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Masaruibuka
MASARU IBUCA
PRIMERA EDICIÓN DE EDITORIAL UNIVERSO, S.A. de C.V
Agosto de 1988
3ª. Impresión, Junio de 1990
Junio de 1994
ISBN 968-13-2493-5
Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización por escrito de la casa editorial.
CONTENIDO
Introducción 11
1. El Periodo Importante 17
2. Lo que Puede Hacer un Niño Pequeño 26
Imaginen, sí así lo quieren, una revolución para originar el más espléndido de los
cambios, pero una en la cual no hay derramamiento de sangre, ni torturas, ni dolor, ni pies
congelados, ni odio, ni hambre, ni muerte, ni destrucción.
En esta revolución, la más benévola de todas, sólo hay dos enemigos. El primero de ellos
son los antiguos mitos y el segundo es el statu quo. No es necesario que las antiguas
tradiciones se hagan añicos contra el suelo, sino solamente que las viejas falsedades se
agoten sin lamentaciones. No es necesario que lo que en la actualidad es bueno se
queme hasta que ardan sus cimientos, basta que se enmohezcan poco a poco, gran parte
de lo terrible que actualmente hay en el mundo, como si fuese un producto de desecho.
Lo podría originar la visión del señor Ibuka es la destrucción de cosas tales como la
ignorancia, el analfabetismo, la inseguridad y la inutilidad y quién podría decir que eso, a
su vez, no ocasionaría una disminución de la pobreza, el odio y la criminalidad.
El libro del señor Ibuka no promete nada parecido, pero para el lector perceptivo, tales
sueños danzan constantemente sobre la pantalla de los ojos de la mente, a medida que
avanza de la mirada al pensamiento, a la imagen y al sueño.
¿Qué sería necesario para originar tan hermosos cambios? ¿El derrocamiento de los
gobiernos? ¿La destrucción de las instituciones? ¿El incendio de los sistemas escolares?
El señor Ibuka no pronuncia tales amenazas, como tampoco hace ninguna promesa
dorada como las que acabo de mencionar. Sencillamente no me es posible leer el libro del
señor Ibuka sin ir a parar en tales sueños.
Manifiesta todo esto en una forma de lo más encantadora. Su libro es sencillo, sincero y
tan claro como el cristal; además, como un producto de todo esto, cada una de sus
páginas posee el eco de la verdad.
Expone que entre las cosas más difíciles que el hombre emprende, está, por ejemplo,
aprender idiomas extranjeros, a leer y a tocar el violín o el piano. Yo soy un buen ejemplo
de ello. Aun cuando chapurreo en una docena de idiomas extranjeros, como resultado de
toda una vida de trabajo dedicada al estudio de los niños de todos los continentes y de
todas las sociedades, desde la más sofisticada hasta la más básica de todas las culturas,
sólo puedo expresarme en una forma efectiva en mi lengua materna. A pesar de que
disfruto de la música, no puedo tocar un instrumento musical y ni siquiera puedo seguir
bien una tonada. Aun cuando los adultos llegan a dominar todas estas cosas con
dificultad, lo niños pueden casi sin ningún esfuerzo consiente de su parte.
Todas estas cosas los niños pequeños pueden dominar y lo hacen con facilidad y alegría.
Todo lo que se requiere para que un pequeño crezca hablando muchos idiomas con
fluidez, lea los lenguajes más complejos, haga cálculos matemáticos instantáneos, nade,
monte a caballo, pinte al óleo, toque el violín y haga todo eso en una forma magistral, es
que concedamos a nuestros hijos amor (por lo común lo hacemos) respeto (muy rara vez
lo hacemos) y que los expongamos con alegría a las cosas que deseamos que aprendan.
¿Es difícil imaginar que el mundo sería un lugar más valioso, más sano, más seguro y
más encantador, si todos los niños dominasen los idiomas, las artes y las ciencias básicas
antes de llegar a la adolescencia y entonces pudiesen dedicar sus años de adolescentes
al estudio de la semántica, la filosofía, la ética y las religiones comparativas, así como
artes o ciencias avanzadas, o cualquier otra cosa que quisieran aprender?
¿Es difícil de imaginar cómo sería el mundo si a los pequeños se les alimentara y viviera
su ardiente ansia de aprender, en vez de sofocarla con juguetes y juegos?
¿Es difícil de imaginar que el mundo sería un sitio más encantador si el hambre de un
niño de tres años, de ver todo lo que hay que ver se alimentara con Miguel Angel,
WinslowHomer, Manet, Rembradt, Renoir, Leonardo y Rockwell, así como con el Ratón
Miguelito y el Payaso Feliz? Ya que en verdad, el niño pequeño posee un infinito apetito
de aprender todo lo que no sabe y no tiene ni la menor pizca de juicio en cuanto a lo que
es bueno y lo que es malo.
¿Podría dudarse que el mundo sería un lugar más sano si el hambre de un niño de dos
años, de escuchar todo lo que hay que escuchar se alimentara con Bach así como con
música rock, con Beethoven así como “María tenía un corderito”, con el sermón de la
montaña o con la declaración de la independencia, así como con el cuento de Caperucita
Roja? Ya que en verdad, el niño pequeño puede aprender una u otra cosa con la misma
facilidad.
¿Podría dudarse que el mundo sería un sitio más seguro si el hambre de hablar de hablar
de un niño de tres años se alimentara con portugués y japonés, así como “los tres
cochinitos” y “los tres gatitos”? Ya que de hecho, el deseo de un niño de tres años de
darse a entender, pude expresarse con la misma facilidad en japonés que en un lenguaje
chabacano, y sin rastro alguno de acento.
¿Exactamente quién es MasaruIbuka para decirnos que todas estas cosas tan
maravillosas son posibles? ¿Cuáles son sus credenciales para ser tales declaraciones?
Pues bien, sus credenciales son impecables.
¿Son posibles estas cosas, o simplemente se trata de sueños color de rosa? Son ambas
cosas, porque yo he presenciado esto una y otra vez por todo el mundo.
He visto a niños recién nacidos nadar con los que Timmerman en Australia; he visto a
pequeños de cuatro años hablar inglés con el doctor Honda en Japón. He visto a niños
pequeños practicar gimnasia avanzada con los Jenkins en Estados Unidos; he visto a
niños de tres años de edad tocar el violín y piano con el doctor Suzuki en Matsumoto. He
visto a un niño de tres años leer tres idiomas con el doctor Veras en Brasil. He visto a
pequeños Sioux de dos años de edad montar a caballo en Dakota; he visto a niños de tres
años leer Kanji el idioma de los eruditos. Tengo en mi poder cartas de miles de madres de
todo el mundo que me han escrito en lo más amables términos para hablarme de las
cosas maravillosas que le han sucedido a sus hijos de dos años después de que los
enseñaron a leer, usando mi libro HowtoTeachyourbabytoread.
Creo que este enternecedor libro es uno de los más importantes que jamás se han escrito
y creo que también que todos los padres deberían leerlo.
En vez de presentar este libro con las mayores alabanzas que puedo encontrar, debería
odiar al señor Ibuka por escribirlo. Toda mi vida me prepararé para escribir dos libros y
esa era mi meta. El primero de los libros para el cual he pasado toda mi vida
preparándome, es sobre la fantástica capacidad de pequeños para aprender cualquier
cosa con facilidad y alegría. El segundo libro que pienso escribir, tratara sobre el ema de
cómo hacer de cada niño un ser física, intelectual y emocionalmente superior.
Ya no es necesario que escriba el primer libro, puesto que este industrial ya lo ha escrito y
en este momento lo tiene en sus manos.
Es absolutamente necesario que termine ya esta introducción, a fin de que el lector que
pueda iniciar el estudio de uno de los libros más deliciosos e importantes que jamás haya
leído y para que yo pueda dedicarme a escribir mi segundo libro, antes de que
MasaruIbuka, el industrial y autoridad sobre la forma de aprender de los niños, me tome la
delantera una vez más y también me gane a escribir el segundo libro.
Glenn Doman
Director
Instituto para el desarrollo del
potencial humano
Filadelfia, EUA
INTRODUCCIÓN
Sin embargo, un examen más de cerca de los primeros años de esos hombres nos
indican que tanto Mozart, todos hacían la educación de sus hijos en un grado
extraordinario. Mis tesis es que ni Mozart ni Mill nacieron siendo genios, sino que a cada
uno de ellos se les proporcionó desde sus primeros años, una educación y un medio
ambiente adecuados para el desarrollo de sus talentos hasta un grado máximo.
Al meditar acerca de esos ejemplos no puede evitar pensar cada vez en la gran influencia
que tiene la educación y el medio ambiente sobre los bebés recién nacidos. Este aspecto
llegó a asumir una importancia máxima, no sólo para los niños individuales, sino en bien
de la salud y la felicidad de la sociedad en general, de manera que en el año 1969
coadyuvé el establecimiento de una fundación llamada EarlyDevelopmentassociation, con
sede en Japón. Algunas personas dedicadas a la investigación, tanto nativas como
extrajeras, se reunieron para estudiar este tema; al mismo tiempo inauguramos unas
clases experimentales con objetivo de analizar, desarrollar y aplicar el método del doctor
ShinichiSuzuki para enseñar a los niños pequeños a tocar el violín, algo que en aquel
entonces atraía la atención de todo el mundo.
A medida que vamos avanzando en esta labor, cada vez estamos más conscientes de lo
erróneo que ha sido gran parte del pensamiento tradicional concerniente a los infantes.
Suponemos saber todo lo que se refiere; no obstante, conocemos muy poco de su
verdadero potencial. Prestamos mucha atención a lo que debería entenderse a los niños
después de los tres años y, sin embargo, de acuerdo con estudios recientes sobre la
fisiología cerebral, el desarrollo de las células cerebrales para entonces ya se ha
completado en un 70% a 80%. Entonces, ¿no deberíamos dedicar a todos nuestros
esfuerzos a los primeros tres años, cuando el cerebro se estádesarrollando?
El “desarrollo temprano” no es una tesis para alimentar a la fuerza a los pequeños con
toda clase de hechos y cifras. Es un enfoque a una educación previa a la escuela y una
clave para la introducion de nuevas experiencias en el “momento adecuado”. Sólo
quienes se encargan del ciudadano cotidiano del infante, por lo común las madres, son
quienes pudieron descubrir cuál es el momento. De manera que he escrito este libro con
la esperanza de que sea útil a todas esas madres y luego que puedan servir para que los
niños que están naciendo ahora lleguen a convertirse en adultos maravillosos.
MasaruIbuka
PRIMERA PARTE
Todos hemos tenido la experiencia, durante nuestra propia época escolar, de ver que un
alumno excepcionalmente dotado conservaba su lugar como el primero de la clase sin
ningún esfuerzo obvio, en tanto que el de más lento aprendizaje no lograba mejorar, por
muy desesperadamente que lo intentara.
Esos años abarcan el periodo desde el nacimiento hasta los tres años de edad; el jardín
de niños ya es demasiado tarde.
Cualquier niño puede desempeñar bien… todo depende del método de educación.
Los lectores bien podían preguntarse por qué yo, que estudié ingeniería y ahora soy
presidente de una compañía, me he adentrado en el terreno de la educación a una edad
temprana. Mis razones son en parte “publicas”… es decir, me preocupa profundamente la
rebelión actual de los jóvenes y me pregunto a mí mismo hasta qué punto nuestra
educación actual ha contribuido a su descontento; y en parte son privadas: tengo un hijo
que padece retraso mental. Cuando ese niño atravesaba por las primeras etapas de su
desarrollo, yo ignoraba totalmente la idea de que un niño que nace con una carga tan
pesada sobre sus hombros, puede desarrollarse hasta un grado notable si se le educa en
la forma adecuada desde el momento de su nacimiento. Lo que me hizo abrir los ojos fue
la pretensión del doctor Shinichi Suzuki de que “cualquier niño puede desempeñarse
bien…todo depende del método de educación”. Cuando fui testigo de los notables
resultados del método de “educación del talento” del doctor Suzuki para enseñar a los
niños muy pequeños a tocar el violín, no puede evitar el lamentarme de que como padre,
yo no hubiese sido capaz de hacer algo por mi propio hijo.
Cuando por vez primera consideré el fenómeno de las rebeliones estudiantiles, pensé
mucho en el significado de la educación y en la razón por la cual nuestro sistema produce
tanta agresión y tanto descontento. En un principio, me pareció que el problema yacía en
el sistema de la educación universitaria; sin embargo, a medida que en mi pensamiento
progresaba, me pareció que ya existía desde la enseñanza secundaria. Entonces
retrocedí aún más hasta la enseñanza primaria y elemental y por fin llegué a la conclusión
de que el jardín de niños ya es demasiado tarde para ejercer influencia en el niño. Esta
manera de pensar inesperadamente coincidió con lo que el doctor Suzuki y sus asociados
han estado practicando.
El doctor Suzuki ha puesto en práctica su exclusivo “método Suzuki” durante los últimos
30 años. Antes de eso, impartía sus enseñanzas en niños de primaria y secundaria, de
acuerdo con el método educativo generalmente aceptado. Descubrió que la diferencia
entre los niños que progresan y los que no lo hacen es muy conspicua, de manera que
decidió experimentar con niños cada vez más pequeños y siguió disminuyendo el nivel de
edad de sus alumnos. El doctor Suzuki da clases de violín, pero eso se debe a que
casualmente él es violinista. Al comprender que su método podía aplicarse en cualquier
terreno, eso me impulsó a involucrarme seriamente en el “desarrollo temprano”.
El desarrollo temprano no es para producir genios.
La respuesta es “no”. El único propósito del desarrollo temprano es educar a un niño a fin
de que tenga una mente flexible y un cuerpo sano, y para que sea una persona brillante y
bondadosa.
Todos los hombres, a menos de que tengan algún impedimento físico, nacen iguales. Si
entre los niños existen divisiones y grupos inteligentes, de mente obtusa, amables y
agresivos, la responsabilidad yace en la educación. Cualquier niño, siempre y cuando se
le dé lo que debe dársele durante la etapa adecuada de su vida, debe crecer con una
mente brillante y un carácter estable.
Para mí, el propósito fundamental del desarrollo temprano es evitar la creación de niños
tan desafortunados como éste. La meta de inducir a un niño a escuchar buena música ya
tomar lecciones de violín no es convertir a ese niño en un genio musical; la meta de
enseñarle a hablar un idioma extranjero no es convertirlo en un genio lingüista, ni
prepararlo para su admisión a un “buen” jardín de niños y una buena escuela primaria.
Simplemente son medios de sacar a relucir el infinito potencial del niño, incrementando su
alegría en sí mismo y en el mundo.
Mi pensamiento acerca del desarrollo temprano se inicia con la idea del infinito potencial
que posee un bebé recién nacido.
Desde luego, un recién nacido es un ser totalmente desvalido; pero precisamente porque
es tan desvalido, su potencial es tan grande. El estado en el cual nace un bebé humano,
está mucho menor desarrollado que el de cualquier otro bebé del reino animal:
únicamente el bebé humano no hace otra cosa que llorar y mamar leche. Otros bebés del
reino animal, como un perro, un mono o un caballo pueden arrastrarse, asirse e incluso
erguirse inmediatamente y empezar a caminar. Los zoológicos pretenden que el bebé
humano está retrasado respecto a otros animales por lo menos de diez a once meses y
se dice que una de las razones de esta diferencia es la postura que el hombre adoptó al
caminar. Una vez que el hombre empezó a caminar en una postura erguida, ya no fue o
posible que el feto permaneciera en el seno materno hasta que su desarrollo fuese
completo, de manera que nace todavía en un estado de máximo desvalimiento. Tiene que
aprender a hacer uso de sus piernas después del nacimiento y, de la misma manera,
también tiene que aprender a hacer uso de su cerebro. Mientras que el cerebro de
cualquier animal está casi formado para el momento del nacimiento, el cerebro del bebé
humano todavía es una hoja de papel en blanco.
Los circuitos cerebrales ya están formados para los tres años de edad.
Se dice que las células cerebrales de los seres humanos suman alrededor de mil
cuatrocientos millones, pero la mayor parte de las células cerebrales de un recién nacido
no están en operación. Las investigaciones recientes indican, sin embargo, que las
“células operativas” ya están desarrolladas para los tres años de edad.
Las células cerebrales individuales, están separadas unas de otras en el momento del
nacimiento y de ninguna manera pueden funcionar en forma individual. Una fotografía
microscópica de las células cerebrales justo después del nacimiento, muestra que a
medida que transcurre el tiempo y el cerebro se desarrolla, cada vez empiezan a surgir
más protuberancias que comunican a una célula con otra, como si fueran puente. Es
decir, las células cerebrales se tienden la mano unas a otras y después se enlazan,
uniéndose para correlacionar la información recibida del exterior a través de los sentidos y
reaccionar a dicha información. Este proceso es exactamente igual a la función de los
transistores en una computadora electrónica. Cada transistor individual no puede
funcionar por sí solo, pero cuando se conecta a los demás transistores mediante un
circuito, todos los transistores juntos funcionan como una computadora electrónica.
El periodo durante el cual las células cerebrales aprenden con mayor rapidez a hacer
dichas conexiones, es el que trascurre entre el nacimiento y los tres años de edad; para
entonces ya está formado entre un 70 y 80 por ciento de las conexiones, ya a medida que
dichas conexiones se desarrollan, incrementa la capacidad del cerebro. Durante los seis
primeros meses después del nacimiento, la capacidad del cerebro ya ha alcanzado el 50
por ciento de su potencial adulto y para los tres años llega al 80 por ciento. Por supuesto,
esto no significa que las células cerebrales del niño dejen de desarrollarse después de
que ha cumplido los tres años: la parte posterior del cerebro es la que se ha desarrollado
a los tres años y alrededor de los cuatro años una parte diferente del cerebro empieza a
atravesar por un proceso de cableado. Se trata de la parte del frente, llamada “lóbulos
frontales”. La diferencia en el proceso de cableado durante los periodos anterior y
posterior a los tres años equivale al desarrollo, primero de la parte férrea de un equipo, es
decir, el circuito principal de la máquina, y
después de la parte suave, que determina la
forma en la cual se usa el equipo.
Por consiguiente, a menos de que la base que se forma durante los tres primeros años
sea sólida, no tiene caso tratar de entrenar repetidamente la actividad de “cómo usarlo” en
los años posteriores, como tampoco tiene caso tratar de operar una computadora
electrónica de mala calidad con la esperanza de obtener buenos resultados.
Me gustaría explicar aquí el empleo particular que se dará en este libro a la palabra
“patrón” La palabra “patrón” casi siempre se usa para designar un “diseño”, “una
disposición de formas” o un “modelo”. No obstante, me he propuesto emplear esta palabra
en un sentido más amplio, pero a la vez más especializado, a fin de denotar un proceso
de pensamiento, el proceso mediante el cual el cerebro del infante reconoce y
correlaciona la información. Mientras que el adulto capta la información primordialmente
por medio de su facultad de razonamiento, el niño emplea su intuición, su facilidad única
para establecer un patrón instantáneo: el razonamiento adulto no es fácilmente aceptable
para el niño y debe venir después.
“cincuenta personas” quizá parezca fácil, pero para un adulto es muy fácil recordar
cincuenta rostros nuevos en el trascurso de un año. Es imposible realizar esta difícil y
complicada tarea por medio del razonamiento; simplemente traten de escribir los rasgos
característicos de todas las personas con quienes están relacionados y verán si pueden
distinguirlas analíticamente unas de otras.
La facultad cognoscitiva de patrones, tan superior en el niño, empieza a ser claramente
evidente alrededor de medio año después del nacimiento, cuando comienza a surgir la
timidez. Su pequeña cabeza ahora ya puede distinguir rostros familiares como los de su
padre y su madre, de otros que le son extraños y expresa con claridad su conciencia
mediante un rechazo hacia el extraño.
No obstante, una vez que sus hijos asisten al jardín de niños o a la escuela, esos mismos
padres abandonan la norma de “dejarlos en paz solos” y empiezan a mostrarse estrictos
al enseñarlo y educarlos. De pronto, las madres “bondadosas” se convierten en madres
“temibles”.
Que esto es lo opuesto al orden adecuado del desarrollo debería ser evidente por las
discusiones previas sobre el desarrollo de las células cerebrales humanas. En vez de ello,
cómo me agradaría ver a una madre que durante la infancia de su hijo fuese una
verdadera “mama educación”… que es el término que se utiliza en Japón para ridiculizar a
las madres que apremian e intimidan a sus hijos a todo lo largo de sus años escolares.
Ya que es durante los primeros años cuando los padres deben ser a la vez estrictos y
bondadosos con sus hijos; después de eso, cuando el niño empieza a desarrollar su
propia personalidad, deben empezar gradualmente a respetar su yo y su voluntad. Para
expresar esta idea en su forma extrema, la interferencia paterna debe tener lugar mucho
antes de que el niño tenga edad para asistir al jardín de niños. El hecho de no intervenir
durante los años apropiados y después empezar hacerlo, una vez que el niño asiste al
jardín de niños, solo puede acabar con su talento, estimulando en él la rebelión.
2. LO QUE PUEDE HACER UN NIÑO PEQUEÑO
Los conceptos adultos de “difícil” y “fácil” no son válidos en el caso de los niños.
Es muy probable que nosotros, como adultos, digamos, “este libro es demasiado difícil
para un niño” o bien, “no es posible que el bebé aprecie la música clásica”, pero
¿partiendo de qué base deducimos juicios tales como estos? Para los niños que no tienen
ideas preconcebidas de lo que es “difícil” o “agradable”, el impacto del idioma inglés o el
japonés, de la música Bach o de las canciones infantiles, de la música monofónica o
armónica, debe iniciársele exactamente en el mismo punto: es decir, todo es
extremadamente nuevo.
En Estados Unidos hay un programa educativo que se trasmite por televisión, dedicado a
los niños en edad preescolar y que se titula sesamestreed, del cual se dice que es
sumamente popular. Los personajes son, marionetas y el escenario principal es el área de
Harlem, en la ciudad de Nueva York. Según parece, lo interesante de este programa es
cada uno de los personajes tiene una personalidad muy bien definida, característica de la
vida real que habite en cualquier vecindario. Quizá nos imaginamos que un niño de dos
años no podría apreciar la diversidad de esos personajes, pero se ha demostrado que no
es así. Cada niño tiene su propio personaje favorito y siempre que este personaje aparece
en la pantalla el niño se queda absorto viendo la historia, como si fuese la suya propia. El
personaje que ha alcanzado mayor popularidad es un gran canario; es un tanto frívolo y
comete muchos errores, pero es inocente y de mente despejada y además nunca se le
olvida de aprender algo. Los niños de inmediato se identifican con él, en una forma
espontánea.
