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VINCULANTES POETICOS PARA PENSAR EL SER CARIBE

Claudia F. Barrera Castañeda

¿Por qué pensar la complejidad de la diversidad de lo que se suele llamar países “caribeños” o “de
la cuenca del Caribe” desde vinculantes poéticos? En los estudios del cubano Antonio Benítez
Rojo desde su libro La isla que se repite, existen unos componentes filosóficos que muestran sus
características y explican su procedencia, tanto desde la teoría del caos, como desde lo cultural-
colectivo. Otros autores como Édouard Glissant Lezama Lima y Alejo Carpentier hacen parte de
la elección para retomar una concepción filosófica y perfilar la comprensión del Caribe y las
Antillas como territorio, espacialidad y articulaciones en torno a esto que denominamos
vinculantes. En un inicio es necesario entender sus múltiples trazos a través de su denominador
común: la historia en sus contenidos económicos, sociales, culturales y expresivos. Por esto el
método aquí utilizado para situar los vinculantes poéticos del Ser caribe exige un reconocimiento
de conformaciones históricas a través de rasgos comunes del territorio del Gran Caribe y el
aspecto geográfico, procesos sociales y económicos, así como las religiones llegadas desde
Europa y África que se transformaron en cultos sincréticos. Los lazos culturales surgen en un
principio por una curiosa necesidad de volver a un elogio de lo efímero, a la turbulenta fuerza
con que la vida en el sol abrazador, se despierta sin cesar, sin contar con los horizontes de la
gravedad marina de ruidos, piratas y corsarios desaparecidos, lunas rojas como soles ponientes de
fuerte incandescencia naranja y el paso de una historia que reúne los rasgos que Benítez Rojo
menciona “de cierta manera” para ilustrar cómo en esta cuenca se abre y se difracta una fuerza
centrípeta que contiene el Ser caribe desde la teoría del Caos. La relación entre los contenidos
existenciales y los contenidos científicos en Benítez Rojo son definitivos para pensar el Ser caribe.

Pero ¿desde dónde se aborda entonces esta mirada sobre el Caribe? Lo que interesa aquí es sobre
pasar las miradas sesgadas hacia una sola visión, por esto el pensamiento conlleva a una mirada
existencial, no sin antes ser conscientes de la historicidad socio-económica con la cual los países
colonizadores fundaron su destino. Si bien el Caribe se aborda desde distintos puntos de vista,
dada la especificidad de los saberes, se debe tener en cuenta que esta perspectiva conduce a
revisar ciertas concepciones de lo que engloba la configuración existencial del Ser caribe. Su
corporalidad se inscribe en su historia como trazo marcado en la multiplicidad y la diversidad de
su heterogeneidad que aunadas al mar contienen rasgos comunes culturales. Ahora bien, la gran
diversidad de su cartografía y de su territorio fragmentado, tanto en islas como en el Caribe
continental, permite considerar aspectos comunes para articular la diversidad, a su pluralidad. De
esta manera, partimos de la premisa de demarcar Ser caribe a un territorio existencial de los
pueblos de mar, con una inscripción corporal de diversas poblaciones, en una abigarrada fuente
de islas, archipiélagos y territorios continentales que permiten consolidar características culturales
desde su clima tropical. Los lazos comunes que se inscriben en los territorios del Ser caribe
permiten reconocer lo que caracteriza y lo que singulariza espacialmente este universo acuático,
incluidos la naturaleza y el clima. Los factores geopolíticos se anudan significativamente a su
historia como fundamento para la articulación existencial de lo que llamamos vinculantes poéticos.

El Ser caribe es pensado desde el compendio insular y sus archipiélagos junto al contexto
continental geográfico en donde llegaron las colonias y sus imperios. Los pueblos del mar se
organizan en sus más variados componentes mestizos, como en sus más íntimas relaciones
culturales, desde la estrategia colonizadora hasta las oleadas de inmigraciones, que, claro, tienen
mucho que ver con los factores económico-territoriales. La cuenca del Caribe, es el vínculo
primigenio entre el océano Atlántico de la expansión del mundo colonial y la trata de negros y el
archipiélago de las islas de los Quavires (tribus antropófagas) que le heredan el nombre al mar
Caribe en el cual nos circunscribimos, para entender que antes de las dinámicas económicas

