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entran en juego diversos factores, en apariencia contradictorios, tanto de odio a lo ajeno como odio

a lo similar.

Lo similar a uno

Es fascinante porque los pares sirven para la identificación propia, pero, al mismo tiempo, las
semejanzas ponen en conflicto la individualidad y separación entre el par y uno mismo.

Un ejemplo se encuentra en la clásica rivalidad fraternal. Los hermanos son pares entre ellos y
comparten un vínculo de identificación, pero también están en competencia porque cada uno de
ellos quiere sobresalir y tener rasgos únicos que le permitan tener el amor único de los padres.

Unos y otros se encuentra en competencia por tener el elemento que les haga sobresalir a los ojos
del profesor o jefe.

La cercanía e igualdades llevan a sentimientos de solidaridad e identificación entre los pares, mas
tienen una semilla de odio y desprecio por la amenaza que implican las semejanzas. Se desea,
inconscientemente, eliminar a la amenaza, en este caso los pares, y una forma de manifestar este
odio es el bullying. Se intenta hacer una denigración del otro para romper en apariencia con las
semejanzas.

Lo ajeno deseado

aquello de uno mismo que no se desea, aquello que resulta conflictivo o desagradable. La parte
conflictiva que se transfiere tiene relación con aquello que los padres, o autoridades, han prohibido.

Transfiere a un par aquello que odia de él y, en lugar de odiarse a sí mismo, odia al otro similar que
come caramelos al por mayor.

En el mismo ejemplo, el niño toma como medida de bienestar la cantidad de caramelos


consumidos y, así, supone que el otro a quien no le está prohibido comer dulces, tiene una vida
mejor. Lo peor del caso es que él jamás podrá tener ese nivel de vida por simple hecho de que a él
le está prohibido comer caramelos.

Por decirlo en términos simples, en el bullying entra en juego la envidia, se odia que el otro tenga
algo que uno jamás tendrá y que, no obstante, desea. Si se destruye a ese otro por un lado se
demole lo odiado propio depositado en un par de afuera, y por otro se destruye también a aquel
que genera envidia por tener una vida más plena.

Es importante recordar que todos estos mecanismos son inconscientes, no se tiene noticia de
cómo o cuándo se ponen en marcha. Lo único de lo que se entera uno es de la inexplicable
antipatía, enemistad o repulsión hacia ciertas personas en particular.

Copyright del artículo: Cecilia Lopez Sanz.

¿A quien se pega cuando se pega?

por

Camilo Ramírez Garza

“Nosotros somos los otros de los otros”


Juan Manuel Serrat

Actualmente se habla sobre el Bullying o acoso escolar, incluso con los anglicismos buleador
(aquel que maltrata, agrede –física o verbalmente- a un compañero de clases) y buleado (aquel
que padece la agresión, directa o indirectamente; identificando los dos polos: el agresor y el
agredido; el victimario y su victima, etc.) para nombrar las agresiones que se dan dentro de los
planteles educativos. Sin embargo podríamos decir que el Bullying solo existe en EUA, en tanto
noción descrita y nombrada en sus causas y efectos con ese concepto. Por lo tanto en México,
como en el resto de los países de América Latina a “eso” a lo que se le llama en EUA Bullying no
se considera tal, ello no es una precisión lingüística exagerada, dominio de la academia conceptual
más rigurosa, sino que el lenguaje no solamente describe y define nociones, sino otorga claras
características subjetivas a lo que se considera bajo un concepto dado, y en un determinado
contexto social; algo empieza a ser otra cosa donde no era otra cosa o nada. Como por ejemplo, la
noción de niños chiflados ha dejado casi de existir, al menos en el norte del país, para dar lugar al
Niño con TDAH. En ese sentido, en México, hasta hace unos años existían la madreada, la carrilla,
las bromas pesadas, la carrilla, la botana, el cabul, el carro, el mal viaje, etc. y ahora empieza a
existir el Bullying, el acoso y violencia escolar. Si antes los alumnos buscaban defenderse de
quienes los agredían, buscando que le bajaran a su… darse a respetar mediante la reciprocidad en
los insultos y golpes, ahora tales actos son adscritos a una cierta “psicopatología escolar”
denominada conductas bullying, en donde a “victimas” y “victimarios” se les otorga apoyo médico y
psicológico como tratamiento.

