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GOBERNADO
Nuestra vida social, calma o agitada, sumisa o sublevada,
como sea, no deja de moldearse o de modularse en un «reparto de lo
sensible». A través de esta expresión, lo sabemos, Jacques Rancière
académicamente, por lo tanto, artificialmente, separadas. El problema
es que en general lo sensible está muy mal repartido. Por eso, la
división realizada por Rancière en tres «regímenes del arte», sin duda
no ofrece la herramienta suficiente como para ayudarnos a salir de un
esquema teórico que precisamente, había demostrado limitarnos desde
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el doble punto de vista de la noción de época (ya que el “régimen”,
antiguo o nuevo, parecía certificar una periodización consensuada y la
noción de gobernamentalidad (con un “régimen”, no salimos de lo
que nos “rige”, o sea, no salimos del “reino”).
La periodización histórica y la gobernamentalidad estética,
construcciones institucionales que durante mucho tiempo y hasta la
actualidad desempeñaron el rol de contención respecto de cualquier
redistribución no consensual de lo sensible. En primera fila de estas
Renacimiento. Cuando Giorgio Vasari compuso lo que sigue siendo la
primera historia del arte del Occidente moderno, se dedicó primero a
gobernamentalidad estética que dominaban los conceptos de disegno,
idea o imitazione, y según el cual la actividad artística, en el sentido
social que hasta entonces le había sido negado: el arte de la pintura
pasaba así a ser “noble”, “libre” – en el sentido de no ser esclavo, en
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liberadas de la materia y de la mano —, « autónomo » en sus criterios
“artesanal”. “Ideal” para resumir, en el sentido que aclaró bien Erwin
Idea, de la que antiguamente Platón los había excluido.
instituciones que tomaron la posta de las antiguas academias. Rige
llamamos por ejemplo « historia del arte » por un lado, « estética »
aumentaría si no se fantaseara con esos saberes como « de realeza » o
territoriales, mientras que todo lo que concierne a las imágenes y a lo
sensible correspondería más bien a saberes “menores” o nómades
si se quiere utilizar el vocabulario de Gilles Deleuze y Félix Guattari
en Mille Plateaux (Mil bandejas). En resumen, tal vez nos falta aún
demostrara ser capaz de perturbar los recortes y los criterios seculares
de la historia de las artes, así como la arqueología foucaldiana del
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saber, por su parte, pretendió “invertir el criterio” de la canónica
historia de las ideas.
paradigmas de la « descripción arqueológica » bajo cuatro puntos de
vista: apegarse a las prácticas más que a los «pensamientos» o a los
(grietas), rupturas o « umbrales de emergencia» más que buscar la
transición continua que llevaría de una época a otra, o de una obra a
otra; renunciar, justamente, a la « figura soberana de la obra » para
dar preferencia a un « recorte » atento, una vez más, a la materialidad
y a la multiplicidad de las prácticas (esta repetición de la palabra, en
diferencia, la heterogeneidad, a expensas de cualquier búsqueda de
identidad y de todo cierre sobre la unidad de un corpus.
época de La Arqueología del saber, reveló en Foucault una tenacidad
y hasta diría una sabiduría de larga duración. Marcó por lo tanto
profundamente su posición en el campo estético. Cuando obras de
arte visual Las Regentes de Frans Hals, Las Meninas de Velázquez
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o Los Disparates de Goya aparecen en sus trabajos sobre el
conocimiento o la locura, nunca lo hacen en el lugar donde se los
simplemente ilustrar una idea general o un tema unitario. Es más bien
para marcar un momento de corte, de ruptura o de desplazamiento:
ruptura respecto de la historia canónica de las ideas, desplazamiento
respecto de una historia específica de las artes. El último seminario de
desplazamiento, los campos de la estética y de la ética, como ya lo
olvidaron muy a menudo.
