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ABRAZANDO LA GRACIA

Resolviendo la Culpa que lo Agobia

Daniel A. Brown, PhD

Este material puede ser reproducido libremente, pero no puede ser vendido.
Al “Pastor Jack” Hayford,
prominente en su generación
en compartir verdades del Reino
a mí, y a los de mi generación.
Él me enseñó a extraer con profundidad de la Palabra de Dios.
TABLA DE CONTENIDO
PRÓLOGO i
INTRODUCCIÓN 1
EL ESPÍRITU DEL FARISEO 3
Una Herejía Antigua 7
Realidades en Conflicto 10
EL LEGALISMO Y LA TRAMPA 13
El legalismo 15
La Trampa 17
UNA FUERZA Y UN DILUV IO 23
La Fuerza del Pecado 26
El Diluvio 28
PROMESAS Y MANDATOS 33
Señalando el Futuro 36
Amor y Obediencia 40
UN REMANENTE Y UN CUADRE DE CUENTAS 43
Un Remanente 46
Un Cuadre de Cuentas 49
Un Nuevo Cuadre de Cuentas 52
QUITAR Y CAER 55
La Circuncisión 56
Pecados Razonables 59
Caer 61
UN LIBERTADOR Y UN DADOR DE LA LEY 65
Un Libertador 66
Dios de Liberaciones 70
“FE SIN OBRAS” 77
El Juicio Presente y Futuro 78
Fe sin Obras 81
El Pacto de la Fe 85
¿POR QUÉ LA LEY? 89
#1 – Un Contrapeso del Mal 90
#2 – Un Marcador de Identidad 91
#3 – Una Guía Provechosa 93
#4 – Un Inventario Claro 94
#5 – Un Veredicto Universal 95
#6 – Un Precedente para la Expiación 96
UNA PROFECÍA, UNA COPIA Y UNA FALSIFICACIÓN 99
La Ley como Profecía 100
La Ley como Una Sombra 102
La Autojustificación–Una Falsificación 106
Abrazando La Gracia

CONVICCIÓN, CONDENACIÓN Y CORTANDO LA MALEZA 111


Convicción vs. Condenación 112
Cortando la Maleza 115
EL TUTOR, EL TEST Y EL MELLIZO 121
Un Tutor 122
El Mellizo Malvado 127
ADIÓS, AL TIPO VIEJO Y MUERTO 133
La Carne y el Espíritu 134
El Cobrador de Cuentas 139
PRÓLOGO
Por Jack W. Hayford

Conforme a las estadísticas, el himno cristiano más cantado en el mundo es “Sublime Gracia.”
Este solo hecho es suficiente para sugerir el alcance de la realidad contenida en el alma
colectiva de la vasta humanidad. En donde sea que se cante este himno, y suena en
escenarios que de otro modo no tendrían siquiera espacio para algo que insinuara intereses
espirituales, esta canción de “Gracia” hace eco a nuestra sentida necesidad común de ser
aceptados por Dios.

Este himno es celebrado con la resonancia melódica que nosotros, como creyentes, en
comunidad sentimos y expresamos cuando un orador nos lo recuerda o cuando nos unimos a
cantar cualquier letra sobre la gracia, el amor y el perdón de Dios. Aún en medio del auge y
fama de “Sublime Gracia,” y aunque sus versos presentan un amplio testimonio del corazón
de Dios y de sus amorosos caminos hacia nosotros, en realidad la canción sólo introduce la
gracia de Dios.

El libro que tiene en su mano es más que una introducción; es una excursión, una expedición
al corazón de Dios. Si se usara el lenguaje musical, se llamaría quizás, más que una canción,
un concierto completo. El enfoque práctico de Abrazando La Gracia puede reducir el riesgo de
ser designado como “un clásico” en este tiempo, pero yo predigo que en corto tiempo se
convertirá en uno favorito de muchos creyentes y que progresivamente hallará una audiencia
creciente.

Usted está a punto de comenzar a leer “una nueva canción”; una que desarrolla una verdad
eterna, pero enmarcada en un arreglo reciente. Este nuevo arreglo saca a relucir la gloria de
la gracia como si fuera un concierto tocado por una orquesta de 60 músicos, que resuena con
la belleza y la realidad sinfónica completa contenida en la sublime gracia de Dios.

La analogía musical es apropiada aquí, porque usted está tomando en su mano un trabajo
que en realidad tiene éxito al adaptar algunos “arreglos pop”. Estos “arreglos” por un lado han

©2014 por Daniel A. Brown, PhD (ctw.coastlands.org)


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reducido la riqueza de la partitura original de Dios, el Compositor, o por el otro, han creado temas
en contrapunto disonante que distorsionan la magnificencia de lo que la muerte de Jesús en la
cruz significó para nosotros cuando Él se convirtió en el Autor de nuestra Salvación: Él es quien
dio origen a la Canción.

Presento Abrazando La Gracia como un libro, primero, para ser leído para su propia edificación;
segundo, para ser leído periódicamente para renovación personal; y tercero, para recomendarlo
con entusiasmo también a otros. Considero que su contenido es comparable a tocar una canción
grabada en un CD que alguien me dio y ahora quiero escucharla una y otra vez. Su contenido se
parece bastante a una nueva canción, hermosa y feliz; una canción santa y llena de esperanza,
digna de ser tocada una y otra vez, y no de hacerla “girar” una sola vez.

Este libro lo abrazará y lo ayudará a entrar en un abrazo más profundo a medida que entienda
mejor el regalo, el milagro y el reposo que la gracia de Dios nos ofrece a cada uno. Léalo completo:
revela todo lo que el Corazón Celestial nos proporcionó: (1) conociendo nuestra pérdida, (2)
anunciando sus promesas en Cristo, (3) supliendo abundante misericordia; y (4) mientras
responde a nuestros más profundos anhelos, también responde a nuestras necesidades más
profundas con una “gracia sobre gracia” divina (Juan 1:16).

 Gracia salvadora, que puede cubrir nuestras faltas y borrará nuestro registro de culpas.

 Gracia magnánima, que otorga la riqueza del amor del cielo, sin costo para nosotros.

 Gracia liberadora, que nos libera del infierno y de las trampas que:

o han secado nuestra alma y nos han enganchado en nuestros puntos más débiles;
o han manchado nuestra conciencia y han impedido nuestro crecimiento; o
o han apuñalado nuestra esperanza hasta la muerte, dejando sólo oscuridad
alrededor nuestro.

En una palabra, Dios quiere que conozcamos su plenitud de gracia; no solamente una canción
con algunos versos (aunque la letra de “Sublime Gracia” sí proporciona un preludio clásico para
la coral principal, ¡en todo tiempo…en todo lugar!).

Sin embargo, tengo el privilegio de introducir este estudio bien concebido y pleno de
entendimiento, el cual creo usted encontrará “sublime” a su manera. La palabra que he escogido
no es palabrería ni meros halagos: no soy dado a trivialidades o exageraciones. Pero sí quiero
afirmar que estoy muy agradecido por esa expresión del don de gracia de Dios que ha equipado a
Daniel Brown para escribir con la sensibilidad humana, la erudición consagrada, la sanidad
espiritual y la sensibilidad práctica, evidentes en estas páginas.

Abrazando La Gracia es bastante completo para ser un estudio exhaustivo; celebra bastante para
despertar alabanza y regocijo, y es bastante paciente para comunicar creativamente en maneras
que ayudarán a cada lector a “sentir” el abrazo de la gracia de Dios, como también a “aprender”
de ella. Este libro, con una simplicidad accesible, nos invita a una mayor profundidad y devoción -
una gratitud más profunda y una devoción más alta.

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Nos impulsa a una libertad más alegre, a una humildad más sobria, a una certeza más segura y a
una obediencia no contaminada por El legalismo, la culpa o el simple deber. La gracia, abrazada
plenamente, hará convergir estas respuestas por el mérito de la incalculable e indescriptible gloria
de la gracia de Dios.

Mientras leo este libro he sido personalmente bendecido y edificado: confieso con gusto que he
aprendido de un hombre, quien ha reconocido afectuosamente mi contribución a su vida y
pensamiento. Es una alegría adicional saber que cualquier inversión que pudiera haber hecho en
Daniel, está ahora devolviéndome dividendos a una tasa de interés infinitamente más alta que lo
que mi contribución justificaría. Sin embargo, hago esta observación para exhortar a los líderes
mayores, como yo, a permanecer “enseñables”.

Aunque he predicado, enseñado y escrito muchas cosas que han bendecido a otros, mi mayor
búsqueda es vivir abiertamente al llamado del Espíritu Santo, a conocer una transformación
permanente y cada vez más profunda por el Espíritu de gracia de Dios en mi propia vida. Lo que
persigo remueve cualquier posibilidad de simplemente leer estas páginas como un analista o
crítico profesional. Sesenta y tantos años como un seguidor de Jesús y cincuenta y tantos como
pastor-maestro en su Iglesia, me han enseñado a nunca olvidar que, primero, yo soy una de las
ovejas del Gran Pastor, y que, segundo, he sido llamado como pastor, uno de los pastores bajo su
Pastorado.

Necesito su dirección diaria “por sendas de justicia por amor a su nombre”, y su repetida “unción
de mi cabeza con aceite”, para que la abundancia de su Espíritu mantenga “mi copa rebosando”
sustancia, frescura y vitalidad, siendo trasmitidas a los que lidero. Abrazando La Gracia ya se ha
convertido en un recurso para lograr ese objetivo.

Fue así como en la medida que leía y me alimentaba de la verdad y la belleza de este libro que
me envió mi colega pastor, Daniel Brown, noté con agrado de manera recurrente cuatro cosas: la
forma astuta, práctica, directa y hermosa en que este libro presenta la “gracia”. Permítame
elaborar mis razones para estos calificativos.

Primero, mientras usted lee, encontrará al autor metiéndose de manera astuta en sus
pensamientos; haciendo una pregunta, definiendo un problema o proporcionando una respuesta,
al mismo tiempo que usted, el lector, comienza a preguntarse las mismas cosas que él está
explicando. También descubrirá la habilidad con que lo lleva a través de las “respuestas largas”,
de manera que evitan los atajos superficiales, y aún así, nunca parecen tediosas al hacer con él
la travesía. También encontrará que Daniel se asocia con usted, ayudándole a identificar la fuente
del parloteo no tan sutil que algunas veces hace eco en su cerebro.

Daniel expone los susurros y gritos de nuestro adversario en la medida que discute propuestas de
“verdad,” que siendo peores que mentiras, son dardos de fuego dirigidos a su alma. Ese mismo
enemigo usa armas estratégicas diseñadas para detonar desánimo, depresión y fracaso,
esforzándose por encender un flujo de “mentiras verdaderas” que la gracia de Dios ya ha dejado
sin poder, pero cuyas impugnaciones de condenación persistentemente se le insinúan. Aun así,
esté tranquilo: usted encontrará el poder de la gracia de Dios para responder con “las armas de

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nuestra contienda” (2 Corintios 10:4-5), equipado, de tal manera que encontrará aliento a medida
que sigue leyendo las siguientes páginas.

Segundo, como pastor y maestro, siempre encuentro que el autor escribe y enseña con un
consistente enfoque en puntos clave, ilustrados de manera práctica. Se hallará a usted mismo
subrayando palabras y frases (encerrando entre paréntesis párrafos enteros), con notas al pie de
página para usted mismo, citando otro “cómo”, que le ha sido dado. Esto se deriva de una
enseñanza que ayuda a los creyentes en Cristo a saber que, “conocer a Dios”, no es meramente
una experiencia mística o un ensamblaje mental de información para defender un argumento o
un lavado de cerebro.

Conociendo que la verdad es más que tener la información correcta: es acerca de otra clase de
“derechos”. Como dice Juan 1:12, por nacer de nuevo, también se nos ha dado “el derecho de ser
hijos e hijas de Dios”; (es decir, literalmente se nos ha certificado por el trono de Dios para recibir
la autoridad privilegiada de vivir y crecer en la familia de Dios ¡como sus propios hijos!). Qué tan
gloriosamente práctico es esto; y así es como deben ser todas las verdades de la Biblia.

De este modo, a medida que lee, espere que el Espíritu Santo amplíe su comprensión de la gracia;
las piezas del rompecabezas serán colocadas en su lugar mientras lee. Su papel es tomar lo que
tiene a la mano, la aplicación práctica que le traerá crecimiento y deleite del beneficio de la gracia,
¡aquí y AHORA! Esto es lo que el Espíritu Santo hace cuando la grandeza de la gracia se convierte
en más que un eslogan.

Tercero, quiero afirmar la forma tan directa en la que el mensaje de este libro se alinea con la
Palabra de Dios. Aunque Abrazando La Gracia no es un texto teológico, el autor ciertamente no
es un novato en teología: tampoco es un maestro negligente. Todo lo escrito en el tratado del Dr.
Daniel Brown, y cada verdad discernida y presentada en él, se alinea directamente con la doctrina
expuesta más exactamente por eruditos evangélicos de confianza. Esta valiosa característica
contrasta claramente con la imprecisión de algunas prédicas y escritos “hip pop” contemporáneos
acerca de la gracia.

Existe una tendencia displicente hacia el desparpajo cuando se describe la generosidad de Dios;
una facilidad en la que un enfoque “casual” o “lindo” abre puertas con elocuencia a la confusión
y el error. Tristemente, esto refleja un descuido en el manejo de la Palabra de Dios, o una
indiferencia a lo que los oyentes puedan concluir. No estoy argumentando a favor de un ministerio
de estilo lento y pesado, sino por una presentación de peso, valiosa, cuando se enseñan las
grandes verdades de Dios del amor, la gracia, el perdón y la misericordia.

Mis preocupaciones no están relacionadas con nada en este libro, ni con la multitud de maestros
y líderes fieles que demuestran un sentido sobrio de su deber como hombres y mujeres que están
entre los vivos y los muertos. Sin embargo, allí reside un discurso bastante osado y un estilo “video
clip, de medio de comunicación” que tienta a algunos: los ejemplos abundan, como el mensaje
del domingo pasado en algunos lugares, o la transmisión de la sesión de ovaciones de anoche en
la televisión cristiana.

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No obstante, lo hábiles o sinceros que puedan ser esos mensajeros, la pobreza de su contenido -
acuñando sus comentarios con lemas sin presentar enseñanzas con base escritural- ofrece sólo
frases sueltas que “complacen a aquellos con comezón de oír” y atraen risas o emocionados
“amén”, mientras vierten poca sustancia en los fundamentos espirituales de los oyentes. El
resultado es extremadamente predecible –una fe vana y una forma de vida superficial.

Abrazando La Gracia proporciona un fuerte contraste con lo anterior: grandes verdades,


enseñadas con gracia y sembradas con cuidado en el corazón y la mente de los oyentes,
conducirán a la estabilidad personal, la salud y a una vida fructífera. Esto es lo que se produce
cuando el sistema de raíz del alma es nutrido con este enriquecedor contenido, como el que
encontrará aquí. Es inmensamente satisfactorio leer un libro tan interesante y accesible que
también declara la Palabra de Dios con sabiduría –enseñada a fondo, ministrada con entusiasmo
y espiritualmente energizante.

El resultado predecible de la enseñanza que “concuerda con la Palabra de Dios” es que edifica a
los creyentes que experimentan personalmente la esperanza presente y muy práctica que Pablo
describe en Colosenses 1:27. Allí habla de creyentes como usted y como yo, siendo transformados
interiormente a medida que la Verdad se convierte en “un encuentro vivo con Jesús”, transmitida
a nuestra propia esperanza de vida “el glorioso secreto siendo conocido ahora, ¡que es Cristo en
ustedes, la esperanza de gloria!” Es lo que significa conocer a Cristo, tener “a Cristo mi Salvador
viviendo en mí”, a medida que Él nos sigue haciendo libres y continúa haciéndonos crecer.

Cuarto, y, por último, quiero comentar brevemente: este libro está escrito en forma hermosa y
artística. No voy desarrollar este punto, pero merece ser mencionado: es una característica
apropiada ver que no hay nada más hermoso que la naturaleza del Dios viviente, cuyo ser es la
esencia del amor; cuyas leyes y caminos están siempre rodeados de misericordia, justicia y
verdad. El mismo Dios cuya forma de ser en todas las cosas es tan grande en gracia, favor y
bondad, lo es también en fortaleza, fuerza y poder.

El fundamento teológico de este libro es estructuralmente fuerte, firme y versado en la verdad de


Dios, y al mismo tiempo expresado de una manera tierna, santa y espiritual. Está “pincelado” con
una textura y un tono, junto con una delicadeza de expresión en puntos cruciales y con un toque
de comprensión y sanidad.

En otros puntos, la verdad brilla como un estanque en el desierto, invitando a las almas cansadas
y heridas al agua de vida limpia, cristalina y refrescante, que fluye libremente y transforma nuestro
camino de una vía sin salida, a uno de fortaleza y esperanza viva. Por eso, a medida que lee,
espere capturar destellos de la sobrecogedora hermosura de la gracia de Dios en toda su
dimensión y profundidad. Su brillo y esplendor son cada vez más inspiradores, se lo aseguro.

Con setenta y siete años de vida detrás de mí, todavía me sorprendo de cómo me asombro vez
tras vez. Mi más reciente “asombro” lo encontré en estas páginas. ¡Yo creo que usted también se
asombrará!

Su hermano en la gracia,
Pastor Jack Hayford, Rector Honorario y Fundador The King´s University
Los Ángeles, California

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MENCIONES
El proceso que originó este libro tomó tres años y en este tiempo un gran número de personas me
ayudaron a elaborar y afinar lo que quería decir. El episodio que lo desencadenó no habría
sucedido sin el pastor George Patsaouras y mis amigos en Atenas. Mis asistentes anteriores y
actuales, Danielle Mueller, Lindsay Brown y Kayli Catron, coordinaron más de lo que les
correspondía, pero estaban trabajando para un jefe algo desordenado. Gracias especiales,
también, a mi incansable revisora voluntaria, Susie Courtney; pienso que ella leyó el manuscrito
muchas más veces que yo.

De muchas maneras me siento como un traductor de las verdades del Reino —al tomar lo que
Jesús me enseña y construir frases que tienen sentido para otros. Esto es por lo que
particularmente quiero agradecer a mi amiga y traductora, Virginia de Schmidt, por darle sentido
a mis palabras para aquellos que leen en español. Ella ama a Jesús y su Palabra, y está
comprometida con su profesión en la extensión del Reino de Dios.

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INTRODUCCIÓN
Escribí las siguientes palabras en mi diario hace veinte años:

¿Alguien más también se enreda en sus pensamientos tratando de entender cómo coinciden la
gracia y la ley? Sé que somos salvos por gracia—no por nuestras obras. Ya que el cielo no tiene
una lotería de ciudadanía, mi única esperanza era un pase gratis y Jesús proveyó uno para mí.1
Me siento perdonado y sé que voy a estar para siempre en el cielo. Lo que me intriga es cómo
“ser perdonado” encaja con “ser bueno”.

¡El problema es que yo sigo pecando, soy tentado y algunas veces la tentación me alcanza (si
entiende lo que quiero decir)! Sé que Jesús es mi Abogado Redentor, quien quita mi pecado, por
lo tanto, yo confieso y recibo perdón y limpieza de esas manchas en mi alma.2 ¿De acuerdo?

¿Estas palabras hacen eco a sus pensamientos? Si es así, ¡este libro es para usted! Continué
escribiendo…

¿De dónde proviene toda la condenación? Cuando violo sus mandamientos, es tan abrumadora
la vergüenza y culpa que me oprimen, que a duras penas puedo dirigirme a Quien asegura mi
perdón final. Esto no tiene sentido. Si Él sólo odia el pecado, no al pecador (yo), ¿por qué soy tan
reacio a venir a su presencia después de haber hecho mal? Si yo ya no estoy “bajo la ley, sino
bajo la gracia”,3 ¿por qué esta voz de la ley todavía me juzga tan alto? ¿Dios quiere que me sienta
mal conmigo mismo? Porque yo…

¿Cómo “ser bueno” encaja con “ser perdonado”? Esta es una pregunta inquietante, que consume
nuestra alma y se vierte en nuestra mente, una y otra vez, acompañada por otras especulaciones
angustiantes: ¿Podrán las cosas entre Dios y yo volver a ser iguales después de lo que he hecho?
¿Todavía soy salvo? ¿He sido destituido?

Y como lo anuncia la cubierta de este libro: ¿Puedo resolver verdaderamente la culpa que me
agobia? Sabemos que debemos confesar nuestros pecados después de nuestras acciones
culposas y recibir perdón. Pero muchas veces, la culpa no se quita; nos confronta de manera
directa, especialmente después de haber violado flagrantemente la voluntad o el camino de Dios.

1
Efesios 2:1-9
2
1 Juan 1:8-10
3
Romanos 6:14

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Abrazando La Gracia |2

Aun si secretamente hemos disfrutado el pecado y no tenemos idea de cómo resistirlo, ¡queremos
verdaderamente que la tentación se acabe!

Entre más queremos sinceramente hacer lo correcto—y caemos—más pesada se siente la culpa;
crece más allá de una realidad específica en el tiempo y se convierte en una atmósfera oscura
bajo la cual vivimos. La autocondenación y el autorreproche nos oprimen con un peso
insoportable. Nuestras malas acciones se sienten, por alguna razón, como un caso especial de
fracaso. Encontramos casi imposible perdonarnos a nosotros mismos y somos perturbados por el
mal que hemos permitido en nuestra vida.

¿Por qué tenemos una contienda como ésta con la verdad? ¿Por qué es tan difícil aceptar el
perdón que sabemos que Jesús nos ofrece? ¿Por qué el lamentarse por el pasado a veces roba la
esperanza para nuestro futuro? ¿Y por qué terminamos, no solamente odiando lo que hicimos,
sino que terminamos odiándonos a nosotros mismos por haberlo hecho?

La mayoría de los cristianos (o, como yo los llamo, seguidores o creyentes) dan por sentado que
esos sentimientos de culpa y amenazas sobre la eternidad provienen de Dios. ¿Pero sí provienen
de Él?

Pregúntese, como yo me pregunté: ¿el argumento en contra de la misericordia y la paciencia de


Dios suena a verdad, comparado con las otras cosas que conoce y experimenta de Él? ¿La voz
que escucha de fuerte condenación, es realmente la voz del Dios de amor? ¿La conversación en
su mente es solamente entre usted y Dios? O, ¿hay allí otra voz que suena similar de muchas
maneras a la suya o a la de Dios, pero no exactamente igual? La voz que oímos puede no ser la
nuestra, ni la de Dios.

¿Qué quiero decir con esto?

Considere toda la diferencia entre Jesús, nuestro Pastor, y el diablo, nuestro acusador. Jesús es
quien lleva la carga y quita nuestra angustia; en contraste, nuestro adversario “ronda” 4 como
bestia salvaje buscando devorarnos. ¿Sus preguntas, sentimientos y preocupaciones acerca de la
ley, le traen paz o lo ponen inquieto? ¿Lo edifican o lo consumen por dentro?

¿Quién amenaza la oveja: el pastor o el lobo?

Cuando no podemos explicar los sentimientos angustiosos de temor, culpa o autorreproche,


puede estar sucediendo algo más allá que una discusión con nosotros mismos. ¿Podría haber una
presencia siniestra, una entidad insubstancial pero muy real en nuestra mente, susurrando
falsedades y desafiando la verdad de la palabra de Dios?

Yo creo que, a veces, la hay.

4
1 Pedro 5:7-8

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CAPÍTULO I

EL ESPÍRITU DEL FARISEO


La vida en Jesús no siempre es fácil.

Aun dejando de lado las dificultades para evitar la tentación, madurar en nuestro caminar y hacer
discípulos como Jesús nos pidió que hiciéramos, el sólo tener una imagen precisa de cómo es
Dios, es difícil. Con cariño le digo a la gente que ha rechazado el amor de Jesús: “Yo no creo en el
Dios en el que usted no cree”. Frecuentemente en conversaciones, aun con compañeros
seguidores de Cristo, me encuentro pensando: Dios no es así.

Muchos de mis amigos tienen una visión distorsionada de Dios—de sus motivos, sus prioridades
y sus caminos. Francamente, ¡Dios recibe con mayor frecuencia más falsas acusaciones que
gracias!

Dios nos dice que los tres sentimientos humanos más estrechamente asociados con su intención
por nosotros son la fe, la esperanza y el amor.1 Uno de los modos más sencillos para saber si algo
proviene de Él—cosas que suceden o que escuchamos en nuestra mente—es preguntarnos:
¿Tengo más esperanza para el futuro? ¿Quiero entregarme con mayor confianza en sus manos?
¿Puedo sentir su amor?

Dios es bueno y lleno de tanto amor, que perpetuamente nos hace el bien a cada uno. La verdad
es que todo lo que Dios dispone en la vida está envuelto en misericordia.2 Dios es bondadoso. Él
restaura, perdona y hace sendas donde no las hay.

No todo el mundo—ni todas las cosas—le dicen la verdad acerca de cómo es Dios.

Los Espíritus Malignos


Aunque no hablamos de esto con frecuencia, los creyentes libramos una batalla casi constante
con terroristas espirituales que infiltran nuestros pensamientos y emociones para sabotear las
conclusiones a las que llegamos acerca de Dios, de otros y de nosotros mismos. La lucha se libra

1
1 Corintios 13:13
2
Salmos 145:9

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E L E S P Í R I T U D E L FA R I S E O |4

en nuestra mente y en “las regiones celestiales”. 3 Son pocas las batallas campales contra
nuestros oponentes en campo abierto; en cambio, las escaramuzas con los que están escondidos
son muchas.

Aunque la cultura occidental y científica se burla de la existencia de una dimensión espiritual más
allá de los límites de la medida y observación física, nosotros sabemos exactamente lo contrario:
este mundo tangible sólo existe porque fue formado de un reino espiritual,4 y el mundo invisible
es más real que lo que contemplamos en este planeta con nuestros ojos.5

Jesús mismo fue confrontado por una tentación satánica, 6 así que parece tonto pensar que
nosotros no lo seremos. De hecho, una de las primeras pruebas que Él nos dio de la autoridad de
su Reino fue la de expulsar los espíritus malignos y sanar a todos los que estaban “oprimidos” por
las presencias demoniacas.7 Los espíritus malignos son exactamente eso: seres cuya completa
identidad y tarea es oponerse a la verdad y los caminos maravillosos de Dios. Estas fuerzas son
espirituales, no naturales para nuestro mundo de Carne y sangre. En consecuencia, mientras la
práctica nos puede ayudar a reconocerlos,8 discernir su presencia lo mismo que su identidad, con
frecuencia requiere de un don espiritual.9 No son fácilmente identificables.

Las manifestaciones de estos poderes sin rasgos distintivos pueden ser tan directas y ocasionales
como una tentación, o tan complicadas de explicar como una pobre autoimagen.

Los espíritus malignos pueden causar enfermedad, rompimiento de relaciones, pesadillas o


desórdenes mentales. Fácilmente, irrumpen en las partes internas de nuestra mente con
pensamientos negativos (y repetitivos) acerca de nuestro futuro o de nosotros mismos. Dicen
cosas como: “Eres tan estúpido, no puedo creer la manera en la que siempre estropeas todo”. O,
“Dios no se preocupa por ti”.

Es interesante que rara vez pensamos en rastrear esos pensamientos tan agobiantes hasta su
verdadera fuente, porque las voces suenan como las nuestras, no desafiamos su legitimidad. Es
difícil distinguir entre nuestro pensamiento normal y su jugueteo espiritual. Caemos víctimas de
patrones de pensamiento extraños que protestan contra cada cosa que Dios desea para nosotros,
especialmente su misericordia y afecto.

Los pensamientos exactos son difíciles de determinar y aún más difíciles de silenciar. Como niños
en el colegio practicando para una representación, repetimos las líneas que nos soplan estos
apuntadores desde fuera del escenario. Las líneas que nos soplan nos cubren con sentimientos

3
Efesios 6:12
4
Hebreos 11:3; Salmos 33:6
5
2 Corintios 4:18
6
Mateo 4:1-11
7
Hechos 10:38
8
Hebreos 5:14
9
1 Corintios 12:10

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de depresión, autorrechazo y desaprobación. Nos envuelven en desesperación o incredulidad y


fácilmente nos confunden sobre nuestro destino o identidad.

No son los malos espeluznantes y aterradores de una película de Hollywood; son como semillas
de maleza de ruina, dolor, adversidad, aridez y desengaño que quieren plantarse en todas partes.
La mayoría de la iglesia no dice nada sobre ellos y muchos creyentes sinceros son escépticos de
que algo tan intangible pueda causar tanta confusión en nuestra vida. Otros segmentos de la
iglesia exageran el poder y la presencia de los espíritus malignos y les atribuyen demasiado de lo
que sucede en y alrededor de nosotros.

No sabemos realmente cómo llamarlos. Nuestros recursos para hacerlo son torpes e inexactos
porque, como lo he dicho, estas fuerzas rara vez se manifiestan abiertamente. Su arma principal
es la oscuridad que les permite plantar pensamientos y emociones falsos en nuestra mente, sin
que nos demos cuenta de lo que nos han hecho. Puede que no sepamos sus nombres; sin
embargo, algunas veces podemos reconocer su juego. Ocasionalmente, nos asaltan de frente y
se manifiestan de modo tan obvio que, sin equivocarnos, reconocemos su presencia.

Tuve un encuentro repentino con uno de estos enemigos incorpóreos.

Abordado en Atenas
En el 2009, George Patsaouras, el líder nacional de la denominación Cuadrangular en Grecia, me
invitó a enseñar una serie sobre “La Ley y la Gracia”. Él quería que explicara cómo los creyentes
en Cristo deben relacionarse con la Ley de Moisés y por qué muchos de nosotros continuamos
batallando con la culpa y la condenación. No es un tema fácil porque parece que muchos
versículos de la Biblia estuvieran en desacuerdo.

A pesar de que nunca había hecho un estudio completo, versículo por versículo sobre este tema,
convine en hacer el seminario de tres noches, meses antes del evento. A medida que se
aproximaba la oportunidad de enseñar, estaba entusiasmado de compartir lo que había
descubierto; verdades sencillas que cambiaron radicalmente mi propio pensamiento acerca de
los sentimientos de culpa, el temor de perder mi salvación y la naturaleza de la justicia verdadera.

Mi itinerario de viaje antes de llegar a Atenas incluía un tour de enseñanzas de tres semanas en
Australia, Singapur, Corea y Tailandia. Después de partir del sureste asiático, hice una escala de
36 horas en India, lo necesario para sacar provecho de mi tiquete de alrededor del mundo. Estas
tarifas tienen un costo fijo que incluye paradas temporales, de modo que paré para invitar a comer
a una pareja pastoral en Bangalore.

El viaje de India a Grecia iba a ser largo; sin embargo, conocer una realidad eventual no es lo
mismo que experimentarla. Para alguien que generalmente se acuesta antes de la 9:30 p.m., ya
me encontraba un poco fuera de mi elemento a las 11:00 p.m. cuando volé de Bangalore a
Mumbai. Los ojos se me nublaron ya en Mumbai entre el aterrizaje, el cambio de terminales a la
1:00 a.m. y la subida a bordo de mi siguiente vuelo a Londres a las 2:00 a.m. El avión tocó tierra
en Londres 13 horas más tarde, justo el tiempo para que perdiera, por diez minutos, mi conexión
a Roma. Me las arreglé para soportar tres horas en el terminal agitado y atestado de gente de

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Heathrow, antes de embarcarme en la etapa restante de mi maratón aérea, el vuelo de cuatro


horas a Atenas.

Después de pasar por inmigración y aduana, finalmente salí del aeropuerto Eleftherios Venizelos
(Atenas) exactamente una hora antes de que comenzara el seminario, con cincuenta y cinco
minutos para llegar a la iglesia.

Durante el recorrido apresurado, el pastor George me explicó por qué quería que yo hablara sobre
los cristianos y la ley: “La cultura griega está impregnada de pensamientos religiosos. Cuando la
gente hace su compromiso con Cristo, le cuesta trabajo dejar su mentalidad religiosa y legalista.
Este es un problema que les impide madurar verdaderamente en Cristo”.

Gracioso, esta explicación de los griegos sonaba sospechosamente aplicable a muchos creyentes,
¡incluyéndome a mí!

La congregación del pastor George, la iglesia evangélica más grande en Grecia, es realmente cinco
en una. Los servicios principales y los eventos de entrenamiento como éste, son traducidos
simultáneamente al búlgaro, polaco, rumano y español. El santuario construido recientemente
acomoda este desafío lingüístico inusual. El balcón del segundo piso tiene casi tanta capacidad
como el mismo auditorio, y cada silla tiene sus propios audífonos para escuchar el mensaje en su
propio idioma. Los traductores se sientan en una de las cuatro cabinas instaladas en la pared de
atrás.

Un “Ángel de Luz”
Cuando el carro se detuvo en la iglesia, escuché la música y me di cuenta de cuan cerca
estábamos de comenzar el servicio. Rápidamente abrí la puerta trasera del vehículo, cogí mi
morral (y mi maleta) para dirigirme a la iglesia. Me costó acomodarme a un correcto estado de
ánimo para comenzar a enseñar y tratando de hacer caso omiso de los efectos de una travesía
intercontinental, tomé aire profundamente una, dos veces y mentalmente susurré un rápido:
“Gracias, Señor”.

Tan pronto salí del carro, un hombre con un fuerte acento alemán me preguntó: ¿Es usted el
doctor Daniel Brown?

Consciente de mi condición afectada por los cambios de horario, hice una pausa por varios
segundos antes de responder: “Sí, yo soy”. (Confieso que quería revisar mi pasaporte para estar
seguro). Sin embargo, casi inmediatamente pensé para mí mismo: ¿Cómo sabe que yo soy Daniel
Brown? Por un instante, admito que tuve un pensamiento no muy cristiano, ¿paparazzi? Pero
ningún fotógrafo comenzó a disparar su cámara.

Entonces inquirió: “¿Le va a enseñar a la gente acerca de lo que va a suceder, en el futuro?”

No completamente seguro de mi respuesta por mi falta de sueño, pensé dos veces antes de
responder: “No creo, este no es un seminario sobre los últimos tiempos. Estoy enseñando sobre
la gracia, es un seminario sobre la gracia de Dios”.

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Pensé que podía estar confundido por lo que alguien podría haberle dicho acerca del evento.
¿Hasta dónde le hicieron publicidad a este seminario?, me pregunté.

Sin titubear, sin ni siquiera responder a lo que dije, contraatacó: “¿Pero va a enseñarles sobre lo
que va a suceder?”

Entendí, entonces, que él no estaba confundido. ¡Tenía una agenda! Mi mente fue
instantáneamente inundada con un pasaje bíblico:

Porque nuestra lucha no es contra sangre y Carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales
de maldad en las regiones celestiales.

El versículo de Efesios 6:12 que vino repentinamente a mis pensamientos y la rareza repentina
en la atmósfera me reveló, con alguna certeza, que estaba enfrentando a un hombre atormentado
por un espíritu maligno.

UNA HEREJÍA ANTIGUA


Recordando que estamos limitados por un lenguaje torpe e inexacto para ponerles nombre a los
espíritus malignos, voy a llamar al enemigo manipulador del pensamiento que enfrenté: el Espíritu
del Fariseo. Le di este nombre porque los fariseos eran un grupo de líderes judíos que observaban
estrictamente la Ley de Moisés y aunque creían que se adherían meticulosamente a la letra de la
ley, casi siempre ignoraban el espíritu de la ley, la razón primordial por la que la ley fue dada.

Jesús reservó su más dura condenación para los fariseos, cuya religión legalista se había
apartado muy lejos de los planes y propósitos de Dios. Los fariseos esperaban que Jesús estuviera
de acuerdo con su mala opinión de los pecadores y su buena opinión de su propia espiritualidad.
En cambio, los ofendió (y perturbó) al acercarse a personas cuya condición pecaminosa las
colocaba muy por debajo de los estándares de justicia aceptables para ellos.

En general, las personas en el mundo eclesial se refieren a la mentalidad de estos maestros de


la ley del pasado como legalismo. Definiré legalismo una y otra vez en el curso de este libro porque
una sencilla y única definición no puede capturar todos sus matices y las diversas maneras en
que influye nuestro pensamiento. Como veremos, produce gran cantidad de justicia propia, juicio
y condenación.

El legalismo se especializa en la culpa y el sacrificio equivocado, insta a sus seguidores a evaluar


su relación con Dios basada en los estándares y resultados de su comportamiento, antes que en
el amor y la fe. El legalismo condena a las personas por sus obras en la Carne, en lugar de celebrar
a Dios por su obra en la cruz. Señala nuestra insuficiencia, antes que la total suficiencia de Dios.

El legalismo fue un enorme problema en la iglesia primitiva; los maestros de esta herejía

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“perturbaron” y “sembraron confusión” en la iglesia de Cristo en los primeros días.10 A solo 800
kilómetros de donde me encuentro confrontando este espíritu antiguo, “falsos hermanos” fueron
introducidos “secretamente”, “para espiar la libertad”, entre los creyentes de Galicia hace 2.000
años.11

Pablo enfrentó resueltamente estos falsos maestros y rehusó “ceder sometiéndose a ellos ni por
un momento, a fin de que la verdad del evangelio” no fuera arrebatada del corazón de los
creyentes.12 Denunció enérgicamente el Espíritu del Fariseo y sus falsos profetas, sin importarle
qué tan correctos espiritualmente parecían:

Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os
hemos anunciado, sea anatema (caiga bajo maldición). ~Gálatas 1:8

Pablo se alarmó porque sus hijos espirituales estaban siendo tentados por los legalistas para
volver a las disposiciones de la ley. Quería saber quién los había “fascinado” con exposiciones
falsas.13 ¿Por qué “os volvéis otra vez a las cosas débiles, inútiles y elementales” de la ley? 14 La
gracia más “las obras de la ley” eran un “evangelio distinto” al que Pablo predicaba.15

Doctrina de Demonios
¡Un evangelio falso, por más religioso que parezca, es un mensaje maligno! La verdadera
naturaleza de lo maligno casi no tiene nada que ver con seres y poderes sugeridos por Hollywood.
Las fuerzas de maldad no están empoderadas por energías que necesitan efectos especiales y
una cámara de cine. En su mayoría, los espíritus malignos carecen de rasgos distintivos como el
virus o algunas bacterias. Lo que los hace malignos es su determinación de apartar a las personas
de los deseos de Dios para ellas.

La Biblia se refiere a las ideas inspiradas por demonios y a los sistemas religiosos demoniacos
como “doctrina de demonios”.16 Las “religiones” engañosas enseñadas por los espíritus malignos
tuercen la verdad de Dios para apartar a las personas de la ternura del corazón de Dios y de la
grandeza de su plan para ellas. Los dioses falsos, los espíritus malignos ofrecen “enseñanzas”
(aunque completamente falsas) de la misma forma que el Dios verdadero. Dios nos enseña cómo
vivir y cómo tener ganancia;17 los falsos dioses tratan de extraviarnos hacia la pérdida, la muerte
y la destrucción.18 Los seres malignos y los impulsos malignos distorsionan la verdad del Dios

10
Gálatas 1:7; 5:12
11
Gálatas 2:4
12
Gálatas 2:5
13
Gálatas 3:1, 3
14
Gálatas 4:9
15
2 Corintios 11:4
16
1 Timoteo 4:1
17
Isaías 44:10; 48:17
18
Juan 10:10

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Verdadero y se convierten en el centro de falsa adoración (ídolos). 19 Sin saberlo, a veces


convenimos con sus enseñanzas e inadvertidamente los servimos, en lugar de servir a Dios.

Las enseñanzas del legalismo sutilmente interrumpen nuestra relación de amor con Jesús. Al
concentrarnos en nuestros defectos, el legalismo nos roba la gozosa intimidad que Dios desea
que tengamos con Él y la seguridad inconmovible de nuestra relación con Dios, a prueba de
pecado. Literalmente, corrompe y pervierte las buenas nuevas de Jesús.

El hombre que me encontré en las escaleras de la iglesia del pastor George estaba manipulado
por un espíritu maligno y estaba difundiendo el catecismo de un dios falso. Era un evangelista
celoso de un dios que no es dios.20 Sin hacer caso de mis respuestas, y de los intentos del pastor
George de apartarlo (para que yo pudiera entrar a la iglesia a comenzar la enseñanza), el profeta
del legalismo se volvió más inflexible en su demanda: “¡Usted debe enseñarle a esta gente acerca
del juicio de Dios!”

Estaba trastornado por el Espíritu del Fariseo y sólo podía expresar con desatino el error religioso
inspirado por su cruel amo. Así, como Jesús una vez reprendió a Pedro,21 yo le hablé directamente
a su confusión: “No, no lo haré. Les hablaré acerca de la gracia amorosa y grande de Dios”.

Con una mirada de rabia y molestia, señaló al santuario donde yo trataba de llegar y exclamó:
“¡Pero hay pecado en esta iglesia!”

¡¿De Verdad?!
Debo hacer una pausa para otra confesión. He pastoreado gente por cerca de 35 años, soy un
pastor entrenado y no necesariamente revelo todos mis pensamientos con mis palabras o
expresiones faciales. Puedo tener dos pensamientos al mismo tiempo, y uno de estos
pensamientos generalmente encuentra el humor de tales situaciones. “En serio”, quería
replicarle. “¿Pecado en esta iglesia? Déjeme adivinar: ¡¿probablemente, también, hay gente allí
dentro?!”

Tan absurdo era lo que este hombre atormentado decía, que no sabía si sonreír o fruncir el ceño.
¡¿Había recibido una revelación acerca del pecado en una iglesia en Grecia y viajado desde el
norte de Europa para imponer su punto de vista?! ¡Era irrisorio! Nadie necesita una revelación
para descubrir pecado en la iglesia. Se requiere un poco más de revelación para reconocer el
pecado en nuestra propia vida,22 pero este es otro tema. Podía haberse quedado en su propio
país y escogido al azar cualquier iglesia para ir a reconvenirla.

19
Deuteronomio 11:16; Salmos 106:36; Lucas 16:13; 1 Tesalonicenses 1:9
20
Gálatas 4:8
21
Marcos 8:32-33
22
Mateo 7:1-5

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Levantando su voz en una amenaza espiritual, como si esperara que su maldición abriera la tierra
debajo de mis pies, exclamó: “Usted es un siervo del enemigo, está enseñando gracia a una
iglesia llena de pecado. ¡Dios está trayendo juicio contra esta iglesia (en Atenas)!”

Qué interesante, pensé; he sido invitado para enseñar acerca de la gracia de Dios y el espíritu de
legalismo mismo, que ha estado intimidando a estos santos, trata de interceptarme y secuestrar
el Evangelio con amenazas de juicio. De modo extraño pero animado maravillosamente a “pelear
la buena batalla de la fe”,23 respondí a sus amenazas con una de mis preguntas favoritas: ”¿Ha
leído el Libro?”

Si él hubiera leído la Biblia completa, sabría que:

 Dios ha prometido que nunca más se enojaría con su pueblo.24

 Todo el que cree en su Hijo “no viene a condenación”.25

 Aquellos que han “sido justificados por su sangre” son “salvos de la ira de Dios” por medio
de Cristo.26

No levanto mi voz con frecuencia, pero esta situación requería acentuar un poco más de lo normal
y en voz alta pregunté: “¿Por qué estaría hablándole a hijas e hijos del Altísimo acerca de la ira y
el juicio de Dios? ¡Él nos habla de liberación y salvación, no de castigo!”

REALIDADES EN CONFLICTO
En realidad, el personaje tenía un punto, aunque no el que Jesús quiere imprimir ante todo en
nuestro corazón; sin embargo, tenía uno innegable: ¡Tenemos pecado en nuestra vida! Aun
haciendo lo mejor para seguir a Jesús, vivimos con dos realidades difíciles de reconciliar la una
con la otra. Por un lado, creemos que somos salvos, perdonados y que vamos para el cielo; pero,
por otro lado, somos pecadores, caemos y nos preocupa no estar yendo al cielo. Solamente los
seguidores honestos de Cristo somos muy conscientes de “no alcanzar la gloria de Dios”.27

Las faltas continuas en nuestra vida producen una profunda condenación, angustia e inquietud
de que estemos cruzando cierta línea invisible, poniendo a prueba la gracia de Dios más allá de
su límite.

Así que, ¿cómo equilibramos la existencia innegable del pecado (quebrantar la ley) en nuestra
vida y la igualmente clara promesa de perdón? Los creyentes sinceros de Jesús continúan
pecando después de recibir la gracia y el perdón. No podemos negar nuestra rebeldía en asuntos

23
1 Timoteo 6:12; 2 Timoteo 4:7
24
Isaías 54:9-10
25
Juan 3:16-19; 5:24
26
Romanos 5:9
27
Romanos 3:23

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¡grandes y pequeños! Queremos obrar bien y ahora se espera que pensemos y nos comportemos
correctamente; sin embargo, tomamos malas decisiones varias veces al día.

Esforzándose mucho, perdiendo en grande. ¿Cuál veredicto emitido debemos creer? La ley que
grita: “¡Culpable y condenado!” o la gracia que susurra: “¡Perdonado y justificado!” La voz de la ley
parece más alta que la voz de la gracia. Las acusaciones por lo general exceden a las
aseveraciones.

Cómo la ley de Dios y la gracia de Dios se sobreponen y encajan juntas, es un concepto complicado
de entender. Dios las dio ambas como expresiones de su amor por nosotros, aunque llegaron en
tiempos diferentes y a través de voceros diferentes. Como dicen las Escrituras: “La ley fue dada
por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo”.28

Y este puede ser el primer punto de aliento para usted en su propio caminar con Cristo. Si debate
una y otra vez en su mente; si tiene preguntas y preocupaciones; si lucha con la condenación,
usted es normal. Aún Jesús creció en sabiduría en el curso de su vida,29 así que podemos deducir
que usted y yo todavía tenemos cosas que aprender en el Reino. ¡La Biblia nos anima a pedirle a
Dios sabiduría, sabiendo que Él nos concede el entendimiento sin reprendernos y decirnos que ya
deberíamos tener las cosas resueltas!30

Preguntas Honestas
Como amamos a Dios, de verdad queremos vivir del modo que Él quiere que vivamos. A pesar de
los deslices y aún de las épocas de rebeldía cuando no estamos totalmente dispuestos, o no
podemos abandonar un pecado que Él nos ha señalado en nuestra vida, sí queremos hacer su
voluntad. Queremos obedecer sus mandatos y tomar buenas decisiones.

La mayoría de las veces.

¿Puedo hacer una confesión? Algunas veces, yo no quiero; con frecuencia, yo caigo. Es entonces
cuando comienza la tortura y cuando la preocupación consume mi alma.

Cuando a sabiendas nos salimos del camino a la desolación del pecado; cuando permitimos que
la amargura eche raíces; cuando deseamos vehementemente lo que no nos pertenece; cuando
mentimos, hacemos trampa o robamos; cuando nos tomamos esa copa u hojeamos esa revista o
fantaseamos sobre cierto escenario; cuando hacemos lo malo, ¿entonces qué? ¿Qué hacemos?
¿Qué hace Dios?

De esto es de lo que trata este libro. ¿Cuándo descansar en la gracia se convierte en presumir
sobre la gracia? Si yo ando—sinceramente, intentando no pecar más—pero peco de nuevo, ¿se
levantará Jesús estando de rodillas y agarrará una piedra en su mano?

28
Juan 1:17
29
Lucas 2:52
30
Santiago 1:5

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Por décadas sabía que había algo inadecuado en mi entendimiento acerca de la ley y la gracia,
acerca de la culpa y el perdón. Sencillamente no podía encontrar un lugar permanente donde
aterrizar mi pensamiento y con mucha frecuencia mi doctrina no compaginaba con mis
sentimientos. Este libro es mi historia, no es un recuento del viaje de algunos días de verano en
Grecia, sino una compilación de los muchos cambios que Dios trajo a mi pensamiento mientras
preparaba la conferencia en Atenas y mientras estuve allí.