Recuerdo una ocasión en que mi nieto de dos año fue a visitarme por vez primera desde
hacía largo tiempo. Mirando a través de la ventana señalándome hacia varios letreros de
neón, me comento muy orgulloso: “ése es de Hitachi y ése otro de Toshiba”. Tratando de
ocultar mi deleite, no fui capaz de evitar la impresión de que él, mi propio nieto, a los dos
años de edad fuese capaz de leer las palabras “Hitachi” y “Toshiba” en caracteres chinos
y pregunte a su madre: “¿Cuándo aprendió los caracteres chinos?”
Resulto que mi nieto no leía “Hitachi” y “Toshiba” en caracteres chinos, sino que
identificaba las marcas de fábrica como patrones, identificando así los letreros de “Hitachi”
y “Toshiba” en letras de neón. Todos se rieron de mi por ser un “abuelo tonto” (que
empieza a chochear), pro estoy seguro que muchas personas han tenido una experiencia
similar.
Apenas el otro día recibí una carta de una madre de veintiocho años de edad, que vive en
Fuijisawa y que leyó una serie de artículos sobre el desarrollo temprano, que escribí para
una revista semanal. De acuerdo con su carta, su hijo mayor, de dos años y medio de
edad, empezó a reconocer las formas de los automóviles cuando venía alrededor de dos
años y alrededor de unos cuantos meses podía nombrar fácilmente alrededor de cuarenta
automóviles diferentes, tanto de manufactura japonesa como extranjera y en algunos
casos podía decir la marca de algún vehículo aun cuando estuviese tapado en el
estacionamiento. Justo antes o después de este accidente y probablemente bajo la
influencia de los programas de televisión sobre la Exposición Mundial de 1970, empezó a
recordar las banderas de varios países y ahora podía identificar y nombrar correctamente
las banderas de treinta países, incluyendo la de Mongolia, Panamá y Líbano, banderas
que los adultos recuerdan con dificultad. Este incidente indica una facilidad en los niños
que los adultos ya no poseen y por consiguiente tienen gran dificultad para imaginar. El
niño está dotado de una maravillosa capacidad de reconocer cierta clase de cosas en
términos de un patrón y esta capacidad no tiene nada que ver con el análisis o la teoría,
algo que el niño aprende o hace solo mucho más adelante. Un ejemplo sobresaliente es
la habilidad del bebé para identificar el rostro de su madre. Muchos bebés empiezan a
llorar cuando un extraño los toma en brazos, pero dejan de llorar y sonríen cuando los
sostienen sus propias madres. Por supuesto, en parte quizá simplemente reaccionan al
efecto de la madre, pero también están recordando como patrones el rostro de la madre y
la forma en la cual sostiene al niño.
De acuerdo con un experimento efectuado por el señor IsaoIshii, quien imparte lecciones
de caracteres chinos en nuestra Asociación para el desarrollo temprano, un niño de tres
años de edad no experimenta dificultad alguna para recordar caracteres chinos
sumamente complejos, tales como “pichón” y “jirafa”. Lo importante es que para un niño
que recuerda sin grandes esfuerzos algunas diferencias sutiles en la expresión facial, la
compleja identificación de los caracteres chinos no ofrecen ningún problema. En contraste
con palabras abstractas, tales como “nueve”, las que sirven para nombrar objetos
concretos como “jirafa”, “mapache” y “zorro” para él son fáciles de recordar, por muy
complejas que puedan ser. De manera que no es ningún misterio que el niño pueda
derrotar a un adulto en juegos de cartas tales como el karuta japonés, el pelmanism o el
whist. Mientras que el adulto se ve obligado a memorizar con un esfuerzo consciente
lugares, números y signos, el niño posee una maravillosa capacidad de recordar algún
instante por medio de reconocimiento de patrones.
Puesto que un “conjunto” o “múltiplo” simplemente es una colección de objetos que tienen
cierta calidad en común, al niño de hecho se le introduce a ellos cuando empieza a jugar
con sus bloques de madera, sacándolos uno a uno de la caja y distinguiendo un bloque
cuadrado de uno triangular. En esta etapa ya comprenden muy bien que cada uno de los
bloques es un elemento de un “conjunto” más grande y que la pila de bloques cuadrados
forma un conjunto más pequeño y la de triangulares forma otro. Esta idea tan sencilla de
que los objetos pueden clasificarse en varios grupos, de acuerdo con diversas
características, en el principio fundamental que hay detrás de la teoría de los conjuntos,
de manera que es natural que el niño pueda comprender el razonamiento simple y lógico
de la teoría de los múltiplos con mayor facilidad que la complicada y tediosa lógica de la
aritmética.
En primer lugar, vamos a resolver este problema por medio de álgebra. Decimos que X
equivale a las cigüeñas e Y a las tortugas, de manera que X + Y = 8 y 2X + 4Y = 20 . Por
cancelación encontramos que X + 2Y = 10, es decir, X = 8 – Y= 20 – 2Y, por consiguiente
Y = 2 – hay dos tortugas (y por consiguiente seis cigüeñas).
¿Por qué razón tenemos que resolver un problema con un método tan complicado como
el de la aritmética de “cigüeñas y tortugas”, cuando disponemos de una forma lógica y
directa de obtener la respuesta mediante la sustitución de números desconocidos X y Y?
Aun cuando la forma de resolver un problema en álgebra quizá no nos venga rápidamente
a la mente, el razonamiento lógico del álgebra es mucho más sencillo de comprender que
el razonamiento ilógico, que aparentemente es más fácil a primera vista.
Incluso un bebé de cinco meses de edad puede “apreciar” las suites de Bach.
En la fábrica Atsugi Sony se ha establecido un jardín de niños para los hijos de las
madres que trabajan allí, es donde hace algún tiempo se efectúo una investigación para
averiguar qué clase de música es la que más les agrada a los pequeños. Se revelaron
resultados en verdad inesperados.
¡La música con la que los niños se mostraban más entusiasmados resultó no ser otra que
la Quinta Sintonía de Beethoven! Las canciones
populares que trasmite la televisión de la mañana
a la noche ocuparon el segundo lugar de
popularidad y las canciones escritas
especialmente para niños fueron las menos
populares. Me interesé grandemente en esos
resultados.
Esa pareja, ambos amantes de la música clásica, hacían que su bebé escuchara durante
unas pocas horas al día desde poco tiempo después de nacido la Suite número 2 de
Bach. A los tres meses, el niño empezó a mover su cuerpo con el movimiento animados
siguiendo el ritmo; a medida que el ritmo se apresuraba hacia el clímax, los movimientos
del bebé se volvían cada vez más rápidos y atractivos y cuando la música llegaba a su fin
mostraba su descontento. A menudo, cuando el bebé estaba malhumorado o lloraba, sus
padres ponían esa música y de inmediato se tranquilizaba. Por otra parte, un día que los
padres tocaron una discordante música de jazz, el bebé empezó a llorar violentamente. Al
escuchar esta historia, una vez más me maravillé ante el prodigio de que un niño posea
tal sensibilidad musical que le permita apreciar una Suite de Bach.
No trato de decir que cualquier género de música clásica sea buena por definición, pero sí
que la capacidad de apreciar formas musicales complejas directamente por medio de los
sentidos (intuitivamente) es algo maravilloso. Es muy probable que la razón por la cual la
mayoría de los japoneses no pueden apreciar la música occidental es simplemente
porque durante nuestra infancia no escuchábamos otra cosa que no fuesen canciones
infantiles y cantos folclóricos japoneses.
Hay muchos hombres adultos que no saben nadar (“se hunden como un martillo”, como
decimos en japonés), de manera que ustedes tal vez se sorprendan al saber que un bebé
muy pequeño puede nadar si se le enseña. Un bebé que aún no ha aprendido a usar sus
piernas para caminar, intenta flotar en el agua en la misma forma en que intenta
arrastrarse por el suelo a gatas: como si se tratara de otra actividad. Lo importante no es
que incluso un bebé puede nadar, sino que puede nadar porque es un bebé.
La señora Deem describió la forma en la cual metió a una alberca, a una temperatura de
32° C, a un bebé de 5 meses de edad y como en el transcurso de 3 meses ya era capaz
de nadar solo durante un promedio de seis minutos a la vez. Y lo que es todavía más
sorprendente, su récord de natación era de ocho minutos cuarenta y seis segundos. Ante
una conferencia de prensa, la señora Deem declaró, “un bebé sabe equilibrarse mejor en
el agua que en el suelo. Primero se sostiene al bebé en el agua con ambas manos y
cuando ya se ha acostumbrado empieza a flotar por sí solo. Incluso cuando sumerge el
rostro bajo el agua, cerrando los ojos y deteniendo el aliento, espera hasta que su cuerpo
vuelve a flotar en la superficie del agua. Esa es la forma en la cual aprende a avanzar
moviendo manos y piernas”. La señora Deem insistió repetidas veces en la posibilidad de
desarrollar todas las habilidades y talentos humanos antes de que el bebé tenga un año
de edad.
El hecho de que un bebé pequeño pueda nadar, es sólo un indicio más del infinito
potencial del bebé humano. También se ha informado que un niño que apenas empieza a
aprender a caminar también puede aprender a patinar al mismo tiempo, ya que adquiere
nuevas habilidades en una forma indiscriminada: caminar, nadar y deslizarse, todo ello
pertenece de igual manera al reino de las nuevas experiencias y trata todas esas
actividades con el mismo sentido de la aventura si se le alimenta a hacerlo en la forma
adecuada.
Está por demás decir que todos esos experimentos no se han llevado a cabo con el solo
propósito de enseñar a los niños muy pequeños a nadar y a tocar el violín. La natación
únicamente es un medio de desarrollar el potencial del niño… Ofreciéndole una noche de
un sueño reparador y un buen apetito, agudizando sus reflejos y reforzando sus
músculos. “Golpea cuando el hielo está caliente”, se dice: en otras palabras, una vez que
el hierro se ha endurecido ya es demasiado tarde para golpear y forzarlo. La forja y la
formación de material antes de que se vuelva rígido, logran un metal verdaderamente
resistente y de elevada calidad.
El cerebro del infante puede recibir una cantidad casi infinita de “información”
Algunos se quejaron de que era una lástima atiborrar la mente de los niños en una forma
indiscriminada, que era una carga demasiado gravosa para los niños y que en
consecuencia crecerían para convertirse en seres excesivamente ansiosos.
Creo que el hecho de que la familia Nagata en la
actualidad viva gozando de una excelente salud y
vigor, basta para demonstrar que esas críticas eran
bastante infundadas. Y también lo es el hecho de
que si es bueno o malo que un padre se retire a su
hogar asumiendo la responsabilidad de la
educación de sus hijos. Lo que importa es que el
método educativo que adoptó el señor Nagata nos
ofrece algunas sugerencias muy importantes
acerca del potencial de aprendizaje del infante. A
continuación reproducimos las palabras del señor
Nagata, referentes a su singular método de
enseñanza:
Sin embargo, muy pronto llegará el momento en que el niño desarrolla el deseo de tomar
sus propias decisiones; en breve, llega un momento en el cual se desarrolló esa parte del
cerebro que decide como emplear la base sólida que ya ha establecido. Esta época por lo
común es alrededor de los tres años de edad; es la época en la cual el aspecto de cómo
interesar al niño adquiere más importancia que lo que debería ofrecérsele. El niño
recuerda cualquier cosa que le interese hasta un punto que raya en la codicia. Durante
ese proceso se desarrollan las capacidades volitiva y creativa, así como el deseo de
hacer ciertas cosas y son funciones muy importantes en la formación del cerebro para
actividades posteriores y en la formación del carácter.
Todos los padres les leen a sus hijos historias infantiles y cuentos de hadas, sin
preocuparse por si el niño los comprende o no. Después de escucharlos muchas veces, el
niño los memoriza y muy pronto es capaz de señalar los errores en la lectura descuidada
de los padres. El niño recuerda con gran precisión las historias infantiles y los cuentos de
hadas, pero se trata de una precisión basada más en la percepción de patrones que en la
comprensión.
Después, el niño empieza a mostrar un interés especial en una historia particular y quiere
leerla por sí mismo. A pesar de que no sabe leer el alfabeto, compara la historia que
memorizo con los grabados del libro y lee la historia, siguiendo sin tropiezo alguno las
letras que todavía no puede leer. Este es un periodo en el cual el niño comienza a
preguntar con insistencia el significado de varias lecturas y el hecho de que lo haga con
insistencia es una prueba de su gran interés.
De manera que antes de los tres años de edad el niño no experimenta dificultad alguna en
aprender todo aquello que le interesa, sin importar cuantos esfuerzos y concentración le
exija esa tarea.
En mi vida de negocios a menudo hay ocasiones en las cuales me veo obligado a hablar
inglés y lo que siempre me molesta en dichas ocasiones es lo defectuoso de mi
pronunciación y entonación en inglés. No es que quien me escucha no comprenda en
todo momento mi inglés con acento japonés… si me entienden, pero hay veces en que
me enfrento a un momento en que mi escucha me pide, con una mirada de extrañeza,
que le repita algo y tengo que deletrear una palabra en inglés a fin de que me entienda y
es entonces cuando siento una gran pena por mi inglés al estilo de “goodomorning”.
En contraste con esto, en mi vecindario hay un niño de un año y dos meses de edad que
puede pronunciar con perfecta exactitud algunas palabras en inglés. Los sonidos tales
como la “r” y la “l” son muy difíciles de pronunciar para la mayoría de los japoneses, pero
él lo hace correctamente. Con toda probabilidad, la diferencia estriba en que mientras yo
empecé a estudiar inglés por vez primera cuando yo ingresé a la secundaria, ese niño,
que ya estaba familiarizado con el inglés por haber escuchado discos en ese idioma,
empezó a aprender la conversación en inglés con una amiga norteamericana de la familia
casi al mismo tiempo que empezó a aprender el japonés.
Todo esto significa que una vez que en la propia mente se ha formado el patrón de la
lengua materna, es muy difícil captar más adelante los patrones de un idioma diferente.
Sin embargo, como antes explique, el cerebro de un infante de menos de tres años
todavía se encuentra en el proceso de “cableado” y el “circuito” del idioma japonés y, para
el caso, el de cualquier otro idioma, pueden desarrollarse al mismo tiempo. Por
consiguiente, los niños a esa edad pueden hablar sin grandes esfuerzos cualquier idioma,
como si fuese el propio. Si dejamos de hacerlo durante ese periodo tendremos que luchar
a fin de adquirir lo que es tan natural para el niño pequeño, e incluso lo que entonces se
aprende es menos que lo que se aprende con tanta facilidad en la época adecuada. La
mayoría de los adultos japoneses y de los niños mayores jamás logrará hablar
correctamente el inglés, con una buena pronunciación, incluyendo la de las letras “r” y “l”.
Los idiomas extranjeros no son los únicos temas cuyo aprendizaje sería demasiado tarde
para emprender después de los primeros años del desarrollo. Por ejemplo, se dice que el
propio sentido del tono y del atletismo… la propia coordinación y el equilibrio físico, se van
formando alrededor de esta edad. Y la base para la apreciación estética… la reacción
sensorial… se desarrolla más o menos durante los primeros años del niño.
Cada año, al iniciarse las vacaciones de verano, las familias extranjeras llevan a sus niños
pequeños a las clases de violín que imparte el doctor Suzuki. Sobra decir que al principio
nadie habla una sola palabra de japonés, pero los niños más pequeños son los primeros
en empezar a hablar en japonés; después vienen los hermanitos y hermanitas mayores
que ya asisten a la escuela primaria y secundaria. Los casos perdidos son los padres.
Mientras que en el transcurso de un mes el niño ya habla un excelente japonés, los
padres tienen que llevar consigo a sus hijos a donde quiera que van para que les sirvan
de intérpretes y hay muchos padres y madres que regresan a su país sin poder decir más
que una sola palabra, konnichiwa (hola o buenos días) después de una estancia de un
mes en Japón.
Hasta este momento, he discutido desde varios ángulos el maravilloso potencial latente
del niño normal y la importancia de la educación temprana para desarrollar dicho
potencial. No obstante, por desgracia en todo el mundo hay niños con algún impedimento,
como resultado de la polio, de un retraso mental, una sordera y mudez. El desarrollo
temprano no se ha olvidado de esos niños: por el contrario, por la razón misma de la
carga tan pesada que llevan sobre sus hombros, es esencial identificar su impedimento
tan pronto como sea posible, a fin de emplear las técnicas del desarrollo temprano para
compensarlos hasta donde sea posible.
Lo que estoy a punto de contarle es una conmovedora historia que leía en un artículo que
se publicó recientemente en un periódico: la historia de un niño sordo de nacimiento a
quien más adelante se le capacitó para participar en la conversación cotidiana sin ninguna
dificultad, debido a los grandes esfuerzos de sus padres. Al leer esto, me sentí muy
alentado, pensando en esto como en un verdadero ejemplo de Desarrollo Temprano.
Atsuto, ahora de seis años de edad, nació como una encarnación de la salud; tenía un
año cuando sus padres observaron una anormalidad y se preguntaron si había algún
problema con su capacidad de oír, pero no se preocuparon gran cosa durante esa etapa,
pensando simplemente que hay muchos niños que son lentos para hablar y que su hijo
era uno de ellos. Pero cuando al año y medio de edad Atsuto seguía guardando silencio,
finalmente, lo llevaron a un hospital para que lo examinaran. El diagnóstico demostró que
era tan duro de oído que prácticamente eso lo incapacitaba. Sin saber qué hacer, los
padres se dedicaron a buscar ayuda y por último encontraron al doctor
TakeshiMatsuzawa, un experto en el tratamiento y la educación de niños con problemas
educativos. El doctor Matsuzawa empezó a enseñarle al pequeño su propio nombre con
la ayuda de un aparato auditivo. Después el niño empezó a aprender otras palabras, una
a una, mientras que el doctor insistentemente relacionaba esas palabras con sus
significados y desarrollaba cualquier rastro de oído que el niño retenía. El doctor
Matsuzawa cree que a una edad adecuada, en realidad es posible enseñar a un niño
sordo a oír.
Escribe: “únicamente la madre es quien puede descubrir muy pronto si su hijo es anormal.
Una semana después del nacimiento, un bebé reacciona a un ruido o sonido fuerte con un
movimiento de sobresalto. Después de unos pocos meses, el bebé reconoce la voz de su
madre y a los cuatro meses reconoce su propio nombre. Si el bebé no muestra reacción
alguna a un ruido fuerte o cuando se le llama por su nombre, puede deducirse que hay
algo malo con su capacidad auditiva. Para los tres años de edad, el niño también aprende
casi todas las palabras que se emplean en la conversación cotidiana, de manera que esos
primeros años son los más adecuados para que un niño duro de oído aprenda las
palabras. Lo que debe evitarse es mantener al niño alejado de los sonidos simplemente
porque en apariencia no puede escucharlos. No es verdad que incluso un niño con una
pronunciada sordera sea absolutamente incapaz de oír. Hagan que ese niño escuche un
sonido repetidas veces y así desarrollará la capacidad de oír”.
De esta manera los esfuerzos y la educación paternos pueden hacer posible el desarrollo
de la capacidad de oír, incluso si el niño nació con algún problema auditivo. Esto es
exactamente lo que constituye el fundamento del Desarrollo Temprano.
.
SEGUNDA PARTE
El impacto de una experiencia temprana
Lo que cuenta no son los genes, sino el medio ambiente
En la sección anterior, hablé del maravilloso potencial latente del infante. Si esos botones
latentes florecen hasta convertirse en un árbol fuerte o en una bellísima flor, depende de
la forma en que cultiven a su hijo y de la clase de medio ambiente que creen para él. En
esta sección discutiré en todos sus detalles concretos el aspecto práctico del Desarrollo
Temprano, pero antes de empezar me gustaría ofrecerles alguna evidencia de que la
educación y el medio ambiente ciertamente tienen precedencia sobre las leyes de la
herencia en lo que concierne al desarrollo de los niños pequeños.
El problema es ¿Qué clase de educación y de medio ambiente son más propicios para el
desarrollo del potencial del infante? Sobre este punto, los eruditos han intentado varios
métodos y situaciones, informando sobre sus resultados. También hay padres que al no
sentirse lo bastante satisfechos con la educación escolar, se han atrevido a experimentar
con la educación de sus propios hijos. Y además, se han efectuado experimentos que no
es posible realizar con seres humanos, usando perros y monos y los resultados a menudo
han sido esclarecedores. Ahora me gustaría discutir algunos de esos experimentos.
Con frecuencia escucho a las madres comentar, “mi hijo debió salir a su padre, ya que no
tiene ningún sentido musical”, o bien “mi esposo es escritor, de manera que nuestro hijo
es muy bueno para escribir composiciones”. Ciertamente, como dice el proverbio “el hijo
de una rana será una rana” y “una cebolla no puede producir una rosa”, y por supuesto ha
habido algunos casos en los que el hijo de un erudito se convierte en un erudito y el hijo
de un comerciante en un comerciante. Sin embargo, esos casos no significan que a los
niños se les haya trasmitido biológicamente la idoneidad para esas profesiones. Es muy
probable que desde el momento de su nacimiento se les haya educado en un medio
ambiente que los alentó a convertirse en lo que eran sus padres. El medio ambiente que
les proporcionaron los padres se convirtió en el medio ambiente del niño, y cultivo su
habilidad en la profesión del padre al despertar su interés en ella.
Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor en nuestro propio vecindario para
comprender que un niño nacido de padres talentosos no necesariamente tiene talento. El
niño califica con desprecio a un niño así llamándolo “indigno de sus padres”, pero podría
decirse que el niño no es responsable de lo que es, ya que en realidad el medio ambiente
de su infancia fue lo que hizo “indigno” a ese niño.
Así como todos los bebés nacen con el rostro arrugado, también nacen iguales en lo que
respecta a su capacidad y carácter, pero crecen hasta llegar a ser diferentes en ambas
cosas debido a diferentes medios y experiencias. En otras palabras, la profesión y la
capacidad de los padres no tiene ninguna relación directa con la formación de la
capacidad y el carácter del niño. Lo único que podemos decir es que la razón por la cual
el hijo de un médico se convierte en médico es que se ha educado en un medio en donde
hay olor a medicinas, personas vestidas con batas blancas y pacientes.