Lo que está en juego en el Bullying es el inherente deseo humano por dominar al otro, al
semejante; gozar con su desgracia aunque ésta sea auto-infligida. Que se presente en la escuela
no es un signo y síntoma de que algo anda mal en el joven o niño, sino que es síntoma de un
suceso social más amplio: expresión de las clásicas tensiones entre los “fuertes” y “débiles” sea
por su aspecto físico, ajustado a los criterios de fortaleza-debilidad; fealdad- belleza; de poder
económico: pobreza-riqueza; normalidad en al moral y en la forma de pensar y de vivir la
sexualidad…los “loosers” en todas las áreas y de todas las edades, que a nadie le gusta ver ni
tratar, y que son discriminados. Esos que para otros otorgan imaginariamente la sensación de
perfección y superioridad. Los súbditos y los reyes, las estrellas y los fans.

Al considerar el Bullying como un suceso universal se le adjudican causas y sentidos. Cuando los
golpes e insultos en la escuela son, para muchos, parte de la integración al grupo, una forma de
afecto y placer posibles, de disfrute sobre el otro. Ello no quiere decir que entonces deban
permitirse o motivarse, sino que de inicio debemos preguntarnos sobre el sentido de que alguien
insulte o golpee a otro, ver cada acto en singular (¿A quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué sucedió?)
y no conductas psicopatológicas violentas en la escuela, sino expresión del ambiente laboral,
deportivo, económico, político, judicial, “adulto” y “normal” de todos los días ¿Cuál es el placer que
se experimenta al golpear o dejarse golpear con las palabras o los puños? La burla y los chistes
apuntan hacia una debilidad del otro siempre compartida, esa debilidad de la cual también
participo, y por ello siento que me mira, por eso río y odio.

El psicoanálisis permite reconocer en lo extraño de la vida (el cuerpo y el sufrimiento; lo


incomprensible de sí-mismo y la otredad) las partes propias reflejadas desde el otro, de las cuales
uno no se da cuenta. En ese sentido, cuando alguien pega o dice algo sobre otro, ese otro está
implicado en el Yo, puesto que éste se formó de un otro. Al divertirse y gozar atacando a otro, se
ataca y daña a eso de lo que (mi) Yo también participa, en cuanto que humanos todos, sujetos a
los mismos avatares de la fealdad, la flaqueza, el sufrimiento, la debilidad, pobreza, ignorancia. En
se sentido, el alíen, el extranjero, el raro, el diferente, es también el amadodiado más próximo a sí
mismo: el propio Yo. ¿Por qué será que para algunos alumnos es más placentero estar insultando
o golpeando a otros, en vez de lo “interesantísimo” de las clases?

camilormz@gmail.com

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Sobre el bullyig: ¿El único amor posible?

por

Camilo Ramírez Garza

Ya en otro artículo (“Sobre el llamado Bullying, ¿A quién se pega cuando se pega? El


Porvenir/Cultural 25/07/07) abordamos algunas referencias en torno a la agresividad, componente
inherente de toda pulsión humana, diferenciándola de la sola tipificación de violencia; llamando la
atención en el hecho de que el amor y el odio son dos caras de la misma moneda. “Del odio al
amor solamente hay un paso” reza la sabiduría popular.

