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Historia del rock de Santiago del Estero desde una mirada sociológica

*Por Lic. Leonardo Innamorato

S
antiago es tierra de cachacareras y vidalas, de peñas veraniegas y de juntadas
de amigos al son de una guitarra que entona temas del cancionero folclórico
local. Eso no es novedad. Pero seguramente pocos sabrán que, en la tierra de
tradiciones y poetas, también la música joven, el rock y el heavy metal hicieron de las
páginas musicales ricas canciones dignas de ser conocidas. Pues las bandas de rock
en nuestra tierra también se hicieron escuchar.

Semblanzas de tocadas en el parque Aguirre, el salón de actos del colegio del


Centenario, en la retreta de la Plaza Libertad, en las estudiantinas del secundario y en
cuanto a bares y lugares de bohemia se hiciera necesario, los acordes del repertorio
del rock nacional, y hasta de temas propios de nuestras bandas de rock.

El rock forma parte de una industria cultural, señala Adorno, y debe ser entendida como
una de las tantas formas de expresión que tienen los jóvenes (Adorno, 1976).

Andy Warwol se dice que fue el creador del pop art; finales de la década de los 50 y
en los Estados Unidos, Chuck Berry y Elvis Presley eran de lo más escuchado en las
estaciones de radio. Nacía así, el llamado “rock and roll”. Música que fue ampliamente
aceptada por los jóvenes, donde The Beatles revolucionaron la música. No fue a fines
de los años 60, donde en nuestra ciudad capital, apareció la primera banda de rock,
conformada por jóvenes entusiastas, en donde el accionar y la producción musical,
corría todo a pulmón por parte de ellos, para conseguir audiencia y generar espacios
donde tocar.

De Les Zombies a Avemantrha

Y nuestros músicos urbanos no tardaron demasiado en adoptar tal género a su modo


de vida. Una de las primeras bandas de rock de la provincia, y no sé si se adjudica el
título de “primera banda de rock” Les Zombies, que fue el resultado feliz de una
experiencia de tres años y medio sobre los escenarios, que según sus integrantes
describen, “un período tan intenso que debiera ser computado quizá como diez. Era el
tiempo de nuestra adolescencia además, y sus avatares tan fervorosos, como los
numerosos enamoramientos, aunque más no fuesen platónicos, envolvían cada una
de nuestras por entonces agitadas actividades de músicos requeridos y respetados
por público y empresarios”.

Desde fines de 1968 hasta fines de 1969 este conjunto alcanzaría el máximo nivel en
su capacidad tanto para imitar a “The Beatles” como uno de los conjuntos más
solicitados por el público santiagueño. Eran tiempos donde estaba de moda en la
radio bandas nacionales como “Los Gatos”, con su hit, La Balsa, además de
Almendra y Manal; no existía en nuestra provincia las marcas vanguardistas en
instrumentos profesionales provenientes de Estados Unidos o Japón; se tocaba con lo
que se tenía al alcance, equipos a válvulas, baterías con tachos un tanto
rudimentarios, guitarras eléctricas limpias y que a veces desafinaban– la mayoría de
fabricación nacional- pero nobles y que entonaban la nota precisa. En su formación,
Les Zombies la conformaban Hugo Mansilla, Kililo Alfano, Ale Bruhn Gauna, “Cacho”
Rigourd y luego Teddy Torresi. Marcaron su impronta – novedosa – para esa época,
donde cantar temas en inglés era su sello. Reinaron indiscutidamente en la escena
del rock local hasta su separación.

En los 70, épocas convulsionadas en nuestra historia socio –política, los cuales fueron
años de censura y de represión, pero no así por ello, el rock de nuestras pampas dejó
existir. A ritmo del “beat” y de influencias de Los Náufragos, Trocha Angosta y The
Roling Stones. Discoteca “Zafari” y la psicodelia de Estudio 57, marcaron bandas
locales con el fervor un tanto festivo, a ritmo de la música disco bailable.