En el mes de octubre de 1920, en una pequeña aldea a unos 110 kilómetros de Calcuta,
en la India, se esparció el rumor de que dos animales con el aspecto de seres humanos
habitaban en una cueva de lobos. El señor y la señora Synge, una pareja de misioneros,
buscaron en la cueva y atraparon a los dos animales, que sin lugar a dudas eran dos
seres humanos, de quienes se calculó que uno tendría unos ocho años y el otro un año y
medio. Ambos seres, del sexo femenino y aparentemente hermanas fueron bautizados
con el nombre de Amala y Kamala; las instalaron a cargo del orfelinato local y allí se inició
su educación como seres humanos.
Esa pareja de misioneros, con un afecto y una paciencia infinitos, trato de inculcar a las
hermanas características y habilidades humanas, pero como durante sus primeros años
fueron criadas por lobos, las niñas insistían en comportarse como lobos. Se arrastraban
sobre manos y rodillas, saltando sobre la gente que trataba de tocarlas. Dormían durante
el día en una habitación oscura, agazapadas contra el muro y por la noche empezaban a
aullar. Lo único que comían era carne descompuesta y pollos vivos.
A pesar de todo eso, la pareja prosiguió con su labor y por fin sus esfuerzos parecieron
dar frutos, ya que después de dos meses Amala, la hermana más pequeña, empezó a
balbucear algunas palabras tales como “boo”. Sin embargo falleció un año después. Al
cabo de tres años, la hermana mayor al fin pudo empezar a caminar sobre los pies; sin
embargo, siempre que se precipitaban sus reflejos instintivos, retrocedía a sus viejos
hábitos y se arrastraba sobre sus manos y rodillas. A todo lo largo de los nueve años
transcurridos entre su regreso al mundo de los humanos y su muerte a la edad de
diecisiete años, su coeficiente de inteligencia siguió siendo el de una niña de tres años y
medio y su vocabulario jamás excedió de cuarenta y cinco palabras.
No nos damos cuenta con mucha exactitud de la forma en que crecen nuestros propios
hijos, puesto que los vemos todos los días y, sin embargo, se desarrollan con mucha más
rapidez de la que nos imaginamos. El profesor Jean Piaget, la autoridad suiza
mundialmente famosa en el terreno de la psicología del desarrollo, estableció su teoría
acerca de las fases del conocimiento a través de las observaciones de sus tres hijos y
mientras más leo sus libros, más agudamente siento la importancia de proporcionarle al
niño la educación y el medio ambiente adecuados para cada una de estas fases.
De acuerdo con las observaciones de Piaget, un bebé recién nacido mama todo lo que
roza sus labios pero a los veinte días de nacido no bebe otra cosa que nos sea leche y
empieza positivamente a exigirla.
Después de tres meses, el bebé empieza a desarrollar la voluntad de estirar el brazo para
tocar algún objeto, por ejemplo las piernas de un muñeco de trapo que cuelgan del
barandal de una cuna, experimentando con ello un gran deleite. Y en un año y medio
más, el mismo niño encontrará la forma de tocar un objeto que esté fuera de su alcance
usando un palo. Después de los dos años empieza a relacionar palabras con significados
abstractos, a menudo a su propia manera individual, como por ejemplo, la palabra
“hombre” con su padre, o “lluvia” con el lavado del sendero.
Alrededor de los cuatro años de edad, el niño aún cree que el jugo de naranja servido en
un vaso pequeño lleno hasta el borde, es más que la misma cantidad de jugo servida en
un vaso grande y que las migajas de una galleta aplastada son más que una galleta
entera. Apenas entre el quinto y sexto año comprenderá que en cada uno de estos casos
la cantidad es la misma.
Escuche la siguiente historia de labios de un hombre joven cuya esposa acababa de tener
una niña cuando la compañía en donde él trabajaba decidió enviarlo al extranjero. Por
consiguiente, su esposa y la bebita se fueron a
vivir a Tohoku con los padres de la joven. Una vez
que termino su compromiso de un año en el
extranjero, el joven regreso y su esposa e hija
regresaron a vivir con él en su departamento de
Denen-Chofu en Tokio, reiniciando su vida como
familia. En esa época, la pequeña todavía no
hablaba gran cosa pero muy pronto empezó a
balbucear y cuando lo hizo, los padres se
sintieron muy desconcertados, ya que todas las palabras que salían de labios de la niña
resultaban ser en el dialecto Tohoku. Por ejemplo, no importaba que su padre pronunciara
repetidas veces la palabra Jidosha (automóvil) en japonés normal, la palabra que la niña
pronunciaba al tratar de imitar a su padre sonaba como Zudosha.
Sin lugar a dudas se trataba de un fenómeno muy extraño, ya que solo la pequeña
hablaba el dialecto Tohoku, mientras que todos los demás miembros de la familia no
hablaban otra cosa que no fuese el japonés normal.
Resultó que durante la estancia de la niña en el hogar de los padres de su esposa los
abuelos, que adoraban a la pequeña, estaban constantemente a su lado charlando y
jugando con ella; su esposa pensando que la niña aún era demasiado pequeña para
hablar, dejó que las cosas siguieran su curso.
Unos cuantos años después, esa niña empezó a asistir a la escuela, pero todavía no
podía librarse del acento del dialecto Tohoku. Según parece, antes de que la niña
empezara a hablar ya había tenido lugar la distribución del dialecto Tohoku por todos los
“cables” del cerebro; Y una vez terminada, es muy difícil que un ser humano logre destruir
esa red a fin de empezar de nueva cuenta. De acuerdo con una teoría, se necesita más
tiempo para iniciar un nuevo circuito destruyendo uno ya formado, del que se requirió para
formar el inicial.
Como dice el proverbio, “aquel que cruza el pantano sale enfangado”; cualquier cosa que
influya en un niño durante su infancia causa una impresión muy profunda y corresponde a
los padres asegurarse de que esas influencias sean las adecuadas para el niño.
Una habitación desnuda con techo y muros blancos, absolutamente silenciosa y de la cual
se han alejado todos los ruidos procedentes de exterior: una madre podría pensar que
ese es el medio ambiente ideal para su recién nacido, de hecho, esa habitación tan
carente de estímulos no solo es inútil sino
positivamente nociva para el bebé.
Durante algunos meses los dos grupos se criaron en esos medios tan diferentes, después
de transcurridos, se efectuaron ciertas pruebas para medir cualquier diferencia en su
inteligencia. Se ofrecía un objeto brillante a cada uno de los niños y el lapso de tiempo
requerido para apoderarse de él, era la medida mediante la cual se determinaba el nivel
de inteligencia del niño. Los resultados mostraron una diferencia muy clara de tres meses
entre ambos grupos: el nivel de inteligencia del grupo criado en una habitación
desprovista de estímulos tenía un retraso de tres meses al compararse con el del grupo
instalado en la otra habitación.
Esa brecha de tres meses en esta etapa particular, es de suma importancia, ya que se
dice que el desarrollo de la inteligencia desde el momento del nacimiento hasta los tres
años, equivale al desarrollo desde los cuatro hasta los diecisiete años de edad. Algunos
eruditos pretenden que esa brecha puede salvarse muy pronto mediante un
entrenamiento adecuado, pero cuando menos esto significa ejercer una gran presión
sobre un niño pequeño.
No solo el profesor Bruner, sino muchos otros psicólogos, han intentado experimentos de
esta naturaleza. Los resultados muestran en una forma decisiva que el hecho de si hay o
no un estímulo, significa una gran diferencia en el desarrollo de la habilidad. Otros
estudios se han enfocado a las clases de estímulo que tienen mayores probabilidades de
fomentar el desarrollo de la inteligencia infantil. Las cunas mecedoras, las borlas con
flecos de colores brillantes, las pelotas relucientes, los papeles multicolores y muchos
otros instrumentos se han sometido a diversas pruebas: por ejemplo, se dice que un
molino de viento conectado a una caja de música y las cortinas de dibujos florales han
demostrado ser acelerantes muy efectivos para el desarrollo.
En este sentido, el hábito en apariencia insignificante del abuelo, de llevar a su nieto a ver
ese motor de aceite, fue el origen del mundialmente famoso rey de las motocicletas.
En un libro de grabados, el niño puede leer una historia completamente diferente del
cuento que lee un adulto
En otra parte, la señora Montessori ofrece un ejemplo de otro niño de año y medio de
edad, cuya madre le obsequió un libro de grabados titulado Sambo, narrándole la historia
en presencia de otras dos o tres señoras. “Un niño de raza negra llamado Sambo, iba
caminando con los regalos que le habían dado por ser el día de su cumpleaños. En el
camino se encontró con algunos animales salvajes, que lo despojaron de todos sus
regalos. Llego llorando a su hogar, pero sus padres lo consolaron. Sintiéndose feliz, tomó
asiento frente a la mesa, en donde había un gran pastel de cumpleaños, como puedes ver
en el último grabado”. Cuando la madre termino de contarle la historia, el pequeño de
pronto la interrumpió, diciendo: “No, está llorando” y señalo la parte posterior de la
portada, en donde había un grabado de Sambo con el rostro bañado en lágrimas.
En otras palabras, el pequeño no sabe nada acerca de las percepciones que los adultos
han llegado a aceptar. Sus percepciones son inmediatas y a menudo arbitrarias para los
adultos… ya que al tratar con los niños, debemos aprender a despejar nuestra propia
mente de toda idea preconcebida y hacer uso de nuestra imaginación para ver las cosas
tal y como ellos las ven.
Escuche la siguiente historia: Una joven pareja, agradable y honesta, tenía dos hijos, uno
de cinco y otro de cuatro años de edad. Mientras que el más pequeño era muy popular en
el jardín de niños gracias a su amabilidad y sinceridad, el mayor era bastante apocado y
decididamente perverso. Los padres se preocupaban mucho por su hijo mayor, sin saber
qué hacer con él y cuál era la causa de su comportamiento.
El médico pensó que si existía una causa aislada para el estado cruel del hijo mayor, muy
bien podría deberse a ese periodo. Procedió a ponerse en contacto con la joven niñera y
aun cuando al principio se mostró renuente, al fin empezó a hablar poco a poco.
Resultó que cuando ostensiblemente sacaba al niño a pasear, en realidad iba a reunirse
con su amante en un viejo cobertizo que había en el patio posterior de la casa. Eso
sucedía todos los días y el niño, que en aquel entonces tenía un año de edad permanecía
a solas en el oscuro cobertizo durante dos horas como testigo de la cita entre ambos
jóvenes.
¿Cómo es posible que esa experiencia dejara de afectar la formación del carácter del
niño? En vez de la radiante luz del sol y el aire puro que excitaran su mente no tenía otra
cosa que el aire húmedo del cobertizo, que proyectaba una oscura sombra sobre su alma
y su cuerpo. Sobra decir que el pequeño de un año no podía comprender el significado
del comportamiento entre su niñera y su amante, pero estaba demasiado consciente del
comportamiento culpable y de la inquietud de la joven y de los sonidos ahogados
provenientes de un oscuro rincón, todo lo cual debió comunicar una gran inseguridad y
temor al niño abandonado a sí mismo. El médico llegó a la conclusión de que fue eso lo
que hizo de ese niño un ser tímido y apocado.
Parece que después de eso, los padres nunca dejaron de lamentarse lo suficiente por
haber dejado a ese niño al cuidado de una persona extraña. Ciertamente, podemos
comprender la débil condición física de la madre después de dar a luz por segunda vez en
el transcurso de un año; pero ¿No se mostraron bastante negligentes respecto a la
naturaleza sensible de su hijo mayor? Por supuesto, hay ciertas circunstancias que
pueden obligar a los padres a dejar a sus hijos en manos de otras personas, pero tengo la
esperanza de que mi historia les muestre que es necesario tener sumo cuidado en la
elección de aquellas personas a quienes confiamos el cuidado de nuestros hijos.
Si se nos pide narrar algún incidente de nuestra primera infancia, por lo común nos
encontramos con que apenas somos capaces de recordar cualquier cosa, a menos de
que el acontecimiento haya sido excepcionalmente importante. Incluso si llegásemos a
recordar algunos sucesos durante el segundo o tercer año de nuestra vida no los
recordamos como experiencias propias, sino como historias narradas por nuestra madre o
por otras personas que las presenciaron en esa época.
Me han dicho que bajo hipnosis, cualquier persona a la cual se le sugiere que en ese
momento tiene un año de edad, empezara a hablar en el lenguaje de un niño de un año,
actuando como un pequeño de esa edad. Esto significa que todas y cada una de las
experiencias de la infancia quedan almacenadas para siempre en la mente una vez que
han pasado por los procesos formadores de circuitos del cerebro, por muy imposible que
nos sea recordarlas.
También se dice que cuando un hombre se ve llevado a los últimos extremos, de pronto
revive las escenas de su primera infancia. Un político, el señor KakueiTanaka, ha hablado
de que recordó su primer infancia cuando volvió a él igual que un caballo que corre dentro
de un caleidoscopio, mientras yacía luchando entre la vida y la muerte en un hospital
durante la guerra. Recordó ser llevado a un templo de la mano de su madre, al monje que
estaba de pie en la puerta y el rostro, la ropa y la forma de hablar del monje…En todos
sus detalles más completos. Más adelante le habló a su madre de su “visión” y averiguó
que en realidad había sucedido cuando tenía dos años de edad. El señor MoriatsuMinato,
presidente del centro de investigaciones de Kikko, nació en China, en donde
transcurrieron sus primeros años, sin embargo, después de esa época jamás volvió a
hablar una sola palabra de chino y supuso que lo había olvidado, hasta que después de
transcurridos unos diez años se enfrentó a una situación en la cual se vio obligado a
hablar en chino, durante uno de sus viajes de negocios a China. El idioma chino surgió de
sus labios con perfecta fluidez y en una forma de lo más natural a tal grado que
sorprendió por igual a sus anfitriones chinos y a sí mismo. Por supuesto, después de eso,
las discusiones de negocios se llevaron a cabo sin ningún tropiezo.
Esta historia nos demuestra una vez más con que firmeza quedan grabadas en el cerebro
las experiencias de la primera infancia y de nuevo pone de relieve el hecho de que la
experiencia y el medio ambiente hasta los tres años de edad son el puntal de la manera
de pensar y actuar de nuestro yo actual.
A menos de que los cimientos sean sólidos es inútil tratar de levantar un edificio
resistente: Incluso si ese edificio tiene una bellísima apariencia, se derrumbara cuando lo
azote un vendaval o un temblor si no tiene unos cimientos firmes.
El desarrollo temprano trata sobre la formación de esos cimientos tan importantes, esos
basamentos deben ser muy resistentes desde el principio ya que será imposible
construirlos una vez que se ha levantado el edificio.
TERCERA PARTE
¿Qué es bueno para el bebé?
No existen fórmulas para la educación infantil
Siempre que recomiendo que durante sus primeros años un niño debería escuchar buena
música y admirar pinturas verdaderas, me veo rodeado de madres ansiosas que quieren
saber exactamente qué es lo que trato de decir al hablar de “buena música” y de “pintura
verdadera”. ¿Es buena la música de Beethoven o la de Mozart? ¿Es bueno Van Gogh o
Picaso? Por supuesto, sí recomendamos música y pintura específicas para los niños,
después de consultar a los especialistas en esos terrenos. Sin embargo, todo lo que
podemos hacer es ofrecer algunas sugerencias para que los padres las consideren en
relación con sus hijos, no un programa rígido que garantice la conversión del niño en un
ser perfecto. En todos los aspectos, los japoneses parecen buscar fórmulas fijas: no se
sienten seguros a menos a menos de que hagan determinada cosa en su forma fija. Pero
en la educación, sobre todo en la infantil, no existe fórmula alguna. La madre deberá darle
al niño, sin ninguna vacilación, cualquier cosa que piense que será buena para él.
Pienso que esta tendencia a buscar fórmulas es una de los defectos de la educación
japonesa; simplemente porque el niño tiene cuatro años, debe asistir al jardín de niños y a
los seis años debe iniciar su educación primaria. Tal norma, basada únicamente en la
edad, hace caso omiso del propio nivel de capacidad del niño. De igual manera, las
escuelas japonesas enseñan pintura y números en el jardín de niños, hiragana (el alfabeto
japonés) en el primer año de la escuela primaria y caracteres chinos en el segundo año,
como si el pensamiento educativo estuviese esclavizado bajo la idea de un programa fijo.
Encontramos la misma reacción ante la idea del desarrollo temprano: a menos de que
ofrezca una fórmula estricta, nadie se atreve a ponerla en práctica. Yo preferiría la noción
de que las ideas, fórmulas y normas fijas sólo están allí para desafiarlas.
Un bebé está malhumorado, la madre lo toma en sus brazos y él deja de llorar y sonríe:
todos los padres de todo el mundo han experimentado esa situación una y otra vez. Pero
la sabiduría tradicional a menudo ha censurado a la madre que toma en brazos a su bebé
para tranquilizarlo, advirtiéndola contra el “hábito” de tenerlo constantemente en brazos y
prediciendo que si a un niño se le toma en brazos siempre que llora, más adelante jamás
dejara de llorar, a menos de que lo tengan en brazos. ¿Es verdad todo esto? Si esas
actitudes se aceptan sencillamente como una advertencia en contra de amar ciegamente
a un pequeño, o de “echarlo a perder con mimos”, estoy dispuesto a aceptarlas, pero me
opongo firmemente a aceptar dichas advertencias en un sentido literal. Yo sí creo en
tomar en brazos al bebé, tanto como sea posible.
Para el infante que aún no conoce otro medio de autoexpresión, el llanto es la única forma
de atraer la atención hacia sus necesidades. Mientras este llorando, eso significa que
trata de pedir algo y el hecho de dejar sin respuesta esa petición sería limitarle sus
primeras exigencias de una comunicación vocal.
Una de las madres sustitutas, en forma de cilindro, estaba hecha de alambres y la otra
estaba hecha de tela. Cada una de ellas estaba equipada con alimentadores de leche y
podía hacerse que se movieran con un movimiento de vaivén. El resultado reveló que el
bebé mono escogió el calor y el tacto suave de la madre de tela, reaccionando al
movimiento de balanceo y que el brazo suave y tierno de la madre al sostener a su hijo en
brazos es tan importante para la salud emocional del pequeño como lo es la leche para su
bienestar físico.
Desearía que los bebés tuviesen la suficiente comunicación de “tacto” con sus padres, ya
que la considero como una parte esencial de los cimientos de un ser humano sensible. Se
dice que el famoso niño salvaje de Aveyron experimentaba una gran seguridad cuando
alguien le sostenía las manos.
Uno de esos significados es que la madre, cuyas manos están ocupadas durante todo el
día y que difícilmente dispone del tiempo para comunicarse con el hijo, por lo menos
cuenta con el tiempo para dedicarse a esa tarea cuando se acuesta a su lado hasta que
se quede dormido. Otro punto es que durante ese breve lapso de tiempo transcurrido
antes de que el niño concilie el sueño, su estado mental es muy apacible y fácilmente
receptivo, de manera que si, en vez de acostarse simplemente al lado del niño… o incluso
de quedarse dormidos antes que el niño… el padre o la madre le cantan una canción, le
cuentan una historia o le leen un libro, el impacto de esa actitud en el niño será
sumamente creativo.
También podríamos sugerir que en vez de la madre, sea el padre quien, después de estar
ausente todo el día, aproveche esta oportunidad de comunicarse con su hijo. EL doctor
SejiKaya, ex presidente de la Universidad de Tokio, acostumbraba leerle un libro a su hijo
antes de dormir cuenta cómo, a veces él mismo dormido a medias, empezaba a leer y a
cabecear, pero cuando interrumpía la lectura a menudo se encontraba con que el
pequeño estaba despierto y escuchándolo. El doctor Kaya recuerda esa experiencia con
un gran placer, pero sólo varios años después se tranquilizó al escuchar de labios de los
educadores que ese hábito era bueno.
Un niño educado por una madre que no posee oído musical, al crecer carecerá de
oído musical
“Mi hijo no tiene oído musical; no sé qué hacer con él, ya que en la familia de su padre
hay muchos familiares que carecen de oído para la música. Debe tratarse de un rasgo
hereditario". Con mucha frecuencia he escuchado a varias madres expresar esta queja.
Es verdad, hay niños sin oído musical cuyos padres también carecen de éste. Sin
embargo, esto no significa que la falta de oído musical sea un rasgo genético. Por otra
parte, la falta de éste sí puede trasmitirse de padres a hijos.
Supongamos que la madre no tiene oído musical y que el niño, desde la mañana hasta la
noche se ve obligado a escuchar una canción de cuna cantada fuera de tono. La mente
del niño quedará saturada con el tono incorrecto de la madre, y empleando ese tono
ajustado, según el modelo de la madre, cantará canciones desentonadas, de acuerdo con
ese patrón. Cuando la madre escucha cantar a su hijo, salta a la conclusión: “Mi hijo
carece de oído musical; después de todo, el sentido musical es algo hereditario”.
Entonces, si Beethoven y Mozart hubiesen sido educados por madres que no tenían oído
musical, con toda seguridad habrían resultado desentonados.
De acuerdo con mi teoría, el hijo falto de oído musical de una madre con el mismo
problema, posee una habilidad superior de escuchar, ¡ya que puede escuchar y captar el
tono incorrecto de la madre! Según eso, me imagino que tanto como Beethoven como
Mozart habrían sido excepcionalmente faltos de oído musical.
Pues bien, como un ejemplo que les demuestre que la falta de oído musical no es
cuestión de herencia, les contaré una historia verdadera, la de un niño carente de oído
musical curado de su problema. El doctor Shinichi Suzuki se hizo cargo de un pequeño de
seis años de edad, que vivía en Matsumoto y que era desentonado y lo curó
completamente de su problema.
Como es común, la madre de ese niño era bastante desentonada. “Un niño desentonado
lo es porque fue educado por un padre o una madre faltos de oído musical”, declara el
doctor Suzuki, cuya técnica fue hacer que el pequeño escuchara repetidas veces la
misma canción, entonada, que su madre le cantaba fuera de tono. El doctor Suzuki
comentó que el número de veces que hizo que el niño escuchara esa canción quizá fue
cuatro veces mayor que los varios de miles de veces que su madre se la cantó fuera de
tono. Durante todo ese tiempo, el patrón del tono materno, arraigado en su mente, quedó
totalmente erradicado, y se formó un patrón de tono absolutamente nuevo y correcto,
curando así por completo al niño de su falta de oído musical. Ese niño siguió progresando
hasta llegar a tocar con toda corrección los conciertos para violín de Brahms y Beethoven,
e incluso ya ha dado conciertos como solista en Canadá.
