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VIOLENCIA POLÍTICA
CONTRA LOS
PUEBLOS INDÍGENAS
EN COLOMBIA
1974-2004
William Villa
Juan Houghton
Equipo de TTrabajo:
rabajo:
Hernán Molina Echeverri – Documentación
Omar Mesa – Bases de Datos
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
303.6
V712 Villa, William
Violencia política contra los pueblos indígenas en Colombia. 1974-2004 /
William Villa. Juan Houghton; fotografías Carlos Gómez Ariza; Geo-ferenciación
Ivar Rojas ilustraciones Luis Alfonso Orozco. — Santafé de Bogotá :
CECOIN. OIA. IWGIA, 2004.
460 p. : il.color. ; 24 cm.
ISBN 958-95143-1-6
William Villa
Juan Houghton
ISBN:
958-95143-1-6
Equipo de Trabajo:
Documentación: Hernán Molina Echeverri
Bases de Datos: Omar Mesa
Centro de Cooperación al Indígena CECOIN
Organización Indígena de Antioquia OIA
Carrera 10 No. 24-76
Bogotá, D.C., Colombia
www.cecoin.org
Fotografías:
Carlos Gómez Ariza
Geo-referenciación:
Ivar Rojas
Impresión:
Alto Vuelo Comunicaciones
Primera edición
Febrero de 2005
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
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ÍNDICE GENERAL
AGRADECIMIENTOS ........................................................................ 7
SIGLAS .............................................................................................. 11
INTRODUCCIÓN .............................................................................. 13
EVOLUCIÓN GENERAL DE LA VIOLENCIA POLÍTICA
CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS ............................................ 19
Período de formación de la territorialidad indígena (1953-1970) ..................................... 27
Período de la violencia gamonal (1970-1991) .................................................................... 29
La Constitución Política de 1991 y el nuevo orden territorial. 1992-1996 ...................... 33
La visión territorial de la insurgencia y el para-Estado ................................................... 37
La inclusión de los pueblos indígenas en la guerra. 1997-2004 ...................................... 41
Dos mapas y una dinámica de la guerra ............................................................................ 49
GEOGRAFÍA ÉTNICA DEL CONFLICTO ....................................... 57
Regiones y pueblos indígenas en los que se concentra la violencia ............... 58
Pueblos indígenas: demografía y etnocidio ...................................................................... 63
El desplazamiento forzado colectivo e individual ............................................................ 68
Presencia armada en territorios indígenas ........................................................................ 78
INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE: CONSTRUCCIÓN
DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO
DE LA VIOLENCIA ........................................................................... 83
La violencia factor permanente en la lucha por el territorio y la atonomía .................... 87
Las respuestas de los indígenas del Cauca al conflicto armado ..................................... 96
La minga como alternativa de resistencia ....................................................................... 107
Los indígenas del Cauca como sujetos políticos ........................................................... 115
Violencia política, poder y construcción cultural ........................................................... 118
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO
COLOMBIANO ............................................................................... 123
El Pacífico: espacio de frontera y de economías extractivas ..................... 124
La desterritorialización de los pueblos indígenas: las rutas de la colonización .......... 126
El Alto Andágueda: la guerra del oro y el inicio de una nueva era en el Pacífico ....... 129
La territorialidad en la guerra y los territorios étnicos .................................................. 136
La nueva territorialidad: el drama de los desterrados .................................................... 144
La guerra y el ordenamiento territorial del pacífico en el nuevo milenio ..................... 146
EL ETNOCIDIO KANKUAMO: LOS PARAMILITARES Y EL
ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN .......... 153
Itinerario del etnocidio Kankuamo ......................................................... 155
La construcción del universo étnico y de la comunidad política Kankuama
en medio de la guerra ........................................................................................................ 166
El pueblo Kankuamo: campesinos e indígenas sujetos de la guerra ........... 174
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A IWGIA
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A Kimi Pernía Domicó
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SIGLAS
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INTRODUCCIÓN
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Los impactos de la guerra para los pueblos indígenas son variables, no es posible
decir que la afectación se expresa del mismo modo y dependerá de factores
demográficos, capacidad político organizativa, fortaleza de la institucionalidad
tradicional y capacidad para generar consensos orientados a la negociación
con las fuerzas en conflicto. Pero independiente de los contextos culturales y
demográficos, el impacto de la guerra sobre las poblaciones indígenas es
dramático cuando se observan los homicidios políticos, los cuales en el período
2000-2004 llegan a una tasa que es tres veces la nacional, que ya de por sí es
una de las más altas del mundo. Igualmente de los 92 pueblos que se distribuyen
en la geografía nacional, los reportes señalan que 37 de ellos son afectados por
el homicidio político y 21 de ellos presentan una tasa superior a la nacional.
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EVOLUCIÓN GENERAL DE LA VIOLENCIA
POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
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Contra las violencias estructurales que han debido enfrentar los pueblos indígenas
en Colombia, se desarrolla y crece el movimiento indígena a partir de la década
de los setenta del siglo pasado. Movimiento social que funda su política y se
moviliza en torno a la recuperación de sus territorios expropiados, al derecho a
gobernarse y a aplicar su propia justicia, a la adopción de modelos económicos
autónomos, a la definición de planes de control del cambio cultural y a la
afirmación de su identidad o a la recuperación de ella, como fue la motivación
de algunos pueblos. Este despertar indígena culmina su primera fase en 1982
con la fundación de la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC. A
partir de entonces, se evidencia la presencia política diferenciada, legítima y
reconocida del movimiento indígena en el contexto nacional. Una segunda fase
que se desarrolla hasta 1991, caracterizada por la continuidad de las acciones
de recuperación de tierras, lo mismo que la búsqueda de reconocimiento legal
de sus territorios y gobiernos propios, culmina con la participación indígena en
la Asamblea Nacional Constituyente realizada en 1991.
Entre 1992 y 1996 tiene lugar una tercera fase, los pueblos indígenas y sus
organizaciones viven un período de expectativa y optimismo ante los derechos
constitucionales conquistados y una creciente ampliación de su incidencia social
en el dominio nacional. En el marco de las campañas conmemorativas del Quinto
Centenario la mayoría de organizaciones indígenas se involucran en la formulación
de propuestas de ordenamiento territorial, regímenes jurisdiccionales internos,
construcción de espacios de interlocución con el Estado; esta fase es también
de inserción de organizaciones y líderes en el dominio de la participación
electoral, un grueso número de dirigentes indígenas se ven integrados en esa
nueva dinámica. Desde 1997 hasta el 2004 se configura una cuarta fase, llamada
por algunas organizaciones de “resistencia a la guerra”, que corresponde a la
incorporación de los pueblos indígenas en el sistema de guerra interna, que de
manera evidente determina sus comportamientos políticos y organizativos.
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Desde la década de los sesenta las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC,
grupo guerrillero que encarna la tradición de guerra campesina, se constituye en el principal
actor armado y su acción se proyecta hasta el período actual. El Ejército Popular de Liberación
EPL de origen maoísta tiene importancia hasta mediados de los noventa, momento en el que
asume la negociación como alternativa frente a la derrota militar. El Movimiento 19 de Abril M19
cobra vida hacia los setenta y el proceso de negociación los lleva a convertirse en actores
políticos de primer orden en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. El Ejército de
Liberación Nacional ELN, como las FARC, son los grupos que en la actualidad asumen la
guerra en diferentes puntos del país.
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Estos dos enfoques generales del análisis se pueden corroborar con una
descripción de las diversas etapas de la violencia política contra los pueblos
indígenas.
Varios autores coinciden en que “la manera como se pobló el país y se organizó
la estructura económica y social, desde los tiempos de la Colonia española,
creó las bases de un problema agrario que hasta el día de hoy permanece sin
solución” (González et al, 2003). Este problema entendido como “agrario” desde
la mirada del sujeto campesino excluido, es al mismo tiempo el problema
“territorial” del sujeto indígena despojado y desterritorializado, y luego expulsado
y desplazado. Lo que se pone en evidencia con la revisión histórica, es que el
surgimiento y la expansión del conflicto armado ha evolucionado a la par como
se ha ido construyendo la territorialidad indígena en las tres últimas décadas.
2
En desarrollo de estas disposiciones de corte liberal en 1832 se repartieron (en parcelas
familiares de 30 hectáreas) los resguardos de Coyaima y Natagaima que en corto tiempo
terminaron enajenados a favor de un campesinado ejidatario que reclamaba derechos; similar
situación ocurrió con los resguardos de Cañamomo, San Andrés de Sotavento, Güicán y
Cocuy. (ONIC, 2002c).
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Así es como en el nacimiento las FARC, en los años sesenta en el sur del Tolima,
participaron varios grupos de guerrillas liberales conformadas por indígenas de
la región. Esta guerrilla que se expandió a las zonas de colonización del
piedemonte amazónico, en su dinámica de formación es acompañada por familias
Pijaos y Nasa que fueron a vivir en departamentos como Meta, Vichada,
Caquetá. Igualmente el EPL tuvo su proceso de formación en el Alto Sinú y en
las sabanas de Córdoba y Sucre, y en el marco de sus acciones bélicas se
dieron las luchas indígenas por la recuperación de los territorios del Gran
Resguardo Senú. Procesos similares de simbiosis en la configuración territorial
indígena se dieron en el Cauca y Nariño, y más tarde en Vichada. En esa medida,
también los indígenas aprovecharon el ascenso de la lucha campesina y guerrillera
para mantener dinámicas de expansión y recuperación territorial. No es extraño
que los grupos armados en la actualidad estén en territorios de pueblos indígenas,
es claro que tal territorialidad en algunos casos llega a constituirse en el marco
mismo de las acciones armadas. Un reto de posteriores investigaciones es el
profundizar en este aspecto, que por razones políticas ha sido dejado de lado.
Las luchas que los pueblos indígenas emprenden a partir de los años setenta, se
articulan y contextualizan en el escenario de debate y confrontación que las
organizaciones campesinas asumen para la época respecto al derecho a la tierra.
La movilización campesina, que a lo largo de una década asume la recuperación
de la tierra como una alternativa política, es en ciertas regiones un proceso en el
que se integran pueblos indígenas, en algunos casos en pro de recuperar sus
antiguos resguardos, mientras en otros en procura de satisfacer sus necesidades
de tierra.
3
En 1964 Álvaro Gómez Hurtado, líder de la derecha colombiana, denuncia en el Senado la
existencia de Repúblicas Independientes, dando paso a la operación LASO (Latin American
Solidarity Operations) que atacó los colonos de Marquetalia, uno de los gérmenes de las
actuales FARC.
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De 1978 a 1982 son años especialmente graves para los pueblos indígenas del
Cauca, Tolima, Caldas y Chocó, como resultado de la aplicación del Estatuto de
Seguridad impuesto por el gobierno de Turbay Ayala; las detenciones arbitrarias y
4
Para una revisión de los hechos de formación del movimiento indígena y los primeros años de
la violencia política contra indígenas, ver Unidad Indígena 1975-1986; Unidad Álvaro Ulcué
1986-1992.
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las torturas cubren la mayoría de los casos. Entre 1985 y 1986 se amplía a varios
pueblos y departamentos la violencia política registrada; los Dujos, Emberá, Emberá
Katío, Pijaos y Nasa, son los afectados. 1987 y 1988 representan un salto relevante
en la intensidad de la violencia, aunque se mantienen los mismos pueblos y
departamentos, aparece por primera vez el Amazonas donde los Tikunas fueron
víctimas de una masacre por parte de la policía asociada a intereses del narcotráfico.
En estos años en mayor grado debieron vivir la violencia los pueblos indígenas de
Chocó y Cauca, especialmente como resultado de la intervención del Ejército y de
otros actores violentos (terratenientes y narcotraficantes). Esta etapa parece detenerse
hacia 1989 y 1990, con un último coletazo en 1991, cuando las matanzas de indígenas
Nasa por paramilitares y las detenciones y asesinatos de Pijaos por las fuerzas del
Estado, disparan los registros.
Los casos de asesinatos y amenazas directas por parte del Ejército, la Armada
y la Policía Nacional, para este período se inscriben en el marco de la estrategia
contrainsurgente y no se presenta asociación alguna con acciones realizadas
por grupos paramilitares. El paramilitarismo todavía se entiende como
gamonalismo armado y no se le vincula a una estrategia estatal. Es en este período
cuando la población indígena del Cauca estructura su propio grupo armado, el
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La geografía de la violencia política durante este período enseña que las luchas
indígenas ocurren alrededor de la recuperación de la tierra y se concentra tal
acción en departamentos como Cauca, Tolima, Córdoba y Nariño. Sin que
exista una correlación estrecha entre los centros de movilización indígena y los
lugares en que se concentra la acción armada; la violencia insurgente estaba
más en función de la lucha por la tierra de indígenas y campesinos que como un
factor determinante de la acción colectiva indígena. Por su parte, las
“motivaciones” de las acciones que en principio se podrían considerar como
violencia racista ocurridas en este período (“atacados por ser indios”) son
descritas como atenuantes de las acciones violentas más que como motivos
directos o inmediatos.
5
Los pueblos indígenas de Colombia, en el momento en el que se expide la nueva Constitución
Política en 1991, disponen ya de cerca de 25 millones de hectáreas, que estaban amparadas en
246 resguardos. Esta área representaba el 22.2% del total del territorio nacional (Roldán, 1993).
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EVOLUCIÓN GENERAL DE LA VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Más importante que los hechos de violencia política directa, lo que resulta
trascendental para los pueblos indígenas en este período son los cambios
silenciosos que iban sufriendo la insurgencia y los paramilitares, sus
replanteamientos estratégicos y la modificación en la composición de clase de
la guerra7.
6
Artículo 286 de la Constitución Política colombiana: “Son entidades territoriales los
departamentos, los distritos, los municipios y los territorios indígenas”. Subrayados nuestros.
7
Fernán González et al (2003) sostienen que entre 1990 y 1994 la muerte de Rodríguez Gacha en
1989 y la disputa interna entre narcoparamilitares, significaron una reducción de acciones
paramilitares y su estancamiento. A lo cual se agrega el proceso de contrarreforma agraria que
los narcotraficantes aliados con los militares venían desarrollando desde finales de los ochenta
principalmente en el Magdalena Medio, el cual modificará el papel mismo del paramilitarismo
que estaba a su servicio; mientras en los ochenta su comportamiento es totalmente funcional
a la contrarreforma agraria de hecho, realizada con una típica lógica gamonal, en los noventa
pasan a funcionar como ejércitos mercenarios que defienden el nuevo orden territorial de la
lumpen-burguesía emergente . (Reyes Posada, 1998).
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EVOLUCIÓN GENERAL DE LA VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
El lapso que va de 1990 hasta 1994 caracterizado por una disminución de las
acciones de los grupos paramilitares y en general de la insurgencia y el Ejército,
es una fase de transición hacia la construcción de una nueva visión, donde lo
territorial aparece como núcleo y como determinante de la conducta futura de
los actores armados.