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impuestas por las naciones colonizadores, el Caribe contenía ya importantes vinculantes poéticos.
Antonio Benítez Rojo y Édouard Glissant, son quienes principalmente nos permiten hallar una
apreciación del Caribe desde una dimensión poética, explicando su identidad gracias al rescate de
su memoria colectiva hasta las múltiples conformaciones culturales. Aclaro desde el principio el
lente de este estudio, puesto que son muchos los aspectos a considerar para pensar el Ser caribe
desde vinculantes poéticos. La oralidad que claro surge de una forma de comunicación por la
llegada de las lenguas extranjeras y la absorción del arte de la escritura que occidente trajo consigo
la literatura, configura un topos extraordinario para el pensamiento del Ser caribe.

De esta manera, para comprender el Caribe, su territorio múltiple y la diversidad de


conformaciones territoriales, culturales e históricas, es necesario tener en cuenta la llegada de los
países conquistadores desde la conquista española y a partir del siglo XVI la llegada de los barcos
negreros, con las nuevas poblaciones de esclavos negros desarraigados de África. Pero nuestro
propósito es el de articular la gran diversidad de su cartografía y de su territorio fragmentado en
islas y el Caribe continental para retomar aspectos y rasgos comunes. Se trata de encontrar lazos
comunes de un reconocimiento del Ser Caribe y aquello que se piensa desde la relación. Glissant
a través de la memoria histórica del esclavismo, presenta la identidad rizoma, inspirado en el
pensamiento de Deleuze y Guattari, como aquella que permite dejar de lado la identidad raíz,
única y excluyente, para incluir de manera gráfica las raíces que se abren y se contraen con las
inmigraciones y sus resultados. El Ser caribe está pues imbuido de este rasgo histórico,
permitiendo cruzar sus raíces y mezclándose y uniéndose a nuevas capacidades relacionales. En
otras palabras, la fuente temática para pensar el Ser caribe se extiende desde la historia como un
componente, en cuanto a los rasgos comunes de una identidad rizoma, es decir desde
componentes relacionales, por la bifurcación y encuentro de raíces que no se profundizan hacia
una raíz única, como la llama Glissant, sino que se extiende hacia vínculos y nuevos encuentros.
De estas capacidades relacionales surge una fundamental enraizada en la imaginación y sus
capacidades poéticas, por su articulación con lo vivido y lo organizado en el territorio del
archipiélago o de la cuenca, de acuerdo con su entorno, la naturaleza y sus expresiones tanto
históricas como económico-sociales, influyendo ostensiblemente en la creación de fuerzas que
vienen de la mezcla de las razas y la reconfiguración de sus poblaciones.

La visión filosófica de los pensadores mencionados recurre necesariamente a su historia y las


características relacionales del Ser Caribe: el mar, horizonte de amplitudes solares, de vientos y de
huracanes en donde precisamente la densidad de su heterogeneidad funda la capacidad poética
que revitaliza la vida misma y, si se quiere, la necesidad de relaciones con las que cuentan las
culturas de los Pueblos del Mar como los denomina Benítez Rojo o como los llama Carpentier,
los pueblos que habitan en las tierras del Mar Caribe. El uno menciona el agua y el otro las tierras
de los pueblos que se injertan a esa naturaleza tropical acuática, que si bien varía por sus
dimensiones en toda esa enorme cuenca de los trazados sin fin calculados como corredor de
mercancías por la economía de mercado, no variará en los vinculantes de significantes y
expresividades para que las dinámicas socio-cultural caribeña puedan ser pensadas a la luz de sus
vinculantes poéticos.

