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La Ruina

Son estas piedras. Destruidas por el destino, las mansiones están en ruinas; la obra de los
gigantes se está deshaciendo. Los techos están caídos, las torres desmanteladas y despojadas de
torrecillas con sus portales. El frío se ha instalado sobre la argamasa, los techos están rotos,
quebrados, caídos, carcomidos por la edad. La tierra en su seno despiadado retiene firmemente a los
constructores orgullosos que fallecieron y desaparecieron. Hasta ahora cien generaciones de
hombres murieron. Por largo tiempo, este muro encanecido por los líquenes, cubierto de manchas
rojas e impasible bajo las tormentas ha sobrevivido a un reino tras otro; su alto portal se
desmoronó…hombres de espíritu emprendedor pusieron maravillosamente los basamentos del muro
ensamblados con grampas. Las mansiones del castillo fueron brillantes y muchos los baños, hacia lo
alto se elevaron los numerosos pináculos. Era grande el tumulto de los hombres; en muchas salas
(se tomaba) hidromiel y había hombres alegres en abundancia hasta que el poderoso destino
trastornó todo esto. Los anchos muros se desmoronaron; sobrevinieron los días de la pestilencia, y
la muerte llevó consigo toda la valentía de los hombres. Sus fortificaciones se convirtieron en
lugares desiertos; la ciudad se transformó en ruinas. La muchedumbre que podría haberla construido
de nuevo yacía muerta sobre la tierra. Así, estos patios y estos portales altos están desolados. El
maderamen del techo ha perdido sus ladrillos. Está en ruinas y se halla igualado al nivel de las
colinas el lugar donde antaño muchos hombres alegres de corazón, relucientes de oro, ataviados
esplendorosamente, orgullosos y animados por el vino, lucían sus armaduras mirando los tesoros, la
plata, las piedras preciosas, las riquezas, los bienes, las joyas suntuosas, este castillo preclaro de un
reino extenso. Aquí había patios de piedra y el agua caliente surgía con prodigiosos chorros. El
muro lo encerraba todo dentro de su pecho lustroso; aquí en su centro estaban los baños calientes;
había mucho lugar…

1
Deor

Weland, el guerrero resuelto, conocía el exilio; sufría penurias; pena y nostalgia eran sus
compañeras, (así como) el frío exilio invernal. A menudo hallaba contratiempos desde que Nithhad
le sometiera a su poder, con flexibles lazos de cuerdas fibrosas (sujetando) a un hombre más
insigne.
Esto pasó, y así pasará todo.1
La muerte de sus hermanos no fue tan dolorosa para la mente de Beadohild como su propia
situación, cuando había visto claramente que estaba en cinta. Nunca pudo pensar con el corazón
aligerado en cuanto debía resultar de todo esto.
Esto pasó, y así pasará todo.
Somos muchos los que hemos oído decir que el amor de Geat por Maethild llegó a ser tan
ilimitado que su pasión dolorosa le privó del todo del sueño.
Esto pasó, y así pasará todo.
Teodorico gobernó durante treinta años la plaza fuerte de los Merovingios; esto era cosa
conocida por muchos.
Esto pasó, y así pasará todo.
Hemos oído hablar del carácter lobuno de Ermanarico, poseyó una amplia autoridad en el reino
de los Godos; fue un rey salvaje. Muchos guerreros ocupaban sus asientos, encadenados por la
preocupación, a la espera de penas, y deseando con frecuencia que el reino de él fuera derrotado.
Esto pasó, y así pasará todo.
El hombre de alma triste hállase privado de alegrías; su corazón está lleno de tinieblas; parécele
interminable su participación en los sufrimientos. Luego, quizá se le ocurra pensar que en este
mundo el Señor sabio, obra muchos cambios; a muchos les concede honores, fama asegurada; a
algunos les asigna una parte llena de preocupaciones. De mí mismo diré que antaño fui ministril de
los Heodeningas, querido por mi señor Deor era mi nombre. Durante muchos años tuve un cargo
bueno, un señor benévolo hasta que ahora Heorrenda2, un hombre hábil en el canto, ha recibido mis
tierras que el protector de los guerreros antes me diera a mí.
Esto pasó, y así pasará todo.