El “habitus” de dichos músicos de esta década podría expresarse así: eran estilos de
vida y de expresión que tenían que ver con la bohemia, el orgullo de usar un
determinado uso del cabello y la sana y faceta artística de formar una banda de
amigos para mostrar su contenido musical. Poco y nada se tenía por conocimientos
sobre los excesos del llamado “rock and roll” de países desarrollados con sus
suntuosos y extravagantes estilos de vidas de lo que en años posteriores se
conocieron como “rock stars”, además de lo que se conocería como uno de los
refranes más lapidantes de esos tiempos, el llamado “sexo, droga y rock and roll”.
Los modernos 80

Entrada la década de los 80 empieza a generarse un nuevo sonido y novedad. Con la


llegada de la Democracia y una guerra perdida, contribuyeron en ese momento
histórico con la búsqueda de nuevos sonidos y la llamada “New age”. Referentes tales
como Soda Stereo, Virus, Zas, Durán Durán Durán – entre otros- se rescata a “Los
Tripulantes” y “Becuadro”. Al respecto, Pedro Silva forjó su historia sobre la base de
entrega y dedicación por una música que abrazó desde niño. Con Los Tripulantes, en
los años 80, marcó una huella al ser la primera banda que lideró. La formaban los
hermanos Antuz, Daniel Sorroche y Pedro Silva. Tocaron el cielo cuando
compartieron escenario con Luis Alberto Spinetta, cuando éste y su banda vino a
presentar su último disco “Tester de violencia”, en el club Olímpico de La Banda en
1988. También nos representó en el festival “Chateau rock” en Córdoba. Quizá, fue
Becuadro, se podría decir que fue la banda pionera en tratar de representar a la
provincia y en darle un contenido más profesional y serio a su propuesta musical en
sacar un tema propio con un video.

Con el tiempo, y siempre aprisionado por ese amor incondicional por los referentes
del rock nacional y también internacional, le puso su marca a La 80 Band. Y
actualmente lo hace con “Bacanes”, donde está acompañado por Pablo López (ex
Becuadro, otra banda santiagueña que hizo historia en el rock) y Yimmy Ramos en
teclados.

Durante mediados de los 80, otro exponente –al que luego se alternaría entre el
folklore y el rock- fue “Pachy Astudillo”, mentor y líder de “Stradivarius”, el cual
recuerda como una banda de rock pop que proponía temas propios, como “Trampa
maldita” y “ciudad gris”, además de algunos que sonaban en la radio de ese entonces.
El sonido modernoso, melódico y agradable que proponían los teclados como el “Poly
800” y el delay en las guitarras fue bastardeado, dejando lugar ya a nuevas
expectativas musicales, sumándole a eso la terrible crisis económica y social de 1989
en nuestro país. Muchas bandas y proyectos se desarmaron; temas propios y
presentaciones en vivo se truncaron.
La fuerte y extraña década de los 90

Los cambios en el escenario político y social y sus consecuencias nos tomaron el


inicio de esta nueva década con “Lambada”. Se decía una vez más, “el rock ha
muerto”. La irrupción inmediata fue la música house, el rap y el hip hop. Casi todo era
de origen internacional. Salvo bandas como Soda Stereo y Rata Blanca hacia
respetar e imponer sus temas. En lo local, fueron bandas “Akrilico” (de tilde rock
pop) integrada por Gustavo González y Juan Pablo Villalba; bandas como “Mary
Jane” (primera banda de heavy metal local surgida a finales de 1990) cuyos
exponentes fueron Pablo López y el V 8 Maidana en guitarra y voz y bajo y coros
respectivamente; con un mensaje de crítica social y letras candentes que los jóvenes
trataron de plasmar entre un mensaje contestatario y a la vez fuerte en lo musical.

Rasgo distintivo en las bandas posmodernas es el nombre que las identifica, en


algunos casos extravagantes – que da el puntapié para preguntar “¿a qué se debe el
nombre”? y también de que sus integrantes se jacten en no ser “encasillados en un
estilo predefinido” y donde predomina la amplitud musical de estilos, fruto de una
evolución dialéctica y maduración musical.

“Mantra” (1992) donde lograron imponer su sello distintivo: un rock duro y pesado
con tildes de otros géneros un tanto parecidos. Fueron inspirados por Metallica,
Pantera, Living Colour, Deep Purple, entre otros. Nirvana a nivel internacional marcó
un antes y un después; en cuanto a los géneros, se hacía evidente el “alternativo”.
Cabe señalar que sendas bandas fueron las primeras en lograr registrar un disco,
primero con sus demos y luego en formato de CD, autogestionado en forma
totalmente independiente.