De manera que el sentido musical, en particular, y el carácter y el desarrollo del cerebro
en general, pueden estar condicionados por los hábitos cotidianos de la madre. Su
comportamiento, en apariencia más insignificante y trivial, puede afectar
inconmensurablemente al niño pequeño.
Los resultados de las pruebas de inteligencia que se hicieron a esos bebés a los
veintisiete meses de edad, demostraron que la evaluación de su coeficiente de
inteligencia era de diez a quince punto más elevada que la de los bebés del grupo de
control, sobre todo en los que se refería a la habilidad verbal.
Cuando un bebé tiene dos o tres meses de edad, empieza a reír, a balbucear y a recordar
todo lo que sucede a su alrededor. Antes de darnos cuenta, empieza a grabar en sus
células cerebrales las palabras y acciones más triviales de su madre, el hecho de si la
madre está o no disponible como compañera para él, afecta grandemente el desarrollo de
la inteligencia del bebé.
Consideren la siguiente historia. Una joven pareja vivía en un departamento de una sola
habitación y de dimensiones reducidas cuando nació su primer hijo. Puesto que el
departamento era tan pequeño, el niño y su madre estaban siempre al alcance del oído
uno del otro, sin importar lo que la madre estuviese haciendo... y como distracción, la
madre acostumbraba acompañar a su bebé cuando empezaba a balbucear. Pero poco
tiempo después, la familia se mudó a un departamento público, con tres recámaras y
cocina. Al contar con habitaciones adicionales, los padres decidieron tener otro hijo, y en
esta ocasión nació una niña; esa niña se crio en una habitación tranquila, alejada de la
cocina en donde la madre siempre se encontraba ocupada. Mientras que el niño mayor
empezó a hablar con coherencia entre los siete y los ocho meses de edad, su hermanita
apenas balbuceaba a los diez meses. Lo que es más, en contraste con la vivacidad del
hermano, siempre sonriente y rebosando de alegría, la hermana creció como una niña
muy tranquila y taciturna. Podría llegarse a la conclusión de que fue el grado hasta cual la
madre fue compañera de cada uno de sus hijos, lo que explica esta diferencia en sus
caracteres.
El otro día, cuando cenaba en un restaurante, de pronto escuché una voz que surgía de la
mesa de al lado: “ez hora de decirte adióz, mami”. Sorprendido ante esa extraordinaria
declaración, miré a mí alrededor y me encontré con un niño de unos dos años de edad;
frente a él había un plato de estofado. Intrigado, le pedí a su madre que me explicara las
palabras del pequeño. “El niño memorizó las frases de un comercial de televisión para un
estofado de cierta compañía y debió recordarlas cuando le sirvieron el estofado”, me
explico.
Nosotros los adultos nos olvidamos muy pronto de las frases de los comerciales de
televisión, casi después de haberlos visto y oído; pero un bebé las recuerda exactamente,
aun una frase tan larga como esa, incluyendo el tono de voz y la entonación exactos con
las cuales se pronuncian esas frases.
En casi todas las culturas, las personas a menudo emplean el llamado vocabulario infantil
para dirigirse a los bebés y a los niños pequeños. Por ejemplo, en japonés decimos
chenchei en vez de sensei (maestro) y miju en vez de mizu (agua). Sin embargo, en los
programas de radio y televisión no se usa el lenguaje infantil para el beneficio de los niños
y, sin embargo, para el momento en que el niño tiene dos años de edad, puede
comprender muy bien el lenguaje de un programa promedio.
Por supuesto, un bebé apenas balbucea cuando empieza a hablar. Es muy probable que
esto se deba a la lentitud en el desarrollo de sus órganos vocales más que al de su
cerebro, de manera que sus labios no se mueven en coordinación con su deseo de
hablar. Por consiguiente, si los adultos que lo rodean siempre le hablan en un lenguaje
infantil, sobre la base de algún prejuicio de que el bebé únicamente comprende la charla
infantil, los hábitos de un lenguaje correcto jamás se conectarán en su cerebro. Para
expresarlo en su forma más extrema, quizá el niño, para lograr el circuito de un inglés o
un japonés correctos, tenga que depender no de sus propias conversaciones con los
adultos, sino escuchando los intercambios entre los padres mismos y entre otros adultos a
su alrededor.
En una ocasión escuché a una madre francesa, que con motivo del matrimonio de su hija
le comento al futuro esposo: “Mi hija no lleva ninguna dote al matrimonio, pero habla muy
bien francés”. Tal orgullo por un buen dominio del propio idioma me parece algo admirable
y me agradaría mucho ver que a cada niño se le ofrecieran las mejores oportunidades de
hablar francés o un inglés correctos. Y la mejor oportunidad depende de la experiencia
obtenida en la infancia al sostener conversaciones en un inglés o un francés correctos. Si
no les ofrecemos a los niños tales oportunidades, muy pronto todos andarán por allí
gritando: “Ezta vez, digamos adiós al lenguaje infantil”.
En los últimos años en Estados Unidos, ha surgido una creciente conciencia en cuanto a
que el problema de la gente pobre de raza negra, para algunos la preocupación más
importante a la cual debe enfrentarse la nación, yace no sólo en los prejuicios raciales,
sino en la educación que reciben los niños negros antes de asistir a la escuela. Muchos
psicólogos han efectuado investigaciones en el distrito de Harlem, en Nueva York, y en
varios distritos negros, llegando a la conclusión de las diferencias en los índices de
coeficiente de inteligencia y en el carácter se deben en primer lugar a las diferencias en el
medio ambiente antes de la edad escolar. Las diferencias en el coeficiente de inteligencia
que se forma durante los primeros años se agravan una vez que el niño empieza a asistir
a la escuela y cada vez es más difícil salvar una brecha racial que poco a poco se vuelve
más amplia.
Por ejemplo, en muchas familias de raza negra, la pobreza obliga a ambos padres a salir
a trabajar para ganarse la vida, abandonando a los hijos virtualmente desde el momento
de su nacimiento para que crezcan “por sí solos”. . . es decir, supervisados únicamente
por sus hermanos mayores y por niñeras ocasionales. En cambio, es muy probable que
los niños de raza blanca, desde un principio, se eduquen rodeados del cuidado y el afecto
más intensos de los padres y de quienes están a su alrededor. Podrá decirse que esta
diferencia ha creado entre negros y blancos un problema para el cual no existe ninguna
solución obvia.
Aun cuando he hecho un uso bastante burdo del contraste tan común entre los privilegios
de los blancos y las privaciones de los negros, podría hacerse la misma distinción entre
los hogares en mi propio país, en donde los contrastes en el medio ambiente doméstico
están produciendo, por las mismas razones, niños brillantes y niños torpes; niños con
mentes rectas y niños con mentes distorsionadas. No obstante, podemos suponer que
estas diferencias se han derivado no simplemente por desigualdades en los recursos
económicos entre los padres, sino también por discrepancias en las actitudes paterna y
materna en lo que se refiere a la educación infantil.
Una serie de estadísticas (publicada en la revista Modern Esprit, número 43), sugiere que
mientras más permisiva sea una norma que adopten los padres, más inseguro y a la
defensiva se sentirá el niño. Tales niños parecen estar hambrientos de amor y
constantemente tienden a buscar la atención de los adultos. Las prácticas permisivas que
se definieron en el estudio concluyen la alimentación irregular del bebé y el hecho de
darle de comer sólo cuando lo pide, abrumarlo con regalos triviales y descuidar el cambio
de pañales y de ropa interior.
A medida que en nuestro mundo moderno el número de mujeres que salen a trabajar es
cada vez mayor y puesto que se consideran como seres que ya no están confinados a las
labores domésticas y a la educación de los hijos, sino más poseedoras de una
individualidad y de un papel definido llamado “niño con llave de puerta”, quien vuelve a
casa después de la escuela para encontrarse con un hogar vacío. De ninguna manera me
opongo a que una esposa colabore con su esposo a fin de ganarse la vida; pero sí me
preocupa el hecho de que se descuide al niño, y que, en nombre de la “permisividad”, se
le deje crecer sin el amor y la protección del adulto, que le son tan necesarios.
Las raíces de los temores del bebé a menudo se encuentran en experiencias que el
adulto ni siquiera sospecha
Nos agrada considerar los años de la primera infancia como el periodo más feliz de
nuestra existencia libre de los temores y preocupaciones acerca de las complejidades de
la vida. Sin embargo, en realidad no es muy probable que de niños siempre hayamos sido
felices y llenos de vida. Así como nosotros tenemos preocupaciones a los sesenta años
de edad, los pequeños también tienen sus propias inseguridades y temores. Y las razones
de esas inseguridades en el niño a menudo se encuentran en aspectos que para el adulto
son tan triviales que escapan a la percepción paterna y materna. Un artículo publicado en
una revista por la Asociación para el desarrollo temprano, narra la siguiente experiencia
de los primeros años de la infancia del señor ShotaroMiyamoto, director del Observatorio
Astronómico de Kazan, en la Universidad de Tokio.
“Mi padre debió interesarse grandemente en los cánticos Noh; sus amigos a menudo iban
a la casa a practicar. Mi madre estaba muy ocupada sirviendo té y pastelillos, de manera
que yo me quedaba a solas, dormido en una habitación. Recuerdo que me sentía muy
atemorizado al escuchar las opresivas y melancólicas melodías de las canciones Noh, y
que lloraba en voz alta; pero mi madre se preocupaba mucho por la comodidad de los
invitados y a toda prisa trataba de hacerme conciliar el sueño. Incluso ahora, cuando
escucho esas melancólicas tonadas budistas, en vez de experimentar un sentimiento de
paz me siento invadido por el terror”. (EarlyDevelopment, número 4, 1961.)
Los padres del señor Miyamoto jamás habrían podido imaginar que los cánticos Noh
dejarían a su hijo hundido en temores que nunca se borrarían, ni si quiera en la edad
adulta. El señor Miyamoto recuerda con placer las historias de KizaemonBadger y de
IkkyuOsho que le narraba su abuela antes de la hora de irse a dormir, y el sonido de la
música de Carmen y de la Sonata del Claro de Luna que tocaba en una pianola. ¿Por
qué, entre todas sus experiencias de la primera infancia, el escuchar los cánticos Noh
despertaba en el señor Miyamoto tales temores? Es algo que debería darnos en qué
pensar a quienes nos preocupamos por el desarrollo temprano: por ejemplo, quizá no era
sólo la melodía opresiva y la melancólica de las canciones Noh, sino la soledad y
oscuridad de la habitación en donde se encontraba abandonado a sí mismo, lo que daba
origen a su terror.
Es muy sencillo decir de inmediato, basándonos en el rostro del pequeño, si sus padres
no se llevan muy bien: la expresión facial del niño es de melancolía y ansiedad. Quizá
ustedes suponen que no es posible que el rostro de un recién nacido reaccione a las
sutilezas de una relación entre esposo y esposa; pero el bebé está dotado de una mente
tan sensible, que reacciona a todas y cada una de las vibraciones a su alrededor.
Cualquier examen de los registros de delincuencia juvenil revela que la mayoría de los
jóvenes con problemas pasaron esos primeros años, decididamente importantes de su
vida, en situaciones infelices en su hogar. Sus sentimientos y acciones a partir del
momento en que empezaron a comprender lo que sucedía a su alrededor y a actuar en
situaciones sociales, tienen sus raíces en la experiencia inconsciente de los años de su
primera infancia, antes de la edad escolar.
El doctor Shinichi Suzuki declaró en una ocasión, durante una conferencia: “El día de hoy,
cuando lleguen a casa, hagan que sus hijos se formen en fila. Podrán leer en sus rostros
la historia de la relación existente entre ustedes como esposos”. Esas palabras jamás se
han apartado de mi mente.
“Mi hijo es temperamental como su padre”, o bien, “Mi hijo es descuidado como su
madre”, se quejan los padres que se muestran inclinados a pensar que las virtudes de sus
hijos fueron heredadas de ellos y los defectos del otro cónyuge. Sin embargo, espero que
los padres que hayan llegado hasta este punto en la lectura de mi libro, hayan
comprendido plenamente que lo que son sus hijos, con todas sus virtudes y sus defectos,
es el resultado de la forma en que fueron educados desde su nacimiento.
Como ya mencioné, un niño nacido de una madre carente de oído musical también
carecerá de esta cualidad, si la escucha cantar todos los días. De igual manera, un niño
educado por una persona temperamental será temperamental y un niño cuidado por una
persona descuidada también será descuidado. En el caso de la falta de oído musical,
siempre y cuando la madre esté consciente de ello, puede encontrar la forma de
solucionar el problema no cantando ella misma, sino dejando que el pequeño escuche
discos con música entonada.
Si la madre llegase a tener un resfrío, bien podría tratar de evitar que su hijo también se
contagiara, absteniéndose de acercarlo demasiado a ella o usando una mascarilla
antiséptica. En Japón las madres a menudo hacen que el pequeño use una mascarilla
que le cubra la nariz y la boca. Pero no hay muchas madres que se esfuercen tratando de
no contagiar a los hijos sus fallas de carácter.
En una madre, el virus llamado “ansiedad”, es mucho más contagioso y potente que un
resfrío.
Con frecuencia, un niño crece hasta llegar a la edad adulta recordando con sorpresa los
momentos agradables pasados al lado de su padre, porque, por lo menos en la mayoría
de las familias, esos momentos fueron contados. Mi hijo mayor siempre estuvo y sigue
estando poderosamente impresionado por todas las cosas que hicimos juntos: remar en
una embarcación en el mar y comer un plato de hielo picado con frijoles dulces mientras
volvíamos a casa después de un paseo. Esos acontecimientos tuvieron lugar hacer varias
décadas y yo mismo me he olvidado por completo de ellos.
El papel del padre en el seno del hogar ha sido tradicionalmente un papel autoritario; es él
quien impone la disciplina, más que el padre amoroso. Si el niño muy rara vez ve a su
padre, excepto para recibir una reprimenda, es muy probable que ese niño crezca
rebelde, considerando a su padre como un enemigo. Un niño inseguro, debido a su
misma sensibilidad, con frecuencia no tiene buenos sentimientos hacia su padre. Y aun
cuando pudiera ser que un niño educado por una “papá educación” que sobrepase a su
“mamá educación” resulte un genio o un héroe, es más probable que simplemente se
muestre sumiso y falto de carácter. Y a la inversa, cuando el padre es un ebrio y actúa en
una forma brutal u obsequiosa con su esposa. Es muy posible que el niño se convierta en
un ser perverso y tal vez más adelante en un delincuente juvenil. Tales historias son
bastantes comunes.
Cuando menos en lo que concierne a la sociedad japonesa, supongo que la madre
desempeñara el papel primordial en la educación de su hijo, pero con esto no quiero decir
que el padre deba abandonar por entero esa educación en manos de la madre. ¿Acaso
el hecho de ser un buen compañero para la madre no es el papel del padre en la
educación en el seno del hogar? No es posible lograr un medio ambiente armonioso en un
hogar únicamente debido a los esfuerzos de la madre.
El otro día que casualmente viajaba en un autobús, observé a una familia compuesta de
tres miembros, que según parecía se dirigían a pasar un día en el campo. Una pequeña,
de alrededor de tres años de edad, charlaba feliz con su padre. Aun cuando mi intención
no era la de escuchar su conversación, iba sentado a su lado y no lo pude evitar. “Papá,
¿qué se puede hacer con diez gomas de mascar?”. “Pues bien, con diez gomas tendrás la
isla de Guam; ¿te gustaría ir allá conmigo?” (En japonés, las palabras “gomas” y “Guam”
se pronuncian igual, y la palabra que significa “diez” se pronuncia igual que la palabra que
significa “isla”, de manera que la frase es un juego de palabras.) Así que padre e hija
sostenían una conversación sencilla e inocente, mientras que la madre iba sentada a su
lado leyendo una revista, como si pretendiera no enterarse de lo que charlaban. Tuve la
impresión de que el padre trataba de establecer una comunicación positiva con su hija y
que la madre trataba de no intervenir. Esa niña crecerá y se convertirá en una mujer
maravillosa, pensé. Lo que para un adulto sonaba como una conversación bastante trivial,
debió ser una fuente de intenso disfrute para la pequeña.
Yo mismo fui hijo único, algo muy raro en esa época. Sentía envidia de mis amigos que
tenían hermanos y hermanas y virtualmente acostumbraba imponer mi presencia en los
hogares de mis amigos, en los cuales la familia celebraba reuniones tumultuosas a la hora
de comer y en donde los niños jugaban y peleaban armando gran alboroto.
Lo que es muy interesante es que en cualquier hogar el primer hijo a menudo es “el
primero y el menos listo”; es tranquilo y de modales agradables, pero para expresarlo en
una forma bastante cruel, carece de ingenio. En contraste, uno de mis amigos, el segundo
de tres hermanos, era osado hasta el atrevimiento y nunca lloraba con facilidad, a pesar
de que su hermano mayor lo hostilizaba. Jamás se rendía incluso cuando tanto su
hermano mayor como el menor peleaban unidos contra él. No soy el único que ha
observado una situación de esa naturaleza, es algo muy común.
Sin embargo, ¿cuál es la razón de que los hijos nacidos de los mismos padres y
educados en el mismo hogar resulten tan diferentes en lo que respecta a su carácter y
capacidades? Una teoría generalmente aceptada era que los padres no miman a su
segundo y tercer hijo tanto como al primero, de manera que es natural que el segundo y el
tercero desarrollen cierto sentido de independencia. Una teoría reciente sobre la
educación ha añadido una nueva dimensión a esta hipótesis.
No importa qué tan arduamente los padres traten de crear un buen medio ambiente en su
hogar cuando nace su primer hijo, y de darle la clase de estímulos y variedad de
experiencias que necesita, está en desventaja en comparación con el segundo, quien
desde el momento de su nacimiento tiene que enfrentarse a la competencia y a la
compañía de otro niño y, por consiguiente, tiene mayores posibilidades de desarrollar un
carácter mucho más fuerte y lleno de vida. Y esto aplica aún más al tercero y cuarto hijo,
quienes estarán entrenados para ser vigorosos y fuertes, tanto en lo que respecta a su
cuerpo como a su personalidad.
Por ejemplo, se dice que un niño que toma clases de violín y cuyo hermano o hermana
mayor también toma clases de violín, aprenderá y progresará con mayor rapidez. Quizá
esto se debe a que ese niño ha escuchado a su hermano o a su hermana tocando en un
concierto y se ha sentido estimulado por la ambición de hacer lo mismo; quizá se ha
sentido atraído por la música de los discos que tocan. En cualquier caso, es muy probable
que los haya escuchado tocar el violín desde el momento en que nació, absorbiendo esos
arrullos musicales.
Con frecuencia se dice: “Los pobres tienen un mayor número de hijos”, como si esa fuese
la razón por la cual están sumidos en la pobreza. Pero muchos hombres nacidos en un
hogar pobre logran hacer algo especial de sí mismos y eso muy bien podría explicarse por
el hecho de que es muy probable que un niño crezca hasta convertirse en un ser superior,
tanto por su carácter como por su capacidad, si se le educa en un hogar lleno de
animación, en donde mientras mayor es el número de hermanos y hermanas, más
estimulado se siente cada uno de ellos.
En el caso de las jóvenes parejas que viven apartadas de sus padres, las personas
mayores tienden a verse despojadas de su papel en la educación de los pequeños, así
como de sus otros papeles en la vida y se les trata como si fuesen algo molesto. Este es
una tendencia general en el mundo industrializado. A veces se dice que las personas de
edad convierten a un niño en una mascota, como si fuese un gatito, alentándolo a
mostrarse como un ser egoísta y malcriado, de tal manera que los padres ya no saben
qué con él. Esta clase de pensamiento parece prevalecer sobre todo en las madres que
se consideran modernas y progresistas. Conozco a una familia compuesta por tres
miembros que vive en un pequeño departamento de una solo habitación, pues abandonó
el hogar de los abuelos simplemente porque los padres creían que no podrían educar a
sus hijos en una forma adecuada si a su alrededor había personas mayores.
¿Es necesario llegar tan lejos como eso para lograr una familia nuclear? Se trata de un
paso dudoso en relación con la educación de los niños pequeños, cualquiera que pueda
ser su significado en otros aspectos de la vida. Por supuesto, en el Japón actual, aún hay
casos en los que la suegra y la nuera atormentan a la nuera y cuñada respectivamente,
obligándola a abandonar el hogar, porque tratan a su primer hijo como si fuese el tesoro
de la casa, y a los demás miembros de la familia como si no fuesen nadie. Esas actitudes
feudales todavía sobreviven, pero también es verdad que una situación en la cual hay
varias generaciones que viven juntas, tiene varias ventajas. Entre las personas de edad
hay todo un acopio de cultura, refinamiento y sabiduría que el pequeño podría compartir; y
en cualquier caso, el contacto entre las generaciones es una experiencia emocionalmente
enriquecedora. Cualquier tendencia a mimar al niño se ve más que compensada por el
efecto, la narración de cuentos y reminiscencias, todo ello fuente de estímulo y de
innovación para el niño.
El doctor SeijiKaya, el gran científico japonés, declara que las personas que más
influencia tuvieron en él durante sus primeros años fueron sus abuelos. El abuelo del
doctor Kaya era el líder de una aldea en lo que en la actualidad es Akikawacho, en la
prefectura de Kanagawa; de él se decía que era tan estricto que sólo tenía que salir a la
calle y toser para atemorizar a un niño que lloraba y obligarlo a callar silencio. No
obstante, la severidad de su abuelo estaba rigurosamente gobernada por la razón, no por
un decidido mal genio. De manera que el doctor Kaya jamás se descarrió, aunque en
temporadas se mostraba un tanto rebelde. Creció hasta convertirse en un hombre
adaptable y de temple. Por otra parte, y como contraste con su abuelo, la abuela era una
mujer muy calmada, que en silencio se dedicaba todo el año en sus labores de tejido. Tal
vez el doctor kaya heredó de su abuela sus propios poderes de concentración: según
parece, cuando se dedicaba a desyerbar el jardín ¡nunca se sentía satisfecho hasta que
quedaba completamente libre de mala hierba! Y de acuerdo con un psicólogo, el doctor
AkiraTago, fueron esos poderes de concentración los que convirtieron al doctor Kaya en
el hombre de carácter y el erudito de fama mundial que es hoy día.