Esa noción que recientemente se ha introducido con la palabra en lengua inglesa Bullying y los
angilisismos buleado, buleador, etc. para dar cuenta de algo que sucede en el ámbito escolar y que
tiene que ver con los golpes y las burlas a alguien, ahí donde otrora “el cabul” “el choteo” “la
carrilla” “el carro” dibujaran una realidad diferente. Al ser una generalización –el bullying- que
homologa cuanta agresión suceda en la escuela, no contempla la singularidad de cada situación,
es decir, ¿A qué le pega alguien cuando pega a otro? Pues se trata de un acto singular. No todo el
mundo “ve” y “le pega” a lo mismo. Las preguntas se responden de manera singular. En ese
sentido ambos, tanto el que pega como el que es pegado, poseen un vínculo especular, en donde
el otro es mi reverso, sea como manifestación o materialización de la agresión o como polo pasivo
en donde se “ve” que algo se porta, pero justamente ahí donde se pone algo por la mirada de
quien mira, el terreno de “lo no visible”. En ese sentido, quien golpea mantiene un lazo con “eso”
que ve del otro, haciéndole mirada, y que busca atacar; “¿Te haz dado cuenta de cómo me mira
?… Me mira como diciéndome…” Las interpretaciones se multiplican al por mayor, cada quien
debe reconocerse en “eso” que le hace mirada (que odia-ama) y le implica un acto de ataque, de
golpe o de burla a “eso” del otro que me concierne (“Solo lo semejante conoce a lo semejante” dice
Aristóteles) y que por lo tanto es compartido. Lo más extraño y lejano, es al mismo tiempo lo más
propio. “Donde ello era Yo debo devenir” –ha dicho Freud. En ese sentido por ejemplo, aquel que
dice cosas a la fealdad, defectos, incapacidades de otro, de igual forma participa de “eso” que
ataca (ama-odia) en el otro, también se siente marcado por eso que supone en el otro, su fealdad e
ignorancia, ser looser, etc., ya que se recibe el propio mensaje pero de manera inversa, -a
planteado Jacques Lacan. Como lo ha propuesto la sabiduría popular en nuestra lengua: “El león
cree que todos son de su condición”

Si decíamos que el amor y el odio son dos caras de la misma moneda, entonces preguntamos ¿Es
el bullying el único amor posible en la escuela? Incluso yendo más allá, ¿Son aquellos golpes que
un esposo u esposa dirige a su cónyuge, la única pasión (afecto) que le puede otorgar? ¿A qué se
pega cuando se pega? ¿Qué se mata cuando se mata? Interrogantes que apuntan hacia la
búsqueda del sentido del golpe, del insulto, del ataque al otro, (¿Por qué el otro me es
molestamente peligroso? que no es más que otra forma de vincularse con lo “aberrante” no
reconocido de sí mismo: algo veo en ti que me mira y me señala, por eso debe de desfallecer,
acabarse, morir.

Si por otro lado, la noción del bullying es inscrita en la de la victimología de los cuentos estrechos
donde solo existen “buenos” y “malos”, los derechos humanos, “la victima y su verdugo”, historias
simples y huecas donde parece ser más el desfogue condenatorio su objetivo, entonces no
estaremos advirtiendo su sentido, es decir, su anudamiento, el lazo entre quines ahí convergen y
se implican: quien da algo y recibe igualmente algo ante las miradas de quines solo cuantifican los
datos, delimitan, depuran y correlacionan variables, a fin de pretender hacerlas desaparecer
“oportunamente” mediante una actividad preventiva, por demás patética, que en primera instancia
da risa a quines ahí conviven bajo esos formatos: golpes al cuerpo como registro en lo Real de ese
otro, especular, como una cierta insignia con un dejo de nostalgia que se resiste a olvidar a ese
gran Otro, rememorándolo por otras vías (cuerpo) demandándole que finalmente haga algo.

camilormz@gmail.com

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Bullying: el otro “amadodiado” y el “yotro”

por

Camilo Ramírez Garza

Quienes leen éstas líneas asisten a un acontecimiento sin igual que me llena de alegría: la
invención de dos conceptos, es decir dos neologismos a partir de los cuales, en calidad de
artefacto, podemos abordar algo “con nuevos ojos” o más bien con nuevas herramientas, como lo
es el lenguaje: estos conceptos son, “amadodiado” y “yotro” Mismos que nos permitirán abordar
algo que está en juego en el llamado Bullying: el otro.

A manera en como Freud aborda en “El chiste y su relación con lo Inconsciente” eso traumático
que no desea reconocerse y que se desplaza a otras figuras del lenguaje, sirviéndose del juego de
palabras, tomemos dos Witz (en alemán Witz se traduce al español como “chiste” pero posee otras
acepciones: humor, agudeza, perspicacia; refiriéndose a esas ocurrencias que “ponen el dedo en
la yaga” y que en nuestra lengua nombramos retruécanos, refranes, adagios, adivinanzas, albures,
madreadas, cabúl fino, calaveras, taponedas, etc.) juegos de palabras que hacen vehículo a eso
traumático que es imposible de agotar (significar) como lo es la sexualidad (amor) y la muerte, para
aproximarnos a entender lo que está en juego en eso que se ha llamado, Bullying –con todas sus
variantes- o acoso escolar.

