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INTRODUCCIÓN
En los últimos cinco años, Argentina vivió un resurgimiento de los
debates por la instalación de los jurados populares, institución orde-
nada por la Constitución Nacional desde su primera redacción, pero
ignorada por más de 150 años. Con el único antecedente de la provin-
cia de Córdoba, que instituyó un sistema de jurados escabinado en
2004, recién en 2011, en el marco de un proceso de reforma integral del
sistema de justicia penal provincial, Neuquén sancionó una ley con un
modelo de jurados legos. Le siguió luego la provincia de Buenos Aires,
la más populosa del país. Ambos casos contagiaron a otras provincias
argentinas: Chaco y Río Negro recientemente sancionaron sus respec-
tivas leyes, todas bajo los términos de un sistema de jurados clásicos.
Como trasfondo de este proceso se encuentran la preocupación
por la legitimidad democrática del sistema de justicia y la expectativa
de que la introducción de los jurados populares pueda recomponer la
confianza de la ciudadanía en la administración de la justicia.
Las preguntas que guían este trabajo giran en torno a conocer por
qué, después de siglos de deliberada ignorancia, se decide cumplir con
la manda constitucional (1853); cuál es el contexto político que permi-
tió el resurgimiento de la cuestión, qué pasó para que en esta nueva
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con un 47,55%). En este ranking, por encima del Poder Judicial están
–aunque cueste creerlo– las fuerzas armadas, el gobierno, el Estado y
la iglesia. Esta última es, por lejos, la institución que mayor confianza
inspira en la ciudadanía según la encuesta de Latinobarómetro.
La administración de justicia es concebida como una de las funciones
centrales del Estado, razón por la cual la confianza/desconfianza en el
sistema de justicia penal tiene correlato en la legitimidad del Estado y
del gobierno en particular. Es en este contexto en el cual reaparece fuer-
temente la discusión por la instauración del juicio por jurados, dando
cuenta de que no alcanzan reformas intraorganizacionales, sino que lo
que está en juego es la necesidad de relegitimar al sistema.
Un primer dato que abona la idea de que los jurados aparecen
como parte de una respuesta de la clase política ante los problemas
de legitimidad del sistema judicial es la cantidad de proyectos pre-
sentados en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación en
2004, y también en 2013. En un relevamiento de proyectos de ley
para la implementación de juicios por jurados a nivel nacional, des-
de 1999 hasta 2015 inclusive, se observa la evolución y se advierten
los picos que se sucedieron a los momentos de mayor demanda so-
cial de justicia: 2004, 2006 y 2013. Cabe destacar que a excepción de
un único proyecto presentado en 2004, todos los proyectos instau-
ran un jurado clásico.
En diciembre de 2012, en medio de un clima de confrontación
entre el gobierno nacional y el Poder Judicial, la fallida sentencia ab-
solutoria de un tribunal tucumano en un caso emblema por trata de
personas disparó una nueva y espontánea movilización social. En este
escenario, la Presidenta de la Nación anunció mediante cadena nacio-
nal el llamado a sesiones extraordinarias del Congreso de la Nación
para modificar la ley de trata de personas vigente, bajo un discurso con
fuertes críticas al Poder Judicial.
Consecuentemente con sus declaraciones, unos meses después, en
el discurso de apertura del año legislativo 2013, la Presidenta de la Na-
ción anunció el envío al Congreso de un paquete de proyectos tendien-
tes a transformar la justicia, bajo el rótulo de “plan de democratización”.
Es interesante observar que, pese a que el Poder Ejecutivo nacional no
incluyó en su agenda de democratización de la justicia el juicio por ju-
rados, buena parte de la clase política entendió que allí había una res-
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tancialmente porque los que deciden son doce, y porque cambian para
cada caso que llega a juicio.