8
En sus orígenes las FARC (pero sobre todo las ligas campesinas armadas) fueron de hecho
una organización de corte maoísta como lo era la mayoría de las organizaciones de izquierda del
tercer mundo con crisis agrarias profundas. La ruptura sino-soviética a mediados de los sesenta
les planteó un dilema que se resolvió a favor de la tesis insurreccional, en la cual la autodefensa
o milicia campesina se subordinaba a la estrategia obrera urbana. La caída de la URSS y derrota
de clase obrera en el continente a fines de los ochenta marca el nuevo proceso.
9
Para una historia de las negociaciones de las FARC y el Estado en la década de los noventa,
la posterior guerra sucia y los replanteamientos estratégicos, ver: Arenas, Jacobo (1985; 1988;
1990a; 1990b); Buenaventura (1985); Rangel (1998).
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Esta dinámica fue respondida por los paramilitares, que de defender intereses
locales o a lo sumo regionales pasan a conformar un único mando ligado a la
estrategia nacional contrainsurgente de las cúpulas militares, el cual subordina
los comportamientos “privados” que le dieron origen y al mismo tiempo definen
un plan de expansión nacional. Tal transformación tiene lugar con la conformación
de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC en abril de 1994, el traspaso de
un grupo importante de oficiales del Ejército de alto rango y soldados a las filas
paramilitares, y la definición de planes de re-conquista territorial basados en la
destrucción del tejido social en las zonas donde se asienta la guerrilla.
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sus acciones o no podían ser plenamente identificados por las víctimas debido
al incipiente proceso de unificación de mando que se venía dando. En Antioquia
la responsabilidad de los hechos es compartida con la insurgencia y los
paramilitares, mientras en Chocó la gran mayoría son atribuidos al Ejército y
los paramilitares, lo que muestra que en la primera región se trataba de una
disputa por ganar las bases de apoyo, mientras en Chocó la mayoría de las
incursiones orientadas a castigar y generar terror, las realizaron los paramilitares
con el objeto de desestructurar la hegemonía territorial de la insurgencia (Gráfica
3). La responsabilidad por los desplazamientos en su mayoría es atribuida a la
fuerza pública.
La misma región del Gran Urabá es la más afectada en 1998. Los departamentos
de Chocó, especialmente del municipio de Carmen de Atrato; Antioquia, en
mayor medida los municipios Mutatá, Murindó y Frontino; y Córdoba, centrado
en Tierralta, son los que reciben la mayor cantidad de violaciones. Ése es un
año crítico para el pueblo Emberá Katío; 110 de sus miembros fueron víctimas
de alguna violación a sus derechos, especialmente por parte de los paramilitares.
Los desplazamientos masivos seguían concentrándose en estos departamentos.
Por otra parte, los Emberá Chamí, en Caldas y Risaralda; los Kankuamos en la
Sierra Nevada; y los Nasa, en Valle, en Cauca, en Putumayo y en Meta; junto
con los pueblos indígenas del Tolima, de La Guajira, de Nariño y de Caquetá
son afectados en menor medida.
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EVOLUCIÓN GENERAL DE LA VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Entre tanto, los Nasa aportan víctimas a este registro regularmente y sufren una
de las más grandes migraciones forzadas en Jambaló como resultado de
bombardeos indiscriminados del ejército. También ocurren hechos violentos
contra indígenas en Caquetá, Magdalena, Tolima, Caldas, Guainía, Putumayo y
Vichada.
Esta dinámica continúa en los años siguientes para dar forma más clara al corredor
bélico del Pacífico, corredor que se proyecta desde el piedemonte amazónico
en las áreas de incidencia histórica de las FARC, razón por la cual los indígenas
del Valle y del Cauca empiezan a sufrir la más fuerte agresión. En 2000, cuando
la intensidad del conflicto adquiere las dimensiones actuales, los Nasa son las
principales víctimas de violencia política; los municipios de Popayán, Santander
de Quilichao, Buenos Aires, Caloto, Toribío, Jambaló, Páez, Piendamó y Silvia,
en el Cauca, y Pradera, en el Valle, son los afectados; salvo en Santander de
Quilichao, donde los paramilitares están en proceso de consolidación, en los
demás municipios los principales responsables son los grupos insurgentes, que
despliegan una intensa campaña para asegurar las lealtades políticas en territorios
que empiezan a ser objeto de las incursiones paramilitares y militares.
10
Para profundizar en este proceso, ver Secretariado Nacional de Pastoral Social (2001).
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El año 2001 es similar al anterior. De manera más clara se evidencian las zonas
de disputa territorial de los actores armados: el Cauca, la Sierra Nevada de
Santa Marta y Putumayo; este último, se incorpora en la dinámica de violencia
contra los indígenas al tiempo que se implementa el Plan Colombia. Las víctimas
son en su mayoría Nasa, especialmente por la masacre del Naya y por los
desplazamientos masivos que son responsabilidad de los paramilitares. Así como
a otros crímenes generados por la oposición indígena al intento de los
paramilitares de copar sus territorios altos en la Cordillera central y la acción
de la insurgencia contra líderes indígenas del CRIC; en 13 municipios indígenas
se registran en ese año hechos de violencia en el Cauca. En el Cesar los
Kankuamos son víctimas de la acción paramilitar, mientras los Wiwa son
agredidos por la fuerza pública.
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En la Sierra Nevada de Santa Marta los Wiwa y los Kankuamos se ven afectados
especialmente por los paramilitares y actores no identificados, por las acciones
orientadas a ejercer control de la parte suroriental de la Sierra en los momentos
en que se presenta la “unificación hostil” de las Autodefensas de Giraldo con
las AUC. Al igual que los años anteriores, el conflicto sigue involucrando a
varios departamentos con presencia indígena; a los ya señalados, se suman
Caldas, Chocó, Antioquia, Córdoba, Tolima, Norte de Santander, Nariño,
Risaralda, Arauca, Guainía, Magdalena y Sucre.
El hecho más relevante de este año es la aparición de las fuerzas militares y los
paramilitares como responsables de más del 83% de los desplazamientos
masivos, el 55% bajo responsabilidad de los primeros y 27% por parte de los
segundos; mientras que el 76% de los hechos violentos individuales son
responsabilidad de los mismos actores, con un 39% a cargo de los primeros y
36% como responsabilidad de los segundos. Estas cifras expresan el ascenso a
Álvaro Uribe Vélez a la presidencia en el 2002 y el respaldo que este le dio a
las fuerzas militares desde su primer semestre en el gobierno para actuar contra
el movimiento social en el marco de su estrategia de “seguridad democrática”.
11
Ver también Fundación Hemera (2003); ONIC (2003).
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Combinando los registros de Incoder (que incluye población de resguardos indígenas y
solicitudes de titulación) y ONIC (que incluye poblaciones urbanas), en 296 municipios del
país se registra población indígena.
13
De acuerdo con Suárez (2001), el registro del RUT solo correspondió al 1% de los desplazados
atendidos por el CICR en el año 2000.
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Las amenazas individuales tienen un peso notorio desde 1997; más allá de la
ausencia de denuncias y de registro de etapas anteriores, esto obedece en primer
lugar a la mayor utilización de este mecanismo por los actores armados para
garantizar el control territorial y poblacional; las amenazas están asociadas a la
transformación del conflicto, en el que el objetivo pasa a ser el control de
territorios, donde las amenazas garantizan la subordinación de los líderes y
autoridades indígenas. Por otra parte, es notorio que las torturas y violencia
sexual mantienen su cuota permanente, pero no alcanzan los niveles de 1978 en
épocas del Estatuto de Seguridad. Igualmente es significativo el crecimiento de
los asesinatos y ejecuciones por parte de los paramilitares, hecho que permite
al Estado reducir estadísticamente su responsabilidad en la violación de derechos
humanos manteniendo la misma presión sobre las comunidades.
Se advierte así mismo una ampliación de la geografía del conflicto con relación
a los pueblos indígenas. En 1990, cuando estaba limitado territorialmente, las
acciones de violencia política y acciones bélicas de todo el país se concentraban
en 6 regiones bien delimitadas, todas las cuales salvo el Magdalena Medio son
territorios indígenas. En Urabá 5 de los seis municipios involucrados más
fuertemente en la violencia política (Apartadó, Arboletes, Turbo, Tierralta,
Unguía) tienen importante población de los Emberá Katío, Emberá y Tule; en la
Costa Caribe el municipio más afectado (Ciénaga) y los dos de la región del
Ariari (Castillo y Mesetas) son igualmente territorios con presencia indígena;
así mismo, en Arauca se concentraba el accionar bélico en Saravena (territorio
de Uwas y Sikuanis desplazados por la explotación petrolera) y en los municipios
del Norte del Cauca y sur del Valle (territorio Nasa).
En los últimos 4 años las nuevas áreas con población indígena que ingresaron
agresivamente en el mapa de la violencia política fueron el Medio Atrato y norte
del Chocó (Riosucio, Juradó, Nuquí), Putumayo, sur del Tolima (Natagaima,
Chaparral, Rioblanco, Planadas, Coyaima), y la Costa Pacífica.
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TABLA 3
Tipo de Actor Asesinato % Desapar Secuest.Violencia Heridos Amenaz Detenci. Total % del
Políticos asesinat forzada Sexual / Individu. arbitrari. general total
políticos Tortura Retenci.
Actores Estatales
Armada Nacional 5 5
Autoridad civil 2 6 6 79 93
Ejército 103 33 400 93 78 866 1573
FAC 1 5 6
Guardia Venezolana 5 5
Organismos Seguridad 4 1 21 2 12 79 119
Policía 59 12 327 93 36 1232 1759
Total Actores Estatales 174 9.21 46 759 193 132 2256 3560 52.78
Otros Actores Violentos
Sin identificar/Otros actores 510 49 7 20 32 1 618
Terrateniente/Narcotraficante 101 1 110 263 475
Total Otros Actores Violentos 611 32.35 49 8 130 295 1 1094 16.219
Paramilitares
ACCU 12 5 1 50 11 79
AUC 416 94 1 83 39 76 184 881
Paramilitares N.I. 260 34 30 27 58 21 429
Total Paramilitares 688 36.42 133 1 113 67 184 216 1402 20.79
Grupo insurgente
ELN 27 8 1 1 5 42
EPL 9 10 19
ERG 5 5
FARC 357 99 6 48 69 21 596
Guerrilla N.I. 7 1 8
M-19 4 4 8
Quintín Lame 7 7
Total Grupo insurgente 416 22.02 0 121 7 49 75 21 689 10.21
Total general 1889 100.00 228 130 1010 604 392 2493 6745 100.00
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Esto obliga a una interpretación del conflicto ligada con la primacía de las
dinámicas nacionales sobre las particularidades territoriales, más que en
especificidades indígenas; con lo que se refuerza la tesis de que los indígenas
están inmersos en la lógica del conflicto armado y no constituyen un caso
excepcional, salvo por la intensidad de los impactos que reciben debido a sus
particularidades demográficas y culturales, y los tipos de respuesta que han
logrado desarrollar.
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Regionalmente, el norte del Cauca y sur del Valle del Cauca, una evidente unidad
socio-política y geográfica, registran la ocurrencia del 38,37% de los hechos,
que han afectado especialmente al pueblo Nasa; el Gran Urabá conformado
por los departamentos de Córdoba, Antioquia y Chocó, en conexidad con el
Eje Cafetero, es la segunda región más crítica en violaciones de derechos
humanos de pueblos indígenas, 22,28%, escenario que constituye el territorio
de los pueblos Emberá; el departamento del Tolima poblado mayoritariamente
por Pijaos representa por sí solo el 17,4%, sin incluir los desplazamientos
individuales, que en esta región representan el más elevado de los registrados
por la Pastoral Social para todo el país indígena; la Sierra Nevada de Santa
Marta, en la que convergen Cesar, el sur de La Guajira y Magdalena, constituye
la cuarta área crítica, con el 9,84% en el total del estudio. Con menor
participación está la región del Putumayo, Caquetá y Meta, con el 4,99% en
todos los años del estudio. Se configura una quinta región, conformada por los
departamentos de Arauca, Boyacá (región del Sarare) y Norte de Santander,
zona de frontera y de paso del principal oleoducto del país; aunque su
participación es apenas del 2,11% en el total de estos hechos, sin embargo al
incluir los eventos de desplazamiento forzado tal cifra cambia.
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GEOGRAFÍA ÉTNICA DEL CONFLICTO
Antioquia, La Guajira, Córdoba, Putumayo y Valle del Cauca, son los lugares
donde suceden el 81,44% del total de las acciones violentas registradas contra
indígenas. Es palpable que el Gran Urabá con 30,1%, Cauca y Valle con el
29,26%, la Sierra Nevada con 18,33% y Putumayo con el 8,66%, constituyen
las regiones críticas de esta violencia, todas las cuales se inscriben en las zonas
donde se concentra el conflicto armado en el nivel nacional.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Las afectaciones a los pueblos indígenas deben ser vistas también en clave de
los impactos que tienen como unidades socio-demográficas. En Colombia 39
pueblos indígenas tienen menos de 1.000 miembros, algunos menos de 100; 19
pueblos los constituyen poblaciones entre mil y cinco mil, otro conjunto de 19
tienen posiciones entre 5.000 y 50.000 (Sánchez et al, 2004); mientras sólo
cuatro superan los 50.000; esto obliga a mirar el problema en unidades
comparables. La Tabla 5 hace referencia a los hechos presentados en términos
de tasas por 100.000 habitantes entre los años 2000 y 2004, que ilustra mejor
la dimensión de los impactos de la violencia política contra los pueblos indígenas.
La tasa anual de muertes violentas por 100.000 habitantes alcanza en Colombia
la cifra de 63,7, una de las más altas del mundo; de esos homicidios, por lo
menos una quinta parte representa asesinatos políticos o presumiblemente
políticos. En los últimos 5 años, consolidando los datos de Noche y Niebla, ha
ocurrido en Colombia unos 17.897 asesinatos políticos y unas 39.864 violaciones
e infracciones individuales de los derechos humanos y el DIH; la cifra nacional
consolidada para víctimas individuales de violencia política registra en
consecuencia una tasa de 90,6 por cada 100.000.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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GEOGRAFÍA ÉTNICA DEL CONFLICTO
De lejos, los pueblos Wiwa y Kankuamo son los más afectados en su integridad
social por la violencia política. La tasa de 3.642 violaciones por 100.000
habitantes para los primeros, y de 3.585 para los segundos, es escalofriante,
pues multiplica ¡40 y 39 veces! la del país, que es catalogado como uno de los
más violentos del mundo. Estas cifras expresan los ataques de que ha sido
víctima la población Wiwa por parte del ejército y los paramilitares que
incursionaron repetidamente en la zona guajira de la Sierra Nevada de Santa
Marta, y de los ametrallamientos y bombardeos indiscriminados realizados en
el 2002 y el 2003; así como la paralela arremetida de los paramilitares en el
territorio de los Kankuamos, en las áreas aledañas a Valledupar, en zona de
control total por parte del Batallón La Popa del Ejército colombiano. Eso ya
ilustra el tamaño del drama vivido en la Sierra. Si se agregamos que la mayoría
de estos asesinatos, homicidios fuera de combate, secuestros y desapariciones
tuvieron como víctimas a médicos tradicionales, maestros y líderes, es claro
que se está ante un hecho de etnocidio sistemático, que tiene lugar ante los ojos
cómplices del Estado colombiano.
