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Introducción
Siguiendo con las diferentes áreas de actividad de marketing, vamos a entrar dentro de la política del
producto, pilar básico en el desarrollo de las diversas estrategias a realizar por la empresa. Los
productos y servicios se fabrican o crean para obtener beneficios, satisfacer las necesidades de los
consumidores y dar respuestas válidas al mercado; por tanto, podemos decir que constituyen la base
de cualquier concepción de marketing.
Un producto está compuesto principalmente por una serie de características físicas e intangibles que
satisfacen o intentan satisfacer las necesidades del comprador y deben corresponder a la idea de
utilidad que se espera de él, aunque la tendencia actual viene marcada por el marketing de
percepciones, que hace preferir a los diferentes consumidores un producto más por sus valores
emocionales o externos que por la propia utilidad.
Así pues, las peculiaridades de los diferentes productos ejercen un importante influjo sobre la
totalidad de la política de marketing; para llevarla a buen término es necesario evaluar
sistemáticamente las posibilidades del mercado, es decir, determinar el contenido de las diferentes
estrategias de los productos y servicios, tanto de nuestra compañía como de la competencia,
seleccionar y analizar sus principales características, así como los precios fijados para su
comercialización, todo ello coordinado con la filosofía y estrategias de marketing que considere la
empresa.
2. Concepto de producto
Cuando una persona acude a un establecimiento o visita una web para efectuar una compra como, por
ejemplo, una cámara, no solo pide información sobre las características técnicas y el precio, sino que
además solicita una información comparativa con otra serie de marcas, así como las ventajas y
beneficios que le pueden reportar, tanto para realizar una filmación como para su traslado físico, y se
informará seguramente sobre si en ese momento existe alguna oferta o descuento en el precio.
Las respuestas que el cliente reciba le proporcionarán una idea comparativa acerca del producto que
le ofrecen y del demandado por él que no se refiere exclusivamente al tamaño, datos técnicos y precio,
sino a un conjunto más amplio de características que llamaremos atributos del producto.
Atendiendo a este ejemplo, extrapolable a cualquier otro bien o servicio, podemos decir que:
3. Atributos de producto
Los productos son susceptibles de un análisis de los atributos tangibles e intangibles que conforman
lo que puede denominarse como su personalidad.
Este análisis se efectúa a través de la evaluación de una serie de factores que permiten realizar una
disección del producto, partiendo de los elementos centrales hasta los complementarios, para que a la
vista tanto de los nuestros como de los de la competencia, podamos elaborar la estrategia del
marketing que nos permita posicionar el producto en el mercado de la forma más favorable. En
cualquier caso, los diferentes factores que incluimos a continuación nos tienen que servir únicamente
como guion o referencia, ya que dependiendo del producto que comercialicemos se estudiarán otros
atributos totalmente diferentes.
Núcleo. Comprende aquellas propiedades físicas, químicas y técnicas del producto, que lo hacen
apto para determinadas funciones y usos.
Calidad. Valoración de los elementos que componen el núcleo, en razón de unos estándares que
deben apreciar o medir las cualidades y permiten ser comparativos con la competencia.
Precio. Valor último de adquisición. Este atributo ha adquirido un fuerte protagonismo en la
comercialización actual de los productos y servicios.
Envase. Elemento de protección del que está dotado el producto y que tiene, junto al diseño, un
gran valor promocional y de imagen.
Diseño, forma y tamaño. Permiten, en mayor o menor grado, la identificación del producto o la
empresa y, generalmente, configuran la propia personalidad del mismo.
Marca, nombres y expresiones gráficas. Facilitan la identificación del producto y permiten su
recuerdo asociado a uno u otro atributo. Hoy en día es uno de los principales activos de las
empresas.
Servicio. Conjunto de valores añadidos a un producto que nos permite poder marcar las
diferencias respecto a los demás; hoy en día es lo que más valora el mercado, de ahí su desarrollo
a través del denominado marketing de percepciones.
Imagen del producto. Opinión global que se crea en la mente del consumidor según la
información recibida, directa o indirectamente, sobre el producto.
Imagen de la empresa. Opinión global arraigada en la memoria del mercado que interviene
positiva o negativamente en los criterios y actitudes del consumidor hacia los productos. Una
buena imagen de empresa avala, en principio, a los productos de nueva creación; así como una
buena imagen de marca consolida a la empresa y al resto de los productos de la misma.
Aunque afortunadamente la tendencia actual es navegar en la misma corriente, la valoración que
normalmente efectúa el consumidor de un producto suele comenzar en la «imagen de empresa»,
yendo en sentido descendente hasta el «núcleo» del mismo. El camino seguido en las compañías, por
contra, suele iniciarse en las propiedades físicas, químicas o tecnológicas, ascendiendo, en la escala
de atributos, hasta donde su mayor o menor óptica de marketing los sitúe. De ahí se desprende la
importancia que tiene efectuar este tipo de disecciones o valoración de los atributos, ya que permite
apreciar la mayor o menor aproximación entre los valores atribuidos por el cliente, por el mercado, y
la importancia y asignación de recursos concedidos a estos valores por la empresa.
4. Concepto de ciclo de vida del producto
Cada día nacen multitud de productos y servicios. No obstante, pocos encuentran el secreto de la vida.
