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RESUMEN CONTRATOS

Contratos entre presentes y ausentes:

Concepto: Aquí lo determinante no es una cuestión de espacio o distancia, sino una cuestión de tiempo. Es
entre presentes cuando la aceptación sucede de manera inmediata a la oferta; en cambio, será entre
ausentes cuando entre la oferta y la aceptación exista un lapso de tiempo jurídicamente relevante.

Entre presentes: Las partes que concurren a prestar el consentimiento pueden encontrarse una frente a la
otra, en un mismo lugar, o al menos en una situación que les permita el intercambio inmediato de oferta y
aceptación (teléfono, por ej).

Entre ausentes: Cuando las partes que concurren a formar el acuerdo sobre una declaración de voluntad
común se hallan en distintos lugares, imposibilitadas de intercambiar declaraciones sin que medie un
espacio de tiempo considerable, nos encontramos ante un consentimiento entre ausentes.

¿En qué momento se perfecciona el contrato? Cuatro teorías:

1) De la declaración: se reputa formado el consentimiento cuando el destinatario de la oferta la


acepta, exteriorizando su voluntad en tal sentido.
2) De la expedición: se juzga perfeccionado el consentimiento cuando la declaración, aceptando la
oferta, es enviada al proponente.
3) De la recepción: exige para la formación del acuerdo que el oferente reciba, o esté a su alcance
recibir, el documento donde consta la aceptación ya declarada y remitida por el aceptante.
4) De la información: En ella se exige el efectivo conocimiento de la aceptación por el oferente.

Sistema adoptado por el Código: Se adoptó un sistema mixto, sobre la base de la teoría de la expedición;
pero a la vez se moderó el rigor de sus consecuencias con soluciones tomadas de la teoría de la información.
Así, en el Art. 1154 consagra como regla general a la teoría de la expedición diciendo: “La aceptación hace
sólo perfecto el contrato desde que ella se hubiese mandado al proponente”. Sin embargo, se admiten dos
excepciones a este principio general, adoptándose la teoría de la información. La primera se encuentra en el
art. 1149 (“La oferta quedará sin efecto alguno si una de las partes falleciere, o perdiere su capacidad para
contratar: el proponente, antes de haber sabido la aceptación, y la otra, antes de haber aceptado”) donde la
muerte o incapacidad del oferente ocurridas antes del conocimiento (información) de la aceptación, aun
cuando sean posteriores a la emisión, hacen caducar la oferta. A su vez, la segunda excepción se encuentra
en el art. 1155 (“El aceptante de la oferta sólo puede retractar su aceptación antes que ella haya llegado al
conocimiento del proponente. Si la retractare después de haber llegado al conocimiento de la otra parte,
debe satisfacer a ésta las pérdidas e intereses que la retractación le causare, si el contrato no pudiese
cumplirse de otra manera, estando ya aceptada la oferta”) donde se permite que la retractación de la
aceptación se pueda efectuar antes de que ella haya llegado a conocimiento del proponente.

Oferta:

Concepto: Según el art. 1144 “El consentimiento debe manifestarse por ofertas o propuestas de una de las
partes, y aceptarse por la otra”. En este sentido, la oferta es una proposición unilateral que una de las partes
dirige a otra para celebrar con ella un contrato. Así pues sólo hay oferta cuando el contrato pueda quedar
perfeccionado sólo con la mera aceptación de la otra parte, sin necesidad de una ulterior declaración del
que hizo la oferta. En otras palabras, es una declaración de voluntad unilateral, recepticia (es decir, dirigida a
una persona determinada), dirigida a la formación del contrato.
Requisitos: El art. 1148 dice “Para que haya promesa, ésta debe ser a persona o personas determinadas
sobre un contrato especial, con todos los antecedentes constitutivos de los contratos”.
Por tanto, la oferta debe: a) referirse a un contrato en particular y contener los elementos estructurales del
mismo; b) ser completa o autosuficiente (de esta forma es basta la mera aceptación para formar el
consentimiento); c) ser dirigida a persona o personas determinadas (o determinables) –las “ofertas”
dirigidas al público en general son en realidad invitaciones a ofertar-.

