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Los autores de los artículos de la Parte 6 del Informe abordan las siguientes cuestiones: cómo
colaborar en la concepción y elaboración de conocimientos y políticas que permitan afrontar
esos problemas “retorcidos”; a qué nivel se debe situar el poder de decisión para solucionar
problemas que son de envergadura local, regional, e incluso mundial, al mismo tiempo; y por
qué el alcance, la escala y la cadencia de la gobernanza pueden no ajustarse al ritmo y la
complejidad del cambio ambiental. Un desajuste de este tipo puede hacer que la sociedad
disponga solamente de medidas graduales inadecuadas para afrontar una situación que exige
un cambio transformador.
En los debates públicos sobre el cambio climático y ambiental, la ciencia y los científicos se
han visto envueltos en polémicas sociales. Los desacuerdos surgidos obedecen a la
complejidad de los mecanismos de causalidad abordados y, en muchos casos, a la falta de
consenso sobre los datos científicos relativos a esos problemas y a sus soluciones. Esos
desacuerdos muestran que para elaborar políticas y ejecutarlas es esencial recurrir a otras
fuentes de saber y experiencia, como los sistemas de conocimientos arraigados en las
tradiciones culturales de las comunidades indígenas, tradicionales o locales. Algunos de los
autores de la Parte 6 del Informe destacan la importancia que revisten los conocimientos de
los pueblos indígenas y las comunidades locales para una concepción conjunta de la labor de
investigación y de las políticas.
De la historia tenemos mucho que aprender, pero lo que no resulta fácil es comprender y
configurar el cambio transformador en el mismo momento en que se está produciendo en la
sociedad. Las ciencias sociales pueden coadyuvar a esta tarea participando en el cambio en
curso –y manteniendo al mismo tiempo la distancia debida– a fin de aportar ideas, dinamismo
y perspectivas.