Conocer la fase del ciclo en la que se encuentra nuestro producto o servicio nos permitirá diseñar la
estrategia más eficaz para alargar su vida en un mercado cada vez más cambiante y rápido. En
principio tengo que decir que es un error dejar morir un producto en el lineal, aunque según Nielsen
son más de 300 los productos nuevos que se incorporan a la semana. Hay que intentar innovar y
alargar por tanto la vida de los productos.
Sabemos que la importancia del producto en la empresa ha llevado a esta a tratar de sistematizar el
comportamiento de las ventas de los productos a través de su permanencia en el mercado. Unos
permanecen mucho tiempo y otros tienen una duración efímera. Aún más, ¿durante todo el tiempo de
permanencia, las ventas no sufren fluctuaciones? ¿La problemática de precios, estrategias de
publicidad, presión de la demanda y de los competidores son siempre las mismas?, y también, ¿es
similar para todos los productos? La observación de las situaciones y fases por las que atraviesan los
productos en el mercado ha permitido deducir que este recorre un camino que se asemeja al de los
seres vivos, como le ocurre a la propia empresa cuando se renueva e innova.
No cabe duda de que al ser cierto este concepto, el conocimiento de dónde nos encontramos y cuáles
son las características de la etapa que va a venir nos permitirá sacar importantes ventajas, si nos
preparamos a tiempo. El ciclo de vida del producto es un concepto aceptado hoy día por casi todos,
pero no siempre se utiliza y menos aún adecuadamente. Pensemos que, como toda teoría de base
experimental, puede tener excepciones, o mejor, no adaptarse muy bien a ciertos productos. Se
deduce, por tanto, que la aplicación práctica del ciclo de vida del producto, a partir de las
consideraciones teóricas que se deduzcan, requerirá unos estudios particulares, adaptados al tipo de
mercado-producto de que se trate.
El descubrimiento del modelo de ciclo de vida del producto se debe a Theodore Levitt, quien empleó
el concepto por primera vez en un artículo de 1965 publicado en la Harvard Bussines Review. Según
Levitt los productos, igual que los seres vivos, nacen, crecen, se desarrollan y mueren, pero el mundo
de la empresa hace que estos conceptos puedan quedarse algo obsoletos ya que en la actualidad el
ciclo
de vida tiene una nueva etapa vital para el desarrollo satisfactorio del producto, estamos hablando de
la de turbulencias. Por tanto, en el siglo XXI debemos hablar de cinco etapas:
Lanzamiento o introducción.
Turbulencias.
Crecimiento.
Madurez.
Declive.
Para que toda la ilusión y esperanza que la empresa pone en el lanzamiento de un nuevo producto
tenga respuesta positiva, el profesional de marketing ha de realizar un seguimiento puntual y
exhaustivo de las siguientes cuestiones:
A) Producto
B) Precio y condiciones
El precio fijado de lanzamiento, ¿es aceptado por el cliente final y el canal intermediario?
¿Considera este último las condiciones económicas válidas para trabajar bien con el producto?
¿Hemos de incentivarlos durante la etapa inicial?
C) Canal de distribución
D) Organización comercial
E) Campaña de comunicación
6. Fase de turbulencias
La experiencia profesional nos ha hecho comprender la importancia de esta etapa, que a veces llega
a pasar tan desapercibida por su carácter efímero en el tiempo y la circunstancia de que algunos
autores no la contemplan. ¿Pero qué sucedió con los diferentes productos o servicios de las «punto
com» que afloraron en España y en el resto de los países?
Tuvieron un brillante nacimiento, con importantes respaldos financieros, pero sus resultados al año
fueron negativos y su valor en Bolsa se desplomó, por lo que se redujeron drásticamente plantillas y
muchas «punto com» cerraron... ¿Significó esto que las empresas de internet estaban condenadas al
fracaso? No, rotundamente no, pero al ser un producto nuevo no se supo gestionar y darle las
herramientas precisas para que pasara a la siguiente etapa con las mejores garantías de éxito.
Ahí es donde radica el activo del auténtico marketing: ser consciente de que el producto, como todo
ser vivo, tiene un ciclo que hay que controlar y «medicar», cuando está en sus primeros meses.
Por tanto, podríamos enmarcar esta etapa como en la que se pueden llegar a producir fuertes
convulsiones en la trayectoria del producto, tanto por las presiones externas o del mercado como
internas por la propia empresa en sus luchas políticas y de personal. Lógicamente, si se sabe tener
dominio sobre las circunstancias que las producen, la solución vendrá pronto y hará que inicie la
siguiente etapa fortalecida.
7. Fase de crecimiento
Superados los esfuerzos técnicos, comerciales y de comunicación, propios de la fase anterior, incluso
de la de turbulencias, si hubiesen existido, el producto puede fabricarse industrialmente y el mercado
se abre, lo que permite un desarrollo paulatino de sus ventas. Esta fase se caracteriza por:
A) Producto
¿Podemos empezar a fabricar en series largas?
¿Empezamos un estudio de posibles modificaciones?
¿Han surgido problemas de calidad y fabricación de productos?
¿Tenemos muchas reclamaciones en el departamento posventa?
¿Es el momento de ampliar la gama?
