades que se justifiquen en el proceso concreto) y no puede constituirse
como una pena anticipada que contravenga el principio de presunción de
inocencia que protege al imputado (supra párrs. 307 a 312). La Corte estima que
no está en discusión que los Estados Parte pueden adoptar medidas de derecho
interno para prevenir la delincuencia, una parte de ellas a través de su
ordenamiento jurídico y particularmente del Derecho Penal a través de la
imposición de penas, pero estima necesario enfatizar que ello no es función de la
prisión preventiva.

362. Asimismo, la Corte constata que al estipular dicha causal en el referido


artículo 140.c) del Código Procesal Penal se establecía que para estimar si se
configuraba la misma “el juez deb[ía] considerar especialmente alguna de las […]
circunstancias” descritas en la norma (supra párr. 305). De los elementos
aportados a esta Corte, es posible sostener que dicha regulación no prohibía la
posibilidad de que el juez tomara en cuenta otros criterios que le permitieran
valorar la necesidad de la medida en el caso concreto para la obtención de fines
procesales. Sin embargo, la Corte toma en cuenta lo explicado por el perito Duce
en el sentido de que “los tribunales [chilenos] entienden habitualmente que el
peligro para la seguridad de la sociedad se constituirá por la concurrencia objetiva
de una o algunas de [esas] circunstancias”, lo cual resulta particularmente grave si
se toma en cuenta que entre ellas están “la gravedad de la pena asignada al
delito” y “el carácter de los [delitos imputados]”. La Corte reitera que ambos
constituyen criterios que no son, por si mismos, justificación suficiente de la prisión
preventiva (supra párr. 312.a) y agrega que fundar la prisión preventiva
únicamente en tales criterios conlleva una vulneración de la presunción de
inocencia. Criterios de esa naturaleza deben ser valorados en el contexto de la
evaluación de la necesidad de la medida en las circunstancias del caso concreto.
363. Al ordenarse y mantenerse las medidas de prisión preventiva a las ocho
víctimas de este caso, repetidamente se aplicó la causal de “peligro para la
seguridad de la sociedad” en la forma señala por el perito Duce, sin motivarse la
necesidad de la medida en las circunstancias del caso concreto y con base
fundamentalmente en criterios relativos a la gravedad del delito investigado y la
gravedad de la pena (supra párrs. 321-327, 337-339 y 352).

364. Con base en los anteriores razonamientos, el Tribunal estima que el artículo
363 del Código de Procedimiento Penal aplicado al señor Ancalaf y el artículo
140.c del Código Procesal Penal de 2000 aplicado a las restantes siete presuntas
víctimas que regulaban la causal de prisión preventiva relativa al “peligro para la
seguridad de la sociedad” no eran normas per se contrarias a la Convención
Americana, puesto que podían ser interpretadas de una manera acorde a la
misma, siempre y cuando se aplicaran buscando un fin procesal y los criterios
tomados en cuenta fueran valorados en relación con la evaluación de la
configuración de un riesgo procesal en las circunstancias del caso concreto. Por
consiguiente, Chile no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno,
consagrado en el artículo 2 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 7 de la Convención Americana, en perjuicio de las ocho presuntas víctimas
del presente caso. Las violaciones a su derecho a la libertad personal se derivan
de la interpretación y aplicación judicial de dichas normas.

…por unanimidad, que:


14. El Estado no violó el derecho a la integridad personal, consagrado en el
artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los señores Segundo
Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel
Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo
Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y
la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los párrafos
387 a 400 de la presente Sentencia.

387. El artículo 5.1 de la Convención dispone lo siguiente:


Artículo 5 Derecho a la Integridad Personal
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral.
388. La Corte ha establecido que “la infracción del derecho a la integridad física y
psíquica de las personas es una clase de violación que tiene diversas
connotaciones de grado y que abarca desde la tortura hasta otro tipo de
vejámenes o tratos crueles, inhumanos o degradantes, cuyas secuelas físicas y
psíquicas varían de intensidad según los factores endógenos y exógenos que
deberán ser demostrados en cada situación concreta”373. Los primeros se
refieren a las características del trato, tales como la duración, el método utilizado o
el modo en que fueron infligidos los padecimientos, así como los efectos físicos y
mentales que éstos pueden causar. Los segundos remiten a las condiciones de la
persona que padece dichos sufrimientos, entre ellos la edad, el sexo, el estado de
salud, así como toda otra circunstancia personal374.

389. La Corte ha expuesto en su jurisprudencia que las sanciones penales son


una expresión de la potestad punitiva del Estado e implican el menoscabo,
privación o alteración de los derechos de las personas, como consecuencia de
una conducta ilícita375. Por lo tanto, en un sistema democrático es preciso
extremar las precauciones para que dichas medidas se adopten con estricto
respeto a los derechos básicos de las personas y previa una cuidadosa
verificación de la efectiva existencia de la conducta ilícita376. Este último punto ya
fue considerado en otros capítulos de la presente sentencia, en las que se
concluyó que se habían producido violaciones de diversos derechos. Queda por
determinar si el trato recibido por las presuntas víctimas entrañó un
desconocimiento de los “derechos básicos de las personas”, o si fue el resultado
ordinariamente derivado de la privación de libertad.

390. La Corte también ha determinado en su jurisprudencia que la privación de


libertad trae a menudo, como consecuencia ineludible, la afectación del goce de
otros derechos humanos además del derecho a la libertad personal, tales como
los derechos a la privacidad y a la intimidad familiar377. Esta restricción de
derechos, consecuencia de la privación de libertad o efecto colateral de la misma,
sin embargo, debe limitarse de manera rigurosa, puesto que toda restricción a un
derecho humano sólo es justificable ante el Derecho Internacional cuando es
necesaria en una sociedad democrática378. Si bien la Corte también ha dicho que
la restricción del derecho a la integridad personal, entre otros, no tiene justificación
fundada en la privación de libertad y está prohibida por el derecho
internacional379, el examen de las sentencias de los casos conocidos por el
Tribunal en esta materia revela que se trataba de casos en que las condiciones de
privación de libertad eran crueles, inhumanas o degradantes, e incluso provocaron
la muerte o lesiones, muchas veces graves, a una cantidad considerable de
reclusos380.
391. En el presente caso no se ha alegado, ni consta en el expediente, que las
presuntas víctimas hayan sido objeto de tratos crueles, inhumanos o degradantes,
ni de malos tratos o tratos diferenciados en su perjuicio. Las alegaciones relativas
a violaciones de la integridad personal se refieren a lo que la Corte ha llamado un
efecto colateral de la situación de privación de libertad381.

392. Entre los años 2002 a 2007, durante el tiempo que fueron procesados por
delitos de caracter terrorista, los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Juan Patricio y Florencio Jaime Marileo
Saravia y José Benicio Huenchunao Mariñán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles llevaron a cabo varias huelgas de hambre382. Podría pensarse
que dichas huelgas de hambre podían haberse llevado a cabo como protesta
contra condiciones carcelarias inhumanas y como medio para lograr su
modificación. Sin embargo, consta en el expediente que estas huelgas se
originaron en diversos motivos relacionados con la detención y el procesamiento
de las presuntas víctimas y con la utilización de la Ley Antiterrorista a su
respecto383. Fueron realizadas con el fin de ser escuchados por las autoridades,
denunciar las irregularidades en sus procesos judiciales y exigir su libertad, o en
su defecto, buscar la obtención de beneficios intrapenitenciarios, así como impedir
que se continuara aplicando la Ley Antiterrorista384. Ello incidió en que se
presentara un proyecto para modificar dicha ley, que, en octubre de 2010, culminó
con la promulgación de la Ley N˚ 20.467385 (supra párr. 98 y nota al pie de página
104).
393. Es innegable que dichas huelgas, que tuvieron una duración de 30 a 112
días, provocaron serias consecuencias emocionales y físicas en las presuntas
víctimas386. La perito Vargas Forman explicó que “[l]as huelgas de hambre son
usadas para llamar la atención del sistema jurídico y político por el trato de
terroristas a las personas mapuches[,] para denunciar los procesos jurídicos
irregulares[, …] para alcanzar algunos beneficios carcelarios, para evidenciar el
trato discriminatorio”. Asimismo, sostuvo que “[l]as huelgas [de hambre]
constituyen extremas experiencias de dolor emocional” con “consecuencias físicas
y psicológicas de largo plazo”, y que en el caso de las presuntas víctimas de este
caso “constituye[ron] una experiencia de extrema traumatización individual,
familiar y cultural”387.

394. Sin embargo, la afectación a la integridad personal de quienes hacían una


huelga de hambre con las características y finalidades mencionadas no puede ser
imputada al Estado.

395. Por otra parte, en las declaraciones rendidas tanto en la audiencia pública
como ante fedatario público, las presuntas víctimas se refirieron, entre otras
cosas, al impacto que les produjo en diferentes dimensiones de su vida la condena
por delitos de carácter terrorista y el haber tenido que cumplir una pena privativa
de libertad (supra párrs. 119, 129, 130 y 152), o bien en el caso de Juan Ciriaco
Millacheo Licán y José Benicio Huenchunao Mariñán por el tiempo que estuvieron
prófugos (supra párrs. 131 y 132). Se refirieron a los sentimientos de “injusticia”,
“dolor” y “desconfianza” que les provocó la aplicación de la Ley Antiterrorista, y a la
discriminación y estigmatización sufrida tanto por ellos como por sus familiares y
sus comunidades al haber sido categorizados como terroristas388.

396. Al respecto, la perito Vargas Forman, quien rindió peritajes psicosociales


mediante affidávits, observó que “[l]a aplicación de la Ley Antiterrorista es
percibida como una señal extrema de la persecución discriminatoria [contra los
mapuche] que concluye con largas condenas, encarcelamiento y pérdidas
significativas a nivel individual, familiar y comunitario”. También afirmó que la pena
de prisión produjo un fuerte impacto en las presuntas víctimas tanto a nivel
personal como en la relación con su familia y comunidad389.
397. Adicionalmente, las presuntas víctimas se refirieron a las dificultades que les
han supuesto sus antecedentes penales y la calificación como “terroristas” en su
proceso de reincorporación a la sociedad luego del cumplimiento de sus
condenas, especialmente en la búsqueda de trabajo390.

398. Las presuntas víctimas también se refirieron a la transformación personal, el


sufrimiento y otras consecuencias que experimentaron por el tiempo de reclusión
en la cárcel. Por ejemplo, consta en el peritaje psicológico que el señor Ancalaf
Llaupe manifestó que “[t]odos los problemas han surgido a raíz de la cárcel, yo me
doy cuenta de que la persona cambia”391. Asimismo, el señor Huenchunao
Mariñán declaró que “la cárcel es un castigo duro, cuando se condena por una
manifestación social, asociándolo a un hecho delictivo”392. La Corte entiende que
se trata de consecuencias de la privación de libertad o efectos colaterales de ella
(supra párr. 391).

399. Asimismo, consta en el expediente, incluso por las declaraciones rendidas


por las presuntas víctimas, complementadas con la prueba para mejor resolver
presentada por el Estado, que a los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Florencio Jaime Marileo Saravia, José
Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Patricio Marileo Saravia, Juan Ciriaco
Millacheo Licán y a la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, les fueron
concediendo de manera progresiva ciertos “beneficios intrapenitenciarios” en la
ejecución de la condena, tales como “salida dominical”, “salida de fin de semana” y
“salida controlada al medio libre”, así como que a algunos de ellos se les aplicó
una reducción de la pena (supra párrs. 119, 129 a 132 y 152). El Tribunal valora
que el Estado haya implementado este tipo de medidas, que desde luego no
eliminan las violaciones de derechos humanos que ha constatado la Corte en
otras partes de la presente sentencia.

400. La Corte comprende la afectación que la privación de libertad puede haber


causado a las presuntas víctimas, pero considera que no se ha configurado una
violación autónoma del artículo 5.1 de la Convención Americana. Se trata, como
ya se ha dicho, de consecuencias de la privación de libertad o efectos colaterales
de ella (supra párr. 391).

Y DISPONE
por unanimidad, que:
15. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
16. El Estado debe adoptar todas las medidas judiciales, administrativas o
de cualquier otra índole para dejar sin efecto, en todos sus extremos, las
sentencias penales condenatorias emitidas en contra de los señores
Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao,
Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan
Patricio Marileo Saravia, José Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo
Licán y la señora Patricia Troncoso Robles sobre las cuales la Corte se
pronunció en esta Sentencia, en los términos del párrafo 422 de la presente
Sentencia.

422. Por lo tanto, dadas las características del presente caso, y tal como lo ha
hecho esta Corte en ocasiones anteriores411, dispone que el Estado debe
adoptar, en el plazo de seis meses a partir de la notificación de la presente
Sentencia, todas las medidas judiciales, administrativas o de cualquier otra índole
necesarias para dejar sin efecto en todos sus extremos las sentencias penales
condenatorias emitidas en contra de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Florencio
Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo
Licán, José Benicio Huenchunao Mariñán y la señora Patricia Roxana Troncoso
Robles sobre las cuales la Corte se pronunció en esta Sentencia. Ello comprende:
i) dejar sin efecto la declaración de las ocho víctimas de este caso como autores
de delitos de carácter terrorista; ii) dejar sin efecto las penas privativas de libertad
y penas accesorias, consecuencias y registros, a la mayor brevedad posible, así
como las condenas civiles que se hayan impuesto a las víctimas; y iii) disponer la
libertad personal de las víctimas que aún se encuentren sujetas a libertad
condicional. Asimismo, el Estado deberá, en el plazo de seis meses a partir de la
notificación de la presente Sentencia, suprimir los antecedentes judiciales,
administrativos, penales o policiales que existan en contra de las ocho víctimas en
relación con las referidas sentencias, así como la anulación de su inscripción en
cualquier tipo de registro nacional e internacional que los vincule con actos de
carácter terrorista.
17. El Estado debe brindar, de forma gratuita e inmediata, el tratamiento
médico y psicológico o psiquiátrico a las víctimas del presente caso que así
lo soliciten, de conformidad con lo establecido en los párrafos 425 y 426 de
la presente Sentencia.

425. La Corte estima, como lo ha hecho en otros casos414, que el Estado debe
brindar gratuitamente, a través de sus instituciones especializadas o personal de
salud especializado, y de forma inmediata, adecuada y efectiva, el tratamiento
médico y psicológico o psiquiátrico necesario, a Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio
Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán
y Patricia Roxana Troncoso Robles, previo consentimiento informado, incluyendo
el suministro gratuito de los medicamentos que eventualmente se requieran,
tomando en consideración los padecimientos de cada uno de ellos relacionados
con el presente caso; así como, en su caso, el transporte, y otros gastos que sean
estrictamente necesarios y estén directamente relacionados con la atención
médica y psicológica.

426. En el caso de que el Estado careciera de personal o de las instituciones que


puedan proveer el nivel requerido de atención, deberá recurrir a instituciones
privadas o de la sociedad civil especializadas. Asimismo, los tratamientos
respectivos deberán prestarse, en la medida de lo posible, en los centros más
cercanos a sus lugares de residencia415 en Chile por el tiempo que sea
necesario. Al proveer el tratamiento se debe considerar, además, las
circunstancias y necesidades

18. El Estado debe realizar las publicaciones y radiodifusión de la Sentencia


indicadas en los párrafos 428 y 429 de la presente Sentencia, en los
términos dispuestos en los referidos párrafos.
428. La Corte dispone, como lo ha hecho en otros casos417, que el Estado
publique, en un plazo de seis meses, contado a partir de la notificación de la
presente Sentencia: a) el resumen oficial de la presente Sentencia elaborado por
la Corte, por una sola vez en el diario oficial; b) el resumen oficial de la presente
Sentencia elaborado por la Corte, por una sola vez, en un diario de amplia
circulación nacional, y c) la presente Sentencia en su integridad, disponible por un
período de un año, en un sitio web oficial del Estado, tomando en consideración
las características de la publicación que se ordena realizar.

429. Asimismo, la Corte considera apropiado, tal como lo ha dispuesto en otros


casos418, que el Estado dé publicidad, a través de una emisora radial de amplia
cobertura en las Regiones Octava y Novena, al resumen oficial de la Sentencia, en
español y en mapudungun. La transmisión radial deberá efectuarse cada primer
domingo de mes al menos en tres ocasiones. El Estado deberá comunicar
previamente a los intervinientes comunes, al menos con dos semanas de
anticipación, la fecha, horario y emisora en que efectuará tal difusión. El Estado
deberá cumplir con esta medida en el plazo de seis meses a partir de la
notificación de la presente Sentencia.

19. El Estado debe otorgar becas de estudio en instituciones públicas


chilenas en beneficio de los hijos de las ocho víctimas del presente caso
que así lo soliciten, en los términos del párrafo 432 de la presente Sentencia.

432. La Corte ha constatado que el procesamiento, sometimiento a prisión


preventiva arbitraria y condena penal de las víctimas basada en la aplicación de
una ley contraria a la Convención (supra párrs. 168-177) tuvo como efecto que
éstas no pudieran participar de la manutención y cuidado de sus familias en la
forma como lo hacían previo a los hechos del presente caso, lo cual repercutió en
la situación económica de su grupo familiar y, por ende, en la posibilidad de que
sus hijos pudieran acceder o completar sus estudios419. En atención a lo anterior,
y teniendo en consideración lo solicitado por los representantes, como lo ha
dispuesto en otros casos420, este Tribunal estima oportuno ordenar, como medida
de satisfacción en el presente caso, que el Estado otorgue becas en instituciones
públicas chilenas, en beneficio de los hijos de las ocho víctimas de este caso, que
cubran todos los costos de su educación hasta la conclusión de sus estudios
superiores, bien sean técnicos o universitarios. El cumplimiento de esta obligación
por parte del Estado implica que los beneficiarios lleven a cabo ciertas acciones
tendientes al ejercicio de su derecho a esta medida de reparación421. Por lo tanto,
quienes soliciten esta medida de reparación, o sus representantes legales,
disponen de un plazo de seis meses, contados a partir de la notificación de la
presente Sentencia, para que den a conocer al Estado sus solicitudes de becas.

20. El Estado debe regular con claridad y seguridad la medida procesal de


protección de testigos relativa a la reserva de identidad, asegurando que se
trate de una medida excepcional, sujeta a control judicial en base a los
principios de necesidad y proporcionalidad, y que ese medio de prueba no
sea utilizado en grado decisivo para fundar una condena, así como regular
las correspondientes medidas de contrapeso, en los términos de los
párrafos 242 a 247 y 436 de la presente Sentencia.

442. En cuanto a la indemnización solicitada por los intervinientes comunes por


concepto de lucro cesante, la Corte nota que en sus escritos de solicitudes y
argumentos éstos realizaron una estimación de los ingresos dejados de percibir
por las víctimas durante su privación de libertad o clandestinidad (supra párr. 439).
Al respecto, el Tribunal observa que no cuenta con elementos probatorios que
acrediten el referido cálculo, ni los ingresos que percibían las víctimas antes de los
hechos que generaron las violaciones a los derechos humanos declaradas en el
presente caso. No obstante, la Corte constata fundándose en las declaraciones
rendidas por las víctimas y por sus familiares que las víctimas con anterioridad a
los hechos se dedicaban a actividades agrícolas y de crianza de animales,
principalmente de manera colectiva con sus comunidades, las cuales se vieron
afectadas luego de su procesamiento y privación de libertad, causando un fuerte
impacto en la economía y sustento propio y de sus familias, las cuales enfrentaron
dificultades financieras, deterioro en sus condiciones de vida y alteración en los
roles familiares430.

443. La Corte observa que por la actividad que realizaban las víctimas no es
posible determinar con exactitud cuál era su ingreso mensual. Sin embargo,
teniendo presente la actividad que realizaban la víctimas como medio de
subsistencia, las particularidades del presente caso, las violaciones declaradas en
la presente Sentencia, así como el período que permanecieron privadas de
libertad o en clandestinidad es posible inferir que durante el tiempo de
procesamiento y privación de libertad las víctimas no pudieran dedicarse a sus
actividades remunerativas habituales ni proveer a sus familias en la forma en la
que lo hacían con anterioridad a los hechos.

444. Por otra parte los intervinientes comunes se refirieron a que los familiares de
las víctimas incurrieron en gastos derivados de las violaciones de las que fueron
objeto las víctimas, particularmente por los gastos derivados de las visitas que
realizaban a las víctimas durante su privación de libertad. Al respecto, la Corte
constata que no cuenta con elementos que acrediten con exactitud los montos que
habrían desembolsado los familiares con estos fines. No obstante, es posible para
la Corte determinar fundándose en las declaraciones rendidas por las víctimas y
sus familiares, que estos últimos habrían incurrido en gastos para los traslados
hacia los centros penitenciarios para visitar a las víctimas y brindarles comida y
otros productos necesarios431. Asimismo, la Corte considera razonable presumir
que, con motivo de los hechos del presente caso y fundamentalmente a raíz de la
privación de libertad de las víctimas, los familiares debieron incurrir en diversos
gastos.
445. En cuanto al daño inmaterial, la Corte ha constatado el impacto psicológico y
moral en las ocho víctimas del presente caso por el procesamiento y condena por
delitos de carácter terrorista y por haber tenido que cumplir con una pena privativa
de libertad y penas accesorias fundándose en sentencias penales dictadas en
aplicación de una ley contraria a la Convención, en violación de garantías del
debido proceso y violatoria del principio de igualdad y no discriminación y el
derecho a la igual protección de la ley. Este Tribunal ha verificado, a través de las
declaraciones de las víctimas y sus familiares y de los peritajes psicológicos
elaborados por la señora Vargas Forman, las consecuencias que provocó en las
víctimas el haber sido declaradas responsables como autores de delitos de
carácter terrorista en violación de la Convención en diferentes dimensiones de su
vida personal, comunitaria y familiar432, cuyos efectos se extienden aún después
de haber cumplido -la mayoría de ellos- con las penas privativas de libertad433.
En el ámbito personal, las afectaciones se relacionan con la transformación
personal, sufrimiento y consecuencias que experimentaron por el procesamiento
por delitos de carácter terrorista, así como por el tiempo que permanecieron en
reclusión. Asimismo, las medidas arbitrarias de prisión preventiva y las referidas
condenas penales tuvieron efectos en la participación comunitaria de las víctimas,
especialmente en los casos de los señores Norín Catrimán, Pichún Paillalao y
Ancalaf Llaupe en el ejercicio de su rol como líderes indígenas de comunidades
mapuche. Adicionalmente, en el ámbito familiar, las declaraciones de las víctimas
y sus familiares evidencian la desarticulación de los vínculos familiares como
resultado de los procesos judiciales y los años de privación de libertad, aunado a
la preocupación y angustia que provocó en las víctimas el no proveer
económicamente a su familia ni cumplir con sus funciones parentales durante su
tiempo de reclusión.
446. Por todo lo anterior, la Corte considera pertinente ordenar una indemnización
a favor de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo
Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Florencio Jaime Marileo Saravia,
Juan Patricio Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco
Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, que comprenda
tanto los referidos daños materiales como los daños inmateriales constatados,
para lo cual determina en equidad la cantidad de USD $50,000.00 (cincuenta mil
dólares de los Estados Unidos de América) o su equivalente en moneda nacional,
para cada uno de ellos.
D) Costas y gastos
447. CEJIL argumentó que “[d]esde su presentación como representante de
[Víctor Ancalaf Llaupe] ha afrontado una serie de gastos vinculados con la
realización de esta labor, y que incluyen viajes, pago de hoteles, gastos de
comunicaciones, fotocopias, papelería y envíos”, así como aquellos
“correspondientes al tiempo de trabajo jurídico dedicado a la atención específica
del caso y a la investigación, la recopilación y presentación de pruebas, realización
de entrevistas y preparación de escritos”. En su escrito de solicitudes y
argumentos solicitó a la Corte que ordene al Estado el rembolso de US$10.899,99
por concepto de costas y gastos. Con sus alegatos finales escritos presentó “un
detalle de los gastos incurridos desde la presentación del [escrito de solicitudes y
argumentos] hasta la celebración de la audiencia pública en la sede de la Corte”,
cuya suma asciende a US$17.816,77. En total, CEJIL solicitó a la Corte el
rembolso de US$28.716,76 por concepto de costas y gastos. Adicionalmente,
requirió que la Corte, “con base en la equidad[, …] ordene se abone una suma
dineraria adicional” por los gastos futuros que comprenden “aquellos relacionados
con el cumplimiento de la Sentencia”, así como “los gastos de viajes de Argentina
a Chile […], para impulsar el cumplimiento de la Sentencia y los demás gastos que
pudieran implicar el proceso […] a partir de la notificación de la Sentencia”.

436. La Corte estima que, en el marco del ordenamiento jurídico chileno aplicado
en este caso, resulta adecuado ordenar a Chile que, para evitar violaciones como
las declaradas en la presente Sentencia, regule con claridad y seguridad la
medida procesal de protección de testigos relativa a la reserva de identidad,
asegurando que se trate de una medida excepcional, sujeta a control judicial en
base a los principios de necesidad y proporcionalidad, y que ese medio de prueba
no sea utilizado en grado decisivo para fundar una condena, así como regular las
correspondientes medidas de contrapeso que aseguren que la afectación al
derecho de defensa sea suficientemente contrarrestada, de acuerdo con lo
establecido en la presente Sentencia (supra párrs. 242-247). Adicionalmente, el
Tribunal recuerda que a fin de garantizar dicho derecho de la defensa a interrogar
testigos, las autoridades judiciales deben aplicar esos criterios o estándares
establecidos por la Corte (supra párrs. 242-247) en ejercicio del control de
convencionalidad.

21. El Estado debe pagar a cada una de las ocho víctimas del presente caso
la cantidad fijada en el párrafo 446 de la presente Sentencia, por concepto de
indemnización de los daños materiales e inmateriales, en los términos de los
párrafos 471 a 475 de este Fallo.

22. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 452 y 453 de
la presente Sentencia por concepto de reintegro de costas y gastos, en los
términos de los referidos párrafos y de los párrafos 471 a 475 de este Fallo.

G) Modalidad de cumplimiento de los pagos


471. El Estado deberá efectuar el pago de las indemnizaciones por concepto de
daño material e inmaterial y el reintegro de costas y gastos establecidos en la
presente Sentencia directamente a las personas u organizaciones indicadas en la
misma, dentro del plazo de un año, contado a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en los términos de los siguientes párrafos. En caso de que los
beneficiarios de la indemnización hayan fallecido (tal como sucede con la víctima
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao) o fallezcan antes de que les sean
entregadas las indemnizaciones respectivas, ésta se efectuará directamente a sus
derechohabientes, conforme al derecho interno aplicable.

472. El Estado deberá cumplir con las obligaciones monetarias mediante el pago
en dólares de los Estados Unidos de América o en su equivalente en pesos
chilenos, utilizando para el cálculo respectivo el tipo de cambio entre ambas
monedas que esté vigente en la bolsa de Nueva York, Estados Unidos de América,
el día anterior al pago.