Acercamiento explosivo si los hubo, (y aunque se refiriera a
Foucault, de una sabiduría antigua, tal como el cinismo griego). Es
que la esfera estética ya no corresponde, en esta perspectiva, a una
criteriología de lo bello, aún menos al valor prestigioso atribuido por
toda una sociedad a ese tipo de objetos llamados «obras de arte».
Corresponde ahora a algo totalmente distinto: a una ética cuyo estilo
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“coraje de la verdad”. A instancias de la “vida revolucionaria”
formada en el activismo político, la “vida artista”, dice Foucault, se
encontró en la edad moderna, en la posición de “establecer con lo real
una relación que ya no es del orden de la ornamentación, del orden de
violenta a lo elemental de la existencia.”
Con estas palabras, Michel Foucault sólo pretendía poner
en evidencia una ruptura de la que Goya o Manet serían los primeros,
los más evidentes «nombres propios»: una ruptura con el arte hasta
prestigio de la ficción. La vida artista, como la llama a partir de allí,
será asumida antes que nada como experiencia y presencia, por una
parte, violencia y verdad (o violencia de la verdad) por la otra. No
encarnarse en una «vida artista», sino que además la obra de esta vida
sería como instaurar su propio valor de verdad en tanto “forma de
vida” o, como lo expresa Foucault en los mismos textos, «estilo de
vida ».
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Se conoce la última lección de ese «estilo de vida » que
cierra, de manera impactante, el manuscrito del seminario de 1984 :
«Pero aquello sobre lo que querría insistir para terminar es esto : no
hay instauración de la verdad sin una posición esencial de la alteridad;
la verdad nunca es lo mismo; sólo puede haber verdad en la forma del
otro mundo y de la vida distinta”. Última lección, entonces, últimas
palabras de esta vida filosófica: la verdad aparece con el coraje de una
vida distinta, de otro “estilo de vida”, de otra “forma de vida”. ¿No se
expresión la palabra vida nos remite al paradigma de la experiencia,
mientras que otra nos abre hacia algo como una sublevación, una
transgresión o una subversión que esta alteridad incentiva? Foucault
reflexiones que va de la «formadevida» según Giorgio Agamben, a
los “estilos” y a las formas de vida según Marielle Macé.
Vale la pena, sin embargo, mirar aunque fuera brevemente
vida distinta: conjunciones de la ética y el estilo, de la estética y la
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Vorgeschichte en el sentido de Walter Benjamin no requiere la
fuentes, tales como las buscaría una historia continuista de las ideas
según Michel Foucault podría muy bien formar una constelación con
solicitó a Michel Foucault la «Presentación» de las Obras completas
1970? El autor de Las Palabras y las cosas habló en esa oportunidad,
escritores más importantes de su siglo”.
«Un escritor», sin embargo. Foucault no dijo «un filósofo»,
pero no fue su intención debilitar la crucial contribución del marginal
Bataille a la aventura del pensamiento. Esto nos indica ya que en el
organizadas en sistema, como lo adelanta Foucault, Georges Bataille
había «hecho entrar el pensamiento en el juego el juego arriesgado
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mismo que supone cierta vida artista, para emplear el vocabulario
foucaldiano del seminario de 1984. «Debemos a Bataille gran parte
del momento en el que estamos; pero lo que queda por hacer, pensar y
decir, esto también le es debido aún y lo será por mucho tiempo. Su
obra crecerá». Se puede observar, en efecto, que no dejará de crecer,
en el doble sentido de un movimiento de flecha (que perfora todas las
los acantilados, sin ignorar de todas maneras la formidable potencia y
la extensión de inmanencia de la que procede).
Como Michel Foucault debía hacerlo por su cuenta con su
heterogeneidad misma de su propio estilo de vida: entre los archivos
de la Biblioteca nacional y los burdeles del barrio SaintDenis, para
decirlo evidentemente, demasiado rápidamente. Lo importante es que,
desde una práctica del saber erudito con la que se había familiarizado
Bataille buscó y encontró la otra vida del saber y del arte (o del saber
sobre arte). Como Foucault hizo al revelar algunos archivos textuales
de la anormalidad, hizo surgir una cantidad de experiencias anómicas
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y de objetosparias de la historia del arte o de la literatura: por
monedas galas anticlásicas, las representaciones de la Gnosis en los
entre 1929 y 1930, la revista Documents.