¿Nos abrimos a nuevos mercados?
B) Precio y condiciones
C) Canal de distribución
D) Organización comercial
E) Campaña de comunicación
8. Fase de madurez
Toda política de lanzamiento de un producto tiene como objetivo llegar a esta etapa, cuyas principales
características son:
A) Producto
B) Precio y condiciones
C) Organización comercial
D) Canal de distribución
E) Campaña de comunicación
9. Fase de declive
El paso del tiempo, la evolución de los gustos y necesidades de los clientes nos conducen a esta etapa.
Sin embargo, no todas las empresas son conscientes de que han llegado a ella. Por el contrario, hay
compañías que antes de que un producto se acerque a esta etapa lo retiran del mercado en plena
madurez.
Según mi experiencia, se puede decir que cuando un producto llega a esta fase, ha de permanecer en
ella el mínimo tiempo posible y siempre de forma transitoria pues las ventas entran en declive, los
beneficios disminuyen más por la escasa demanda que por los costes y la imagen de marca empieza
a deteriorarse. Todo aquel que supere esta etapa es un gran profesional del marketing, ya que las
presiones a las que se ve sometido son inmensas y desde todas las áreas de la empresa, incluso las del
capital que, a veces, impiden abandonar o modificar el producto que marcó el origen de lo que hoy
en día es la empresa.
Fomentando un uso más frecuente entre los actuales consumidores o usuarios del producto.
Desarrollando un uso más diverso entre los actuales consumidores o usuarios del producto.
Creando nuevos usos para el material o producto básico.
La extensión de la vida de un producto siguiendo las pautas que acabamos de mencionar
se observa en la mayoría de sectores y productos, tanto industriales como en el
sector consumo, principalmente en alimentación o en algunos servicios (banca, seguros,
juegos...). Varias son sus ventajas, frente al ciclo de vida del producto, entre las que
destacan las siguientes:
Conduce a una política activa del producto, en lugar de seguir la técnica de reaccionar cuando
el producto se encuentra ya en pleno declive. De esta manera obliga a los responsables del
mismo a pensar, de antemano, las posibles medidas para extender su vida.
Obliga a establecer un plan a largo plazo en previsión. Anticipará las medidas que se van a
adoptar tan pronto como se presenten los primeros síntomas de declive.
Quizá, la principal ventaja radica en que obliga a los responsables del producto a tener un
conocimiento más amplio y profundo de la naturaleza y posibles usos y aplicaciones del mismo.
12. Análisis de la cartera de productos
Según vamos avanzando en el tiempo, la propia dinámica del mercado nos impone sus directrices; es
entonces cuando empezamos a ver ciertos síntomas de obsolescencia en algunos de nuestros
productos, bien por cambios en las modas, avances tecnológicos, mejoras en los productos de la
competencia, modificaciones en los materiales o, sencillamente, por desaparecer, en parte, la
necesidad por la que se habían creado. Todo ello lleva a la aparición en el mercado de nuevos
productos que satisfacen mejor o de manera diferente las necesidades que hasta el momento
realizaban los nuestros.
La gran mayoría de las empresas sin óptica de marketing realizan esta labor únicamente cuando se
empiezan a producir importantes pérdidas económicas o acumulaciones de stocks en sus almacenes.
Realmente una compañía que desee ser competitiva no puede permitirse esos lujos o fallos en su
planificación, por lo que deberá realizar estudios permanentes de la rentabilidad y aceptación de su
gama, con el fin de tomar medidas de cara a la mejor viabilidad comercial de sus productos.
Sin embargo, y según mi experiencia, puedo decir que la decisión de abandonar un determinado
producto es una tarea difícil y complicada. Hay casos en los que se ha estado mucho tiempo ligado a
un producto determinado. En otros, ese producto es el verdadero artífice de la consolidación como
empresa. Ya lo dice Kotler «... se dedicarán a inventar procedimientos para disimular su debilidad,
redoblarán sus esfuerzos los vendedores y el producto llegará a los almacenes de los comerciantes,
aunque el cliente no sienta un gran atractivo por él. Para evitar su desaparición, el área comercial le
apoyará, incluso, con el presupuesto de gastos para tratar de aumentar las ventas artificialmente».
Pero esta situación no podrá mantenerse por mucho tiempo y al final el producto acabará cayendo.
Toda empresa con visión de futuro debe plantearse la obligación de realizar un análisis periódico y
sistemático de su cartera de productos independientemente del BCG, ya tratado en el capítulo 2; con
ello no estamos diciendo que todo aquel producto que no sea rentable deba desaparecer del mercado,
pues existen una serie de intangibles, como es la imagen de empresa o de marca, que aconsejan que
un determinado producto permanezca en el catálogo. Generalmente, se piensa en el abandono cuando
no es rentable, pero no siempre es recomendable hacerlo de inmediato, ya que pueden existir una
serie de causas internas en la propia empresa que sean las que motiven la no viabilidad económica
del mismo. Por tanto, antes de realizarlo conviene chequear las siguientes circunstancias:
Mejora del diseño. Una premisa comercial que parece incuestionable es que el diseño del
producto siempre es mejorable, aunque suele modificarse a petición o sugerencia directa o
indirecta del usuario.
