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Abjuración a la Triología de la vida.

Pier Paolo Pasolini

Yo pienso que, ante todo, no se deba nunca, en ningún caso, temer la


instrumentalización por parte del poder y de su cultura. Hay que comportarse
como si esta eventualidad peligrosa no existiera. Lo que cuenta es ante todo la
sinceridad y la necesidad de lo que se debe decir. No hay que traicionarla en
ningún modo, y mucho menos callando diplomáticamente, por haber tomado
partido.

Pero pienso también que, después, hay que saber darse cuenta de cuanto se
ha sido instrumentalizado, eventualmente, por el poder integrante. Y entonces
si la propia sinceridad o necesidad han sido aprovechadas y manipuladas, yo
pienso se debe tener justamente el coraje de abjurar de ellas.

Yo abjuro de la Trilogía de la vida, aunque no me arrepiento de haberla hecho.


No puedo de hecho negar la sinceridad y la necesidad que me han impulsado a
la representación de los cuerpos y de su símbolo culminante, el sexo.

Tal sinceridad y necesidad tienen diversas justificaciones históricas e


ideológicas.

Ante todo se insertan en aquella lucha por la democratización del derecho a


expresarse y por la liberación sexual, que eran dos momentos fundamentales
de la tensión progresista de los Años Cincuenta y Sesenta.
Pero, a quienes criticaban, disgustados o despreciando, la Trilogía de la vida,
que no les venga a la mente el pensar que mi abjuración conduzca a sus
deberes.

Mi abjuración conduce a otra cosa. Tengo el terror de decirlo y busco, antes de


decirlo, como es mi verdadero deber, elementos retardantes. Que son:

A. El intransgredible dato fáctico de que, aunque quisiera continuar


haciendo obras como las de la Trilogía de la vida, no podría porque ya
odio los cuerpos y los órganos sexuales. Naturalmente hablo de estos
cuerpos, de estos órganos sexuales. Esto es de los cuerpos de los
nuevos jóvenes y muchachos italianos. Pero se objetará: Tu realmente
no representabas en la Trilogía cuerpos y órganos sexuales
contemporáneos, sino aquellos del pasado. Es verdad pero por algún
tiempo me ha sido posible ilusionarme. El presente degenerante era
compensado ya por la objetiva supervivencia del pasado como, en
consecuencia, por la posibilidad de re-evocarlo. Pero hoy la
degeneración de los cuerpos y de los sexos ha tomado un valor
retroactivo. Si aquellos que entonces eran así y han podido convertirse
ahora en así y así, quiere decir que lo eran ya potencialmente por ello
también su modo de ser entonces está, en el presente, devaluado. Los
jóvens y los muchachos del proletariado romano—que son aquellos que
he proyectado en la vieja y resistente Nápoles, y en los países pobres
del tercer mundo—si ahora son inmundicia humana, quiere decir que
también entonces potencialmente lo eran: eran por consiguiente
imbéciles constreñidos a ser adorables, escuálidos criminales
constreñidos a ser simpáticos, viles ineptos constreñidos a ser
santamente inocentes, etc, etc. La agitación del presente implica
también la agitación del pasado. La vida es un montón de insignificantes
e irónicas ruinas.
B. Mis críticos, afligidos o despectivos, mientras todo esto sucedía, tenían
cretinos deberes como decía, de continuar imponiendo eran deberes
tocantes a la lucha por el progreso, a las mejoras, la liberación, la
tolerancia, el colectivismo, etc, etc. No se apercibieron que la
degeneración ha venido propiamente a través de una falsificación de sus
valores. ¡Y ahora tienen el aire de estar satisfechos! Encontrando que la
sociedad italiana ha Indudablemente mejorado, esto es, se ha hecho
más democrática, más tolerante, más moderna, etc. No se percatan de
la ola de delitos que sumerge a Italia: relegan este fenómeno a las
crónicas y no remueven los valores. No se percatan que no hay ninguna
solución de continuidad entre quienes son técnicamente criminales y
quienes no lo son: y que el modelo de insolencia, deshumanidad,
impiedad es idéntico para la absoluta masa de los jóvenes. No se
percatan que Italia esáa justamente en el cubrefuego, que la noche está
desierta y siniestra como en los más negros siglos del pasado pero esto
no lo experimentan, se están en casa (seguramente gratificando de
modernidad la propia conciencia con ayuda de la televisión). No se
percatan que la televisión, es tal vez aún peor que la escuela obligatoria,
han degradado todos los jóvenes y muchachos a ser limitados,
acomplejados, racistas burgueses de segunda serie pero consideran
esto una desagradable coyuntura, que ciertamente se resolverá casi
como si una mutación antropológica fuera reversible. No se percatan
que la liberación sexual más bien que dar felicidad y ligereza a los
jóvenes y a los muchachos, les han convertido en infelices, cerrados, y
por consiguiente estúpidamente presuntuosos y agresivos pero de esto
no quieren ocuparse porque no les interesa nada de los jóvenes y los
muchachos.