Oferta al público: La moderna doctrina se inclina por admitir la validez de las ofertas hechas a personas
indeterminadas, al público en general o a grupos de personas, cuando ellas reúnen los restantes requisitos
de la oferta y como un modo de proteger la buena fe del público. En consonancia con esto el art. 7 de la Ley
24.240 de Protección al Consumidor dice: “Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales
indeterminados, obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha
precisa de comienzo y de finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.

La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios similares a los
empleados para hacerla conocer”.

Obligatoriedad: El art. 1150 dice “Las ofertas pueden ser retractadas mientras no hayan sido aceptadas, a
no ser que el que las hubiere hecho, hubiese renunciado a la facultad de retirarlas, o se hubiese obligado al
hacerlas, a permanecer en ellas hasta una época determinada.”

La regla general es entonces la NO obligatoriedad de la oferta. Sin embargo, existen dos excepciones: a)
cuando el oferente hubiese renunciado a la facultad de retirar la oferta, y b) cuando se hubiese obligado, al
hacerla, a permanecer en ella hasta una época determinada. Ésta última es la llamada oferta en firme donde
el que formula la oferta renuncia a la capacidad de retractarla por un lapso determinado de tiempo.

La responsabilidad en que pueda incurrir quien retracto abusivamente una oferta es un paliativo consagrado
por el ordenamiento jurídico, pero no equivale a la obligación de concluir el contrato fracasado. La
responsabilidad precontractual obligará a quien retracta abusivamente la oferta a reparar los daños
negativos originados en la frustración del contrato y no los positivos o nacidos del incumplimiento de un
contrato no valido. También se dirige a atemperar los efectos de la no obligatoriedad de la oferta la norma
del artículo 1156 “La parte que hubiere aceptado la oferta ignorando la retractación del proponente, su
muerte o incapacidad sobreviniente, y que a consecuencia de su aceptación hubiese hecho gastos o sufrido
pérdidas, tendrá derecho a reclamar pérdidas e intereses”.

Caducidad: Art. 1149 “La oferta quedará sin efecto alguno si una de las partes falleciere, o perdiere su
capacidad para contratar: el proponente, antes de haber sabido la aceptación, y la otra, antes de haber
aceptado”.

Capacidad:

Concepto: La capacidad no es un elemento del contrato, sino un presupuesto de la validez del


consentimiento. Y la capacidad para contratar es la regla, en principio todos pueden contratar.

Incapacidades: Art. 1160 “No pueden contratar los incapaces por incapacidad absoluta, ni los incapaces por
incapacidad relativa en los casos en que les es expresamente prohibido, ni los que están excluidos de poderlo
hacer con personas determinadas, o respecto de cosas especiales, ni aquellos a quienes les fuese prohibido
en las disposiciones relativas a cada uno de los contratos, ni los religiosos profesos de uno y otro sexo, sino
cuando comprasen bienes muebles a dinero de contado, o contratasen por sus conventos; ni los
comerciantes fallidos sobre bienes que correspondan a la masa del concurso, si no estipularen concordatos
con sus acreedores”. Quedan incluidos entonces tanto los incapaces de hecho relativos como los absolutos;
los incapaces de derecho que están excluido de poder contratar con personas determinadas (esposos entre
sí); los que están excluidos de poder contratar respecto a cosas determinadas (los mandatarios que no
pueden adquirir los bienes objeto del mandato); aquellos a quienes les fuese prohibido en las disposiciones
relativas a cada uno de los contratos; los religiosos profesos, los comerciantes fallidos.

Nulidad por incapacidad: Un contrato es nulo cuando su nulidad es manifiesta. Es anulable, en cambio,
cuando su nulidad por no ser manifiesta se halla dependiente de juzgamiento.

