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1. Introducción
1
Con todo, la influencia del vasco en este fenómeno, muy habitual en algunas hablas norteñas -no sólo
vascas, sino también navarro-aragonesas y otras del norte de Castilla (Burgos...)- es más discutible
(Saralegui y Tabernero 1998).
bilingües. Sempere (2002), por ejemplo, ha destacado la huella que el aragonés primero
y posteriormente el castellano, dejaron en la documentación judicial y administrativa
valenciana, mucho antes incluso de la penetración de esta última lengua como vehículo
de comunicación ordinario entre las elites locales, hecho que no ocurriría hasta bien
entrado el siglo XVI. Pese a hallarse escrita en catalán, numerosos testimonios
documentales reflejan ya desde mucho antes fenómenos de contacto diversos, ya se trate
de préstamos espontáneos (“ab molt cuidado” [‘con mucho cuidado’], “perque no fera
molt bulto” [‘para que no hiciera mucho bulto’]), ya sean verdaderos cambios de
código, estrategia discursiva utilizada, por ejemplo, para trasladar literalmente lo dicho
por algunos individuos involucrados en procesos juidiciales. Es el caso de la siguiente
cita, extraída de un texto judicial alcoyano, que revela la presencia de hablantes no
catalanes ya en los primeros años de la Reconquista: “ …e odí cridar de mantenet “via
fora!” a la dita Johana e dix “acorret que mi marido maten” (Alcoy, circa 1263-65). Por
otro lado, la constatación de este tipo de estrategias lingüísticas, que caracterizan el
discurso bilingüe en numerosos textos antiguos del sur alicantino (Elda, Orihuela)
reflejan la existencia de un bilingüismo social muy extendido hasta el siglo XVIII en
zonas donde, en la actualidad, sólo se habla castellano (Montoya 1996).
En este contexto de explotación de los textos escritos para el análisis de las
consecuencias lingüísticas y sociales del bilingüismo social en España, en el presente
artículo nos proponemos mostrar la considerable antigüedad de algunas funciones y
actitudes asociadas a las variedades de contacto peninsulares, particularmente a las que
tienen como protagonista al castellano hablado por miembros de otras comunidades
lingüísticas peninsulares. Un repaso de ciertos personajes y géneros literarios populares
nos permitirá comprobar la notable robustez de esta tradición en España, que, si bien
bajo otros ropajes formales y a través de tipos de discurso y canales de comunicación
diferentes, llega hasta nuestros días. Desde hace al menos cinco siglos, el español
hablado por vascos, catalanes, valencianos o gallegos ha servido como motivo de risa,
cuando no de burla descarnada, para generaciones enteras de españoles, lo que revela
unas actitudes generalmente muy negativas hacia estas variedades de contacto, que en
no pocas ocasiones son un trasunto de similares prejuicios hacia las otras lenguas
“españolas”. Con todo, una revisión detallada de la cuestión permite comprobar la
coexistencia de estas actitudes mayoritarias con otras más benévolas, en las que llega a
adivinarse incluso una cierta exaltación etnolingüística, acelerada en los últimos
tiempos por los cambios sociales producidos en algunas regiones históricas de la España
autonómica.
2. El español en contacto con otras lenguas peninsulares en la literatura: el caso
vasco
Algunas hablas vernáculas de contacto han sido objeto de atención preferente por parte
de la literatura española desde hace siglos, ocupando una posición privilegiada a este
respecto el habla del “vizcaíno”. En la época clásica dicha figura designaba a los
hablantes de lengua vasca, con independencia de que fueran oriundos del señorío de
Vizcaya o de cualquier otro territorio vascongado. El personaje del vizcaíno aparece
como una figura risible, caracterizada por una notable tosquedad y laconismo, y en lo
discursivo, por una gran dificultad para expreasarse en castellano, así como por la
alteración continua de la sintaxis de esta lengua (Legarda 1953).
Pese a encontrar antecedentes en obras de la antigüedad grecolatina, 2 los
precedentes más inmediatos en la literatura castellana surgen a comienzos del siglo XVI
en sainetes y géneros cómicos similares, como la Tinelaria (1517) de Torres Naharro
(Tinelaria, 1517) –probablemente la primera obra que conservamos en la que surge el
personaje del vizcaíno-, la Tercera parte de la tragicomedia Celestina (1536) de Gaspar
Gómez –en la que hallamos por primera vez el nombre que Perucho, como prototipo del
vizcaíno- o las comedias de Lope de Rueda (Echague 2004).
