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ISBN 978-987-591-817-7
Editores de la colección:
Guillermo De Santis
Fabián Mié
Gustavo Veneciano
De esta edición:
Copyright © 2017, Editorial Brujas.
Pasaje España 1485 - C.P. 5000 Córdoba - República Argentina.
Impreso en la Argentina
Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723
I.S.B.N.: 978-987-591-817-7
A mi madre, Gloria Leoni, por siempre confiar en mí...
SUMARIO
INTRODUCCIÓN....................................................................................................15
CONCLUSIÓN......................................................................................................267
BIBLIOGRAFÍA GENERAL....................................................................................273
INDEX NOMINUM................................................................................................301
INDEX LOCORUM................................................................................................309
AGRADECIMIENTOS
1
Proyecto de Investigación Plurianual “Estrategias de la memoria en Grecia y
en Roma. La recuperación y el olvido del pasado como prácticas discursivas en di-
versos géneros literarios”, PIP 2013-2015, código: 112-201201-00145 CO.
INTRODUCCIÓN
1
Marechal (2008: 113).
2
Los pasajes de las Historias de Polibio citados no llevarán indicación de autor.
Se sigue el texto griego estándar de la edición Teubner de Büttner-Wobst (1893-
16 INTRODUCCIÓN
1905), en tanto que, para las traducciones al español, me he inspirado para los libros
1-4 en Díaz Tejera (1972-1995), para los 5-6 en Sancho Royo (2008) y para los
restantes en Balasch Recort (1981-1983), aunque con modificaciones propias im-
portantes en todos los casos.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 17
1
Thornton (2013b: 213).
2
Morgan (1990).
3
Un cambio de estrategia imperial en Grecia en torno a la década del 180 a.C.:
Derow (1989: 301-303).
18 INTRODUCCIÓN
1
Erskine (2012: 17-18).
2
HCP I: 1-2; Eckstein (1992).
3
Padre (20.3.6), hiparca federal (Liv. 35.29.1-2), embajador ante Roma (Liv.
38.32.4-10), embajador en Alejandría (22.3.5-6), estratega federal (Liv. 39.35.5-6;
36.5; Plu., Phil. 21), Licortas como estratega suffectus (Liv. 39.50.7-8; 24.6.4-5). Cf.
Errington (1969: 262-263; 300-301). La tesis de su relación con Filopemén se basa
en que el joven Polibio fue encargado por su padre de trasladar las cenizas del héroe
en su procesión fúnebre (Plu., Phil. 21.3), pero, además, en otra noticia tardía que lo
hace discípulo (Plu., Mor. 790E-791A), además de por el encomio que escribió de
Filopemén (10.21.5-8).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 19
nar al influyente romano con este pedido. No resulta extraño, por lo tanto,
su cuidado por registrar los honores recibidos en el Peloponeso por su
mediación tras la victoria romana (39.4.4). Una inscripción honorífica
hallada por Pausanias (8.30.8) en Megalópolis no mencionaba, por ejem-
plo, su actividad historiográfica, sino solo su condición de viajero y de
aliado de los romanos.
Sería necesario, por lo tanto, considerar a Polibio primero como un
político, y solo, en segundo lugar, como un historiador, sin infravalorar la
centralidad que tenía la escritura de la historia como un espacio para se-
guir haciendo política en una obra de cuarenta libros que narraba los he-
chos entre 265-145 a.C. Deben hacerse al respecto, sin embargo, dos sal-
vedades. La primera es que la obra estrictamente dicha, la Πραγματεία, o
“hechos”, abarcaba desde el 220 hasta el 145 a.C.,1 mientras que los años
previos quedaban incluidos en una introducción sumaria en dos libros,
denominada Προκατασκευή, o “preparación”. Ambas secciones tienen
indudables diferencias en su estilo narrativo, en el tipo de fuentes utiliza-
das y en el trabajo con las mismas, pero que los dos primeros libros sean
más sintéticos no implica que no se desarrollaran allí también los temas
políticos transversales a la obra.2 La segunda salvedad es que su plan ori-
ginal, como se desprende del primer prólogo, era abordar la expansión
romana hasta el 168 a.C. con el logro de la supremacía incontestada. Sin
embargo, en 3.4.1-13, el llamado segundo prólogo, consideró necesario
conocer no solo cómo y por qué los romanos habían llegado a alcanzar la
supremacía mediterránea, sino también las reacciones de los sometidos
entre 167-145 a.C. para decidir si esta supremacía debía ser evitada o
bienvenida (φευκτὴν ἢ αἰρετήν). Esto lo llevó a extender el plan original e
incluir diez libros del 31 al 40, cuya fragmentaria transmisión constituye
un obstáculo grande para poder reconstruir las principales líneas de inter-
pretación de este último objetivo. Solo los primeros cinco libros se han
conservado completos, el 17 y el 40 se han perdido totalmente, mientras
que los otros treinta y tres han sido transmitidos en un grado variable de
fragmentación, mucho mayor en el caso de los últimos diez.3
Desde su reaparición en Florencia en el siglo XV, el profundo conoci-
miento político y militar de Polibio llamó la atención de los eruditos eu-
1
Petzold (1969: 3); cf. Pédech (1964: 436, n. 32).
2
Miltsios (2013: 6-56).
3
Moore (1965), Sacks (1981: 11-20).
20 INTRODUCCIÓN
1
Momigliano (1984; 1993).
2
Gabba (1996); cf. Rahe (1992: 352, 602), Lehmann (2015).
3
Momigliano (1993: 71).
4
Schick (1950), Ziegler (1952), Musti (1965; 1972), Verdin (1975), Holzberg
(1982), Marincola (2001: 111-149), Walbank (2003: 1-27), Thornton (2004;
2004a) y Moreno Leoni (2012).
5
Ferrary (1988: 265-348; 2005), Walbank (2003: 13-21), Thornton (2004;
2004a) y Baronowski (2011: 5-13).
6
Walbank (2003: 16-17), von Fritz (1954), Alonso-Núñez (1999), Martínez
Lacy (2005), Nicolet (1974). La imagen de la política romana en el libro 6 ha sido
discutida durante tres décadas. Relativizando los presupuestos de Gelzer (1912)
sobre la concentración del poder romano en manos de las familias de la nobleza,
Millar (1984; 1998) postuló la necesidad de tomar a la plebe romana como un actor
político significativo apelando al testimonio de Polibio sobre el poder del dêmos. Su
tesis fue inmediatamente sometida a una feroz crítica por Hölkeskamp (2000). Ver
ÁLVARO M. MORENO LEONI 21
interesantes planteos al respecto, así como también una buena síntesis de las posi-
ciones en: Moreno (2012).
1
Fustel de Coulanges (1858).
2
Walbank (1974; 1990), Martínez Lacy (1995: 38) y Zahrnt (2002).
3
Walbank (1965: 12, 1977: 162), Gigante (1951) y Dubuisson (1985, 1990).
4
Green (1990: 279-283) y De Sanctis (1964: 128).
5
Walbank (1974; 1990: 157-183).
6
Walbank (1990: 30).
7
Ferrary (1988: 276-291; 2005: 21).
8
Eckstein (1995: 194-236), Champion (2004: 9-12), Weil (1988), Baronowski
(2011: 87-113).
22 INTRODUCCIÓN
1
Brandstäter (1844: 199-297; 1843).
2
Millar (2006: 90-105). Petzold (1969: 34-100) postulaba también un desen-
cantamiento de Polibio, que volvía su interpretación cada vez más moral y crítica
con el imperio romano.
3
Golan (1995). Cf. Shimron (1979/80: 99, 115) y Nistor (1985: 48).
4
Champion (2004: 2, 15-29), Scott (1990).
5
Thornton (2004: 121), Thornton (2014: 159-163). Ver: Musti (1972: 1114;
1965: 399-400; 1978: 11, 69, 80, 82, 109, 132).
6
Momigliano (1993: 67); “desde Holleaux al menos, las afirmaciones de Poli-
bio, con todas sus contradicciones, constituyen en sí mismas uno de los elementos
esenciales del debate”: Dubuisson (1990: 242).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 23
1
Erskine (2000; 2013), Champion (1997; 2000; 2004) y Thornton (2010). Cf.
Gabba (1992: 200).
2
Musti (1978: 41). Erskine (1990: 183) pensaba que “su obra refleja ideas pre-
sentes, tanto griegas como romanas, sobre el tema del imperio de Roma”.
3
De Romilly (1977: 81).
4
Musti (1978: 13, 41-42) y Gruen (1986: 343-344).
5
Gabba (1977: 63).
6
Baronowski (2011: 15-60). Agatárquidas y su condena del imperialismo: Ba-
ronowski (2011: 22-23).
7
De Romilly (1947: 73), Austin y Vidal-Naquet (1986: 124-126; 6.48.6-8),
Thornton (2004: 114-115), Momigliano (1984: 239), Musti (1978: 41), Harris
(1985: 111-114) y Gruen (1986: 329-330).
24 INTRODUCCIÓN
1
Virgilio (2008).
2
Dubuisson (1985; 1990).
3
Momigliano (1999: 75).
4
Martínez Lacy (1991: 92), Erskine (2000), Champion (2004) y Moreno
Leoni (2012a).
5
Ferrary (1988: 289, n.83), Clarke (1999: 98).
6
1.3.9; 3.37.6-10, 39.4; 4.42.3; 16.29.6, 29.9; 34.8.6. También se usa el τῆς καθ’
ἡμᾶς οἰκουμένης (3.37.1; 4.38.1). Cf. Champion (2000a: 429).
7
Dubuisson (1985: 172).
8
Rood (2004: 57).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 25
“ver desde” con “ver como” Roma, puede ser útil, sobre todo, cuando no-
tamos, por ejemplo, que un estudio comparativo de los prólogos de los
historiadores griegos de época romana ha demostrado que en el de Poli-
bio existe un mayor grado de alienación cultural que en los demás.1
Los planteos de Champion, sobre la importancia del modo indirecto
de la historiografía, y de la narrativa como un espacio para desarrollar te-
mas, evidencian uno de los desarrollos más importantes en la compren-
sión de Polibio, que había sido tradicionalmente considerado un historia-
dor intrusivo, subjetivo, cuyas lecciones didácticas se expresaban siempre
en estilo directo.2 Parecía que al público nunca se le permitía olvidar que
la atención estaba puesta sobre él, lo que hacía que las técnicas narrativas
parecieran menos importantes que las lecciones, que, por el contrario, el
historiador encuadraba cuidadosamente para beneficio del público.3
Ibendorff vio esto como la marca de un “temperamento de maestro de
escuela” y, al respecto, Longley ha mostrado recientemente, por su parte,
que las intervenciones del “yo”, o del “nosotros”, como expresión de la
persona histórica, como narrador extra-diegético, respondían al objetivo
didáctico autoconsciente de conducir al público durante los primeros
cinco libros a comprender la naturaleza de su historia universal.4 Esta
constante intervención sobre cuestiones metodológicas también contri-
buyó sustancialmente a fundar su imagen como historiador “moderno”,
por su aparente precisión y confiabilidad.5 Su estilo literario sobrio, sin
ornamentos, generaba, además, cierta ilusión de acceso no mediado a la
realidad narrada. La necesidad de reconocer las mediaciones historiográ-
ficas a través de la narración, que contribuían a reforzar los mecanismos
de control e imposición de sentido, por lo tanto, fue uno de los objetivos
de Davidson, quien recaló en la práctica del historiador de no introducir
los hechos personalmente, sino a través de la mirada de sus personajes. De
1
Hartog (1999: 227), Weißenberger (2002: 262-281, 279). “Para el siglo II
a.C., la época de Polibio, hablar de cultura grecorromana sería prematuro”: Thorn-
ton (2010: 45).
2
Champion (2004). Sobre el historiador subjetivo y el historiador indirecto:
Sacks (1981: 4-8).
3
Guelfucci (2010a: 338). Esta autora ha realizado también un magnífico
estudio sobre el lector íntimo de las Historias que, según la expresión de Rousset, es
“el destinatario encerrado en las mallas de un relato”, con una finalidad moral: Guel-
fucci (1994).
4
Ibendorff (1930: 24), Longley (2013).
5
Dubuisson (1990: 236).
26 INTRODUCCIÓN
1
Davidson (1991), Zangara (2007).
2
Marincola (2001: iii).
3
Marincola (2004).
4
Clarke (1999).
5
McGing (2010: 95-128).
6
Miltsios (2009; 2013).
7
Champion (2007: 359-362).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 27
1
Schmitt (1957/8), van Effenterre (1948), Antonetti (1990) y Berger (1992;
1995).
2
Berger (1992; 1995), Foulon (2000; 2001), García Moreno (2005), Pelegrín
Campo (2005), Sacks (1975), Mendels (1984/6), Pelegrín Campo (2004), Gon-
zález Rodríguez (2005) y Remy (2015).
3
Todorov (1976: 163).
4
Ver: Cizek (1985: 16), Nicolai (1992: 18).
5
Fornara (1988: 92).
6
Cf. Arist., Poet. 1451b, 1459a.
28 INTRODUCCIÓN
1
Kallet-Marx (1995: 76-97).
2
Thornton (1999: 630-634).
3
Ma (2013: 279-284).
4
Thornton (2013a).
5
Musti (1967: 155).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 29
1
Mioni (1949: 25-26), Petzold (1969: 43-45, 49, n.1, 53-64).
2
Walbank (1990: 178-181), Romero (2012: 115).
3
Eckstein (1995), Meissner (1986: 331-333; 337-338).
4
Maier (2012).
30 INTRODUCCIÓN
(ἴσως καὶ κοινῶς)”, conservando así su alianza por mucho tiempo, y que se
aludiera a ejemplos contrarios también, en los que “algunos por tratar
codiciosamente (πλεονεκτικῶς)” a sus aliados hubieran perdido su amis-
tad a fin de mostrar lo contrario. Como político helenístico, Polibio estaba
convencido del valor exhortativo de estos paradigmas.1 Su narración, por
lo tanto, no era un recipiente neutral y aséptico en el que se contaban los
hechos tal cual habían acontecido, sino que se buscaba convencer de
adoptar una determinada visión (y línea de acción) mediante el recurso al
pasado.
Por ello, me propongo como un objetivo central explorar el tratamien-
to en la obra de las acciones de distintos pueblos y sus líderes y su uso
como ejemplos concretos de actuación razonable y noble. Algunos pasajes
son, al respecto, particularmente ricos. Se aborda primero la actuación de
Filipo V de Macedonia entre la Guerra Social y la Segunda Guerra Mace-
dónica. Luego, se estudia a los cartagineses y sus relaciones con los súbdi-
tos y aliados líbicos e íberos, prestando particular atención al episodio de
la rebelión en África en el libro 1 y a la desintegración de la hegemonía
púnica en Iberia en el 10. Finalmente, se aborda el caso romano y sus rela-
ciones con los aliados itálicos durante las Guerras Celtas, que emerge co-
mo un modelo de hegemonía exitosa sobre Italia. Como la principal preo-
cupación eran las actitudes posibles de la élite política griega, se han selec-
cionado también los ejemplos de dos pueblos griegos en sus relaciones
con los reyes de Macedonia y con Roma: Los aqueos y los etolios.
Sin embargo, esto es solo una cara de la moneda. Las Historias no
constituían un acto didáctico completamente altruista, sino que la escritu-
ra de la historia era también un canal para seguir haciendo política por
otros medios. En esta historia estaba expuesta la propia vida del autor, lo
que abre el interrogante sobre las cuestiones de memoria, autorrepresen-
tación e identidad. El historiador construyó hábilmente una narrativa ca-
paz de ligarlo como personaje de manera eficiente con la historia pasada
aquea, pero también con los romanos. El modelo de líder propuesto, en
buena medida, descansa en una asociación de su autorrepresentación con
la imagen construida en la narración de algunos grandes héroes aqueos
del pasado como Arato, Licortas y, fundamentalmente, Filopemén. Para
ello, Polibio se comprometió también en un proyecto de construcción de
1
Thornton (2013: 40-41).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 31
1
Barth (1976), Moreno Leoni (2010).
2
Hartog (1999: 224-234).
3
Hartog (2003: 207).
4
Genette (1972).
5
Geertz (1990: 24), Genette (1972: 221-222).
6
Günnewig (1998), Pickering (2001).
32 INTRODUCCIÓN
1
Bohak (2005: 207-208).
2
Koselleck (2004: 21-42).
3
Nicolai (2007: 14-19).
4
Fornara (1988: 114).
5
Bourdieu (2010: 29).
6
Schmitt (1974), Walbank (1967: 158), Eckstein (1989: 14-15).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 33
1
Bourdieu (2010: 107).
2
Eckstein (2006: 4; 2008).
3
Ma (2000), Koehn (2007).
4
Eckstein (2008).
5
Ricoeur (2004: 81).
6
Greenblatt (2005: 256).
34 INTRODUCCIÓN
1
Santos Yanguas-Torregaray Pagola (2005), Smith-Yarrow (2012), Gibson-
Harrison (2013), Grieb-Koehn (2013).
2
Golan (1995), Eckstein (1995), Nottmeyer (1995), Thornton (2001), Cham-
pion (2004), Herschenroeder (2010), Dreyer (2011), Baronowski (2011), Maier
(2012), Miltsios (2013) y Nicholson (2015).
3
Ya había dedicado su tesis de grado a las Historias en 1975. En México, Vega
Rodríguez (2011) ha proporcionado un interesante estudio sobre la causalidad
histórica. En Chile, se puede mencionar el estudio de Prieto Iommi (2014), mien-
tras que, en el caso de Argentina, han aparecido estudios como los de Turco (2011),
Sánchez Vendramini (2014) y, en especial, por su interés para la problemática de la
identidad cultural del historiador, el de Lizárraga (2015). Por su parte, merecen una
mención especial los estudios realizados en Brasil por Sebastiani (2007; 2015) a
propósito del lugar de Odiseo, y la Odisea, en la propuesta historiográfica (y políti-
ca) de Polibio en su obra.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 35
∗
Agradezco los valiosos comentarios sobre este capítulo de Ricardo Martínez
Lacy y John Thornton. Todos los errores son por supuesto propios.
1
Gruen (1986: 10).
2
Cf. Momigliano (1999: 75).
3
Geertz (1990: 22).
4
Momigliano (1999: 55).
40 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
Martínez Lacy (1991: 92). Cf. “La explicación polibiana de la superioridad
romana, y por lo tanto de la conquista de la hegemonía, es puramente técnica: de-
mográfica, militar, institucional. No cultural. La cultura estaba del otro lado, de
aquel de los perdedores y vencidos”: Gabba (1992: 200).
2
Cf. 2.57-58.
3
Este saqueo es un tipo ideal que no resiste la evidencia empírica, pero es im-
portante su preocupación por brindar claves interpretativas para el público griego:
Ziolkowski (2002).
4
Erskine (2000: 181-182). Cf. Paus. 1.23.3.
5
Dubuisson (1985: 276-277).
42 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
LA TRANSPOSICIÓN DE LO ROMANO
1
Clarke (1999: 1-2).
2
Dubuisson (1985: 113-114; 1977: 131-132). Nos encontramos con un pro-
blema de Quellenforschung. Dubuisson (1985: 145, 265, 269) reconoce que estas
transcripciones de términos militares pudieron estar presentes como “interferen-
cias” en Fabio Pictor, al que Polibio utilizó como fuente convirtiéndolos en “prés-
tamos” definitivos a la lengua griega. Pelegrín Campo descubre en un pasaje sobre la
campaña de los celtíberos en África (14.8.5) la mención de la formación romana en
ἅστατοι, πρίγκιπες y τριάριοι (hastati, principes y triarii). Este pasaje se suma así a
otros que desde hace tiempo se han interpretado como inspirados en el historiador
romano (1.26-28; 2.33.4; 6.21ss; 15.9.6-9). Cf. HCP I: 83, 85-86, 27, 184ss, 702;
HCP II: 454. Esto le hace pensar que fue Fabio el que adaptó primero los términos:
Pelegrín Campo (2004a: 182-188). El calco opera una adaptación lexemática de
vocablos griegos a los latinos: De Foucault (1972: 57-62). Confrontar la actitud
negativa frente a términos no militares como pontifex maximus – ἀρχιερεύς: 6.11a.2;
22.3.2; 32.6.5.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 43
lla época mantenía una actitud negativa frente al latín.1 No es un dato me-
nor, al respecto, que la alusión más temprana a la obra de Polibio se en-
cuentre en un historiador latino, Sempronio Aselio.2
Una operación de traducción permitía decir el mundo romano en
términos griegos. Basta leer al respecto su reacción, por ejemplo, ante
instituciones sociales extrañas, como el estatus jurídico de los libertos en
Roma (30.18.2-4). En Grecia parece haber existido una “categoría social”
que englobaba al conjunto de los manumitidos, distinta de la de los escla-
vos, y también de la de los hombres libres, pero no una homogénea distin-
ción jurídica.3 Sabemos que un griego podía realmente tener problemas
para entender qué era exactamente un liberto en Roma, como por fortuna
podemos advertir gracias a una carta de Filipo V a la ciudad tesalia de La-
risa (c. 217-215 a.C.) (Syll.3 543, ll.33-36). Una traducción, sin embargo,
no necesariamente pretendía captar el sentido exacto del referente, sino
solo salvar la distancia entre ambos lenguajes. Así, los libertos podían ser
definidos por Polibio mínimamente como los que acababan de recibir la
libertad sin necesidad de detallar los pormenores de su nueva condición
jurídica.
Costumbres e instituciones constituyen una arena privilegiada para es-
te tipo de operaciones. La inclinación a explicar con más frecuencia las
instituciones políticas romanas ha sido advertida hace tiempo, sin duda,
como una consecuencia de su objetivo general.4 El caso de la figura del
dictator es al respecto paradigmático, puesto que primero lo transcribe y,
luego, opera una transposición, “es un estratega con plenos poderes”
(ἔστιν αὐτοκράτωρ στρατηγός), lo que establece una identidad entre dos
1
D.H. 19.5.1; Cic., Tusc. 4.4; Brut. 79; de Or. 2.2; Plu., Marc. 1.2; Cat. Ma. 2.4;
Flam. 5.5; V. Max. 8.7.6; Quint., Inst. 11.2.50 (aunque se alude a la capacidad de
Temístocles para hablar el persa), Liv. 45.8.6-8; 29.3-4. La educación griega en Ro-
ma en el último siglo de la república: Cic., Arch. 5. Cf. 27.15.4 (el caso de Cárope de
Epiro enviado a Roma para aprender latín).
2
Se conservan 14/15 fragmentos de este historiador latino del s. II-I a.C. cuya
obra cubría el período entre 150-90 a.C.: Chassignet (1999: 84-89), Peter (1914:
179-184) (14 fr.), Beck-Walter (2004: 87-99) (15 fr.). El HRR F1 tiene un eco de
11.19a, mientras que F2 de 3.20.5: Marincola (2004: 236, 247). Sempronio Aselio
no sería el último exponente de la tradición analística política sino un innovador
influido por Polibio: Walbank (1985: 95-96), Krebs (2015). Cf. Gelzer (1933;
1934).
3
Zellnick-Abramovitz (2005: 6).
4
HCP III: 410-411. Excepciones como los polemarcos en Cineta: 4.18.2.
44 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
3.87.8-9. Cf. D.H. 5.73.1-74.4 ; Plu., Fab. 9.1 ; Marc. 24.7. La aclaración no es
banal, pues aparece con el sentido griego de αὐτοκράτωρ στρατηγός en 5.45.6, 46.6.
2
Aymard (1938: 11-13).
3
Musti (1972: 1153), Moreno Leoni (2012a: 70-71).
4
Hartog (2003: 207-245).
5
Jacob (2008: 85).
6
Champion (2004: 67).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 45
tipos de vinos conocidos por los griegos termina de brindar las condicio-
nes de decodificación porque, en verdad, no existe una explicación de las
características del vino, no es necesaria, pues la asimilación a formas co-
nocidas permite suponer buena parte de la información faltante.
Como se ha advertido ya, el uso de términos latinos transcriptos es ra-
ro, excepto en el caso de algunos hapax legomena como δεκουρίονες,
ἐκτραορδινάριοι y κεντυρίονες con su respectiva equivalencia griega,
ἰλάρχες, ἐπίλεκτοι1 y ταξίαρχοι.2 Otros términos transcriptos como βυκάνη,
γαίσος, σάγος, y otros muy específicos como ἅστατοι, πρίνκιπες y τριάριοι
aparecen esporádicamente. Otros como δικτάτωρ son más utilizados, aun
cuando se lo transpone como στρατηγὸς αὐτοκράτωρ. De todos modos,
hay ambigüedad en algunos términos muy utilizados como στρατηγός,
que puede ser tanto cónsul como pretor, o στρατόπεδον por “legión”,
“ejército consular” o, inclusive, “ejército”.3
1
Ἐπίλεκτοι son también tropas jóvenes de élite atenienses, beocias y aqueas:
Chaniotis (2005: 344, n. 48).
2
Los ἐπίλεκτοι al servicio de Demetrio Poliorcetes en Atenas aparecen coman-
dados por un ταξίαρχος tribal (ISE I, n° 7): Bugh (2007: 271).
3
Dubuisson (1985: 113).
4
Walbank (2003: 189), Lehmann (1989/90).
5
Marincola (2004: 225-236).
6
Walbank (1962), Vercruysse (1990) y Moreno Leoni (2008).
7
Walbank (1990: 80-81), Dubuisson (1985: 258-259). Cf. Gelzer (1964: 203).
46 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
Ver discusión posterior a Musti (1974: 141-142).
2
No habría que desestimar la idea de un Polibio instalado historiográficamente
en Roma, y criticando a la historiografía helenística, principalmente a Timeo: Can-
dau Morón (2005), sobre todo, si se acepta la hipótesis (imposible de probar) de
Fabio Pictor escribiendo para romanos: Gruen (1986: 253-254).
3
Millar (2006: 102-105).
4
Otros pasajes con ejemplos de historia griega: 1.63.7-9; 4.27.3-8; 31.4-8; 9.8.1-
13. Cf. D.H. 4.56.1-3. Dionisio establece el paralelo entre la estrategia propuesta por
L. Tarquinio el Soberbio a su hijo Sexto y el consejo que Periandro había recibido
de Trasibulo de Mileto. Livio (1.54.5-8) no alude al ejemplo griego: Hdt. 5.92;
Arist., Pol. 1284a, 1311a; E., Supp. 447.
5
La virtud de Epaminondas: Cic., de Or. 3.139; D.S. 10.11.2; Plu., Arist. 19.2.
Cf. Plu., Arist. 1.1-5. Arístides: Cic., Sest. 67.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 47
1
Lehmann (1989/90).
2
Wooten (1974: 248-251). Cf. Thornton (2013: 42).
3
Quizá adoptado de Timeo. La elección de un año olímpico permite narrar las
campañas hasta la retirada a cuarteles de invierno, una clara ventaja para el público
griego, pues siempre este hecho coincide con el fin de las magistraturas etolias
anuales y, casi siempre, con el término del año de los magistrados aqueos: Walbank
(1990: 101-102).
4
Sincronismo entre acontecimientos romanos e invasión de Jerjes: D.H. 9.1.1;
D.S. 11.1, que se convirtió en un mojón central para el sistema cronológico griego:
Clarke (2008: 68-79), Millar (2006: 96).
5
La expedición de los celtas a Delfos y la de Pirro a Italia (1.6.5), la toma de Re-
gio por Dionisio y Roma por los galos también en D.S. 14.113.1-3: Williams (2001:
107-108). Otros sincronismos: 1.6.5; 2.20.6-7; 3.22.2. La toma de Roma parece ha-
ber despertado cierta curiosidad anticuaria en el siglo IV a.C.: Gruen (1986: 317).
Cf. Pédech (1974: 52-53).
48 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
HCP II: 86-87, Walbank (1962: 2).
2
Gruen (1992).
3
Asel., hist., HRR F2; Leo 1913: 335.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 49
1
Asel., hist., HRR F2, Oakley (2004: 74). Cicerón (Rep. 6.13) cita su
exhortación a estar listos para defender la república.
2
Junto con Diodoro y Dionisio: Taeger (1922), von Fritz (1954: 123-154).
Más cauteloso: Walbank (1998).
3
Beek (2011). Agradezco a Aaron Beek la gentileza de enviarme una copia de su
trabajo no publicado.
4
Zecchini (2005). Es relevante sin duda el hecho de que en el “canon” de
historiadores griegos expuesto por Cicerón en de Or. 2.58 no figurara Polibio y sí, en
cambio, Timeo. Sin embargo, es necesario tener en cuenta la dificultad de hablar de
un canon como lista fija de modelos en la historiografía antigua porque impide asir
la realidad fluida de esta práctica en la antigüedad: Nicolai (1992: 328-339, esp.
331-332).
5
Cf. 30.10, HCP III: 432-433.
50 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
Aunque infravalora la visualidad de las Historias, sobre ἔκφρασις, ἐνάργεια y re-
tórica es útil la discusión en: Nicolai (1992: 139-155). Ver ahora, sobre el vínculo
entre causalidad, visualidad, verdad y utilidad: Wiater (2017).
