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Jerusalén, agosto del año 70 · Las legiones de Tito asaltan el Templo,

mueren sus 6.000 últimos defensores y la ciudad es arrasada y vaciada


de población.

Los judíos eran los súbditos más incómodos de todo el Imperio Romano.
“Incluso cuando estaban en paz con nosotros, la práctica de sus ritos
sagrados estaba en contra de la gloria de nuestro Imperio y de nuestras
costumbres”, decía de ellos un ciudadano romano ejemplar como fue Cicerón.
Palestina estaba dentro de la órbita grecolatina desde que Alejandro Magno
conquistara Asia en el siglo IV antes de Cristo; allí se hablaba o sobre todo
se escribía –contratos, testamentos, documentos oficiales- en griego, que era
la lingua franca del Imperio, y muchos judíos se vestían, vivían y llevaban
nombres como los griegos o los romanos. Sin embargo, la amplia y sólida
reserva de fundamentalismo religioso, costumbres tradicionales y
exclusivismo nacional resultaba indestructible. De hecho, ha llegado hasta
nuestros días.

En la época del Segundo Triunvirato Marco Antonio colocó en el trono de


Jerusalén a un noble local helenizado, Herodes el Grande. No era judío, sino
idumeo –uno de los pueblos vecinos de los israelitas- y los judíos lo
consideraban por eso un tirano extranjero, una marioneta de los romanos.
Para ganarse a su pueblo Herodes emprendió grandes obras, desarrolló la
economía, asistió a la gente en épocas de hambruna y, especialmente,
reconstruyó el Templo de Salomón con una grandiosidad que superaba todo
lo que habían imaginado nunca los hebreos. Los sabios de Israel decían que
quien no lo hubiera visto “no conocía la elegancia en su vida”, pero ni así logró
Herodes ser popular entre los judíos. Curiosamente, este gran rey también
sería vituperado por los cristianos, pues según el Evangelio de Mateo fue
quien quiso matar al Niño Jesús y ordenó la degollación de los Santos
Inocentes.

La rebelión.
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En el año 66 de nuestra era, durante el imperio de Nerón, cuando los romanos


llevaban poco más de un siglo en Palestina, se produjo la rebelión de los
judíos. Según la fuente más directa que existe del conflicto, el historiador local
Flavio Josefo, fue provocada por los excesos de un gobernador romano
corrupto y rapaz. Roma había retomado el gobierno directo de Judea, aunque
en otras partes de la región reinaban los descendientes de Herodes.
Precisamente sus bisnietos, Herodes Agripa II y Berenice, acudieron a
Jerusalén intentado mediar en el conflicto, pero la agitación se había
desbocado, los insurgentes quemaron el palacio de los Herodes y Berenice
estuvo a punto de perder la vida.

Los hermanos abandonaron Jerusalén para ponerse a las órdenes de Roma,


la pequeña guarnición romana, una cohorte de 600 auxiliares, se encerró en
la fortaleza de David, en la ciudadela, y la histórica ciudad quedó sumida en
el caos, pues las distintas facciones se enfrentaron entre sí con gran saña.
Los principales partidos eran el moderado, dirigido por el antiguo sumo
sacerdote, Anás, y el extremista de los zelotes, fundamentalistas religiosos
con una rama que podríamos llamar terrorista, los sicarios. Al río revuelto se
sumaban elementos criminales que iban a robar y violar.

Un caudillo zelote, Juan de Giscala, se apoyó en bandas de idumeos que


saquearon Jerusalén, asaltaron el Templo e hicieron una matanza, incluido el
jefe del partido moderado. “La muerte de Anás fue el principio de la
destrucción de la ciudad”, sostiene Josefo. Juan de Giscala sería desplazado
por Simón bar Giora, un sicario de origen edomita que enseguida se rebeló
tan tiránico y peligroso como el anterior, pues “era para el pueblo un terror
mayor que los propios romanos”.