Le va a tomar un tiempo leerlo, pero no tanto como el que me tomó a mí para comprender cómo
podía estar completamente consciente de mi pecado, sin preocuparme por mi relación íntima con
Jesús. Espero decirle cómo realmente es Dios, aun cuando usted se comporta muy distinto a la
persona en la cual Él lo está transformando.

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CAPÍTULO 2

EL LEGALISMO Y LA TRAMPA
El hombre furioso que me abordó esa tarde en Grecia estaba confundido y alentado por la
distorsión de un espíritu maligno simulando ortodoxia espiritual; en pocas palabras, un hereje.
Quizás su incertidumbre acerca de la obra completa de Jesús en la cruz lo hizo presa de mentiras
con apariencia religiosa. Sus distorsiones, aunque extremas, me recordaron lo confuso que puede
ser navegar entre la ley y la gracia, y el porqué la iglesia lucha por encontrar un balance entre el
legalismo y el libertinaje.

¿Qué se espera que hagamos con los sentimientos de culpa que nos atormentan? Si estamos
perdonados ¿por qué esas dudas y acusaciones persisten? ¿Por qué nos agobiamos con esas
punzadas en la conciencia que luego se convierten en autocondenación? ¿Por qué pensamos que
debemos mantenernos alejados de Dios por algunos días, después de haber pecado
horriblemente?

Comencemos reconociendo que todo este tema es confuso, la gracia no es un tema sencillo que
pueda presentarse fácilmente. Por un lado, algunos maestros profesan que el pecado ya no
importa tanto porque la gracia y el amor de Dios lo eliminan mágicamente como un hecho en
nuestra vida. De acuerdo con su lectura limitada de la Biblia, Dios es (sólo) amor, y el amor solo
actúa de manera amorosa; razón por la cual Dios nunca haría algo para infligir dolor o castigo
sobre aquellos que Él ama (es decir, todos). Sugieren que no necesitamos poner atención a
nuestra conciencia de pecado; sea que seamos culpables o no, no es importante, ya que Dios va
a extender un perdón general para todos.

La herejía es sutil, pero su intención es que no creamos en la realidad del infierno ni en cualquier
consecuencia desagradable en la eternidad.

Igualmente, en el otro extremo hay maestros que se enfocan tan intensamente en “el pecado
entre la gente”, que hacen que todos se sientan totalmente inadecuados y descalificados para la
gracia. Para ellos, Dios es amoroso y en realidad ha perdonado a la gente; sin embargo, esas
personas (tú y yo) debemos vivir la vida sin pecado de allí en adelante. Implican que Dios es un
Salvador reticente quien, por las estipulaciones del pacto, tiene que perdonar y salvar, pero Él no
está muy contento con hacerlo. Denle una excusa para excluir a la gente de la gracia y Él lo hará
con gusto. Aunque puede que no lo digan tan claramente, estos maestros insinúan que cada
pecado que cometemos nos acerca más a “la guillotina eternal”.

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Ambas son nociones desequilibradas y quedamos con la sensación de que sólo tenemos dos
opciones: (1) simplemente ignorar la culpa que sentimos y pensar que nuestros pecados son un
estorbo constante en nuestra vida espiritual, o (2) poner todo nuestro esfuerzo para regresar a la
buena gracia de Dios y ya no sentirnos culpables.

Preguntas Confusas
En términos generales, los cristianos se impacientan con temas que los fuerzan a pensar de modo
sistemático sobre su fe. Prefieren soluciones rápidas de una sola frase a sus dilemas espirituales,
aunque algunas veces, llegan a conclusiones sencillas solamente después de explicaciones no
tan sencillas.

Puede servirle de consuelo saber que las preguntas sobre la culpa, la condenación y la relación
con Dios surgieron en la iglesia primitiva, siglos antes de que usted comenzara a luchar con ellas.
Algunos judíos no creyentes acusaron a Pablo de persuadir “a los hombres a que adoren a Dios
en forma contraria a la ley”.1 Otros judíos creyentes se preguntaron si la fe anulaba la ley.2 Quizá
la pregunta más reveladora en el Nuevo Testamento, al menos en lo que se relaciona con la
confusión acerca de cómo la ley y la gracia obran juntas en nuestra vida, se encuentra en la carta
de Pablo a los gálatas, con la que intenta que ellos se despierten y activen su pensamiento: “¿Es
entonces la ley contraria a las promesas de Dios?”3

Pablo contesta con un resonante: “¡De ningún modo!”

Pero por mucho tiempo en mi vida cristiana, mi respuesta sincera a su pregunta hubiera sido: No
lo creo, pero no tengo claros los detalles. Si me hubiera encontrado con el profeta de juicio en
Atenas hace unos años, hubiera podido convencerme, o al menos confundirme, con su creencia
viciada pero sincera sobre “el pecado en la iglesia” y lo que Dios quería que se hiciera con este
pecado.

Nosotros, que somos guiados por el Espíritu de Dios, ya no estamos “bajo la ley”;4 y Pablo declara:
“Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”. 5 Sin embargo, ¿cómo
entendemos estos versículos a la luz de lo que Jesús dijo, que Él había venido a cumplir la ley, “no
a abolirla”?6 El hombre airado en Atenas parecía tener respuestas seguras a las preguntas que la
mayoría de nosotros tenemos dificultades para resolver:

 ¿Está la ley vigente? ¿Qué sucede cuándo violo la ley?

 Si me he portado bien por un largo, largo tiempo, y luego caigo, ¿lo “bueno” que he hecho
contrarresta lo “malo”?

1
Hechos 18:13; 21:28
2
Romanos 3:31
3
Gálatas 3:21
4
Gálatas 5:18
5
Romanos 10:4
6
Mateo 5:17

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 ¿Cuántas veces Dios creerá y aceptará mi arrepentimiento por un pecado habitual?

 ¿Puede mi pecado llegar a ser tan grave para que Dios no lo perdone?

EL LEGALISMO
Aun cuando usted nunca haya escuchado los insultos de un cruzado airado del norte de Europa,
ha escuchado el tono despiadado y de desaprobación del Espíritu del Fariseo en su propia mente.
Lleva una máscara religiosa. Sus mentiras suenan santas, profundas y correctas. Pero no lo son.
Enterrado bajo el exterior religioso de su herejía, descubrirá siempre la condenación y una terrible
carga. El legalismo nos dice que no lo hemos alcanzado, que hemos decepcionado a Dios, que
debemos esforzarnos más y ser mejores, que la esperanza se está acabando y la gracia está
llegando al final de su límite.

Tal como las civilizaciones de hace mucho tiempo creían que la tierra era plana y que si la gente
continuaba navegando hasta el borde del mundo se caería, algunos creyentes imaginan que la
gracia de Dios tiene límites desde donde la gente puede caer. Esto no es lo que enseña el Nuevo
Testamento. Es la enseñanza del Espíritu del Fariseo, es la base del legalismo cuyos cuatro
dogmas se derivan uno del otro:

1. Existe un límite al número o a la naturaleza de los pecados cubiertos por la gracia de Dios.
2. Al pecar con más frecuencia o de modo muy grave, usted transgrede más allá del margen
que está cubierto (probablemente, ya lo ha traspasado).
3. Una vez sus pecados han excedido la medida asignada de la gracia de Dios, usted “cae
de la gracia”.
4. Si usted quiere evitar “caer de la gracia” tiene que ser más obediente y ofrecer más
sacrificios a Dios.

Gracia Infinita
Ninguna de estas afirmaciones es verdad, pero suenan religiosamente correctas. Como un
ventrílocuo maligno imitando a Dios, el legalismo nos hace sentir regañados, rechazados y
condenados. Deténgase un momento para pensar: ¿le suena esto como el fin último del Buen
Pastor quien nos busca con bondad y misericordia, quien nos prepara una mesa y una copa
rebosante, sin importar quién más se nos oponga? 7 ¿Tiene sentido que Él nos prepare un
banquete en presencia de nuestros enemigos para intimidarnos? Toda la Escritura testifica que
“Él es bueno, que para siempre es su misericordia”,8 así que ¿por qué cambiaría tan pronto su
inclinación por usted?

La cantidad de pecado no cuenta en la ecuación de la gracia; en cierto modo la gracia se parece


al concepto matemático del infinito. Recuerde lo que aprendió acerca del infinito en el colegio: no

7
Salmos 23:5-6
8
Salmos 136:1

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importa cómo le aplique otros números con cualquier operación matemática, siempre permanece
siendo infinito. Multiplíquelo por 1.763 y todavía es infinito; reste 43.865.098 de infinito y todavía
es infinito. Si el infinito está en cualquier lugar en una ecuación (esto es, a la izquierda o la derecha
del signo igual), la respuesta correcta es siempre infinito. Ningún número es significativo con
relación a infinito.

Así es también con la gracia: ni el tamaño ni la frecuencia del pecado cambia la respuesta.

Probablemente, porque la ley amplifica nuestro sentido de lo que no está correcto en nuestra vida,
cometemos el error de concluir que su único propósito es el de hacernos sentir avergonzados (y
rechazados). Como veremos, esta no es la forma en la que el Espíritu Santo utiliza la ley. Sin
embargo, es el terrible mensaje que el vigía del pecado del norte de Europa trató de reclamar
como una palabra profética de Dios. La gente pecadora necesita que la rescaten, pero no es
repugnante para Dios. Él se acerca a ellos con compasión, sin condenación; se duele por lo que
el pecado nos hace, pero Él no está disgustado con nosotros. Así es como es Dios.

La principal razón por la que los fariseos rechazaron a Jesús como el Mesías fue porque ofreció
sanidad, perdón y liberación a los pecadores.9 Se escandalizaron por la “blasfemia" cuando Jesús
se atrevió a “perdonar los pecados”, 10 y estaban horrorizados de que Jesús se moviera
cómodamente entre los “pecadores”.11

Los fariseos valoraban el juicio sobre la misericordia,12 y pensaban que la meta principal de Dios
era traer el juicio merecido a la tierra, en lugar de hacer el bien a los infractores de la ley. Ellos
esperaban que cualquier mensajero de Dios felicitara al justo y condenara al injusto. El Espíritu
del Fariseo quiere el juicio ¡ahora! Explicaré el porqué en el curso de este libro; pero ya que se
está familiarizando con este falso dios y sus enseñanzas, quiero ante todo decirle lo implacable y
crítico que es. El legalismo presiona por un veredicto de culpabilidad y demanda el castigo por la
culpa. Así no es como es Dios; Jesús vino a suspender el juicio, no a apresurarlo.

Pecado en la Iglesia
¿Pero cómo puedo argumentar contra una verdad tan obvia como el pecado en la iglesia? Yo veo
pecado en mi propia vida. Si los demás son apenas parcialmente tan pecadores como yo,
entonces cualquier iglesia está sumergida en pecado. Los profetas legalistas y religiosos usan
esta realidad como una premisa para la condenación, en cambio Dios la usa como un punto de
comienzo para la gracia:

…Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados


gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús…
~Romanos3:23-24

9
Lucas 5:30-32
10
Lucas 5:20-24
11
Ver Mateo 9:10-13
12
Santiago 2:13

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Jesús “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos”, no para condenarnos.13 Profetas
gritones como el de Atenas son muy convincentes,14 pero están “empoderados” por un “espíritu
diferente” al Espíritu Santo. 15 Usan la culpa para asaltar con furia a los creyentes en Cristo y
pronuncian juicio contra nuestras faltas.

En vez de enseñarnos acerca de la bondad y generosidad de Dios, el legalismo trata de


convencernos de que Dios es incapaz o renuente a cubrir nuestros pecados con perdón y amor.
El Espíritu del Fariseo se apropia de nuestros sinceros esfuerzos por ser más espirituales, por
convertirnos en cristianos “mejores”. El mensaje básico que comunica es como algo así:

La gracia de Dios lo salvó y cubrió sus pecados hasta el momento en su vida en que aceptó
el sacrificio de Cristo en la cruz. Sin embargo, Dios espera que usted haga (la mayoría de)
el trabajo de ahora en adelante. Su nivel de obediencia determina su posición con Dios y
entre mejor guarde sus mandatos, mejor se sentirá Dios con usted y lo amará más.

Este acoso espiritual nos conduce a una conclusión inconcebible, que es la parte más débil, el
lado oscuro de la enseñanza legalista; nos quiere hacer creer que la obra de Cristo en la cruz no
es suficiente para toda nuestra vida. Jesús hizo su parte, pero Él hizo solamente una parte de la
obra de nuestra salvación; el resto depende de nosotros.

Tales sugerencias perturban profundamente nuestra alma. Sabemos que deberíamos ser mejores
personas y entendemos que deberíamos ser más rectos; no tenemos ninguna defensa contra las
acusaciones de pecado, somos pecadores. Y así, nuestra alma se alarma aterrada como los
cadetes ante una revista sorpresa, al saber que sus dormitorios en el cuartel no están listos para
la inspección. ¡Oh no, nuestro corazón gime, si el juicio fuera hoy, sé que mi casa no está en orden!
¿Qué puedo hacer? El legalismo utiliza la culpa como un látigo y nos induce a vivir como si lo que
Cristo hizo no fuera suficiente (del todo).

LA TRAMPA
La magnitud y presencia continua del pecado en nuestra vida nos hace sentir terriblemente
inseguros. Lo que los otros piensen de nosotros no cambia el hecho que sabemos: no somos
buenos ni somos justos. Nuestros pecados se roban nuestra confianza para acercarnos a Dios;
especialmente cuando hemos cometido un error muy grande o hemos hecho algo muy grave, “sólo
por fe” parece un fundamento muy frágil al cual asirnos. Abrumados por la culpa, queremos
sostenernos en algo que sea más sustancial para remediar nuestra conexión rota con Dios.

Impulsados por la angustia y la culpa, tratamos de añadir nuestros propios esfuerzos a lo que Él
hizo en el Calvario. Cuando nuestra vergüenza culposa nos agota, procuramos inclinar la balanza
de nuevo a nuestro favor haciendo promesas, jurando votos, haciendo penitencia o tratando de
ser “mejores”. No es que estemos doctrinalmente de acuerdo con esa falsa enseñanza, sino que

13
Gálatas 1:3-4
14
1 Timoteo 1:7
15
2 Corintios 11:4

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subconscientemente seguimos siendo vulnerables a la mentira que dice que Dios continuará
mostrándonos su favor sólo si mantenemos un nivel de bondad mínimo.

Los creyentes no son tentados a volver a la ley y vivir bajo ella por su trato duro al pecado o sus
demandas de sacrificio. ¿Quién quiere estar sujeto de nuevo a tal juicio y condenación?16 No, lo
que nos tienta a regresar a la ley es nuestro deseo sincero de hacer bien las cosas con Dios.
Queremos agradarlo, queremos reparar el daño que hemos hecho.

Normalmente, utilizamos la palabra tentación para referirnos a algo sucio, inmoral o algo
claramente en contra del plan de Dios; sin embargo, cualquier camino distinto al camino de Dios
es la esencia verdadera del pecado. Algunas veces aun las ideas con apariencia religiosa pueden
no ser justas17 y ser tentadoras. La tentación irresistible de hacer las cosas correctas con nuestros
propios esfuerzos es una verdadera trampa.

Como un dios falso, el Espíritu del Fariseo nos atrae con engaño a regresar a la ley como el medio
con el cual podemos asegurar una justificación más tangible. Nos ofrece una seguridad falsa. Al
conectar falsamente el que Dios nos acepte con nuestra habilidad para ser “buenos” (o al menos
“mejores”), terminamos viviendo bajo el Antiguo Pacto después de que estuvimos de acuerdo con
el Nuevo.

El engaño tiene sentido para nuestra alma desconcertada: “Dios es santo, de modo que entre más
santos seamos, más nos amará y aceptará Dios”. La herejía antigua activa la trampa:

Con mi ayuda, usted puede librarse del pecado. Si se esfuerza mucho, mucho, para vivir de
acuerdo con los dictados de la ley (especialmente evitando los peores), puede volverse lo
suficientemente bueno para merecer relacionarse con Dios.
Aun si no es perfectamente perfecto, concéntrese en sus culpas y prométale a Dios que
nunca jamás hará esas cosas de nuevo. Usted está en libertad condicional y ha utilizado la
mayor parte de su cuota de gracia y perdón. Dios lo está observando, y evalúa su relación
con usted con base en qué tan bien guarde su ley.

La Justicia Verdadera
¿Quiere Dios que seamos justos? Sí, por supuesto. Sin embargo, ¿sobre qué base la justicia se
vuelve parte de nosotros? Esta es la cuestión—el punto de confusión y consternación de creyentes
fervientes como nosotros. Queremos liberarnos del pecado y nos entristece su presencia continua
en nuestra vida, y anhelamos una relación aún más íntima con Dios. Nuestra sinceridad busca
respuestas a los errores continuos en nuestra vida como también al anhelo de nuestra alma por
una comunión más profunda con Dios, situación que nos hace especialmente vulnerables a los
falsos maestros que rondan las calles de Atenas—y los corredores de nuestra mente.

¿Había pecado en la iglesia que visité en Atenas? Sí. ¿Hay pecado en su vida? Sí. Pero esta
realidad no es la esencia ni la totalidad del Evangelio de Cristo. El pecado abunda, pero la gracia

16
Gálatas 5:1
17
Romanos 10:3

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“sobreabunda”.18 El verdadero Evangelio declara enfáticamente que Dios nos ha perdonado cada
pecado de toda nuestra vida: “Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los
que son santificados”.19

La medida en que el pecado haya reinado en la vida de un creyente, ha sido sustituida por el
dominio, más poderoso y duradero, de la gracia. La gracia ahora reina “por medio de la justicia
para vida eterna, mediante Jesucristo, nuestro Señor”.20 De acuerdo con el verdadero Evangelio,
el pecado ha sido destronado y no tiene ninguna voz en nuestra relación eterna con Dios. Y,
“donde hay perdón de estas cosas, ya no hay ofrenda por el pecado”.21

¿Puede mi pecado afectar aspectos de mi vida en Cristo? Sí, y exploraremos todo esto con más
detalle en los siguientes capítulos; pero el pecado es el punto inicial para las buenas nuevas, y no
lo que nos descalifica.

Mensajes del Pasado


El hombre furioso que me confrontó podía sonar como un cristiano celoso por la justicia en la
iglesia, pero le indicaba a la gente un camino erróneo hacia la justicia; tal como los maestros de
la antigüedad, que plagaron a la iglesia primitiva con reglas legalistas. Estos maestros “no
entienden (entendían) lo que dicen (decían) ni las cosas acerca de las cuales hacen (hacían)
declaraciones categóricas”.22 En el transcurso de los tiempos, los mensajeros de este evangelio
falso nos han invitado a regresar a las “ofrendas por la culpa” y las “ofrendas por el pecado”,23
yugos de esclavitud de los “que Cristo nos hizo libres.”24

El apóstol Pablo describe a los herejes legalistas de su tiempo como celosos y religiosos—pero
totalmente equivocados. En lugar de encontrar en Cristo la justicia final y verdadera, buscaron
una justicia hecha a su manera. “No se sometieron a la justicia de Dios”.25

Mi encuentro con el mensajero del Espíritu del Fariseo no duró más de cuatro o cinco minutos—lo
suficiente para recordarme el sabor amargo de la religión. ¿Quién quiere un centinela severo y
estricto para su alma? Nadie; quizás excepto los “profetas” escogidos que se sienten realizados
con la comisión de condenar lo malo en la vida de los demás.

El pastor George finalmente intervino con firmeza en frente del falso profeta, que trataba de
bloquear mi camino hasta convencerme de pronunciar juicio en contra de los hijos de Dios. Estaba
en una misión de miseria, no de misericordia. En lugar del amor de Dios que abarca todo, él

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Romanos 5:20
19
Hebreos 10:14
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Romanos 5:21
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Hebreos 10:18
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Levíticos 7:7
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Gálatas 5:1
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Romanos 10:3-4

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hablaba de un juicio inminente como si fuera el primer y más importante asunto en la agenda de
Dios.

En realidad, el juicio ocupa el último lugar en la mente de Dios.

Gracias a la intervención de George, pude seguir avanzando hacia el santuario y caminé rápido;
sabía que tenía sólo unos momentos antes de que comenzara el seminario. Casi inmediatamente
la atmósfera cambió; la insistencia airada y la severa condenación que pendían como una nube
sobre el hombre de afuera, se evaporó tan pronto entré silenciosamente al santuario, mientras se
escuchaban las últimas líneas de un coro de adoración. Me sentí como alguien que sostiene el
aliento por olores venenosos hasta que finalmente escapa al aire fresco. Todavía sentía mis
piernas flojas, pero ¡qué alivio respirar del Espíritu de Dios!

Seminario en el Santuario
Además, estaba dirigiendo un “seminario” en la iglesia. Antes de convertirme en pastor de tiempo
completo, enseñaba literatura y filosofía en varias universidades. Allí fue donde me apasioné a
exponer, de forma coherente, las verdades y tópicos del Reino. Mis dos mundos se encontraron
esa noche caliente de verano en Atenas. Una conferencia en la iglesia—música para mi alma.

Después de soltar mi morral en una silla de enfrente, respiré profundamente, tomé mi Biblia y
subí varias escaleras hacia la plataforma donde me esperaba Ángela, la traductora. A pesar de
que todos venían de un largo día de trabajo, contaba con el hecho de que la mayoría de mis amigos
griegos luchaban con la misma pregunta que yo había tenido casi toda mi vida como creyente: “Si
ya no estamos bajo la ley, ¿cuál es su propósito en mi vida?”

Tomé una pausa por un momento para dar un vistazo al gran número de creyentes que querían
escuchar cómo librarse del dominio de la ley, qué hacer con los persistentes sentimientos de culpa
cuando su propia alma los condenaba y confirmaba que, sin duda, Dios no podía usarlos en el
ministerio. ¿Cómo debían responder?

El amor de Dios me inundó, suspendió los efectos físicos del cambio de horario. Así como una
escoba barre los pedazos de vidrio roto, la repentina ráfaga de amor que sopló en mi corazón,
quitó el desconcierto por los improperios espirituales que acababa de escuchar. Los gritos airados
y las denuncias de afuera no alcanzaron a llegar al santuario donde al amor de Dios creó tanta
paz y gozo. Era casi como estar en un recinto a prueba de ruido, todo estaba en calma—y de algún
modo, silencioso. Interpreté el silencio espiritual como una promesa de Dios para mí y quienes
me acompañaban. La palabrería y la presión del vigoroso profeta de afuera, simplemente dejó de
tener algún significado en la presencia de Jesús, y esta era toda la confirmación que yo necesitaba.

Con la certeza de que estaba donde Jesús quería que estuviera, dije: “Buenas tardes a todos.
Tengo muy, muy buenas noticias para ustedes: la gracia y el amor de Dios son ‘más que suficiente’
para quitar todos nuestros pecados”. 26 Gritos de amén se escucharon en medio de la

26
1 Timoteo1:14

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congregación. Mientras los aleluyas se apagaban en el aire, susurré dando gracias a Dios por el
privilegio de ser otra clase de mensajero—uno que consuela al pueblo de Dios y con “bondad”
anuncia: “Su lucha ha terminado, su iniquidad ha sido quitada”.27

27
Isaías 40:1-2

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CAPÍTULO 3

UNA FUERZA Y UN DILUVIO


Mientras Ángela, mi traductora, y yo ajustábamos nuestros micrófonos probando su sonido, vino
a mi mente el encuentro espiritual que acababa de tener en el parqueadero. Caí en cuenta que
en diferentes momentos el Espíritu del Fariseo había irrumpido en mi vida, no sé si porque yo era
especialmente vulnerable a sus mentiras o si Dios me había expuesto a ellas, un poquito a la vez
a través de los años, casi como un proceso de inoculación contra el veneno de una picadura de
serpiente.

Recordé a un hombre que se llamaba a sí mismo “San Hubert” de la Universidad de California,


hace más de treinta años, que profería—en realidad gritaba—condenación en contra de los hippies,
los estudiantes, los comunistas, los fornicarios (y todo el que se le viniera a la mente), mientras
cargaba una cruz enorme izada en una bolsa de cuero sostenida a su cinturón. Sobre una pancarta
que colgaba de la cruz estaba estampado con descuido el mensaje: Cambie o Arda. Supongo que
estaba tratando de alcanzar a los estudiantes con su mensaje, pero no creo que alguien lo tomara
en serio. Era tan severo y tan falto de amor, que se había convertido en una simple caricatura,
una tira cómica sin humor. Su tono, expresiones y ferocidad no me recordaban en lo absoluto al
Jesús que susurraba en mi corazón.

Durante mis días de universidad, yo también estuve motivado a alcanzar a otros estudiantes por
la sencilla razón: Oh, Dios mío, estos estudiantes van a perecer si no conocen el sacrificio de
Jesús. Coloqué preguntas y Escrituras en el espejo de los dormitorios y evangelicé a muchos, uno
por uno, de modo, que no era un extraño al ministerio ni tampoco estaba avergonzado de las
Buenas Nuevas de Dios para mis compañeros de estudio. Pero “San Hubert” me molestaba y me
sentía ofendido en mi espíritu, atropellado por él y sus furiosas denuncias de pecado en el
campus, no porque me sintiera condenado sino porque él era un impostor espiritual.

Hubert trató de manipular el poder del Evangelio al usarlo para condenación y no para salvación.1
Su sacrilegio golpeó mi espíritu como si recibiera una cachetada. Lo que colgaba de su cruz
provisional no se parecía en absoluto a lo que colgó en la cruz del Calvario. En esa saliente

1
Romanos 1:16; 1 Corintios 1:18-21

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montañosa hace años, Dios colgó el cuerpo quebrantado de su Hijo, sobre el cual inscribió un
mensaje eterno: Perdonado.

“Cambie o Arda” es totalmente opuesto a “Perdonado” y aunque ambos ofrecen un nuevo futuro,
el uno está inspirado por un espíritu lleno de ira y odio mientras que el otro, es susurrado por el
Espíritu de Dios y proviene del mismo corazón de Dios. ¿Qué persona normal—después de
escuchar las diatribas condenatorias de “San Hubert”—desearía de una vez abandonar todas las
cosas de su vida para aprender más de Hubert y seguir su consejo? Cuando la gente escuchaba
a Jesús, querían seguirlo y llamarlo Maestro.

No puedo pensar que alguien sienta alegría con el mensaje de Hubert; ni tú ni yo sentimos alegría
cuando escuchamos esas voces internas de condenación, culpabilidad y descalificación. No
obstante, Jesús contó una parábola acerca de un hombre que sintió tanta alegría cuando
descubrió un “tesoro escondido en el campo”, que vendió todo lo que tenía para comprar todo el
campo.2 Jesús nunca cambia, ¿verdad? Mientras estuvo en la tierra, atrajo a los pecadores como
a la mujer en el pozo y rechazó lanzar la piedra a la mujer sorprendida en adulterio, que los líderes
religiosos le ofrecían; entonces, ¿por qué suponemos que Él ha cambiado ahora que está sentado
a la derecha del Padre?

Espectáculo en el Cielo
A veces es difícil distinguir “entre lo sagrado y lo profano”,3 porque las cosas malas se disfrazan
como ángeles de luz y los “falsos apóstoles” se disfrazan “como apóstoles de Cristo”. 4 Sin
embargo, si escucha con atención lo que dicen acerca de Dios, distinguirá más fácilmente la
verdad del error.

Los dioses falsos y sus mensajeros tienen un discurso diferente a lo que dice el único Dios
verdadero. Nuestro Dios es un Dios de amor, Él mismo hizo la obra necesaria para redimirnos de
la esclavitud del pecado; no se mantuvo a distancia ni dijo: “Dé la talla”. No, Él dijo: “Yo voy a
pagar el precio por ti”. Él es el Dios de gracia que hace por nosotros lo que no podemos hacer por
nosotros mismos. El Espíritu Santo nos invita a aceptar la provisión de Dios para “librar de la
muerte”.5

El Espíritu del Fariseo adornó la cruz de Hubert con condenación, como un conspirador dejando
caer gotitas de veneno en una bebida. Todo un impostor. Mientras Jesús murió por los estudiantes
(y hippies), Hubert sólo vociferaba contra ellos. Jesús se identificó con el pecado de la gente;6
Hubert no hizo nada, sólo señalarlo. Jesús llevó nuestros pecados sobre sí mismo;7 y derramó su

2
Mateo 13:44
3
Ezequiel 44:23
4
2 Corintios 11:13-15
5
Salmos 68:20
6
Hebreos 2:17-18; 4:15
7
Mateo 8:17

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Abrazando La Gracia | 25

sangre como nuestro Abogado Defensor; Hubert gritaba como el acusador. Qué falsa religión; qué
degradación arrastrar la cruz hacia ese territorio caracterizado por un espíritu cruel y farisaico.

El Espíritu del Fariseo distorsiona el mensaje de Dios y lo transforma en malas noticias en lugar
de buenas; inspirados por este espíritu duro, hombres y mujeres con tono airado y lleno de
condenación se pasean por nuestra iglesia como Hubert lo hacía en el campus y se llaman a sí
mismos “santos”. Dicha santidad arrogante y sin amor es, en realidad, considerarse justos con
base en sus propios esfuerzos. Como esta santidad que ellos reclaman no ha sido desafiada, tanto
los creyentes como los incrédulos suponen que Dios nos mira con desdén, indignado con la
humanidad caída. Su imagen es la de un Dios furioso que nos condena, en lugar de un Dios
amoroso y misericordioso.

El mundo antes, durante y después de Jesús era como el mundo de hoy. Nuestros ancestros,
nuestros contemporáneos y nosotros mismos somos una sola raza (infectada): pecador uno,
pecadores todos. En medio de una justicia fraudulenta, la burla con deseo de sangre, una apuesta
trivial, la violencia y la brutalidad, Dios escogió levantar y suspender a su Hijo como un espectáculo
en el cielo. El Dios Justo colgó a su Hijo: no “para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por Él”.8

El Dios de Espíritu Santo, el verdadero Dios, usó la cruz para rescatarnos de la condenación, no
para amenazarnos con juicio. La “intención bondadosa” de Dios ha sido siempre adoptarnos como
suyos y “prodigar” gracia y amor sobre nosotros.9 Si no escucha amor y gracia cuando Dios le
habla a su espíritu—aun acerca de su pecado—entonces lo que escucha es a un espíritu falso.

En mis muchos años de pastor, he conocido numerosos individuos que sienten que no pueden oír
a Dios; no obstante, cuando la condenación y los fuertes sentimientos de culpabilidad presionan
su alma causando que se aborrezcan a sí mismos y teman por su eternidad, casi nunca se
preguntan el porqué de pronto lo escuchan.

No están oyendo al “Buen Pastor”, sino, por el contrario, al aullido de los lobos.

“San Hubert” y el falso profeta en Grecia no entendían la historia de Dios con su pueblo. Como
mucha gente religiosa engañada, que da vistazos aislados a los profetas del Antiguo Testamento
y se agarra de ellos para interpretar el papel, sin haber leído el libreto completo, se pierden
completamente el comienzo y el final—y el propósito de lo que Dios dijo e hizo. El anhelo primordial
de Dios no es el de denunciar a su pueblo y condenar su pecado; Él quiere liberar a su pueblo y
perdonar su pecado. La pasión principal de Dios es restaurar nuestra relación personal perdida
con Él.

8
Juan 3:17
9
Efesios 1:5-8

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UNA FUERZA Y UN DILUVIO | 26

LA FUERZA DEL PECADO


Para establecer el contexto de nuestras noches juntos, le dije a la audiencia que me esperaba,
que comenzaríamos con un breve estudio cronológico del Antiguo Testamento. No me sorprendió
ver la desilusión que apareció brevemente en algunos rostros; aunque había gozado de una larga
relación con la congregación del pastor George, forjada por más de doce años, dudo que muchos
de los miembros de la iglesia hubieran asistido al seminario si hubieran sabido que estaban allí
para una lección de historia. Bromeé con ellos sobre su respuesta y les solicité que me
concedieran la noche para cambiarles su idea con respecto a la historia—al menos, a la historia
de la Biblia.

Para ayudarle a entender por qué usted todavía se siente culpable, aunque ha sido perdonado,
debo llevarlo en un viaje a través de partes del Antiguo Testamento. No nos hace ningún bien en
nuestra búsqueda de cómo debemos relacionarnos con la ley y la gracia, limitar nuestra lectura
al Nuevo Testamento. Es como tratar de completar un rompecabezas sin las piezas del borde.

Desafortunadamente, muchos creyentes encuentran muy largo el Antiguo Testamento para leerlo
completamente y tienden a leerlo en pequeños segmentos, considerando solamente porciones
mínimas a la vez, lo que los conduce a varios conceptos equivocados sobre la naturaleza de Dios
y la base sobre la cual Él se relaciona con su pueblo. Es como tratar de mirar un mural del tamaño
de una pared a través de una lupa sostenida con la mano. La lectura parcial y el estudio
incompleto nos hacen vulnerables a toda clase de citas a medias, y a citas incorrectas, que
avivaron la confusión en la mente del caballero airado de afuera, en la tarde todavía caliente de
Atenas.

Un Largo Espacio de Tiempo


Parte de la información más importante que nos perdemos al leer el Antiguo Testamento a
pedacitos es el inmenso período de tiempo que cubre. Por ejemplo, pasaron más de 2.500 años
entre Adán y Eva en el Jardín, y Moisés en el desierto. Veinticinco siglos pasaron volando en unas
pocas noches mientras lee el Génesis. No nos damos cuenta de uno de los detalles más
sorprendentes de la historia de Dios con nuestra raza, porque tendemos a poner juntos todos los
eventos del Antiguo Testamento. Durante este inmenso lapso de tiempo, desde Edén hasta el
Diluvio, Dios casi no emitió mandamientos.

Además de “Sean fructíferos y multiplíquense”, Dios mandó a Adán y Eva no comer del “árbol del
conocimiento del bien y del mal”.10 Como hemos escuchado la historia tantas veces, es fácil no
darnos cuenta de la característica más obvia del primer mandato de Dios a la humanidad; fue uno
solo, no una larga lista de lo bueno y lo malo; una frase, ni siquiera los diez mandamientos. ¿Por
qué fue tan des complicado, tan básico? ¿Por qué Dios no dio al primero de nuestra especie más
reglas o advertencias o indicaciones de moralidad?

Estas sencillas preguntas no son fáciles de responder porque nuestro mundo ha cambiado mucho.
Las cosas de entonces—en el principio—son difíciles de imaginar hoy; aquí es donde entra la

10
Génesis 1:28; 2:17 NVI

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historia. Nuestros antepasados no necesitaron un código moral extenso porque, en ese punto de
la historia, no tenían el concepto de pensamientos o comportamientos erróneos. El “mal” no
estaba todavía en el mundo, excepto por la serpiente. Nada malo o inmoral venía a la mente de
Adán y Eva, ni siquiera un susurro de un pensamiento ofensivo o de malcriadez.

Completamente ingenuos respecto al mal, como niños pequeños dentro de una bañera sin
conciencia real de su desnudez. Solamente hasta después de que Adán y Eva comieron la fruta,
se dieron cuenta de que estaban desnudos; 11 y esta condición, qué puede significar para los
adolescentes unos pocos años después de la pubertad o para los hombres que miran las revistas
o el Internet.

En el principio, antes de comer la fruta prohibida, nuestra raza no conocía el mal.12

La Infección
Esa inocencia pronto desapareció. Adán y Eva hicieron precisamente lo que nosotros hubiéramos
hecho: violaron el único y solo mandato que Dios les dio; Eva primero y Adán poco después,
comieron la fruta prohibida; su violación trajo consecuencias que alteraron el cosmos. Desde
entonces nada ha sido igual, porque un poder llamado “el pecado" invadió la Tierra y comenzó a
reinar sobre nuestro planeta.

Cuando digo pecado, no quiero decir el pecado de la manera en que usted piensa del pecado hoy
en día; quizá el pecado como una fuerza es un nombre más descriptivo para lo que irrumpió en
nuestro mundo. Aunque puede sonar como simple semántica, las dos clases de pecado—una
fuerza espiritual en vez de hechos y pensamientos específicos—difieren enormemente una de la
otra. Si no comprende la diferencia entre la fuerza del pecado, que inicialmente infestó nuestra
raza y las acciones pecaminosas que cometemos hoy en día, no entiende el verdadero sentido de
la ley.

La fuerza del pecado ganó acceso al Edén y comenzó a inclinar el alma humana hacia el mal,
como si fuese un rayo tractor halando nuestra raza en la dirección incorrecta. No era un conjunto
de pensamientos, fantasías o tentaciones específicas. Piense en la fuerza del pecado como una
infección mortal antes de que aparezcan los síntomas. ¿Recuerda la última vez que estuvo
realmente enfermo, como con una gripa? ¿Supo cuándo exactamente se enfermó? Usted puede
decirme el momento en que ya no podía negar los síntomas, pero no cuándo cogió el virus,
¿verdad?

La fuerza del mal enfermó de muerte a nuestros ancestros y solamente después manifestaron los
síntomas: aquellas acciones y pensamientos específicos que hoy llamamos “pecados”. Sabemos
que la codicia y el chisme son pecados; es pecado robar, mentir o asesinar; no debemos hacer
trampa, guardar rencor o salirnos de casillas. Estos son pecados. Generalmente sabemos cuándo
pecamos: cuando cruzamos una línea, cuando nos entretenemos con un pensamiento o cuando

11
Génesis 3:7
12
Salmos 101:4

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UNA FUERZA Y UN DILUVIO | 28

cedemos a algo malo. Aún si cavilamos sobre si uno de nuestros comportamientos es o no


pecaminoso, no hay duda en nuestra mente que muchos otros comportamientos son
definitivamente pecaminosos.

Podemos catalogar casi cualquier pensamiento o comportamiento, marcándolo como pecado o


no pecado.

Pero en los primeros días de nuestra raza, la fuerza del pecado no tenía síntomas indicativos y
obvios; conducía a la gente a hacer lo malo antes que lo malo estuviera bien definido. Solo más
tarde, las actividades y los pensamientos malos plagaron nuestra raza.13 Dios no catalogó todos
los síntomas que la fuerza del pecado desencadenada, eventualmente manifestaría en la Carne
de la humanidad. Simplemente advirtió a Caín que estuviera alerta contra la fuerza del pecado
porque esta quería vencerlo. Tomaría ventaja del desaliento y la depresión, y de cualquier
momento en que no se hizo lo que Caín quería: “el pecado yace a la puerta (de tu vida); y te codicia,
pero tú puedes dominarlo”.14

Un nuevo enemigo—la fuerza del pecado —y la humanidad, entraron en guerra entre ellos. Sin
duda, este recién introducido contaminante atraería y corrompería a la gente; sin embargo, Dios
no escribió leyes contra los modos específicos en los que la fuerza del pecado se manifestaría.

Sorprendente, ¿verdad? que inmediatamente después de este acontecimiento que cambió al


mundo, Dios no haya establecido nuevas restricciones al comportamiento humano. Aunque seres
humanos vulnerables habían caído en las garras de la fuerza del pecado, Dios no agregó nada
sustancial al mandato que Adán y Eva habían violado y tampoco introdujo la ley en ese tiempo;
no lo haría por casi 2.500 años…

EL DILUVIO
Hay un lapso de mil seiscientos años entre el momento en que la fuerza del pecado infectó nuestra
raza y los días de Noé; la mayoría de los lectores no captan la extensión del tiempo o sus
implicaciones, porque la Biblia cubre estos cientos de años en apenas dos capítulos. Durante
estos siglos, los síntomas de la infección de la fuerza del mal (es decir, las acciones pecaminosas)
se envilecieron; en lugar de la bondad y la justicia de la creación original, la perversión y la maldad
se convirtieron en el orden del día. La humanidad estaba corrompida.

Aquellos para los cuales Dios creó la tierra, la estaban destruyendo:15 “Era mucha la maldad de
los hombres en la tierra”, y toda la intención de su corazón “era sólo hacer siempre el mal”.16 Con
un corazón y una mente desfigurados, los seres humanos introdujeron una inimaginable
deformidad a la creación de Dios. Dios “sintió tristeza en su corazón” y quiso quitar la inmundicia

13
Romanos 5:12
14
Génesis 4:7
15
Génesis 6:5; 11-12
16
Génesis 6:5

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con la que nuestras botas embarradas habían pisoteado el universo. Por eso, después de 1.600
años, el Creador decidió “extinguir” toda Carne de la faz de la tierra con un diluvio.17

¿Cuántos de nosotros hemos esperado dieciséis años para que un ser amado cese su
comportamiento destructivo que lo pone en peligro a él y a otros en la familia? ¿Quién de nosotros
soportaría por dieciséis minutos a los niños de la vecindad montando con su bicicleta por encima
de nuestro prado recién arreglado? ¿Quién a sabiendas permitiría que inocentes fueran violados
por perpetradores dominados por la lascivia y el odio por siquiera dieciséis segundos? Entonces,
¿nosotros con este historial de paciencia tan, tan ínfimo acusamos a Dios de falta de amor y le
levantamos el cargo de ser juzgador después de 1.600 años de tolerancia hacia nuestros
ancestros?

Solo por insensatez juzgamos a Dios y sus juicios.

Tenemos que preguntarnos: ¿por qué Dios finalmente trajo el juicio? ¿Fue simplemente para
registrar una cuestión de derecho cósmico? No, en absoluto; fue obligado por el amor.
Inicialmente, le puede costar aceptarlo, pero el amor, que ofrece una relación, que inspiró la
creación, es el mismo que desató el juicio. El anhelo de Dios por una relación personal fue su
motivación. La intención de Dios no fue nunca limpiar nuestro planeta y dejarlo vacío, sin nuestra
raza por la eternidad. Él buscó preservarnos a nosotros y a nuestra relación con Él. En
consecuencia, Dios sólo tuvo dos opciones: reemplazar la humanidad con otras especies o
restaurarnos. Dios escogió redimir la humanidad, en vez de crearla de nuevo.

Juicio con Promesa


Regresemos a la historia. A través de los siglos, algunos individuos como Enoc “anduvieron con
Dios”,18 y fueron hallados “justos”.19 Noé fue uno de estos hombres: “halló gracia ante los ojos
del Señor”.20

Noé fue un profeta del Antiguo Testamento y quizá usted no lo considere así, porque la imagen
que tiene de los profetas de la antigüedad es más parecida a la figura del hombre afuera de la
iglesia en Atenas. Pero ténganme un poco de paciencia, pienso que es acertado decir que ningún
otro profeta en la Biblia recibió una revelación sobre un juicio tan severo como Noé. Su mensaje
de parte de Dios fue la mayor condenación y la más grave consecuencia que jamás haya ocurrido
sobre nuestra raza: el fin del mundo.

Y, no obstante, mire el patrón que Dios estableció para este juicio sobre el mundo. Contiene una
verdad tan evidente, una que “San Hubert” y otros como él no ven: cuando Dios declaró el fin del
mundo, simultáneamente hizo una promesa para su futuro. Dios le dijo a Noé sobre el juicio
inminente, pero también le dijo que construyera el arca.

17
Génesis 6:6-7
18
Génesis 5:24
19
Génesis 6:9
20
Génesis 6:8

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UNA FUERZA Y UN DILUVIO | 30

Dios dijo: “Voy a inundar la tierra, construye un arca para que sobrevivas al diluvio”.

Cuando la gente solamente lee porciones pequeñas del Antiguo Testamento—y no capta el relato
completo—se pierde la sencilla verdad de que los juicios de Dios siempre incluyen promesas; los
juicios de Dios invariablemente contienen provisiones de liberación. La condenación no es la
historia completa. Dios ciertamente censura a la gente por su pecado, pero si continúa leyendo
en su Biblia, descubrirá que cada sentencia que Él declara en contra de su pueblo está siempre
acompañada con promesas para su futuro. Porque para Dios, el juicio y la promesa van asidos de
la mano.

Con frecuencia estamos ciegos a este emocionante elemento en la forma del juicio de Dios,
porque con los juicios terrenales y un veredicto culposo en los tribunales generalmente termina la
historia. Cuando Dios dicta sentencia y emite un veredicto de culpabilidad, Él no ha terminado con
nosotros. Como un médico que llega a un diagnóstico decisivo sobre un paciente, Dios especifica
nuestra infección, nuestra culpa, y comienza el tratamiento. Dios utiliza el juicio para cambiar a la
gente y su destino.

El proceso que determina la culpa, pero encuentra un camino para restaurar al culpable a la
inocencia, es la esencia de la redención. Dios lo ha estado haciendo a través de las edades. Por
ejemplo, considere los años que Israel anduvo en el desierto por su presunción y su pecado. Por
su maldad perdieron la oportunidad de entrar más pronto a la tierra que Dios les había preparado,
pero ¡Dios no renunció a ellos ni dejó de hacerles bien! Les dio el maná para que aprendieran a
andar en sus palabras y su fin último era hacerles bien.21

Si mira el Antiguo Testamento como un proceso de Dios para redimir y restaurar a la humanidad—
en vez de sólo condenarla—usted comienza a darse cuenta que el juicio de Dios tiene un propósito,
una promesa. Casi no comprendemos toda la intención de Dios cuando en forma equivocada
vemos su juicio como un castigo impuesto a su pueblo; el juicio de Dios no es primordialmente un
castigo por comportamientos del pasado, sino el preludio de bendiciones futuras.

¿A veces, Dios corrige y castiga a sus hijos cuando actúan de manera indigna a su condición de
ser sus hijos? Sí. Pero, ¿por qué? Dios utiliza la convicción y el juicio como elementos de redención
para restaurar a su pueblo y cambiar su futuro por uno mejor.

El Proceso de Remodelación
Permítame darle un ejemplo no religioso de lo que le quiero decir. Todo el que haya estado
involucrado en un proyecto de remodelación está familiarizado con el dicho: “Todo se ve peor
antes de verse mejor.” Cuando mi esposa y yo decidimos agrandar la sala (para tener más espacio
para nuestros nietos), parecía tan fácil: sólo mover la pared de un lado de nuestra casa metro y
medio. Muy pronto descubrí (obvio) que toda remodelación comienza con demolición; usted no
puede renovar un baño sin quitar los artefactos y las baldosas.

21
Deuteronomio 8:18ss.

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Abrazando La Gracia | 31

Construir una nueva pared exterior sin tumbar la antigua hubiera sido absurdo, pero nuestra casa
se veía terrible durante la etapa de la demolición. Los constructores destruyeron casi todo un lado
de nuestra casa, y esto no nos hizo gracia, aunque hubiera sonado tonto quejarnos: ¿por qué
quitaron la pared?

Para remodelar, primero tenemos que quitar; las cosas viejas necesitan ser arrancadas y
derribadas antes de construir lo nuevo. Si el contratista no hubiera también construido finalmente
una nueva pared, podríamos acusarlo con justicia de “destruir todo”. Pero cuestionar su integridad
durante la fase de demolición no hubiera tenido sentido. Así es con la gente que no entiende que
Dios está en el proceso de construir un mejor futuro para ella quitando (desmantelando) viejas
actitudes, pensamientos y comportamientos. Dios restaura nuestra alma,22 y un aspecto vital para
“edificarnos” es demoler las fortalezas y distorsiones construidas de forma incorrecta en nuestra
vida.23 La finalidad del juicio es que le permite a Dios “restaurarnos” y “reedificarnos” de acuerdo
con su propósito inicial.24

Dios creó una vida fabulosa para Adán y sus descendientes; era un hogar perfecto. Satanás y la
fuerza del pecado destruyeron esa perfección y arruinaron lo que Dios diseñó. Los poderes del
mal sólo saben derribar; Satanás es un ladrón, un destructor, un asesino; 25 nunca reedifica o
restaura. En cambio, Jesús restaura nuestra vida y repara el daño que nos ha causado la maldad;
nos remodela y renueva, usa su autoridad y pericia para edificarnos, no para destruirnos.26

Dios es un constructor, no un destructor.