“Portamos en el cuerpo eso que ustedes llevan dentro; los hacemos sentir dioses”

Dice José Emilio Pacheco

“¡Y lo único que no te perdono es que no estés aquí para poderte decir….!” Dice una mujer
atormentada, personaje de un chiste grafico salido de la pluma del genial Quino.

En ambos Witz´s aparece ese otro, al que se le pega, insulta, agrede, odia pero igualmente se
necesita (ama) para que esté ahí para recibir algo, ¿Un regalo? ¿Un insulto?; cumple un papel
especular: ser ese otro necesario con el cual constituirse-acompañarse. Para que haya un Yo tiene
que haber un no-Yo, el otro. “Al verte entonces sé algo de lo que deseo” Lo humano se constituye
por la mirada de ese otro especular, que nos mira, habla, toca, acaricia, nos ama, nos odia, ese
otro llamado en psicoanálisis lacaniano, el gran Otro (madre, cultura, Dios, etc.) Diferenciado del
otro con minúscula, el semejante, el par. Desde donde proviene la rivalidad, lo mismo que la
ambivalencia.

Al decir Sartre que “el infierno son los otros” basta con retomar la noción psicoanalítica básica: “El
yo es otro” se constituye exo- (desde afuera) por la mirada y escucha de quines van haciéndole un
cuerpo, al tiempo en que se asume la propia imagen, tanto en el espejo como en el “espejo” de
otros. De ahí que lo que se mira y supone en otro, no es más que el propio mensaje venido desde
afuera, de manera inversa –dirá Lacan. Lo más extraño (alien) será lo más propio, lo más familiar.
“Lo que soy yo mismo no puedo verlo/Lo que veas en mi no puedo esconderlo” dicen los estribillos
de “Desfile de antifaces” de Fernando Delgadillo. De ahí que la discriminación sea la puesta en
escena del odio al goce del otro; a las formas de gozar (vivir, trabajar, disfrutar, etc.) que le son
propias y que se “envidian” ¡Que calan por los ojos! que provocan el deseo que se clava por vía de
la mirada.

De ahí que se precipite la agresividad como “ese” lugar que atrapa en la imagen especular del otro:
el otro me mira, el otro me dice, el otro me observa, el otro me odia, el otro me critica, el otro es
débil, el otro me mete el pie, el otro se ríe de mí, el otro se burla, el otro debe de morir….¿No será
acaso también el lugar del otro, ese que se desea ubicar preferencialmente como el lugar del
malestar por excelencia? ¿Si estoy mal es por los otros, yo soy una simple y desprotegida víctima
más? ¿Y si cambiamos las expresiones anteriores por es las de amadodiado y el yotro? Vemos
entonces que en el otro siempre hay algo de yo, al igual en el amor algo de odio.

camilormz@gmail.com

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Bullying: nuevo fenómeno de exclusión

Titulo de la mesa: BULLYING: EL ACOSO POST MODERNO


Conferencia presentada durante el 1er Congreso Internacional sobre Conflictos y Violencia en las
Escuelas. "La decadencia de la Autoridad"

8,9,10 octubre 2009. Buenos Aires, Argentina

por

Camilo Ramírez Garza*

“Los niños siempre acosaron y

siempre acosarán”

Doris Lessing

En la arena del mundo somos tigres y leones.

nacemos con las garras bien afiladas.

No hay nadie que no tenga agudos colmillos,

disposición para la lucha, talento innato…

Daga es la mano, proyectil el puño,

flecha incendiaria y venenosa es la lengua

y látigo los dedos que abofetean.

José Emilio Pacheco

Bullying

Actualmente se habla de Bullying, también llamado acoso escolar, incluso se utilizan los
anglicismos buleador, aquel que maltrata y agrede, física o verbalmente a un compañero de
clases, y buleado, aquel que padece, directa o indirectamente, la agresión. Quedando así
identificados los polos: agresor y agredido; víctima y victimario.

Se le utiliza preferentemente para nombrar las agresiones que tienen lugar dentro de los
planteles educativos o en relación con los vínculos que se suscitan en ellos, como es el caso del
cyber-bullying el cual se lleva al contexto de la inagotable e irregulable red, la internet, tomando por
objeto de burla a algún compañero, maestro o directivo, posteando una foto o video y abriendo una
ventana para comentarios.
Recientemente la noción de bullying también se ha empleado para referirse a las
agresiones que acontecen dentro del ámbito empresarial o de cualquier oficina, bajo la noción de
mobbing[1] o acoso laboral, moral o de trabajo. Quizás no se llama bullying porque quienes acosan
en la oficina no quieren ser tildados de “niños que molestan a otros” ¡Por favor, somos adultos,
necesitamos nuestros propios conceptos que describan lo que agredimos por envidia, celos o
coraje!