Para Nerón la rebelión de los judíos era como un grano molesto pero al que
no podía dedicar atención en un momento que consideraba el más importante
de su vida. El emperador se había ido a Grecia a cumplir su gran ilusión,
participar en los Juegos Olímpicos, en los certámenes de poesía y en las
carreras de carros, que por supuesto ganó. Llamó a un veterano general,
Vespasiano, al que apodaban el Mulero, ya viejo y obscuro, aunque con fama
de eficaz, y le confió cuatro legiones para que restableciese la autoridad de
Roma.

Había además un hecho concreto que vengar: los 600 soldados de la


guarnición romana habían pactado con los insurgentes un salvoconducto
para abandonar Jerusalén, pero cuando salieron de la fortaleza de David y
estaban inermes fueron asesinados por los zelotes.

Vespasiano, que llevó como lugarteniente a su hijo Tito, comenzó una


sistemática reconquista de Palestina. En Galilea se enfrentó a fuerzas que
mandaba el autor que hemos citado, Flavio Josefo. Las derrotó sin
miramientos y los supervivientes decidieron suicidarse antes de caer
prisioneros. Según el propio Josefo, se fueron matando entre ellos y echaron
a suertes quien quedaría vivo tras matar al penúltimo, y le tocó a él. Josefo
fue capturado por Vespasiano, pero como era hombre cultivado y de
recursos, engatusó al general con un augurio estupendo: le dijo que él y su
hijo serían emperadores. A partir de ese momento se convirtió en un
prisionero de lujo.

En Jerusalén mientras tanto había tres facciones de rebeldes enzarzadas en


una guerra civil, y hasta que Vespasiano no tomó la cercana Jericó, no
dejaron luchar entre sí y se pusieron a fortificar la ciudad. A principios del año
70 la V Legión Macedónica, la X Fretensis, la XII Fulminata y la
XV Apollinaris, surgieron de la depresión del desierto de Judea, por el este
de Jerusalén, y acamparon en el monte Scopus. Eran 20.000 fogueados
legionarios más una numerosa fuerza auxiliar del doble de hombres, un
ejército formidable que estaba a la vista, separado de la ciudad solamente
por la profunda hondonada del valle de Josafat, donde tendrá lugar el Juicio
Final.

Pero cuando Vespasiano iba a iniciar el asedio llegaron ominosas noticias de


Roma: tres generales se disputaban la sucesión de Nerón, depuesto y muerto
algún tiempo atrás, el trono estaba vacante... Y los legionarios de
Vespasiano, que venían eufóricos de victoria, proclamaron que nadie como
su general merecía la corona dorada de laurel y lo nombraron emperador. ¡La
profecía de Flavio Josefo se estaba cumpliendo!

El asalto.

Vespasiano se marchó hacia Roma, en busca de su glorioso destino.


Berenice, la bisnieta de Herodes el Grande, ofreció sus riquísimas joyas para
financiar la toma del poder por Vespasiano. Su hijo Tito se quedó al cargo de
la conquista de Jerusalén, que no iba a resultar fácil, pues la capital judía era
todo un complejo defensivo. A la muralla exterior que ceñía a toda la ciudad
se añadían las murallas interiores, que hacían de cada barrio un espacio
estanco. Además, flotando por encima de la ciudad, sobre el monte Moira, se
encontraba la mole fortificada del Templo, y junto a ella un castillo al que
Herodes el Grande había llamado Torre Antonia en honor de su amigo Marco
Antonio.
Tito inició en febrero el asalto de Jerusalén por el norte, la única parte donde
el terreno aledaño es llano, y en mayo ya se había apoderado de la mitad
septentrional de la ciudad. Dedicó entonces sus esfuerzos a la Torre Antonia,
y cuando la tomó, a finales de julio, la demolió para utilizarla como base de la
gran rampa por la que subirían sus máquinas de asalto hasta las elevadas
murallas del Templo. El asalto final del Templo se prolongó hasta el 28 de
agosto, cuando los legionarios llegaron al Templo mismo, defendido a muerte
por 6.000 zelotes.

