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HUACA DE LA LUNA

Huaca de la Luna es un monumento realizado en tierra por la cultura predecesora de


los Incas, de nombre los Moche. La cultura Pre Inca de los Moche se remonta a la
época del Perú antiguo, desenvolviéndose entre los siglos segundo y séptimo de
nuestra era, su establecimiento territorial fue en el valle de Moche, que, en la división
política territorial actual de Perú, es la Provincia de Trujillo.
El templo principal de la cultura Mochica fue la Huaca de la Luna, separada 500m de
la Huaca del Sol. Sus dimensiones abarcan un área de 290 x 210m orientada de norte
a sur.
La Huaca de la luna conserva interesantes pinturas murales de 5 colores: blanco,
negro, rojo, azul y amarillo, los cuales fueron obtenidos de minerales y relieves donde
se puede apreciar la divinidad moche llamada Aiapaec o el dios degollador. Sus patio
y plazas ceremoniales tienen más de 1500 años de antigüedad.
Es una pirámide escalonada que tiene un patio delantero cercado por un grueso muro,
un sector anexo y múltiples construcciones en su sima a la que se accedía por una
larga rampa.
La complejidad en la construcción, observable en este momento, se debe a la variedad
de ceremonias celebradas en este edificio lo que explica la presencia de muchos otros
ambientes, como la terraza 1 y 2, los patios 2 y 3, la plataforma 2, la plataforma 3,
entre otros que complementan el modelo básico de pirámide + plaza + anexo.
Arquitectura:
Los edificios monumentales como las residencias se construyeron a partir de adobes
hechos en arcilla y arena batida y secada al sol.
Los adobes de forma paralelepípedo se asentaron de diversas modalidades para
trabajarlos y darles más solides a los muros.
Alrededor del año 100, los mochicas construyeron un primer edificio, que luego
rellenaron y encerraron con adobes, para usarlos como base de un nuevo edificio más
alto y amplio. Por lo tanto, la huaca de la luna es el resultado de un largo proceso de
ampliación y remodelaciones.
Forma:

Es un complejo arquitectónico constituido por tres plataformas de forma piramidal


trunca, y cuatro espacios abiertos o plazas delimitadas por amplios muros de adobes
que sirven de área de circulación y de conexión entre las plataformas.
La plataforma I: es la más importante por su tamaño, ubicación y características.
La plataforma II: la más pequeña de las tres, se encuentra en la esquina sureste del
complejo, y ya está investigada y conservada.
La plataforma III: se ubica en la esquina noreste, sobre la ladera del cerro blanco.

Plataforma II

Plataforma I

La plataforma I, cronología y renovación:

La mayor estructura en Huaca de La Luna es una gran pirámide escalonada conocida


como la Plataforma 1. Su aspecto actual, volumen y altura es el resultado de un largo
proceso social y muchos proyectos constructivos que los arqueólogos han nombrado
"renovación del templo”.
La Plataforma 1 de Huaca de La Luna pasó por al menos 6 grandes reconstrucciones
identificadas como Edificio A, el más moderno y construido sobre el precedente,
llamado Edificio B, quien a su vez fue construido sobre el Edificio C y así
sucesivamente con los siguientes: Edificio D, Edificio E y Edificio F, el más antiguo.
Cada uno de éstos edificios hizo a la Plataforma 1 ganar en volumen a lo ancho, largo
y alto. Sin embargo, estos grandes cambios no significaron una transformación en los
patrones o modelos arquitectónicos anteriores (pirámide + plaza + anexo). Así, cada
edificio nuevo era una re-edición del anterior.
La configuración del edificio ayuda a entender de mejor manera la estructura del poder
en la sociedad, afirmando que su forma y función están íntimamente relacionadas.