473. Si por causas atribuibles a los beneficiarios de las indemnizaciones o a sus


derechohabientes no fuese posible el pago de las cantidades determinadas dentro
de los plazos indicados, el Estado consignará dichos montos a su favor en una
cuenta o certificado de depósito en una institución financiera chilena solvente, en
dólares estadounidenses, y en las condiciones financieras más favorables que
permitan la legislación y la práctica bancaria. Si al cabo de diez años el monto
asignado no ha sido reclamado, las cantidades serán devueltas al Estado con los
intereses devengados.

474. Las cantidades asignadas en la presente Sentencia como indemnización por


daño material e inmaterial, y como reintegro de costas y gastos deberán ser
entregadas a las personas indicadas en forma íntegra, conforme a lo establecido
en la presente Sentencia, sin reducciones derivadas de eventuales cargas
fiscales.

475. En caso de que el Estado incurriera en mora, deberá pagar un interés sobre
la cantidad adeudada correspondiente al interés bancario moratorio en Chile.

23. El Estado debe reintegrar al Fondo de Asistencia Legal de Víctimas de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos la cantidad erogada durante la
tramitación del presente caso, en los términos de lo establecido en el
párrafo 470 del presente Fallo.

470. En razón de las violaciones declaradas en la presente Sentencia, la Corte


ordena al Estado el reintegro a dicho Fondo por la cantidad de U US$7.652,88
(siete mil seiscientos cincuenta y dos dólares de los Estados Unidos de América
con ochenta y ocho centavos) por los gastos incurridos. Este monto deberá ser
reintegrado a la Corte Interamericana en el plazo de noventa días, contados a
partir de la notificación del presente Fallo.

24. El Estado debe rendir al Tribunal un informe, dentro del plazo de un año
contado a partir de la notificación de esta Sentencia, sobre las medidas
adoptadas para cumplir con la misma.
25. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en
ejercicio de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará por concluido el
presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo
dispuesto en la misma.
Los jueces Manuel E. Ventura Robles y Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot
hicieron conocer a la Corte su voto conjunto disidente, el cual acompaña
esta Sentencia.
Redactada en español en San José, Costa Rica, el 29 de mayo de 2014…”

5. CASO VÉLEZ LOOR VS. PANAMÁ


GARANTIAS JUDICIALES Y PRINCIPIO DE LEGALIDAD
“…X
PUNTOS RESOLUTIVOS
327. Por tanto,
LA CORTE
DECIDE,
por unanimidad,
1. Desestimar la primera y segunda excepciones preliminares interpuestas por el
Estado, de conformidad con los párrafos 14 a 36 de la presente Sentencia.
2. Aceptar parcialmente la primera cuestión planteada por el Estado con el
carácter de asunto previo, de conformidad con los párrafos 38 a 51 de la presente
Sentencia.
3. Desestimar la segunda cuestión planteada por el Estado con el carácter de
asunto previo, de conformidad con los párrafos 52 a 56 de la presente Sentencia.
4. Aceptar el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado
por el Estado, en los términos de los párrafos 58 a 70 de la presente Sentencia.
DECLARA,
por unanimidad, que,
5. El Estado es responsable por la violación del derecho a la libertad personal,
reconocido en el artículo 7.1, 7.3, 7.4, 7.5 y 7.6, en relación con los artículos 1.1 y
2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio del señor
Jesús Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo expuesto en los párrafos 102
a 139, 149 a 172 y 189 a 195 de la presente Sentencia.
6. El Estado es responsable por la violación del derecho a las garantías judiciales,
reconocido en el artículo 8.1, 8.2.b, 8.2.c, 8.2.d, 8.2.e, 8.2.f y 8.2.h, en relación
con los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo
expuesto en los párrafos 140 a 160, 173 a 181 y 191 a 195 de la presente
Sentencia.
7. El Estado es responsable por la violación del principio de legalidad, reconocido
en el artículo 9, en relación con el artículo 1.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de
conformidad con lo expuesto en los párrafos 182 a 188 de la presente Sentencia.
8. El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad personal
reconocido en el artículo 5.1 y 5.2, en relación con el artículo 1.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, respecto a las condiciones de detención, en
perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo expuesto
en los párrafos 196 a 227 de la presente Sentencia.
9. El Estado es responsable por la falta de garantía del derecho a la integridad
personal reconocido en el artículo 5.1 y 5.2, en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, y por el incumplimiento de los
artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura, respecto de la obligación de investigar los alegados actos de tortura, en
perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo expuesto
en los párrafos 228 a 245 de la presente Sentencia.
10. El Estado incumplió la obligación de garantizar, sin discriminación, el derecho
de acceso a la justicia, establecido en los artículos 8.1 y 25, en relación con el
artículo 1.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio
del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, en los términos de los párrafos 252 a 254
de la presente Sentencia.
Y DISPONE,
por unanimidad, que,
11. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
12. El Estado debe pagar la suma fijada en el párrafo 264 de la presente
Sentencia, por concepto de tratamiento y atención médica y psicológica
especializada, así como medicamentos y otros gastos futuros relacionados, dentro
de un plazo de seis meses.
13. El Estado debe realizar las publicaciones dispuestas, de conformidad con lo
establecido en el párrafo 266 de la presente Sentencia.

14. El Estado debe continuar eficazmente y conducir con la mayor diligencia y


dentro de un plazo razonable, la investigación penal iniciada en relación con los
hechos denunciados por el señor Vélez Loor, con el fin de determinar las
correspondientes responsabilidades penales y aplicar, en su caso, las sanciones y
demás consecuencias que la ley prevea, de conformidad con lo establecido en el
párrafo 270 de la presente Sentencia.
15. El Estado debe, en un plazo razonable, adoptar las medidas necesarias para
disponer de establecimientos con capacidad suficiente para alojar a las personas
cuya detención es necesaria y proporcionada en el caso en concreto por
cuestiones migratorias, específicamente adecuados para tales propósitos, que
ofrezcan condiciones materiales y un régimen acorde para migrantes, y cuyo
personal sea civil y esté debidamente calificado y capacitado, de conformidad con
lo establecido en el párrafo 272 de la presente Sentencia.
16. El Estado debe implementar, en un plazo razonable, un programa de
formación y capacitación para el personal del Servicio Nacional de Migración y
Naturalización, así como para otros funcionarios que por motivo de su
competencia tengan trato con personas migrantes, en cuanto a los estándares
internacionales relativos a los derechos humanos de los migrantes, las garantías
del debido proceso y el derecho a la asistencia consular, de conformidad con lo
establecido en el párrafo 278 de la presente Sentencia.
17. El Estado debe implementar, en un plazo razonable, programas de
capacitación sobre la obligación de iniciar investigaciones de oficio siempre que
exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un hecho de
tortura bajo su jurisdicción, destinados a integrantes del Ministerio Público, del
Poder Judicial, de la Policía Nacional, así como a personal del sector salud con
competencia en este tipo de casos y que por motivo de sus funciones sean los
primeros llamados a atender a víctimas de tortura, de conformidad con lo
establecido en el párrafo 280 de la presente Sentencia.
18. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 304, 307, 314 y
319 de la presente Sentencia, por concepto de indemnización por daño material e
inmaterial y por el reintegro de costas y gastos, según corresponda, dentro del
plazo de un año, contado a partir de la notificación del presente Fallo, en los
términos de los párrafos 321 a 326 del mismo.
19. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en ejercicio
de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, y dará por concluido el presente caso una
vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma.
Dentro del plazo de un año a partir de la notificación de esta Sentencia el Estado
deberá rendir al Tribunal un informe sobre las medidas adoptadas para darle
cumplimiento…”.

1. Desestimar la primera y segunda excepciones preliminares interpuestas


por el Estado, de conformidad con los párrafos 14 a 36 de la presente
Sentencia.

14. El Estado solicitó a este Tribunal que rechazara la demanda promovida por la
Comisión in limine litis, expresando los siguientes argumentos: el peticionario
nunca recurrió a los mecanismos disponibles dentro de la jurisdicción interna para
reclamar sus derechos de libertad personal, garantías judiciales y protección
judicial; el peticionario no agotó los recursos existentes en la jurisdicción interna
para reclamar su derecho a que se realizara una investigación respecto de los
alegados actos de tortura cometidos en su contra; la Comisión aplicó
incorrectamente la excepción contenida en el artículo 46.2(b) de la Convención; el
Estado advirtió el incumplimiento del requisito de agotamiento de los recursos de
la jurisdicción interna desde sus primeras comunicaciones a la Comisión, y la
Comisión afectó el equilibrio procesal y el derecho a la defensa del Estado pues
no le indicó claramente el objetivo de la audiencia celebrada el 13 de marzo de
2006; algunos de los motivos de hecho considerados en el informe de
admisibilidad fueron aportados por el peticionario sin ser transmitidos al Estado
violando la oportunidad de contradecirlos, y el párrafo 46 del informe de
admisibilidad comporta una clara ―falta de coincidencia entre los hechos
descritos como sustento del informe y los que […] llevaron a la Comisión a
determinar el mérito de la aplicación de la excepción‖.
15. En particular, el Estado alegó que la falta de agotamiento de los recursos
internos se refiere a aquellos relacionados con: (a) la Resolución 7306, de 6 de
diciembre de 2002, emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización
del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá (en adelante ―Dirección
Nacional de Migración‖), por la cual se ordenó la aplicación de la sanción de
detención a la presunta víctima, y (b) la denuncia e investigación de los alegados
actos de tortura cometidos en su contra. En cuanto a la Resolución 7306, de 6 de
diciembre de 2002, el Estado mencionó que los recursos existentes en la
legislación panameña, en la época de los hechos, para la revisión de dicho acto
administrativo, eran los recursos de Reconsideración y de Apelación, el recurso de
Revisión Administrativa, el recurso de Protección de los Derechos Humanos, la
acción de Amparo de Garantías Constitucionales y la acción de Hábeas Corpus.
En opinión del Estado, todos los recursos mencionados estaban en vigencia, eran
efectivos para el ejercicio del derecho de tutela judicial y estaban al alcance de ser
accionados por el peticionario. Respecto a los alegados actos de tortura, el Estado
sostuvo que el señor Vélez Loor no interpuso denuncia o queja al respecto, a
pesar de que habría tenido acceso a medios y oportunidades para hacerlo.
16. Asimismo, en cuanto al momento procesal oportuno, el Estado refirió que las
advertencias de incumplimiento del requisito de agotamiento de los recursos
internos fueron realizadas en las primeras etapas del procedimiento ante la
Comisión y que dado que ―nunca dejó de aducir la falta de agotamiento de los
recursos de la jurisdicción interna, […] no puede alegarse que exista una renuncia
tácita al derecho que le asiste para interponer […] esta excepción‖.
ii. Argumentos de la Comisión
17. La Comisión alegó la extemporaneidad de los argumentos del Estado. Al
respecto, sostuvo que si bien en la primera respuesta de Panamá de 6 de marzo
de 2006, aparece una referencia final al artículo 46.1 a) de la Convención, ―el
Estado no presentó argumento alguno dirigido a sustentar la falta de agotamiento
de los recursos internos en el caso concreto, ni a explicar cuáles recursos estaban
disponibles y podían considerarse idóneos y efectivos frente a los hechos
alegados en la petición‖. Asimismo, advirtió que en la audiencia celebrada el 13 de
marzo de 2006 el Estado ―mencionó aisladamente algunos recursos o
‗mecanismos‘ a los cuales la [presunta] víctima p[udo] haber acudido‖, sin
embargo, ―ante la Corte Interamericana [presentó] un listado de recursos más
amplio y con un grado de especificidad que no puede considerarse equivalente al
presentado ante la [Comisión]‖.
iii. Argumentos de las representantes
18. Por su parte, las representantes alegaron que ―[c]on excepción del recurso
de h[á]beas corpus, el Estado no alegó la existencia de [los] recursos
[mencionados en la contestación de la demanda] en la etapa de admisibilidad en
el proceso ante la Comisión Interamericana‖. Asimismo, sostuvieron ―respecto a
los malos tratos y actos de tortura de los que [supuestamente] fue víctima el señor
Vélez, [que] el Estado no se refi[rió] expresamente a cu[á]les recursos habrían
sido idóneos y accesibles‖.
b) Determinación de la Corte
19. La Corte evaluará, conforme a su jurisprudencia, si en el presente caso se
verifican los presupuestos formales y materiales para que proceda una excepción
preliminar de falta de agotamiento de los recursos internos. En cuanto a los
presupuestos formales, en el entendido de que esta excepción es una defensa
disponible para el Estado, el Tribunal analizará en primer lugar las cuestiones
propiamente procesales, tales como el momento procesal en que la excepción ha
sido planteada (si fue alegada oportunamente); los hechos respecto de los cuales
se planteó, y si la parte interesada ha señalado que la decisión de admisibilidad se
basó en informaciones erróneas o en alguna afectación de su derecho de defensa.
Respecto de los presupuestos materiales, corresponde observar si se han
interpuesto y agotado los recursos de la jurisdicción interna, conforme a los
principios del Derecho Internacional generalmente reconocidos, en particular, si el
Estado que presenta esta excepción ha especificado los recursos internos que aún
no se han agotado, y será preciso demostrar que estos recursos se encontraban
disponibles y eran adecuados, idóneos y efectivos. Todo ello, debido a que por
tratarse de una cuestión de admisibilidad de una petición ante el Sistema
Interamericano, deben verificarse los presupuestos de esa regla según sea
alegado, si bien el análisis de los presupuestos formales prevalece sobre los de
carácter material y, en determinadas ocasiones, estos últimos pueden tener
relación con el fondo del asunto9.
20. Constituye jurisprudencia reiterada de este Tribunal10 que una objeción al
ejercicio de la jurisdicción de la Corte basada en la supuesta falta de agotamiento
de los recursos internos debe ser presentada en el momento procesal oportuno,
esto es, en la etapa de admisibilidad del procedimiento ante la Comisión; de lo
contrario, el Estado habrá perdido la posibilidad de presentar esa defensa ante
este Tribunal.
21. Del expediente ante este Tribunal surge que, durante el trámite de
admisibilidad ante la Comisión, el Estado no fue claro ni explícito en la invocación
de la excepción de falta de agotamiento de los recursos internos, pues no hizo
referencia al listado detallado de recursos que mencionó por primera vez en la
contestación de la demanda (supra párr. 15). Sobre este punto, el propio Estado
aceptó que en su primera comunicación ante la Comisión de 6 de marzo de 2006
solo invocó la norma del artículo 46.1 de la Convención ―sin una descripción
exhaustiva de los recursos disponibles y no agotados en este caso [en] particular‖.
De igual forma, el Estado reconoció que ―[s]i bien, la información proporcionada
en [dicho escrito y en la audiencia de 13 de marzo de 2006 ante la Comisión] no
era una lista exhaustiva de los recursos disponibles en la época, [si] era en efecto
suficiente como para que la Comisión conociera de la existencia de recursos
judiciales no utilizados, ni agotados, por parte del peticionario‖.
22. En cuanto a los alegatos de presunta afectación al derecho de defensa del
Estado, la Corte ha afirmado que la Comisión Interamericana tiene autonomía e
independencia en el ejercicio de su mandato conforme a lo establecido por la
Convención Americana11 y, particularmente, en el ejercicio de las funciones que le
competen en el procedimiento relativo al trámite de peticiones individuales
dispuesto por los artículos 44 a 51 de la Convención12. No obstante, dentro de las
atribuciones de la Corte se encuentra la de efectuar el control de legalidad de las
actuaciones de la Comisión en lo referente al trámite de asuntos que estén bajo el
conocimiento de la propia Corte13. Esto no supone necesariamente revisar el
procedimiento llevado a cabo ante la Comisión, salvo en caso de que exista un
error grave que vulnere el derecho de defensa de las partes14. Por último, la parte
que afirma que una actuación de la Comisión durante el procedimiento ante la
misma ha sido llevada de manera irregular afectando su derecho de defensa debe
demostrar efectivamente tal perjuicio15. Por ello, a este respecto, no resulta
suficiente una queja o discrepancia de criterios en relación a lo actuado por la
Comisión Interamericana16.
23. Sobre este aspecto, la Comisión argumentó que ―a pesar de que el Estado
indic[ó] no haber tenido conocimiento de la materia que se debatiría en la
audiencia, en el transcurso de la misma presentó argumentos respecto de la
admisibilidad de la petición‖, habiendo constituido dicha audiencia una
oportunidad procesal adicional a las otorgadas por la Comisión al Estado para
presentar todos sus argumentos sobre admisibilidad. Por su parte, las
representantes no presentaron alegatos específicos al respecto.
24. Vale recordar que no corresponde a la Corte, ni correspondía a la Comisión,
identificar ex officio cuáles son los recursos internos a agotar, sino que incumbe al
Estado el señalamiento oportuno de los recursos internos que deben agotarse y
de su efectividad. Tampoco compete a los órganos internacionales subsanar la
falta de precisión de los alegatos del Estado17, que a pesar de que contó con
varias oportunidades procesales no interpuso debidamente la excepción de
agotamiento de recursos internos.
25. De otra parte, tomando en cuenta las características del presente asunto y los
argumentos expuestos por las partes al respecto, este Tribunal considera que el
análisis preliminar de la disponibilidad y/o efectividad de la acción de hábeas
corpus, de las investigaciones de los supuestos hechos de tortura, o de la
asistencia consular en las circunstancias particulares del caso, implicaría una
evaluación de las actuaciones del Estado en relación con sus obligaciones de
respetar y garantizar los derechos reconocidos en los instrumentos internacionales
cuya violación se alega, cuestión que no debe examinarse con carácter preliminar
sino al examinar el fondo de la controversia.
26. En consecuencia, el Tribunal entiende que no se ha afectado el derecho a la
defensa del Estado, y que, consiguientemente, no hay motivo alguno para
apartarse de lo decidido por la Comisión en el procedimiento ante ella. Por ende,
la falta de especificidad por parte del Estado en el momento procesal oportuno
ante la Comisión, respecto de los recursos internos adecuados que alegadamente
no se habrían agotado, así como la falta de argumentación sobre su
disponibilidad, idoneidad y efectividad, hacen que el planteamiento al respecto
ante esta Corte sea extemporáneo.
27. Por último, es menester resaltar que el Estado realizó un reconocimiento
parcial de responsabilidad internacional (infra Capítulo VI), en el cual especificó y
admitió que el contenido de la Resolución 7306, de 6 de diciembre de 2002, no fue
notificado al señor Vélez Loor y que el proceso que llevó a la sanción de dos años
de prisión fue realizado sin garantía del derecho a la defensa. A este respecto, el
Tribunal estima que la interposición de la excepción preliminar de falta de
agotamiento de los recursos resulta en este caso incompatible con el referido
reconocimiento18, en el entendido de que la notificación de dicha decisión
constituía un prerrequisito para ejercer algunos de los recursos mencionados por
el Estado en su contestación19 y que la falta de garantía del debido proceso legal
para accionar los recursos constituye un factor habilitante de la jurisdicción del
sistema internacional de protección.
28. Consecuentemente, en virtud de los razonamientos expuestos anteriormente,
la Corte desestima la primera excepción preliminar interpuesta por el Estado.
2. Falta de competencia de la Corte ratione materiae para conocer de un
alegado incumplimiento de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura
a) Argumentos de las partes
i. Argumentos del Estado
29. El Estado solicitó que se declarara inadmisible la demanda presentada por la
Comisión, en razón de la ―falta de competencia de la Corte […] para conocer
sobre el alegado incumplimiento de la obligación de investigar establecida en [la
Convención contra la Tortura], en función del contenido de los artículos 33 y 62 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que expresamente limitan la
competencia de la Corte a la interpretación o aplicación de esta [última]‖. En ese
sentido, el Estado alegó que ―no podría pretenderse que el reconocimiento de
competencia hecho por el Estado panameño respecto de la Convención
Americana […], pueda aplicarse para […] otorgar competencia a la Corte respecto
de la aplicación e interpretación de la Convención [contra la Tortura], sin que tal
pretensión constituya una actuación contraria al principio de consentimiento‖. De
la misma manera, señaló que este Tribunal no tiene competencia para conocer
sobre violaciones a las obligaciones contenidas en la Convención contra la Tortura
en este caso ya que el Estado, además de dar su consentimiento para obligarse
por dicho instrumento, debe manifestar y aceptar de forma expresa la competencia
para que la Corte Interamericana pueda aplicar e interpretar su contenido.
Finalmente, el Estado argumentó que la Corte tiene limitada su competencia
respecto de instrumentos internacionales que ―no le conceden expresamente la
facultad para determinar la compatibilidad de los actos y de las normas de los
Estados, como es el caso de la [Convención contra la Tortura]‖.
30. Para el caso de que se rechazara la excepción, el Estado solicitó a la Corte
que desarrollara de una manera más amplia su jurisprudencia de la última década
respecto de este asunto, dado que su criterio ―se sustenta en causas de hecho
que resultan insuficientes para determinar, con total certeza, el alcance de esta
jurisdicción hacia la aplicación e interpretación de la [Convención contra la
Tortura]‖.
ii. Argumentos de la Comisión y las representantes
31. La Comisión recordó que, tanto dicho órgano como la Corte, habían
determinado la existencia de violaciones a los artículos 1, 6 y 8 de la Convención
contra la Tortura, bajo el entendido de que el inciso tercero del artículo 8 de la
misma incorpora una cláusula general de competencia aceptada por los Estados
al momento de ratificar o adherirse a tal instrumento. De tal modo, no existían,
según la Comisión, motivos para que la Corte se apartara de su criterio reiterado,
el cual se encuentra de conformidad con el derecho internacional. Por su parte, las
representantes solicitaron que ―de conformidad con [la] jurisprudencia
consolidada [de la Corte] en la materia, [se] declar[ara] sin lugar la excepción
preliminar interpuesta por el Estado de Panamá‖.
b) Determinación de la Corte
32. Resulta pertinente recordar que, ante el argumento formulado por algunos
Estados de que cada tratado interamericano requiere una declaración específica
de otorgamiento de competencia a la Corte, este Tribunal ha determinado que ésta
puede ejercer su competencia contenciosa respecto de instrumentos
interamericanos distintos de la Convención Americana, cuando se trata de
instrumentos que establecen un sistema de peticiones objeto de supervisión
internacional en el ámbito regional20. Así, la declaración especial de aceptación
de la competencia contenciosa de la Corte según la Convención Americana y de
conformidad con el artículo 62 de la misma permite que el Tribunal conozca tanto
de violaciones a la Convención como de otros instrumentos interamericanos que le
otorguen competencia21.
33. Si bien el artículo 8 de la Convención contra la Tortura22 no menciona
explícitamente a la Corte Interamericana, este Tribunal se ha referido a su propia
competencia para interpretar y aplicar dicha Convención, en base a un medio de
interpretación complementario, como son los trabajos preparatorios, ante la
posible ambigüedad de la disposición23. De este modo, en su Sentencia en el
Caso Villagrán Morales y otros vs. Guatemala, el Tribunal se refirió a la razón
histórica de dicho artículo, esto es, que al momento de redactar la Convención
contra la Tortura todavía existían algunos países miembros de la Organización de
los Estados Americanos que no eran Partes en la Convención Americana, e indicó
que ―[c]on una cláusula general [de competencia, que no hiciera referencia
expresa y exclusiva a la Corte Interamericana,] se abrió la posibilidad de que
ratifiquen o se adhieran a la Convención contra la Tortura el mayor número de
Estados. Lo que se consideró importante[, en aquel entonces,] fue atribuir la
competencia para aplicar la Convención contra la Tortura a un órgano
internacional, ya se trate de una comisión, un comité o un tribunal existente o de
uno que se cree en el futuro‖24.
34. Sobre este punto, es necesario recalcar que el sistema de protección
internacional debe ser entendido como una integralidad, principio recogido en el
artículo 29 de la Convención Americana, el cual impone un marco de protección
que siempre da preferencia a la interpretación o a la norma que más favorezca los
derechos de la persona humana, objetivo angular de protección de todo el Sistema
Interamericano. En este sentido, la adopción de una interpretación restrictiva en
cuanto al alcance de la competencia de este Tribunal no sólo iría contra el objeto y
fin de la Convención, sino que además afectaría el efecto útil del tratado mismo y
de la garantía de protección que establece, con consecuencias negativas para la
presunta víctima en el ejercicio de su derecho de acceso a la justicia25.
35. En razón de las anteriores consideraciones, la Corte reitera su jurisprudencia
constante26 en el sentido de que es competente para interpretar y aplicar la
Convención contra la Tortura y declarar la responsabilidad de un Estado que haya
dado su consentimiento para obligarse por esta Convención y haya aceptado,
además, la competencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Bajo
este entendido, el Tribunal ya ha tenido oportunidad de aplicar la Convención
contra la Tortura y declarar la responsabilidad de diversos Estados en virtud de su
violación27. Dado que Panamá es Parte en la Convención contra la Tortura y ha
reconocido la competencia contenciosa de este Tribunal (infra Capítulo V), la Corte
tiene competencia ratione materiae para pronunciarse en este caso sobre la
alegada responsabilidad del Estado por violación a dicho instrumento, el cual se
encontraba en vigencia cuando ocurrieron los hechos.
36. Por los argumentos expuestos anteriormente, el Tribunal desestima la segunda
excepción preliminar interpuesta por el Estado.

2. Aceptar parcialmente la primera cuestión planteada por el Estado con el


carácter de asunto previo, de conformidad con los párrafos 38 a 51 de la
presente Sentencia.