Pero este conocimiento experimental o este «alegre saber
Benjamin comprendió muy bien, en la época misma de Documents,
la formidable potencia heurística, estética y política a la vez. Es la
Eisenstein o Carl Einstein, particularmente — haya estado mucho más
cerca del surrealista «disidente » que era Bataille, que del grupo
« oficial» dirigido por André Breton. Benjamin no sólo reconocía en
el surrealismo la posibilidad de comprender algo de una vida distinta
« anormales » o « desclasados », tales como el aduanero Rousseau o
el cartero Cheval, Antoine Caron o Piero di Cosimo, William Blake o
Monsú Desiderio, Gustave Moreau o Eugène Atget —, él reconoce
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también que en ese momento se desencadenaba un movimiento
decisivo, desde el arte mismo, que se abría sobre la hipótesis concreta
de una vida distinta que el arte.
toda evidencia, no era standard: Walter Benjamin la califica como
«iluminación profana», una experiencia que él juzga de «inspiración
Benjamin, de «ganar a la revolución las fuerzas de la embriaguez»:
libertad. Los surrealistas tuvieron esta idea», y ella supone entrar sin
“iluminación profana”» — experiencia amorosa puesta en relato por
André Breton en Nadja, luego radicalizada por Georges Bataille por
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imaginamos fácilmente, en algún volumen posterior de la Historia de
la sexualidad estudiada por Michel Foucault.
La «política poética» de los surrealistas concernía entonces
tanto a una «voluntad de saber», como a un «uso de los placeres» o
una «preocupación por uno mismo». Por eso mismo consistía, dice
interfaz o en el operador de conversión del deseo amoroso y del deseo
espacio sostenido en un cien por ciento por la imagen» — esta última
palabra evidentemente abierta totalmente más allá de sus hipostasis
Rimbaud: «En verdad, se trata mucho menos de transformar al artista
de origen burgués en maestro del “arte proletario”, que, de hacerlo
funcionar, aunque fuera a expensas de su eficacia artística, en lugares
importantes de ese espacio de imágenes. ¿No se podría acaso llegar a
decir que la interrupción de su «carrera artística» representa una parte
esencial de ese funcionamiento?»
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Observación esencial: Ocurre que la vida distinta hace
temblar las cosas en los dos frentes, el de lo político y el del artístico:
en el frente político, hace temblar la noción misma de acción; en el
radical que él vivió durante su viaje a España, en particular cuando el
organizado en Granada por Manuel de Falla y Federico García Lorca.
Ahora bien, el poeta andaluz se había ocupado de definir al duende
del canto profundo, diferente de todo lo que suponen las experiencias
religiosas (dominadas por ángeles) o aún artísticas (dominadas por las
musas). La expresión española forma de ser, atraviesa toda la cultura
mucho más allá de cualquier actividad propiamente artística y perdura
cualquier “hacer forma” instituido. Desde la perspectiva del duende,
el arte supremo es sólo arte de vivir, en tanto incita a un arte de vivir
una vida distinta. Distinta de la «vida normal» o con normas. Distinta
de la misma “vida de artista”.
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¿Los nombres del duende o de la «vida distinta» en
Bataille ? Serán entre otros, el gasto y el erotismo. El gasto supone un
placer paradojal, experimentado en la dinámica de un desclasamiento
que lo lleva a transgredir pero por debajo, es decir a subvertir la
comúnmente socializada. En su última contribución a Documents, en
1930, Bataille prevenía de esta forma a su lector que debería pronto
abandonar todas las «revistas de arte» y toda sociabilidad estilo Saint
GermaindesPrés: «Entramos donde se venden cuadros como en una
confesables», escribió. Inversamente, en su texto sobre «La noción de
comunista anti estalinista Boris Souvarine, Bataille orientó todo hacia
su apuesta política más cruda, que era la “insubordinación” como tal.