El castellano arrastrado (Larramendi 1969) de estos personajes debía provocar la
hilaridad del público teatral de la época, como recuerda Cervantes en uno de sus
entremeses. Refiriéndose a la puesta en escena de las obras de Lope de Rueda, muy
estimadas por el público de la época, el autor del Quijote escribía por entonces:
Como señala Echague (2004), entre los rasgos lingüísticos más sobresalientes del
habla vizcaína destacan: a) el recurso al solecismo ("Yo no quieres porfiar, / mas si
alguno guerra viene / vizcaínos por la mar, / juro a Dios, dïablo tiene"; Tinelaria, Torres
Naharro), b) la frecuente inserción de vasquismos léxicos ("Perucho, quán mala vida
hallada le tienes (...) No falta de comer un pedaço oguia [pan] sin que trabajo tanto te
tengas...". (Tercera parte..., Gaspar Gómez); pero, sobre todo, c) la confusión entre las
formas correspondientes a la 1ª y la 2ª personas verbales, que inmortalizaría Quevedo a
2
Sobresalen a este respecto, las relaciones entre estas y otras figura marginales de la literatura castellana
–moriscos, negros, lusitanos...- tanto con el miles gloriosus o soldado fanfarrón, como con el servus
(criado) pícaro de las comedias de Plauto. Por otro lado, las alteraciones lingüísticas que caracterizan el
habla de estos personajes recuerdan también a los arqueros escitas, toscos y solecistas, de las comedias de
Aristófanes que custodiaban las puertas de entrada a Atenas.
través de su conocida receta para "hablar en vizcaíno", como recurso para expresarse
"oscuramente" y con graves dificultades para la comprensión:
Si quieres saber vizcaíno, trueca las primeras personas en segundas con los verbos y cátate vizcaíno,
como Juancho quitas leguas, buenos andas vizcaíno y de rato en rato Jaungoicoá [‘Dios’]”.
Todo esto que Don Quijote decía, escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que
era vizcaíno; el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego
había de dar la vuelta al Toboso, se fue para Don Quijote, y asiéndole de la lanza le dijo en mala
lengua castellana, y peor vizcaína, de esta manera: “anda, caballero, que mal andes; por el Dios que
crióme, que si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno”. Entendióle muy bien Don
Quijote, y con mucho sosiego le respondió: “si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera
castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura”. A lo cual replicó el vizcaíno: “¿yo no
caballero? juro a Dios tan mientes como cristiano; si lanza arrojas y espada sacas, el agua cuán presto
verás que el gato llevas; vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo; y mientes, que
mira si otra dices cosa.
3
Y ello pese a que el genio cervantino ya se había ocupado de él en su entremés El vizcaíno fingido.
nuevo algunos de los rasgos lingüísticos reseñados anteriormente: la alteración del
orden de las palabras ("el agua cuán presto verás que el gato llevas" [‘cuan presto verás
que me llevo el gato al agua’]), la elisión de algunos términos ("¿yo no [‘soy’]
caballero?"), la confusión en el uso de las formas verbales ("así te matas [‘mato’] como
estás [‘estoy’] ahí vizcaíno") y otros que todavía hoy podemos encontrar en el habla de
algunos vascos con un dominio imperfecto del castellano, como la ausencia del artículo
("que si no dejas [‘el’] coche").
Ahora bien, pese al reflejo de la sintaxis vascuence en el castellano utilizada por
estos personajes, algunos autores han destacado la artificialidad de estas variedades,
cuyas estrategias solecistas coinciden sospechosamente con el habla de otros personajes
marginales de la literatura de los siglos de de Oro (negros, etc.). En el fondo, el habla
vizcaína de este periodo vendría a reflejar las actitudes de la población docta castellana
hacia una lengua como el vasco, a la que se consideraba harto difícil y enrevesada. Y a
la que, en no pocos casos, se dispensaba también una abierta hostilidad, como la que
destilan estas palabras del jesuita Juan de Mariana, cuando se refería al vasco como un
“lenguaje grosero y bárbaro, y que no recibe elegancia", hablado por "aquella gente de
suyo grosera, feroz y agreste“ (citado en Echagüe 2004).
A partir de los siglos XVIII y XIX la presencia de esta habla “aldeana” o "chirene"
en la literatura popular y costumbrista muestra un avance cualitativo, ya que, a
diferencia del periodo anterior, comienza a ser recogida por los propios habitantes de las
provincias de habla vasca, inaugurando así una tradición que llegará hasta nuestros días
y que, a partir de finales del siglo XIX, encontrará un importante filón en la prensa
escrita (Echenique 2002, Gómez 2002a). Se trata de una literatura protagonizada por
baserritarrak, casheros, arlotes, joxemaritarras y demás términos vascos, que sirven
para designar a unos personajes no menos risibles que los del teatro clásico y que se
caracterizan por una suprema simplicidad y cabezonería, una extraordinaria capacidad
para comer y beber –tópico que todavía hoy se mantiene para representar el estereotipo
del hombre vasco- y de nuevo en lo lingüístico, por su peculiar manera de hablar el
castellano. Ahora bien, el hecho de que estas variedades vernáculas sean recogidas
ahora por los propios escritores vascos, conocedores en muchos casos de la lengua
autóctona, garantiza un realismo lingüístico mucho mayor.