- Contratos nulos o anulables: Los contratos otorgados por los incapaces de obrar, absolutos o
relativos, son nulos. Son nulos también los contratos celebrados sin autorización del juez o de
su representante necesario. Los contratos celebrados por quienes padecen de una incapacidad
de derecho son nulos a menos que sea una incapacidad de derecho desconocida, en este caso
el contrato es anulable.
Son anulables, por el contrario, los contratos celebrados por quienes obrasen con una
incapacidad natural o accidental. Se comprenden en la norma los siguientes contratos: a) los
otorgados por insanos o interdictos; b) por sordomudos, que no supiesen darse a entender por
escrito; no interdictos; c) los celebrados en estado de delirio febril, sonambulismo, hipnotismo
o embriaguez completa. Son anulables, asimismo, los contratos en que interviene una persona
en violación del precepto que consagra una incapacidad jurídica, cuando la inhabilidad resulta
desconocida al tiempo de la celebración del negocio.
Son consecuencias derivadas de la distinción entre contratos nulos y anulables la falta de
eficacia desde su mismo origen en los primeros, y la ineficacia a partir de la sentencia en los
segundos.
- Contratos de nulidad absoluta o relativa: La nulidad es absoluta cuando se trasgrede el orden
público. En cambio, es relativa cuando está por medio un interés particular. Es esta la
clasificación verdaderamente importante.
De esta diferencia capital se sigue que mientras la nulidad relativa es subsanable por la
confirmación del acto, la nulidad absoluta no es confirmable.
Los contratos celebrados por los incapaces de hecho, sean absolutos o relativos, revisten una
nulidad meramente relativa. Los efectuado en violación de la prohibición legal, en los
supuestos de incapacidad de derecho, serán de nulidad absoluta en razón del fundamento de
la incapacidad y del interés tutelado, sin perjuicio de encontrar hipótesis de nulidad
meramente relativa (en este caso es menester descubrir previamente si es un interés público o
privado el que resguarda la sanción de nulidad).

A quien corresponde la acción de nulidad por incapacidad: Art 1164 “El derecho de alegar la nulidad de los
contratos, hechos por personas incapaces, sólo corresponde al incapaz, sus representantes o sucesores, a los
terceros interesados, y al ministerio de menores, cuando la incapacidad fuere absoluta, y no a la parte que
tenía capacidad para contratar”. Aquí sólo pueden alegar la nulidad la parte incapaz, sus representantes o
sucesores. Y, si la nulidad fuere absoluta, también pueden hacerlo los terceros interesados y el ministerio
público. No compete a la parte que tenía capacidad para contratar.

Cuando se trata de incapacidad de derecho la nulidad no puede ser deducida ni alegada por las personas a
las cuales comprenda la prohibición. Es la parte capaz la que puede invocar la nulidad.
El incapaz a quien se acuerda como regla el derecho de alegar la nulidad, pierde ese derecho cuando
hubiere actuado con dolo para inducir a la otra parte a contratar (art 1166 “Si el incapaz hubiese procedido
con dolo para inducir a la otra parte a contratar, ni él, ni sus representantes o sucesores tendrán derecho
para anular el contrato, a no ser que el incapaz fuere menor, o el dolo consistiere en la ocultación de la
incapacidad”). Como la parte capaz tampoco puede alegar la nulidad, en principio, se puede hablar de una
convalidación indirecta, que es sólo admisible frente a las nulidades relativas, ya que respecto a las
absolutas la nulidad puede ser denunciada por cualquiera.
Pero la ley a renglón seguido, contempla dos circunstancias atenuantes a mérito de las cuales, pese a existir
dolo, se mantiene el derecho de alegar la nulidad: a) si el incapaz fuere menor y; b) si el dolo consistiese en
la ocultación de la incapacidad.

Quiénes tienen la acción de nulidad? Depende del tipo de incapacidad; si es incapaz de hecho: el incapaz,
representante y sucesores; si es de derecho, depende de si el interés tutelado es público o privado.

Pacto comisorio:

Concepto: el pacto comisorio autoriza a quien ejecutó o estuvo dispuesto a cumplir las obligaciones a su
cargo, a tornar ineficaz el vínculo nacido del contrato (resolución), a desvincularse de él, ante la inejecución
del deudor. Esta resolución, al tornar ineficaz el vínculo nacido del contrato y, por ende, el contrato mismo,
libera a la parte cumplidora con la doble posibilidad de reclamar daños y perjuicios y, por otros medios,
obtener de un tercero una prestación idéntica o equivalente.