Obsolescencia en los métodos de fabricación. La falta de rentabilidad de muchos productos aquí
en España es consecuencia de los bajos niveles de competitividad en los sistemas de fabricación
existentes, por lo que la solución para obtener costes competitivos será renovar los sistemas de
fabricación antes que abandonar el producto o vender la empresa a una multinacional, como así
está sucediendo.
Seguridad. Hay productos que no ofrecen plena seguridad a los usuarios y llevan a la compañía
a incurrir en elevadas pérdidas por indemnizaciones o en un desprestigio comercial y
tecnológico, con lo que su modificación es irrenunciable.
Profesionalizar la gestión. Otras causas que contribuyen a la escasa rentabilidad de un producto
son una mala gestión de ventas, mala distribución o escasa labor de marketing, por lo que habría
que potenciar la actividad mediante la formación y/o incorporación de personal más cualificado.
Colaboración de terceros. En determinados casos hemos visto cómo empresas que tenían un
buen equipo comercial, un buen producto y un buen mercado, pero un mal proceso de
fabricación, decidían abandonar el producto por no ser rentable, en lugar de encargar a un tercero
la producción y centrarse en sus puntos fuertes, tendencia muy acentuada en las empresas
multinacionales.
En cualquier caso, una vez realizado ese análisis exhaustivo, que nos ha dado como respuesta la
conveniencia de dejar el producto, deberemos considerar una serie de acciones antes de su abandono
total:
15. La marca
Es una de las variables estratégicas más importantes de una empresa ya que día a día adquiere un
mayor protagonismo. No hay que olvidar que vivimos actualmente una etapa bajo el prisma del
marketing de percepciones y por tanto resalta la marca frente al producto. Para estar bien posicionados
en la mente del consumidor y en los líderes de opinión, la marca de nuestra compañía debe disfrutar
del mayor y mejor reconocimiento y posicionamiento en su mercado y sector.
Cada vez los productos se parecen más entre sí y es más difícil para los consumidores distinguir sus
atributos. La marca es, además del principal identificador del producto, un aval que lo garantiza
situándolo en un plano superior, al construir una verdadera identidad y relación emocional con los
consumidores. Podríamos decir que la marca se forma por la unión de dos factores:
¿Qué se quiere transmitir? Lo primero, hay que determinar cuáles son los valores con los que se
desea que se identifique a la empresa. Para ello, hay que analizar factores como el sector en el
que actúa, la competencia, los puntos fuertes que valoran los clientes, etc.
¿Cómo se va a transmitir? Esto implica elegir el nombre y los símbolos que acompañarán a la
marca. Teniendo en cuenta que esta representará a la empresa a lo largo de su vida, su atractivo
deberá perdurar a lo largo del tiempo.
El logotipo o nombre es quizá lo más importante porque, al final, es por lo que la empresa va a ser
reconocida y diferenciada. Este debe ser breve, sencillo, fácil de pronunciar y con buena sonoridad.
Además, tiene que aportar grandes dosis de asociación y evocación.
Por lo que se refiere a la imagen de marca, es el valor que percibe el mercado de ella y se forma como
resultado acumulativo de todos los mensajes que emite la empresa. Para conseguir un buen
posicionamiento y una imagen positiva es fundamental que todos los mensajes emitidos a través de
la empresa y sus productos estén controlados, sean coherentes entre sí, y comuniquen una idea de
empresa previamente formulada en función de sus objetivos estratégicos.
De una correcta gestión de ambos elementos depende en gran medida conseguir la notoriedad y la
diferenciación que se pretende. Es decir, evitar que seamos uno más, y situarnos dentro de las marcas
reconocidas y preferidas por el consumidor. Actualmente Google es, según el informe Millward
Brown, año 2014, la marca más reconocida y valorada en el mercado con un valor superior a los
158.843 millones de dólares. La marca española Zara es, en principio, la primera de nuestro país que
se encuentra dentro del ranking de las 100 primeras con un valor de 23.140 millones dólares.
Para construir una marca poderosa, no solo hay que tener un buen producto y capacidad creativa, sino
que habrá que:
Crear un nombre fácil de memorizar, aunque a veces la realidad nos demuestre lo contrario.
Alcanzar un alto nivel de identidad visual.
Emitir emociones y sensaciones que simbolicen lo que el mercado espera de la marca.
Tener adaptabilidad a todos los elementos de la empresa y diferentes mercados.
Destacar una sola idea del producto o la empresa en todas las áreas de comunicación.
No desarrollar una campaña publicitaria complicada que dificulte al consumidor memorizar la
marca.
Organizar un sistema comercial eficaz y un efectivo departamento de atención al cliente.
Alcanzar buen posicionamiento en las redes sociales e internet.
Ventajas de crear una marca fuerte y consolidada:
Las marcas que nos importan son aquellas que a cambio de un valor económico nos aportan un valor
social o personal relevante. Las marcas nacieron hace muchísimos años. La Iglesia dice que fue la
primera, otros los fenicios que ya marcaban sus tinajas de vino, otros el Far West para identificar las
reses, y otros el desarrollo de la era industrial. Las marcas contribuyen al bienestar de la sociedad y a
la calidad de vida de las personas.