Un jurado popular, democrático, que no va a tener ni las aspiraciones de
ascenso, ni las aspiraciones políticas, ni el temor a las presiones políticas,
que quizá fundada o infundadamente tienen hoy nuestros jueces letrados
(Iván Budassi, diputado de la provincia de Buenos Aires).19
Este concepto de imparcialidad como desinterés no puede ser lo-
grado a través de un jurado de tipo escabinado. He aquí uno de los
principales motivos por los cuales este modelo de jurado no fue con-
templado por los legisladores provinciales.
La imparcialidad es también resultante de un proceso de selección
que empieza por un sorteo, pero se perfecciona a partir de una audien-
cia por medio de la cual las partes, cada una desde su interés particular,
procuran excluir a quienes puedan representar un interés parcial en pos
de un jurado que debe representar a todos los sectores de la sociedad.
Al desinterés subyace el presupuesto de la búsqueda del bien co-
mún. En la medida en que no haya intereses personales que incidan
sobre la decisión, lo que la guía es el esfuerzo por hacer material, me-
diante la aplicación de una ley en particular, los consensos sobre los
valores últimos de la comunidad y las reglas de convivencia. Desde el
punto de vista de la construcción política, no hay posibilidad alguna
de que una persona, en cuanto voluntad particular/individual, pueda
expresar por sí misma el bien común.
Control
El jurado introduce un mecanismo de control social sobre el fun-
cionamiento del sistema de justicia que debería impactar en varias
instancias: la calidad de la investigación, la calidad del juicio y la cali-
dad de la decisión judicial.
Es notorio que, pese a las amplias implicancias de la presencia y
participación del pueblo en el juicio, los legisladores centralmente re-
cogieron la potencialidad del control social para poner en evidencia
las deficiencias de las investigaciones penales y, fundamentalmente,
las del trabajo policial.
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El control social que implica tener gente del pueblo común que mire cómo
actúa la policía, cómo se desarrolló el mismo proceso que llevó la inves-
tigación, la eficiencia o ineficiencia de quienes recolectaron pruebas, es
un control sustancial que hasta el momento no tenemos (Iván Budassi,
diputado de la provincia de Buenos Aires).20
Respecto de la calidad del juicio, está la expectativa de que el jurado
inste a que cada uno de los intervinientes cumpla mejor con su fun-
ción. Cualquier institución funciona mejor cuando hay control. Pero
además de ello, la mera participación ciudadana hace efectiva la pu-
blicidad del juicio, hecho que no está garantizado en un sistema que,
mediante artilugios, permite eludir la oralidad.
Viene a terminar con una concepción ideológica autoritaria, que mantie-
ne la ficción de que a la víctima se le respetan los derechos (…). Viene a ter-
minar con una sentencia que ya no convalida un sistema de investigación
policíaco, que vulnera los derechos constitucionales (Franco Caviglia,
diputado de la provincia de Buenos Aires).21
El control del jurado constituye un mecanismo que previene las ar-
bitrariedades de todos los actores intervinientes en el proceso judicial
y, por añadidura, eleva el estándar de la decisión judicial, en tanto re-
sultado de un proceso más riguroso y ajustado a derecho. En este con-
cepto, el jurado vigila, al tiempo que contribuye, a que el sistema realice
su misión institucional. Por eso, un efecto esperable del jurado es que
reduzca la ineficacia del sistema de justicia penal.
… cada vez se está más cerca de hacer realidad una demanda ciudadana
por una justicia más ágil y eficaz para que la ciudadanía encuentre en ella
los resguardos de sus derechos (Daniel Scioli, Gobernador de la provincia
de Buenos Aires).22
En definitiva, la función del control que ejerce el jurado es una fuen-
te de legitimidad del sistema de justicia penal en su conjunto: “Lo que
una democracia estable requiere es una garantía de confianza, esto es una
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23. Hans, V. y Gastil, J., El Juicio por jurados. Investigaciones sobre la deliberación, el veredicto
y la democracia, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2014, Segunda Parte, p. 154.
24. Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, op. cit., p. 9375.
