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Is 53.4–5
4 »A pesar de todo esto, él cargó con nuestras enfermedades y
soportó nuestros dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había
herido y humillado.5 Pero él fue herido por nuestras rebeliones,
fue golpeado por nuestras maldades; él sufrió en nuestro lugar,
y gracias a sus heridas recibimos la paz y fuimos sanados.
Cristo lleva en sus manos y en su costado cicatrices que demuestran el
amor incondicional que tuvo por nosotros al sufrir en esa cruz.
Gracias a sus heridas, nosotros fuimos sanados, no solo de nuestras
heridas físicas, sino también, nuestras heridas del alma.
Is 43.25
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí
mismo, y no me acordaré de tus pecados.
Debemos perdonar porque Cristo nos perdonó. El perdón de Cristo es
incondicional, no debemos hacer nada para que Él nos perdone, Él ya lo
hizo muchos años atrás, y lo demostró al morir en la cruz por nuestros
pecados. Además, no se acuerda más de él. Si en algún momento
llegamos a recordar algún pecado por el cual ya hemos pedido perdón,
no es Dios sino el diablo el que nos quiere robar la paz que Cristo nos
da. Éste mismo perdón, es el que debemos dar a otros. Perdonar y no
recordarlo más.
Jn 15.5
»Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los
que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho
fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.NTV
Ése perdón viene de Jesús y es la única fuente de la cual lo podemos
recibir. Para que de ésta manera no solo seamos un árbol que aparenta
llevar fruto, sino un árbol lleno del fruto del Espíritu Santo, que puede
ayudar a los demás.