En fin, es hora de afrontar el problema ¿a que me conduce la abjuración de la


Trilogía?

Me conduce a la adaptación.

Estoy escribiendo estas páginas el 15 deJunio de 1975, día de elecciones. Se


que aunque "como es muy probable- hubiera una victoria de las izquierdas, otro
será el valor nominal del voto, otro su valor real. El primero demostrará una
unificación de la Italia modernizada en sentido positivo; el segundo demostrará
que Italia—fuera naturalmente de los tradicionales comunistas es en su
conjunto ya un país despolitizado, un cuerpo muerto, cuyos reflejos no son más
que mecánicos. O sea, Italia no está viviendo otra cosa que un proceso de
adaptación a la propia degradación, de la que busca liberarse sólo
nominalmente. Tout va bien: no hay en el país masas de jóvenes criminaloides,
o neuróticos , o con formistas hasta la locura y la más total intolerancia , las
noches son seguras y serenas, maravillosamente mediterráneas, los raptos, los
robos, las ejecuciones capitales, los millones de rapiñas y hurtos atañen a la
página de la crónica de sucesos de los periódicos, etc, etc. Todos se han
adaptado o a través de el no querer preocuparse de nada o a través de la más
inerte desdramatización.
Pero debo admitir que también el haberse despreocupado o el haber
dramatizado no preserva de hecho de la adaptación o de la aceptación. Por
tanto yo me estoy adaptando a la degradación y estoy aceptando lo
inaceptable. Maniobro para reorganizar mi vida. Estoy olvidando cómo eran
antes las cosas. Las queridas caras de ayer comienzan a amarillecerse. Ante
mí —poco a poco sin más alternativa—el presente. Readapto mi compromiso a
una mayor legibilidad (¿Saló?).

Pier Paolo Pasolini:

Poeta, ensayista, novelista, cineasta y hasta teórico del cine, Pier Paolo
Pasolini es, sin lugar a dudas, una de las figuras más controversiales del cine
contemporáneo. Nacido en Bologna, Italia, el 5 de marzo de 1922 y asesinado
en Ostia el 1* de noviembre de 1975, desarrolló a lo largo de su carrera una
obra personal y explosiva, signada por una visión crítica y despiadada de la
sociedad moderna. La Trilogía de la Vida, compuesta por II Decamerone, I
Racconti di Cantebury y Il fiore delle mille e una notte, es una lectura libre
de los clásicos de Boccacio, Chauser y de algunos relatos de la antología
árabe, respectivamente. Con una clara unidad temática, esta trilogía proclama
un canto a la vida, una exaltación de los sentidos, y de la que más tarde el
propio Pasolini renegaría, presagiando desde ese mismo momento su último
film Saló o le giornatte di Sodoma

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