Poéticas relacionales y los trazos del Caribe

Pensar el Ser Caribe desde vinculantes poéticos, surge antes que nada de repensar el concepto
griego de ser como fijación conceptual y abstracción. La hipótesis propuesta es que el Ser caribe
es no solamente un territorio existencial sino vivencias imaginarias y rasgos comunes que según
Edouard Glissant a través de un pensamiento asociado más la vida que a la lógica, permite
concebir articulaciones el entrelazamiento de este territorio, para pensar desde la cultura un punto

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de encuentro desde las diferencias. La naturaleza y su expresión del imaginario caribe influyen
ostensiblemente en la creación de fuerzas que vienen de la mezcla de las razas y de las
poblaciones reagrupada territorialmente. Es decir que lo heterogéneo fija nuevos derroteros para
mirar los rasgos comunes de la identificación del territorio del Gran Caribe. La llegada de los
españoles, los portugueses, los ingleses, los holandeses y los franceses con la colonización, marca
ostensiblemente los territorios del inicio de América, es decir de la tierra que en las islas, las
Antillas o el mar de los Caribes permitió abrir las abigarradas oleadas de inmigraciones, luchas y
pujanzas económicas de los imperios dominantes. Este vasto territorio en historia debe
delimitarse hasta preguntamos qué es el Caribe, no tan solo en su condición de estrategia
económica, sino a través de elementos de sus tradiciones, costumbres, clima y territorio.

De la gran diversidad de elementos de Occidente que inciden en la creación del texto caribeño
venidas de una historia de sufrimientos y de exclusiones, van surgiendo las conjuraciones de una
estética que tiene que ver con un imaginario productor de conocimiento y de deseo que, impulsa
y conjura, si se quiere el apocalipsis y la violencia, según este autor. Pero si bien a esta amalgama
de conjuros desde un multilenguaje y de los polirritmos, le va haciendo mella la falta de memoria
colectiva, el reconocimiento de dónde se procede y quién se es. Es por esto que la necesidad de
la memoria y de la historia del Ser caribe están presentes en todos los autores que han ido
trabajando una comprensión ontológica. De esta manera pueden surgir entonces a partir del
carácter ahistórico y sin ser entendidas, unas costumbres y un escenario en donde se perpetúan
tradiciones, lenguajes, mitos y leyendas legitimadoras de la ley patriarcal y los aspectos tribales de
la figura machista, pasando a ser parte de la opresión femenina. En leyendas, mitos y tradiciones
se aprende a ocultar esta violencia inherente a una sociedad que carece de impulsos de
valoraciones críticas. Por esto, no se trata tampoco de idealizar los rasgos hostiles de una
existencia iniciada entre las penurias del exterminio de los habitantes nativos, la llegada de las
costumbres dominantes con las colonias y las nuevas poblaciones de los barcos negreros y la serie
de migraciones desde siglo XV hasta nuestros días.
El Caribe en todo caso, con su consciencia solar, no debe perder sus vinculantes poéticos que
siembran la esperanza para conjurar los peligrosos abismos de la indiferencia por la pérdida de la
memoria y la historia que traen inscritos los lamentos del exterminio de las tribus existentes y la
llegada de los barcos negreros, hombres, mujeres y niños desarraigados de sus territorios. En vez
de pensar en separarnos de la Europa colonizadora, la poética de la relación desde Glissant nos
permite rescatar las capacidades y fuerzas ocultas que el Ser caribe en su trasegar inscribe en su
cultura, permutando el pasado a la vida de la memoria entendida y apreciada desde el presente.
Pero si la violencia, la miseria endémica y el machismo propios del área siguen presentes en el
emerger desde la crueldad de la esclavitud hasta la perpetuación de una herencia de la exclusión,
la dominación patriarcal y la indiferencia hay que contrastarlos con los vinculantes poéticos que
vehiculen un viaje a la semilla desde la exploración de una memoria que permita reapropiarse de
sus propios contenidos y vivencias hacia la transformación de lo que condena a las estirpes a la
catástrofe de la destrucción y del dolor. Viaje en el cual reclamamos un cambio de subjetividad,
desde la estética y los espacios propios de estética reconciliada con la ciencia, para que por
ejemplo con el sol se haga energía solar a gran escala o sistemas de riego como fuentes
productivas de engrandecimiento de las regiones. Sensibilizar y conocer la memoria de la
procedencia, para sembrar conocimiento tradicional junto al conocimiento científico. Un
contrapunteo en ritmo cubano que en la costa colombiana se reproduce en géneros orales como
el de la décima. Que esta réplica realce el imaginario poético junto al científico y le dé al Ser
caribe el camino de sus propias vivencias e impulsos. Los pasos para una territorialidad de cara a
sus propias necesidades y a su destino.

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