En el Putumayo los Siona registran una tasa de 1.634,9 violaciones por 100.000,
más de 18 veces la nacional. Mientras el pueblo Kofán, uno de los que no
supera los mil miembros, asentado en San Miguel Putumayo, y en Ipiales Nariño,
en la frontera con Ecuador, es otro donde los impactos de la guerra se siente
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
con mayor intensidad; allí la tasa es de 456,1 violaciones por 100.000, unas 5
veces superior a la acumulada nacional para los años analizados. La situación
demográfica de estos pueblos es precaria, pues junto con los asesinatos y
desapariciones presentan uno de las tasas más elevadas de desplazamientos sin
retorno, como ocurre con todas las demás poblaciones del Putumayo; este
territorio constituye uno de los corredores más frágiles ante la intervención
armada, al encontrarse en zonas de frontera con Ecuador, sobre afluentes del
río Putumayo y en áreas especialmente críticas de disputa territorial entre los
paramilitares y las FARC.
Los Nasa son el segundo pueblo indígena más numeroso del país, con 190.000
miembros. Su peso demográfico debería matizar el 37,4% del total de los casos
de violencia política en que fueron víctimas; aún así, la cifra de 582,7 violaciones
por cada 100.000 muestra cómo es uno de los más afectados no sólo en número
sino en intensidad, más de 6 veces la tasa nacional. Igualmente grave es la
situación del pueblo Chimila, en el Magdalena; son 900 personas virtualmente
encerradas en 379 hectáreas que constituyen su resguardo. La tasa de 666,7
violaciones por 100.000, siete y media veces la tasa nacional, no es suficiente
para describir la situación de “sitio” en que han vivido los últimos 3 años por
parte de las fuerzas paramilitares, el terror diario y las amenazas que han recibido.
Los Emberá Katío, con 477,2 por 100.000, y los Tule, 812,3 por 100.000 14 ,
ambos en la región de Urabá, multiplican varias veces la tasa nacional. Los
Emberá Katío comparten con los Kankuamos la característica de ser afectados
masivamente respecto del total nacional indígena y al mismo tiempo en la
14
La mayoría de la población Tule (Kuna) habita en Panamá. En Colombia no pasan de 1.000
personas.
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GEOGRAFÍA ÉTNICA DEL CONFLICTO
La intensidad del conflicto contra los pueblos Pijao, Awá, Yanacona, Inga,
Arhuaco (Ijka), Wounaan, U’wa, Barí, Wayúu, Miraña, Uitoto y Piapoco,
también queda resaltada en esta revisión; todos ellos han sufrido acciones bélicas
en proporciones superiores al resto del país. Especialmente crítica ha resultado
la situación para los Pijaos en la inserción violenta por parte de los paramilitares
en Natagaima, Ortega y Coyaima, que han producido uno de los fenómenos de
desplazamiento indígena individual más fuertes en el país, junto a asesinatos
reiterados de líderes y autoridades. En particular han sido víctimas miembros
de la Asociación de Cabildos Indígenas del Tolima ACIT, la segunda organización
en importancia luego del Consejo Regional Indígena del Tolima CRIT.
Otro tanto debe decirse del pueblo Awá, cuya tasa de 390,5 por 100.000,
cuatro y media veces la nacional, expresa los procesos de violencia asociados
a la implementación del Plan Colombia en Putumayo y Nariño. En ambos
departamentos los Awá han enfrentado las fumigaciones de cultivos de coca,
los desplazamientos de éstos de la región amazónica a la Pacífica y la disputa
por el control de las rentas derivadas de su tráfico.
Antes del año 1997 se tiene noticia de 18 desplazamientos masivos, tres de los
cuales en 1988, causados por colonos y narcotraficantes; pero luego hay un
vacío en la información hasta el año en que los reportes se regularizan. Desde
1997 empieza un ascenso en los casos de desplazamiento por año y en el número
de indígenas desplazados; estos fenómenos coinciden en general con la tendencia
de agudización del conflicto observada en los datos de violencia política en
general, siendo el año de 1997 cuando se presenta un salto hacia situaciones de
crisis humanitaria, y 2001-2002 los años especialmente críticos por las
elecciones, la ruptura de las conversaciones del gobierno con las FARC y el
primer semestre de un gobierno de claros tintes autoritarios que desconoce la
existencia de los no-combatientes dentro del conflicto y por tanto autoriza la
agresión a la población civil.
Al igual que las cifras de violencia política, resulta más indicativo ver las tasas
de desplazamiento por cada 100.000 habitantes. Los análisis de Codhes sobre
desplazamiento forzado en Colombia calculan la tasa nacional anual en 586
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GEOGRAFÍA ÉTNICA DEL CONFLICTO
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
personas desplazadas por cada 100.000 habitantes en uno de los años más
críticos como es el 2002, cifra que proyectada a los últimos cinco años de
información disponible permite llegar a una tasa de 2.930 por 100.000.
Desde esta perspectiva la Tabla 6 muestra que, al igual que en los casos de
violaciones individuales, el del pueblo Wiwa es el más grave. La tasa de
desplazamiento de 126 mil por cada 100.000, 43,2 veces la tasa nacional,
ilustra un caso dramático en el que estadísticamente toda la población ha tenido
que desplazarse más de una vez en los últimos años; la realidad histórica es aun
peor, pues los 2.430 indígenas desplazados corresponden solamente a las
comunidades de la parte oriental de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el
departamento de la Guajira, que han debido desplazarse en 3 ocasiones como
resultado de las incursiones y bombardeos de la Fuerza Aérea, el Ejército y los
paramilitares.
Otros dos casos se destacan: el de los pueblos Betoye y Tule. En el primer caso
la población se ha visto en situación de desplazamiento en dos ocasiones, en
una el 50% de los pobladores salen de sus terrritorios y en otra el 60% de las
poblaciones de Julieros, Velasqueros, Roqueros, Genareros, todas ellas en el
municipio de Tame, en el mes de mayo y junio de 2003; este hecho –producido
por la agresión del Ejército Nacional— llevó a que los Betoye estuvieron fuera
de sus comunidades durante 3 meses, al cabo de los cuales debieron regresar
en medio de la incertidumbre y la ausencia de garantías para su seguridad. El
caso de los Tule puede ser entendido de dos maneras, pues se trata
principalmente del desplazamiento masivo producido por los asesinatos de varios
de los líderes y autoridades en Paya, frontera de Colombia y Panamá, por
parte de los paramilitares; mirado en la perspectiva de todo el pueblo Tule
(cuya población de 60 mil personas vive principalmente en la Provincia Kuna
Yala en el vecino país) sin duda la tasa resulta distorsionada, pero mirado en
perspectiva de los Tule que viven en Colombia, en Necoclí y Arquía, el
desplazamiento de la mayoría de la población representa un severo golpe a la
cohesión interna.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
la nacional; sin embargo, al aplicar esta tasa a cada una de las unidades
territoriales de ese pueblo resalta por su gravedad lo que viene ocurriendo con
los Emberá Katío del Alto Sinú, cuya población es de 2.600 personas y la
cantidad de desplazados forzados fue 2.163, el 83% del total; y con los Emberá
Katío del Alto San Jorge, el 100% de los cuales estuvo en situación de
desplazamiento por varios años. Similar situación han vivido los Emberá Dobidá,
con el 16% de los casos, el 13% de la población desplazada y una tasa que
triplica la nacional. Igualmente, a pesar de haber sufrido “apenas” 9 hechos de
desplazamiento, los Emberá Chamí representan el 6,9% de los indígenas que
fueron forzados a salir de sus territorios, con una tasa casi 3 veces más alta que
la nacional. A la vez los Nasa, que proyectan dos veces la tasa nacional, fueron
víctimas del mayor número de casos, el 22,6%, y tienen el mayor número de
desplazados, el 23,4% del total.
Los datos sobre desplazamiento forzado masivo revelan los municipios donde
el fenómeno es más agudo: Mutatá con 2.880 desplazados, Tierralta con 2.289
y Puerto Libertador con 1.696, sobre el Nudo de Paramillo, ilustran la fuerte
arremetida sufrida contra los Emberá Katío como efecto de la disputa territorial
ocurrida en esa región entre las FARC y el Ejército en asocio con los
paramilitares. En el Chocó este fenómeno ha sido intenso en Juradó, Bojayá,
Riosucio, Alto Baudó y Carmen de Atrato, en cada uno de los cuales más de
mil indígenas han sido obligados a salir de sus tierras, en una crisis humanitaria
relacionada con la irrupción de los paramilitares.
Valledupar con 2.322 desplazados y San Juan del Cesar con 2.300, en la Sierra
Nevada de Santa Marta, son claramente correspondientes con la crisis
humanitaria vivida en esa región del país. En los límites de Cauca y Valle,
municipios como Jambaló, donde se registran 2.923 desplazados, junto con
Corinto, Buenos Aires, Florida, Pradera y Toribío, han sido los más
frecuentemente agredidos. En Pueblo Rico, departamento de Risaralda, en la
zona de entrada al Cañón del río San Juan que da salida al Océano Pacífico, se
reportan 1.607 desplazados. (Tabla 7). Todas estas áreas corresponden a zonas
de disputa territorial entre los actores armados, dentro de sus estrategias de
copamiento de centros políticos claves.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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El Sistema de Información sobre la población desplazada por la violencia (RUT) captura
información por medio de los equipos de Pastoral Social y personas voluntarias de las Diócesis,
Arquidiócesis, Vicarías, parroquias, comunidades religiosas, programas institucionales y algunas
ONG cercanas a la Iglesia Católica. Cuenta con 67 puntos permanentes de recolección, y
potencialmente con las 3.000 parroquias del país.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
localidades. Los hechos en que las 4.144 personas atendidas por la Pastoral
Social entre 1997 y el 2003 fueron desplazadas, están obviamente asociados a
violaciones individuales o colectivas de los derechos humanos o infracciones al
DIH, sin embargo solo 81 de estos municipios aparecen en la base de información
de CECOIN como lugares donde ocurrieron hechos de violencia política. Lo
cual indica que 107 municipios donde ocurrieron violaciones de los derechos
humanos en los últimos 7 años -por lo menos desplazamiento forzado individual-
no están incluidos en los sistemas de información consultados. Varios municipios
indígenas de Antioquia, Tolima y Cesar, la mitad de los de Risaralda y Sucre, la
mayoría de Casanare y Meta, siguen esperando un trabajo de seguimiento y
reconstrucción de los hechos de violencia política.
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GEOGRAFÍA ÉTNICA DEL CONFLICTO
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Hay que advertir que los datos suministrados por las organizaciones indígenas
tienen las mismas limitaciones de los suministrados por el RUT, pues se basan
en registros por oferta o demanda de atención, en este caso organizativa, antes
que responder a un interés investigativo o de seguimiento. Al mismo tiempo, es
el fenómeno cuyos impactos es de mayor duración y capacidad destructiva de
la integridad cultural, porque su tasa de retorno es muy baja. Las investigaciones
sobre esta materia están por hacerse, especialmente en lo relacionado con la
conformación de redes de solidaridad y trayectorias de desplazamiento.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
16
Los municipios con población indígena donde se registran casos de violencia política no son
necesariamente aquellos donde los actores armados hacen presencia; la cifra es coincidente.
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y
SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y
AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO
DE LA VIOLENCIA
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
El movimiento indígena del departamento del Cauca en Colombia ha sido desde los
años setenta el motor político e ideológico de los pueblos indígenas en el país,
y por lo menos en su etapa inicial, de los movimientos indígenas del continente.
El auge de las luchas agrarias en Colombia estimuladas por la reforma agraria
del gobierno de Lleras Restrepo (1968), unido a la historia particular de los
Nasa y demás pueblos indígenas de esa región, herederos del levantamiento
dirigido por Quintín Lame en la primera mitad del siglo XX, fueron un contexto
favorable para la irrupción de un movimiento indígena radical que en pocos
años se ubicó como actor social y político ineludible en el país.
Representa la población indígena del Cauca cerca del 20% del total nacional,
con una cifra de 190.000 pobladores (Arango y Sánchez, 2004). Situación
demográfica que aunada a sus métodos de acción directa, a la fortaleza de su
programa de recuperación de tierras a su coherencia organizativa, conlleva a
que esta expresión del movimiento indígena se llegue a constituir en líder político,
en referente simbólico para otros pueblos indígenas y una especie de modelo
organizativo para las luchas indígenas. No pocas dificultades se crearon por
este protagonismo, entre ellas el temprano distanciamiento con la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos ANUC -la organización campesina dentro
de la cual se formó el Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC-, lo mismo
que la respuesta violenta de las élites agrarias del departamento e incluso la
desconfianza política de otras organizaciones indígenas.
Las grandes acciones del movimiento indígena colombiano, en las últimas tres
décadas, han tenido siempre en el Cauca el principal motor: sea para la
movilización, las acciones directas como bloqueos de vías, igual que la
construcción de iniciativas políticas. Dos de los tres indígenas miembros de la
Asamblea Nacional Constituyente son originarios de ese departamento, así como
tres de los senadores que han sido elegidos; el único movimiento armado de
base indígena ha surgido de las comunidades de ese departamento y las iniciativas
en materias como educación, salud y ordenamiento territorial indígena, han tenido
como cuna principal las comunidades del Cauca.
En este contexto organizativo, los indígenas del Cauca especialmente los Nasa,
pero igualmente los Coconucos, Guambianos, Totoróes, Yanaconas, han sido
objeto de una severa persecución violenta por parte del Estado, los
terratenientes, los paramilitares, los narcotraficantes y, en un grado no pequeño,
por la insurgencia. De los 1.869 asesinatos políticos contra indígenas registrados
entre 1974 y 2004 en todo el país, a los pueblos del Cauca y sur del Valle les
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
La reseña y análisis que se presenta en este capítulo no abarca los años más
dinámicos de la lucha indígena por la tierra en el departamento del Cauca, llevada
a cabo entre 1969 y 1974, cuando ocurrieron el mayor número de
recuperaciones y ocupaciones, y por tanto de enfrentamientos con las fuerzas
armadas privadas al servicio del poder terrateniente (los pájaros) y la fuerza
pública en ese departamento (Zamosc, 1984: 234; Unidad Indígena 1, 1975).
Un número importante de las víctimas de la violencia política de esos años no
han sido incluidas en el Sistema de Información de CECOIN, que ha recuperado
información desde 1975; de cualquier modo, las detenciones arbitrarias, torturas
y malos tratos y los asesinatos cometidos en esa primera etapa tuvieron una
intensidad incluso mayor que la que se describe aquí referente a los años
posteriores.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
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No aparecen en este capítulo las referencias a las comunidades de los pueblos Eperara
Siapidara e Inga del departamento del Cauca, que entraron a formar parte del mismo complejo
político organizativo de forma tardía, y que en materia de violencia política están vinculados al
Pacífico, los primeros, y al Putumayo, los segundos. Tampoco los Nasa de los departamentos
de Meta, Caquetá, Nariño y Putumayo, quienes a pesar de haber migrado a esas regiones por
causas del conflicto pueden ser incluidos en las dinámicas de la guerra de esas regiones. En
cambio se incluyen los casos ocurridos en el Tolima y Huila relacionados con los pueblos Nasa
y Guambiano, en tanto sí corresponden directamente a las mismas dinámicas políticas,
organizativas y culturales.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
La escalada de violencia estatal desatada por Turbay Ayala envolvió de forma severa
a las comunidades del pueblo Nasa y a su organización; el presidente y otros
miembros del Comité Ejecutivo del CRIC, varios asesores y más de un centenar de
líderes comunitarios, fueron detenidos y torturados por el Ejército acusados
principalmente de hacer parte del M19 o de ser su base de apoyo. Entre 1979 y
1982 todos los actos de violencia política son registrados en esta doble lógica de la
guerra por la tierra y guerra contrainsurgente. Los hechos afectan principalmente
a Caldono, Caloto, Popayán, Buenos Aires y Toribío, mientras que en la región de
Tierradentro se reduce la intensidad de la violencia política.