Vemos que la noción de bullying se ha ido transmitiendo a diversos ámbitos sociales,


surgió en la escuela pero va permeando otras estructuras de convivencia.

Podríamos decir, de entrada, intentando abordar algo del sentido que introduce la noción
de Bullying, que éste solo existía en EUA, y que a América latina, como al resto del mundo, ha
llegado como producto de importación. Por lo que una de las tareas a investigar consiste en seguir
las pistas al surgimiento y transmisión de dicha noción, en tanto elemento significante de algo que
sucede en el ámbito escolar, parte de la estrategia de lo que hemos nombrado Psicologización y
psiquiatrización del ámbito escolar, el cual “…consiste en el proceso de codificación de lo que el
niño o joven –e incluso el adulto- hacen y dicen, de acuerdo a coordenadas de medición,
diagnóstico y tratamiento psicológico, neurológico y/o psiquiátrico. Donde cada cosa que acontece
debe de ser codificada en términos (variables, rasgos) presentes en un trastorno”[2]

En México, hasta hace algunos años existían todavía, en el ámbito escolar, las burlas,
algunas jocosas y divertidas, como la carrilla, el carro, las madreadas, la botana, los apodos, etc.[3]
hasta las bromas pesadas. Sin embargo éstas tienden a desaparecer ante la noción única de
bullying o de violencia en general.

Si antes los alumnos buscaban defenderse de quienes los agredían, darse a respetar
mediante la reciprocidad en los insultos y golpes, formas de integrarse al grupo, ahora tales actos
son adscritos a una cierta “psicopatología escolar” denominada conductas bullying, en donde a
“victimas” y “victimarios” se les excluye mediante esta nueva clasificación, poniéndolos en la mira
de necesitar tratamiento médico y/o psicológico. Quizás en unos años, a la lista de especialistas
que son consultados por recomendación de la escuela, médico psiquiatra, psicólogo, psicoanalista,
psicopedagogo, neurólogo, se añada el genetista, así como el ingeniero genético, como un exceso
del deseo preventivo de erradicar anticipadamente eso intolerable.[4] Transformándose así el lugar
de alumno en paciente, y el de la escuela en pseudo-clínica de salud mental.

Dicho pasaje puede apreciarse en el remake de una película mexicana clásica del género
de terror, dirigida originalmente por Carlos Enrique Taboada Hasta el viento tiene miedo[5]
La trama original tenía lugar en un instituto femenino – con lo angelical e inocentemente
demoniaco que puede tener dicho lugar y personajes, un lugar lleno de señoritas adolescentes-
dirigido por una rígida y estricta maestra. En el pasado una alumna se ha suicidado aventándose
del campanario. En la versión más nueva,[6] el instituto es sustituido por un hospital psiquiátrico,
así como el lugar de la directora y alumnas, en psiquiatra y pacientes, respectivamente. Juntas
todas, en vez de tener clases, tienen sesiones de psicoterapia grupal. Justamente en eso se han
convertido algunas escuelas, los maestros y alumnos, en buscar la sintomatología y referir para su
curación. Con lo cual asistimos a la suspensión, cuando no a la desaparición total, de la educación
y la docencia como las conocíamos; ahora, regida por otras lógicas más del lado de la industria y el
hospital, que da la escuela y la docencia.

En esa misma línea, se han producido otros excesos: el sobre diagnóstico de Trastorno por
Déficit de Atención, bajo el cual, como cajón de sastre, se incluyen un sinfín de problemáticas de
diversa índole, desde aspectos dificultades académicas como de disciplina. De tal manera que la
noción de niños chiflados, mal portados, que simplemente requieren límites en casa y escuela, ha
dejado casi de existir[7], para dar lugar a un solo sujeto: el alumno con TDAH, cuando no trastorno
con conducta oposicionista y desafiante, depresión y ansiedad, adicciones[8], entre otros.
Produciéndose una verdadera “persecución” por el “bien” de los jóvenes.

