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INTRODUCCIÓN
El uso intensivo del suelo, la falta de rotación de cultivos entre ciclos de producción
y la excesiva preparación del suelo para su posterior siembra, son los factores que
facilitan la pérdida de suelo por erosión y alteración de sus propiedades (Gliessman,
2002). Dichas actividades tienden a degradar la calidad del mismo. Uno de los efectos
más visibles de la degradación del suelo es la disminución de la MOS, lo que causa la
reducción de la fertilidad y la degradación de su estructura provocando una
compactación (Céspedes & Millas, 2014). Por lo tanto, el contenido de MOS es un
indicador importante de la calidad del mismo, pues la presencia de éste y su continua
transformación influyen sobre sus propiedades físicas, químicas y biológicas. Sin
embargo, no toda la fracción orgánica del suelo influye de la misma manera a la
productividad de los cultivos, la mayor parte interviene sólo indirectamente. Por lo tanto,
es importante conceptualizar y clasificar las diferentes fracciones orgánicas,
definiéndose de acuerdo a su tamaño y velocidad de descomposición (Galantini et al.,
2015). La labilidad (velocidad de descomposición) dependerá de las composición
química, de la relación C:N, del estado de humificación y de su posición dentro de la
matriz del suelo (Galantini et al., 2015).
Desde el punto de vista de la fertilidad del suelo, la MOS puede ser diferenciada y
clasificada dependiendo de la función que cumple, entre ellos tenemos: la Materia
Orgánica Humificada (MOH) o asociada a la fracción mineral del suelo y la Materia
Orgánica Particulada (MOP). Siendo la MOP la fracción con mayor influencia sobre el
desarrollo de las plantas, ya que ésta dinamiza y hace disponible los nutrientes para las
plantas (Galantini et al., 2015).
El uso del suelo también es un factor que incide sobre la concentración de la MOS.
Con el fin de cuantificar la MOP presente en suelo y el contenido de nutrientes en ella
presentes, y, evaluar el efecto del cultivo antecesor sobre la cantidad y calidad de la
MOP, Galantini et al., (2007) evaluaron una amplia variedad de suelos y cultivos
antecesores (pastura, trigo y girasol) sobre los cuales sembraron trigo, encontrando que
el contenido de MOP del suelo es muy variable y representa una importante reserva
nutricional para cultivos futuros (cada tonelada de MOP en promedio contiene una
reserva de 40, 1, 6 y 3 kg de N, P, K y S ha-1, respectivamente), pudiendo asociar su
calidad con los contenido de N, P, K y S. Concluyendo así que el cultivo antecesor es el
principal responsable de esa variabilidad.