Art 1204 “En los contratos con prestaciones recíprocas se entiende implícita la facultad de resolver las
obligaciones emergentes de ellos en caso de que uno de los contratantes no cumpliera su compromiso…”

Fundamento: Es innegable que los contratos se hacen para ser cumplidos, de donde lo natural frente al
incumplimiento de una de las partes es demandar el respeto a la palabra empeñada, la prestación
específicamente prometida. Pero muchas veces la acción por cumplimiento no brindará al acreedor la
satisfacción de su derecho subjetivo, sea por la insolvencia del deudor, sea por los inconvenientes de una
ejecución tardía, sea por lo que fuere; de allí que el derecho le conceda la posibilidad de optar, a su criterio,
por una u otra vía (cumplimiento o resolución) atendiendo a su exclusiva conveniencia y siempre con la
posibilidad de adicionar los daños y perjuicios emergentes del incumplimiento.

Ámbito de actuación: El art. 1204 fija el ámbito de actuación del pacto comisorio: “en los contratos con
prestaciones recíprocas”. Es decir, son aquellos a los que al momento de su perfeccionamiento engendran
obligaciones recíprocas, o sea para todas las partes intervinientes (esto según 1138).

Requisitos para su ejercicio: Dos son los requisitos que condicionan el ejercicio de la facultad resolutoria:

1) Que quien la invoque haya cumplido u ofrezca cumplir la prestación a su cargo: el art 1203 dice “el
contrato sólo podrá resolverse por la parte no culpada”. Por tanto, el cumplimiento por el acreedor
de las prestaciones que le incumben como deudor, o al menos su ofrecimiento, es un requisito sine
qua non para el funcionamiento del pacto comisorio.
2) Que el incumplimiento de la contraria sea importante: Se encuentra también en el 1203 cuando se
dice “si la otra (parte) no lo cumpliere”, y en el 1204 “en caso de que uno de los contratantes no
cumpliera su compromiso”. Sin perjuicio de ello, se acepta que tanto el incumplimiento total o
parcial, como el cumplimiento inexacto o irritual, permiten el ejercicio de la facultad resolutoria a
condición de revestir gravedad o importancia.
Para determinar la importancia o gravedad del incumplimiento parcial o del cumplimiento inexacto
o irritual se adopta un criterio objetivo, que consiste en tomar como base el tipo de contrato en
cuestión y juzgar si la interdependencia funcional entre las prestaciones correlativas se ha visto
perturbada por el incumplimiento hasta el extremo de disminuir el interés del acreedor.

Especies de pacto comisorio: El art 1204 contempla dos especies de pacto comisorio, el expreso o
convencional y el tácito.

Respecto al expreso el 1204 dice “Las partes podrán pactar expresamente que la resolución se produzca en
caso de que alguna obligación no sea cumplida con las modalidades convenidas”. Sin embargo, cabe
recordad que las modalidades convencionalmente dispuestas no pueden facultar el ejercicio abusivo de la
clausula resolutoria.
La voluntad de resolver el vínculo contractual debe ser declarada por el acreedor y comunicada a la parte
incumplidora en forma fehaciente (carta documento). Opera de pleno derecho desde el momento de la
notificación sin necesidad de demanda judicial. Hasta ser notificado el deudor puede purgar la mora
ofreciendo cumplir, con más los daños y perjuicios por el retraso; luego de la notificación la relación se ha
extinguido y por ende cesado su derecho de pagar. Asimismo, cesa el derecho de pagar, pendiente la mora,
si el plazo fuere esencial, por hallarse expresa o tácitamente pactado o por depender de la misma naturaleza
de la prestación. La prestación, vencido el plazo, carece de interés para el acreedor, se vuelve inútil. Sin
embargo, para que se produzca la resolución, vencido el término esencial, es preciso que el acreedor declare
y notifique su voluntad en tal sentido, dado que podría optar con toda diligencia para no agravar la situación
del deudor por accionar por cumplimiento (aquí quizás todavía el cumplimiento importa para el acreedor).