2
No convence un origen de la alusión en Fabio Pictor, pues, Polibio vuelve a
utilizarla en 27.9.13-10.5.
3
Loraux (2008: 34).
4
Morgan (1975).
5
Cf. 1.6.6, 59.12, donde al ser entrenados los marineros romanos se convierten
en ἀθληταὶ. Símiles deportivos: 16.28.9; 29.17.4.
6
Wunderer (1909: 55), De Foucault (1972: 233). Múltiples comparaciones
con ἀγών ο ἅμιλλα. El término ἔφεδρος hace referencia al tercer competidor, expec-
tante para intervenir en la lucha, un símil plástico de Agelao para la situación de
52 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
HCP I: 369.
2
Prontera (2005: 109-111).
3
HCP I: 104-105.
4
Pédech (1964: 565-566).
5
Jacob (2008: 112-119).
54 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
tampoco desestimar al propio Polibio, quien aclara que los libros 1-2 ha-
bían sido incorporados específicamente para informar al público griego
(1.3.7-10, 63.9). El pasaje permite reconocer además, en efecto, la centra-
lidad del recurso de la analogía, que posibilitaba establecer una identidad
entre dos pares relacionados con un razonamiento del tipo “a” es a “b”, lo
que “c” es a “d”. Peloponeso-Grecia, como binomio conocido, permitía
delinear una imagen mental de la posición de Sicilia-Italia, operando al
mismo tiempo una polaridad, Peloponeso/península y Sicilia/isla, que
colaboraba en la creación de un mapa mental para el público.
La mención de la forma triangular de la isla, por otra parte, responde a
un procedimiento común, ya que Italia y Galia Cisalpina se presentan
como triangulares (2.14.4; 8), Esparta como un círculo (5.22.1) y el cam-
pamento romano como un cuadrado (5.31.10). Uno de los grandes cam-
bios en la representación cartográfica alejandrina de Eratóstenes había
sido la incorporación de σφραγίδες, o figuras geométricas (Str. 2.1.22),1
que permitían “reducir la complejidad del espacio real a un conjunto de
formas elementales, bien visibles y memorizables”.2 La forma triangular de
Sicilia respondía, por lo tanto, a un tipo similar de racionalización geomé-
trica, pero distinta en su concepción porque no tenía vinculación con los
fenómenos astronómicos.3 Finalmente, esta digresión geográfica sobre
Sicilia contribuía a la narración histórica porque revela al público la im-
portancia estratégica de Lilibeo (1.42.6). No parece haber motivos, por lo
tanto, para considerarla una adición tardía, ni tampoco superflua.
Otra digresión geográfica sugerente es aquella sobre Esparta y Laconia
(5.21.4-22), que llama la atención por su simpleza y esquematismo: circu-
laridad de la pólis, su emplazamiento en una llanura surcada por algunas
colinas y la existencia de un río caudaloso llamado Eurotas. Su carácter
conciso condujo a Pédech a sospechar su inclusión para beneficio del pú-
blico romano, pero esto quizá exagera el conocimiento de la geografía
lacónica por el público griego, que puede perfectamente ponerse en duda
1
Polibio e Hiparco: Clarke (2005: 69-87, 80). Cf. Str. 2.1.29.
2
Jacob (2008: 149-150).
3
Pédech (1976: 104-107), Prontera (2005: 103-111, 108). Este último distin-
gue las σφραγίδες de Eratóstenes de las figuras geométricas de Polibio, que no están
sujetas a la coerción de las coordenadas geográficas, los κλίματα ni a los paralelos y
meridianos alejandrinos. Cf. Pédech (1974: 57-59), López Ramos (2008: 304). En
última instancia, es un tipo de razonamiento propio del pensamiento geométrico
jónico aplicado al campo de la geografía, como la descripción de Heródoto
(4.101.1) del cuadrilátero escita: Asheri-Lloyd-Corcella (2007: 650).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 55
“De todo ello no sé ni qué decir; estas afirmaciones presentan un orden tal
que, en una palabra, en nada difieren de quien asevera que salió de Corinto,
cruzó el Istmo y, tras tocar las rocas Escirónicas, de repente atacó Contopo-
ria y, bordeando Micenas, prosiguió su avance hacia Argos”. (16.16.4) (HCP
II: 521)1
1
Pédech (1964: 566).
56 IMPERIO ROMANO Y FRONTERA CULTURAL
1
También se usa el καθ’ἡμᾶς οἰκουμένης (3.37.1; 4.38.1). Cf. Champion
(2000a: 429).
2
Dubuisson (1985: 172).
3
Rood (2004: 157).
4
Crawley Quinn (2013: 345).
2. CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE
Y ROMANIDAD
1
Longley (2012: 74-84), Pédech (1964: 205-253).
2
Martínez Lacy (1991).
3
Champion (2004: 5-6, 30-63).
4
Hall (2005: 111-117).
58 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
Malkin (1998: 55-61). Gruen (2011) ha intentado extender el carácter agrega-
tivo de la identidad cultural griega más allá del siglo V a.C., por la que los griegos se
veían a sí mismos como parte de una herencia cultural más amplia construida sobre
la base del intenso préstamo o apropiación de las memorias históricas de otros pue-
blos. Cf. Moreno Leoni (2012b).
2
Hall (1991: 3-4).
3
Gruen (1986: 316-356).
4
Momigliano (1993: 38-62), Baron (2013: 43-57).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 59
1
Holleaux (1969: 113ss.).
2
Kontorini (1983).
3
Kontorini (1983: 29).
4
Dejando de lado la historia sobre la embajada acarnania a Roma (c. 239 a.C.),
recogida por Justino (28.1.5), existían otras tradiciones de supuestos contactos
diplomáticos entre romanos y griegos, v.g., de Alejandro Magno y Demetrio Polior-
cetes (Str. 5.3.5). Según otra tradición, Alejandro habría aconsejado a los romanos
sobre cómo establecer sus relaciones con los aliados itálicos (Memnon, FGrH 434
F18.2), o aquellos a Babilonia (Plin., Nat. 3.57). Cf. Gruen (1986: 318). También
había una tradición de un viaje de aquellos a Grecia para recolectar materiales para
la Ley de las Doce Tablas (Liv. 3.31.8; D.H. 10.52.4, 54.3), HCP I: 166.
60 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
Tras vivir entre los romanos durante casi diecisiete años, y haber ad-
quirido un conocimiento específico, Polibio fue capaz no solo de añadir
breves digresiones etnográficas, sino también de incorporar su famoso
libro 6 en el que utilizó el aoristo de hábito para referirse a las prácticas
romanas, lo que ligaba su empresa a la del único historiador griego, Heró-
doto, que había utilizado ese tiempo y aspecto verbal en sus descripciones
etnográficas.1 Esta alteridad, que daba por supuesta a su público griego,
era una cuestión delicada debido al nuevo papel hegemónico que los ro-
manos ejercían, similar al de Macedonia en el siglo IV a.C. En ese sentido,
su barbarie o civilización no puede, en mi opinión, calibrarse exclusiva-
mente como materia de una reflexión cultural independiente, antropoló-
gica, sino que tiene que vincularse al conjunto de complejas actitudes de
los griegos del siglo II a.C. frente al nuevo poder.
Así, la famosa proclama de T. Quincio Flaminino en Corinto (196
a.C.), por la que las póleis griegas habían quedado libres de guarnición y
tributo, había generado cierto entusiasmo. Sin embargo, a la luz de la his-
toria previa, los romanos solo habían reutilizando en aquella oportunidad
un clásico motivo propagandístico.2 En época helenística, en especial tras
la proclama de Tiro de Antígono el Cíclope del 315 a.C. (D.S. 19.61-
62.2), los reyes lo utilizaron reiteradamente para apelar a la opinión públi-
ca griega, pero en el contexto posterior a Pidna, y tras la eliminación de los
Antigónidas, era claro que tal libertad podía ser revocada unilateralmente.
Por aquella época, se levantaron algunas aisladas opiniones contrarias
a Roma. Agatárquidas de Cnido, por ejemplo, celebró la felicidad de los
habitantes de Saba porque los romanos no podían estirar sus brazos hasta
donde ellos habitaban.3 Otras tradiciones son menos conocidas, como las
historias compiladas por Flegón de Trales (FGrH 257 F36.3), que in-
cluían cuentos y profecías atribuidos a un filósofo peripatético del siglo I
a.C. llamado Antístenes, pero que debían haberse originado en Etolia y
Asia en los momentos previos a la Guerra de Antíoco para denostar la
soberbia romana y prometer la llegada de una pronta venganza asiática.4
1
Langslow (2012: 92).
2
Dmitriev (2011: 15-141).
3
GGM I.111-195. Sobre el Mar Eritreo fue publicada poco después del 145 a.C. y
se conservan dos fragmentos sobre Saba (D.S. 3.47.8; Phot., Bibl., Codex 250.102,
459a-b): Baronowski (2011: 53-54).
4
Baronowski (2011: 32-33).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 61
1
Cf. Grandjean et al. (2012: 285-305).
2
Badian (1971: 45). Cf. Tarn (1933).
3
Kosmin (2014: 183-221), Billows (1995: 172-178).
4
Fischer-Bovet (2014: 139).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 63
“Pero los cinetenses, porque menospreciaron del todo estos usos, cuando en
especial más necesitaban de este tipo de ayuda, dado que tienen el clima y el
terreno, con mucho el más desapacible de Arcadia, y porque se entregaron
exclusivamente a mutuas discusiones y rivalidades, al fin se tornaron tan sal-
vajes que en ninguna otra ciudad de Grecia se cometieron impiedades ma-
yores ni más frecuentes”. (4.21.5-6)4
1
Champion (2004: 82).
2
Walbank (2003: 179-180).
3
Hartog (1999: 183-192).
4
Loraux (1995), Hartog (1999: 192).
5
La datación es difícil (HCP I: 469).
66 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
las diferencias entre los hombres, que se distinguen por las características
étnicas y las distancias geográficas, por las costumbres, complexión, color
y hábitos (4.21.2), lo que tiene varios puntos en común con Agatárquidas
(GGM I, 157).
Pero el reconocimiento neutral de las diferencias culturales no siem-
pre primaba, sino que, en algunos casos, daba paso a reflexiones pseudo-
científicas que pretendían legitimar el dominio.1 En el siglo IV a.C.,
Aristóteles comparaba, por ejemplo, la naturaleza servil de algunos
pueblos como los asiáticos con la naturaleza de mando de otros como los
griegos, incorporando para ello nociones geográfico-climáticas (Arist.,
Pol. 1327b). En Platón, en cambio, se encuentra este eje norte-sur como
coordenada para pensar la alteridad cultural, aunque no como un
instrumento legitimador de la superioridad griega para dominar. El globo
estaba dividido para él en tres zonas culturales que generaban en sus
habitantes características éticas distintivas (Pl., R., 435e). Como señala
Romm, Platón tenía en mente el mapa jonio, en el que los griegos eran un
término medio entre los polos etnográficos tradicionales de Escitia y
Egipto, lo que redundaba en el vínculo entre geografía y éthos.2
En el siglo I a.C., Posidonio había dividido “al globo en zonas climáti-
cas y biológicas, las cuales servirían, desde su perspectiva, para determinar
directamente la naturaleza de la vegetación, del suelo, así como el aspecto
físico y el carácter de la población”.3 Claudio Ptolomeo, probablemente
trabajando sobre Posidonio, iba a extender, por su parte, las áreas templa-
das como impulsoras de la civilización a otras áreas antes excluidas, como
Egipto y Babilonia, que eran núcleos helenísticos culturales de importan-
cia (Ptol., Tetr. 2.2.55-58). Pero la crítica de Estrabón permite advertir los
límites de este tipo de planteos:
1
Isaac (2006: 170-194).
2
Romm (2010: 224).
3
Jacob (2008: 203).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 67
más cerca, sino por causa de la costumbre; como tampoco por naturaleza
son filósofos los babilonios y los egipcios sino por entrenamiento y costum-
bre; y las cualidades de los caballos y de los bueyes y de otros animales las
producen no solo los lugares sino también los entrenamientos; Posidonio
confunde esto”. (Str. 2.3.7)
1
La influencia de la música en las costumbres había sido estudiada por el estoico
Diógenes de Babilonia, como se observa en algunos fragmentos del περὶ μουσικῆς de
Filodemo (Arnim, SVF. III: 221-235): Pédech (1964: 307, n.17).
2
Eckstein (1997: 187-188).
68 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
Cf. Gruen (2011: 205).
2
Körte, fr. 612 Aunque Estobeo (fr. 86, 493) lo atribuye a Epicarmo.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 71
1
Pelegrín Campo (2004: 62).
2
Dueck (2000: 57-58, 82-83).
3
Gruen (1986: 312).
4
Una notable excepción es Schmitt (1957/8).
5
van Effenterre (1948: 283-312), Antonetti (1990: 133-139).
72 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
étnicos debían tener una base real, construida y/o distorsionada, que era
necesario cotejar con otro tipo de fuentes para desmentir. No comparto
esa posición. La dinámica del uso de estereotipos es clave para la relación
entre el comportamiento atribuido a líderes y pueblos y, en ese sentido, su
uso es ejemplar para tematizar las relaciones entre hegemonía y autono-
mía en la obra. Aunque los estereotipos, que actúan como esquemas que
organizan el proceso cognitivo y expresan también lo más íntimo del ima-
ginario social, presentan ciertos inconvenientes para captar las innovacio-
nes, pueden adoptar un sentido contextual.1 Es decir, pueden ser significa-
tivos en un contexto político y narrativo específico, como se intentará
mostrar en los capítulos III, IV y V.
En el caso particular de Polibio, los estereotipos étnicos son aplicados
a la comprensión del comportamiento de individuos, que actúan acorde
con los mismos. Así, el cretense Bolis miente, engaña y es codicioso sim-
plemente “porque es un cretense (ἅτε Κρὴς ὑπάρχων)” (8.16.4-5).2 Antí-
fates, por su parte, pronuncia un discurso “en términos más graves y serios
de lo que es habitual en un cretense (λόγοις βαρυτέροις ἢ κατὰ Κρῆτα καὶ
σπουδαιοτέροις)”, de tal modo que “no era en nada cretense (οὐδαμῶς
Κρητικός)” porque “había escapado a la falta de disciplina típica de los
cretenses (πεφευγὼς τὴν Κρητικὴν ἀναγωγίαν)” (33.16.4-5).3 El goberna-
dor de Chipre, Ptolomeo, “no era en nada como un egipcio, bien al revés,
era juicioso y práctico (οὐδαμῶς Αἰγυπτιακὸς γέγονεν, ἀλλὰ νουνεχὴς καὶ
πρακτικός)” (27.13.1). Ptolomeo VI Filométor a menudo desfallecía en
sus empresas y, entonces, “una indolencia y un desenfreno típicamente
egipcio se apoderaban de él (καὶ τις οἷον ἀσωτία καὶ ῥᾳθυμία περὶ αὐτὸν
Αἰγυπτιακὴ συνέβαινεν)” (39.7.7). Por lo tanto, las representaciones étni-
cas polibianas respondían, en buena medida, a estereotipos, que aparecían
recurrentemente en la obra.4 Los mismos servían, en principio, para pro-
1
Amossy-Herschberg Pierrot (2010: 31-34).
2
Champion (2004: 5, 78).
3
Cf. 6.47.5, Perlman (1999: 137-139).
4
El tracio Cotis, que “por el espíritu no parecía ser tracio, pues era sobrio y tenía
la firmeza de carácter propia de un hombre noble (κατὰ τὴν ψυχὴν πάντα μᾶλλον ἢ
Θρᾷξ)” (27.12, apud Suda); el etolio Teodoto, que “intentó un golpe audaz, al
modo etolio, no desprovisto de coraje (Θεόδοτος Αἰτωλικῇ μέν, οὐκ ἀνάνδρῳ)”
(5.81.1); Dorímaco “joven lleno de ímpetu y ambición, como buen etolio (νέος δ’
ὢν καὶ πλήρης Αἰτωλικῆς ὁρμῆς καὶ πλεονεξίας)” (4.3.5); los generales cartagineses
“acuciados por la codicia y el afán de dominio, verdaderamente innatos en los
ÁLVARO M. MORENO LEONI 73
cartagineses (ἀεὶ παρατριβόμενοι διὰ τὴν ἔμφυτον Φοίνιξι πλεονεξίαν καὶ φιλαρχίαν)”
(9.11.2); etc.
1
Eckstein (1995: 56-70).
2
Eckstein (1995: 129-140).
74 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
“el poder de las naturalezas de los hombres (δύναμις ἐν ταῖς τῶν ἀνθρώπων
φύσεσιν) es tan grande que la virtud o maldad de uno solo hace que no úni-
camente los ejércitos y las ciudades, sino también las confederaciones y, de
hecho, los diferentes pueblos que componen el universo conozcan por expe-
riencia los máximos bienes y los máximos males”. (32.4.2)1
1
Pelegrín Campo (2004: 49-50).
2
Foulon (2000; 2001).
3
Erskine (2000), Champion (2000; 2004), Baronowski (2011: 149-151).
4
Notado por Schmitt (1957/8: 4), quien se preguntaba “¿se había identificado
Polibio con estas observaciones? ¿Para él, eran los romanos bárbaros?”.
5
Champion (2000).
6
Laqueur (1913: 178-179), De Sanctis (1967: 223-224), HCP I: 53-54.
7
Erskine (2000: 173).
76 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
Desde las Guerras Ilíricas hasta el conflicto con los etolios y Antíoco
III fue grande la incertidumbre de los griegos sobre las consecuencias de
este violento contacto con una potencia poco conocida.1 En la obra, esta
situación daba pie a la construcción de una frontera cultural en la narrativa
que permitía presentar a los romanos, por primera vez en las Historias,
como un pueblo abiertamente “no griego”. En esos contextos narrativos,
las diferencias de interpretación, y los distintos puntos de vista atribuidos
a los personajes romanos y griegos, brindaban al público, que leía la obra
en la segunda mitad del siglo II a.C. un relato situado de la expansión ro-
mana hacia el mundo griego. En términos de Geertz, la narrativa contri-
1
Explícitamente aludo a la experiencia de incertidumbre, descripta por Gruen
(1986: 325-334), sentida por los griegos durante el siglo II a.C. frente a la renuencia
de Roma a ejercer un dominio directo.
78 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
Geertz (1990: 24, 38).
2
Hammond (2001: 349, n.43).
3
Pianezzola (1969: 68-73).
4
Momigliano (1999: 21-22). En el siglo I a.C. algunos escritores griegos se
enorgullecían de haber aprendido latín para sus investigaciones en Roma: D.H.
1.3.2-3; D.S. 1.4.2-5; Woolf (2015: 147-151). Ver: Rochette (1997).
5
Stephens (2003), Kosmin (2014a).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 79
1
Sekunda (1994; 1995).
2
Dubuisson (1985: 276-277).
3
Muchos de estos pasajes, y su interpretación general como estrategia discursi-
va de alienación cultural frente a Roma, fueron individualizados por Champion
(2000a: 435).
4
En particular, el peso que Champion (2000a: 437) pone en los discursos de
personajes griegos (Agelao, Licisco y Trasícrates) que presentaban a los romanos
como bárbaros. Rechazo de los discursos insertos en las Historias como modo de
acceder a la opinión de Polibio, y atenuación de la importancia de la noción de
barbarie en favor de etnicidad y ética civilizadas de los romanos: Schmitt
(1957/1958: 4-8), HCP II: 176, Musti (1974: 131).
80 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
Thornton (2010: 69-71; 1999: 619-620, n.157).
2
Desideri (1986: 373, 379).
3
Briscoe (1973: 140).
4
Harris (1985: 52, n. 5). Cf. Toynbee (1965: 438). No se trata solo de un énfa-
sis en el armamento, sino que el quosque viros mostraría el espanto macedonio ante
hombres capaces de cometer esos actos. Cf. Eckstein (2006: 200-205).
5
Erskine (2000: 181-182) en el saqueo de Cartago Nova (10.15.5), y en su
paralelo con la explicación de la deisidaimonía romana (6.56.9), nota que, tanto en la
guerra como en la religión, la barbarie romana es racionalizada. Por su parte, para
Eckstein (1987: 179, 185), Polibio no pretendía tematizar la brutalidad excepcional
de los romanos, sino su sorprendente disciplina.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 81
1
Erskine (2000: 181).
2
Los problemas de datación: HCP II: 186.
3
Ma (1999: 187-188).
4
Sobre esta campaña de Sulpicio Galba: 9.42.5-8; 11.5.8 (Oreo y Egina); Paus.
7.17.5, Liv. 32.22.10, App., Mac. 7 (Dime). La idea de “terrorismo” como ins-
trumento tanto de Sulpicio Galba como Flaminino: Eckstein (1976: 126).
5
Champion (2004: 147).
82 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
De Romilly (1979: 230).
2
Walbank (2006: 83), Schubart (1936-1937).
3
Gray (2013: 152).
4
Martin (1961), Hunger (1963), Lafond (2006: 47-49), Préaux (1961: 263-
264, 285).
5
Φιλάνθρωπος, φιλαθήναιος, φιλόσοφος: Isoc., Ep. 5.2; Muccioli (2013: 365).
6
Cf. Virgilio (2007: 63).
7
Tiranía y realeza en Polibio: Welwei (1963: 162-171).
8
HCP I: 549. Cf. Pl., R. 417 B; Cic., Rep. 2.45; etc.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 83
des o a los pueblos (Arist., Pol. 1286b11; 1310b35).1 El uso de este len-
guaje político, como formación conceptual históricamente situada, permi-
te comprender, por ejemplo, por qué los íberos saludaron a Escipión Afri-
cano como rey tras haber sido caracterizado por el historiador previamen-
te como un hombre naturalmente εὐεργετικὸς o “benefactor”.2 Escipión es
en la obra un romano particularmente predispuesto a la φιλανθρωπία
(10.34.9, 38.3; 21.4.3; 38.20.11),3 con lo que se le atribuía una cualidad
real típicamente helenística, y también decididamente romana por su cle-
mentia. Este tipo de transposiciones culturales de virtudes romanas y grie-
gas no son extrañas en la obra. Quizá en esa dirección debamos leer las
palabras de Flaminino a Alejandro de Etolia, cuando el parcere subiectis et
debellare superbos se transpone en clave político-cultural griega en la afir-
mación de que los romanos, al combatir, siempre debían ser corajudos y
altivos (ἡττωμένους δὲ γενναίους καὶ μεγαλόφρονας), mientras que, al ven-
cer, debían comportarse de forma moderada, benigna y humanitaria con
los vencidos (νικῶντάς γε μὴν μετρίους καὶ πραείς καὶ φιλανθρώπους)
(18.37.7).4
Erskine ha mostrado que la elección de este Escipión y de su modelo
de construcción de la hegemonía sobre los íberos servía al historiador,
además, a los fines de ilustrar a su público la importancia de la εὔνοια de
aliados y súbditos.5 Polibio también lo ilustra con el ejemplo de la casa
real macedonia y sus relaciones con los griegos: Filipo V y los etolios, Fili-
1
Lévy (1996).
2
Escipión “rey”: 10.40; beneficios a los jefes íberos (10.34.2-35.2, 37.7-38.3),
εὐεργετικὸς (10.3.1, 5.6). Ver: Gauthier (1985: 40-41). Musti (1974: 135) pensaba
que había una campaña en Roma contra Escipión y que el elogio excesivo apuntaba
a contrarrestarla. Lo embarazoso del título real se adivina en las palabras que Livio
(27.19.5) atribuye a Escipión (regium nomen alibi magnum, Romae intolerabile esse),
de todos modos, como apunta Walbank (HCP II: 252), la referencia parece políti-
camente helenística.
3
“La clemencia de Roma, en Polibio es esencialmente la clemencia de Escipión
el Africano”: De Romilly (1979: 240, 246). Pero hay diferencias entre la clementia
romana y la práctica de Escipión, v.g., en el caso de Cartago Nova: Pianezzola (1969:
68-73).
4
Cf. 27.8.8 (παρὰ Ῥωμαίοις ἔθος καὶ πάτριον ἐστι). Anquises a Eneas: Verg., Aen.
6.853.
5
La ὕβρις de los comandantes cartagineses y la pérdida de la εὔνοια de sus alia-
dos: Erskine (2005a: 229-235). Cf. De Romilly (1979: 240), que pone el acento en
el paralelo con la clementia, aunque reconoce que hay una lección de orden general
pensada por Polibio.
84 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
Ducrey (1982: 141).
2
Pritchett (1991: 245-312), Bielman (1994: 278-282).
3
Payen (2012: 94).
4
Rostovtzeff (1998: 194).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 85
1
Uno de los vicios de Filipo II, según Teopompo, era tomar arteramente ciuda-
des y reducir a esclavitud a sus habitantes (8.9.3; cf. 9.28.3).
2
Paul (1982).
3
Se repitió en 171 a.C. en Haliarto, cuando C. Lucrecio vendió a 2500 habitan-
tes: Liv. 42.63.10-12, Eckstein (1995: 262, n. 86).
4
Ducrey (1968: 75), Kiechle (1958: 149).
86 CARÁCTER COLECTIVO, BARBARIE Y ROMANIDAD
1
Lehmann (1989/90: 75-77).
2
Ducrey (1968: 330-332).
3
Cf. Dmitriev (2011: 146).
4
Champion (2000a: 428).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 87
CONCLUSIÓN PRELIMINAR
1
Hartog (1999: 227).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 89
El sistema interestatal mediterráneo entre los siglos III-II a.C. era violento
y anárquico, con una abierta competencia militar desregulada entre los
Estados.1 Aunque algunos autores han imaginado un cierto equilibrio de
poder tras la batalla de Corupedio (281 a.C.),2 la guerra parece haber sido
un fenómeno más bien endémico incluso durante los siguientes dos si-
glos.3 Cualquier balance de poder, en efecto, resultaba imposible en un
mundo en el que la guerra proporcionaba legitimidad, recursos y seguri-
dad a los endebles reinos herederos de Alejandro.4 Hasta la victoria roma-
na en Pidna, Antigónidas, Ptolomeos y Seléucidas tuvieron generalmente
la iniciativa en los conflictos a gran escala, pero los demás Estados helenís-
ticos, medianos y pequeños, también se mostraron activos. En este con-
texto fue (re)fundada la Confederación Aquea en el norte del Peloponeso
(c. 281 a.C.), la cual junto con Rodas, Pérgamo y la Confederación Etolia,
pertenece al selecto grupo de las potencias helenísticas medianas (Mit-
telmächte).5 Su política osciló siempre dentro de unos reducidos márgenes
de maniobra, tratando de mantener una relativa autonomía frente a Mace-
donia y Roma, y, al mismo tiempo, de establecer una agresiva expansión,
puesto que el imperialismo antiguo era frecuente incluso entre las más
pequeñas póleis, que competían entre sí por controlar tierras, recursos y
lugares estratégicos.6
1
Eckstein (2006: 79-117).
2
Will (2006: 61), Walbank (1967: 108).
3
Entre 323-160 a.C. hubo solo seis años de paz entre las grandes monarquías,
con la guerra como un “estado endémico”: Lévêcque (1968: 279).
4
Austin (1986). Contra la idea de “balance de poder”: Ma (2000: 337).
5
Koehn (2007: 12-16), Bastini (1987).
6
Ma (2000: 349-353), Chaniotis (1996).
92 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
LA CONFEDERACIÓN AQUEA
1
Grainger (1999: 217-243).
2
Carlsson (2010: 22-23, 61, 84, 99). Las pequeñas póleis clásicas que tenían
que maniobrar entre las grandes: Rhodes (1993: 174).
3
Walbank (1967: 16-17).
4
Gruen (1986: 444-446).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 93
1
Aymard (1938: 7), Larsen (1968: 82). Sobre 2.37-70: HCP I: 215-216, Musti
(1972: 1116, n. 6), Baronowski (2011: 177). En tres pasajes (1.3.7-10; 3.32.2-3;
39.8.4-6) se discute el carácter de los libros introductorios sin mencionar esta sec-
ción. Tanto Laqueur (1913: 10-11), como Gelzer (1964: 123-154) consideraron
que se trataba de una inserción posterior al 146 a.C. Por su parte, Treu (1954/5:
219-228) creía que era parte del encomio de Filopemén. Como destaca Walbank
(HCP I: 215), solo tenía sentido si la Confederación aún existía.
2
Ferrary (1988: 279-281). Cf. Lehmann (1974: 188-192).
3
Friedman (1992).
4
Schmitz (1997).
5
Shibutani (1962).
6
Greenblatt (2005).
94 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Cf. 4.20-21. Es posible reconocer la reacción de un arcadio al estereotipo co-
mún del arcadio montañés: Bohak (2005: 207-208).
2
Pascual (2007: 174-175).
3
Dubuisson (1985: 257-258).
4
Musti (1967: 167-170).
