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maginemos que colocamos un huevo en el vértice superior de una
pirámide. Ahora pensemos que tiramos un corcho en el nacimiento de un río.
Podremos saber en qué dirección caerá el huevo o en qué punto del río
acabará el corcho una vez hayamos observado el resultado. Sin
embargo, ¿podríamos predecirlo? Si bien con el resultado final se pueden
elaborar numerosos modelos respecto como el experimento ha terminado de
un modo u otro, existen una gran cantidad de variables que pueden o no influir
en el resultado final.
Existe una teoría que indica que la naturaleza y el universo en general no
siguen un modelo previsible, denominada como la teoría del caos.
El efecto mariposa
Esta teoría es ampliamente conocida por lo que se viene a denominar el efecto
mariposa, según el cual “el débil golpe de las alas de una mariposa puede ser
la causa de un huracán a miles de millas de distancia”. Se indica de este modo
que la existencia de una variable concreta puede provocar o alterar otras,
influyéndose progresivamente hasta obtener un resultado fuera de los
esperado.
En síntesis, podemos considerar que la teoría del caos establece que
pequeños cambios en las condiciones iniciales crean grandes diferencias
respecto al resultado final, con lo que una gran mayoría de los sucesos y
sistemas no resultan totalmente predecibles.
Es importante tener en cuenta que a pesar de las apariencias, el caos al que se
refiere esta teoría no implica una falta de orden, sino que los hechos y la
realidad no se ajustan a un modelo lineal. Sin embargo lo caótico no puede ir
más allá de ciertos límites. El huevo que mencionamos en la introducción solo
puede no caer o caer en cualquier dirección. Dicho de otro modo las
posibilidades son múltiples pero los resultados limitados, y existen
predisposiciones a que los fenómenos se sucedan de determinada manera,
predisposiciones conocidas como atractores.