El Templo ardió y muchos de sus defensores se arrojaron a las llamas para


no sobrevivir a aquella gran catástrofe, según el historiador griego Dion
Casio. Tras su caída, no hubo ya prácticamente resistencia en la ciudad.
Josefo dice que murieron un millón de personas, pero es una grosera
exageración. El cabecilla de los zelotes, Bar Giora, no murió, sino que fue
hecho prisionero, y muchos otros fueron convertidos en esclavos o
simplemente emprendieron la diáspora, porque lo que sí es cierto es que
Tito ordenó arrasar la ciudad, que no quedase piedra sobre piedra, para
vengar el asesinato de los 600 romanos de la guarnición.

Zelote
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Para el movimiento antiaristocrático surgido en la Tesalónica medieval, véase zelotes de
Tesalónica.
Detalle del mosaico de la cúpula del Baptisterio Neoniano en Rávena, Italia, que muestra al apóstol
"Judas Zelote", actualmente llamado Judas Tadeo

Masada, bastión donde los zelotes resistieron a las legiones romanas

Los zelotes o zelotas fueron un movimiento político-nacionalista en el siglo I fundado


por Judas el Galileo en el siglo I d.C. Fueron la facción más violenta del judaísmo de su época,
cuando se enfrentaron frecuentemente a otras facciones como los fariseos o saduceos, a
quienes acusaban de tener «celo por el dinero».[cita requerida] El vocablo zelota ha pasado a ser
sinónimo en varios idiomas de intransigencia o radicalismo militante.
Algunos historiadores los consideran como uno de los primeros grupos guerrilleros de la
historia puesto que utilizaban el homicidio de civiles que a su entender colaboraban con el
gobierno romano, para disuadir a otros de hacer lo mismo. Dentro del movimiento zelota, una
facción radicalizada conocida como los sicarios, se distinguió por su particular virulencia
y sectarismo.
Su objetivo era una Judea independiente del Imperio romano mediante la lucha armada tal y
como sucedió en la primera guerra judeo-romana del 66-73 durante la cual
controlaron Jerusalén hasta que la ciudad fue tomada por los romanos, que destruyeron
el Templo, y tres años más tarde ocuparon la fortaleza de Masada, el último refugio zelote,
tras el suicidio de sus defensores.
Índice

 1Etimología
 2Jesús y los zelotes
 3Los zelotes en los evangelios
 4Referencias
 5Enlaces externos

Etimología[editar]
El término "zelota", en hebreo kanai (‫קנאי‬, frecuentemente usado en su forma plural,
‫ קנאים‬kana'im), significa alguien que cela por Yahvé. El término deriva del griego ζηλωτής
(zelotes), "emulador, celoso, admirador o seguidor".1234

Jesús y los zelotes[editar]


Robert Eisler ha creído descubrir un vínculo entre el cristianismo naciente y los zelotes,
nacionalistas fanáticos. Este autor ve un mensaje en el cristiano inicial que se correspondería
al de un mesianismo político tendente a instaurar el reinado de Jesús, en caso necesario, en
un Israel libre de romanos e idólatras. Este mismo punto de vista es sostenido por Brandon.5
Lo único que sabemos con mayor seguridad es que el mundo en el que vivía Jesús estaba
fuertemente imbuido de espíritu zelote,6 pero según Cullmann el mismo Jesús debió
constantemente tomar posición en contra de esa avanzada del nacionalismo judío frente a los
romanos, desautorizándolo.7

Los zelotes en los evangelios[editar]


Judas el Galileo es mencionado como uno de sus líderes más relevantes y recordado por sus
acciones en la época del primer censo en Judea, tal como figura en los Hechos de los
Apóstoles.8 En el Nuevo Testamento es conocido el capítulo en la que la libertad de Barrabás,
quien podría ser un líder zelote preso, es preferida por una muchedumbre a la de Jesús de
Nazaret, atestiguando la popularidad de dicho movimiento en su época.
Uno de los discípulos de Jesús, escogido por él como apóstol, provenía posiblemente de este
movimiento, pues es designado inequívocamente como Juan Simón el Zeloteen el Evangelio
de San Lucas.9 Esta traducción que hace Lucas, ζηλωτην zelotei, contrasta con la trascripción
griega καναναιον, kananaion, de Marcos y καναναιος kananaios, de Mateo, que obviamente se
refieren al hebreo qanaim o al arameo kanán. Se ha especulado en cambio sin ninguna
prueba, con que Judas Iscariote era "Judas el sicario". Sin embargo, en el Testamento en
Galilea de Nuestro Señor Jesucristo, evangelio apócrifo etíope, se menciona a Judas como
zelota (capítulo II, versículo 12) y se le reconoce como hijo de Simón el cananeo o el Canaíta.
El nombre de Iscariote sería nada más un apelativo derivado de ish-kraioth (hombre de la sica,
el temible puñal curvo de los sicarios).