38. El Estado alegó que el escrito presentado por las representantes ―busca
introducir en este proceso nuevas pretensiones que no están incluidas en la
demanda presentada por la Comisión [y que estas] pretensiones nuevas varían y
alteran el alcance del presente caso‖, por lo que no deben de ser admitidas por la
Corte como objeto del presente litigio.
39. Las pretensiones que el Estado considera que fueron introducidas en el
presente proceso por las representantes se refieren, a juicio de la Corte, tanto a
hechos como a derechos, a saber: los supuestos actos de tortura, la alegada
violación de los artículos 2 de la Convención contra la Tortura y 24 de la
Convención Americana, y la alegada responsabilidad del Estado por no haber
tipificado adecuadamente la tortura, las cuales solicitó no sean admitidas por este
Tribunal.
40. El argumento del Estado se refiere a las afirmaciones de las representantes de
que, mientras estuvo bajo la custodia del Estado en Panamá, el señor Vélez Loor
sufrió malos tratos, abusos sexuales y torturas. Específicamente, las
representantes sostuvieron que el señor Vélez Loor ―fue víctima de múltiples
vejámenes y malos tratos, mientras permaneció bajo la custodia de las
autoridades panameñas, los cuales deben ser considerados como tortura‖. Al
respecto, indicaron que el 1 de junio de 2003, luego de hacer una huelga de
hambre y suturarse la boca, el señor Vélez fue trasladado al Pabellón 12 de
máxima seguridad en el Centro Penitenciario La Joyita, en donde, ―lo golpearon‖,
derramaron gas lacrimógeno en la cara y ojos, ―rociaron polvo de gas
lacrimógeno en sus genitales‖ y ―fue violado sexualmente por un policía que le
ingresó un lápiz con polvo de gas lacrimógeno en el ano‖.
ii. Respuesta a los argumentos del Estado
41. Las representantes alegaron que dentro de su escrito desarrollaron
ampliamente los hechos y las pretensiones de derecho y reparaciones propuestas,
guiándose por el marco fáctico establecido en la demanda de la Comisión, sin
plantear hechos distintos y limitándose a explicar o contextualizar las violaciones
alegadas, por lo que solicitaron que dicho asunto previo sea desestimado.
Asimismo, especificaron que ―la descripción de los actos de tortura sufridos por
el señor Jesús Vélez Loor mientras estuvo bajo la custodia de las autoridades
panameñas no hacen más que desarrollar los hechos expuestos por la Comisión
en su escrito de demanda[, y] forman parte integral de éste‖. Así, consideraron
que corresponde a la Corte, en virtud de la mayor prueba allegada, valorar y
pronunciarse acerca de la responsabilidad del Estado por los alegados actos de
tortura. Del mismo modo, las representantes sostuvieron que si bien la Comisión
no hizo referencia a ―la violación del derecho a la integridad personal por tortura‖,
―[la] Corte ha reconocido expresamente que [las representantes pueden
introducir nuevas pretensiones]‖.
42. La Comisión no presentó consideraciones específicas relacionadas con este
tema.
b) Determinación de la Corte
43. Es jurisprudencia reiterada de la Corte que la presunta víctima, sus familiares
o representantes en los procesos contenciosos ante este Tribunal, pueden invocar
la violación de otros derechos distintos a los ya comprendidos en la demanda,
mientras no aleguen hechos nuevos a los ya contenidos en ella28, misma que
constituye el marco fáctico del proceso29. A su vez, la presunta víctima o sus
representantes pueden referirse a hechos que permitan explicar, contextualizar,
aclarar o desestimar los que han sido mencionados en la demanda, o bien,
responder a las pretensiones del demandante30, en función de lo que aleguen y la
prueba que aporten. Esta posibilidad tiene el propósito de hacer efectiva la
facultad procesal de locus standi in judicio que se les reconoce en el Reglamento
del Tribunal, sin desvirtuar por ello los límites convencionales a su participación y
al ejercicio de la competencia de la Corte, ni un menoscabo o vulneración para el
derecho de defensa del Estado31, el cual cuenta con las oportunidades
procesales para responder a los alegatos de la Comisión y de las representantes
en todas las etapas del proceso. Además, hechos que se califican como
supervinientes podrán ser remitidos al Tribunal en cualquier estado del proceso
antes del dictado de la sentencia32. En definitiva, corresponde a la Corte decidir
en cada caso acerca de la procedencia de alegatos de tal naturaleza en resguardo
del equilibrio procesal de las partes33.
44. A la luz de los criterios expuestos, corresponde al Tribunal determinar si los
hechos que se alega deben ser calificados como tortura se encuentran dentro del
marco fáctico establecido por la Comisión en su demanda.
45. El Tribunal advierte que, en el Informe de Admisibilidad No. 95/06, la Comisión
Interamericana consideró que en el caso del señor Vélez Loor los presuntos
hechos de tortura descritos en la petición y la inexistencia de información sobre
investigaciones y sanciones penales en relación con estos hechos caracterizaban
una posible violación de los artículos 5, 8 y 25 de la Convención Americana, y 1, 6
y 8 de la Convención contra la Tortura34. Al analizar los hechos traídos a su
conocimiento como posibles actos de tortura, la Comisión estimó en el Informe de
Fondo No. 37/09 adoptado en este caso, que no contaba ―con suficientes
pruebas de que el señor Vélez Loor fue torturado durante el tiempo que estuvo
bajo custodia panameña‖35, sin embargo, atribuyó responsabilidad al Estado
―por no emprender una investigación contemporánea adecuada sobre las
alegaciones de tortura del señor Vélez Loor‖36.
46. En su demanda ante esta Corte, la Comisión se refirió únicamente de manera
general a las denuncias de tortura realizadas en el marco del presente caso, pero
sin hacer una relación de los hechos o actos que constituirían tortura ni ningún tipo
de alusión a las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que éstas ocurrieron.
Asimismo, se refirió a un examen médico y psicológico realizado al señor Vélez
Loor en Bolivia en junio de 2008, y advirtió que el mismo concuerda en algunos de
sus aspectos con las denuncias de tortura presentadas por el señor Vélez Loor en
el marco de otra petición contra Ecuador, que también se tramita ante la Comisión.
47. Las representantes, en su escrito de solicitudes y argumentos, y la presunta
víctima, en su declaración ante esta Corte, se refirieron detalladamente a hechos
que constituirían los alegados actos de tortura. El Tribunal estima que estos
hechos no pueden considerarse autónomamente como constitutivos de violación
en tanto no están en la demanda presentada por la Comisión; no obstante, la
información aportada por las representantes y la propia presunta víctima respecto
de los alegados actos de tortura en cuanto al modo, tiempo y lugar en que estos
habrían ocurrido es complementaria al marco fáctico de la demanda, en cuanto
aclara hechos sobre los que recaería el deber de investigar (supra párr. 43). Por lo
tanto, la Corte hará alusión a los hechos que constituirían tortura, según las
representantes de la presunta víctima, únicamente con el objeto de proceder al
análisis de la alegada obligación de investigar estos actos, incluida por la
Comisión en su demanda.
48. En consecuencia, de conformidad con el marco fáctico del presente caso, no
es viable analizar como una violación autónoma los hechos presentados como
tortura en relación con los artículos 5.2 de la Convención Americana y 2 de la
Convención contra la Tortura. Sin embargo, estos hechos serán tomados en
cuenta, en tanto dan contenido al deber del Estado de iniciar de oficio y de
inmediato una investigación respecto de los supuestos actos de tortura.
49. Sin perjuicio de ello, al analizar los hechos de la demanda relativos a las
condiciones bajo las cuales se desarrolló la privación de libertad del señor Vélez
Loor, el Tribunal podrá pronunciarse sobre otros aspectos jurídicos referidos a la
integridad personal establecida en el artículo 5 de la Convención.
50. En cuanto a los argumentos de las representantes relacionados con la alegada
violación del artículo 24 de la Convención Americana, el Tribunal considera que,
en el estado de evolución actual del sistema de protección de derechos humanos,
está dentro de la facultad de la representación de la presunta víctima incorporar
pretensiones jurídicas diferentes a las de la Comisión, siempre que sea sobre la
base fáctica de la demanda. Además, el Estado ha contado con todas las
oportunidades procesales para presentar sus argumentos de defensa en cuanto a
dichas solicitudes ante este Tribunal37. Por lo tanto, dichos alegatos serán
examinados por la Corte en el fondo de la presente Sentencia (infra Capítulo VIII-
3)
51. Por lo tanto, este Tribunal acepta parcialmente el primer asunto previo al
proceso interpuesto por el Estado.

3. Desestimar la segunda cuestión planteada por el Estado con el carácter


de asunto previo, de conformidad con los párrafos 52 a 56 de la presente
Sentencia.
52. El Estado alegó que CEJIL carece de legitimación ―para obrar en [esta] etapa
[…] en representación de la presunta víctima […] respecto de las alegadas
violaciones de las obligaciones contenidas en la [Convención contra la Tortura]‖,
en virtud de que el poder otorgado por el señor Vélez Loor los faculta para
―ejercer su representación […] únicamente en cuanto se refiere a la […] violación
de ‗algunos derechos contemplados en la Convención Interamericana de
Derechos Humanos (sic)‘ no así para ejercer su representación en cuanto se
refiera a presuntas violaciones […] contenid[a]s en otras Convenciones
Internacionales‖.
53. Las representantes argumentaron que el poder otorgado reúne todas las
formalidades que la Corte previamente ha establecido como indispensables y que
refleje de ―manera inequívoca [la voluntad de la presunta víctima] de que CEJIL
realice todos los actos y gestiones relativos al proceso […] seguido en contra del
Estado […] ‗velando por la correcta tramitación del caso mencionado‘‖, por lo que
el mismo es válido y efectivo en relación a todas las gestiones y actuaciones
pertinentes en el marco de este proceso. Por su parte, la Comisión no presentó
consideraciones específicas al respecto.
54. Anteriormente, la Corte ha señalado que no es indispensable que los poderes
otorgados por las presuntas víctimas para ser representadas en el proceso ante el
Tribunal cumplan las mismas formalidades que regula el derecho interno del
Estado demandado38. Además, si bien la práctica constante de esta Corte con
respecto a las reglas de representación ha sido flexible, existen ciertos límites al
aceptar los instrumentos constitutivos que están dados por el objeto útil de la
representación misma. Primero, dichos instrumentos deben identificar de manera
unívoca al poderdante y reflejar una manifestación de voluntad libre de vicios.
Deben, además, individualizar con claridad al apoderado y, por último, deben
señalar con precisión el objeto de la representación. Los instrumentos que
cumplan con los requisitos mencionados son válidos y adquieren plena efectividad
al ser presentados ante el Tribunal39.
55. La Corte verifica que no existe en el poder especial conferido a CEJIL40
limitación expresa sobre los artículos que podrían ser alegados por las
representantes en el procedimiento ante esta Corte, ya que la mención sobre la
Convención Americana fue realizada en forma genérica, y no se desprende de la
redacción del referido instrumento una intención de limitar la función o capacidad
de las representantes en su actuación ante este Tribunal. Todo lo contrario, en
dicho poder se expresa que los apoderados deben ―velar por la correcta
tramitación del caso [señalado]‖41, en virtud de lo cual la Corte entiende que
gozan de amplitud para formular las alegaciones que en derecho estimen
pertinentes o procedentes en el caso en concreto.
56. En razón de lo anterior, la Corte considera que se ha señalado con precisión el
objeto del poder, cumpliendo los requisitos previamente establecidos por este
Tribunal y que el poder otorgado a las representantes no tiene dentro de su objeto
ninguna limitación que les impida alegar la violación de ciertos artículos de la
Convención contra la Tortura ante este Tribunal, por lo que se desestima la
segunda cuestión previa.
4. Aceptar el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional
efectuado por el Estado, en los términos de los párrafos 58 a 70 de la
presente Sentencia.
58. En el presente caso el Estado realizó un reconocimiento parcial de los hechos
y de su responsabilidad internacional por varias de las alegadas violaciones a los
derechos reconocidos en la Convención. Así, en su contestación a la demanda el
Estado asumió parcialmente su responsabilidad:
Por la violación del derecho a la libertad personal, consagrado en los artículos 7.1,
7.3, 7.4, y 7.5 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 del mismo
instrumento, respecto al señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, en los siguientes
términos:

i) La violación del artículo 7.1 de la Convención en virtud de no haber observado


parcialmente el cumplimiento de las garantías contenidas en el artículo 7.3, 7.4,
7.5 y 7.6 de la Convención respecto de la detención ordenada por la Resolución
7306, de 6 de diciembre de 2002;

ii) La violación del artículo 7.3 de la Convención en virtud de no haber notificado al


señor Vélez Loor el contenido de la Resolución 7306, de 6 de diciembre de 2002,
emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización;

iii) La violación del artículo 7.4 de la Convención en virtud de no haber realizado la


notificación formal de los cargos que serían considerados por la Dirección
Nacional de Migración y Naturalización para la aplicación de la sanción de dos
años de prisión, y

iv) La violación del artículo 7.5 de la Convención en virtud de no haber presentado


al señor Vélez Loor ante el funcionario de la Dirección Nacional de Migración y
Naturalización para los efectos de la determinación de su responsabilidad por la
alegada violación de los términos de su deportación ordenada en enero de 2002.

Por la violación del derecho a la integridad personal, consagrado en el artículo 5.1


y 5.2 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento,
respecto al señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, en cuanto a las condiciones de
detención limitadas a la época de los hechos, excluyendo específicamente los
alegados malos tratos y actos de tortura, así como la alegada falta de atención
médica durante su detención en Panamá.
Parcialmente por la violación del derecho a las garantías judiciales, consagradas
en los artículos 8.1 y 8.2 en sus incisos b), c), d) y f) y 25 de la Convención, en
relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, respecto de la aplicación de la
sanción de dos años de prisión ordenada mediante la Resolución 7306, de 6 de
diciembre de 2002, emitida por la Dirección Nacional de Migración y
Naturalización.

59. Durante la audiencia pública, el Estado reiteró su aceptación parcial de


responsabilidad, precisó los extremos reconocidos en cuanto a las condiciones de
detención, y especificó que tal reconocimiento no se extiende (i) al artículo 2 de la
Convención Americana en la medida que el ordenamiento jurídico interno
panameño establece los mecanismos de protección suficientes como para
garantizar la libertad personal, (ii) a los alegados actos de tortura referidos por las
representantes, y (iii) a la alegada violación del derecho a recurrir el fallo
contemplado en el literal h del artículo 8.2 de la Convención.
60. En sus alegatos finales escritos, el Estado reiteró que ―mantiene el
reconocimiento parcial de responsabilidad‖,
En cuanto al derecho a la libertad personal, ―acept[ó] la responsabilidad por la
aplicación de la sanción prevista por el artículo 67 del Decreto Ley 16 de 1960 […],
sin que en el presente caso, se hubiera garantizado al señor Vélez la posibilidad
de preparar su defensa antes de la aplicación de dicha sanción. Esta actuación
resultó en la violación de los derechos de libertad personal, consagrados en los
artículos 7.1, 7.3, 7.4, 7.5, y 7.6 de la [Convención Americana] en relación con la
obligación general contenida en el artículo 1.1. de la [misma]‖.

Respecto del artículo 7.1 de la Convención Americana, ―manifestó su aceptación


de responsabilidad por el incumplimiento parcial de la obligación contenida en el
artículo 1.1 de la misma Convención, en la medida que la detención ordenada por
la Resolución de 6 de diciembre, atendió de manera parcial las garantías
contenidas en los artículos 7.3, 7.4 y 7.5, lo que constituye a su vez
incumplimiento de la obligación general de respeto a las normas de la
Convención‖.
En cuanto al artículo 7.3 de la Convención Americana, ―[e]l Estado acept[ó],
respecto de la Resolución 7306, la responsabilidad por la violación del derecho
consagrado en el artículo 7.3 en relación al artículo 1.1 de la Convención en vista
del incumplimiento de la obligación de haber notificado de manera inmediata al
señor Vélez Loor de las causas de la privación de libertad a la que fue sometido a
partir de la emisión de la mencionada Resolución 7306[,] el día 6 de diciembre de
2002‖.

En relación con el artículo 7.4 de la Convención Americana, el Estado manifestó


que ―[a] pesar de que es cierto que las causas por las cuales se impuso la
sanción en referencia fueron informadas verbalmente al señor Vélez, desde el
momento de su arresto y, a pesar de que el señor había sido deportado el mes de
enero del mismo año 2002 con apercibimiento de la imposición de la sanción
contenida en el artículo 67 del [Decreto Ley] 16, el Estado admit[ió] que, a la luz de
su ordenamiento jurídico interno y a la luz de sus obligaciones internacionales,
tales actuaciones no resultaban suficientes para cumplir adecuadamente la
obligación de notificación formal de los cargos específicos que serían
considerados por la [Dirección Nacional de Migración] y por los cuales Jesús Vélez
podría ser sancionado conforme al Decreto Ley 16[. En tal sentido advirtió que l]a
notificación formal por escrito, de los cargos que enfrentaba Vélez Loor no
consta‖.

Respecto al derecho a la integridad personal, ―[e]l Estado asum[ió] su


responsabilidad por no haber garantizado al señor Vélez condiciones de detención
adecuadas, en la medida que las condiciones generales que presentaban los
centros penitenciarios del Sistema Penitenciario Nacional de Panamá, en los que
estuvo ingresado durante su detención, (La Palma y la Joyita) no cumplían los
estándares para garantizar y preservar el derecho a la Integridad personal, lo que
result[ó] en la violación de los artículos 5.1 y 5.2 de la [Convención Americana]‖.

El Estado aceptó ―la responsabilidad por la violación del derecho a las garantías
judiciales y a la protección judicial señalada en los artículos 8.1, 8.2, y 25 de la
Convención Americana y en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento
respecto de la aplicación de la sanción de detención por un período de 2 años
ordenada en contra de Jesús Vélez mediante Resolución No. 7306[,] de 6 de
diciembre de 2002‖. Señaló que ―[l]a emisión de la Resolución No. 7306[,] a
pesar de ser formalmente un acto administrativo, estaba obligado a atender y
ofrecer en efecto las garantías procesales inherentes a los procesos penales, en la
medida que su aplicación afectaba el derecho fundamental de libertad. No consta
evidencia de que en este caso se haya cumplido adecuadamente con esta
obligación en la etapa de sustanciación del proceso administrativo dentro del cual
se determinó la sanción aplicada. [Así, l]a aplicación de la sanción privativa de
libertad, fue decidida inoída parte […]. La omisión descrita, igualmente resulta en
una violación de las garantías contempladas en el numeral 2 del artículo 8‖. Por
tanto, el Estado ―acept[ó] responsabilidad por la violación del artículo 8.1 y 8.2 en
sus literales (b), (c), (d) y (f) en relación con el artículo 1.1 de la Convención
[A]mericana, toda vez que no existió una comunicación formal escrita, y detallada
al inculpado sobre la acusación formulada en su contra; no se concedió al señor
Vélez el tiempo ni los medios adecuados para la preparación de su defensa; el
señor Vélez no fue asistido por un defensor, ni se le permitió su derecho a defensa
durante la sustanciación del proceso administrativo que resulto en la privación de
su libertad‖.

61. La Comisión valoró el reconocimiento realizado por el Estado, pero observó


que ―algunos extremos el lenguaje utilizado […] reviste cierta ambigüedad que
dificulta una determinación inequívoca del alcance del reconocimiento de
responsabilidad‖, por lo que solicitó a este Tribunal que realizara una
―descripción pormenorizada de los hechos y [de] las [alegadas] violaciones de
derechos humanos ocurridas, en atención al efecto reparador de [la presente
sentencia] a favor de la [presunta] víctima, así como de su contribución a la no
repetición de hechos similares‖.
62. Las representantes sostuvieron que ―el reconocimiento de responsabilidad
presentado por el Estado panameño es sumamente confuso y ambiguo‖, ya que
se limita a señalar los artículos que considera violados, sin establecer claramente
cuáles fueron los hechos que generaron dichas violaciones o hace referencia a
causales distintas a las alegadas por la Comisión y las representantes. Asimismo,
resaltaron determinadas contradicciones que surgen de los argumentos estatales.
En consecuencia, manifestaron que la falta de claridad de las manifestaciones
estatales impide establecer el verdadero alcance del reconocimiento de
responsabilidad realizado, por lo que solicitaron a la Corte que ―examine la
totalidad de hechos, pretensiones y solicitudes que son objeto de esta
controversia‖.
63. De conformidad con los artículos 56.2 y 58 del Reglamento42, y en ejercicio de
sus poderes de tutela judicial internacional de derechos humanos, cuestión de
orden público internacional que trasciende la voluntad de las partes, concierne al
Tribunal velar porque los actos de allanamiento resulten aceptables para los fines
que busca cumplir el sistema interamericano. En esta tarea no se limita
únicamente a constatar, registrar o tomar nota del reconocimiento efectuado por el
Estado, o a verificar las condiciones formales de los mencionados actos, sino que
los debe confrontar con la naturaleza y gravedad de las violaciones alegadas, las
exigencias e interés de la justicia, las circunstancias particulares del caso concreto
y la actitud y posición de las partes43, de manera tal que pueda precisar, en
cuanto sea posible y en el ejercicio de su competencia, la verdad de lo acontecido.
64. La Corte observa que el Estado no precisó de manera clara y específica los
hechos de la demanda que dan sustento a su reconocimiento parcial de
responsabilidad. No obstante, sí se verifica que se opuso explícitamente a
determinados hechos mencionados en la demanda44. Por lo tanto, al haberse
allanado a las alegadas violaciones de los artículos 7.1, 7.3, 7.4, 7.5, 5.1, 5.2, 8.1,
y 8.2 b), c), d) y f) de la Convención Americana, en relación con la obligación
establecida en el artículo 1.1 de la misma, este Tribunal entiende que Panamá
también ha reconocido los hechos que, según la demanda —marco fáctico de este
proceso—, configuran esas violaciones, con excepción de los mencionados
anteriormente.
65. En consecuencia, el Tribunal decide aceptar el reconocimiento formulado por
el Estado y calificarlo como una admisión parcial de hechos y allanamiento parcial
a las pretensiones de derecho contenidos en la demanda de la Comisión
Interamericana.
66. Respecto del artículo 25 de la Convención, la Corte entiende que no se
desprende del allanamiento del Estado el alcance preciso de su reconocimiento45,
puesto que el propio Estado manifestó que subsiste la controversia respecto al
derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente a fin de que este decida sin
demora sobre la legalidad del arresto o detención (artículo 7.6); al derecho a
recurrir del fallo ante el juez o tribunal superior (artículo 8.2.h), y al derecho a la
protección judicial (artículo 25), todos de la Convención Americana.
67. En definitiva, el Tribunal advierte que se mantiene la controversia entre las
partes en cuanto a la alegada violación: de los artículos 7.2 y 7.5 de la
Convención Americana respecto a la detención inicial por no haber puesto al señor
Vélez Loor a disposición de algún juez o autoridad legalmente autorizada para
ejercer funciones judiciales y por no haberle notificado por escrito las condiciones
para salir del país; del artículo 7.3 de la Convención Americana respecto a la
orden de detención 1430, de 12 de noviembre de 2002; del artículo 7.3 de la
Convención Americana respecto de la sanción ordenada mediante Resolución
7306, de 6 de diciembre de 2002; del artículo 7.4 de la Convención Americana en
cuanto a la notificación al señor Vélez Loor del derecho a la asistencia consular;
de los artículos 7.6 y 25 de la Convención Americana respecto del derecho a
recurrir ante un juez que revisara la legalidad de la detención del señor Vélez Loor;
de los artículos 8.2.h y 25 de la Convención Americana en cuanto al derecho a
recurrir del fallo; del artículo 8.2.e de la Convención Americana en relación con la
asistencia letrada, así como en cuanto a la información y acceso a la asistencia
del Consulado de Ecuador; del artículo 25 de la Convención Americana en cuanto
al derecho a la protección judicial;
del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana en cuanto a las condiciones de
privación de libertad relacionadas con la alegada falta de atención médica durante
la detención del señor Vélez Loor en Panamá y el suministro de agua potable en el
Centro Penitenciario La Joyita;
de la obligación de garantizar el artículo 5 de la Convención Americana, así como
de los artículos 1, 6 y 8 de la Convención contra la Tortura, por no haber
emprendido una investigación seria y diligente de las denuncias de tortura
efectuadas por el señor Vélez Loor; del artículo 2 de la Convención Americana por
no armonizar su ley interna con los artículos 7, 8 y 25 de la Convención en la
aplicación del Decreto Ley 16 de 30 de junio de 1960; de los artículos 24, 1.1 y 2
de la Convención Americana en cuanto a la violación del principio de igualdad y no
discriminación, y de los artículos 2 de la Convención Americana y 1, 6 y 8 de la
Convención contra la Tortura por la alegada falta de tipificación adecuada del
delito de tortura.
68. Respecto de las pretensiones sobre reparaciones, el Estado reconoció la
determinación de la presunta víctima, aceptó su deber de reparar las violaciones
reconocidas por la vulneración de los derechos a la integridad personal, libertad
personal, garantías judiciales y protección judicial, establecidos en los artículos 5,
7, 8 y 25 de la Convención, e indicó algunas medidas que ha realizado o que
ofrece realizar, las cuales serán analizadas en el capítulo oportuno. No obstante,
se opuso a que se ordene al Estado panameño adelantar una investigación seria y
diligente sobre las denuncias de tortura supuestamente cometidas bajo su
jurisdicción en perjuicio del señor Vélez Loor; garantizar que la legislación interna
en materia migratoria y su aplicación sean compatibles con las garantías mínimas
establecidas en los artículos 7 y 8 de la Convención Americana; adoptar las
medidas tendientes a asegurar que los centros de detención panameños cumplan
con estándares mínimos compatibles con un trato humano y que permitan a las
personas privadas de libertad tener una vida digna; adoptar medidas para que las
autoridades panameñas conozcan y den cumplimiento a su obligación de iniciar
investigaciones de oficio siempre que exista denuncia o razón fundada para creer
que se ha cometido un hecho de tortura bajo su jurisdicción, y pagar la totalidad de
las costas y gastos legales incurridos en la tramitación del presente caso ante la
Comisión y Corte Interamericanas. Por su parte, la Comisión y las representantes
cuestionaron algunos alcances de los resultados que el Estado invoca, por lo que
subsiste la controversia en relación con las otras formas de reparación solicitadas
por ellas. Consecuentemente, el Tribunal resolverá lo conducente.
69. En el presente caso, el Tribunal estima que la admisión parcial de hechos y el
allanamiento respecto de algunas pretensiones de derecho y de reparaciones
efectuados por el Estado, constituyen una contribución positiva al desarrollo de
este proceso y a la vigencia de los principios que inspiran la Convención46, y en
parte a la satisfacción de las necesidades de reparación de las víctimas de
violaciones de derechos humanos.
70. Sin perjuicio de ello, la Corte considera que es necesario determinar los
hechos y todos los elementos subsistentes del fondo y eventuales reparaciones,
así como las correspondientes consecuencias, a los fines de la jurisdicción
interamericana sobre derechos humanos47.

