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Cómo defender la fe en el siglo XXI?

Responde el cardenal Levada

Nuevas perspectivas para la apologética cristiana

ABRIL 30, 2010 00:00REDACCIÓNMEDIOS DE COMUNICACIÓN Y MEDIA

ROMA, viernes 30 de abril de 2010 (ZENIT.org).- La defensa de la fe no puede ser “demasiado


defensiva o demasiado agresiva”. Debe hacerse con “cortesía y respeto”, y sobre todo con el
testimonio personal.

Así lo explicó ayer el cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, en el congreso Una apologetica per un nuevo millenio, que concluye hoy en la Universidad
Ateneo Regina Apostolorum de Roma. El purpurado intervino con una conferencia denominada La
urgenzia di una nuova apologetica per la Chiesa del secolo XXI. (La urgencia de una nueva
apologética para la Iglesia del siglo XXI n.d.r.).

El cardenal recordó cómo los antiguos apologetas “se dedicaron fundamentalmente a obtener la
tolerancia civil para la comunidad cristiana, para demostrar que los cristianos no eran malhechores
que merecían la pena de muerte”.

Luego de hacer breve un recorrido por la defensa de la fe en la historia de la Iglesia, el prefecto


explicó cómo la constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II “desarrolla la revelación desde su
centro crostológico, para luego presentar la responsabilidad ineludible la razón humana como una
dimensión de la totalidad”.

“Muestra que la relación humana del hombre a Dios no consta en dos partes mas o menos
independientes, sino que es una parte indivisible”, dijo. “No hay tal cosa como una religión natural
en sí misma, pero cada religión es ‘positiva’ aunque por su positividad no excluye la
responsabilidad del pensamiento sino que la incluye”.

“¿Cómo debería presentarse una nueva apologética?”, se preguntó el cardenal. Y respondió que
en ésta, “fe y razón, credibilidad y verdad son exploradas como fundamentos necesarios para la fe
católica cristiana”.

Dijo que la fe, conservando siempre su esencia, debe presentarse de una manera renovada
“cuando tiene que enfrentar nuevas situaciones, nuevas generaciones, nuevas culturas”.
Belleza

También aseguró que la apologética del nuevo milenio “debe enfocarse en la belleza de la
creación de Dios”.

“Para que la apologética sea creíble”, dijo “debemos poner especial atención al misterio y la
belleza al culto católico, de la visión sacramental del mundo que nos permite reconocer y valorar
la belleza de la creación como un preámbulo del nuevo cielo y la tierra nueva vislumbrada en el
segundo libro de Pedro y en el Apocalipsis”.

El cardenal Levada recordó las palabras del Papa Benedicto XVI en un encuentro con el clero de la
diócesis de Bolzano-Bressanone durante su visita a Estados Unidos hace dos años: “el arte y los
santos son los más grandes apologetas para nuestra fe”.

Dijo también que lo más importante es “el testimonio de nuestras vidas como creyentes que
ponemos nuestra fe en práctica trabajando por la justicia y la caridad, como seguidores que
imitamos a Jesús, nuestro maestro”.

Aseguró que unir la visión de verdad, justicia y caridad “es esencial para garantizar que el
testimonio y la acción no son algo pasajero sino que pueden hacer una contribución duradera para
la creación de la civilización del amor”.

Ambiente de diálogo

El prefecto dijo que en la cultura actual es necesario un diálogo sobre “el significado y el propósito
de la libertad humana”.

Señaló también cómo una nueva apologética “debe tener en cuenta el contexto ecuménico e
interreligioso de cualquier diálogo sobre la fe religiosa en un mundo secular”.

El purpurado señaló también la necesidad de crear un diálogo “con la ciencia y la tecnología” y dijo
que aunque muchos científicos hablan de su fe personal “sin embargo, la cara pública de la ciencia
es decididamente agnóstica”.
“Seguramente el nuevo milenio ofrecerá nuevas oportunidades para expandir esta dimensión
clave del diálogo entre la fe y la razón”, dijo, y aseguró que entre las preguntas que ahora
requieren mayor atención “están la de la evolución en relación con la doctrina de la creación”.