Referencias[editar]
1. ↑ Zealot, Online Etymology Dictionary
2. ↑ Zelotes, Henry George Liddell, Robert Scott, "A Greek-English Lexicon", at Perseus
3. ↑ Números
4. ↑ 1Reyes 19:10
5. ↑ Brandon, S.G.F. The Fall of Jerusalem and the Christian Church. Londres, 1957.
6. ↑ Simon, M (1962). Las sectas judías en el tiempo de Jesús, del original de 1960 Les sectes
juives au temps de Jésus, Presses Universitaires de France. en Buenos Aires, Eudeba,
traducción Ricardo Anaya.

Sitio de Jerusalén (70)


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Sitio de Jerusalén

Primera guerra judeo-romana

El saqueo de Jerusalén, del muro interior del Arco de Tito,Roma.

Fecha Marzo-septiembre de 70

Lugar Jerusalén, Judea

Coordenadas
31°46′41″N 35°14′09″ECoordenadas:
31°46′41″N 35°14′09″E (mapa)

Casus belli Rechazo judío a guardar culto a la figura del


emperador y a las divinidades romanas
Resultado El asedio tuvo éxito y el Templo de
Jerusalén fue destruido

Cambios Jerusalén y Judea pierden su autonomía y


territoriales caen bajo dominio romano

Beligerantes
Imperio romano Judíos de Judea
· Saduceos
· Zelotes
· Idumeos

Comandantes
Tito Flavio Sabino Vespasiano Simon Bar Giora (P.D.G.)1
Juan de Giscala (P.D.G.)
Eleazar ben Simón†

Fuerzas en combate
4 legiones:2 Total: 23.000-27.00045
· Legio V Macedonica · 10.000 saduceos
· Legio XII Fulminata · 8.400 zelotes
· Legio XV Apollinaris · 5.000 idumeos
· Legio X Fretensis
Total: 61.000-73.0003
16.000-18.000 legionarios
5.000 de vexillationes de Siria y
Egipto
25.000-30.000 auxiliares
15.000-20.000 de reyes aliados

Bajas
Desconocidas, 6.000 desertores 600.000 civiles muertos,
ejecutados5 esclavizados o exiliados5

[editar datos en Wikidata]

El sitio de Jerusalén del año 70 d. C. fue un acontecimiento decisivo en la primera guerra


judeo-romana. Fue seguido por la caída de Masada en el año 73. El ejército romano, dirigido
por el futuro emperador Tito, con Tiberio Julio Alejandrocomo su segundo al mando, sitió y
conquistó la ciudad de Jerusalén, que había estado ocupada por sus defensores judíos en el
año 66 d. C. La ciudad y su famoso templo fueron destruidos el mismo año de su conquista.
La destrucción del Templo de Jerusalén todavía es lamentada anualmente durante la
festividad judía Tisha b'Av y en el Arco de Tito(todavía en pie en Roma), donde se representa
y celebra el saqueo de Jerusalén y el Templo.
La destrucción del Templo fue un acontecimiento importante para la historia y la tradición
judía, conmemorado anualmente por los judíos durante el ayuno de Tisha b'Av. Es igualmente
importante para la teología cristiana. Este evento ha sido relatado en detalle por el dirigente
judío que había entrado al servicio de los romanos y, luego, se convirtió en historiador: Flavio
Josefo.
Índice

 1Preludio
 2Asedio
 3Destrucción de Jerusalén
 4Percepciones teológicas
 5En el arte
 6Véase también
 7Referencias
o 7.1Bibliografía
 8Enlaces externos