He de señalar que el problema no radica en el diagnóstico en sí mismo, sino en su exceso,


pues en el caso de lo psíquico, los diagnósticos constituyen lo mismo que querer medir el agua o
tatuar el humo, son formas de darle forma a algo, el problema es creer que se está retratando la
realidad, cuando más bien se le está creando.

Al acomodar experiencias tan diversas bajo un mismo diagnóstico, la diversidad que


produce la intersubjetividad se ve aplastada en unas pocas nociones, el caso único se pierde ante
el aplastante universo estadístico, que describe, codifica, diagnostica, y lo que es peor, plantea un
tratamiento igualmente único para el niño o el joven. Dicho formato es el modelo de muchas
dependencias gubernamentales y privadas.

Sucede lo mismo en el caso de los asesinatos masivos en las escuelas, eso que irrumpe
cruentamente en la escuela, pareciera la única posibilidad de hacer escuchar un clamor, algo que
no llegó a ser, del orden de lo no realizado. Pero lamentablemente no es escuchado por el exceso
de diagnósticos psicopatológicos antes y después. Con lo cual eso que se quería manifestar, el
centro del asunto en juego, cae en el olvido. Y todos sabemos que sucede con eso que es
rechazado en el orden simbólico -como diría Jacques Lacan- reaparece en lo real, con más ímpetu,
con más fuerza.

El problema no radica solo en el diagnóstico, sino en las nociones mediante las cuales se
intenta codificar algo de la experiencia, siempre diversa y única, entre el docente y su alumno,
organizando las causas, los efectos, así como las medidas a tomar, en última instancia van
moldeando la manera de ver y considerar a alumnos y maestros, su lugar y funciones,
normativizándolos.

Cuando se plantea que las agresiones que acontecen dentro de la escuela tienen que ver
con una sola tipificación como es el bullying, entonces se le quita a todas esas agresiones su
singularidad, sus detalles, su sentido, incluso a aquellas que son catalogadas como bullying, a
partir de lo cual dichas problemáticas, su sentido y contexto, así como lo que pudieran enseñarnos,
son desvinculados del ámbito donde surgen (ante quién, cuándo, cómo, por qué, etc.) se
“interiorizan” a la manera de un trastorno donde el maestro, los padres y la escuela quedan fuera,
incluso el mismo niño y joven quedan enajenados de su propio problema y responsabilidad, a partir
de ello se impide que respondan por sus actos, pues “el problema” está en el cerebro cuando no
en los genes, o en un universo psicológico (patrones de conducta, ciclo de la violencia, etc.) que
parece inalcanzable por la influencia del docente y los padres del alumno.

Si por otro lado, la noción del bullying es inscrita en la de la victimología de los cuentos
estrechos donde solo existen “buenos” y “malos”, los derechos humanos, “la víctima y su verdugo”,
historias simples y huecas donde parece ser más el desfogue condenatorio su objetivo, entonces
no estaremos advirtiendo su sentido, es decir, su anudamiento, el lazo entre quienes ahí
convergen y se implican: quien da algo y recibe igualmente algo ante las miradas de quienes solo
cuantifican los datos, delimitan, depuran y correlacionan variables, a fin de pretender hacerlas
desaparecer “oportunamente” mediante una actividad preventiva, por demás patética, que en
primera instancia da risa a quienes ahí conviven bajo esos formatos: golpes al cuerpo como
registro en lo Real de ese otro, especular, como una cierta insignia con un dejo de nostalgia que se
resiste a olvidar a ese gran Otro, rememorándolo por otras vías (cuerpo) demandándole que
finalmente haga algo.

¿Qué está en juego?

Lo que subyace y atraviesa a la noción de Bullying quizás podamos encontrarlo en diversos


aspectos, desde el inherente deseo y pulsión humanas por dominar al otro, al semejante, esa
otredad, -o podríamos decir mejor yotredad- imposible, maldita, que según se dijo, es un infierno;
así como gozar con su desgracia aunque ésta sea auto-infligida, agresividad que se precipita por la
imagen especular, el otro, el lugar del malestar, en donde localizar lo feo, lo pobre, lo malo, etc.
Esos que imaginariamente portan en el cuerpo, aquello que otros suponen ajeno, dándoles la
ilusión de ser perfectos.