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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Para el proceso de desmovilización del Movimiento Quintín Lame, ver: Comisión para la
superación de la violencia (1992).
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
Los nuevos dueños de las tierras en disputa con los indígenas empezaron a
acudir a sus procedimientos de tierra arrasada con la connivencia de organismos
del Estado. La masacre de la hacienda El Nilo, municipio de Caloto, en diciembre
de 1991, representa un último coletazo de la venganza hacendista, el primero
de la nueva forma de expresión de la propiedad agraria en la región y el bautizo
de la alianza narco-paramilitar-terrateniente. En este caso particular la
reconstrucción de los hechos realizada en el proceso legal, ilustra la combinación
de la acción de un grupo paramilitar protegido por la III Brigada y la Policía, los
intereses territoriales de nuevos terratenientes y el vínculo directo con el
narcotráfico.
Como para el resto del país, entre 1992 y 1996 la intensidad de la violencia
política contra indígenas disminuye sensiblemente en el Cauca, concentrándose
en los municipios de Morales, Jambaló, Piendamó y Popayán. Esta situación se
explica por los procesos que ocurren entorno a la evidente relegitimación del
Estado que produjo el proceso constituyente, igual que la visibilidad política
nacional y prestigio internacional que adquirió el movimiento indígena colombiano,
pero también por el replanteamiento táctico adoptados por las FARC en su
VIII Conferencia y por los paramilitares en su proceso de conversión en
Autodefensas Unidas de Colombia.
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
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“Al observar las tasa de homicidios por cada cien mil habitantes en el año 2000 en las
poblaciones de esta parte del departamento se observa un aumento notable: Buenos Aires
pasó de una tasa de 28 en 1999 a 72 en 2000, Caloto pasó de una tasa de 15 a una de 50,
Santander de Quilichao pasó de 64 a 115, Suárez pasó de 16 a 28, Morales de 15 a 28, Caldono
de 19 a 25 y Cajibío de 40 a 67. Es de notar que desde 2000 el eje de la incursión paramilitar ha
sido la Vía Panamericana, que de manera notable coincide con los municipios que tienen las
tasas de homicidio más altas del departamento” (Observatorio DH de Vicepresidencia, 2004).
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Esta situación resulta altamente problemática para los municipios donde los
gobernantes son indígenas que se subordinan a las políticas del CRIC y de sus
comunidades. Recientemente, en septiembre de 2004, fue secuestrado el Alcalde
Indígena de Jambaló por parte de las FARC, hay un número cercano a 100
indígenas detenidos acusados de hacer parte de las guerrillas -en redadas masivas
realizadas por el Ejército en Toribío, Jambaló, Silvia-, y son recurrentes y
generalizadas las amenazas a las comunidades por parte de la fuerza pública.
Una segunda característica en este último período son los bombardeos y
ametrallamientos indiscriminados, que han producido constantes desplazamientos
masivos en la zona, particularmente en Jambaló, en zonas aledañas a los
municipios vecinos, y Pradera. La agudización del conflicto, y sobre todo el
intento sostenido de los contendores armados por cooptar a los indígenas, han
sido enfrentados por los indígenas del Cauca y Valle con la profundización de
sus ejercicios de autonomía, dentro de los cuales el más relevante ha sido la
conformación de la Guardia Indígena permanente, un organismo desarmado
bajo órdenes de los cabildos.
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
[...] en los años cincuentas [..] casi la única forma de organización que sobrevive
es la organización armada. Las guerrillas ofrecen la manera más visible de
resistencia en esa época [...] Algunos sectores indígenas, entre ellos de
Tierradentro, pero también del norte del Cauca, tuvieron que buscar apoyo en
las guerrillas. (ACIN, La recuperación de las tierras del resguardo de
Miranda y de la Zona Norte, 2001, p. 9).
El Cauca y el sur del Valle ha sido escenario de la configuración del conflicto armado
en el país. En el año 1964 fue sede de la Conferencia de Riochiquito que dio lugar
a las FARC; en 1965 vivió la primera toma guerrillera sobre Inzá y la posterior
arremetida militar del Ejército; en la década de los setenta creció en sus montañas el
M19 y se consolidó el Comando Quintín Lame, al tiempo que retornaron varios
frentes de las FARC; en lo largo de la década de los ochenta sus montañas albergaron
a las fuerzas de la Coordinadora Nacional Guerrillera y recibieron los embates del
paramilitarismo narcotraficante; mientras en los noventa tuvo lugar la reconquista
territorial del ELN y FARC de los espacios abandonados por el M19 y el Quintín
Lame, al tiempo que el Comando Bateman Cayón siguió operando en el norte y los
paramilitares se transformaron de forma más directa en agentes de la estrategia
contrainsurgente del Estado; en la presente década varias de las acciones más
criminales de las AUC y de las acciones del Plan Colombia, incluidas las fumigaciones,
se han realizado en el departamento (Observatorio de Derechos Humanos de la
Vicepresidencia de la República, 2004; González et al, 2003).
En la última etapa el Cauca tiene presencia de todos los grupos armados legales e
ilegales. El Mapa Presencia armada en el departamento del Cauca, a partir de
un folleto de Observatorio de Derechos Humanos y DIH de la Gobernación de ese
departamento, muestra la correspondencia de la presencia armada con territorios
indígenas. (Gobernación del Cauca, 2003).
El Cauca y sur del Valle como región no puede ser representada en lo político o en
lo cultural sin tener a la vista la presencia de actores armados los últimos 50 años.
La respuesta indígena al poder intimidante de los agresores no ha sido el acatamiento
ni el silencio, sino la movilización y la afirmación de la autonomía. Sin embargo el
poder armado como poder real en la región es un componente esencial del sistema
político; la creación de un sistema de autoridad paralelo al formal al cual “deben
subordinarse” o por lo menos con el cual deben relacionarse, lo mismo que la
aceptación de un lenguaje hegemónico en la región que a lo largo de la historia es el
de los ejércitos, los cuales determinan las prácticas e imaginarios organizativos y
comunitarios (Caballero, 2004).
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
FARC
ELN
FUERZAS MILITARES
PARAMILITARES
OBSERVATORIO DE DDHH Y DIH
GOBERNACIÓN DEL CAUCA
SECRETARIA DE GOBIERNO CAUC
La lucha de masas a la que llamó el CRIC desde sus comienzos en los años
setenta del siglo pasado era una versión regional de los programas de lucha
campesina liderados por la ANUC e influidos por las interpretaciones maoístas
encarnados en el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario MOIR y
el Partido Comunista Colombiano Marxista Leninista PC-ml, que en ese
momento eran hegemónicas respecto de la lucha agraria. El grupo dirigente
indígena y no indígena del CRIC rápidamente se distanció de esas organizaciones
políticas pero mantuvo durante toda la etapa el lenguaje y la concepción básicos
del marxismo agrario. Esta adecuación no implicó de ninguna manera una renuncia
a las acciones de hecho, la violencia comunitaria y diversas formas de
96
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
autodefensa. Por el contrario son reiteradas las referencias hechas por los
historiadores indígenas acerca de cómo fue necesario adoptar estos mecanismos
y los pronunciamientos de la época legitiman las acciones de fuerza realizadas
por las comunidades para proteger las recuperaciones de tierras (ACIN, 2001
a; 2001 b).
Verdad, los ricos les pagaban a los pájaros para que nos persiguieran. Por eso
habían muertos. Entonces los indígenas sin culpa tuvieron que meterse con la
guerrilla, por ejemplo el M19. También operaban las FARC. No había cómo
defenderse. Por una parte nos ayudaron bastante. [Por su parte, James Güejia]
Entonces se escuchó que había un movimiento que respaldaba al pobre. Viendo
la circunstancia y que nos iban a matar a todos, la alternativa era defenderme.
De nervios me anexé a un grupo guerrillero. Había sido el movimiento M19.
Me metí buscando una defensa. [Según Miguel Ñuscué] En esas aparecieron
como unos extraños con armas, conociendo a la gente (...) y atropellaron al
patrón y ahí fue que le asesinaron a la compañera (...) comenzamos a
prepararnos con jóvenes porque ni los abuelos dijeron ‘luchen así’. Un
compañero fue quien nos orientó y cogimos fuerza. Empezamos con diez,
luego treinta, cuarenta personas en Natalá (ACIN. La recuperación de las
tierras del resguardo de San Francisco. 2001, p. 5, 21, 34).
Por otra parte, los grupos armados adoptaban también funciones de justicia
por solicitud de las mismas comunidades, que en todo este período adolecían
de un precario sistema de justicia, el cual sólo fue consolidándose en la segunda
mitad de la década de los setenta cuando los procesos de recomposición de los
cabildos se terminó. (CRIC, 1990: 8).
Por otra parte, los gobiernos de López Michelsen y Turbay Ayala, al desatar
una represión generalizada de contenido oligárquico presionaron importantes
acercamientos del movimiento indígena del Cauca con la izquierda, incluida la
insurgencia, que en esta etapa se encontraba en un claro proceso de
“acumulación de fuerzas”, en la que lo fundamental era la inserción en las
comunidades mediante la aproximación a los intereses locales: tanto para las
FARC como para el M19 se trataba de “ganarse” a la población en sus
actividades e intereses cotidianos e inmediatos. Esto permitió que en el nivel
comunitario no se percibieran las posibles contradicciones entre los
planteamientos y necesidades de la “guerra popular”, y en general de la acción
armada desarrollada por “actores nacionales”, con los intereses indígenas que
iban configurándose en dirección a consolidar el “poder popular” (CRIC, 1983).
99
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
100
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
[...] debido a la presencia militar, tanto del ejército y policía como de los
grupos armados ajenos a nuestras comunidades, presencia militar que no
tiene que ver mucho con nuestros problemas y que tiende a agudizarse en
la medida en que puede desencadenar una guerra entre las partes en conflicto,
guerra en la cual nuestras comunidades sufrirían las más graves
consecuencias. [Y por tanto resuelven] Recalcar y hacer valer por todos los
medios que estén al alcance de los Resguardos el DERECHO A LA
AUTONOMÍA, es decir, el derecho que los Cabildos y las comunidades
tienen de controlar, vigilar y organizar su vida social y política al interior de
los Resguardos y de rechazar las políticas impuestas venidas de afuera. [Para
afirmar luego] Nosotros, como representantes de los Cabildos, no aceptamos
imposiciones. Es nuestro sentir seguir recuperando las tierras de nuestros
Resguardos de acuerdo al primer punto de nuestro Programa de Lucha y
amparados en la Ley 89 de 1890 y otras disposiciones legales del Gobierno
de Colombia. No aceptamos, entonces, que algún grupo armado venga a
decirnos a quiénes debemos recuperar las tierras y a quiénes no, y a quiénes
debemos segregar las tierras y a quiénes no. Esto lo deciden las mismas
comunidades, de acuerdo a sus necesidades. Este es, entonces, y aquí lo
reiteramos nuevamente en esta Junta Directiva, un asunto interno que compete
únicamente a las comunidades y a sus Cabildos. Igualmente lo referente a
castigos por actos delictivos. Esto le concierne a los Cabildos, que tienen por
ley la facultad de castigar a sus comuneros de acuerdo a las costumbres que
tenga la comunidad. (ONIC, CRIC: Declaración de Vitoncó. 2002, p. 7).
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LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
Pero este éxito no duró más que un lustro. Para 1997 el conflicto armado cubre
a todo el país y el departamento del Cauca no escapa a dicha lógica; el Congreso
del CRIC realizado ese año considera que:
105
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Por otra parte, el gobierno nacional inicia en enero de 1999 las conversaciones
con las FARC al tiempo que promueve la aprobación del Plan Colombia en el
Congreso de los Estados Unidos. Las negociaciones se convierten en una
contradicción permanente para las comunidades que no ven disminuir la violencia
en sus territorios a pesar de la retórica de la paz. La posición del movimiento no
renuncia a la “búsqueda de la paz”, pero cambia el enfoque hacia la construcción
directa de condiciones de paz. La mirada histórica del movimiento indígena
permitió, antes que en otros sectores, ver la debilidad del proceso de negociación
que se llevaba a cabo. En una Junta Directiva del CRIC en marzo de 1999, se
emite la llamada Declaración de Jambaló, donde se corrobora esta perspectiva.
Dicen los Cabildos:
Las Asambleas y Mingas masivas son actos en los cuales las comunidades se
movilizan para impedir acciones de los grupos armados que afecten o puedan
afectar a la población civil. Aunque en sus objetivos se busca neutralizar a todos
los actores, lo cierto es que han tenido alguna eficacia frente a la insurgencia y
el Estado, pero no se han ensayado aún frente a los paramilitares; la percepción
de las comunidades es que por su carácter esencialmente criminal no responderán
políticamente a tal demanda comunitaria. Varias experiencias se han convertido
en hitos de esta nueva etapa de movilización. En diciembre de 2001 los
pobladores de Puracé, del pueblo Coconuco, salieron en masa con música de
altavoces y de grupos musicales a detener los combates que sostenían el ELN
y la policía, suspendiendo totalmente el operativo; ese mismo mes las
comunidades Nasa de Caldono lograron un acuerdo con la Columna Jacobo
Arenas de las FARC para que suspendieran un ataque al puesto de Policía,
luego de realizar movilizaciones masivas en la plaza central; una asamblea de
más de 2.000 comuneros en Jambaló definió un ultimátum a los narcotraficantes
de la región para desalojar la zona y desmontar los laboratorios. Similares
acciones se han realizado ante ametrallamientos indiscriminados y combates.
107
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
20
Varios líderes indígenas consultados sobre la relación entre la Guardia Indígena y el Comando
Quintín Lame respondieron que aunque existan similitudes (sobre todo en su función de
guardar y proteger a las comunidades) no existe ninguna continuidad ni parecido esencial,
pues la Guardia es decididamente desarmada y subordinada a la autoridad indígena. (Ríos,
2004; Camayo, 2004).
108
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
La percepción actual del conflicto armado por parte de los líderes indígenas del
CRIC, en general mantiene los elementos formulados en las ya tradicionales
Declaraciones de Vitoncó y Jambaló, pero a ello el grupo dirigente indígena
agrega el análisis sobre el papel de los paramilitares en la estrategia
contrainsurgente del Estado, asociados a los intereses transnacionales y de los
nuevos propietarios de la tierra, los narcotraficantes. La insurgencia en cambio
no tiene un estatus totalmente definido: la memoria frente a las agresiones de
las FARC, especialmente del VI Frente contra comunidades y dirigentes
destacados como Cristóbal Secue, recorre el imaginario de la mayoría de los
líderes indígenas, que exigen de esta organización “consecuencia” con sus
postulados políticos. En el nivel comunitario esta última valoración se comparte,
aunque está determinada más por las prácticas directas de la insurgencia, como
son la colaboración logística forzada, poca comprensión del proyecto autonómico
indígena, primacía de los intereses “inmediatistas”, factores que los indígenas
ubican como “un estorbo con el que hay que convivir” 21.
