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Análisis

La pieza faltante conoce a la Gran O

Guadalupe Núñez Moreno


Creo que toda la historia se trata de una imagen de la plenitud humana,
del cómo se puede ir por la vida intentando alcanzar una ansiada sensación de
plena satisfacción a través del establecimiento de relaciones con otras y otros.
De entrada, el nombre de la historia, “La pieza faltante conoce a la gran O”,
habla de carencias, necesidades, aspiraciones. Si una o uno se siente
“faltante” significa que no se percibe como “completo”1. En el relato, parecería
que la plenitud, la integridad, el estar satisfecho o satisfecha se entendía como
unidad siempre y cuando hubiese un engranaje con el cual constituir una
entidad capaz de ponerse en movimiento. No sé si tal figura se puede pensar
en relación con los niños, pero de seguro se puede aplicar a los adultos.

Cuando los seres humanos y humanas se autointerpretan como


incompletos, pueden buscar fórmulas con las cuales llenar los vacíos. La
autoestima se compromete. Una mujer puede querer tener hijos, un joven
unirse a pandillas, un hombre entregarse a las drogas, una joven al alcohol. No
obstante, la manera más frecuente de intentar alcanzar una vida plena es a
través de una pareja. En cuanto a esta relación, el imaginario colectivo ha
creado una serie de ideales como “la media naranja”, “y fueron felices para
siempre”, “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”, etc. que imponen una
gran expectativa que difícilmente se concreta.

Como la “pieza faltante” se percibía a sí misma como un algo que


pertenecía a un ente, se esperaría que hiciese todo lo necesario para encontrar
el mecanismo al cual pertenecía. El asumirse como “faltante” hace alusión a
esa carencia de plenitud que debía ser llenada. A pesar de ello, no tomó la
decisión de ir en busca del engranaje al cual pertenecía, del cual era parte, sino
que prefería esperar. Tal actitud suele suceder en virtud de que cuando no hay
un adecuado ambiente de crianza es posible no poseer la vitalidad que impulse
hacia ninguna meta2.

1 Entra en juego el concepto de autoestima. Véase: Baltodano, 2009, 52-56.

2 Las familias autocráticas es capaz de anular a las personas: Baltodano, 2009, 108.
Cuando no se está completa o completo, ni siquiera un “ideal” puede
hacer que la vida se ponga en movimiento. El solo calzar no es suficiente. En
las relaciones de pareja en las cuales la elección se hizo sobre la base de la
complementariedad, pudiera pensarse que se “ha calzado”, pero en realidad en
ese tipo de elección no se echan las bases para un crecimiento individual ni de
colectivo ni en la alianza ni en la filiación, como quizás tampoco lo fue en las
familias de origen3.

En la búsqueda de posibles relaciones para crecer, tampoco basta


encajar. La falta de proyectos individuales y
colectivos y su respeto es también necesario si lo
que se pretende es caminar por la vida. Ello puede
deberse a múltiples factores en los cuales hay
asimetrías. Tanto en el caso previo como en éste,
podría haber una ilusión de plenitud en virtud de que
se intentan relaciones que inicialmente podrían verse como prometedoras, pero
hay intentos que, de entrada, son insostenibles.

Obviamente, hay relaciones imposibles. Piénsese, por ejemplo en los


hombres violentos al punto de rayar en psicopatías, en los distantes afectivos4,
o en las mujeres con afectos “satelitales”, con adicciones “al amor”. En estos
casos, la separación es la vía posible para un crecimiento de al menos uno de
los individuos involucrados. Pero no es sencillo identificar los diversos pseudo
amores, ni los estilos afectivos tóxicos tanto en mujeres como en hombres.

Hay gente inmadura, cuya susceptibilidad los hace incompatibles con


nadie, pero también hay quienes intentan ofrecer lo que ni siquiera
remotamente hemos pedido. Quien nos coloca sobre podios puede que esté
buscando cómo venerarnos, pero los pedestales son para los sobrehumanos,
por lo cual se establece una relación quimérica, basada en la mera admiración.
La consecuencia muy bien puede ser la soledad de lado y lado.

3 Los mecanismos que se ponen en juego para seleccionar pareja, en buen parte
inconscientes, incluyen la identificación, proyección, el deseo de complementariedad, imágenes
o patrones de relaciones familiares anteriores. Al respecto, véase Baltodano, 2009, 97-99.
4 Risso, 1998.
Otros tipos de enlaces son también inviables cuando se intentan
establecer con gente que se exhibe aún más incompleta que una misma, o
personas que sobreabundan en relaciones. Hay quienes anulan, quienes con
su cercanía pretenden saber todo, sin dejar espacios para la privacidad
individual, aquellos tan encerrados en sí mismos que ni siquiera son capaces
de ver a otros. Todas éstas son “relaciones tóxicas”, sean filiares, amistosas,
de pareja. En ninguna es posible que haya expansión de ningún tipo.

