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SEMANA 2.

PANORAMA PERUANO DESDE LA SEGUNDA MITAD DEL


SIGLO XX

Logro de aprendizaje: reconoce las principales características políticas,


sociales y económicas que presentó el país en la segunda mitad del siglo XX
hasta los inicios del siglo XXI.

Conceptual. Panorama peruano desde la segunda mitad del siglo XX:


militarismo, violencia política, autoritarismo, crisis de la oligarquía y gamonalismo
en el siglo XX, cambios sociales, construcción de la democracia y la ciudadanía,
desarrollo económico.

Procedimental. Diferencia las diversas características que presenta cada


coyuntura desarrollada en nuestro país desde la segunda mitad del siglo XX
hasta los inicios del siglo XXI.

Actitudinal. Asume una posición crítica y elabora un balance sobre el grado de


desarrollo que tuvo nuestro país desde la segunda mitad del siglo XX.

INTRODUCCIÓN

Las haciendas de la sierra poseían grandes extensiones de tierra, eran


poco productivas y no tenían un buen manejo de los procesos de producción. La
mano de obra era barata y eso permitía que sobreviviera. El campesino era
considerado como un objetos, un ser sin inteligencia. Trabajaba las tierras del
hacendado, trasladaba sus productos para comercializarlos, era su sirviente y a
cambio recibía algo de dinero, tierras y se auto mantenía. Con el tiempo se les
fue dando tierras en forma permanente y se fueron convirtiendo en ricos que
contrataban a otros campesinos más pobres. Los campesinos tenían sus propias
autoridades como el mandón (jefe). Las haciendas del sur crecen por el auge
guanero y luego por la exportación de la lana. Aparece el gamonalismo en el
siglo XIX fruto de la fragmentación política y social del Perú. Este ejercía poder
en su localidad, dominaba la mano de obra y manejaba la vida pública de la
localidad.

El estado tenía estructuras débiles, no atendía a todo el país. El


gamonalismo ejerce ese poder. Se produce un pacto entre gamonalismo y
oligarquía. Los gamonales serán los que ocupan cargos públicos como
diputados o senadores, los que ponen a dedo a las personas en sus localidades
y las que reciben ayuda del estado cuando hay alguna rebelión o queja. Los
gamonales fueron blancos, mestizos e indios, fueron considerados señores (alta
sociedad). Dominaban el quechua o aimara, y participaban de las fiestas con los
campesinos. Sean ricos o no participaban con el pueblo. Todos estos veían al
indígena como instrumento de dominación, donde la violencia es el pan de cada
día con la finalidad de hacer algo rentables sus haciendas y producción.
Los gamonales hicieron alianzas con otros gamonales y con familias de la
élite limeña para lograr el control local. Hubo pequeños conflictos y batallas
locales por lograr el poder.

Si acá dominaba los gamonales y otros portes la oligarquía tampoco podía


dominar el país. En la selva empresas privadas trataron como esclavos al
indígena. La época del caucho trajo beneficios económicos pero también redujo
notoriamente la población indígena por la explotación y violencia y epidemias. La
mano de obra era tomada a la fuerza, los indios eran capturados y los tenían
como esclavos. Todo esto se dio en resumen por la falta de un estado. El estado
estaba en la cobranza de impuestos y en las aduanas pero no en la injusticia del
pueblo.

Se siembra una sociedad oligárquica con violencia y autoritarismo. Una


sociedad con cambiantes condiciones económicas y sociales que luego tendrá
su consecuencia. (BOZA)

CAPITULO I: Panorama peruano desde la segunda mitad del


siglo XX
Hasta principios del siglo XX, más del 80% de la población estaba en el
campo. Allí los indios seguían viviendo en un mundo arcaico y tradicional, y
sometidos a la autoridad o al abuso de los hacendados y prefectos del lugar.
Solo los indios que pudieron bajar a la costa a trabajar en una hacienda
azucarera o algodonera pudieron tener contacto con la modernidad al integrarse
al llamado “proletariado rural”. Si se quedaban en la sierra, podían vivir en una
hacienda, en condiciones de trabajo servil, o al interior de sus comunidades.