5. El Estado es responsable por la violación del derecho a la libertad


personal, reconocido en el artículo 7.1, 7.3, 7.4, 7.5 y 7.6, en relación con los
artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo
expuesto en los párrafos 102 a 139, 149 a 172 y 189 a 195 de la presente
Sentencia.
102. Las representantes alegaron que, en virtud de que nunca se puso al señor
Vélez Loor en presencia de la Directora Nacional de Migración y nunca se le
notificaron por escrito las condiciones para salir del país, la detención no fue legal
y, por consiguiente, fue contraria al artículo 7.2 la Convención. Asimismo,
sostuvieron que el señor Vélez Loor nunca fue llevado ante un juez que pudiese
ejercer control sobre los términos y condiciones de su detención. Por tanto,
solicitaron a la Corte que declarase que el señor Vélez Loor no fue presentado
ante un juez competente con posterioridad a su detención y que no se ejerció un
efectivo control judicial sobre la detención practicada en violación del artículo 7.5
de la Convención.
103. En esta línea, la Comisión sostuvo que ―[a]unque el señor Vélez Loor
hubiera sido puesto a disposición de la Dirección Nacional de Migración y
Naturalización, la violación del artículo 7.5 de la Convención se mantendría
incólume debido a que dicha autoridad no reviste carácter judicial ni cumple
funciones judiciales‖, y que durante los diez meses que el señor Vélez Loor
permaneció detenido bajo custodia del Estado panameño nunca fue puesto a
disposición de algún juez o autoridad legalmente autorizada para ejercer funciones
judiciales, por lo que la detención administrativa dictada el 12 de noviembre de
2002 no contó con control judicial alguno.
104. El Estado controvirtió estos alegatos argumentando que al día siguiente de su
detención el señor Vélez Loor fue físicamente presentado a la autoridad migratoria
competente para la verificación de su condición migratoria, y para la aplicación de
las medidas legales correspondientes, y que en ese momento le fueron expuestas
las causas de su detención, y fue oído por el funcionario de la Dirección Nacional
de Migración a cargo de las oficinas de esa institución en Metetí, el cual comprobó
el incumplimiento de requisitos legales para el ingreso del señor Vélez Loor a
Panamá.
105. Anteriormente el Tribunal ha resaltado, en relación con el artículo 7.5 de la
Convención, que corresponde al juzgador garantizar los derechos del detenido,
autorizar la adopción de medidas cautelares o de coerción, cuando sea
estrictamente necesario y procurar, en general, que se trate al inculpado de
manera consecuente con la presunción de inocencia96, como una garantía
tendiente a evitar la arbitrariedad o ilegalidad de las detenciones97, así como a
garantizar el derecho a la vida y a la integridad personal98.
106. En casos previos, el Tribunal se ha referido, entre otros, a privaciones de
libertad llevadas a cabo en el marco de procesos penales ante el fuero ordinario99
o militar100, como medida cautelar y como medida punitiva101, a detenciones
colectivas y programadas102, y a aquellas realizadas fuera de toda legalidad, las
cuales constituyeron el primer acto para perpetrar una ejecución extrajudicial103 o
una desaparición forzada104. En el presente caso, es de notar que el titular de
derechos es una persona extranjera, quien fue detenida a raíz de que no se
encontraba autorizada a ingresar y a permanecer en Panamá, de conformidad con
las leyes de ese Estado. Es decir, las medidas restrictivas de la libertad personal
aplicadas al señor Vélez Loor no se encontraban relacionadas con la comisión de
un delito penal, sino que respondían a su situación migratoria irregular derivada
del ingreso a Panamá por una zona no autorizada, sin contar con los documentos
necesarios y en infracción de una orden previa de deportación. Del mismo modo,
la Corte estima pertinente precisar que, de la prueba y de los alegatos de las
partes, no se desprende que el señor Vélez Loor solicitara una medida de
protección internacional105, ni que ostentara algún otro estatus respecto del cual
podrían ser aplicables como lex specialis otras ramas del derecho internacional.
107. A diferencia del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales106, la Convención Americana no
establece una limitación al ejercicio de la garantía establecida en el artículo 7.5 de
la Convención en base a las causas o circunstancias por las que la persona es
retenida o detenida. Por lo tanto, en virtud del principio pro persona, esta garantía
debe ser satisfecha siempre que exista una retención o una detención de una
persona a causa de su situación migratoria, conforme a los principios de control
judicial e inmediación procesal107. Para que constituya un verdadero mecanismo
de control frente a detenciones ilegales o arbitrarias, la revisión judicial debe
realizarse sin demora y en forma tal que garantice el cumplimiento de la ley y el
goce efectivo de los derechos del detenido, tomando en cuenta la especial
vulnerabilidad de aquél108. De igual forma, el Grupo de Trabajo de Naciones
Unidas sobre la Detención Arbitraria estableció que ―[t]odo […] inmigrante
retenido deberá comparecer cuanto antes ante un juez u otra autoridad‖109.
108. Este Tribunal considera que, para satisfacer la garantía establecida en el
artículo 7.5 de la Convención en materia migratoria, la legislación interna debe
asegurar que el funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones
jurisdiccionales cumpla con las características de imparcialidad e independencia
que deben regir a todo órgano encargado de determinar derechos y obligaciones
de las personas. En este sentido, el Tribunal ya ha establecido que dichas
características no solo deben corresponder a los órganos estrictamente
jurisdiccionales, sino que las disposiciones del artículo 8.1 de la Convención se
aplican también a las decisiones de órganos administrativos110. Toda vez que en
relación con esta garantía corresponde al funcionario la tarea de prevenir o hacer
cesar las detenciones ilegales o arbitrarias111, es imprescindible que dicho
funcionario esté facultado para poner en libertad a la persona si su detención es
ilegal o arbitraria.
109. El tribunal nota que el Decreto Ley 16 de 1960 establecía que el extranjero
será puesto a órdenes del Director del Departamento de Migración del Ministerio
de Gobierno y Justicia112. Según surge de los hechos y la prueba del caso, el
señor Vélez Loor, tras su aprehensión en Tupiza, fue ―remitido‖ o puesto a
órdenes de la Dirección de Migración y Naturalización de Darién por la Policía
Nacional de la zona del Darién a través del oficio No. ZPD/SDIIP 192-02113. La
Corte entiende que poner a órdenes no necesariamente equivale a poner en
presencia del Director de Migración. Ciertamente, como ya ha sido establecido,
para satisfacer la exigencia del artículo 7.5 de ―ser llevado‖ sin demora ante un
juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales, el
detenido debe comparecer personalmente ante la autoridad competente, la cual
debe oír personalmente al detenido y valorar todas las explicaciones que éste le
proporcione, para decidir si procede la liberación o el mantenimiento de la
privación de libertad114.
110. Por otra parte, la Corte observa que, una vez que el señor Vélez Loor fue
trasladado al poblado de Metetí se rellenó un formulario de migración denominado
de ―filiación‖, con los datos personales y las razones por las que se encontraba
en Panamá115. De este acto no se advierte que se haya notificado por escrito al
señor Vélez Loor de las alternativas que establecía el referido Decreto Ley, de
conformidad con el artículo 58 del mismo, en cuanto a la obligación que tenía de
legalizar su permanencia o abandonar el país por sus propios medios, dentro de
un término prudencial que no podía ser menor de tres (3) días ni mayor de treinta
(30), sin perjuicio de las otras sanciones establecidas. Tampoco se desprende el
cargo del funcionario que inscribió el documento y, en consecuencia, si habría
valorado todas las explicaciones que el señor Vélez Loor estaba en condiciones
de proporcionar a fin de decidir si procedía la liberación o el mantenimiento de la
privación de libertad o si tenía propiamente la facultad de decidir sobre la
continuidad de la detención o su puesta en libertad.
111. En razón de las consideraciones expuestas, el Tribunal considera que el
Estado no ha aportado elementos suficientes que demuestren que cumplió con las
previsiones establecidas en el artículo 7.5 de la Convención.
b) Orden de detención 1430 de 12 de noviembre de 2002
112. La Comisión planteó que la detención del señor Vélez Loor fue arbitraria,
desde que se dictó el auto de detención de 12 de noviembre de 2002 hasta que se
efectivizó su deportación el 10 de septiembre de 2003. A criterio de la Comisión, la
detención únicamente es permisible sobre la base de una evaluación
individualizada y para dar cumplimiento a un interés legítimo estatal, ―como
asegurar la comparecencia de una persona al trámite de determinación de estatus
migratorio y posible deportación‖. Asimismo, sostuvo que el argumento de la
―amenaza para la seguridad pública‖ sólo podría fundarse bajo ―circunstancias
excepcionales en las cuales existan serios indicios del riesgo que representa una
persona‖. Al respecto, la Comisión señaló que no consta en la decisión de 12 de
noviembre de 2002 referencia alguna a ―la situación individualizada de la
[presunta] víctima, a las razones por las cuales procedía la detención y no otra
medida menos lesiva, ni a los motivos por los cuales el señor Jesús Vélez Loor
implicaba un riesgo para la seguridad o el orden público [por lo que] la detención
resultó arbitraria‖. La única motivación de la misma fue indicar que el señor Vélez
Loor se encontraba ―ilegal‖ por razones de ―seguridad y orden público‖.
113. El Estado señaló que la orden de detención tenía un carácter preventivo y fue
emitida mientras la autoridad migratoria examinaba el caso. Alegó que el goce del
derecho a la libertad personal del señor Vélez fue suspendido con arreglo a las
formas
Directora Nacional de Migración cuál era el fundamento jurídico razonado y
objetivo sobre la procedencia y necesidad de dicha medida. El mero listado de
todas las normas que podrían ser aplicables no satisface el requisito de motivación
suficiente que permita evaluar si la medida resulta compatible con la Convención
Americana119. Al respecto, la Corte ha establecido en su jurisprudencia que son
arbitrarias las decisiones que adopten los órganos internos que puedan afectar
derechos humanos, tal como el derecho a la libertad personal, que no se
encuentren debidamente fundamentadas120.
117. De la misma forma, no surge de las normas invocadas ni de la resolución
adoptada que se estableciera un plazo de duración de dicha medida. Sobre este
aspecto, el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria ha establecido que en
caso de detención de una persona por su situación migratoria irregular ―[l]a ley
deberá prever un plazo máximo de retención que en ningún caso podrá ser
indefinido ni tener una duración excesiva‖121. En definitiva, no existían límites
claros a las facultades de actuación de la autoridad administrativa lo cual favorece
la prolongación indebida de la detención de personas migrantes transformándolas
en una medida punitiva.
118. Consecuentemente, el Tribunal considera que la orden de detención emitida
en el presente caso era arbitraria, pues no contenía los fundamentos que
acreditaran y motivaran su necesidad, de acuerdo a los hechos del caso y las
circunstancias particulares del señor Vélez Loor. Por el contrario, pareciera que la
orden de detención de personas migrantes en situación irregular procedía de
manera automática tras la aprehensión inicial, sin consideración de las
circunstancias individualizadas122. Por ello, el Tribunal considera que el Estado
violó el artículo 7.3 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en perjuicio del señor Vélez Loor, al haberlo privado de su libertad por el término
de 25 días con base en una orden arbitraria.
c) Recursos efectivos para cuestionar la legalidad de la detención
119. La Comisión sostuvo que si bien existían formalmente recursos para
impugnar la legalidad de la detención, ―los mismos no fueron puestos
efectivamente a disposición de la [presunta] víctima‖, ya que en las circunstancias
de desinformación, falta de control judicial y ausencia de garantías procesales, el
señor Vélez Loor estuvo impedido de interponer un recurso de hábeas corpus por
sus propios medios.
120. Las representantes alegaron que, si bien la legislación panameña prevé la
posibilidad de presentar un recurso de hábeas corpus para cuestionar la legalidad
de la detención, en el presente caso, el señor Vélez Loor ―nunca tuvo la
posibilidad material de hacerlo‖, debido a que se trataba de un migrante en
situación irregular, por lo que se encontraba en un estado de especial
vulnerabilidad. Además, alegaron que la violación
que se lleve al detenido a la presencia del juez para que éste pueda examinar la
legalidad de la privación y, en su caso, decretar su libertad124.
125. En primer lugar, la Corte observa que, de acuerdo con el artículo 86 del
Decreto Ley 16 de 1960, todas las resoluciones del Departamento de Migración
del Ministerio de Gobierno y Justicia quedaban sujetas a los siguientes recursos
administrativos: 1) el de reconsideración, ante el Director del Departamento de
Migración, y 2) el de apelación, que se surtirá ante el Ministro de Gobierno y
Justicia125.
126. El artículo 7.6 de la Convención es claro al disponer que la autoridad que
debe decidir la legalidad del ―arresto o detención‖ debe ser ―un juez o tribunal‖.
Con ello la Convención está resguardando que el control de la privación de la
libertad debe ser judicial. Dado que en este caso la detención fue ordenada por
una autoridad administrativa el 12 de noviembre de 2002, el Tribunal estima que la
revisión por parte de un juez o tribunal es un requisito fundamental para garantizar
un adecuado control y escrutinio de los actos de la administración que afectan
derechos fundamentales.
127. Al respecto, la Corte considera que tanto el Director Nacional de Migración
como el Ministro de Gobierno y Justicia, aún cuando puedan ser competentes por
ley, no constituyen una autoridad judicial y, por ende, ninguno de los dos recursos
disponibles en la vía gubernativa satisfacían las exigencias del artículo 7.6 de la
Convención. Por su parte, cualquier otro recurso en la vía gubernativa o que
requiriera previamente agotar los referidos recursos disponibles por la vía
gubernativa126 tampoco garantizaba el control jurisdiccional directo de los actos
administrativos pues dependía del agotamiento de aquélla.
128. Por otra parte, la Corte advierte que existía en Panamá en la época de los
hechos un recurso jurisdiccional que permitía específicamente revisar la legalidad
de una privación de libertad, que era la acción de hábeas corpus, prevista en el
artículo 23 de la Constitución Nacional127. Además, el Tribunal observa que
existía el recurso de protección de derechos humanos en vía contencioso-
administrativa de competencia de la Sala III de la Corte Suprema de Justicia de
Panamá, que podría haber servido para controlar las actuaciones de la
administración pública y proteger los derechos humanos, el cual no requería del
agotamiento de la vía gubernativa128.
129. Al respecto, la jurisprudencia de este Tribunal ya ha referido que estos
recursos no solo deben existir formalmente en la legislación sino que deben ser
efectivos, esto es, cumplir con el objetivo de obtener sin demora una decisión
sobre la legalidad del arresto o de la detención1
130. Sobre este punto, la Comisión observó que entre el momento de la detención
y la fecha en la cual se dispuso la condena a pena de prisión, el señor Vélez Loor
no ―tuvo posibilidad de contar con un defensor de su elección ni con un defensor
público dispuesto por el Estado, en caso de no hacer uso de su derecho‖. Del
mismo modo, las representantes manifestaron que, durante el tiempo que estuvo
en los centros de detención, el señor Vélez Loor ―no pudo comunicarse con
ninguna persona‖ y que ―en ningún momento contó con la asistencia legal para
defenderse o para impugnar la condena que se le había impuesto‖.
131. El Estado sostuvo que el señor Vélez Loor ―pudo acceder a la asistencia
proporcionada de manera gratuita por la Defensoría del Pueblo en la República de
Panamá [y, t]ambién, pudo haber accionado los mecanismos de cooperación entre
la Defensoría del Pueblo de Ecuador y la Defensoría del Pueblo de Panamá, que
existen y que son válidos‖. Asimismo, el Estado se refirió ―[al] acceso directo que
podían tener los propios privados de libertad al patrocinio legal gratuito que brinda
en Panamá el Instituto de Defensa de Oficio‖. Finalmente, se refirió al acceso al
auxilio consular que habría tenido el señor Vélez Loor.
132. En este contexto, es de resaltar la importancia de la asistencia letrada en
casos como el presente, en que se trata de una persona extranjera, que puede no
conocer el sistema legal del país y que se encuentra en una situación agravada de
vulnerabilidad al encontrarse privada de libertad, lo cual requiere que el Estado
receptor tome en cuenta las particularidades de su situación, para que goce de un
acceso efectivo a la justicia en términos igualitarios130. Así, el Tribunal estima que
la asistencia debe ser ejercida por un profesional del Derecho para poder
satisfacer los requisitos de una defensa técnica a través de la cual se asesore a la
persona sometida a proceso, inter alia, sobre la posibilidad de ejercer recursos
contra actos que afecten derechos. Si el derecho a la defensa surge desde el
momento en que se ordena investigar a una persona o la autoridad dispone o
ejecuta actos que implican afectación de derechos131, la persona sometida a un
proceso administrativo sancionatorio debe tener acceso a la defensa técnica
desde ese mismo momento. Impedir a éste contar con la asistencia de su abogado
defensor es limitar severamente el derecho a la defensa, lo que ocasiona
desequilibrio procesal y deja al individuo sin tutela frente al ejercicio del poder
punitivo132
133. Sin perjuicio de las facultades que posee la Defensoría del Pueblo de la
República de Panamá133, la Corte considera que la actuación que dicha
institución pueda realizar,
en virtud de una queja o denuncia que se realice en contra de una autoridad
encargada de la administración pública, es claramente distinta con la obligación
estatal de proporcionar una defensa adecuada a quien no pudiera defenderse por
sí mismo o nombrar defensor particular. Por tanto, el ámbito o espectro de
actuación no satisface la garantía de un defensor proporcionado por el Estado
que, en principio y para efectos convencionales, debe ejercer asistencia y
representación legal amplia, desde las primeras etapas del procedimiento, ya que
de lo contrario la asistencia legal carece de idoneidad por su falta de oportunidad.
En especial, la Corte resalta que la asistencia letrada suministrada por el Estado
no puede ser confundida con la actividad que en el marco de sus funciones realiza
la Defensoría del Pueblo134. En efecto, ambas pueden complementarse, pero
para efectos convencionales están claramente diferenciadas.
134. Además es de resaltar que, mientras duró su detención en la Cárcel Pública
de La Palma, el señor Vélez Loor no tuvo acceso a la Defensoría del Pueblo, pues
a la época de los hechos esta institución no contaba con oficinas en aquella región
de frontera135. Según consta, la Defensoría del Pueblo tuvo conocimiento del
caso del señor Vélez Loor recién entre mayo y junio de 2003 en una de sus visitas
al centro penitenciario La Joyita136.
135. Respecto a los mecanismos de cooperación entre la Defensoría del Pueblo
de Ecuador y la Defensoría del Pueblo de Panamá, la Corte observa que el Estado
no lo sustentó ni acompañó prueba que permita a la Corte pronunciarse al
respecto, además de no ser la vía idónea para satisfacer la garantía convencional
(supra párr. 133).
136. En lo que se refiere al alegado acceso directo que podrían tener los propios
privados de libertad al patrocinio legal gratuito que brinda en Panamá el Instituto
de Defensa de Oficio, del acervo probatorio del presente caso no consta que se
haya informado al señor Vélez Loor sobre esta posibilidad ni que tuviera acceso
comprobado al patrocinio legal gratuito del Instituto de Defensa de Oficio ni de otro
medio de asistencia legal gratuita proporcionado por el Estado. Además, de la
prueba presentada en este caso se desprende que para la época de la detención
del señor Vélez Loor la Dirección Nacional de Migración no contaba con
defensores de oficio para aquellas personas que carecían de los medios
económicos para poder asumir una defensa legal137
137. De otra parte, en su declaración Carlos Benigno González Gómez indicó que,
en la época de los hechos, ―[l]a persona se mantenía detenida en las
instalaciones de la [Dirección Nacional de Migración] en la Ciudad de Panamá,
donde había una permanente presencia de organizaciones no gubernamentales
que prestaban asistencia legal a migrantes detenidos […] Estas organizaciones
tenían pleno acceso a todos los detenidos en las instalaciones de la [referida
Dirección]‖138. Al respecto, la Corte observa que el señor Vélez Loor no
permaneció detenido en las instalaciones de la Dirección Nacional de Migración en
la Ciudad de Panamá, ya que durante el tiempo que duró su privación de libertad
estuvo bajo la custodia del Estado en centros penitenciarios. Además, la Corte
nota que la asistencia que puedan prestar las organizaciones no gubernamentales
no sustituye la obligación del Estado de brindar asistencia legal gratuita (infra párr.
146).
138. El punto relacionado con la asistencia consular será considerado en el
apartado e) infra (párrs. 149 a 160).
139. En definitiva, la sola existencia de los recursos no es suficiente si no se
prueba su efectividad. En este caso, el Estado no ha demostrado cómo en las
circunstancias concretas en que se desarrolló la detención del señor Vélez Loor en
la Cárcel Pública de La Palma en el Darién, estos recursos eran efectivos,
teniendo en cuenta el hecho de que era una persona extranjera detenida que no
contó con asistencia legal y sin el conocimiento de las personas o instituciones
que podrían habérsela proporcionado. Por ello, el Tribunal considera que el Estado
violó el artículo 7.6 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
dado que no garantizó que el señor Vélez Loor pudiera ejercer los recursos
disponibles para cuestionar la legalidad de su detención.