España es menos feliz que una parte importante del mundo. Los españoles puntúan su estado de
bienestar con un 6,4 justo por debajo de la media mundial (6,5). ¿Qué es lo más importante para
sentirnos felices? «Poder disfrutar de las pequeñas cosas de la vida». Si preguntamos: ¿A qué nos
gustaría destinar más tiempo? A «aprender cosas, ampliar conocimientos y habilidades», «adoptar
una vida más saludable» o «poder organizar mejor mi día a día», la respuesta es muy sencilla ya que,
lo que más ha crecido es la importancia de la «familia», seguida de «la necesidad económica y poder
ahorrar» y en tercer lugar, «la solidaridad con los otros».
¿Quiere decir que nuestras marcas relevantes no pueden ganar dinero? Al contrario, hemos
demostrado económicamente que aquellas marcas que generan valor relevante para las personas
también generan valor para sus accionistas, mucho más que la media. El mercado hoy está
entendiendo que estar al lado de la sociedad y las personas de manera real genera valor, genera
también negocio.
Decir que es el fin de las marcas, ya no tiene sentido. Creemos que todo lo contrario, que su papel en
el momento actual es más importante que nunca. Ahora bien, no vale seguir haciendo lo mismo, no
vale girar la cabeza y hacer como si nada hubiese pasado, no sirve no aceptar que la mayoría de ellas
son irrelevantes. No olvidemos que no vivimos en una etapa de cambios, sino en un cambio de etapa.
El uso de las redes sociales ha registrado un fuerte crecimiento en los últimos tiempos. Las empresas
utilizan canales como Twitter, Facebook, Linkedin, blogs, etc., para mantener la comunicación y
el feedback con sus clientes. Por eso, los expertos en branding se han visto obligados a desarrollar
diferentes estrategias para impulsar el posicionamiento de cientos de marcas en la red.
Entre ellos, Search Engine Land ha propuesto cinco estrategias clave para construir una marca en
internet:
Investigar la audiencia. Ya que es primordial conocer el público al que nos dirigimos.
Dar voz a la marca. Determina los mensajes que se elaboran para el público.
Hacer un balance de la actividad on line con el resto de los medios en los que se presenta. Es
decir, es necesario que los mensajes que emite la empresa sean los mismos indistintamente del
canal desde el que se lance.
Planear la integración en redes sociales. Es muy importante saber lo que se dice de la marca en
el mundo digital y si no se habla, se debe iniciar la conversación.
Construye la reputación on line. Hay que diseñar una estrategia sobre la que construir una
reputación, el marketing viral puede ser una buena herramienta para utilizar.
Por tanto, para conseguir posicionar nuestra marca en la red, es imprescindible seguir una buena
estrategia on line. Por ello, queremos recalcar que antes de que nuestra marca dé el salto a la red es
muy importante hacer un buen estudio de los sitios de nuestra competencia en la web para poder
innovar, así como estar preparados para responder a nuestros usuarios, principalmente a las personas
que ataquen nuestra marca o estén descontentos con ella.
Un fenómeno que se está dando últimamente en el mercado es el gran protagonismo que aporta
internet en el valor de la marca. Nadie es ajeno a este medio de comunicación, todas las marcas
intentan establecer lazos emocionales y comerciales con sus clientes a través de internet y las redes
sociales, tratando de atraerle y fidelizarle.
Todo por conseguir que la experiencia sea sumamente atractiva. Por tanto, la construcción de la marca
en la red va mucho más allá de los conceptos tradicionales de publicidad, promoción o posicio-
namiento, ahora las empresas buscan en la red potenciar y consolidar su marca. Para ello deben
ofrecer entre otras cosas:
Para el cliente potencial, el valor del producto se manifiesta en términos objetivos y subjetivos, ya
que tiene una escala muy particular a la hora de computar los diferentes atributos de los que está
compuesto, de ahí la denominación de caro o barato que les da. Sin embargo, para la empresa el precio
es un elemento muy importante dentro de su estrategia de marketing mix, junto con el producto, la
distribución y la promoción.
Por tanto, podemos definir el precio como la estimación cuantitativa que se efectúa sobre un producto
y que, traducido a unidades monetarias, expresa la aceptación o no del consumidor hacia el conjunto
de atributos de dicho producto, atendiendo a la capacidad para satisfacer necesidades.
La fijación de precios lleva consigo el deseo de obtener beneficios por parte de la empresa, cuyos
ingresos vienen determinados por la cantidad de ventas realizadas, aunque no guarde una relación
directa con los beneficios que obtiene, ya que si los precios son elevados, los ingresos totales pueden
ser altos, pero que esto repercuta en los beneficios dependerá de la adecuada determinación y
equilibrio entre las denominadas «áreas de beneficios».
Costes. Mercados.
Cantidad. Tipos de clientes.
Precios. Zonas geográficas.
Beneficios fijados. Canales de distribución.
Medios de producción. Promoción.
Por tanto, una política de precios racional debe ceñirse a las diferentes circunstancias del momento,
sin considerar únicamente el sistema de cálculo utilizado, combinada con las áreas de beneficio
indicadas. Para una más fácil comprensión indicaremos que estas áreas quedan dentro de un contexto
de fuerzas resumidas en:
Objetivos de la empresa.
Costes.