Para comprender la estructura de la sociedad, el estudio de la arquitectura y expresión


material es fundamental para determinar el desarrollo de las fuerzas productivas.
La renovación de templo significó no solo la renovación de la arquitectura, expresada
en plazas, patios recintos, rampas y plataformas, sino también en la renovación del
ritual y ceremonial que dicha arquitectura contiene y representa.
Los trabajos de construcción del edificio A y C, por ejemplo, demandaron el uso de
alrededor de 4 millones de adobes y 160 mil días/hombre de trabajo. Según opinión de
los arqueólogos de Huaca de La Luna, esta renovación debió ser parte de un
calendario ritual de largo plazo.
En las culturas antiguas del Perú fue una tradición muy arraigada la veneración a los
ancestros y por ende a los muertos, donde la muerte significaba la renovación de la
vida y por ello, enterrar al difunto era como sembrar una semilla para que germine.
Esto se aplicó no solo a las personas, sino también a ciertas construcciones
consideradas sagradas. Ejemplo muy antiguo de esta tradición han sido descubiertos
por los arqueólogos en los sitios de Caral (2900 a.C.), La Galgada (2400 a.C.) y
Kotosh (2000 a.C.) entre otros. Estos edificios eran cuidadosamente desmontados en
parte y sus habitaciones rellenadas prolijamente para luego construir nuevos edificios
sobre ellos. A este proceso se le ha llamado "entierro ritual". Los arqueólogos de
Huaca de La Luna consideran que si dichos entierros rituales de los templos (o las
pirámides) fueron con la finalidad de construir nuevos edificios, pero similares en forma
y contenido a los anteriores, entonces es una renovación y por ello prefieren usar el
término "renovación del templo".

La renovación de templo significó no solo la renovación de la arquitectura, expresada


en plazas, patios recintos, rampas y plataformas, sino también en la renovación del
ritual y ceremonial que dicha arquitectura contiene y representa. Las renovaciones no
fueron producto del azar o eventualidades catastróficas, pues su ejecución debió
demandar de mucha planificación, así como del tiempo suficiente para acopiar la
energía (trabajo) y los recursos (materiales) para su ejecución. Los trabajos de
construcción del edificio A y C, por ejemplo, demandaron el uso de alrededor de 4
millones de adobes y 160 mil días/hombre de trabajo. Según opinión de los
arqueólogos de Huaca de La Luna, esta renovación debió ser parte de un calendario
ritual de largo plazo.
Plaza 1
Se encuentra al norte de la Plataforma I, definida como un espacio abierto o
amurallado anexo a edificios que contienen espacio interior cerrados. Se encuentra
asociada al Edificio A, un espacio para la participación de un número amplio de
personas en la realización de ceremonias de la cultura mochica y donde los grupos
sociales participantes se relacionaban.
Las investigaciones en torno a la Plaza 1 han determinado la función principal a partir
del análisis arquitectónico del lugar. Las actividades que pudieron haber sido
realizadas en la plaza;
1) La presentación ante las divinidades del templo y la elite sacerdotal de los guerreros
capturados en los combates rituales. Este supuesto es corroborado con los relieves de
la Huaca de la Luna.
2) La celebración de actos rituales relacionados con el ascenso a la Plaza 2
3) El traslado de bienes funerarios y los restos inhumados en la Plataforma I y II del
conjunto.
La configuración de este espacio fue fundamental para acoger a las multitudes,
permitiendo el ingreso de la población al templo. Solo los más privilegiados habrían
podido ascender a los niveles superiores de la Huaca, mientras que el resto de la
multitud se habría limitado a observar las actividades desde la Plaza 1.