La hacienda, en efecto, era el eje de la vida social y económica. No contamos


con cifras precisas pero es probable que hacia 1900 existieran casi 4 mil
haciendas en el país con una población de medio millón de habitantes, en su
mayoría indios analfabetos. Las cifras sobre el número de comunidades
campesinas también son aproximadas: se calcularon casi 2 mil hacia 1920. Un
detractor de estas comunidades fue Francisco Tudela y Varela, quien en su
obra Socialismo peruano las condenaba por improductivas, debido a que allí se
difundía el alcoholismo, la ociosidad y el fanatismo. Señalaba, además, que en
ellas estaba concentrada gran parte de la población indígena y que constituían
un germen de retraso en el país. A la postura de Tudela se contrapuso la de
Manuel Vicente Villarán, quien sostuvo que la comunidad era la única protección
del indio frente al blanco, la única manera de tener su propia organización,
prescindiendo de su integración como trabajador en la hacienda del
terrateniente.
Los hacendados o gamonales buscaron expandir sus propiedades con la
finalidad de incorporar tierras, rebaños y hombres, siempre a costa de las
comunidades. Una familia común de campesinos trabajaba en su comunidad, en
las tierras de sus hacendados, tenía un pequeño rebaño y, por último, tejía. De
preferencia eran las mujeres las que cumplían la tarea de hilado y tejido.
Podríamos decir que la vida de los campesinos en la sierra casi no había variado
desde la época virreinal; solo sabemos que los campesinos habitantes del Valle
del Mantaro gozaron de cierta independencia económica, y de una muy tenue
“occidentalización”, gracias al comercio lanero.

Gamonal y gamonalismo han formado parte del habla cotidiana en el Perú. El


primero alude a un individuo y el segundo a un sistema. El sistema se basó en
una explotación con rasgos feudales de los campesinos ubicados dentro o fuera
de las haciendas, especialmente en las ubicadas en los departamentos de la
sierra sur. El panorama de estas haciendas se caracterizaba por la pobreza y la
casi total exclusión cultural de sus peones agrícolas. En este sentido la hacienda
andina se caracterizó por su escasa productividad, baja rentabilidad y derroche
de fuerza de trabajo. La explotación del gamonal sobre sus peones era una
mezcla de autoritarismo (relaciones de subordinación y servidumbre) con
paternalismo. Incluso los propios gamonales -en su mayoría mistis o mestizos-
podían hablar quechua y compartir muchas de las costumbres ancestrales
andinas.

De este modo, los gamonales terminaron ostentado un apreciable poder local


(muchos llegaron a ser senadores o diputados, alcaldes o prefectos) y dirigieron
fuerzas “paramilitares” para imponer su dominio sobre los campesinos y aún
enfrentar las amenazas del Estado central. Asimismo trataron de legitimarse
siendo exageradamente católicos y piadosos con la Iglesia y sus representantes
(el párroco local). Durante muchos años desafiaron el centralismo y en ocasiones
apoyaron el federalismo. En todo caso se trató de un fenómeno exclusivamente
republicano y criollo gestado a lo largo del siglo XIX.

Según Alberto Flores Galindo, los mistis ejercían su poder en dos espacios
complementarios: dentro de la hacienda, sustentados en las relaciones de
dependencia personal, en una suerte de reciprocidad asimétrica; fuera de ella,
en un territorio variable que en ocasiones podía comprender, como los Trelles
en Abancay, la capital de un departamento, a partir de la tolerancia del poder
central. El Estado requería de los gamonales para poder controlar a esas masas
indígenas excluidas del voto y de los rituales de la democracia liberal, que
además tenían costumbres y utilizaban una lengua que las diferenciaban
demasiado de los hábitos urbanos… El racismo era un componente
indispensable en la mentalidad de cualquier gamonal: existían razas, unas eran
superiores a otras, de allí que el colono de una hacienda debiera mirar desde
abajo al misti, tratarlo con veneración, hablarle como si estuviera siempre
suplicando, mientras que el gamonal debía mantener un tono estentóreo y de
mando en la voz. Hombres de a pie y hombres de a caballo; hombres descalzos
y hombres con altas botas. Algunos gamonales se encariñaban con esos hijos
desvalidos que eran los indios, se emborrachaban con ellos, participaban en sus
fiestas; otros, por el contrario, estaban dispuestos a cualquier violencia: abusos
sexuales, marcas con hierros candentes por ejemplo. Pero la combinación de
racismo con paternalismo hacía que las relaciones entre mistis e indios fueran
siempre ambivalentes. Se podía pasar fácilmente de una situación a otra
teniendo la garantía de la impunidad. Estos rasgos del mundo rural no quedaban
confinados a las haciendas; a través de la servidumbre urbana llegaban a las
casas de las ciudades.

Imagen tomada de http://blog.pucp.edu.pe/blog/juanluisorrego/2008/10/05/la-


republica-aristocratica-campesinado-y-gamonalismo/

El sueño del pongo, de José María Arguedas: significaciones


lúcidas de la gran aventura de los ‘60.

Un intelectual peruano de los 60, José María Arguedas (1911-1969) se


aboca a pensar la realidad latinoamericana, permitiendo que en el cuento
quechua “El sueño del pongo”, representa el mundo indígena, representado en
el “pongo” y el mestizo y el mundo de los blancos, representado en el patrón y
los colonos. Las tentativas teóricas de abordar un tema tan descomunal como la
convivencia de estas dos tradiciones y visiones de mundo antagónicas han
oscilado entre los conceptos de aculturación, mestizaje cultural, transculturación
y superposición de culturas que convivían a mediados del siglo XX.

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