Sunteți pe pagina 1din 5

Querer demasiado

(O una defensa de Juana Inés de Asbaje y Ramirez de Santillana)


Gonzalo Iván

Durante mucho tiempo se ha venido escribiendo y discursando sobre Sor Juana Inés de la
Cruz, a tal punto que se le ha erigido una obra monumental a su trayectoria, a su poética, a
su vocación intelectual y se le ha llenado de virtudes de tal manera que se ha convertido en
un emblema dentro del perfil de la cultura mundial junto a Hypathia de Alejandría, Leoncia
de Atenas o Diotima de Mantinea. Su imagen llena los billetes de cierto valor que circulan
en nuestro país y se usa como atractivo turístico para que los paseantes que se aventuran a
salir de las urbes lodosas se acerquen a su región natal y se empapen un poco del ambiente
en el cual nació y vivió su infancia y juventud la célebre "monja" escritora de poesía.
Y es aquí donde comienza el gran problema, es aquí donde este artículo pretende aportar
unas líneas para reivindicar la esencia y vocación de Juana Inés de Asbaje y Ramirez de
Santillana.
En primer lugar, es pertinente extender la visión histórica y analizar la actividad
intelectual de la señora Juana de Asbaje, pues desde esta visión histórica, podemos
dimencionar que la vocación, la escritura y los temas por ella abordados suman una
posición dentro del quehacer intelectual mundial, pues en primera instancia es Juana de
Asbaje quien rompe, dentro de las primeras líneas, con el antiquísimo estigma impreso con
fuego y muerte desde los tiempos de la conquista y que niega, regatea el carácter de
humanidad a todos aquellos naturales y criollos de la nueva España, manteniendo así el
control político, espiritual y cultural sobre los habitantes de la América hispánica. No por
nada el Virrey del Perú escribía al soberano en la península que a los “naturales había que
hacerlos hombres antes de hacerlos cristianos” Así era tal el desprecio y el desdén por los
nativos y criollos. Ante este panorama se enfrenta Juana de Asbaje, ante esta imposibilidad
de actuar y expandir su ser y que a pesar de todo el contexto logró, por su capacidad,
colocarse dentro de la orquesta intelectual como la primera filósofa latinoamericana. Dos
hechos marcan esta certeza, la primera es el la gran elaboración intelectual de los temas y
paradigmas históricos propios de la época. La argumentación que en su totalidad es poética,
no demerita el rigor intelectual, más aún, muestra una capacidad creativa para abordar
dichos temas con elegancia y profundidad. Dos, la profunda y persistente voluntad para
continuar con su vocación intelectual en medio de un entorno al que para sobreponerse tuvo
que mudar de hábitos y de nombre, porque hay que poner en claro que el hecho de haber
tomado los hábitos y convertirse en monja, fue para Juana Inés una salida, un escape para
desarrollar, dentro de la vida del convento, su vocación por el conocimiento. Esta
afirmación no es fortuita ni una ocurrencia, es un hecho conocido por todos aquellos que se
han acercado y han leído un poco la obra de esta autora. En diversos textos relata su
persistente deseo de saber, de montarse a las alturas del conocimiento y descubrir los
secretos del mundo y de la vida. Es una asombrosa experiencia el poder seguir sus palabras
en las que claramente y sin lugar a dudas nos deja en claro este deseo que desde la infancia
la persiguió y no quedó oculto ni sepultado a pesar de las reprendas de sus superiores ya
viviendo en el convento. De esta forma, es importante tener presente que el hecho de
haberse ordenado monja no es sinónimo de haber caminado por la vida religiosa. Es
prudente pensar que fue una salida en la que buscaba libertad para saber, para conocer.
Libertad que siempre estuvo comprometida y que aún hoy le sigue pesando como una losa
enorme en su sepulcro, pues a pesar de saber esto, de haberlo declarado múltiples veces, los
estudiosos y la tradición cultural la siguen etiquetando con la imagen de monja, a tal punto
que las generaciones pasadas y recientes se limitan a creer y asegurar que era " una monja
que escribía poesía" ¡Qué pesar! y ¡qué desdicha! para quien en vida fue una de las grandes
luminarias intelectuales del mundo colonial, admirada y reconocida en América y Europa,
censurada por el santo oficio y determinante cultural de nuestro país.