Plaza 2
La Plaza 2 se encuentra a un costado de la Plaza 1 y es de dimensiones menores. Se
han encontrado elementos arquitectónicos y estructuras con una aparente función
ceremonial. Estas también presentan signos de ser parte de una secuencia de etapas
constructivas con remodelaciones en cada una de ellas.
Su diseño arquitectónico habría respondido a la división jerárquica del espacio y a
otorgarle una función ceremonial por la presencia de una galería, cuatro ambientes
menores y la plaza.
Plaza 3
La Plaza 3 ha sido subdividida en los recintos 3A, 3B y 3C.
La Plaza 3A junto con la Plataforma II formaban parte de una sola unidad
arquitectónica y ceremonial. Los sacrificios que se realizaron en esta plaza se
concentraron en la parte y frente a un conglomerado rocoso, donde los individuos
sacrificados fueron expuestos. La Plaza 3B se ubica al lado suroeste de la Plaza 3A y
por la presencia de restos cerámicos se considera un área de sacrificios. Para la Plaza
3C se trata de la misma actividad de sacrificios debido a los hallazgos de restos óseos
humanos similares a los de la Plaza 3A.
La Plaza 3C se encuentra rodeada de cuatro muros perimetrales que delimitan un
espacio de 23 por 14 m, además con un eje mayor de oeste a este. El interior se
subdivide en dos recintos, el primero de 5,8 por 5,8 m y el segundo de 3,5 por 3,5 m,
posiblemente para albergar a los prisioneros antes del acto ceremonial. A la estructura
rectangular ubicada frente al primer recinto de mayores dimensiones, se le ha
denominado altar de sacrificio o podio de sacrificio. Este presenta dos niveles con la
disposición para colocar a dos individuos a diferente altura. Frente a él existe una
rampa pequeña en el lado norte. La construcción de estas estructuras está relacionada
al sacrificio de prisioneros, donde el verdugo se situaba en el altar y el sacrificado se
encontraba de rodillas sobre la rampa quedando en un nivel más bajo, facilitando la
labor del verdugo. Frente a este recinto se encuentra una banqueta para los individuos
que seguían al sacrificio.

La plaza principal era decorada con motivos de guerreros, y aquí se llevaban a cabo sacrificios
humanos.
Sistema constructivo:
Fue empleada para la elaboración del material constructivo básico, el adobe al igual
que los morteros preparados para sentar los adobes. Se usó también para los
enlucidos y acabados de muros, columnas, pisos y techos.
Los abobes fueron dispuestos en aparejos trabados, y de forma similar se emplearon
para construir los muros de las edificaciones.
Existen evidencia de postes, vigas y dinteles hechos de madera, especialmente de
algarrobo, así como la caña de Guayaquil, carrizo, esteras de totora y cordajes de
fibras vegetales, que sirvieron para la armadura y cobertura de los techos.
Mansfield Hastings y Moseley (1975) han estimado que en la construcción se utilizaron
143 millones de adobes. Los adobes son todos paralelepípedos aplanados, de una
dimensión que varía entre 40 x 27 x 16 a 23 x 17 x 12 cm. Se utilizó barro de varias
canteras y se ejecutaron a molde de 4 lados. Los moldes fueron de caña que ha
dejado sus improntas en el barro húmedo. Una característica notable es que tales
adobes llevan marcas que identifican a sus constructores. Las marcas fueron hechas
con los dedos sobre barro húmedo y consisten en puntos y rayas. Las mismas
aparecen en adobes de la Huaca de la Luna, pudiéndose afirmar su
contemporaneidad en algunos momentos de su historia.
El camino ceremonial:
Después de muchos años de investigación los arqueólogos Santiago Uceda y Ricardo
Morales del proyecto arqueológico Huaca de La Luna han llegado a conocer que esta
pirámide no estuvo dedicada a este astro, sino al dios de las montañas: Aiapaec. Los
antiguos peruanos relacionaban a objetos de la naturaleza (como cerros, piedras o
ríos) como poseedores de voluntad divina. Los cerros eran los proveedores del agua,
muy necesaria para la agricultura. El Cerro Blanco, sobre cuya falda esta Huaca de La
Luna, era la montaña sagrada de los moches.
La Huaca del dios de la Montaña (Huaca de La Luna) tiene plazas, patios, rampas y
pirámides, todas muy necesarias para las ceremonias en honor a esta divinidad.
Muchos de los ambientes de esta huaca estaban decorados con hermosos frisos de
muchos colores. Las imágenes en los muros tenían relación con los ritos y ceremonias
practicados en dichos lugares.
El agua es escasa en la desértica costa peruana. Sin embargo, los estrechos río, que
descienden raudos desde las alturas de los andes, irrigan fértiles valles en avenidas
estacionales. Pero este equilibrio es precario en los andes, pues los años de
abundante agua son sucedidos por otros de escasez total. Es por eso que para los
moches era muy importante predecir el comportamiento del agua, sujeto a la
"voluntad" del dios de la montaña. Por eso los moches consultaban oráculos, hacían
adivinaciones y ofrendaban sacrificios para de ese modo mantener el orden y la venida
del agua.
Lo primero era hacer una ceremonia adivinatoria en donde los chamanes (brujos)
consultaban, usando coca u otro alucinógeno, cuál será la voluntad del dios y que tipo
de ofrendas exigirá. El dios de la Montaña pedía sacrificios humanos. En las pampas
desérticas próximas a Moche se realizaba una batalla, los prisioneros serán
sacrificados. Los que caían capturados eran despojados por sus captores de todas sus
armas y ropa. Luego eran llevados desnudos y amarrados a la gran plaza delantera
(Plaza 1) donde eran presentados ante los sacerdotes y el soberano. Un friso sobre la
fachada de la pirámide representa este momento.
Subían a la cima de la pirámide por una larga rampa. Luego eran llevados a una
pequeña habitación en el patio trasero, en la cima de la pirámide, allí eran
adoctrinados por mujeres como una preparación para el sacrificio. Luego de varios
días eran sacados al patio en donde serán degollados. Este patio está decorado con
frisos donde destaca, al centro el rostro del dios de las montañas. En el nivel más alto
de la fachada de la pirámide está también la imagen, en cuerpo entero, del dios de la
montaña: Aiapaec, también conocido como "el degollador" pues es frecuentemente
representado con un tumi (cuchillo) en una mano y una cabeza cercenada en la otra
(Uceda y Tufinio 2003).
La sangre vertida por el sacrificado era depositada en una copa, y presentada al
gobernante moche que esperaba de pie sobre un altar. El Curaca (gobernante) moche
ofrendaba esta sangre al dios de la montaña (Uceda y Tufinio 2003).