Que se presente en la escuela no es un signo y síntoma de que algo anda mal en el joven o niño,
sino es síntoma de un suceso social más amplio: expresión de las clásicas tensiones entre los
“fuertes” y “débiles” sea por su aspecto físico, ajustado a los criterios de fortaleza-debilidad;
fealdad- belleza; de poder económico: pobreza-riqueza; normalidad en la moral, en la forma de
pensar y de vivir la sexualidad…los “loosers” en todas las áreas y de todas las edades, que a nadie
le gusta ver ni tratar, y que son discriminados. Esos que para otros otorgan imaginariamente la
sensación de perfección y superioridad. Los súbditos y los reyes, las estrellas y los fans.

Al considerar el Bullying como un suceso universal se le adjudican causas y sentidos.


Cuando los golpes e insultos en la escuela son, para muchos, parte de la integración al grupo, una
forma de afecto y placer posibles, de disfrute sobre el otro. Dice la sabiduría popular que “Del odio
al amor solamente hay un paso”

¿Cuál es el placer que se experimenta al golpear o dejarse golpear con las palabras o los
puños? La burla y los chistes apuntan hacia una debilidad del otro siempre compartida, esa
debilidad de la cual también se participa, y que por ello se siente su mirada, por eso se ríe y odia.
Quizás la cura, si se puede hablar de tal, implique reconocer en lo extraño de la vida (el cuerpo y el
sufrimiento; lo incomprensible de sí-mismo y la otredad) las propias miserias, flaquezas,
debilidades; la fealdad, desgracias y pobreza, reflejadas desde el otro, de las cuales uno no
advierte. En ese sentido, cuando alguien pega o dice algo sobre otro, eso que dice y hace es
compartido. Al divertirse y gozar atacando a otro, se ataca y daña a eso propio. La sabiduría
popular ya lo había mencionado desde hace mucho: “Recuerda que cuando señalas a alguien con
el dedo índice, cuatro te señalan a ti”

Si decíamos que el amor y el odio son dos caras de la misma moneda, entonces preguntamos ¿Es
el bullying el único amor posible en la escuela? Incluso yendo más allá, ¿Son aquellos golpes que
un esposo u esposa dirige a su cónyuge, la única pasión (afecto) que le puede otorgar? ¿A qué se
pega cuando se pega? ¿Qué se mata cuando se mata? Interrogantes que apuntan hacia la
búsqueda del sentido del golpe, del insulto, del ataque al otro, ¿Por qué el otro me es
molestamente peligroso? que no es más que otra forma de vincularse con lo “aberrante” no
reconocido de sí mismo: algo veo en ti que me mira y me señala, por eso debe de ser atacado,
acabarse, morir.

Si se asume que Yo también participo, en cuanto que humanos todos, sujetos a los mismos
avatares de la fealdad, la flaqueza, el sufrimiento, la debilidad, la pobreza e ignorancia, en se
sentido, el alíen, el extranjero, el raro, el diferente, es también el amadodiado más próximo a sí
mismo: el propio Yo. ¿Por qué será que para algunos alumnos es más placentero estar insultando
o golpeando a otros, en vez de lo “interesantísimo” de las clases?

Tipos y efectos

Se plantea que existen al menos ocho modalidades de acoso escolar: bloqueo social,
hostigamiento, manipulación, coacciones, exclusión social, intimidación, agresiones, etc.

Hace algunos años entrevistaron a un alto empresario, director de una de las principales
cámaras de industriales de México, respecto a su visión sobre el proceder del crimen organizado. A
lo que contestó, palabras más palabras menos, que al ser un negocio ilegal se regía por medidas
igualmente ilegales, no teniendo garantías obrero patronales que manda la ley, como nivel de
sueldo, prestaciones, seguro social, liquidaciones justas una vez que se da el despido, y que por
ello cuando no requerían ya a alguien simplemente lo mataban; “Claro que en algún momento uno
también siente ganas de hacer eso, para quitar a alguien del camino, pero no se puede hacer,
pues vivimos o pretendemos vivir en un estado de derecho”, comentó.