Una banda característica de finales de los 90 fue la Mil mother F.A.C.A, del conocido
Ariel Jorge (Zorro), Juan Pablo Villalba y Karim Saavedra, de expresión más bien hip
hop y que en sus letras hablaban en forma irónica e inspirada en personajes urbanos
característicos de La ciudad de La Banda y de Santiago. También como no nombrar a
“Gallo Negro”, cuyo líder era Pablo Farreras, que a mediados de 1998 sacaron un
disco novedoso y bien grabado donde se cantaba en inglés. Formaron parte de esta
etapa y escena local también “Derecho viejo” con una buena propuesta que incluía al
reggae y letras sociales bien pensadas; “Frondoso prontuario”, “Escoria”,
“Patones”, (de punk rock) y desde la ciudad de Frías a “Mórfosis”, de heavy metal.
Fueron también por esos tiempos, el acceso a cadenas de música como la MTV, ya
radio FM (con programas que les daban difusión a bandas locales con sus demos) y
también los llamados “Fanzines”, revistas de difusión local donde las bandas se hacía
conocer. Había más lugares para tocar, y donde la autogestión y la unión de las
bandas, era característico. “En esos años, señala Ariel Sosa Rízolo (ex integrante de
la banda heavy Subway Station) era todo comunión con bandas amigas; era el
juntarse y hacer algo. Traíamos a bandas de Buenos Aires y otras provincias, de
renombre y se armaba la movida. Nosotros salíamos a pegar las publicidades,
arreglábamos con SADAIC, pagábamos los impuestos y nuestros amigos por las
radios nos daban una mano”. Señala también: “con los instrumentos nos
prestábamos, cuando nosotros necesitábamos, y nos peían cuando les hacía falta”.

Fue durante ésta década, en que con la ayuda del diseño gráfico y la computadora
personal se mejoraron los diseños en cuanto a la producción de los discos y demos,
de los afiches de publicidad, los íconos característicos de cada banda de rock y
también se empezó a viajar más; además, a tratar de llevar la propuesta a ciudades
tales como Tucumán, Salta, Catamarca, Córdoba y hasta Mantra llegó a tocar en la
ciudad de Buenos Aires. Estilos tales como el punk, el alternativo, el metal, el trash el
hip hop y luego el llamado “new metal” hicieron algo distintivo a los noventa.

Retomando un concepto sociológico y Bourderiano, se podría decir que el “habitus” de


las bandas locales, era tocar, grabar su propio disco y hacerse conocer en el
ambiente musical. Era de nutrirse como se podía de conocimientos y nuevas técnicas
de ejecución de instrumentos tales como el “tapping”, “slaping” y demás, - puesto a
que para ese entonces, la apertura de la economía, la globalización y cierta
estabilidad, hicieron que los músicos locales lograran ya acceder a instrumentos
mejores elaborados, de marca reconocidas y acceder también a la información que se
tenía sobre lo que pasaba en los grandes centros urbanos que marcaban tendencia,
como ser UK, EEUU y Europa. Fueron durante estos años, el momento quizá de
consolidación de nuestro rock local donde el punto más alto lo demostraron con una
variedad de recitales al aire libre organizados en forma conjunta entre las bandas y la
Municipalidad, en donde el público joven también aceptaba y acompañaba.

Desde nuestra provincia, más precisamente desde Forres, un entusiasta joven y uno
de los precursores difusores de música “heavy metal” “Vitín”, con su programa de rock
“Mares de aceros”, también aportaba con la difusión, la producción y los espacios
para que las bandas se muestren.

Un ex integrante de la escena heavy, - Jorge Bravo – dice al respecto: “también


cuidábamos nuestras imágenes. Nos lookeabamos y usábamos la ropa que usaban
nuestros ídolos. Sobre gustos musicales imperantes por esos tiempos era Metallica,
Megadeth, Pantera, Iron Maiden, Sepultura y A.N.I.M.A.L. Había también varios
espacios donde tocar, y cuando no, nosotros lo generábamos. Era muy heavy el
ambiente, confraternizábamos con otras bandas, amigos de otras provincias, y se
puede decir que había una movida grosa”.

Hay que recordar un interesante emprendimiento, de dos jóvenes entusiastas, con el


Mega festival de rock “La siesta rock”, donde tocaron además de bandas reconocidas
y consagradas como Viticus, Ataque 77, Las pelotas e Intoxicados, las bandas locales
como “Áridos del norte”, “Mantra”, “Subway Station” y “Juan Terrenal”.