El purpurado concluyó su conferencia asegurando que la apologética del siglo XXI no puede ser
vista como una “misión imposible” y dijo que en una sociedad agnóstica, una condición esencial
para que haya verdadero diálogo es “el deseo de conocer el otro en la plenitud de su humanidad”.

Por Carmen Elena Villa

Los fundamentos teóricos del ateísmo, el materialismo, la creencia de que la materia constitutiva

de este universo en que vivimos es eterna e infinita, carece hoy de todo soporte científico. Sobre

este tema no hay discusión posible. Este universo ha comenzado a existir, todo dentro del

mismo es finito, limitado, temporal. Ningún elemento ofrece un carácter de absoluto, lo más

primordial no es eterno, sino netamente inestable. Es racional la pregunta por lo absoluto, por lo

eterno, que no es este universo que conocemos.

Por otro lado, se da hoy por parte de las Iglesias, con excepción de las posiciones

fundamentalistas, el consenso de que no existe ninguna revelación divina de carácter científico

acerca de la naturaleza.

Parece que ha llegado un tiempo de entendimiento entre fe y ciencia. Los enunciados de la fe,

correctamente entendidos, están en un nivel distinto de los objetos propios de las ciencias, pero

esto no quiere decir que no se puedan iluminar mutuamente.

En la frontera entre fe y ciencia existe una mediación necesaria, la reflexión filosófica. Un

ejemplo puede ayudar a comprender la cuestión. Los astrofísicos pueden rastrear el origen del

universo hasta el tiempo de Planck, para decirlo así. Pero, a la pregunta de qué sucedió para que

se produjera el acontecimiento del comienzo del universo, ellos no tienen respuesta, simplemente
porque ellos trabajan

con lo ya dado. Pero eso no significa que la razón humana no pueda reflexionar sobre ello.

¿Cómo se podrá reflexionar sobre aquello que está más allá de la experiencia? Ciertamente, no
con los métodos
experimentales. Pero sí con los métodos de la filosofía, la investigación racional sobre las
condiciones del ser en general.

La gran pregunta es ¿por qué existe algo en lugar de no existir?

Para que la respuesta sea racional, y se corresponda con la experiencia de la humanidad, tiene que
ser esta: algo existe

porque tiene una causa que lo hace existir. Al final de este discurso filosófico, con las conclusiones
obtenidas se inicia el

discurso teológico.

Saber científico, saber filosófico y saber teológico, harán posible una cosmovisión pluridimensional
de la realidad, dentro

de la cual se podrían encontrar ya los puntos de vista suficientes para una acción renovadora de la
humanidad. Es obvio

que la vida del ser humano sigue marcada por irracionalidades profundas, frente a las cuales los
hombres de nuestro

tiempo se sienten impotentes. No saben qué hacer.

Pienso que la reflexión filosófica acerca del ser del hombre, la antropología filosófica, tiene un
importante papel que

desempeñar en el presente. Los problemas fundamentales que afligen a la humanidad hoy son de
carácter político y

económico, sociales, en último término. La sociología remite a la antropología como a su fuente


generadora, pero, a su

vez, la antropología remite a la teología, ya que, finalmente, nosotros y todo lo creado responde a
un proyecto de Dios.

Ese proyecto de Dios está inscrito en la naturaleza y sus leyes; la ciencia debe explorarlas, la
síntesis superior responde a

la filosofía hacerla, y viene a ser una fuerza arrebatadora la convicción de que esta tarea de hacer
que la existencia

humana sea gloriosa tiene en Dios su fundamento primero. Creo que en el campo de la Física en
general y de la

Astronomía en particular, las tensiones entre la fe y la ciencia no tendrán mayor importancia.

El verdadero campo de conflicto está en el ámbito de las Ciencias Sociales, principalmente en el


dominio de la

antropología filosófica. Un incendio voraz reduce a cenizas la esperanza de casi media humanidad.
Entre desastres
naturales, políticas belicistas, terrorismo…, la pobre humanidad no sabe a dónde dirigir los ojos.

Fe religiosa y ciencia, empíricas y del espíritu tienen, en este siglo XXI, la posibilidad de trabajar
juntas para salvar a esta

humanidad a punto de perderse en el laberinto que ella misma ha creado.

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