Ahora, retomemos las ocho formas o tipos de ejercer el bullying: bloqueo social, hostigamiento,
manipulación, coacciones, exclusión social, intimidación, agresiones, etc. ¿Qué tenemos aquí, sino
el directorio no escrito, pero reconocido, del obrar de más de una empresa y gobiernos? ¿Que
acaso no son el bloqueo social, el hostigamiento, las coacciones, la exclusión social, la intimidación
y las agresiones, las “armas” con las que los adultos emprenden su trabajo, los “valores” de la libre
empresa? No será más bien que dichos “problemas” que se presentan en la escuela responden
justamente a la formación para la vida pública y laboral del futuro estudiante, donde se plantea que
hay que aniquilar al oponente para triunfar, para tener éxito.

Con su contraparte para las víctimas, por supuesto, quienes también aprenden que pese a
su debilidad física y/o habilidades para desafectarse mediante la palabra, cuando no con los
puños, pueden “ser siempre inocentes” si se colocan siempre en ese polo pasivo desde donde
incluso pueden hacer y deshacer, ejercer aún más violencia que la que alguna vez han recibido,[9]
pues las víctimas son siempre inocentes, en este mundo de la imposición de la tolerancia.
El bullying, como acoso postmoderno, no solo consiste en un retorno al cuerpo a la manera de un
simple organismo, humanos en serie, sino quizás el único amor posible, en donde el detrimento de
lo simbólico, podríamos decir de una existencia poética, que se suscita en la carencia y la
frustración que aviva el amor y el deseo, que permite elevarse por encima del consumo, de la
inmediatez de los sentidos, de la desafectación del insulto o el golpe, lo mismo que por la vorágine
de comprar y comprar, fundando vidas desechables, cuerpos sin alma, amor y deseo, usuarios en
vez de sujetos, en donde incluso el golpe va dejando de tener su carácter pasional, de lazo y
demanda al otro, una respuesta, un abrazo, para convertirse en golpe puro, sin sentido ni
referente, acto violento desencarnado, de ahí que duela tanto, que aterre y ancle en el dolor sin
sentido.

Al preguntarnos ¿Qué es lo que se pega cuando se pega, cuando se insulta, cuando se


mata? Devolvemos al simple acto en serie de las clasificaciones y estadísticas, su carácter
humano, singular y evanescente, eso que se dice haciendo. Es entonces cuando quienes ahí
participan pueden recoger los efectos de dicha experiencia en el contexto de la agresividad
constitutiva de lo humano: qué significa, qué me quiere decir, qué me plantea, que voy a hacer, etc.
en donde los actos son experiencias de lenguaje, revelan sentidos, mensajes cifrados en la carne,
en los puños.

Extiendo un cálido agradecimiento al Lic. Fernando Osorio, Daniel Kaplan, Andrea Kapla,
por la invitación a participar en dicho congreso, así como por todas sus atenciones durante
el mismo.

[1] Acosar, hostigar, acorralar en grupo.


[2] Osorio, F. (compilador) Ejercer la autoridad: un problema de padres y maestros. Buenos Aires:
Noveduc, 2009. Capítulo I. La psiquiatrización y psicologización del ámbito escolar.
[3] Todas ellas son formas de juegos de lenguaje en donde se resaltan defectos de alguien, a fin
de hacerlo objeto de las burlas, y así producir la risa en los oyentes, no siempre compartido por
quien recibe las bromas. Aquí (en argentina) sería “cargando o jodiendo a alguien”
[4] Un ejemplo en el cine de dicha anticipación extrema lo podemos encontrar en la cinta de
Spielberg Minority report EUA, 2002) en donde unos videntes, jueces paralelos, hacen que se
arreste a personas por crímenes que cometerán en el futuro. Con lo cual se produce lo que se
desea evitar o se constituyen inocentes con culpa, ésta última jugada biopolítica por excelencia.

[5] Hasta el viento tiene miedo (México, 1967) Carlos Enrique Taboada
[6] Hasta el viento tiene miedo (México, 2007) Gustavo Moheno
[7] Esto se aprecia más al norte de México, en ciudades como Monterrey el área metropolitana.
[8] ODD por sus siglas en inglés. Lo raro, lo extraño (odd) es que dichos adultos hayan olvidado
cómo hacerles frente.
[9] When she was bad, de Patricia Pearson es un texto que plantea ese reverso de las “victimas”
por excelencia, las mujeres y los niños, en como estos al ser colocados a priori en la inocencia por
del discurso políticamente correcto, pueden ejercer una violencia aún mayor, más sutil y calculada,
que la padecida.

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