21
Tamayo, Jorge, 2004. Comunicación personal.
109
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
El primer apartado de este capítulo describió cómo los Nasa y otros pueblos
del Cauca han vivido en medio de la violencia política más intensa que ha
experimentado cualquiera de los pueblos indígenas de Colombia; los impactos
negativos en vidas humanas, líderes, cohesión interna, capacidad productiva,
lazos familiares, han sido reseñados por los propios cabildos y organizaciones.
Rappaport sostiene que la época de la violencia:
22
El “cateo” es un principio del conocimiento y el aprendizaje Nasa y de los otros pueblos
del Cauca que venimos reseñando.
110
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
La otra cara de la moneda es que los organismos del Estado del ámbito regional
encargados de garantizar su carácter arbitral y el “interés público”, de entrada y
por definición estaban deslegitimados en toda la sociedad caucana, y
especialmente entre las comunidades indígenas. Ninguna de las funciones de
legitimación del Estado eran cumplidas por estos organismos. Por otra parte,
durante un buen tiempo la insurgencia no es entendida como un actor con un
proyecto estatal sino como un “colaborador” en las luchas comunales.
23
Rappaport amplía los modelos de estado a tres y restringe el objetivo a la legitimación de la
autoridad. Sostiene que “Lo que está en juego es la legitimidad de la autoridad indígena frente
a otros sistemas que usurpan su lugar... La construcción de una autoridad legítima en un
mundo en el que el estado colombiano y los proyectos de estado de las guerrillas y los
paramilitares están en disputa, empleando el territorio indígena como su campo de batalla”
(Rappaport 2004: 126)
112
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
Para los indígenas del Cauca y Nasa del Valle el conflicto se recrudece a partir
de junio de 1996 con la muerte de Marden Betancur, quien había sido elegido
alcalde de Jambaló y a quien el ELN acusa de colaborar con los paramilitares y
por tanto lo ajusticia. Estos hechos involucran a miembros de la comunidad,
incluido un antiguo presidente del CRIC con quien la dirigencia había tenido
reiterados conflictos políticos y organizativos. Es entonces cuando el CRIC da
un paso adelante en su proyecto de soberanía y convoca un juicio para juzgar
este crimen político. En el escenario de las jurisdicciones enfrentadas del Estado
y la insurgencia, el movimiento indígena del Cauca descubre una oportunidad
política en la posibilidad de aplicar la justicia en un proceso que excede la
tradicional justicia comunitaria, en tanto incluye no solo el delito de homicidio,
sino también el de participación con actores armados, que el lenguaje del Estado
se nominaría como rebelión.
De esta manera se inaugura una etapa nueva, en la cual los Nasa, y por extensión
los otros pueblos del Cauca, afirman su propia jurisdicción al tiempo que alegan
la ilegitimidad tanto de la justicia ordinaria como la de la insurgencia. Rechazan
la institucionalidad municipal, y desafían la departamental y nacional,
cuestionando la escasa subordinación de los alcaldes al poder indígena y
declaran la incompatibilidad de los actores armados con sus autoridades y la
guardia indígena dentro de sus territorios. Sin desconocer el ejercicio real de
restablecimiento de la armonía que presume la justicia Nasa, estos actos se
enmarcan más en una apuesta por diferenciar el sistema de justicia propia que
por aplicarlo.
114
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
Pero este desafío al Estado fue posible justamente porque el conflicto armado
ha mantenido las condiciones de precariedad institucional y creciente ilegitimidad
a todo el régimen político formal, al punto que ha convertido al propio conflicto
armado en el régimen político. A lo cual se sumaron las medidas neoliberales de
desmonte del papel mediador del Estado durante toda la década pasada, a la
vez que se transfiere a la sociedad civil la construcción del proyecto de
nacionalidad, de la sistematización y codificación de la normatividad jurídica, la
concreción legal y simbólica de los postulados éticos, el uso de la fuerza como
ejercicio y como potencia, y la función de depositario y garante del pacto social
(Houghton 1992: 177). Este retorno de las funciones de dominación a la
sociedad civil decidido por los sectores dominantes supone para éstas su
capacidad de ganar el pulso a las clases y sectores subalternos sin la ilusión del
Estado mediador, pero implica de forma inmediata el incremento de la violencia
militar y paramilitar. Lo ocurrido en el Cauca fue la derrota de la burguesía
agraria frente al proyecto indígena que resultó ser más consistente, pues había
desarrollado más lazos y alianzas con la sociedad civil caucana que el propio
establecimiento hacendista anclado en formas políticas pre-modernas.
política que tiene lugar su realización, más que como resultado de una creciente
conciencia doctrinaria fruto del trabajo pedagógico y de agitación de los cuadros
políticos o por el renacimiento de una coherente identidad indígena que se
mantenía como rescoldo bajo décadas de terraje, iglesia y clientelismo. Entre
otras cosas porque el discurso pan-étnico del CRIC en ese momento era adjetivo
al lado del llamamiento a las comunidades para hacer parte de un bloque político
con los campesinos pobres.
116
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
117
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Esto es lo que permite dar relevancia a las formas como la dirigencia indígena
caucana se ha representado frente a la guerra, ha analizado sus desarrollos y ha
diseñado respuestas, al punto que el estado de conflicto permanente ha devenido
un estructurador ya no sólo del proyecto político Nasa sino de la cultura misma.
En efecto, los últimos 30 años de historia del pueblo Nasa registran estados de
movilización permanente, desde la resistencia armada hasta las grandes
movilizaciones pacíficas de 2002 y 2004, pasando por los largos años de
enfrentamiento/ocultamiento ante el Estatuto de Seguridad de Turbay a finales
de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado. Incluso, la etapa
menos intensa de esta movilización política entre 1992 y 1996, en el período
post constituyente, es así misma aquélla donde la consolidación de la paz adopta
el carácter de consigna movilizadora y existen fuertes dinámicas de afirmación
endocultural donde otras representaciones indígenas diferentes a la “oficial”
emergen y complejizan las dinámicas sociales y políticas del pueblo Nasa.
La lucha de los Nasa, y en general los pueblos indígenas del Cauca empieza
como una lucha por la recuperación de la tierra en clave de “comunidad indígena”
cuyo contenido étnico era secundario -aunque no marginal. Contra la violencia
118
LOS INDÍGENAS DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE:
CONTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA Y AFIRMACIÓN ÉTNICA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA
Los compañeros Paeces saben que han tenido dirigentes y luchadores como
la Gaitana, como el cacique Juan Tama, como el propio Quintín Lame, quienes
han librado grandes batallas por la supervivencia de las comunidades indígenas
y cuyo ejemplo sigue siendo el mejor estímulo para la continuación y
reforzamiento de la lucha. (Unidad Indígena 4, 1975, p. 5).
luego, en todo el país. Los términos opuestos eran, por un lado los indígenas,
paeces en ese momento, identificados con la actitud guerrera, por el otro los
servidores de la hacienda-pájaros. Esta afirmación ha sido una constante en la
historia de los Nasa y particularmente del CRIC. Y la conformación del
Movimiento Armado Quintín Lame se basó casi exclusivamente en la
reivindicación de una historia guerrera.
Los dos motores del imaginario Nasa se mueven, pues, entre la afirmación del
ser guerreros y la de ser hombres de paz y armonía. La propia afirmación étnica
ha ido combinando ambos elementos. Las acciones pacíficas de rescate de
indígenas retenidos por el Ejército o la insurgencia, son diseñadas como acciones
militares de copamiento. Lo cual no es extraño, si entendemos que la identidad
formada en el conflicto armado se ha transformado ahora en la de “guerreros
en paz”.
121
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
122
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO
COLOMBIANO
123
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Sólo hasta las dos últimas décadas del siglo XX se inicia la articulación de la
región a las dinámicas que son determinantes en la vida social, cultural y
económica del resto del país. Tal ruptura se debe entender, en estricto sentido,
como dinámica de inserción en la lógica de la guerra y de la expansión del
proyecto político militar hacia una región que había permanecido como frontera,
como espacio abierto para la reproducción de las culturas ancestrales a ese
entorno geográfico e integrado marginalmente por los empresarios de la
economía extractiva, ya fuese la minera o la asociada a la extracción forestal o
a la de explotación de los recursos marinos.
124
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
Esta condición es más clara en la parte norte, hacia el Urabá y el río Atrato,
donde hasta 1778 se prohibió la circulación de todo tipo de embarcación, de
tal forma que el control de la región era sólo de tipo militar, sin que se promoviera
la formación de asentamientos en la zona adyacente al golfo y el control hispano
era precario frente a corsarios y ejércitos de otros países. Es así como, las
tierras del golfo por su importancia geopolítica, por se sitio donde desde
temprano se había identificado la posibilidad de construir un canal para transitar
entre el Atlántico y el Pacífico, fue siempre lugar de confrontación, territorio en
disputa y zona donde los ejércitos europeos mantuvieron su interés en ejercer
control, y por períodos, unos y otros se alternaban un dominio precario (Vargas
et al. 1999).
Desde los centros mineros, sitios que por su riqueza en mineral concentran la
población tanto indígena como negra, ya desde el siglo XVII comienza a
dispersarse la población para hacer su vida en libertad, lejos del control hispano
y resguardados en ríos alejados donde es posible reconstituir la cultura y ejercer
dominio territorial sin interferencias. Así, el Pacífico como región se constituye
en inmenso espacio de refugio, en territorio donde por las condiciones
ambientales y geográficas, los pueblos indígenas tienen la oportunidad de situarse
en la periferia de los centros de poder hispano, en tanto la población negra va
poblando el curso de los ríos principales para rehacer su cultura.
125
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Elemento característico a esta región hasta finales del siglo XIX fue la ausencia
de centros urbanos desde donde se ejerciera control político o económico, una
baja presión demográfica y un predominio cultural de sociedades indígenas y
negras. Con relación a las sociedades indígenas, al amparo de la política hispana
que, sólo desarrolla un proyecto de explotación de los recursos mineros del
área, éstas dispondrán de amplios territorios, de zonas de refugio y de espacios
donde recrean sus culturas alejadas del control político y la dominación hispana
(Villa, 1999).
128
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
suscita la riqueza generada en los momentos en los que los indígenas explotan
su mina e igualmente por el desplazamiento forzado que durante períodos llevó
a la población hacia diferentes centros urbanos (Gráfica 8).
130
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
131
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Las muertes de Murindó expresan el conflicto que los pueblos indígenas encaran
en la medida que asumen su proyecto territorial y de autonomía, conflicto que
no sólo aparece en la interacción con los grupos armados, puesto que igualmente
se hace explícito con las autoridades locales, los políticos que tradicionalmente
ejercen dominio en esas zonas, con otros grupos étnicos, con las empresas
asociadas a la extracción de los recursos del bosque, e incluso, con los misioneros
con quienes han mantenido una relación histórica.
134
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
En 1988 hubo una fiesta donde un negro que vivía vecino en la comunidad de
San José de los Robles, para celebrar la fiesta de María, los indígenas fueron
invitados como era costumbre; el 8 de septiembre desde las 2 de la tarde ya
estaba casi toda la gente borracha, tanto indígenas como negros y cada uno
se fue yendo, pero como a eso de las cuatro subieron unos negros y mataron
3 indígenas antes de las seis de la tarde; el papá del indígena Anselmo Garabato
subía al otro día y lo mataron llegando ya a la comunidad. Después de esta
matanza la comunidad de San José de los Robles se trasladó para Boca de
Víbora, aunque seguían subiendo a los trabajaderos en la parte alta del río
Satinga; los indígenas compraron la tierra de Boca de Víbora.
En distintos puntos del Pacífico emergen conflictos por el acceso a los recursos
del bosque o del subsuelo, las tradicionales relaciones entre indígenas y negros
que eran mediadas por la institución del compadrazgo se llenan de tensión y el
conflicto entre las etnias amenaza desencadenar violencia. El bosque
representado como baldío para los empresarios, cambia en el ordenamiento
jurídico y es delimitado como territorio de resguardo, y al paso del nuevo
135
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Son los años en los que a lo largo de la región del Pacífico comienza a forjarse
un discurso entorno a la territorialidad étnica, las organizaciones indígenas se
movilizan por la defensa del territorio tradicional del Pacífico, proceso en el que
pronto se integran las nacientes organizaciones de comunidades negras y que
dará nacimiento a un espacio de conflicto entre los poderes económicos y
políticos asociados a la extracción de recursos y las comunidades indígenas y
negras que se movilizan por el reconocimiento de sus derechos territoriales.
Para los pueblos indígenas la historia de guerra que inaugura el contacto con el
hispano y que tiene como escenario el Urabá, es relato que de forma circular
retorna una y otra vez, se despliega como texto en los días de Balboa con la
fundación de Santa María la Antigua del Darién, se reinventa cuando la Frutera
Sevilla se traslada de Santa Marta y abre el capítulo de la colonización bananera
a mediados de los años cincuenta, y finalmente, en los años noventa se convierte
en drama de muerte que recorre los pueblos del Urabá, cuando el proyecto
paramilitar avanza desde el Paramillo hacia la planicie en procura de controlar
la franja costera y las tierras bajas.
El nuevo ordenamiento del territorio del Pacífico lleva a que las áreas
tradicionalmente asumidas como baldías pasen a ser propiedad colectiva, de
tal forma que en la actualidad los territorios colectivos de comunidades negras
lleguen a una cifra cercana a 4.900.000 hectáreas, mientras las áreas de
resguardos indígenas se acercan a 1.900.000 hectáreas. Si se observa este
fenómeno, con independencia de otras dinámicas sociales, se llegaría a creer
que allí se ha generado un cambio significativo en cuanto los pueblos y culturas
son ahora sujetos de desarrollo.
138
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
139
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Con ello se inicia una nueva historia para la población indígena, sus territorios
se tornan en espacio de amenaza, de asesinatos, bombardeos, violencia sexual,
desplazamiento forzado individual y colectivo, en síntesis, en escenario donde
las culturas encuentran precarias condiciones para su reproducción. En Necoclí,
a la muerte de José Elías, le sucede el desplazamiento de la población indígena
142
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
del Volao, pero no son sólo los indígenas, igual las poblaciones campesinas se
ven abocadas a asumir el mismo camino. La diferencia del fenómeno, en la
estrategia y modo de ser asumido por las poblaciones indígenas, guarda
diferencia con otros grupo poblacionales, en cuanto para los primeros su
cohesión social y formas de organización les permite afrontar los hechos sin que
el grupo se atomice y elaborando estrategias de resistencia colectiva que les
permite mantenerse integrados como pueblo.