La posición anarquizante expresada en un artículo del mismo año, «El
fenomenología de Hegel.
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El erotismo era, desde el inicio es decir desde Historia del
ojo, en 1928 — la forma por excelencia o el «estilo» asumido de esta
planos de la existencia y del pensamiento: ética o práctica, poética y
filosófica, y hasta política. El erotismo concierne a la vida de todos, y
tardío titulado “El erotismo y el cuestionamiento del ser. Concierne a
entre «vida interior» y el «deseo del otro», lo que se cuestiona es la
vida misma o el ser: «El erotismo está en la conciencia del hombre;
lo que pone en él el ser en cuestión, [ya que] en el erotismo, me
hacia adentro y una alteridad hacia afuera, entre una angustia y un
deseo; pero también, en el plano ético, entre los azares de lo prohibido
y los de la transgresión.
«El abrazo amoroso es ambiguo, como lo son las relaciones
tiende a mantenerse en esta ambigüedad, tiende a hacer interminable
un instante suspendido donde nada está dirimido, donde a pesar de la
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lógica, formal, a es lo mismo que no a, aunque a sea siempre distinto
de no a.» Diez años más tarde,y es en el fondo muy poco tiempo
nuestro cuerpo es a o no a, siempre aquí («no puedo desplazarme sin
él») o bien siempre en otro lado («de hecho, siempre está en otra
parte»): a y no a, el cuerpo, erótico ante todo, sería entonces ese
“punto cero del mundo, allí donde los caminos o los espacios se
cruzan”, entre aquí exactamente y ninguna parte exactamente. Lo que
podría acercar más aún los pensamientos de Bataille y de Foucault, ya
que ambos consideraron la vida distinta como real — y hasta lo real
por excelencia —, y no imaginario o utópico.
A pesar de diferencias de estilos y recorridos muy grandes,
Georges Bataille y Michel Foucault llamaron ambos a una vida del
pensamiento, que podría no reprimir o que no desharía la trama de esa
otra vida, escandalosa, transgresora, que le da a la vez su tempo y su
contra motivo. Es como si el “tempo del pensamiento” del que tan
hetero terminan por encontrarse en la misma invención de una vida
“que exorbita” cualquier norma social. Por eso la heterotopía, según
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Foucault, podría aparecer como un desarrollo particular de la
heterología, esbozada en los años 19331937, por Georges Bataille.
El archivo inédito que lleva ese título y que fatalmente Foucault vio
“bailar”, si podemos decirlo así, o también “valsear”, el proceso vital
y subversivo en la visión de Bataille, del desclasamiento.
Georges Bataille, proceden de la misma forma: cada paradigma de
partida está sometido a algo como una dialéctica del desclasamiento.
De esta forma, la noción de Estado se encuentra allí subvertida por la
acción anárquica de «multitudes sublevadas»; la «autoridad» se ve
librada al saqueo del «populacho»; el “Ideal del yo” se difracta en el
alternativamente “trágicas”, “abyectas” y “cómicas”. Finalmente, el
“arte clásico » explota en « tendencias revolucionarias » acompasadas
por los nombres de Grünewald, Goya, Courbet, Manet o Picasso…
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agrietado, con sus « formas altas » desclasadas a « formas bajas » que
son, dice Bataille, los “deshechos”, los “gastos” o las “abyecciones”
fascinante atlas de imágenes, algunos años antes).