Fue en esta década, a nivel local en que se desmitificaron valores tales como el sexo
droga y rock and roll, o el imaginario colectivo social, de que el músico es un
“engendro desalineado, vicioso, bohemio y que no tiene un proyecto de vida”, lo cual
queda tirado por la borda, puesto a que, es en este periodo, en que la mayoría de los
integrantes de una banda se le conocía actividad, puesto a que muchos estudiaban
una carrera universitaria y otros trabajaban. Hay una enorme brecha entonces en el
querer pretender de “vivir del rock” y conformarse con hacer una actividad música
como un mero pasatiempo. Entonces, en las postrimerías de los 90, el rock, que en
un momento había nacido como un género musical marginal y entusiasta se convirtió
en una actividad musical de rédito y globalizado a todos los mercados del mundo.
Salvando las distancias, se podrá enunciar que nuestras bandas imitan sus estilos, ya
sea en comportamientos, valores, un lenguaje propio y distintivo, pero distan en el
modo de vida de usar al rock como una ocupación redituable. Es más capital cultural
que el económico, puesto a la pálida situación del rock local donde todavía no logra
captar adherentes ni llegar a la masividad, salvo en el género del folclore y la cumbia
santiagueña.
Conclusiones

Como una de las actividades y pasatiempos preferidos de nuestros jóvenes, el hecho


ya de formar una banda, proyectarse, autogestionarse y tener sueños de triunfo la
cultura del rock lucha por sobrevivir. Conocidos son estos tiempos de una invasión de
música latina, Centroamericana, ritmos Afrolatinos, donde la gente más bien –antes que
escuchar buena música, acordes de una guitarra eléctrica o una buena letra- quiere
distenderse y pasarla bien.

Los integrantes de cada banda son conscientes de la caída de los idearios, de querer
pretender ser como Elvis Presley, Los Beatles o sonar como Jimmy Hendrix en un
medio donde al rock local se lo margina, y en donde todas las actividades que los
jóvenes amantes de este género lo hacen a pulmón o por el “amor al arte”. Dicen que
son marginados, que los espacios no se dan, donde las representaciones sociales y
culturales solo pasan por otros géneros como el folklore o todo lo “empaquetado” que
viene desde afuera. Quizá, es por eso, ultima y esporádicamente, se reúnen para armar
un repertorio aceptado y ya conocido por la gente, “bandas tributo” o covers de artistas
ya consagrados. Es decir, clásicos de los 80, ritmos alegres, el tocar para que el “otro”
lo pase bien, en desmedro de los acordes que hace el “músico” en su formación
propone.

Retomando conceptos de Bourdieu, nos dice que “a través de los éxitos y fracasos en
el transcurso del tiempo se manifiesta a cada banda de rock, la objetividad de la
posición que ocupa y de su devenir probable, ya que el fracaso propicia la reconversión
o la retirada mientras que la consagración refuerza y libera las ambiciones iniciales”. A
nuestros tiempos, por decirlo de alguna manera, el prototipo de “la banda ideal” no
existe. Hoy, el abanico de gustos y estilos musicales es más amplio. El espejo donde
se miran muchos jóvenes, no como antaño, The Beatles- Roling Stone, sino el más
bien, como excusa amena de reunirse - ya sea para - “zapar”, ensayos informales, o
los más arriesgados, para preparar canciones que son propias, de música y letras de
su autoría, es todo un desafío. Así, no hay que olvidar que el campo del rock, - al igual
que todos los campos - es un universo sometido a sus propias leyes de funcionamiento
y de transformación (Bourdieu, 1995).

La modalidad en que la música en vivo actualmente es presentada en los pocos


espacios, bares y pubs, - y un detalle a no descuidar por parte de las bandas – cada
vez más lugares de expresión en donde a través de un formato de pistas (música
previamente ya elaborada y bajada del internet) un solista cantante interpreta temas
clásicos de tilde netamente en lo “vocal”. Dicha actividad evidentemente desnaturaliza
la música ejecutada en vivo y el espíritu de una banda, es decir que sea elaborada con
una guitarra, un bajo, batería, teclados y una voz. Tal vez el hecho de estar en el
ambiente, estar en la lucha, del bombardeo mediático de los llamados “productos
musicales” convocados por un productor, los realitys show concursos donde se buscan
nuevos cantantes, etc. Los integrantes de una banda merecen ser reconocidos por la
calidad artística en cuanto a lo musical, a su entrega, al ingenio para interpretar una
canción o el reconocimiento de proponer también “temas propios”.