Toda convicción que verdaderamente provenga de Dios es un comienzo de algo que Él quiere
hacer por usted. Dios sí desafía y corrige cosas malas en su vida. Sin embargo, cuando Dios lo
convence de “que hay cosas de las que tiene que salir”, no está renunciando a usted ni dándole
de baja. Por el contrario, porque Él tiene en su mente un futuro para usted es que marca las viejas
paredes e instalaciones para que sean quitadas. Dios está trabajando en usted de acuerdo con
un proyecto que diseñó desde tiempos antiguos.27 Él disciplina, corrige, instruye y remodela a
todos los que ama.28

¿Cuál es su conclusión como resultado de creer a esos sentimientos de culpa que lo afligen? ¿Le
dicen que ya es muy tarde y que ya todo está perdido? ¿O que Dios le dio una oportunidad de ser
diferente, pero que usted la echó a perder? El resultado final es que estos sentimientos de culpa
lo amenazan con las peores y más dolorosas posibilidades que su alma pueda imaginar: Dios
renunció a usted. Su pánico y dolor, su preocupación y angustia ante la posibilidad de perder su
relación personal con Jesús es la mejor prueba de que usted no la ha perdido.

22
Salmos 23:3
23
Ver 2 Corintios 10:3-8
24
Jeremías 33:7
25
Juan 10:10
26
2 Corintios 10:8
27
Isaías 25:1
28
Hebreos 12:6

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UNA FUERZA Y UN DILUVIO | 32

¿Puede alguien desechar su relación personal con Dios al escoger ya no tener fe? Sí, yo creo que
es posible. No obstante, negar a Cristo por toda la eternidad es la consecuencia de la
incredulidad, no del mal comportamiento. No perdemos la salvación por los pecados que
cometemos. Usted y yo nos aferramos a nuestra fe, y hemos sido injertados entre el pueblo de
Dios porque creemos que, mediante la muerte de Jesús en la cruz, Cristo expió nuestros
pecados.29 Nuestra posición no se debe a la falta del pecado, así que la pecaminosidad no puede
quitar la salvación que nos sostiene.

Sin embargo, si los que eran creyentes conscientemente eligen no creer, no aceptar la oferta de
perdón basada en la fe en Cristo, entonces presumo que serán “desgajados por incredulidad”.
Permítame enfatizar—usted no puede “perder” su salvación por pecar muy grave o muy
frecuentemente. La salvación es un asunto de fe, y al menos que conscientemente escoja
renunciar a su fe en Cristo, usted está sellado por el Espíritu Santo y seguro para la eternidad.30

29
Romanos 11:17ss.
30
2 Corintios 1:22; Efesios 1:13-14; 4:30

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CAPÍTULO 4

PROMESAS Y MANDATOS
Para establecer claramente el porqué usted y yo con frecuencia nos sentimos culpables aún
después de confesar nuestros pecados a Jesús, es necesario tratar temas y contenidos que quizá
usted nunca haya tenido en cuenta ni le hayan preocupado antes. Comprendo que esté ansioso
por respuestas. Mi corazón gime por ayudarle a liberarse de la condenación. Ya ha invertido
bastante en este libro y ahora espera que le comunique lo que el título y la cubierta del mismo
prometen. Mi dilema como profesor es que necesito hablar de algunas cosas que, al principio,
darán la impresión de no ofrecer ninguna respuesta.

Vivimos en una cultura que quiere respuestas “videoclip” a grandes preguntas. Esto me recuerda
de una cita atribuida ampliamente a Oliver Wendell Holmes: “Me importa un comino la simplicidad
de este lado de la complejidad, pero daría mi vida por la simplicidad del otro lado de la
complejidad.” Para responder preguntas, algunas veces tenemos que llegar a la simplicidad al
otro lado de la complejidad. Tenga paciencia conmigo mientras regreso y llego a su pregunta
desde un ángulo completamente diferente.

Estoy seguro que concordamos en que el relato completo es muy importante para entender el
sentido completo. Toda buena historia se arruina si el lector deja de leerla hasta el final. Este es
exactamente el caso con el Antiguo Testamento. La gente termina con conclusiones equivocadas
acerca de Dios—y sus acciones en el Antiguo Testamento—porque saca detalles aislados de su
entorno, y no lee las conclusiones (ni el principio) de las historias. Muchos de los episodios en el
Antiguo Testamento que parecen revelar a un Dios cruel, vengativo y poco compasivo, realmente
prueban justo lo contrario.

Comencemos con una verdad que con frecuencia se pasa por alto: Dios eligió a toda la nación de
Israel para que fuera su testigo ante el mundo. Era la luz colectiva a donde acudirían las naciones
para conocer al Señor. 1 Por esto, era crucial que ellos vivieran de acuerdo con los patrones
establecidos para la vida;2 de lo contrario, su testimonio sería distorsionado por las prácticas y
doctrinas de los dioses falsos. Si ellos sacrificaban sus bebés a dioses sanguinarios, como

1
Isaías 60:3ss.
2
Ver Deuteronomio 4:1-8

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P R O M E S A S Y M A N D AT O S | 34

acostumbraban las naciones que los rodeaban, entonces Dios no se vería diferente a esos dioses
con espíritu maligno.

Cuando la perversidad infectó al pueblo de Dios en momentos de su historia, Dios buscó preservar
su testimonio—y nuestra esperanza—eliminando las partes peligrosamente infectadas. Como un
cirujano que a veces tiene que extirpar un tumor para preservar la vida futura de alguien, así
también el Señor eliminó cuidadosa y completamente toda deformación y malignidad cancerosa
de entre su pueblo. Como una manera de preservar el futuro de toda la nación, Dios quitó las
influencias que hubieran apartado a su pueblo de su herencia futura.

Cuando usted lee acerca del juicio de Dios sobre las personas en los relatos del Antiguo
Testamento, puede sentir temor de que Dios lo vaya a juzgar de la misma manera. Se pregunta si
se ha vuelto tan pecador como para que Dios también lo destituya.

Pensar en usted mismo como una nación habitada por pensamientos, ideas, emociones y deseos,
que algunas veces lo alejan del plan de Dios para su vida, puede aliviar su angustia. Así como
Dios quitó líderes malvados y falsos profetas de entre toda la nación de Israel, también alejará
los pensamientos dañinos y malos que viven en su mente y corazón. Usted no está en peligro de
ser completamente destituido o condenado en juicio. Al contrario, Dios usa su Palabra para “juzgar
los pensamientos y las intenciones del corazón”,3 aplica el perdón cuando se requiera y realiza
una cirugía espiritual cuando sea necesaria.

Espero que al comprender esto, sea removido gran parte de su temor sobre “el Dios del Antiguo
Testamento”. Él es nuestro Pastor, quien nos guía, alimenta y protege, y no ama casi nada tanto,
como bendecirnos en la misma presencia de nuestros enemigos.4 Los espíritus malignos y la
serpiente antigua quieren que creamos que Dios está al acecho para cogernos y exponernos por
nuestros pasos en falso. Lo pintan como nuestro adversario, en lugar de nuestro Abogado
Defensor, y lo hacen ver como un amo cruel, que se enfurece con facilidad.

La verdad es que Dios se ha propuesto cuidarnos y favorecernos, casi a pesar de nosotros mismos.
Aunque no somos buenos seguidores, tal como el pueblo de Israel en el desierto, Él continúa
dando vueltas en torno nuestro para recogernos y encaminarnos de nuevo. En últimas, este es el
propósito de sus mandatos y promesas.

(Muy) Pocos Mandatos


Regresemos a nuestra lección de historia y al momento cronológico donde la dejamos en el
capítulo anterior. Aprendimos que el Arca fue una promesa de vida después del diluvio. En medio
del juicio, Dios prometió preservar a Noé, su familia y los animales de la Tierra. Noé le creyó a Dios
y su fe salvó nuestra raza. El patrón que vemos en el trato inicial de Dios con nuestra raza, es que
la gente puede salvarse del juicio de Dios al creer en una promesa que Él le da, al mismo tiempo
que declara juicio sobre ella.

3
Hebreos 4:12 NVI
4
Ver Salmos 23

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Abrazando La Gracia | 35

Creer en una promesa nos salva del juicio.

Después que la inundación bajó, Dios juró que nunca jamás destruiría la tierra con agua, y puso
como señal de su pacto el ahora famoso arco iris.5 A pesar de saber que el “corazón del hombre”
está inclinado al mal,6 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y los usó para repoblar “toda la tierra”.7
Le dijo a Noé: “Sean fecundos y multiplíquense”,8 tal como le había dicho a Adán 1.600 años
antes. Sin embargo, es interesante que Dios no añadiera muchos mandamientos nuevos para
definir “lo bueno y lo malo”. Los únicos mandamientos que Dios le dio a Noé fueron: (1) no comer
“Carne con su vida, es decir, con su sangre”, y (2) no matar.9

Durante los siguientes cuatro siglos (encapsulados en sólo dos cortos capítulos, Génesis 10 y 11),
los descendientes de Noé y sus familias extendidas, se convirtieron en grupos humanos que “se
propagaron sobre la tierra”. 10 Ni una sola vez durante esa era de expansión Dios estableció
códigos de conducta o preceptos morales adicionales. Piense sobre el lapso de tiempo. Dos mil
años desde el jardín del Edén y Dios prácticamente no promulgó mandato alguno; limitó sus
palabras principalmente a bendiciones y promesas.

El Espíritu del Fariseo no nos permite ver este hecho notable de la historia inicial de Dios con la
raza humana. Trata de convencernos de que Dios inició su relación con nosotros usando
mandatos y reglas de conducta. Él no lo hizo. Como veremos, los mandamientos nunca han
definido la relación de Dios con nuestra raza. El bienestar futuro de nuestros ancestros fue
siempre el resultado de las promesas de Dios, y su elección de creer en esas promesas.

Dios le habló a Noé sobre el Diluvio y el Arca. No llamamos al episodio, “Noé y el Diluvio” porque
finalmente no es una historia sobre mandatos violados y juicio; es un mensaje épico de la promesa
y salvación de Dios.

Noé y la Tienda
Hablando de historias, dudo que alguna vez haya oído acerca de “Noé y la Tienda” en la Escuela
Dominical. ¿Le sorprendería saber que poco después que Noé recibió de Dios la bendición
sobresaliente del arco iris, se embriagó?11 Dios no había promulgado mandatos que advirtieran a
Noé que no se embriagara ni a su hijo menor, Cam, que no se burlara de su padre que dormía
borracho, tendido desnudo en medio de su tienda. Noé maldijo a Cam por su irrespeto, pero no
oímos ni una sola mención de juicio o de consecuencias de parte de Dios por la insensatez de
Noé.

5
Génesis 9:13
6
Génesis 8:21
7
Génesis 9:17-22
8
Génesis 9:1 NVI
9
Génesis 9:4, 6
10
Génesis 10:32
11
Génesis 9:20ss.

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¿Sintió Noé que estaba haciendo algo inapropiado? Posiblemente. La gente sí tenía una
conciencia en esos primeros años de la historia de la humanidad, pero no tenía reglas específicas
que reforzaran su conciencia. Probablemente sentía una intranquilidad condenadora cuando
obraba de manera que nosotros llamaríamos “pecaminosa” hoy en día, pero nadie tenía un libro
de referencias como guía de bolsillo enumerando los comportamientos que debía evitar. Imaginen
su desventaja. Sin una brújula moral, en los siglos antes de que la ley fuera dada a Moisés, cada
persona hacía lo que mejor le parecía.12

Noé murió a la edad de 950 años, recordado por todos, no como el borracho sino como el
constructor del Arca. Estoy seguro de que si al profeta que me abordó en el parqueadero en Grecia
se le hubiera ofrecido la oportunidad de regresar en el tiempo, aceptaría con gusto la tarea de
declarar: “Hay pecado en esta tienda”. La mayoría de nosotros olvidamos la tienda de Noé. En
cambio, recordamos su fe en la promesa de Dios que preservó al mundo. Ni aún su embriaguez
podía poner en peligro la salvación que Noé ya había experimentado en el Diluvio. Él le creyó a
Dios; esto es lo que lo salvó.

SEÑALANDO EL FUTURO
La mejor manera de comprender lo que Dios finalmente quiere hacer en su vida, es buscar sus
promesas. Una de las grandes tragedias del caminar espiritual de la gente es que tiende a pasar
por alto las promesas de Dios y se enfoca exclusivamente en sus mandatos. Confunde las
promesas con los mandatos, los agrupa juntos porque ambos son su “palabra” para nosotros. A
menos que entendamos lo fundamentalmente disímiles que son el uno del otro, no
comprenderemos por qué la promesa de Dios de perdonar pesa más que nuestro fracaso en
obedecer. Tanto los mandatos como las promesas señalan nuestro futuro, pero de modos
completamente diferentes.

Un Futuro por Mandatos


Primero miremos cómo Dios usa los mandatos para guiarnos hacia el mejor futuro posible. Piense
en los mandatos como instrucciones. Por ejemplo, si seguimos las instrucciones para instalar un
software nuevo, las cosas funcionan; si no seguimos los pasos indicados, el programa no corre
correctamente. Así mismo, si seguimos las direcciones que un amigo nos dio para llegar a una
fiesta, doblando a la derecha cuando nos dijo que lo hiciéramos a la derecha, terminamos en la
fiesta. Si no doblamos donde es, o intencionalmente lo hacemos en sentido contrario, la fiesta se
celebrará sin nosotros. Los mandatos son la manera de Dios de guiarnos cada día, a fin de que
lleguemos a sus buenas intenciones para nuestro mañana.

La fuerza del pecado quebrantó el planeta Tierra, como si hubiera sido devastado por un
terremoto masivo.13 El mundo ya no funciona del modo en que Dios lo diseñó; todo lo tocante a la
vida ha perdido su centro. Sin direcciones ahora, es fácil perder nuestro camino; por eso Dios
proporciona mandatos, a modo de señalizaciones, para advertirnos de pasajes peligrosos, calles

12
Deuteronomio 12:8
13
Isaías 24:5-6, 19-20

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sin salida y carreteras intransitables. Sus mandatos nos ayudan a evitar y a superar los obstáculos
psicoespirituales y lugares peligrosos en la vida. Los mandatos nos guían en “la senda de la vida”,
y cuando seguimos el sendero, terminamos viviendo en “lugares agradables”, aptos y satisfechos
con nuestra “herencia”.14

La finalidad de los mandatos es guiar, no juzgar. Caminar de acuerdo con sus estatutos asegura
la vida en medio de un mundo que está muriendo y que está espiritualmente muerto.15

Satanás ha sido un mentiroso desde el principio. En el jardín del Edén, desafió las palabras de
Dios y buscó convencer a nuestros ancestros de que el motivo de Dios para ordenar a Adán y a
Eva que no comieran la fruta, era retener lo bueno y no dárselo. La serpiente afirmó que Dios
estaba limitando su placer y realización. Entonces, no me sorprende que el Espíritu del Fariseo
trate de hacer lo mismo. El dios mentiroso añade un sabor falso a los mandatos de Dios,
haciéndolos parecer restrictivos, obligatorios, rígidos y poco comprensivos.

Pero si los mandatos de Dios son una serie de indicaciones para llegar desde donde estamos a
un destino fabuloso, ¿no queremos que sean claros? ¿Para que sirve una serie de indicaciones
que no da dirección? Los forasteros que conducen por una ciudad que no les es familiar quieren
que alguien les diga con precisión, cómo llegar a su destino. Siga tres cuadras y doble a la derecha
justo después del semáforo (no en la calle del semáforo), estas instrucciones no los ofenden; les
permiten llegar a donde quieren llegar.

Muchos de nosotros consideramos los mandatos de Dios como barreras en la vía que nos fuerzan
a hacer un desvío. Realmente, son como un sistema de navegación GPS en nuestro carro que nos
indica cuándo y dónde girar. Las instrucciones de Dios están diseñadas para ayudarnos, no para
amenazarnos. ¿Hay consecuencias por no tener en cuenta sus instrucciones para la vida? Sí. Todo
pecado conduce a alguna forma de muerte; es decir, el pecado nos aparta de un futuro que de
otro modo sería nuestro, y nos aísla en algún grado, de relaciones correctas con los demás.

Una cosa que se aplica a todos, es que con frecuencia pensamos que conocemos un mejor
destino—uno que nos va a satisfacer más que el lugar al que Dios nos está conduciendo—o que
conocemos un “atajo” que no está en sus indicaciones. Los destinos y las indicaciones que no
están en el plan de Dios nos pueden parecer correctos y buenos, pero no los son. Nos conducen
a la muerte de una u otra forma.16 Siempre nos disminuyen como personas y/o a nuestra herencia
espiritual sobre la tierra.

Algunos mandatos especifican las consecuencias para bien, las cuales serán nuestra porción si
obedecemos. Por ejemplo, Dios nos insta a “honrar” a padre y madre porque al hacerlo
“prolongaremos” nuestros días “en la tierra que el Señor tu (nuestro) Dios te (nos) da”.17 Estos
mandatos son como ecuaciones: “Si hace X, el resultado será Y”. Experimentamos ventaja o
pérdida, dependiendo de nuestra respuesta a sus mandatos; si prestamos atención a los

14
Salmos 16:6, 11
15
Ezequiel 33:11ss.
16
Proverbios 14:12
17
Éxodo 20:12; ver también Efesios 6:2

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mandatos—y los seguimos—nuestro bienestar correrá “como un río”, y la bendición pasará una y
otra vez sobre nosotros como las olas del mar.18

Los mandatos buscan reducir la cantidad de pérdida que sufrimos y aumentar el grado de deleite
que gozamos en la vida. La obediencia y la desobediencia afectan nuestro futuro; la obediencia
conduce siempre a un mejor futuro que la desobediencia. Todos los que siguen los caminos de
Dios—las instrucciones que Él ha trazado—serán “bendecidos”,19 bien guiados y prosperará su
alma.20

Un Futuro por Promesas


Así como los mandatos de Dios, sus promesas nos conectan con la bendición futura, pero de una
forma completamente diferente. Sus mandatos y bendiciones no se contradicen los unos con las
otras; no obstante, son dos vías diferentes por medio de las cuales Dios hace que tengamos una
buena carrera.

Estando en Atenas, utilicé una analogía con la que la audiencia podía relacionarse. Dije: “Me
encanta la actividad en su ciudad. Ir y volver de mi apartamento a la iglesia es una aventura. La
comida es fabulosa. La gente es amable. La mezcla entre la arquitectura antigua y la moderna no
se parece a ningún otro lugar que haya visitado antes”. Hice una pausa por un momento y luego
continué más despacio: “Sin embargo, el tráfico en Atenas es interesante…”

Ellos aprobaron con entusiasmo y sonrieron como si yo hubiera descubierto su secreto. Entonces
les pregunté como quien no quiere la cosa: “¿Pueden darme indicaciones de cómo llegar a la
Acrópolis desde aquí?”

Todos se quedaron mirándome; yo interpreté su silencio como un Sí.

“¿Cuál es mi posibilidad de manejar con éxito hasta la Acrópolis, utilizando sus indicaciones?”

Un silencio amable.

“¿Ustedes piensan que me voy a perder, verdad; incluso con sus indicaciones?” Y déjenme
adivinar, “¿Ustedes no piensan que el problema sean sus indicaciones?”

Un silencio intenso.

“Más bien, ¿me recomendarían un taxi?”

Sonrieron y asintieron con la cabeza como padres mirando a su hijo dar los primeros pasos
vacilantes.

18
Isaías 48:17-18
19
Salmos 128:1; Proverbios 8:32
20
Deuteronomio 29:9

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Una promesa de Dios es como un taxi en Atenas. Sin reparar en mi capacidad personal de lograr
conducir a la Acrópolis en mi propio carro, el taxi me puede llevar hasta allá. Mi habilidad de
conducir con las señalizaciones en las vías en Atenas es completamente irrelevante. Un taxi nos
iguala a todos porque ni la habilidad ni la experiencia de conducir de un pasajero en un taxi lo
diferencian del resto de nosotros. Decir que alguien es buen o mal conductor cuando no está
conduciendo no tiene sentido. Asimismo, referirse a la gente como buena o mala—cuando está
confiando en la promesa de Dios—es discutible.

Dios quiere asegurar que su pueblo reciba su herencia y no quiere depender de nuestras limitadas
capacidades para llegar hasta allá. No se puede confiar en nuestra fuerza de voluntad para seguir
sus mandatos; con facilidad cedemos a la tentación; nos rendimos a impulsos que nos distraen.
Así como el pueblo de Israel en su camino hacia la tierra prometida siglos atrás, continuamente
interpretamos mal las disposiciones de Dios y murmuramos contra sus instrucciones.21

Como si ya de por sí, ser vulnerables no fuera suficiente problema, piense cuán completamente
extraño es el mundo espiritual del mundo natural. Como lo es Atenas para un joven de California,
los peligros y acontecimientos del ámbito espiritual también son incomprensibles a nuestra
percepción natural, y no conocemos el significado de ninguna de las señales en la vía. 22 En
realidad, es poco probable que una persona natural llegue a su destino espiritual. Tener un
conductor de taxi con vasto conocimiento del lugar es mucho, mucho mejor que tener una serie
de indicaciones para seguir.

Por eso, además de los mandatos—de hecho, mucho antes de que introdujera la ley—Dios
proporcionó promesas infalibles para nuestro futuro final. Las promesas siempre han sido el
primer y mejor medio para transportarnos al destino planeado por Dios. Dios sabe que creemos
mejor de lo que nos comportamos. ¿Quién ha tenido el comportamiento más consistente en su
vida, usted o Dios? Si tiene que depender de la capacidad del uno o del otro para guardar las
palabras de Dios, ¿a quién escogería? Con su destino final en riesgo, ¿al desempeño de quién le
apostaría todo? Yo le apuesto a sus promesas y a su promesa de guardar sus propias palabras.

Respondiendo a los Mandatos y a las Promesas


Permítanme enfatizar nuevamente que la intención de Dios es bendecirnos. Él es nuestro Pastor
y nos sigue con “el bien y la misericordia” todos los días de nuestra vida, mediante mandatos y
también promesas.23

Intuitivamente, respondemos de manera diferente a los mandatos que a las promesas: nosotros
obedecemos los mandatos, pero creemos las promesas. Obedecer y creer están estrechamente
relacionados. Tener fe y ser obediente con frecuencia van asidos de la mano; por eso se entiende
que algunas veces las confundamos. Pero es absurdo obedecer una promesa, o tratar de
cumplirla con nuestro propio esfuerzo. Obedecer una promesa es una contradicción de términos.

21
Números 14:2
22
1 Corintios 2:14; ver también 13:12
23
Salmos 23:6

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Cuando Dios promete, solamente Él puede cumplirla. Las promesas dependen del
comportamiento de Dios, no del nuestro. El Hacedor de la Promesa es el Cumplidor de la Promesa.

Nosotros (generalmente) cumplimos sus mandatos; Dios (siempre) cumple sus promesas.

Conociendo que estaríamos frustrados por nuestros intentos en la Carne, el Espíritu del Fariseo
nos incita a hacer lo que Abraham y Sara hicieron mientras esperaban que Dios cumpliera su
promesa. Cuando el hijo prometido no llegó tan pronto como ellos lo esperaban, Abraham y Sara
trataron de ayudar a Dios a hacer su trabajo al juntar a Abraham con Agar. Sus propios esfuerzos
en la Carne dieron a luz un hijo en la Carne. Esto es todo lo que puede resultar de cualquier intento
de obedecer una promesa. Sus acciones sustitutas no podían cumplir nunca la promesa de Dios.
Ismael nunca sería Isaac: uno nació “según la Carne”, mientras el otro nació “por medio de la
promesa”.24

AMOR Y OBEDIENCIA
Como lo dije anteriormente, la fe en las promesas de Dios con frecuencia está estrechamente
ligada con la obediencia a sus mandatos, pero cuando tratamos de obedecer una promesa, al
final estamos funcionando en nuestra Carne. Tratar de obedecer una promesa sólo producirá un
Ismael, un hijo en la Carne. Por eso, si nuestra salvación es una promesa para creer, y no un
mandato para obedecer, ¿dónde encaja la obediencia en el plan de Dios para nuestra vida?

A medida que avanza el libro, estaré diciendo muchas cosas sobre la obediencia, y adrede no le
doy una respuesta sencilla y corta, porque necesito deshacer todo el bagaje y malentendidos que
tiene la gente sobre la obediencia, antes de explicarle su propósito. Por ahora, permítanme hablar
sobre un versículo que con frecuencia citan como un texto de prueba los que insisten en que Jesús
lo que más quiere, es la obediencia: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos”.25 El
Espíritu del Fariseo emplea mal este versículo y lo convierte en una ecuación inversa: “Si ustedes
no obedecen mis mandamientos, esto prueba que no me aman”.

Jesús estaba asegurando a sus amigos que el amor conduce a la obediencia. El amor de Dios
inspira sus promesas; sus promesas inspiran nuestro amor y fe, que a su vez inspira nuestra
obediencia a sus mandatos. Pero esta dinámica del Reino no necesariamente funciona al revés.
Aumentar la moralidad en la vida de alguien no necesariamente aumentará su amor por Jesús.
Más amor por Dios inspira más obediencia a Él, pero mayor obediencia no necesariamente
conduce a mayor amor.

Esta es una de las razones por la que algunas personas—especialmente aquellas que sienten que
“han hecho todo bien” en su relación con Dios—no necesariamente sienten intimidad con Él. El
Espíritu del Fariseo saca ventaja de sus esfuerzos sinceros, pero equivocados. Les dice que la
razón por la que no sienten a Dios cercano y no sienten su amor hacia ellos es porque son indignos

24
Gálatas 4:23
25
Juan 14:15 NVI

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Abrazando La Gracia | 41

y desobedientes. Si ellos simplemente “se esforzaran más” para ser obedientes, sentirían más
amor.

No es verdad. Guardar los mandatos de Dios no nos motiva a amarlo más.

Mientras enseñaba esa noche en Atenas, recordé varias personas en particular que había
conocido en el transcurso de los años, cuya vida espiritual emitía un aire de frustración y rigidez.
Se sentían defraudados y engañados; aunque “vivieron haciendo lo correcto”, no necesariamente
sentían mayor intimidad con Dios. Su necesidad intensa y casi desesperada de ser y hacer lo
correcto (para ganar favor e intimidad con Dios), los hizo críticos de ellos mismos y de los demás.
En el fondo, tenían rabia. Juzgaban a Dios como injusto porque ellos sí mantuvieron hasta el final
el acuerdo, pero Él no. Ellos le obedecieron, ¿entonces por qué no gozaban de una relación más
personal e íntima con Él?

Nosotros no podemos ganarnos el amor de Dios.

Dios promete una relación de amor con nosotros. Él no es nuestro capataz;26 es nuestro Padre.27
Cuando confundimos los roles—y tratamos de mantener una relación íntima “cumpliendo” sus
mandatos—alteramos la base de la relación. En lugar de confiar y descansar en su promesa de
ser nuestro Dios, asumimos la obligación de “responder a” (es decir, ser lo suficientemente bueno
para) una relación con Él. Esto es completamente al revés. Primero, nuestro corazón aprende a
llamar a Dios Abba, 28 y entonces, como una consecuencia de esta intimidad establecida,
anhelamos hacer las cosas que a Él le agradan.

Tratar de agradarlo, antes de saber que hemos sido adoptados por Dios en una relación de Padre
a hijo, casi nunca conduce a una relación de amor entre ambos. Tratamos de merecer (más) su
favor y fracasamos. Las normas para el pensamiento y la conducta son importantes, pero no son
la base de nuestra relación con Dios. Los códigos morales no son cartas de afecto, tampoco lo
son los papeles de adopción. Ni siquiera la obediencia perfecta sostendrá la relación de amor
fundamentada en sus promesas.

¿Será que la mayoría de la culpa que siente es por su incapacidad para vivir de acuerdo con unos
estándares de obediencia? No los ha alcanzado. ¿No es verdad que parece correcto presumir que
ha perdido su relación con Dios porque la separación de Dios es el justo premio para los cristianos
“malos”? Pero estos sentimientos están basados en un concepto terrible que no se ciñe a las
Escrituras: “Si soy una buena persona, Dios me amará más; si soy una mala persona, Dios me
amará menos”. Un amor condicional como éste pudo haber sido su experiencia en la vida, entre
su familia o amigos, pero el amor de Dios es incondicional. Él no evalúa lo buenos que somos, ni
nos ama de acuerdo con lo bien que nos comportamos. Esforzarnos por generar amor por medio
de la obediencia es un callejón sin salida. Los que intentan mantener una relación íntima con Dios

26
Oseas 2:16
27
Romanos 8:15
28
Gálatas 4:6

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P R O M E S A S Y M A N D AT O S | 42

exclusivamente cumpliendo sus mandatos, se sentirán profundamente decepcionados; todo lo


están haciendo de manera equivocada.

Dios quiere primero nuestro amor, sabe que nuestra obediencia seguirá después.

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CAPÍTULO 5

UN REMANENTE Y UN
CUADRE DE CUENTAS
La primera vez que oí la expresión, “No todo lo que brilla es oro”, fue de joven cerca de donde
crecí, a cuarenta y ocho kilómetros al norte de Los Ángeles, en Placerita Canyon, donde fue
descubierto el oro en 1842, casi seis años antes del más famoso descubrimiento en Sutter´s Mill,
más al norte en California. Como cuenta la historia, un hombre llamado Francisco López
desenterró algunas cebollas silvestres con su cuchillo y encontró pepitas de oro enredadas en sus
raíces. Razón por la cual todos nosotros los lugareños nos enorgullecemos por el valor histórico y
geológico de nuestra localidad. Cuando niños, íbamos de excursión con el colegio a “buscar oro”
y aprendimos sobre las características del terreno que los primeros buscadores de oro escogieron
en su empeño por hallar el mejor lugar para “excavar una mina”.

Naturalmente, los jóvenes de nuestra comunidad esperábamos encontrar oro mientras


recorríamos los alrededores. Mis amigos y yo quedamos desilusionados más de una vez. Después
de cargar piedras centelleantes a casa en nuestros bolsillos, seguros de nuestra riqueza y buena
fortuna, descubríamos que habíamos encontrado algo sin valor alguno. Nuestros grandes
“descubrimientos” eran pirita de hierro y cobre, conocido como el “oro falso”. Aprendí la lección:
no todas las piedras son creadas iguales.

Presento esta ilustración práctica con la esperanza de que se dé cuenta que gran parte de la
condenación y el temor que carga en su corazón, puede parecer como el juicio de Dios en su
contra y en contra de su pecado, pero no es un juicio verdadero, al menos, no es uno de parte del
verdadero Dios que lo ama.

Los elementos que componen el juicio de Dios se diferencian tanto de nuestro concepto natural
de juicio, como el oro se diferencia de la pirita. Desafortunadamente, nuestra falta de
entendimiento del juicio espiritual y verdadero nos coloca en una condición de mayor
vulnerabilidad frente a esos sentimientos de culpabilidad, que a veces nos acompañan después
de que hemos confesado y nos hemos arrepentido de nuestro comportamiento. Si quiere
descargar esas piedras falsas que lo agobian, si quiere librarse usted mismo de “juicios falsos",
hay varios aspectos inusuales del Juicio de Dios que debe conocer.

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UN REMANENTE Y UN CUADRE DE CUENTAS | 44

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Abrazando La Gracia | 45

Juicio y Liberación
Como lo he sugerido todo el tiempo, el juicio de Dios intrínsecamente proporciona un medio de
liberación para su pueblo, que está bajo juicio. Como una trompeta de alerta que toca un centinela
para advertir al pueblo que se acerca una fuerza destructiva en su contra, el juicio de Dios viene
en dos partes.1 El pecado continuo y la apostasía de Israel condujeron, en muchas ocasiones, a
juicios de castigo por parte de Dios cuando los dispersó lejos de su herencia espiritual y les
permitió vivir bajo el dominio de un amo cruel.

Algunas veces aprendieron la lección del modo difícil. Pero antes de que llegara la “espada
vengadora”, Dios les anunciaba su llegada. Su juicio es como el relámpago y el trueno: primero
viene la advertencia y después de un intervalo de tiempo, el trueno. El juicio de Dios se nos
presenta con una oportunidad para escapar; no oímos el trueno sin el relámpago.

Excepto el caso que llamamos el “Juicio Final”, el juicio de Dios presenta un camino de salvación
inmerecido, disponible para que sus hijos sean traídos de vuelta y restaurados de las
consecuencias de su pecado.2 Dios juzgó a su pueblo por sus pecados, pero como ellos eran su
pueblo, “Él fue su Salvador”.3 Redime con “brazo extendido y con juicios grandes”.4 Su brazo trae
juicio y también salvación.5 Por eso Dios se “asombró” cuando no encontró a nadie que “apoyara”
o “sostuviera” a los que estaban bajo juicio.6

Dios, quien juzga con justicia, también es “poderoso para salvar”7. Lea su Biblia con cuidado, y
verá este patrón vez tras vez: el juicio y la liberación son compañeros, no actividades
desconectadas.8 En consecuencia, si la condenación y descalificación que siente como resultado
de su pecado no le señala una oportunidad clara de redención y rescate, ¡puede estar seguro que
el Autor de su salvación no es el autor de esos sentimientos mortíferos y horribles!9

A propósito, un dato curioso sobre todos los libertadores que Dios levantó a través de los tiempos,
es que siempre provenían de en medio del pueblo que Él juzgaba. Por esta razón Jesús tenía que
hacerse Carne y habitar entre nosotros.10 Jesús es el Ungido, enviado por Dios para “proclamar
libertad a los cautivos”11 Por tanto, para ser nuestro Libertador, Jesús necesitaba ser parte de
nuestra raza. “Tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo”;12 de otra manera, Jesús
no calificaría como Libertador para expiar los pecados de la humanidad.

1
Ezequiel 33:1ss.
2
Deuteronomio 30:4; Jeremías 29:10-14; 33:25-26
3
Isaías 63:8
4
Éxodo 6:6
5
Isaías 33:22
6
Isaías 59:16; 63:5
7
Isaías 63:1b
8
Isaías 51:5; 52:10
9
Hebreos 2:10; 12:2
10
Juan 1:14 (Ver también Deuteronomio 18:15; 18; Hechos 3:22; 7:37)
11
Lucas 4:18
12
Hebreos 2:17

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Juicio y Misericordia
La misericordia forma parte integral del juicio de Dios. Esta es otra característica reveladora del
juicio verdadero. Dios es misericordioso,13 y su misericordia es sobre todas sus obras, incluso sus
juicios.14 Todos por instinto anhelamos un Dios misericordioso. Es por esto que algunos de sus
amigos no creyentes probablemente le han preguntado: “Si Dios es tan amoroso y misericordioso,
¿cómo puede mandar a la gente al infierno por sus pecados?” Desafortunadamente, esta
perspectiva de lo uno o lo otro presume que la misericordia y el juicio se excluyen mutuamente,
que son acciones desconectadas. Tal perspectiva supone que Dios, quien es misericordioso, no
puede juzgar. Por lo tanto, de acuerdo con esta definición, de un Dios misericordioso se debe
esperar un perdón general.

Incluso líderes de iglesia bien intencionados se confunden con esta mentalidad de lo uno o lo otro
y se les dificulta reconciliar el Dios que ama con el Dios que juzga. Algunos maestros tratan de
resolver sus ideas en conflicto teorizando que Dios, movido por el amor y la misericordia,
suspenderá todo juicio. Sugieren que, aunque Dios ha trazado reglas de conducta, al final su amor
lo forzará a ceder y aceptar a todos en la eternidad, sin tener en cuenta lo que hayan hecho.
Francamente, esto es una herejía, y presenta la muerte de Cristo en la Cruz como un gesto
arbitrario e innecesario de un Dios que conoce muy bien el futuro, para saber que Él va a emitir
un perdón general al final de los tiempos.

La razón para que la salvación universal—y con esto me refiero a la enseñanza de que todos irán
al cielo—tenga eco aun en la Iglesia, es porque nosotros conocemos personalmente el amor de
Dios y sabemos cuánto nos ha perdonado. ¿Por qué Dios no haría lo mismo por otros (es decir,
todos) si ha mostrado tanto amor y misericordia hacia nosotros?

Ni la misericordia sin el juicio ni el juicio sin la misericordia son el plan de Dios. Juzgamos el juicio
de Dios como injusto cuando lo despojamos de la misericordia, y así mismo malinterpretamos su
misericordia si la separamos del juicio. La misericordia y el juicio son compañeros inseparables
en el Reino de Dios, bajo su autoridad y gobierno. Con un concepto natural del juicio, esto parece
casi absurdo. ¿Misericordia y juicio al mismo tiempo? ¿No son estos conceptos opuestos y
mutuamente excluyentes? ¿Cómo puede ser esto?

UN REMANENTE
Este aspecto del juicio de Dios es difícil de comprender; la clave es entender sobre qué base Él
extiende misericordia. Este es el punto con el que mucha gente tropieza, pero es un cuadro
perfecto de cómo la ley y la gracia trabajan juntas, y explica, en algo, el porqué usted y yo luchamos
con el rechazo y la vergüenza persistentes. ¿Cómo opera la misericordia en el juicio? ¿Cuál es la
esperanza de todos para escapar del juicio final?

13
Salmos 86:15; Lucas 6:36
14
Salmos 145:9; Santiago 2:13

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Estas preguntas nos conducen a otro aspecto emocionante y fascinante del juicio de Dios. Al leer
a través del Antiguo Testamento, descubrimos que Dios nunca juzga un grupo completo, sin librar
a algunos del grupo. Sus juicios no son en masa, indiscriminados o que incluyen a todos; siempre
hay algunos que escapan al juicio, y al grupo que escapa se le conoce como el “remanente”.15

Dios juzgó a la nación entera de Israel muchas veces por sus acciones pecaminosas y dispersó a
su pueblo por todas las naciones; sin embargo, cada vez, prometió “dejar un remante”. 16 El
remanente siempre sobrevivió al exilio y la “cautividad”,17y Dios lo guardó “con vida mediante una
gran liberación”. 18 El remanente recibe (recibía) “menos de lo que nuestras (sus) iniquidades
merecen”.19 Debido a que Dios “se complace en la misericordia,” pasa por alto “la rebeldía del
remanente”,20 muy parecido a como el Ángel de la muerte pasó de largo de los hogares marcados
con la sangre del cordero de la Pascua. Aunque Dios condenó los pecados de la nación, arrojó los
pecados del remanente a “las profundidades del mar”.21

¿Cómo es escogido el remanente? Curiosamente, Dios no selecciona a los miembros del


remanente basado en sus obras o comportamiento; más bien, son escogidos simplemente
“conforme a la elección de la gracia de Dios”.22 El remanente es “salvo”,23 como una expresión de
“gracia”.24 En medio del juicio está la gracia. Un remanente salvo, liberado y preservado. Este es
el patrón de Dios dispuesto para el juicio desde el mismo comienzo.

Como seguidor de Jesús, usted es parte del remanente. El apóstol Pablo lo llama a usted y a mí
“vasos de misericordia”, un “remanente” a quien Dios hizo “conocer las riquezas de su gloria”.25
Por elección de su gracia los creyentes en Cristo son un remanente.26 No es nuestra bondad sino
la gracia de Dios la que nos hace libres del juicio que merecemos. Podría decir que Dios hace un
nuevo pueblo en medio de todos los pueblos de la tierra. Todos nosotros que escogimos confiar
en el sacrificio de Jesús nos convertimos en parte de ese nuevo grupo de gente—un remanente
para Dios. ¡Nos convertimos en el “pueblo de Dios”, una “raza” excepcional y diferente que se
distingue de todas las otras por el hecho de que “recibimos misericordia!”27

¿Se da cuenta de lo que esto significa y de la libertad que ofrece? Dado que no fue incluido en el
remanente por su buen comportamiento, tampoco será excluido del remanente por su mal

15
Esdras 9:13
16
Ezequiel 6:8
17
Nehemías 1:3
18
Génesis 45:7
19
Esdras 9:13
20
Miqueas 7:18
21
Miqueas 7:19
22
Romanos 11:5
23
Romanos 9:27
24
Esdras 9:8
25
Romanos 9:23-29
26
Romanos 11:5
27
1 Pedro 2:9-10

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UN REMANENTE Y UN CUADRE DE CUENTAS | 48

comportamiento. De esto es lo que habla Pablo cuando dice que Dios nos eligió a cada uno de
nosotros: “por gracia… no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia”.28

Promesa de Misericordia
Como lo señalé antes, todos intuitivamente anhelamos un Dios misericordioso porque Él
intencionalmente formó al ser humano para que esperara misericordia y clamara por rescate ante
una destrucción o desastre inminentes. De modo subconsciente, cada persona espera escapar
del castigo, ser parte del remanente que recibe misericordia. El Espíritu del Fariseo miente y nos
dice que la manera para convertirnos en parte del remanente es esforzarnos más en obedecer
más la ley. Prometemos a Dios que “nunca haremos esas cosas de nuevo”, porque
equivocadamente creemos que nuestra esperanza por misericordia está ligada a nuestra
obediencia.

No lo está.

La misericordia está ligada a las promesas, y a la fe. La ley “no es de fe”,29 por eso es necio confiar
en la obediencia a la ley para ganar acceso al remanente. Si por la obediencia a la ley se obtuviera
acceso al remanente, entonces la desobediencia nos obligaría a salir.

Deténgase por un momento a pensar en sus intentos por aplacar a Dios después de haber sido
profundamente convencido de pecado. En algún momento en medio de su arrepentimiento y
remordimiento, ¿le prometió a Dios que no cometería de nuevo ese pecado? ¿Le dijo que había
aprendido su lección y que no sería tan insensato en el futuro?

Dejando de lado la pregunta de si cumplió o no la promesa, dudo que aún en medio de sus
momentos de más sincero y serio arrepentimiento le haya dicho a Dios que nunca más cometería
otro pecado. Eso sería mucho prometer, demasiado aun para usted creer en sí mismo. ¿Una vida
sin pecado? Que disparate que cualquiera de nosotros lo proponga.

Desafortunadamente, esto nos coloca de nuevo en posición de culpa, porque si bien logramos
enderezar nuestra vida en algunos pormenores, todavía fallamos en otros. Si somos culpables o
lo seremos de al menos una infracción, somos transgresores y culpables como antes.30 Es por
esto que la vía de escape, la senda de redención provista por Dios, no es a través de la ley. Dios
no nos muestra misericordia en medio del juicio porque hemos prometido hacerlo mejor al
obedecer, sino porque, como Abraham, seguimos creyendo en la promesa de Dios. La elección de
la gracia de Dios de salvar a todo el que invoque su nombre es el mecanismo para alcanzar
misericordia.31

28
Romanos 11:6
29
Gálatas 3:12
30
Santiago 2:10-11
31
Joel 2:32

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Dios le dice al remanente: “Ustedes han sido entre las naciones objeto de maldición, pero yo los
salvaré, y serán una bendición”.32 Aquellos bajo maldición son salvados para ser una bendición.
¿Le suena familiar?

Infectados por la fuerza del pecado, usted y yo estábamos bajo la maldición del “pecado original”
y también bajo la maldición por violar la ley.33 ¿De qué manera podía ese pueblo maldecido y
pecador ser una bendición para otros? Nosotros somos mensajeros proféticos al mundo porque
somos justificados por la fe y no por un registro de obediencia perfecta. Desde el comienzo de la
historia de la humanidad, Dios planeó “justificar a los gentiles por la fe”, por eso anunció “las
buenas nuevas a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones”.34

Así es como es Dios: Él extiende misericordia en el nombre de Jesús a pecadores terribles quienes,
bajo la ley, merecen juicio y castigo. Entonces Dios usa a esos pecadores absueltos y perdonados
para “anunciar las virtudes de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”.35 Nosotros
difundimos las Buenas Nuevas de su misericordia en el juicio.

UN CUADRE DE CUENTAS
En el capítulo anterior, aprendimos acerca de las promesas de Dios, y cómo sus promesas son la
clave de todo lo que Él hace por nosotros. Es tiempo de empezar a conectar algunos de los puntos
en nuestra discusión para ver por qué esos sentimientos de vergüenza excluyente, y de reproche
desesperado, no son palabra de Dios para usted. ¿Recuerda que las promesas son como los taxis
en Atenas? Usted y yo tenemos mayor seguridad de alcanzar los propósitos de Dios para nosotros
si confiamos en el conductor del taxi y no en nuestra capacidad para conducir con las señales y
por las calles en una ciudad extranjera.

La promesa central en el Antiguo Testamento, y que figura como la más prominente en nuestra
discusión acerca de la ley y de la gracia, fue dada a Abram más de 400 años después que Noé
construyó el Arca. Aunque me adelante al relato, me referiré a él como Abraham, el nombre por el
que lo conocemos hoy en día.36 La historia de Abraham recalibra al mundo entero porque marcó
la primera aparición de un antídoto contra la fuerza del pecado .

Abraham era el hijo mayor de Taré y vivía con su esposa Sara (Sarai), en lo que es hoy Irak. Con
su padre y su esposa, que era estéril, se trasladó a Harán por la ruta comercial de Nínive
(¿recuerda a Jonás?) a Ebla, Damasco y a Canaán. Tiempo después, Dios llamó a Abraham a salir
de la casa de su padre en Harán y le prometió que en él serían benditas “todas las familias de la
tierra”.37 Sus descendientes serían más numerosos que las estrellas visibles en el cielo.38

32
Zacarías 8:13 NVI
33
Gálatas 3:10, 13
34
Gálatas 3:8
35
1 Pedro 2:9
36
Génesis 17:5
37
Génesis 12:1-4
38
Génesis 15:5

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Una promesa muy asombrosa. Sorprendentemente, Dios no ató ninguna condición moral o
religiosa a la promesa. No dio ninguna ley ni ningún mandato para que Abraham los siguiera. Dios
no proclamó: “Si usted es bueno, lo bendeciré”. La falta de condiciones de comportamiento es
especialmente digna de atención, porque la trayectoria moral de Abraham registraba algunas
manchas, por decir lo menos. Antes de recibir la promesa que cambiaría al mundo, él mintió (con
facilidad y repetidas veces) para protegerse a sí mismo y a sus intereses,39 y explotó el atractivo
físico de su esposa para ganar favor con personas importantes.

Nadie consideraría a Abraham un hombre excepcionalmente bueno; sin embargo, Dios lo escogió
para bendecir al mundo, sin darle muchas instrucciones para reformar su comportamiento.

Hubo un lapso de casi 25 años para que la promesa de Dios se materializara en el nacimiento de
Isaac, y durante este tiempo, la paciencia de Abraham y Sara escaseó. La larga espera puede ser
la razón por la que, más de una vez, Dios tuvo que reforzar a Abraham su promesa. Finalmente,
cuando Abraham tenía 99 años, Dios le dijo que cambiara el nombre de su esposa por “Princesa”
porque el tiempo había llegado para que ella se convirtiera en “madre de naciones”.40

Después de tantos años—muchos para su cuerpo—Abraham “se postró sobre su rostro y se rió”.41
Nuestros cuerpos están un poco viejos para eso, pensó para sus adentros. Cuando finalmente se
recuperó de lo absurdo de la afirmación de Dios, Abraham respondió, “Querrás decir que nos
bendecirás a través de Ismael”.