Ya he mencionado que la madre que mantiene un contacto “de piel” con su bebé desde la
mañana hasta la noche, le ofrece el estímulo que necesita en unaforma de lo más
enriquecedora. Esto afecta el desarrollo, no sólo de la inteligencia del niño, sino también
de su sensibilidad.
Sin embargo, el bebé se beneficiaría más si en vez de tener únicamente un lazo individual
con la madre, también tuviese un contacto físico constante con su padre, hermanos y
hermanas, primos y otros bebés. Algunas madres mantienen a su bebé en casa durante
todo el día y toda la noche, pero es muy importante sacarlo fuera de su hogar y permitirle
estar en contacto con otros bebés. Esto no es únicamente con objeto de promover el
desarrollo de su inteligencia, sino también para cultivar en él las cualidades de
cooperación, sociabilidad y liderazgo.
Después de leer ese artículo, me sentí plenamente justificado para aplicar los resultados
de esos experimentos a los bebés humanos, llegando por lo menos a una conclusión
tentativa de que un bebé humano, privado del contacto con una variedad de personas, se
verá severamente limitado en el desarrollo tanto de su inteligencia como de su carácter.
En la actualidad, a diferencia de los viejos tiempos, la gente casi ni tiene relaciones con
sus vecinos, pero cuando menos me gustaría ver que las madres de hijos pequeños
hicieran el esfuerzo de reunirse con otras madres, en bien de sus hijos.
Las disputas desarrollan las habilidades sociales del niño
El logro de esa armonía en el hombre depende en gran parte de la educación que recibió
durante sus primeros años de vida. Yo soy uno de los que piensan que esto es posible
únicamente sobre la base de un patrón de pensamiento establecido a una edad temprana,
que insiste tanto en los derechos individuales de ser respetado, como en la
responsabilidad colectiva de cooperar. La comunicación entre los niños pequeños en el
cimiento sobre el cual puede desarrollarse un patrón de esa naturaleza.
Un niño de unos dos años de edad empieza a superar la etapa de jugar solo y comienza a
jugar con otros niños. El niño que ha tratado de valerse por sí mismo bajo la protección de
sus padres empieza a aprender por vez primera a cooperar en el seno de un grupo. Debe
de esperarse que tal vez llegue a casa llorando porque no logró salirse con la suya, pero
ha estado aprendiendo a vivir dentro de un grupo, tanto mientras juega en armonía con
los demás niños, como cuando disputa con ellos. Las disputas, lejos de ser una
experiencia puramente negativa, son particularmente importantes, ya que cultivan en el
niño un carácter sociable y, al mismo tiempo, la iniciativa individual.
Podría decirse que las disputas entre los niños se clasifican en tres tipos: en las cuales el
niño toma la iniciativa provocando a otro niño; aquellas en las cuales debe enfrentarse
resuelto a una disputa provocada por otro niño; y aquellas en las cuales el niño pelea
como una represalia.
Existen varias causas para las disputas entre los niños pequeños, tales como la lucha por
un juguete, un tobogán o un columpio, o el abuso verbal, pero no hay una disputa sin
causa. Cualquier intento de reñir al pequeño y enseñarle que es malo pelear, sin
averiguar la causa de la pelea, no logrará promover en él el espíritu de cooperación. De
hecho, podría decirse que sería una impertinencia por parte de los padres, si tratasen de
intervenir en una discusión entre niños; es algo así como si cortaran un botón destruyendo
un instinto creciente hacia la vida de grupo.
Los niños pequeños tienen sus propios razonamientos entre sí, se hacen valer por sí
mismos y cooperan entre sí en su propia manera y en todo esto el razonamiento de los
adultos no tiene cabida. Si juzgan las disputas de los niños desde el punto de vista de un
adulto, predicándoles que es malo pelear con los demás, o que un niño que pelea es
malo, sólo los convertirá en niños perversos y enojados. En vez de eso, las disputas
pueden considerarse como la primera lección para una vida en grupo.
Las nalgadas pueden emplearse en una forma efectiva únicamente cuando el niño
es demasiado pequeño para comprender su significado
“Un rey tonto rodeado de ministros ciegamente fieles”, así describió a un bebé algún genio
irónico; los padres son los ministros ciegamente fieles, obedeciendo a cada palabra de su
hijo, de quien, sin embargo, se piensa que es el rey tonto porque no posee comprensión
alguna.
No obstante, por muy tonto que sea el rey, mientras es muy pequeño y duerme
pacíficamente la mayor parte del día, no presenta ningún problema grava para sus
padres. Más alrededor de los dos o tres años de edad, ese niño podría haberse vuelto tan
egoísta que fuese casi incontrolable. Entonces los padres parecen pensar, por vez
primera, que deberían empezar a disciplinar al niño, así que le pegan y lo castigan
siempre que hace algo “malo”, cambiando de pronto su papel de cortesanos que
idolatraban y convirtiéndose en “domadores de un demonio”. Sin embargo la “doma” o en
el “entrenamiento” durante esta etapa tan tardía logra muy poca cosa.
El daño fue causado por la conducta de los padres, “ministros ciegamente fieles” mientras
que el niño tenía menos de un año de edad, por muy poco que ellos lo comprendan. Un
niño de dos o tres años de edad ya ha desarrollado su ego, su sentido del yo y está
dispuesto a revelarse; ya no puede mostrarse obediente con sus padres. Mientras más le
pegan y lo castigan, más rebelde y a la defensiva se muestra y a su vez los padres se
vuelven cada día más histéricos. Es un círculo vicioso. A fin de evitar esto, sólo es posible
hacer una cosa... entrenar y disciplinar al niño antes de que cumpla un año de edad,
antes de que desarrolle su ego. Por ejemplo, es necesario criar al niño con un horario
regular de alimentación y cambio de pañales, inmediatamente después de su nacimiento.
Los horarios regulares ayudarán a desalentar al niño para que después coma entre las
horas de sus alimentos y de esa manera le evitarán un problema de obesidad e incluso
que caiga en el hábito de orinarse en la cama, algo que en ocasiones perdura hasta la
edad escolar.
Es así como el deseo natural de los padres de “educar a su bebé con toda libertad, por lo
menos durante su infancia”, puede dar un resultado desastroso. Durante el primer año, el
niño no siente ni comprende la severidad ni el castigo físico. En contraste, el niño de dos
o tres años de edad siente que una nalgada es algo muy doloroso, y esa es la razón por
la cual el hecho de mimarlo al principio y después cambiar a una norma de severidad, lo
único que logra es incitar en él un sentimiento de rebeldía. El resultado es lo opuesto de lo
que pretendían los padres. Las nalgadas pueden emplearse en una forma efectiva sólo
mientras el niño es demasiado pequeño para comprender su significado.
El niño no puede expresar sus sentimientos por medio de palabras; esa es una razón más
para que los padres manejen a su hijo en una forma sensible, tratando de leer en su
rostro.
Hablando desde el punto de vista de un pequeño, dudo mucho que la madre comprenda
tan bien a su hijo como ella cree. Es mucho más probable que, presionada por la
necesidad de dedicarse quizá a lavar ropa, se sienta inclinada a tomar demasiado a la
ligera los sentimientos de su hijo, sin molestarse en averiguar la causa de su enojo o de
su perturbación.
Falta de suficiente ejercicio, de manera que el niño está saturado de una energía no
liberada;
Partiendo de esta lista, parecería que las causas de la cólera en el niño se encuentran en
su mayor parte en su medio ambiente y en la educación que ha recibido. Si no se
identifica y se elimina la causa de su enojo, y en vez de ello se le reprende
incesantemente, o bien, se le permite salirse con la suya con la idea de librarse de
inmediato del niño problema, lo único que se logrará es convertirlo en un ser desafiante o
egoísta.
Los padres podrían pensar en él o ella saben y conocen a fondo cuál es el problema
emocional del niño, pero desde el punto de vista del pequeño, es obvio que no se siente
comprendido, ya que está irritado y enfurecido. La firmeza que el niño necesita en sus
padres es capaz de distinguir entre una exigencia razonable y una irrazonable, y la falta
de esa firmeza sensata convierte al niño en una persona perversa.
Se dice que los celos hacen su aparición en los niños alrededor del año o año y medio. Es
muy probable que el comportamiento celoso acompañe la llegada de un nuevo hermanito
o hermanita, sobre todo en el caso de un primer hijo que hasta ese momento ha sido el
único, teniendo a sus padres completamente dedicado a él. Quizá el niño incluso se
muestre celoso de una conversación entre los padres mismos, y tales sentimientos a
menudo yacen detrás de un mal comportamiento en apariencia irrazonable en los niños
pequeños.
En breve, cada muestra de temperamento del niño tiene necesariamente una causa, que
con frecuencia es la frustración. Si los padres hacen caso omiso de lo que el niño siente y
únicamente lo riñen o lo alaban, el pequeño se queda insatisfecho. Lo que los padres
deben de tratar es eliminar las causas de la frustración, en vez de reprenderlos.
Quizá esto les parezca un consejo innecesario, pero conozco a un director de una
editorial que tiene un hábito de lo más extraño. Cuando habla con la gente,
incesantemente se aprieta la nariz. Este hábito se vuelve cada vez más conspicuo a
medida que las discusiones son más serias o que sus compañeros de mesa se vuelven
en su contra: es decir, siempre que sus nervios están en tensión. A pesar de que sabe lo
que hace y se siente avergonzado de ello, una vez que está suficientemente absorto en
algo, se olvida de todo y una vez más su mano se dirige hacia la nariz.
De acuerdo con su propio relato acerca de este problema, durante su infancia sus fosas
nasales eran insólitamente grandes para su rostro. Como acostumbran hacerlo los niños
entre los dos y tres años de edad, tenía el hábito de meterse los dedos a la nariz mientras
estaba inocentemente absorto en sus juegos. Entonces sus padres le decían, sin
importarles la presencia de otras personas: “No hagas eso, de lo contrario tus fosas
nasales se harán todavía más grandes”.
A medida que se sentía más cohibido, cayó en el hábito de apretarse las fosas nasales
con objeto de que se hicieran más pequeñas y no logró liberarse de ese hábito incluso
después de ingresar a la escuela, por lo que sus amigos acostumbraban importunarlo.
Esa experiencia fue tan poderosa que empezó a adquirir un sentimiento general de
inferioridad, convirtiéndose en un adulto muy tímido.
Por ejemplo, imagínense a una madre que lleva a la mesa un vaso de jugo de naranja. Su
pequeño hijo, ya ansioso de imitar a su madre, exige hacer lo mismo, pero la madre salta
declarando: “No hagas eso”, por temor a que derrame el jugo. Este es un enfoque
erróneo, sobre todo si cuando ese mismo niño es un poco mayor, la madre lo importuna
con la frase: “¿Por qué no me ayudas?”. Incluso si lo que el pequeño trata de hacer quizá
esté un poco más allá de su alcance, es mejor alabarlo: “ya eres un pequeño adulto” y
después quitarle al vaso un poco de jugo si es necesario, permitiéndole que lo lleve a la
mesa. Tal consideración es muy importante.
El doctor Suzuki, el maestro de violín, me contó una historia acerca de una visita que hizo
a una escuela de violín de una ciudad provinciana, en donde había un niño a quien se
consideraba como un problema sin solución. Tocaba el violín en una forma atrozmente
mala y según parece, nadie podía ayudarlo. El doctor Suzuki le pidió: “¿Querrías tocar el
violín para mí?” y obediente, el niño lo hizo. Es verdad, fue una ejecución detestable, pero
el doctor Suzuki lo alabó. “Bien, bien”, comentó, añadiendo: “Yo puedo tocar esa parte de
esta manera. ¿Crees que podrías hacer lo mismo?” “Sí, puedo hacerlo”, respondió el niño,
tomando su lección de violín como un corderito, haciendo un verdadero esfuerzo para
cooperar. Según parece, en el pasado se le había reconvenido mucho por su forma tan
deficiente de tocar, y lo que él anhelaba era una palabra de aliento. El doctor Suzuki cree
que es posible manejar en una forma mucho más efectiva a los niños por medio de
alabanzas, más que con reconvenciones.
Sin embargo, por supuesto hay ocasiones en las cuales es necesaria una reconvención,
pero aun así, en vez de reconvenir simplemente al niño por su mal comportamiento, es
mejor mostrarle una alternativa o razonar con él. Por ejemplo, si el niño empezara a
desgarrar el periódico que ustedes todavía no han terminado de leer, en vez de
simplemente darle un manazo y quitarle el periódico, podrían darle otro periódico para que
jugara con él. De no hacerlo, se suprime el impulso tan natural del niño de mostrarse
activo y, al mismo tiempo, se le quita el objeto de su interés, dejándolo sin nada con qué
entretenerse o sin nada qué hacer. Si los padres no pueden pensar en una alternativa,
cuando menos es esencial darle al pequeño una razón de esa prohibición. Quizá no
entienda plenamente su razonamiento, pero es probable que encuentre en esa actitud de
los padres un sentimiento de convicción que sí comprende.
CUARTA PARTE
Principios del entretenimiento
EL ESTIMULO Y UN SENTIDO DEL ORDEN
Todos los días llegan a las clases de violín que imparte el doctor Shinichi Suzuki, niños de
dos a tres años de edad, llevados de la mano por sus padres, para tomar sus lecciones.
Al principio, muchos de ellos van con cierta renuncia; miran con curiosidad aquí y allá, o
bien se dedican a saltar por todo el corredor, sin mostrar ningún interés en el violín. Si de
pronto se pretende obligar a un pequeño a tocar el violín, eso sólo puede conducir a
llantos, rabietas y una intensa reacción en contra del instrumento, ya que en esta etapa el
niño empieza a desarrollar su ego y un sentido de su yo.
De manera que al principio, el doctor Suzuki le permite al niño hacer lo que quiere cuando
se presenta cada semana y deliberadamente no le pone un violín en las manos. Muy
pronto observa que el pequeño se siente muy tranquilo a observar cómo toca un niño de
su misma edad. En el transcurso de dos o tres meses, habrá memorizado toda la pieza
que ha estado tocando su amigo y él mismo estará ansioso de tocarla. El maestro espera
hasta el momento en el cual el niño ya no puede controlar su entusiasmo y sólo entonces
le da su primera lección de violín. Este periodo de espera varía según los diferentes niños
pero cuando mucho, dura alrededor de seis meses.
Por supuesto, a fin de despertar el interés, es esencial crear las condiciones adecuadas
para ello: por ejemplo, no existe forma alguna de despertar el interés de un niño por la
pintura sin proporcionarle lápices y papel. Al tener siempre a su
alrededor lápices y papel, el pequeño desarrolla el deseo de
pintar. Exigirle al niño su interés sin allanarle el camino es como
pedirle a un perro que pida algo sin ofrecerle ningún alimento.
El disco Fox in Soxtiene una enorme popularidad entre los niños norteamericanos, igual
que la pintura del doctor Seuss que lleva el mismo título. Se trata de un disco educativo,
un ejercicio en la práctica del lenguaje y como pueden ver por el título, el sonido de la “o”
y de la “x” (que en ingles suena “ks”) forman una rima. Y a su vez, las palabras rimadas
forman un ritmo. El disco también tiene una melodía animada y un ritmo regular al cual no
pueden evitar reaccionar no solo los niños sino también los adultos como yo. Ese disco no
pretende obligar a los pequeños a memorizar las palabras, sino que les permite captarlas
en una forma natural a través de ritmo, y eso fue lo que más me impresionó de él. Alienta
al niño a estudiar un idioma, al mismo tiempo que disfruta de la música, sin ningún rastro
de memorización o entrenamiento mecánico. Tales técnicas de combinar la música y el
lenguaje desafortunadamente aún no se desarrollan en Japón, pero podría ser que gran
parte de los logros de la educación temprana en Estados Unidos se deban a esta
insistencia en interesar al niño, más que obligarlo.
¿Reñirían a su hijo por desgarrar el papel tapiz de un muro? ¿Cómo le explicarían que lo
que hacía es “malo”? Ustedes hacen una distinción entre lo que es “bueno” y lo que es
“malo” sobre la base de su experiencia y de la moralidad de su sociedad, pero el niño que
apenas tiene unos cuantos años de edad no tiene forma
alguna de saber si el hecho de desgarrar el papel tapiz
es bueno o malo. Si se le reprende de una forma
demasiado severa, quizá no desee volver a repetir esa
acción, con objeto de no repetir la desagradable
experiencia de recibir una reprimenda. Pero tal vez,
al mismo tiempo, se sienta demasiado agobiado por el
episodio, lo cual podría tener un efecto perdurable sobre
su floreciente creatividad.
Supongamos que ustedes continuamente reprochan a su hijo porque toca muy mal el
violín, o porque no puede aprender a leer. Para el niño, la experiencia en su totalidad le
parecerá como algo que lo hace sufrir, de allí que se trata de algo erróneo o malo; así
como es malo desgarrar el papel tapiz, también lo es tocar el violín. Algunos de nosotros
llegamos a la edad madura detestando el violín o el idioma ingles simplemente porque
nuestras experiencias de estas actividades durante los primeros años de la infancia
fueron desagradables.
Aun cuando antes mencioné que lo que es interesante para el niño es el mejor estímulo
para él, en este aspecto hay un problema involucrado: para un niño pequeño es
extremadamente difícil mantener su interés en una actividad individual, simplemente
debido a su infinita curiosidad. Si se le abandona a sus propios recursos, tenderá a
distraer su atención de una cosa a otra, con una rapidez que deja a sus padres bastante
perplejos. Hasta cierto punto, es una reacción adecuada para su etapa de desarrollo y
cualquier intento de obligarlo a concentrarse en una sola cosa sólo lograría frustrarlo. Su
curiosidad es necesaria, puesto que lo hace abrirse a una gran variedad de experiencias
del mundo, las cuales son vitales para el desarrollo de su cuerpo y su mente.
Sin embargo, no les recomiendo dejar al pequeño abandonado totalmente a sus propios
recursos. Así como existe un problema para el pequeño cuyo interés se restringe
únicamente a una cosa… y la forma más extrema de esto es el autismo… también existe
un problema para un niño incapaz de concentrarse, ya que corre el riesgo de creer con
una “mente de mariposa”.
Es normal que el niño llegue a encontrar, en una forma natural, entre las incontables
cosas estimulantes del mundo externo, un objeto de especial interés, el cual cultiva por sí
solo. Sin embargo, la mayoría de los casos, es ente proceso es necesaria cierta ayuda
por parte de los padres. El que los padres adviertan y reaccionen o no, tan pronto como
su hijo muestre señales de desarrollar tal interés especial, puede tener una importancia
decisiva para mantener ese interés. Como antes mencioné, un interés floreciente puede
crear o agotarse, con la misma rapidez, en un instante; de manera que es muy importante
que los padres capten precisamente ese momento. Uno nunca puede saber cuál de los
incontables intereses del niño tiene la posibilidad de desarrollarse incrementarse, siempre
que se reconozca la posibilidad.
Durante ese periodo, la repetición tiene otra función importante: la de estimular el interés
en el niño. A medida que un pequeño memoriza los cuentos de hadas y las canciones que
ha escuchado repetidas veces, empieza a exigir que le cuenten una historia o que le
canten una canción particular, haciendo interminables preguntas acerca de ellas.
Memoriza su cuento preferido y al mismo tiempo expresa su curiosidad de ese cuento y
acerca del mundo.
¿Qué es la creatividad? Es algo sumamente difícil de definir, pero a un nivel más sencillo
yo diría que significa la libre expresión de la imaginación y de la intuición, dentro del
contexto de un interés serio: y a un nivel más avanzado, alguna forma de intervención o
descubrimiento. A este nivel elevado de del intelecto creativo, el aprendizaje y la
imaginación funcionan juntos. Lo que sí es muy cierto es que toda esa clase de logros
tiene su punto de partida en la experiencia emocional subjetiva y la receptividad de la
infancia. Esto quiere decir que los sueños y las fantasías del niño, que a menudo parecen
improcedentes para los adultos, son los gérmenes mismos de la creatividad.
Supongamos, por ejemplo, que le dan a su hijo un títere o una máscara con la figura de
algún animal. Se identificará con ellos y se convertirá en ese animal, quizá inventando su
propia historia basada en una experiencia real en el zoológico, o en alguna historia que le
han contado. De la misma manera, su reacción ante una pintura puede expandir su
imaginación a su propia manera individual, inconcebible para cualquier adulto. Se dice
que Leonardo da Vinci, el gran pintor y científico renacentista, durante su infancia veía
brujas que revoloteaban por el techo y extrañas criaturas que se agitaban entre las
manchas y las grietas y los muros de su casa.
Supongamos que un adulo dibuja una olla y el niño la ve como si fuese un pez con una
gran boca muy abierta. El adulto puede censurarlo, diciendo: “No seas tonto; es una olla,
no un pez”. Pero esa clase de reacción sería un error; es como arrancar el botón de la
imaginación justo cuando está a punto de florecer.
La siguiente historia inventada por un niño de cinco años y que se publicó en la revista
EarlyDevelopment. Es un ejemplo de la imaginación libre y creativa del niño, la cual es de
suma importancia que los padres acepten y fomenten, sin jamás aplastarla.
Podría decirse que, puesto que la intuición trasciende más allá de los cinco sentidos, es el
más antiguo y fundamental de todos ellos. Llamando también “instinto animal”, está más
allá de todo juicio y razonamiento lógicos.
Previamente manifesté que hasta los tres años de edad, los niños están muy cerca de ser
animales, y con esto quiero decir que el niño que todavía no sabe pensar con lógica
confía en su instinto. De manera que en el desarrollo temprano es muy importante no
perder de vista ese factor y tratar de fomentar el desarrollo de ese instinto o intuición, en
vez de tratar de suprimirlo, enseñándole técnicas o convenciéndolo mediante argumentos
y razones lógicos.
El doctor Shinichi Suzuki, en uno de sus libros, cuenta una
historia acerca de la importancia de cultivar ese instinto.