El común de la gente no valora, con el auge del internet, la música bajada de manera
inmediata, la falta de difusión y de apoyo de productores locales, hacen que esta
actividad sea muy poco reconocida. Hoy en día, lejos de eso, el rock no puede ser
entendido así. Forma parte de una cultura urbana, pero que ya lejos de defender un
mensaje, un valor, una idea, lo hace, pero para tratar de decir “aquí estamos los
jóvenes, hacemos esto y el resto no nos importa”.

Entender al rock como una forma de expresarse artísticamente, o como revelarse a un


sistema de cosas injustas, forma parte de las identidades que nuestra juventud lo fue
construyendo a través del tiempo. Entender o comprender al rock como un fenómeno
social, es hacerlo desde un punto de vista múltiple, al mismo ritmo que la sociedad va
mutando, (en lo social, económico, sistema de valores, etc.) a la forma de vida de ser
un rebelde, pelearse con su papá, agarrar su auto y chocarlo, agarrar una guitarra con
sus amigos en el garaje, etc., es hacerlo desde punto de vistas intersubjetivos y libre
de prejuicios.

Si bien actualmente, el rock y las bandas locales han caído en cuanto a presentaciones
y producciones - debido a múltiples factores – ya sea apatía generalizada del público,
nuevos estilos que le interesan a la juventud, escases de recursos y lugares, etc.
Entonces, es de esperar que el género como tal, se fagocite y se reinvente, que sigan
surgiendo iniciativas de bandas con nuevos subgéneros con nuevas puestas en
escenas, nuevos sonidos y hasta nuevos mensajes. Se ha de esperar en algún
momento, la “movida local rockera” reaparezca en un escenario joven (y no tanto),
donde las iniciativas de cada uno de los integrantes que conforman esta cultura adopte
nuevamente lazos y vínculos unidos por el lenguaje universal de la música.

Ser “rockero”, musiquero o heavy se lleva en las venas. Es una forma de vida, antaña
y opuesta a lo que la sociedad y establecida y de tilde conservadora impone. Es ir contra
todas las adversidades, es tarea de juntarse con amigos, agarrar un instrumento – no
importa si sos idóneo o no, - tarde o temprano se aprende, pero hacer música que sale
de nuestros dedos, de imitar a nuestros ídolos y hacer la tuya es una sensación muy
gratificante. Formar parte de una banda de rock, es tener una filosofía de vida, formar
parte de un grupo, de un colectivo que comparte la mayoría de las ideas que uno tiene
y una visión en particular de la realidad social.

Tratar al género local como un rock subdesarrollado o un pseudo rock, es menospreciar


su contenido, su historia y su rico aporte en el campo de la cultura. Interesante resulta
también destacar la amalgama artística y musical de fusionar el rock con raíces
folclóricas y autóctonas, donde no faltaron esfuerzos en nuestro ámbito y sus cultores
se enorgullecen primero, de haber pertenecido a la generación del esplendor del rock
y que luego, tratan de rescatar las identidades propias en sus canciones.

En fin, el transitar por épocas complicadas, por cuestiones que tenían que ver con
prejuicios, el hábito de usar el pelo largo y arito con ropa extraña, pasando por el miedo
a que lo lleven detenido y demorado en una comisaria, a los nuevos aires y románticos
80, para luego caer en la psicodelia y en las distorsiones de feroces guitarras
noventeras. Dichos caminos y etapas hicieron que el rock local y sus actores sociales
que lo conforman, supieran adaptarse a los nuevos tiempos, no descuidando su forma
de ser, de expresarse y de formar parte de una identidad o un grupo etario: el “ser joven
eternamente”, como ideario que sirve para afrontar realidades sociales cada vez más
complejas.

Licenciado en sociología, UNSE.

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https://www.elliberal.com.ar/noticia/73146/pedro-silva-voz-rock-santiago

https://www.youtube.com/watch?v=rdKWZOeRYvI

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