“No”, Dios lo corrigió enfáticamente, “Sara, tu mujer, te dará un hijo… y estableceré mi pacto con
él, pacto perpetuo para su descendencia después de él”.42 Dios visitó a Abraham unas semanas
después para finalizar la promesa. Declaró que, en el término de un año, Sara daría a luz a un
niño. Sara, que escuchaba detrás de la tienda, tenía sus propias dudas. Como su esposo, ella “se
rió para sus adentros, diciendo: ‘¿Tendré placer después de haber envejecido?’”43 Ella también
luchó con la promesa que sonaba imposible.

Por la gracia de Dios, Abraham finalmente resolvió la pregunta que está en el corazón de nuestra
vida espiritual y en la raíz de las dudas y temores que nos molestan: ¿Puede el Hacedor de
Promesas cumplir su palabra aun cuando yo no puedo? “Respecto a la promesa de Dios, Abraham
no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”.44 La fe de Abraham,
su decisión de confiar en la fidelidad de Dios más que en las evidencias de la naturaleza, “le fue
contado por justicia”.45

39
Leer Génesis 12:10ss.; Génesis 20:1-7
40
Génesis 17:15-16
41
Génesis 17:17
42
Génesis 17:19
43
Génesis 18:10-13
44
Romanos 4:20
45
Romanos 4:3; Santiago 2:23

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Etimología Espiritual
Sé que ya de por sí la historia es un desafío. Tan pronto comienzo con cosas como la etimología y
las definiciones, corro el riesgo de perder completamente su atención; pero hablo en serio cuando
le digo que esta es la clave de todo lo relacionado con la gracia y la ley. La etimología es el estudio
del origen de las palabras; es como la historia de las palabras, especialmente enfocado en cómo
han llegado a su actual significado, y que están conectadas históricamente la una con la otra en
diferentes idiomas. Suena aburrido, ¡eh!

Mi interés (y pronto el suyo) está en la etimología espiritual, porque Dios conecta palabras en su
vocabulario que nosotros no pensamos poner juntas en el nuestro. Dios “concluye” las cosas de
modo diferente a la de los seres humanos y esta diferencia nos mantiene confundidos. Para
mostrarle lo que quiero decir, permítame hacerle una pregunta, no es una pregunta capciosa. No
piense la respuesta, conteste con lo primero que le venga a la mente: “¿Llama a una persona X
justa porque esta persona se comporta correctamente, o porque cree correctamente?”

La mayoría de nosotros—especialmente aquellos que sinceramente queremos ser “más” justos—


asumimos que la justicia está determinada por el comportamiento: entre más correctamente
actuemos y evitemos hacer algo malo, más justos presumimos ser. Pero en la mente de Dios, la
justicia está determinada por lo que creemos, no por cómo nos comportamos.

Esto cambia las reglas.

Francamente, nuestro comportamiento—aun nuestro buen comportamiento—nunca le ha


impresionado a Dios. Para nosotros es difícil aceptar el punto de referencia de los juicios en la
Biblia por el modo en que nuestra cultura habla acerca de “ser bueno” y “ser justo”. Pero la
Palabra de Dios nos dice: “No hay justo, ni aun uno”; “no hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno”.46 Desde su perspectiva: “Todos nosotros somos como cosa impura, todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia”.47

No hay “gente buena”. Este es el punto de referencia de la moralidad en la perspectiva de Dios.


Aunque nos gusta pensar que todavía tenemos oportunidad de probar que somos buenos,
personas justas, Dios nos dice que es muy tarde para cambiar el veredicto sobre nuestra vida. Los
síntomas de la fuerza del pecado nos han dejado exhaustos. Cada uno de nosotros nos
marchitamos “como una hoja, y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran”. Una hoja
que cae de una rama ha perdido su esperanza de vida.

La mayoría de los lectores no caen en cuenta de esto, y esta es la razón por la que
malinterpretamos tanto nuestra posición delante de Dios. Toda nuestra mentalidad se basa en la
idea de que lo que hacemos o no hacemos determina lo justos que somos. Dios sabía que evaluar
nuestro historial nos dejaría sin esperanza. En consecuencia, hizo un plan completamente

46
Romanos 3:10, 12
47
Isaías 64:6 RV 95

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UN REMANENTE Y UN CUADRE DE CUENTAS | 52

diferente, un camino a la justicia para personas con un historial ya establecido de desobediencia.


Dios hizo un nuevo camino a la justicia por medio de la fe.

La gran lección de la historia de la Biblia en su inicio no se encuentra en el comportamiento de la


humanidad, sino en el de Dios.

UN NUEVO CUADRE DE CUENTAS


En hebreo, contar/pensar (chashab) significa valorar un elemento por otro, igualar dos objetos.
Imagine dos hebras entretejidas tan completamente, que se convierten en una sola y en la misma.
Los dos son como una. A los ojos de Dios, la fe y la justicia son prácticamente indistinguibles la
una de la otra. Espiritualmente hablando, están hechas de lo mismo.

En el griego del Nuevo Testamento, contar/considerar se traduce como logidzomai, “hacer un


inventario y hacer un cálculo”. Esta definición está más cerca de nuestro concepto de contar, que
es computar o calcular, especialmente la suma total. Alguien cuenta y traslada una cosa a otra,
generalmente su valor. Por ejemplo, un evaluador de bienes raíces calcula o estima el valor de
una propiedad, convirtiendo el terreno en dólares. Digamos que la propiedad tiene un valor de
$50.000 dólares, pero usted puede cavar en toda la propiedad y no encontrará un fajo de billetes
por la suma de $50.000 dólares.

Esencialmente, esto es lo que hizo Dios. Él evaluó el significado (espiritual) de la fe de Abraham y


le acreditó la justicia a su cuenta. Dios trasladó fe en justicia. Un terreno y un fajo de billetes no
están compuestos por la misma estructura molecular, sin embargo, son idénticos en el mundo
financiero. Exactamente de la misma forma, la justicia y la fe puede que no se parezcan, pero son
idénticas en el mundo espiritual.

Dios cuenta la fe—el creer en una promesa—igual (en valor) a la justicia.

No había ni rastro de comportamiento justo en la fe de Abraham. No estoy diciendo que su fe era


inmoral, pero Abraham no estaba resistiendo la tentación. Su fe no tenía nada que ver con
obedecer un mandamiento, pues los Diez Mandamientos y la ley ni siquiera existían en ese tiempo.
A pesar de eso, Dios computó, igualó y trasladó la fe de Abraham por la justicia. El proceso
contable espiritual cambió el mundo.

Si Abraham hubiera hecho algo para justificarse a sí mismo—alguna hazaña de bondad o un gran
logro moral—tendría sentido que Dios le pagara un salario por la justicia. Pero esto hubiera fijado
una escala de pago imposible para la humanidad. Dios no hizo un recuento de lo que se le debía
a Abraham por largas horas de obediencia. Por el contrario, Dios contó la fe de Abraham por
justicia, e hizo de la salvación un regalo.48

48
Efesios 2:8

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Abrazando La Gracia | 53

Desde entonces para siempre, el creer, no el comportamiento, ha sido el único camino posible a
la justicia.

¿Salario o Regalo?
¿Qué?, supongo que esto era lo que mi audiencia griega estaba pensando esa noche en Atenas.
Es la misma reacción que todos tenemos ante esta idea. Cuando enseño sobre estos conceptos,
debo encontrar maneras prácticas para explicar cómo la ecuación de justicia de Dios es tan
contraria a nuestro modo de pensar.

El dinero, pensé de pronto, mientras miraba a mi traductora que estaba esperando que hablara.
Todos entendemos qué es el dinero. Voy a hacer una analogía con el dinero para explicar mejor la
más importante ecuación en el Antiguo Testamento. Cuando finalmente rompí el silencio
incómodo diciendo, “piensen en la justicia como en una gran suma de dinero igual al salario de
toda una vida”, para todos, incluyendo a Ángela, enfoqué de nuevo su atención.

Los trabajadores reciben un salario. El dinero que alguien recibe después de hacer un trabajo no
“se le cuenta como favor, sino como deuda”.49 Por otro lado, si alguien recibe dinero sin trabajar,50
no puede llamarse un salario (ganado); es una “dádiva.”51 Espiritualmente hablando, nuestra
salvación es un regalo, no un salario. No pudimos y no podemos ganarla trabajando mucho.
Nuestros esfuerzos de obediencia nunca ascienden a un salario de perfección suficiente; y, aun
así, Dios nos otorga perdón completo (trasládelo a: perfección) mediante la obra de Jesús por
nosotros.

La justicia sólo es posible como un regalo de Dios. Los mandatos no tienen poder real para hacer
justo a alguien porque, aún si los obedecemos perfectamente, ninguna cantidad de obediencia
tiene el poder espiritual de borrar nuestra desobediencia pasada o el pecado original. Abraham
no ganó su justicia haciendo buenas obras o siendo obediente a (algunos) mandatos (mientras
desobedecía otros). Tampoco nosotros.

Nuestra inclinación es “resarcirnos” por cosas que hemos hecho mal. Tratamos de compensar
errores pasados siendo “extra buenos de ahora en adelante”. Si nos sentimos mal por haber
ofendido a alguien con un comentario poco amable, intencionalmente hacemos todo lo posible
para ser amables con él durante algunos días. Arreglamos las cosas con los demás y con nosotros
mismos corrigiendo nuestro comportamiento y siendo extra cuidadosos al tratarlos de modo
opuesto a como lo hicimos antes.

Como era de esperar, así también nos acercamos a Dios. Prometemos ser más obedientes en el
futuro y esperamos que Él no nos juzgue por lo que hemos hecho en el pasado. No entendemos
que nuestra justicia es un regalo, no un cheque de pago. No ganamos ni perdemos nuestra justicia
por tener éxito o fallar como trabajadores obedientes.

49
Romanos 4:4
50
Romanos 4:5
51
Romanos 6:23

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UN REMANENTE Y UN CUADRE DE CUENTAS | 54

El trato inicial de Dios con su pueblo se basaba exclusivamente en las promesas del pacto, no en
los mandamientos. Por el derecho y el poder de su Creador, Dios decretó que la justicia viene
“sobre la base de la fe” en sus promesas.52 Dios justifica a las personas no por su obediencia a
una serie de mandatos, sino “por la fe”. 53 Somos un remanente por creer, no por obedecer.
Nuestro acceso a Dios y el librarnos para siempre del juicio es mediante las promesas, no por
medio de los mandatos.

El Espíritu del Fariseo es un mentiroso porque insiste que el único camino seguro para obtener el
favor de Dios es por medio del buen comportamiento y de un historial intachable. El legalismo lo
amenaza diciéndole que, a causa de su pecado, hay poca esperanza para el perdón de Dios. Le
instruye a bajar la cabeza y decir entre dientes, “Me esforzaré más”.

Dios, por el otro lado, es mi (su) “gloria y el que levanta mi (su) cabeza”.54 Clame a Él y Él le
responderá, porque “la salvación es del Señor”, y su bendición es sobre su pueblo.55

52
Filipenses 3:9
53
Romanos 3:28
54
Salmos 3:3
55
Salmos 3:8ss.

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CAPÍTULO 6

QUITAR Y CAER
En el Antiguo Testamento, los relatos y las conversaciones fueron intencionalmente “escritos
como enseñanza para nosotros”;1 por eso Dios nos invita a leer los episodios, no simplemente
como un vistazo exacto de la historia, sino también para extraer principios y comprensión acerca
del reino invisible. Por ejemplo, por medio de Moisés, Dios liberó a su pueblo de Egipto; esto es
historia. Pero Moisés tomó decisiones que le permitieron convertirse en un libertador y aprendió
lecciones a lo largo del camino. Las experiencias de Moisés sirven como un excelente
entrenamiento para nuestro propio caminar y ministerio. La obra de Dios en el pasado, en y a
través de un hombre, nos proporciona un entendimiento fundamental en el Reino.

Probablemente, usted ha visto una buena película de misterio, y la primera vez que la vio, no notó
todos los indicios que señalaban hacia el resultado final. Cuando la vio por segunda o tercera vez,
las pistas eran obvias y se pregunta cómo no pudo verlas antes. Esto es esencialmente lo que los
escritores del Nuevo Testamento dicen acerca del Antiguo Testamento.2

Una vez que usted sabe qué debe buscar, puede reconocer el Evangelio a través del Antiguo
Testamento. La salvación y la reconciliación con Dios mediante la fe, Él las “prometió desde los
tiempos eternos”. 3 Aunque el “misterio” ha sido mantenido en “secreto” hasta la completa
revelación de Cristo, el camino a la salvación ha sido anunciado y profetizado “desde los tiempos
antiguos”.4 Pero el registro del Antiguo Testamento no necesariamente lo explica todo.

Por ejemplo, no nos dice cómo hombres como Enoc y Noé agradaron a Dios. Por esta razón,
muchos de nosotros tenemos el malentendido de que los primeros héroes de la Biblia vivieron
vidas perfectas, sin pecado. No es, hasta que leemos el Nuevo Testamento, que descubrimos que
ni Adán ni su descendencia encontraron favor con Dios sobre la base de una vida sin pecados.
Los hombres de la antigüedad NO fueron lo suficientemente buenos (moralmente hablando) para
ser aceptados por Dios. Más bien, alcanzaron la justicia por creer a Dios.

1
1 Corintios 10:11
2
1 Pedro 1:10-12
3
Tito 1:2; (ver también Lucas 1:68-77; Romanos 1:2; 3:21; 16:25-26)
4
Lucas 1:70

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QU I TA R Y C A E R | 56

Así era entonces—y lo es ahora—simplemente sin fe es imposible agradar a Dios.5 Nuestros héroes
y ancestros espirituales “recibieron aprobación (de Dios)” por la fe:6 “Por la fe Abel ofreció a Dios
un mejor sacrificio que Caín”;7 Enoc fue “trasladado al cielo” porque su fe agradó “a Dios”;8 y Noé
“llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe”.9 Él fue juzgado justo porque eligió creer
(no comportarse).10

LA CIRCUNCISIÓN
Leer la Biblia completa, no por partes separadas, nos permite ver la consistencia de los tratos de
Dios con su pueblo durante todo el período de tiempo. De hecho, aun elementos que no parece
que se correlacionan entre sí en la primera lectura, en realidad sí se correlacionan cuando los
coloca uno al lado del otro con los registros históricos. La circuncisión es uno de estos ejemplos—
la marca inusual que muchos creyentes asocian casi exclusivamente con Moisés y la ley. Pero es
más acerca de la justicia mediante la promesa que mediante el mandato.

La circuncisión parece una manera extraña de marcar el pacto de fe entre Dios y Abraham, pero
tiene sentido si recordamos la diferencia entre la fe y la obediencia, entre las promesas y los
mandatos. Para explicar lo que quiero decir, regresemos a la historia de Abraham y Sara.

Como lo expliqué antes, ellos confundieron una promesa con un mandato, y en lugar de permitir
que Dios cumpliera su promesa, trataron de cumplirla ellos mismos. Le creían a Dios, pero con el
tiempo sintieron que debían ayudarlo con la promesa. ¿Le suena familiar? Creyentes como usted
y yo hemos estado cometiendo este error por siglos. Abraham y Sara salieron con un plan alterno
para que Abraham engendrara un hijo a través de la criada de Sara. Ese no era el plan de Dios.
Su plan no requería la fe, sólo la Carne; ni la creencia, sólo la biología.

Dios no necesitaba (ni quería) que la Carne de Abraham alcanzara su propósito.

Los 25 años entre la promesa y su cumplimiento eliminaron incluso la más remota posibilidad de
que Abraham y Sara pudieran tener un hijo propio. Cuando Abraham engendró a Isaac, se convirtió
en “heredero del mundo” no “por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe” en la
Palabra de Dios. 11 Dios también dio al “Padre de la fe” una señal del pacto-promesa, una
indicación como la del arco iris, que señalaba la promesa de Dios, no el comportamiento de la
gente. Abraham y sus descendientes debían ser circuncidados.12

La remoción de ese repliegue de piel al octavo día después de nacer es un recordatorio preciso
de que los “hijos de la promesa” no provenían de la Carne del hombre (obras), sino de la fidelidad

5
Hebreos 11:6
6
Hebreos 11:1-2
7
Hebreos 11:4
8
Hebreos 11:5
9
Hebreos 11:7
10
Génesis 6:9
11
Romanos 4:13
12
Génesis 17:10

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Abrazando La Gracia | 57

de Dios. La Carne no tiene parte en el pacto. La Carne debe ser quitada porque en los asuntos del
Reino “la Carne es enemiga” y no puede ni quiere sujetarse a la obra del Espíritu de Dios.13 Tal
como Dios redujo el tamaño del ejército de Gedeón hasta que las probabilidades de la victoria
fueran imposibles, así cortó la Carne de Abraham en el mismo punto en que fluye la semilla de la
vida natural.

El mensaje de Dios fue claro: Usted no puede producir un hijo por sí mismo. No por la fuerza ni
por el poder de su Carne, sino “por mi Espíritu será cumplida mi promesa”.14 Sin considerar qué
tan sincera o religiosa sea la motivación, cualquier esfuerzo u obra que tratamos de añadir en
nuestras propias fuerzas, “en la Carne, no pueden agradar a Dios”.15 Cuando Dios cumple sus
promesas, no quiere que nadie se sienta tentado a pensar que fue en su “propio poder”.16

Observe la secuencia de los eventos. Abraham recibió y creyó la promesa antes de ser
circuncidado. Por tanto, la circuncisión es la señal de las promesas de Dios, no de sus mandatos.
La circuncisión no fue una medalla al mérito o a la moralidad, sino “un sello de la justicia por la
fe”.17 Abraham se convirtió en el “padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que
también a ellos la fe les sea contada por justicia”.18

Viviendo por Fe
Una vez más, vemos que lo que nos salva es la fe en las promesas de Dios, no la fe más el esfuerzo
suficiente para ser buenos. En el Capítulo 8, explicaré “la fe sin las obras”; no le estoy diciendo
que ser salvo por gracia significa que se convierte en alguien sin ley y que hace todas las cosas
malas que su corazón desea. El reto con este tema es que tiene muchas partes y pasajes
interconectados. Quédese conmigo punto por punto, y espero responder a todas sus preguntas
antes que termine la lectura.

“Sólo por fe” es inquietante para las personas con mentalidad religiosa. El Espíritu del Fariseo
inspira temor en la iglesia al predecir que, sin estándares de comportamiento explícitos y exactos,
los cristianos de todas partes vivirán una vida hedonista. Pervertirán la libertad en libertinaje. Este
concepto no es verdad ni es bíblico. Volvamos al registro bíblico: Durante los dos mil años
siguientes al mandato de Dios a Adán, lo más cercano que conocemos como un código moral fue
la orden de Dios a Abraham: “Anda delante de mí, y sé perfecto (completo, con integridad)”.19

Abraham y sus descendientes, Isaac y Jacob, vivieron en la Tierra Prometida antes de (sin) la ley.
No tenían una lista de comportamiento, orientaciones dictadas por Dios, excepto no matar y no
comer Carne con su sangre.20 El pueblo de la promesa no vivía por reglas sino por promesas:

13
Romanos 8:6-7
14
Ver Zacarías 4:6
15
Romanos 8:8
16
Jueces 7:2
17
Romanos 4:11
18
Romanos 4:11 RVR95
19
Génesis 17:1
20
Génesis 9:4, 6

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Por la fe [Abraham] habitó como extranjero en la tierra de la promesa como en tierra


extraña, viviendo en tiendas como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa…
~Hebreos 11:9.

En el plan maestro de Dios de redimir nuestra raza, la circuncisión es un recordatorio de la


promesa de Dios de acreditar justicia por fe, no por las obras de nuestra Carne, y por esta fe
convertirnos en hijos de Abraham. Pablo dice así: “No son los hijos de la Carne los que son hijos
de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”. 21 Nuestro
ancestro espiritual se remonta a Abraham, el “padre de la fe”, y no tan sólo hasta Moisés, el “dador
de la ley”.

“Escogidos” no “Obedientes”
Los que sugieren que somos salvos por fe y obediencia, por la promesa y los mandamientos, no
pueden encontrar un personaje bíblico adecuado que encaje en su fórmula. Ninguno es lo
suficientemente obediente para calificar. En realidad, uno de los elementos que más motivan en
la Biblia es su rechazo a suavizar las cosas. La Biblia ciertamente no es una colección de historias
de súper santos. Nuestros ancestros espirituales vivieron vidas imperfectas.

Así como la mayoría de los lectores olvidan la escapada de Noé para emborracharse después del
Diluvio, la mayoría de los creyentes también pasan muy pronto por alto los detalles de la vida de
Abraham después que ofreció a Isaac en el altar y después de la muerte de Sara. ¿Sabía que
Abraham “volvió a tomar mujer, y su nombre era Cetura”,22 con la que tuvo seis hijos más? El
circuncidado Padre de la fe concibió hijos que no tenían ninguna parte en la promesa de Dios;
Abraham tuvo un hijo de la fe (Isaac) y, posteriormente, hijos de la Carne. Uno de sus hijos fue
Madián, cuyos descendientes más tarde se opusieron, engañaron y participaron con poderes
ocultos en contra del pueblo de la promesa.

Y además de una nueva esposa más joven, Abraham tomó también concubinas que dieron a luz
más hijos. Envió a algunos de ellos lejos “a la tierra de oriente” (fuera de la Tierra Prometida)
después de pagarles y quitarlos de su testamento.23 Este no es exactamente material de escuela
dominical.

Abraham no perdió la justicia que recibió por la fe sólo porque se deslizó en un comportamiento
menos que justo. Con seguridad sus últimas actividades no fueron sabias ni espirituales, pero no
comprometieron el ser aceptado por Dios o su lugar como nuestro ancestro de la fe. No estoy
diciendo que legalicen la prostitución ni la poligamia; simplemente estoy señalando que los
ancestros de Jesús tenían un historial muy irregular. Lo que los distinguía no era su impecabilidad,
sino su fe. Si leemos los registros bíblicos de manera concienzuda e imparcial, es evidente que
los héroes de la fe bíblicos no son modelo de comportamiento.

21
Romanos 9:8
22
Génesis 25:1
23
Génesis 25:6

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Abrazando La Gracia | 59

Con el paso de los años, Dios reforzó su sencillo mensaje: la justicia en el mundo caído no se basa
en el comportamiento de la gente, sino en su promesa. Por ejemplo, los mellizos que le nacieron
a Isaac y Rebeca eran ambos “descendientes” de Abraham; sin embargo, Dios favoreció a Jacob
sobre Esaú, pero ciertamente no “por las obras (de Jacob)”. 24 Jacob no era un hombre recto,
intrigó para explotar las circunstancias en beneficio propio y robó el derecho de primogenitura y
la bendición de su hermano. Sin embargo, “cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían
hecho nada, ni bueno ni malo”,25 Dios escogió a Jacob para recibir su promesa de bendición.

El pueblo de Dios son los escogidos, no necesariamente los obedientes.

El Antiguo Testamento continuamente comunica el tema del fracaso del ser humano. Pero
sobrepasando la obstinación humana perdura un mensaje más grande: la gracia amorosa e
infinita de Dios hacia un pueblo propenso a extraviarse. Su misericordia compensa, paso a paso,
cada paso errante que ellos toman. Así es como es Dios. La clave para nuestra relación familiar
con Dios no es la obediencia a sus mandatos, sino la fe en sus promesas. No obtenemos una
relación con Dios a través de la obediencia, tampoco perdemos esa relación por desobediencia.

El pueblo de Dios es un pueblo de promesa.

PECADOS RAZONABLES
Muchos de los temores que nos atormentan acerca del poder que nuestro pecado pudiera tener
para descalificarnos de la misericordia de Dios, son el resultado de patrones de pensamiento que
ni sabemos que tenemos. Por eso, si me permiten, me gustaría cambiar nuestra discusión de los
pasajes de la Biblia a los corredores de nuestra mente, para resaltar la gimnasia mental en que
nos embarcamos con nuestra culpa y vergüenza.

Tan tonto como pueda sonar, la mayoría de nosotros creemos que Dios tolera un número
razonable de ofensas en nuestra vida—siempre y cuando no sean muy numerosas o extremas. Es
bastante fácil creer que somos salvos por gracia, al considerar los pecados normales de cada día.
Puede no ser un pensamiento consciente, pero presumimos que su gracia nos proporciona el
perdón necesario, en tanto que no fallemos demasiado. Después de todo, somos humanos…

Por esta causa, evaluamos de modo subconsciente la frecuencia y la magnitud de nuestro error.
Si es solo ocasional o si ha pasado mucho tiempo desde la última vez que fallamos (de esa manera
en particular), contamos nuestra ofensa como una caída razonable. No es difícil creer que Dios
perdona estas cosas porque no las hacemos con frecuencia. Todos tenemos deslices de vez en
cuando, nos decimos a nosotros mismos. También calibramos la gravedad de nuestro pecado. Así
como los jueces de clavado olímpico, nosotros también juzgamos entre el comportamiento pésimo
y terrible en un extremo de la escala, y las cosas que probablemente no debimos haber dicho o
hecho, en el otro extremo. Entre más impactados estemos por haberlo hecho, mayor será el

24
Romanos 9:11-12
25
Romanos 9:11

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puntaje. No agonizamos por pequeñas infracciones porque presumimos que Dios perdona
pecados con bajo puntaje. Nadie es perfecto…

Pero los pecados grandes, los habituales o terribles, son un problema de verdad. Esta es la razón
por la que nuestra alma tiene un plan en la Carne para ayudar a Dios con su promesa, cuando
nuestros pecados parecen muy numerosos o enormes para que Él perdone fácilmente. Si nos
preocupa que nuestra caída se está volviendo muy frecuente, prometemos que nunca, jamás lo
haremos de nuevo. En nuestra rara manera de pensar, una promesa a nosotros mismos y a Dios,
vuelve el pecado menos grave y más fácil de perdonar. Por supuesto, si continuamos fallando,
nos vemos forzados a encontrar nuevas maneras de real, sincera y verdaderamente, prometer…

Asimismo, si nuestra falta es terriblemente mala, y no podemos justificar ni excusar lo que


hicimos, nuestra alma ofrece un escape sutil. Pensamos: “¿es mi pecado menos terrible que los
pecados de los demás?” Si es así, nuestra lógica absurda nos asegura que Dios puede
perdonarnos (y lo hará). Después de todo, no fue tan malo. Nunca salimos a decirlo así, pero
nuestro pensamiento perversamente nos tranquiliza: “Si no soy tan malo como otros, no soy tan
malo para Dios”. Es por esto que pensamos cosas como: “Por lo menos no hice ______” (rellene
el espacio en blanco).

Oh-Oh
Sin embargo, observe que, en ambos casos, nosotros juzgamos nuestro propio comportamiento y
decidimos qué tan razonable es nuestro pecado. Medir nuestro pecado para excusarlo en realidad
nos resulta contraproducente y establece una terrible posibilidad que nos amenaza siempre con
lo indecible: Si nos acogemos a la idea de que Dios perdona un número o tamaño razonable de
pecados, entonces un día (¿quizás fue ayer?) podríamos cruzar el límite.

Piense por un momento en los sentimientos de culpa y autorreproche que permanecen en usted,
y lo agobian. A pesar de que sabe que doctrinalmente es perdonado, permanece esa sensación
de descalificación y de estar a prueba. Escudriñe esos sentimientos más a fondo y probablemente
descubrirá que no es su culpa lo que verdaderamente le preocupa. Lo que lo inquieta son las
posibles implicaciones de su culpa:

 “¿Existe un número fijo de veces en que Dios me perdonará por un pecado en particular?”

 “Si conscientemente planeé mi pecado, ¿cubre la gracia este pecado con el perdón del
mismo modo que la gracia cubre mis pecados no intencionales?”

 “¿Puedo desviarme tanto de la senda de la obediencia que dé un paso en falso en el


despeñadero del pecado, y caiga de la gracia para siempre?”

Para asegurarnos de no sufrir nunca esa caída, prometemos trazar nuevamente los límites
personales. Ofrecemos sacrificios, hacemos votos y penitencia como prueba de que hemos
aprendido la lección (“por última vez”). “Siendo yo el que tanto quebrantó las cosas, es muy
tentador (y de nobles sentimientos) ser yo quien prometa arreglarlas”. El prometer a Dios que
usted lo hará, en lugar de confiar en lo que Él ha prometido hacer, lo convierte en el hacedor de
la promesa y, sin querer, desbanca a Dios de su rol de Hacedor de la Promesa.

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Abrazando La Gracia | 61

Oh-oh.

CAER
El enemigo de nuestra alma saca provecho del temor de que nuestra pecaminosidad nos
“apartará” de Dios. La iglesia primitiva enfrentó la misma tentación. Muchos creyentes,
especialmente entre los judíos, “corrían bien”26 y “permanecían firmes”,27 esperando por la fe “la
esperanza de la justicia”.28 Pero “falsos hermanos” se infiltraron “para espiar la libertad” que
tenían en Cristo Jesús, “a fin de someternos (los) a esclavitud”. 29 En quizá la más fuerte
amonestación dada a los creyentes en todo el Nuevo Testamento, Pablo advierte:

De Cristo os habéis separado, vosotros que procuráis ser justificados por la ley; de la gracia
habéis caído. ~Gálatas 5:4

¡Uy! ¿Qué puede ser más aterrador que ser “separado de Cristo” y que “caer de la gracia”? ¿Qué
quiso decir Pablo con esta expresión? A primera vista, parece confirmar nuestros peores temores,
pero es porque la iglesia hoy en día utiliza la expresión “caer de la gracia” como sinónimo de “caer
en pecado”. Nosotros hablamos de creyentes (especialmente líderes) que “han caído” cuando se
conoce públicamente que han cometido pecados obvios y enormes (generalmente de índole
sexual o financiera).

Pero, ¿esto fue lo que Pablo quiso decir? En este pasaje, él no menciona ningún pecado inmenso
cometido por los gálatas; en cambio, señala que ellos cayeron de la gracia al “procurar ser
justificados por la ley”. En lugar de la justificación por la fe, escogieron la justificación por la ley—
ya no confiaron en la obra de gracia de Dios. Por esto es que Pablo dice que “han caído de la
gracia”. Su confianza no descansaba en la obediencia y el sacrificio de Cristo, sino en la suya
propia. “Caer de la gracia” es creer la mentira que podemos acercarnos a Dios: (1) si nuestro
pecado es pequeño o poco frecuente, o (2) nuestro sacrificio es suficiente (es decir, la penitencia,
el remordimiento y las promesas para el futuro), además de un nivel suficiente de obediencia
futura.

Apartándose de la Promesa
El peligro terrible para los creyentes no es caer en pecado (ya estamos ahí), sino apartarnos de
confiar totalmente en lo que Cristo ya hizo por nosotros.30 La expresión “caer” se usa en otro
pasaje, y debido al estudio inexacto de la Biblia, algunos en la iglesia usan “han caído” para
describir a las personas cuyos pecados parecen muy horribles para que sean fácilmente cubiertos
por la gracia de Dios:

26
Gálatas 5:7
27
Gálatas 5:1
28
Gálatas 5:5
29
Gálatas 2:4
30
Filipenses 3:3-4; Hebreos 3:6; 4:16; 10:19-21, 35; 1 Pedro 1:13; 1 Juan 3:3

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QU I TA R Y C A E R | 62

Porque en el caso de los que fueron una vez iluminados, que probaron el don celestial y
fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron la buena palabra de Dios y los
poderes del siglo venidero, pero después cayeron, es imposible renovarlos otra vez para
arrepentimiento… ~Hebreos 6:4-6

No tenemos la certeza de quién escribió este Libro en la Biblia, pero el autor confronta la herejía
legalista de su época, y de la nuestra. El Espíritu del Fariseo enseña que la gracia tiene límites, y
si usted hace muchas cosas malas (en cantidad o calidad), puede agotar la provisión de gracia. El
escritor reconoce que “gustaron la buena palabra de Dios” y después “cayeron”,31 pero no dice
exactamente cómo o por qué. Hoy en día muchos lectores asumen que fue porque pecaron de
manera excesiva e implacable, sin remordimiento. Sin embargo, cuando colocamos esta cita en
contexto con toda la carta, encontramos otra explicación más probable de la condición de “haber
caído.”

Justo antes de este pasaje, el escritor anima a los creyentes a que “avancemos hacia la madurez”
yendo más allá de las enseñanzas elementales en el Reino, tales como “el arrepentimiento de
obras muertas” y (en cambio pongan) “la fe hacia Dios”. 32 De modo subconsciente,
probablemente asociamos el arrepentimiento con el mal comportamiento y los pecados gordos.
Sin embargo, en este caso, a estos creyentes de tiempo atrás se les recordó que confiar en la
gracia significaba no confiar en sus propios logros morales ni en sus obras justas. El escritor los
exhorta a arrepentirse por confiar en las obras de la ley porque “la ley nada hizo perfecto”.33

Una vez que experimentamos la completa suficiencia de la gracia y del regalo de Cristo, y volvemos
a caer en la creencia de que ganamos la salvación mediante las buenas obras, es casi imposible
cambiar de nuevo (es decir, arrepentirse). “Caer” no es sinónimo de pecar en grande, sino de
abandonar el reposo especial “sabático” provisto por Jesús, y en su lugar, confiar en nuestras
propias obras.34

El libro completo de Hebreos nos advierte repetidamente contra la tentación de dejar de creer en
las promesas de Dios y regresar a la ley “débil e inútil” que “nada hizo perfecto”. 35 “Tengan
cuidado”, Hebreos nos exhorta, “no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de
incredulidad, para apartarse del Dios vivo”.36

Las personas que caen, “que retroceden para perdición”, son las que dejan de vivir solo por la fe
“para la preservación del alma”.37 En las palabras de Pablo, dichas personas tratan de crear “(su)
propia justicia derivada de la ley”, en vez de “la justicia que procede de Dios sobre la base de la
fe”.38

31
Hebreos 6:5-6
32
Hebreos 6:1
33
Hebreos 7:19
34
Hebreos 4:11
35
Hebreos 7:18-19
36
Hebreos 3:12
37
Hebreos 10:39
38
Filipenses 3:9

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Abrazando La Gracia | 63

El Espíritu del Fariseo nos acosa con el miedo. Tergiversa la palabra (“caer”) y nos intimida con
consecuencias eternas. Su amenaza es clara: “Si usted no mantiene un comportamiento más
recto, va a ‘caer’ y perder la salvación que Dios le ha provisto”. ¿Qué puede ser más precario que
esforzarnos por (re)establecer la justicia mediante una perfecta obediencia a las reglas, mediante
nuestro esfuerzo en la Carne? El legalismo nos tienta a desechar la gracia de Dios por nuestras
propias obras. Quiere que cometamos el mismo error de Abraham y Sara, de modo que demos a
luz a Ismael, en lugar de a Isaac.

Del mismo modo que Pablo advierte a los gálatas, el escritor de Hebreos explica que los que “han
caído” no son los que han caído en pecado, sino los que se han apartado de confiar
completamente en la gracia. El gran peligro para los creyentes es descuidar “una salvación tan
grande” y que “nos desviemos” dejando de descansar en lo que Jesús hizo por nosotros.39 La
incredulidad es más peligrosa que la desobediencia. Existe una buena razón para llamarnos
creyentes, no obedecedores.

Dios provee mediante la promesa, y nosotros recibimos lo que Él promete solo mediante la fe.
Cuando tratamos de “ayudar” a Dios con nuestra salvación, involuntariamente “descuidamos una
salvación tan grande”.40 De acuerdo con las Escrituras, el mayor peligro para nuestra eternidad
no es el mal comportamiento, sino cualquier buen comportamiento que tengamos para establecer
nuestra propia justicia.

Los creyentes que se apartan (caen) de la fe en las promesas de Dios, ya no son creyentes.

Verdadera Confianza
La gracia es nuestra única verdadera “confianza” y la única esperanza de recompensa eterna. 41
Aunque el apóstol Pablo estaba calificado de manera excepcional para confiar en la ley, se dio
cuenta de lo frágil que era esa posición delante de Dios. Entendió que la “verdadera circuncisión”,
era gloriarse en Cristo Jesús, y no poner “la confianza en la Carne”. 42 Pablo era como un
montañista que se rehúsa a colocar parte del peso de su cuerpo sobre una roca suelta que sabe
se va a desplazar y hará que se venga abajo la ladera de la montaña. En lugar de confiar en que
la ley lo sostiene, Pablo descarga todo su peso en la Roca que nunca se desploma.43

No es fácil mantenerse confiando en la obra completa de Jesús. Por esto Pedro nos exhorta:
“Ceñid vuestro entendimiento para la acción; sed sobrios en espíritu, poned vuestra esperanza
completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de Jesucristo”.44 Las personas que
usan la obediencia a la ley como un medio para su justificación o como prueba de la misma, sin
querer, abandonan la gracia. Sustituyen sus promesas por las de Dios. Puede que no se den

39
Hebreos 2:1, 3
40
Hebreos 2:3
41
Hebreos 10:35
42
Filipenses 3:3
43
Mateo 7:24ss.
44
1 Pedro 1:13

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QU I TA R Y C A E R | 64

cuenta de lo que están haciendo, pero su supuesto arrepentimiento no está motivado por el
Espíritu Santo, sino por el Espíritu del Fariseo.

Podría ser que usted no encuentre una respuesta satisfactoria de parte de Dios cuando implora
por el perdón que Él ya le ha otorgado en Cristo, porque su contrición es como algo así:

“Dios, no puedo confiar exclusivamente en tu promesa de perdonarme. Quisiera también


hacer algo. No he podido cumplir tus mandamientos, pero estoy seguro de que podré
cumplirte mi promesa. Por eso, confía en mi promesa de ser bueno desde ahora en
adelante…”

¿Cuánta confianza coloca en su capacidad de ser bueno? Cuando la pesada y depresiva culpa lo
conduce al autorreproche y trata de convencerse que Dios renunció a usted y a su ministerio,
¿podría ser que gran parte de su culpa con preocupación, y de su lamento de reproche, sea un
indicio de que usted está haciendo promesas, en vez de estar confiando en ellas, y descargando
su peso en la roca equivocada?

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CAPÍTULO 7

UN LIBERTADOR Y UN
DADOR DE LA LEY
Al pie de la Acrópolis hay un restaurante donde el pastor George insiste que comamos cada vez
que voy a Atenas. Enclavado entre árboles de pino, con una vista completa hacia las ruinas
antiguas, y solo a cuatro minutos a pie del Areópago donde Pablo se paró, es el lugar perfecto
para almorzar y tomarse un café. Aún con un gran número de turistas alrededor, el escenario
antiguo crea un estado de ánimo de calma y reflexión, y en medio de un tan obvio lapso de tiempo
desde la antigüedad hasta hoy, la mayoría de los problemas actuales cobran perspectiva.

Después de las conferencias de las noches anteriores, sentí la necesidad de conversar. Quizás
mis inseguridades me motivaron a abrir mi corazón, pero yo quería oír de George si la verdad que
estaba compartiendo tenía sentido para la audiencia. Sabía que él sería amable, pero franco.
Mientras tomaba mi café con leche después del almuerzo, se me escapó: “Tú lo sabes, es
complicado cómo los creyentes ven la ley y luchan con la gracia”.

Él asintió con la cabeza, revolvió su capuchino y me invitó con sus ojos a que continuara. Quizás
sabía que necesitaba hacer una confesión. Estaba dando una conferencia que hacía que
pareciera como si yo ya no tuviera luchas con la ambigüedad entre la ley y la gracia, además de
mis propias batallas con los sentimientos de culpa. El Espíritu del Fariseo continúa susurrándome.
Todavía se me dificulta encontrar la línea divisoria entre un remordimiento piadoso y un
autorreproche impío.

“Honestamente”, le dije a George, “es difícil soltar la seguridad a medias que la ley nos ofrece. La
perspectiva equivocada de los Fariseos sobre la ley, al menos nos ofrece una oportunidad de
incluir nuestro esfuerzo sincero en la ecuación. Inicialmente, nos esforzamos bastante para ser
buenos, y cuando somos desobedientes, todavía podemos esforzarnos aún más (en ser buenos)
al sentirnos muy mal con nuestra desobediencia”.

“Cuando no hago lo correcto, tengo una oportunidad de redimirme al sentirme horrible por lo que
he hecho. En una lógica complicada, el catecismo del Espíritu del Fariseo proporciona una manera
para que yo me sienta de algún modo bien cuando me he portado mal, al reprocharme a mí mismo.
¿Tiene sentido?”

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UN LIBERTADOR Y UN DADOR DE LA LEY | 66

George es un hombre de pocas palabras, pero me aseguró que entendía y que yo estaba ayudando
a su congregación. Me dijo: “Me gustaría que nos visitaras dos veces al año para enseñar. Observo
que eres un hombre que ministra en una relación de amistad, caminas entre nosotros y te
creemos porque no te presentas como alguien que está por encima de la gente sino como parte
de ella”.

Entendí que me estaba diciendo que mi lucha transparente con todo este asunto le otorgaba peso
a mi enseñanza haciéndola útil, precisamente porque he luchado con esto por largo tiempo.
Nunca sentí que la situación precaria de culpa y desesperación que desgarraba mi corazón
cuando caía, estuviera del todo bien y con certeza, no correspondía con lo que yo conocía de Dios.
Supe que algo no estaba bien, pero no sabía cómo identificarlo.

Sus palabras y una siesta para sobreponerme al cambio de horario me fortalecieron para la
siguiente noche de conferencia. Definitivamente necesitaba este estímulo extra porque la
audiencia se estaba impacientando un poco. Pienso que aun Ángela, mi traductora, estaba
preocupada que nunca llegara a contestar las preguntas sencillas de la gente: ¿Por qué la
culpabilidad continúa consumiéndome a pesar de que Jesús me ha perdonado? ¿Cómo puede
Dios usarme después que he fallado tanto?

UN LIBERTADOR
Resumo la cronología del Antiguo Testamento, dando un salto hacia adelante de más de 400 años
después que Abraham recibió las promesas del pacto. Pedí que alzaran la mano los que habían
visto la película de Los Diez Mandamientos. Como todas las adaptaciones de Hollywood, su trama
fantasiosa incluye personajes y tergiversa eventos que no están en la Biblia, y deja por fuera otros
que realmente sí están.

Pero la película se mantiene fiel al registro bíblico en la manera en la que Dios rescató a Moisés,
siendo un bebé, del edicto de muerte del Faraón para todos los niños judíos recién nacidos.
Mientras se bañaba en el río, la hija del Faraón divisó la canasta con Moisés adentro. Encantada
con el bebé, lo adoptó, y de este modo Moisés fue expuesto durante 40 años a toda la educación
y entrenamiento que gobernaba el orden mundial. Gustó de los placeres temporales de Egipto y
se familiarizó a fondo con su poder. Lo mejor de Egipto estuvo a su alcance.1

Obviamente, Moisés era judío, no egipcio; y sobre este punto se desarrolla la trama inicial de la
película. El príncipe Moisés era ya adulto cuando la nodriza, una vieja intrigante, le muestra la tira
de tela con diseño hebreo que estaba en su canasta cuando lo encontró la hija del Faraón. De
este modo, el director de Los Diez Mandamientos, Cecil B. DeMille, hábilmente elude el hecho de
que Moisés sabía que era judío desde cuando era todavía un muchacho. ¡Él estaba circuncidado!
Y todos los otros muchachos que conocía no lo estaban.

Un día Moisés vio a un amo egipcio golpeando a uno de los esclavos hebreos, y al tratar de rescatar
a su compatriota terminó matando al egipcio a quien enterró rápidamente debajo de la arena. Al

1
Hechos 7:22

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Abrazando La Gracia | 67

día siguiente, Moisés vio a dos de sus compatriotas peleando uno contra el otro; cuando se acercó
a ayudar al que estaba siendo molestado, el agresor en la riña se burló de Moisés, preguntándole:
“¿Piensas matarme como mataste ayer al egipcio?”

Moisés supo que ya se había corrido la voz. Por eso huyó de Egipto al exilio en Madián, donde vivió
como pastor por los siguientes 40 años con su esposa Séfora. Esta vida era muy distinta a la de
las cortes de Egipto, y estaba muy alejado de la gente que buscaba librar de la tiranía. Sin
embargo, Dios oyó el gemido de sus hijos esclavizados y “se acordó Dios de su pacto con Abraham,
Isaac y Jacob”.2

Cuatro décadas después que Moisés trató de hacer el trabajo en sus propias fuerzas, Dios lo
reclutó como un libertador: “Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón para que saques a mi pueblo,
los hijos de Israel, de Egipto”.3

Como podría predecirse (ya que es nuestro ancestro y actúa como nosotros), Moisés contestó con
evasivas. Nadie quiere rechazar directamente a Dios, especialmente cuando acababa de hablar
desde una zarza ardiendo que no se consumía. Pero a Moisés no le agradaba la idea de regresar
a un país donde era buscado por criminal. Después de todo, Moisés pensó para sí mismo, ya traté
un rescate una vez y fallé.

Por eso, Moisés respondió: “¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los hijos de Israel de Egipto?4
No tengo credenciales ni credibilidad ni entrenamiento ni habilidades diplomáticas”.
Probablemente también estaba pensando, ¡tienes que estar bromeando! ¿Cómo esperas que un
hombre tenga éxito contra la nación más poderosa sobre la tierra?

“¡Diles, ‘YO SOY’ me envió!”, respondió Dios

Señales y Prodigios
Poco convencido, Moisés preguntó qué hacer si el solo Nombre no persuadía a la gente a que lo
escuchara. En respuesta, Dios demostró las “señales” y los “milagros” con los que pondrían
atención al mensaje de Moisés. 5 Convirtió la vara de Moisés en una serpiente y de nuevo la
convirtió en vara; su mano se volvió leprosa, blanca como la nieve y luego volvió a quedar
completamente sana. Moisés no tenía ningún modo de saber que Dios estaba estableciendo un
patrón eterno en su relación con nuestra raza. A partir de entonces y para siempre, Dios se
comunicó y efectuó liberaciones entre su pueblo con “señales y milagros”.6 Estas son las marcas
de los libertadores enviados por Dios que confirman “la palabra de su gracia”.7

2
Éxodo 2:24
3
Éxodos 3:10
4
Éxodo 3:11
5
Éxodo 4:9, 17; Deuteronomio 26:8; Nehemías 9:10
6
Daniel 6:27
7
Hechos 14:3

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UN LIBERTADOR Y UN DADOR DE LA LEY | 68

Miles de años después, el escritor de Hebreos menciona este patrón de prueba, la firma de Dios
en el mensaje de la gracia. Jesús el Libertador, así como Moisés, vino a un pueblo obstinado,
ofreciéndoles “una salvación tan grande”.8 Confirmó que su elección y su mensaje provenían de
Dios, “tanto por señales como por prodigios, por diversos milagros y por dones del Espíritu Santo,
según su propia voluntad”.9 El apóstol Pedro apeló a sus compatriotas a creer que, así como
prometió lo que haría, Dios proveyó otro Libertador como Moisés: “Jesús el Nazareno, varón
confirmado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio
vuestro a través de Él”,10 con el fin de librarlos de “la agonía de la muerte”.11

“Un Esposo de Sangre”


Ahora volvamos a nuestro relato. Convencido del poder de Dios, Moisés todavía dudaba de su
propia idoneidad para el trabajo; presumía que Dios necesitaba un vocero calificado y con
habilidades. Siendo “tardo en el habla y torpe de lengua” (tartamudo),12 Moisés no era un gran
orador. Dios le dijo claramente: “Yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar”.13

La mayoría de nosotros conocemos esa historia bastante bien, pero justo después del episodio
de la zarza ardiente, Moisés y Dios sostuvieron otra conversación, y esta historia es una de las
más extrañas en toda la Biblia. Es un episodio crucial en la vida de Moisés. Moisés estuvo de
acuerdo en presentar el mensaje de Dios al Faraón y comenzó su viaje de regreso a Egipto. Sin
embargo, en el camino Dios confrontó a Moisés y “quiso matarlo”.14

Dios estaba profundamente disgustado con Moisés, pero ¿por qué Dios trataría de matar a la
misma persona que acababa de comisionar para el ministerio? Dios no podía estar enojado por
la falta de mérito de Moisés, por su hoja de vida con tachas y sus pobres habilidades para el
trabajo, las que ya habían sido investigadas. ¿Se trata simplemente de un Dios caprichoso que
cambia de idea y mantiene a sus siervos adivinando cuál será su próximo movimiento? Moisés no
se estaba rebelando; estaba haciendo la voluntad de Dios.