Reconozco que el caso es bastante insólito, ya que se trata
de la experiencia del doctor Suzuki cuando enseño a un niño
invidente llamado Teiichi a tocar el violín. En un principio, el
doctor Suzuki tuvo la impresión de que era imposible enseñar
a tocar el violín a un pequeño que vivía en la oscuridad más
absoluta, debido a la naturaleza altamente delicada de la
habilidad involucrada; ¡el niño ni siquiera podía ver cómo era
el violín! Sin embargo, una vez que admitieron al niño en la
escuela, el doctor hizo todo lo posible para enseñarle,
experimentando con varios métodos y empleando una gran
paciencia. Lo que el doctor Suzuki hizo en primer lugar fue enseñar al niño a sostener el
arco y a moverlo de izquierda a derecha, hacia arriba y hacia abajo. Después lo hizo
tocarse la palma de la mano izquierda con la punta del arco permitiéndole así “visualizar”
el arco con los ojos de la mente. Al principio, el niño tenía muy poco control sobre el arco,
pero en el transcurso de dos semanas ya podía tocar el sitio exacto dos o tres veces de
casa cinco, y al fin pudo señalar correctamente incluso la punta de su dedo pulgar. Los
grandes esfuerzos del doctor Suzuki rindieron sus frutos: un año después, Teiichi tocó el
Concierto para Violín de Seitz, de una ejecución nada fácil, en el Ayuntamiento de Hibiya.
Este en verdad fue el triunfo de un intento de cultivar la intuición: permitirle al niño “sentir”
la posición de la punta del arco que ni siquiera podía ver.
Lo que es más, puesto que la intuición es una suma de los cinco sentidos, este
entrenamiento de la intuición a su vez tenderá a agudizar
por separado esos cinco sentidos.
Ya que incluso un niño pequeño, que aún no está muy cerca de la etapa de ser “neutro”,
empieza a interesarse en las diferencia entre ambos sexos de los dos a los tres a los de
edad. Al descubrir las diferencias físicas entre sus padres, el pequeño le pregunta al
padre, quizá mientras se bañan juntos: “Papá tiene un pipí, ¿por qué mamá no?” una
pregunta asi es de lo más natural. Con la llegada de un hermano o hermana, el niño hace
una sencilla pregunta: “¿De dónde vienen los bebés?”
Cuando surgen tales preguntas, espero que los padres estén dispuestos a contarlas con
claridad: si disfrazan las respuestas con una risa o una mentira, lo único que se logrará
será dejar al niño insatisfecho. Lo que el desconcierto de los padres logrará será inculcar
en el niño la idea de que no se supone que uno sepa nada acerca del sexo, redoblando
asi su curiosidad y al mismo tiempo distorsionándola.
Una vez que se ha desarrollado un mal hábito de comer, es muy difícil erradicarlo, el
doctor Masaki Honda, pediatra y director de la Asociación para el desarrollo temprano en
Tokio, tuvo la siguiente experiencia. Cierta persona
conocida por su gran afición a los ostiones, se encontró
con que en una comida tras otra le servían un plato de
ostiones, hasta que se sintió completamente hastiado y
cansado de comerlos. A pesar de ello, una vez más
volvieron a servirle ostiones; controlando la náusea que
muy pronto comenzó a sentir, se obligó a comerlos todos
por consideración a la generosidad de la persona que se
los había ofrecido, pero el resultado fue desastroso.
Vomitó, todo su cuerpo se cubrió de una erupción y
empezó a padecer una terrible diarrea. Posteriormente,
su constitución se volvió tan anormalmente sensible a los ostiones que desarrollaba un
eczema siempre que los comía o incluso cuando
probaba una sopa de ostiones.
El propio sentido del gusto está casi desarrollado entre el año y los tres años de edad,
igual que los demás sentidos, de manera que e imperdonable preparar los alimentos de
los niños teniendo en mente únicamente el aspecto de la nutrición, como lo harían en el
caso de los perros o los caballos. Su niño no dice como un adulto, “esto sabe bien”, o
“eres una excelente cocinera”, pero es de suma importancia que, a pesar de esto, disfrute
de una extensa variedad de sabores. En lo personal, preferiría ver a un niño que se le
ofreciera una comida apetitosa para que desarrolle el hábito
de una dieta balanceada y dejar que los padres, de ser
necesario, coman lo que no es tan apetitoso. Debe
prestarse una cuidadosa atención al sazón y sabor de los
alimentos de los niños, con objeto de fomentar en ellos el
disfrute de una variedad de sabores tan amplia como sea
posible.
El sentido del tiempo durante la primera infancia, se deriva del hecho de llevar una
vida cotidiana bien regulada
A diferencia de los días en que nos educaron a todos los miembros de mi generación, la
época actual es la era de la televisión. Sobre todo para los niños de hoy en día, para bien
o para mal, una vida sin televisión es algo inconcebible y, a menos de que los padres
estén plenamente familiarizados con los programas y los personajes que sus hijos ven
con regularidad, la comunicación entre ellos y los pequeños puede resultar bastante difícil.
Por lo general, se dice que los bebés viven únicamente en el presente y que no poseen
ninguna conciencia clara de los conceptos del pasado o futuro. Se dice que empiezan a
comprender los conceptos de “antes” y “después”, de “ayer” y “mañana” alrededor de los
dos años y medio de edad, cuando empiezan a hablar. En otras palabras, es muy común
convenir en que el niño no conoce con toda claridad el concepto del tiempo hasta que
entiende el lenguaje y él mismo es capaz de hablar. Sin embargo, las observaciones
indican que de hecho, el niño sí capta algo del complejo concepto del pasado, el presente
y el futuro, a través de un ciclo semanal de programas de televisión.
Los noticieros son medios muy útiles para aprender a hablar correctamente
Recuerdo haber oído decir a una madre, que hacía que su hijo de dos años de edad
escuchara los noticieros de la radio y la televisión a fin de enseñarlo a hablar
correctamente el japonés.
Quizá ustedes salten a la conclusión de que no tiene ningún caso hacer que un niño
escuche el vocabulario de un noticiero, cuando ni siquiera puede comprenderlo. Sin
embargo, lo importante no es hacer que comprenda el contenido del noticiero, sino que
desarrolle un patrón de aprendizaje mientras escucha repetidas veces la pronunciación,
acento y entonación adecuados del idioma.
Por consiguiente, para el niño pequeño resultaría sumamente fructífero que escuchara a
menudo a una comentarista que ha recibido un estricto entrenamiento sobre la forma de
hablar correctamente su idioma.
Existen dos razones primordiales por las cuales los comerciales son tan atractivos para
los niños pequeños: en primer lugar, estos se repiten constantemente; y en segundo, de
hablan usando palabras sencillas, desprovistas por completo de expresiones complicadas
y ambiguas.
Estas dos características son peculiares so sólo en los comerciales de televisión, sino
también en los de la radio y en los anuncio que aparecen en los periódicos. Sin embargo,
los comerciales de televisión ejercen una influencia especial en los niños y creo que sobra
decir que ello se debe a la combinación de efectos visuales y auditivos de ese medio
masivo de la comunidad.
El Día de las Naciones Unidas se celebró en la Expo 70 en Osaka, Japón, tuvo lugar un
concierto de violín ejecutado por 1000 niños. Debía iniciarse a las 11.00 A.M., pero la
mayoría de los niños, incluyendo a los de tres y cuatro años de edad, ya estaba reunida,
de pie en la helada plaza, antes de las 8.00 A. M., con el fin fe afinar sus instrumentos y
ensayar. Hacía tanto frio que para los adultos era casi
insoportable permanecer al aire libre, de manera que me
sentí grandemente impresionado ante la constancia de los
pequeños.
No quiero decir que un niño tenga que ser tan precoz como
para comportarse afectadamente seguro de sí mismo. Un
niño debe ser lo que es, lleno de vida y curiosidad. Sin
embargo, no es lo mismo estar lleno de vida que distraerse
fácilmente; este último rasgo es de lo más penoso en un adulto, ya que quien quiera que
sea incapaz de concentrarse en una sola cosa, acabará desperdiciando gran parte de su
tiempo y de sus energías en todas y cada una de sus tareas.
Una encuesta de seguimiento llevada a cabo entre las madres de niños que habían
tomado el curso de violín del doctor Suzuki, reveló que todas las madres convinieron en
que sus hijos jamás se esforzaron demasiado en estudiar para los exámenes y que
obtenían buenas calificaciones en la escuela, a pesar de que pasaban mucho tiempo
jugando con los demás niños del vecindario. Parece que está surgiendo una nueva
imagen de un niño inteligente, pleno de vitalidad y por completo distinto del estereotipo del
niño estudioso, de tez pálida y delgado como un fideo.
En las Selecciones de Confucio hay una máxima “en armonía con la música”, que
significa que el sonido musical suaviza nuestra propia naturaleza y perfecciona todo
nuestro carácter en una forma natural, la enseñanza del violín, igual que cualquier otra
educación musical, requiere una práctica constante, que a su vez cultiva los poderes de
concentración. De ser así, de ello se deduce naturalmente que la música contribuye en
gran parte a la formación del carácter.
Cada vez es más evidente que la enseñanza del violín uno de los métodos más típicos del
desarrollo temprano, produce otros resultados, además de inculcar en el niño los poderes
de concentración. Ayuda a desarrollar las cualidades de liderazgo.
El liderazgo o habilidad de guiar al grupo, está considerado como algo que pertenece al
mundo de los adultos y erróneamente se juzga que su desarrollo tiene lugar durante la
edad adulta. No obstante, la verdad es que el liderazgo comienza a desarrollarse mucho
tiempo antes de lo que comúnmente pensamos. Se ha dicho que un bebé en un grupo de
más de dos bebés, siempre resulta ser un líder. Según el libro InfantPsychology, del
doctor ToshiroYamashita, el niño que es un líder en potencia, en primer lugar jamás se
distrae de sus pensamientos y sus actos, incluso si a su alrededor hay otros bebés, y en
segundo lugar, ya sea en el juego o en cualquier otra actividad, siempre ésta creando
nuevas cosas, tomando la delantera para ponerlas en práctica.
El mejor ejemplo de esto es el señor KojiToyoda, el discípulo favorito del doctor Suzuki y
en la actualidad primer violín de una de las orquestas más famosas del mundo, la
Orquesta de Radio Berlín. Un primer violín es el líder de todos los miembros de la
orquesta, un puesto que no sólo requiere talento musical, sino también cualidades de
liderazgo. Además del señor Toyoda, hay varios hombres más que las clases de violín del
doctor Suzuki y que ocupan puestos principales en orquestas de renombre mundial. Son
grandes músicos, todos de ellos jóvenes (entre los treinta y los cuarenta años de edad)
alemanes o norteamericanos, cuyo idioma, costumbres y temperamento son muy
diferentes.
En lo referente a este tema, el señor ChokenMaruo, crítico musical, expresó los siguientes
puntos de interés en una carta que me escribió.
“He tenido incontables experiencias en lo que concierne a la gran efectividad del ‘sonido’.
Cualquier madre que posea cierto grado de sensibilidad tiene que haber observado
grandes cambios en la apariencia de los bebés de la Segunda Guerra Mundial. Las
causas de esto son: 1. el nivel cultural de la madre se ha vuelto más elevado; 2. se ha
mejorado la nutrición; 3. Se ha incrementado de una manera abrumadora el estímulo del
sonido. Puesto que es imposible que un bebé de un mes de nacido mejore su nivel
cultural escuchando únicamente el lenguaje cotidiano, es necesario que se le ofrezca el
estímulo de la música de la radio, la televisión y los aparatos estereofónicos. Podemos
estar seguros de que sí escucha la música...”
El señor Maruo también declaró, con motivo de su asistencia como juez a un programa
musical, que observó el cambio tan absoluto en la expresión facial del auditorio como una
reacción a cierta clase de música ejecutada ese día. Es difícil decir si esa música en
particular modificó la expresión facial del auditorio, o si a un auditorio con las mismas
expresiones faciales le agrada la misma música; sin embargo, el señor Maruo ha
señalado un fenómeno muy interesante, lo que es más, ha adoptado un método de
“empaparse en la música”, es decir, colocar a una persona en un medio ambiente
musical, con la convicción de que la música nos embellece. ¿Acaso no hay un lazo de
unión entre esto y la frase “en armonía con la música”, que previamente mencioné?
La nieve se derrite
Los haiku (poemas breves tradicionales de Japón, compuestos de cinco, siete y cinco
sílabas) anteriores fueron escritos por el poeta IssaKobayashi durante la última parte de la
Era Edo. Las clases experimentales en la Escuela Infantil establecida por la Educación del
talento hacen uso de tales haikus para el razonamiento de la memoria.
Las razones por las cuales se escogió el haiku para este propósito son, en primer lugar,
que se trata de breves poemas compactos que tienen una rima que los hace fáciles de
memorizar; en segundo lugar, concuerdan con nuestro principio general de que “los trozos
que se van a memorizar deben alimentar el espíritu del niño
y tienen que ser bellos, refinados y dignos de recordarse
durante toda la vida; y al mismo tiempo, deben atraer a los
niños”.
Tal vez algunos de mis lectores todavía duden del valor de hacer que niños tan
pequeños memoricen los haikus de Issa; en un principio, yo
también me mostraba bastante dudoso de la importancia
que se concede a la habilidad de memorizar. No obstante,
en la escuela infantil, la meta no es la absoluta
memorización del verso, sino del desarrollo de intelecto
infantil, de su creatividad y su capacidad de pensar. Los
haikus se emplean simplemente como un instrumento
experimental en este tipo de entrenamiento.
Una vez que el patrón se ha formado en el cerebro, el niño lo usará como una base y
gradualmente llegará a valorar y elegir la música y la pintura por sí mismo. Un niño quizá
se decida por el jazz, otro por la música popular, pero eso es cuestión de su propio
temperamento.
En todo el mundo, las madres tienden a reconvenir a sus hijos si no cantan otra cosa que
no sean canciones populares, diciendo: “Las canciones populares son vulgares, no quiero
que las cantes ni que las escuches”. Pero, ¿no es muy natural que se interesen en la
música popular, cando es muy probable que se hayan educado escuchándola desde el
momento mismo de su nacimiento? El patrón de la música popular ya se ha formado en
su cerebro, así que, naturalmente, son incapaces de elegir una música más compleja.
Una vez que se han fijado esos patrones de comportamiento, ya es demasiado tarde para
iniciar la educación del niño en la buena música.
La música y la pintura no son sino dos ejemplos del gusto estético que dependen de un
condicionamiento temprano. En cualquier aspecto, so se ha establecido firmemente una
buena base, el niño, en el futuro llevará una vida más fácil. La ayuda paterna y materna
debe ofrecerse antes de que sea demasiado tarde.
Creo que tenía unos tres años de edad, justo la edad más
imitativa, según parece.
También he escuchado a una madre hablar acerca de su éxito en curar a su hijo de sus
melindres en relación con los alimentos, permitiéndole que siempre comiera en compañía
de otros niños de su misma edad, a quienes veía aceptar voraces cualquier tipo de
alimento que se les ofreciera. Además, con frecuencia oímos hablar de un niño
normalmente falto de apetito, que lo recupera después de comer en casa de un amigo, en
vez de hacerlo en la suya. En un caso así, quizá la madre se quejará con tristeza, “a mi
hijo no le agrada mi manera de cocinar”. Pero el éxito de que el niño se coma lo que la
otra persona ha cocinado es sólo una clase de imitación, no es cuestión de un alimento
“sabroso” o “no sabroso”. El niño comió ansioso simplemente porque seguía el modelo del
apetito de su amigo.
Esos impulsos de imitar hacen su aparición en los
niños hacia el final del primer año de vida y después
del segundo, los pequeños empiezan a imitar no sólo
a los niños de su misma edad, sino también a los
adultos y a sus hermanos y hermanas mayores. Se
dice que “para el adulto, el niño suele ser como un
espejo” y los padres y todas las personas que tienen
algo que ver con la educación infantil, debieran vigilar
su comportamiento con especial cuidado mientras los
niños atraviesan por esa etapa imitativa. Alrededor de
los tres años de edad, los niños están dispuestos a
copiar los gestos, manera de hablar y todo lo de la
otra persona. La razón por la cual mi madre me reñía
cuando imitaba al hombre tartamudo, no se debía a
que el tartamudo sea contagioso, sino a que temía
que en realidad yo empezara a tartamudear si continuaba imitándolo.
Sin embargo, las imitaciones del niño no son una simple mímica, sino maravillosos actos
creativos. De manera que no deben sentirse perturbados por ello, o de lo contrario se
encontrarán con que han arrancado un botón de creatividad, lo que es bastante opuesto a
lo que pretendían.
Esta clase de ejemplo no se limita a los niños. Durante mi época de estudiante, había un
joven a quien por alguna razón particular le agradaba mucho el inglés, aun cuando le
desagradaban las demás materias. A pesar de eso, al principio era un mal estudiante
incluso en la clase de inglés, pero estudió con tesón, incrementando gradualmente su
vocabulario y convirtiéndose al fin en el mejor alumno de
esa materia. Después empezó a desempeñarse con
entusiasmo en las demás y posteriormente logró
excelentes resultado en todas.
En contraste con sus frenéticos intentos, su hijo jugará con ventaja, volteando sin
esfuerzo alguno un juego de cartas después de otro. Eso no significa que su memoria de
adultos sea decididamente inferior, ni que la
memoria de su hijo sea extraordinaria. Si
observan con cuidado, verán que su hijo no
parece memorizar en una forma
consiente el sitio en donde se
encuentran las tarjetas que hacen juego; en
vez de ello, parece recordar la ubicación de los
juegos de cartas no como puntos
separados, sino como un patrón. Es decir,
cada vez que voltea dos cartas,
recuerda su ubicación relacionando dos puntos. Este es un ejemplo típico de la habilidad
cognoscitiva de patrones que posee el niño, y a la cual no he dejado de hacer referencia.
Por otra parte, nosotros los adultos tratamos de memorizar la ubicación de las cartas
como puntos separados; en dónde se encuentran de derecha a izquierda o en donde se
encuentran de arriba hacia abajo.
Este poder del conocimiento de patrones, es una de las capacidades superiores del niño
que para nosotros los adultos es imposible de imitar. El niño pequeño puede captar al
instante en una forma precisa las características únicas de cualquier patrón. Si piensan un
poco en ello, ninguna capacidad de la memoria es más eficiente y confiable que esta.
El niño puede desarrollar esta habilidad especial jugando ciertos juegos, y también a
través de la música. En estos, los padres sólo pueden ofrecerle una ayuda indirecta; pero
los actos aparentemente triviales de jugar con los niños, de escuchar juntos canciones y
de dedicarse con ellos a la pintura, en realidad son una gran contribución para su futuro
desarrollo.
3. CREATIIDAD Y HABILIDADES
Tan pronto como sea posible, pongan en manos del niño lápices y crayolas
De manera que es muy importante que la madre alimente en una forma inteligente la
voluntad del bebé de hacer ciertas cosas que surgen de lo más profundo de su interior, ya
que así allanará el camino para fomentar la creatividad en el pequeño.
Pongan en las manos del niño un lápiz o algunas crayolas; con toda seguridad empezará
a garrapatear por doquier con una energía salvaje y, si además le dan una hoja de papel,
trazará algunas líneas con gran furia o lo romperá. Pero incluso una simple línea, bastante
insignificante para nosotros, para él es un
medio de autoexpresión.
Se dice que las actividades que se llevan a cabo con los dedos, tales como emborronar
una hoja de papel, volcar la caja de juguetes y rasgar un pedazo de papel desarrollan el
intelecto del niño y enriquecen su habilidad creativa. De manera que es evidente que
mientras más pronto le den a su pequeño hijo lápices y crayolas, mejores serán los
resultados.
Sin embargo, si le indican al niño que no haga eso o aquello, o lo restringen después de
darle lápices y crayolas, eso únicamente será una negación de la dádiva, arrancando una
vez más su creatividad en plena floración.
Manifiesta que la primera decisión que es necesario tomar acerca de la pintura es, ¿Qué
tan grande será? Sin embargo, tanto los padres como los maestros de las guarderías y
jardines de niños muestran una tendencia a darles a
los pequeños hojas de papel para dibujar, cortadas
todas del mismo tamaño, quitándoles así la posibilidad
de que sean ellos quienes tomen esa decisión.
En la imaginación del niño se extiende un ancho y vasto mundo, mucho más allá de la
comprensión de los padres, cuando por vez primera sostiene en la mano lápices y
crayolas y descubre sus trazos sobre la inmaculada hoja de papel blanco a medida que
mueve los dedos. Ese ancho mundo es infinitamente más grande que una hoja de papel
estándar y a mí me encantaría ver que a ese niño se le proporcionara un papel para
dibujar tan grande que pudiera dibujar gateando encima de él. El papel para dibujar de
tamaño estándar sólo produce hombres de tamaño estándar y ningún hombre así tendrá
la creatividad ni la vitalidad necesarias para asumir la responsabilidad de las futuras
generaciones.
Según muchos psicólogos, los niños que tienen demasiados juguetes tienden a sentirse
tan abrumados ante el problema de elegir entre todos ellos, que son incapaces de
concentrarse en uno solo, dirigiendo su sorprendida
atención en un objeto al otro. Un niño muy bien
puede jugar si tiene un solo juguete, ideando sus
propias maneras diversas de jugar con él; y para
ese juego de imaginación, incluso un pedazo de
madera o la tapa de una jarra rota podrían resultar
más interesantes para él que un costoso juguete
que venden en un gran almacén.
No es una buena idea retirar todo lo que podría resultar “peligroso” para el niño
Me quede impresionado al leer un pasaje en un libro escrito por la esposa de
AngoSakaguchi, el famoso autor japonés. La señora Sakaguchi escribe que Ango siempre
tiene su habitación tan desordenada que ni siquiera hay espacio para poner un pie en ella
y que si ella (la señora Sakaguchi) es tan imprudente que trata de ordenarla, recibe una
reprimenda de su desagradecido esposo.
La razón por la cual menciono esto es porque muchas madres, mostrando una excesiva
solicitud hacia sus hijos, tiernamente retiran todo lo que creen que podría que podría
resultar peligroso para ellos y lo ponen fuera de su alcance. Los bebés, desde el momento
en que empiezan a gatear o a caminar, son tan
inseguros en todo lo que hacen que no es posible
observarlos sin ponerlos nerviosos: vuelcan los
floreros, mastican los cordones eléctricos o se
caen sobre el piso de concreto. Es muy
comprensible que las madres, al no poder
soportar el pensamiento de que sus hijos sufran
un daño, hagan todo lo posible para protegerlos,
manteniéndolos alejados de cualquier peligro.
Pero la conclusión lógica de esto sería eliminar
del medio ambiente que rodea al bebé toda clase de objetos, exceptuando los sólidos y
romos, que no se rompen fácilmente, dejándolos como si se encontrase en un virtual
vacío.