Desde la gran plaza delantera era posible ver lo que sucedía sobre el altar. Por eso
esta parte del ritual debió ser una ceremonia pública con la concurrencia de gran
cantidad de personas que observaban desde la plaza.
En otros momentos, otros tipos de sacrificios eran exigidos. En una plaza de la parte
alta un peñasco ha sido dejado (Plaza 3a), asemejando una maqueta del Cerro
Blanco, que está a su espalda. Sobre este peñasco los sacrificados eran
desmembrados, en alusión a la muerte por despeñamiento, un ritual practicado por los
moches. Numerosos esqueletos encontrados en este lugar corroboran esta práctica
(Uceda y Tufinio 2003).
Por varios siglos los moches celebraron el calendario ceremonial y ofrendaron
sacrificios al dios de la montaña, manteniendo de ese modo el orden del universo.

Dibujo de un combate entre


guerreros moches. Iconografía
dibujada sobre cerámica de
esta cultura

Fachada de la Plataforma 1 que


da hacia la Plaza 1. A la derecha,
dibujos de los frisos.
Rampas

Friso en el patio del Nivel Bajo de


la Plataforma 1 en Huaca de La
Luna, representa al dios Ai Apaec.
Recinto ceremonial:
Se ubica en una esquina de la Plaza 1. Sobre sus muros están representados en alto
relieve muchas y muy complejas escenas de la mitología mochica. Por ser un hallazgo
reciente aún no se ha descifrado lo que estos dibujos cuentan. Pero sobre esos muros
se pueden ver escenas de pesca con redes, a los Perros Sin Pelo del Perú o animales
y aves con atributos divinos.
Los arqueólogos que estudian este recinto consideran que en este ambiente se
prepararon las ceremonias que se realizaron en la plaza. El Recinto Ceremonial
consta de dos ambientes, un cuarto con techo a dos aguas y delante de éste un
espacio techado, también a dos aguas, ambos sobre una pequeña plataforma. Una
rampa era la vía de comunicación con la plaza.

El Recinto Ceremonial, ubicado en una esquina de la Plaza 1. Sobre sus paredes está
representado el "Calendario Ceremonial".
La luna de hoy:
En el mundo andino una de los principales atributos de la huaca es poder hablar,
comunicarse a través de chamanes, hoy en día Las Huacas de Moche vuelven a
hablar, pero a través de los arqueólogos, comunicándonos el legado que los moche
han dejado para nuestra vida presente y futura.

El altar principal en la cima de la Plataforma 1 de la Huaca de La Luna. Aquí se realizaron el


principal ceremonial del calendario mochica. Abajo a la derecha, dibujo de la representación
de un altar pintado sobre una vasija moche.

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