Preludio[editar]
Artículo principal: Primera guerra judeo-romana

Desde la captura de Jerusalén por Cneo Pompeyo Magno en el año 63 a. C., los romanos
ocuparon Judea y la gobernaron, algunas veces, por intermedio de príncipes locales que
pusieron en el lugar, tales como Herodes I el Grandeo Herodes Agripa I, algunas veces
directamente por procuradores que eran a menudo corruptos y que suscitaban hostilidad en
los judíos y recibían apoyo de la importante población helenizada. Según Flavio Josefo, las
causas inmediatas de la revuelta, en 66, fueron un sacrificio pagano ante la entrada de
la sinagoga de Cesarea Marítima, seguido por el desvío de 17 talentos del tesoro del Templo
de Jerusalén, por el procurador Gessius Florus.6 El acto decisivo que significó la ruptura con
Roma fue la decisión de Eleazar ben Hanania, encargado del cuidado del Templo, de no
aceptar más el sacrificio cotidiano para el emperador.7
La revuelta, de la cual Ernest Renan escribe que constituye «un acceso de fiebre que no se
puede comparar con lo que aconteció en Francia durante la Revolución y en París en 1871»,8
tuvo en inicio algún éxito. El asesinato del emperador Nerón en 68 llevó a Vespasiano a
lanzarse a la lucha por la dignidad imperial; sin embargo, interrumpió la guerra contra los
judíos para ser coronado en Alejandría. Los combates tuvieron entonces un período de calma
que los judíos no aprovecharon para organizarse.
Con el ascenso al Imperio asegurado, Vespasiano partió hacia Roma y dejó el comando de las
legiones de Judea a su hijo Tito, quien abandonó Cesarea poco tiempo antes del Pésaj de 70,
para asediar Jerusalén en busca de dar inicio, según Dion Casio, a las negociaciones.9

Asedio[editar]
Mapa de Jerusalén en 70; el Templo está en amarillo.

A pesar de que durante la primera guerra judeo-romana, los zelotes tuvieron éxitos iniciales en
repeler los asedios romanos y expulsar a gran número de legionarios fuera de Judea; pero, a
falta de un buen liderazgo, empezaron a pelear entre ellos. Además, aunque eran hábiles en
tácticas de guerrillas y emboscadas contra las legiones romanas, carecieron de disciplina,
formación y preparación para las batallas.
Al empezar el año 70, Tito junto con
tres legiones (V Macedonica, XII Fulminata y XV Apollinaris) rodearon la ciudad por el lado
occidental y una cuarta legión (X Fretensis) hizo lo propio por el Monte de los Olivos en el
este. Logró ejercer gran presión sobre los suministros de alimentos y agua de los habitantes
de la ciudad, al permitir a los peregrinos ingresar en la ciudad para celebrar el Pésajy, luego,
negarles la salida. Después de que varias incursiones judías mataran a algunos soldados
romanos, Tito envió a Flavio Josefo, el historiador judío, a negociar con los defensores; esto
terminó con los judíos hiriendo al negociador con una flecha y otra incursión fue lanzada poco
después. Tito también fue capturado durante este ataque repentino, pero logró escapar.
A mediados de mayo, Tito ordenó destruir la recientemente construida Tercera Muralla con un
ariete, el cual abrió una brecha en ella y en la Segunda Muralla. Luego, giró su atención a
la Fortaleza Antonia, ubicada justo al norte del Monte del Templo. Los romanos fueron
entonces arrastrados a la calle en la lucha contra los zelotes, pero se les ordenó retirarse al
templo para evitar grandes pérdidas. Flavio Josefo fracasó en otro intento de negociar y los
ataques judíos impidieron la construcción de torres de asedio en la Fortaleza Antonia. Los
alimentos, el agua y otras provisiones fueron menguando al interior de Jerusalén, pero se
consiguió introducir a hurtadillas dichos suministros en la ciudad, burlando a las fuerzas
romanas en el proceso. Para poner fin a esta situación, se emitieron órdenes para construir un
nuevo muro y también se reinició la construcción de la torre de asedio.
Catapulta, por Edward Poynter (1868). El ejército romano debió de usar durante el sitio armas de este
tipo.

