Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
El Filósofo se interesará no sólo por el cambio del tabaco en ceniza, sino por el
cambio de una sustancia en otra, cualesquiera que sean esas sustancias. El
filósofo se interesa por el cambio sustancial mismo. ¿Cómo puede suceder? ¿En
que condiciones? ¿Cómo deben ser las cosas para admiitir ese tipo de cambios?
La gran ventaja de la filosofía primera es que todo lo que dice vale para todo y
para siempre, precisamente porque no se detiene en los pormenores, sino que va
a lo esencial, va a la raíz.
Argumentos filosóficos
Veamos, ahora, para hacernos un idea más precisa de la esencia de la Filosofía,
un ejemplo de argumento propiamente filosófico.
El filósofo discurre, razona sobre todo esto y descubre lo que, en principio se nos
antojaría un contrasentido: el movimiento sólo puede ser real, efectivo, si hay una
causa... ¡que realmente no se mueva, que no cambie!, porque si cambiara nos
remitiría a una serie indefinida de motores moviéndose unos a otros, que no
explicaría nada. Se llega por ese camino a la conclusión de un argumento que
ahora hemos reducido a su mínima expresión, pero que es riguroso; también es,
si se quiere, sorprendente, pero irrefutable: el primer y radical principio del
movimiento debe ser inmóvil; debe mover sin moverse. De otro modo no se
explicaría nada de lo que acontece. De manera análoga se llega a descubrir que el
principio del tiempo no puede ser temporal sino eterno.
El fundamento
El primer tema que aparece en el inicio del filosofar, una vez asombrados ante la
realidad verdadera del mundo que está ahí y la mía que se corresponde con la
verdad, es la cuestión del fundamento, de lo que los griegos llamaban arjé: no
significa exactamente causa, sino principio, lo primero, aquello de donde se
genera la realidad y la sustenta actualmente: no se trata de algo que "fue" y ya no
es, sino de lo que ahora funda la realidad actual, lo que por tanto es lo primero
actual, o por decirlo en términos ya maduros, el acto primero, que constituye la
realidad como verdadera.
La esencia
Y luego la cuestión de la esencia, que Polo propone llamar con palabras actuales,
"meollo, "intríngulis", "busilis" (esto tiene mucho "busilis", es muy de ponderar),
lo más íntimo, lo más profundo, porque está como escondida en el fundar,
fundando, siendo fundamento. (Herácilto decía que al fundamento le gusta
ocultarse).
2) buscar relaciones: cómo una verdad tiene que ver con otra (síntesis)
Quien no sabe descubrir o buscar, interesarse por las relaciones entre las
diferentes esencias no es filósofo. Se requiere una mente sinóptica, capaz de ver
de un golpe de vista el "cosmos" (orden, palabra aristotélica). Esto es lo que
Tomás de Aquino llamaba saber universalísimo. La visión sintética es una de las
aspiraciones de la filosofía primera. Los grandes filósofos coinciden en que sin
visión global la metafísica no es posible (al contrario de lo que ocurre con las
ciencias segundas; el planteamiento científico positivista no permite la visión
sintética). Algunos estiman que es un ideal irrealizable o realizable en
condiciones precarias. También sucede que ciertas formulaciones sintéticas que
se han propuesto son mejorables. Desde luego, es un reto: ¿cómo todo tiene que
ver con todo?
Radicalidad
Como quedó dicho, una característica del pensamiento filosófico, bastante
olvidada, es la radicalidad. Lo que distingue a la Filosofía de otras disciplinas
intelectuales no es tanto que tenga objetos propios y que los demás les sean
ajenos, sino la manera de considerarlos. "Lo decisivo -dice Julián Marían- es el
punto de vista, la perspectiva, y por tanto el método. El filósofo se interesa por la
realidad, se entiende, por toda la realidad".
¿Qué es el mundo, quién soy yo, de dónde vengo, a dónde voy, cuál es mi
principio, mi fin y mi papel en la Historia; en suma, qué sentido tiene mi vida y
todo cuanto existe?
Cabe decir, pues, que se trata de cuestiones que tocan no sólo al modo de vivir,
sino más radicalmente aún, a la vida misma. Se trata, en una palabra, de
cuestiones de vida o muerte. No es exageración, pues filosofías hay - por
ejemplo, la de Jean Paul Sartre - que desembocan en la náusea por la existencia;
otras han propiciado la "justificación" del nazismo, como la de Hegel; otras, los
genocidios de Stalin, como la de Karl Marx; y otras, en fin, el asesinato de
millones de niños aún no nacidos, como propicia la filosofía hoy aún dominante,
compartida más o menos explícitamente por muchos de nuestros
contemporáneos. Es decir, hay filosofías de vida y filosofías de muerte. Hoy
predominan desgraciadamente las "filosofías de muerte". De hecho, se ha podido
escribir: "Desgraciadamente, nuestro siglo es, entre todos, el más fértil en
carnicerías; la consternación que se siente al comprobarlo no encuentra ningún
consuelo en el dato estadístico, ampliamente difundido, de que es el más
sangriento porque es también el más poblado de la historia. Este tipo de consuelo
puede quedarse para los que han tomado el partido del mal...".
