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Jung ha elaborado una teoría del Arquetipo como inconsciente colectivo, en la que el animal

tiene un papel especialmente importante en los sueños, los mitos y las colectividades humanas.
Precisamente, el animal es inseparable de una serie que implica el doble aspecto progresión-
regresión, y en la que cada término des-empeña el papel de un transformador posible de la
libido (metamorfosis). De ahí deriva todo un tratamiento del sueño, puesto que, dada una
imagen inquietante, se trata de integrarla en una serie arquetípica. Una serie de este tipo puede
implicar secuencias femeninas o masculinas, infantiles, pero también secuencias animales,
vegetales, o incluso elementales, moleculares. A diferencia de la historia natural, el hombre ya
no es el término eminente de la serie, puede serlo un animal en lugar del hombre, el león, el
cangrejo o el ave de presa, la pulga, con relación a tal acto, tal función, según tal exigencia del
inconsciente. Bachelard escribe un hermoso libro jungiano cuanto establece la serie ramificada
de Lautréamont, teniendo en cuenta el coeficiente de velocidad de las metamorfosis y el grado
de perfección de cada término en función de una agresividad pura como razón de la serie: el
colmillo de la serpiente, el cuerno del rinoceronte, el diente del perro y el pico de la lechuza, y,
ascendiendo en la serie, la garra del águila o del buitre, la pinza del cangrejo, las patas del piojo,
la ventosa del pulpo. En el conjunto de la obra de Jung, toda una mimesis reúne en sus redes la
naturaleza y la cultura, según analogías de propor-ción en las que las series y sus términos, y
sobre todo, los animales que ocupan en ellas una situación media, aseguran los ciclos de
conversión naturaleza-cultura- naturaleza: los arquetipos como ―representaciones analógicas‖2.
¿Acaso es un azar que el estructuralismo haya denunciado con tanta intensidad esos prestigios
de la imaginación, el establecimiento de las semejanzas a lo largo de DEVENIR-INTENSO, DEVENIR-
ANIMAL, DEVENIR-IMPERCEPTIBLE... 243
la serie, la imitación que recorre toda la serie y la lleva hasta el final, la identifica-ción de este
último término? Nada más explícito a este respecto que los célebres textos de Lévi-Strauss
relativos al totemismo: superar las semejanzas externas hacia las homologías internas 3. Ya
no se trata de instaurar una organización serial de lo imaginario, sino un orden simbólico y
estructural del entendimiento. Ya no se trata de graduar semejanzas y de llegar en última
instancia a una identificación del Hombre y del Animal en el seno de una participación mística.
Se trata de ordenar las diferencias para llegar a una correspondencia de las relaciones. Pues el
animal se distribuye de por sí según relaciones diferenciales u oposiciones distintivas de
especies; y lo mismo ocurre con el hombre, según los grupos considerados. En la institución
totémica, no se dirá que tal grupo de hombres se identifica con tal especie animal, se dirá: lo
que el grupo A es al grupo B, la especie A’ lo es a la especie B’. Estamos ante un método
profundamente diferente del precedente: dados dos grupos humanos, cada uno con su animal-
tótem, habrá que descubrir en qué medida los dos tótems mantienen relaciones análogas a las
de los dos grupos —lo que la Corneja es al Halcón...
El método también es válido para las relaciones Hombre-niño, Hombre-mujer, etc.
Constatando, por ejemplo, que el guerrero tiene una cierta relación extraña con la joven,
se evitará establecer una serie imaginaria que los reuniría, más bien se buscará el término
que hace efectiva una equivalencia de relaciones. Por eso Vernant puede decir que el
matrimonio es a la mujer lo que la guerra es al hombre, de donde deriva una homología
entre la virgen que rechaza el matrimonio y el guerrero que se disfraza de muchacha4. En
resumen, el entendimiento simbólico sustituye la analogía de proporción por una analogía
de proporcionalidad; la se-riación de las semejanzas, por una estructuración de las
diferencias; la identifica-ción de los términos, por una igualdad de las relaciones; las
metamorfosis de la imaginación, por metáforas en el concepto; la gran continuidad
naturaleza-cultura, por una falla profunda que distribuye correspondencias sin semejanza
entre las dos; la imitación de un modelo originario, por una mimesis primera y sin modelo.
Nunca un hombre ha podido decir: ―Soy un toro, soy un lobo...‖ Pero sí ha podido decir:
―soy a la mujer lo que el toro es a una vaca, soy a otro hombre lo que el lobo es al
cordero‖. El estructuralismo es una gran revolución, el mundo entero de-viene más
razonable. Considerando los dos modelos, el de la serie y el de la es-tructura, Lévi-Strauss
no se contenta con hacer que la segunda se beneficie de todos los prestigios de una
verdadera clasificación, remite la primera al dominio oscuro del sacrificio, que presenta
como ilusorio e incluso carente de buen sen-tido. El tema serial del sacrificio debe dar
paso al tema estructural de la institución totémica bien entendida. Y, sin embargo, una
vez más, entre las series arquetípicas y las estructuras simbólicas, se establecen muchos
compromisos, como en la historia natural 5.

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