Tanto la señora Montesorri como el señor Piaget han citado ejemplos de esta reacción de
los niños hacia el orden. Un bebé de cinco meses de edad, al encontrarse fuera de su
cochecito, mostró un deleite particular ante la vista de una losa de mármol blanco
montada sobre una barda amarilla. Después de eso, lo llevaban allí cada día y muy pronto
sus ojos empezaron a animarse siempre que la veía. Otro bebé mostró su disgusto
cuando de pronto alguien colocó una sombrilla roja sobre un escritorio con el cual él
estaba familiarizado; otro más cayó en un estado de excitación cuando su madre lo baño
sosteniéndolo con el brazo izquierdo, en vez de hacerlo con el derecho, como
acostumbraba; y un cuarto bebé estalló en llanto al ver un cojín colocado sobre una silla
en una posición diferente. Todos estos incidentes revelan lo sensible que es el niño
pequeño a cualquier cambio en su medio ambiente.
Si piensan un poco en ello, se darán cuenta de que las situaciones similares a las que
acabamos de mencionar, suceden a nuestro alrededor con bastante frecuencia. Un bebé
empieza a llorar sin ninguna razón aparente, pierde el apetito y se presenta una fiebre:
todo eso podría ser su reacción a un cambio en su medio ambiente, algo que para el
adulto ha pasado completamente desapercibido.
En otras palabras, cualquier cambio en el medio ambiente significa para el niño una
alteración en su propio sentido del orden. Si a los ojos del niño ese cambio es de lo
agradable a lo desagradable, no puede evitar su reacción hacia dicho cambio.
Lo que tenemos que comprender es que de hecho, los niños son mucho más sensibles al
orden de lo que lo somos los adultos. El niño no está consciente de una sola cosa, capta
en forma intuitiva la relación entre una cosa y otra y esto tiene mucho que ver con el
desarrollo de todas sus capacidades; entonces ¿no deberíamos los adultos tratar de
evitar cuidadosamente la alteración de ese sentido del orden debido a nuestro propio trato
insensible y despiadado?
Una solución a este problema es levantar un poco la cabeza del bebé, permitiéndole estar
un tanto erguido. En vez de asomar constantemente la cabeza por encima del borde de la
cuna, o de ofrecerle juguetes, es mucho más importante erguirlo para que se encuentre
en una posición desde la cual puede ver por sí mismo el mundo más allá de su cuna.
Los juguetes deben ser interesantes al tacto, así como de aspecto agradable
Por lo común los pequeños no se sienten muy satisfechos con un juguete ya ensamblado
que tiene muy poca relación con su mundo de experiencias inmediatas. Para los niños, un
juguete debe de ser algo más que un objeto agradable a la vista y algo más que una cosa
que se mueve. Incluso con un costoso tren eléctrico, quizá el niño pase más tiempo
armando los rieles y desarmándolos que mirando cómo avanza el tren.
Por otra parte, se dice que la escuela de enseñanza Montessori ha inventado juguetes
que tienen como modelo los instrumentos de la vida diaria que el niño ve a su alrededor.
Se incluyen objetos ásperos y lisos para que pueda palparlos y lanzarlos, para colocarse
unos dentro de otros y juguetes que requieren habilidades muy simples tales como
abotonar y desabotonar o colocar tapas. Todos esos juguetes tienen una estrecha
relación con las actividades cotidianas del pequeño.
Con frecuencia, los adultos tenemos ideas preconcebidas sobre los juguetes, que se
basan en nuestras propias fantasías infantiles. El niño se interesa en las cosas que hay a
su alrededor y reacciona especialmente a lo que le ofrece “la satisfacción del logro” y
satisface y fomenta en él el deseo de crear.
Para el niño, los libros no son necesariamente para leerse, ni los bloques de
madera para construir
Nosotros los adultos, con una absurda falta de imaginación, suponemos que un libro fue
hecho para leerse y los bloques de madera para construir algo con ellos. Sin embargo,
para el niño un libro no es necesariamente para leer y los bloques de madera no tienen
qué ser para aplicarse unos encima de otros.
Puesto que, por lo general, los libros y los bloques de madera son las primeras cosas que
aparecen en la lista, los adultos tendemos a imponerles a los niños nuestras propias ideas
de cómo jugar con ellos. Es así como los padres se sienten tentados a controlar las
actividades recreativas de sus hijos; pero si el niño disfruta jugando a su propia manera
con sus juguetes, entonces se logra el objetivo del juego, son importar cómo o con que
juguetes. Una vez más, el hecho de controlar a los niños en sus juegos significa segar su
creatividad apenas floreciente e incluso tal vez
privarlos del deseo mismo de jugar.
Ningún juguete es más tedioso para los niños que uno que ya está totalmente terminado y
con el cual sólo pueden jugar de una manera. No importa lo costoso que pueda ser, no
tiene valor alguno para el pequeño, a menos de que pueda usar sus manos para operarlo
y su mente inventiva para adaptarlo a sus propios fines creativos.
Con toda seguridad, casi todos los padres han tenido la experiencia de comprar
demasiados juguetes para su primer hijo: la mayoría compra un número menor para el
segundo, una vez que comprende que los niños no tienen una necesidad particular de un
gran número de juguetes, sino más bien de unos pocos muy buenos. Para el niño,
cualquier cosa que atraiga su mirada y cualquier cosa que pueda tocar con sus manos es
un juguete. No hay ninguna necesidad de darles juguetes acabados, ni tampoco de
insistirles en que juegue de acuerdo con las ideas preconcebidas de los adultos acerca de
lo que debe ser el juego.
Las actividades tan simples como el modelo en arcilla, los recortes de papel y los
dobleces en papel, fomentan la creatividad en los niños
He aconsejado a los padres que eviten los juguetes que en sí son completos y que les
den a sus hijos juguetes cuyo manejo sea interesante, en vez de aquellos que sólo tienen
una apariencia agradable. ¿Cuáles son entonces los juguetes más adecuados para
satisfacer estos requerimientos?
Si miramos a nuestro alrededor, tal vez nos sorprendamos al estar conscientes una vez
más del valor de los juguetes más simples que se han usado durante generaciones, en
vez de los de reciente creación y que salen a la venta por vez primera. Entre esos
antiguos objetos de juego están la arcilla, el papel para recortar y el papel de colores para
doblarlo y crear figuras.
Todos esos materiales comparten una característica común: carecen de una forma y
significado concretos. En otras palabras, pueden adoptar cualquier forma, dependiendo
de lo que uno haga con ellos. Esta es precisamente la razón por la cual son juguetes
excelentes para el pequeño en una época en que su intelecto se desarrolla con mayor
rapidez, porque pueden usarse en diferentes formas a medida que el niño se desarrolla.
Existe una diferencia muy marcada entre la habilidad con que el niño a quien se le ofreció
la arcilla a una edad muy temprana crea determinadas
cosas y la de otro a quien no se le ofreció. Esto no es
tanto una cuestión de familiaridad o afición por el barro,
sino lo más importante se debe al grado de desarrollo
intelectual y creativo que ha estimulado el juego con la
arcilla a una edad temprana. La destreza y la
autoexpresión solamente son dos de las cualidades que
esas actividades han fomentado en el niño.
Permítanme explicarles aquí brevemente lo que quiero decir con “actuación” o drama.
Esto no debe confundirse con “pretender ser uno de los personajes de un drama”, y
tampoco se trata exactamente de una mímica: es una actividad creativa en la cual el niño
expresa, en una forma activa a través de su cuerpo, lo que él mismo siente y piensa, en
vez de hacerlo por medio de lápices, crayolas o de algún instrumento. Tampoco tiene
nada que ver con el entrenamiento para hablar o con la expresión oral en público, aun
cuando no pretende negar que un niño que durante su infancia ha tenido alguna
experiencia en drama, no resulte con un espléndido talento para la actuación o la oratoria.
Sin embargo, lo más importante es que eso le permite al niño expresarse en una forma
directa, y en relación con los demás miembros de un grupo.
Cuando regreso a casa después de uno de mis viajes al extranjero, a menudo me siento
sorprendido entre la forma de caminar tan débil de los japoneses. De acuerdo con el
profesor KunioAkutsu, de la universidad Senshu, quien ha efectuado labores de
investigación para la asociación del desarrollo temprano, esa postura tan negligente al
caminar se debe a la falta de un entrenamiento adecuado en las actividades motrices
básicas tales como ponerse en pie y sentarse durante la infancia, cuando empieza a
desarrollarse el circuito de los nervios.
Los bebés empiezan a caminar, cuando muy pronto, a los ocho meses de edad. A menos
de que reciban un entrenamiento adecuado en los movimientos básicos a esa edad,
jamás aprenderán a hacerlo correctamente y tampoco adquirirán las habilidades físicas e
intelectuales más complejas que se basan en esos
circuitos cerebrales. En este sentido, el principio del
entrenamiento temprano para aprender a “caminar”, que
en sí es una actividad de lo más ordinaria, es
exactamente el mismo que el de las lecciones de violín o
de las clases de idiomas extranjeros.
Durante la infancia, y antes de la edad escolar, la mente del niño no crece en una forma
independiente del cuerpo, sino que se desarrolla dentro de una estrecha relación con
todas y cada una de las actividades físicas y las experiencias sensoriales. Como antes
mencioné la natación durante el primer año de vida del bebé, promueve no sólo el
desarrollo de sus músculos, sino que también agudiza sus reflejos. Y el profesor Akutsu
declara, “el enseñarle al bebé el ejercicio físico mejora los órganos y sistemas individuales
del cuerpo, reforzando y vigorizando su resistencia a la presiones y tensiones del
exterior”.
Cualquier bebé abandonando a sus propios medios puede crecer, siempre y cuando le
dan leche y protección; sin embargo, si eso es todo lo que se le da, no podrá desarrollar
toda la gama de potenciales con la cual viene al mundo. El ejercicio físico es una de las
primeras cosas que necesita, porque estimula el desarrollo de músculos, huesos y
órganos internos, así como el desarrollo del cerebro.
Se ha dicho que un niño que empieza a caminar a una edad temprana es inteligente. Y
bien podría ser que esté mucho más desarrollado en el aspecto intelectual, precisamente
porque ejercita una actividad mucho mayor.
¿Cuántas personas zurdas han visto en su propio círculo inmediato? ¿Una o dos cuando
mucho? Y todavía es menor el número de personas ambidiestras; de hecho, difícilmente
las hay. No se sí Adán y Eva usaban la mano derecha, pero en cierto momento de la
historia parece que se aceptó como una norma el uso de la mano derecha. Los controles
de los automóviles, los equipos deportivos, los utensilios de cocina y las herramientas,
todo ello se fabrica para la mano derecha. De manera que por tradición, los padres tratan
de enseñar a sus hijos a emplear la mano derecha.
En Estados Unidos parece haber un número mayor de zurdos que en Japón, pero por lo
general, es mayor el número de personas que usan la mano derecha que el de zurdos.
¿Existe alguna razón válida para usar la mano derecha?
Tanto la mano izquierda como la derecha han vivido el mismo periodo de tiempo y la
estructura ósea de una no difiere en nada de la otra. Entonces, ¿por qué debe existir tanta
diferencia entre ambas? Parece que sólo hay una razón: durante la infancia, las dos
manos reciben un trato diferente. El hecho de que la mano derecha de un zurdo sea torpe
y desmañada como la izquierda de una persona acostumbrada a usar la derecha, sugiere
que a menos de que ambas reciban un entrenamiento adecuado, no funcionarán de
ninguna manera e incluso sería imposible sostener con ellas los palillos chinos.
De acuerdo con el doctor Shinichi Suzuki, los monos son ambidextros; a pesar de que
supuestamente, su inteligencia es inferior a la del ser humano, pueden usar libremente
ambas manos para comer y hacer ejercicio. De manera que los seres humanos somos
inferiores a los monos en lo que concierne al uso de la mano izquierda. Lo que es más, he
escuchado la sugerencia de que la mano derecha de un bebé humano podría resultar
parcialmente incapacitada si la madre llegase a caer en el hábito de amamantar a su bebé
sosteniéndolo sólo con el brazo izquierdo, quizá mientras usa la mano derecha para hacer
otra cosa al mismo tiempo, porque entonces la mano derecha del bebé siempre estaría
oprimida contra su cuerpo y se vería obligado a empezar a asir las cosas con la izquierda.
O tal vez simplemente se deba a que si un niño pequeño empieza a escribir con la mano
izquierda, es lógico que empiece a desarrollarse más que la derecha.
De manera que parece muy posible que seamos capaces de desarrollar el uso de ambas
manos, convirtiéndonos en ambidextros, pero esto depende del entrenamiento durante la
infancia. Antes mencioné que un entrenamiento en la manipulación de los dedos
contribuye en gran parte al desarrollo del intelecto y también desde este punto de vista
sería una lástima descuidar el entrenamiento de la mano izquierda.
Por ejemplo, no es coincidencia que los escritores a menudo confiesan que si salen a
caminar un poco cuando se sienten cansados, es muy probable que les vengan a la
mente nueva ideas: con toda posibilidad, el acto físico de caminar actúa como un estímulo
mental.
Damos por sentado el acto de caminar, pero no es una actividad natural para todos los
seres humanos y esto resulta evidente en la historia de Amala y Kamala, las niñas lobas.
Un bebé jamás dejaría de gatear si estuviese rodeado de personas que no hicieran otra
cosa que arrastrarse sobre manos y rodillas. Esa es la razón por la cual para un niño es
tan importante que se le enseñe a caminar correctamente desde su infancia.
Existe una curiosa teoría que sostiene que cuando una persona arrastra los pies, se debe
a que durante su infancia la obligaron a usar zapatos demasiados grandes para sus pies y
se veían obligada a arrastrarlos a fin de conservar los zapatos puestos. Ya sea que esta
teoría sea o no cierta, muy bien podría ser posible conocer algo del nivel intelectual de
una persona basándose en su forma de caminar.
Es muy cierto que el aspecto físico y la coordinación están influidos por la herencia, pero
la forma en la cual una persona usa aquello con lo que ha nacido, depende enteramente
del entrenamiento que se recibe después del nacimiento. Aun cuando una persona puede
nacer con un físico adecuado para la natación, el atletismo o la gimnasia, tales
habilidades potenciales no llegarán a desarrollarse sin un entrenamiento adecuado. En
otras palabras, un niño que nace con físico inferior podría desarrollarse hasta adquirir
habilidades superiores, mediante un
entrenamiento adecuado durante la infancia.
Este ejemplo ilustra, una vez más, la razón por la cual el desarrollo motriz depende del
entrenamiento después del nacimiento, más que de los propios genes. El llamado talento
atlético “innato” es, en realidad, una cuestión de “nacer en un medio ambiente atlético”.
Mientras más pronto comience una persona a practicar los deportes, mejor
deportista será
Ya he mencionado que un bebé de sólo unos cuantos meses de nacido puede nadar, y
que un niño que apenas empieza a caminar puede aprender a patinar. Por otra parte, un
adulto que no sabe nadar ni patinar encontrará muy difícil el aprendizaje de esas
habilidades: de hecho, su progreso en la adquisición de ellas puede ser tan lento que se
ve obligado a renunciar, desesperado.
Estos ejemplos sugieren que las reacciones motrices deberían entrenarse cuando el
cerebro todavía es como una hoja de papel en
blanco, antes de que esté terminado el
proceso de establecimiento de los circuitos. Yo
empecé a jugar golf después de los cuarenta años,
pero a pesar de quince años de experiencia,
todavía no soy tan buen jugador, por lo cual me
siento un tanto tan desalentado. De haber
empezado mucho tiempo antes, habría sido mejor
jugador que ahora y sin tantas dificultades.
Esto no significa necesariamente que las reacciones motrices del hijo menor estén más
desarrolladas que las del mayor. Por el contrario, el último tiene una mejor constitución
física que el primero y lo supera en otros deportes. El padre observó a sus hijos muy de
cerca para averiguar por qué el hijo menor destaca en el golf, ya que creía que al resolver
este misterio obtendría la clave para jugar golf con mayor habilidad. Sin embargo, no ha
podido encontrar la solución, y la única pista que le ha venido a la mente es el hecho de
que mientras el mayor empezó a jugar golf a los nueve años de edad, el menor empezó a
los siete. Me parece que sólo hay una conclusión para esto: mientras más pronto empiece
una persona a practicar un deporte, incluyendo el golf, mejor deportista llegará a ser.
Me gustaría darles el siguiente consejo: “dejen que su hijo pequeño desempeñe tanto
trabajo como le sea posible, a condición de que ustedes no esperen resultados ni que lo
termine”.
Desde que empecé a escribir con regularidad sobre el desarrollo temprano en una revista
semanal, he recibido una gran variedad de reacciones y muchos padres me han escrito
narrándome sus propias experiencias, las cuales han confirmado mi manera de pensar
acerca del desarrollo temprano.
Por supuesto, hay escépticos y oponentes de mis ideas, pero, en general, todos los
padres se muestran entusiastas en lo que se refiere al desarrollo temprano, a pesar de
que muchos de ellos todavía lo consideran como una educación para los talentosos o
para producir genios. Sin embargo, una madre que ha captado con toda claridad el
concepto del infinito potencial existente en el niño, me da la impresión de que considera el
desarrollo temprano en una forma demasiado literal en términos de una preparación para
la escuela.
“¿No hay algo malo en la educación escolar actual”, me escribe, “más que en la
educación infantil?”. Es de dudar si el sistema educativo actual es adecuado para el
desarrollo posterior de las habilidades fomentadas por el desarrollo temprano. Ustedes
hablan del desarrollo temprano y de otras cosas por el estilo, pero ¿acaso no es como
marchitar un botón si el único fin que se ofrece al niño en la escuela es llegar a ser el
mejor alumno, sobre la base de los exámenes?
En Japón, ningún padre está libre de dudas acerca del sistema escolar actual y yo mismo
tengo mis dudas. Todos los niños siguen la misma senda, ingresando a la escuela
primaria a los seis años de edad, después avanzando a la secundaria y a la preparatoria
y, por último, a la universidad. Este sistema es de lo más inadecuado para quienes
poseen cierto talento y una carga muy pesada para quienes no son tan capaces. No es
posible que un sistema educativo estándar produzca hombres capaces de asumir las
responsabilidades del siglo XXI.
Lo que es más, no puedo creer que el sistema educativo actual dure eternamente. Confío
en que los padres insistan en los cambios que deben tener lugar, ya que en ellos
descansa el destino de nuestra sociedad y de las futuras generaciones.
A menudo escucho las siguientes objeciones a mis teorías: “Comprendo muy bien lo que
usted dice, pero no dispongo del tiempo ni del dinero necesarios para hacer tanto por mi
hijo. Después de todo, el desarrollo temprano es para las contadas personas que cuentan
con tiempo y dinero”. Sin embargo, el hecho de poder educar a nuestros hijos es algo muy
diferente de poder permitirnos ratos de ocio o actividades recreativas. Educar a un
pequeño no es algo tan sencillo que sólo pueda hacerse con tiempo y dinero.
Entre los padres japoneses a quienes veo enviar a sus hijos a tomar clases de violín o de
inglés, ciertamente, hay algunos que lo hacen simplemente para matar el tiempo o en
beneficio de su vanidad. A menudo ataviados con ropa costosa y conduciendo sus
propios automóviles, llevan a sus hijos a las clases tan sólo con el afán de exhibirse: ¡no
es de sorprender que muchos consideren al desarrollo temprano como un pasatiempo
para los ricos! Pero esos son aspectos superficiales, y muchos padres de menos recursos
tienen que hacer grandes esfuerzos para disponer del tiempo y del dinero para las clases
de sus hijos.
Sin embargo, las lecciones de violín o de idiomas extranjeros no son el único medio de
desarrollar el potencial de su hijo. Todos los padres que se preocupen seriamente por sus
hijos, pensarán en otras ideas educativas que reemplacen las lecciones de violín y de
idiomas. Teniendo esto en mente, y hasta donde me lo permite mi capacidad, yo también
he estado pensando en algunas alternativas.
Si suponemos que el tiempo y el dinero son esenciales para el desarrollo del potencial en
el niño, ¿por qué entonces tanta gente nacida en hogares opulentos tiene habilidades
inferiores, y tantos nacidos en hogares pobres poseen grandes talentos?
Ciertamente, la educación no depende del dinero ni del tiempo, pero ¿no creen que sí
depende del amor y los esfuerzos de los padres?
Los padres que carecen de una visión del futuro son incapaces de educar a sus
hijos
En Japón, bajo el actual sistema educativo, cualquier persona que estudie puede ingresar
en cualquier colegio o universidad, sin importar su linaje, su posición social o sus recursos
financieros. Esto en sí es un hecho maravilloso, pero por otra parte, ha dado origen a un
mal, la educación universitaria se ha convertido en una finalidad absoluta, asignando un
valor irreal a las carreras académicas.
Se piensa que el éxito en la vida es imposible sin un título universitario, por lo que todo el
mundo quiere estudiar. Un título de una universidad de primera, garantiza un puesto en
una compañía de prestigio, así que todos siguen la misma senda, presentando examen
tras otro desde los días del jardín de niños y de la escuela primaria. Esa es la razón por la
cual muchos padres consideran al desarrollo temprano como una forma más de ayudar a
sus hijos a tener un buen comienzo en la vida, una iniciación temprana hacia un sistema
orientado a los exámenes.
Pero, ¿cuánto tiempo durarán estos valores actuales en nuestro mundo en constante
cambio? Lo que ahora se considera como lo más deseable no lo será necesariamente el
día de mañana y muchos menos dentro de veinte o treinta años, cuando los niños de
ahora sean adultos.
Su hijo no podrá ser útil para la siguiente generación si lo educan teniendo en mente sólo
el presente; ya que los niños de hoy tendrán que sobrellevar las responsabilidades del
siglo XXI, un siglo que está poco menos de veinte años de distancia, pero cuyas
exigencias están fuera del alcance de nuestra imaginación.
Los padres que no tienen una visión del futuro serán incapaces de educar hijos que
puedan asumir tal responsabilidad. No basta con una perspectiva a corto plazo del
presente. No hay ningún padre o madre que no desee y no ruegue por lo mejor para su
hijo, pero lo más importante es qué consideran los padres “bueno” y “provechoso”. No
creo que los padres que son tan pocos previsores como para evaluar sólo el presente y
que no tienen ninguna visión para el siglo XXI, tengan el derecho de educar a sus hijos.