1
Esta traducción, si bien no es literal, parece la única que a través de todo el poema expresa el sentido del
estribillo.
2
Se cree que es el “Horant” del Cantar de Gudruna.
2
El hombre errabundo (wanderer)

A menudo, el hombre solitario implora el favor, la composición del Señor, y no obstante tiene
el corazón triste y por un lapso cansador debe remover a la fuerza con sus manos el océano helado
recorriendo los caminos del agua y viajando por los senderos del exilio. En verdad, el destino está
determinado. Así dijo el hombre errabundo, recordando penurias, crueles asesinatos y la muerte de
sus parientes: “Todos los días al amanecer tengo que lamentar en soledad mis penas. Ahora entre
los hombres vivientes no hay ninguno al que me atreva a decirle con franqueza lo que siento en mi
corazón. Sé por cierto que es una noble costumbre del hombre atar firmemente los pensamientos de
su alma, atesora sus cavilaciones cualesquiera que sean sus pensamientos. Quién está cansado en su
alma no puede ofrecer resistencia al destino, tampoco vale nada el pensamiento impetuoso. Por ello,
quienes aspiren a la gloria, a menudo en el fondo de su corazón atan firmemente a un pensamiento
triste. Así yo, separado de mi tierra nativa, lejos de los parientes nobles y con el corazón a menudo
contristado, tenía que encadenar mi mente cuando en años pasados la oscuridad de la tierra cubrió a
mi amigo del oro, y yo me fui de allá en mi miseria, con las preocupaciones surgidas por el
invierno, atravesando las olas congeladas. Busqué entristecido la sala de un benefacto generoso con
tesoros, donde quiera que lo encontrara, ya lejano, ya cercano, uno que en la sala de hidromiel me
conociera o me consolara a mí que carecía de amigo, tratándome con bondad. El que ha hecho la
prueba sabe que el compañero cruel es la preocupación para quien tiene pocos protectores queridos.
A él le está deparado el sendero del exilio y en modo alguno, el oro enroscado (los aros); tienen el
cuerpo frío y en modo alguno las riquezas de este mundo. Recuerda a los criados en la sala y el
momento de recibir el tesoro, como en su juventud su amigo el oro le trato amablemente durante la
fiesta. Toda la alegría ha pasado. Por eso sabe cómo es cuando uno por mucho tiempo tiene que
extrañar los consejos de su querido señor y amigo, cuando a menudo la preocupación y el sueño
juntos atan en sus lazos al pobre hombre solitario; en su espíritu le parece que está abrazando y
besando a su señor, colocándole sus manos y su cabeza sobre las rodillas, como antaño en los días
pasados, cuando se hallaban cerca del trono de los regalos. Luego el hombre sin amigos se
despierta, ve ante su mirada las olas oscuras y las aves marinas que se están bañando y extienden su
plumaje. La escarcha y la nieve mezcladas con granizo le caen encima. En estos momentos, las
heridas de su corazón le resultan más graves y le duelen a causa de sus seres queridos, y las
preocupaciones reaparecen. Luego el recuerdo de sus parientes atraviesa sus pensamientos. Le
saluda con canciones y les mira ansiosamente. Los compañeros de los guerreros otra vez se alejan
nadando; y las almas de los marinos no traen muchas canciones conocidas. La pena renace en el que
necesariamente y muy a menudo tiene que enviar sus pensamientos cansado más allá de las olas
congeladas. Y así no llego a comprender por qué en este mundo mi mente no se anubla mientras