¿O sería que no?

¿Estaba Moisés violando algo tan crítico que Dios estaba dispuesto a suspender sus esfuerzos
por liberar a su pueblo, para mantener su pacto con ellos? ¿Era la base de su salvación de Egipto
tan esencialmente crucial y crítica que Dios se arriesgaría permitiéndoles permanecer en
cautividad hasta que pudiera enviarles un libertador apropiado?

Hagamos un recuento de lo que conocemos.

8
Hebreos 2:3
9
Hebreos 2:4
10
Hechos 2:22
11
Hechos 2:24
12
Éxodo 4:10
13
Éxodo 4:12
14
Éxodo 4:24

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Moisés trató de liberar a los esclavos con sus propias fuerzas y recursos, y falló. No pudo liberar
al pueblo de Dios con todos sus dones naturales y prerrogativas de poder terrenal como un
príncipe de Egipto. Así como había sido imposible para Abraham dar a luz un hijo de la promesa
en sus propias fuerzas, también era imposible para Moisés liberar al pueblo de Egipto en su propio
poder. Dios no escogió a Moisés por su destreza personal, ni estaba impresionado por sus
habilidades como combatiente u orador. El tema nunca fueron los dones, el entrenamiento, el
llamado o la fortaleza de Moisés.

Dios no necesitaba un libertador actuando en su propia fuerza. El rescate no descansaba en la


competencia de Moisés sino en el pacto de Dios. Este pacto explica el porqué Dios confrontó a
Moisés. Aunque él mismo estaba circuncidado, olvidó mantener la señal del pacto en su propia
familia: su hijo no había sido circuncidado. Como aprendimos, el pacto se basó en la promesa de
Dios, no en sus mandatos. Esto significaba que sus descendientes serían descalificados de la
bendición del pacto:15 la justicia por medio de la fe, no de la Carne.

Moisés el dador (eventual) de la ley revela su carácter al permitir que su esposa haga el corte con
un cuchillo de pedernal. ¿Era muy aprensivo o muy orgulloso, o estaba muy avergonzado para
realizar el acto él mismo? Quién sabe. Pero después que Séfora terminó de circuncidar a su hijo,
echó el pedazo cortado a los pies de Moisés y dijo: “Tú eres, ciertamente, un esposo de sangre
para mí”,16 y lo dejó para regresar con los hijos a la casa de su padre. De nuevo, no es exactamente
un material de Escuela Dominical.

Pocos predicadores que conozco hacen un sermón dominical basados en esta historia, y en el
hecho de que cuando Moisés condujo su ministerio de liberación en Egipto, él y su esposa no
estaban juntos.

Que Moisés no haya circuncidado a su hijo quizás no fue intencional, pero Dios no permitiría que
Moisés obtuviera la liberación de su pueblo por medio de su propio esfuerzo y capacidades en la
Carne. Dios es firme en su decisión de ofrecer salvación y liberación sólo por medio del pacto de
la fe. La salvación (liberación) viene sólo por medio de la fe;17 es un acto de gracia—algo que Dios
hace por su pueblo de la promesa—no algo que ellos logran hacer por sí mismos.

Mucho antes de que Dios diera la ley de los mandamientos a Moisés, Él reforzó el pacto de la fe
en la vida del dador de la ley. La posición de Dios era contraria a cualquier sugerencia de que las
obras de la Carne—aunque sean bien intencionadas o sinceras—puedan alcanzar la salvación.
Dios no permitiría que Moisés fuera un instrumento de rescate hasta que verdaderamente
entendiera el pacto de la fe entre Dios y los descendientes de Abraham. La ley de los mandatos
inscrita en tablas de piedra no alteró en nada la ley de la fe que aseguraba el pacto de Dios con
su pueblo.

15
Génesis 17:14
16
Éxodo 4:25
17
2 Timoteo 3:15; 1 Pedro 1:9

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DIOS DE LIBERACIONES
El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el “Señor de todos”,18 nunca está inactivo para salvar a su
pueblo,19 ni es lento para cumplir sus promesas.20 Él no es el dios descrito por los deístas, que
hizo el mundo como un reloj, y luego se sienta a dejarlo andar por sí mismo. No, el Dios que nos
ama y dio la vida de su Hijo para redimir al mundo es un “¡Dios de liberaciones!”21 No es un
evaluador desinteresado y distante que simplemente impone castigos a las partes infractoras
como un empleado auxiliar anónimo que no conoce nada, ni le importa nada de la persona como
individuo.

Dios busca y salva lo que se había perdido. 22 “Dios nuestro Salvador” no quiere que ninguno
perezca,23 pero Él no puede simplemente ignorar o excusar el pecado, porque éste tiene el poder
de destruir todo lo que Él crea. Permítame aclarar suficientemente este punto: el amor y la gracia
de Dios no dejan de hacer patente nuestro pecado. Ni mágicamente quitan el bien y el mal.
Aunque la gracia nos salva de las consecuencias eternas de un veredicto culpable, no altera la
realidad ni pretende que nunca hemos pecado. Cada pecado tiene cierta clase de consecuencias.

El pecado endurece nuestro corazón. Esto es peligroso porque el corazón es el órgano con el que
creemos; creemos en nuestro corazón y confesamos con nuestra boca. 24 Cuando el
comportamiento de alguien continuamente no está sincronizado con la Palabra y el camino de
Dios, esa desconexión puede arrastrarse sigilosamente hacia el corazón de la persona. La
desobediencia incrementa el nivel de incredulidad.

Nosotros no perdemos nuestra salvación por algo que hacemos (o no hacemos). Pero entre más
tiempo vivamos con patrones impíos—especialmente cuando hacemos lo malo una y otra vez sin
tener remordimiento, compunción o arrepentimiento—los patrones impíos se entremeten en
nuestro corazón y comienzan a apartarnos de nuestra fe. En el capítulo 8 hablaremos acerca de
la gente que intencionalmente ha “abandonado el camino recto” y se ha extraviado; pero esa
gente no es igual a aquellos de nosotros que sinceramente queremos caminar el “camino recto”,
aunque algunas veces caemos.25

El pecado nos manipula hacia la incredulidad; el arrepentimiento nos hace regresar a la fe. El
remordimiento y la aflicción que siente después de haber pecado son buenos y apropiados—y son
impulsados por el Espíritu Santo-.26 Son una señal de arrepentimiento, y un reconocimiento de
que usted ha ido en la dirección equivocada. La tristeza por lo que ha hecho lo acerca nuevamente
a Jesús.

18
Hechos 10:36; Romanos 10:12
19
Deuteronomio 32:47; Filipenses 2:13
20
2 Pedro 3:9
21
Salmos 68:20
22
Lucas 19:10
23
1 Timoteo 2:3-4
24
Romanos 10:9
25
2 Pedro 2:15; 20-21
26
Juan 16:6

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Abrazando La Gracia | 71

Juez y Abogado Defensor


Dios está completamente a nuestro favor, pero completamente en contra de nuestro pecado.

Él es nuestro Abogado Defensor y también nuestro Juez. Debido a su doble rol en la creación,
¿cómo podía Dios permanecer siendo justo y recto al mismo tiempo que rescataba a gente
pecadora? Ningún ser humano puede captar la enormidad y la complejidad de la posición de Dios.
Si fuéramos procesados bajo la ley de Moisés, solo podríamos ser hallados culpables. El veredicto
sería inevitable. Bajo la ley, un juez justo no podría de ningún modo encontrarnos inocentes de
todos los cargos. Tendría que pervertir la justicia para declararnos “no culpables”. Entonces, ¿qué
hizo Dios?

Para responder esta sencilla pregunta, debo optar una vez más por una respuesta larga, pero
seguramente usted entenderá lo que quiero decir antes de que termine de explicarlo. Lo que
llamamos el antiguo pacto es en realidad más nuevo del que nos referimos como el nuevo pacto.
Confuso, ¿verdad? El pacto que Dios hizo con Abraham precede al pacto que Él hizo con Moisés.
La fe vino primero que la ley como el medio para obtener la justicia. El nuevo pacto es en realidad
el antiguo pacto, así como Juan habla del mandamiento nuevo pero antiguo de amarnos los unos
a los otros,27 que no fue completamente explicado sino hasta que vino el Mesías.

Solo Dios es el “Dador de la ley”,28 por eso Él tiene la prerrogativa y el poder de crear leyes y
jurisdicciones. Debido a que a la “Ley de Moisés” se le conoce simplemente como “la Ley”,
olvidamos que no fue ni la única ley ni la más antigua. Quizás nos sirva de ayuda para distinguirlas,
darles a los dos conjuntos de leyes un nombre que las caracterice. Llamaré a uno de ellos la ley
del creer, introducida en el mundo a través de Abraham; al otro, introducido por medio de Moisés,
lo llamaré la ley del comportamiento. De acuerdo con las Escrituras, lo que yo llamo la ley del creer
tiene diferentes nombres como “la ley de la fe”,29 “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”,30 “la
ley de Cristo”,31 y “la ley de la libertad”.32 Otro nombre para la ley del comportamiento es “la ley
de requisitos físicos”.33

Dios no cambió la justicia de su carácter para encontrarnos inocentes; tampoco cambió los hechos
en nuestros casos. Él simplemente cambió la “ley” bajo la cual éramos procesados. Escogió
procesar nuestro caso bajo la “ley de la fe”,34 “aparte de las obras de la ley”,35 a fin de que “Él sea
justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús”.36

27
1 Juan 2:7-8
28
Santiago 4:12
29
Romanos 3:27
30
Romanos 8:2
31
1 Corintios 9:21
32
Santiago 1:25; 2:12
33
Hebreos 7:16
34
Romanos 3:27
35
Romanos 3:28
36
Romanos 3:26

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UN LIBERTADOR Y UN DADOR DE LA LEY | 72

Debido a que Dios existe por fuera de los límites del tiempo, es siempre un poco absurdo señalar
momentos precisos en la historia humana cuando Dios lleva a cabo una acción. Pero dentro de
nuestro entendimiento del transcurso del tiempo, podemos decir que desde el momento en que
Adán y Eva desobedecieron en el Edén, Dios contrarrestó la influencia de la fuerza del pecado
estableciendo una “ley” bajo la cual, la gente podía ser justificada.

Bajo la ley del creer, fuimos justificados. Justificar significa declarar inocente o justo. Dios nos
justifica; certifica y autoriza nuestra justicia. ¿Quién puede discutir con Dios? Una vez que Dios
pronuncia un fallo judicial ¿quién puede “volverla(o) atrás”?37 Cuando Dios cambia el estatus
eterno de la gente, de injusto a justo, ningún argumento humano ni ningún señalamiento del
hombre puede invalidar su declaración oficial. El apóstol Pablo exclama: “¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena?”38

El presuntuoso profeta en Atenas quería que yo pronunciara juicio contra gente que ya había sido
justificada. Quería que restableciera la jurisdicción temporal de la ley del comportamiento,39 ¡bajo
la cual él, y también yo, estaríamos condenados!

Además, contrario al pronunciamiento airado del profeta, Dios no juzga a nadie, “sino que todo
juicio se lo ha confiado al Hijo”.40 Jesús, quien pagó el precio por nuestra justificación, ahora se
sienta al lado de Dios, e intercede por nosotros. ¿Puede ver el vívido contraste entre la amorosa
intercesión de Jesús y la condenación llena de enojo inspirada por el Espíritu del Fariseo? Dios
abunda en misericordia y restaura la vida de las personas “por causa del gran amor con que nos
amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos”.41 La demanda frenética de juicio del
falso profeta era absurda y no bíblica. “Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo”.42

¿No Juicio?
Un intenso silencio de la audiencia se sintió en la tarima donde Ángela y yo estábamos parados
esa noche en Atenas. Así como pude sentir su escepticismo, también puedo casi escuchar las
objeciones pronunciadas en la mente de algunos de los lectores: “¿No importan nuestros
pecados? ¿No es esto lo que la gente llama ‘gracia barata’ y una ‘licencia para pecar’?
¿Realmente podemos hacer lo que queramos, sin ninguna consecuencia? ¡¿Está afirmando que
el amor de Dios elimina el juicio, y que al final ofrece la eternidad a la humanidad sin tener en
cuenta su fe en Cristo o su pecado?!”

Hablando en forma general, la herejía en la iglesia casi siempre puede ser identificada por lo que
dice: (1) acerca de quién es Jesús; (2) qué alcanzó Él en la cruz; y (3) el juicio de Dios sobre la
gente. El mayor error se revela a sí mismo con perspectivas poco ortodoxas y no bíblicas sobre
estas tres doctrinas. Estoy completamente consciente de las herejías que intentan introducirse

37
Isaías 14:27
38
Romanos 8:33-34
39
Ver Lucas 16:16
40
Juan 5:22
41
Efesios 2:4-5
42
Juan 3:17

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Abrazando La Gracia | 73

sigilosamente en la iglesia de Jesús, pero no quiero referirme a una enseñanza que está fuera de
base (libertinaje) con la otra (legalismo).

Yo no estoy diciendo que Dios sea muy amoroso para juzgar o castigar. No estoy diciendo que
todos van a ir al cielo, o que la reconciliación universal es el objetivo final de Dios. A la iglesia se
le ha confiado el “ministerio de la reconciliación”, pero la Biblia es clara en que la única opción de
reconciliación entre Dios y nosotros es por medio de Cristo.43 Dios quiere que todos se salven, que
sean parte del remanente que escapó;44sin embargo, solamente aquellos que creen y aceptan la
propiciación provista por Jesús en la cruz gozarán la eternidad con Dios.

¡Ese es todo el punto—aquellos que creen!

El Día del Juicio


Podría preguntar: “¿Qué pasa con el día del juicio, cuando la gente sea juzgada ‘cada uno(a) según
sus obras’?”45 Está bien, voy a responder su pregunta con más estudio de la Biblia. El día del juicio
es descrito más ampliamente en el libro de Apocalipsis,46 casi justo al final. De hecho, la Biblia sí
dice que la humanidad será juzgada “según sus obras”, aparentemente por un registro de su vida
contabilizada en un libro de cuentas.

Pero la mayoría de la gente no se da cuenta que hay dos libros descritos en la escena: uno
contiene un recuento diario de nuestra vida; el otro, llamado el “libro de la vida (del Cordero)”,47
simplemente registra los nombres de los creyentes en Cristo. Uno cataloga cada una de las obras
en su vida; el otro simplemente pone su nombre en una lista, si ha confesado a Jesús como
Salvador.48

Desde la perspectiva humana, hay mucha gente “buena” viviendo una vida “buena”. ¿Qué sucede
con toda la gente buena en el mundo? Nos parecería más justo si Dios apilara todas nuestras
buenas obras en un plato de la balanza cósmica y nuestros malos pensamientos y malas acciones
en el otro plato, buscando balancearla. Contrario a lo que algunos maestros defienden, esto en
realidad no ofrece ninguna esperanza para nadie. Cada ser humano en particular queda corto en
tal valoración de ojo por ojo.

Dios no promedia por una curva.

Todos nosotros nos hemos corrompido inevitablemente por el pecado original y también por
nuestras propias malas acciones. Independientemente de nuestros códigos morales, filosofías de
vida, creencia en un Ser Supremo, buenas o malas intenciones, formación religiosa, fracasos o
logros, estamos sin esperanza pues “no alcanzan (alcanzamos) la gloria de Dios”, y nuestra única

43
Hechos 4:12; 2 Corintios 5:18-19
44
1 Timoteo 2:4
45
Apocalipsis 20:12-13
46
Apocalipsis 20:11-15
47
Apocalipsis 13:8
48
Filipenses 4:3; Apocalipsis 22:19

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UN LIBERTADOR Y UN DADOR DE LA LEY | 74

esperanza de redención es el regalo de gracia de Dios “en Cristo Jesús”.49 Esta realidad explica el
versículo final en la descripción de la Biblia del juicio final. Es un versículo que casi nadie recuerda
en su vaga memoria del día del juicio:

Y el que no se encontraba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.


~Apocalipsis 20:15

Nuestras obras no pueden salvarnos; ¡ya nos han condenado! Jesús dijo: “Todo el que me confiese
delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre”;50 y “no borraré su nombre
del libro de la vida”.51 Esta es la razón por la que el amor de Jesús nos da tal “confianza en el día
del juicio”.52 El libro de la vida registra los nombres de aquellos encontrados inocentes bajo la ley
del creer.

Para los legalistas, que nuestro nombre esté escrito en ese libro parece muy fácil; muy
complaciente y conveniente; como si no importara lo (malo) que hagamos, siempre y cuando
creamos. Pero invierta el argumento y verá las cosas desde la perspectiva de Dios. Él está ansioso
por salvarnos. Él sabe que no importa lo que usted haga (bien), nunca podrá hacer lo
suficientemente bien para ser declarado justo. Por eso, después de encerrar “todo bajo pecado”,53
y declararnos universalmente “desobedientes” bajo la ley del comportamiento, 54 Dios nos
procesa bajo una ley diferente, la ley del creer.

Consejo en la Sala de Justicia


Imagine a un asesino condenado enfrentando un juicio. No puede negar la evidencia clara en su
contra, por eso la estrategia de la defensa es ofrecer testigos de su comportamiento que
garantizan su buena conducta, no obstante caídas ocasionales. Puede que tenga mal genio, pero
asesinar no hace parte de quien es él. Trata de promover su caso comparándose con otros
“realmente malos como Hitler.” A pesar de eso, el juez lo declara culpable y le da la sentencia que
le corresponde.

Otro hombre igualmente culpable elige no compararse con otros delincuentes; tampoco ofrece
testigos de conducta para convencer al juzgado que él no es lo que sus malas acciones indican
que es. En cambio, confía en una extraordinaria transacción penal que su Abogado dice que está
permitida en los tribunales del cielo. Su Abogado Defensor asignado por la corte lo persuade:
“Confiese su culpa, entréguese a la misericordia del tribunal. ¡Yo hablaré al Juez competente en
su nombre! ¡Créame cuando le digo, que esta es la única manera de evitar una vida en la prisión!”

Confiando en el consejo de su Abogado, el hombre culpable confiesa delante del Juez; luego
permanece callado. Acepta la sencilla verdad de que no importa que tan enérgicamente

49
Romanos 3:23-24
50
Mateo 10:32
51
Apocalipsis 3:5
52
1 Juan 4:17
53
Gálatas 3:22
54
Romanos 11:32

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Abrazando La Gracia | 75

argumente en detalle su caso, será encontrado culpable. Después de un corto receso, el Juez
regresa de su despacho y finaliza el proceso declarando, misteriosamente, que el tribunal declara
que la justicia ha sido impartida. Nadie puede creer lo que escucha, a excepción del defendido y
su Abogado Defensor. El fiscal se queda parado, mascullando en protesta: “Pero la evidencia, la
evidencia…”

Jesús explica la doble naturaleza del juicio final diciendo: “El que oye mi palabra y cree al que me
envió, tiene vida eterna y no viene a condenación (bajo la ley del comportamiento)”.55 Nosotros
hemos pasado “de muerte a vida”, y nunca vamos a juicio de nuevo por el veredicto concluyente
en nuestra vida. Hemos sido encontrados justos bajo la ley del creer, y no seremos procesados
nuevamente bajo la ley del comportamiento.56

Dios “justifica al impío”, le cuenta su fe por justicia,57 de modo que todo se reduce a una sencilla
pregunta: ¿Confiará usted en las palabras de su Abogado Defensor asignado por la corte, o no?

55
Juan 5:24
56
Juan 3:18
57
Romanos 4:5

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CAPÍTULO 8

“FE SIN OBRAS”


Las impresiones equivocadas son parte de la vida. Por ejemplo, los niños piensan que se les está
haciendo algo terrible cuando se les obliga a comer hongos o espárragos. Y sólo hasta más tarde
en la vida ellos descubren lo equivocados que estaban. Las lecciones de piano que impiden a los
jóvenes tener más tiempo con los amigos o el computador, al final les permiten a estos músicos
jóvenes ser parte del grupo de adoración de la iglesia. En el momento de la aplicación, ninguna
disciplina parece ser algo bueno, aunque establece un futuro mejor.1

En la dimensión espiritual, malinterpretamos una gran cantidad de cosas; esta es la razón por la
que Dios expresamente nos dice que Él no piensa como nosotros pensamos.2 Jesús comenzó la
mayoría de sus sorprendentes declaraciones con el preámbulo: “En verdad, en verdad…” porque
sus palabras carecían de sentido para el modo de ser del mundo. De hecho, le advirtió a la gente
que, si quería seguirlo, tendría que “negarse” a sí misma. 3 Una mejor traducción habla de
“contradecir” su modo habitual de pensar. Con frecuencia, la verdad del Reino es ilógica para el
razonamiento natural: el último termina siendo el primero; aquellos que voluntariamente pierden
su vida la ganan; y los siervos se convierten en los líderes.

Una premisa básica en este libro, es que nuestros sentimientos de temor sin esperanza y de culpa
letal están extremadamente alejados de lo que Dios planeó para nosotros cuando sacrificó a su
Hijo. Un Dios bueno y misericordioso quiere extender bondad y misericordia. 4 Yo conozco el
argumento contrario: Dios odia el pecado, de modo que las dudas agonizantes sobre nuestra
posición con Él, después de nuestras malas acciones, son sencillamente el resultado de nuestro
mal comportamiento. Convictos por nuestro pecado—y hartos de él—no volveremos a cometer
cosas malas.

Pero algo todavía no cuadra.

1
Hebreos 12:11
2
Isaías 55:8
3
Marcos 8:34
4
Éxodo 33:18-19; Salmos 23:6; 27:12-14; 65:3-6

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“FE SIN OBRAS” | 78

Si el Espíritu Santo es siempre y únicamente el que obra la justicia en mi alma (es decir, me
santifica), ¿por qué algunas veces sus maravillosas huellas están tan ausentes en el proceso?
¿Dónde están el “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad y bondad” que generalmente
experimento como un resultado de su toque?5 La consecuencia del pecado es la muerte.6 Esto lo
acepto. Por años asumí que el agobio que experimentaba por el dolor de mi culpa era mi “muerte”.
La preocupación de que todo está perdido, el autorreproche de necio, es demasiado tarde, y las
múltiples repeticiones de “Dios, perdóname” eran parte de vivir la “muerte” por mi pecado.

Pero bien en el fondo yo sabía que Dios no es así.

Dios pagó un rescate increíble para librarme del juicio. Jesús es fiel para perdonarme y limpiarme
toda mancha. La mayoría del tiempo, me siento bienvenido y encuentro compasión cuando me
arrepiento. Aunque me siento abochornado, algo avergonzado, y lamento lo que he hecho,
curiosamente tengo nueva esperanza para mi futuro, porque he regresado a donde Aquel que
tiene los planes. Él es como el padre del hijo pródigo, y siento su alegría por mi regreso. Él es mi
Abogado Defensor—no mi adversario—y me abraza tan estrechamente, que nada se puede
entremeter entre su amor y yo. Así es como es Dios.

El agobiante autodesprecio, el sentido premonitorio de juicio se parece más a lo que yo esperaría


del hermano mayor del hijo pródigo. Los espíritus malignos y nuestras propias
malinterpretaciones, nublan esa verdad acerca de Dios y su alegría por el regreso de sus hijos
extraviados.

Como mi audiencia en Atenas, ¿comienza usted a pensar que puede haber muchas respuestas
interrelacionadas con la pregunta: ¿Por qué yo todavía me siento culpable si he sido
verdaderamente perdonado?

En este capítulo quiero mirar algunas interpretaciones erróneas específicas, causantes de gran
parte de la culpa aterradora que lo acongoja. Créalo o no, mucho de su confusión y tormento es
el resultado de malinterpretar un par de palabras que se utilizan con frecuencia con poca
definición bíblica: el juicio y las obras.

EL JUICIO PRESENTE Y FUTURO


Seamos realistas, para nosotros el juicio es un concepto despiadado y cruel. Asociamos el juicio
con la ira, la condenación, el castigo y la crueldad. La gente crítica condena y mira a los demás
por encima del hombro, ¿verdad? Nuestros sinónimos para juzgar son criticar, buscar faltas,
desaprobar y rechazar. Debido a que tenemos estas impresiones negativas, es difícil que nuestra
mente comprenda la imagen bíblica de juicio.

Yo he venido repitiendo esto en los últimos capítulos: el juicio de Dios es primordialmente una
herramienta de liberación. Y el objetivo del juicio de Dios es liberar a la gente de las cadenas, no

5
Gálatas 5:22
6
Romanos 6:23

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Abrazando La Gracia | 79

es ponerla cautiva con grilletes.7 Él lo usa para poner en libertad a sus hijos de quién, y/o de qué,
los domina, de modo que hallen alivio a sus aflicciones.8 Por ejemplo, considere los jueces que
gobernaron Israel después de Moisés y Josué; a Débora, Gedeón y otros que pelearon en contra
de los opresores de Israel, para liberar al pueblo de Dios de las consecuencias de sus pecados
anteriores.9

Del mismo modo, Dios es el “defensor de las viudas”;10 está de su lado y aboga en su favor. El
Mesías (Cristo mismo) juzga con percepción y principios espirituales “por (el bien de) los afligidos”,
para derrotar las injusticias de la vida.11 Lea atentamente, y verá que la mayoría de las veces, el
juicio de Dios es claramente en favor de gente como nosotros, no en contra de nosotros. El juicio
se pone en medio de nosotros y las cosas que quieren dominarnos.

Desafortunadamente, cuando interponemos una imagen negativa y llena de temor del juicio,
perdemos de vista a Dios como nuestro Campeón quien interviene como un Salvador.12 Echa
mano del escudo, la lanza y el hacha para “combatir” y “pelear” contra nuestros opresores, y Él
se levanta en juicio para enfrentar a los que nos “persiguen”.13 El juicio de Dios nos libera y
defiende de cualquier mal, ya sea que ese mal esté al acecho a nuestro alrededor o esté latente
dentro de nosotros. Dios rompe el vínculo entre nosotros y lo que Él condena; su juicio quita los
pecados que de otro modo nos dominarían.

Una investigación completa del juicio bíblico exigiría todo un libro, pero para nuestro propósito, le
pido sencillamente que reconsidere la posibilidad de que el juicio es una herramienta que Dios
usa para bien. La próxima vez que lea una historia de juicio en su Biblia, hágase estas preguntas:
¿Qué cosa buena se ha protegido? ¿Quién ha sido liberado o defendido? ¿Qué cambio para el
futuro se ha alcanzado, de modo que al final, el pueblo de Dios esté en una mejor situación? Si
usted busca ese bien, lo verá.

Realidades Paralelas
Tener una opinión errónea del juicio como una cosa esencialmente negativa no es nuestra única
equivocación. También tendemos a colocar juntos todos los juicios y sus consecuencias, en esta
vida y en la vida venidera. Dios no. A sus ojos, la corrección y el castigo que su pueblo necesita
mientras madura en la tierra, es completamente diferente del juicio final que Él emitirá
considerando toda su vida. El juicio funciona diferente en nuestra vida ahora, de cómo lo hará en
la eternidad.

El juicio en nuestra vida sobre la tierra nos mantiene avanzando sobre el camino aun cuando no
alcanzamos, a pesar de nuestro esfuerzo, a vivir como Dios quiere que vivamos. No siempre

7
Salmos 107:10; 146:7; Isaías 61:1
8
Salmos 34:19
9
Génesis 15:14
10
Salmos 68:5
11
Isaías 11:3-4
12
Isaías 19:20: Jeremías 20:11
13
Salmos 35:1-3

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“vivimos de una manera digna” de nuestro llamado.14 Se espera que maduremos,15 y “crezcamos
para salvación”,16 hasta que nuestros patrones de pensamiento, comportamiento, actitudes y
perspectivas sean como las del Señor. Pero el deseo de Dios no es de enojo ni de indignación
“para enderezarnos”; lo que Él busca es desarrollarnos para que vivamos su vida más plenamente
ante los demás.

El juicio de Dios en nuestra vida presente es como el ser padres: corregir las actitudes de nuestros
hijos no es lo mismo que sacarlos de nuestro testamento. Los disciplinamos, pero no los
repudiamos. Les damos incentivos y los amonestamos a obedecer; los censuramos y
disciplinamos cuando desobedecen. Todo lo que buscamos con esto es prepararlos para el futuro,
que estén bien equipados, bien entrenados y bien ubicados.

Tal como yo deseo enseñar a cada uno de mis hijos a conducir un carro, Dios quiere enseñarnos
a usted y a mí a vivir la vida espiritualmente. Su intención va mucho más allá de enseñarnos a
conducir de acuerdo con las reglas; Él está más interesado en ayudarnos a ir a lugares y hacer
cosas que no serían posibles si no hubiéramos aprendido a funcionar bien en el mundo espiritual.

Dios es “bueno y perdonador”.17 Aunque al final perdona, Él aún disciplina, reprende y corrige a
sus hijos en quienes se deleita.18 Dios fue un vengador (castigador) del mal comportamiento de
Israel.19 Quería lo mejor para su pueblo, por eso juzgó y quitó creencias y prácticas erróneas que
le impedirían alcanzar lo que Él le había prometido. Como lo expliqué antes, nuestro pensamiento
natural separa el juicio de la misericordia, como si fueran conceptos opuestos y mutuamente
excluyentes. Esto dificulta que entendamos cómo Dios mira nuestros pecados con misericordia y
también con juicio, con el fin de asegurar nuestro futuro.

Dios ve nuestras faltas siglos antes de que las cometamos. Sin embargo, a pesar de nuestras
futuras fallas, ya somos “llamados hijos de Dios”,20 y hemos sido “sellados” con el Espíritu Santo
como las arras de nuestra eternidad.21 Tenemos “vida eterna”,22 y (nosotros) “no viene (venimos)
a condenación, sino que ha (hemos) pasado de muerte a vida”. Dios nos disciplina con
consecuencias terrenales porque somos sus hijos legítimos,23 y anula las consecuencias eternas
exactamente por la misma razón.

Piense que usted es el capitán de un barco fuera de curso, dañado por la tormenta, que se está
inclinando peligrosamente en alta mar. Si otro barco se aproxima, le ofrece “enderezar” su barco
ladeado, y le da un GPS de navegación portátil para que encuentre su camino al puerto,
¿consideraría a ese capitán un marinero malvado o un buen samaritano? Mientras es verdad que

14
Efesios 4:1
15
Ver 1 Corintios 13:11; Filipenses 3:12-14; Hebreos 5:12-14
16
1 Pedro 2:2
17
Salmos 86:5
18
Hebreos 12:5-6
19
Salmos 99:8
20
1 Juan 3:1
21
Efesios 1:13
22
Juan 5:24
23
Hebreos 12:7-8

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Dios juzga el pecado en su vida, y declara que usted se ha salido del curso y está hundiéndose, Él
no ofrece “enderezar” y corregir el curso como una advertencia de que planea hundir su barco si
de nuevo se ladea o está a la deriva fuera de rumbo.

El juicio terrenal de Dios nos corrige, para que seamos más como Él;24 expresa su amor, no su ira;
nos está desarrollando, no nos está condenando.

FE SIN OBRAS
No necesitamos a “San Hubert” ni al profeta airado de Atenas para hacer la pregunta que nos
intriga sobre nosotros mismos: ¿Cómo pueden la fe y el pecado coexistir en mi vida? Cada creyente
honesto conoce estas realidades paralelas: nuestra fe y nuestras faltas; caído y perdonado. Nos
preguntamos cuánto puede durar el ciclo hasta que Dios se canse de la broma patética. Qué
hipócritas somos. Sumada a la duda acerca de la legitimidad de nuestra fe, recordamos la
afirmación: “la fe sin obras está muerta”.25

Ese soy yo, concluimos. Yo creo en Jesús, pero quizás mi fe no es suficiente para salvarme ya que
no soy muy bueno en ser muy bueno.

De acuerdo con el libro de Santiago, la verdadera fe—la fe con suficiente poder para salvar—
expresa lo que cree al hacer las cosas. Si la fe no está acompañada por las obras “no sirve”,26
está muerta y sin compromiso como un trabajador desempleado. La fe genuina lleva a las “obras”,
¿pero qué clase de “obras” acompañan la fe verdadera? Este es el quid de la pregunta.

El Espíritu del Fariseo introduce una interpretación errada y sutil que oscurece nuestro estudio de
la Biblia y nos engaña haciéndonos presumir que fe sin obras es lo mismo que fe sin (muchos)
pecados. Las dos NO son lo mismo. Lo que mantiene a muchos creyentes en temor bajo la ley del
comportamiento, en lugar de la esperanza bajo la ley del creer, es la noción errada de que fe con
obras es lo mismo que mandatos con obediencia.

Los demonios “creen (en Dios) y tiemblan”,27 pero su creencia, de acuerdo con Santiago, no es fe
verdadera. La fe completa cree en Dios y en sus promesas. Los espíritus malignos creen en Dios,
pero ni reciben ni creen en las promesas de Él. Ellos no actúan (no pueden actuar) sobre las
promesas de Dios. Santiago hace un contraste entre la inutilidad de que los demonios crean en
la existencia de Dios, con la fe de Abraham y de Rahab en las promesas de Dios. Lo demonios no
hacen nada para actuar con base en su creencia. Abraham y Rahab sí actuaron. Mire atentamente
lo que hicieron Abraham y Rahab para vivir su fe; ellos actuaron sobre las promesas, no sobre los
mandatos.

24
Hebreos 12:10
25
Santiago 2:20 RVR95
26
Santiago 2:14ss.
27
Santiago 2:19

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Abraham fue “justificado por las obras cuando ofreció a Isaac, su hijo, sobre el altar”.28 Abraham
estaba dispuesto a sacrificar el mismo hijo que Dios le había prometido porque, creía que Jehová-
Jireh (el Dios que provee) mantendría su promesa de alguna otra manera.29 Abraham puso su hijo
sobre el altar porque creía en la promesa de Dios de hacerlo el padre de muchas naciones. Su fe
tenía “obras”. Deténgase un momento a pensar en el comportamiento de Abraham si Dios no le
hubiera pedido actuar con base en una promesa. Despojado de la promesa espiritual, el sacrificio
de su hijo hubiera sido un infanticidio premeditado, ¡un acto inmoral expresamente prohibido por
cualquier estándar de justicia!

Así mismo, Rahab hizo cosas conforme a su fe en la promesa. Ella fue “justificada por las obras
cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino”.30 Se jugó la vida confiada en la
fidelidad de Dios, y actuó de acuerdo con lo que creía, alineándose con el pueblo de Dios para
compartir su futuro. Su fe tuvo “obras”.

De igual manera, Noé construyó un arca bajo un cielo azul,31Josué hizo caer los muros de Jericó
caminando en círculos,32 Gedeón redujo el tamaño de su ejército antes de la batalla,33 Daniel
pasó la noche en medio de los leones,34etc. Sansón, David y otros mencionados entre los héroes
de la fe en Hebreos 1135 obtuvieron “aprobación por su(s) (obras de) fe”,36no por vivir una vida
perfecta, libre de obras de la Carne y acciones erráticas. La fe verdadera actúa y responde a las
promesas de Dios. La fe que no actúa con base en la promesa de Dios no puede salvar a nadie,
en ninguna situación.37

Obras Cuestionables
Me pregunto, ¿qué diría el profeta airado de Atenas sobre Abraham en su vejez, cuando el padre
de la fe, tuvo todos esos hijos de la Carne con diferentes mujeres?38 ¿O acerca de la propietaria
de un burdel, Rahab?, quien fue “justificada” por mentir a los funcionarios de la ciudad, 39
esconder a dos enemigos de su pueblo y cerrar un trato por su vida.40 ¿Cuál fue su “obra de fe”
culminante? Ella “ató el cordón de hilo escarlata a la ventana” por donde dejó bajar a los espías.

No exactamente un logro moral sobresaliente.

28
Santiago 2:21
29
Génesis 22:12-14
30
Santiago 2:25
31
Hebreos 11:7
32
Hebreos 11:30
33
Jueces 7:1ss.; Hebreos 11:34
34
Daniel 6:16-20, 27; Hebreos 11:33
35
Hebreos 11
36
Hebreos 11:39
37
Santiago 2:14; ver también Mateo 11:1-2, 6
38
Génesis 25:1-6
39
Santiago 2:25
40
Josué 2:1ss.

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Abrazando La Gracia | 83

La fe de Rahab en una promesa—no en un mandato—la impulsó a actuar. Los espías le


prometieron: “nuestra vida responderá por la vuestra, si no reveláis nuestro propósito”. 41 En
ninguna parte del trato estuvo estipulado que ella renunciara a su línea de negocio. Pasaron, por
lo menos, varios días antes de que Israel sitiara a Jericó, y una semana más para que cayera el
muro. ¿Estaba todavía Rahab trabajando durante esos días? ¿Su establecimiento permaneció
abierto para el negocio? ¿Quién sabe? En cualquier caso, “Rahab la ramera” (¿se ha preguntado
alguna vez por qué ese es su nombre permanente?) pasó las ganancias de su negocio a su hijo
Booz, quien luego se casó con Ruth, la madre de Obed, el abuelo del Rey David.

Cuando los legalistas nos recuerdan a usted y a mí que “la fe sin obras está muerta”, lo que
implican es que tales obras son los logros éticos, el cumplimiento de las reglas y un razonable
buen comportamiento. En realidad, están diciendo implicando, que la fe sin un aceptable nivel de
moralidad no es una fe auténtica. El temor que ellos meten en su pensamiento es que no importa
lo que usted crea, si no se comporta suficientemente bien, su fe no puede salvarlo.

Las obras de la fe no son sinónimos con las obras de la ley. Las obras de la fe son respuestas a
las promesas, no a los mandatos. Son una consecuencia de poner nuestra confianza para el futuro
en las manos de Dios; no son intentos exitosos de siempre alinear nuestro comportamiento con
los mandatos de Dios. ¿Qué mandato obedecieron Abraham o Rahab? ¿Qué ley o regla moral
estaban observando con sus “obras”, resaltadas en el libro de Santiago? Muy sencillo, ninguno.

El Espíritu del Fariseo nos acusa de negar nuestra fe cada vez que nosotros pecamos. Planta un
pensamiento amenazador en nuestra mente: si Cristo fuera verdaderamente su Salvador, usted
no continuaría cometiendo pecado.

Qué mentira. El hecho de que necesitemos un salvador, ¿nos convierte en inaceptables para Cristo
nuestro Salvador? Nuestra continua necesidad de perdón, ¿prueba que no deberíamos recibirlo?
Nuestro fracaso para vivir perfectamente, ¿nos hace indignos para recibir la gracia?

Esto es herejía, la doctrina de un demonio.

Los creyentes pecan; todos nosotros pecamos. Solamente los mentirosos sostienen lo contrario.42
De modo que las obras de la fe no pueden de ningún modo ser interpretadas como una existencia
sin pecado. La verdadera obra de la fe es creer en Cristo (ver Juan 6:28-29). A pesar de las malas
decisiones que tomamos, nosotros decidimos creer que la muerte y la resurrección de Jesús nos
limpian de pecado, y nos transforman en nuevas criaturas en Dios.43

Nuestra obra de la fe se parece a la del hombre culpable en mi ilustración del capítulo anterior.
Debido a que confiamos plenamente en nuestro “Abogado Defensor ante el Padre, Jesucristo el
Justo”, confesamos nuestra culpa y dejamos que Él, quien “es la propiciación por nuestros
pecados”,44 hable con el Juez competente. Al vernos amenazados por una eternidad en la prisión,

41
Josué 2:14
42
1 Juan 1:8
43
2 Corintios 5:15-17; Gálatas 6:15
44
1 Juan 2:1-2

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realizamos nuestra obra de la fe: confesamos nuestro pecado, confesamos a Cristo, y dejamos
que Él nos confiese ante Dios.45

Este es el Evangelio, la doctrina de un Salvador.

¿Nos decepcionaremos de nosotros mismos y haremos cosas que Jesús no quiere que hagamos?
Sí. Pero una vez que somos salvos por gracia, también tenemos un nuevo deseo de seguir los
preceptos de Dios escritos en nuestro corazón; nos importa ser obedientes porque nos importa
Dios. No negamos que nuestra vida le pertenece,46 ni su llamado a la santidad.47 Sabemos que
hemos sido “comprados por precio”, y queremos glorificar a Dios en nuestro cuerpo.48 Pero no
siempre tenemos éxito.

Entre más profunda sea nuestra fe, más pueden la Palabra de Dios y el Espíritu sondear los
alcances de nuestra psique para realinear los patrones de nuestro corazón y mente con los de
Él.49 Nuestra fe comienza una obra de santificación y limpieza en nuestra vida de adentro hacia
fuera. La fe en Jesús y nuestro amor por Él nos motivan a obedecerlo más, pero el nivel de nuestra
obediencia a la ley de Moisés no es nunca la base sobre la que se sostiene nuestra relación con
Dios.

Debido a que preferimos las frases fáciles de repetir y las sencillas proposiciones en blanco y
negro, es difícil expresar todas las implicaciones de la gracia sin sonar herético, especialmente
para los creyentes influenciados por El legalismo. Yo entiendo su preocupación porque hay
muchas “voces” instando a la iglesia a abandonar la Verdad buscando ser más relevantes a la
sociedad. Tal como fue profetizado en las Escrituras, algunos maestros “se han desviado de la
verdad”,50 negando la necesidad de la salvación personal por medio de la cruz de Jesucristo.

Como les recordé a mis amigos griegos, sólo si morimos con Cristo, viviremos con Él; sólo si
perseveramos en la fe, reinaremos con Él en el cielo;51sólo los que “confiesas(n) con tu(su) boca
a Jesús por Señor, y crees(n) en tu(su) corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás(n)
salvo(s); porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”.52

La Verdad pende de un hilo entre dos mentiras sobre nuestra eternidad y nuestra relación con
Dios. Por un lado, los mentirosos le dicen: “Usted no tiene pecado, por lo menos, ninguno de
importancia; Dios le ama a pesar de cualquier imperfección que tenga, y al final, todo estará bien.
No se preocupe; sea feliz y trate de no meterse en demasiados problemas”.

45
Mateo 10:32
46
1 Corintios 6:19; Gálatas 3:28-29; 5:24
47
2 Corintios 7:1; Efesios 1:4; 4:24; 1 Pedro 1:15
48
1 Corintios 6:20 RV95
49
Hebreos 4:12
50
2 Timoteo 2:18
51
2 Timoteo 2:11-12
52
Romanos 10:9-10

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Abrazando La Gracia | 85

Por el otro lado, los mentirosos le dicen: “Usted no tiene fe, por lo menos, no la suficiente para
salvarlo; sus imperfecciones son tan grandes y las ha tenido durante tanto tiempo, y al final, todo
está perdido. Preocúpese; aflíjase y dese cuenta que ya está metido en demasiados problemas”.

EL PACTO DE LA F E
Existe otro concepto erróneo que lo lleva a luchar con sentimientos preocupantes de condenación
y de eterna inseguridad. Muchos creyentes piensan equivocadamente que el antiguo pacto
establece la salvación por medio de la obediencia, y que el nuevo pacto ofrece la salvación por
medio de la fe. Dios nunca ofreció dos caminos paralelos para la salvación—uno de la gracia y el
otro de la ley. Él nunca quiso salvar a la gente por su obediencia a la ley del comportamiento; su
propósito (lo trataré más ampliamente en el próximo capítulo) era recordarle a la gente su
pecado—y la necesidad del perdón.53

Durante los dos mil cuatrocientos años antes de que Moisés trajera las tablas de piedra del monte,
así como también en los años anteriores a la muerte de Jesús en la cruz, Dios vindicó a los
circuncisos y a los incircuncisos, los piadosos y los impíos, bajo la ley del creer por medio de la fe
acreditada como justicia.54

Los mandatos en el antiguo y el nuevo pacto son esencialmente los mismos. En el antiguo pacto,
Dios escribió su ley en tablas de piedra55 para “la descendencia de Abraham”.56 En el nuevo pacto,
Dios inscribe su ley en la tabla del corazón de la descendencia de Cristo.57 Ya no obedecemos un
estándar de leyes y regulaciones externas; más bien, Dios nos impulsa a hacer las cosas buenas
y a apartarnos de las malas, mediante el testimonio interno de su Espíritu. Como lo prometió, Él
pone sus mandatos justos en el mismo lugar donde tomamos las decisiones en nuestra vida.58

La gracia de Dios no anula sus mandatos. El pecado todavía es pecado. Jesús lo explicó: “Hasta
que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta
que toda se cumpla”. 59 El nuevo pacto no borra los mandatos, sino el registro de nuestra
desobediencia a esos mandatos. La gracia no remueve el pecado del mundo, lo quita de nuestro
juicio delante del Tribunal Eterno.

La provisión clave del pacto de la fe es que el pecado pierde su autoridad de determinar nuestro
destino eterno. ¿Por qué? Porque Dios nos declara libres de pecado, por fe, “aparte de las obras
de la ley”.60 El pecado ya no es más nuestro amo, 61y no puede llevarnos a juicio como hojas
marchitas arrastradas por un fuerte viento. 62 El viento todavía sopla en nuestra vida, algunas

53
Hebreos 10:3
54
Romanos 3:29-30; 4:6-13
55
Éxodo 31:18; Deuteronomio 4:13
56
Gálatas 3:16
57
2 Corintios 3:3
58
Jeremías 31:33
59
Mateo 5:18
60
Romanos 3:28
61
Romanos 6:14
62
Isaías 64:6

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“FE SIN OBRAS” | 86

veces tan fuerte como antes de que empezáramos a vivir “por fe en el Hijo de Dios”. 63 Sin
embargo, ahora, nosotros “permanecemos” en Él como hojas frescas unidas a una fructífera vid.64
Ninguna ráfaga de viento puede arrancarnos del “Renuevo del Señor”,65 Jesucristo.66

Clavada en la Cruz
Pablo describe este gran milagro gráficamente para explicárselo a sus amigos en Colosas. Dios,
como Juez, declaró inadmisible el “documento de deuda” (la evidencia de nuestras malas
acciones) en nuestro juicio; de hecho, Él mismo tomó un siguiente paso para garantizar que la
lista “adversa” de acusaciones concluyentes contra nosotros nunca fuera presentada en el
Tribunal Eterno, “clavándola en la cruz”.67 Nunca más se encontrará una evidencia de nuestras
malas acciones.

Supongo que los pecados que cometemos en el curso de nuestra vida son añadidos al registro de
infracciones. Tengo la certeza de que mi lista crece cada vez más, pero ningún poder en el universo
conseguirá jamás soltar los clavos con los que ese registro, cada vez más extenso, fue clavado a
la cruz. Puede seguir alargándose, pero nunca se soltará de la cruz para condenarme. Por medio
de “su propia” sangre Jesús obtuvo eterna redención por mí.68

Esto lo hace mediador de un nuevo pacto.69 “Por tanto”, dice Pablo, “que nadie se constituya en
vuestro juez”. 70 Los falsos profetas son excepcionalmente intimidantes cuando respiran
amenazas de juicio contra creyentes sinceros que sólo están muy conscientes de sus caídas y
defectos. Es una estratagema antigua pero que funciona bastante bien porque nuestros pecados
nos confrontan a diario. No necesitamos un profeta que machaque sobre nuestros defectos. Así
como el rey David hace siglos, oramos: “Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi
pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí”.71

En verdad, no tenemos temor de admitir nuestros pecados; ya se los hemos confesado a Jesús.
Lo que nos aterra—y lo que estos falsos profetas azuzan—es el temor de que nuestros pecados
pudieran tener el poder de romper el pacto de la fe de Jesús con nosotros.