149. La Comisión se refirió a las omisiones incurridas por el Estado de Panamá


que ―impidieron el acceso a asistencia consular adecuada y oportuna‖. Al
respecto, argumentó que ―el derecho a la asistencia consular implica que la
persona detenida o sometida a proceso sea informada de su derecho de
contactarse con el consulado y le sean proporcionados los medios para ello‖, lo
cual ―no ocurrió en el presente caso, pues el Estado panameño decidió
unilateralmente informar al Estado ecuatoriano sobre la situación, sin disponer
medio alguno para que fuera la [presunta] víctima quien entrara en contacto con
su consulado y solicitara el apoyo que requería‖. Asimismo, la Comisión advirtió
que ―no existe prueba alguna de que el Estado de Ecuador haya sido informado
oficialmente del proceso que se seguía a la [presunta] víctima ni de la sanción
penal que el mismo podía acarrear‖. Las representantes coincidieron con la
Comisión respecto a que ―[e]l Estado tampoco informó a[l señor Vélez Loor] de
su derecho a contar con la asistencia consular‖. Asimismo, alegaron que ―el
referido derecho no se satisface con la sola notificación por parte de las
autoridades del Estado que recibe‖, ya que ―es el individuo quien es el titular del
derecho de información y notificación consular, por lo tanto, Panamá debió
informarle sin demora al señor Vélez su derecho de comunicarse con el consulado
de su país, y además asegurar las condiciones para que pudiese hacerlo si lo
hubiese decidido‖.
150. El Estado señaló que el ―Consulado de la República del Ecuador fue
notificado telefónicamente por la Dirección Nacional de Migración […] sobre la
detención del [s]eñor Vélez Loor, el día 12 de noviembre de 2002‖ y que el señor
Vélez Loor tuvo comprobado auxilio consular de su país ―[d]esde inicios del mes
de diciembre [de 2002]‖. Asimismo, el Estado sostuvo que ―en la época de los
hechos, […] Panamá al igual que la gran mayoría de los países, aplicaba entonces
un criterio estatista respecto de la notificación consular[, por lo que] entendía el
derecho de notificación consular como un derecho del Estado de envío, no como
un derecho del individuo‖. Por ello, el Estado considera que ―[e]n el momento de
la detención del señor Vélez la notificación hecha al cónsul [de Ecuador] respecto
de la detención del individuo era, de acuerdo a los estándares internacionales
suficiente y adecuada[, por tanto] la obligación contemplada por el artículo 36 de la
Convención de Viena se había cumplido cabalmente‖.
151. La Corte ya se ha pronunciado sobre el derecho a la asistencia consular en
casos relativos a la privación de libertad de una persona que no es nacional del
país que le detiene. En el año 1999, en la opinión consultiva sobre El Derecho a la
Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido
Proceso Legal, la Corte declaró inequívocamente que el derecho del detenido
extranjero a la información sobre la asistencia consular, hallado en el artículo 36
de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (en adelante ―la
Convención de Viena‖), es un derecho individual y una garantía mínima protegida
dentro del sistema interamericano152. Este principio fue reiterado por la Corte
Internacional de Justicia en el caso LaGrand en el año 2001153. Adicionalmente,
existían también instrumentos internacionales no vinculantes que establecían este
derecho154. En consecuencia, no es cierto lo afirmado por el Estado que a la
época de los hechos, esto es el año 2002, la notificación al consulado era
suficiente.
152. La Corte observa que los extranjeros detenidos en un medio social y jurídico
diferente de los suyos, y muchas veces con un idioma que desconocen,
experimentan una condición de particular vulnerabilidad, que el derecho a la
información sobre la asistencia consular, enmarcado en el universo conceptual de
los derechos humanos, busca remediar de modo tal de asegurar que la persona
extranjera detenida disfrute de un verdadero acceso a la justicia, se beneficie de
un debido proceso legal en condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas
desventajas, y goce de condiciones de detención compatibles con el respeto
debido a la dignidad de las personas. Para alcanzar sus objetivos, el proceso debe
reconocer y resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante
la justicia. Es así como se atiende el principio de igualdad ante la ley y los
tribunales y a la correlativa prohibición de discriminación. La presencia de
condiciones de desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensación que
contribuyan a reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan o
reduzcan la defensa eficaz de los propios intereses155.
153. Es así que desde la óptica de los derechos de la persona detenida tres son
los componentes esenciales del derecho debido al individuo por el Estado
Parte156: 1) el derecho a ser notificado de sus derechos bajo la Convención de
Viena157; 2) el derecho de acceso efectivo a la comunicación con el funcionario
consular, y 3) el derecho a la asistencia misma.
154. Para prevenir detenciones arbitrarias, la Corte reitera la importancia de que la
persona detenida sea notificada de su derecho de establecer contacto con una
tercera persona, tal como el funcionario consular, para informarle que se halla bajo
custodia del Estado, lo cual debe realizarse en conjunto con sus obligaciones bajo
el artículo 7.4 de la Convención. Cuando la persona detenida no es nacional del
Estado bajo el cual se haya en custodia, la notificación de su derecho a contar con
la asistencia consular se erige también en una garantía fundamental de acceso a
la justicia y permite el ejercicio efectivo del derecho de defensa, pues el cónsul
puede asistir al detenido en diversos actos de defensa, como el otorgamiento o
contratación de patrocinio letrado, la obtención de pruebas en el país de origen, la
verificación de las condiciones en que se ejerce la asistencia legal y la
observación de la situación de privación de libertad158.
155. El Tribunal pasa, seguidamente, a determinar si el Estado informó al señor
Vélez Loor del derecho que le asistía. Del expediente obrante ante la Corte no se
desprende elemento probatorio alguno que demuestre que el Estado haya
notificado al señor Vélez Loor, como detenido extranjero, su derecho a
comunicarse con un funcionario consular de su país, a fin de procurar la asistencia
reconocida en el artículo 36.1.b de la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares. La Corte considera que correspondía al Estado demostrar que en el
presente caso cumplió con la obligación de notificar al señor Vélez Loor el derecho
a la asistencia consular que asiste a todo extranjero detenido y no sólo a la
Embajada de Ecuador. Sobre esto, es importante resaltar que la Convención de
Viena pone la decisión de ser o no visitado por el funcionario consular en manos
del detenido159.
156. Ahora bien, todas las partes coinciden en que en algún momento se informó a
las autoridades consulares de Ecuador que el señor Vélez Loor se encontraba
bajo custodia del Estado panameño (supra párrs. 149 y 150), pero subsiste la
controversia respecto de cuándo fue la fecha en que fue hecha esta notificación al
consulado. La prueba proporcionada no ha sido conteste en cuanto a la fecha y el
modo en que se puso en conocimiento del Consulado del Ecuador en Panamá que
el señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia estatal160. Lo cierto es que al
5 de diciembre de 2002 la misión consular ecuatoriana ya había iniciado gestiones
para obtener la deportación del señor Vélez Loor161. Al respecto, el señor Vélez
Loor declaró que durante el tiempo que estuvo recluido en la Cárcel Pública de La
Palma se entrevistó con funcionarios de inmigración, sin embargo, manifestó que
―nunca tuv[o] conocimiento‖ de las gestiones que estaba realizando en diciembre
de 2002 el Consulado ecuatoriano en su favor. Asimismo, refirió que ―nunca
sup[o] cómo sucede la deportación‖ y que "no s[abe] cuáles hayan sido las
gestiones‖162.
157. Es pertinente recordar que el derecho de un detenido extranjero a solicitar la
ayuda del consulado de su país ha sido considerado como un componente de las
―garantías mínimas para brindar a los extranjeros la oportunidad de preparar
adecuadamente su defensa‖163. Es así que la Corte ha destacado varios actos
relacionados con la defensa en los que el cónsul puede asistir al detenido (supra
párr. 154) y su importancia para garantizar el cumplimiento del derecho a ―ser
asistido por un defensor‖ bajo el artículo 8.2.d) de la Convención. De modo tal que
―[l]a inobservancia u obstrucción de[l] derecho [del detenido] a la información
afecta las garantías judiciales‖164, y puede resultar en una violación de las
mismas.
158. En cuanto al acceso efectivo a la comunicación consular, la Convención de
Viena dispone que al detenido se le debe permitir: 1) comunicarse libremente con
los funcionarios consulares; y 2) recibir visitas de ellos165. Según este
instrumento, ―los funcionarios consulares tendrán derecho a visitar al nacional del
Estado [y] a organizar su defensa ante los tribunales‖166. Es decir, el Estado
receptor no debe obstruir la actuación del funcionario consular de brindar servicios
legales al detenido. Asimismo, el detenido tiene el derecho a la asistencia misma,
lo cual impone al Estado del cual el detenido es nacional el deber de proteger los
derechos de sus nacionales en el extranjero brindando protección consular. Las
visitas de los funcionarios consulares deberían ser con miras a proveer la
―protección de los intereses‖ del detenido nacional, particularmente los
asociados con ―su defensa ante los tribunales‖167. De esta manera, el derecho a
la visita consular presenta un potencial para garantizar y dar efectividad a los
derechos a la libertad personal, la integridad personal y la defensa.
159. La Corte observa que, si bien el señor Vélez Loor tuvo comprobada
comunicación con funcionarios consulares de Ecuador en el Estado de
Panamá168, el procedimiento administrativo que duró del 12 de noviembre al 6 de
diciembre de 2002, y que culminó con la resolución que le impuso una sanción de
privación de la libertad, no le proporcionó la posibilidad de ejercer el derecho de
defensa, audiencia ni del contradictorio, ni mucho menos garantizaba que dicho
derecho pudiera ejercerse en términos reales (supra párr. 144). Es decir, si bien el
señor Vélez Loor recibió visitas por parte de los funcionarios consulares en el
Centro Penitenciario La Joyita con posterioridad a la imposición de la sanción169,
en las cuales se le entregaron útiles de aseo personal, dinero en efectivo y
medicinas y se solicitó la intervención de médicos que verificasen su salud, no
pudo ejercer su derecho a la defensa con la asistencia consular ya que el
procedimiento administrativo sancionatorio no permitió materializarla como parte
del debido proceso legal, pues se decidió sin que la parte fuese oída.
160. Por lo anteriormente expuesto, la Corte concluye que en el presente caso la
falta de información al señor Vélez Loor sobre su derecho a comunicarse con el
consulado de su país y la falta de acceso efectivo a la asistencia consular como un
componente del derecho a la defensa y del debido proceso, contravino los
artículos 7.4, 8.1 y 8.2.d de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio del señor Vélez Loor.
f) Privación de libertad en aplicación del artículo 67 del Decreto Ley 16 de
1960
161. Tanto la Comisión como las representantes alegaron la violación del artículo
7.3 de la Convención por la sanción de dos años de prisión impuesta al señor
Vélez Loor mediante resolución 7306, que era de carácter penal. Por un lado, la
Comisión afirmó que ―[s]i bien en esta segunda resolución se indicó el sustento
legal de la pena y el carácter de reincidente del señor Vélez Loor, la sanción como
tal resultó de un proceso que desconoció abiertamente todas las garantías del
debido proceso‖. Por su parte, las representantes alegaron que no es suficiente
que toda causa de privación o restricción al derecho a la libertad esté consagrada
en la ley, sino que es necesario que esa ley y su aplicación respeten que la
medida tenga una finalidad compatible, sea idónea, sea necesaria y proporcional,
para que la detención no sea considerada como arbitraria. Según las
representantes, la sanción impuesta al señor Vélez Loor ―no sólo no era
necesaria, sino que afectó severa y desproporcionadamente su derecho a la
libertad personal‖, y la resolución 7306, a través de la cual se le condena, no
contiene motivación alguna que permita evaluar si la restricción cumple con las
condiciones antes apuntadas.
162. Las representantes, además, hicieron hincapié en lo que denominaron ―[e]l
fenómeno de la criminalización de las personas migrantes‖, del que constituiría
una manifestación la ley vigente en Panamá en la época de los hechos, ya que
estipulaba la imposición de la pena de prisión a quienes reincidieran en el ingreso
ilegal al país. Asimismo, remarcaron que esta tendencia hacia la criminalización de
los migrantes se veía reforzada por ―prácticas y discursos que aliment[aban]
percepciones de que los migrantes [eran] peligrosos, que est[aban en el] origen
del incremento de la inseguridad, que pon[ían] presión a los servicios del Estado y
que por lo tanto constitu[ían] un peso para la sociedad‖. Finalmente, las
representantes alegaron que esta norma era ―discriminatoria y estigmatizante,
[pues] equiparaba al migrante irregular con un criminal, sin embargo, no le
procuraba ninguna garantía del debido proceso‖.
163. En este acápite la Corte se pronunciará sobre si los Estados están facultados
para establecer una sanción de carácter punitivo en relación con el incumplimiento
de las leyes migratorias, como la sanción de dos años de duración prevista en el
artículo 67 del Decreto Ley 16 de 1960170, aplicada en el presente caso. Para
ello, es necesario analizar si tal legislación interna era compatible con las
exigencias de la Convención Americana.
164. El artículo 7.2 de la Convención establece que la privación de libertad
únicamente puede proceder en base a las causas y en las condiciones fijadas de
antemano por las
Constituciones Políticas de los Estados Partes o por las leyes dictadas conforme a
ellas. Así, bajo el principio de tipicidad, se obliga a los Estados a establecer, tan
concretamente como sea posible y ―de antemano‖, las ―causas‖ y
―condiciones‖ de la privación de la libertad física171.
165. Por su parte, el artículo 7.3 de la Convención establece que ―[n]adie puede
ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios‖. La Corte ha establecido
en otras oportunidades que
nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento por causas y métodos
que –aún calificados de legales- puedan reputarse como incompatibles con el
respeto a los derechos fundamentales del individuo por ser, entre otras cosas,
irrazonables, imprevisibles, o faltos de proporcionalidad172.
166. En consecuencia, sin perjuicio de la legalidad de una detención, es necesario
en cada caso hacer un análisis de la compatibilidad de la legislación con la
Convención en el entendido que esa ley y su aplicación deben respetar los
requisitos que a continuación se detallan, a efectos de que la medida privativa de
libertad no sea arbitraria173: i) que la finalidad de las medidas que priven o
restrinjan la libertad sea compatible con la Convención; ii) que las medidas
adoptadas sean las idóneas para cumplir con el fin perseguido; iii) que sean
necesarias, en el sentido de que sean absolutamente indispensables para
conseguir el fin deseado y que no exista una medida menos gravosa respecto al
derecho intervenido entre todas aquellas que cuentan con la misma idoneidad
para alcanzar el objetivo propuesto, razón por la cual el Tribunal ha señalado que
el derecho a la libertad personal supone que toda limitación a éste deba ser
excepcional174, y iv) que sean medidas que resulten estrictamente
proporcionales175, de tal forma que el sacrificio inherente a la restricción del
derecho a la libertad no resulte exagerado o desmedido frente a las ventajas que
se obtienen mediante tal restricción y el cumplimiento de la finalidad perseguida.
Cualquier restricción a la libertad que no contenga una motivación suficiente que
permita evaluar si se ajusta a las condiciones señaladas será arbitraria y, por
tanto, violará el artículo 7.3 de la Convención176.
167. Es por ello que, en el presente caso, el análisis referido se relaciona con la
compatibilidad de medidas privativas de libertad de carácter punitivo para el
control de los flujos migratorios, en particular de aquellos de carácter irregular, con
la Convención Americana y así determinar el alcance de las obligaciones del
Estado, en el marco de la responsabilidad estatal que se genera por las
violaciones de los derechos reconocidos en dicho instrumento. Para ello, la Corte
procederá a evaluar si la medida privativa de libertad aplicada al señor Vélez Loor
cumplió con los requisitos mencionados de estar prevista en ley, perseguir un fin
legítimo y ser idónea, necesaria y proporcional. En principio, el Tribunal observa
que la sanción de privación de libertad impuesta al señor Vélez Loor mediante
resolución 7306 (supra párr. 94) se basó en el artículo 67 del Decreto Ley 16, el
cual fue dictado el 30 de junio de 1960 por el Presidente de la República, oído el
concepto favorable del Consejo de Gabinete y previa aprobación de la Comisión
Legislativa Permanente de la Asamblea General177. Ninguna de las partes
cuestionó si esta norma cumplía con el principio de reserva de ley, conforme la
jurisprudencia de este Tribunal178, por lo que la Corte no cuenta con elementos
suficientes para pronunciarse al respecto.
Finalidad legítima e idoneidad de la medida
168. En cuanto a la posibilidad de establecer limitaciones o restricciones al
derecho a la libertad personal es necesario notar que, a diferencia del Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales179, la Convención Americana no establece explícita o
taxativamente las causas, casos o circunstancias que serán consideradas
legítimas en una sociedad democrática para habilitar una medida privativa de
libertad en la legislación interna.
169. Como ya fue establecido, los Estados tienen la facultad de controlar y regular
el ingreso y permanencia de personas extranjeras en su territorio (supra párr. 97),
por lo que este puede ser un fin legítimo acorde con la Convención. Es así que, la
utilización de detenciones preventivas puede ser idónea para regular y controlar la
migración irregular a los fines de asegurar la comparecencia de la persona al
proceso migratorio o para garantizar la aplicación de una orden de deportación. No
obstante, y a tenor de la opinión del Grupo de Trabajo sobre la Detención
Arbitraria, ―la penalización de la entrada irregular en un país supera el interés
legítimo de los Estados en controlar y regular la inmigración irregular y puede dar
lugar a detenciones innecesarias‖180. Del mismo modo, la Relatora de Naciones
Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes ha sostenido que ―[l]a
detención de los migrantes con motivo de su condición irregular no debería bajo
ninguna circunstancia tener un carácter punitivo‖181. En el presente caso, la Corte
considera que la finalidad de imponer una medida punitiva al migrante que
reingresara de manera irregular al país tras una orden de deportación previa no
constituye una finalidad legítima de acuerdo a la Convención.
Necesidad de la medida
170. De otra parte, la Corte observa que la medida prevista en el artículo 67 del
Decreto Ley 16 de 1960 era una sanción administrativa de carácter punitivo. Al
respecto, la Corte ya ha dicho que es preciso tomar en cuenta que las sanciones
administrativas son, como las penales, una expresión del poder punitivo del
Estado y que tienen, en ocasiones, naturaleza similar a la de éstas182. En una
sociedad democrática el poder punitivo sólo se ejerce en la medida estrictamente
necesaria para proteger los bienes jurídicos fundamentales de los ataques más
graves que los dañen o pongan en peligro. Lo contrario conduciría al ejercicio
abusivo del poder punitivo del Estado183. En igual sentido, el Grupo de Trabajo
sobre la Detención Arbitraria sostuvo que el derecho a la libertad personal ―exige
que los Estados recurran a la privación de libertad sólo en tanto sea necesario
para satisfacer una necesidad social apremiante y de forma proporcionada a esa
necesidad‖184.
171. De este principio se colige que la detención de personas por incumplimiento
de las leyes migratorias nunca debe ser con fines punitivos. Así, las medidas
privativas de libertad sólo deberán ser utilizadas cuando fuere necesario y
proporcionado en el caso en concreto a los fines mencionados supra y únicamente
durante el menor tiempo posible. Para ello, es esencial que los Estados dispongan
de un catálogo de medidas alternativas185, que puedan resultar efectivas para la
consecución de los fines descritos. En consecuencia, serán arbitrarias las políticas
migratorias cuyo eje central es la detención obligatoria de los migrantes
irregulares, sin que las autoridades competentes verifiquen en cada caso en
particular, y mediante una evaluación individualizada, la posibilidad de utilizar
medidas menos restrictivas que sean efectivas para alcanzar aquellos fines186.
172. En razón de las anteriores consideraciones, el Tribunal estima que el artículo
67 del Decreto Ley 16 de 1960 no perseguía una finalidad legítima y era
desproporcionado, pues establecía una sanción de carácter punitivo para los
extranjeros que eludieran una orden de deportación previa y, por ende, daba lugar
a detenciones arbitrarias. En conclusión, la privación de libertad impuesta al señor
Vélez Loor con base en dicha norma constituyó una violación al artículo 7.3 de la
Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma.
189. Las partes han realizado diversos planteamientos en torno al artículo 7 de la
Convención Americana, en sus diferentes numerales. Tanto la Comisión como el
Estado coincidieron, recogiendo jurisprudencia de la Corte, en que cualquier
violación de los numerales 2 al 7 del artículo 7 de la Convención acarrea
necesariamente la violación del inciso primero, puesto que la falta de respeto de
las garantías de la persona privada de libertad, resulta en la falta de protección del
propio derecho a la libertad de esa persona.
190. A este respecto, la Corte ya ha notado que dicha norma establece una
regulación general, y una regulación específica compuesta por una serie de
garantías. En efecto, el artículo 7.1 de la Convención Americana reconoce en
términos generales que ―[t]oda persona tiene derecho a la libertad y a la
seguridad personales‖. Si bien este derecho puede ejercerse de múltiples formas,
la Convención Americana regula ―los límites o restricciones que el Estado puede
realizar‖, a través de las diversas garantías establecidas en los diferentes
numerales de dicha norma, los cuales deben verificarse para privar a alguien de
su libertad en forma legítima197. Estas protegen el derecho: i) a no ser privado de
la libertad ilegalmente (art. 7.2) o arbitrariamente (art. 7.3), ii) a conocer las
razones de la detención y los cargos formulados en contra del detenido (art. 7.4),
iii) al control judicial de la privación de la libertad y la razonabilidad del plazo de la
prisión preventiva (art. 7.5), iv) a impugnar la legalidad de la detención (art. 7.6), y
v) a no ser detenido por deudas (art. 7.7).
191. Por las consideraciones expuestas anteriormente, y teniendo en cuenta el
reconocimiento de responsabilidad del Estado, el Tribunal declara que el Estado
violó el derecho reconocido en el artículo 7.3, y las garantías contenidas en los
artículos 7.4, 7.5 y 7.6 de la Convención en perjuicio del señor Vélez Loor, en
relación con las obligaciones consagradas en el artículo 1.1 del mismo
instrumento. Consecuentemente, se violó el derecho a la libertad personal de la
víctima contemplado en el artículo 7.1 de la Convención, en relación con el deber
de respeto establecido en el artículo 1.1 de la misma. De igual modo, el Estado
violó el artículo 8.1, 8.2.b, 8.2.c, 8.2.d, 8.2.e, 8.2.f y 8.2.h de la Convención
Americana, en relación con las obligaciones reconocidas en el artículo 1.1 del
mismo instrumento. Finalmente, el Estado violó el artículo 9 de la Convención
Americana, en relación con la falta a su obligación de respeto contenida en el
artículo 1.1 del mismo instrumento. Todo ello en perjuicio del señor Vélez Loor.
j) Precisiones sobre el artículo 2 de la Convención Americana
192. La Comisión valoró positivamente la emisión del Decreto Ley No. 3 de 22 de
febrero de 2008, que elimina la pena de prisión por ingreso ilegal reincidente a
Panamá, pero manifestó que el mismo ―no resuelve la violación del artículo 2‖,
debido a la aplicación en el caso del señor Vélez Loor del Decreto Ley No. 16, de
30 de junio de 1960, y la consecuente falta de garantías procesales atendiendo a
su condición de migrante. Por tanto, concluyó que el Estado ―violó el artículo 2
por no armonizar su ley interna con los derechos consagrados en los artículos 7, 8
y 25‖. Las representantes señalaron que el Estado violó el artículo 2 de la
Convención Americana en concordancia con el incumplimiento de las obligaciones
contenidas en los artículos 5, 7, 8, 25 y 24 de la misma.
193. El Estado negó la violación del artículo 2 de la Convención Americana. Al
respecto, señaló que la aplicación del artículo 67 del Decreto Ley 16 de 1960
estaba sujeto a ―disposiciones suficientes para garantizar a todas las personas
sujetas a la jurisdicción panameña, nacionales y extranjeras sin discriminación, el
disfrute de los derechos establecidos en la Convención […], especialmente
aquellas dirigidas a la protección de los derechos de libertad personal, garantías
judiciales y protección judicial‖. Finalmente, el Estado expresó que ―el artículo
141 del Decreto Ley 3 del 2008, estableció la derogación del Decreto [Ley] 16 de
1960 y de cualquier otra norma que le sea contraria, a partir de su entrada en
vigencia‖, por lo que se produjo el fenómeno de sustracción de la materia.
194. El artículo 2 de la Convención establece la obligación general de cada Estado
Parte de adecuar su derecho interno a las disposiciones de la misma, para
garantizar los derechos en ella consagrados, la cual implica que las medidas de
derecho interno han de ser efectivas (principio de effet utile)198. Si bien el artículo
2 de la Convención no define cuáles son las medidas pertinentes para la
adecuación del derecho interno a la misma, la Corte ha interpretado que esta
implica la adopción de medidas en dos vertientes, a saber: i) la supresión de las
normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañen violación a las garantías
previstas en la Convención o que desconozcan los derechos allí reconocidos u
obstaculicen su ejercicio, y ii) la expedición de normas y el desarrollo de prácticas
conducentes a la efectiva observancia de dichas garantías199. El Tribunal ha
entendido que la obligación de la primera vertiente se incumple mientras la norma
o práctica violatoria de la Convención se mantenga en el ordenamiento jurídico200
y, por ende, se satisface con la modificación201, la derogación, o de algún modo
anulación202, o la reforma203 de las normas o prácticas que tengan esos
alcances, según corresponda204.
195. Las reformas introducidas en el marco normativo panameño en materia
migratoria no anulan las violaciones cometidas en perjuicio del señor Vélez Loor
por la aplicación del Decreto Ley No. 16 de 1960 y el incumplimiento del Estado de
armonizar dicha legislación con sus obligaciones internacionales a partir de la
fecha de ratificación de la Convención Americana (supra Capítulo V). Por ello, el
Tribunal considera que el Estado violó el artículo 2 de la Convención Americana en
relación con los artículos 7 y 8 del mismo instrumento. Las reformas mencionadas
serán consideradas a los fines pertinentes en el capítulo correspondiente a las
reparaciones (infra Capítulo IX).

6. El Estado es responsable por la violación del derecho a las garantías


judiciales, reconocido en el artículo 8.1, 8.2.b, 8.2.c, 8.2.d, 8.2.e, 8.2.f y 8.2.h,
en relación con los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, de
conformidad con lo expuesto en los párrafos 140 a 160, 173 a 181 y 191 a 195
de la presente Sentencia.
140. La Comisión y las representantes sostuvieron que la sanción impuesta al
señor Vélez Loor era de naturaleza penal, por lo que las garantías del debido
proceso establecidas en el artículo 8 de la Convención Americana debieron ser
respetadas en el proceso ante la Dirección Nacional de Migración. En forma
coincidente, el Estado explicó que, ya para la época de los hechos, la Corte
Suprema de Justicia de Panamá había establecido que cualquier acto
administrativo que afectara derechos fundamentales debía atender y ofrecer al
afectado las garantías propias de los procesos judiciales. En consecuencia, ―[l]a
emisión de la Resolución No. 7306 de 6 de diciembre de 2002, a pesar de ser
formalmente un acto administrativo, estaba obligad[a] a atender y ofrecer en efecto
las garantías procesales inherentes a los procesos penales, en la medida que su
aplicación afectaba el derecho fundamental de libertad‖, ―lo que no ocurrió en
este caso‖.
141. Aún cuando la función jurisdiccional compete eminentemente al Poder
Judicial, en algunos Estados otros órganos o autoridades públicas también ejercen
en ciertos casos funciones de carácter materialmente jurisdiccional y toman
decisiones, como la del presente caso, que afectan derechos fundamentales,
como es la libertad personal del señor Vélez Loor. Sin embargo, la actuación de la
administración en casos de este tipo tiene límites infranqueables, entre los que
ocupa un primerísimo lugar el respeto de los derechos humanos, por lo que se
torna necesario que su actuación se encuentre regulada139.