5
ἡ Ἀχαϊα (Thuc. 2.83.3, 84.3; Xen., Hell. 3.2.23; 7.1.41); Ἀχαιός (I. Olymp. 630,
l. 3; IG 13 174, l. 5; SEG 39. 370a.A.7; IG 22 13, l.8; IG 12.8.637; Hdt. 1.145), Ho-
molle (1898: 261, n.1), Bousquet (1938: 340-341); el colectivo Ἀχαιοί (Hdt. 1.145;
Thuc. 2.9.2; Xen., Hell. 4.6.1; IG 22 112).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 95
1
Head (1911: 416). Significativamente, la moneda tiene estampada la imagen
de Zeus. Los testimonios en esta nota al pie y en la anterior, en: Morgan-Hall (2004:
472).
2
Las acuñaciones federales podían llevar la leyenda federal y la de la ciudad que
acuñaba (Ej. ΑΧΑΙΩΝ ΚΟΡΙΝΘΙΩΝ), pero lo más común era el monograma ΑΧ
con el nombre de un magistrado local. Es posible que las póleis, más de sesenta,
debieran ingresar individualmente: Ehrenberg (1964: 126).
3
Pascual (2007: 185).
4
Golan (1995: 97) habla anacrónicamente de la decisión de Arato de incor-
porar Sición a la Confederación “étnica” aquea como fundadora de una verdadera
tradición en el pensamiento político occidental del Staatsnation frente al
Nationalstaat. Cf. Freeman (1863: 259).
5
Aymard (1983: 23, n. 2). Cf. SEG 11.1107, ll. 10-16.
6
No identificar comunidad política con pólis, pues los ethnê también alcanzaron
un alto grado de identificación mediante complejos procesos de creación,
adscripción y re-adscripción: Morgan (2003: 12-18).
7
V.g. Ἐπιδαύριοι: Ἀρχέλοχος Τιμαΐδα. En la lista solo el grammateús era acom-
pañado de un étnico, pues se cree que representaba a la Confederación: Gschnitzer
(1985: 110-111).
96 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
federación Etolia, Naupacto regresó a control aqueo poco después hasta el 338 a.C.
en que pasó también definitivamente a manos etolias: Merker (1989).
1
Adhiero a Morgan-Hall (1996: 164-165, 193-199) sobre la inexistencia de es-
tructuras políticas complejas en Acaya antes del fin del siglo V a.C. Cf. Hall (2008).
2
Durante mucho tiempo se ignoró la ubicación de este importante santuario
federal. Aymard (1938: 286-287, 293) había ingeniosamente argumentado en favor
de la ubicación en la chorá de Heliké, pero el hallazgo de gran cantidad de ins-
cripciones al norte de Egio indicaría su presencia allí: Parker (1998: 31, n. 77), Wal-
bank (2003: 145).
3
Egio como centro político (Paus. 7.7.2; Liv. 38.30.2), Larsen (1968: 217). El
alcance del sentido identitario del santuario federal de Zeus es motivo de debate:
Walbank (2003: 142-146), Parker (1998: 31-32), Morgan (2003: 107-163).
4
Egio tuvo esta posición privilegiada (IG 5.2.344; Plu., Cleom. 17.2), Larsen
(1968: 240).
5
El último testimonio es una inscripción del 302 a.C. que enumera a los aqueos
entre los miembros de la Liga Helénica revivida por Demetrio Poliorcetes (IG
42.1.68). Aymard (1937) ha demostrado que es erróneo interpretar el testimonio de
Hipérides (Hyperid. 5.18) como una evidencia de Alejandro Magno como el autor
de la disolución. Cf. Dmitriev 2011: 80-83.
6
Rizakis (1995: 26, 559-562, 564), Freeman (1863: 240).
7
Para Plutarco la mayoría eran pequeñas ciudades (μικροπολῖται γὰρ ἦσαν οἱ
πολλοί) (Plu., Arat. 9.4).
8
Poco después se sumó Egio (275/4 a.C.), seguida por Bura y Carinea
(2.41.13-14), quizá después Leonte, Egira y Pelene. Es muy posible que también
Oleno se incorporara (SEG 1.74).
98 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
a.C. ingresó la primera pólis no aquea, Sición, pero pronto fue seguida por
Corinto, Mégara, Trecén y Epidauro (243 a.C.);1 después por
Megalópolis (235 a.C.),2 precedida por una serie de ciudades arcadias
(236 a.C.),3 así como también por Egina, Hermione (229/228 a.C.) (Plu.,
Arat. 34.5), Argos y Fliunte (229/8 a.C.) (2.44.6; Plu., Arat. 35.3; cf. Paus.
2.8.6). La etnicidad, como conciencia de un supuesto origen común ima-
ginario, ya no era operativa para fundar la identidad política, que tenía una
base territorial mucho más amplia, que llegaría hacia el 191 a.C. a incluir
prácticamente todo el Peloponeso.
Dentro de esta estructura federal helenística, ciertos aspectos de la po-
lítica quedaban firmemente en manos de las instituciones federales, como
la política exterior,4 aunque con cierta laxitud durante la primera época.5
Algunos derechos de carácter privado, como la énktesis, que facultaba a
ciudadanos de una pólis a adquirir bienes inmuebles –básicamente tie-
rras– en territorio de otras póleis, y también la epigamía –contraer matri-
monio entre ciudadanos de póleis distintas– se incorporaron como he-
rramientas de cohesión.6 Pero los derechos federales excedían el ámbito
privado. Un individuo disfrutaba de derechos políticos plenos en la Con-
1
Mégara (2.43.5); Mégara, Trecén y Epidauro (Plu., Arat. 24.3; Paus. 2.8.5).
Una inscripción hallada en el Asclepeion de Epidauro (c. 242/1-238/7 a.C.) testi-
monia un arbitraje entre Corinto y Epidauro ordenado por los aqueos y efectuado
por una comisión de ciudadanos de Mégara en el momento de ingreso de Epidauro:
Ager (1996: 113-117).
2
Tras la renuncia a la tiranía de Lidíades (2.44.5; Plu., Arat. 30.1-2; Paus.
7.27.12).
3
La captura de una serie de ciudades arcadias occidentales cerró el cerco sobre
Megalópolis: Herea, Telfusa y Clítor (236 a.C.). Herea (Polyaen., 2.36). La data-
ción: Marasco (1980: 114-115), Hammond-Walbank (1988: 330).
4
Larsen (1971; 1968: 238-239). Cuando una ciudad miembro enviaba una em-
bajada sin permiso federal, se trataba de una franca rebeldía. Los honores de los es-
tinfalios a los elateos por su ayuda para regresar a sus tierras son claros, pues, estos
habían enviado primero una embajada a los aqueos que, a su vez, habían mandado
una embajada a los romanos (SEG 11.1107).
5
Participación individual de tropas de Patras en 279 a.C. (Paus. 7.18.6, 20.6).
Champion (2004: 126-127) además cita una serie de testimonios que muestran que
la política federal no siempre quedaba al margen de las intervenciones de las póleis
individuales.
6
La epigamía y la énktesis seguían reservadas al ámbito de los derechos al interior
de la pólis, los cuales marcaban la isopoliteía y la ciudadanía local y, aunque podían
reforzar los lazos federales, no necesariamente formaban parte de la sympoliteía:
Pascual (2007: 184).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 99
1
Pascual (2007: 173). Entendida como una doble ciudadanía: Ehrenberg
(1964: 126), que pensaba que el ciudadano de una confederación que modificara su
pólis de residencia automáticamente adquiría la ciudadanía de la nueva. Cf. Pascual
(2007: 175-176); “el verdadero núcleo de un estado federal es la ciudadanía fede-
ral”: Beck (2001: 370).
2
SEG 18.570; Larsen (1968: 7-8). El carácter impreciso de sympoliteía: Rzepka
(2002: 240-247).
3
Recientemente Grandjean (2007) ha reevaluado la cuestión, centrándose en
los trióbolos de plata aqueos, y ha observado que el proceso de acuñación no era tan
libre, sino con cierta tendencia a la uniformidad de la moneda.
4
El arché designaría un poder oficial reconocido, hegemonía una preponderancia
aceptada, hyperoché la superioridad, mientras que dynasteía lo mismo pero resultante
de un poder efectivo: Lévy (1996: 52).
5
“Fortalecer su poder/influencia”: P.-L., s.v. σωματοποιέω. Escribiendo en el
siglo II d.C., Polieno (2.36.11-12) podía decir sobre la captura de Herea que sus
ciudadanos habían vuelto a ser súbditos de los aqueos (ὡς εἰσαῦθις ὑπήκοοι γενη-
σόμενοι τοῖς Ἀχαιοῖς).
100 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Walbank (2003: 213).
2
O’Neil (1984/6: 42), Quass (1992: 422-424).
3
Walbank (1933: 174-175).
4
Cf. Errington (1969: tabla II).
5
Larsen (1945: 88-89).
6
Veyne (1995).
7
Lehmann (1967: 377-385).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 101
gran libertad de palabra, lo que ocurre muy poco”.1 Hay una oposición
retórica con el régimen aristocrático, sobre el que había influido Escipión
Africano, protagonista de la comparación,2 pero me parece que el punto
más importante es que Filopemén rechazaba un tipo de construcción de-
magógica del poder, mediante el uso de la palabra en la asamblea para
persuadir, lo que Polibio, por experiencia propia, reconocía muy bien co-
mo el procedimiento habitual.3
Con todas sus supuestas limitaciones, para él, la democracia era el me-
jor régimen político “real” para los griegos, aunque quedara en desventaja
frente a la constitución mixta romana en un plano “ideal”.4 En el libro 6, la
democracia era calificada como el “nombre más bello” (κάλλιστον ὄνομα)
(6.57.9) y, en el 2, el régimen aqueo aparecía como una “verdadera demo-
cracia” (δημοκρατία ἀληθινή). Confiaba en las ventajas del régimen y, por
su parte, creía conocer sus peligros, en particular, el ejercicio discrecional
del poder por los líderes.5 El “ciclo biológico”, o anaciclosis, que implicaba
el nacimiento, desarrollo y caída de los diferentes regímenes políticos de-
pendía en última instancia de sus acciones,6 por lo que necesitaban ser
educados a través de la historia para evitar caer en estos vicios.7 Por lo
tanto, la Confederación Aquea, aunque no era una democracia radical, se
fundaba, sin embargo, sobre una relación política dinámica entre la élite y
el dêmos, tal como muestran los casos de Arato y Aristeno (Plu., Arat. 3.2;
24.11.2). La memoria de la Confederación, esbozada en la Achaica, y
desarrollada a posteriori en las Historias, tenía como actores fundamenta-
les a la constitución aquea y al éthos que esta generaba, pero también a los
grandes líderes, construidos como modelos en dicha democracia.
1
τετταράκοντ᾽ ἔτη συνεχῶς φιλοδοξήσας ἐν δημοκρατικῷ καὶ πολυειδεῖ
πολιτεύματι, πάντῃ πάντως διέφυγε τὸν τῶν πολλῶν φθόνον, τὸ πλεῖον οὐ πρὸς χάριν,
ἀλλὰ μετὰ παρρησίας πολιτευόμενος· ὃ σπανίως ἂν εὕροι τις γεγονός (23.12.8).
2
φιλοδοξήσας ἐν ἀριστοκρατικῷ πολιτεύματι (23.14.1). El contraste entre ambas
presentaciones es claro: Walbank (2003: 224-225). Cf. Nicolet (1983: 21-22). Ver:
Baronowski (2011: 205-206).
3
28.7.3-10, Champion (2004a). Cf. 22.8.13.
4
Musti (1967: 188-190).
5
Este ejercicio discrecional del poder por los líderes, y su consiguiente dege-
neración, son causas de la caída de todos los regímenes en el libro 6, aunque se atri-
buyera al τὸ πλῆθος un carácter más bien reactivo: Cole (1964: 456), Musti (1967:
193-195).
6
Halm (1995).
7
Eckstein (1995: 148). Cf. Sacks (1981: 134), Walbank (1990: 58).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 103
1
Bernstein (1998: 390-391).
2
Bernstein (1998: 398).
3
Relato como “ayuda-memoria”, como lazo entre lo simbólico y el recuerdo,
que actúa como una herramienta pedagógica para evitar el olvido de una historia:
Assman (2008: 25-26).
4
HCP I: 217.
104 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
objetivo había sido dejar allí un recuerdo (μνήμην) para que la situación
en Macedonia y Grecia resultara “viva y conocida” (ἐναργῆ καὶ γνώριμον)
(2.71.1). La ἀνάμνησις, como acción de recordar, implicaba una construc-
ción del pasado desde el presente, pues se admitía la necesidad de remon-
tarse brevemente al tiempo anterior (διὰ βραχέων ἀναδραμεῖν τοῖς χρό-
νοις) porque tanto el derrumbe macedonio como el auge aqueo eran
acontecimientos contemporáneos (τοῖς καθ’ἡμᾶς καιροῖς γέγονε)
(2.37.8).
Se advierte en la Achaica el uso de anacronías narrativas, como la pro-
lepsis y la analepsis,1 que adelantan al público la unidad del Peloponeso, lo
que en la narración ocurrirá mucho después. La historia aquea puede pre-
sentarse de ese modo como un paisaje ordenado de acontecimientos, que,
en progresión desde el pasado hasta el presente, conducen hacia una uni-
dad peninsular que necesita ser historizada. En efecto, pese a ser un acon-
tecimiento παράδοξος para el público, como lo era la expansión romana, la
unidad peloponesia tenía una razón última que invitaba a indagar históri-
camente por el cómo (πῶς) y el por qué (διὰ τί) (2.38.1-5), tal como se
había hecho con las causas (αἰτίαι) del ascenso romano (1.1.5, 63.9). Pero
tal procedimiento tiene sentido solo en la medida en que permite explicar
el presente. Las prolepsis que establecen lazos entre el momento narrativo
del relato, que es el pasado, y un momento posterior, que es la situación
presente, se suceden de manera continua en la Achaica: “con respecto a
los aqueos... la expansión insospechada y unión concorde, son aconteci-
mientos contemporáneos (ἐν τοῖς καθ’ἡμᾶς καιροῖς γέγονε)” (2.37.8);
“pero al presente (ἐν τοῖς καθ’ἡμᾶς καιροῖς) este proyecto ha tenido tal y
tan grande incremento y consolidación” (2.37.10); “la Confederación
acrecentándose sin cesar, ha llegado al estado de perfección actual (ἐν ᾗ
καθ’ἡμᾶς ἦν)” (2.40.6); “el proyecto de la actual Confederación (τὴν
ἐπιβολὴν τῆς νῦν συστάσεως)” (2.42.1), “pero ni siquiera en nuestro tiem-
po (ἀλλ’ ἐν τοῖς καθ’ ἡμᾶς καιροῖς)” (2.62.3-4). De ese modo, las anacro-
nías anclan el relato del pasado en el presente, lo que habilita a explicar el
problema inicial de “cómo y en qué circunstancias se impuso el nombre
aqueo en todo el Peloponeso” (2.38.1; cf. 4.1.7).
1
Prolepsis es toda maniobra narrativa por la que se cuenta o se evoca antici-
padamente un acontecimiento ulterior, mientras que la analepsis es una evocación
de algo ocurrido después de un acontecimiento anterior al punto donde la historia
se encuentra: Genette (1972: 82).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 105
1
Pédech (1964: 446-447). Esta mediación no está atestiguada en otra fuente.
Los aqueos habían sido pro-espartanos desde el 417 a.C. (Thuc. 5.82.1; 7.34.2;
HCP I: 226-227).
2
De Romilly (1947: 73), Hornblower (2003: 437); cf. Thuc. 8.68.4; 3.45.6;
Hdt. 1.210.2; Xen., Ath. Pol. 1.8. Ver: 6.50.1-6.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 107
1
Eckstein (1995: 196, 207-210), Musti (1978: 74).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 109
participación aquea, pero debió ser activa a juzgar por su cooperación con
Pléurato en el saqueo de las costas etolias y su provisión de honderos a M.
Fulvio Nobilior en Cefalenia (Liv. 38.7.2-3, 29.3). Durante la Tercera
Guerra Macedónica, procedieron en 172 a.C. a enviar una guarnición a
Calcis (27.2.11; Liv. 42.44.7-8) y participaron en las operaciones en Tesa-
lia (Liv. 42.55.10). Esta caracterización como aliados leales aparecía,
además, ya a propósito de su alianza con los etolios (καὶ μετασχόντων
εὐγενῶς σφίσι).1
Entonces, la concordia presente del Peloponeso, la ὁμόνοια, podía pre-
sentarse como el fruto de las acciones aqueas. Arato “cuando hubo libera-
do a la ciudad de Corinto, la agregó a la Confederación Aquea” (2.43.4).
El relato de Plutarco, basado en las Memorias de Arato, es más rico en
detalles. En el mismo, una vez asegurado el Acrocorinto, Arato envió
hombres a proteger los accesos a la ciudad y al teatro, donde debía presu-
miblemente reunirse la asamblea, y allí “persuadió” a los corintios de unir-
se a la Confederación (Plu., Arat. 23.1-4). Rodeados por tropas, no tuvie-
ron mucho margen para el disenso.2 Por otra parte, solo se conserva un
documento epigráfico que habla de una ὁμολογία, de un arreglo volunta-
rio, que es el ingreso de Orcómeno.3
Polibio no solo ocultaba la violencia fundadora, aunque en 2.38.1
utilizaba el verbo ἐπικρατέω para caracterizar la acción aquea, sino que
también desdibujaba la oposición y las tendencias centrífugas. Una
inscripción mesenia sobre la disputa territorial con Megalópolis (c.180-
168 a.C.) no oculta las circunstancias de la reincorporación de la ciudad
(τᾶς δὲ πόλεος ἀποκατασ[ταθεί]σας εἰς τὰν συνπολιτεία[ν τῶν Ἀχαιῶν]).4
En su polémica respuesta a Filarco, por los crímenes imputados a los
aqueos, defendió la ejecución de Aristómaco, ex-tirano de Argos y
estratega federal (2.59-60). Refiriéndose a un hecho datado en 235 a.C.,
1
2.44.1. También: Plu., Arat. 33.1. La cooperación entre ambas Confe-
deraciones se extendió durante prácticamente una década (238-229 a.C.), contando
posiblemente con el apoyo ptolemaico, y permitió a ambos Estados hacer frente a
Demetrio II: Scholten (2000: 131-163). Para comienzos de la década del 220 a.C. la
alianza ya no era operativa (2.45-46), siendo Paxos (229 a.C.) quizá la última acción
conjunta.
2
Golan (1995: 103), que cita otros ejemplos del “método nunca abiertamente
discutido de anexar ciudades-estado” por los aqueos (Golan 1995: 108-109, 119).
3
IG 5.2.344=Syll.3 490, l.9. Cf. Champion (2004: 127, n. 98).
4
Luraghi-Magnetto (2012: 510, ll. 4-5).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 111
antes del ingreso de Argos,1 menciona que Αrato al frente de sus tropas
aqueas, y contando con cómplices internos, había intentado tomar la
ciudad, pero había sido rechazado porque ningún ciudadano lo había
apoyado “a causa del temor al tirano (διὰ τὸν ἀπὸ τοῦ τυράννου φόβον)”
(2.59.8). No había lugar para un rechazo. Esto facilitaba la atribución de
una incómoda secesión de Argos en 225 a.C. al extirano Aristómaco, sin
aludir al apoyo de sectores de la población argiva (2.60.6).
La orientación sobre ciertos hitos de la expansión/unificación del Pe-
loponeso permite atribuir además el logro a determinados individuos,
como Arato, Filopemén y Licortas. Arato había dejado unas memorias
propias de sus actos (περὶ τῶν ἰδίων… πράξεων ὑπομνηματισμούς), que
eran, según Polibio, sinceras y exactas (ἀληθινοὺς καὶ σαφεῖς) (2.40.4), lo
que lo llevaba, en un acto de adhesión a principios políticos, a preferirlas
como fuente histórica en detrimento de la historia de Filarco (2.56.2).2
Arato no necesitaba, pues, que se defendiera su memoria, y bastaba con
que se hiciera de sus acciones una memoria apenas sumaria (ἐπικε-
φαλαιούμενοι μνησθησόμεθα) (2.40.4),3 lo que no ocurría en los casos de
Filopemén y Licortas.
Polibio había sido posiblemente discípulo de Filopemén, por quien
había mostrado interés al escribir previamente una biografía encomiástica
(10.21.5-8). En las Historias es posible que lo utilizara como modelo para
su autorrepresentación, tal como ocurre con su emulación de la modera-
ción de Filopemén con los bienes confiscados a Nabis (192 a.C.) cuando
los romanos le ofrecían un regalo a escoger del patrimonio de Dieo
(20.12.6-7; 39.4.2-4).4 Además, Epaminondas aparece en la obra como un
modelo de integridad y de estrategia militar (6.43.6; 8.35.6; 9.8.2-13;
31.22.6), y es justamente el personaje griego con el que Filopemén más se
1
Existen problemas de información, y alguna incoherencia, con respecto al rela-
to de Plutarco (Arat. 27.2-3), que parece seguir más fielmente a Arato (HCP I: 266).
El ataque a Argos fue rechazado por Aristipo, mientras que la subsiguiente matanza
fue obra de Aristómaco: Walbank (1933: 187).
2
Golan (1995: 96), Pédech (1964: 156, n. 288), Klatt (1877: 26).
3
Arato sí necesitaba la defensa de su memoria, como evidencia la amplia polé-
mica con Filarco (2.56-63). En otros asuntos Polibio fue más allá de las Memorias,
defendiendo sus acciones, aunque este no hubiera dejado testimonio de las mismas.
Cf. 2.47.10-11.
4
Una sugerente interpretación: Thornton (1999: 629-630). Cf. Eckstein (1995:
77-78).
112 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Lehmann (1989/90: 72).
2
El pasaje está reconstruido a partir de cuatro fragmentos en Plutarco (HCP III:
730). Las estatuas del líder arcadio: Errington (1969: 106-108, 193).
3
Thornton (1999: 629).
4
Cf. HCP III: 735.
5
Veyne (1996: 273-274), Heller (2011: 292, n.15), Chiricat (2005).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 113
MEMORIA Y TIRANÍA
1
Lauter (2002), IG 5.2.469, ll.7, 22; Thornton (1999: 524).
2
Licortas y Polibio como herederos políticos de Filopemén: Gelzer (1964: 149-
150), Errington (1969), Deininger (1971: 112-113), Walbank (1990: 166).
3
Koehn (2007: 135-155).
4
Loraux (2008), Wolpert (2002), Flower (2006: 17-41), Savalli-Lestrade
(2009), Lafond (2006), Luraghi (2008), Haake-Jung (2011), Gangloff (2013), etc.
114 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Halbwachs (2004: 105-138).
2
Kansteiner (2002: 179).
3
Luraghi (2008: 13).
4
Kansteiner (2002: 190-195), Ober (2003).
5
Walbank (2006: 231, 247-248).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 115
1
Flower (2006: 34-41).
2
Jelin-Langland (2003: 9).
3
Halbwachs (2004: 105-138).
4
Mossé (1969: 149-153).
5
Ellis-Evans (2012).
116 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
221 a.C.: Walbank (1999: 228), Pédech (1964: 261); 220: Errington (1967:
20, n. 9); 219: Meadows (2013).
2
Engels (1993: 32-33).
3
Champion (2004: 134).
4
Kansteiner (2002: 185-190).
118 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
entre los antiguos aqueos, que llevaron a cabo el proyecto de la actual Con-
federación. Y, en segundo lugar, para que lo relativo a la política adquiera, no
por mi afirmación, sino por los hechos mismos, la credibilidad de que el
ideal político de los aqueos ha tenido siempre una cierta unidad, de suerte
que tomándolo como modelo, ofrecieron a los hombres la igualdad y la li-
bertad de expresión de que ellos gozaban al tiempo que hacían la guerra y
desafiaban, sin tregua, a cuantos, ya por sus propias fuerzas, ya con la ayuda
de los reyes, intentaban esclavizar a sus respectivas patrias”. (2.42.1-3)
1
Macánidas es tyrannus Lacedaemoniorum, “tirano de los lacedemonios”, aun-
que Pélope estaba todavía vivo (D.S. 27.1); Errington (1969: 55, n. 1).
2
Vatin (1975).
3
HCP I: 265-266.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 119
1
Moreno Leoni (2018).
2
Κορινθίων πόλιν Ἀντιγόνῳ δωρεὰν ἔδωκαν (Plu., Arat. 45.1), pero también la
noticia sobre que, a la huída de Cleómenes de Corinto, Antígono entró en ella y co-
locó una guarnición (Plu., Cleom. 21.3). Cf. Tomlinson (1972: 160-161).
3
Teegarden (2014: 128).
120 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
HCP II: 419-420; cf. Texier (1975: 16), IG 5.1.885, Syll3. 584, entre otras.
2
HCP II: 420.
3
Livio (38.33.10-11) parece aceptar la cifra de Polibio (septemdecim... sexaginta
tres). Los trescientos cincuenta pueden ser una exageración pro-espartana:
Errington (1969: 145). Pausanias (8.51.3), por su parte, señala solo la expulsión del
Peloponeso de trescientos individuos. Datación de los acontecimientos entre
189/188 a.C.: Briscoe (2008: 115).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 121
1
Errington (1969: 147). Seguido por Walbank (1999b: 139), Briscoe (2008:
117). Golan (1974) ha concluido crudamente que las acciones de Filopemén esta-
ban dirigidas a oprimir a otros griegos más que a oponerse a los romanos.
2
Algo similar había enfrentado Arato en Sición tras liberarla de los tiranos (Plu.,
Arat. 14).
3
No se sigue la restitución de Büttner-Wobst <καταφονεύσαντ>α, sino la de Pé-
dech (1964: 329, n. 151) <ἐξελάσαντ>α.
4
Acrótato era el hijo de Areo, derrotado posiblemente c. 255 a.C.: Walbank
(2006: 231). El pórtico descripto: Paus. 8.30.7; cf. Plu., Agis 3.7, Paus. 8.27.11,
Urban (1979: 43-44).
122 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Assmann (2008: 41). La política de conciliación de Calícrates tenía ese obje-
tivo: Didu (1993: 31, n. 69), Syll.3 634.
2
Sobre las póleis helenísticas: Ma (2000: 342); sobre los Seléucidas: Capdetrey
(2007; 2010), Kosmin (2014).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 123
a.C. cuando ni siquiera Arato tenía un plan al respecto.1 Una tardía políti-
ca de expansión centrada en la península como horizonte de expectativas
pudo promover esta tardía percepción territorial retrospectiva.2 Al respec-
to, puede traerse a colación las discrepancias entre dos interpretaciones
del significado de la toma del Acrocorinto. Mientras Plutarco (Arat. 16.2),
que usaba las Memorias de Arato, señalaba que su resultado había sido
liberar a “Grecia” de la tiranía macedonia, Polibio (2.43.4), en cambio,
también trabajando sobre las Memorias, decía que el fin había sido liberar
a “los habitantes del Peloponeso” de un gran temor. Entre ambas interpre-
taciones existe una ruptura en el objetivo panhelénico.3
Se ha observado ya que Polibio construía un pasado del Peloponeso
conflictivo, disputado, de una guerra constante por la imposición del pro-
pio dominio (δυναστεία, ἀρχή), situación que llegaba a su fin con los
aqueos y su combate por la ἐλευθερία común, la libertad, del resto de los
peloponesios. Por lo tanto, la actual ὁμόνοια, concordia, había sido posible
por dos factores, uno de tipo estructural, la excelencia de la constitución
aquea, y otro agencial, que implicaba el liderazgo de Arato, Filopemén y
Licortas (2.40.2).4 Sin embargo, existían interpretaciones divergentes de
este proceso de unidad. Particularmente notable es la inscripción en la
base de una estatua honorífica de Diófanes, primero discípulo, y luego
rival de Filopemén,5 en la que se lo reconocía como el responsable de la
unificación: “fue el primer hombre que reunió todo el Peloponeso en la
llamada Confederación Aquea (συντάξαντος δὲ ἀνδρὸς πρώτου Πελο-
πόννησον τὴν πᾶσαν ἐς τὸν ὀνομασθέντα Ἀχαϊκὸν σύλλογον)” (Paus.
8.30.5). Él había conseguido incorporar Mesene, coronando con ello un
1
Dejo de lado aquí explicaciones como la de Siegfried (1928: 102ss), quien veía
la unidad peloponesia en Polibio como la realización práctica del ideal estoico de la
cosmópolis. Tampoco creo que fuera un objetivo individual de Arato: “Su sueño de
unificar el Peloponeso”: Pédech (1964: 159).
2
Estoy en contra de la idea de una política aquea inmanente. Cf. Gruen (1986:
446), Dmitriev (2011: 314), Pfeilschifter (2005: 229), Champion (2004: 124 y n.
82), Holleaux (1957: 427) y Niese (1903: 35).
3
Golan (1973: 63).
4
Una morigeración con respecto a Plutarco (Arat. 9.5), para el cual, primero es
el potencial de los aqueos por su “buen orden (κόσμου)” y “disciplina armoniosa
(συντάξεως ὁμοφρονούσης)” y, luego, por la disposición de un “líder con juicio (νοῦν
ἕχοντος ἡγεμόνος)”.