No lo tienen. Nunca tendrán tal autoridad.

Mientras enseñaba esta preciosa verdad en el seminario esa semana en Grecia, el salón quedó
de repente en silencio. Nadie se movía. Un silencio amplio y profundo sobrevino a nuestro
alrededor, y yo podía sentir a mis amigos vacilantes pidiendo permiso para creer. Como viajeros
que han pasado mucho tiempo bajo el sol del desierto, no podían decidir si mis palabras eran una

63
Gálatas 2:20
64
Juan 15:1-6
65
Isaías 11:1; 60:21; Jeremías 33:15; Zacarías 3:8
66
Romanos 8:33-39
67
Colosenses 2:14
68
Hebreos 9:12
69
Hebreos 9:15
70
Colosenses 2:16
71
Salmos 51:2-3

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Abrazando La Gracia | 87

verdadera bebida o un espejismo cruel. Incluso mi traductora, Ángela, no sabía a donde mirar
mientras permanecíamos parados allí en silencio.

Fue en ese momento cuando, sin tener que consultar las notas y por iniciativa propia, comencé a
citar en voz alta: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos
los pecados y para limpiarnos de toda maldad”.72

De alguna manera, supe cómo enfatizar esa promesa con otra: “Porque estoy convencido de que
ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni
lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en
Cristo Jesús Señor nuestro”.73

72
1 Juan 1:8-9
73
Romanos 8:38-39

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CAPÍTULO 9

¿POR QUÉ LA LEY?


Mientras la audiencia griega permanecía sentada en silencio antes del receso, me hubiera
gustado haber establecido que se escuchara el sonido de un martillo golpeando lenta y
constantemente, más y más fuerte. No obstante, espero que usted siempre recuerde el sonido
rítmico de sus pecados siendo clavados a la cruz. Cuando lo asalte la duda y cuando escuche
susurros malignos con apariencia religiosa sugiriéndole que la obra de Jesús en la cruz no es
suficiente para cubrir sus pecados, permita que la cadencia del Calvario acalle esos susurros. No
es el sonido de un martillo sobre su culpa, sino el eco del martillo que clavó a Jesús—y su
certificado de deuda—a la cruz.

Después de toda la información preliminar y básica que he presentado, llegó el momento de


responder por lo menos a una de sus preguntas específicas: ¿Por qué Dios le dio la ley a Moisés,
especialmente después de tantos siglos?

Dios nos dio la ley de Moisés por varias razones—todas ellas buenas. De hecho, la única manera
de descubrir la razón por la que Dios habla o actúa, es buscar los beneficios que Él tiene para el
mundo. Dios es bueno y hace únicamente el bien.1 Hace llover sobre justos e injustos,2 y continúa
guiando a la gente aun después de haber transgredido la ley.3 Por eso, empecemos aquí. La ley
de Dios fue dada para nuestro beneficio; fue diseñada para mejorar nuestra vida, no para
arruinarla.

La ley no es un cambio de opinión, o un cambio en el carácter del “YO SOY,” quien no cambia.4 El
Dios que trazó el mapa de la tierra prometida para su pueblo es el mismo Dios que les dio la ley.
El Dador de la promesa es también el Dador de la ley. La vida sería mejor para sus hijos si
obedecían su ley.5

1
Salmos 119:68
2
Mateo 5:45
3
Salmos 25:8
4
1 Samuel 15:29; Malaquías 3:6
5
Deuteronomio 6:3

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¿ P O R QUÉ LA LE Y? | 90

Siguiendo su consejo, tomarían “posesión de la buena tierra”,6 expulsarían a sus enemigos,7 y


tendrían una larga vida.8

En lugar de ver la ley como uno de los muchos regalos inmerecidos de un Padre bueno y
bondadoso, la mayoría de los creyentes la ven como un acto de frustración y desaprobación,
escrita cuando Dios perdió los estribos y expuso las razones justificadas de su enojo. Nada más
alejado de la verdad que este concepto errado, como propaganda, que sesga los hechos y desecha
toda evidencia del amor ilimitado de Dios; coloca a los creyentes en una trayectoria equivocada
para entender cómo la ley y la gracia trabajan juntas, y convierte la ley en un cruel garrote. Dios
no escribió su ley sobre tablas para golpear fuertemente al mundo; la escribió para nuestro
beneficio. Si Dios amó tanto al mundo como para dar a su Hijo en rescate por todos,9 ¿cómo
podemos entonces pensar que Él dio su ley con un corazón diferente?

Querido lector, debo advertirle: mi objetivo final es mostrarle que es una falsa esperanza poner su
confianza en la ley para su seguridad y desarrollo espiritual. Pero antes de destruir su confianza
en la ley, quiero convencerlo de lo buena que es, y lo que el amor bondadoso de Dios buscaba
alcanzar con ella.

Por lo tanto, ¿cuáles fueron algunos de los beneficios que Dios dio al mundo dos mil cuatrocientos
años después de que Adán y Eva pecaron en el jardín?

#1 – UN CONTRAPESO DEL MAL


LA LEY PROTEGIÓ A LA HUMANIDAD DE SER ARRASADA POR la fuerza del pecado. Dios utilizó la ley
para impedir que una ola de maldad desenfrenada sumergiera completamente a la humanidad.
Había dos árboles en el jardín del Edén: el “árbol del conocimiento del bien y del mal” y el “árbol
de la vida”.10 Después de que Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal,
Dios los expulsó del jardín para asegurarse de que no comieran del otro árbol. En su misericordia,
Dios no quiso que el hombre caído viviera por siempre.

Los niños de seis años no cuentan con un repertorio depurado del mal; lo que hacen bajo la
influencia del pecado es muy diferente a lo que hacen los de dieciséis o los de treinta y seis. Si la
gente viviera siglos en lugar de décadas, imagínese el grado de maldad al que llegaría en:
perversidad, avaricia, envidia, homicidios, disensiones, engaño, malicia, calumnia, insolencia,
arrogancia, desamor e inclemencia, todo esto nos consumiría.11

En la raíz de la perdición, la fuerza del pecado inclinó a la humanidad hacia el mal. La ley ayudó a
nuestra raza a inclinarse hacia su diseño original al proporcionar un poder que contrarrestara al
mal. Mejoró el sistema inmunológico de la humanidad para resistir la infección de la fuerza del

6
Deuteronomio 6:18
7
Deuteronomio 6:19
8
Deuteronomio 6:2
9
Juan 3:16; 1 Timoteo 2:6
10
Génesis 2:9
11
Ver Romanos 1:28-31

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Abrazando La Gracia | 91

pecado.12 Si se imagina una balanza con dos platillos como la que se utilizaba antes para pesar
medidas iguales de metales preciosos, usted tendrá idea de lo que estoy hablando. Cuando la
fuerza del pecado entró en nuestro mundo, su gran peso estrelló uno de los platillos sobre la
mesa.

La ley no equilibró de nuevo la balanza completamente, pero contrarrestó significativamente el


peso del mal. Sin la ley, nuestro mundo estaría saturado de indescriptible maldad, insoportable
para todos excepto para los más depravados.

Puede compararse la ley a un ribete espiritual que Dios cosió de nuevo en el tejido de la creación
para impedir que se deshilachara. La ley no podía impedir los huecos en la tela, pero si podía
evitar que los patrones de la creación diseñados por Dios se deshicieran completamente.

El legalismo, la falsa religión difundida por el Espíritu del Fariseo, sólo enfatiza un propósito para
los límites en la ley: estos son bordes que ni usted ni yo podemos cruzar, si lo hacemos Dios nos
castigará. Ciertamente, sufrimos una medida de muerte espiritual cada vez que cruzamos los
límites para participar de la maldad. Pero la ley fue hecha para el hombre, no viceversa, y el
propósito principal para los límites era protegernos de movernos hacia el dominio del mal. Claro
que Dios quería puestos de control para impedir que la gente cruzara hacia el mal, pero también
los quería para impedir que el mal invadiera nuestro mundo libremente.

“En el principio” Dios trazó el “límite de la luz y las tinieblas”.13 Después del Diluvio, Dios emitió
un decreto eterno “puso la arena como frontera del mar” para evitar que las aguas volvieran a
cubrir la tierra.14 Así mismo, Él trazó su ley como otra “línea en la arena” para mantener el mal a
raya. Aunque los tsunamis algunas veces inundan la tierra, el océano nunca volverá a cubrirla
completamente. El mal también algunas veces cruza los límites, pero nunca tanto como lo haría
si no estuviera frenado por la ley de Dios.

#2 – UN MARCADOR DE IDENTIDAD
LA LEY HACÍA DISTINCIÓN ENTRE EL PUEBLO DE DIOS Y TODOS LOS OTROS PUEBLOS. Debido a que Dios
dio la ley a sus hijos de la promesa, no a cada nación, la ley identificaba al pueblo de Dios como
su pueblo. El Dios que congregó a los dispersos de Israel y sanó a los quebrantados de corazón
entre ellos, que también declaró estatutos y ordenanzas para ellos—no hizo esto “con ninguna
otra nación”.15 Dios dio a conocer su asociación intima con Israel al poner delante de ellos “toda
esta ley”, 16 del mismo modo que un hombre presenta a su prometida con una argolla de
compromiso.

12
Romanos 7:14
13
Génesis 1:1,4; Job 26:10
14
Salmos 104:9; Jeremías 5:22
15
Salmos 147:2-3; 19-20
16
Deuteronomio 4:7-8

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¿ P O R QUÉ LA LE Y? | 92

El Padre Celestial de Israel dio la ley a fin de que les fuera bien a sus hijos, y vivieran una larga
vida sobre la tierra.17 Aunque Dios podía seleccionar cualquier pueblo del mundo para que fuera
suyo, escogió a Israel.18 La distinguió de las otras naciones de diversas maneras: peleó por ella
para asegurarle una herencia; la redimió y se dio un nombre para Él, al hacer “cosas portentosas”
contra sus opresores;19 y a ella, Dios le confió sus “oráculos”.20

Cuando nuestros hijos estaban creciendo, nosotros también teníamos varias reglas en la familia.
Queríamos que nuestros hijos tuvieran éxito, por eso pusimos límites a su comportamiento y
pautas a sus actitudes. Exactamente igual las fiestas de cumpleaños, la ropa nueva y las comidas,
las reglas expresaban el amor por nuestros hijos, y los ayudaban a establecer patrones para la
vida. Pero sin importar lo poco que nuestros hijos cumplieran las reglas, su relación con nosotros
nunca estuvo en peligro.

Los descendientes de Abraham ya eran posesión de Dios, literalmente su “especial tesoro”.21 Su


ley no fue el punto de comienzo de su relación. El pueblo de Dios caminó en obediencia y
desobediencia; poseyó y perdió su herencia en ciclos regulares, casi predecibles. Sin embargo,
permaneció siendo su pueblo durante su historia de rebeldía. Ni su identidad ni su relación con
Dios estaban siendo cuestionadas cuando Él les dio los Diez Mandamientos y la ley.

Es verdad que los infractores de la ley que persistían en su maldad fueron con el tiempo cortados
de Israel, pero esto sucedía principalmente cuando la pecaminosidad de la gente amenazaba con
pervertir el camino de Dios para la nación entera. No olvide lo que expliqué anteriormente en el
Capítulo 8: Dios juzgará y quitará pensamientos e impulsos de rebeldía en su vida, a fin de
proteger su eternidad. Así como Pablo entregó el cuerpo físico de un hombre para destrucción, “a
fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”,22 también Dios quitará la maldad en
nuestro corazón y en nuestra mente. Pero Dios lo hace porque tenemos una relación con Él—no
para que califiquemos para tener esa relación con Él.23

El Espíritu del Fariseo nos susurra acusaciones terribles que insinúan que Dios está
reconsiderando su papel como nuestro Padre porque nosotros hemos quebrantado las reglas. Los
pensamientos legalistas nos mantienen en un estado continuo de prueba. Nos amenazan con
nuestras caídas obvias, y nos señalan lo cerca que estamos de perderlo todo: Uno o dos errores
más y Dios terminará su relación con usted. Necesita esforzarse más, ser mejor y hacer más para
volverse a ganar su favor.

17
Deuteronomio 4:40
18
Éxodo 3:7; 1 Reyes 8:16; Zacarías 13:9
19
2 Samuel 7:23
20
Deuteronomio 4:8; Romanos 3:2
21
Éxodo 19:5
22
1 Corintios 5:5
23
Hebreos 12:8-10

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Abrazando La Gracia | 93

#3 – UNA GUÍA PROVECHOSA


LA LEY ENSEÑÓ A LA GENTE A VIVIR UNA VIDA ABUNDANTE. La ley de Dios le dio a su pueblo una
comprensión extraordinaria de la vida. Como el Hacedor del cielo y la tierra, 24 Dios sabía
exactamente como debía funcionar la vida. El “bien” original que Él había derramado en la
creación todavía existía, pero estaba terriblemente contaminado. El mundo era como una piscina
estancada de agua salobre. Dios ofreció su ley como un filtro para quitar las impurezas y las
sustancias nocivas que contaminan el agua. Él no quería que sus hijos se enfermaran con lo que
infectaba el agua del mundo.

“Sus estatutos y sus mandamientos” tenían el fin de beneficiar a los descendientes de Abraham.25
Si su pueblo era cuidadoso “en cumplir todos sus mandamientos” (es decir, seguía sus
instrucciones), lo pondría en alto “sobre todas las naciones de la tierra”, y las bendiciones vendrían
y lo alcanzarían a donde fuera.26 Dios compartió su “camino de vida” a fin de que su pueblo
recibiera más bendiciones y menos traumas en un mundo que ya no estaba bien.

¿No estamos todos buscando nuestro camino en la vida? ¿No queremos todos seguir un curso de
vida de felicidad y bienestar? La ley ayudó a la gente a encontrar los caminos de Dios y andar en
ellos. Quizás usted ha notado con cuanta frecuencia la Biblia se refiere a los “caminos”—los
caminos de Dios y los caminos del mundo. Por ejemplo, David buscó con diligencia conocer los
caminos de “salvación” de Dios cuando fue confrontado con su pecado.27 David quería ser guiado
por la verdad de Dios ya que sus propias sendas lo habían conducido a la muerte. Hay un camino
que tiene sentido para nuestra mente natural, nublada por el pecado, pero ese camino por lo
general nos separa de la vida diseñada por Dios.28

De hecho, los caminos de Dios, manifestados en su ley, tenían el propósito de producir resultados
tan atractivos en la vida de sus hijos que otros quisieran ser partícipes de dichos beneficios. El
plan de Dios era que las otras naciones corrieran a la casa de Dios,29y vinieran a la luz de Israel
por la clara ventaja que les proporcionaba su ley.30 Las naciones envidiarían al pueblo sabio y
entendido de Dios que contaba con unos patrones tan maravillosos para la vida,31y dirían: “Venid
y subamos al monte del Señor… para que Él nos instruya en sus caminos”.32

Es absurdo pensar que la gente se sintiera atraída a un código de ética austero y severo que
consumía el gozo y la satisfacción de la vida. Ese no podía ser el plan de Dios para ganar los
corazones del mundo. El legalismo presenta los caminos de Dios como una calle de castigo, en
lugar de unas sendas promisorias. Todo se convierte en una amenaza contra nosotros, y la única
recompensa por la obediencia, de acuerdo con El legalismo, es que evitaremos el castigo. Reduce

24
Génesis 2:4; Salmos 89:11; Isaías 44:24; Hechos 17:24
25
Deuteronomio 4:40
26
Deuteronomio 28:1-3
27
Salmos 25:4-6
28
Proverbios 14:12
29
Isaías 2:2
30
Isaías 60:3
31
Deuteronomio 4:6
32
Miqueas 4:2

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el significado del “bien” de un estado de abundancia que Dios quiere para nosotros, a un exiguo
comentario sobre el comportamiento que Dios espera de nosotros.

#4 – UN INVENTARIO CLARO
LA LEY PROVEYÓ UN REGISTRO DETALLADO DE LOS PECADOS. Dios dio la ley para señalar las
“infracciones y rebeldías”,33 y para fortalecer la conciencia del ser humano de manera que pudiera
distinguir entre lo bueno y lo malo. Aunque la conciencia de la gente le advertía cuando iba en la
dirección incorrecta antes de la ley, nadie sabía en realidad cuándo llegaba al lugar explícitamente
errado. Era difícil distinguir entre “ser tentado por el mal” y dar “a luz el pecado”.34 Ser tentado a
una acción pecaminosa no es exactamente lo mismo que cometer el pecado. Nosotros sabemos
que existe una diferencia. Jesús fue tentado, pero Él nunca pecó.35

Dios aumentó el vago sentido de dirección (conciencia) de la gente con una lista clara de destinos
para evitar. Lo bueno y lo malo ya no hacía referencia a las circunstancias de la gente. La ley
introdujo una ética absoluta al mundo como una señal en el horizonte proporciona un constante
punto de referencia con el cual evaluar a donde va la gente, en su corazón y en su mente.

Antes de la ley, los pecados específicos no podían ser “imputados” o tomados en cuenta.36 La ley
fue “añadida a causa de las transgresiones”,37 lo que significa que su propósito era identificar y
especificar las actividades pecaminosas. Al enumerar los pecados, aumentó la conciencia
individual de su propio pecado. 38 ¿Cómo podía la gente reconocer sus pecados sin una lista
específica de actividades pecaminosas? Por ejemplo, no sabría que codiciar era pecado “si la ley
no dijera: ‘No codicies’”.39 La ley convenció a la gente de que era pecadora.

Puede sorprenderle saber que Dios dio su ley primordialmente para aquellos que querían vivir una
vida recta—no para aquellos determinados a hacer lo malo. Antes de que la ley fuera dada, la
gente que quería vivir una vida recta no tenía un conocimiento preciso de qué tanto se había
desviado del camino; ahora nosotros sabemos en detalle cuándo, dónde y cómo nos salimos del
camino.

Sin embargo, conocer en detalle el giro correcto y el giro errado indicado por la ley, nunca garantizó
que la gente escogería siempre el camino correcto. La ley era una serie de instrucciones para
conductores individuales, no un piloto automático. Todos nosotros somos “carnal(es), vendido(s)
a la esclavitud del pecado”,40 y el lado carnal de nuestro ser trata de jalar nuestro timón en la
dirección equivocada.

33
1 Timoteo 1:8-11
34
Santiago 1:13-15
35
Hebreos 4:15
36
Romanos 5:13
37
Gálatas 3:19
38
Romanos 7:7
39
Romanos 7:7
40
Romanos 7:14

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Abrazando La Gracia | 95

El legalismo sostiene que conocer la diferencia entre lo bueno y lo malo es suficiente para que la
gente resista la tentación. Esta es la razón por la que la frase más repetida de su catecismo torcido
condena a creyentes pecadores pero sinceros como nosotros, diciendo: “Debería haberlo sabido”.
De hecho, lo sabíamos; lo sabemos. Y porque supimos exactamente lo que estábamos haciendo
y nos entregamos de todos modos al pecado, no tenemos respuesta para las acusaciones del
legalismo. El autorreproche inunda nuestra alma. Sutilmente, el Espíritu del Fariseo cambia
nuestra aversión por nuestro pecado y lo coloca en nosotros. La gente atada al legalismo llega a
odiarse a sí misma tanto, sino más, de lo que odia su pecado.

#5 – UN VEREDICTO UNIVERSAL
LA LEY DECLARÓ CULPABLES A TODOS; igualó a todos bajo las mismas reglas de juego como
infractores de la ley, e incrementó la conciencia de lo malo en la vida de cada uno.41 Esto es a lo
que la Biblia se refiere cuando dice: “La ley se introdujo para que abundara la transgresión”.42 La
ley no indujo a la gente a que pecara más; antes bien, sus decretos testificaron contra cada
persona, de manera que nadie escapó a un veredicto culpable.

Algunos pecados nos tientan más que otros. No importa cuantas cosas malas evitemos hacer, si
violamos sólo un mandato, nos hacemos “culpables de todos”. 43 Aunque puede que no
codiciemos, la deshonra a nuestros padres nos hace infractores de la ley. La ley “lo encerró todo
bajo pecado”,44 y nos confinó a todos en la misma celda en la prisión, con el mismo overol. Cada
recluso puede ser culpable de diferentes delitos, pero cada uno es (igualmente) culpable. Algunos
en la prisión pueden ser presos modelo, pero siguen siendo culpables.

Los cientos de estatutos y ordenanzas en la ley la hacen increíblemente frustrante, ¿no es verdad?
Es tan detallada, tan extensa. ¿Por qué hay tantos mandatos? Piense en la ley como una red de
pesca gigante; una tejida con más hilos y más tupida atrapa más peces. Dios quiere “atrapar” aun
los pecados más pequeños, de modo que nadie escape al juicio de la ley. Jesús hizo más difícil
cumplir la ley cuando explicó que un pecado en nuestro corazón nos hace tan culpables como la
persona que físicamente comete la maldad que nosotros guardamos en nuestro pensamiento.45

Puedo entender que usted se sienta un poco traicionado por lo que está leyendo. Usted esperaba
que este libro borrara sus sentimientos de culpa y vergüenza. Y, aun así, le estoy diciendo que esa
culpa universal es una buena cosa, uno de los beneficios de la ley. Sé que no es muy inspirador,
pero en un sentido, lo que está sintiendo, me da la razón.

Permítame explicarle.

El Espíritu del Fariseo, igual que una brújula que siempre señala el norte, busca vergonzosamente
que usted centre su atención continuamente en sus malas acciones. El enfoque central de El

41
Romanos 3:19, 23
42
Romanos 5:20
43
Santiago 2:10
44
Gálatas 3:22
45
Mateo 5:20ss.

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¿ P O R QUÉ LA LE Y? | 96

legalismo es su culpa; no importa cómo voltee o manipule la brújula, la aguja continúa


desacreditándolo al señalar inflexiblemente de nuevo hacia ella. El legalismo se concentra en su
culpa y la fija como objetivo, como si fuera un misil termodirigido. El legalismo la descubre, no
importa qué trate de hacer con ella o dónde la esconda.

El legalismo y la ley no son sinónimos.

Cierto, la ley nos convence de nuestra culpa. ¿Pero por qué? Como un amigo que nos señala una
mancha de mugre en nuestra mejilla, así la ley nos dice con franqueza nuestras maldades para
que podamos quitarnos lo impuro. El tema central de la ley es mantener al pueblo de Dios
“separado de sus impurezas, para que no muera(n) en sus impurezas”.46 Los mandatos en la ley
de Moisés arrancan de raíz y desentierran nuestra culpa, del mismo modo que nosotros
examinamos cuidadosamente la tierra en el jardín para encontrar—y remover—la maleza. Dios
quiere que su culpa salga y ya no exista; en cambio, El legalismo nunca quiere que usted se separe
de su culpa. Lo quiere ver tan enredado con su culpabilidad, que pierda toda esperanza de que
sus pecados puedan alguna vez ser borrados.

¿No es verdad que toda nuestra culpabilidad nos conduce a una pregunta inquietante: “¿Qué
puede borrar mi pecado?”? Claro que sí. Y esta pregunta de vital importancia nos dirige al
beneficio más ignorado de la ley.

#6 – UN PRECEDENTE PARA LA EXPIACIÓN


LA LEY INTRODUJO EL SACRIFICIO POR EL PECADO. De todas las ventajas que la ley dio a la
humanidad, la principal es también la más fácilmente olvidada—o nunca tenida en cuenta. Es un
caso clásico de no poder ver el bosque por la cantidad de árboles.

La mayoría de la gente, incluidos los creyentes, tienen la impresión de que la ley consiste
primordialmente en normas y reglas—cosas que se supone debemos o no hacer. Nosotros la
vemos como un conjunto de mandatos y consecuencias, comportamientos establecidos y
castigos. Trágicamente, nuestra impresión completa de la ley está bastante ladeada, cargada
mayormente hacia los castigos que impone sobre gente desobediente como nosotros. Pasamos
por alto y casi no recordamos algunas de las bendiciones y bondades prometidas por la ley en un
mundo quebrantado.47

Aun más asombroso es que pasamos por alto su punto principal: la ley es más acerca del perdón
que de la culpa.

La ley es de extremos, negro y blanco; bueno y malo; santo y profano. No obstante, del mismo
modo que la ley identifica el pecado, también señala la posibilidad de la expiación, y el camino
para recibir perdón. Por cada acto de injusticia y cada precepto violado, Dios hace una lista de

46
Levítico 15:31
47
Levítico 26:1-13

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Abrazando La Gracia | 97

instrucciones meticulosas para la redención por medio del sacrificio. Es tan sencillo, realmente.
La ley es un modelo para la redención.

Permítame compartirle un ejemplo de cómo malinterpretamos la ley. Considere el libro de Levítico.


Por ser el menos narrativo de los libros de la ley, no es el favorito de leer por gran parte de los
creyentes. La mayoría sabemos que es el libro que demora o detiene nuestra resolución de leer
la Biblia completa en un año. Génesis y Éxodo son fáciles de leer comparados con Levítico. Aunque
no incluye los Diez mandamientos (encontrados en Éxodo y Deuteronomio), aún lectores casuales
de la Biblia saben que Levítico contiene muchas reglas, mandamientos y requisitos específicos
que nosotros llamamos la ley.

Debo admitir que en realidad yo no he contado los versículos, pero si usted divide el número total
de versículos en Levítico en dos categorías, una como estatutos y la otra como sacrificios, una
lista de lejos supera en número a la otra. Hay muchos versículos con ‘deberá’ y ‘no deberá’, pero
pasaje tras pasaje, la ley de Dios detalla los medios y métodos de expiación, limpieza y redención
cuando el pueblo de Dios falla en seguir sus palabras.

Léalo usted mismo, los primeros seis capítulos de Levítico describen las “leyes” del sacrificio, el
holocausto, la ofrenda de cereal, las ofrendas de paz (con Dios), las ofrendas por el pecado y las
ofrendas expiatorias. Todas estas “leyes” son para el bien de la gente que ha violado la ley. Son
reglas para la reconciliación después de haber caído.

Ciertamente, la ley no matiza las palabras; es directa e inequívoca acerca de la culpa. No es una
vía de escape para ninguno del veredicto universal de culpa. Pero este no es el final de la historia.
No solamente la ley da un veredicto culpable; hay algo más que hace. La ley establece patrones
de expiación, y nos señala el perdón vez tras vez.

Un patrón de sacrificio y expiación descrito con frecuencia involucra a las personas poniendo sus
manos sobre un animal—para indicar la transferencia de su culpa—antes de que éste sea
sacrificado.48 Específicamente, la ley de la expiación requería de tres animales: un novillo y dos
machos cabríos. Primero, el sacerdote ofrecía el novillo como una ofrenda por su propio pecado,
de modo que estuviera completamente “purificado” para ofrecer sacrificios por el pueblo. Luego
echaba suertes entre los dos cabríos. Uno de los cabríos sería sacrificado como un medio para
limpiar todos los elementos involucrados en la ceremonia de la expiación—del mismo modo como
nosotros enjuagamos la esponja sucia entes de usarla para limpiar el mostrador de la cocina.

El otro cabrío se convertía en el “cabrío expiatorio”. El sacerdote “colocaba ambas manos sobre
la cabeza” del cabrío expiatorio, y “confesaba sobre él” los pecados, iniquidades y transgresiones
de todo el pueblo, así como Jesús cargó nuestros “dolores” y “el pecado de muchos” en la cruz.49
El cabrío que cargaba el pecado era enviado al desierto, así como Jesús se llevó nuestros pecados.

48
Levítico 16:5ss.
49
Isaías 53:4, 12; 1 Pedro 2:24

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¿ P O R QUÉ LA LE Y? | 98

El legalismo no quiere que veamos al Dios Todopoderoso que envía a su Hijo a la tierra para que
sea nuestro Chivo Expiatorio.50 Quiere que perdamos de vista a Jesús, quien “se dio a sí mismo”
como “ofrenda y sacrificio”,51 “en rescate por todos”,52 “para redimirnos de toda iniquidad”.53 Dios
no simplemente nos dio mandatos. Cuando nuestro Padre sabio y justo nos advirtió mantenernos
alejados del poder letal de pecado, Él también explicó los caminos en los que esos pecados, una
vez cometidos, podían ser anulados.

Si nosotros removemos el sacrificio por los pecados de la ley, distorsionamos por completo lo que
Dios escribió y el porqué lo hizo. Despojamos a la ley de la misericordia y la expiación. Hacemos
una imagen de un Dios adusto y severo sentado inflexible y serio en su trono, más interesado en
sus reglas que en su pueblo.54 Reducimos la ley de Moisés a penas y castigos—el elíxir de los
falsos profetas y los herejes que siguen las enseñanzas del Espíritu del Fariseo.

La ley es mucho más aliviar la culpa, que acentuarla. El pecado sí descalifica a la gente de una
eternidad con Dios, pero la muerte de Cristo cancela el poder del pecado de bloquear nuestra
relación con Él.55 Dios está determinado a redimir y a restaurar a cualquiera que esté dispuesto;
Él está deseoso por perdonarnos y “limpiarnos de toda maldad”, no importa qué tan persistente
o grande sea.56

Así es como es Dios.

50
Gálatas 4:4-5; 1 Juan 4:9-10, 14
51
Efesios 5:2
52
1 Timoteo 2:6
53
Tito 2:14
54
Mateo 12:1-14
55
Colosenses 2:13-14
56
1 Juan 1:9

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CAPÍTULO 10

UNA PROFECÍA, UNA COPIA


Y UNA FALSIFICACIÓN
Una paráfrasis de uno de mis versículos favoritos dice: “Los pensamientos, los planes y los
propósitos de Dios son muy profundos; los insensatos y los espiritualmente insensibles no tienen
entendimiento de lo que Él verdaderamente piensa hacer”.1 Cuando juzgamos o cuestionamos a
Dios, generalmente es porque no entendemos lo que realmente está haciendo; interpretamos lo
que podemos ver de sus acciones, y muy pronto presumimos que entendemos el cuadro completo.
Mirar en retrospectiva nos da una mejor visión de sus tratos, pero aún desde esa perspectiva, es
fácil olvidar qué tan poco entendemos.

Somos como Job, quien fue un buen hombre que temió a Dios y quizás entendió sus caminos
mejor que la mayoría de los demás, pero cuando Dios le pregunta cosas tales como echar “los
cimientos de la tierra”, hacer “conocer al alba su lugar”, revestir el cuello del caballo “de crines”,2
Job reconoce que no entiende casi nada.

Entonces Dios pregunta: “¿Anularás realmente mi juicio? ¿Me condenarás para justificarte tú?”

Como preparación para mis conferencias en Grecia, y la posterior escritura de este libro, tuve con
frecuencia la necesidad de arrepentirme. No me sentía rechazado por Dios; simplemente me di
cuenta (más de una vez) lo magnífica que es la obra de Dios, comparada con mi limitado
entendimiento de la misma. La mayoría de mis anhelos de ser libre de sentimientos de culpa y
vergüenza estaban centrados en mí mismo. Quería librarme de esa culpa, y realmente no me
importaba el cómo; eso me causó mucha intranquilidad espiritual de diversas maneras en el curso
de mi vida cristiana.

Quizás usted puede identificarse conmigo. Yo quería sentir alivio de mi culpa y autorreproche, pero
no me interesaba aprender nada nuevo. En lugar de pedir comprender qué era lo que no entendía
de su plan maravilloso para salvar un mundo pecador, sólo repetía una y otra vez: “Por favor Dios,

1
Salmos 92:5-6
2
Job 38:4, 12; 39:19

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UNA PROFECÍA, UNA COPIA Y UNA FALSIFICACIÓN | 100

perdóname; lo siento tanto, Dios. Prometo que nunca lo haré de nuevo. Por favor, Dios,
perdóname…”

Esta no es una mala oración. Probablemente usted ore algo similar, y estoy seguro de que también
está siendo sincero. Pero, ¿puede escuchar un tono de impaciencia en mi oración, si no en la
suya? ¿Puede ver la reticencia a cambiar mi modo de pensar (el significado literal de arrepentirse),
o de abrir mis ojos más allá? Francamente, quería la respuesta con solución fácil de la que le he
estado hablando, a lo largo de este libro, la cual no es posible. No me quería preocupar con la
complejidad—especialmente si tenía que cambiar mi pensamiento—en mi camino hacia la
simplicidad. Una parte de mí juzgaba a Dios como injusto porque no resolvía mi angustia al tronar
de sus dedos.

Sin embargo, con el tiempo comencé a pensar que me estaba confundiendo, no porque fuera un
pecador tan malo, sino porque Dios es un Maestro entusiasta. ¿Y si Dios quería abrir mis ojos para
ver “las maravillas” de su Palabra?3 Mi visión limitada y sesgada de los caminos de Dios y de sus
juicios me hacía más vulnerable de lo necesario al engaño espiritual. El Espíritu del Fariseo me
mantuvo en una actitud vacilante, acribillando mis pensamientos con verdades a medias y
argumentos basados en conceptos no bíblicos (no me daba cuenta qué tan no bíblicos eran).

Sin repensar mi pensamiento completamente—y examinarlo a la luz de la Palabra de Dios—nunca


hubiera podido identificar todos los beneficios de la ley. Una vez comprendí que la ley es un gran
arreglo, más que una lista elaborada de lo bueno y lo malo, y entre más entendí los ricos propósitos
de la ley, tuvo más sentido en el gran plan de cosas de Dios.

En este capítulo, quiero resaltar dos aspectos más de la ley para explicar no solamente por qué
Dios dio la ley, sino también por qué esperó 430 años después de haberle dado su promesa a
Abraham y haber establecido la fe como la base de la justicia. ¿Por qué instituyó Dios una
jurisdicción temporal para la ley del comportamiento cuando ya había establecido la ley del creer?

LA LEY COMO PROFECÍA


¿Alguna vez ha tratado de explicar con precisión lo que Jesús quiso decir cuando dijo que Él no
había venido a “abolir la ley, sino a cumplirla”?4 Por años estuve perplejo porque para mí era, o la
ley o la gracia; me parecían incompatibles la una con la otra. Las veía como opuestas o rivales. A
propósito, ¿se dio cuenta que cité mal el versículo? Lo hice a propósito porque la mayoría de
creyentes sin saberlo omiten parte de lo que Jesús realmente dijo, y lo que dejan por fuera es la
clave de lo que Él quiso decir:

No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino
para cumplir. ~Mateo 5:17

3
Salmos 119:18
4
Mateo 5:17

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Abrazando La Gracia | 101

Nadie piensa que la vida y ministerio de Jesús eran incompatibles con Isaías, Jeremías o alguno
de los profetas del Antiguo Testamento. Estos libros hablan de Él y anuncian su venida. Jesús no
anuló lo escrito por los profetas o los Salmos (las otras dos partes de las Escrituras antes del
Nuevo Testamento); Él dio cumplimiento a lo que se dijo acerca de Él muchos años antes de que
naciera en Belén, como lo escribió el profeta Miqueas.5

Cristo completó, llevó a cabo y dio cumplimiento a cientos de profecías del Antiguo Testamento.
En su último viaje a Jerusalén antes de la crucifixión, Jesús explicó a sus discípulos que “se
cumplirán todas las cosas que están escritas por medio de los profetas acerca del Hijo del
Hombre”.6

En mi estudio personal de la Biblia, mientras repasaba la ley y la gracia, noté un patrón que a lo
mejor usted también ya vio. En cada caso en que Jesús “cumplió” las palabras, esas palabras
eran profecías. Además de las muchas profecías específicas en los Profetas y los Salmos, la ley
también profetizó de Cristo.7 La ley completa es una profecía grande. La ley presenta expiación y
sacrificio, de modo que perfectamente anuncia a Cristo como “un solo sacrificio por los pecados
para siempre”.8

Cuando Felipe le habló a Natanael acerca de Jesús, le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley, y también los profetas”.9 Moisés le dio a Israel las tablas de piedra y
todas las ordenanzas de parte de Dios,10 pero él también profetizó acerca de un “mensajero” que
“prepararía” el camino del Mesías.11 Este mensajero era Juan el Bautista, quien señaló a Jesús,
anunciando: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.12 Jesús cumple toda la
ley así como cumple las otras profecías. Por esto Él reprendió a los fariseos: “Si creyerais a Moisés,
me creeríais a mí, porque de mí escribió él”.13

Desafortunadamente, la mayoría de los seguidores de Jesús todavía piensan en la ley como una
lista de mandatos imposibles de cumplir y de pecados imposibles de resistir. Pero vista como una
profecía extendida, la ley—con sus muchas provisiones para el sacrificio y la expiación—transforma
la lista imposible en la más profunda seguridad. El mensaje profético de la ley es que el sacrificio
de Jesús cubre cada transgresión posible, no importa qué tan grave o frecuente sea.

Para todas y cada una de las violaciones de la ley, Jesús es el medio de expiación establecido.
Jesús es “a quien Dios exhibió públicamente como propiciación” por todos los pecados.14 Es el

5
Mateo 2:5-6
6
Lucas 18:31
7
Mateo 11:13; Lucas 24:44
8
Hebreos 10:12
9
Juan 1:45
10
Juan 1:17
11
Malaquías 3:1
12
Juan 1:29
13
Juan 5:46
14
Romanos 3:25

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UNA PROFECÍA, UNA COPIA Y UNA FALSIFICACIÓN | 102

Cordero de Dios sin defecto.15 Es el macho cabrío sobre el cual son puestos nuestros pecados, y
alejados de nosotros.16

Contrario a lo que a muchos de nosotros se nos ha hecho creer por el Espíritu del Fariseo, la ley—
como Dios intencionalmente la escribió—es una promesa de liberación y “perdón de los pecados”
en el nombre del Mesías “para todas las naciones”.17 En lugar de ser imposible de cumplir en
cada punto, la ley se convierte en una promesa de perdón en cada punto de caída.

LA LEY COMO UNA SOMBRA


Además de ser una profecía de las cosas por venir, la ley es una copia de cosas que no se ven. El
cielo y la tierra no son el mismo reino. Dios es Señor de ambos,18 pero el reino del hombre ya no
refleja el Reino de Dios. En el momento en que Adán y Eva fueron expulsados del jardín se produjo
una ruptura entre las dos dimensiones de la realidad, la natural y la espiritual. El ámbito natural
riñe con la realidad espiritual de donde procede.19

Considerando que antes de la caída del hombre, Dios caminaba y hablaba con nuestra raza—
hablándonos directamente acerca de sus planes y provisiones para la vida—después de que la
fuerza del pecado separó al mundo, terminamos en mundos aparte. Su entendimiento se volvió
inescrutable; 20 su grandeza y juicios insondables; 21 su profunda sabiduría y caminos
impenetrables para nosotros sobre el planeta tierra, separados como fuimos de sus planes
originales.22 El mundo visible estaba sin relación con el mundo invisible, y los caminos de Dios
eran completamente ajenos e incomprensibles para sus hijos.23

Con todo, Dios todavía nos amaba y quería dársenos a conocer. Yo sé que suena absurdo decirlo
así, pero aquí se le presentaba un gran problema: ¿cómo se iba a comunicar con nosotros ya que
estábamos tan separados, tan alejados de Él?

Una persona natural simplemente no puede comprender la realidad espiritual.24 Para ver el Reino
de Dios—aun más para entrar en él—necesitamos “nacer de nuevo” en una dimensión diferente.25
La Carne es Carne; el espíritu es espíritu. Los pensamientos y perspectivas naturales no son
necesariamente malos ni ofensivos; no son espirituales y son inadecuados.

15
Éxodo 12:5; 1 Pedro 1:17-19
16
Levítico 16:21-22
17
Lucas 24:47
18
Deuteronomio 10:14; Isaías 44:24; Hebreos 1:10
19
Hebreos 11:3
20
Isaías 40:28
21
Salmos 145:3
22
Romanos 11:33
23
Job 9:10
24
1 Corintios 2:14
25
Juan 3:3, 5

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Abrazando La Gracia | 103

Debido a que las cosas en la dimensión espiritual son “indecibles” y demasiado maravillosas para
el entendimiento terrenal, 26 Dios necesitó trasladar (o copiar) las cosas del cielo a una
composición terrenal, para que la gente pudiera comprenderlas. A través de los siglos, Dios utilizó
muchos medios para pintar cuadros de las realidades celestiales en lienzos terrenales. 27 Por
ejemplo, (1) nuestra conciencia y (2) la belleza de la creación son medios ligados a lo terrenal,
pero ambos despliegan de Dios “sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad”.28

Este no es un concepto difícil que no podamos acoger, especialmente cuando pensamos en como
Dios envió a su Hijo “en la Carne”,29 para habitar entre nosotros,30 de modo que pudiéramos ver
“al que lo envió”.31 Aunque Jesús “existía en forma de Dios”, descendió al reino terrenal, vestido
en la materia de esta vida, y se hizo “semejante a los hombres”.32 Él es (sólo y únicamente) la
“imagen del Dios invisible”,33 y la réplica exacta de la naturaleza de Dios, en la tierra.34 Jesús
explicó: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.35 Jesús fue trasladado al reino natural, donde
los apóstoles y muchos otros lo vieron y lo tocaron.36

El Espíritu debe convertirse en Carne para ser entendido por la Carne. Es una buena doctrina, y
algo que cada creyente entiende rápida y fácilmente. Cristo se convirtió en una copia terrenal de
la realidad celestial.

Exactamente de la misma manera, la ley era “copia y sombra de las cosas celestiales”,37 pero “no
la forma misma de las cosas”.38 Todo en la ley—desde los materiales y medidas del Tabernáculo,
hasta los preceptos sobre nuestra adoración y comportamiento—corresponden a las substancias
y dimensiones espirituales. Por eso, Dios advirtió a Moisés: “Mira, haz todas las cosas conforme
al modelo que te fue mostrado en el monte”.39 La réplica terrenal tenía que corresponder a la
realidad celestial. La sombra proyectada sobre la tierra necesitaba tener la forma de las cosas en
el cielo.

Por consiguiente, la ley es un reflejo exacto de la justicia espiritual, pero, no importa qué tan
precisa y fiel sea a la verdad, la ley de Moisés todavía es solo una copia. Tan justa como es la ley,
sigue siendo no más que una “sombra de lo que ha de venir”.40 En el lenguaje actual, la ley fue
hecha en una máquina copiadora, y las páginas que Dios nos dio no eran las originales. Por eso,

26
2 Corintios 12:4; Efesios 3:18-19
27
Efesios 1:3
28
Romanos 1:19-20
29
1 Juan 4:2
30
Juan 1:14
31
Juan 12:45 NVI
32
Filipenses 2:6-8
33
2 Corintios 4:4; Colosenses 1:15
34
Hebreos 1:3
35
Juan 14:9
36
1 Juan 1:1
37
Hebreos 8:5
38
Hebreos 10:1
39
Hebreos 8:5
40
Colosenses 2:17

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UNA PROFECÍA, UNA COPIA Y UNA FALSIFICACIÓN | 104

la ley es (1) una profecía del plan eterno de Dios para ser justos; y (2) una copia de la justicia
celestial.

Una Copia Parcial


Y ahora debo presentarle un hecho sorprendente acerca de la ley. ¿Alguna vez ha hecho una copia
en una copiadora y sus dedos han oscurecido parte de la copia por la manera en que sostenía el
original? Cuando Dios hizo la ley como una copia, Él hizo esto mismo, sólo que lo hizo a propósito.
La ley que Dios dio a Moisés no era solamente una simple copia de las cosas celestiales, 41
también era una copia incompleta. La ley nunca reveló el cuadro completo en la tierra de cómo
era en el cielo.

¿Qué escondió Dios de la vista cuando hizo la copia? La ley no reveló su plan último de salvación.
El cuadro completo de la salvación estuvo escondido por los siglos y generaciones pasadas,42
incluso de los ángeles.43 Antes de los siglos, Dios predestinó el plan completo del Evangelio para
redención, pero lo guardó como un misterio,44 una sabiduría oculta.45 La totalidad del plan de Dios
para salvación se mantuvo en secreto, y sólo fue dado a conocer por medio de la fe a su debido
tiempo.46

Jesús les dijo a sus discípulos: “Muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no
lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”.47 En verdad, “los profetas que profetizaron de
la gracia que vendría…diligentemente inquirieron e indagaron, buscando saber qué persona o
tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos”.48 Pablo nos dice que “el misterio que ha
estado oculto desde los siglos y generaciones…ahora ha sido manifestado” a nosotros.49

Dios cubrió la porción de la fe del cuadro porque Él no quería que nos confundiéramos. Los
mandatos no son promesas. Los mandatos en la ley no son “contrarios a las promesas de Dios”,
pero no tienen el mismo poder de impartir vida como las promesas.50 Los mandatos no pueden
restaurar la vida; no pueden revitalizar la relación de nadie con Dios, no pueden avivar a la gente
que está “muerta en sus delitos y pecados”.51 La fe en las promesas de Dios ha sido siempre el
medio exclusivo para asegurar la aprobación de Dios,52 y cobrar vida juntamente con Cristo por
gracia.53 La obediencia a los mandatos no es nunca un sustituto de la fe en las promesas.

41
Hebreos 8:5
42
Efesios 3:9
43
1 Pedro 1:12
44
Efesios 6:19; Colosenses 4:3
45
1 Corintios 2:7
46
Romanos 16:25-26
47
Mateo 13:17
48
1 Pedro 1:10-11
49
Colosenses 1:26
50
Gálatas 3:21
51
Efesios 2:1
52
Hebreos 11:2ss
53
Efesios 2:5

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Abrazando La Gracia | 105

Parte de nuestra vulnerabilidad al Espíritu del Fariseo proviene de suponer que Dios estableció la
ley y la gracia como alternativas la una de la otra. No son dos herramientas para el mismo trabajo
o dos sendas hacia el mismo destino. El escritor de Hebreos explícitamente nos dice que “la ley
nada hizo perfecto” porque era sólo una sombra de cosas perfectas por venir (es decir, el mensaje
del Evangelio de la justicia por la fe).54 Aquello que es en sí mismo incompleto, no es posible que
pueda completarnos.

Un Patrón Temporal
¿Puede darse cuenta qué apoyo tan inestable es la ley para los seguidores de Cristo? Además, la
ley no es solo una copia incompleta, también es solo un acuerdo temporal instituido mucho
después de que “las promesas fueran hechas a Abraham y a su descendencia”.55 La ley que vino
más de 400 años después de la promesa de justicia por la fe, no anuló la promesa o invalidó el
anterior pacto. La jurisdicción temporal que Dios le dio a la ley del comportamiento nunca
remplazó la jurisdicción total de la ley del creer. La ley de mandatos sólo tuvo influencia hasta “la
plenitud del tiempo” cuando “Dios envió a su Hijo”.56 Quizás pueda ilustrar mejor este punto con
un ejemplo.

Mi madre era una buena modista, y vestía a la última moda. Cosía todas sus vestimentas (supe
después en la vida que lo que la motivaba era la falta de dinero, no el amor por la costura). De
fotos de catálogos de moda, elegía un vestido y luego compraba el patrón (y la tela). Los patrones
venían en sobres de 12 x 18 cm y debían ser desenvueltos pieza por pieza. El papel fino de color
café no era gran cosa, pero ella fijaba con alfileres cada pieza del patrón a la tela, cortaba
siguiendo las líneas y finalmente cosía todas las partes juntas.