Sin embargo, a la “pieza faltante” la complicación de encontrarse con


quien pudiera satisfacerla, no logró hacerla desistir de su espera 5. Ningún
defecto de los posibles candidatos o candidatas le permitió a “la pieza faltante”
planificar otras maneras de resolver su conflicto. No estudió otras vías, no, se
empeñó en continuar atrayendo a posibles candidatos a través de diversas
estrategias.

En uno de los intentos de atracción de


la “pieza faltante” quiso presentarse como
realmente no era. También jugó con
promocionarse, mas en vano. Algunos
echaron abajo esos supuestos atractivos
mientras que otros los encontraban
extravagantes y se espantaron. Si de
plenitud se trata, es necesario ser uno mismo, aceptarse como sé es y procurar
intentar llegar a ser todo lo que se puede llegar a ser. Las imposturas, tarde o
temprano, caen, en ocasiones por sí mismas.

Finalmente, una estrategia logró atraer a un candidato con la medida


perfecta y con el cual entrar en movimiento. Hubo compenetración, un llenar
cada cual el vacío del otro, una unión “perfecta”, una ilusión que duró porque se
produjo una ruptura. La “pieza faltante” creció, excediendo el espacio que para
ella estaba destinado. Si alguno de los miembros de una díada va desacoplado

5 Esa perseverancia de alguna forma nos habla de la resiliencia. Véase Baltodano,


2009, 56-57.
con respecto al otro, por muy fuerte que haya sido el enamoramiento, esa
etapa no se supera. Peck nos recuerda que cuando se ha acabado la fase del
encantamiento, surge la posibilidad de amar, “la voluntad de extenderse el sí
mismo de uno con el fin de promover el crecimiento espiritual propio o de otra
persona“(1986, 83). De nada sirve, sin embargo, que uno solo de los
integrantes de la relación sea capaz de amar y crecer. Hay que ir
acompasados. He allí otro supuesto que debe ser sopesado si se insiste en la
complementariedad como forma de relación.

El desencanto no impidió que la”pieza faltante” se percatara de la


presencia de un entidad distinta, una a la que no le hacía falta nada. En ella no
había espacios libres en los que pudiera calzar. Era una “Gran O”

“La Gran O” le habló de otra forma para


emprender el camino: transmutarse para tener una
forma que le permitiera “rodar” por sí misma. La
retó a ser autónoma, a no esperar por nada ni
nadie. Y le señaló el camino: intentar cambiar de
forma. La “pieza faltante” decidió asumir que para
crecer hay que atreverse a lo inesperado. Y con
esfuerzo y decisión, con trabajo y amor, se lanzó a una evolución que,
eventualmente, le haría conformarse ya no como una “pieza faltante” sino como
un ser pleno.

El crecimiento como individuo supone un equilibrar diferentes factores que


incluyen identificar situaciones que pudieron haber impedido un adecuado
ambiente familiar y superarlo, deslindar entre emociones y sentimientos para
permitir una expresión de los primeros y cultivar los segundos, involucrarse en
relaciones sanas, descubrir y practicar el amor en sus distintas facetas, optar
por una plenitud donde se entrecrucen diversos tipos de bienestares: espiritual,
mental, afectivo, corporal, ambiental, social6. Además, implica saber manejar el

6 Baltodano, 2009, 122-146.


estrés, las crisis y pérdidas, los dos hemisferios cerebrales, lo “femenino” y
“masculino” que todas y todos poseemos.

“La pieza faltante conoce a la gran O” es una metáfora acerca del proceso
de transformarse en un ser pleno, de alcanzar relaciones nutritivas al reconocer
que nadie llenará lo que nos falte, que para que haya un viaje junto a otros,
todos deben estar completos en sí mismos o mismas. Se ilustra que no se
necesita de otra u otro para convertirse en un ser autónomo, satisfecho, feliz.
Para ello se requirió, sí, reconocer que nada de lo que nos falte podremos
conseguirlo fuera de nosotras o nosotros mismos, que hay que amarse ya que
con trabajo y coraje no dirigidos a otros sino a una o uno mismo se todas y
todos se pueden convertir, con constancia y tiempo, en una Gran O.
Referencias bibliográficas

Baltodano, Mireya. 2009. Introducción a la psicología. 2da. ed. San José:


Universidad Bíblica Latinoamericana.

Peck, M Scott. 1986. La nueva psicología del amor. Buenos Aires: EMECE.

Risso, Walter. 1998. Intimidades masculinas. Barcelona/Bogotá/Buenos


Aires/San José: Norma.

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