TABLA 10
BAGADO 72 0 3 75
MUTATA 3 0 30 33
DABEIBA 10 5 7 22
TIERRALTA 0 0 19 19
PUERTO LIBERTADOR 0 1 13 14
QUIBDO 3 0 11 14
JURADO 0 0 13 13
APARTADO 0 3 9 12
CHIGORODO 1 0 9 10
FRONTINO 0 1 9 10
EL CARMEN DE ATRATO 0 3 7 10
MURINDO 6 0 1 7
UNGUIA 1 0 6 7
TADO 0 0 5 5
RIOSUCIO-CHOCO 1 1 3 5
TURBO 0 2 2 4
NECOCLI 0 4 0 4
JARDIN 3 0 0 3
LLORO 0 0 2 2
LITORAL DE SAN JUAN 0 0 1 1
VIGIA DEL FUERTE 0 1 0 1
MEDIO ATRATO 0 0 1 1
BAJO BAUDO (PIZARRO) 0 1 0 1
ACANDI 0 0 1 1
Total general 100 22 152 274
143
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
En 1996 las comunidades negras del bajo Atrato buscaban refugio en los centros
urbanos y 12.744 pobladores huían hacia Turbo, Pavarandó, Quibdó y Medellín
(Giraldo, 1997). Drama que del mismo modo era experimentado por los pueblos
indígenas y que les obligaba a construir política en torno al derecho a vivir en su
territorio.
En el período que abarca 1995 hasta el 2003 se presentan en la zona norte del
Pacífico 42 eventos de desplazamiento forzado de la población indígena (tabla
11), cifra que representa el 58.3% del total de situaciones de este tipo que se
presentan en la región, aspecto que habla de la intensidad con la que se
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LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
145
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
manifiesta el conflicto, pero que no dice nada respecto a las características del
fenómeno. Mientras en la zona central, hacia el alto San Juan, el río Baudó y el
alto y medio Atrato, se presentan 26 eventos que representan el 31.6% del
total. Sólo recientemente, al sur en Tumaco y Ricaute se viene presentando
dicho fenómeno y llega a 6.4%.
146
LAS GUERRAS DE LA REGIÓN DEL PACÍFICO COLOMBIANO
se torna en empresa. Los resguardos no son ajenos a tal práctica, ya sea porque
en sus territorios se cultive o porque en áreas contiguas colonos o
afrocolombianos las asuman.
El nuevo mapa del Pacífico enseña, más allá de la riqueza en biodiversidad con
la cual se identifica a la región, una rápida articulación de la inmensa red de ríos
a nuevos centros de poder y la inserción en redes de mercado recién
conformadas. Si desde el Paramillo, como ya se ha descrito, la confrontación
avanzó en procura de establecer control territorial sobre la zona norte; igual en
la región media desde el valle del cauca y Cauca, la guerra se extiende hacia el
Naya y la violencia cobra vida en municipios como Buenaventura, López y
Timbiquí; del mismo modo desde el Putumayo y a lo largo de la frontera con
Ecuador se extienden los cultivos de coca y la confrontación, además de la
disputa de una zona geoestratégica, adquiere sentido por las rentas que produce
esa actividad económica.
24
En la región del Atrato, actualmente se adelanta un proyecto de la empresa Urapalma S.A (…)
El objeto del proyecto es la siembra de 20.000 hectáreas de palma (variedades Ekona y Ekona
x Lame) en los departamentos de Chocó y Antioquia. El primer bloque es de 9.000 has
distribuida así: 6.500 de la citada compañía y 2.000 de Asopalma –empresa promovida por la
anterior-, en la que están asociados campesinos de la región a los que se les asignó un lote de
5 hectáreas. Citado por Mingorance et al (2004: 130).
25
La economía extractiva en el Pacífico ha tenido múltiples ciclos, el aprovechamiento de los
bosques conoce en la historia diversas modalidades, desde las tempranas recolecciones de
caucho al final del siglo XIX, pasando por la extracción de corteza de mangle en la mitad del
siglo XX y por la explotación forestal que domina el final del siglo pasado. El proyecto
Colombia Forestal debe verse como reinvención neoliberal que en su esencia no difiere de las
modalidades extractivas ya conocidas en la historia.
149
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Además de la historia de muerte que identifica los últimos años del pueblo
Kankuamo, de igual modo se les conoce por haber ingresado esos mismos
años al mapa etno-político del país. Hasta hace quince años solo eran
reconocidos como campesinos descendientes de los indígenas Kankuamos y
eran llamados comúnmente atanqueros* *. Gracias a un exitoso proceso de
reivindicación étnica iniciado en 1993 hoy son interlocutores de los pueblos
indígenas y del Estado, cuentan con un territorio legalizado e internamente la
autoidentidad kankuama es cada vez más compartida.
*
Un reciente censo realizado por la Organización Indígena Kankuama registra cerca de 13.000
kankuamos; se utiliza esta cifra por ser la utilizada en el reciente proceso de titulación del
resguardo.
**
Etnónimo por la comunidad de Atánquez, su centro político y poblacional.
154
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
Las tempranas titulaciones del llamado Gran Resguardo Arhuaco en los municipios
de Santa Marta y Valledupar en 1973 y del resguardo Kogui-Wiwa-Arhuaco
en Santa Marta y Riohacha en 1980, le dieron una relativa estabilidad territorial
a los pueblos indígenas de la zona, de tal manera que la violencia política contra
26
Para un recuento histórico de este proceso, ver HENAO, Diego, 2003. “Ahí van los
atanqueros… con otro indio p’al cementerio”. CODHES.
155
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
tales pueblos no tuvo las formas ni expresiones conflictivas que, durante las
décadas de los setenta y ochenta, determinaron las relaciones entre terratenientes
e indígenas en otros departamentos como el Cauca y Córdoba. A pesar del
avance de la colonización agrícola en la región, ésta afectó esencialmente la
frontera territorial indígena pero no logró crear espacios consolidados al interior
del territorio mismo, permitiendo un ejercicio continuado de gobierno y control
indígena.
Durante los años setenta los territorios indígenas de la Sierra Nevada de Santa
Marta se vieron invadidos por un sinnúmero de personas provenientes de las
partes planas y que llegaban hasta allí para sembrar y comercializar la
marihuana. Fue la época de la bonanza marimbera* , que en una danza macabra
de dinero fácil, violencia y muerte desestructuró social y culturalmente a muchas
comunidades (wiwa), fundamentalmente de las que habitaban jurisdicción del
departamento de La Guajira. (Ochoa, La voz de los guardianes de la
montaña sagrada. Sf, p. 3).
*
Marimba: Nombre popular para referirse a la marihuana.
156
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
A finales de 1988 llegó a la Sierra la guerrilla; para esta época ese grupo
armado [FARC] contaba en nuestro territorio con la presencia de un solo
frente militar conformado por 50 hombres armados y cuatro años después
tenían tres frentes cada uno con 100 hombres, mientras que el ELN y la
disidencia del EPL tenía cada uno su propio frente. (Ochoa, La voz de los
guardianes de la montaña sagrada. s.f, p. 7)
Los datos disponibles sobre hechos de violencia política en este período son
incompletos, pues fuera de los reportados por la Organización Indígena
Kankuama OIK resulta casi imposible identificarlos, teniendo en cuenta que el
inicio de su proceso de reivindicación étnica tuvo lugar en 1992 y es desde
entonces que el etnónimo Kankuamo vuelve a ser utilizado de forma
generalizada, de manera que para los años inmediatamente anteriores es
inexistente cualquier referencia a este pueblo en los registros tanto del Estado
como de organizaciones civiles. De todos modos los hechos no parecen haber
sido muy numerosos; así se concluye de los datos de la revista Noche y Niebla
y de Vicepresidencia de la República, que registran marginalmente casos de
violencia política para los municipios de Valledupar y Pueblo Bello. Los datos
confirman que hasta 1993 se presenta solamente un hecho de violencia política
por año, e incluso Valledupar no reporta casos atribuidos a los paramilitares,
que concentraban sus acciones en la vertiente norte de la Sierra - zona del
Mamey - y en el sur del departamento.
158
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
Son los años de 1991 y 1992 cuando se registran los primeros casos de asesinatos
de Kankuamos atribuidos a grupos paramilitares no identificados, que aparecen
por primera vez como responsables de hechos de violencia política en la región.
Para estos años la modalidad de violencia política que se ejerce sobre cada poblado
o territorio indígena, tiene como característica, que la agresión es responsabilidad
directa del actor el actor armado que controlaba ese territorio o poblado. Esto
significa que las disputas territoriales entre estos grupos no tenían lugar todavía, y en
cambio sí procesos de inserción violenta en las comunidades.
En 1994 y 1995 la insurgencia de las FARC desarrolla una fuerte arremetida sobre
las comunidades en busca de afianzar su control territorial y fortalecer las lealtades
políticas ante el desafío paramilitar, que en la zona baja de la Sierra Nevada hacia
Patillal, “La Ye de corazones” y Pueblo Bello empieza a consolidar sus estructuras
bélicas, al tiempo que establece su centro de operaciones en Valledupar. Esta disputa
se evidencia en el número de agresiones contra indígenas Kankuamos realizadas en
su mayoría por las FARC. En 1994 los asesinatos ocurren en las comunidades de la
parte alta hacia donde las FARC se habían replegado estratégicamente, en
Chemesquemena y Guatapurí. En 1995 las agresiones se amplían a las comunidades
de las áreas de acceso en la parte baja en Río Seco, Murillo, La Mina y Atánquez,
lugares donde las incursiones paramilitares eran recurrentes y su control sobre el
territorio más estable. Entre tanto los casos ocurridos en el casco urbano de
Valledupar seguían en aumento y teniendo como responsables a los paramilitares.
Patillal, en plena zona de control del Batallón La Popa del Ejército, les permite
incursionar en la carretera que va hacia Atánquez e iniciar las acciones de control
sobre las vías de acceso a la Sierra Nevada.
Esta dinámica es registrada por la ONIC como una respuesta de las élites
regionales a la acción de la guerrilla:
Pero una explicación estrictamente local del desarrollo de los grupos paramilitares
y su relación con el incremento de la violencia contra el pueblo Kankuamo es
parcial. En efecto, hacia el final de la década de los noventa en la región operan
varios grupos paramilitares provenientes del narcotráfico y del gamonalismo
político, los cuales pocas veces chocaban con las FARC y el ELN y al parecer
establecían con éstos acuerdos tácitos de no agresión (Observatorio de la
Vicepresidencia, 2002); hasta ese momento su comportamiento no obedecía a
una estrategia única, y las denuncias de la OIK muestran que corresponden a
situaciones de diversa causalidad. Los casos anteriores a 1998 en los que
directamente se sindica a las AUC son pocos al lado de aquellos en que
paramilitares no identificados u otros actores armados son señalados como
responsables. Una actuación masiva de las Autodefensas Unidas de Colombia
160
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
GRÁFICA 11
45
40
35
30
25
20
15
10
5
0
1985
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004
Paramilitares 1 1 4 8 12 8 13 15 16 33 42 6
Grupo insurgente 1 4 1 1 2 1 2 4 13 2 4 7 23 5 6 15 4
Otros Actores Violentos 1 1 2 3 1 9 6 5
Actores Estatales 1 2 1 3 18
161
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
familias kankuamas viven en barrios populares de esta ciudad y han sido objeto
de posteriores agresiones. La consolidación de las AUC como única fuerza
paramilitar tiene lugar este año, cuando en la vertiente norte de la Sierra es
sometido militarmente el grupo de Hernán Giraldo y se conforma el frente
Mártires del Valle de Upar de esa organización, en cabeza de “Jorge 40”, jefe
de un antiguo grupo paramilitar al servicio de los gamonales políticos de la
región y miembro de una familia aristocrática agraria cuya influencia en esa
época se encontraba en franca decadencia.
A comienzos de agosto del año 2001 fue secuestrada por las FARC la exministra
de Cultura Consuelo Araújo, quien fue asesinada en plena Sierra Nevada el 29
de agosto del mismo año, en hechos confusos dentro de un intenso operativo
militar que ordenó el gobierno nacional para su rescate. Este último hecho generó
la militarización de gran parte de la Sierra Nevada, incluida la región Kankuama,
por parte del Ejército; simultáneamente las AUC instalaron un retén a la altura
de la «Ye» de La Vega, donde arreciaron el decomiso de mercancías y alimentos
que transportaban los vehículos que hacen los recorridos Valledupar–Atánquez
y anunciaron su determinación de regular el funcionamiento de las tiendas y el
transporte; al respecto, la ONIC reporta:
164
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
27
Se incluye a otros actores en la misma categoría con paramilitares y militares por razones de
incidencia territorial, pues la mayoría de los casos en que “otros actores” aparecen como
responsables se refiere a los ocurridos en Valledupar, ciudad de evidente control paramilitar
donde han ocurrido once casos así atribuibles, Atánquez que en la última época es zona de
control del Ejército con cinco casos, y La Mina localizada en la parte baja, donde hacen
incursiones recurrentes los paramilitares asentados en Patillal , tres casos.
165
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
28
Delegados de los Alcaldes municipales en zonas rurales.
29
Asociaciones civiles adoptadas por comunidades urbanas y rurales, principalmente orientadas
a la defensa de derechos socio-económicos. Recientemente han pasado a formular propuestas
de gobiernos locales.
166
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
Por otra parte, la suplantación sufrida por los miembros del gobierno comunitario
se evidencia hoy en la relativa debilidad de éste para cohesionar el proyecto
político Kankuamo y neutralizar los rezagos de las figuras de autoridad heredadas
de la municipalización, así como en la subordinación a los órdenes alternativos
de hecho impuestos por la insurgencia y los paramilitares en las últimas décadas,
y por el ejército y la policía luego de la toma de su territorio en el año 2004. La
irrupción de fuerzas que imponen justicia sumaria en las comunidades tiene como
escenario una colectividad que en gran medida fue despojada del sentido de la
autorregulación, de tal modo que tales prácticas encuentran sustento en la
disposición de los comuneros para que la regulación venga desde afuera: desde
la alcaldía, el corregidor y eventualmente de las mismas fuerzas armadas legales
o ilegales. Estas dinámicas tradicionales a la cultura no son aislados, y constituyen
uno de los flancos débiles en la estrategia organizativa de la OIK (Houghton, 2004).
167
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
30
En términos de Zambrano, este proceso tiene lugar “cuando un número importante de
miembros, hombres y mujeres, consideran que forman parte de un mismo grupo e imaginan una
semejanza de origen y un destino común, y que basándose en el predominio directo o imaginado
de lazos afectivos, costumbres y parentesco, buscan dominar entre ellos mismos las actividades
168
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
Por otra parte, se dieron dos circunstancias locales que movilizaron a las
comunidades:
De una parte el conflicto territorial que se suscitó con algunos Ijkas, debido a
que fuimos considerados como colonos e invasores por algunas instituciones
del Estado (Incora) y nuestro territorio se pensó entregar a los hermanos
indígenas, desconociendo nuestros derechos de ocupación y posesión; y de
otra parte la presencia de la Organización Nacional Indígena de Colombia,
ONIC, quien adelantaba un trabajo organizativo en el pueblo Wiwa (Ochoa,
La voz de los guardianes de la montaña sagrada. sf., p. 9).
que tienen por objeto el control de las decisiones grupales. (…) [La] construcción o redefinición
de comunidad política (sería) la producción compleja y dinámica de fenómenos que contribuyen
a la toma social de decisiones para el funcionamiento y afianzamiento simbólico y psicológico
de un grupo y que resignifica lo público y lo privado, las relaciones de la vida cotidiana, las
tradiciones y el pasado y vislumbra formas diferenciales de institucionalización. (…) defino la
reindigenización como un proceso particularmente complejo, de transformación de la comunidad
política de un pueblo indígena (en el sentido de nacionalidad incipiente), basado en la articulación
reflexiva en la arena política local, regional y nacional, de reivindicaciones de lengua, tradiciones,
costumbres, aboriginalidad, etc., y/o demandas de derechos legales de los pueblos indígenas”.