Me maravillaba que este papel podía ser transformado en un excelente vestido. No recuerdo qué
hacía con los patrones una vez que habían cumplido su papel, pero después que el vestido cuelga
en su armario, ¿quién necesita el patrón? Dios diseñó e hizo “ropas de salvación” para cada
creyente en Cristo.57 Así como no tiene sentido fijar pedazos finos de un patrón de coser a un
vestido ya listo, tampoco tiene sentido fijar pedazos de la ley a nuestro “manto de justicia”.

El proyecto terrenal que nosotros llamamos “la ley” es útil, pero no para los que ya tienen la
vestidura espiritual de donde fue hecha la copia. Comenzar de nuevo una vez el vestido ya ha sido
hecho, es retroceder. Retroceder de la fe era una tentación para los creyentes del primer siglo,58
y usted también, algunas veces, será tentado a “quitar su confianza” en la promesa y la gracia de
Dios.

A estas alturas usted se habrá dado cuenta de cuán incapaz la ley ha sido siempre de hacernos
justos ante Dios. Mientras es una profecía poderosa y maravillosa sobre la promesa de la obra del
Mesías para redimir al mundo, la ley no es el Salvador mismo. Es una copia incompleta y temporal

54
Hebreos 7:19; 10:1
55
Gálatas 3:16
56
Gálatas 3:19; 4:4
57
Isaías 61:10
58
Hebreos 10:38-39

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UNA PROFECÍA, UNA COPIA Y UNA FALSIFICACIÓN | 106

de las cosas eternas. Cuando utilizamos la ley incorrectamente—tratando de establecer nuestra


justicia con base en la obediencia a los mandatos—interfiere con la relación que Dios quiere con
nosotros, que está basada en la fe en su promesa.

LA AUTOJUSTIFICACIÓN –UNA FALSIFICACIÓN


Utilizar la ley para mantener nuestra intima conexión con Dios es como usar una llave de tamaño
equivocado para soltar un tornillo. Si la llave es apenas un poco más grande, todo lo que hace es
estropear la cabeza del tornillo y dificultar el trabajo posterior con la llave del tamaño correcto. El
enemigo lo sabe, y es por eso que, si somos “ignorantes” de los métodos que usa para atraparnos,
los espíritus malignos pueden “tomar ventaja” sobre nosotros.59

Confiamos mucho en nuestros íntimos pensamientos y emociones; el enemigo de nuestra alma


es un maestro ventrílocuo que usa nuestro corazón “enfermo” para sacarnos de las sendas de
verdadera justicia.60 Cuando la culpa es más que un veredicto y se convierte en un estado de
ánimo continuo, una prisión inescapable donde pasamos nuestros días, es probable que estemos
escuchando a una mentira.

Usted está familiarizado con otra clase de copia, una ilícita—una falsa o una falsificación. La gente
hace esa clase de copia cuando no tiene la debida autorización. El legalismo opera en gran medida
sobre falsedades, y entrega billetes falsos a clientes desprevenidos como nosotros.

Una de esas falsificaciones es la autojustificación.

La autojustificación, como lo implica la palabra, es algo que yo logro por medio de mi propio
esfuerzo o habilidad u obediencia. “Mi propia justicia derivada de la ley” está en absoluto
contraste con “la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe”.61 La mayoría de nosotros
presumimos que el angustiante remordimiento, el persistente autorreproche que nos hace sentir
como si Dios no quisiera estar con nosotros, son el resultado de los pecados que cometimos. En
realidad, con frecuencia proviene de nuestra autojustificación, no de la verdadera justicia.

Juzgando a los Demás


Con el fin de atraernos hacia la autojustificación, el Espíritu del Fariseo se aprovecha de un pecado
elemental de nuestra naturaleza—el deseo de ser mejor (que los demás). Puede que no sea un
intento consciente, pero reforzamos nuestra demanda de bondad juzgando a la gente que hace
lo que nosotros nunca haríamos.

Todos nosotros somos vulnerables a la tentación de juzgar (condenar) a los demás y justificarnos
a nosotros mismos. Vemos esta tendencia aún en una prisión, donde los falsificadores dicen: “Al
menos yo no he matado a nadie”, y los asesinos se excusan parcialmente a sí mismos al denigrar

59
2 Corintios 2:11
60
Jeremías 17:9
61
Filipenses 3:9

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Abrazando La Gracia | 107

de los abusadores de niños. Entre los comerciantes solo se roba a aquellos que son
suficientemente ricos para pagarlo; los miembros de una pandilla son fieles; los alcohólicos no
son adictos a la pornografía; etc.

La gente condena a los tiranos de la historia porque Hitler, Stalin y otros villanos fueron “lo peor
de lo peor”. Ninguna persona racional niega que el juicio “justamente cae sobre los que practican”
tales crímenes despreciables,62y ninguna “buena” persona excusa la maldad de ellos. Al condenar
a individuos excepcionalmente malos, sutilmente nos estamos felicitando por no ser como ellos.
Bien en el fondo, esperamos “escapar al juicio” (porque lo que hemos hecho no es tan malo como
lo que alguien más ha hecho).63

¿Se acuerda de la parábola en la que Jesús se refirió a unos que “confiaban en sí mismos como
justos, y despreciaban a los demás”?64 El fariseo en la historia de Jesús agradecía a Dios porque
él no era “como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este
recaudador de impuestos”. El que se reconocía pecador, por otro lado, clamaba a Dios por
misericordia. Jesús terminó su parábola diciendo que el culpable recaudador de impuestos, “y no
aquél”, sería justificado.

La religión de los fariseos dividía a la humanidad en dos categorías diferentes: los justos y los
injustos. Los que cumplían la ley pertenecían a un grupo, y los que la quebrantaban caían en el
otro grupo. Los fariseos se distanciaban a sí mismos de los contaminados, gente injusta, pues al
decir, “yo no soy como esa gente injusta”, estaban declarando de esta forma, su justicia.65 Su
lógica al revés era simple: ya que la gente es justa o injusta, no estar entre los injustos es la prueba
de estar entre los justos. Si no me cuentan entre la “gente mala”, debo estar entre la “gente
(suficientemente) buena”.

Juzgar a los demás, comparando nuestro historial moral o religioso con el de ellos, parece que
nos ofrece protección del juicio. No sabemos exactamente donde pueda estar la “línea de corte”
entre la gente “buena” y la “mala,” pero mientras podamos divisar a otros que están peor de lo
que nosotros estamos, nos sentimos relativamente a salvo. El Espíritu del Fariseo enseña su
perverso catecismo a nuestro corazón, al hacernos decir: Dios, gracias porque yo no soy como
(esa) otra gente.66 Resaltamos sus pecados que les hacen perder favor, para ganar favor para
nosotros mismos.

Obviamente, dicho juicio no proviene de Dios. La ley coloca a todos en la misma condición de
culpa y en espera del castigo, igual que la de los déspotas de la historia, y Jesús advirtió sobre
mirar la “mota” en el ojo ajeno.67 Es tonto suponer que cuando “condenas (condenamos) a los

62
Romanos 2:2
63
Romanos 2:3
64
Lucas 8:9-14
65
Marcos 7:1ss
66
Lucas 18:11
67
Mateo 7:3-5

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que practican tales cosas y haces (hacemos) lo mismo, escaparás (escaparemos) al juicio de
Dios”.68

Juzgándonos a Nosotros Mismos


Me doy cuenta, querido lector, que ya sabe que, al juzgar a otro, a sí mismo se condena.69 Pero,
el repasar este hecho tan obvio me ayuda a explicar el porqué muchos de esos devastadores
sentimientos de culpa continúan afectando profundamente su confianza espiritual. La mayoría de
la culpa que atiza sus temores y atormenta su corazón es un subproducto de la autocondenación,
el lado opuesto de la moneda de la autojustificación.

El Espíritu del Fariseo nos motiva a juzgarnos a nosotros mismos tanto como nos tienta a juzgar
a otros.

El fariseo en la parábola de Jesús despreció a los pecadores y los consideró inaceptables para
Dios. Después de todo, los cumplidores de la ley tienen el favor de Dios; los que quebrantan la
ley, no lo tienen. El Espíritu del Fariseo engaña a creyentes sinceros con la misma mentalidad de
dos categorías—sobre nosotros mismos. Siga su lógica y catecismo torcidos en su mente, y verá
lo que quiero decir.

El legalismo ansía el juicio. Mientras Dios es paciente y compasivo, y misericordioso para prorrogar
el juicio lo más posible, el Espíritu del Fariseo quiere un juicio y un veredicto (culpable) cuando
sea posible.70 Al seguir insistiendo en la diferencia entre el justo y el injusto, se coloca a sí mismo
como un juez entre dos partes: una culpable y la otra no culpable. Como son dos grupos, la
inocencia de un grupo puede probarse por la culpa del otro. Denunciando al injusto, anuncia al
justo.

Esta es la razón por la que El legalismo siempre presiona por un veredicto culpable. Si una parte
es culpable, la otra es inocente. ¿Puede darse cuenta de lo que pasa cuando ambas partes somos
nosotros? Si nos permitimos cruzar más allá de los límites aceptables (solo por esta vez), o
cedemos a tentaciones menores de chisme, envidia o temor, o cuando hacemos lo que sabemos
que no deberíamos hacer, ¿entonces qué?

Persuadidos por el Espíritu del Fariseo, una parte de nosotros juzga a la otra. Yo nunca lo haré de
nuevo trata de escapar del juicio al condenar a yo lo hice. Hacemos un esfuerzo por corregir
nuestros errores condenando nuestro yo pecador. Tratamos de desviar el juicio señalando con el
dedo, a nosotros mismos.

Así es como trabaja El legalismo creando un persistente autorreproche. La autocondenación es


un acto de autojustificación. No lo estamos haciendo conscientemente, pero cuando
“juzgamos”, 71 aun a nosotros mismos, de defendidos en un juicio nos convertimos en jueces

68
Romanos 2:3
69
Romanos 2:1
70
Salmos 145:8-9; Romanos 2:4; 1 Timoteo 1:16; 1 Pedro 3:20; 2 Pedro 3:9, 15
71
Romanos 2:1

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Abrazando La Gracia | 109

llevando un juicio. Ya no somos más “cumplidores de la ley, sino su juez”,72 y Dios no aprobará
eso.73 Se supone que los demandantes que esperan misericordia deben confesar, no juzgar.

La autocondenación no es una confesión del pecado, ni una súplica por misericordia. Es una
religión falsa, una falsa doctrina enseñada por el Espíritu del Fariseo.

72
Santiago 4:11NVI
73
Santiago 4:12

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CAPÍTULO 11

CONVICCIÓN,
CONDENACIÓN Y
CORTANDO LA MALEZA
En este punto de mi conferencia en Atenas, Ángela empezó a traducir más despacio y seguía
mirándome mientras hablaba. Sus ojos suplicaban: ¿Está seguro de que quiere que diga eso?
Estaba un poco perpleja, como también lo estaban mis amigos griegos. Después de todo, el
material presentado y la promesa de responder por qué los creyentes trabajan bajo una gran
culpa, ¿realmente iba a culparlos por autojustificarse? ¿No era sólo una cosa más sobre la cual
sentirse culpable y avergonzado? ¿Ahora debo sentirme culpable por sentirme culpable?

No. No. No. Quería suplicar: Ustedes no han entendido lo que quiero decirles.

En vez de eso, simplemente continué: “No los estoy culpando o acusando. Estoy tratando de
explicar que el gran amor y la gracia de Dios no les permitirán caer cómodamente en la
autojustificación. Una gran parte del dolor y ansiedad que sienten es una señal de advertencia de
lo tóxica que la autocondenación es a su relación con Dios. Así como nuestro cuerpo siente
náuseas y trata de expulsar los alimentos dañinos, también nuestro espíritu siente repulsión hacia
los patrones de pensamiento legalista y de autojustificación”.

La autojustificación y la autocondenación son las dos caras de la misma moneda. Si tenemos una,
con seguridad padecemos de la otra. La autocondenación nos causa mucho más malestar que la
autojustificación, por tanto, nos llama la atención fácilmente. Una persistente sensación de
nuestra falta de valor debería alertarnos de que algo está muy, muy mal, no con nosotros, sino
con lo que pensamos acerca de Dios y de la verdadera justicia.

Usted puede estar preguntándose: ¿Qué pasa con la convicción por el Espíritu Santo? ¿La tristeza
de Dios no nos hace sentir arrepentimiento por lo malo en nuestra vida? Sí lo hace, pero hay una
enorme diferencia entre la convicción del Espíritu Santo y la condenación de los espíritus
malignos.

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CONVICCIÓN, CONDENACIÓN Y CORTANDO LA MALEZA | 112

CONVICCIÓN VS. CONDENACIÓN


El Espíritu de Dios regularmente nos convence de pecado: esa es una de sus principales funciones
sobre la tierra.1 Los errores de nuestra alma entristecen al Espíritu Santo. Como un resultado de
las malas decisiones que tomamos, nosotros “sentimos” algo del dolor del Espíritu por lo que
hemos hecho a los demás o a nosotros mismos. La aflicción y el desasosiego en nuestro corazón
es una de las formas en que el Espíritu nos advierte del peligro del pecado. Hemos sido
“entristecidos para arrepentimiento” por el Espíritu, 2 y el fin de esa tristeza es asegurar que
nosotros, a largo plazo, no suframos “pérdida alguna”. 3 La tristeza de Dios, inspirada por el
Espíritu de Dios, conduce a una gran ganancia; ser convencido es más una guía que un juicio.

Dios ama guiar a su pueblo para salir de su pecado; el acusador quiere dejarnos en él. Esta sencilla
verdad es una de las mejores maneras de distinguir entre la tristeza y remordimiento de
conciencia que proviene del amor de Dios, y la condenación de culpa y vergüenza generada por
los espíritus malignos. La tristeza de Dios nos motiva a cambiar nuestro comportamiento futuro.
Por el contrario, la aflicción profunda causada por el Espíritu del Fariseo nos inmoviliza con
vergüenza por nuestro comportamiento pasado. El susurro de Dios nos señala hacia delante; el
murmullo del enemigo nos hace mirar hacia atrás.

El pesar que a veces sentimos es una de las formas en las que el Espíritu Santo nos alerta para
apartarnos de sendas de muerte, y guiarnos “por sendas de justicia”.4 Él “restaura” nuestra alma—
lo que significa que nos hace regresar de los caminos falsos y la muerte—al convencernos. La
convicción del Espíritu Santo no es una repetición prolongada de nuestros errores; en cambio,
ofrece un camino para poner fin al poder del pecado sobre nosotros.

En medio, o después de nuestro pecado, la convicción espiritual produce “un arrepentimiento que
conduce a la (mayor) salvación, sin dejar pesar”.5 El arrepentimiento “sin dejar pesar” significa
que no nos pasamos lamentando una y otra vez por lo que hicimos. ¿Deberíamos sentir tristeza
por lo que hicimos? Sí, por supuesto. Sin embargo, cuando el sentirnos mal por nuestro pecado
se convierte en una tristeza y autorreproche de que todo está perdido, generalmente significa que
el Espíritu del Fariseo ha tomado control de nuestro arrepentimiento.

El deseo primordial de Dios es tener relación con nosotros, y Él sacrificó lo más preciado que tenía
para afianzar nuestra pertenencia a Él. El plan de Dios para tratar con nuestras malas acciones
es sencillo: el Espíritu convence; nosotros nos arrepentimos y confesamos; Dios perdona.

Fin de la historia.

Cuando el Espíritu Santo lo convence, no lo está poniendo a prueba. Más bien, lo pone en sobre
aviso de su pecado, y comienza una especie de conteo espiritual que numera los días de su

1
Juan 16:8
2
2 Corintios 7:9
3
2 Corintios 7:9
4
Salmos 23:3
5
2 Corintios 7:10

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Abrazando La Gracia | 113

pecado, anunciando la segura desaparición de éste. La convicción de Dios es como un afiche de


“Se Busca” en un antiguo pueblo del oeste: La imagen en el afiche no es la de su rostro, sino la
de su pecado.

La convicción es como un aviso que le envía la compañía de su tarjeta de crédito alertándole del
uso fraudulento de su cuenta. El Espíritu le pregunta: “¿Usted quiere y autoriza estas
transacciones?” Responder “No” es la esencia del arrepentimiento. La convicción incrementa su
sensibilidad al “robo de identidad” y lo insta a tener un comportamiento más cuidadoso.

Y esto me recuerda nuevamente lo bueno que es Dios cuya “bondad, tolerancia y paciencia” nos
llevan al arrepentimiento, no a la condenación. 6 La oferta de justicia de Jesús se basa en el
perdón. Cuando reconocemos que (una vez más) hemos hecho mal—y pedimos su perdón—
estamos haciendo uso del elemento principal del pacto de Dios, la justicia por fe. Estamos
participando de la justicia de Jesús, no usando nuestra propia provisión. Estamos viviendo bajo la
provisión de la ley del creer.

“Seguridad” de Salvación
¿Se trata de agradecer a Jesús una y otra vez por su perdón? Sí. ¿Es sabio repasar nuestros puntos
vulnerables que nos llevaron a pecar, de manera que al tomar la posición de arrepentimiento
seamos menos vulnerables en el futuro? Sí, por supuesto. Pero un anhelo de ser más obedientes
en nuestro futuro no es lo mismo que condenarnos a nosotros mismos por el pasado.

¿Puede la gente llegar a tener un corazón tan endurecido e insensible, abrumado por el engaño
del pecado, que tome la decisión consciente de rechazar el regalo de salvación de Cristo? ¿Puede
la gente que una vez aceptó la muerte sacrificial del Mesías por sus pecados, cambiar de parecer
y a sabiendas rechazar el rescate que una vez aceptó?

Sí, yo creo que algunos que alguna vez fueron creyentes pueden llegar a tal lugar de engaño en
su vida, que eligen ya no creer más. Pero es su elección consciente, no de Dios. No estoy hablando
de la gente que lleva mucho tiempo en el pecado, sino de la gente que conscientemente decide
que no quiere o no necesita el perdón de Cristo. Ya que lo único que nos sostiene es nuestra fe,
aquellos que de creer pasan a no creer, han desechado su confianza,7 y fueron desgajados de la
eternidad con Él.8 Por ende, la “necesidad de paciencia”9. Si perseveramos en la fe, recibiremos
lo que Dios prometió, y “también reinaremos con Él”. 10 La consecuencia de la incredulidad—
independientemente de cuándo una persona elige no creer—es la misma: la separación eterna de
Dios.

Usted debe saber que dentro del cuerpo de Cristo hay dos visiones divergentes sobre la
“seguridad” de la salvación de los creyentes, y no deseo entrar en ese debate en tono estridente.

6
Romanos 2:4
7
Hebreos 10:35
8
Romanos 11:20
9
Hebreos 10:36 (ver también 2 Corintios 6:4; Santiago 1:3-4)
10
2 Timoteo 10:12

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CONVICCIÓN, CONDENACIÓN Y CORTANDO LA MALEZA | 114

Esencialmente hay quienes creen, (1) que los individuos han sido predestinados para salvación,
y no importa lo que hagan o crean después de venir a Cristo, si son salvos, son salvos para
siempre. De acuerdo con su punto de vista, los que reinciden terriblemente (es decir, aquellos que
supuestamente llegaron a Cristo, y luego parece que lo rechazan por su pecaminosidad
prolongada) nunca fueron verdaderamente hijos de Dios desde el principio.

Otros en la iglesia creen, (2) que los individuos permanecen como agentes libres con la voluntad
para elegir o rechazar la salvación hasta el momento en que mueren porque, como portadores de
la imagen de Dios, se les ha dado una voluntad; la capacidad de decidir por Cristo, o en contra de
Él, no es quitada por la salvación. En su opinión, la desobediencia voluntaria y continua (es decir,
la permanencia a largo plazo en el pecado) puede endurecer a alguien hasta tal punto de que una
persona podría voluntariamente escoger rechazar a Cristo y “retroceder para perdición”.11 Lo que
ha sido llamado erróneamente “perder” su salvación.

En la jerga de los laicos, estas perspectivas son enigmáticamente conocidas como “Seguridad
Eterna” e “Inseguridad Eterna”.12 No es realmente justo para ninguno de los dos grupos.

Independientemente del punto de vista de un cristiano acerca de su “seguridad” eterna, he notado


que ambos grupos se preocupan, por momentos, de que su relación con Dios pueda ser
interrumpida o suspendida: (1) Si los que tienen extremas recaídas “no hubieran sido nunca
salvos” entonces mi caída reciente podría ser una prueba de que no soy verdaderamente salvo;
o, (2) si soy libre para elegir o rechazar a Cristo a lo largo de mi vida, entonces mi continua lucha
con el pecado y la esclavitud podría ser la prueba de que he negado a Dios (con mis hechos).

Salvación por Fe
La relación con Dios no depende de nuestra habilidad para comportarnos perfectamente, o
incluso bastante bien (en comparación con otros). Antes de que fuéramos bautizados en la muerte
de Cristo, no había posibilidad de restaurar nuestra relación perdida con Dios por medio de la
obediencia a sus mandatos. Por lo tanto, la relación restaurada no puede perderse por la
desobediencia a sus mandatos. Nunca necesito preocuparme de que mi pecado sea demasiado
horrible para ser perdonado, o que mis maldades cortarán mi contacto con Dios.

El acceso a Dios es a través de la fe, no del comportamiento. Por lo tanto, si la gente ya no cree,
mi perspectiva personal es que ya no tiene vida eterna con Dios. Son como mineros atrapados
cientos de metros detrás de un túnel que ha colapsado. Cuando un rescatista encuentra a los
mineros perdidos y comienza a guiarlos hacia la seguridad, podemos decir que los mineros han
sido salvados. Sin embargo, si en algún momento de la ruta de rescate, algunos mineros se
escabullen del rescatista y se niegan a seguirlo para ponerse a salvo, esos mineros están
nuevamente perdidos, no porque el túnel haya colapsado, sino por su decisión de rechazar el
rescate.

11
Hebreos 10:39
12
Gracias especiales a Mark Chester, Chris Manginelli y Tim May por mucho de este lenguaje.

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Abrazando La Gracia | 115

Dios es incansable en su búsqueda de nosotros y en su provisión para cubrir nuestro pecado con
la sangre derramada de su Hijo. No importa cuánto pequemos, su sangre es más que suficiente
para cubrirnos; pero si rechazamos ser cubiertos, ya no estamos cubiertos. No podemos agotar el
suministro de perdón, pero podemos rechazarlo.

CORTANDO LA M ALEZA
De ninguna manera quiero comunicar que la ley es contraria a los propósitos de Dios, o que la ley
es mala. Como vimos, la ley de Moisés, la que yo llamo la ley del comportamiento, hizo muchas
cosas bien: actuó como un poder para contrarrestar la fuerza del pecado que corrompió el mundo,
y dio orientación específica al pueblo de Dios para vivir saludablemente en un mundo
contaminado. Pero sí quiero que entienda que la ley es inadecuada para el completo propósito de
Dios en nuestra vida.

La ley tiene una utilidad limitada. Como en el libro médico de enfermedades y tratamientos, la ley
detalla los síntomas del pecado y receta los medicamentos adecuados para el alivio de esos
síntomas. Los “remedios” para la gripa que venden en la farmacia, no tienen poder real para matar
el virus que causa el dolor de garganta. De manera similar, la ley trata los síntomas, no las causas
y, por lo tanto, no puede llegar a nuestro verdadero problema.

Como un azadón que corta la maleza, la ley no corta lo suficientemente profundo para llegar a la
raíz del pecado.

El pecado no es un problema superficial. Al parecer, los fariseos pensaban que lo era. Esto fue lo
que los desvió e hizo pensar que si se comportaban bien y no hacían (físicamente) ninguna de las
cosas que se suponía no debían hacer, serían considerados justos. Mientras no manifestaran
síntomas externos, supusieron que no estaban enfermos. A menos que fueran sorprendidos “en
el acto mismo del adulterio”, 13 no se consideraban a sí mismos adúlteros bajo la ley.
Externamente obedecían, pero internamente eran como todos los demás.

Aunque “parecían justos a los hombres”, estaban llenos de “hipocresía y de iniquidad”.14 Jesús
llamó a los fariseos “ciegos guías de ciegos”,15 y le dijo a la gente: “Si vuestra justicia no supera
la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.16 Su clase de justicia era sólo
superficial. Interpretaron erróneamente la ley de Moisés como una lista de verificación del
comportamiento bueno y malo, que podría usarse como prueba de su justicia.

Interior y Exterior
Jesús no vino a abolir la ley.17 Cristo no limitó la autoridad de la ley ni disminuyó el grado de culpa
en la vida de la gente. No hizo la ley menos estricta, más fácil de obedecer, o irrelevante. Más

13
Juan 8:4
14
Mateo 23:28
15
Mateo 15:14
16
Mateo 5:20
17
Mateo 5:17-18

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bien, señaló nuevas dimensiones de la culpa y de las infracciones a la ley en el corazón de todos,
y mantuvo una medida mucho más difícil de justicia que la que los fariseos entendían.

Según Jesús, el punto está más en nuestro corazón que en nuestras manos. 18 Nuestro corazón
está infectado con la fuerza del pecado, y ninguna cantidad de limpieza externa nos librará de la
suciedad interna. Independientemente de lo bien que controlemos nuestras acciones, el auto
control no (siempre) se extiende completa o permanentemente a nuestro corazón, de donde
provienen los “malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos
testimonios y calumnias”, y otras cosas corruptas.19

Interesante, ¿no es así, que las palabras ilícitas acerca de alguien estén en la misma lista de los
actos ilícitos con alguien?

Jesús dijo: “Todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su
corazón”.20 Para los fariseos esta declaración era muy ofensiva porque su posición con Dios y con
el hombre estaba basada únicamente en su comportamiento:21 “Sí, sí, pueda que esté pensando
esos pensamientos y cometiendo esos pecados en su mente, pero sólo es injusto si realmente los
hace”. Esta es la mentira esencial de la religión llamada legalismo: “Usted solamente es culpable
de pecado si (físicamente) comete el pecado”. Los fariseos sucumbieron a esa mentira, y es por
eso que ellos “confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás”.22

Mientras el Espíritu Santo nos convence de pecados internos como la amargura, la ira y el enojo,23
el Espíritu del Fariseo nos alaba por no actuar movidos por ellos. ¿Puede ver qué tan tentador
puede ser El legalismo? Con un golpe falso, elimina una amplia franja de pecado en nuestra vida
porque una multitud de actitudes, imaginaciones y fantasías motivadas por un espíritu erróneo no
se cuentan como pecados. Aunque aparentemente severo e implacable, El legalismo realmente
nos tienta con un estándar mucho más laxo: si no llevamos a la práctica nuestros pecados
internos, no se cuentan en contra nuestra.

Una Medida Peligrosamente Falsa


De acuerdo, las acciones realizadas causan mucho más dolor a otros que las solamente
pensadas. Imaginar cómo sería matar, acostarse con o calumniar a alguien tiene muchas menos
consecuencias que realmente hacerlo. Un pensamiento pecaminoso casi nunca reconfigura
nuestro mundo físico. Pocas vidas son afectadas por nuestro pecado mental, y puede ser olvidado
con facilidad y evitada su consecuencia en nuestro futuro. No arruinó la vida de nadie; no es
necesario pedir perdón ni hacer restitución por un robo imaginario.

18
Mateo 12:24
19
Mateo 15:19
20
Mateo 5:28
21
Mateo 15:1-20
22
Lucas 18:9
23
Efesios 4:31

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Abrazando La Gracia | 117

Pero como violaciones en contra de Dios, los pensamientos y las acciones son igualmente
ofensivos. Ante el tribunal del cielo, la culpa por el pecado mental y por el pecado físico se equipara
la una con la otra.24 Dios ve en lo secreto25 y todas las cosas están al descubierto y expuestas a
los ojos de Dios.26 Cuando una sugerencia maligna llega a nuestra mente, nos decimos a nosotros
mismos: “No, no lo hagas. No caigas en la tentación”. Esta es la respuesta correcta. Si evitamos
cometer la sugerencia maligna, nos sentimos victoriosos, y como buenos cristianos.

Pero, ¿en verdad hemos sido victoriosos? Incluso si logramos disciplinarnos a nosotros mismos
por completo, para que nunca cometamos un pecado con nuestro cuerpo físico, ¿podemos poner
“la confianza en la Carne”?27 De acuerdo con Jesús, a menudo lo que nosotros llamamos una
tentación es realmente un pecado mental. Aun si (sólo) desnudamos a alguien con nuestros ojos,
somos culpables de pecado.28 Codiciar lo que otro tiene es tan injusto como robárselo.

Puede que no caigamos en la tentación de vengarnos físicamente, pero fantaseamos al respecto.


Puede que no calumniemos a los compañeros de trabajo en voz alta, pero tenemos pensamientos,
que ocupan nuestra mente, donde los calumniamos. Puede que no sigamos la sugerencia de un
extraño con quien conversamos después del trabajo, pero (más tarde esa noche) fantaseamos
dónde y cómo se habrían desarrollado las cosas si hubiéramos seguido su insinuación. Bien por
nosotros que no fuimos allí, pero mantener el exterior limpio no hace el interior impecable.

Mi punto NO es decirle que, ya que los pensamientos pecaminosos son tan malos como las
acciones pecaminosas, usted también puede llevar a cabo las fantasías malignas de su corazón.
NO le estoy diciendo que no importa si actúa bien o mal. El Nuevo Testamento nos dice que
“andemos decentemente” y “desechemos las obras de las tinieblas”.29 El bien y el mal todavía
existen.

Equiparar los pecados internos con los externos no es dar licencia a la gente para llevar a cabo
sus fantasías; más bien, es dar evidencia para que la gente enfrente su condición pecaminosa.
Jesús estaba hablando con personas que creían que habían evitado ser infectadas por la fuerza
del pecado. Les estaba diciendo que, aunque hubieran o no aparecido los síntomas, estaban
infectadas con una enfermedad mortal. Jesús no estaba ofreciendo licencia para pecar (aboliendo
la ley); Él no estaba diciendo que el bien y el mal ya no importan.

Llegando a la Raíz
La gracia NO es Dios declarando: “Todo vale”.

El verdadero problema que enfrenta cada persona es cómo llegar a ser justo por dentro y por
fuera, justo completamente. Jesús recordó a los fariseos que “el que hizo lo de afuera, ¿no hizo

24
Mateo 5:21ss
25
Mateo 6:4, 6
26
Hebreos 4:13
27
Filipenses 3:3-4
28
Mateo 5:27-28
29
Romanos 13:12-13

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también lo de adentro?”30 Guardar la ley no podía curar el corazón terriblemente enfermo de los
fariseos,31 y tampoco puede limpiar el nuestro. La obediencia a las normas de comportamiento
no tiene el poder limpiador para llegar a nuestro interior, donde los pecados se arraigan y crecen
una y otra vez.

En la medida en que calibremos lo bien que estamos haciendo en nuestra caminata de fe,
basados principalmente en nuestro comportamiento, nos acercaremos peligrosamente a la
enseñanza de los fariseos, que limpian “lo de afuera del vaso y del plato, pero por dentro están
llenos de robo y de maldad”.32 Puede que nadie (más) sepa de nuestras transgresiones a menos
que seamos sorprendidos “en el acto mismo”,33 pero aun aquellos hallados irreprensibles en
cuanto a “la justicia de la ley”,34 saben que no están sin pecado.

El apóstol Pablo enfatiza este punto cuando explica que los gentiles—los que no tienen la ley—no
“iban tras la justicia” obedeciendo los mandatos. Y, sin embargo, alcanzaron “la justicia que es
por fe”.35 Por el contrario, Israel trató de alcanzar la justicia por medio de la obediencia a la ley,
pero nunca la alcanzó. “¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino…por obras”.36 Los judíos,
que tenían la ley, no entendieron el plan de Dios para restaurar la justicia entre su pueblo; en
cambio, procuraron “establecer la suya propia” y no confiaron en la provisión de justicia de Dios.37

Pablo dice que sus compatriotas fueron “desgajados” del “olivo cultivado” por su “incredulidad”,38
pero “si no permanecen en su incredulidad”, “serán injertados” por Dios “de nuevo”.39 La fe en
Cristo, no la obediencia a la ley, establece nuestra justicia ante Dios. La fe permite a todas las
personas volverse justas—aunque están manchadas por el “pecado original”.

Una Cura
Revisemos rápidamente la cronología espiritual de la historia. Cuando Adán desobedeció a Dios,
el virus de la fuerza del pecado “entró en el mundo” y la muerte se extendió a cada persona.40 Por
esa invasión, todos fuimos “constituidos pecadores”.41 No importa cuánto la gente se esfuerce
por evitar contraer el virus, ya estaba actuando en ellos, dando comienzo al fin de sus días (y a la
vida como Dios quería que fuera).

Transcurrieron casi 2500 años desde el momento en que la fuerza del pecado infectó nuestra
raza hasta que Dios dio la ley. Si su intención era simplemente tratar el virus del pecado, parece

30
Lucas 11:40
31
Jeremías 17:9
32
Lucas 11:39
33
Juan 8:4
34
Filipenses 3:6
35
Romanos 9:30
36
Romanos 9:31-32
37
Romanos 10:3
38
Romanos 11:20
39
Romanos 11:23
40
Romanos 5:12
41
Romanos 5:19

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Abrazando La Gracia | 119

desconsiderado retener el remedio por tantos siglos. Por otro lado, si lo contrario es verdad, y Dios
no quería que nadie confundiera la ley del comportamiento con una cura para la fuerza del
pecado, entonces el espacio de tiempo tiene mucho más sentido.

Dios nos preparó un “mejor camino” que la obediencia externa.42 Jesús es ese “camino nuevo y
vivo” a la justicia. Remplaza la ley como el medio por el cual somos hechos justos ante Dios, y es
por esto que la Biblia dice que Él “es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”.43 La ley
nunca llegó a las raíces de nuestro pecado; tampoco podía tratar con “el pecado original” que nos
contamina a cada uno.

Cristo fue “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”,44 y gracias a “la obediencia de Uno”, hay
una cura para el virus del pecado.45 Como lo expresa Pablo: “Tal como por una transgresión resultó
la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la
justificación…para todos los hombres”.46

La desobediencia de Adán nos infectó; la obediencia de Cristo nos cura. Adán nos hizo injustos;
Cristo nos hace justos.47

No lo logramos ni lo pudimos ganar con nuestros propios esfuerzos o con protocolos de higiene.
No conseguimos el antídoto porque fuéramos lo suficientemente buenos, o nos esforzáramos
mucho.48 La cura no es un remedio casero. Es más parecido a un certificado de regalo que a un
paquete de regalo; le concede al portador “vida eterna en Cristo Jesús”.49 Le provee inmunidad
eterna de acusación y condenación.50 En la gran ecuación de la eternidad, nuestra raza malogró
todo lo que Dios hizo y planeaba para nosotros. Dios enderezó ese mal, no a través de nuestros
esfuerzos y obras individuales, pero de una vez y para siempre, Él, Él mismo, trajo la salvación
para toda la gente: “Vio que no había nadie…quien intercediera”, por eso “su brazo le trajo
salvación”.”51

¿Justicia?
Usted y yo no estuvimos en el jardín. Nosotros no fuimos aquellos por cuya desobediencia fuimos
hechos irreversiblemente injustos. La simiente y la sangre de Adán nos infectaron al nacer, incluso
antes de que nosotros mismos violáramos los mandatos de Dios. De modo que, aun cumpliendo
perfectamente la ley de Moisés, no podemos librarnos del pecado. ¿Es esto justicia?

42
Hebreos 10:20 (ver Hebreos 7:19-22 y 8:6)
43
Romanos 10:4
44
Filipenses 2:8
45
Romanos 5:19
46
Romanos 5:18
47
Romanos 5:19
48
Romanos 4:2-5; Efesios 2:8-9
49
Romanos 6:23
50
Juan 3:18, 36
51
Isaías 59:16

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CONVICCIÓN, CONDENACIÓN Y CORTANDO LA MALEZA | 120

No.

Usted y yo no estuvimos en el calvario. No fue nuestra obediencia y muerte la que nos hizo
irreversiblemente justos. La simiente y la sangre de Cristo nos curaron al nacer de nuevo. De modo
que cumplir imperfectamente la ley de Moisés no nos infectará de nuevo con el virus del pecado.
¿Es esto justicia?

No.

Oh, alabado sea Dios

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CAPÍTULO 12

EL TUTOR, EL TEST Y EL
MELLIZO
Hasta aquí, he dejado por fuera una de las mejores explicaciones conocidas de la ley como
“nuestro ayo para llevarnos a Cristo”.1 Este concepto familiar acerca de la ley habría encajado
perfectamente en los capítulos anteriores cuando hablé acerca de los beneficios y ventajas que
la ley nos da. Quizás usted se pregunte por qué omití esta metáfora familiar sobre el Antiguo Pacto
en el Nuevo Testamento.

Si alguna vez ha jugado al Scrabble, sabe que cuando no puede encontrar una buena palabra
para jugar, mover las fichas de letras cambiándolas de lugar a menudo revela nuevas
posibilidades. Al utilizar deliberadamente otro lenguaje para explicar cómo la ley de Moisés encaja
y obra en conjunto con la gracia de Dios, estoy tratando de colocar sus fichas de letras en un orden
diferente, a fin de que vea las cosas bajo una nueva luz. Ha estado observando el tablero por largo
rato y de verdad quiere otra manera de pensar sobre las cosas, ¿cierto? Llegar a diferentes
conclusiones por lo general requiere tomar diferentes rutas.

Reconciliar “ser bueno” con “ser perdonado” no es un tema sencillo, que se complica más
adelante por el autorreproche y esos terribles y persistentes sentimientos de culpabilidad. Gran
parte de esta culpabilidad es generada por el espíritu maligno al que yo he llamado el Espíritu del
Fariseo. El legalismo, esa doctrina del demonio, enseña que si queremos ser (más) aceptables a
Dios, debemos mejorar nuestro comportamiento y mantener un adecuado nivel de moralidad. Si
no alcanzamos esos niveles estándares de conducta, somos puestos a prueba bajo la ira e
impaciencia de Dios. Si no ponemos orden, dice que al final “caeremos”.

Frases simplistas y citas incompletas de la Escritura no nos ayudarán a resolver las cosas. Como
lo he estado sugiriendo a lo largo de este libro, algunas veces el camino largo es la mejor manera
de llegar a una comprensión sencilla. Por eso, intencionalmente he evitado los atajos rápidos, y

1
Gálatas 3:24

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he tomado más tiempo mirando al fondo de su verdadera pregunta (es decir, la razón por la que
compró este libro) más de lo que usted quisiera.

Las imágenes y las frases pueden volverse tan familiares que pierden gran parte de su mensaje.
Es por esto que me resistí a reintroducir la ley como tutor, porque lo conocemos muy bien. O, por
lo menos creemos que sí lo conocemos. Probablemente se sorprenderá al saber que la porción
restante de la frase incompleta, que con tanta familiaridad usted cita, dice: “A fin de que seamos
justificados por fe”. Esto es lo que Pablo dice:

Y antes de venir la fe, estábamos encerrados bajo la ley, confinados para la fe que había
de ser revelada. De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a
Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe. Pero ahora que ha venido la fe, ya no
estamos bajo ayo. ~Gálatas 3:23-25

Como le he estado diciendo, la fe es la clave de todo lo que Dios tiene en mente para nosotros. Él
promete; nosotros creemos. Esta es la ecuación siempre presente en el trato de Dios con la gente.
Sin una promesa de Dios y fe en nuestro corazón, es imposible agradarlo con nuestro
comportamiento. Aunque bien intencionados, nuestros esfuerzos en la Carne siempre y solamente
producirán resultados en la Carne.

Los mandatos en la ley nunca tuvieron el propósito de ser las palabras finales de Dios para
nosotros. Como aprendimos en el capítulo anterior, la ley de Moisés fue una promesa profética:
Dios enviaría a un Salvador como un sacrificio, de una vez y para siempre, para quitar nuestros
pecados como el chivo expiatorio en el desierto. Dios envió a su Hijo a ser “el Salvador del
mundo”, 2 y “cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la
humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme
a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu
Santo”.3 Así es como es Dios.

Todo el tiempo, su plan ha sido justificarnos “por su gracia”, y hacernos “herederos según la
esperanza de la vida eterna”.4 El propósito de Dios “desde la eternidad” ha sido manifestado “por
la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la
inmortalidad por medio del evangelio”.5

De Cristo en adelante, ya no estamos bajo la custodia de la ley de Moisés. La ley del


comportamiento estaba atenta a la venida de Cristo, a fin de hacernos señas como un observador
vigilante: “Él está aquí. Él está aquí, por fin”. No necesitamos que nadie ni nada nos diga que
Jesús viene cuando Él está aquí en nuestro corazón.

UN TUTOR

2
Juan 4:42; 1 Juan 4:14
3
Tito 3:4-5
4
Tito 3:7
5
2 Timoteo 1:9-10

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Comencé mi última noche ese verano en Atenas aplaudiendo a la audiencia por haber sobrevivido
a todas las lecciones de historia y al material de la conferencia que les presenté durante las tres
noches. Felicitaciones también para usted, querido lector. Apuesto que hubo porciones de este
libro que casi lo hicieron sentir como si hubiera regresado al colegio. ¿Recuerda esos días: tareas,
trabajos y exámenes?

¿Recuerda, así como yo, a ciertos estudiantes que terminaban los exámenes de álgebra o química
temprano y los colocaban en la mesa del profesor, mucho antes que terminara el tiempo de la
clase? Esos compañeros de clase brillantes respondían todo en su test; no necesitaban esperar
a los que no podíamos, no importaba cuánto tiempo tuviéramos. Me parecía que aquellos que
salían temprano del examen siempre sacaban las notas más altas en los test. Una vez probé su
técnica de hacer el test y descubrí que el secreto para sacar una buena nota no es el tiempo que
usted toma en entregarlo. Lastimosamente, la clave es realmente saber el material del tema.

Esta es la razón por la que asegurar la ayuda de un buen tutor puede hacer la diferencia entre
aprobar o reprobar un examen. Sabiendo que sus hijos no entienden naturalmente cuestiones de
la vida espiritual y la eternidad—al igual que algunos de nosotros no somos buenos en ciencias y
matemática—Dios empleó los servicios de un tutor para nuestro beneficio. Designó a la ley de
Moisés para prepararnos para el examen final de la vida, al menos, para la primera mitad de ella.

¿Verdad que sí sabía que la vida tiene un examen final? Algunos individuos no creen que un Dios
amoroso vaya alguna vez a evaluar a la gente y, desafortunadamente, no se preparan para el gran
test hasta que es demasiado tarde. La evaluación final es MUY importante. Nuestras respuestas
determinan nuestra eternidad. Gracias a Dios, el test es corto y diseñado para terminarlo pronto,
antes del fin de nuestra vida. Tan pronto sepamos las respuestas correctas, podemos completar
el examen final, entregarlo, y esperar con confianza la eternidad. Qué alivio. No más exámenes.
Finalizamos éste y estamos listos para siempre.

Incluso para las personas que luchan con cuestiones espirituales, es relativamente fácil, con sólo
dos preguntas sencillas. La hoja de respuestas no tiene espacio para explicaciones largas. Un
simple “Sí” o “No” responde a las preguntas #1 y #2. También es un examen final con “libro
abierto” y estamos bienvenidos a estudiar con amigos. Mirar por encima del hombro las
respuestas de un vecino, está completamente permitido—y aun promovido. ¿Qué puede ser más
fácil?

La Primera Pregunta
Yo no sé si esto facilita el gran test o lo hace más difícil, pero los investigadores han observado
que las personas que contestan mal la primera pregunta, siempre tienen también mal la segunda.
Virtualmente, en cada caso, la respuesta que las personas dan a la pregunta #1 es la respuesta
que dan a la pregunta #2.

¿Cierto que esto convierte a la pregunta #1 en una pregunta muy decisiva? Y explica por qué el
tutor contratado se concentra exclusivamente en ayudarnos a obtener la respuesta correcta para
la pregunta #1. El trabajo del tutor es repasar la respuesta correcta a esa pregunta crucial, una y
otra vez.

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La pregunta #1 es corta y sencilla: ¿Es usted culpable?

Para ayudar a las personas a responder correctamente, la ley del comportamiento proporciona
una trampa legal (en letra pequeña). Enumera varias preguntas de seguimiento como: ¿Alguna
vez le ha hecho daño o ha utilizado a otra persona para beneficio o satisfacción personal? ¿Ha
deshonrado a Dios o a sus progenitores? ¿Ha codiciado o robado lo que le pertenecía a otro? En
el pensamiento o la acción, ¿ha matado o asesinado el carácter de alguien? ¿Ha deseado a
alguien más que no sea su cónyuge? ¿Ha chismeado, mentido o jurado con rabia? ¿Ha juzgado a
otros, vivido en autocompasión o amargura? ¿Ha mentido en sus impuestos, fantaseado
inapropiadamente o se ha hecho el ciego hacia aquellos en necesidad? Usted puede decir
apegado a la verdad que el test está arreglado—para hacerlo correctamente.

La ley del comportamiento, nuestro tutor provisto por Dios, nos convence que “Sí” es la respuesta
correcta a la pregunta #1 al señalar fielmente cuándo, dónde y cómo violamos el camino de Dios.
La ley repasa nuestra culpa como tablas de multiplicar, de modo que memoricemos el veredicto.
El tutor de culpabilidad usa un vocabulario limitado, casi sólo una única palabra: “Culpable”. Eso
es todo lo que se necesita para tener correcta la pregunta. Él quiere que apruebe el gran examen.

Presentada la clara evidencia, sorprende el tiempo y la vehemencia con que las personas (como
nosotros) reaccionan: “No, yo no. No soy culpable. No soy culpable”. Esta protesta de “No soy
culpable” parece estar profundamente incrustada en el centro de nuestro ser y es casi instintiva,
como si hubiéramos sido hechos de esa manera. La gente piensa que lo peor que le puede pasar
es ser encontrada culpable. Dios lo ve más como el diagnóstico de una enfermedad tratable. Si
se detecta a tiempo, la culpa se puede curar.

Personas Falsas
Por cierto, una estratagema favorita de los espíritus malignos es la de implantar rasgos de
identidad falsificados dentro de la naturaleza pecaminosa de la gente para que crea que esas
cualidades falsas, son parte de ella. Negar esos impulsos pecaminosos se siente como una
negación de su verdadera persona. Como evidencia de su autenticidad, esas raíces
profundamente engañosas crecen y dan fruto. Entre más coma la gente de ese falso fruto, más
crecen esas características de la personalidad y asumen un lugar “natural” en su vida. Esta gente
presume equivocadamente que lo que parece tan natural, debe ser innato, tal como nacieron. Las
ramas engañosas con el tiempo reclaman un lugar junto a las verdaderamente hechas por Dios.

La verdad es que Dios no predispone a la gente para violar sus caminos. Nosotros mismos nos
hacemos pecadores cuando cambiamos “la verdad de Dios por la mentira”6 y creemos lo que el
enemigo de nuestra alma dice acerca de quién y qué somos. Cada uno de nosotros ha sido hecho
a la imagen de Dios y diseñado para funcionar adecuadamente en el orden en que Dios lo creó.

Sin embargo, nuestra naturaleza pecaminosa es bastante luchadora, y alega su inocencia hasta
el último suspiro. El orgullo, el temor y la ilegalidad crean un estribillo en nuestra alma, que grita:

6
Romanos 1:25

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“NO soy culpable”. Una de las maneras más seguras de presentar el caso de su inocencia es
afirmando: “Fui hecho así; este soy yo”. Las cuestiones de culpabilidad se distraen con defensas
de identidad.