Hay filosofías que disuelven casi sin residuo el sentido común; y otras que,
en cambio, se aprovechan de sus certezas, las tamizan con rigurosos
argumentos, y las asumen como plataforma para remontarse al
conocimiento de las verdades relativas a las trascendentales cuestiones ya
mencionadas.
Según la noción clásica, sabiduría es el saber más elevado, porque es el que se
supone que alcanza las explicaciones más profundas y radicales de las cosas,
obteniendo así noticia cierta de los primeros principios del ser, de tal manera que
el "sabio", de algún modo, conoce todo -todas las cosas-, aunque no en sus
detalles singulares, sino en sus principios íntimos y en sus causas últimas, esto es,
con aquellos conceptos más universales, que explican más cosas con menos
elementos.
Cuestiones vitales
En rigor, todos vivimos de cierta filosofía, acertada o no, explícita o implícita,
aunque no sepamos definirla y exponerla de un modo sistemático y claro. La
Filosofía se ocupa, precisamente, de las cuestiones más vitales para el hombre,
que no son abordables desde ninguna ciencia experimental. En síntesis, cabe
decir que incumbe a la Filosofía ocuparse del sentido del cosmos y del sentido de
la vida humana en el cosmos. Con otras palabras, se trata de hallar la razón de ser
de nuestro ser, de aquello que explica nuestra existencia en cuanto a su origen y
su fin (que no es otro que Dios. Dios permanece oculto a todo método de
investigación experimental. La única manera racional de descubrirlo es con el
ejercicio de la razón sobre la experiencia en el mundo).
Razón y Fe
Una de las maneras de acceder a la verdad sobre esos grandes temas, es la fe
teologal. Pero la razón humana tiene también capacidad para conocer el orden
natural creado y alcanzar incluso un conocimiento racional y verdadero de Dios
como primer principio y último fin de cuanto existe. Sin embargo, a partir de la
obra de la creación no se puede saber más de Dios que lo que puede conocerse de
Velázquez en el Museo del Prado: se puede conocer la existencia de Velázquez y
algo de su personalidad artística. Pero nada puede saberse de las demás facetas de
su personalidad, de su conciencia, de sus gustos literarios, de su familia, de las
relaciones con las gentes de su entorno, etcétera. Para esto tendríamos que tener
otras fuentes de conocimiento además de sus lienzos. Para un conocimiento
verdaderamente personal de Velázquez, habríamos de encontrarnos con él cara a
cara y preguntarle y escuchar.
Para conocer a fondo a una persona es preciso que ella nos abra libremente su
alma, su mente, su corazón y nos revele lo que ahí acontece. Lo mismo pasa con
Dios. La razón puede descubrir que existe, a partir de la creación. Pero ¿qué es y
cómo es Dios en su vida íntima? Esto sólo podemos conocerlo si Dios nos abre
libremente su intimidad y nos revela lo que hay en Él. Y esto sólo puede suceder
por voluntad suya (si quiere, con absoluta libertad) y de un modo sobrenatural.
Esto es lo que ha hecho Dios a lo largo de la Historia Sagrada, por medio de los
patriarcas y profetas del Antiguo Testamento y, finalmente por medio de
Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre.
Pero hay cosas sobre Dios que podemos conocerlas sin necesidad de la divina
revelación: que Dios es nuestro primer principio y nuestro último fin, el gran por
qué de nuestra existencia, el fundamento y el sentido de nuestro vivir.
De otra parte, la fe nos confirma muchas verdades de orden natural y nos aporta
muchas otras de orden sobrenatural (el misterio de la Trinidad, de la
Encarnación, de la Redención, etc.). Sabemos mucho más de Dios por revelación
sobrenatural que por sabiduría racional.
Por otra parte, la fe, en la medida de lo posible, debe ser doctrinal, es decir, bien
fundada en sus principios sobrenaturales (los artículos de la fe) y en sus
principios racionales (los del conocimiento intelectual).
La Filosofía puede ser como un idioma común con el que, aún contando con la
diversidad de opiniones entre los mismos filósofos, cabe el diálogo, la
conversación comunicadora de conocimientos. Toda ciencia es un vehículo de
comunicación de verdades, una base sobre la que se puede hablar y entenderse.
Pues bien, la Filosofía puede ser la base sobre la que conversar acerca de los
grandes temas: el mundo, el hombre, Dios.