(2000: 195 y ss)
169
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Se trataba de pasar de una unidad mediada por el pasado, como era la de ser
descendientes de Kankuamos, a una unidad mediada por el presente, ser
indígenas Kankuamos. Este desafío se asumió de dos maneras: por una parte,
mostrando que ese pasado sigue presente y es actualidad, y más recientemente,
mostrando que la invención de la tradición es el camino de la actualización
étnica.
Este inevitable voluntarismo étnico del grupo dirigente Kankuamo fue interpretado
casi de inmediato por los otros pueblos indígenas de la Sierra Nevada,
especialmente por quienes impulsaban el proyecto llamado tradicional, como
una forma artificial de reconstrucción étnica, interpretación en la que coincidieron
con voceros locales, regionales y nacionales del Estado, que con intereses
totalmente opuestos negaron también el carácter indígena de los Kankuamos.
La fortaleza organizativa del proceso se convirtió de este modo en su pecado
170
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
Desde el II Congreso en 1995 fue claro que esta nueva estrategia en el proceso
de reetnización, pero muchos de los miembros de las comunidades no estuvieron
de acuerdo en reivindicarse Kankuamos, tampoco en renunciar a la propiedad
privada de sus fincas y sumarlas al territorio y mucho menos en reconocerles
autoridad a los líderes (OIK, 1995). La intensa reivindicación de los valores
culturales ancestrales estuvo marcada por la fragmentación de las estructuras
sociales y políticas de la comunidad, por el desacatamiento de las directrices
de las autoridades y el debilitamiento del gobierno propio, que llevó a que se
distanciaran ciertos sectores sociales como las iglesias evangélicas, los
comerciantes, los corregidores, las juntas de acción comunal, los políticos
profesionales, y en general los que defendían un proyecto cultural
occidentalizante; cada uno de estos sectores se mantuvo en su rol particular sin
atender los lineamientos establecidos por la OIK.
172
EL ETNOCIDIO KANKUAMO:
LOS PARAMILITARES Y EL ESTADO CONTRA UN PUEBLO EN RECONSTRUCCIÓN
La respuesta de los otros pueblos indígenas de la Sierra, como del mismo Estado,
fue de reserva frente a la reivindicación Kankuama, ante un proceso que no
dudaron en calificar de “oportunista” por aprovechar el entorno post-
constituyente y al cual se referían como un caso de voluntarismo etnicista. Ante
la resistencia a sus reivindicaciones el liderazgo Kankuamo opta por retomar
los elementos tradicionales a la cultura y no hacer visibles los componentes
propiamente político-organizativos que le dieron inicio al proceso.
Desde otro ángulo, la respuesta interna a la guerra por parte de la OIK fue
impulsar políticas como pueblo sin tener en cuenta que las comunidades no
habían asumido plenamente la identidad Kankuama y sobre todo no reconocían
la existencia de una comunidad política Kankuama. La debilidad de las formas
de gobierno local y territorial indígena, condujo a que los Kankuamos
experimentaran el conflicto, a diferencia de otros pueblos indígenas, sin disponer
de los instrumentos adecuados para la mediación con los diversos actores
armados.
Los vínculos forzados de miembros de las comunidades con alguno de los grupos
fueron interpretados por las comunidades mismas como un asunto de estricta
responsabilidad individual, sin detenerse en análisis de las condiciones de crisis política
y cultural que lo propiciaba. El clima de señalamientos y desconfianza internos se
disparó entonces a niveles que no han descendido desde hace 10 años, y sigue
marcando gran parte del contexto de los crímenes cometidos, especialmente por
los grupos paramilitares. La presencia de las fuerzas militares y policiales del Estado
dentro de las actividades comunitarias cotidianas, desde el año 2003, ha profundizado
esta crisis, pues el modelo utilizado ha sido involucrar de modo forzado a la población
y obligarla a tomar partido en defensa del gobierno nacional, lo que acarrea fenómenos
de suplantación, presión y negación de las autoridades civiles, en este caso indígenas,
e intensifica la desestructuración de los lazos comunitarios.
177
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
178
EL PUTUMAYO:
179
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Sir Roger Casement (1913), autor de un informe sobre la situación del Putumayo
en esta época, afirma que cada tonelada de látex del Putumayo había costado
siete vidas humanas, en un período en el que este caucho selvático de alta
calidad había sobrepasado el valor de 700 libras esterlinas la tonelada. En 12
años, 4000 toneladas de los cargamentos de Arana habían producido casi 1500
libras esterlinas en el mercado inglés, pero también 30.000 indígenas habían
muerto para hacer esto posible. (Ariza et al, 1998: 24).
Al paso del siglo XX y al darse una mayor articulación del Putumayo con el
país, los sucesos derivados de la economía cauchera, como espectro del pasado
seguirán marcando la vida de los pobladores. En la década del treinta será la
guerra de Colombia con Perú la que generará la integración de la región por
carreteable hacia el interior del país y con ello la apertura a la colonización
180
EL PUTUMAYO:
UNA HISTORIA DE GUERRA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Territorio y violencia
183
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
el gobierno de Pastrana y por ser espacio sobre el cual las FARC a lo largo de
varias décadas venía ejerciendo dominio y gobierno. Además de esos factores,
la zona adquiere significado especial en la marco de la política norteamericana
en la lucha contra las drogas ilícitas y en el Plan Colombia que comienza a
implementarse hacia finales del gobierno de Pastrana.
186
EL PUTUMAYO:
UNA HISTORIA DE GUERRA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
asesinatos políticos en ese año llega a 104, mientras en el total del período es
de 167, siendo el pueblo Nasa el más afectado pues 56 de sus miembros mueren
en ese año sobre una población de 2.884 que son quienes habitan en la región.
Se explica la magnitud del conflicto para este período por las acciones
desplegadas en el marco del Plan Colombia que lleva a que se consolide el
poder paramilitar en la región media del Putumayo, que es a la vez la zona
donde se concentra la mayor área de cultivos de coca y en donde se instaura el
poder del ejército y los grupos paramilitares. La Resolución Defensorial No
026 de octubre de 2002, enseña que los homicidios por violencia, para el
conjunto de la población, llegan a una cifra de 1779 para el período 1999-
2002 y que éstos se concentran en los municipios de Puerto Asís, Valle de
Guamuez, Puerto Caicedo, Orito, Villa Garzón, Mocoa, Puerto Guzmán, San
Miguel y Puerto Leguízamo. Siendo la zona central, en el triángulo formado
entre Mocoa, Puerto Asís y el Valle de Guamuéz, el área donde se concentra
más del 60% de los homicidios, zona que coincide con la mayor extensión de
hectáreas sembradas en coca y donde igualmente se presenta el mayor número
de homicidios violentos contra población indígena.
Los tipos de violaciones que se ejercen contra la población tienen en las fuerzas
militares estatales y paraestatales al sujeto responsable de la acción, manifestación
de una estrategia que se profundiza en la medida que se despliega el Plan
Colombia.
188
EL PUTUMAYO:
UNA HISTORIA DE GUERRA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
TABLA 15
189
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Total KAMENTZA 4
EMBERA KATIO Paramilitares 1
Otros Actores Violentos 1
Grupo insurgente 1
Total EMBERA KATIO 3
EMBERA Paramilitares 1
Total EMBERA 1
NO-INDÍGENA COLABORADOR Paramilitares 2
Total NO-INDÍGENA COLABORADOR 2
Total general 277
190
EL PUTUMAYO:
UNA HISTORIA DE GUERRA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
GRÁFICA 13
80
60
40
20
0
Villa Mocoa
Garzon
191
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
El tránsito hacia zonas urbanas y los cambios que se experimentan van a tener
implicaciones en el modo como se asume la territorialidad y, a pesar de la
ampliación de las áreas de resguardo, sin embargo, muchas familias indígenas
asumen como escenario de vida el casco urbano y al territorio se integran
siguiendo la pauta del ausentismo, con implicaciones respecto a su real control
y ejercicio de gobierno.
192
EL PUTUMAYO:
UNA HISTORIA DE GUERRA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
193
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
194
195
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
196
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA
POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
197
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX pueden definirse como
de consolidación del sistema de guerra en el campo colombiano, en este período
se crearon relaciones de aceptación o inserción muda por parte de las
comunidades campesinas e indígenas a los “órdenes alternativos de hecho”
imperantes en sus territorios, y de “aprobación” de dichos “órdenes
establecidos”31 . La resistencia institucional a reconocer derechos indígenas
hasta el año 1991 y su postura totalmente refractaria a los intereses indígenas
se tradujo dentro del movimiento en un total escepticismo frente al Estado -al
que incluyó fácilmente en la categoría de enemigo- y en su disposición a encontrar
en la insurgencia un amigo de sus aspiraciones.
31
María Teresa Uribe (2001), quien acuña la expresión, describe los patrones de consolidación
territorial de la insurgencia como la creación de un orden semiestatal predecible en las regiones
de su influencia, basado en la combinación de mecanismos de coacción autoritaria y de
legitimidad simbólica a partir de su carácter de fundadores de la territorialidad. ONIC et al
(2001) hace un análisis análogo sobre el cambio de la estrategia de la insurgencia, que priorizó
desde los años ochenta acciones de control territorial sobre las acciones de hostigamiento a la
fuerza pública.
32
Para el surgimiento del paraestado, ver: Uprimmy y Vargas (1989); Sánchez y Peñaranda
(1991).
198
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
33
El proceso anotado se dio especialmente en desarrollo del Proyecto de Ordenamiento territorial
ejecutado por la ONIC y AICO, con el apoyo de la Unión Europea, que dio como resultado más
relevante la propuesta indígena de Ley de Ordenamiento.
200
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
34
Para otras referencias sobre este tema, ver: Hernández y Salazar, (1999).
35
Esos eran los términos de un documento suscrito por Jacobo Arenas en el marco de la tregua
con el Estado, en Casa Verde.
204
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Son diversas las respuestas que los pueblos indígenas y sus organizaciones han
asumido frente al escenario en el que sus territorios son integrados definitivamente
en la guerra. Ante el crecimiento en hombres-arma por parte de los diferentes
ejércitos, la mayoría de las organizaciones indígenas ha respondido con
205
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Para la etapa actual, en la que el conflicto subordina todas las formas de violencia
política, estos casos no se presentan. En cambio los desafíos al poder militar de
los actores regionales en todos los casos corresponden a definiciones estratégicas
tomadas por actores comunitarios colectivos, donde existe una valoración previa
de riesgos y consecuencias de las determinaciones tomadas. Es el caso de las
decisiones en torno de la “neutralidad activa”, autonomía territorial, resistencia
206
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Al respecto hay que anotar que existe una clara diferencia en los modelos de
influencia e inserción de la guerrilla, que busca la subordinación ideológica y
política de las comunidades y las redes sociales a su proyecto hegemónico, y el
de los paramilitares, que promueven directamente la disolución de las
organizaciones y la ruptura de los lazos que constituyen la sociedad civil.
Los hechos en los cuales este tipo de interés o motivación aparece o podría
estar subyacente son el pillaje y el robo directo, el control total de territorios
para acceder sin competencia a los recursos, la subordinación violenta de las
comunidades para convertirlas en tributarias de los actores armados, los
asesinatos, amenazas y atentados en procura someter a las comunidades y
obtener la aceptación de proyectos económicos o modelos productivos de los
cuales se pueden derivar rentas mineras, forestales, de infraestructura, hídricas,
industriales, energéticas o coqueras. Existen casos relevantes donde las
amenazas, presiones directas, atentados y asesinatos contra líderes y
comunidades tienen un interés económico directo y públicamente expresado.
208
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Se advierte que los intereses económicos aquí descritos tienen expresión política
evidente en el Estado y los paramilitares, y muy marginalmente en la insurgencia,
salvo el caso de la coca, en el cual todos los actores legales o ilegales tienen
vínculos. Sin embargo, es casi imposible identificar esta relación de manera
directa en la mayoría de los informes y las denuncias disponibles referidas a
este período, y de hecho los casos en los cuales los responsables reivindican
estos intereses económicos no son corrientes; la identificación de este tipo de
causalidad es resultado de una interpretación a posteriori a partir de corroborar
la recurrente asociación entre recursos naturales potenciales o en explotación/
operación, y la violencia política.
Este debate tiene tres ángulos relevantes de análisis. Uno empírico, entre la
correlación de hechos de violencia política y la existencia de proyectos o recursos
estratégicos potenciales o disponibles; otro de caracterización del conflicto
armado interno, entre lógicas de guerra política y lógicas de pillaje; y uno tercero,
más relacional entre modelos de poder y rentas de guerra.
cultivos con los fenómenos de violencia política que se han descrito; de hecho,
salvo el Putumayo y en menor medida Caquetá, los demás departamentos
cocaleros no registran un número grande de casos de violación directa de
derechos humanos de los pueblos indígenas. Sumando todas las regiones con
cultivos ilegales en cualquier momento de los últimos 20 años, sólo se encuentran
66 municipios indígenas que al mismo tiempo fueron lugar de hechos de violencia
política y de presencia de coca o amapola, frente a 122 donde se registran
cultivos.
Otro proceso asociado fue el enorme lavado de activos realizado por los
narcotraficantes, que invirtieron sus excedentes en finca raíz en otras regiones
no coqueras, muchas de gran influencia guerrillera como el Magdalena Medio o
sur del Valle y norte del Cauca. El peso que tiene este proceso en cercanías de
los territorios indígenas es importante, pero tampoco permite establecer una
correlación concluyente con la violencia política. Hasta 1995, sólo en 59 de los
municipios indígenas afectados por violencia política o vecinos hubo compras
por parte de los narcotraficantes, es decir en un 32%. El hecho de que las
compras por narcotraficantes se realizaron en 160 de los municipios indígenas,
casi 3 veces más, sin que ocurriera una proporción similar de violaciones de
derechos humanos, puede estar asociado a los relativos niveles de estabilidad
legal que tienen los territorios indígenas36 , que los excluyó de las expectativas
de los narcoterratenientes, como sugiere Alejandro Reyes Posada (1997).
36
La Constitución Política de Colombia en su Artículo 63 establece que los territorios comunales
indígenas son imprescriptibles, inembargables e inenajenables.