5
Discípulo (21.9.1-3; Liv. 37.20.2), rival (Plu., Phil. 17.1; 20.12.1-7; Liv.
38.32.6-8. Ver: I. Olymp. 46, l.5).
124 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Schorn (1833: 289), Errington (1969: 129-130).
2
La cuestión de la autoría de la “unificación” parece residir en la fecha final de la
incorporación de Élide, aunque todo parece indicar que Diófanes tenía todo el dere-
cho a reclamar el honor: Errington (1969: 131-132, 157). Walbank llama la aten-
ción sobre las limitaciones geográficas de esta unidad: HCP I: 218.
3
Ver: Champion (2004: 128). Errington (1969: 122), en cambio, interpreta la
compra de Zacinto como una estrategia para forzar a Élide a entrar en negociacio-
nes.
4
Champion (2004: 128) parece quedar atrapado dentro de esta lógica. Está
además la noticia en Pausanias sobre la escisión de Pleurón en Etolia, del otro lado
del golfo de Corinto, de la Confederación Aquea (147/146 a.C.) (Paus. 7.11.3).
Pero también Heraclea en Traquis (Paus. 7.14.1, 15.2). Pleurón quizá pasó a poder
aqueo tras la Tercera Guerra Macedónica: Dmitriev (2011: 332).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 125
empeñado en negociar con Mesene y Élide, que eran las únicas dos ciuda-
des del Peloponeso que no formaban parte de la Confederación. Élide se
mostraba dispuesta a unirse, mientras que Mesene se aprestaba a la resis-
tencia ante la invasión de su territorio por tropas federales. Flaminino, que
había sido contactado por los mesenios, que además habían improvisado
una deditio in fidem, ordenó a los aqueos licenciar su ejército y a los mese-
nios aceptar la vuelta de los exiliados e incorporarse a la Confederación.
Pero exigió además la renuncia aquea a Zacinto, que Diófanes tuvo que
aceptar ante la falta de apoyo interno, obteniendo así el objetivo de la uni-
dad peloponesia (Liv. 36.31-32).
La frase de Flaminino en otro contexto podría resultar anecdótica, pe-
ro allí constituía una apropiación abierta del relato aqueo de la unidad
peloponesia, al que confirmaba para subvertirlo inmediatamente median-
te el trazado de un límite claro acorde con la narrativa territorial aquea: la
permanencia en el Peloponeso. Quizá esto mismo fuera, en efecto, acep-
tado por ciertos sectores políticos aqueos, como sugiere, por ejemplo, el
discurso de Aristeno, en el que hablaba del Peloponeso como una penín-
sula “expuesta y a propósito para un ataque naval más que para ningún
otro (nulli apertior neque opportunior quam navali bello)” (Liv. 32.21.26).
Polibio adhería a la idea de un Peloponeso unificado por Filopemén,
no solo por su identificación con la figura del héroe arcadio, sino proba-
blemente también porque la incorporación de Mesene por Diófanes había
sido producto de un regalo romano. Los mesenios, en efecto, habían efec-
tuado una deditio ante Flaminino, que tenía así la obligación de proteger a
los mesenios por virtud de la fides, un lazo que quizá la represión de la
posterior sublevación deshizo, de ahí la atribución por Polibio a su padre,
Licortas, de la consolidación de la unidad peninsular en la Achaica.1
Para Polibio, la unidad del Peloponeso tenía una larga historia
(2.37.9). En su Vida de Filopemén, Plutarco señalaba que los aqueos se
habían propuesto convertir el Peloponeso en un solo cuerpo y dominio
(ἓν σῶμα καὶ μίαν δύναμιν κατασκευάσαι διενοοῦντο τὴν Πελοπόννησον)”
(Plu., Phil. 8.2). Para Polibio, solo la carencia de una muralla que rodeara
la península impedía considerarla una única pólis (2.37.10-11), invirtien-
do, de ese modo, un famoso argumento contrario de Aristóteles (Pol.
1276a), lo que implicaba en el fondo que la constitución aquea era para el
11
Dmitriev (2011: 321); cf. Grandjean (2003: 228).
126 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
historiador tan fuerte como una muralla virtual.1 Licortas justificaba casi
en los mismos términos la importancia de la permanencia de Esparta den-
tro de la Confederación ante los enviados romanos: “para que en todo el
Peloponeso hubiera un único organismo y una única Confederación (ut
corpus unum et concilium totius Peloponnesi esset)” (Liv. 39.37.7).
La unidad peninsular se esbozaba en la Achaica como un objetivo in-
manente de “la concordia de los peloponesios (τὴν Πελοποννησίων ὁμό-
νοιαν)” (2.40.1). Un análisis histórico muestra, sin embargo, que la focali-
zación en el Peloponeso fue un hecho tardío. Su primera experiencia de
integración había sido Calidón, ciudad del otro lado del golfo de Patras,
pero incluso las acciones de Arato no se habían limitado a la península
sino solo hasta después de la Guerra Cleoménica. Polibio operó un re-
corte de la historia, por lo tanto, funcional a la fabricación de un horizonte
peloponesio, silenciando en el ínterin los múltiples ataques e intentonas
militares de Arato sobre el Ática, Atenas, el Pireo e, incluso, una serie de
ataques navales contra Salamina (242 a.C.).2 Podría mencionarse, ade-
más, una expedición contra el territorio de Lócride y la ciudad de Calidón
durante el primer año de su estrategia, así como también su marcha sobre
Beocia (245 a.C.).3 También Mégara había pasado a formar parte de ma-
nera voluntaria tras la caída del Acrocorinto (243 a.C.) (2.43.4; Plu., Arat.
16.2; 18.2-24.1; Str. 8.7.3), aunque de forma efímera. Silenciados estos
hechos, la unidad peloponesia podía adquirir así un sentido teleológico,
τὴν ἐξ ἀρχῆς ἐπιβολὴν (2.44.2). Este objetivo actuaba como ordenador de
los cambios aqueos de alianzas, al tiempo que permitía eludir cualquier
mención a un imperialismo aqueo en el área.4 Para Polibio, el Peloponeso
era como una pólis por su integración entre territorio y comunidad políti-
ca, pero también porque los aqueos no ejercían sobre la península una
dynasteía, que es un tipo de dominio que empieza siempre más allá de las
1
Lehmann (2001: 58-61). Ver: HCP I: 220. En el mundo helenístico comienza
también en los decretos oficiales a integrarse como una misma entidad la pólis y los
fuertes fronterizos, como modo de afianzar el control del territorio: Ma (2000: 341-
342). Es posible que haya aquí alguna relación con este fenómeno.
2
La expedición aquea sobre Salamina (Plu., Arat. 24.3).
3
Plu., Arat. 16.1, Paus. 2.8.4; cf. 20.5.2. Ver: Walbank (1933: 42). Solo después
de sendos fracasos en Beocia y Ática los aqueos centraron sus objetivos en el
Peloponeso. Cf. Golan (1973: 68-70), que considera que su cambio de política se
debió a los constantes reveses experimentados en Argos y a la pérdida de legitimidad
de su política tras la multa impuesta por los mediadores mantineos.
4
Will (2003: 338), Walbank (1933: 52-53), Koehn (2007).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 127
1
Erskine (2005a: 236).
2
HCP I: 565-568.
3
Vlassopoulos (2007).
4
Tsiolis (2006).
128 MEMORIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA AQUEAS
1
Vlassopulos (2007: 12).
2
Cf. Lafond (2005: 331).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 129
CONCLUSIÓN PRELIMINAR
“Si quieres entender Grecia bajo los romanos, lee a Polibio y lo que puedas creer
que es Posidonio; si quieres entender a Roma gobernando Grecia, lee a Plauto, a
Catón y a Mommsen”.1
Desde fines del siglo IV a.C. Cartago, Roma y las grandes monarquías
helenísticas se habían convertido en los principales actores políticos del
Mediterráneo con capacidad suficiente para movilizar los recursos ne-
cesarios para disputar la hegemonía. Pero no eran los únicos actores en
este sistema interestatal multipolar, en el que había pequeños y medianos
Estados, cuyos líderes políticos eran el centro de la preocupación de Poli-
bio por proveer modelos de actuación noble y racional dentro del escaso
margen de maniobra que tenían. La máxima introducida por Tucídides
(5.89) en el diálogo de los melios de que en una relación de poder asimé-
trica “los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan” se-
guía vigente, y el historiador aqueo estaba interesado en dotar a los grie-
gos de herramientas para lidiar lo mejor posible con esta situación.
Antes de la imposición de una hegemonía incontestada romana, inclu-
so las más pequeñas póleis podían aprovechar la fluctuante distribución
de fuerzas entre las potencias.2 Cuando Roma intervino militarmente en
el Egeo intentó lentamente redefinir este esquema y halló oposición. El
largo periodo comprendido entre la derrota de Antíoco III y la guerra
contra Perseo (189-171 a.C.) ha sido denominado por la historiografía, en
ese sentido, como la “era de la resistencia legalista”. Estados como la Con-
federación Aquea y la Beocia recurrieron a un principio de respeto de sus
1
Momigliano (1999: 85).
2
Habicht (2006: 143-167), Ma (1999), Billows (2005), Cartledge (1997: 1-
15).
132 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
propias leyes en las negociaciones con los romanos, lo que colocaba a es-
tos ante el delicado problema de violar la autonomía si avanzaban más allá
de cierto punto con sus demandas.1 Solo el establecimiento del dominio
directo romano, progresivo a partir de mediados del siglo II a.C. con la
provincialización de Macedonia, comenzó a anular las alternativas a su
hegemonía.
Como político formado en la práctica en un poder mediano, Polibio
no tenía una mirada histórica desde el lugar de la imposición de la domi-
nación, sino, por el contrario, desde el de la compleja resistencia que, sin
exhibir hostilidad, intentaba enmarcar la nueva dinámica interestatal den-
tro de los paradigmas tradicionales de hegemonía y autonomía. Es en
vano buscar en su obra una reflexión sistemática sobre la dominación, el
imperio o, incluso, la hegemonía porque en ella aparece solo una concien-
cia práctica del proceso, que propone un camino para conservar la auto-
nomía, una noción griega mucho más específica que la moderna y con
mayor variabilidad en el tiempo.2 No era un sinónimo de eleuthería, de
“libertad”, aunque ambas nociones se solaparan frecuentemente en la pra-
xis política, sino un concepto circunscripto al ámbito de las relaciones de
alianza entre dos Estados, uno más fuerte y otro más débil.3 Este último
recurría a este concepto para describir y proteger su situación, por lo que
su acuñación puede bien ser el reflejo de una situación negativa, es decir,
del reconocimiento de que el autogobierno es una concesión en un con-
texto de creciente subordinación,4 o bien, de algo positivo, a saber, de una
concesión producto de la habilidad para mantener la independencia.5 Ad-
hiero a esta última perspectiva que, en última instancia, entiende la auto-
nomía como una muestra de agencia, que de cualquier modo también
podía emanar de una concesión real graciosa.
Como concepto, la autonomía tiene una raigambre histórica que se
remonta a época clásica. Antes se pensaba que su origen estaba en Jonia,
en las relaciones de las póleis microasiáticas con el Imperio Persa,6 pero es
más probable que surgiera más tarde, a mediados del V a.C., durante la
1
Ferrary (1978: 749, 751), Deininger (1971: 130), Thornton (2001: 77).
2
Dmitriev (2011: 291).
3
Whitehead (1993: 321), Dmitriev (2011: 20).
4
Bickerman (1958: 327).
5
Hansen (1995: 26).
6
Bickerman (1958: 339-331).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 133
segunda Guerra del Peloponeso.1 Hacia el siglo IV a.C., tras la Paz de An-
tálcidas (386 a.C.), se la incluyó más frecuentemente en las cláusulas de
los tratados de alianza para describir una situación similar al autogobierno
en combinación con la subordinación.2 Las supuestas rupturas en el signi-
ficado del concepto fueron, por su parte, identificadas por una historiogra-
fía clásica que creía reconocer en el siglo IV el momento final de la pólis.
Esta interpretación historiográfica empezó a cambiar, sin embargo, a par-
tir de la década del ‘80 cuando se reconoció una cierta continuidad de la
pólis griega como comunidad política,3 con cierto dinamismo por lo me-
nos hasta las reformas de Diocleciano en el siglo III d.C., aunque hacía
tiempo que muchas habían perdido su primacía, cuando no su autonomía,
en favor de los reyes.4 Estos últimos, por su parte, explotaron el tópico de
la autonomía y de la eleuthería para fundirlos en su discurso público de
liberadores de los griegos,5 en el que a partir del siglo III a.C. se privilegió
a la eleuthería, como harían también los romanos desde 229 a.C., lo que
hizo que la autonomía se convirtiera en una reivindicación propia de las
póleis.
Y la autonomía era algo que debía conquistarse. Los reyes necesitaban
negociar consensos en determinadas áreas de interacción y las póleis po-
dían explotar hábilmente los márgenes de acción que la competencia en-
tre los grandes reinos creaban en los espacios en que su poder se volvía
más difuso.6 En ese contexto, el discurso real público, expresado en cartas
a las póleis, buscaba ocultar las huellas de las relaciones de dominación y,
en consecuencia, moralizar sus vínculos con estas mediante una integra-
ción orgánica en un discurso evergético general.7 Al mismo tiempo, las
póleis que no estaban sujetas a tributo parecen haber reconocido como un
verdadero asunto cívico la publicidad en sus decretos del ejercicio de su
autonomía como una forma de reforzar sus identidades cívicas. Polibio
(21.8.1-7) menciona un discurso de Apolónidas de Sición oponiéndose,
1
Ostwald (1982), Raaflaub (2004: 193-202).
2
Hansen (1995: 41).
3
Gauthier (1985).
4
Dmitriev (2005: 353).
5
Filipo II con la creación de la Liga de Corinto (337 a.C.) hizo equivalente la
idea de la defensa de la libertad de Grecia con la de la defensa de la libertad de los
miembros de la alianza, todos los griegos menos Esparta, lo que lo “forzaba” a con-
tinuar con su rol hegemónico de protector: Dmitriev (2011: 89).
6
Carlsson (2010: 61).
7
Ma (1999).
134 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Kashtan (1982: 217).
2
Carlsson (2010: 69).
3
Virgilio (2008: 329-341), Troiani (1979).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 135
1
Ferrary (2005: 25); cf. Errington (1969: 97-98).
2
Miltsios (2013: 27-28).
3
Musti (1978: 73).
136 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
von Fritz 1954: 11.
2
El discurso de Aristeno en Tito Livio es claro al respecto: “Porque la salida
política de no intervenir ni recurrir a las armas, salida que Cleomedonte les
apuntaba hace poco como intermedia y como la más segura, no es una solución
intermedia ni es solución alguna” (Liv. 32.21.33).
3
Incluso se hace eco del rumor de que Filipo V quería asesinar a Filopemén para
poder reducir nuevamente a su dominio a los aqueos (πάλιν ὑποπτήξειν αὐτῷ τοὺς
Ἀχαιούς) (Plu., Phil. 12.2).
4
Merma de autonomía: Errington (1969: 12, 15, n.1, 25-26, 50, 66-67).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 137
1
Orsi (1991: 83-84).
2
Engels (1993: 32-33); ἀπολογείσθαι, ἀπολογίζεσθαι: Plu., Arat. 33.4, 38.11. Cf.
Haegemans-Kosmetatou (2005: 125-126).
3
Cf. Orsi (1991: 29-34).
4
Las operaciones mentales de Arato muestran al público su racionalidad: προ-
ορώμενος (2.47.4), κατανοῶν (2.47.5), σαφῶς εἰδὼς (2.47.5), διόπερ ἔχων τοιαύτην
πρόθεσιν ἀδήλως αὐτὰ διενοεῖτο χειρίζειν (2.47.9), εἰδὼς δὲ τοὺς Μεγαλοπολίτας κα-
κοπαθοῦντας (2.48.1), σαφῶς δὲ γινώσκων οἰκείως διακειμένους αὐτοὺς πρὸς τὴν Μα-
κεδόνων οἰκίαν ἐκ τῶν κατὰ τὸν Ἀμύντου Φίλιππον εὐεργεσιῶν (2.48.2), etc.
138 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Meritt (1935: 525-529), Dow-Edson (1937: 169-170).
2
Genette (1972: 139).
3
HCP I: 250, Walbank (1933: 200-201), Ferrabino (1972: 84, 258).
4
Will (2003: 373, 378).
5
Orsi (1991: 88-92).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 139
σασθαι τοῖς> πράγμασιν ἦγε τὴν ἡσυχίαν) (2.64.6), por su fidelidad y leal-
tad (2.47.5), en fin, por su kalokagathía (2.70.7).1 En un discurso de Aris-
teno, de origen polibiano, la oposición entre el desenfreno de Filipo V y la
nobleza de Antígono, llevan a señalar a este como “el más atento y justo
de los reyes (mitissimo ac iustissimo rege)” (Liv. 32.21.25), algo ya obser-
vado por Polibio (5.11.6). Plutarco no compartía este juicio positivo.2
Contrasta con esta exaltación de la figura real de Antígono, en cambio, la
temprana derogación de la imagen de Cleómenes, el rival, como tirano
destructor del orden tradicional (2.47.3; 4.81.2-14; 9.36.4, 29.8; 8.35.4-6;
9.23.3; cf. 5.39.6),3 y además agresor (2.46.5-7) de los aqueos, que, por el
contrario, reaccionan a su ataque con un comportamiento respetuoso de
la institucionalidad y de los procedimientos rituales propios de la guerra
(2.46.5-6).4
Una vez operada la alianza, los aqueos ingresaron a la Liga Helénica,
erigida sobre un acuerdo aparentemente respetuoso de las autonomías
locales, garantizadas por el comportamiento noble y generoso de Antí-
gono. En un plano no solo pragmático, sino también moral, la alianza im-
pulsada por Arato se volvía entonces aceptable. A su vez, la presentación
estilizada y moral de los reyes macedonios de antaño, de Antígono, pero
especialmente de Filipo II, se introducía en ese momento para explorar el
problema del deterioro de la hegemonía de Filipo V sobre los griegos.
Aquellos reyes de antaño representaban todo lo que, en un plano ideal, el
joven rey debió ser y que, por convertirse en un tirano, no pudo. Su de-
gradación operaba, en última instancia, como una dramatización del hun-
dimiento de los fundamentos de la hegemonía macedonia.5 Pero los
aqueos no eran espectadores pasivos, sino que con su derrotero permitían
al historiador reflexionar sobre la defensa de los márgenes de autonomía
como el resultado de la adopción de adecuadas decisiones por parte de los
líderes de la Achaica.
1
Welwei (1963: 33-38). Cf. 5.9.8-10; 9.36.5; Liv. 32.21.25 (discurso de Ariste-
no); Iust. 28.4.12-14.
2
Orsi (1991: 89, n. 28).
3
Gruen (1972: 619). Esta mudanza de realeza a tiranía (Paus. 8.27.16; cf. Plu.,
Arat. 38.7).
4
Esta naturalidad podría incluso leerse como parte de la renuencia de Arato a
declarar la guerra, lo que terminó haciendo ante la presión megalopolitana. Ver:
Gruen (1972: 614-615).
5
Pédech (1964: 140) ha notado justamente la recurrente traducción de la polí-
tica exterior de los reinos en términos de características morales de sus reyes.
140 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
LA CONSPIRACIÓN DE APELES
1
Hammond-Walbank (1988: 381).
2
Ferrabino (1972: 174), Meadows (2013).
3
Walbank (1967: 44-45).
4
Errington (1967: 35), Hammond-Walbank (1988: 381-383).
5
Errington (1967: 30).
6
Paschidis (2008: 248-250). Cf. Ferrabino (1972: 174).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 141
que iba a ser el tema del libro 6.1 Aunque las maquinaciones de Apeles
actúan, de hecho, como un nexo lógico con lo expuesto en el libro 5,2 co-
nocido como el libro de los tres reyes –Filipo V, Antíoco III y Ptolomeo
IV–,3 llama la atención la tardía introducción en 4.76.1 de este personaje.
McGing sugiere, al respecto, que esta omisión inicial era funcional al obje-
tivo de mostrar cómo el joven rey se había establecido firmemente en el
trono gracias a su propio esfuerzo, acentuando así su buen comienzo.4 En
mi opinión, la conspiración de Apeles pone en evidencia además algunos
problemas que exceden el ámbito cortesano y tiñen, en cambio, el de las
relaciones interestatales al interior de la Liga Helénica.
Desde un punto de vista historiográfico, y didáctico, creo que no hay
inconvenientes para reconocer el rol que Polibio asigna a Arato como
“consejero sabio”, responsable de moderar el ejercicio del poder por parte
del joven rey.5 Los potenciales beneficios de dialogar con el poder hege-
mónico se tematizan recurriendo a las palabras y a las acciones concretas
de este líder aqueo. Porque todo poder hegemónico, incluso Roma, nece-
sitaba amigos o aliados que le brindaran “consejos sabios”, y los jóvenes
políticos griegos, por su parte, debían ser instados a incorporar estos mo-
delos indirectos de comportamiento,6 que los llevaran a reconocer la ins-
tancia del diálogo como un instrumento efectivo y, a la vez, honorable de
cumplir con su propia responsabilidad en la tarea de mantener una hege-
monía moderada.
Apeles se habría propuesto, según Polibio, un plan para restar auto-
nomía a los aqueos, tal como le atribuye al personaje en una focalización
posterior: si Filipo sigue el consejo de Arato, y no el suyo, tendrá que se-
guir tratando a los aqueos de acuerdo con la letra de la alianza (κατὰ τὴν
ἔγραπτον συμμαχίαν) (4.82.5). Sus acciones previas son perfectamente
coherentes con esta conversación posterior, puesto que, por ejemplo, ha-
bía permitido a los macedonios expulsar de los cuarteles a los aqueos y,
luego, había ordenado que se les arrebatara su parte del botín. Más tarde
1
Troiani (1979: 10-18), McGing (2010: 95).
2
McGing (2010: 104).
3
Virgilio (2008: 334).
4
McGing (2010: 105).
5
Ager (2005: 47).
6
Los jóvenes como receptores de su propuesta didáctica de autocontrol:
Eckstein (1995: 140-150, 1989: 8-15).
142 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
“Pues estaba persuadido de que, con este proceder, en breve tiempo los iría
acostumbrando insensiblemente a que nadie considerara como indigno
cuanto sufriera de parte del rey. Y eso a pesar de que, poco tiempo antes, ha-
bía salido a campaña con Antígono y había podido observar que los aqueos
estuvieron resueltos a pasar por cualquier penalidad con tal de no cumplir
las órdenes de Cleómenes”. (4.76.6-7)
1
Cortés Copete (1999: 365-370), Martínez Lacy (2008: 29-38).
2
Champion (2007a).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 143
rato de Dime había ganado ese año la estrategia federal, en el 218 a.C.,
pero había puesto en riesgo la autonomía aquea. La lectura de Polibio es
didáctica, pero también sesgada y poco objetiva: más que a la intervención
macedonia, la victoria pudo deberse a la capitalización del creciente des-
contento contra Arato en Acaya occidental (4.82.2-8, 84.1; Plu., Arat.
48.1).1 Pero para Polibio esto no era así. La figura de Arato, construida en
términos modélicos, podía resultar significativa para mostrar a su público
que la habilidad política contaba mucho para colaborar honorablemente
con el poder hegemónico. Esto se advierte, por ejemplo, en que Filipo,
que había convocado a los aqueos a una asamblea en Egio, al percibir que
la influencia de Arato sobre estos seguía siendo fuerte, solicitó que trasla-
daran la sesión a Sición, puesto que estaba necesitado de trigo y dinero
para sus tropas y, para recibirlos, necesitaba convencer a los Aratos mos-
trándose para ello más conciliador (5.1.6-11).
Esta representación idealista es ciertamente incompatible con lo que
sabemos de la diferencia de objetivos entre Macedonia y los aqueos. Tan-
to Antígono como Filipo buscaban reforzar su posición al sur del Istmo,
como revela lo ocurrido en Esparta tras Selasia, donde Antígono dejó a
cargo a su hombre de confianza, Bráquiles (20.5.12).2 Una Esparta inde-
pendiente constituía un buen contrapeso para las crecientes ambiciones
aqueas sobre el Peloponeso.3 También Filipo, al retener Trifilia, con una
guarnición y con Ládico de Acarnania como epimeletés, estaba retomando
la clásica política de control sobre el área (4.80.15).4 Este interés en el
Peloponeso se advierte, en última instancia, en la designación de Taurión
al frente de los asuntos en la península (4.6.4, 10.2-6, 19.7-8, 80.3, 87.1-4,
8-9; 5.27.4, 92.7, 95.3-5, 103.1-2; 8.12.2; 9.23.9).
1
Walbank (1967: 48), Ferrabino (1972: 181-182). Cf. Hammond-Walbank
(1988: 381, n.3).
2
Una vez conquistadas, Esparta (2.70.1) y Tegea (2.70.4) no fueron cedidas a
los aqueos. Es posible que el historiador resaltara en ambos casos la restauración del
gobierno tradicional en ambas ciudades (τὴν πάτριον πολιτείαν) por ello, pero tam-
bién pensando en la abolición de la tiranía. Si Arato tenía o no ilusiones sobre la in-
corporación de Esparta es imposible saberlo. De todos modos, el escaso número de
tropas aqueas en la batalla decisiva contra Cleómenes revela su desinterés: Golan
(1995: 111-112). Cf. Errington (1967: 20), que lo atribuye a un arreglo con Antí-
gono a cambio de contribuir a la alimentación del ejército.
3
Golan (1995).
4
Walbank (1967: 47).
144 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
Pese a todas estas dificultades, Polibio creía que los aqueos habían lo-
grado preservar su autonomía tras la alianza con Macedonia, de allí su
representación de la intentona de Apeles no como una puja de poder al
interior de la corte macedonia, sino como un avance sobre la autonomía
de los aliados. Así, reforzaba doblemente la figura histórica de Arato por-
que su decisión de llamar a Antígono no había tenido consecuencias irre-
mediables y, también, porque se había mostrado activo y firme en la pos-
terior defensa de la autonomía. El contrapunto con el estatus de los tesa-
lios evidenciaba que los aqueos seguían, en efecto, siendo aliados del rey
(4.76.2). Esto se advierte cuando, ante las agresiones etolias, los aqueos
enviaron mensajeros a la Liga Helénica: epirotas, beocios, focenses, acar-
nanios y Filipo, omitiendo a los tesalios (4.15.1). Su estatus subordinado
se reconoce también cuando se menciona en el libro 5 que Apeles recibía
las cartas de los cheiristaí y epistátai de Macedonia y Tesalia, por un lado, y
los decretos, honores y donaciones de las ciudades griegas, por el otro
(5.26.5), mostrando el estatus distinto de los territorios.1
Polibio simplifica el asunto. Su mención de magistrados macedonios
en Tesalia es dudosa. Primero, porque los cargos mencionados tenían
funciones diferentes. Los cheiristaí habrían formado parte del comisariado
militar del ejército real,2 mientras que los epistátai habrían tenido capaci-
dad oficial dentro de las instituciones civiles en las ciudades. Segundo,
estos epistátai no aparecen en el registro epigráfico macedonio en el terri-
torio tesalio.3 Creo que lo más importante, entonces, es el contraste que
Polibio quiere discursivamente establecer entre un Estado autónomo y
uno sujeto: “los tesalios daban la impresión de regirse por unas leyes que
diferían mucho de las macedonias, pero en realidad no se distinguían en
nada (διέφερον δ᾽οὐδέν), sino que, tratados en todo igual que los mace-
donios, hacían todo lo que los oficiales del rey mandaban” (4.76.2). El
διέφερον δ᾽οὐδέν habilitaría, por lo tanto, una abusiva extensión al espacio
tesalio de las instituciones macedonias, lo que no resiste la evidencia his-
1
Cf. 20.5.12. Sin embargo, en su parlamento con Filipo V en Nicea, Alejandro
Isio refería a la relación del rey con las ciudades tesalias como “siendo amigo y alia-
do” (φίλον ὄντα καὶ σύμμαχον) (18.3.9). La explicación más probable es que buscara
acentuar aún más el comportamiento desleal con sus “aliados”.
2
Hatzopoulos (1996: n° 12, 13).