Después de varios intentos fallidos de penetrar o escalar las murallas de la Fortaleza Antonia,
los romanos lanzaron finalmente un ataque secreto, con el que sorprendieron a los guardias
zelotes durmiendo y lograron conquistar la fortaleza. Este era el segundo mayor edificio del
perímetro defensivo de la ciudad, después del Monte del Templo, y constituía un excelente
punto de partida para asaltar el propio Templo. Los arietes no tuvieron gran éxito, pero en la
lucha las paredes se incendiaron cuando un soldado romano lanzó un tizón a una de ellas.
Destruir el Templo no estaba entre los objetivos de Tito, posiblemente debido a las grandes
ampliaciones llevadas a cabo por Herodes I el Grande unas pocas décadas antes. Lo más
probable es que Tito hubiese querido apoderar de él y transformarlo en un templo dedicado
al culto imperial y al panteón romano. A pesar de que Tito no deseaba la quema del Templo, el
incendio pronto estuvo fuera de control. El edificio quedó destruido en la fecha conocida
como Tisha b'Av, a finales de agosto, y las llamas se propagaron a las zonas residenciales de
la ciudad. Las legiones romanas aplastaron rápidamente a la resistencia judía restante. Parte
de los judíos que se salvaron escaparon por medio de túneles subterráneos escondidos,
mientras que otros se dirigieron a los altos de la ciudad para resistir. Esta defensa detuvo el
avance romano debido a que los atacantes tuvieron que construir torres de asedio para asaltar
a los que aún se defendían. La ciudad estuvo bajo completo control romano para el 7 de
septiembre y los romanos continuaron persiguiendo a los judíos que habían huido de la
ciudad.

Destrucción de Jerusalén[editar]
El asedio y destrucción de Jerusalén, por David Roberts (1850).
Piedras del Muro de las Lamentaciones del Monte del Templo(Jerusalén) tiradas en la calle por
soldados romanos, 70 d. C.

Sulpicio Severo (363-420), al referirse en su crónica a un escrito anterior de Tácito (56-117),


dijo que Tito atacó Jerusalén con el fin de destruir el templo para favorecer el debilitamiento y
supresión de las sectas judías y cristianas. Algunos estudiosos sostienen que en realidad la
destrucción de Jerusalén liberaba a la iglesia cristiana para cumplir con su principio de religión
universalista destinada a todo el mundo. [cita requerida]
La narración de Flavio Josefo, generalmente se considera poco fiable en este caso. Josefo
había actuado como mediador para los romanos y, cuando las negociaciones fracasaron, fue
testigo del asedio y de las consecuencias del mismo. Escribió:
Ahora, tan pronto como el ejército no tenía más personas para matar o para el saqueo, ya que se
mantuvo a ninguno de los objetos de su furia (para que no han escatimado, había permanecido allí
cualquier otro trabajo que hacer), Tito César dio órdenes de que ahora debería demoler toda la ciudad y
el templo, sino que debe salir ya que muchas de las torres en pie, ya que eran de la mayor prioridad, es
decir, Phasaelus,Hippicus,Mariamne, y gran parte de la pared adjunta la ciudad en el lado oeste. Este
muro se salvó, con el fin de garantizar un campamento de como se encuentran en la guarnición de [la
ciudad en el Alto], al igual que las torres de [los tres fuertes] escatimado también, con el fin de demostrar
a la posteridad de qué tipo de ciudad se , y qué tan bien fortificada, que los romanos habían sometido
valor, pero para todo el resto de la pared [en torno a Jerusalén], se establecen incluso tan a fondo con el
suelo excavado por los que hasta la fundación, que no se dejó nada a los que allá se cree que
[Jerusalén] ha sido habitada. Este fue el final que llegaron a Jerusalén por la locura de los que fueron
para las innovaciones, una ciudad de otro de gran magnificencia, y la fama entre los poderosos de toda
la humanidad. Y realmente, el propio sentimiento de uno mismo era de melancolía porque, por aquellos
lugares que fueron adornados con árboles y jardines agradables, ahora se había convertido en una
tierra desolada, y todos sus árboles fueron talados. Tampoco puede ningún extranjero que había visto
anteriormente Judea y los más bellos barrios de la ciudad, y que ahora lo veían como un desierto, dejar
de llorar y lamentarse por un cambio tan grande.