Elasticidad de la demanda.
Valor del producto ante los clientes.
La competencia.
19.1.1. Objetivos de la empresa
Normalmente, la fijación de los precios está en interacción con otros elementos del marketing mix,
tales como objetivos de distribución, de publicidad, financieros, y que son:
¿Se persigue un incremento a corto plazo a costa de la tasa de penetración?
¿Se desea dar prioridad a un producto concreto de la gama y provocar la obsolescencia de otros?
¿Se quiere una penetración rápida en el mercado y frenar posibles competidores?
19.1.2. Costes
Suponen la determinación de unos límites inferiores por debajo de los cuales no se debe descender,
so pena de poner en peligro la rentabilidad del negocio. A no ser que, perjudicando esta rentabilidad,
la empresa desee que el precio juegue un papel estratégico, y ¿cómo? A través de:
19.1.5. Competencia
Las empresas, además de considerar otros factores, establecen sus precios en función de las acciones
o reacciones de la competencia. Temas como el alza o baja de precios alcanzan su importancia
estratégica en función de las posibles reacciones de los competidores y productos sustitutivos y de la
elasticidad de la demanda. Se puede señalar, por tanto, que los factores de fijación de precios pueden
clasificarse de la siguiente forma:
Factores internos:
Factores externos:
Elasticidad demanda/precio.
Valor percibido por el cliente.
Competencia.
20. Punto muerto o umbral de rentabilidad
En un gran número de pequeñas y medianas empresas el precio empieza a fijarse calculando el
número de unidades que hay que vender para que con los ingresos totales obtenidos se puedan cubrir
los gastos efectuados, esto es lo que se denomina «punto muerto» o «umbral de rentabilidad», es
decir, el volumen de ventas que se realiza a través del cual la empresa no obtiene ni beneficios ni
pérdidas.
El punto muerto es, pues, aquella cantidad de ingresos que genera un margen de contribución
(porcentaje sobre ventas) igual a la cuantía de costes fijos. Por encima de dicha cantidad se obtienen
unos ingresos que, una vez absorbidos los costes fijos, proporcionan beneficios y por debajo de la
misma proporcionan pérdidas.
Ingresos totales = It
Precio unitario = p
Unidades vendidas = q
Costes totales = Ct
Teniendo presente que en el punto muerto el beneficio es nulo, es decir, los ingresos totales son
iguales a los costes totales.
It = Ct ; q x p = CF + CVU x q
q (p – CVU) = CF
CF Costes fijos
muerto, en cantidad = =
p ‒ CVU Contribución unitaria
CF
muerto, en euros =
Margen de contribución
Contribución unitaria
n de contribución =
Precio unitario
Ofrece información sobre los riesgos derivados de las variaciones en los volúmenes de
producción.
Proporciona una visión clara de los efectos del aumento de los costes fijos.
Sirve para determinar el cambio en los beneficios ante los cambios de precios y costes.
Gráfico 3. Representación gráfica del punto muerto
Producción y ventas no suelen ser procesos simultáneos; el retraso del uno frente al otro produce
efectos sobre el nivel de existencias.
El volumen de productos vendidos no es, normalmente, independiente del precio de venta.
Los costes variables surgidos en el entorno de la plena capacidad pueden variar más que
proporcionalmente el incremento de producción.
Clasificar a los costes en fijos y variables depende del horizonte de tiempo contemplado.
Si la gama de producción considerada es extensa, los costes fijos pueden no permanecer
constantes y aumentar.
En producciones diversificadas, el punto de equilibrio puede fluctuar por variados y diversos
motivos (áreas geográficas, canales, tipos de clientes).
La extrapolación de los datos históricos, si estos no son estables, puede ser arriesgada, y las
conclusiones erróneas.
En el análisis tradicional no se tienen en cuenta ni el riesgo ni la incertidumbre al realizar
estimaciones futuras.
Este análisis solo es válido para el corto plazo.
Ejemplo 1
Un producto cuyo canal comercial está integrado por el fabricante, distribuidor y minorista. Los
distribuidores aplican un margen del 15 % sobre el precio de venta al minorista, y este con un margen
del
40 % sobre el precio de venta al público. El fabricante actúa con unos costes unitarios totales que
estima en 3,61 euros y espera tener un beneficio del 15 % de las ventas:
La gran utilización de este procedimiento se debe a que resulta muy fácil de aplicar, al conocerse
mejor los costes que la demanda, y a que su uso por parte de todas las empresas del sector lleva a
ofrecer precios similares, evitando situaciones de competencia en los precios.