3
Existe una restitución sobre un documento de Homolion, bastante insegura,
así como una inscripción muy fragmentaria de Gonnoi, lo que impide per se aseverar
la presencia de estos magistrados en Tesalia: Hatzopulos (1996: 375, n.8).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 145
tórica. Además, si bien la autoridad de los reyes era muy grande, no po-
dían tratar a las ciudades tesalias del mismo modo que a sus súbditos, co-
mo muestran las cartas de Filipo V a Larisa en las que hay recomendacio-
nes sobre orden interno, y sobre cómo aumentar la población, pero no
órdenes.1 Los reyes no solo apelaban a un determinado lenguaje oficial,
“cortés y eufemístico”, sino que se enfrentaban también a la necesidad
práctica y constante de construir poder.2
Esto justamente vuelve más notable el autoritarismo atribuido a Ape-
les, que pretende comportarse con los aqueos como no lo hubiera hecho
ni siquiera un rey. Autonomía es un concepto que, como hemos señalado,
no se adapta por completo a nuestra noción moderna, sino que debe en-
tenderse contextualmente como la descripción de la posición de un Esta-
do en el marco de una alianza de la que participa en la toma de decisiones
en común, y que, en lo discursivo, se opone directamente al dominio y la
“esclavitud”.3 Si bien etimológicamente autonomía está relacionada con el
nómos, con la ley o costumbre, en los textos en los que el término aparece
remite no tanto al sistema legal, sino a la capacidad de una entidad política
para manejar sus propios asuntos políticos y militares.4 En la Liga Heléni-
ca los aqueos habían quedado integrados como aliados, a diferencia de los
tesalios, lo que volvía eficiente y coherente la comparación polibiana con
el estatus político de aquellos (aunque fuera históricamente simplista e
incluso distorsionada).
Los límites de la acción real dentro de la alianza se advierten en varios
pasajes. Por ejemplo, cuando dos éforos espartanos fueron asesinados,
Filipo se abstuvo de decidir un castigo porque se trataba de un problema
de política interna, lo que le ganó el elogio por su prevención política para
con un aliado (4.22.3-24.9).5 Un rey helenístico no solía tomar decisiones
sin consultar previamente a su consejo y, en ese sentido, Filipo actuó co-
mo era esperable (18.7.4; 29.27.4; etc.). Ante aquellas muertes, en efecto,
las opiniones de sus consejeros estaban divididas sobre cómo actuar
(4.23.7). Algunos recomendaban hacer de los espartanos un ejemplo
(παράδειγμα ποιῆσαι τοὺς Λακεδαιμονίους), tratándolos como Alejandro
1
Mari (2009: 92). La datación de estas cartas: Habicht (2009: 59-73), Walbank
(1967: 35, 38).
2
Mari (2009: 93-94); cf. Welles (1938: 258-259, n.7).
3
Ostwald (1982: 30-41).
4
Ostwald (1982: 47).
5
Cf. Cartledge-Spawforth (1989: 57).
146 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
Magno a los tebanos (cf. 5.10.6; 38.2.13-14). Otros consejeros, los más
ancianos, le habrían recomendado, en cambio, que se limitara a castigar a
los culpables y dar el poder a sus amigos (4.23.8-9).
El rey desestimó finalmente ambos consejos. Según Polibio, tomó la
decisión moderada que le aconsejaba Arato, por lo que dejó a sus aliados
un bello ejemplo de su prevención política (καλὸν δεῖγμα τῆς ἑαυτοῦ
προαιρέσεως τοῖς συμμάχοις) (4.24.1-9; cf. Plu., Arat. 48.3). El resultado es
paradójicamente el mismo que sus phíloi más duros le proponían, es decir,
dar un ejemplo, pero, en este caso, el propio. Arato era presentado allí por
primera vez como un “consejero sabio”, que conseguía conducir al rey a
tomar una decisión correcta con sus aliados.1 Se mostraba así como un
modelo de aliado responsable, capaz de utilizar sus consejos para morige-
rar las tendencias naturales del poder hegemónico, consiguiendo incluso
que Filipo renunciara a gobernar la ciudad a través de sus amigos (su-
perando así a Antígono) (4.24.7).2
El curso de acción finalmente seguido por el rey es creativamente in-
terpretado como el resultado de la influencia positiva de los consejos de
Arato, lo que revela una percepción idealista de las relaciones de poder al
interior de la alianza, con confianza en las posibilidades de encauzarla me-
diante el consejo sabio y oportuno, la intervención diplomática, de un
aliado responsable y activo. El proyecto de Apeles, por su parte, revela una
evaluación realista de la tendencia de los grandes reinos a incrementar su
dominio, en sintonía con las palabras de Filopemén a Aristeno sobre la
disposición de los poderosos a oprimir cada vez más a los débiles. El límite
de la autonomía frente a un poder hegemónico era bastante delgado y
requería en la práctica de la habilidad de la élite política.
1
Plutarco también menciona el incremento de la fama de Filipo porque tomaba
buenos consejos y la de Arato por darlos (εὐπειθείας μὲν τῷ Φιλίππῳ δόξαν, εὐβου-
λίας δὲ τῷ Ἀράτῳ προσετίθει) (Plu., Arat. 48.3). También una inscripción en honor a
Arato en una estatua dedicada por los exiliados sicionios destaca sus “consejos” en
primer lugar entre sus cualidades (Plu., Arat. 14.3).
2
Antígono había colocado a Bráquiles como epistátes: 20.5.12, Feyel (1942:
131).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 147
“‘Si te es posible ocupar este lugar sin romper tu trato con los mesenios, te
aconsejo que lo tomes, pero si tomarlo ahora con tu comitiva te representa
perder las demás acrópoleis y la guardia (τὴν φρουρᾷ) que has recibido de
Antígono para vigilar a los aliados (quería decir que fueran leales) (ᾗ
παρέλαβες παρ’ Ἀντιγόνου φρουρουμένους τοὺς συμμάχους, λέγων τήν
πίστιν), mira no te valga más ahora retirar a tus hombres de aquí, pero dejar
intacta tu palabra: conservarás a los mesenios y también a los otros aliados
(καὶ ταύτῃ φρουρεῖν τοὺς Μεσσηνίους, ὁμοίως δὲ καὶ τοὺς λοιποὺς
συμμάχους)’”. (7.12.6-7; cf. Str. 8.4.8; Plu., Arat. 50)
1
Polibio reconoce esta primacía de lo oral a partir del 220 a.C., período de su
estudio histórico propiamente dicho (4.2.1-2). Sobre las fuentes orales: Zecchini
(2003: 141).
2
Filipo llevó a cabo una serie de campañas victoriosas en el norte contra los
dárdanos: Hammond-Walbank (1988: 374-375, 385, 401-403). Pudo haber dedi-
cado armas capturadas en el templo de Atenea Lindia (FGrH 532 F1, C42). En
efecto, en uno de los epigramas de Samo, el rey es descripto como el destructor de
los dárdanos con el epíteto de Zeus que aparece en la tipología de las monedas
(Δαρδανέων ὀλετὴρ ὁ κεραύνος εἷλε Φίλιππος) (Anth. Pal. 6.115).
3
Una exageración, puesto que Filipo fue nombrado prostatés por la alianza que
él había apoyado militarmente: Errington (1969: 30).
150 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
voluntad (τοὺς μὲν Ἕλληνας εὔνους ὑπάρχειν αὐτῷ) y serían unos compa-
ñeros de armas fieles en sus empresas (καὶ βεβαίους συναγωνιστὰς πρὸς
τὰς ἐπιβολάς), y los foráneos serían una amenaza menor contra su poder,
asustados por la fidelidad de los griegos hacia él (τοὺς καταπεπληγμένους
τὴν τῶν Ἑλλήνων πρὸς αὐτὸν πίστιν)” (5.104.6). Filipo encarnaba en ese
decisivo momento el ideal del rey helenístico, alguien a quien podían los
griegos estar dispuestos a aceptar por su superioridad como benefactor,
estando dispuesto a protegerlos y a respetar su autonomía.1 Pero esta
imagen se desmoronaría poco después como resultado de la endeblez del
malentendido sobre la que estaba construida.
El discurso de Agelao había sido efectivo, en efecto, “porque había
proferido palabras en sintonía con la predisposición que habían generado
en Filipo los consejos de Demetrio” (5.105.1). Este le había sugerido que
hiciera la paz con los etolios e invadiera Italia, previo ataque de Iliria, para
hacerse con el dominio del mundo (5.101.8-10). El consejo de Agelao,
por su parte, era estar atento a lo que ocurriera en Italia, pero a la defensi-
va, para hacerse con el dominio del mundo (5.104.1-11). Aunque simila-
res, ambos mensajes eran muy distintos, lo cual revelaba la incapacidad
del rey para interpretar correctamente el consejo,2 así como también per-
mitía al historiador introducir una sensible ruptura en la construcción
narrativa del personaje.3
Previamente, en el libro 5, Filipo había iniciado su transformación de
rey a tirano, que era una adecuada forma de enajenarlo con respecto al
mundo griego. Thornton sugirió que 5.9-12 merecía un estudio detenido
en términos de lo que implicaba el proceso de metabolé como pensamien-
to profundo orientado a la nueva experiencia del contacto con Roma.4 En
efecto, las reflexiones políticas de Polibio a menudo se desarrollan en con-
textos narrativos específicos, frente a fenómenos concretos, pero con una
vocación de reflexión general. En el pasaje en cuestión se comparaba el
accionar del rey en Termos con las acciones moderadas de Antígono Do-
1
Bringmann (1993: 8).
2
Baronowski (2011: 126).
3
Lo que podría pensarse como una ruptura en la caracterización del personaje.
Si recorremos la trama narrativa de los libros 4-5, se nos muestra a un joven rey sor-
prendente por su velocidad e inteligencia de sus acciones, subestimado equivo-
cadamente por sus enemigos: McGing (2010: 98-115). No era Filipo quien había
cambiado, sino los consejeros.
4
Thornton (2004a: 514, n. 184). Las etapas en la evolución de Filipo como
personaje: Welwei (1963: 38-53).
152 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Mendels (1977: 159-161; 1980).
2
La distinción polibiana entre consenso y miedo para definir el régimen uniper-
sonal de gobierno se remonta al siglo V a.C.: Welwei (1963: 123-124, n. 1).
3
Paralelo con la transformación de la dominación cartaginesa sobre Iberia y la
violencia sexual contra las mujeres e hijas de los caudillos íberos: Erskine (2005:
237). Frente a este comportamiento sexual transgresor, Escipión Africano mostraba
allí su continencia. Además de Polibio, están las versiones de Valerio Antias y Livio.
Antias es el único que afirma que Escipión (Gell. 7.8.6, FRH 15 F26, HRR F25) se
quedó con la muchacha como un objeto sexual. Livio dice que la devolvió, pero in-
troduce un diálogo entre Escipión y el prometido de la joven en el cual se hace jugar
enseñanzas morales y políticas: Chaplin (2010). En Polibio hay una acentuación de
la contención y moderación del general (ἐγκρατεία, μετριότης), pero no solo como
ejemplo moral. Una comparación entre el comportamiento sexual de Filipo V, Esci-
pión y los cartagineses revela que el comportamiento sexual es un indicador del co-
rrecto o incorrecto ejercicio de la hegemonía. En el libro 6 la transgresión sexual es
el indicador de la transformación del ejercicio del poder (6.7.6-7, 8.5-6). Cf.
Thornton (2001: 240) a propósito del episodio de Damón de Queronea en el siglo I
a.C. sobre el poder y las relaciones sexuales.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 155
1
Paus. 7.7.5, Anth. Pal. 9.519. También el rumor de un intento de asesinato de
Filopemén (Plu., Phil. 12.2; Paus. 8.50.4). Esta noticia también aparece confusa-
mente en Iust. 29.4.11. Cf. Gruen (1986: 444). Otros asesinatos atribuidos a Filipo:
Walbank (1943: 4, n.3).
2
Polibio distorsiona una práctica tradicional en Macedonia desde el siglo IV
a.C.: Hammond-Walbank (1988: 474). Los traslados de tracios: Ibíd.: 476.
3
Walbank interpreta aquí, seguido por Balasch Recort, “sc. γῆν”, pero Mauers-
berger “sc. παραλίαν”. Se trate de toda la tierra macedonia o solo de las ciudades
costeras, el pasaje habla de la enajenación de los macedonios hacia su rey.
4
Identidad entre territorio y poder real: Hatzopoulos (1996: 167-171).
156 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Petzold (1969: 102).
2
Moore (1965: 19, 130).
3
Eckstein (1987: 150-161).
4
Aymard (1940). Cf. Walbank (1990: 85-87), Pédech (1964: 200, n. 512),
Lehmann (1967: 221).
5
Gabba (1957: 33-34).
6
Eckstein (1987).
7
Cf. Musti (1978: 71). Llama la atención que enviados rodios actuaran como
mediadores en las disputas entre algunas ciudades aqueas en el 200 a.C. (IG 42
1.75). Rodas en ese momento estaba en guerra con Filipo, lo que habla de la laxitud
de la alianza: Ager (1991: 22, n. 39).
158 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Eckstein (1987: 146-149); cf. Liv. 32.19.4.
2
Eckstein (1987: 146, n. 50).
3
Los políticos tebanos habían logrado la alianza con Roma admitiendo una
guarnición en su territorio, lo que los haría pasibles de acusación de traición desde la
perspectiva polibiana: Thornton (2001: 39-42, 83).
4
El ofrecimiento de Corinto: Liv. 32.19.4, Eckstein (1976: 138-140); cf.
18.45.12. En Nicea: 18.2.5; Liv. 32.33.7; ante el senado: 18.11.4. Cf. 18.10.11; Liv.
32.37.3. Aymard (1970: 85-86) considera improbable que Flaminino hubiera ofre-
cido Corinto, puesto que una decisión política de ese alcance no habría podido ser
tomada por un comandante. Eckstein (1987a: 268-317), sin embargo, ha mostrado
que este tipo de aproximación híper-legalista no se condecía con la realidad de la
relativa autonomía de los comandantes romanos en el campo.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 159
1
Cf. Darbo-Peschanski (1995).
2
Las tres ciudades tenían vínculos de reciprocidad con la casa real macedonia.
Al mismo tiempo, al excluirlas de la votación, se liberaba al resto del colectivo aqueo
de sus obligaciones recíprocas para con Filipo. Cf. Aymard (1970: 79-102). Los re-
presentantes de Argos justificaron su decisión por su parentesco con los Antigóni-
das (Liv. 32.22.11; 27.30.9). Argos abandonó incluso la Confederación y juró leal-
tad a Filipo (Liv. 32.25.1-12). En el caso de Corinto, es probable que su propia po-
blación contribuyera a rechazar un ataque aqueo por sorpresa contra el Acrocorinto
(Liv. 32.23.3-13; Paus. 7.8.2; Zonar. 9.16; App., Mac. 7).
3
Cloché (1939: 363-366), Treves (1940: 290).
4
Wankel (1976: 1248).
5
McQueen (1978: 45-47), Hammond-Walbank (1988: 77-78).
6
Merker (1989: 309-310).
7
Aymard (1940: 11).
160 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Un sentido paradójico de la opresión del Peloponeso por los macedonios en
18.11.4-6 y la invitación que les habían hecho en 18.14.6, que había permitido a los
peloponesios recuperar el sentido de la libertad: Walbank (1990: 85-86), Eckstein
(1987: 157).
2
El principal temor de los aqueos era en ese momento Nabis (Liv. 32.19.6;
App., Mac. 7). Lo que, por otro lado, era coherente con la política aquea centrada en
el Peloponeso: Gruen (1986: 445-447). Este interés particular se reconoce en la
intensidad diferenciada de su esfuerzo bélico. En Cinoscéfalas no se menciona la
presencia de ningún contingente aqueo entre las fuerzas aliadas (Plu., Flam. 7.2),
aunque por la misma época se muestran muy activos en las operaciones en torno a
Corinto. Más tarde, durante la campaña contra Nabis, Aristeno aparece al frente de
un considerable contingente de 11000 hombres (Liv. 34.25.3).
3
Apenas sellada la alianza, los aqueos movilizaron sus tropas contra Corinto
para apoyar la ofensiva de L. Quincio Flaminino (Liv. 32.23.3-4). La victoria del
estratega Nicóstrato sobre la guarnición macedonia en Corinto (Liv. 32.14-15).
Livio introduce el pasaje, tratándose de un episodio estrictamente griego, de un
modo interesante: “En la misma época, y el mismo día según algunos han trans-
mitido (ut quidam tradidere, eodem die), los aqueos derrotaron en Corinto a Andrós-
ÁLVARO M. MORENO LEONI 161
con los romanos contra Nabis (Liv. 34.25.3, 28.11; 35.13.2, 25.2-10; etc.),
Antíoco III (39.3.8; Liv. 36.5.1-2; 37.20.1-14, 21.1-4, 39.9).
Esto ya había ocurrido en el caso de la alianza con Antígono. Aunque
su ayuda había permitido quebrar la capacidad de resistencia de Cleóme-
nes, el restablecimiento de los intereses aqueos (πραγμάτων κατορθώ-
σεως) había supuestamente dependido de sus propias acciones (2.53.3).1
Varios autores modernos, en efecto, suscriben la idea de que el episodio
del cambio de alianzas aqueo de la década del 220 a.C. sirve como ilustra-
ción del tema de la nobleza de la acción independiente en un contexto de
necesidad.2 Y las Historias atribuyen a la intervención aquea, en efecto, la
mayor importancia en la resolución favorable de la guerra.3 La toma de
Argos por los aqueos permitió supuestamente a Antígono, bloqueado
frente al Istmo, penetrar finalmente en el Peloponeso (2.53.1-6). Luego,
cuando Cleómenes intentó reconquistar la ciudad fue rechazado noble-
mente (γενναίως) por los aqueos. Una de las razones atribuidas a Arato
para no querer recurrir a Antígono antes era, justamente, que sabía que
aquellos “pensaban que era más bello (κάλλιστον εἶναι) procurarse la sal-
vación de sus ciudades y del país por sí solos y no con la ayuda de otros”
(2.47.1). La historia de Enesedimo, joven comandante aqueo durante la
rebelión argiva, tiene el mismo tenor porque muestra la nobleza de un
aqueo que prefiere morir en su puesto para cumplir las órdenes federales
(Liv. 32.25.6-10).4 Esta historia era similar también a lo que se contaba de
los ciudadanos de Megalópolis, Estínfalo y, hasta cierto punto, Clítor,
tenes, un general del rey, en batalla singular” (Liv. 38.14.1). Esta información debió
haber sido consignada por Polibio: Briscoe (1973: 275).
1
El mismo Arato, ante la asamblea, exhortó a los aqueos: “a que intentasen,
sobre todo, defender por sí solos sus ciudades y su territorio. Pues nada sería más
hermoso y ventajoso que esto (οὐδὲν γὰρ εἶναι τούτου κάλλιον οὐδὲ συμφερώτερον)”
(2.50.1; cf. 2.42.3-4).
2
Eckstein (1995: 199), Petzold (1969: 116-123). Cf. Gruen (1972: 622-623).
3
En el relato de Plutarco, si bien Arato y los aqueos llegan primero, Cleómenes
recién huye cuando Antígono se muestra con sus fuerzas (Plu., Arat. 44.3; Cleom.
21.4). La liberación había sido iniciada por el estratega Timóxeno y las tropas a-
queas estacionadas en Sición (Plu., Cleom. 20.4).
4
El pasaje puede tener un origen polibiano, como en general los acon-
tecimientos orientales en los libros 31-33: Briscoe (1973: 11), Nissen (1863: 138).
Eckstein (1995: 69, n. 47) también aboga por un origen polibiano del libro 17 y pa-
rangona el episodio con el del oficial seléucida que se niega a entregar la ciudad de
Perge a Manlio Vulso hasta recibir una orden de Antíoco III.
162 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
“Pues la verdad es que un solo hombre, Tearces, por su propia infamia, des-
honró el amor a la libertad y la nobleza de las gentes de Clítor, pero natural-
mente ellas niegan que aquel haya nacido de entre ellos, sino que su estirpe
es bastarda de uno de los soldados venidos de Orcómeno”. (2.55.8-9)1
1
Cleómenes consigue introducirse en Megalópolis solo “con el concurso de
unos fugitivos de Mesene” (2.55.3). Cf. 9.18.1; Errington (1969: 17).
2
Jinetes aqueos ἐπίλεκτοι, no megalopolitanos: Errington (1969: 20).
3
Cf. Errington (1969: 22), quien subraya la limitada participación de Filope-
mén.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 163
1
κοινωνῆσαι τῶν πραγμάτων ὁλοσχερῶς τοῖς Ῥωμαίοις (28.12.2). Cuestión ya
decidida por Arcón tras el coloquio con los principales políticos aqueos (28.7.1).
2
Musti (1978: 71-72) ha advertido esta dicotomía entre objetivos generales y
particulares de los traidores. Polibio acentúa este individualismo.
164 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
bién sobre la decepción del historiador.1 Pese a todo, siguió adelante con
su obra, lo que prueba que no todo era pesimismo ante el presente de
Grecia, y porque en el fondo abandonar la escritura era abandonar la ilu-
sión de libertad y autonomía.
Los nuevos políticos debían actuar como Aristeno, “según las necesi-
dades de los tiempos y las situaciones (κατὰ τὰς τῶν καιρῶν περιστάσεις)”
(28.13.11), que es como había reaccionado Arato ante el vuelco adverso
de la Guerra Cleoménica. En las situaciones críticas, las decisiones de los
líderes eran decisivas. Esta idea estaba en consonancia con la lectura poli-
biana de la historia aquea, en la que, si bien el orden institucional era óp-
timo, solo se había alcanzado el renombre cuando aparecieron líderes
capaces (προστάτας ἀξιόχρεως) (2.40.1), y en el crítico momento del 146
a.C. el desastre pudo quizá evitarse si los líderes hubieran actuado de
acuerdo con las “circunstancias”, es decir, si Dieo y Critolao hubieran
reparado en la ἀδήριτος ἐξουσία alcanzada por Roma, que dejaba el diálo-
go como la única opción honorable y razonable.
1
Eckstein (1995: 254-271).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 165
1
HCP I: 528, Welles (1934: 327).
2
Greenblatt (2005: 4-5).
3
Greenblatt (2005: 256).
4
Jerusalem (1879).
5
Koehn (2013).
6
Eckstein (1995).
166 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
ὀργήν).1 A menudo, algunos autores han dicho que los textos de las ins-
cripciones peloponesias “revelan el modo cómo Polibio y los ambientes
cercanos a él buscaban presentar la fase culminante de su actividad políti-
ca”.2 No creo que esto sea del todo correcto.
En total, existen tres retratos datados con seguridad luego del 146 a.C.,
a los que se suman cuatro posteriores, acompañados de inscripciones. La
representación en los mismos no dependía exclusivamente ni de Polibio,
ni de sectores cercanos a él, al menos, no directamente porque los hono-
res cívicos eran decisiones resultantes de complejos procesos de negocia-
ción al interior de la comunidad política. Como Ma ha señalado recien-
temente “el monumento honorífico era el artefacto de una cultura política
particular, estaba diseñado para expresar valores comunitarios, declara-
ciones, y relaciones; representaba a un individuo, pero también a la co-
munidad toda”.3 Un retrato, con su inscripción, que capturaba su sentido
y lo moldeaba, era la materialización de una “intención honorífica” creada
en el marco de una ideología cívica específica. Yo creo que Thornton está
esencialmente en lo correcto: la autorrepresentación de Polibio apuntaba
a colocarlo en el lugar de un mediador, pero no creo que haya sido una
elección totalmente libre.
A propósito de estas inscripciones y estelas honoríficas, Ma advierte
una notable serialización de imágenes e inscripciones en honor a Polibio a
nivel pan-peloponesio en un momento en el que se estaba desarticulando
la Confederación Aquea.4 Quizá la práctica fuera similar a la decisión fe-
deral de erigir múltiples retratos de Filopemén tras la muerte del líder en
Mesene (Plu., Phil. 21.5). Según Ma, esta práctica tenía que responder a
una estrategia colectiva de mostrar cultura y propósito comunes en un
momento de crisis y puede revelar, además, la existencia de fórmulas es-
tándar en manos de distintas póleis. Filopemén era un héroe para los
aqueos y, en algún punto, se reprodujo en Polibio una práctica similar,
asociándolo a aquel como mediador con el poder romano. Puede haber
existido cierta condescendencia por parte de la comunidad con los gustos
e intereses del honrado, que buscaba, en efecto, asociarse con la figura de
su maestro, pero dicha estrategia de autorrepresentación parece dialogar
de forma especial con la cultura política aquea y con su historia reciente.
1
HCP III: 689.
2
Thornton (1999: 596).
3
Ma (2013: 243).
4
Ma (2013: 280-282).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 167
“Bien sé, Apio Claudio, que este tono que vengo empleando hasta ahora en
mi discurso no es el propio de un aliado ante otro ni el de un pueblo libre
sino el de un verdadero esclavo que se justifica delante de su amo (neque so-
ciorum apud socios neque liberae gentis esse, sed vere servorum disceptantium
apud dominos)”. (Liv. 39.37.9)3
1
Eckstein (2008: 219-220).
2
No hay certeza absoluta sobre si se trata de ese A. Claudio, pero es lo más po-
sible: Briscoe (2008: 334-335).
3
El texto latino es de la edición de Sage, pero presenta dificultades: Briscoe
(2008: 343).
4
Desideri (2007: 177).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 169
1
Thornton (1999).
170 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Ma (2013: 282-283).
2
Ma (2013: 283).
3
Smith (1998: 87). Cf. Dio 36.17, Walker (1991), Zanker (1995: 220) y Swain
(1996: 83-85, 215-216).
4
Robert (1969: 42-44).
5
Wallace-Hadrill (2008: 43-57).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 171
1
Zanker (1995: passim).
2
Rosillo-López (2015: 14-17).
3
Braund (1982: 353-354).
4
Thornton (1999).
172 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Miltsios (2013: 138).
2
Golan (1995: 35-36).
3
Errington (1969: 32-34).
4
Cf. Friedländer (1955: 340).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 173
“si alguien les advierte que (ὅταν μέντοι γε διδάξῃ τις αὐτοὺς), de sus peticio-
nes, unas no se pueden cumplimentar y otras comportan desdoro y vergüen-
za grandes a los aliados, ellos no acostumbran a porfiar ni a presionar en
asuntos de este tipo. De modo que si alguien les advierte (ἐάν τις αὐτοὺς
διδάξῃ) de que, a los aqueos, acatar este escrito les supone transgredir leyes y
juramentos y violar lo consignado en las estelas en lo que concierne a la polí-
tica conjunta de la Confederación, los romanos se retractarán y convendrán
en que nuestras prevenciones son fundadas y que con razón desoímos sus
ruegos”. (24.8.3-5)
El modelo de político aqueo, entonces, era aquel que, como Arato, Fi-
lopemén, Licortas y Polibio, se mostraba dispuesto a actuar con sensatez,
entendiendo que los aqueos no tenían los recursos para enfrentarse abier-
tamente con Roma y que, por lo tanto, necesitaban dialogar, convencer,
en definitiva, actuar diplomáticamente. La situación luego del 146 a.C.
cambió de forma drástica, pero las necesidades eran las mismas, lo que
explica por qué el historiador concluía su obra con una referencia a una
misión diplomática cumplida en Roma (39.8.1). En época tardohelenísti-
ca los viajes de los embajadores griegos a Italia eran no solo frecuentes,
costosos y fatigosos, sino que hacían a los ciudadanos que los realizaban
objeto de honores por parte de sus comunidades.2 La apelación a la di-
plomacia no implicaba un mensaje de resistencia encriptado, ni tampoco
una apología de la oposición, sino solo la expresión de una esperanza idea-
lista en las posibilidades de mantener una autonomía honorable. Los már-
genes de acción, reales o imaginarios tras el 146 a.C., podían ensancharse
si el líder político era capaz de “enseñar” o “advertir” (διδάσκειν) a los
romanos, sin caer en el servilismo, actuando como un “amigo verdadero”
(φίλος ἀληθινός) y no como un “adulador” (κόλαξ) (24.10.5).3
1
Deininger (1971: 137).
2
Linderski (2007: 56-58).
3
Se critica también esta práctica de Prusias en Roma (ὑπερβολὴν οὐ καταλιπὼν
ἀνανδρίας, ἅμα δὲ καὶ γυναικισμοῦ καὶ κολακείας οὐδενὶ τῶν ἐπιγινομένων) (30.18.5),
en contraste con Livio (45.44.4-21). Cf. Welwei (1963: 114-116).
174 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
partir del libro 31. En el marco de las disputas internas de la dinastía pto-
lemaica, por ejemplo, Ptolomeo VIII iba a solicitar al senado que le quita-
ra a su hermano Cirene para entregársela, y Polibio escribirá al respecto:
“Los romanos echan mano con frecuencia de decisiones así: se aprove-
chan de la ignorancia del vecino para aumentar y organizar de forma efec-
tiva su poder (ἐν οἷς διὰ τῆς τῶν πέλας ἀγνοίας αὔξουσι καὶ κατασ-
κευάζονται τὴν ἰδίαν ἀρχὴν πραγματικῶς), cosa que encima se les agradece,
pues dan la impresión de beneficiar a los ofendidos” (31.10.7).
De todos modos, es necesario insistir en que no hay un juicio estric-
tamente negativo sobre la política romana, sino más bien una profundiza-
ción del tema de la tendencia de toda potencia hegemónica a seguir la
política de la conveniencia como modo efectivo de incrementar su poder.