142. Es por ello que se exige que cualquier autoridad pública, sea administrativa,
legislativa o judicial, cuyas decisiones puedan afectar los derechos de las
personas, adopte tales decisiones con pleno respeto de las garantías del debido
proceso legal140. Así, el artículo 8 de la Convención consagra los lineamientos del
debido proceso legal, el cual está compuesto de un conjunto de requisitos que
deben observarse en las instancias procesales, a efectos de que las personas
estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos ante cualquier
tipo de acto del Estado que pueda afectarlos141. Adicionalmente, la Corte ha
interpretado que el elenco de garantías mínimas establecido en el numeral 2 del
artículo 8 de la Convención se aplica también a la determinación de derechos y
obligaciones de orden ―civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter‖142. Por
esta razón, no puede la administración dictar actos administrativos sancionatorios
sin otorgar también a las personas sometidas a dichos procesos las referidas
garantías mínimas, las cuales se aplican mutatis mutandis en lo que
corresponda143.
143. El debido proceso legal es un derecho que debe ser garantizado a toda
persona, independientemente de su estatus migratorio144. Esto implica que el
Estado debe garantizar que toda persona extranjera, aún cuando fuere un
migrante en situación irregular, tenga la posibilidad de hacer valer sus derechos y
defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad procesal
con otros justiciables145.
144. Es un hecho reconocido que, dado que no existía una reglamentación
específica del Decreto Ley 16 de 1960, la sustanciación del mismo se realizaba a
través del procedimiento establecido en la Ley 38 de 2000, relativa a los
procedimientos administrativos en general146. Es decir, era necesario recurrir a
normas supletorias. En este sentido, el procedimiento que concluyó con el acto
administrativo sancionatorio que privó de la libertad al señor Vélez Loor no sólo se
decidió sin que la parte fuese oída (supra párr. 60), sino que no brindaba la
posibilidad de ejercer el derecho de defensa, de audiencia ni del contradictorio,
como parte de las garantías del debido proceso legal, colocando al migrante
retenido al total arbitrio del poder sancionatorio de la Dirección Nacional de
Migración. En efecto, el Estado ―acept[ó] responsabilidad [dado] que no existió
una comunicación formal escrita, y detallada al inculpado sobre la acusación
formulada en su contra; no se concedió al señor Vélez el tiempo ni los medios
adecuados para la preparación de su defensa; el señor Vélez no fue asistido por
un defensor, ni se le permitió su derecho a defensa durante la sustanciación del
proceso administrativo que resulto en la privación de su libertad‖.
145. Además, la Corte ha sostenido que el derecho a la defensa obliga al Estado a
tratar al individuo en todo momento como un verdadero sujeto del proceso, en el
más amplio sentido de este concepto, y no simplemente como objeto del
mismo147. Los literales d) y e) del artículo 8.2 establecen el derecho del inculpado
de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y
que, si no lo hiciere, tiene el derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor
proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación interna. A este
respecto, y en relación con procedimientos que no se refieren a la materia penal,
el Tribunal ha señalado previamente que ―las circunstancias de un procedimiento
particular, su significación, su carácter y su contexto en un sistema legal particular,
son factores que fundamentan la determinación de si la representación legal es o
no necesaria para el debido proceso‖148.
146. La Corte ha considerado que, en procedimientos administrativos o judiciales
en los cuales se pueda adoptar una decisión que implique la deportación,
expulsión o privación de libertad, la prestación de un servicio público gratuito de
defensa legal a favor de éstas es necesaria para evitar la vulneración del derecho
a las garantías del debido proceso149. En efecto, en casos como el presente en
que la consecuencia del procedimiento migratorio podía ser una privación de la
libertad de carácter punitivo, la asistencia jurídica gratuita se vuelve un imperativo
del interés de la justicia150.
147. En consecuencia, el Tribunal considera que el hecho de no haber posibilitado
el derecho de defensa ante la instancia administrativa que resolvió la aplicación de
la sanción privativa de libertad impacta en todo el proceso y trasciende la decisión
de 6 de diciembre de 2002 en razón de que el proceso administrativo
sancionatorio es uno solo a través de sus diversas etapas151, incluyendo la
tramitación de los recursos que se interpongan contra la decisión adoptada.
148. Por consiguiente, la Corte considera que el Estado de Panamá violó, en
perjuicio del señor Vélez Loor, el derecho a ser oído contenido en el artículo 8.1 de
la Convención y el derecho a contar con asistencia letrada contenido en el artículo
8.2.d) y 8.2.e) de la Convención, en conexión con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio del señor Vélez Loor.
e) Derecho a la información y acceso efectivo a la asistencia consular
149. La Comisión se refirió a las omisiones incurridas por el Estado de Panamá
que ―impidieron el acceso a asistencia consular adecuada y oportuna‖. Al
respecto, argumentó que ―el derecho a la asistencia consular implica que la
persona detenida o sometida a proceso sea informada de su derecho de
contactarse con el consulado y le sean proporcionados los medios para ello‖, lo
cual ―no ocurrió en el presente caso, pues el Estado panameño decidió
unilateralmente informar al Estado ecuatoriano sobre la situación, sin disponer
medio alguno para que fuera la [presunta] víctima quien entrara en contacto con
su consulado y solicitara el apoyo que requería‖. Asimismo, la Comisión advirtió
que ―no existe prueba alguna de que el Estado de Ecuador haya sido informado
oficialmente del proceso que se seguía a la [presunta] víctima ni de la sanción
penal que el mismo podía acarrear‖. Las representantes coincidieron con la
Comisión respecto a que ―[e]l Estado tampoco informó a[l señor Vélez Loor] de
su derecho a contar con la asistencia consular‖. Asimismo, alegaron que ―el
referido derecho no se satisface con la sola notificación por parte de las
autoridades del Estado que recibe‖, ya que ―es el individuo quien es el titular del
derecho de información y notificación consular, por lo tanto, Panamá debió
informarle sin demora al señor Vélez su derecho de comunicarse con el consulado
de su país, y además asegurar las condiciones para que pudiese hacerlo si lo
hubiese decidido‖.
150. El Estado señaló que el ―Consulado de la República del Ecuador fue
notificado telefónicamente por la Dirección Nacional de Migración […] sobre la
detención del [s]eñor Vélez Loor, el día 12 de noviembre de 2002‖ y que el señor
Vélez Loor tuvo comprobado auxilio consular de su país ―[d]esde inicios del mes
de diciembre [de 2002]‖. Asimismo, el Estado sostuvo que ―en la época de los
hechos, […] Panamá al igual que la gran mayoría de los países, aplicaba entonces
un criterio estatista respecto de la notificación consular[, por lo que] entendía el
derecho de notificación consular como un derecho del Estado de envío, no como
un derecho del individuo‖. Por ello, el Estado considera que ―[e]n el momento de
la detención del señor Vélez la notificación hecha al cónsul [de Ecuador] respecto
de la detención del individuo era, de acuerdo a los estándares internacionales
suficiente y adecuada[, por tanto] la obligación contemplada por el artículo 36 de la
Convención de Viena se había cumplido cabalmente‖.
151. La Corte ya se ha pronunciado sobre el derecho a la asistencia consular en
casos relativos a la privación de libertad de una persona que no es nacional del
país que le detiene. En el año 1999, en la opinión consultiva sobre El Derecho a la
Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido
Proceso Legal, la Corte declaró inequívocamente que el derecho del detenido
extranjero a la información sobre la asistencia consular, hallado en el artículo 36
de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (en adelante ―la
Convención de Viena‖), es un derecho individual y una garantía mínima protegida
dentro del sistema interamericano152. Este principio fue reiterado por la Corte
Internacional de Justicia en el caso LaGrand en el año 2001153. Adicionalmente,
existían también instrumentos internacionales no vinculantes que establecían este
derecho154. En consecuencia, no es cierto lo afirmado por el Estado que a la
época de los hechos, esto es el año 2002, la notificación al consulado era
suficiente.
152. La Corte observa que los extranjeros detenidos en un medio social y jurídico
diferente de los suyos, y muchas veces con un idioma que desconocen,
experimentan una condición de particular vulnerabilidad, que el derecho a la
información sobre la asistencia consular, enmarcado en el universo conceptual de
los derechos humanos, busca remediar de modo tal de asegurar que la persona
extranjera detenida disfrute de un verdadero acceso a la justicia, se beneficie de
un debido proceso legal en condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas
desventajas, y goce de condiciones de detención compatibles con el respeto
debido a la dignidad de las personas. Para alcanzar sus objetivos, el proceso debe
reconocer y resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante
la justicia. Es así como se atiende el principio de igualdad ante la ley y los
tribunales y a la correlativa prohibición de discriminación. La presencia de
condiciones de desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensación que
contribuyan a reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan o
reduzcan la defensa eficaz de los propios intereses155.
153. Es así que desde la óptica de los derechos de la persona detenida tres son
los componentes esenciales del derecho debido al individuo por el Estado
Parte156: 1) el derecho a ser notificado de sus derechos bajo la Convención de
Viena157; 2) el derecho de acceso efectivo a la comunicación con el funcionario
consular, y 3) el derecho a la asistencia misma.
154. Para prevenir detenciones arbitrarias, la Corte reitera la importancia de que la
persona detenida sea notificada de su derecho de establecer contacto con una
tercera persona, tal como el funcionario consular, para informarle que se halla bajo
custodia del Estado, lo cual debe realizarse en conjunto con sus obligaciones bajo
el artículo 7.4 de la Convención. Cuando la persona detenida no es nacional del
Estado bajo el cual se haya en custodia, la notificación de su derecho a contar con
la asistencia consular se erige también en una garantía fundamental de acceso a
la justicia y permite el ejercicio efectivo del derecho de defensa, pues el cónsul
puede asistir al detenido en diversos actos de defensa, como el otorgamiento o
contratación de patrocinio letrado, la obtención de pruebas en el país de origen, la
verificación de las condiciones en que se ejerce la asistencia legal y la
observación de la situación de privación de libertad158.
155. El Tribunal pasa, seguidamente, a determinar si el Estado informó al señor
Vélez Loor del derecho que le asistía. Del expediente obrante ante la Corte no se
desprende elemento probatorio alguno que demuestre que el Estado haya
notificado al señor Vélez Loor, como detenido extranjero, su derecho a
comunicarse con un funcionario consular de su país, a fin de procurar la asistencia
reconocida en el artículo 36.1.b de la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares. La Corte considera que correspondía al Estado demostrar que en el
presente caso cumplió con la obligación de notificar al señor Vélez Loor el derecho
a la asistencia consular que asiste a todo extranjero detenido y no sólo a la
Embajada de Ecuador. Sobre esto, es importante resaltar que la Convención de
Viena pone la decisión de ser o no visitado por el funcionario consular en manos
del detenido159.
156. Ahora bien, todas las partes coinciden en que en algún momento se informó a
las autoridades consulares de Ecuador que el señor Vélez Loor se encontraba
bajo custodia del Estado panameño (supra párrs. 149 y 150), pero subsiste la
controversia respecto de cuándo fue la fecha en que fue hecha esta notificación al
consulado. La prueba proporcionada no ha sido conteste en cuanto a la fecha y el
modo en que se puso en conocimiento del Consulado del Ecuador en Panamá que
el señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia estatal160. Lo cierto es que al
5 de diciembre de 2002 la misión consular ecuatoriana ya había iniciado gestiones
para obtener la deportación del señor Vélez Loor161. Al respecto, el señor Vélez
Loor declaró que durante el tiempo que estuvo recluido en la Cárcel Pública de La
Palma se entrevistó con funcionarios de inmigración, sin embargo, manifestó que
―nunca tuv[o] conocimiento‖ de las gestiones que estaba realizando en diciembre
de 2002 el Consulado ecuatoriano en su favor. Asimismo, refirió que ―nunca
sup[o] cómo sucede la deportación‖ y que "no s[abe] cuáles hayan sido las
gestiones‖162.
157. Es pertinente recordar que el derecho de un detenido extranjero a solicitar la
ayuda del consulado de su país ha sido considerado como un componente de las
―garantías mínimas para brindar a los extranjeros la oportunidad de preparar
adecuadamente su defensa‖163. Es así que la Corte ha destacado varios actos
relacionados con la defensa en los que el cónsul puede asistir al detenido (supra
párr. 154) y su importancia para garantizar el cumplimiento del derecho a ―ser
asistido por un defensor‖ bajo el artículo 8.2.d) de la Convención. De modo tal que
―[l]a inobservancia u obstrucción de[l] derecho [del detenido] a la información
afecta las garantías judiciales‖164, y puede resultar en una violación de las
mismas.
158. En cuanto al acceso efectivo a la comunicación consular, la Convención de
Viena dispone que al detenido se le debe permitir: 1) comunicarse libremente con
los funcionarios consulares; y 2) recibir visitas de ellos165. Según este
instrumento, ―los funcionarios consulares tendrán derecho a visitar al nacional del
Estado [y] a organizar su defensa ante los tribunales‖166. Es decir, el Estado
receptor no debe obstruir la actuación del funcionario consular de brindar servicios
legales al detenido. Asimismo, el detenido tiene el derecho a la asistencia misma,
lo cual impone al Estado del cual el detenido es nacional el deber de proteger los
derechos de sus nacionales en el extranjero brindando protección consular. Las
visitas de los funcionarios consulares deberían ser con miras a proveer la
―protección de los intereses‖ del detenido nacional, particularmente los
asociados con ―su defensa ante los tribunales‖167. De esta manera, el derecho a
la visita consular presenta un potencial para garantizar y dar efectividad a los
derechos a la libertad personal, la integridad personal y la defensa.
159. La Corte observa que, si bien el señor Vélez Loor tuvo comprobada
comunicación con funcionarios consulares de Ecuador en el Estado de
Panamá168, el procedimiento administrativo que duró del 12 de noviembre al 6 de
diciembre de 2002, y que culminó con la resolución que le impuso una sanción de
privación de la libertad, no le proporcionó la posibilidad de ejercer el derecho de
defensa, audiencia ni del contradictorio, ni mucho menos garantizaba que dicho
derecho pudiera ejercerse en términos reales (supra párr. 144). Es decir, si bien el
señor Vélez Loor recibió visitas por parte de los funcionarios consulares en el
Centro Penitenciario La Joyita con posterioridad a la imposición de la sanción169,
en las cuales se le entregaron útiles de aseo personal, dinero en efectivo y
medicinas y se solicitó la intervención de médicos que verificasen su salud, no
pudo ejercer su derecho a la defensa con la asistencia consular ya que el
procedimiento administrativo sancionatorio no permitió materializarla como parte
del debido proceso legal, pues se decidió sin que la parte fuese oída.
160. Por lo anteriormente expuesto, la Corte concluye que en el presente caso la
falta de información al señor Vélez Loor sobre su derecho a comunicarse con el
consulado de su país y la falta de acceso efectivo a la asistencia consular como un
componente del derecho a la defensa y del debido proceso, contravino los
artículos 7.4, 8.1 y 8.2.d de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio del señor Vélez Loor.

173. La Comisión argumentó, en primer lugar, que de conformidad con la ley de


migración vigente al momento de los hechos, ―no existía el derecho a apelar ante
un órgano judicial que ofreciera garantías de independencia e imparcialidad‖; en
segundo lugar, que ―la sanción penal fue impuesta a través de un acto
administrativo‖, que en Panamá ―tiene una presunción de legalidad y sólo puede
ser impugnado judicialmente después de agotar una serie de recursos
administrativos y por causales suficientes que
logren desvirtuar la mencionada presunción‖; en tercer lugar, que los recursos
señalados por el Estado ―no pueden considerarse adecuados para obtener la
revisión integral de una sanción penal como la impuesta a la [presunta] víctima, y
finalmente, que por la falta de notificación y asistencia legal los recursos no
estaban al alcance del señor Vélez Loor‖.
174. Las representantes indicaron que ―la legislación panameña vigente al
momento de los hechos, no preveía la posibilidad de que la decisión del Director
General de Migración fuera revisada en segunda instancia por un juez o tribunal‖.
Asimismo, señalaron que la presunta víctima tampoco tuvo un acceso efectivo a
los recursos establecidos en la Ley No. 16 de 1960, al ―no exist[ir] constancia de
que la resolución por la que se condenó al señor Jesús Vélez Loor [se le]
notifica[ra] formalmente‖, además de que ―[é]sta no se encontraba
fundamentada, lo que le impidió cuestionar su validez‖.
175. El Estado reconoció el ―incumplimiento de la obligación de haber notificado
al señor Vélez Loor [del] contenido de la Resolución 7306 de 06 de diciembre de
2002‖, en la medida de que ―no existe constancia de la realización de la
diligencia de notificación exigida al amparo del artículo 22 de la Constitución
Nacional‖. No obstante, observó que la misma ―estaba sujet[a] a una serie de
medidas de control jurisdiccional y no jurisdiccional que podían haber sido
ejercid[a]s por la presunta víctima en cualquier momento a partir de [su] emisión
[…], sin importar la falta de notificación‖, las cuales ―no fueron ejercidas‖, y que
por su ―naturaleza administrativa, no cabía poner de manera oficiosa al detenido
a orden de una autoridad jurisdiccional‖. De otra parte, señaló que ―[s]i bien el
señor Vélez, vista la falta de notificación de este acto, no pudo recurrir por la vía
gubernativa contra la sanción impuesta por la [Dirección Nacional de Migración],
tuvo la oportunidad de solicitar la nulidad del mismo‖. Asimismo, explicó que frente
a la falta de notificación del acto administrativo ―surgen los remedios
jurisdiccionales contenidos en los recursos de plena jurisdicción, amparo, hábeas
corpus y recursos de protección de los Derechos Humanos‖. De este modo, el
Estado resaltó que el seño Vélez Loor tenía la posibilidad de utilizar varias clases
de acciones y recursos tanto gubernativos o administrativos, como jurisdiccionales
y no jurisdiccionales previstos en el sistema jurídico panameño que existían desde
antes de su aprehensión y sanción.
176. El Estado también alegó que ―durante el período posterior a la emisión de la
Resolución 7603 [el señor Vélez Loor] tuvo comprobado acceso a la Defensoría
del Pueblo y a los funcionarios consulares de su país‖, por tanto, ―durante su
detención en el Centro La Joya [sic] pudo acceder, a través de esta institución, a
los mecanismos jurisdiccionales para el control de las actuaciones administrativas
que la legislación interna en vigencia ofrecía para la tutela de sus derechos‖.
177. Según lo alegado por la Comisión y las representantes, la controversia
subsiste respecto a si el Estado respetó y garantizó el derecho a recurrir ante un
juez o tribunal superior la sanción establecida mediante resolución 7306, de
conformidad con los artículos 8.2.h y 25 de la Convención Americana.
178. Al respecto, la Corte considera que los hechos de este caso se circunscriben
al campo de aplicación del artículo 8.2.h de la Convención, que consagra un tipo
específico de recurso que debe ofrecerse a toda persona sancionada con una
medida privativa de libertad, como garantía de su derecho a la defensa, y estima
que no se está en el supuesto de aplicación del artículo 25.1 de dicho tratado. La
indefensión del señor Vélez Loor se debió a la imposibilidad de recurrir del fallo
sancionatorio, hipótesis abarcada por el artículo 8.2.h en mención.

179. La jurisprudencia de esta Corte ha sido enfática al señalar que el derecho a


impugnar el fallo busca proteger el derecho de defensa, en la medida en que
otorga la posibilidad de interponer un recurso para evitar que quede firme una
decisión adoptada en un procedimiento viciado y que contiene errores que
ocasionarán un perjuicio indebido a los intereses del justiciable187. La doble
conformidad judicial, expresada mediante la íntegra revisión del fallo condenatorio
o sancionatorio, confirma el fundamento y otorga mayor credibilidad al acto
jurisdiccional del Estado, y al mismo tiempo brinda mayor seguridad y tutela a los
derechos del condenado188. En este sentido, el derecho a recurrir del fallo,
reconocido por la Convención, no se satisface con la mera existencia de un
órgano de grado superior al que juzgó y emitió el fallo condenatorio o
sancionatorio, ante el que la persona afectada tenga o pueda tener acceso. Para
que haya una verdadera revisión de la sentencia, en el sentido requerido por la
Convención, es preciso que el tribunal superior reúna las características
jurisdiccionales que lo legitiman para conocer del caso concreto189. Sobre este
punto, si bien los Estados tienen cierta discrecionalidad para regular el ejercicio de
ese recurso, no pueden establecer restricciones o requisitos que infrinjan la
esencia misma del derecho a recurrir del fallo. La posibilidad de ―recurrir del
fallo‖ debe ser accesible, sin requerir mayores complejidades que tornen ilusorio
este derecho190.
180. En el presente caso, resulta inadmisible para este Tribunal que la resolución
7306 de 6 de diciembre de 2002, emitida por la Dirección Nacional de Migración,
mediante la cual se privó de la libertad por casi diez meses al señor Vélez Loor, no
hubiera sido notificada, tal como lo reconoció el propio Estado (supra párr. 60). La
Corte encuentra que la falta de notificación es en sí misma violatoria del artículo 8
de la Convención, pues colocó al señor Vélez Loor en un estado de incertidumbre
respecto de su situación jurídica y tornó impracticable el ejercicio del derecho a
recurrir del fallo sancionatorio. En consecuencia, la Corte considera que este caso
se enmarca en una situación de impedimento fáctico para asegurar un acceso real
al derecho a recurrir, así como en una ausencia de garantías e inseguridad
jurídica, por lo que no resulta pertinente entrar a analizar los recursos
mencionados por el Estado. Tampoco es necesario analizar el alegato del Estado
sobre la Defensoría del Pueblo como recurso no jurisdiccional, pues ésta no
satisface la exigencia de un órgano revisor de grado superior con características
jurisdiccionales, así como el requisito de ser un recurso amplio que permitiera un
análisis o examen comprensivo e integral de todas las cuestiones debatidas y
analizadas ante la autoridad que emitió el acto que se impugna. Por ende, no es
un recurso al que las personas deban necesariamente acudir.
181. En razón de lo expuesto, el Tribunal declara que Panamá violó el derecho del
señor Vélez Loor reconocido en el artículo 8.2.h de la Convención, en relación con
el artículo 1.1 de la misma.
7. El Estado es responsable por la violación del principio de legalidad,
reconocido en el artículo 9, en relación con el artículo 1.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio del señor Jesús
Tranquilino Vélez Loor, de conformidad con lo expuesto en los párrafos 182
a 188 de la presente Sentencia.

182. El Estado sostuvo que ―[l]a legalidad de la ubicación de extranjeros


sancionados en aplicación del artículo 67 del Decreto Ley 16 de 1960 en centros
del sistema penitenciario nacional se sustentaba, además del contenido de la
propia norma, en la interpretación que la Corte Suprema de Justicia había hecho
respecto de la legalidad de tal medida‖.
183. En un Estado de Derecho, los principios de legalidad e irretroactividad
presiden la actuación de todos los órganos del Estado, en sus respectivas
competencias, particularmente cuando viene al caso el ejercicio de su poder
punitivo191. El Tribunal ya ha tenido oportunidad de expedirse en cuanto a la
aplicación del artículo 9 de la Convención a la materia sancionatoria
administrativa. A este respecto ha precisado que ―en aras de la seguridad jurídica
es indispensable que la norma punitiva, sea penal o administrativa, exista y resulte
conocida, o pueda serlo, antes de que ocurran la acción o la omisión que la
contravienen y que se pretende sancionar. La calificación de un hecho como ilícito
y la fijación de sus efectos jurídicos deben ser preexistentes a la conducta del
sujeto al que se considera infractor. De lo contrario, los particulares no podrían
orientar su comportamiento conforme a un orden jurídico vigente y cierto, en el
que se expresan el reproche social y las consecuencias de éste. Estos son los
fundamentos de los principios de legalidad y de irretroactividad desfavorable de
una norma punitiva‖192.
184. A pesar de que ni la Comisión ni las representantes alegaron de manera
expresa la violación del artículo 9193 de la Convención que consagra el principio
de legalidad, ello no impide que sea aplicado por esta Corte, debido a que dicho
precepto constituye uno de los principios fundamentales en un Estado de Derecho
para imponer límites al poder punitivo del Estado, y sería aplicable en virtud de un
principio general de Derecho, iura novit curia, del cual se ha valido reiteradamente
la jurisprudencia internacional en el sentido de que el juzgador posee la facultad, e
inclusive el deber, de aplicar las disposiciones jurídicas pertinentes en una causa,
aun cuando las partes no las invoquen expresamente194. Al respecto, el Tribunal
estima que los hechos de este caso, aceptados por el Estado y sobre los cuales
las partes han tenido amplia posibilidad de hacer referencia, muestran una
afectación a este principio en los términos que se exponen a continuación.
185. Como ha sido expuesto, el artículo 67 del Decreto Ley 16 de 1960 establecía
que ―[l]os extranjeros condenados a la deportación que elud[ieran] esta pena,
permaneciendo en el país clandestinamente, o la burl[aran] regresando a él,
ser[ían] dedicados a trabajos agrícolas en la Colonia Penal de Coiba, por dos (2)
años, y obligados a salir del país al cumplirse este término‖. Al señor Vélez Loor
se le impuso ―la pena de dos (2) años de prisión en uno de los Centros
Penitenciarios del País‖ al volver a entrar a Panamá luego de una orden de
deportación (supra párr. 94). Si bien la Corte ya declaró la incompatibilidad de este
tipo de medidas con la Convención (supra párrs. 161 a 172), la pena impuesta al
señor Vélez tampoco se condecía con lo establecido en la legislación interna.
186. El Estado defendió la legalidad de tal actuación invocando una sentencia de
la Corte Suprema de Justicia de Panamá de 26 de diciembre de 2002 y otros
antecedentes. En dicha sentencia se estableció que ―la aplicación literal del
precepto indicado resulta inoperante, particularmente, en los actuales momentos
en que, a nadie escapa los esfuerzo que se vienen realizando a nivel de los entes
públicos competentes para la reconversión de la isla de Coiba, de un Centro
Penitenciario en una (sic) sitio turístico, ecológico. De manera que, resulta ilógico,
ante tales circunstancias, exigir a las autoridades migratorias la aplicación literal
del artículo 67, antes referido, cuando materialmente se sabe que ello resulta
inaplicable […]. En consecuencia, estima el Pleno que, una interpretación del
artículo 67 comentado, más a tono con la realidad actual y que haga efectiva su
aplicación, lleva a establecer que la pena de prisión que dicha norma faculta a la
autoridad migratoria imponer a extranjeros deportados, que hayan incumplido con
el mandato que conlleva dicha declaratoria, puede cumplirse en centros
penitenciarios del país distintos a la Isla Penal de Coiba que exige la norma
examinada‖195. Sin embargo, el Estado especificó que tal situación cesó a partir
de la derogación de la norma en referencia, por lo que actualmente la sanción de
privación de libertad a los extranjeros que reincidan en la violación de órdenes de
deportación está derogada.
187. El Estado aportó algunos otros fallos de la Corte Suprema de Justicia de
Panamá en los cuales se resolvió la legalidad de disponer una medida como la
aplicada al señor Vélez Loor196. No obstante, la Corte estima que la aplicación de
una pena o sanción administrativa diferente materialmente a la prevista en la ley
contraviene el principio de legalidad, pues se basa en interpretaciones extensivas
de la ley penal. En el presente caso, la Corte observa que la Dirección Nacional de
Migración no proporcionó ninguna motivación en su resolución 7306 sobre los
fundamentos para aplicar una pena en un establecimiento que no era el previsto
en la referida norma. Respecto a la compatibilidad de privar de libertad a personas
migrantes junto con acusados o condenados por delitos penales con las
obligaciones internacionales, ver infra (párrs. 206 a 210).
188. Por las razones expuestas, la Corte considera que la aplicación de una
sanción más gravosa a la prevista en el artículo 67 del Decreto Ley 16 de 1960
infringe el principio de legalidad y consiguientemente contravino el artículo 9 de la
Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor
Vélez Loor.

8. El Estado es responsable por la violación del derecho a la integridad


personal reconocido en el artículo 5.1 y 5.2, en relación con el artículo 1.1 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, respecto a las
condiciones de detención, en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez
Loor, de conformidad con lo expuesto en los párrafos 196 a 227 de la
presente Sentencia.
196. Los alegatos de la Comisión y las representantes, bajo el artículo 5 de la
Convención Americana y la Convención contra la Tortura, se refieren a: i) las
condiciones carcelarias y ii) la obligación de investigar los actos de tortura.
Además, los alegados actos de tortura y la obligación de tipificar la tortura como
delito, traídos a este proceso por las representantes, serán tomadas en cuenta en
tanto complementan la obligación de investigar los alegados actos de tortura
(supra párr. 47). El Estado, por su parte, reconoció su responsabilidad
internacional por la violación del derecho a la integridad personal contenido en los
artículos 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, con relación al artículo 1.1 del
mismo instrumento, únicamente en cuanto a determinadas condiciones de
detención a las que fue sometido el señor Vélez Loor durante su privación de
libertad, con excepción de la obligación de brindar asistencia médica adecuada y
del suministro de agua (supra párr. 67).
197. En efecto, el Estado ―admit[ió] que las graves deficiencias que afectan al
sistema [p]enitenciario [n]acional, afectan negativamente el derecho a la integridad
de las personas privadas de libertad‖. Al respecto, hizo especial énfasis
―respecto de las graves deficiencias físicas, estructurales y de funcionamiento‖,
las cuales contradicen las leyes internas, así como los estándares internacionales
sobre la materia, adoptados por el país. Con relación a la Cárcel Pública de La
Palma y al Complejo La Joya-La Joyita, ―reconoc[ió] la existencia, entre otros,
documentados por las distintas autoridades panameñas de los siguientes
problemas: deficiencias estructurales en los centros de detención, problemas en el
suministro regular de agua, sobrepoblación penitenciaria, deficiencia de los
sistemas de clasificación de las personas privadas de libertad, deficiencias de los
programas de resocialización y educación‖. El Estado también explicó que para
remediar la situación de sobrepoblación en los centros penitenciarios del país ―ha
adoptado medidas con efectos a breve término y a mediano plazo‖, mismas que
expuso a detalle. En tal sentido, aceptó la responsabilidad205, limitada a la época
de los hechos, y se sometió a la decisión que la Corte disponga.
198. Esta Corte ha indicado que, de conformidad con el artículo 5.1 y 5.2 de la
Convención206, toda persona privada de libertad tiene derecho a vivir en
condiciones de detención compatibles con su dignidad personal. Como
responsable de los establecimientos de detención, el Estado se encuentra en una
posición especial de garante de los derechos de toda persona que se halle bajo su
custodia207. Esto implica el deber del Estado de salvaguardar la salud y el
bienestar de los reclusos, brindándoles, entre otras cosas, la asistencia médica
requerida, y de garantizar que la manera y el método de privación de libertad no
excedan el nivel inevitable de sufrimiento inherente a la detención208. Su falta de
cumplimento puede resultar en una violación de la prohibición absoluta de aplicar
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes209. En este sentido, los Estados
no pueden invocar privaciones económicas para justificar condiciones de
detención que no cumplan con los estándares mínimos internacionales en esta
área y no respeten la dignidad del ser humano210.
199. De la prueba presentada en este caso se desprende que en la época de los
hechos de la detención del señor Vélez Loor sólo existía un albergue migratorio en
todo el país, específicamente en la Ciudad de Panamá, para alojar a las personas
en situación migratoria irregular, mientras se determinaba su situación y se definía
si iban a ser deportadas o no211. Actualmente, Panamá cuenta con dos albergues
migratorios, los cuales se ubican en la referida ciudad capital212, por lo que las
personas retenidas en áreas fronterizas, sean migrantes irregulares o personas en
busca de protección internacional, son alojados en los centros penitenciarios de
las provincias o en las estaciones de policía hasta que su traslado a los albergues
del Servicio Nacional de Migración en la Ciudad de Panamá se hace posible213.
200. Así, al ser detenido en la Provincia del Darién, el señor Vélez Loor fue
remitido junto con otras cuatro personas más de nacionalidades extranjeras214 a
la Cárcel Pública de La Palma215 (supra párr. 93), que es el principal centro de
reclusión de la región216. El testimonio del señor Vélez Loor revela que durante
su detención en La Palma también había ―detenidos peruanos y sus esposas, y
colombianos […], con sus niños, mujeres embarazadas, [y] una peruana
adolescente embarazada‖217. Dentro de las instalaciones se encontraban tres
celdas para varones: la celda grande, la preventiva y la cuadra, que eran antiguos
depósitos de materiales con ausencia de ventilación tanto natural como
artificial218. Asimismo, existía un cuarto para las mujeres que se encontraban
recluidas, desprovisto de seguridad y de una separación física219. Allí, el señor
Vélez Loor estuvo detenido en la celda donde se alojaban a los privados de
libertad de buen comportamiento y a los ancianos220, la cual se encontraba
próxima a un depósito de combustible221. En este recinto estuvo privado de
libertad junto con personas detenidas por delitos222.

201. Posteriormente, el 18 de diciembre de 2002 el señor Vélez Loor fue


trasladado al Complejo Penitenciario La Joya-La Joyita223, donde ingresó al día
siguiente224 y fue recluido en el Pabellón 6 del Centro Penitenciario La Joyita,
sección destinada a los privados de libertad de nacionalidad extranjera225, donde
también compartió celda con personas privadas de libertad por delitos226. Este
centro está ubicado en el Corregimiento de Pacora, Ciudad de Panamá, y hoy en
día se ha convertido en el centro penitenciario más grande del país227.