25. “San Martín tendrá en Marzo el primer juicio por jurados”, La Nación, 23 de febrero
de 2015, disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1770655-san-martin-tendra-en-
marzo-el-primer-juicio-por-jurados
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Democratización
… lo que queremos dar es una clara señal, en el sentido del empodera-
miento, de la devolución de parte del poder cedido por el pueblo a de-
terminadas instituciones, vuelto a quien originalmente lo cedió (Carlos
Alberto Fernández, senador de la provincia de Buenos Aires).27
El jurado democratiza, esa es la imagen más evidente del aporte
del jurado y esa es la idea que recogieron los legisladores para defen-
der su implementación. “El poder es del pueblo” define a la democra-
cia. El pueblo es fuente de poder y fuente de legitimación. El poder
es legítimo sólo en la medida en que viene de abajo, “sólo si emana
de la voluntad popular, lo cual significa, en concreto, si es libremente
consentido”.28 Desde ese lugar, la participación del jurado en la admi-
nistración de justicia es una devolución del poder originariamente de-
legado y, por tanto, una redistribución del poder político.
Además, viene a terminar con una justicia aislada de su fuente de poder,
porque la fuente de poder de todo nuestro sistema republicano, es la so-
beranía popular, y la realidad social respecto de la cual deberán operar y
actuar en el juicio de que se trate (Franco Caviglia, diputado de la provin-
cia de Buenos Aires).29
La introducción del juicio por jurados es la aceptación del saber
ciudadano como un saber legítimo, diferenciado del saber experto,
en tanto que expresa una interpretación colectiva de la realidad social
aplicable al caso.
Es que de eso se trata el juicio por jurados: de la recuperación del rol esen-
cial de la sociedad en la administración de justicia. Una participación que
contribuye a "democratizar" –en su correcto sentido– el poder delegado para impar-
tir justicia, que no es menos que decidir sobre el honor, la libertad y el pa-
trimonio de los ciudadanos, y que permite conjugar el rigor y generalidad
de la “letra fría” de la ley con el caso particular, lo que los clásicos llamaban
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“equidad” y, con el vivo sentir del pueblo, esto que Durkheim denominaba
“conciencia colectiva” (Gustavo Ferrari, diputado nacional, explicando el
apoyo de su partido a la aprobación de la ley de juicio por jurados en la
provincia de Buenos Aires).30
El jurado reedita la igualdad fundante de la democracia; son 12 per-
sonas con igual peso para la toma de una decisión legalmente vincu-
lante, a través de un proceso deliberativo. Guarda un lugar simbólico
de reproducción institucional del pacto social, como momento institu-
yente del poder. Esa figuración es la contracara de una justicia aristo-
crática. Conlleva su denuncia y también la intención de su superación.
Y el jxj puede ser un gran paso positivo, porque cambia procedimientos
y plazos, abre y ventila expedientes, y así democratiza y hace docencia. Y
porque atenúa la soberbia, el engolamiento y la presunta infalibilidad de
señorías que se las creen (Mempo Giardinelli).31
La fuerza democratizadora del jurado, como ya se señaló, reside
tanto en su conformación como en su funcionamiento. La deliberación
es la forma de interacción entre iguales, tendiente a la toma de una de-
cisión de consenso. La deliberación ideal pretende alcanzar un consen-
so racionalmente motivado –encontrar razones que sean persuasivas
para todos aquellos comprometidos a actuar según los resultados de
una valoración libre y razonada de alternativas entre iguales–.32
30. Ferrari, Gustavo, “Se recupera el rol de la sociedad en la justicia”, diario La Nación,
23 de septiembre de 2013, disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1622301-se-re-
cupera-el-rol-de-la-sociedad-en-la-justicia
31. Giardinelli, Mempo, “Apuntes sobre el juicio por jurados”, Página/12, 19
de mayo de 2014, disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/socie-
dad/3-246541-2014-05-19.html
32. Cohen, Joshua, “Deliberación y legitimidad democrática”, op. cit., p. 133.
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