Como ha demostrado Miltsios, desde el primer momento Roma es pre-
sentada narrativamente a su público como guiada por una política egoísta
y expansionista (cf. 1.20.1-3, 6.6).1 Bien entendida esta cuestión, lo más
importante era evitar que los romanos se aprovecharan de la ignorancia
(ἄγνοια) de los políticos griegos y, para ello, eran necesarias las lecciones
de la historia, muy urgentes en Grecia continental en el siglo II a.C. Al
interior de la facción de Polibio, en plena Tercera Guerra Macedónica, se
criticaba ácidamente a aquellos políticos que preferían granjearse favores
personales de los romanos (ἰδὶαν χάριν ἀποτιθεμένους παρὰ ῾Ρωμαίοις),
aunque actuaran así contra las leyes y el bien común (παρὰ τοὺς νόμους
καὶ παρὰ τὸ κοινῇ συμφέρον) (28.6.6).
Dentro de la nueva estructura del sistema interestatal helenístico, a los
políticos griegos les quedaban dos recursos: una política racional y hono-
rable, por un lado, y el diálogo y la diplomacia, por el otro. Las posibilida-
des de ejercer un rol activo como aliados, conservando los espacios de
autonomía, descansaban en seguir disponiendo de παρρησία o libre dere-
cho a la palabra,2 en sintonía con lo que había sido la experiencia histórica
helenística de interacción con reyes, cuya virtud podía radicar en recono-
cer la παρρησία a sus consejeros razonables (Isoc., Ad Nic. 9-35).3 Si avan-
zamos hasta el siglo II d.C., Dion Crisóstomo oponía las nociones de
1
Miltsios (2013: 27-28).
2
Plutarco (Arat. 45.2), cuando quería mostrar la falta de libertad de Arato tras el
pacto con Antígono, señalaba que este no era dueño más que de su sola lengua y que
incluso usarla con parrhesía podía resultar peligroso (οὐδενὸς ἦν ἢ μόνης φωνῆς ἔτι
κύριος, ἐπισφαλῆ τὴν παρρησίαν ἐχούσης).
3
Virgilio (2003: 28).
176 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Desideri (1978: 460, n. 3).
2
La transformación moral del término parrhesía a partir del siglo IV a.C.:
Scarpat (2001: 67-72).
3
HCP III: 725.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 177
1
Cf. Los embajadores de Lámpsaco y Esmirna, que provocan la ira de Antíoco
III, al hablar con parrhesía viniendo de ciudades sometidas (18.52.2).
2
Centralidad de la advertencia a los romanos usando el logismós: Champion
(2004: 156).
178 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
1
Scarpat (2001: 36-37).
2
Thornton (2001: 136-148).
3
Aunque Polibio habla de un arbitraje tras Leuctra, varios autores sostienen que
es bastante más probable que el mismo hubiera tenido lugar después de la batalla de
Mantinea. Cf. Cary (1925).
4
Lafond (1991: 44).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 179
1
Welwei (1966: 291, 295-296).
2
Ferrary (1988: 310, n. 149).
3
Thornton (1999: 621, 625-626).
4
Fuks (1970: 87, n. 66).
5
Musti (1967: 203); cf. Dmitriev (2011: 346).
180 LOS AQUEOS: ENTRE MACEDONIA Y ROMA
CONCLUSIÓN PRELIMINAR
1
Didu (1993: 131), Deininger (1971: 225-226).
2
Bastini (1987: 274, n. 68) ha pensado que a lo sumo esta reutilización de la
consigna de Filopemén por Critolao podía descansar en una total incomprensión de
la política de aquel.
3
Thornton (1999: 614-615).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 181
“En nuestros días tanto Acarnania como los etolios, igual que muchos otros pue-
blos, se encuentran exhaustos y sin recursos a causa de sus continuas guerras. Du-
rante mucho tiempo, sin embargo, los etolios, juntamente con los acarnanios, se
mantuvieron firmes no solo frente a los macedonios y a los otros griegos, sino
también, finalmente, frente a los romanos, luchando por su autonomía.” (Str.
10.2.23)
Detrás de estas palabras puede estar Artemidoro, cuya obra fue la princi-
pal fuente utilizada por Estrabón para su geografía griega en la que se in-
serta este reconocimiento de lo que fue la política etolia al menos desde el
siglo III a.C., y que llegó a su fin en 167 a.C. cuando los romanos decidie-
ron apoyar directamente el ascenso al poder de políticos etolios favora-
bles, mediante la matanza y deportación de buena parte de su élite política
(Liv. 45.28.6-7). Fue el final de treinta años de oposición a la hegemonía
romana, un intento tan heroico como finalmente infructuoso por defen-
der su autonomía (περὶ τῆς αὐτονομίας ἀγωνιζόμενοι). Pero Polibio no lo
veía de ese modo, sino que, por el contrario, para él las numerosas guerras
contra Macedonia y Roma eran el reflejo de una irracional búsqueda eto-
lia de la hegemonía.
Los libros 4-5, donde se tematiza el ascenso y caída de la hegemonía
macedonia, dan cierto protagonismo también a la Confederación Etolia.
Al término de la Guerra Social (220-217 a.C.), que es el principal conflic-
to que estructura los libros 4-5, y anticipando la συμπλοκή del mundo me-
diterráneo, el etolio Agelao, que percibió las líneas generales del momento
histórico, intentó hacer ver a Filipo y a los demás griegos la necesidad de
no perder de vista lo que estaba ocurriendo en occidente donde estaba
por surgir el futuro conquistador de los griegos. En su opinión, esto re-
184 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Musti (1978: 71-75).
2
Musti (1978: 72).
3
Antonetti (1990: 39-143).
4
Champion (2004: 122-137).
5
Fine (1940: 150), Treves (1938: 199-200).
6
Aunque Eurípides (Ph. 138) denomina el armamento del etolio Tideo como
“meixobarbarós”. Cf. Antonetti (1990: 107-110).
186 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
sus prejuicios, afirma que Alejandro de Etolia era el “griego” más rico
(21.26.9).
Sus hábitos diferentes a los del resto del mundo griego de la pólis con-
tribuían decisivamente a la construcción e instalación de este discurso de
alteridad. En efecto, no vivían inicialmente en póleis, puesto que Etolia
experimentó un desarrollo urbano más tardío que el resto de Grecia, co-
mo ocurrió también en otras áreas de la península como Acaya. En las
representaciones clásicas, en ese sentido, se menciona a los etolios como
un pueblo tosco, montañés, belicoso, ignorante tanto del uso de la falange
hoplítica como de la vida en la pólis, hablante de un griego incomprensi-
ble, consumidor de carne cruda y, especialmente, afecto al robo y al pillaje
(Thuc. 1.5-6; 3.94.4-5).1 El etolio como salteador se encuentra también
en el Himno Itifálico a Demetrio Poliorcetes (291 a.C.), registrado por
Duris de Samos y transmitido por Ateneo (Deipn. 6.253b-f). Sin embargo,
esto se debía a que el estereotipo había sido definido en una situación de
conflicto. También parece haber ocurrido durante el ascenso al poder de
Cleómenes en Esparta, que en su discurso señaló que gracias a sus refor-
mas los ciudadanos ya no iban a ser víctimas de los saqueos de ilirios y
etolios (Plu., Cleom. 10.6). Licisco, mientras buscaba convencer a los es-
partanos de no aceptar la alianza de los etolios, también acusó a estos de
haber cometido actos propios de escitas y celtas (9.34.11).2 Aunque no
use el término “bárbaro”, se asocia su comportamiento al de los prototi-
pos norteños de la barbarie.
Tucídides muestra una imagen todavía ambivalente. Por un lado, ape-
la a la representación cultural común de la vida en la pólis como el estado
óptimo, esperable en un ateniense, opuesto al carácter primitivo de los
pueblos de los márgenes, que, como los etolios, son una reliquia del pasa-
do (τῆς Ἑλλάδος τῷ παλαιῷ τρόπῳ) (Thuc. 1.5.3).3 En el libro 3, por otro
lado, aparece una imagen diferente, más agresiva, que estigmatizaba a este
pueblo (Thuc. 3.94.4-5).4 Su origen reside en una reacción ateniense con-
tra un pueblo alineado con Tebas y Esparta durante la segunda Guerra del
Peloponeso, pero desde un punto de vista estrictamente narrativo no sería
un dato menor a señalar que quienes los caracterizan de ese modo son los
mesenios, interesados en convencer al ateniense Demóstenes de invadir
1
Cf. Antonetti (1990: 71-84).
2
Grainger (1999: 9).
3
Cf. Hornblower (2003: 24-25).
4
Cf. Antonetti (1990: 71-84).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 187
1
Habicht (2006: 108-110).
2
Grainger (1999: 91).
3
Grainger (1999: 5-6).
4
Scholten (2000: 101).
5
Rzepka (2013).
6
Strootman (2005).
7
Amossy-Herschberg Pierrot (2010: 40-43).
188 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Eckstein (1995: 140-150).
2
Eckstein (1989). Cf. Pédech (1964: 216-229).
3
Eckstein (1995: 140-150).
4
Champion (2004: 112).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 191
1
Si la conjetura de Grainger (2000: 70, 81) sobre el estratega etolio del 231/0
a.C. es correcta, sería verdaderamente irónico notar que el autor de este terrible acto
de hýbris política pudo haber sido el mismo Agelao.
2
Frazier (2002: 84-85).
3
Scholten (2000: 12).
4
Grainger (1999: 188-201).
5
Pritchett (1971: 82-92).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 193
“pero Dorímaco, irritado (διοργισθεὶς), les dijo que eran unos completos ne-
cios si creían que así injuriaban a Dorímaco y no a la Confederación Etolia (εἰ
Δωρίμαχον οἴονται νῦν προπηλακίζειν, ἀλλ᾽οὐ τὸ κοινὸν τῶν Αἰτωλῶν). Y es-
timaba que lo sucedido era del todo indigno, que ellos se atraerían un castigo
1
Grainger (1999: 184-187; 2000: 185-186), O’Neil (1984/1986: 44-53).
2
Grainger (1999: 556).
3
Antonetti (1990: 238-240), Grainger (1999: 188, n. 2).
4
Eckstein (1995: 148).
194 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
general y que esto lo sufrirían con justicia (καὶ κοινῆς αὐτοὺς ἐπιστροφῆς ἔφη
τεύξεσθαι, καὶ τοῦτο πείσεσθαι δικαίως)”. (4.4.4-5)
1
Cf. Baronowski (2011: 73-77).
2
Escopas (4.27.1), Dorímaco (4.67.1). Este último quizá fuera enviado como
grammateús a Figalia y Escopas, además de pariente de Aristón, podría haber sido
hiparca, lo que daría sentido al hecho de que Aristón descargara en Escopas parte de
ÁLVARO M. MORENO LEONI 195
sus funciones. A partir de mediados del siglo III a.C. la hiparquía se había convertido
en un requisito previo formal para aspirar a la estrategia: Scholten (2000: 280).
1
Champion (2004: 122).
2
Grainger (1999: 7-8).
3
Flacelière (1937: 288-290).
4
Scholten (2000: 278-281), Grainger (1999: 7-8).
5
Moreno Leoni (2009).
196 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
al modo animal (4.3.1). La codicia era también para ellos una costumbre
(εἰθισμένων) (4.16.2),1 un modo de vida (τῷ τρόπῳ) (4.16.4), que solo
podían reprimir contra su naturaleza (παρὰ φύσιν) gracias a la acción de
un líder sensato como Agelao (5.107.7).
Cuando Dorímaco buscaba convencer a Escopas de atacar a Mesene,
recurría a lo más apropiado para impresionar a un etolio (τὸ δὲ συνέχον
τῆς Αἰτωλικῆς προτροπῆς), poniendo ante sus ojos los recursos que ob-
tendrían (4.5.5). El propio Dorímaco era un joven “lleno de ímpetu y co-
dicia etolia” (πλήρης Αἰτωλικῆς ὁρμῆς καὶ πλεονεξίας) (4.3.5). Como
Teodoto, o el cretense Bolis, Dorímaco demostraba ser, pensar y actuar
de acuerdo con estereotipos étnicos definidos (5.81.1-7). Tampoco pare-
ce casual que otros individuos etolios estén signados también por una falta
de moderación con el dinero, como Escopas, famoso por su avaricia
(φιλαργυρία) y codicia (πλεονεξία) (18.55.1-2), o Alejandro, dispuesto a
morir antes de entregar dinero por su avaricia (φιλαργυρία) y pasión por
amontonar dinero (τὸ πλεῖον ὁρμὴ παρίσταται καὶ προθυμία) (21.26.15-
17). Esta descripción coincide, por lo demás, con la imagen colectiva del
libro 13, donde la polytéleia era un mal moral que conducía a los etolios a
cargarse de deudas (13.1-1a). Finalmente, en el libro 18 la δωροδοκία, el
soborno, era moneda corriente en Grecia, pero especialmente en Etolia
(18.34.7-8; cf. App., Mac. 9.1).
Pero los etolios no son solo salteadores codiciosos, sino también so-
berbios, confiados en sus fuerzas y con excesivas aspiraciones de poder.
Esto los llevaba a tomar decisiones precipitadas, incluso antes de obtener
resultados, como en el sitio de Medión. Polibio señala que la ἀλαζονεία es
propiamente etolia (4.3.1), que es un término que en la Comedia Nueva
se atribuye a la arrogancia insensata bárbara y se opone, por lo tanto, a la
ἀνδρεία, al coraje temperado con prudencia griego.2 Tras la batalla de Ci-
noscéfalas, cuando los etolios comienzan a perseguir una posición hege-
mónica se los representa pretendiendo sin éxito dictar una paz decidida en
realidad por los romanos. Los términos que caracterizan este tipo de so-
berbia son la ἀλαζονεία (4.3.1; 18.34.2), la ὑπερηφανία (4.4.7; 18.5.6),
pero también el φρόνημα (2.3.3, 4.6; 4.3.3, 62.4, 64.8; 21.25.8). Agrón, rey
de los ilirios, se alegraba de haber triunfado sobre los etolios, “pueblo el
1
Licisco señala que es costumbre (ἔθος ἐστί) (9.38.6). Insaciable codicia de
botín (Aetolis ob insatiabilem auiditatem praedae) (Liv. 33.11.8).
2
Hall (1991: 123-124).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 197
“Pero lo más intolerable es que vosotros, que os equiparáis a los romanos (οἱ
ποιοῦντες ἑαυτοὺς ἐφαμίλλους Ῥωμαίοις), exijáis que los macedonios se mar-
chen de toda Grecia. Decir esto es, ciertamente, una gran fanfarronada
(ὑπερήφανον), que si proviene de los romanos es aún soportable, pero no, si
de los etolios”. (18.5.5-6; cf. Liv. 32.33.8)
1
Champion (2007: 360-361).
198 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
“Y respecto a la guerra entre Antíoco y los romanos es claro que debe tener-
se por causa la cólera de los etolios. Estos, ciertamente, creyendo que en mu-
1
Sacks (1975), Mendels (1984/6).
2
Mendels (1984/6: 66-67), Ferrary (1988: 150, n.75).
3
Los relatos más recientes sobre el estallido de la crisis: Grainger (1999: 407-
498), desde la perspectiva etolia. Grainger (2002), Ma (1999: 82-102), desde la
perspectiva de Antíoco III. Harris (1985: 219-223), desde el punto de vista romano.
Eckstein (2008: 306-341), desde un punto de vista sistémico.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 199
chos aspectos eran tenidos en poco por los romanos a la vista del desenlace
de la guerra con Filipo (ἐκεῖνοι γὰρ δόξαντες ὑπὸ Ῥωμαίων ὠλιγωρῆσθαι κατὰ
πολλὰ περὶ τὴν ἔκβασιν τὴν ἐκ τοῦ Φιλίππου πολέμου)... estuvieron dispuestos
a hacer y sufrir cualquier cosa debido al resentimiento creado a partir de las
circunstancias indicadas”. (3.7.1-2; cf. 3.3.3)
1
HCP I: 309.
2
Konstan (2006), Harris (2001).
3
Harris (2001: 56-60).
200 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
parece que se puede hacer” (Arist., Rh. 1378b). Así, era imposible sentir
ὀργή y miedo (ἀδύνατον γὰρ ἅμα φοβεῖσθαι καὶ ὀργίζεσθαι) (Arist., Rh.
1380a). La consecuencia es que un inferior, alguien más débil, no puede
jamás experimentar ὀργή contra un poderoso (Arist., Rh. 1380b).1 Las
posteriores definiciones helenísticas de ὀργή retoman el núcleo aristotéli-
co con modificaciones menores.2 En Polibio no se halla nada semejante a
una reflexión ordenada y sistemática, sino más bien un uso corriente del
término, que lo acerca al lenguaje de la Retórica, ideado para instruir a los
oradores para influir sobre individuos en los tribunales.
A pesar de Sacks, Mendels sostuvo la no neutralidad del uso de ὀργή
en las Historias, que caracteriza el comportamiento iracundo de la multi-
tud, las mujeres, los bárbaros y los mercenarios, aunque también sorpresi-
vamente el de Roma (διοργισθέντες: 2.8.13; ὀργή: 20.10.7; 21.29.9, 31.3-
8; 22.5.6; 30.4.2, 23.2, 31.12-17; 33.7.3; 38.4.7, 18.10).3 También en la
inscripción en honor de Polibio en Megalópolis se lo representaba como
quien había calmado la ira de los romanos contra los griegos (καὶ
παύσειιεν αὐτοὺς ὀργῆς ˂τῆς˃ ἐς τὸ Ἑλληνικόν) (Paus. 8.30.8). ¿Era la
ὀργή una disposición para actuar siempre negativa? En general, en las
Historias la ὀργή suele ejercerse sobre alguien débil e inferior, tal como
parece implicar la solicitud de Aminandro a Flaminino de establecer unos
términos de paz que impidieran a Filipo descargar su ὀργή sobre su reino
debido a su debilidad (18.36.4). También Matos, el mercenario libio,
dirigió su parlamento a sus aliados africanos para advertirles que sobre
ellos iba a recaer la ὀργή cartaginesa (1.69.7). Del mismo modo, no pu-
diendo hacer la guerra a los romanos, Filipo descargó su ὀργή sobre Ma-
ronea (20.13.1). La noción de ὀργή polibiana parece amoldarse muy bien,
entonces, a la perspectiva aristotélica.
El público recibía así información indirecta que le permitía compren-
der mejor las condiciones de irracional evaluación de los etolios, quienes
confiados en la posibilidad de tomar revancha contra Roma, cometían un
grueso error político al decidir ir a la guerra conducidos por una falsa
creencia, y por una gran arrogancia. Jenofonte decía algo muy similar so-
bre las consecuencias de la ὀργή: “y, por supuesto, es un error completo
atacar a los contrarios por cólera y sin reflexión. Pues la cólera no prevé,
1
Harris (2001: 57-58).
2
Harris (2001: 61).
3
Mendels (1984/6: 63); cf. Sacks (1975: 93). Sobre orgé y los romanos:
Eckstein (1989: 6-7); cf. Erskine (2000: 175, n. 38).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 201
1
Fornara (1988: 106-107).
2
Eckstein (1989: 2-4).
3
Guelfucci (1994: 247-252) señala que μαθεῖν o συνεφιστανεῖν demuestran acti-
vidades mentales necesarias para extraer una lección. El φιλομαθής es además aquel
capaz de dar una prueba de curiosidad de espíritu (πολυπραγμοσύνη), espíritu
crítico y de atenta reflexión (ἐπίστασις).
202 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Una prolepsis de esta fanfarronería se advierte en el momento de la entrevista
en Lócride (198 a.C.) cuando, tras las exigencias de Flaminino a Filipo V, llega el
turno de las reivindicaciones de los aliados griegos. El enviado de Pérgamo, el rodio
y los aqueos solicitaron reparaciones dentro de sus intereses particulares, pero los
etolios, sorprendentemente, repitieron las exigencias de los romanos, es decir,
retirada de Filipo de Grecia y, en consonancia con los demás, restitución de las
ciudades anteriormente parte de la Confederación Etolia (18.2.6). Cf. 18.5.5-6.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 203
1
Estrabón (9.5.20), en cambio, coloca a ambos pueblos, romanos y etolios, a la
misma altura en la decisión de la batalla. Plutarco (Flam. 7.2) da las cifras de com-
batientes alineados en Cinoscéfalas: 26.000 soldados en total, de los cuales 6.000
infantes y 400 jinetes eran etolios, lo que revela el esfuerzo de guerra etolio porque
la leva total de tropas federales nunca había excedido los 15.000 hombres: Grainger
(1999: 202-214).
2
Sobre el papel decisivo atribuido a las tropas romanas en 18.25-26, sobre todo
en la decisiva primera carga de infantería del ala derecha y el rodeo de la falange
macedonia: Eckstein (1987a: 278, n.79). Además, es notable el peso puesto en la
racionalidad del comandante romano, opuesta a la irracionalidad del rey, lo que
hacía derivar la victoria de las decisiones de Flaminino: Eckstein (1995: 183-192).
El papel de Flaminino en Tito Livio: Carawan (1988: 222-224).
204 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
para exceder el limitado punto de vista etolio: “los etolios desconocían los
usos y costumbres romanas; se orientaban según ellos mismos y calcula-
ban que lo lógico era que Filipo en aquella ocasión hubiera alargado una
gran cantidad de dinero, y que Tito Flaminino no hubiera podido resistir
la tentación” (18.34.8; cf. 31.32.1). Un oportuno encuadre, por lo tanto,
buscaba apartar al público griego de las sospechas etolias: “Por aquel en-
tonces, en Grecia el soborno prevalecía y nadie hacía nada gratis; esto
circula como moneda corriente entre los etolios, que no podían creer que
aquel cambio de Tito Flaminino para con Filipo se hubiera dado sin la
existencia de regalos” (18.34.7). No era la primera vez, sin embargo, que
se mencionaba la corrupción entre los griegos (παρὰ μὲν τοῖς Ἕλλησιν) y
su inexistencia entre los romanos (παρὰ δὲ Ῥωμαίοις), al menos en el
momento previo a su expansión de ultramar (1.56.13-15).1
Existe una relación interna entre el pasaje del libro 18 y las enseñanzas
expuestas en 6.56.1-5 sobre las costumbres del dinero entre los romanos,
fundadas en la autoridad del conocimiento directo, pero también por su
trato personal con dos individuos escogidos como ejemplos: L. Emilio
Paulo y Escipión Emiliano, lo que clausuraba la crítica del público
(18.35.3-12). La frontera cultural entre griegos y romanos importa allí
porque se advierte el esfuerzo por evitar que la interpretación adquiriera
un cariz completamente distinto a la luz del sentido común griego. Los
etolios suponían una causa que era perfectamente imaginable y coherente
para ellos, así como también para el resto de los griegos, pero ello se debía
a su desconocimiento de los usos y costumbres romanos.
Durante la conferencia de paz en Tempe y, luego, en las negociaciones
finales con Filipo, se produjo un intercambio de palabras entre el coman-
dante romano y Feneas, el representante etolio, que exigía que se tuviera
en cuenta en aquella ocasión la letra del primer tratado (18.38.7).2 Según
este acuerdo, se estipulaba que los romanos debían quedarse con los bie-
nes muebles, el botín, mientras que las ciudades y las ganancias territoria-
1
Cf. 31.25.3-7. La crítica de Polibio a la codicia y la corrupción de la élite griega:
36.17.5-10, 10.22.10, Eckstein (1997: 185-186).
2
Cf. Feneas: Liv. 33.13.9-10, Alejandro de Etolia: Liv. 34.23.7. Aunque allí se
evidencia la posición etolia sostenida en Tempe: 1) continuidad del tratado; 2)
cláusula de reparto del botín. Con todo, aunque el pasaje es de origen polibiano,
34.22.4-13 ha sido muy reelaborado por Livio: Briscoe (2003: 85). La fecha del
acuerdo de los etolios con Levino es más probablemente el 211 a.C.: Eckstein
(2008: 88, n. 42).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 205
les serían para los etolios, lo que implicaba que Filipo debía devolverles
Larisa Cremasta, Fársalo, Tebas ptiótica y Equino (18.38.3; cf. HCP II:
555-556). En rigor, se trataba de una repetición de las exigencias formula-
das por Alejandro en la conferencia de Lócride durante el año anterior
(18.3.12).
Llama la atención que el procónsul, que estaba al tanto de aquellos re-
clamos, esquivara el tema exigiendo a Filipo, en cambio, tan solo la entre-
ga de Tebas ptiótica. Esta política es extraña. En efecto, un año antes de su
derrota, Filipo había prometido devolver a los etolios Fársalo y Larisa
Cremasta, pero no Tebas ptiótica (18.8.9). Flaminino aducía una respues-
ta legalista, aunque no debería exagerarse su dominio jurídico en el cam-
po.1 En primer lugar, respondió que la alianza con los etolios había que-
dado sin efecto después de su paz por separado en la guerra precedente y,
en segundo lugar, buscó aclarar que, según la letra de aquel tratado, los
etolios debían tomar posesión “no de las ciudades que se pasaron volunta-
riamente a la lealtad romana... sino de aquellas eventualmente conquista-
das por la fuerza” (18.38.8-9; cf. Liv. 33.13.11-12; IG 9.12 2.241). Flami-
nino no logró convencer a los etolios. A partir del 196 a.C. siguieron re-
clamando de forma insistente la entrega de Fársalo, a la que sumaron
Léucade (18.47.8).
La inscripción del tratado difícilmente concuerda con el argumento de
Flaminino, aunque cualquier conclusión es hipotética dado el estado mu-
tilado del texto epigráfico, fundamentalmente entre las líneas 15-20 que
refieren a lo debatido en Tempe. Para Sacks, Polibio habría querido poner
en evidencia el abuso y la arbitrariedad del romano, pero esta lectura des-
cansa en la discutible tesis de dos momentos en la representación de los
etolios en las Historias.2 Para entender el pasaje, me parece que es necesa-
rio apelar al sentido didáctico que los etolios tienen en la narrativa de los
acontecimientos de la primera década del siglo II a.C.
1
La discusión jurídica importaba solo en un segundo plano frente a las obli-
gaciones morales para con los aliados etolios: Eckstein (1987a: 291-292).
2
Sacks (1975: 104-105). En rigor, Walbank (1990: 43, n. 59) marca claramente
estas dos posturas de supuesta “deshonestidad”, o bien por parte de Polibio, o bien
de Flaminino, esgrimiendo, además, el argumento del estado fragmentario de la
plancha del tratado. De todos modos, Polibio también pudo tener motivos para
dejar mal parado a Flaminino, al menos si se acepta que el historiador aqueo es la
fuente del famoso tópico de la rivalidad entre el comandante romano y Filopemén:
Raeymaekers (1996: 276).
206 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
La nueva realidad del poder romano hacía que las opciones de los líde-
res griegos se redujeran básicamente a dos: aceptar las órdenes de Roma
o, sin desafiarlas, tratar de conducirse según la letra de los tratados. Inten-
tar imponer el propio parecer, recurriendo a discutir tratados no vigentes
no constituía la estrategia más inteligente. Solo el recurso a las armas po-
día empeorar aún más las cosas. Los etolios recorrieron todo el abanico de
opciones insensatas. Primero, reclamaron sin base legal por un tratado ya
no vigente; segundo, encolerizados, llamaron a Antíoco III a Grecia para
enfrentarse a los romanos y, tercero, intentaron negociar una deditio in
fidem desconociendo su significado.
Polibio quería presentar a su público las posibles posturas políticas pa-
ra brindarle herramientas para entender los aspectos de la nueva situación
hegemónica. Su opinión sobre la Realpolitik romana era muy atenta, sobre
todo, con sus observaciones a propósito de la explotación romana de la
ἄγνοια de los líderes griegos para incrementar su propio poder (31.10.7).1
El público tenía ante sí la oportunidad de escoger entre dos caminos segu-
ros, aunque quizá no necesariamente convergentes. Por un lado, la políti-
ca de lo conveniente y, por el otro, la de lo noble, que se atribuían a Aris-
teno y Filopemén respectivamente (24.11-13).2 Como Ferrary ha pro-
puesto, Polibio aceptaba y compartía el razonamiento del último que, en
líneas generales, partía de un reconocimiento de la debilidad militar aquea
y de la necesidad de aprovechar las características particulares de los
acuerdos con los romanos para mantener la posición.
En ese sentido, es notable la similitud entre la perspectiva política atri-
buida a Filopemén y las palabras de Antíoco III en Plutarco, que habría
afirmado que las póleis súbditas podían ignorar todas aquellas disposicio-
nes reales siempre que fueran contrarias a sus respectivas leyes (Plu., Mor.
183 F). Ma ha notado esta convergencia en el espacio político del mundo
helenístico entre las reivindicaciones de autonomía local y la ideología
1
Magnetto (2007: 15). Cf. 4.36.9; 6.43.4.