202. La Cárcel Pública de La Palma en el año 2003 mantenía una capacidad física
para recluir 108 personas, tanto mujeres como hombres228. Según datos oficiales
del Sistema Penitenciario panameño229, en el año 2002 su población total había
llegado a 146 y en 2003 a 149. Por su parte, el Centro Penitenciario La Joyita en
el año 2003 mantenía una capacidad física para albergar 1770 personas230.
Según datos oficiales del Sistema Penitenciario panameño231, en el año 2002 su
población total de privados de libertad había llegado a 2430 detenidos y en el año
2003 a 2917.
203. Al haber sobrepasado los límites de su capacidad, ambas unidades
penitenciarias se encontraban, al momento de los hechos, con altos índices de
sobrepoblación. Aún más, dado que la densidad poblacional era mayor al 120% de
su capacidad de alojamiento oficialmente prevista, el Tribunal considera que los
niveles de sobrepoblación habían alcanzado un estado crítico. En consecuencia,
durante el tiempo que el señor Vélez Loor estuvo recluido en La Palma y en La
Joyita existían altos niveles de hacinamiento con una densidad poblacional de
135% y 164%, respectivamente.
204. Como ya ha destacado este Tribunal232, bajo tal situación de hacinamiento
se obstaculiza el normal desempeño de funciones esenciales en los centros, como
la salud, el descanso, la higiene, la alimentación, la seguridad, el régimen de
visitas, la educación, el trabajo, la recreación y la visita íntima; se ocasiona el
deterioro generalizado de las instalaciones físicas; provoca serios problemas de
convivencia, y se favorece la violencia intra-carcelaria. Todo ello en perjuicio tanto
de los reclusos como de los funcionarios que laboran en los centros penitenciarios,
debido a las condiciones difíciles y riesgosas en las que desarrollan sus
actividades diarias.
205. Dado que estos alegatos y el reconocimiento se refieren a hechos ocurridos
mientras el señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia del Estado panameño
debido a su situación migratoria irregular, privado de libertad en centros
penitenciarios del sistema nacional, el Tribunal habrá de referirse a continuación a
la necesidad de que las personas detenidas por su situación migratoria
permanezcan en lugares distintos a los destinados a las personas acusadas o
condenadas por la comisión de delitos penales, para posteriormente, entrar a
analizar los asuntos sobre los cuales subsiste la controversia.

a) Necesidad de que las personas detenidas por su situación migratoria


permanezcan en lugares distintos a los destinados a las personas acusadas
o condenadas por la comisión de delitos penales
206. Tanto la Comisión como las representantes argumentaron la obligación del
Estado de separar a las personas que han cometido infracciones penales de
aquellas que son detenidas por cuestiones migratorias. El Estado no realizó un
alegato específico respecto a este argumento, pero aceptó ―la existencia de una
seria deficiencia en los sistemas de clasificación de la población de privados de
libertad‖. En lo que respecta al Pabellón 6 del Centro Penitenciario La Joyita
donde estuvo recluido el señor Vélez Loor, expresó que ―es un pabellón [d]e
seguridad media a baja donde eran ubicadas personas privadas de libertad por las
mismas causas que el señor Vélez y otras causas que excluían a detenidos
co[n]siderados peligrosos‖. De igual modo, alegó que la apertura de albergues
migratorios de la Dirección Nacional de Migración, en donde únicamente se alojan
migrantes, garantiza la aludida separación.
207. Si bien la Corte ya se ha referido a la situación de particular vulnerabilidad en
que suelen encontrarse las personas migrantes (supra párr. 98), en este caso es
importante resaltar cómo dicha vulnerabilidad se ve incrementada cuando por
causa de su sola situación migratoria irregular son privadas de libertad en centros
penitenciarios en los que son recluidas con personas procesadas y/o sancionadas
por la comisión de delitos233, como ocurrió en el presente caso. Dicha situación
hace que los migrantes sean más propensos a sufrir tratos abusivos, pues
conlleva una condición individual de facto de desprotección respecto del resto de
los detenidos. Así, en el marco de sus obligaciones de garantía de los derechos
reconocidos en la Convención, el Estado debe abstenerse de actuar de manera tal
que propicie, estimule, favorezca o profundice esa vulnerabilidad234 y ha de
adoptar, cuando sea pertinente, medidas necesarias y razonables para prevenir o
proteger los derechos de quienes se encuentren en tal situación.
208. Por ello, de resultar necesario y proporcionado en el caso en concreto, los
migrantes deben ser detenidos en establecimientos específicamente destinados a
tal fin que sean acordes a su situación legal y no en prisiones comunes, cuya
finalidad es incompatible con la naturaleza de una posible detención de una
persona por su situación migratoria, u otros lugares donde puedan estar junto con
personas acusadas o condenadas por delitos penales. Este principio de
separación atiende, ciertamente, a las diferentes finalidades de la privación de
libertad. En efecto, cuando se trata de personas que sufren condena, las
condiciones de privación de libertad deben propender a la ―finalidad esencial‖ de
las penas privativas de la libertad que es ―la reforma y la readaptación social de
los condenados‖235. Cuando se trata de migrantes, la detención y privación de
libertad por su sola situación migratoria irregular, debe ser utilizada cuando fuere
necesario y proporcionado en el caso en concreto, solamente admisible durante el
menor tiempo posible y en atención a los fines legítimos referidos (supra párrs.
169 y 171). En efecto, para la época de la detención del señor Vélez Loor varios
organismos internacionales se habían pronunciado sobre la necesaria separación
de aquellas personas privadas de libertad por infracción a las leyes migratorias de
quienes están detenidos, ya sea como procesados o como condenados, por
delitos penales236. Por consiguiente, el Tribunal considera que los Estados deben
disponer de establecimientos públicos separados, específicamente destinados a
este fin237 y, en caso de que el Estado no cuente con dichas facilidades, deberá
disponer de otros lugares, los cuales en ningún caso podrán ser los centros
penitenciarios238.

209. Si bien la privación de libertad trae a menudo, como consecuencia ineludible,


la afectación del goce de otros derechos humanos además del derecho a la
libertad personal, en caso de personas privadas de libertad exclusivamente por
cuestiones migratorias, los lugares de detención deben encontrarse diseñados a
los fines de garantizar ―condiciones materiales y un régimen adecuado para su
situación legal, y cuyo personal esté debidamente cualificado‖239, evitando en lo
posible la desintegración de los núcleos familiares. En consecuencia, el Estado
está obligado a adoptar determinadas medidas positivas, concretas y orientadas,
para garantizar no sólo el goce y ejercicio de aquellos derechos cuya restricción
no resulta un efecto colateral de la situación de privación de la libertad, sino
también para asegurar que la misma no genere un mayor riesgo de afectación a
los derechos, a la integridad y al bienestar personal y familiar de las personas
migrantes.

210. La Corte considera que dado que el señor Vélez Loor fue privado de libertad
en la Cárcel Pública de La Palma y, posteriormente, en el Centro Penitenciario La
Joyita, centros carcelarios dependientes del sistema penitenciario nacional en los
cuales fue recluido junto con personas procesadas y/o sancionadas por la
comisión de delitos, el Estado violó el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento, en perjuicio del
señor Vélez Loor.
b) Condiciones de detención en la Cárcel Pública de La Palma y en el Centro
Penitenciario La Joyita
211. Habida cuenta del reconocimiento parcial de responsabilidad hecho por el
Estado (supra Capítulo VI), subsiste la controversia sobre las cuestiones
relacionadas con el suministro de agua en La Joyita y con la atención médica
brindada al señor Vélez Loor en dicho recinto, que se examinarán a continuación.
1) Suministro de agua en La Joyita
212. Respecto del Centro Penitenciario La Joyita, la Comisión resaltó, entre otros,
―las falencias en el acceso a servicios básicos como la falta de duchas, agua
potable, y un sistema adecuado para disponer la basura de los reclusos‖. Las
representantes manifestaron que el señor Vélez Loor estuvo detenido sin
―suficiente agua para el consumo humano y la poca que había era [de] mala
calidad‖, y que la ausencia de suministro de agua en La Joyita se prolongó por
dos semanas.
213. El Estado expresó que ―[e]s fals[o] que los reclusos habían estado sin agua
durante más de dos semanas [en La Joyita]‖, ya que durante dicho período se
adoptaron medidas de urgencia para garantizar el suministro a través del ―uso de
camiones cisternas‖, se identificaron las causas inmediatas del problema y
realizaron los correctivos necesarios para normalizar el referido suministro. En
este sentido, controvirtió ―la existencia de actuaciones dolosas en contra de las
personas privadas de libertad‖ y resaltó que ―[r]esulta tendenciosa la afirmación
de que el desabastecimiento de agua sea utilizado como una forma de castigo
hacia la población de privados de libertad‖.
214. De la prueba se desprende que, durante una visita de inspección que realizó
el personal del Programa de Supervisión de los Derechos de las Personas
Privadas de Libertad de la Defensoría del Pueblo de Panamá el 23 de junio de
2003, un grupo de internos del Centro Penitenciario La Joyita denunció la falta de
suministro de agua potable por un período de 15 días en las instalaciones de dicho
centro, lo cual habría ocasionado cuadros de deshidratación, diarrea y conjuntivitis
en internos de algunos pabellones, así como el desbordamiento de aguas
servidas. El 1 de julio de 2003 el Defensor del Pueblo admitió dicha queja, y
personal de la Defensoría realizó nuevamente una visita, constatando que ―el
lugar aún permane[cía] sin agua debido a un problema eléctrico que ha[bía]
afectado el suministro‖240. Las deficiencias y ausencia en el suministro de agua
para consumo humano, y su mala calidad, en el Centro Penitenciario La Joyita,
han sido objeto de estudio y pronunciamiento también por parte de la Defensoría
del Pueblo en el año 2004241.
215. La Corte estima probado que en junio de 2003, mientras el señor Vélez Loor
se encontraba recluido en el Centro Penitenciario La Joyita, se produjo un
problema en el suministro de agua que habría afectado a la población carcelaria.
La prueba allegada demuestra que las deficiencias en el suministro de agua
potable en el Centro Penitenciario La Joyita han sido una constante (supra párr.
197), y que en el año 2008 el Estado habría adoptado algunas medidas al
respecto242. El Tribunal observa que la falta de suministro de agua para el
consumo humano es un aspecto particularmente importante de las condiciones de
detención. En relación con el derecho al agua potable, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas ha señalado que los
Estados Partes deben adoptar medidas para velar por que ―[l]os presos y
detenidos tengan agua suficiente y salubre para atender a sus necesidades
individuales cotidianas, teniendo en cuenta las prescripciones del derecho
internacional humanitario y las Reglas mínimas para el tratamiento de los
reclusos‖243. Asimismo, las Reglas Mínimas establecen que ―[s]e exigirá de los
reclusos aseo personal y a tal efecto dispondrán de agua y de los artículos de
aseo indispensables para su salud y limpieza‖, así como que ―[t]odo recluso
deberá tener la posibilidad de proveerse de agua potable cuando la necesite‖244.
En consecuencia, los Estados deben adoptar medidas para velar porque las
personas privadas de libertad tengan acceso a agua suficiente y salubre para
atender sus necesidades individuales cotidianas, entre ellas, el consumo de agua
potable cuando lo requiera, así como para su higiene personal245.

216. El Tribunal considera que la ausencia de las condiciones mínimas que


garanticen el suministro de agua potable dentro de un centro penitenciario
constituye una falta grave del Estado a sus deberes de garantía hacia las
personas que se encuentran bajo su custodia, toda vez que las circunstancias
propias del encierro impiden que las personas privadas de libertad satisfagan por
cuenta propia una serie de necesidades básicas que son esenciales para el
desarrollo de una vida digna246, tales como el acceso a agua suficiente y salubre.
217. Por lo demás, en cuanto a lo manifestado por el Estado (supra párr. 213), el
Tribunal no cuenta con elementos suficientes que le permitan determinar si esta
práctica se utilizaba como método de castigo hacia la población reclusa.
2) Asistencia médica
218. En cuanto a la falta de asistencia médica adecuada, la Comisión sostuvo que
―[l]a información disponible indica que durante su detención en La Joya-Joyita, el
señor Vélez Loor recibió atención médica básica, sin embargo, no recibió atención
especializada que requería en virtud de la aparente fractura craneal que
presentaba‖. Por su parte, las representantes manifestaron que no consta que el
señor Vélez Loor haya sido sometido a un examen médico al momento de ser
admitido en la Cárcel de La Palma o cuando fue trasladado al Complejo
Penitenciario La Joya-La Joyita, y que el Estado ―en ningún momento brindó
atención médica adecuada y completa a la [presunta] víctima‖. En especial, se
refirieron a la falta de realización del único examen que se le prescribió, que era
un CAT del cráneo.
219. El Estado, por su parte, señaló que ―el señor Vélez recibió tratamiento
médico oportuno y adecuado, con las limitaciones que la condición que el centro
penitenciario imponía en iguales términos al resto de las personas privadas de
libertad recluidas en esa época en el Complejo La Joya‖. Se opuso a la afirmación
hecha por la Comisión y las representantes respecto de la ausencia de atención
médica especializada y se refirió con detalle a la actividad y atención médica
registrada en el ―expediente médico del señor Vélez‖ en la Clínica del Centro La
Joya, del cual surge que durante el período de protesta fue el propio señor Vélez
Loor quien se negó a aceptar la referida asistencia.
220. Este Tribunal ha señalado que el Estado tiene el deber de proporcionar a los
detenidos revisión médica regular y atención y tratamiento adecuados cuando así
se requiera247. El Principio 24 del Conjunto de Principios para la Protección de
Todas las

Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión determina que


―[s]e ofrecerá a toda persona detenida o presa un examen médico apropiado con
la menor dilación posible después de su ingreso en el lugar de detención o prisión
y, posteriormente, esas personas recibirán atención y tratamiento médico cada vez
que sea necesario. Esa atención y ese tratamiento serán gratuitos‖248. La
atención por parte de un médico que no tenga vínculos con las autoridades
penitenciarias o de detención es una importante salvaguardia en contra de la
tortura y malos tratos, físicos o mentales, de las personas privadas de libertad249.
De otra parte, la falta de atención médica adecuada podría considerarse en sí
misma violatoria del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención dependiendo de las
circunstancias concretas de la persona en particular, el tipo de dolencia que
padece, el lapso transcurrido sin atención y sus efectos acumulativos250.
221. Al respecto, la Corte observa que del expediente médico del señor Vélez Loor
se desprende, inter alia, que el 20 de marzo de 2003 fue evaluado por cefaleas y
mareos, producto de una fractura en el cráneo con una antigüedad que el médico
determinó de más o menos un año y medio, por lo cual se le ordenó realizar un
CAT del cráneo251; el 10 de abril de 2003 el señor Vélez fue solicitado para
evaluación médica negándose a salir para ser atendido, pero el médico al revisar
el expediente determinó que el interno tenía un antecedente de fractura de cráneo
expuesto y que el CAT cerebral no se había realizado, por lo cual sugirió descartar
trastorno encefálico con el CAT ordenado252, y el 22 de abril de 2003 el señor
Vélez Loor fue evaluado por cefaleas y mareos, producto de una antigua fractura
de cráneo y se le ordenó un CAT cerebral, que no se pudo realizar debido a su
costo253.
222. La Corte observa que, a pesar de sus recurrentes problemas de cefaleas y
mareos, y la necesidad determinada por los galenos que lo atendieron que debía
realizarse un CAT cerebral, dicho estudio no se concretó y el señor Vélez Loor no
recibió atención médica adecuada y oportuna con relación a esta lesión, lo cual
pudo haber tenido consecuencias desfavorables en su estado de salud actual y es
contrario al tratamiento digno debido. Según el perito Flores Torrico, ―tanto el
dolor de cabeza, la cefalea, la visión borrosa, el lagrimeo que presenta el señor
Vélez Loor, el vértigo y los mareos pueden perfectamente relacionarse con el
golpe en la cabeza que recibió con un objeto contundente, que le causó una
herida y una cicatriz […] en la región frontoparietal derecha‖254.
223. La Corte encuentra probado, en consecuencia, que los servicios de
asistencia médica a los cuales tuvo acceso el señor Vélez Loor no se prestaron de
manera oportuna, adecuada y completa, ya que la aparente fractura craneal que
presentaba permaneció sin atención médica especializada ni medicación
adecuada y tampoco fue debidamente tratada.
224. En definitiva, las representantes sostuvieron que las condiciones carcelarias
a las que estuvo sometido el señor Vélez Loor ―constituyeron tratos crueles,
inhumanos y degradantes‖, ya que ―[d]urante los diez meses que estuvo bajo la
custodia de las autoridades panameñas […] vivió en condiciones infrahumanas
alejadas de todo respeto a su dignidad‖.
225. La Corte valora la voluntad política del Estado para mejorar las condiciones
de detención de las personas privadas de libertad y su sistema penitenciario255.
El hecho es que el señor Vélez Loor, detenido por casi diez meses, estuvo sujeto a
condiciones de detención que no respetaron su integridad y dignidad inherente.
226. En relación con el alegado ―contexto de violencia y denuncias de abuso
policial en los centros penitenciarios panameños, en perjuicio de una persona
extranjera cuyas garantías habían sido negadas‖, la Corte observa que las
representantes no acompañaron prueba suficiente y variada que se refiera a la
época de los hechos que permita a la Corte corroborar tal afirmación.
227. De acuerdo al reconocimiento del Estado y la prueba recibida, la Corte
determina que las condiciones de detención en la Cárcel Pública de La Palma, así
como aquellas en el Centro Penitenciario La Joyita, en su conjunto constituyeron
tratos crueles, inhumanos y degradantes contrarios a la dignidad del ser humano y
por lo tanto, configuran una violación del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento, en perjuicio del
señor Vélez Loor.
9. El Estado es responsable por la falta de garantía del derecho a la
integridad personal reconocido en el artículo 5.1 y 5.2, en relación con el
artículo 1.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y por el
incumplimiento de los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, respecto de la obligación de investigar
los alegados actos de tortura, en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez
Loor, de conformidad con lo expuesto en los párrafos 228 a 245 de la
presente Sentencia.
c) Deber de iniciar de oficio y de inmediato una investigación respecto de los
alegados actos de tortura
228. Tanto la Comisión como las representantes manifestaron que, después de ser
deportado a su país, en enero de 2004 el señor Vélez Loor presentó a través de
su entonces abogado una denuncia ante la Embajada de Panamá en Quito,
Ecuador, en la que alegaba haber sido objeto de tortura durante el tiempo que
estuvo bajo custodia panameña. Sin embargo, el Estado no abrió ningún tipo de
investigación penal sobre las referidas denuncias sino hasta la notificación del
informe de fondo emitido por la Comisión. Por ello, consideraron evidente el
incumplimiento del Estado de Panamá de la obligación de investigar seriamente la
denuncia sobre posibles actos de tortura que ocurran bajo su jurisdicción.
229. El Estado resaltó que el señor Vélez Loor ―nunca, durante su permanencia
en el territorio de la República de Panamá, denunció ningún acto de tortura
cometido en su contra‖. Asimismo, advirtió que ―el día 30 de marzo de 2003 el
señor Vélez presentó a la Defensoría del Pueblo una solicitud para lograr la
intermediación de dicha institución únicamente respecto de su deportación hacia
Ecuador [y que en l]a queja presentada no consta ninguna referencia ni ninguna
denuncia de maltrato, tortura, negación a la asistencia médica u otros, que según
él, ocurrieron desde el día de su detención‖. De este modo, ―la primera noticia
que las autoridades del Estado panameño tuvieron sobre supuestos actos de
tortura y malos tratos en contra del señor Vélez fue recibida en la Embajada de
Panamá en el Ecuador, el 24 de enero de 2004‖, y sobre la cual ―inició de
manera inmediata un procedimiento de investigación administrativa‖, pero ―los
resultados de la verificación realizada hacían evidente la falta de concordancia
entre los hechos y las circunstancias descritos en [dicha] comunicación […] y la
información remitida por las distintas autoridades panameñas‖. Así, ―[e]l
expediente de la queja presentada se mantuvo abierto pero no se interpuso una
denuncia formal sobre los hechos ya que no existían elementos que permitieran
sustentar adecuadamente tal denuncia‖. Finalmente, el Estado se refirió a la
existencia y avance de una investigación por parte del Ministerio Público iniciada
en el mes de abril de 2009. Al respecto, sostuvo que el Estado panameño ha
realizado solicitudes continuas para lograr la declaración inicial del señor Vélez
Loor pero que ésta no puede llevarse a cabo sin una cooperación directa del
mismo.
230. La Corte ha señalado que, de conformidad con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, la obligación de garantizar los derechos reconocidos en
los artículos 5.1 y 5.2 de la Convención Americana implica el deber del Estado de
investigar posibles actos de tortura u otros tratos crueles, inhumanos o
degradantes256. Esta obligación de investigar se ve reforzada por lo dispuesto en
los artículos 1, 6 y 8 de la Convención contra la Tortura257, que obligan al Estado
a ―tomar[…] medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito
de su jurisdicción‖, así como a ―prevenir y sancionar […] otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes‖. Además, de acuerdo con lo dispuesto en el
artículo 8 de esta Convención, los Estados Parte garantizarán

[…] a toda persona que denuncie haber sido sometida a tortura en el ámbito de su
jurisdicción el derecho a que el caso sea examinado imparcialmente[, y]
[c]uando exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un acto
de tortura en el ámbito de su jurisdicción, […] que sus respectivas autoridades
procederán de oficio y de inmediato a realizar una investigación sobre el caso y a
iniciar, cuando corresponda, el respectivo proceso penal258.
231. Esta obligación de investigar se sustenta en información que la Corte ha
conocido mediante el escrito de solicitudes y argumentos de las representantes y
declaraciones recibidas en audiencia pública ante el Tribunal, así como a través de
información que en su oportunidad fue presentada ante la Comisión y conocida
por ésta259.
232. Las representantes manifestaron que ―desde el primer momento de su
detención el señor Jesús Vélez Loor fue maltratado por agentes estatales‖, y
durante los diez meses que estuvo en prisión ―fue torturado como represalia por
reivindicar sus derechos‖. Así, se refirieron con detalle a los presuntos actos
constitutivos de ―tortura y malos tratos[,] incluyendo la tortura sexual‖, en los
siguientes términos:
a) al momento de su detención [el 11 de noviembre de 2002,] los agentes de la
Policía Nacional de Panamá que lo detuvieron realizaron varios disparos que lo
obligaron a tirarse al suelo boca abajo. Posteriormente, uno de los agentes puso
su pie sobre la cabeza del señor Vélez Loor [y] el otro se paró sobre sus manos y
apoyó fuertemente su bayoneta sobre la espalda de la [presunta] víctima,
amenazándolo con matarlo. Posteriormente, le esposaron las manos, le pusieron
grilletes en los pies y lo hicieron caminar descalzo, hasta un pequeño cuartel,
donde permaneció esposado a un poste por aproximadamente 8 horas.
b) en la Cárcel Pública de la Palma, el señor Jesús Vélez Loor y otros migrantes
en situación irregular iniciaron una huelga de hambre, para exigir su inmediata
deportación. En represalia, la [presunta] víctima recibió, en sus palabras: ―un
golpe en mi espina dorsal, una rotura en mi cabeza con un palo de madera en el
cual yo pude reconocer a mi agresor policial‖.
c) [en el Complejo La Joya-Joyita], sufrió una lesión en la cadera, producto de una
caída de una hamaca debido a que miembros de la Policía ingresaron al Pabellón
No. 6 lanzando bombas lacrimógenas. A pesar de haber solicitado atención
médica en reiteradas ocasiones por las lesiones que se le habían ocasionado […]
no se le proporcionó [ésta]. Ante la falta de respuesta a sus solicitudes, el 1 de
junio de 2003 el señor Vélez se cosió la boca e inició una nueva huelga de hambre
en el Pabellón 6 de La Joyita para solicitar que se le atendiera. [En] castigo se le
trasladó al Pabellón 12, considerado como de alta seguridad[, en donde, conforme
lo señalado por la presunta víctima:] ―me sacaron la ropa y totalmente desnudo
me tiraron al suelo, empezaron a garrotearme con el garrote policial en la espalda,
en las piernas y las plantas de los pies, me pateaban la cabeza y con la bota me
raspaban la parte del cuero cabelludo de mi cabeza, mientras estaba boca abajo,
después me alzaron la cabeza derramándome gas lacrimógeno en la cara y ojos,
no podía respirar y tuve que forzar los hilos que tenía mi boca para poder respirar
[…] después de esta larga tortura [un] Teniente […] me encerró en una pequeña
celda llamada la Discoteca […] luego me tiraron el polvo de gas lacrimógeno en mi
cuerpo y alrededor de la celda [el cual produce una] terrible sofocación […] pocas
horas después llegó un guardia homosexual el cual me propuso […] que si tenía
relación sexual con él me enviaría a otro lugar […] y por haberme negado me
empezó a garrotear propinándome una tremenda paliza y sacó un envase de
polvo que no sé que era y me lo regó en la espalda y en mis partes íntimas, luego
puso un poco en un papel y con un lápiz que cargaba en el bolsillo lo envolvió en
el polvo y me introdujo por mi ano casi dos centímetros ese extraño material en la
parte interior de mi recto con la parte del borrador del lápiz, ese polvo me ardía
como fuego‖.