Josefo afirma que 1.110.000 personas murieron durante el asedio, de los cuales la mayoría
eran judíos. Además, 97.000 fueron capturados y esclavizados, incluidos Simón Bar
Giora y Juan de Giscala. Muchos huyeron a las zonas de todo el Mediterráneo. Tito se negó a
aceptar una corona de la victoria decretada por el Senado de Roma, ya que "no hay mérito en
derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios".
Percepciones teológicas[editar]
Los teólogos judíos Amoraim atribuyeron la destrucción del Templo y de Jerusalén como un
castigo de Dios por el "fundamento del odio" que invadió la sociedad judía en la época.
En la teología cristiana, según una perspectiva teológica del individuo, este acto de la historia
se ve como un completo cumplimiento de muchas profecías de que habla
el Evangelio de Jesucristo. Este modo de pensamiento conocido como Preterismo, considera
al Sitio de Jerusalén como cumplimiento de una profecía específica de Cristo respecto a la
destrucción del Templo, pero no trata con el fin de la edad, conocido como Premilenarismo.
Estos dos puntos de vista teológico, Preterismo y Premilenarismo, son diametralmente
opuestos, aunque ambos toman su significado de la misma serie de pasajes que se
encuentran en la Biblia.

En el arte[editar]
La guerra en Judea, en particular, el asedio y la destrucción de Jerusalén, han inspirado a
escritores y artistas a través de los siglos. El altorrelieve en el Arco de Tito ha sido influyente
en el establecimiento de la menorah como el símbolo más espectacular de los saqueos del
Segundo Templo.

Véase también[editar]
 Guerras judeo-romanas

Referencias[editar]
1. ↑ Gottheil, Richard; Samuel Krauss. «Bar Giora, Simon». Jewish Encyclopedia (en inglés).
2. ↑ Henty, George A. (2010) [1887]. For the Temple: A Tale of the Fall of Jerusalem. Tucson:
Fireship Press, pp. 305. ISBN 978-1-93558-524-4.
3. ↑ Shatzman, Israel (1991). The Armies of the Hasmonaeans and Herod: From Hellenistic to
Roman Frameworks. Mohr Siebeck, pp. 162. ISBN 978-3-16145-617-6.
4. ↑ Smith, William (1868). A Dictionary of the Bible: Comprising Its Antiquities, Biography,
Geography, and Natural History : with Numerous Illustrations and Maps, Engraved Expressly for
this Work. Hartford: S.S. Scranton, pp. 393.
5. ↑ Saltar a:a b c Mommsen, Theodor (2005) [1882-1886]. A History of Rome Under the Emperors.
Routledge, pp. 170. Edición de Barbara Demandt & Alexander Demandt. ISBN 978-1-13462-
479-9.
6. ↑ Josefo, 75, libro II
7. ↑ Vidal-Naquet, 1976, p. 98
8. ↑ Vidal-Naquet, 1976, p. 96
9. ↑ «Histoire romaine, livre 66» (en francés). Consultado el 2 de marzo de 2010.

Bibliografía[editar]

 Cawthorne, Nigel. History's Greatest Battles: Masterstrokes of War. pp. 31-37. ISBN 1-84193-
290-6.
 Flavio Josefo (75). La guerra de los judíos.
 Poznanski, Lucien (1997). La chute du Temple de Jérusalem. París: Complexe, 2.ª
edición. ISBN 2-87027-678-8
 Stern, Menahem (2008). Zealots and Sicarii, artículo de la Encyclopedia Judaica, 2.ª
edición en la Jewish Virtual Library
 Vidal-Naquet, Pierre (1976). Du bon usage de la trahison, préface à la Guerre des Juifs.
París: Éditions de Minuit. ISBN 2-7073-0135-3

Enlaces externos[editar]
 Second Temple and Talmudic Era. The Jewish History Resource Center: Project of the
Dinur Center for Research in Jewish History, The Hebrew University of Jerusalem
 The Temple Mount and Fort Antonia
 Mapa del asedio de Jerusalem

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