“Estoy demasiado ocupado cuidando a mi hijo para que también pueda dedicarme a
educarlo. Las teorías ideales están muy bien, pero no me es posible ponerlas en práctica”.
Con frecuencia me tropiezo con una respuesta como ésta cuando discuto mis teorías
acerca del desarrollo temprano. Sin embargo, me parece que el hecho de hacer una
distinción entre la crianza de los niños y la educación infantil es en sí el error principal. La
crianza cotidiana de un niño pequeño es la educación infantil, es decir, el desarrollo
temprano. La actitud de los padres y sus sentimientos hacia el niño son lo que influye más
sutilmente en el desarrollo de un pequeño.
Sin lugar a dudas, hay muchas madres que piensan que deben salir a trabajar por
razones financieras y también hay otras que creen que hacen todo lo que deben
alimentando al niño y atendiendo a sus necesidades físicas, pero ¿acaso en el mundo hay
una educación mejor que el afecto de una madre?
He hablado de la necesidad de que los padres cambien sus actitudes hacia el desarrollo
temprano antes de que puedan ponerlo en práctica en la forma correcta. El desarrollo
temprano se inicia precisamente con la educación de los padres. Y todo lo que he escrito
hasta este momento es una parte de la educación de los padres, en el sentido de que
todo ha sido con objeto de abrirles los ojos al desarrollo temprano.
Esta manera de hablar quizá les parezca un tanto ofensiva a los padres que leen este
libro; pero no pueden confiar en ninguna otra persona para que eduque a su hijo, en
particular cuando es muy pequeño. Sólo hay una forma de hacerlo; ustedes los padres, en
particular la madre, deben esforzarse en hacerlo por sí mismos, esforzándose en pensar y
aprender por ustedes mismos. No tiene caso decirle al niño, “necesitas esta educación”.
Su hijo no puede establecer un compromiso con la forma en que lo crían porque no puede
elegir.
Y tampoco pueden imponerle sus ideas a nadie más, declarando, “éste es un buen
método de educación, ¿quieren intentarlo con mi hijo y educarlo?” ¿Acaso no es justo que
los padres, en bien de su hijo, quieran elegir y decidir por sí mismos acerca de las teorías
y métodos educativos que son más convincentes para ellos?
De manera que les suplico que lo primero que deben hacer es educarse a sí mismos.
Afortunadamente, el adulto posee una voluntad propia, a diferencia del niño pequeño.
Pero con esto no trato de decir que los padres necesiten educarse en el sentido
académico de la palabra, quiero decir que deben tratar de aprender voluntariamente por sí
mismos.
Una de las trampas más peligrosas en las cuales puede caer la madre en la educación de
su hijo es la complacencia, que puede deberse a su entusiasmo mismo. Al desear el bien
del niño, inadvertidamente puede asumir el papel de un opresor, imponiéndole su
voluntad.
Esta tendencia se ve reforzada por la vida tan protegida que a menudo llevan las madres
cuando están involucradas en el cuidado de la casa y de los hijos. No debe hacérsele
sentir que ella es la única responsable de criar a su hijo, llevando toda la carga sobre sus
hombros: Debe contar con el pleno apoyo del padre del niño y de ser posible también con
el del abuelo y la abuela; y al mismo tiempo, debe volver su atención a los
acontecimientos del mundo exterior.
Pero lo más importante de todo, la madre jamás debe olvidarse de aprender de su propio
hijo, con objeto de no caer en el hábito de tratarlo en una forma autoritaria, de acuerdo
con sus propios conceptos y sus propias necesidades.
William Wordsworth escribió en una ocasión que “el niños es el padre del hombre…”,
mientras que la señora Montessori decía que “el niño es el maestro del hombre”. Esas
palabras no fueron escritas como una referencia especial al desarrollo temprano. Son
comentarios sobre la vida en general; “el hombre” tiene mucho que aprender del “niño”. El
hombre ha estado consciente de la importancia de conocer a su propio yo desde los
inicios de la historia y ha estado luchando por alcanzar esa meta. Su estudio del yo ha
implicado teorías respaldadas por la ciencia, por los estudios de biología, medicina y
psicología. Y la señora Montessori hace el fascinante comentario de que mientras el
primer estudio del cuerpo humano se llevó a cabo en un cadáver, el estudio de la mente
humana se ha efectuado con un hombre recién nacido, el niño.
Por supuesto no quiero decir que deban emprender un curso académico sobre ciencias
biológicas o filosofía. Todo lo que trato de decir es que si una madre se vuelve
complaciente y dogmática es muy probable que pierda su propio yo; se vuelve incapaz de
una observación y una evaluación imparciales y serenas de sus propias actitudes y
manera de pensar. A fin de evitar esto, es muy importante que la madre sea capaz de
observar a su hijo en una forma objetiva: lo que dice y siente y la forma en que se
comporta. En esta forma de abordar a su hijo, lo que encuentre será un descubrimiento de
su propio yo y también un conocimiento que podrá aplicar directamente a la educación de
ese pequeño.
No obstante, la mayor parte del mundo no conoce la confesión de ese gran hombre, de
que no disfrutó de un solo día de paz después de los dieciocho años de edad, durante su
corta vida de treinta y nueve años. Su madre falleció cuando apenas contaba tres años,
por consiguiente, jamás conoció el afecto materno. Privado además de la compañía de
otros niños, sólo conoció a su padre y su severo entrenamiento. ¿No es razonable que
tales condiciones afectaran la constitución física y la conformación mental de Pascal?
Un padre puede criar a un genio anormal; pero un ser humano, bien equilibrado tanto
mental como corporalmente, necesita ese aliento que tradicionalmente proporciona la
madre. Esa es la razón por la cual no he dejado de insistir en papel de la madre como
algo especial para el desarrollo temprano.
Las madres no deben imponer a sus hijos el desarrollo temprano
En japonés, la palabra “educación” por alguna razón connota coerción y presión y esa es
la razón por la cual muchos malinterpretan, pensando que el desarrollo temprano obliga a
los niños a hacer lo que no quieren hacer, al mismo tiempo que se hace caso omiso de
sus intereses y deseos. Por supuesto, los bebés recién nacidos son incapaces de
expresar con claridad lo que les agrada y lo que les desagrada; sin embargo, la madre
debe ser capaz de adivinar, por las reacciones de su bebé, lo que está dispuesto a
aceptar y lo que no está dispuesto a aceptar.
Uno de los papeles de la madre es observar con sumo cuidado qué es lo que quiere su
bebé, ofreciéndole el estímulo que tanto anhela. Si se obliga al niño a hacer aquello que
no desea, o si se le coacciona a hacer algo en lo que ya ha perdido interés, eso no
producirá en ese niño otra cosa que no sea frustración.
Podría decirse que debido a que la palabra “educación” implica cierto sentido de “dar”,
cualquiera colocado en una posición de enseñar se apresura a llenar ese papel. Yo
mismo considero lo mejor de la educación en el sentido de “dar”, tal y como se logra fuera
del proceso total que llamamos “educación”. Por ejemplo, en Japón ningún padre
considera que fue él quien le enseñó a su hijo el idioma japonés cuando el niño empieza a
hablarlo. Sin embargo, el estímulo a aprender debió surgir en cierta forma de los padres,
incluso si nadie lo llama “educación”.
Cada año nacen dos millones de bebés tan sólo en Japón. En los viejos tiempos, no era
nada raras las familias con cinco o seis hijos, ya que en aquel entonces se decía “creced
y multiplicaos”. Hoy día, la familia promedio tiene dos hijos; en otras palabras, la mayoría
de esos dos millones de bebés han sido planeados por sus padres, han sido elegidos
para venir al mundo por padres que esperan ser capaces de decidir cuántos hijos tendrán.
En este sentido, son niños privilegiados.
No obstante, ¿se ofrece a esos niños elegidos una educación y un medio ambiente
adecuados para unos seres privilegiados? Mucho me temo que no sea así. Aun cuando
los padres planean con sumo cuidado la llegada de un bebé, una vez que nace tienden a
dejar que crezca a su propia manera. A pesar de ello, sobra decir que es mucho más
importante planear cuidadosamente los tres primeros años de vida que el periodo previo
al nacimiento.
En todo el mundo hay muchos padres que se deciden por un aborto sin tener ninguna
razón seria para ello. El mundo considera al aborto como un mal; es sepultar con vida la
semilla misma de la vida. Por otra parte, el mundo se muestra sorprendentemente
benévolo con los padres que dejan a sus hijos faltos de cuidados y de atención una vez
que los han traído al mundo. El señor HiroshiManabe llama a esos casos de negligencia
“el aborto de la educación infantil”. Yo también considero que esto es mucho más criminal
que el “aborto” mismo.
No hay ninguna excusa para “hacer abortar la educación infantil”. Eso acarreará
infelicidad a sus hogares y al mundo dentro de veinte o treinta años a partir de ahora.
Después de la guerra, la vida en Japón, igual que en muchos otros países, significó una
lucha para todos e inevitablemente los niños se quedaron solos y faltos de atención. Sin
embargo, en nuestra época ya no hay ninguna excusa para hacer abortar la educación
infantil.
Un niño en la etapa del crecimiento llega a un punto en el cual es muy probable que
responda con insolencia a sus padres, diciendo, “yo no les pedí que me trajeran al mundo;
de manera que por favor no actúen conmigo en una forma tan detestable”. ¡Qué razón
tiene! No está aquí por su propia voluntad. El hecho de encontrarse allí, delante de
ustedes, se debe enteramente a sus padres; por consiguiente, ellos son plenamente
responsables de su educación hasta que crece y se convierte en un ser independiente y
autosuficiente.
A pesar de eso, es sorprendente la forma en que muchos padres viven con la ilusión de
que pueden hacer lo que deseen con sus hijos mientras que estos últimos sean su
responsabilidad. Declaran: “quiero que mi hijo sea ingeniero”, o bien, “deseo que mi hijo
sea músico”, solicitando la opinión de otras personas como si le ordenaran a un sastre
que les hiciera un traje de determinado corte o estilo. El doctor Shinichi Suzuki con
frecuencia se refiere a las madres que, una vez que han decidido que sus hijos tomen
clases de violín, le preguntan, “doctor Suzuki, ¿cree usted que mi hijo llegará a hacer
algo?” y confiesa que siempre responde, “no, no llegará a ser nada”. Por supuesto, la
madre se muestra al principio muy extrañada ante esta observación, pero cuando da
muestras de su descontento, él añade la siguiente observación: “Su hijo no llegará a ser
algo, pero en cambio será un maravilloso ser humano”.
La posesividad maternal que se refleja en esta historia está de manera sorprendente muy
difundida y es precisamente esa suposición, de que los hijos son algo de nuestra
posesión, lo que nos hace pasar por alto la propia voluntad del niño. De hecho, si un niño
se ve sujeto a un tratamiento de esa naturaleza antes de que haya logrado desarrollar su
propia voluntad, podría encontrarse confundido a todo lo largo de su vida en cuanto a lo
que realmente es. En vez de pensar en lo que haremos de nuestro hijo, deberíamos
concentrarnos en lo que será ese niño. La obligación de los padres es ofrecerle al niño
tantas alternativas como sea posible, a fin de que él pueda descubrir y decidir por sí
mismo qué es lo que quiere ser. Ya que el futuro del niño no le pertenece a los padres ni a
nadie más, sino al niño mismo.
Han transcurrido más de veinte años desde que en Japón se adoptó el nuevo sistema
educativo, después del fin de la guerra. Desde que se introdujo este sistema educativo
democrático, un número cada vez mayor de personas ha podido ingresar a terrenos de
los cuales previamente se veían excluidas, pero los defectos de este sistema son cada
vez más perceptibles. En ningún otro momento de la historia se ha pensado tan
universalmente en la educación como en algo conducente a una educación universitaria y
nunca antes los padres se habían preocupado tan seriamente por la clase de educación
que reciben sus hijos.
Esa clase de madres cambia de una moda en la educación a otra con la misma facilidad
con que adoptan un nuevo estilo de la moda en el vestir. A pesar de que se dice que en la
actualidad hay un gran auge en la educación infantil, esto no se debe tanto a que las
madres comprendan la importancia del desarrollo temprano, sino que piensan qué es lo
que debe hacerse, puesto que todos los demás lo hacen.
No hay nada de malo en intentar cualquier cosa que uno crea buena, pero la madre que
desea ser la mejor maestra para su hijo no podrá serlo si pierde su propia independencia
de pensamiento. Podrían ponerse en práctica las normas tanto de una educación
espartana como las de “dejar al niño a sus propios recursos”, como un medio de educar al
niño, según las diferentes fases del crecimiento y en distintas condiciones
medioambientales.
¿No deberían las madres mostrarse más confiadas en su forma de abordar a sus hijos? Si
ponen en práctica una moda después de otra, lo único que lograrán será viciar la
naturaleza del niño. No importa lo banal que pueda ser determinado aspecto de la
educación, la madre debe intentarlo en su hijo sólo después de pensarlo cuidadosamente.
La confianza y la firmeza de la madre son esenciales durante el desarrollo temprano.
Sin embargo, para el niño no es bueno que la madre se esclavice ante ideas erróneas y
jamás haga ninguna concesión. Y tampoco ayudará a su hijo si aborda su tarea en una
forma demasiado casual o despreocupada. La educación de sus hijos es la tarea más
grandiosa de una madre y en esta clase de trabajo no existe ningún atajo que ahorre
esfuerzos. Quiero que las madres modernas desarrollen su propia manera de pensar del
desarrollo temprano, liberándose de enfoques a la moda, fijos y despreocupados.
“Mi hijo es muy especial, de manera que le permitiré que tome clases de piano”. “El hijo
de nuestros vecinos toma clases de violín así que mi hijo también lo hará”.
No hay nada especial en las clases de piano o en la habilidad de tocar el piano, que no
son otra cosa que un medio para llegar a un fin. Debe hacerse hincapié en lo que el niño
obtiene de ello y en la habilidad que desarrolla gracias a ello. No hay nada de grandioso o
magnífico en las clases de violín o de piano en sí mismas, como piensan esas madres
arrogantes.
Por ejemplo, en las clases de violín que imparte el doctor Suzuki siempre hay muchos
niños que son mejores ejecutantes que otros. No existe posibilidad alguna de crear en
cualquier niño la conciencia de que únicamente él es un buen ejecutante del violín, de
manera que no es posible satisfacer la ambición de la madre que desea que su hijo sea el
único que sobresalga, tendrá que despojarse de su falso orgullo, o de lo contrario su hijo
tendrá que dejar de tomar esas clases.
Por supuesto, el orgullo por la propia habilidad de tocar el violín es algo totalmente
diferente, y es algo que puede ayudar al niño a madurar. Mi propio hijo ha logrado tener
más confianza en sí mismo gracias a las clases de violín y, en consecuencia, también ha
mejorado en otros terrenos.
A fin de ayudar a su hijo a ser mejor, ustedes como padres deben cambiar y mejorar
primero
“No comprende cómo se sienten sus padres”, se quejan incontables padres cuando un
hijo es desobediente. ¿Es realmente verdad que los niños están equivocados? Yo creo
que la culpa es de los padres.
El doctor Suzuki me contó de cierta madre que no lograba tener una buena relación con
su hijo: entre ambos había generado una gran hostilidad. La perturbada madre
acostumbraba decir, “qué hijo tan terrible tengo; seguramente eso se debe a mi mala
suerte”. Pero el doctor Suzuki le respondió: “Todo se debe a su manera de tratar a su hijo.
Lo reprende demasiado para que se porte bien, por lo que su hijo siempre está alerta y
muestra una expresión agresiva. Debe haber respeto aun en las relaciones entre padres e
hijos. ¿No cree que él la comprendería y la respetaría más si reconociera ante él que
usted también pueda equivocarse?”. Poco tiempo después de eso, la madre, con una
apariencia complacida, fue a ver al doctor Suzuki y le comentó que después de su charla
con él empezó a tratar a su hijo en una forma más humilde y que él se mostraba más
amable. Así logró reestablecer la comunicación y la relación con su hijo.
Las llamadas “mamás educación” a menudo se quejan de que siempre que se muestran
un poco exigentes con sus hijos, si es que llegan a prestarles atención, ellos se muestran
descontentos y responde: “Claro, mamá, tú puedes decir lo que quieras, porque al fin y al
cabo no tienes que hacerlo tú misma”. Los hijos tienen razón y las madres no pueden
encontrar una sola palabra para refutarlos. Ordenar a los hijos a que hagan esto y aquello
no llevará a los padres a ninguna parte: primero deben hacer las cosas ellos mismos y
después dejar que los niños aprendan a hacerlo. Si los niños se esfuerzan al máximo y
sus padres sólo cumplen con la décima parte o la mitad de su cometido, eso no resultará.
No quiero decir que los padres tengan que esforzarse en la misma forma en todo lo que
los hijos tienen que hacer; pero debe existir alguna forma de demostrar sus esfuerzos
como padres.
El señor Manabe confiesa que transpira todos los poros cuando se baña en compañía de
sus hijos (las tinas de baño japonesas son suficientemente grandes para dos personas).
Con ello no quiere decir que tenga qué competir con sus hijos para ver quién puede
permanecer más tiempo en el baño lleno de vapor; lo que tata de decir es que a fin de
mantener a sus hijos en la tina de baño, tiene que contarles alguna historia. Pero si la
historia es la misma todos los días, los niños no quedan contentos, de manera que tiene
que buscar desesperadamente nuevas historias. Las palabras “si se portan bien les
compraré algo” no lo llevan a ninguna parte, de manera que tiene que torturar su cerebro
a fin de crear nuevas historias o añadir algo a las antiguas, como si se tratase de un
cuento de Las Mil y Una Noches.
Si se le ordena al niño “haz esto”, o bien, “memoriza esto”, mientras que el padre
permanece cómodamente sentado, sin hacer nada y pensando, “oh, cuando este
pequeño sea un hombre, yo también obtendré algunos beneficios”, esa es una forma
perezosa de educar a un niño. Y, ciertamente, nadie tendrá éxito con el desarrollo
temprano de su propio hijo a menos de que esté dispuesto a hacer tantos esfuerzos como
el señor Manabe. Educar a los hijos significa, antes que nada, educarse y desarrollarse
uno mismo.
En Japón hay una máxima que dice, “es más profundo el azul extraído de la planta del
añil”. El tinte azul extraído del arbusto del añil. Sin lugar a dudas, es más profundo que el
tono azul añil de la planta misma, y el significado del proverbio es el siguiente: “Que todo
discípulo debe superar a su maestro”. Creo que esta debería ser la meta fundamental de
la educación.
He comentado en repetidas ocasiones que la habilidad no es algo innato e incluso
llegásemos a aceptar la teoría de que la habilidad es cien por ciento innata, aun así el
niño debería madurar cuando menos hasta alcanzar el nivel de sus padres. Por
consiguiente, si los padres no son capaces de educar a su hijo para que los supere,
aunque sea un poco, eso no puede deberse a otra cosa que no sea su propia pereza, ya
que los padres son los primeros y los mejores maestros de los hijos.
En nuestra Escuela de Educación del Talento, hacemos que los niños escuchen
muchas veces un disco grabado con la música de violín que ellos practican, y después les
pido, “por favor, toquen un poco mejor que la música del disco”. Los alumnos, que son
niños pequeños, responden, “si” y se dedican a tocar tratando de superar el disco. Muy
pronto lo hacen un poco mejor que ese disco, lo cual no es muy difícil de lograr, ya que es
una grabación de mi propia ejecución.
Sobra decir que no hay ningún padre que no quiera educar a su hijo para que sea un ser
superior a él mismo. Incluso en el terreno académico, no existe absolutamente ninguna
necesidad de ceder a la idea de que las capacidades de un hijo son limitadas porque
sucede que las nuestras también lo son.
Los hombres capaces de confiar en los demás serán los que edifiquen el siglo XXI
Nuestro mundo actual se encuentra en un estado de flujo. El progreso tecnológico ha
hecho que nuestras vidas sean sorprendentemente ricas y cómodas. Hace diez años, las
computadoras electrónicas apenas podían sumar cifras un poco más rápidamente que el
cerebro humano, pero éstas han sido perfeccionadas hasta el punto en que ahora son
capaces de desempeñar casi todas las tareas que puede efectuar el cerebro humano.
Y no hay límite para los ejemplos de esta naturaleza. El progreso tecnológico no sólo ha
traído consigo la afluencia y una forma de vida cómoda, sino también algunos cambios en
nuestra manera de pensar. Una vez que las personas han alcanzado la satisfacción
material, empiezan a buscar el enriquecimiento espiritual. En la actualidad, la gente
piensa seriamente en el papel de la humanidad en la vida, así como también en el
significado de lo que el hombre debería ser. Sin embargo, no es fácil que cambiemos
nosotros mismos una vez que llegamos a la edad adulta simplemente porque cambia el
mundo a nuestro alrededor. Por consiguiente, la nueva sociedad del fututo sólo puede
confiarse a los niños de ahora, que están atravesando por la etapa del crecimiento. Esta
es la razón por la cual le concedo tanta importancia al desarrollo temprano.
Una simple mirada al mundo basta para confirmar la falta de confianza que existe entre la
gente. El caos en la sociedad, la contaminación ambiental y la violencia, todo ello tiene su
origen en la falta de confianza mutua. Por muy cómoda y opulenta que sea nuestra vida,
no es posible que podamos vivir en paz y felicidad en el seno de una sociedad que carece
de confianza.
Cualquiera en Japón que haya pasado de la edad preescolar, puede comprender lo que
significa confiar en la gente y no causar problemas a los demás. Sin embargo, en la
naturaleza del hombre está comprender los principios y no ser capaz de ponerlos en
práctica. No es posible fomentar ningún sentimiento de confianza entre la gente, si
simplemente todos practican ciertos principios porque se los han enseñado y parecen
razonables. Sólo el conocimiento innato y el aprendizaje natural de esos principios
permitirán que, por vez primera, el hombre confíe en sus semejantes.
Los niños por sí solos serán capaces de erradicar las guerras y los prejuicios
sociales
He manifestado repetidas veces que mi manera de pensar acerca del desarrollo temprano
no se origina en ninguna idea de producir especialistas y genios, sino más bien en mis
esperanzas de educar a todos los niños para que desarrollen plenamente sus habilidades
potenciales y que maduren, convirtiéndose en seres de un pensamiento valeroso y un
carácter recto.