233. Durante la audiencia pública el señor Vélez Loor declaró en forma detallada
que:
[…a]l momento que fui detenido […] la policía abrió fuego con fusiles […], me
obligaron a tirarme al piso, se acercaron, se pararon en mis brazos, me hicieron
abrir mis brazos en forma de cruz en el piso, se pararon en mis manos abiertas
sobre la palma de mi mano, y me despojaron de mis pertenencias. Posteriormente
a eso, me sacaron mis zapatos, mis calzados, me pusieron unos grilletes en mis
brazos y en mis pies y me obligaron a caminar descalzo […] hasta un pequeño
cuartel de la población Nueva Esperanza de la Provincia del Darién. […] Lo que
hicieron después [fue] colgarme de un poste […] de mi brazo derecho donde yo
permanecí casi ocho horas […].
[En la Cárcel Pública de La Palma,] todos los presos que estaban por situación
migratoria [tomaron la] decisión [… de] hacer una huelga pacífica, tomados de las
manos hacia afuera en un momento que nos sacaron, [y] en eso llega un montón
de policías y empiezan a arrastrarnos de los pies, como estábamos agarrados
empezaron a darnos garrotazos, palazos, […] y en esa golpiza que nos dieron a
mí me rompieron el cráneo […].
[En el marco de una huelga de hambre en el Centro Penitenciario La Joyita] el 1
de junio [de 2003] me costuré mi boca [… en respuesta,] me llevaron al pabellón
12 de máxima seguridad, caminando, alejado de los demás pabellones […],
entonces un policía […] dijo: ‗tráigame ese para acá, ¿por qué te has cosido la
boca?‘. Bueno, yo no hablaba nada porque tenía mi boca cosida, en ese momento
me empiezan a regarme gas en mi cara, yo me veo obligado a forzar mis labios,
se me desgarraron mis labios para poder respirar, y me sangré todo, y de allí me
sacan la ropa […] me dejaron desnudo y me pusieron mis esposas, […] en los
pies[, lo acostaron en el piso y] empiezan a caminar en una forma circular,
primeramente dando golpes con unos garrotes gruesos sobre las plantas de los
pies, y al regreso venían caminando por las espaldas de los detenidos desnudos y
destapando botellas de gas lacrimógeno y regándola en los cuerpos desnudos y
tirándoles agua […], era desesperante, era como fuego en la piel. De allí otra vez
rotaron y lo hacían virar boca arriba y venían caminando por las barrigas […] De
allí […], me llevaron a un cuartito que lo conocen ‗la discoteca‘ [… y] me siguieron
regando ese polvo […] de allí me encerraron en un pabelloncito […] ahí me siguen
regando gas, viene un policía con burla, riéndose, y me dice: ‗¿ah quieres tener
sexo conmigo?‘ Y riéndose, […], me golpea con sus botas, entonces, allí me
inserta con un lápiz por el lado del borrador polvo por mi ano, y me da patadas
[…]260.
234. La Corte observa que, tras ser deportado a la República de Ecuador (supra
párr. 95), el señor Vélez Loor denunció ante organismos estatales de su país
haber sido objeto de actos de torturas y malos tratos tanto en la Cárcel Pública de
La Palma como en el Centro Penitenciario La Joyita261. Específicamente, dirigió
una comunicación a la Comisión de Derechos Humanos del Congreso Nacional
del Ecuador el 15 de septiembre de 2003262 y a la Defensoría del Pueblo en
Ecuador el 10 de noviembre de 2003263.
235. Posteriormente, según afirma el Estado, el 24 de enero de 2004 fue
presentado ante la Embajada de Panamá en Ecuador un escrito elaborado por
quien manifestó ser apoderado legal del señor Vélez Loor264, al cual se adjuntó la
queja que habría sido presentada ante la Defensoría del Pueblo de Ecuador
(supra párr. 234). Las partes coinciden en que esta fue la primera vez que se dio
noticia a las autoridades del Estado de Panamá sobre los alegados actos de
tortura y malos tratos. De igual forma, el 15 de septiembre de 2004 el señor Vélez
Loor puso en conocimiento de la Cancillería de la República de Panamá265 los
hechos ocurridos. La Corte ha constatado que en ambos escritos se dio noticia al
Estado panameño sobre los alegados actos de tortura y malos tratos ocurridos en
Panamá, tanto durante su detención en el Darién, como mientras estuvo recluido
en la Cárcel Pública de La Palma y en el Centro Penitenciario La Joyita.
Posteriormente, el 7 y 24 de octubre de 2004 el señor Vélez Loor envió a la
Dirección General de Política Exterior – Asuntos Jurídicos y Tratados de Panamá
dos correos electrónicos266.
236. La Corte observa que los escritos referidos fueron presentados por el señor
Vélez Loor ante el Estado de Panamá una vez que ya no se encontraba bajo la
custodia del mismo. Al respecto, es indispensable notar que la víctima suele
abstenerse, por temor, de denunciar los hechos de tortura o mal trato, sobre todo
si se encuentra detenida en el mismo recinto donde estos ocurrieron267. Dada la
situación de vulnerabilidad e indefensión que provocan las instituciones como las
cárceles, cuyo interior está completamente fuera del escrutinio público, es
importante resaltar la necesidad de que se realicen inspecciones periódicas de los
centros de detención268, de garantizar la independencia del personal médico y de
salud encargado de examinar y prestar asistencia a los detenidos269, y que éstos
cuenten con mecanismos accesibles, adecuados y eficaces para hacer valer sus
reclamos y presentar quejas durante su privación de libertad270.

237. De la prueba se desprende que, con posterioridad a la recepción de la queja


en la Embajada de Panamá (supra párr. 235), el 27 de enero de 2004 se remitió
dicho escrito al Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá271 y el 10 de
febrero de 2004 la Dirección General de Asuntos Jurídicos y Tratados del
Ministerio de Relaciones Exteriores informó a la Embajada que se había solicitado
información a la Policía Nacional y a la Dirección Nacional de Migración de
Panamá272, sobre ―si en efecto tuvo lugar en [Panamá] la detención y posterior
deportación del señor Vélez Loor‖273. En respuesta, el 17 de febrero y 30 de
marzo de 2004 la Dirección Nacional de Migración y la Policía Nacional
informaron, respectivamente, la situación migratoria del señor Vélez Loor en
Panamá sin hacer referencia a los actos de tortura y malos tratos denunciados274.
238. En respuesta a la comunicación de 15 de septiembre de 2004, el 27 de
septiembre de 2004 la Dirección General de Política Exterior se refirió a otros
hechos también expuestos por el señor Vélez, pero sin presentar información
relacionada con los supuestos actos de tortura275. Asimismo, los días 7 y 24 de
octubre de 2004 el señor Vélez Loor envió a la Dirección General de Política
Exterior de Panamá correos electrónicos en referencia a la comunicación de 15 de
septiembre (supra párr. 235). En respuesta, el 17 de noviembre de 2004 la
Directora General de Asuntos Jurídicos y Tratados del Ministerio de Relaciones
Exteriores solicitó información al Encargado de Asuntos Consulares de la
Embajada de Panamá en el Ecuador, pero sin referirse a los supuestos actos de
tortura276.
239. En relación con estas verificaciones, el Estado negó haber omitido emprender
una investigación seria y diligente de las denuncias de tortura realizadas por el
señor Vélez Loor toda vez que, a su entender, la obligación de investigar
contenida en la Convención contra la Tortura ―está sujeta a la existencia de una
razón fundada para creer que tales actos hayan ocurrido. Entender lo contrario
implicaría que cualquier señalamiento infundado respecto de la ocurrencia de tales
actos obliga al Estado a iniciar procedimientos de denuncias frívolos que lejos
tener alguna utilidad respecto a la aprehensión y sanción de actos de tortura
resulten en un desgaste inútil de los recursos judiciales‖.

240. Al respecto, la Corte aclara que de la Convención contra la Tortura surgen


dos supuestos que accionan el deber estatal de investigar: por un lado, cuando se
presente denuncia, y, por el otro, cuando exista razón fundada para creer que se
ha cometido un acto de tortura en el ámbito de la jurisdicción del Estado. En estas
situaciones, la decisión de iniciar y adelantar una investigación no recae sobre el
Estado, es decir, no es una facultad discrecional, sino que el deber de investigar
constituye una obligación estatal imperativa que deriva del derecho internacional y
no puede desecharse o condicionarse por actos o disposiciones normativas
internas de ninguna índole277. En el presente caso, dado que el señor Vélez Loor
había interpuesto a través de una tercera persona la queja ante la Embajada de
Panamá (supra párr. 235) de modo tal que había puesto en conocimiento del
Estado los hechos, esto era base suficiente para que surgiera la obligación del
Estado de investigarlos de manera pronta e imparcial. Además, como ya ha
señalado este Tribunal, aún cuando los actos de tortura o tratos crueles,
inhumanos o degradantes no hayan sido denunciados ante las autoridades
competentes por la propia víctima, en todo caso en que existan indicios de su
ocurrencia, el Estado deberá iniciar de oficio y de inmediato una investigación
imparcial, independiente y minuciosa que permita determinar la naturaleza y el
origen de las lesiones advertidas, identificar a los responsables e iniciar su
procesamiento278.
241. En el presente caso la Corte observa que las autoridades estatales no
procedieron con arreglo a las previsiones debidas, ya que la actuación del Estado
únicamente se limitó a verificar la detención y presencia del señor Vélez Loor en
Panamá durante la época señalada (supra párr. 237). Recién el 14 de octubre de
2008 el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de su Departamento de
Derechos Humanos, remitió a la Defensoría del Pueblo el escrito junto con la
queja firmada por el señor Vélez Loor (supra párr. 235), el cual fue recibido el día
16 de ese mes y año279. En relación con los escritos de 15 de septiembre y 7 y
24 de octubre de 2004 presentados por el señor Vélez Loor, no consta que el
Estado hubiera realizado gestión alguna sobre los supuestos actos de tortura y
malos tratos denunciados. Así, las autoridades que tuvieron conocimiento de tales
denuncias no presentaron ante las autoridades correspondientes en la jurisdicción
de Panamá las denuncias respectivas a fin de iniciar de oficio y de inmediato una
investigación imparcial, independiente y minuciosa que garantizara la pronta
obtención y preservación de pruebas que permitieran establecer lo que había
sucedido a Jesús Tranquilino Vélez Loor. Por el contrario, rebatieron la veracidad
de los hechos de tortura aducidos sin una investigación exhaustiva (supra párr.
239). De igual forma, en el marco de este procedimiento, el Estado ha negado que
ocurrieran los alegados actos de tortura lo cual, tal como señaló la Comisión,
compromete la seriedad de la conducción del proceso penal interno.
242. Finalmente, es de notar que no fue hasta la notificación del Informe de Fondo
37/09 emitido por la Comisión Interamericana, que se pusieron en conocimiento de
la Fiscalía Auxiliar de la República del Ministerio Público de Panamá los hechos
denunciados por el señor Vélez Loor y el 10 de julio de 2009 se iniciaron las
investigaciones. La Fiscalía, al considerar que ―[lo] expuesto constituy[ó] una
noticia criminis‖, dispuso iniciar de inmediato la investigación sumaria por delito
contra la libertad en perjuicio del señor Vélez Loor ―tendiente a esclarecer todas
aquellas circunstancias que conlleven a la acreditación del hecho punible, su
naturaleza y consecuencias de relevancia jurídico penal, así como los supuestos
responsables‖280. En tal sentido, el 11 de agosto de 2009 solicitó información
relacionada con la detención en Panamá del señor Vélez Loor a todas las
autoridades involucradas, según el relato proporcionado por éste281. Dichos
requerimientos fueron reiterados el 19 de octubre de 2009282. A diciembre de
2009 algunas dependencias públicas habían remitido la información solicitada,
mientras que otras respuestas aún se encontraban pendientes283. Finalmente, el
5 de abril de 2010 se practicó una diligencia de inspección ocular en el Centro
Penitenciario La Joyita que, empero, no pudo ser concluida, ya que los
documentos a inspeccionar eran ―libros de vieja data, y se encontraban
archivados‖284.

243. En cuanto a los alegatos del Estado sobre la imposibilidad de obtener


determinada prueba (supra párr. 229), el Tribunal considera que el Estado no
puede atribuir la falta de cumplimiento y/o la dilación de sus obligaciones
convencionales a las gestiones de coordinación a nivel internacional necesarias
para la efectiva tramitación de una medida de prueba, pues corresponde al Estado
realizar todas las gestiones concretas y pertinentes para cumplir con esta
obligación y, en particular, adoptar las medidas necesarias para lograr la
comparecencia de los testigos y cualquier otra diligencia que pueda contribuir al
avance de las investigaciones arbitrando todos los medios disponibles,
administrativos, judiciales, diplomáticos o los que fueren pertinentes, a fin de
avanzar en la investigación, como así también evacuar las diligencias requeridas a
tal efecto285. Al respecto, es relevante señalar la importancia de la cooperación
de la víctima para poder realizar algunas de las diligencias dispuestas por el
órgano a cargo de la investigación.
244. Respecto al alegato de las representantes que el Estado es responsable por
no haber tipificado adecuadamente el delito de tortura, la Corte recuerda que ha
determinado en el caso Heliodoro Portugal vs. Panamá el incumplimiento de las
obligaciones establecidas en la Convención contra la Tortura a este respecto, lo
cual tiene efectos generales que trascienden el caso concreto286.
245. En consecuencia, la Corte Interamericana concluye que hay alegadas
violaciones serias a la integridad personal del señor Vélez Loor que podrían llegar
a constituir tortura, las cuales corresponde a los tribunales internos investigar. Así,
el Tribunal determina que el Estado no inició con la debida diligencia hasta el 10
de julio de 2009 una investigación sobre los alegados actos de tortura y malos
tratos a los que habría sido sometido el señor Vélez Loor, de modo tal que
incumplió el deber de garantía del derecho a la integridad personal reconocido en
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en conexión con el artículo 1.1
de la misma, y las obligaciones contenidas en los artículos 1, 6 y 8 de la
Convención contra la Tortura, en perjuicio del señor Vélez Loor.

10. El Estado incumplió la obligación de garantizar, sin discriminación, el


derecho de acceso a la justicia, establecido en los artículos 8.1 y 25, en
relación con el artículo 1.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, en los
términos de los párrafos 252 a 254 de la presente Sentencia.
252. Además, las representantes consideraron que las violaciones de derechos
humanos sufridas por el señor Vélez Loor necesariamente deben valorarse a la luz
de las obligaciones establecidas en los artículos 24 y 1.1, ambos de la
Convención, en virtud de que el Estado no adoptó medidas tendientes a remediar
la situación de vulnerabilidad en la que se encontraba el señor Vélez Loor en su
condición de migrante en situación irregular. Adicionalmente, ―emitió y aplicó
normas claramente arbitrarias[,] basadas en concepciones y prejuicios
discriminatorios[,] y violentó de forma manifiesta aquellas garantías previstas en el
ordenamiento jurídico para prevenir y remediar la vulneración de derechos
fundamentales‖. La Comisión no analizó las violaciones alegadas a la luz de
dichas obligaciones. El Estado sostuvo que dentro de la legislación interna
panameña existían disposiciones suficientes para garantizar a todas las personas
sujetas a su jurisdicción, nacionales o extranjeras, un trato igualitario sin
discriminación.
253. Respecto de lo alegado por las representantes, la Corte recuerda que la
obligación general del artículo 1.1292 se refiere al deber del Estado de respetar y
garantizar ―sin discriminación‖ los derechos contenidos en la Convención
Americana, mientras que el artículo 24293 protege el derecho a ―igual protección
de la ley‖294. En otras palabras, si se alega que un Estado discrimina en el
respeto o garantía de un derecho convencional, el hecho debe ser analizado bajo
el artículo 1.1 y el derecho sustantivo en cuestión. Si por el contrario la alegada
discriminación se refiere a una protección desigual de la ley interna, el hecho debe
examinarse bajo el artículo 24 de la misma295. Por ello, la alegada discriminación
respecto de los derechos contenidos en la Convención que fueron alegados por
las representantes, debe ser analizada bajo el deber genérico de respetar y
garantizar los derechos convencionales sin discriminación, reconocido por el
artículo 1.1 de la Convención Americana.

254. El Tribunal resaltó las medidas necesarias que los Estados deben adoptar
para garantizar un efectivo e igualitario acceso a la justicia de las personas que se
encuentran en una situación de vulnerabilidad agravada, como migrante en
situación irregular sometido a una medida de privación de la libertad. Así, hizo
referencia a la centralidad de la notificación sobre el derecho a la asistencia
consular (supra párr. 152) y al requerimiento de contar con una asistencia letrada,
en las circunstancias del señor Vélez Loor (supra párrs. 132 y 146). En el presente
caso ha quedado demostrado que el señor Vélez Loor no contó con dicha
asistencia, lo cual tornó inefectiva la posibilidad de acceder y ejercer los recursos
para cuestionar las medidas que dispusieron su privación de libertad, implicando
un menoscabo de hecho injustificado en su derecho de acceder a la justicia. Sobre
la base de lo que antecede, la Corte considera que el Estado incumplió su
obligación de garantizar, sin discriminación, el derecho de acceso a la justicia en
los términos de los artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana, en relación con
el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio del señor Vélez Loor.
11. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
12. El Estado debe pagar la suma fijada en el párrafo 264 de la presente
Sentencia, por concepto de tratamiento y atención médica y psicológica
especializada, así como medicamentos y otros gastos futuros relacionados,
dentro de un plazo de seis meses.
264. En consecuencia, dispone que el Estado debe otorgar por una sola vez al
señor Vélez Loor, en un plazo de seis meses contados a partir de la notificación de
esta Sentencia, la suma de US$ 7.500,00 (siete mil quinientos dólares de los
Estados Unidos de América) por concepto de tratamiento y atención médica y
psicológica especializada, así como medicamentos y otros gastos futuros
relacionados.

13. El Estado debe realizar las publicaciones dispuestas, de conformidad


con lo establecido en el párrafo 266 de la presente Sentencia.
266. La Corte estima que la presente medida de satisfacción es relevante y
trascendente para restablecer la dignidad de la víctima, quien sufrió física y
emocionalmente a causa de la privación arbitraria de su libertad, por las
condiciones crueles, inhumanas y degradantes a las que estuvo sometido durante
su detención y por la frustración y perjuicio que le generó haber sido sometido a
un proceso migratorio sin las debidas garantías. Por tal razón, como lo ha
dispuesto este Tribunal en otros casos303, el Estado debe publicar, por una sola
vez, en el Diario Oficial de Panamá, la presente Sentencia, con los respectivos
títulos y subtítulos, sin las notas al pie de página, así como la parte resolutiva de la
misma. Asimismo, el Estado debe publicar en un diario de amplia circulación en
Panamá y otro de Ecuador, el resumen oficial de la Sentencia elaborado por la
Corte. Adicionalmente, como ha sido ordenado por la Corte en ocasiones
anteriores304, el presente Fallo debe publicarse íntegramente en un sitio web
oficial y estar disponible durante un período de un año. Para realizar las
publicaciones en el Diario Oficial, los periódicos y en Internet se fija el plazo de un
año, a partir de la notificación de la presente Sentencia.
14. El Estado debe continuar eficazmente y conducir con la mayor diligencia
y dentro de un plazo razonable, la investigación penal iniciada en relación
con los hechos denunciados por el señor Vélez Loor, con el fin de
determinar las correspondientes responsabilidades penales y aplicar, en su
caso, las sanciones y demás consecuencias que la ley prevea, de
conformidad con lo establecido en el párrafo 270 de la presente Sentencia.

270. Teniendo en cuenta que a partir del 10 de julio de 2009 se está llevando a
cabo una investigación sumaria por el delito contra la libertad en perjuicio del
señor Vélez Loor (supra párrs. 242 y 245), así como la jurisprudencia de este
Tribunal305, la Corte dispone que el Estado debe continuar eficazmente y
conducir con la mayor diligencia y dentro de un plazo razonable la investigación
penal iniciada por los hechos comunicados por el señor Vélez Loor. Para ello, el
Estado debe emprender con seriedad todas las acciones necesarias con el fin de
individualizar, juzgar y, en su caso, sancionar a todos los autores y partícipes de
los hechos denunciados por el señor Vélez Loor, para los efectos penales y
cualesquiera otros que pudieran resultar de la investigación de los hechos. Para la
investigación de los alegados actos de tortura, las autoridades competentes
deberán tomar en consideración las normas internacionales de documentación e
interpretación de los elementos de prueba forense respecto de la comisión de
actos de tortura y particularmente las definidas en el Manual para la investigación
y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes (―el Protocolo de Estambul‖)306.
15. El Estado debe, en un plazo razonable, adoptar las medidas necesarias
para disponer de establecimientos con capacidad suficiente para alojar a las
personas cuya detención es necesaria y proporcionada en el caso en
concreto por cuestiones migratorias, específicamente adecuados para tales
propósitos, que ofrezcan condiciones materiales y un régimen acorde para
migrantes, y cuyo personal sea civil y esté debidamente calificado y
capacitado, de conformidad con lo establecido en el párrafo 272 de la
presente Sentencia.
272. En el presente caso el Tribunal determinó que el señor Vélez Loor fue privado
de libertad en la Cárcel Pública de La Palma y, posteriormente, en el Centro
Penitenciario La Joyita, centros carcelarios dependientes del sistema penitenciario
nacional en los cuales fue recluido junto con personas procesadas y/o
sancionadas por la comisión de delitos penales, a raíz de su situación migratoria
irregular (supra párr. 210). Para que las personas privadas de libertad por
cuestiones migratorias bajo ninguna circunstancia sean llevadas a centros
penitenciarios u otros lugares donde puedan estar junto con personas acusadas o
condenadas por delitos penales, la Corte ordena al Estado que, en un plazo
razonable, adopte las medidas necesarias para disponer de establecimientos con
capacidad suficiente para alojar a las personas cuya detención es necesaria y
proporcionada en el caso en concreto por cuestiones migratorias, específicamente
adecuados para tales propósitos, que ofrezcan condiciones materiales y un
régimen acorde para migrantes, y cuyo personal sea civil y esté debidamente
calificado y capacitado. Estos establecimientos deberán contar con información
visible en varios idiomas acerca de la condición legal de los detenidos, fichas con
nombres y teléfonos de los consulados, asesores legales y organizaciones a los
que estas personas pudiesen recurrir para pedir apoyo si así lo estiman pertinente.
b) Adecuación de las condiciones carcelarias en la Cárcel Pública de La Palma y
en el Complejo Penitenciario La Joya-La Joyita a los estándares internacionales

16. El Estado debe implementar, en un plazo razonable, un programa de


formación y capacitación para el personal del Servicio Nacional de
Migración y Naturalización, así como para otros funcionarios que por motivo
de su competencia tengan trato con personas migrantes, en cuanto a los
estándares internacionales relativos a los derechos humanos de los
migrantes, las garantías del debido proceso y el derecho a la asistencia
consular, de conformidad con lo establecido en el párrafo 278 de la presente
Sentencia.
278. Después del análisis de la prueba aportada por la Comisión y las
representantes y teniendo en cuenta el reconocimiento de responsabilidad del
Estado, esta Corte determinó que las violaciones a los derechos del señor Vélez
Loor se caracterizaron por la acción u omisión especialmente de funcionarios de la
entonces Dirección Nacional de Migración y Naturalización y del Sistema
Penitenciario Nacional. En razón de lo expuesto y en las circunstancias del
presente caso, esta Corte considera que el Estado debe realizar, en un plazo de
razonable, un programa de formación y capacitación para el personal del Servicio
Nacional de Migración y Naturalización, así como para otros funcionarios que por
motivo de su competencia tengan trato con personas migrantes, en cuanto a los
estándares internacionales relativos a los derechos humanos de los migrantes, las
garantías del debido proceso y el derecho a la asistencia consular. Dentro de
dicho programa, el Estado deberá hacer especial mención a la presente Sentencia
y a los instrumentos internacionales de derechos humanos de los que Panamá es
parte.

17. El Estado debe implementar, en un plazo razonable, programas de


capacitación sobre la obligación de iniciar investigaciones de oficio siempre
que exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un
hecho de tortura bajo su jurisdicción, destinados a integrantes del Ministerio
Público, del Poder Judicial, de la Policía Nacional, así como a personal del
sector salud con competencia en este tipo de casos y que por motivo de sus
funciones sean los primeros llamados a atender a víctimas de tortura, de
conformidad con lo establecido en el párrafo 280 de la presente Sentencia.
280. La Corte dispone que el Estado debe implementar, en un plazo razonable,
programas de capacitación sobre la obligación de iniciar investigaciones de oficio
siempre que exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un
hecho de tortura bajo su jurisdicción, destinados a integrantes del Ministerio
Público, del Poder Judicial, de la Policía Nacional, así como a personal del sector
salud con competencia en este tipo de casos y que por motivo de sus funciones
sean los primeros llamados a atender a víctimas de tortura.
18. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 304, 307, 314
y 319 de la presente Sentencia,
304. Por las consideraciones expuestas, la Corte estima que el Estado debe
entregar, en equidad, la suma de US$ 2.500.00 (dos mil quinientos dólares de los
Estados Unidos de América) al señor Vélez Loor, por concepto de indemnización
por los ingresos que dejó de percibir por el tiempo que estuvo privado de su
libertad en violación del artículo 7 de la Convención Americana.
307. Al respecto, la Corte observa que el señor Vélez Loor recibió asesoría legal
para denunciar las violaciones de las que fue objeto. No obstante, sobre la base
de la prueba existente en el expediente, el Tribunal no puede cuantificar el monto
que la víctima erogó. En vista de ello, y tomando en cuenta el tiempo transcurrido,
el Tribunal fija en equidad la suma de US$ 5,000.00 (cinco mil dólares de los
Estados Unidos de América) que debe ser cancelada por el Estado al señor Vélez
Loor por concepto de reembolso por gastos en asistencia letrada y otros gastos en
virtud del proceso internacional.
314. En consecuencia, el Tribunal estima pertinente fijar, en equidad, la suma de
US$ 20.000,00 (veinte mil dólares de los Estados Unidos de América) a favor del
señor Vélez Loor, como compensación por concepto de daño inmaterial.
319. Teniendo en cuenta las consideraciones precedentes, la prueba aportada y la
única objeción específica del Estado en cuanto a los comprobantes presentados,
para compensar las costas y los gastos realizados ante las autoridades de la
jurisdicción de Panamá, así como aquellos generados en el curso del proceso ante
el sistema interamericano, la Corte determina que el Estado reintegre la cantidad
de US$ 24.000,00 (veinticuatro mil dólares de los Estados Unidos de América)
directamente al Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL). En el
procedimiento de supervisión de cumplimiento de la presente Sentencia, el
Tribunal podrá disponer el reembolso por parte del Estado a la víctima o sus
representantes de los gastos razonables debidamente comprobados.
por concepto de indemnización por daño material e inmaterial y por el
reintegro de costas y gastos, según corresponda, dentro del plazo de un
año, contado a partir de la notificación del presente Fallo, en los términos de
los párrafos 321 a 326 del mismo.
321. El Estado deberá efectuar el pago por concepto de daño material, daño
inmaterial y reembolso de las costas y gastos dentro del plazo de un año contado
a partir de la notificación de la presente Sentencia.
322. El pago de las indemnizaciones establecidas a favor de la víctima será hecho
directamente a ella. En caso de que Jesús Tranquilino Vélez Loor fallezca antes
de que le sea entregada la indemnización respectiva, ésta se entregará a sus
derechohabientes.
323. El Estado debe cumplir sus obligaciones mediante el pago en dólares de los
Estados Unidos de América.
324. Si por causas atribuibles al beneficiario de las indemnizaciones no fuese
posible que éste las recibiera dentro del plazo indicado, el Estado consignará
dichos montos a favor de Jesús Tranquilino Vélez Loor en una cuenta o certificado
de depósito en una institución financiera de Panamá, en dólares estadounidenses
y en las condiciones financieras más favorables que permitan la legislación y la
práctica bancaria. Si al cabo de 10 años la indemnización no ha sido reclamada,
las cantidades serán devueltas al Estado con los intereses devengados.
325. Las cantidades asignadas en la presente Sentencia como indemnizaciones
deberán ser entregadas a la víctima en forma íntegra conforme a lo establecido en
esta Sentencia. Las cantidades asignadas en la presente Sentencia como
reintegro de costas y gastos deberán ser entregadas directamente al Centro por la
Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL). Estas cantidades deben ser otorgadas
sin reducciones derivadas de eventuales cargas fiscales.
326. En caso de que el Estado incurra en mora, deberá pagar un interés sobre la
cantidad adeudada, correspondiente al interés bancario moratorio en Panamá.

19. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en


ejercicio de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará por concluido el
presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo
dispuesto en la misma. Dentro del plazo de un año a partir de la notificación
de esta Sentencia el Estado deberá rendir al Tribunal un informe sobre las
medidas adoptadas para darle cumplimiento…”.

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