En 1963, Michel Foucault escribió un texto notable para el
número especial de la revista Critique, reuniendo textos en homenaje
a Georges Bataille que había muerto algunos meses antes. Ese texto
lleva por título «Prefacio a la transgresión», como si se tratara de
ofrecer al lector un primer vademecum para la vida distinta o la vida
sublevada, tal como Georges Bataille la había descrito a la vez en
comentarios (a partir de Sade y de Nietzsche, particularmente), en
relatos (por ejemplo, L’Abbé C.) y en una teoría (por ejemplo, en El
Erotismo o La Parte maldita, que Foucault cita también). El texto del
comprende por supuesto, que la «transgresión» según Bataille, luego
antecedentes para la ética de «resistencia» o de «heterotropía» que
experimentación del sujeto que no tendría que elegir el afuera ni el
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adentro? Desde esta perspectiva entonces, «Prefacio a la
transgresión» podría muy bien aparecer como un momento atípico y
hasta “asombroso”, tal como dice también Judith Revel, refiriéndose
al pensamiento foucaldiano.
experimenta con el de Bataille — con su ayuda, yendo a su centro
mismo o viniendo más allá — una hipótesis radical sobre el valor
Foucault) y del erotismo (como dice Bataille): ni la una ni el otro
tuvieron el beneficio de algún tipo de «liberación», no. Es otra cosa lo
que ocurre hoy (que formulaba también por su lado Pasolini). Otra
cosa que Bataille, en la línea de Sade, inventó para él sólo y por
contragolpe dejó abierta para todos nosotros: un idioma del gasto y
del erotismo ubicado en el límite del lenguaje consensual que por eso
espuma de lo que apenas puede alcanzar en la arena del silencio.»
Ahora bien, esta «línea de espuma» misma, dibuja según
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compartir en el arte, en el pensamiento, en el erotismo o en la política
«escisión», como lo escribe Foucault, o por un límite que nos pide
transgresión nos enseña entonces que nosotros mismos estamos en el
límite a transgredir, y no que seríamos capaces, por algún heroísmo
de la voluntad y la acción, de sobrepasar todos los limites ubicados
somos «el reino ilimitado del límite», lo que exige para cualquier
experiencia válida sublevarse de ella misma, como «experiencia de lo
imposible» (terminología típica de Bataille, que Foucault retoma aquí
tal cual).
Como se habló de una «línea de espuma», será fácil ahora
imaginar la transgresión, no como el atravesar una línea que se dejaría
definitivamente tras de sí, sino como un perpetuo movimiento de ola:
el eterno retorno de la transgresión. «La transgresión atraviesa y no
deja de volver a atravesar una línea, que detrás de ella se vuelve a
nuevamente hasta el horizonte de lo infranqueable». Es en esto, dirá
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Foucault, donde «el límite y la transgresión se deben uno a otro la
densidad de su ser. […] La transgresión no está entonces en el límite
exterior a lo interior, lo excluido al espacio protegido de la morada.
Ella está más bien vinculada según una relación en espiral, que
simple superación.
La transgresión abre realmente hacia una vida distinta, o
hacia lo otro de nuestra vida habitual. Es un arte de vivir. No parece
«revolucionaria» en el sentido de una dialéctica materialista que nos
explica que se debe «superar suprimiendo». Foucault la relaciona con
la «protesta» según Blanchot, y mucho más con la “afirmación no
filosofía el concepto de grandeza negativa. La transgresión, de esta
forma, subvierte la lógica y sus desarrollos discursivos, basados en la
noción de contradicción. Hace elevar un lenguaje que ya no se reduce
a las “dialécticas” o a los “discursos” constituidos : un “lenguaje no
discursivo”, dirá precisamente Foucault, y cuyo sujeto se encuentra
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desposeído de toda posición de control, ya sea que se trate de
desdialectizado”, que a través de la conmocionante ola telúrica de la
protesta nietzscheana, luego bataillana, consuma el “derrumbe de la
adelanta como en un laberinto, no para encontrar [el “Yo”], sino para
sentir (y por el lenguaje mismo) la pérdida hasta el límite, es decir
hasta esa apertura donde surge su ser, pero ya perdido, totalmente
expandido fuera de sí mismo…”.