2
Cf. Ferrary (1988: 294-299), Eckstein (1995: 203, n. 36), Walbank (1995:
273, n. 4). Algunos autores han reconocido una caracterización negativa de la polí-
tica de Aristeno en el uso del εὐσχήμονα (honorable, respetable), opuesto al καλήν
(noble) de Filopemén. Εὐσχήμων significaría “que tiene una fachada de honor”:
Petzold (1969: 45-46), Musti (1978: 77). Ferrary (1988: 297, n. 102) trae a cola-
ción varios pasajes y, además, algunos decretos honoríficos (Syll.3 608, 615, 667)
donde εὐσχήμων tiene una connotación claramente positiva. Aunque moralmente se
prefiere la opción de Filopemén, no se tacha por ello de inmoral el accionar de
Aristeno. Cf. Thornton (1995), con la crítica de Ferrary (2005: 23-24).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 207
1
Ma (1999: 93).
2
Eckstein (2008: 211-217).
3
Desideri (2007).
4
Eckstein (1987a: 289).
208 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
El año 191 a.C. fue crítico para la Confederación Etolia, que estaba en-
frentando una amenaza militar particularmente peligrosa. Su aliado, An-
tíoco III, había sido vencido en Termópilas y forzado a retirarse a Asia
Menor.1 M. Acilio Glabrión y Filipo V habían luego llegado a un acuerdo
para lanzar un ataque conjunto contra dos importantes ciudades etolias,
Heraclea y Lamia. Noticias de la caída de Heraclea pronto llegaron al con-
sejo etolio reunido en Hípata por lo que se decidió enviar una embajada
ante Glabrión (20.9.1; Liv. 36.27.1),2 quien, ocupado con el reparto del
botín, les aconsejó que hablaran primero con L. Valerio Flaco, su subor-
dinado. Se envió entonces una segunda embajada, encabezada por el es-
tratega Feneas, quien, siguiendo el consejo de Flaco, ofreció a Glabrión
una deditio in fidem. Tras una complicada serie de eventos, esta deditio
fracasó y los etolios siguieron estando en guerra. Polibio señala la razón
básica del fracaso: “los etolios... decidieron autorizar a Acilio a tratar con
todo el asunto, entregándose ellos mismos a la fe de los romanos, no sa-
biendo qué fuerza tenía esto, sino siendo engañados por la palabra ‘fe’,
como si fueran a obtener una misericordia más completa debido a esto.
Pero entre los romanos entregarse a ‘la fe’ tiene la misma fuerza que en-
tregar la autoridad sobre uno mismo al vencedor” (20.9.10-12).
El relato de la deditio del fragmentario libro 20 es uno de los principa-
les testimonios sobre esta práctica romana (cf. Liv. 36.27-29),3 junto con
1
Las fuentes y una breve discusión: Will (2003: 206-207).
2
Grainger (1999: 464-466).
3
Sobre la reescritura del material polibiano por Livio: Tränkle (1977: 170-178),
Briscoe (1981: 259-260). Sobre la improbabilidad de una fuente analística: Briscoe
(1981: 260).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 209
1
Nörr (1980).
2
Burton (2009), Eckstein (2009; 1995: 195).
3
Gruen (1982).
4
La fides como una constricción para la política exterior romana: Hölkeskamp
(2000a: 229-230).
210 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Dmitriev (2011: 249); cf. Boyancé (1972). Un himno calcidio celebraba igual-
mente la πίστις (fides) romana y de Flaminino (Plu., Flam. 16).
2
Gruen (1982: 66). Traducción de la inscripción: Ma (1999: 308-311).
3
Ma (1999: 216); cf. Dmitriev (2011: 241-242).
4
Otros ejemplos: 5.77.5-6; 78.6.
5
Giovannini (1983).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 211
1
En c.192/1 a.C., según Badian (1952).
2
Calderone (1964: 45-52).
3
Ma (1999: 292-294). Para la atribución de la carta a Zeuxis, y no a Antíoco:
Ma-Derow-Meadows (1995).
4
De modo similar, los cirrestas se confiaron a la πίστις de Antíoco III luego de
ser derrotados (οἱ δὲ περιλειφθέντες παρέδοσαν ἑαυτοὺς εἰς τὴν τοῦ βασιλέως πίστιν)
(5.50.8).
5
Sherwin White-Kuhrt (1993: 58).
6
Es claro que se trata del discurso de Nabis en Liv. 34.31.1-19.
7
Briscoe (1981: 97-98).
8
El mismo Gruen finalmente reconoce esto en su más reciente monografía:
Gruen (2011: 133).
212 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Cf. Dmitriev (2011: 240).
2
Gruen (1986: 316-356).
3
Así: 3.52.4, 60.10 (tribus galas ante Aníbal); 3.100.3 (Aníbal y Lucería); D.S.
13.43.3 (Segesta y Cartago); Liv. 26.16.13 (Aníbal y Capua); Liv. 29.30.11 (Masini-
sa y Macetulo); Gruen (1982: 68, n. 90).
4
Gruen (1982: 61-62).
5
HCP III: 79-80, Nörr (1989: 30-31).
6
Cf. La carta de los Escipiones a Heraclea (190 a.C.), felicitando a sus habitan-
tes por haberse entregado a la fides romana y otorgándoles la libertad, “como a las
otras ciudades que nos habían dado la autoridad a nosotros”: Syll.3 618, HCP III: 79,
Ma (1999: 366-367).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 213
trato con la gran expansión de los siglos II-I a.C.1 Ninguno de estos facto-
res históricos, sin embargo, debilita la sustancia de la posición de Polibio
en 20.9.10-12.
Pero además lo ocurrido en Iliria se vincula con el tratamiento de los
romanos en los primeros cinco libros como griegos honorarios. Allí, como
Champion enfatiza, el contraste entre fides romana e ilegalidad iliria difí-
cilmente podría ser más explícito (2.11.5-6: Ῥωμαίων πίστιν... Ἰλλυριῶν
παρανομίαν).2 Los romanos aparecen, de ese modo, como los liberadores
de los griegos de la terrible amenaza bárbara de quienes, en aquella época,
“eran enemigos comunes” (κοινοὺς ἐχθροὺς εἶναι) (2.12.6). Desde un
punto de vista histórico, esta elaboración puede corresponderse además
con la naturaleza más laxa e informal del orden establecido por los roma-
nos en el área adriática.3
Tanto desde una perspectiva histórica como desde una historiográfica,
las costumbres de los romanos no son particularmente problemáticas
cuando estos se enfrentan a bárbaros, pero en sus primeros contactos con
los griegos se enfatiza su alteridad, como ocurre con los mencionados
discursos de Agelao, Licisco y Trasícrates, así como también con el accio-
nar de Sulpicio Galba en Egina. Mi énfasis en la alteridad cultural en el
caso de la fallida deditio etolia está en línea con el desarrollo de la narrativa
desde el libro 18 y la reunión entre Flaminino y los etolios. Allí, tras la
victoria sobre las tropas de Filipo en el paso del Aoo (198/7 a.C.), los
etolios exigieron las ciudades que el rey había arrebatado a la Confedera-
ción (18.2.6):
“mientras el rey estaba todavía diciendo estas cosas, Feneas, que estaba con-
siderablemente disminuido en su visión, interrumpió a Filipo, diciendo que
lo que afirmaba no tenía sentido: él debía combatir y triunfar o seguir los
mandatos del más poderoso. Pero Filipo, aunque estaba en una mala situa-
ción, no pudo, sin embargo, contenerse de su estilo particular sino que diri-
giéndose a él dijo: ‘Esto es claro, Feneas, incluso para un hombre ciego’.
1
Piganiol (1950: 343-344), HCP III: 79, Dmitriev (2011: 243).
2
Champion (2004: 113). Para πίστις como acto de in fidem se dedere en relación
con Corcira, ver: Edlund (1977: 133). Polibio aquí parece haber estado traduciendo
directamente las palabras romanas, dando sinónimos griegos aproximados: fides por
πίστις, amicitia por φιλία, como quedaba establecida a través del acto de la deditio
(HCP I: 161).
3
Petzold (1971: 215-216), Eckstein (2006: 266; 1999). Cf. Derow (1991).
214 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
“Porque cuando él había llegado cerca de los tebanos con sus fuerzas y esta-
ba instándolos a entregarse a la fe de los romanos, ellos se negaron. Por lo
tanto, ahora, que están en sus manos por guerra, decía que tenía el poder de
decidir sobre ellos como quisiera. Cuando Feneas y sus amigos lo considera-
ron excesivo y dijeron que tenían el derecho de tomar las ciudades que ha-
bían estado aliadas con ellos previamente, primero, porque habían combati-
do a su lado y, segundo, de acuerdo con la alianza original, según la cual el
botín capturado en la guerra pertenecería a los romanos, pero las ciudades a
los etolios. Tito dijo que ellos se mostraban ignorantes (ἀγνοεῖν) sobre am-
bas cuestiones. Porque la alianza había sido anulada cuando ellos habían lle-
gado a un acuerdo con Filipo, abandonando a los romanos, e incluso si la
alianza siguiera vigente, no tendrían derecho a tomar las ciudades que se hu-
bieran entregado voluntariamente a la fe de los romanos, lo que habían he-
cho todas las ciudades en Tesalia, sino solo en el caso de que alguna hubiera
sido capturada por la fuerza”. (18.38.5)
1
Gruen (1986: 441); cf. Dmitriev (2011: 250-252). Es interesante observar que
Feneas aparece en el registro epigráfico (IG 9.1.1; Grainger 2000: 266) como
γραμματεύς etolio en 207/6 a.C., que es, precisamente, el año en el cual la Confede-
ración Etolia decidió hacer una paz por separado con Filipo, directamente contravi-
niendo los términos del tratado con Roma: no sabemos, de todos modos, si Polibio
dijo algo sobre eso.
2
HCP III: 80-81.
216 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
romanos desde el comienzo, pero Lucio cortó en seco la perorata y dijo que
este tipo de autojustificación no era apropiada para la situación actual, por-
que los actos amistosos del comienzo habían sido anulados por ellos mis-
mos, y la hostilidad actual se debía a los etolios, los actos amistosos del pasa-
do ya no podían contribuir en nada a las circunstancias del presente. Por lo
tanto, les aconsejaba dejar de lado la autojustificación y cambiar a un discur-
so de súplica y buscar obtener el perdón del general por sus errores. Los eto-
lios, habiendo pronunciado un discurso aún más largo sobre la situación en
la que habían caído, decidieron traspasar todo a la autoridad de Manio
(ἐπιτρέπειν τὰ ὅλα Μανίῳ), entregándose a la fe de los romanos, pero siendo
engañados por la palabra ‘fe’, como si fueran a obtener una misericordia más
completa debido a esto. Pero entre los romanos entregarse a ‘la fe’ tiene la
misma fuerza que entregar la autoridad sobre uno mismo al vencedor (τὸ
τὴν ἐπιτροπὴν δοῦναι περὶ αὐτοῦ τῷ κρατοῦντι)”. (20.9.2)
1
LSJ, s.v. 2.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 217
timos cuando Flaco plantea casi los mismos argumentos que Flaminino
(18.38, la nulidad del tratado original).
Se ha advertido que la “ignorancia” etolia es un motivo recurrente en
la narrativa. Dos pasajes son particularmente relevantes para reafirmar
esto. En el libro 11 Trasícrates pronunció un discurso ante la asamblea
etolia (207 a.C.) en el que rogó a los etolios “poner su propia ignorancia
ante sus ojos” (11.5.1, 8). Como ya sugirió Pédech, esta referencia a la
ἄγνοια es posiblemente una adición polibiana, que implica la visualización
como un recurso mnemónico para inculcar una lección moral.1 Y poco
después del episodio de la deditio, en un contexto completamente diferen-
te (20.11.7), Filipo, en conversación con el etolio Nicandro, culpará a la
“ignorancia colectiva de los etolios (τὴν κοινὴν τῶν Αἰτωλῶν ἄγνοιαν)”
por todos los males de Grecia, también con un objetivo didáctico. Así, el
énfasis de nuestro pasaje en la “ignorancia” etolia es completamente orgá-
nico para entender las relaciones grecorromanas. La segunda embajada
etolia, liderada por Feneas, intenta entonces la deditio:
“El rey (Tarquinio) preguntó (a los colatinos): ‘¿Son ustedes legados y ora-
dores enviados por el pueblo colatino para rendirse ustedes y al pueblo cola-
tino?
‘Somos’.
‘¿El pueblo colatino es un poder independiente?’
‘Lo es’.
1
Pédech (1964: 268), Marincola (2013: 82-83).
2
Ogilvie (1965: 154), citando Pl., Am. 258-9 para un listado similar de cosas
rendidas.
218 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
griegos: “coquetear, flirtear con los griegos”. Las glosas de Livio –moris Graecorum y
ex more Graecorum– son demasiado generales para indicar cómo entendía el verbo
griego.
1
El mismo propósito es delineado en las principales descripciones geográficas
(v.g. 1.41.7; 4.38.12; 5.21.9).
2
Sobre el propósito didáctico: Mioni (1949: 24-29), Sacks (1981: 122-144,
180-186), Eckstein (1995: 140-150). Sobre enseñar por ejemplo y mímesis en la
historiografía antigua: Fornara (1983: 114), Chaplin (2000), Nicolai (2007: 14-19).
3
Διόρθωσις (1.35.6, 8); ἐπανόρθωσις (1.35.1); cf. 1.1.1; 7.11.2; también “corre-
gir” (διορθοῦσθαι) (38.4.8).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 221
1
Eckstein (1995a: 284).
2
Eckstein (1995: 218, n. 29); cf. Ferrary (1988: 74-75).
3
Briscoe (1981: 261).
4
Para este significado (no en el LSJ) ver, v.g., Plu., Brut. 45.6.
222 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Livio ha “trasladado” este pensamiento de la última afirmación de Polibio so-
bre los Apoklétoi: 20.10.13, Briscoe (1981: 264).
2
HCP III: 78.
3
21.2.4-6, 4.10-13; Liv. 37.1.5, 49.4.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 223
CONCLUSIÓN PRELIMINAR
1
Zangara (2007: 59).
2
Musti (1978: 72), Antonetti (1990: 134).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 225
con estas cosas también todos los hombres y mujeres que son de la tierra y
las ciudades, así como también los ríos, puertos, templos, y tumbas, todo
junto, de modo que los romanos deben convertirse en señores de todo, pero
aquellos que se entregan simplemente ya no son señores de nada”. (36.4.1-
4)
1
Para este “doble” significado recíproco uno podría comparar los sustantivos
como χάρις. El primer significado es, de hecho, no reconocido por LSJ, s.v., que glosa
frases tales como τὴν ἐπιτροπὴν διδόναι περὶ σφῶν αὐτῶν como “rendición incondi-
cional”, pero esto oscurece que en tales frases la palabra realmente refiere al “poder”
o “autoridad” de la persona ante la cual la rendición se efectúa. La lingüística, sin
embargo, es claramente entendida en el P.-L., s.v.
2
Cf. Baronowski (2011: 103).
3
Miltsios (2013: 85).
226 LOS ETOLIOS: ENTRE LA IRRACIONALIDAD Y LA AUTONOMÍA IRRESPONSABLE
1
Cf. Pédech (1964: 199).
V
“(...) no puede ser todo puro azar que los fragmentos de Polibio concernientes a
Grecia estén llenos de conflictos políticos internos, mientras que los fragmentos
sobre Roma dan una impresión de unidad en la vida pública romana, que no co-
rresponde a la realidad… al infravalorar los conflictos internos y las tensiones
entre romanos y aliados de Italia, crea la atmósfera en la que las conquistas ro-
manas llegan a ser fáciles de comprender y difíciles de criticar”.1
1
Momigliano (1984: 229).
228 DOS MODELOS DE HEGEMONÍA
1
A pesar de la útil discusión de Williams (2001: 5-14) sobre el uso de “celta”,
“gálata” o “galo”, en este capítulo se hará mención exclusivamente a “celta” y, solo
cuando se mencione a los celtas instalados en Asia Menor, se utilizará “gálata”.
2
Strootman (2005: 101-102).
230 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
iba a tratar el momento en el cual los romanos habían tenido que sobre-
ponerse a la toma de su ciudad por los celtas para alcanzar la conquista de
Italia como primer paso hacia su supremacía actual (τοῖς μέλλουσι καὶ τὸ
κεφάλαιον αὐτῶν τῆς νῦν ὑπεροχῆς δεόντως συνόψεσθαι) (1.12.7; cf.
1.13.9). En el encuadre final, no solo se advierte una estrategia autoritativa
de magnificar el objeto de estudio (2.35.2-3),1 sino también su utilidad
didáctica, tan importante como la de las obras que en el pasado habían
narrado la invasión de Grecia por los persas y celtas (2.35.7). Esto posi-
cionaba a Roma, además, al menos en un plano retórico, fuera del mundo
bárbaro, del lado de la civilización porque “si los griegos necesitan apren-
der de los romanos cómo combatir a los bárbaros, entonces, los romanos
no pueden ser ellos mismos bárbaros”.2
No debe diluirse, sin embargo, la importancia de la reflexión implícita
sobre el problema de la hegemonía y la autonomía en 2.14-35 porque,
como advierte al público una prolepsis, el objetivo del pasaje es el tipo de
dominio con el que se iba a enfrentar Aníbal a partir del libro 3 (2.14.2,
24.1). Vale reflexionar, entonces, sobre el modo cómo Roma reaccionó a
la amenaza, qué recursos movilizó y cómo lo hizo. Para ello, el relato se
estructuraba en tres secciones: 1) 2.14.4-17.12: digresión geográfico-
etnográfica sobre la Galia Cisalpina; 2) 2.18-20: relación histórica de las
primeras guerras romanas contra los celtas; 3) 2.21-35: el gran tumultus
celta e invasión romana de la Galia Cisalpina.
La primera sección, que conforma el excurso etnográfico propiamente
dicho, ha motivado cierta discusión sobre su originalidad o inserción tar-
día.3 No me voy a detener sobre este problema, pues, aunque se tratara
efectivamente de una inserción tardía, lo que interesa es su funcionalidad.
Allí, Polibio delimita Italia y la llanura de la Galia Cisalpina, estableciendo
la forma, la posición, los límites y el perímetro; menciona además sus re-
cursos económicos, las características físicas de sus habitantes y sus distin-
tas poblaciones, así como la ubicación y la descripción del río Po. Final-
mente, se introduce una breve reseña del poblamiento histórico de la re-
gión y de las costumbres celtas.4 El pasaje respeta, por lo tanto, los ele-
mentos básicos de un excurso etnográfico.5
1
Marincola (2004: 34-43).
2
Williams (2001: 164).
3
Cf. HCP I: 172-173, Pédech (1964: 567).
4
Cf. Pédech (1964: 578), Williams (2001: 60).
5
Thomas (1982), López Ramos (2008: 279).
232 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
La cronología de 2.18-20: HCP I: 184, Pédech (1964: 475-487).
2
HCP I: 185-187, 191.
3
La expresión ἀθλεταὶ τέλειοι γεγονότες: 1.6.6. Cf. 1.59.12.
4
Sobre las fuentes de los libros 1-2 (HCP I: 27-28). Arato: 2.56.1-2, 40.4, 47.11;
Filarco: 2.56-63; Fabio Pictor y Filino: 2.14.1-9; Filino: 2.15.1-12; Fabio Pictor:
3.8.1-9.5.
5
Mioni (1949: 121), HCP I: 27, Brunt (2001: 185), Bellen (1985: 11), Eckstein
(1987a: 4), Erdkamp (2008). Cf. Williams (2001).
6
Urban (1991), Berger (1992; 1995), Foulon (2000; 2001).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 233
1
Foulon (2001: 320). Dos veces aparece Γάλλοι, pero corresponden a la Suda
(21.37.5) y a una corrección de un filólogo.
2
Berger (1992: 109, n. 10), P.-L., s.v. Βάρβαρος.
3
Champion (2004: 245-253), Pelegrín Campo (2004: 45, n. 3-4).
4
Erskine (2000: 173-174).
5
Erskine (2000: 173).
6
Laqueur (1913: 178-179), De Sanctis (1967: 223-224), HCP I: 53-54.
7
τῆς λοιπῆς κατασκευῆς ἄμοιροι καθεστῶτες (2.17.9). Para κατασκευῆς tanto
Walbank (HCP I: 184) como el P.-L., s.v. κατασκευῆ, proponen civilización, pero
Polibio apunta a un sentido más específico de “enseres”.
234 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
Löcker (2007), v.g., reflexiona sobre este testimonio de Polibio y las espadas
celtas demasiado largas y que fácilmente se embotaban a partir de los restos depo-
sitados en tumbas, que muestran que las espadas, en efecto, tenían este tipo de
daños en el filo. Sin embargo, bien podría interpretarse esto de dos maneras: a) una
inutilización ritual; b) una evidencia de uso en la lucha y el entrenamiento.
2
Otros ejemplos de decapitación en: 3.67.3; 21.38.2-6 apud. Plu., Mul. Virt. 22;
Liv. 23.24.12; Foulon (2000: 347-348), quien observa que en la sociedad celta la
ofrenda de la cabeza cumplía una función dentro de las jerarquías sociales. Cf. Hdt.
4.64-65 (escitas), Liv. 10.26.10-11, Iust. 24.5.6, Str. 4.4.5, D.S. 5.29.4-5 (celtas).
También tracios y escordiscos utilizaban los cráneos de los enemigos como copas
(Am. Marc. 27.4.4; Ruf. Fest. 9.1; Oros. 5.23.18; Flor., Epit. 3.3.4): den Boeft et al.
(2009: 82-84), Rankin (1996: 51).
3
Zangara (2007: 59-62). Cf. HCP I: 205.
236 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
Quizá la imagen de la estatua colocada en Delfos (Paus. 10.18.7); cf. Scholten
(2000: 40-41).
2
Coarelli (1995: 56-57, 72-73, 78-79). La identificación del grupo Ludovisi del
Museo delle Terme con los originales del templo de Atenea en Pérgamo no es se-
gura: Strootman (2005: 125).
3
Reinach-Pottier (1885), Mitchell (2005: 283).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 237
“Prusias realizó una expedición contra aquellos y librando una batalla mató a
los hombres en la lucha cuerpo a cuerpo del mismo combate y degolló a casi
todos los niños y a las mujeres en el mismo campamento y entregó los ense-
res a los combatientes para que los saquearan. Con su acción libró a las ciu-
dades del Helesponto de un gran miedo y peligro y dejó un hermoso ejem-
plo a las generaciones futuras para que los bárbaros no pasaran con facilidad
de Europa a Asia”. (5.111.6-7)
1
No se trataba de legiones romanas: 2.26.1, Erdkamp (2009: 501).
238 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
El término presenta cierta variedad semántica, dado que admite un sentido de
perfidia, inconstancia, informalidad, violación de la fe jurada y ruptura de tratado:
P.-L., s.v. ἀθεσία.
2
2.32.8; 3.49.2, 70.4, 78.2; 4.29.4; 8.21.10; 9.30.2; 11.31.1; 14.1.4, 8.9; 15.1.14,
23.4, 24.6; 18.6.7; 24.14.7, 15.2.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 239
Polibio elogiaba a los romanos, en otro lugar, por “desarmar a los cel-
tas, meterles en navíos y situarles fuera de los límites de Italia (τῆς Ἰταλίας
πάσης ἐξορίστους καταστῆσαι)” (2.7.10). Por una empresa semejante se
celebraba la nobleza de los habitantes de Alejandría en Tróade, que ha-
bían expulsado a los gálatas de toda la región (ἐξέβαλον δ’ἐκ πάσης τῆς
Τρῳάδος τοὺς Γαλάτας)” (5.111.4). Hierón II pensaba también que su
victoria aplastante sobre los mamertinos le daba una oportunidad única
de expulsarlos de toda Sicilia (ἐκβαλεῖν ἐκ τῆς Σικελίας)” (1.11.7). El re-
curso a las armas y la decisión de expulsarlos, o exterminarlos, se presenta
al público como una consecuencia natural, producto de la ira romana con-
tra ellos, pero, además, entendible en la lucha contra un rival frente al cual
ninguno de los hábitos en la guerra regular resultaba válido.
Por ello, tras la victoria de Telamón, Polibio focaliza desde la perspec-
tiva romana –coincidente con la griega helenística– y señala que, en ese
momento, los romanos habían concebido la esperanza de poder expulsar
completamente a los celtas de toda la región padana (τοὺς Κελτοὺς ἐκ τῶν
τόπων τῶν περὶ τὸν Πάδον ὁλοσχερῶς ἐκβαλεῖν)” (2.31.8). Los jefes celtas,
por su parte, llegan a percibir que el propósito de los romanos se había
vuelto invariable (2.32.5, 34.1; cf. 2.23.11), lo que se ve confirmado por
los hechos posteriores (2.35.4). Desde un punto de vista narratológico, la
perspectiva inicial de algunos celtas, causa del gran tumultus por la amena-
za de ser expulsados o exterminados, devenía la perspectiva de los roma-
nos, que veían en esto el único modo de alcanzar la seguridad de Italia.1 Al
mismo tiempo, lo que era la perspectiva inicial de romanos e itálicos, el
temor y el riesgo, se convierte en la perspectiva final de los celtas. Por lo
tanto, debido al éxito de la enérgica reacción romana, la situación da un
vuelco total.
He señalado que Polibio tematiza algunos paralelos entre los vínculos
de Roma con sus aliados itálicos y los de un rey helenístico y sus aliados
griegos, sobre todo, porque resultan eficientes para definir los términos de
una relación hegemónica ideal. En efecto, cuando se produjo el gran tu-
multus celta, los itálicos no creyeron que estuvieran a punto de pelear por
la hegemonía romana, sino por sus propias ciudades y territorio y, por
ello, estuvieron dispuestos a obedecer en todo a los romanos.2 Tampoco
1
Νομίσαντες οὐχ ὑπὲρ ἡγεμονίας ἔτι καὶ δυναστείας Ῥωμαίους τὸν πρὸς αὐτοὺς
ποιήσασθαι πόλεμον, ἀλλ’ ὑπὲρ ὁλοσχεροῦς ἐξαναστάσεως καὶ καταφθορᾶς (2.21.9).
2
συνηργεῖτο δ’αὐτοῖς πάντα καὶ πανταχόθεν ἑτοίμως. Καταπεπληγμένοι γὰρ οἱ
τὴν Ἱταλίαν οἰκοῦντες τὴν τῶν Γαλατῶν ἔφοδον οὐκέτι Ῥωμαίοις ἡγοῦντο συμμαχεῖν
240 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
los celtas creían que fuera una guerra por la hegemonía, sino que, como he
observado, llegaban a pensar que era un conflicto para exterminarlos
(2.21.9), por lo que ni desde el punto de vista celta ni del itálico, los ro-
manos emprendían esta guerra para fortalecer su hegemonía y agrandar su
dynasteía. Además, los agresores que habían traspasado las fronteras de
“Italia” eran los celtas, lo que colocaba a los romanos en una posición de-
fensiva, idéntica a la de un rey “ideal” helenístico, protector y salvador de
sus aliados y exterminador de los bárbaros. Champion ha señalado que las
guerras contra latinos, etruscos, celtas, samnitas y Pirro, sintetizadas en
2.18-20, habían sido “luchas defensivas por la supervivencia que endure-
cieron a los romanos como grandes guerreros”.1 Pero Miltsios ha marcado
al respecto un punto importante, y es que en 1.6.6 se alude también a que
los romanos “se lanzaron entonces por primera vez contra las otras partes
de Italia en la idea de que luchaban ahora no por intereses ajenos sino por
algo propio y de su incumbencia (ἐπὶ δὲ τὸ πλεῖον ὡς ὑπὲρ ἰδίων ἤδη καὶ
καθηκόντων σφίσι πολεμήσοντες)”.2 La explicación de esta transformación
en la relación de Roma con el territorio itálico está expresada, entonces,
en el episodio de las Guerras Celtas, dando al pasaje un foco político simi-
lar al de la Achaica con respecto a los aqueos.
La victoria total alcanzada por los romanos, que reforzó su hegemonía
sobre los aliados itálicos, se consigue gracias al φόβος, el miedo, que los
bárbaros provocan inicialmente en los itálicos y romanos (2.23.7-12), que
permite presentar al público un ejemplo concreto de lucha por superar
esta emoción irracional como un paso decisivo en el desarrollo de las am-
biciones imperiales, dado que ya no podían temer nada peor (2.20.8-10).
Este sentimiento de amenaza, de miedo, apela tal vez a la noción latina del
metus Gallicus,3 pero no es necesario apuntar, me parece, a una parcialidad
propia, o de las fuentes consultadas, para componer un relato que justifi-
cara la ulterior política agresiva de Roma en la región.4
El anuncio de la narración de las Guerras Celtas, por otra parte, es
apropiado en el contexto del acuerdo de los romanos con Asdrúbal, cuya
οὐδὲ περὶ τῆς τούτων ἡγεμονίας γίνεσθαι τὸν πόλεμον, ἀλλὰ περὶ σφῶν ἐνόμιζον
ἕκαστοι καὶ τῆς ἰδίας πόλεως καὶ χώρας ἐπιφέρεσθαι τὸν κίνδυνον. διόπερ ἑτοίμως τοῖς
παραγγελλομένοις ὑπήκουον (2.23.12-13). Cf. 2.31.7.
1
Champion (2004: 106).
2
Miltsios (2013: 26).
3
Bellen (1985), Urban (1991; 1999: 12-15).