212
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Debe tenerse en cuenta que mientras la lógica del capital se guía por la velocidad
de circulación, la de los actores armados lo hace por la inmediatez de apropiación
de los recursos, de forma que las elecciones de los actores se guían por la
rentabilidad económica o política ciertas, y no solo por la posibilidad; en este
sentido es importante diferenciar los imperativos económicos de los actores,
pues mientras es posible y rentable para el Estado, los empresarios y el capital
transnacional involucrarse en inversiones de largo y mediano plazo, tales como
hidroeléctricas, palma africana, vías, explotación petrolera, que entran en el
mercado especulativo, para paramilitares e insurgencia éstas resultan
impracticables por su condición de ilegalidad, razón por la cual se relacionan
con estas inversiones o proyectos de una manera extorsiva inmediata o
mercenaria, lo que requiere en la mayoría de los casos proyectos en etapas de
construcción u operación. En tal caso el interés de los actores armados por la
existencia de los megaproyectos o grandes inversiones resulta secundario, siendo
lo primario la existencia de cualquier fuente económica que se transforme en
una renta para la guerra de manera inmediata.
Las dinámicas locales de la violencia contra los indígenas permiten afirmar que
las acciones asociadas con intereses bélicos en estricto sentido, se sobreponen
a las acciones ligadas con la disputa de rentas, sobre todo las rentas de guerra,
y ambas a las que hemos denominado violencia étnica o racista. Existen por
tanto dinámicas bélicas por recursos e incluso otras abiertamente racistas, pero
el campo de fuerzas donde se desarrollan es el del conflicto entre modelos de
régimen político.
214
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Es claro que los médicos tradicionales y otras figuras espirituales, incluidas las
nuevas figuras de mediación como los promotores de salud y los maestros,
cumplen funciones de equilibrio y restablecimiento de la armonía, o papeles de
formación y atención social, y en esa medida son vehículos de la espiritualidad
general de la comunidad y expresan el espíritu, y sobre todo el proyecto político
y social colectivo; la ausencia de los gobernantes, que por definición representan
dicha unidad política, tiene una implicación totalmente desestructurante de la
totalidad del tejido social, pues son al mismo tiempo el gobernante y la
institución, integrados en una persona. Otros fenómenos como el
desplazamiento de una comunidad, que casi siempre corresponde con un linaje,
plantean enormes dificultades para garantizar el equilibrio espiritual y de las
relaciones de reciprocidad comunitarias (ONIC, 2003).
217
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Por otra parte el estudio de la ONIC (2003: 31) con referencia específica a los
impactos desplazamiento, pone en evidencia que éste altera relaciones más allá
del propio pueblo indígena, como la pérdida de vecinos y relaciones
intercomunales y establece una fractura interna entre los desplazados y
quienes permanecen en el territorio, rompiendo los lazos de solidaridad y
acentuando procesos de individualización, lo que profundiza la disolución de la
unidad. Por otra parte, los pueblos son afectados con la separación y
desintegración familiar y parental, y en general de las redes primarias de
complementariedad, que tiene unas consecuencias mucho mayores para la
supervivencia socio-cultural de la comunidad local y del pueblo indígena en
general, debido a que los contextos en que son sumergidos no son producto de
una continuidad cultural e histórica compartida, es decir la ruptura violenta de
la unidad familiar provoca cambios radicales en la forma de su organización
política, que puede conducirla a su desestructuración social y fragmentación
territorial. Estos elementos agravan severamente los procesos de constitución/
unificación como pueblos, procesos que requirieron (y requieren) el
establecimiento de mitologías unitarias y una fuerte ritualidad compartida.
Este impacto debe ampliarse a los otros hechos de violencia política que no
implican desplazamiento, pues la incapacidad de las autoridades y organizaciones
indígenas para gobernar sus territorios y controlar los hechos sociales se presenta
aunque se mantengan físicamente en el territorio. Los fenómenos de copamiento
militar de los actores armados legales e ilegales se traducen en todos los casos
en una disminución o negación del control territorial; las operaciones militares
acontecen como un ordenamiento territorial de hecho y significan imponer
criterios respecto a la potencialidad en el uso de los territorios, determinación
de ciertas áreas en el campo de la producción agrícola y pecuaria, imposición
de normas, definición de asentamientos; ordenamientos que se realizan para
favorecer las dinámicas propias a la guerra.
En la medida que los territorios indígenas son al mismo tiempo territorios mirados
en claves estratégicas por los actores armados, quedan incorporados en los
mapas de cada uno de ellos y son objeto de definiciones políticas totalmente
ajenas. La desterritorialización se expresa en este caso al convertirse en medios
para la guerra. No resulta extraño que reivindicaciones territoriales y de
220
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Por último, en este acápite debe reseñarse que al igual que en la constitución de
los pueblos indígenas como sujetos colectivos, la violencia política está asociada
a la conformación territorial indígena en varias regiones. Se trata de un impacto
contradictorio, pues el hecho de que los pueblos indígenas hayan resuelto muchas
de sus aspiraciones territoriales aprovechando un contexto de debilidad
institucional creado por la guerra los coloca en la mira de los actores armados.
de su Estado; los Tule han ido desplazándose hacia el noroccidente del país en
dirección a Panamá ante la presión territorial de los Emberá y como resultado
de la configuración territorial colombo-panameña a principios del siglo XX; la
época de la Violencia significó profundos cambios para pueblos como los Pijaos,
involucrados directamente en las acciones principalmente como parte de las
guerrillas liberales, muchos de los cuales se desplazaron hacia los Llanos
orientales; los Senúes fueron arrinconados desde principios del siglo XX en una
décima parte de sus territorios, que fueron usurpados por los ganaderos, en un
proceso que no termina. Los primeros indígenas que llegan al Alto Naya, en
1952, eran Nasas desplazados de los municipios caucanos de Corinto y Caloto
por la violencia generada a partir de 1948.
224
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
a) La creada entre los municipios indígenas del sur Tolima con destinos
preferentes en Ibagué, donde hay barrios de indígenas desplazados, y Bogotá,
la cual tiene bajas tasas de retorno, y opera desde las grandes migraciones de
indígenas tolimenses en la época de La Violencia.
b) Un sistema que tiene como sitio de expulsión la Sierra Nevada de Santa
Marta, y se conecta en el caso de los Kankuamos con Valledupar como opción
privilegiada, y luego Barranquilla, Bogotá y Venezuela, con tasas de retorno
precarias.
c) Otro que se ha ido formando por los Wiwa, también en la Sierra, que tiene
como referencia San Juan del Cesar, pero tiene alta tasa de retorno.
37
Estos desplazamientos a menudo son incluidos en categorías definidas por la situación
jurídica de los territorios. Codhes referencia por ejemplo, los desplazamientos intra-étnicos
fuera del propio territorio en referencia a los ocurridos entre resguardos (Henao y Suárez,
2002); la ONIC (2003) resalta más el refugio de Awás, Tules, Emberá, Sionas y Kofanes, que el
hecho de tratarse de territorios ancestrales; la Red de Solidaridad Social (2002) hace lo propio
en su categoría de migración trans-fronteriza.
225
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
d) El área Emberá Katío del Urabá, que funciona sobre la Serranía de Abibe
en flujos y reflujos entre Córdoba y Antioquia de acuerdo con las condiciones
políticas y en una evidente estrategia de complementariedad de larga duración
adoptada por las distintas comunidades emparentadas.
e) La zona Emberá del Medio Atrato que tiene como referencia Quibdó, con
tasas de retorno altas, desplazamientos en promedio de 3 a 4 meses, y fuerte
contenido político.
f) Juradó-Panamá, entendida como una continuidad territorial, similar a la
anterior.
g) El sistema de refugio interno del Cauca.
h) La zona que tiene como centro de referencia Mocoa, y conecta
posteriormente con Huila y Nariño.
i) La que tiene como núcleo Nariño y utiliza al Ecuador principalmente como
corredor de salida, con temporales momentos de refugio.
No existe una respuesta unificada por parte de los pueblos indígenas a los desafíos
de la guerra. No solamente por la evidente diversidad cultural y organizativa,
sino por las propias debilidades políticas de sus organizaciones. Los
comportamientos indígenas frente a la degradación del conflicto no obedecen
aún a una estrategia unificada y ni siquiera a varias estrategias que estén en
juego. Lo que es común a todas las formas de respuesta adoptadas es su elevado
particularismo. Distintos momentos de interlocución con los actores armados
226
CONFLICTO ARMADO INTERNO Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Tal perspectiva condujo a muchos líderes indígenas a sostener que todos los
actores armados son “iguales” porque son igualmente responsables de agresiones
y crímenes contra los pueblos indígenas, lo que es relativamente inconsistente
con las cifras presentadas. La similitud de los métodos terminó siendo entendida
como identidad de los fines. Como ocurre con los análisis que incluyen en la
227
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Los resultados de esa iniciativa son todavía poco visibles, salvo la presencia
más fuerte del Consejo de Paz indígena en las regiones críticas de violencia
política. Pero eso no reduce la importancia de las decisiones tomadas, en
particular la referente a cómo se pensaban frente al conflicto.
231
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
232
BIBLIOGRAFÍA
233
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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Ediciones Antropos. Bogotá.
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colombianos también, Memorias del Congreso de los Pueblos
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Documento a la III Plenaria de la Sociedad Civil por la Paz”. En:
Vida y dignidad para los pueblos indígenas y para los
colombianos también, Memorias del Congreso de los Pueblos
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237
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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Entrevistas
241
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Diario El Tiempo
El Meridiano
Diario El Colombiano
Diario La Patria
Semanario El Espectador
242
ANEXO 1
243
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
ese sentido, acudir a los mayores, a los viejos, a los médicos y autoridades
tradicionales, taitas, chamanes, sabios, jaibanás, para su consejo en la atención
a los problemas generados por la guerra.
• Siendo víctimas de todos los grupos armados, los indígenas hemos optado
por oponer resistencia ante todos ellos, pero no por medio de las armas sino
ejerciendo pacíficamente el control comunitario y la autonomía en nuestros
territorios. El haber resistido muchas guerras durante quinientos años, el arraigo
territorial, el contar con autoridades propias, con tradiciones ancestrales de
afirmación y protección étnica, con organizaciones sociales consolidadas, y con
la solidaridad de otros sectores a nivel nacional e internacional, son algunos de
los fundamentos de la resistencia comunitaria de nuestros pueblos ante el actual
conflicto armado.
245
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
• Trabajar para que los dirigentes indígenas que ocupan cargos en corporaciones
e instituciones públicas se articulen con las autoridades y organizaciones.
• Los indígenas, aunque estén muy unificados, no pueden afrontar solos este
problema. Se requiere hacer alianzas con otros sectores sociales interesados
en una solución política al conflicto armado, especialmente con personas,
organizaciones y entidades nacionales e internacionales que han sido solidarias
con el movimiento indígena.
246
RESPUESTAS Y PROPUESTAS INDÍGENAS AL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA
250
RESPUESTAS Y PROPUESTAS INDÍGENAS AL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA
251
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
• Preparar una gran movilización nacional por la paz y derechos que afecte los
sectores de la economía nacional. La lucha indígena es pacífica, pero así mismo
no es posible seguir pasivos mientras nos siguen matando. Si no nos respetan
los derechos, debemos pensar en hacer un gran levantamiento indígena y
social; un levantamiento de nuestros pensamientos y de nuestras acciones.
• Conformar una Mesa de Trabajo Indígena para la Paz, que lidere la búsqueda
y movilización por la paz en Colombia, y que adelante procesos de interlocución
con los actores armados y con el Estado en defensa de los derechos de los
pueblos indígenas.
252
253
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
254
ANEXO 2
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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MAPAS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INDÍGENAS 1974-2004
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
290
ANEXO 3
291
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
Como resultado de este hecho, las bases de datos disponibles por definición
adolecen de un sesgo étnico negativo, que obliga a reconstruirlas incluyendo
variables como pueblo indígena, resguardo, rol comunitario de las víctimas; en
materia de desplazamiento es inexistente una información sobre trayectorias,
retornos y reubicaciones tanto para los grupos y comunidades desplazados,
como para los casos individuales. Y para ambos casos no se cuenta con un
registro cronológico que cubra por lo menos la última década.
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REGISTRO HISTÓRICO DE HECHOS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA
38
En el marco de la consolidación del Sistema de Información DH/DIH de la ONIC, los
coordinadores encontraron esta respuesta en la mayoría de las regionales. (Tulio Montaño,
2004. Comunicación personal).
293
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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La OZIP desde 2001 viene trabajando en la sistematización sobre desplazamiento indígena en
el marco de un convenio con la ACNUR y ONIC, y otro similar con Aldhu, que publicó un
trabajo al respecto. (ALDHU, 2004).
294
REGISTRO HISTÓRICO DE HECHOS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA
El problema más serio que tiene una investigación cuantitativa sobre las
tendencias del desplazamiento indígena es la debilidad misma de las cifras. Ni
la Red de Solidaridad Social, ni la Pastoral Social, ni Codhes, entidades que
tienen como misión institucional hacer seguimiento al desplazamiento, han logrado
reconstruir la historia del fenómeno; no obstante, sigue siendo una necesidad
para las organizaciones indígenas conocer en perspectiva en qué ha consistido,
cuáles intereses están detrás de cada uno de los eventos, cómo se relaciona
con otros fenómenos migratorios típicos de los pueblos indígenas, etc. El trabajo
pionero de ONIC, y los estudios de CODHES realizados en Chocó, Antioquia,
Bogotá y la frontera colombo-ecuatoriana, seguramente irán dando más pistas
sobre la materia. Por supuesto, la mayoría de esos interrogantes exceden los
propósitos de este registro inicial. Con la información disponible se puede
presentar, no obstante, una geografía del fenómeno en términos del
desplazamiento masivo y del desplazamiento individual.
296
REGISTRO HISTÓRICO DE HECHOS DE VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
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ANEXO 4
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 1
300
CUADRO 2
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 3
302
CUADRO 4
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 5
304
CUADRO 6
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 7
306
CUADRO 8
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 9
308
CUADRO 10
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 11
310
CUADRO 12
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 13
312
CUADRO 14
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 15
314
CUADRO 16
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 17
316
CUADRO 18
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 19
318
CUADRO 20
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 21
320
CUADRO 22
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 23
322
CUADRO 24
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CUADRO 25
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CUADRO 26
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CUADRO 27
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CUADRO 28
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CUADRO 29
328
CUADRO 30
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 31
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CUADRO 32
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 33
332
CUADRO 34
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 35
334
CUADRO 36
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 37
336
CUADRO 38
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CUADRO 39
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CUADRO 40
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CUADRO 41
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CUADRO 43
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CUADRO 44
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CUADRO 45
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CUADRO 46
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CUADRO 47
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CUADRO 49
348
CUADRO 50
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CUADRO 51
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CUADRO 55
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CUADRO 56
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CUADRO 57
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CUADRO 61
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CUADRO 62
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 63
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CUADRO 64
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CUADRO 65
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CUADRO 66
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CUADRO 67
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CUADRO 68
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CUADRO 69
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CUADRO 70
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CUADRO 71
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CUADRO 72
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CUADRO 73
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CUADRO 74
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 75
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CUADRO 76
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 77
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CUADRO 78
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 79
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CUADRO 80
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 81
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CUADRO 82
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CUADRO 83
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CUADRO 84
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CUADRO 85
384
CUADRO 86
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 87
386
CUADRO 88
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 89
388
CUADRO 90
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 91
390
CUADRO 92
391
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 93
392
CUADRO 94
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VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN COLOMBIA 1974-2004
CUADRO 95
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