Tal vez por eso el tutor nunca realmente cesa de dar clases. La ley repite como tarjetas de
aprendizaje usadas para aprender de memoria: “Culpable. Culpable. Culpable”. Incluso después
de haber aprendido a contestar la pregunta #1, la ley refuerza continuamente las clases
anteriores: “Usted es culpable aquí, culpable allí, culpable en todas partes”. A veces nos distrae
para seguir escuchando la vieja lección—después de que hemos entregado nuestro examen—pero
necesitamos el recordatorio. Además, no debemos esperar que la ley del comportamiento cambie
su tonada. No tiene mucho más que decirnos.7

La Segunda Pregunta
El tutor no fue necesariamente contratado para enseñar la respuesta correcta a la pregunta #2, y
la respuesta parece tan obvia, que cuesta trabajo pensar que alguien necesite acompañamiento
para tenerla correcta. La respuesta correcta a la pregunta #1 (es decir, “Sí”) conduce
perfectamente a la respuesta correcta a la segunda pregunta en el gran final.

La pregunta #2 simplemente pregunta: “¿Quiere ser perdonado?”

La primera pregunta (“¿Es usted culpable?”) es un total montaje para la segunda (“¿Quiere ser
perdonado?”) porque el plan de Dios ha sido siempre el de extender gracia a las personas que
reconocen su culpa. 8 Los únicos que dejan pasar la gracia son aquellos muy orgullosos para
admitir que no siempre viven la vida correctamente.9 Los pecadores que reconocen sus malas
acciones pueden esperar misericordia y perdón en el Nuevo Pacto. Jesús el Médico vino por los
enfermos, y ofrece perdón a los pecadores, no a los justos.10 Jesús devuelve la vista a los que
admiten que están ciegos, pero aquellos que afirman que ven (es decir, que alegan que no pecan),
permanecen en su pecado.11

Es justo decir que el arrepentirse de la culpa es el “principio del Evangelio”.12 El legalismo trata
de hacer de nuestra culpa el fin de la historia, un comentario concluyente sobre nuestra vida y
ministerio. Si la culpa con toda seguridad conduce a la condenación y el castigo, ¿quién sino un
tonto admitiría de buena gana la culpa? Pero, por otro lado, si la convicción y la confesión de la
culpa conducen al perdón, ¿quién sino un tonto negaría la culpa? Esta es la razón para que haya
dos preguntas en el Final Final.

El perdón no se aplica a la gente inocente. En consecuencia, la gente culpable a veces encuentra


poco alivio de los sentimientos de culpa, porque insiste con vehemencia en su inocencia. Hasta

7
1 Timoteo 1:8-11
8
Romanos 5:19-21
9
Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5
10
Lucas 5:31-32
11
Juan 9:39-41
12
Marcos 1:1-4

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que la culpa no sea un hecho registrado en nuestra alma, no buscaremos o encontraremos el


perdón.

La ley de Moisés no ha pasado.13 Sigue haciendo su trabajo muy eficazmente, instruyéndonos


sobre nuestra culpa. Pero recuerde, “culpable, culpable, culpable” no es el mensaje final del
Evangelio. El tutor (es decir, la ley) tiene un amplio conocimiento de la culpa—y tiene indicios de
redención—pero no sabe mucho sobre el perdón y la gracia. Lo que el tutor nos dice, hasta donde
se sabe, es verdad, pero su conocimiento es incompleto.

A pesar de que el mensaje del Evangelio fue predicado desde Abraham,14 la ley (y los profetas)
tuvieron una comprensión limitada sobre el plan final de Dios de justificar al culpable por fe.
Solamente más tarde Dios reveló completamente a su Hijo como la ofrenda por la culpa, de una
vez y para siempre y por todos los pecados,15 quien destruiría “el pecado por el sacrificio de sí
mismo”.16

Juan el Bautista anunció al Mesías “predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de


pecados”. 17 Dios levantó a Jesús “a su diestra como Príncipe y Salvador, para darnos
arrepentimiento…y perdón de pecados”. 18 “Culpable” ya no es la palabra final, a menos que
olvidemos la pregunta #2: “¿Aceptaría la expiación (pago) de Jesús para quitar su culpa?”

Un Guía
Desafortunadamente, muchos creyentes—que respondieron correctamente la pregunta #2
cuando llegaron a Cristo—olvidan responderla en su vida cotidiana. Nuestro olvido es entendible
porque todavía nos estamos acostumbrando a nuestra nueva condición como miembros maduros
de la familia de Dios. Todavía estamos en el proceso de darnos cuenta de lo ricos que somos.
Hasta cuando Dios habló de la nueva “promesa del Espíritu” para toda la gente,19 la ley actuó
como guía sobre los asuntos de nuestra vida.

Nos entrenó y nos dijo lo que podíamos y no podíamos hacer; éramos como herederos menores
de edad bajo la autoridad de la ley.20 Sin embargo, en “la plenitud del tiempo”, Dios envió a Jesús
a “que redimiera a los que estaban bajo la ley”, y nos liberó de su autoridad para administrar
nuestros asuntos.21

Como a una mujer cuyo marido ha muerto, hemos muerto a la ley y ya no estamos ligados a ella,22
pero nos toma tiempo acostumbrarnos a este nuevo estado. La respuesta correcta a la pregunta

13
Mateo 5:18
14
Gálatas 3:8
15
Hebreos 7:27; 9:13-14
16
Hebreos 9:26
17
Marcos 1:4
18
Hechos 5:31
19
Gálatas 3:14
20
Gálatas 4:1-7
21
Gálatas 4:4-5
22
Romanos 7:1-4

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#2 continúa siendo “Sí”—cada día, a lo largo de nuestros días.

EL MELLIZO MALVADO
Hablando de preguntas, ¿alguna vez ha sentido que tiene un mellizo malvado, alguien que se
parece a usted, pero en realidad es Otro-usted dentro de usted-usted, que se apropia de su
verdadero-usted?

Yo sí. Siento como que tengo otro-yo dentro de mí.

Me siento avergonzado por las fantasías que otro-yo (no Verdadero-yo) juega en mi mente. Como
un soldado aturdido en la secuela de una batalla terrible, Yo-yo deambula en conmoción espiritual,
anonadado por la enorme maldad cometida por Mellizo-yo. Verdadero-yo tiene poca memoria de
haber hecho lo malo—o de cómo llegué hasta esto en mi vida. Quiero preguntarle a mi Mellizo-yo:
“¿Quién eres? ¿Qué estabas pensando? ¿Qué has hecho? ¿A dónde nos has llevado?”

Ese-yo horroriza a este-yo. Mellizo-yo impacta a Yo-yo.

Como fervientes creyentes en Cristo, ¿es cierto que estamos avergonzados por nuestra debilidad
para resistir la tentación, nuestro afán de golpear a alguien con falta de amabilidad, o nuestra
alegría al ver a los adversarios tropezar? Podemos comportarnos mejor y queremos hacerlo mejor,
y la mayor parte del tiempo, incluso optamos por lo mejor, pero no siempre. ¿Cómo podemos ser
tales hipócritas, pensar y hacer lo que sabemos que está mal, pero hacerlo de todos modos? Nos
sentimos como impostores espirituales. Afirmando ser seguidores de Cristo, levantamos nuestro
corazón en alabanza, y simultáneamente lo recogemos en la alcantarilla. Nos deslizamos tan
rápidamente de vencedores a voyeristas.

Voy a preguntar de nuevo, como lo hice en Grecia: “¿Ha sentido alguna vez que tiene en mellizo
malvado?”

No necesita responder. A medida que repasaba la clase de caídas comunes a todos nosotros, y
me detuve para permitir que mis amigos griegos pensaran en las fantasías que han abrigado en
su corazón, también permanecieron en silencio. La retrospectiva de caídas y otros puntos de
arrepentimiento inflamaron la vergüenza en su mente. Me paré en silencio en el escenario y los
dejé solos con los secretos recordados, los videoclips repetidos y los recuerdos de decisiones
tomadas. La condenación colmó al auditorio en Grecia.

Escuché el martillo golpeando sus corazones temerosos: Culpable. Culpable. Culpable.

La horrible letanía de culpa inicia una conocida y vergonzosa secuencia de pensamientos en


nuestra mente, ¿cierto? Somos torturados y condenados por la verdad que resuena de nuestro

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ser íntimo, como lo hizo en el de David: “Yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está
siempre delante de mí”.23

Culpable. Culpable. Culpable. ¡Oh no!

Y en medio de toda la teología y la retórica, aquí es donde vivimos nuestros días, trabajando bajo
acusaciones legales, tentados a acobardarnos bajo las estridentes acusaciones contra nosotros.
Ya se trate de un patrón de maldad no detectado, de un punto de obstinación presente, o de la
propagación de un fuego hirviendo por largo tiempo en nuestra Carne, nuestro pecado nos
decepciona. Nos condena, tal vez no al infierno, sino a una incómoda evasión de nuestro Salvador.
Nos reprendemos: debería haber sido más fuerte, más inteligente y más rápido para escapar.

Tal vez esta es la razón principal por la que compró este libro. Esperaba una manera de silenciar
las acusaciones. En cambio, lo estoy poniendo cara a cara con las mismas cosas que quería que
se fueran de su alma. Si estuviéramos sentados juntos tomándonos un café, estoy seguro que
estaría reprochándome con sus ojos, como si yo le hubiera fallado y lo hubiera “delatado” como
un pecador. He expuesto su lado oscuro y el secreto saboteador de su alma. Esperaba un consejo
discreto para hacerlo un mejor cristiano, menos propenso al pecado, y he anunciado el contenido
de su bolsa de desperdicios. Pero hay una razón, por favor, continúe leyendo.

El Ladrón de Identidad
La razón por la que usted y yo sentimos que tenemos un mellizo malvado es porque, bíblicamente
hablando, lo tenemos.

¿Qué otra cosa explica por qué hace las mismas cosas que verdadero-usted no desea hacer?
¿Qué otra explicación puede dar del porqué usted no practica lo que quiere hacer?24 En la parte
más profunda y central de su corazón, se ha presentado completamente a Dios, y lo ha invitado a
ser Señor de cada parte de su cuerpo y de su mente.25 Sin embargo, al mismo tiempo, se entrega
a hacer “el mismo mal” que odia.26 Usted ama a Dios, y no sabe por qué hace lo que hace.

Por increíble que parezca, un mellizo malvado habita en el mismo espacio que usted.27 Así como
le di un nombre al Espíritu del Fariseo, nombraré esta otra persona en su vida Mellizo M. Lo que
usted odia, él ama. Lo que usted sabe que es incorrecto hacer, él quiere hacerlo, y le hace sentir
que no tiene opción en el asunto. En el mismo momento en que usted está haciendo una cosa,
Mellizo M. puede estar haciendo exactamente lo opuesto. Es por eso que usted a veces se siente
como si se estuviera volviendo loco. Mellizo-usted suplanta diariamente a usted-usted,
apropiándose de su verdadera identidad y utilizando su “tarjeta de crédito” (es decir, su buen
nombre) para hacer compras morbosas y despreciables.

23
Salmos 51:3
24
Romanos 7:15
25
Romanos 6:13
26
Romanos 7:19
27
Romanos 7:14ss

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No es de extrañar que nos confundamos por nuestro comportamiento.28 Mellizo M., su otro-yo, se
opone a usted y al plan de Dios para su vida. A pesar de que usted se jura a sí mismo que no
permitirá que pase de nuevo, Mellizo M. se ríe de usted. Otro-yo hace lo que detestamos, y nos
hace sentir responsables de hacerlo. Le encanta incriminarnos por actos de transgresión de la ley,
y disfruta viéndonos tomar la culpa.

Astuto, completamente sin ley, y muy, muy malo, Mellizo M. desacata por completo toda intención
de la ley de Dios. Nada bueno mora en Mellizo-yo.29 Decidido, bien preparado y muy fuerte (en la
Carne) por lo que se burla de nuestras buenas intenciones mientras nos matonea y nos arrastra
a lugares donde no queremos estar. Carnal-yo mantiene a espiritual-yo como rehén para hacer su
voluntad.

El Espíritu del Fariseo sabe cómo citar las Escrituras y sonar muy bíblico. Si no conocemos la
verdad completa de las Escrituras y el plan de salvación de Dios por fe, ese mentiroso espíritu
maligno puede engañarnos, como la serpiente engañó a Eva. Tal vez usted ha oído lo que yo oí
durante tantos años de sus labios acusadores: “Sí, ha sido perdonado y salvado por gracia, pero
Jesús le dijo vaya y no peque más. Si continúa ‘pecando deliberadamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados’.30

Después de todo: ‘Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado’”.31

Con unos pocos versículos bien colocados que solo recordamos a medias, El legalismo nos
conduce a una conclusión inevitable: Si “ninguno que es nacido de Dios peca”, y yo he pecado,
¿esto significa que…? ¿He perdido, o nunca he tenido verdaderamente, relación con Dios? Ya que
hago las cosas que Dios odia, ¿ahora Él me odia? Todavía peco, ¿soy todavía salvo?

Oh, no. Culpable. Culpable. Culpable.

Protección de la Identidad
La gracia llega a un mismo veredicto que la ley, pero para un acusado diferente. Dios acusa a otro-
mí en lugar de a mí-mí como el culpable. A esta comprensión que cambia la vida llegó el Apóstol
Pablo cuando consideró el pecado innegable en su propia vida. Siga su razonamiento y reclámelo
como suyo:

1. Yo estoy de acuerdo con la ley de Moisés, de que se ha pensado o hecho algo injusto y
malvado;
2. Las huellas dactilares y las huellas de ADN encontradas en la escena del pecado me
señalan;
3. Pero no quiero hacer tal cosa; es “lo que aborrezco”;32

28
Romanos 7:15
29
Romanos 7:18
30
Hebreos 10:26
31
1 Juan 3:9
32
Romanos 7:15

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4. Ya que es “lo que no quiero hacer” en mi vida, entonces alguien que no soy yo, debe ser
el que lo hace.33
5. El ADN es casi idéntico al mío, por lo que debe pertenecer a Mellizo M.
6. Mellizo M. es culpable; no hay, por lo tanto, ninguna condenación para mí.34

Culpable. Culpable. Culpable. Oh, sí. Absolutamente culpable -Mellizo M, no Yo-yo.

“Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado” no es una amenaza, o una medida de
acuerdo con la cual usted y yo seamos juzgados por el Espíritu del Fariseo y sus profetas. Todo lo
contrario: es la única promesa más grande en el Nuevo Pacto. Cuando recibimos a Cristo como
Salvador, “nacimos de nuevo”. Es el cómo y el porqué podemos ver y entrar en el Reino de Dios.35
Al “ser hallado(s) en Él, no teniendo mi (nuestra) propia justicia derivada de la ley, sino la que es
por la fe en Cristo”,36 somos nuevas criaturas.37 En pocas palabras, nacimos de Dios.38

Antes de “recibir vida” en su espíritu, había uno de usted. Ahora hay dos de usted: Viejo-usted
“muerto a causa del pecado”;39 y Nuevo-usted “vivo para Dios en Cristo Jesús”.40

Dios nunca confunde Nuevo-usted con Viejo-usted. Él conoce todo lo de Otro-usted, Carnal-usted,
Falso-usted. Aunque Mellizo-usted puede parecer idéntico a usted-usted, Dios puede distinguirlos.
Mellizo M. fue “vendido a la esclavitud del pecado” hace mucho tiempo.41 Viejo-usted ya estaba
“muerto en delitos” antes de nacer del vientre de su madre.42 La vieja-naturaleza, solía ser el
único usted, nacida de la Carne…y fue maldecida por la desobediencia de Adán. 43 La
descendencia de Adán (es decir, su simiente) ‘toda muere’; 44 por eso nunca hubo ninguna
esperanza para que el Otro-usted se reconciliara con Dios.

Por esto Dios creó un nuevo pueblo para sí mismo, 45 “linaje escogido…nación santa, pueblo
adquirido para posesión de Dios” mediante la promesa a Abraham.46 Dios apartó al padre de la
fe y su descendencia al declarar: “En tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra”
(es decir, no maldecidas).47 Recuerde, Dios usa promesas, no mandamientos, para afianzar a la
gente en Él, y “las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia…es decir, Cristo”.48

33
Romanos 7:17, 20
34
Romanos 8:1
35
Juan 3:3, 5
36
Filipenses 3:9
37
2 Corintios 5:17
38
Juan 1:13; 1 Pedro 1:23
39
Romanos 8:10
40
Romanos 6:11
41
Romanos 7:14
42
Efesios 2:1
43
Juan 3:6; Romanos 5:18-19
44
1 Corintios 15:22
45
Isaías 43:21
46
Deuteronomio 7:6-8; 1 Pedro 2:10
47
Génesis 22:18; Hechos 3:25
48
Gálatas 3:16

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Como un creyente en Cristo, el Nuevo-usted ha “nacido de nuevo, no de una simiente corruptible,


sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece”.49
Por fe y mediante la gracia, Nuevo-usted, Espiritual-usted es un descendiente de Abraham,
“creado en la justicia y santidad de la verdad”.50 La promesa de Dios estos miles de años después
de Adán, Noé, Abraham, Moisés y la aparición de Cristo es que, si usted cree en Jesús, se convierte
en un hijo de Dios, “que no nacieron (nació) de sangre, ni de la voluntad de la Carne, ni de la
voluntad del hombre, sino de Dios”.51

Esta es la increíble promesa transformadora que cambia todo. Ya que la simiente de Dios dio vida
a su espíritu por fe, nacido de Nuevo-usted “no puede pecar”.52

Viejo-usted permanece lleno de injusticia y muerte, y siempre será un pecador. Pero, así como
Jesús nunca pecó, tampoco el Nuevo-yo peca porque “ya no soy yo (Mellizo-yo ) el que vive, sino
que Cristo vive en mí (mí-mí); y la vida que ahora vivo en la Carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios,
el cual me amó ( Nuevo-yo ) y dio su vida por mí (mí-mí)”.53

Verdadero-yo. Por siempre-yo. Yo que nunca peca o muere de nuevo.

49
1 Pedro 1:23
50
Efesios 4:24
51
Juan 1:12-13
52
1 Juan 3:9
53
Gálatas 2:20

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CAPÍTULO 13

ADIÓS, AL TIPO VIEJO Y


MUERTO
Como lo sospechaba, algo—alguien—ha estado trabajando en su contra para sabotear su ferviente
resolución de seguir a Jesús completamente y en obediencia. Mellizo M. tiene muchos alias. O,
debería decir, la Biblia usa varios nombres para nuestro lado malvado que divide nuestro espacio
vital en dos partes desiguales. Digo desiguales, porque Mellizo-yo supera a Yo-yo por un margen
considerable, ya que ha tenido más tiempo para crecer y desarrollarse. Mellizo-yo “con sus
pasiones y deseos”,1 está trabajando activamente “en los miembros de nuestro cuerpo a fin de
llevar fruto para muerte”.2

La Carne es quizás el nombre más familiar para el Otro-yo. Antes de llegar a Cristo, éramos como
siameses, unidos juntos con la Carne desde el nacimiento. Uno con él, “vivíamos en las pasiones
de nuestra Carne, satisfaciendo los deseos de la Carne”.3 Al estar unidos, compartíamos la misma
suerte que nuestro mellizo, destinados para la ira que Dios derrama sobre “toda impiedad e
injusticia”.4 Como dice el dicho, podíamos darnos por muertos.

Pero cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, Dios realizó una operación profundamente
espiritual para separar para siempre a un mellizo del otro. “Mediante la circuncisión de Cristo,”
una “circuncisión no hecha por manos”, 5 Dios separó la Carne de nuestro espíritu. Fue una
circuncisión interior, “la del corazón, por el Espíritu, no por la letra”.6 Dios nos dio vida por gracia.7
Aunque la Carne-usted está muerta, el espíritu-usted vive, gracias a la justicia de Cristo. 8 No
hemos nacido sólo “de la Carne”, sino también “del Espíritu”.9

1
Gálatas 5:24
2
Romanos 7:5
3
Efesios 2:3
4
Romanos 1:18
5
Colosenses 2:11
6
Romanos 2:29
7
Efesios 2:4-5
8
Romanos 8:9-10
9
Juan 3:5-8; Romanos 8:8-9

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Puede poner toda su energía para lavarla y desodorizarla, la Carne siempre reafirma su rancia y
maloliente composición. Como un cuerpo muerto por largo tiempo en una tumba, la Carne no
puede ser justificada ni contada inocente a los ojos de Dios, no importa cuán virtuosamente se
envuelva en “las obras de la ley”.10

La Carne es prolífica y poderosa, y no es fácil de vencer. Como un jefe del crimen despiadado, con
placer perverso trata de volverlo corrupto con sobornos y amenazas; lo contamina haciéndolo
partícipe de sus asesinatos, perversiones y adicciones. Tiene un apetito voraz, pretendiendo lo
que quiere e insistiendo en ser “complacida” en “sus deseos corruptos”.11 La Carne se junta con
el pecado de todos los modos imaginables, dando luz a retoños de celos, enojo, idolatría,
sensualidad, disensión, sectarismo e inmoralidad, y a otras “obras de la Carne”.12

A veces, su mellizo malvado (Mellizo M.) es también llamado el “viejo hombre”. 13 Esa vieja
naturaleza está irremediablemente infectada por la fuerza del pecado 14—a la cual debe toda su
lealtad. El viejo hombre nos avergüenza como un pariente peculiar o un hermano cuyo
comportamiento no podemos controlar—no importa cómo razonemos o amenacemos. Nos
sentimos como hipócritas. Aunque el nuevo hombre quiere pasar la página, el viejo hombre quiere
vivir exactamente como antes.

La creación fue “sometida a vanidad” y corrupción cuando la fuerza del pecado infectó al
mundo, 15 y de la misma manera, el viejo hombre (conocido también como la Carne) está
perpetuamente descentrado y en desacuerdo con los propósitos de Dios. De hecho, Mellizo M.
ayuda a la fuerza del pecado a apropiarse de las leyes de Dios en nuestro corazón—pervirtiéndolas
de restricciones piadosas de nuestro comportamiento en “pasiones pecaminosas” que estimulan
fantasías y actividades malignas.16

Nos duele y nos confunde que las decisiones diarias de vivir rectamente no siempre son fáciles o
automáticas. Nos encontramos a nosotros mismos debatiendo con el viejo hombre, y algunas
veces escuchándolo. Si no somos cuidadosos y determinados, el viejo hombre hace lo que quiere
en y con nuestra vida. Todos los creyentes tienen esta lucha. El viejo hombre sigue apareciendo
cuando menos lo esperamos. De modo consciente e intencional, debemos tomar la decisión de
“desechar” el viejo hombre, y “vestirnos” del nuevo hombre.17

LA CARNE Y EL ESPÍRITU
Dos de mí. Dos de usted.

10
Romanos 3:20
11
2 Pedro 2:10
12
Gálatas 5:19-21
13
Romanos 6:6; Efesios 4:22; Colosenses 3:9
14
Romanos 7:18, 23, 25
15
Romanos 8:20-21
16
Romanos 7:5ss
17
Efesios 4:22-24; Colosenses 3:9-10

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“Porque el deseo de la Carne (en general) es contra el Espíritu”,18 ellos dos, los dos-de-nosotros
pelean uno contra otro constantemente como luchadores grecorromanos.19 Mantener al Viejo-yo
bajo control es una lucha de toda la vida que exige que golpee mi cuerpo muchas veces cada día.
Incluso cuando veo las señales de advertencia de que la Carne fornida se está poniendo inquieta
y hambrienta, tengo dificultad para evitar que escape de las restricciones mentales y físicas que
le pongo. Aunque trato de “disciplinar mi cuerpo” para la piedad,20 no siempre tengo éxito. El Viejo-
yo domina al Nuevo-yo la mayoría del tiempo, y eso me aflige profundamente. Estoy seguro que
también a usted.

¿No sería un sueño hecho realidad si todos sus impulsos y deseos estuvieran centrados en Cristo
y fueran justos? Imagine lo que sería ser liberado de su cuerpo de “Carne de pecado”.21 Si no
necesitara trastear su cuerpo físico y vencer su renuencia a obedecer a Dios, ¿no sería fabuloso?
Por supuesto, eso es lo que esperamos en el cielo. Pero el punto que quiero indicar es que tanto
como el Nuevo-yo quiere que el Viejo-yo se debilite y someta, también la Carne utiliza cada ángulo
y aprovecha todas las oportunidades para debilitar y agotar al Espiritual-usted. La contienda está
casada.

Carnal-usted quiere al Nuevo-usted muerto. No tiene éxito, por supuesto, en matar al Nuevo-usted.
Satanás, la fuerza del pecado y Carnal-usted, conspiran contra el Espiritual-usted, pero ellos
perdieron el “poder de la muerte” sobre su espíritu cuando Cristo murió en su lugar.22

La Siembra y La Cosecha
Sabiendo que no puede acabar su vida espiritual, el Viejo-usted trata por lo menos de debilitarlo,
para que no haga mucha diferencia en la vida de las personas que lo rodean. El Nuevo-usted es
una total amenaza para el Viejo-usted—y toda su clase de espíritus malignos—de modo que el
Viejo-usted emplea una estrategia inusual para mantenerlo desbalanceado y espiritualmente
inactivo. La mejor manera de explicarlo es que se imagine una carrera a tres piernas: Nuevo-yo y
Viejo-yo están atados juntos, una pierna cada uno, y las reglas dicen que todas las tres piernas
deben moverse juntas hacia la meta.

Viejo-usted quiere volverse muy, muy gordo, con tanto sobrepeso y fuera de forma, que Nuevo-
usted encuentra increíblemente difícil arrastrar a su pareja hacia la meta. Carnal-usted sabe que
no puede impedir que Espiritual-usted, al final, sea liberado de su homólogo carnal. Cuando usted
muera, el cordón que lo conecta con la Carne será cortado, y el Nuevo-usted será vestido con un
cuerpo celestial. Pero mientras tanto, Carnal-usted quiere detener su progreso hacia delante con
ofertas y sugerencias fascinantes.

18
Gálatas 5:17
19
Gálatas 5:17
20
1 Corintios 9:27; 1 Timoteo 4:7
21
Romanos 8:3
22
Hechos 2:22-24; 1 Corintios 15:54-57; Hebreos 2:14-15

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Espiritual-usted se somete a la ley de Dios, pero Carnal-usted sirve al pecado.23 Por esto es tan
peligroso seguir los deseos de la Carne. La decisión que tenemos que tomar una y otra vez es con
qué nos comprometemos: ¿sembraremos en el espíritu o sembraremos en la Carne?

Lo que sembramos, cosechamos. Si plantamos semillas de maíz, no brotará cebada. La ecuación


básica se tejió en la creación desde el principio cuando Dios estableció un fruto “según su género,
con su semilla en él.”24 La gracia no deja de lado las reglas de la creación anteriores a la ley.
Cuando “sembramos para la Carne”,25 sufrimos cierta medida de pérdida por esos errores, incluso
si no nos damos cuenta.

La Carne nos tienta, atrae y engaña en todas las direcciones erradas. Y nosotros pecamos.
Codiciamos, enfurecemos, tememos, mentimos y odiamos. Juzgamos a los demás y sentimos
lástima por nosotros. Nos amargamos, impacientamos y somos egoístas, y temporalmente
perdemos la lucha, ¡de nuevo!

La gracia y la ley no difieren sobre lo bueno y lo malo. El gran desacuerdo entre El legalismo y la
gracia es su consejo sobre cómo eliminar lo malo. Cuando hacemos lo malo, el Espíritu del Fariseo
se abalanza sobre nosotros con vergüenza y terrible culpa. Nos dice con desprecio: Si ve, usted
no tiene el Espíritu de Dios dentro de usted porque se entregó a deseos carnales.

Dios no es así. Su Espíritu dice: Sí, sus pecados tratan de matarlo, pero no lo vencerán, porque Yo
estoy con usted para librarlo.26

El Espíritu del Fariseo no acepta dos-de-mí. Insiste en que cualquier esfuerzo para lograr justicia
debe ser alcanzada por el Viejo-yo, Mellizo-yo, Carnal-yo, esforzándose más para disciplinar los
impulsos rebeldes. Por el otro lado, el Espíritu de Dios ofrece depurar esos deseos de nuestro
corazón, antes de que se conviertan en acciones.

La Santificación
El proceso espiritual que el Espíritu utiliza para ayudar en nuestra lucha contra la Carne es difícil
de explicar. Los teólogos lo llaman santificación—el incremento progresivo del bien y la obediencia
en nuestra vida. Tal vez ayude una analogía de un campo o un jardín. El Espíritu desplaza semillas
de la Carne en nuestro corazón plantando semillas del espíritu; con el tiempo, esas semillas
producen el “fruto del Espíritu” que dejan poco espacio para que crezcan los deseos pecaminosos.
Las semillas de justicia plantadas por el Espíritu son efectivas para retrasar y prevenir el
crecimiento de las semillas de pecado plantadas por la Carne.

Fruto como “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio
propio”,27 modifica nuestro comportamiento hacia los demás, no porque obedezcamos una lista

23
Romanos 7:25
24
Génesis 1:11-12
25
Gálatas 6:8
26
Jeremías 1:8, 19
27
Gálatas 5:22

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de mandatos, sino porque hemos tenido un cambio de corazón. En la ley de Moisés no existe
provisión para el crecimiento de un fruto interno así.28 La ley se enfoca principalmente en las
instrucciones para la adoración física hacia Dios y el comportamiento externo hacia la gente. No
tiene nada que ver con lo que Dios, mediante su Espíritu, realiza dentro de nosotros.

La gente bajo una mentalidad legalista asume erróneamente que la meta para nuestra vida es
volvernos justos—con nuestro propio esfuerzo. Ciertamente que Dios no quiere que le demos lugar
a la lujuria de la Carne; Él quiere que seamos santos en todo nuestro comportamiento, tal como
Él es santo.29 Pero Dios tiene un plan diferente al nuestro para nuestra justicia. Nos ofrece un
trasplante de corazón, remplazando un “corazón de piedra” que late incontrolable, con un corazón
tierno que mantiene el ritmo con Él.30

Así como un capataz frustrado vociferando a un nuevo trabajador: “Ya le dije lo que tiene que
hacer, ¿cuál es su problema?”, El legalismo coloca la carga sobre nosotros, y nuestros propios
esfuerzos de obediencia. El Espíritu Santo también nos instruye, pero ofrece recordárnoslo las
veces que sea necesario; de buena gana nos ayuda a aprender cómo hacer lo que se supone
debemos hacer, señalando dónde y cómo todavía lo estamos haciendo incorrectamente. El
Espíritu Santo nos conduce a la obediencia; no se limita a darnos órdenes y dejarnos solos por
nuestra cuenta para obedecer. Él quiere que al final lo hagamos bien; el Espíritu del Fariseo
simplemente quiere que nuestra entrevista para el puesto, termine.

La Obediencia
Permítame repetirlo, no le estoy diciendo que ignore los mandamientos. He pasado la mayor parte
de este libro tratando de animarle mostrándole cuán infinitos son el amor y la gracia de Dios para
usted. Sin embargo, el pecado y la desobediencia tienen un tremendo poder para afectar su vida
sobre la tierra.

Dios no nos habría dado mandamientos si fuéramos libres para vivir de la manera en que
quisiéramos vivir—sin consecuencias. Dios castigó a Saúl después que desobedeció los mandatos
de Dios con relación a los Amalequitas: “El obedecer es mejor que un sacrificio…la rebelión es
como pecado de adivinación”.31 En un lenguaje sencillo, Dios le estaba diciendo a Saúl que la
desobediencia nos mueve hacia un futuro diferente al que Dios tiene en mente para nosotros.

Después de experimentar la misericordia de Dios, 32 queremos entregar nuestra vida para su


propósito. La obediencia es vivir como Dios quiere que vivamos, negándonos a ser conformados
por este mundo. Debemos ofrecer nuestro cuerpo como un sacrificio “vivo y santo” a Dios.33 Esa

28
Gálatas 5:23
29
1 Pedro 1:14-15
30
Ezequiel 36:26
31
1 Samuel 15:22-23
32
Romanos 11:30
33
Romanos 12:1

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A D I Ó S , A L T I P O V I E J O Y M U E RT O | 138

rendición, “para vivir el tiempo que le queda en la Carne, no ya para las pasiones humanas, sino
para la voluntad de Dios”,34 es nuestro “culto racional”.35

Pero una lista de normas y reglamentos, sin la obra interna del Espíritu Santo, solo mejorará su
comportamiento. No lo convertirá en una persona espiritualmente madura. La Carne reformada,
la Carne disciplinada, la Carne menos salvaje de lo que solía ser es todavía la Carne, y ninguna
medida de rehabilitación cambia su naturaleza fundamental. Si hacemos la obra nosotros
mismos, y tratamos de manipular la Carne con nuestros propios esfuerzos, no lograremos más de
lo que Sara y Abraham lograron a través de Agar. La Carne sólo engendra Carne.

Recuerde, Dios hace avanzar su Reino por fe en sus promesas.36 De modo que cuando se trata
de nuestra conducta rebelde, debemos buscar su promesa. La promesa de Dios, relacionada con
nuestro comportamiento, es que, si caminamos por el Espíritu, no cumpliremos “el deseo de la
Carne”.37 El mismo Espíritu Santo obra para minar nuestros pensamientos malignos, y vetar el
voto de nuestra Carne. El Espíritu Santo inspira nuestra obediencia. Nuestros débiles esfuerzos
para resistir el pecado serán fortalecidos con “su poder que obra poderosamente en mí
(nosotros)”.38

No estamos librando esta batalla solos.

Dios-con-nosotros nos librará de nuestros pecados.39 El Espíritu Santo aplica la Palabra de Dios
en el punto de nuestra infección profunda, tal como el tratamiento con radiación se dirige a las
células cancerosas. El Espíritu Santo combate la fuerza del pecado con las leyes de Dios,40 “hasta
la división del alma y del Espíritu”, 41 donde el tumor maligno del pecado hace metástasis y
propaga pensamientos pecaminosos a cada área de nuestra vida. Un testimonio interno remplaza
los estándares externos. La obediencia viene más de escuchar atentamente la instrucción del
Espíritu que de esforzarnos incansablemente.

El que escribió sus leyes sobre piedra para santidad, es el que ahora obra dentro de nosotros,
“tanto el querer como el hacer, para su beneplácito”.42 Si Dios pudo introducir su ley en nuestro
mundo hace siglos, ciertamente sabe cómo introducir su ley en nuestra vida. El Espíritu del Fariseo
no quiere que usted confíe en la obra de Dios en su vida, o en la de los demás.

Aunque Dios, mismo, lo reta, convence y cambia de adentro hacia fuera, El legalismo todavía
insiste en que usted necesita ayudar a Dios en su obra interna en su alma con acciones inspiradas

34
1 Pedro 4:2
35
Romanos 12:1
36
1 Timoteo 1:4
37
Gálatas 5:16
38
Colosenses 1:29
39
Mateo 1:23
40
Jeremías 31:33
41
Hebreos 4:12
42
Filipenses 2:13

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por la ley de Moisés. Es como decir que para tener las dimensiones correctas de un objeto que
sostiene en su mano, necesita medir su sombra.

El Mentiroso de Atenas
El profeta airado que me abordó en Atenas quería que condenara a mis amigos, y les dijera que
el juicio de Dios venía a castigar su pecado. Esta era y es una mentira formulada por nuestro
derrotado adversario y proclamada por los espíritus malignos que se oponen a la verdadera
justicia. El falso dogma adoptado por el Espíritu del Fariseo sugiere que los cristianos deben estar
sin pecado para retener el favor de Dios, y cuando los creyentes “caen en pecado”, caen de la
gracia, para enfrentar el juicio de Dios.

La verdad es que incluso los más sinceros seguidores de Cristo tendrán lucha con la Carne—y
algunas veces perderán el tira y afloja contra ella. Gente como nosotros, nacida de nuevo,
redimida y en su camino al cielo es hecha presa por el mismo mal que odiamos en nuestra vida.
Aunque nos deleitamos con la ley de Dios y la hacemos en nuestro ser interior, una ley diferente
continúa animando al viejo hombre.43 El viejo hombre obedece a su amo (el pecado), aunque el
nuevo hombre lucha contra el dominio del pecado.

A veces Mellizo M. se parece tanto a mí, que incluso a mí me cuesta trabajo distinguirnos. Esto es
lo que Pablo exclama con frustración: ¿Quién me librará del viejo hombre? Me siento como un
prisionero de mí mismo. ¿Puede alguien desconectarme “de este cuerpo de muerte”?44

La ley no puede distinguir entre el viejo hombre y el nuevo hombre. Pero Dios sí puede. Por la
gracia de Dios, el Viejo-yo “murió con Cristo” en la cruz; el Nuevo-yo vive con Cristo, para nunca
morir.45 El Espíritu de Dios cultiva las semillas del espíritu en el Nuevo-yo, mientras arranca las
obras de la Carne. Aunque el Viejo-yo es completamente pecaminoso, yo estoy completamente
libre de juicio, culpa y condenación por medio de Jesucristo, porque Él hizo el Nuevo-yo
completamente sin pecado.46

No sería tan complicado y confuso si, el Viejo-yo y el Nuevo-yo, no se parecieran ni tuvieran el


mismo nombre.

EL COBRADOR DE CUENTAS
Concluí la tercera noche de conferencias en Atenas con mi ilustración favorita, una vigente que
me tranquiliza personalmente cuando escucho las acusaciones de culpa lanzadas a mi alma.
Incluso armado con montones de evidencia teológica y versículos de las Escrituras, todavía peleo
con el Espíritu del Fariseo y tropiezo con emboscadas de condenación. Esta imagen del cobrador

43
Romanos 7:20ss
44
Romanos 2:22-24
45
Romanos 6:8
46
Juan 3:16-18

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de cuentas y yo, como un nuevo inquilino en un apartamento, me hace sonreír, y agradecer de


nuevo a Jesús.

Imagine que acaba de mudarse a un nuevo apartamento. Curiosamente, el inquilino anterior,


fallecido apenas hace unas semanas, tenía exactamente el mismo nombre que usted: sus
nombres y apellido. Ni siquiera tuvo que cambiar el nombre en la casilla de correos de la entrada.
Mientras todavía está desempacando las cajas en su nuevo lugar, alguien llama a la puerta. Usted
la abre, y un hombre muy elegante con una carpeta afirma estar confirmando ciertos registros
financieros. Rápidamente, usted lo evalúa y se da cuenta de que es una especie de caza
recompensas trabajando como cobrador.

Le pide su nombre con fingida cortesía, y con un gesto de afirmación de cabeza, marca una casilla
junto a su nombre y dirección impresos. “Sí, eso coincide con nuestros registros”, dice en voz alta,
pero principalmente para sí mismo.

“Tengo una copia de una cuenta vencida”, anuncia mientras despega y despliega varias hojas de
compras detalladas para que las inspeccione. Usted ve su nombre y dirección…y el pago
pendiente: $14.086.993 dólares.

Usted protesta con vehemencia: “No sé qué decir. No tengo esa cantidad de dinero. Y no es mi
factura. Nunca compré ninguno de los artículos enumerados aquí”.

El cobrador simplemente repite su nombre y dirección, leyéndolos de la factura, como retándole


a exclamar que no es su nombre y dirección. El cobrador piensa que ha sido bastante listo por
hacerle admitir quién era antes de revelar su deuda. Está seguro de que tiene el nombre y la
dirección correctos.

Entonces usted cae en cuenta y casi empieza a reír de alivio: “¡Ja! Esto es increíble. El tipo que
vivió aquí antes que yo, tenía exactamente mi mismo nombre. Esos gastos deben ser suyos, y me
alegro de que no sea él. Vaya, que susto…”

Justo antes de cerrar la puerta y regresar a sus cajas sin desempacar, agrega por si acaso: “Por
cierto, usted va a tener algunas dificultades para recaudar su dinero. No sólo él ya no vive aquí,
sino que está muerto. ¡Así que buena suerte, cansón!”

He perdido la cuenta de cuántas veces ese cobrador portador de culpa ha tocado a mi puerta;
probablemente lo hará por el resto de mi vida. De la suya, también.

Sus golpes a veces duran varios días, ya que espera avergonzarnos para que respondamos sus
llamadas. El golpeteo nos agobia. Para conseguir nuestra atención, el Espíritu del Fariseo contrata
a profetas que gritan como el hombre de Atenas, quien nos amenaza con procedimientos legales
si no cancelamos nuestra cuenta inmediatamente. Ese demonio tiene otros trucos para que
reconozcamos nuestra deuda: ofrece “perdonar” varias de las deudas en cuestión de modo que
el total sea solamente $11.2 millones; propone planes de financiación con pequeños pagos
regulares; negocia pagarés, cárcel para deudores, e incluso acepta la depresión y el desespero
como los primeros pasos positivos hacia un acuerdo final.

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Abrazando La Gracia | 141

Me siento mejor preparado para él ahora de lo que estaba cuando llegué a Grecia y fui abordado
en el estacionamiento de la iglesia. Pero debo reconocer que aún me estoy acostumbrando al
hecho de que el Nuevo-yo y el Viejo-yo no son el mismo yo. Es difícil de creer, así como fue difícil
para Abraham pensar que su viejo cuerpo pudiera ser padre de un hijo. Pero él eligió creerle a
Dios, y “le fue contado por justicia”.47

Por fe, yo soy un “hijo de Abraham,” y creo que Cristo condenó el pecado que me habría
condenado; liquidó la muerte que me habría matado.48

La gracia y el juicio de Dios me separaron de mi impureza, para que no muriera en ella49. Dios
preservó el verdadero-yo a través del bautismo, así como preservó a Noé a través del Diluvio.50
Dos-yo ha sido sometido a la circuncisión espiritual, y mi “cuerpo de la Carne” (también conocido
como Mellizo M.) fue “quitado” como el pliegue de Carne en la circuncisión.51 El Viejo-yo fue
crucificado con Cristo, y murió. El Nuevo-yo ha resucitado de la tumba, nunca más va a morir como
castigo por el pecado.52 El verdadero-yo ha sido completamente “libertado del pecado”.53

El cobrador de cuentas golpeará a su puerta con condenación cuando sus pecados sean
demasiado enormes o muy numerosos. Insistirá que usted está descalificado de la interminable
gracia de Dios porque continuó pecando; le dirá que no hizo suficiente por Cristo, después de que
Él hizo tanto por usted. Cuando la conciencia ansiosa y pesada por sus pecados lo amenaza con
sofocarlo, trate de hacer lo que yo hago; grítele: “El pecado y la culpa no son mías. Pertenecen al
viejo hombre que solía vivir aquí. Él murió”.

No voy a asumir la deuda por algún tipo viejo y muerto, sólo porque él tiene mi nombre.

47
Génesis 15:6; Santiago 2:23
48
Romanos 8:3
49
Levítico 15:31
50
1 Pedro 3:18-22
51
Colosenses 2:11
52
Juan 11:26; Romanos 6:8-9; 1 Pedro 2:24
53
Romanos 6:6-7

©2014 por Daniel A. Brown, PhD (ctw.coastlands.org)


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Lo que los líderes espirituales opinan acerca de Abrazando
La Gracia:

La tensión entre la gracia y el comportamiento, tan fundamental para nuestra fe, ha desconcertado a
muchos por mucho tiempo. Como una 7a mayor, pide ser resuelta. Daniel Brown lidia con esta tensión,
como Jacob en Génesis 32, e ingeniosamente nos compromete en la lucha libre junto con él. Abrazando La
Gracia es una reflexión magistral de todos los elementos en la ecuación de la ley y la gracia. Haciendo eco
de “hasta que me bendigas” de Jacob, Brown no desiste hasta que sus lectores capten las verdades y
encuentren las bendiciones oscurecidas durante largo tiempo por el miedo, el autorreproche y el legalismo.
Wayne Cordeiro, Pastor Principal
Autor de Simplemente Jesús y Liderar Con El Tanque Vacío

¿Por qué equiparamos la justicia con nuestras obras y la injusticia con nuestros pecados? Como Daniel
Brown explica en este excelente libro que va al grano, muchos creyentes luchan para ser justos ante Dios,
y dejan pasar el hecho de que Dios nos hizo justos con Él.
Daniel elocuentemente muestra la diferencia entre esa voz que condena a los creyentes, y la que nos dice
que somos aceptados por Dios, sólo, por fe. Sus ilustraciones me intrigaron, al igual que su breve crucero a
través de la Escritura. Este libro es un tutor para cualquier persona que lucha con una conciencia acusadora.
Ralph Moore, Fundador de Hope Chapels
Autor de Defeating Anxiety

¡Qué gran obra doctrinal y pragmática! ¡Excepcional! Abrazando La Gracia describe con maestría tanto el
asalto sin fin de la culpa que cada creyente enfrenta, como también la forma en que podemos acceder a la
impenetrable fortaleza de la gracia de Dios. Mi cinturón de la armadura está mucho mejor equipado para
luchar contra el legalismo y la condenación. Nunca antes había leído una explicación más rigurosa,
escrituralmente sólida y prácticamente relevante de la ley vs. la gracia. Las perspectivas pormenorizadas
de Daniel —tan cargadas de intrigantes textos bíblicos, pero tan fáciles de leer—me han proporcionado
numerosas ideas prácticas para la consejería.
Este libro nos capacita para explicar uno de los mayores problemas del creyente, y cómo acceder a la
solución provista a través de Cristo Jesús. El Dr. Brown incluye muchas ideas adicionales sobre la vida del
Reino. Yo especialmente aprecio sus ideas acerca de las “personas falsas”, y la forma en que describe —en
realidad expone—la trama intencional del enemigo de implantar falsos rasgos de identidad en una persona,
y luego influir para que esa persona los acepte como originales y permanentes.
Jerry D. Dirmann, Pastor Principal
Anaheim, California

No estar bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14), es un concepto admirable, cuyas implicaciones con
frecuencia nos sentimos reticentes de explorar. En Abrazando La Gracia, Daniel Brown explora esta verdad
con franqueza y perspicacia, ofreciendo perspectivas prácticas y pastorales que con seguridad ayudan a los
seguidores de Cristo a navegar por el laberinto de “ser perdonados” vs. “ser buenos”.

©2014 por Daniel A. Brown, PhD (ctw.coastlands.org)


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Aunque sigue la tradición de siglos de eruditos eclesiales, lo que él dice con seguridad desafía, e incluso
posiblemente molesta a muchos…pero el desafío vale la pena por su promesa de una experiencia personal
potencialmente revolucionada con Cristo.
Gary Matsdorf, MA
Director Ejecutivo, New Hope Christian College, Oregón

¡Qué extraordinaria y completa obra de gracia! He admirado al Dr. Brown durante años. Pero al conocer a
Daniel durante los últimos tres años y observar sus palabras, gestos y lenguaje, no me sorprende que
escribiera un libro sobre la gracia de Dios. Abrazando La Gracia toma las complejidades y aparentes
contradicciones de la gracia y las coloca—como galletas—en el estante inferior.
Daniel simplifica y aclara el tira y afloje que jala a los creyentes adelante y atrás: ¿realmente he sido
perdonado? Y ¿por qué siento como si no, y que tengo que recuperar el perdón? Usted tendrá, al menos yo
los tuve, suspiros de alivio y entendimiento a medida que da vuelta a la página, hacia la siguiente.
Punto por punto, Daniel responde preguntas molestas y expone las mentiras en el pensamiento religioso.
Abrazando La Gracia debe ser leído por todo el que quiera la verdadera libertad en Cristo expresada en
palabras claras.
Mike Kai, Pastor Principal
Autor de The Pound for Pound Principle

©2014 por Daniel A. Brown, PhD (ctw.coastlands.org)


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