En el movimiento de la transgresión – el autor de Historia
teoría o de cualquier “filosofía de la reflexión”, luego de la “filosofía
de las Luces”. Sino de un drama de la mirada hasta el punto extremo
del que Foucault querrá reconocer el paradigma bataillano del ojo en
blanco, ya sea por angustia, por goce o por la misma muerte: “El
globo en blanco, es a la vez el más cerrado y el más abierto : al hacer
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girar su esfera, sigue siendo por lo tanto él mismo y en el mismo
encontrarlo en la misma línea y al revés; y la semi esfera blanca que
aparece un instante, allí donde se abría la pupila, es como el ser del
sentido, en Bataille, «la muerte no es para el ojo la línea siempre
elevada del horizonte, sino en su mismo lugar, en el hueco de todas
sus miradas posibles, el límite que no deja de transgredir».
No son sólo entonces los tabúes de la transgresión lo que
hace estallar la transgresión: es también la misma economía y hasta la
economía de lo político. Foucault admira en Bataille el trayecto que
va de la Historia del ojo a la Suma ateológica, y de esta a La Parte
maldita, ese ensayo de “economía a la medida del universo”. Ahora
bien, en todo esto, es la “dialéctica de la producción” como lo escribe
Foucault, la que se encuentra subvertida de punta a punta por “el
experiencia de una vida distinta cuyo desafío no es sólo fijar nuestra
condición de finitud — aunque fuera en una obra de arte — sino de
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Foucault). ¿No va acaso al fondo, simplemente, de lo que la Historia
de la locura llamaba “un buen uso de la libertad”?
¿No tiene acaso que ver de pronto, con lo que establecería
el vínculo, aunque fuera paradojal, entre el pensamiento de Bataille y
“prefacio” de Foucault a la transgresión y esto por intermedio, muy
evidente, del marqués de Sade? (Observamos por otra parte esa marca
de época: el texto de Jacques Lacan «Kant con Sade» fue escrito el
Entre su formalismo magistral y su Antropología del punto de vista
pragmático — libro traducido por Foucault en 1964 —, la obra de
Bataille desde fines de los años 1920. Volviendo a Kant en 1978,
Foucault querrá reconocer en su obra crítica una “actitud” más que
por naturaleza […] a la pura heteronomia ».
La heteronomia es a la ley (nomos), lo que la heterología es
al discurso (logos). En todos los casos, dice Foucault, la crítica de la
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razón — sea en su versión «Luces» en Kant o en su versión
crítica del poder. En todos los casos, la crítica filosófica intentará
responder a la pregunta: «¿Cómo no ser gobernados?» Gesto en el
que reside sin duda la verdad misma de la transgresión: criticar, poner
en crisis lo que nos fija como mariposas en sus planchas de corcho,
luego ponerse uno mismo en crisis, moverse en la «línea de espuma»
de lo sensible compartido, finalmente salir de sus propios escombros
capaz al mismo tiempo de “dessometernos» y “resubjetivarnos”.
Lo que la heterología es al discurso (logos), la heterotopía
lo será al lugar o al espacio (topos). La noción de heterotopía, de la
que Daniel Defert dio algunos valiosos elementos de genealogía, sería
ciertamente, muy ambivalente: a imagen de un navío, que flotando
mismo que un innoble comercio de esclavos entre África y América
… Su valor de uso «libertario» sin embargo, terminó por reunir los
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sufragios de la mayoría de los lectores de Foucault. Pero lo que
asombra, sobre todo, cuando este evoca su funcionamiento, es que la
espacios que normalmente serían, deberían ser incompatibles». En ese
sentido, la heterotopía foucaldiana sería tal vez la heredera de este
contexto del surrealismo y de esta gran poética política del montaje
de heterogeneidades, que caracteriza el pensamiento y el arte de los
filosófica (ya planteada por Kant), estética (ya puesta en marcha por
Ernst Bloch, enseguida por Cornelius Castoriadis): la de la «reserva
de imaginación».