Beneficios B
=
Capital invertido K
El beneficio viene dado por la diferencia entre ingresos totales (PQ) y el coste total, es decir, el coste
variable (Cv*Q) más el coste fijo (Cf), donde Cv* es el coste variable medio o unitario, y Q el
volumen de producción o ventas: Por tanto:
B = PQ – Cv* Q – Cf
PQ – Cv* Q – Cf
Obteniendo el precio:
Cf + K x r
+ Cv*
Q
Cf + K x r
n unitario = P – Cv* =
Q
El margen calculado para un nivel Q de ventas estimado recuperará los costes fijos y el beneficio
deseado, tal como se refleja en la siguiente figura:
Ejemplo 2
Una empresa que tiene unos costes fijos de 25.000 euros, unos costes variables de 500 euros y quiere
obtener una rentabilidad del 20 % para un capital invertido de 500.000 euros. Si estima sus ventas
anuales en 2.000 unidades de producto, puede calcular el margen de la siguiente forma:
Cf + K x r
n unitario =
Q
Denominamos fijación del precio, en función de la competencia, al hecho de que las empresas
determinen su precio, no por sus costes o demanda, sino en relación al precio medio de las empresas
competidoras. La decisión puede estar entre situarse en el precio medio o bien mantener determinadas
diferencias al alza o a la baja. En estos casos, los movimientos de precios se producen al mismo
tiempo, o con pocos días de diferencia entre las distintas empresas.
Estas actitudes responden a acuerdos implícitos o explícitos entre las firmas competidoras y se
producen en un mercado oligopolístico, es decir, con pocos productores, como es el de la mayoría de
los bienes de consumo duradero. Estos acuerdos evitan las posibles consecuencias de una guerra de
precios entre las empresas que contribuiría a una disminución de los beneficios de todas ellas y a
desplazar la competencia hacia otras variables, como son calidad del producto, comunicación,
servicio técnico y logística.
Hace unos años, los empresarios eludían la utilización de los precios como instrumentos para ampliar
su cuota de mercado, por una serie de razones, entre las que destacaban: el ser acciones
inmediatamente detectadas por la competencia, con lo que la respuesta era inmediata; y el que en los
casos de descenso generalizado de los precios se restablecía el equilibrio con un menor beneficio para
todos los competidores, salvo cuando la demanda era muy elástica, como suele suceder muchas veces,
en las que los hombres de marketing crean la necesidad de un mercado que, de otra forma, sería difícil
de motivar. El precio mantiene un fuerte protagonismo en las diferentes estrategias de marketing, lo
que obliga a la mayoría de las compañías a entrar en un juego que intentan evitar por todos los medios.
Tiene mucha importancia la actitud de la competencia en la fijación de los precios mediante concurso
o licitación. Este es un procedimiento muy empleado en las empresas del Gobierno, compras de las
industrias y en la construcción. Consiste en que para un proyecto o producto determinado en el que
se especifican sus características básicas, las empresas concursantes presentan sus ofertas; se adjudica
el contrato a la empresa que cumpliendo los requisitos establecidos ofrezca el precio más bajo.
La empresa decide su precio sin conocer a los competidores y sin conocer si obtendrá el contrato.
Presumiblemente, cuanto menor sea su precio más fácil será obtenerlo. En función de su experiencia
puede establecer una posibilidad de éxito asociada a cada precio, P (P), con lo que al conocer la
diferencia entre ingresos y costes puede calcular su beneficio esperado:
Los costes pueden ser calculados dadas las circunstancias del contrato y los ingresos o bien será igual
al precio ofertado (en caso de un producto), o puede ser obtenido a través de él (en caso de múltiples
unidades de un mismo producto). La dificultad mayor en el modelo estriba en calcular la distribución
de probabilidad de la obtención del contrato. Para ello pueden utilizarse los datos de experiencias
anteriores, o bien acudir a estimaciones subjetivas de probabilidad.
Ejemplo 3
Una empresa que concursa para la realización de un edificio y que estima, basándose en las empresas
competidoras del sector, la probabilidad de alcanzar el contrato.
Probabilidad de Coste estimado Beneficio esp
o concurso(millones)
obtenerla adjudicación (millones) (millones)
0,98 90 – 9,80
0,96 90 – 8,64
0,90 90 – 7,20
0,85 90 – 5,95
0,60 90 0,00
0,30 90 0,30
0,10 90 0,20
0,05 90 0,15
Por tanto, optaría por concursar con una oferta de 91.000.000 de euros y con unas expectativas de
beneficio que podemos estimar en 300.000 euros. A veces, se ha ofertado y ganado un concurso a la
baja; significa que aun perdiendo dinero ha interesado, por diversos factores, introducirse o continuar
en la empresa.
Por lo que respecta a la fijación de precios para una línea de productos, hay que considerar los posibles
efectos de los costes de producción conjunta, en la medida en que un cambio en el nivel de producción
de uno de ellos pudiera afectar a los restantes componentes de la línea. Por otra parte, la demanda
puede estar interrelacionada y las ventas de un producto incrementarse a costa de algún otro producto
de la misma empresa. Por último, cada producto de la línea ocupará posiciones diferentes en un
segmento de mercado, lo que dará una característica especial a su precio. Por ejemplo, dentro de una
línea de automóviles, podría ocurrir que solo hubiera un vehículo familiar con potencia intermedia,
lo que le daría un poder considerable dentro de su segmento de mercado.
La elasticidad cruzada se define como el cambio porcentual de las ventas de un producto como
consecuencia del cambio porcentual del precio del otro.
Estos modelos anteriores no son aplicables cuando se fijan los precios de un producto nuevo. Para
estos existe menos información que en los casos anteriores y la determinación del precio no se hace
mediante consideraciones de beneficio a corto plazo, sino de acuerdo con su explotación a lo largo
del ciclo de vida.