3
pienso en toda la vida de los nobles, cómo de repente renunciaron a su sala, a sus valientes criados.
Así; todos los días, este mundo pasa y cae; porque un hombre no llega a sabio antes de haber vivido
todos los años que le corresponden en este mundo. Un hombre sabio tiene que ser paciente, no
demasiado apasionado, ni demasiado apurado en el discurso, ni demasiado débil ni imprudente en la
guerra, ni demasiado medroso, ni demasiado alegre, ni demasiado codicioso y nunca demasiado
ansioso de vanagloriarse antes de vanagloriarse antes de conseguir un conocimiento perfecto. Un
hombre cuando se vanagloria en su discurso debe esperar el momento oportuno hasta que sepa bien
en orgullo a dónde se dirigirán los pensamientos de su mente3. Un hombre sabio tiene que ver lo
triste que será cuando todas las riquezas de este mundo se hallen abandonadas así como en
diferentes lugares a través del mundo se yerguen los muros castigados por los vientos, cubiertos de
hielo, con las mansiones en ruinas4. Las salas de vino se derrumban; los gobernadores yacen abajo,
privados de alegría; los poderosos guerreros en su orgullo cayeron todos cerca del muro. La guerra
llevó a algunos conduciéndolos por caminos lejanos. A uno de ellos le llevó el cuervo por encima
de la alta mar. A otro el lobo gris le entregó a la muerte; a otro un noble con la cara triste le
escondió en la cueva de la tierra. Así el Creador de los hombres, devastó esta tierra hasta que la
antigua obra de los gigantes se hallaba vacía, libre del alboroto de los habitantes del castillo. Luego,
quien sabiamente ha pensado en el fundamento de las cosas y quien hondamente y con sabiduría del
corazón medita sobre esta vida oscura, a menudo dirige sus pensamientos hacia las muchas
matanzas del pasado y dice estas palabras:
“¿Adónde fue el caballo? ¿Adónde fue el hombre? ¿Adónde fue quien regalaba tesoros?
¿Adónde fue el lugar donde se banqueteaba? ¿Dónde están las alegrías de las salas? ¡Ay, la copa
brillante! ¡Ay, el guerrero en su coselete! ¡Ay, la gloria del príncipe! ¡Cómo ha pasado este tiempo,
volviéndose oscuro bajo las sombras de la noche como si nunca hubiera existido! Ahora, en el lugar
de los guerreros queridos se yergue un muro, de altura fabulosa, cubierto de figuras de serpientes.
Ha arrasado a los nobles el poder de las lanzas hechas de madera de fresno, estas armas ávidas de
matanza, ¡qué destino glorioso! Y las tormentas castigan estas laderas peñascosas. La tormenta al
caer y el horror del invierno ponen ataduras a la tierra. Luego llega la oscuridad, las sombras de la
noche hacen bajar las tinieblas mandando desde el norte furiosas granizadas para horrorizar a los
hombres. En el reino de la tierra todo está lleno de penurias. El edicto del destino cambia el mundo
por debajo del firmamento. Aquí las posesiones son perecederas, aquí los amigos son perecederos,

3
Según aclaración de Stopford Brooke, 1.d.. esta amonestación podría basarse en un hecho concreto. En la gran fiesta
de fin de año que solió celebrarse solemnemente, los guerreros tenían la costumbre de levantarse de sus asientos y cada
unos, en el momento oportuno, hizo votos de llevar a cabo alguna hazaña valiente antes de que hubiera terminado el
año. Muchas veces sucedía que un hombre en esta o de ebriedad o gran excitación (¡es que de que existe la humanidad
existe también el “alma de las masas” (Nassenseele)!) prometió una cosa de la que al día siguiente se arrepintió.
4
Compárese este pasaje con el texto casi idéntico, si bien más extenso, de la Ruina.

4
aquí el hombre es perecedero, aquí la mujer es perecedera; todas estas tierras firmemente
establecidas se vuelven vacías”.
Así, el hombre sabio habló para sus adentros, sentado solo y ensimismado5. Es un hombre
bueno el que mantiene firme su fe; el varón tampoco debe exteriorizar demasiado pronto las
preocupaciones de su pecho a no ser que él, el señor, sepa primero cómo emprender con valor su
curación. Hace bien quien busca la gracia, el consuelo del Padre en los cielos donde para todos
nosotros hay seguridad.

5
Según la versión de Stopford Brooke, 1.c., esta oración rezaría: “Así el hombre sabio hablaba para sus adentros
cuando se sentó aparte dedicándose a las runas”.

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