Finalmente, la coherencia de los procesos iniciados en esta
secuencia conceptual heterología heteronomiaheterotopía no estaría
completa sin fenómenos concomitantes de heterocronías: allí donde
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ser, incompatibles. Toda historia de las imágenes, en el sentido en que
lo entendieron Walter Benjamin con Aby Warburg o Georges Bataille
historia a contrapelo. Pero toda historia de los cuerpos será también,
de tipo heterocrónico: es esto lo que nos enseña, en su conclusión, la
“análisis existencial” de Ludwig Binswanger.
Si es cierto que las «relaciones de poder pasan al interior de
los cuerpos», como lo decía Foucault en una entrevista con Lucette
Finas en 1977, entonces habrá que comprender «cultura de sí mismo»,
elaborada en los años sucesivos mucho más allá de una «técnica del
«diálogo» recuerda Foucault — luego de y según Sócrates «enseña a
la gente a ocuparse de ellos mismos». Lo que supone el contragolpe
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conformismos y, por lo tanto, un verdadero “coraje” que tiene
eleva o se subleva contra un «sentido de la historia» que se creía fatal.
que, « hasta fines de la edad Media, y tal vez más allá todavía, hubo
una historia un discurso y una práctica histórica que era uno de los
grandes rituales discursivos de la soberanía, [y] una contrahistoria
que es la de la servidumbre oscura, la decadencia, la profecía y la
marginal y múltiple, donde se encontrarán El desorden de las familias
en el siglo 18 o el horizonte insurreccional de las administraciones
comentarios filosóficos sobre el «panoptismo» de Jeremy Bentham a
vehementes sobre las sublevaciones de prisioneros en los años 1970.
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Entre el poder que nos aliena por sujeción y la locura que
nos aliena por desubjetivación, corresponde a la subjetivación tomar
otras vías otras “formas de vida” que indican para una vida distinta
heterotopías y heterocronías. Son todos desplazamientos hacia otro, o
hacia el otro, a través de los cuales Michel Foucault aprendería, en
vivo o en carne propia, cómo los poderes y su historia se fracturan
bajo los clamores y los ataques, los poderes de la contra historia.
Foucault — acompañado por Régis Debray, Jean Lacouture, Claude
públicamente contra los tribunales de excepción franquistas: acababan
había dos mujeres embarazadas.
durante el otoño de 1978. En Teherán, asistió a las conmemoraciones
Djaleh donde, el 8 de septiembre, el ejército había disparado sobre la
multitud, produciendo una verdadera masacre: entre dos mil y cuatro
mil muertos. “La fiebre política no olvidaba a los muertos, escribió en
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ese momento Foucault, era el culto al que tenían derecho”. Y por eso,
no dudaba en reconocer el rol central del paradigma religioso en esa
sublevación, como en tantas otras (aunque, dice, “no embellezcamos
las cosas : el clero chiita no es una fuerza revolucionaria”). Pero la
atravesaba los “sueños de los iraníes” ; incitaba a una revolución “con
las manos desnudas”; “se propagaba en las cintas de los cassettes”…
Recordamos que la serie de artículos de Foucault suscitó una cantidad
desplazado especialmente a Qom, el 20 de septiembre de 1978, para
oír de boca del ayatollah Chariat Madari, que murió más tarde bajo
vigilancia, que la espiritualidad chiita, por su naturaleza, jamás debía
intentar extender su monopolio sobre el poder temporal).