En su trabajo filosófico-poético, nos encontramos con una larga referencia a los temas ya
trabajados en las academias europeas. Se deja ver la influencia del neoplatonismo, el
humanismo renacentista, los pormenores de la hecatombe intelectual que las aportaciones
de Copérnico y Galileo dejaron y se condensaron en la visión del mundo que Renato
Descartes elabora en su obra. Aunado a esto, tenemos la vida práctica de Juana de Asbaje,
la vida decidida y dedicada a exaltar, frente a los peninsulares, el mundo criollo, pues son
ellos, los criollos, los que para Juana Inés son los verdaderos forjadores de la nueva España,
son ellos los creadores de toda la riqueza y tradición que se vive en el Méjico colonial. Y es
este criollismo el que a la postre, permeará a todo el continente sirviendo como
fundamento, como identidad para los levantamientos independentistas. No es errado pensar
que detrás de cada gran movimiento político hay siempre un pensar filosófico y en la nueva
España es Juana de Asbaje una de los pilares que fortalece la idea de un Méjico capaz de
florecer a base del esfuerzo y la dignidad de los naturales y mestizos.
Pasemos al siguiente aspecto importante, aunque para algunos insignificante, considero
que para ella no fue así. Me refiero al hecho de que no sólo tuvo que ceder, cortar, mutilar
parte de su esencia al convertirse en monja sino también en el hecho de dejarse de nombrar
Juana Inés de Asbaje y Ramirez de Santillana, para pasar a ser Sor Juana Inés de la Cruz.
Un nombre común en una época en la que era común hacer referencias a elementos sacros
para realzar la devoción religiosa, que sabemos, no eran su mayor orientación. Esta
mutilación, esta cercenación de la identidad que va acompañada del nombre, nos muestra
ese terrible estado social en el que le tocó vivir y crecer. Este simple detalle nos muestra lo
terrible de esa tiranía misógina que tenía su expresión máxima en los religiosos que siempre
la confrontaron y oprimieron, primero por ser mujer y después por tener una vocación
intelectual y al final por escribir mejor que cualquiera de ellos. Dice Octavio Paz: “…el
carácter masculino de la cultura novohispana es un hecho al que la mayoría de los
biógrafos de Sor Juana no ha dado su verdadera significación”… (Las trampas de la fe p.
69) Triple desdicha para una mujer de la colonia. En nuestros días, no veo mejor acto de
reconocimiento y mejor tributo a su persona y a su obra que el llamarle, finalmente, por su
nombre: Juana Inés de Asbaje y Ramirez de Santillana, o Juana de Asbaje.
Profundizando en sus textos, paradójicamente nos queda una pregunta que tal vez es
simple y corta, pero que abarca un mundo de posibilidades: ¿Qué quería Juana de Asbaje?
En ellos podemos vislumbrar y concluir que, en primera instancia, son tres los que abarcan
la mayoría de sus planteamientos e ideas: “Primero sueño” “Carta Atenagórica” y la
“Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” En el primero de ellos, nos introducimos tenuemente
en un sueño junto a Juana de Asbaje y en ese sueño, le seguimos paso a paso por la
incansable búsqueda del alma humana en su persistencia por el conocimiento que sólo se
consigue al despertar, al despertar de los sentidos y la razón. Ya con ellos, Juana de Asbaje
reflexiona sobre un problema de primera importancia: ¿Cómo podemos los seres humanos
acceder al conocimiento de la realidad?
Después y a casi cinco años de haber escrito el “Primero Sueño” Juana de Asbaje escribe la
“Carta Atenagórica” En este texto critica y se opone a un sermón del mandato, predicado
por el jesuita Antonio Vieyra. En esta carta, deja en claro su vocación por la libertad, pues
afirma que la mayor fineza de dios es no hacer nada por el hombre, es decir, dejarlo en
libertad. Claro está que Juana Inés quería libertad, desde su infancia pedía libertad, libertad
para leer, para aprender, para ir a la escuela, para dialogar y conocer los misterios más
grandes del mundo. Quería libertad para leer todavía más, para escribir, para ser ella,
simplemente ella, liberar su espíritu y viajar a través de la palabra, de los números, del
pensamiento y la reflexión. Quería libertad para amar, para vivir, para ser adolescente y ser
joven con todas sus implicaciones. Quería libertad para vivir su vida de la mejor manera
que hay, bajo su deseo y dirección. Quería libertad para ser quien era, para amar a quien
fuera y de la forma que fuera. Quería libertad para salir a las calles y defender a los suyos, a
los que creía desprotegidos, a los naturales, y defender las libertades de todos. Tal es así la
dimensión de la “Carta Atenagórica”
Cuando la misógina jerarquía religiosa entiende el desafío que Juana Inés representaba,
surge la figura del Obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz para hacerse cargo
de esta situación. Bajo el nombre de Sor Filotea de la Cruz escribe su “Carta de Sor
Filotea de la Cruz” en ella vamos a encontrar una delimitación, una reconvención para los
deberes de una monja, es decir, qué puede decir, qué puede hacer y cuáles son los límites de
una monja en el mundo novohispano, casi como un tratado de conducta para una religiosa.
Pero es entonces que Juana de Asbaje inicia uno de los más bellos textos que el mundo del
Méjico colonial ha dado. Bellos en su prosa y bello en su casi descuidada defensa de la
inquietud humana. En la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” Se encamina a relatar los
pormenores de su vida, de su infancia; podemos casi mirar cómo a través de las letras,
Juana Inés revive los pormenores de ésta su vocación por la ciencia, por la reflexión, por la
maravilla del mundo y la palabra; se puede encontrar en el fondo, que en su aparente
sencillez, se sobrepone una voluntad inquebrantable por defender el derecho al saber, por la
dignidad y por la libertad de todo ser humano. En esta carta, vamos a encontrar uno de los
principales motivos para no olvidarla, pues es aquí en donde se fincan los derechos que
años después serán parte fundamenta no sólo de la libertad individual, sino de la libertad de
los pueblos y de las naciones hispanoamericanas, de la libertad ante el oscurantismo, ante la
prisión de la conciencia impuesta desde el poder de la ignorancia; libertad para revalorar el
pasado prehispánico no sólo en su presencia material sino, en toda su cosmovisión, en su
planteamiento vivencial y éste como fundamento histórico para la reflexión filosófica de lo
que es la América hispánica en su época y en los tiempos nuestros.
Así el legado de Juana Inés, así las enseñanzas de una vida que germinó para vivir en
libertad.

Podremos decir al final que tal vez en el fondo, Juana Inés quería demasiado, quería
libertad.

S-ar putea să vă placă și