4
Harris (1985: 197-200).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 241
causa es el miedo que sentían por los celtas (ἀπὸ τῶν Κελτῶν φόβον)
(2.13.5). De hecho, la principal causa de la defección de Demetrio de Fa-
ros de la alianza con Roma es también su mal calibrado desprecio por el
miedo de los romanos a celtas y cartagineses (διὰ τὸν ἀπὸ Γαλατῶν τότε δὲ
διὰ τὸν ἀπὸ Καρχηδονίων φόβον περιεστῶτα Ῥωμαίους) (3.16.2).1 Tampo-
co parece casual que la narración terminara con una intervención del his-
toriador para alentar a los griegos a seguir el ejemplo romano y superar su
temor por los celtas (ὁ δ’ ἀπὸ Γαλατῶν φόβος... ἐξέπληξε τοὺς Ἕλληνας)
(2.35.9). Dada la estructura de encuadre didáctico usada, puede advertir-
se que parte de la enseñanza consistía en mostrar cómo manejar el miedo
irracional a estos bárbaros del norte, como un μάθημα o “lección” para el
público.2 Como ha demostrado Guelfucci, el término φόβος designa un
tipo de temor no razonado, instintivo y no correctamente sopesado por
los actores.3 Por lo que su superación marca un verdadero cambio de acti-
tud racional de los romanos.
En el libro 2 existe, en efecto, una relación mecánica entre tumultus
celta contra Italia y el φόβος como reacción automática de los romanos
(2.13.5, 18.9, 21.7, 22.7, 23.7), que es espontánea, producto de un temor
casi ancestral por estos bárbaros (2.23.7), pero para Polibio se trataba de
una reacción inicial infundada y, quizá por ello, introdujo una enumera-
ción exhaustiva de las fuerzas romanas en ese momento para resaltar esto
(2.24). Tradicionalmente, se creyó necesario rechazar de plano sus cifras
en ese pasaje, corregirlas o bien aceptarlas, sin atender al contexto narrati-
vo.4 Su exposición responde, sin embargo, a una construcción preconce-
bida que busca mostrar la participación activa de los distintos aliados itáli-
cos junto con su respectivo poderío demográfico y militar. Esto sería
coherente con un procedimiento habitual en la historiografía griega, pues-
to que, sin necesidad de remontarse a Homero, existe un parecido con la
enumeración de las fuerzas griegas en Salamina (Hdt. 8.43-48) o ante la
invasión persa de 480 a.C. y la gálata del 279 a.C. (Paus. 10.20.1-5). Las
cifras se proporcionaban por grupos regionales, lo que entra en contradic-
ción, sin embargo, con el procedimiento de reclutamiento romano por
1
Pero los romanos son más peligrosos cuando están bajo el efecto del miedo, lo
que vuelve el razonamiento de Demetrio errado (3.75.8; 6.18.2).
2
Guelfucci (2010a: 338).
3
Guelfucci (1986: 228-229).
4
Erdkamp (2008: 151). Walbank (HCP I: 196-199) individualiza los problemas
relativos a las cifras.
242 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
Erdkamp (2008: 151), Scheidel (2004: 4).
2
Yntema (2008).
3
Erdkamp (2008: 151).
4
Erdkamp (2008: 138-139).
5
Erdkamp (2008: 149-150).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 243
Las acciones de los romanos podían parangonarse con las de los grie-
gos de antaño, que habían vencido a persas y celtas, y merecían convertir-
se, por lo tanto, en un ejemplo para los griegos del presente y ello, creo,
debido al motivo del miedo dominado: “el terror a los celtas ha conster-
nado (ἐξέπλεσε) ya muchas veces a los griegos” (2.35.9). En el libro 3 se
adelantaba de qué modo, con su campaña en Asia Menor, los romanos
habían liberado a sus habitantes de su violencia incontestada (κατα-
λύσαντες τήν Γαλατῶν ὕβριν ἀδήριτον), de su miedo al bárbaro y de la
criminalidad de los gálatas (ἀπέλυσαν δὲ τοὺς ἐπὶ τάδε τοῦ Ταύρου κατοι-
κοῦντας βαρβαρικῶν φόβων καὶ τῆς Γαλατῶν παρανομίας) (3.3.5; 21.41.2).
Liberados de su propio miedo, podían no solo ser un ejemplo, sino con-
vertirse en libertadores de los griegos y hacer su hegemonía tolerable so-
bre la base de esta actitud evergética.
Por lo tanto, la magnitud de los recursos movilizados en 2.24 muestra,
por un lado, lo infundado del temor, meramente psicológico, mientras
que, por el otro, permite presentar a los romanos como rivales de peso
para la Segunda Guerra Púnica. La enumeración de las fuerzas romanas,
en efecto, podía dar una pista al público sobre la audacia del plan de
Aníbal, que, como sabemos, aunque bien proyectado, estaba destinado al
fracaso por no ajustarse a un momento adecuado (11.19.6-7),1 puesto que
la hegemonía romana en Italia ya estaba firmemente establecida, en parte,
debido al dominio del φόβος a los bárbaros, que van a ser los principales
aliados de los cartagineses. Y, en efecto, el dominio de este temor es signi-
ficativo por su uso repetido en la narrativa de las Guerras Celtas del sus-
tantivo φόβος (2.13.5, 18.9, 21.7, 22.7, 23.7), de los adjetivos φοβερόν
(2.23.7, 31.7, 33.2), κατάφοβοι (2.21.6) y δεινός (2.20.8), y también de
algunos verbos significativos como aterrorizar (καταπλήσσω), que expresa
lo que los celtas provocaban en los itálicos (2.18.1, 23.13) y, también, lo
que los romanos provocarán luego a los bárbaros (2.18.8, 20.9, 31.9).
1
Musti (1978: 66, n. 23) encuentra un paralelo entre la forma en que Polibio
presentaba la osadía de Aníbal (2.24.1) y la de Tucídides con la expedición atenien-
se a Sicilia (Thuc. 6.1.1; 6.1), en la que justo quería mostrarse la ineficacia de la
τόλμα contra oponentes fuertes: Desmond (2006: 376).
244 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
Zangara (2007: 288).
2
Zangara (2007: 299).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 245
1
Foulon (2000: 352).
246 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
1
Anderson (1999: 66-67, 72-74), Eckstein (2006: 63-64).
248 ROMA, LA DEFENSA CONTRA LOS CELTAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA
Tras finalizar la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), Cartago tuvo que
hacer frente a una rebelión de súbditos líbicos, a causa de un incremento
en la tributación, juntamente con el alzamiento de sus mercenarios vete-
ranos de la guerra en Sicilia por un descuido en su paga.1 No era el primer
alzamiento líbico de su historia (D.S. 14.77.1-6; 15.24.2-3),2 pero en esta
ocasión la insurrección duró un poco más de tres años y puso en jaque la
propia supervivencia de Cartago (1.88.7). Polibio, por su parte, atribuía al
acontecimiento cierta importancia, a juzgar por el espacio dedicado, más
de la cuarta parte del libro 1 (65-88) y, aunque su relación de las acciones
no es exhaustiva, incluso frustrante,3 el relato tiene una concisión cohe-
rente con el carácter sintético de los dos primeros libros.
Su inclusión, además, tenía un sentido didáctico-moral explícito, con
el abordaje de cuatro temáticas para beneficio del público: 1) un ejemplo
de “guerra sin tregua”; 2) el uso de mercenarios; 3) la diferencia entre
bárbaros y civilizados; 4) claves para entender la Segunda Guerra Púnica.4
El público atento podía notar que, pese a la centralidad en la narrativa del
alzamiento de los mercenarios,5 se trataba principalmente de una rebelión
de los súbditos líbicos contra el poder cartaginés.6 No es descabellado
argumentar, por lo tanto, que el historiador buscaba brindar una lección
sobre el ejercicio eficaz de la hegemonía, adelantando algunas de las ideas
1
Sobre las fuentes del conflicto: Hoyos (2007: 263-274).
2
Apoyo líbico a Agatocles: D.S. 20.3.3, 17.1, 38.1, 55.5, 64.2; Iust. 22.6.12; cf.
Hoyos (2007: xiii).
3
Hoyos (2007: xxi).
4
HCP I: 131-132; cf. 1.65.6-9.
5
Péré-Noguès (2001).
6
Loreto (1995).
250 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
1
El uso de ἐμφύλιος πόλεμος es problemático. Para Walbank (HCP: 131) se de-
be a la alianza de los mercenarios con los súbditos líbicos (HCP I: 131). Loreto
(1995: 37-39), en cambio, estima que su uso remite al carácter “interno”, quizá
como un punto de vista geográfico. En realidad, el uso del adjetivo no se limita a
acompañar a πόλεμος (1.65.2, 71.5), sino que acompaña a στάσις (1.71.7), ταραχή
(1.71.7; 3.9.9), pero, además, el conflicto también se designa como ἀπόστασις
(1.70.9, 72.4-6, 82.9, 88.5), κίνημα (3.9.8) o στάσις (1.66.10, 67.2-5, 71.7) y ταραχή
(1.69.6, 71.7; 3.10.1), que por sí solas reflejan el carácter interno del conflicto:
Pelegrín Campo (1999: 170, n. 19).
2
Huss (1985: 252), Gsell (1920), Lancel (1992: 390), Loreto (1995).
3
Hoyos (2007). Cf. Hoyos (2003: 34),“la revuelta de África”.
ÁLVARO M. MORENO LEONI 251
1
Se ha planteado que los mercenarios solo habrían cambiado de empleador, so-
bre la base de la noticia de las colaboraciones de las mujeres líbicas para las “solda-
das” (ὀψωνίων) (1.72.6), lo que se ha apuntalado por la aparición de algunas mone-
das, sin datación exacta, con la leyenda ΛΥΒΙΩΝ, quizá para pagar a los mercena-
rios: Loreto (1995: 92). Cf. Hoyos (2007: 79-80, 139-143).
2
Cf. Griffith (1975: 219-220).
3
Péré-Noguès (2001: 78-79).
4
Loraux (2008: 190).
252 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
la στάσις era “la guerra más grande”, la más penosa y la más peligrosa.
En el libro 6, por su parte, se diferencia claramente ambos tipos de
guerra. A propósito de la discusión de la constitución espartana, se advier-
te que las disposiciones de Licurgo habían sido muy saludables para: 1) la
concordia ciudadana; 2) la preservación de la libertad (6.48.1-2). El pro-
pio Polibio había proporcionado una respuesta antes: “Dos son los presu-
puestos necesarios para salvar cualquier ciudad: el coraje contra eventua-
les enemigos y la concordia ciudadana; Licurgo, afirman, cuando eliminó
la avaricia, con ella suprimió también, naturalmente, cualquier discordia y
revolución” (6.46.7). Una discordia, un movimiento, una revolución, en
definitiva, una guerra interna, poseía una naturaleza distinta de la guerra
externa y, por lo tanto, las virtudes para hacerle frente también diferían.
No solo en el plano interno estas virtudes jugaban un papel clave, sino
también en el plano del dominio y la hegemonía (6.48.1-8), el talón de
Aquiles de los espartanos, que se habían mostrado como “los hombres
más ambiciosos y ávidos de poder y riqueza (φιλοτιμοτάτους καὶ φιλαρ-
χοτάτους καὶ πλεονεκτικωτάτους ἀπέλιπε)” (6.48.8).
Es importante advertir que estas virtudes morales se convertían en
respuestas teóricas a los problemas de orden interno, libertad y hegemo-
nía que todo Estado griego afrontaba. Al respecto, los cartagineses adole-
cían del mismo vicio moral que los espartanos, con una disposición colec-
tiva hacia la φιλαρχία y la πλεονεξία, ἔμφυτον (connatural, de nacimiento)
(9.11.2). Esta idea de vicio connatural estaba ligada a tres pueblos que son
considerados las bêtes noires. Los etolios, con ἔμφυτον ἀδικίαν καὶ
πλεονεξίαν (2.45.1), o ἔμφυτον ἀλαζονείαν (4.3.1); y los cretenses, con ἔμ-
φυτον σφίσι πλεονεξίαν (6.46.9). Por lo tanto, la φιλαρχία y la πλεονεξία
cartaginesas eran características étnicas, que generaban tensión con sus
aliados y súbditos (1.72.3; 3.98.6-8; 9.11.1-3; 10.36.2-7), lo que los hacía
responsables moral y pragmáticamente por la rebelión en África.
En efecto, la ἐμφύλιος πόλεμος había estallado no solo por el retraso en
el pago a los mercenarios, sino también por el trato infligido a los súbditos
líbicos (1.72.1-7). En 1.65.3, luego de afirmar que una ἐμφύλιος πόλεμος
había sorprendido tanto a romanos como cartagineses, añadía: “a los car-
tagineses, por el mismo tiempo, la que ni pequeña ni despreciable se des-
encadenó contra los mercenarios, contra los númidas y los libios que con
ellos se habían sublevado”. La traducción aquí adoptada por Díaz Tejera
no alcanza a reflejar el claro contraste, pues, textualmente dice “contra los
extranjeros (πρὸς τοὺς ξένους)”. Se trata de una denominación corriente
ÁLVARO M. MORENO LEONI 253
“La causa de todo esto radica en que los cartagineses echan mano de tropas
extranjeras y mercenarias (ξενικαῖς καὶ μισθοφόροις χρῶνται δυνάμεσι); los
romanos, de ciudadanos y de hombres procedentes de sus campiñas (δ’ἐγ-
χωρίοις καὶ πολιτικαῖς). Desde esta perspectiva, su constitución es preferible
a la cartaginesa: estos depositan siempre su esperanza de libertad en el coraje
de sus mercenarios; los romanos en el suyo propio y en la ayuda que les pres-
tan sus aliados”. (6.52.4)
1
Trundle (2004: 10-21), Ziegler (1967: 1442-1443).
2
Hoyos (2007: 119, n. 16), quien traduce ξενοί en 1.76.9 como “libios y extran-
jeros”, aunque algunas líneas más arriba Polibio se refiere a las tropas de la alianza
como “libios y mercenarios (μισθοφόροι)” (1.76.6). La doble denominación res-
ponde en el primer caso (ξένος) a su carácter extranjero, mientras que la segunda
(μισθοφόρος) a su carácter de asalariados: Launey (1987: 26-30).
3
Pelegrín Campo (2000: 68-69, 72-74).
4
Cf. Pédech (1964: 410).
254 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
1
Grangé (2003: 62).
2
Matos, Espendio y Autarito, líderes mercenarios, recelaban de la “humanidad”
(φιλανθρωπία) de Amílcar (1.79.8-11).
256 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
147 veces, mientras que πολέμιος unas 823, pero en la narración de esta
guerra πολέμιος aparece dieciocho veces y ἐχθρός solo seis. A partir de la
ejecución de Giscón, ἐχθρός aparece finalmente cinco veces frente a un
solo πολέμιος. Más que una guerra, se trata de una guerra de aniquilación.
1
Hoyos (2007: xix).
2
García Moreno (1978: 76), Oliva (1971: 48-54).
3
Cf. Musti (1978: 52-54).
4
Loreto (1995: 102-105), Whittaker (1978: 338), García Moreno (1978: 72).
5
También comienza a tratar duramente, y de manera ineficaz, a sus enemigos
(7.14.3).
6
Cleómenes arrasa Megalópolis con encarnizamiento y crueldad (πικρῶς καὶ...
δυσμενῶς) (2.55.7).
260 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
1
Erskine (2005a: 232).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 261
1
Molpágoras de Cío y μοναρχικὴ ἐξουσία (15.21.2); Filipo V (τὴν ἐξουσίαν
ἐλάμβανε μείζω καὶ μοναρχικωτέραν) (10.26.2).
2
Cf. Erskine (2005a: 229-239).
3
Ὕβρις, ὑβριστικῶς, veinticuatro y dos apariciones respectivamente: P.-L., s.v.
ὕβρις.
4
Gómez Espelosín (1986), Walbank (2003: 58-62).
5
Cf. 10.38.1, Erskine (2005a: 232-233), Chaplin (2010: 62). El conquistador y
la bella cautiva es un tópico caro a la historiografía griega: De Romilly (1988).
262 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
1
Balot (2010: 497-502).
2
HCP III: 392-393.
3
Guelfucci (2010: 151-156; 161-165). Interesante su énfasis en las citas a
Eurípides (1.35.4; 8.3.3; adaptaciones: 8.7.7; 9.22.1).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 263
bio; cf. Arist., Rh. 1390b3-1391a1) alertan sobre los peligros asociados a
un comportamiento inmoderado, con la ὕβρις como “disposición” para
lesionar el honor (τιμή) del otro nacida de una excesiva confianza en que
la situación de supremacía es irreversible.1
No se trata de una advertencia aislada, sino que forma parte de una lí-
nea de reflexión polibiana sobre la importancia de la moderación. M. Ati-
lio Régulo, creyéndose vencedor de los cartagineses, les había ofrecido
unas humillantes condiciones de paz, rechazadas debido a su “dureza” (τὸ
βάρος) (1.31.5-7). Poco después, tras la derrota del cónsul, Polibio inter-
vino para señalar que podían extraerse muchos elementos para contribuir
“a la corrección de la vida de los hombres (πρὸς ἐπανόρθωσιν τοῦ τῶν
ἀνθρώπων βίου)”, pues lo ocurrido había hecho evidentísimo (ἐναργέσ-
τατον ἐφάνη) que se debía desconfiar siempre de τύχη: el hombre “que
poco antes no sentía ni compasión ni misericordia (οὐ διδοὺς ἔλεον οὐδὲ
συγγνώμην)” por los vencidos, tuvo que pedir por su salvación (1.35.1-3).
Su ejemplo negativo actuaba, entonces, como confirmación de la historia
como “la mejor educación (καλλίστην παιδείαν)” (1.35.9). Emilio Paulo,
por su parte, también advertía a los miembros de su consejo sobre el peli-
gro de aprender a partir de sus propias desgracias (ἐν ταῖς ἰδίαις ἀτυχίαις
παιδεύεσθαι), sin duda, para que no desperdiciaran el ejemplo de Perseo
que tenían ante sus ojos (29.20.4).
La ὕβρις cartaginesa frente a sus súbditos líbicos era un síntoma de su
sensación de seguridad presente, que les impedía reflexionar sobre el futu-
ro, pues, quienes querían deliberar correctamente (τοὺς ὀρθῶς βουλευο-
μένους) debían preocuparse por el presente (πρὸς τὸ παρὸν μόνον), pero
fundamentalmente por el futuro (πρὸς τὸ μέλλον) (1.72.7). Creyendo
seguro su dominio sobre Libia, habían tratado duramente a sus habitantes
(πικρῶς), sin tener misericordia (συγγνώμην), admirando a los generales
que trataban más cruelmente (πικρότατα), en vez de a quienes lo hacían
con suavidad y humanidad (πρᾴως καὶ φιλανθρώπως) (1.72.2-3).2 Los
cartagineses habían sido víctimas de su ὕβρις, de allí que la gran insurrec-
ción líbica puede pensarse como una gran peripéteia de la hegemonía car-
taginesa, similar a la experimentada en Iberia en el libro 10, pero también
1
Cairns (1996).
2
El íbero Abílix hace propaganda a favor de los romanos, devolviendo los
rehenes que habían sido exigidos por Aníbal, contraponiendo la suavidad y magna-
nimidad (πρᾳότητα καὶ μεγαλοψυχίαν) de los romanos a la desconfianza y dureza
(ἀπιστίαν καὶ βαρύτητα) de los cartagineses (3.99.7).
264 ἘΜΦΥΛΙΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ ΕΝ ÁFRICA
“Es más, parecía a todos que era cosa reconocida e ineluctable esto, que no
había otra salida que someterse a los romanos y obedecerles en lo que orde-
nasen. Pero el caso es que no son definitivos, ni en torno a los vencedores ni
en torno a los vencidos, los simples juicios derivados solo de los combates.
Por el contrario, a muchos, lo que se tenía por los mayores éxitos, si no se
hacía un uso conveniente de ellos, les acarreó las mayores desgracias”.
(3.4.3-5)
1
En ello parece residir la importancia de la inserción del segundo prólogo: 3.4.6,
Eckstein (1995: 197), Shimron (1979/80: 105-106).
ÁLVARO M. MORENO LEONI 265
bable y, por ello, habían tratado brutalmente a sus aliados y súbditos. Aho-
ra, pendía sobre la cabeza de la élite política romana la responsabilidad de
ejercer la hegemonía de manera conveniente y moderada. Algunos pasajes
de los últimos libros muestran una cierta tendencia hacia la arbitrariedad y
el autoritarismo, pero a diferencia del caso cartaginés, en el cual se esta-
blecía una relación con el éthos colectivo púnico, el abordaje era indivi-
dual con ejemplos de moderación, como Emilio Paulo o L. Mumio, y ne-
gativos como L. Marcio Filipo o C. Popilio Lenas. Proveyendo ejemplos
individuales y concretos, el público romano podía intentar emular a los
mejores, pero adicionalmente, Polibio eludía la comprometedora tarea de
realizar un juicio de conjunto sobre la política romana tras Pidna.
La crítica a los romanos, en general, se deslizaba, por el contrario, en
estilo indirecto. Por ejemplo, el gramático Isócrates se alegraba del asesi-
nato de Cn. Octavio Graco porque así los romanos iban a cesar en sus
altaneros mandatos (τῶν ὑπερηφάνων ἐπιταγμάτων) y en su poder ilimita-
do (τῆς ἀνέδην ἐξουσίας) (32.2.7). La acción del legado C. Popilio Lenas,
que se había presentado en Egipto y había trazado un círculo en torno a
Antíoco IV para que tomara una decisión antes de salir del mismo, es se-
ñalada como “algo que pareció desconsiderado y de una gran altanería
(μὲν δοκοῦν εἶναι καὶ τελέως ὑπερήφανον)” (29.27.4). El δοκοῦν establece
una distancia con la opinión, pero es significativa su mención porque deja
entrever que existían reflexiones entre los griegos del siglo II a.C. que re-
flejaban, por lo tanto, que la dominación romana había cambiado y que en
ello había un peligro para el futuro de la hegemonía, lo que lo impulsaba a
continuar con su obra y con su tarea didáctica.
CONCLUSIÓN PRELIMINAR
El objetivo de este estudio fue ofrecer una lectura nueva a un viejo pro-
blema, proponiendo otras puertas de entrada, pero sin intentar la imposi-
ble tarea de reconstruir el juicio del historiador sobre el imperialismo ro-
mano. El abordaje aquí propuesto ha sugerido vías alternativas de análisis,
partiendo de la comprensión de la obra como un producto político-
cultural del contacto entre el mundo griego y el romano. El lugar de Poli-
bio como un intelectual a caballo entre el mundo helenístico y la expan-
sión imperialista de la república romana entre los siglos III-II a.C. hace
necesario, como Momigliano sugirió, abordar ambos fenómenos en mu-
tuo diálogo. En ese sentido, entender al historiador griego permite inter-
pretar el imperialismo romano y comprender esto ayuda a explicar a Poli-
bio, que utilizó su bagaje intelectual helenístico sobre las relaciones entre
hegemonía y autonomía, hecho cuerpo durante su formación y trayectoria
como político de un Estado mediano, para intentar racionalizar el fenó-
meno imperial romano. Comprender la obra en estos términos implica
romper con una tendencia de la historiografía a identificarlo con Roma.
Desde esta perspectiva, un interés central ha sido brindar claves para
resituarlo culturalmente en el mundo griego, contra la tesis de una progre-
siva claudicación intelectual o, incluso, de una adopción del punto de vista
romano. Lejos de colocarse en los zapatos de los vencedores, actuó como
un verdadero etnógrafo frente a su objeto de estudio y las Historias pue-
den, hasta cierto punto, ser entendidas así como un instrumento para tras-
ladar el mundo narrado al mundo donde se narraba, es decir, para decir el
mundo romano al público griego en clave cultural griega. Sin embargo,
aunque los jóvenes miembros de la élite política griega constituían el prin-
cipal destinatario, necesitados de enseñanzas para lidiar con el nuevo pro-
ceso histórico, también había lecciones importantes que el público ro-
mano podía aprovechar.
La cuestión de la perspectiva cultural, con un contacto político cada
vez más intenso entre griegos y romanos, llevó a considerar también el
268 CONCLUSIÓN
Las abreviaturas utilizadas corresponden a las siglas del LSJ y OLD. Las revis-
tas se citan de acuerdo con el repertorio de l’Année Philologique.
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147, 149, 152, 155, 164, 171, 175, Hipócrates, hipocrático: 63-4.
177-8, 184-7, 189, 191, 196-8, 201-2, Hipozarita: 255.
202n, 204, 206, 212, 214, 217, 219n, Homero: 50, 57, 241.
227, 231, 242, 259-60, 269-70. Iberia, íberos: 30, 55, 57, 83, 150, 154n,
Guerra Aquea: 17, 28, 80, 93, 128, 163, 247, 250, 254, 257-8, 260-1, 260-3.
165, 169, 174, 176-7, 271. Ilíada: 50n, 176.
Guerra Cleoménica: 107n, 114, 126, Ilión: 115.
136-7, 164. Iliria, ilirios: 136, 147, 151, 186, 190,
Guerra de Antíoco: 60, 136, 197-198. 192, 196, 213.
Guerra del Peloponeso: 97, 133, 186. India, indios: 64, 70.
Guerra Social: 30, 107, 136, 147, 153n, Indíbil: 258, 260.
183, 185-197. Insubrios: 238, 246.
Guerras Celtas: 30, 51, 228-48, 266. Iseas de Carinea: 116.
Guerras Ilíricas: 77, 209. Isócrates (gramático): 265.
Guerras Macedónicas: 18, 30, 58, 79, 86, Isócrates (orador): 82, 149.
110, 124n, 128, 150, 156, 163, 175, Italia, itálicos: 9, 30, 47n, 51-5, 59n, 61,
180, 268. 67, 75, 147, 151, 173, 227-48, 254,
Guerras Médicas: 58, 108. 258-9, 265-6, 269.
Guerras Púnicas: 51, 153, 201, 228, 230, Itome: 52, 148-50, 153, 167, 176.
238, 243, 249, 259. Jenofonte: 84, 96, 128, 200, 236, 244.
Haliarto: 85. Jerjes: 47, 120.
Hannón: 257, 261. Jerónimo de Siracusa: 259.
Hecateo: 57. Jonia, jonios: 66, 132, 229.
Helesponto: 237. Júpiter: 50.
Heliké: 97. Justino: 59n.
Heraclea: 208, 212n, 222. Laconia: 53-4.
Heraclea en Traquis: 124n. Ládico de Acarnania: 143.
Heracles: 128, 152. Lamia: 208.
Heráclidas: 105, 128. Lámpsaco: 177n.
Heráclito (comandante macedonio): Laodice III: 210.
230n. Larisa: 43, 59, 145, 212.
Heráclito (filósofo): 57. Larisa Cremaste: 205.
Herea: 98, 99n, 148n. León de Atenas: 74, 198.
Hermione: 98, 116. Leoncio: 119.
Heródoto: 54n, 57, 60, 62-3, 68-9, 154, Leonte: 97n.
225. Léucade: 205.
Hierocles de Agrigento: 124. Leuctra: 46, 106, 178.
Hierón de Egira: 211. Libia, líbicos: 30, 55, 63, 73, 76, 227-8,
Hierón II de Siracusa: 75, 211, 233, 239. 249-71.
Hiparco: 54n. Licaón: 65.
Hípata: 208, 215. Liceo: 55.
Hipérides: 97n. Licia: 99.
306 INDEX NOMINUM
Agatárquidas Aristóteles
Sobre el Mar Eritreo Sobre el alma
GGM 1, 118: 70. 403a16–32: 199.
GGM 1, 157: 66. Metafísica
Sobre Europa 1058 a-b: 70.
FGrH 86 F6: 188. Meteorológicos
Amiano Marcelino 356a: 24, 56.
Historias Poética
27.4.4: 235n. 1451b: 27n.
1452a: 223-4.
Anacreonte 1453b: 223.
Frag. 423 Page: 57. 1454a: 223.
Antología Palatina 1455a: 223.
6.114-116: 152n. 1459a: 27n.
6.115: 149n. 1460a: 223.
7.438: 96n. Política
9.519: 155n. 1255a: 84.
Apiano 1276a: 125.
Historia Romana 1284a: 46n.
Iber. 4: 250-1. 1285a: 260.
Lyb. 132: 176. 1286b: 83.
Mac. 7: 81n, 159-60n. 1310b: 83.
Mac. 9.1: 196. 1311a: 46n.
Pun. 5: 251. 1327b: 66.
Sic. 2: 251. Problemas
14.1-4: 64.
Arato
Retórica
Memorias
1360a: 27.
FGrH 231 T1-6; F1-6: 117. 1378a: 199.
Aristócrates 1378b: 199-200.
FGrH 591 F4: 120. 1378b-1379b: 199.
Aristófenes 1380a: 200.
Caballeros 1380b: 200.
74-79: 187. 1382b-1383a: 264.
1390b-1391a: 263.
310 INDEX LOCORUM