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El acoso infantil ha existido siempre, parece que forma parte del desarrollo
humano y no es difícil encontrar un adulto que de pequeño haya sido intimidado por
sus compañeros. La Asociación Nacional de Educación de Estados Unidos, deduce
que diariamente 160 mil niños faltan a la escuela porque tienen miedo de ser
acosados. Por ello, son cientos las escuelas que han implantado programas de
prevención del acoso infantil.
1. ¿QUÉ ES EL BULLYING?
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¾ Perspectiva histórica
Los estudios Noruegos sobre el problema de los malos tratos entre escolares,
en la década de los 80 estuvieron marcados por el suicidio de dos adolescentes,
debido a los ataques insistentes por parte de sus compañeros. Esto despertó el interés
social y mediático sobre el fenómeno y la reacción del gobierno noruego, que puso en
marcha desde el Ministerio de Educación, una campaña de ámbito nacional para
combatir los episodios de maltrato y abusos entre compañeros.
• En la tercera etapa, en los años 90, existe una expansión internacional de los
trabajos sobre violencia, intimidación, malos tratos, abusos y agresión psicológica en
ámbitos institucionales, especialmente en el ámbito escolar.
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donde cada día un número de chicos y chicas se reúnen con sus compañeros y
profesores y comienzan una jornada de trabajo común.
¾ Teorías de la agresividad:
Las activas son aquellas que ponen el origen de la agresión en los impulsos
internos, lo cual vendría a significar que la agresividad es innata, que se nace o no con
ella.
Las reactivas ponen el origen de la agresión en el medio ambiente que rodea al
individuo. Dentro de éstas podemos hablar de las teorías del impulso que dicen que la
frustración facilita la agresión, pero no es una condición necesaria para ella, y la teoría
del aprendizaje social que afirma que las conductas agresivas pueden aprenderse por
imitación u observación de la conducta de modelos agresivos.
Los iguales tienen entidad como grupo, sean ellos más o menos conscientes
de que así sucede. Además de la tendencia evolutiva a cohesionarse como grupo de
iguales, el alumnado recibe, desde fuera, un tipo de retroalimentación que fortalece su
identidad social de grupo. Nuestro sistema educativo está estructurado de tal forma
que los alumnos/as son considerados por los adultos que tienen responsabilidad
respecto a ellos/as como unidad de tratamiento y participación. Se dirigen a ellos de
forma colectiva, dan lecciones generales para todos/as, proponen tareas, evalúan y se
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refieren al grupo como unidad con la que se relacionan, a la que demandan atención,
silencio, aprendizaje, obediencia, corrección, etc.
o Víctimas:
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• Escolares bien integrados en el sistema educativo, especialmente en las
relaciones con los adultos; atienden al profesor/a, son muy sensibles a las
recompensas en cuanto a sus tareas académicas y provocan envidia y celos
entre los otros.
• Con frecuencia, aquellos que han tenido una experiencia relativamente larga de
ser victimizados, se convierten a su vez en agresores. Dándose así lugar a una
especie de espiral de violencia, que resulta ser uno de los focos del clima
disruptivo del centro. Por eso es tan importante prevenir y controlar la violencia
entre iguales.
o Agresores:
• Personalidad problemática.
• Alumnos que son objeto de una disciplina dura en el ámbito doméstico, que
incluye el castigo físico o la permanente humillación y desprecio por parte de
sus familiares, trasladan esa forma de trato, de las que ellos/as son objeto, a
los que son sus compañeros/as; simplemente, el respeto no forma parte de su
moral cotidiana y así lo reproducen con sus iguales.
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o Espectadores:
Por otro lado, la figura de los espectadores es muy importante en este juego
cruel de la violencia. Ellos pueden apoyar a los agresores y provocar que la situación
sea peor, o ser incluso ellos los que han impulsado a otro compañero a realizar la
acción, pero también pueden hacer todo lo contrario que es defender a la víctima de
manera directa, es decir interviniendo ellos, o indirecta, haciendo que otros, por
ejemplo profesores, lo hagan. Con este tipo de respuestas los espectadores, que al
mismo tiempo son la mayoría de los alumnos, dejan claro que el agresor no tiene
derecho a hacer lo que está haciendo y que la víctima no está sola ante lo que está
sucediendo.
Fundamentalmente, son tres clases de público que asumen esta ley del
silencio:
• Los padres, a los que «la ley del silencio» por el miedo a las represalias
que tienen sus hijos, convierten en ausentes hasta que el problema
estalla.
• Los profesores, a los que también les cuesta detectar este tipo de
agresiones debido a que no se producen en el aula, sino en los
cambios, de clase, en el patio durante el recreo o en las inmediaciones
del centro.
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4. BIBLIOGRAFÍA