Existen dos enfoques en la determinación del precio de un nuevo producto, según se fije teniendo en
cuenta:
1. Este criterio de selección, denominado «descremado», es adecuado para aquellos productos que
son auténticas innovaciones y que, por tanto, gozan de ventajas competitivas en el mercado.
Tiene las siguientes características:
El mercado puede ser segmentado por niveles de renta, de forma que se venda en el segmento
de mayor renta, que es poco sensible al precio y, posteriormente, las reducciones sucesivas
de precios permitirán llegar a todos los consumidores.
La demanda es inelástica, ya que los consumidores tienen poca información sobre el producto
y, además, hay pocos consumidores.
Frente al desconocimiento inicial de las reacciones de los consumidores, tiene la ventaja de
que es una decisión fácil de rectificar mediante descensos de precios. Por el contrario, las
subidas de precios tienen una acogida más difícil.
La utilización de precios iniciales altos produce mayores beneficios con los que hacer frente
a los costes de innovación y lanzamiento; otras veces es utilizado por no disponer la empresa
de recursos necesarios para penetrar en el mercado.
Suelen ser productos con un corto ciclo de vida.
Tiene el inconveniente de que los precios y beneficios altos traerán nuevos competidores al
sector. Por lo que esta estrategia debe emplearse cuando el producto está protegido por patentes
o existan otras barreras de entrada (tecnología, capacidad financiera, etc.) que impidan el
surgimiento de competidores.
2. Esta política, de corte más bien conservador, tiene como alternativa la de penetración en el
mercado, que supone un riesgo mucho más alto. Consiste en fijar un precio lo suficientemente
bajo para asegurar una fuerte demanda que permita conquistar el máximo de segmentos del
mercado; para ello deben darse las siguientes circunstancias:
Supongamos que el bien es normal; es decir, una curva de demanda con pendiente negativa, y que
por lo tanto, al incrementar el precio, disminuye la cantidad demandada.
Una elasticidad de precio igual a uno significa que las ventas suben (o bajan) en el mismo porcentaje
que el precio baja (o sube). En este caso el ingreso total no se verá afectado.
Una elasticidad superior a uno significa que las ventas (x) suben (o bajan) en mayor proporción de lo
que el precio baja (o sube). En este caso los ingresos totales suben. Una elasticidad inferior a uno
significa que las ventas suben (o bajan) en menor proporción al porcentaje en que el recibo baja (o
sube). En este caso los ingresos totales disminuyen. Por tanto, para saber el resultado o los efectos de
una variación del precio es muy importante conocer la elasticidad.
Es difícil medir la elasticidad en la práctica, pues nos encontramos con grandes obstáculos
estadísticos. También hay que tener en cuenta que la elasticidad a largo plazo puede ser muy distinta.
Existen diferentes técnicas para medirla, como son el estudio directo mediante muestreos de la actitud
de los compradores, el análisis estadístico de la relación precio/cantidad a través de un estudio
histórico o por análisis de secciones transversales de mercados análogos. Pueden igualmente hacerse
pruebas de mercado mediante la utilización restringida a determinados grupos del nuevo precio o con
cálculos más complicados de inferencia estadística a través de segmentaciones del mercado y
cuantificación de los resultados parciales. El problema radica no en calcular el índice de estabilidad,
sino en conocer si es suficientemente grande (o pequeño) a lo largo de los tramos de curva de demanda
a que se refieran las magnitudes que se van a manejar, independientemente del punto de equilibrio y
atendiendo a la respuesta total del mercado y no a la de todos y cada uno de los compradores.
Las reacciones tienen particular importancia cuando el número de empresas ofertantes es muy
pequeño, cuando el producto que se ofrece es idéntico y cuando los compradores están informados.
1. Que cuando una empresa baje el precio, las demás lo bajen también.
2. Que cuando una empresa suba el precio, las demás no lo suban.
Δy/y
ΔPx/Px
En resumen, podemos decir que la bajada de precios como estrategia de marketing es utilizable
solamente cuando la demanda del producto es relativamente elástica y la empresa no compromete su
rentabilidad; mientras que la compañía cuando inicia un alza de precios debe conocer las posibles
respuestas de la competencia, ya que si se opta por ella, sabe que el mercado va a responder sobre
todo si existe un líder que suele marcar las directrices a la hora de fijar los precios y las condiciones
de venta, facilitando con ello estabilidad al sector.
24. Preguntas que tendrá que realizar la PYME antes de la fijación de precios
En un mercado de oferta y demanda, donde el precio juega una gran baza a la hora de comercializar
el producto, el empresario y el profesional de marketing tendrán que responder a una serie de
interrogantes antes de realizar cambios en el valor dado al producto:
¿Los precios fijados nos permiten alcanzar los objetivos marcados para este año?
¿Debemos revisar la política de descuentos antes de tocar el precio?
¿Qué reacción tendrá la competencia frente a nuestros nuevos precios?
¿Elaboramos otro envase con diferente capacidad para no variar el precio?
¿Cómo será aceptada por el canal de distribución la nueva tarifa?
¿Reducimos la financiación de nuestros productos antes de cambiar los precios?
¿El precio fijado es coherente con el resto de la gama y el posicionamiento que queremos darle?
¿Nos permitirá posteriormente el precio marcado una flexibilidad comercial?