En agosto de 1979, el filósofo libanés Farès Sassine tuvo
una entrevista con Michel Foucault sobre todos estos temas. El título
Foucault comenzaba la entrevista dando un motivo inesperado y muy
significativo para nosotros de su viaje a Irán: la lectura del gran libro
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comprendido, gracias a los casos históricos que allí se presentan
sobre Thomas Münzer, teólogo de la revolución, traducida al francés
por Maurice de Gandillac), lo que podía significar una expresión tal
establecía cierta “relación [entre] revolución política y esperanza o
partes, en fin, en todas partes donde es posible […], las oportunidades
de sublevarse en relación con lo real que nos es dado». Modo de ver
en las sublevaciones una «estrategia», no del poder y de la razón, sino
del deseo y de su potencia aunque sólo fuese expresada a través de
las vías tradicionales de una esperanza religiosaque no son menos
“políticas”.
duda en el texto publicado por Michel Foucault en mayo de 1979 bajo
el título «¿Inútil sublevarse?» Texto inmediatamente precedido, con
compañero para Foucault, de muchas luchas — que había intentado,
en la perspectiva de una teología cristiana de la liberación, articular
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religiosa”. Punto de articulación semejante a una «gracia» y que no
verdadero filósofo, escribe entonces Foucault, de lo que se ocupaba
era de la libertad. […] Teólogo abrupto, hacía de la fuerza invencible
de la gracia el momento de la libertad. Así, pensaba que lo que en la
historia escapa a la historia, no es lo universal, lo inmóvil, lo que todo
el mundo, todo el tiempo, puede pensar, decir o querer. Lo que escapa
interrupción. A la gracia corresponde (y tal vez responde), por parte
de los hombres, la sublevación. La revolución se organiza según una
economía interna al tiempo: condiciones, promesas, necesidades; se
aloja entonces en la historia, hace allí su cama y finalmente se acuesta
en ella. La sublevación, por su parte, cortando el tiempo, yergue a los
hombres en la vertical de su tierra y de la humanidad».
Es así como aparecerá la sublevación como la heterocronía
por excelencia: porque entonces la historia suspende su aliento por
Foucault: «Las sublevaciones pertenecen a la historia. Pero en algún
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modo, le escapan. El movimiento por el cual un hombre solo, un
grupo, una minoría en el que un pueblo entero dice: «No obedezco
más», y echa a la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su
vida ese movimiento me parece irreductible. Porque ningún poder es
capaz de hacerlo absolutamente imposible: Varsovia tendrá siempre
su gueto rebelado y sus desagües poblados de insurrectos. Y porque el
hombre que se subleva, finalmente no tiene explicación, hace falta un
desgarro que interrumpa el hilo de la historia, y sus largas cadenas de
razones, para que un hombre pueda “realmente”, preferir el riesgo de
la muerte a la certeza de tener que obedecer».
¿Qué revelan entonces las sublevaciones a través de tales
persuasiones, existe la posibilidad de ese momento en el que la vida
no se intercambia más, en el que los poderes ya nada pueden y donde
frente a los patíbulos y las ametralladoras, los hombres se sublevan».
Llegó entonces el tiempo de la heteronomia por excelencia, y también
de la heterotopía «irrepatriable», es decir irreductible a las estrategias
de la RealPolitik, del nacionalismo, del dogma religioso y hasta de la
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doctrina revolucionaria. Es entonces visible la potencia de la
heteropsiquia, si se puede, y Foucault insiste, más allá del famoso
condición de que otro no se la apropie, ni esté limitada por el egoísmo
del yo.
«Nadie tiene derecho a decir: “Rebélense por mí, va en eso
la liberación final de todos los hombres.” Pero no estoy de acuerdo
con el que diría: “Es inútil sublevarse, siempre será lo mismo.” No se
hace la ley para quien arriesga su vida frente a un poder. ¿Hay o no
motivo para rebelarse? Dejemos abierta la pregunta. Nos sublevamos,
es un hecho; y por allí la subjetividad (no la de los grandes hombres,
sino la de cualquiera) se introduce en la historia y le da su aliento».
anclado en inmemoriales preguntas planteadas a la alteridad. «¿Dónde
titulado «Usted es peligroso». Y respondía: «Está en la seriedad que
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se aporta planteando y replanteando siempre esos problemas, que son
los más viejos del mundo1…»
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