La clausula resolutoria tácita conduce a la extinción del vínculo contractual por un doble camino: a) por
autoridad del acreedor, sobre la base del procedimiento que la misma norma prevé (art. 120, segundo
párrafo “No ejecutada la prestación, el acreedor podrá requerir al incumplidor el cumplimiento de su
obligación en un plazo no inferior a quince días, salvo que los usos o un pacto expreso establecieran uno
menor, con los daños y perjuicios derivados de la demora; transcurrido el plazo sin que la prestación haya
sido cumplida, quedarán resueltas, sin más, las obligaciones emergentes del contrato con derecho para el
acreedor al resarcimiento de los daños y perjuicios”) y, b) por sentencia judicial.

a) La resolución por autoridad del acreedor está condicionada: 1) a la intimación al deudor para que
cumpla “requerir al incumplidor el cumplimiento de su obligación”, y 2) al otorgamiento de un
plazo, a esos fines, “no inferior a quince días salvo que los usos o un pacto expreso establecieran
uno menor”.

Respecto a 1): Esta intimación debe ser hecha bajo apercibimiento de que, transcurrido el plazo, el
contrato se entenderá, sin más, resuelto.

Respecto a 2): El otorgamiento de un plazo para que el deudor renitente cumpla es la segunda
condición para la resolución por autoridad del acreedor; dicho plazo de gracia debe ser idóneo para
la ejecución de la prestación insatisfecha.
La extensión del plazo la fija el acreedor, atendiendo a las modalidades de la obligación incumplida,
no pudiendo ser inferior a quince días, salvo que las partes hubieren pactado un plazo más breve
que el mínimo legal o así se desprenda de los usos. Dicho plazo se computa desde que el deudor
recibe la notificación.
Transcurrido el plazo sin que la prestación haya sido cumplida, se resuelve sin más el vínculo
contractual. No es necesaria, en consecuencia, una nueva declaración de voluntad por parte del
acreedor ni una convalidación judicial.

b) La resolución por sentencia judicial constituye el otro camino a disposición del acreedor no culpable
del incumplimiento, senda de mayor seguridad jurídica puesto que permite ventilar la situación de
una y otra parte, la culpa en el incumplimiento e incluso los daños y perjuicios. En este caso es la
sentencia firme la que pone fin al vínculo.

El “ius variandi”: El acreedor no culpable puede optar por demandar por cumplimiento o por resolución del
vínculo (art 1204, última parte, ”La parte que haya cumplido podrá optar por exigir a la incumplidora la
ejecución de sus obligaciones con daños y perjuicios).

Demandado el cumplimiento del contrato el acreedor puede variar su decisión y reclamar posteriormente la
resolución. “La resolución podrá pedirse aunque se hubiese demandado el cumplimiento del contrato” (art
1204, último párrafo). Pero “no podrá solicitarse el cumplimiento cuando se hubiese demandado por
resolución” (art. 1204 in fine).
La solución se justifica porque el deudor no puede quedar sometido a las variaciones del interés del
acreedor, quien al decidir su voluntad por la resolución debe ponderar todas las consecuencias.

Seña:

Noción: Es la entrega de una cosa mueble, que puede o no ser dinero, que una de las partes contratantes
realiza a favor de la otra. Para que la seña exista, no es suficiente que se obligue una parte a entregarla, es
preciso su entrega efectiva real.
Esta entrega puede hacerse con dos finalidades distintas:

a) Reforzar el cumplimiento, ejerciendo una presión o coacción sobre ambas partes, tanto sobre quien
la da como sobre quien la recibe, y
b) Permitir el arrepentimiento de cualquiera de los contratantes, el retiro unilateral, actuando como
indemnización de daños y perjuicios.

Constituye un efecto accidental que puede ser incorporado a los contratos bilaterales y también a los
preliminares. El momento para efectivizar la seña es el de la celebración del negocio o uno posterior, pero
siempre previo al cumplimiento del mismo.

Especies: confirmatorias y penitenciales: Cuando la seña tiende a reforzar el cumplimiento se denomina


“confirmatoria”; cuando se dirige a permitir el arrepentimiento se llama “penitencial”

Respecto a la penitencial el Art 1202 dice “Si se hubiere dado una señal para asegurar el contrato o su
cumplimiento, quien la dio puede arrepentirse del contrato, o puede dejar de cumplirlo perdiendo la señal.
Puede también arrepentirse el que la recibió; y en tal caso debe devolver la señal con otro tanto de su valor.
Si el contrato se cumpliere, la señal debe devolverse en el estado que se encuentre. Si ella fuere de la misma
especie que lo que por el contrato debía darse, la señal se tendrá como parte de la prestación; pero no si ella
fuere de diferente especie, o si la obligación fuese de hacer o de no hacer”.
La estipulación de una seña en el ámbito civil comporta un pacto de displicencia, que autoriza a ambas
partes a ejercer la facultad de arrepentirse privando al contrato de sus efectos. La seña favorece por igual a
ambas partes que pueden, arrepintiéndose, dejar de cumplir la prestación principal, perdiendo la seña
entregada o devolviéndola doblada.
La seña equivale a una indemnización convencional, fijada anticipadamente por las partes, tendiente a
resarcir los daños sufridos por la contraria en caso de mediar arrepentimiento. Los daños queda delimitados
por el valor de la seña, si se arrepiente quien la entregó, o por el doble de ella si el arrepentido es quien la
recibió.

Respecto a la seña confirmatoria el art. 475 del Código de Comercio dice “Las cantidades que con el nombre
de señal o arras se suelen entregar en las ventas, se entiende siempre que lo han sido por cuenta del precio
y en signo de ratificación del contrato, sin que pueda ninguna de las partes retractarse, perdiendo las arras”
En la segunda parte del artículo se prevé la posibilidad de dar a las arras, “por cláusula especial del contrato”
un carácter penitencial, por el cual “les sea lícito arrepentirse y dejar de cumplir lo contratado”.
De allí que la estipulación de una seña, en el ámbito comercial, fortifica el vínculo impidiendo su ulterior
disolución por la voluntad unilateral de los contratantes.
La seña confirmatoria excluye toda posibilidad de arrepentimiento, siendo esa la diferencia fundamental
con la penitencial. Cuando el contrato se cumple se computará “por cuenta del precio”, si fuera de la misma
especie, y si no debe devolverse en el estado que se encuentre, solución similar a la prevista para la seña
penitencial.

El arrepentimiento en las arras penitenciales: La voluntad de arrepentirse puede manifestarse de forma


expresa o tácita sobre la base de un comportamiento declarativo o de un comportamiento de hecho. Pero
siendo de interpretación restrictiva no cabe admitir el arrepentimiento por implicancia o
presuncionalmente.
Por lo demás, la manifestación unilateral de arrepentimiento no debe ser extemporánea sino exteriorizada
en tiempo hábil. Si las partes hubieren estipulado en el contrato el término para ejercer el arrepentimiento,
ese será el tiempo hábil al efecto; a falta de estipulación sobre el particular, la facultad puede hacerse valer:
a) hasta la constitución en mora, y b) a falta de mora y mediando demanda por cumplimiento hasta la
contestación.
Es también obstáculo al arrepentimiento el haber optado por la ejecución de las prestaciones a su cargo; se
interpreta unánimemente que el cumplimiento del contrato aunque fuera en mínima parte, importa la
renuncia tácita a aquella facultad. Esto es el principio de ejecución (acto de una de las partes posterior a la
entrega de la seña que inequívocamente demuestra la voluntad de llevar adelante el contrato).

La cláusula “como seña y a cuenta de precio”: La seña penitencial permite a las partes arrepentirse y con
ella separarse del contrato; la entrega a cuenta de precio, al significar un principio de ejecución, constituye,
por el contrario, un obstáculo al retiro unilateral y una confirmación del negocio celebrado. Entonces, la
expresión “como seña y a cuenta de precio” resulta contradictoria en la medida en que son expresiones
antagónicas.
La jurisprudencia ha tratado de armonizar y flexibilizar el contenido de esta expresión, llegando a acordarle
una doble función sucesiva: vale como pacto de displicencia hasta el comienzo de ejecución del contrato, y
durante ese período cabe el arrepentimiento mediante la pérdida de la seña o su restitución doblada;
después del principio de ejecución, cesa esa virtualidad de la seña, que queda como pago parcial, a cuenta
de la prestación debida.

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