En el desarrollo de esta literatura popular, en la que ocupan un lugar preeminente,
las vizcainadas y arlotadas 4 de sus personajes, se dan cita géneros y autores de muy
diverso tipo: desde los sainetes de Ramón de la Cruz y las comedias de Bretón de los
Herreros, hasta la muy popular Comedia aldeana –revelador título- del bilbaíno Cosme
de Belaunde, o los seguidores de la escuela teatral donostiarra (Soroa, Alzaga, Baroja
padre…), pasando por multitud de folletos y panfletos, de autoría a menudo anónima (el
4
El término arlote sirve para designar en vasco al "mendigo", pero también al "holgazán” y “bribón".
caso de El Albogue de Vizcaya, distribuido en Bilbao ya en fecha tan temprana como
1764; o el Diálogo entre Bartolo, Patán Vizcaíno y don Pedro, médico del pueblo,
panfleto anónimo aparecido a comienzos del siglo XIX, entre otros). Asimismo, hay que
incluir en esta nómina numerosas canciones, cuyos títulos son ya reveladores tanto del
contenido como de las variedades lingüísticas que destilan -Ya se llega la trena a la
estasion, Chomin del Regato...-. Con todo, la más famosa de éstas sería la Ronda de
Barragarris, compuesta de J.J. Moronati a mediados del siglo XIX y una de cuyas
estrofas –la primera de las reproducidas aquí- lleva siendo repetida desde entonces por
generaciones enteras de bilbaínos (Gómez 2000b):
Por lo demás, tanto los testimonios antiguos como los más recientes de este
particular romance hablado en territorios bilingües españoles tienen no pocas
características en común. Una de los más destacados es el elemento cómico que
desprenden, y que revela una situación de bilingüismo diglósico claramente extendida
desde hace siglos. Si los caseros vascos nos hacen reír con su particular modo de
prononunciar y construir sintácticamente el castellano (“Reina, mete cabesa), 5 no menos
risibles resultan los bilingües valencianos de las espandenyada, 6 quienes durante todo el
siglo XIX y parte del XX pueblan la literatura popular de esta región bajo la forma de
sainetes y otras publicaciones recreativas. En estas obras, los personajes intentan hablar
en la lengua de prestigio, el castellano, pero en la práctica tan sólo consiguen
“chapurrearla”, dejando a su paso múltiples interferencias, préstamos espontáneos,
cambios de código, así como numerosos coloquialismos y vulgarismos característicos
del habla rústica. Veamos, a modo de ejemplo, el siguiente fragmento, tomado de una
publicación titulada La Donsayna, editada en Valencia a mediados del siglo XIX, y en
5
Frase cuya autoría se otorga al bañero que acompañaba a la reina Isabel II durante su estancia en las
playas vascas de Zarauz y Lekeitio.
6
Literalmente “alpargatazo”, por ser ésta –la espardenya, la alpargata de esparto– el calzado
característico de las clases populares valencianas durante siglos.
la que aparece una carta de un supuesto autor valenciano que escribe desde Madrid. En
su análisis lingüístico se acumulan de forma desmesurada algunos de los fenómenos de
contacto más peculiares del español hablado en las comarcas valencianas, así como
ciertos vulgarismos ampliamente esparcidos por todo el mundo hispánico. Se trata de
manifestaciones lingüísticas que se identifican con los sociolectos más bajos y que están
destinadas a provocar la burla de los personajes y la hilaridad del lector/espectador.
Carta de Batiste Moscatell al seu amo Ventureta Sebolla. Corte de Madrid. A nou de Febrer. Y a
les deu de la nit.
Mi más astimado So Ventura: Primeramiente m'alegro d'estar bueno qu'es lo prinsipal; y en acabando
paso a desirle que “las cosas de palasio andan muy aspasio.”
El negosio de mi acolocasion s'ancuentra encara sin escomensar; sha encarregado d'avivarlo
un tal Don Cuan, que tiene mucho maneco y suele sacar algo para d'alguno; veremos en lo que
para la cantada esta, poro si tarda mucho, decaré los papeles en cualquiera banda, y capa Sueca
falta quente, porque de los quinse duros que ustet me decó para el viaque, ya en van quedando
pocos, y eso que a Don Cuan no le tengo dada ni tan sixquera una peseta […]
Nosotros no mas somos buenos para ficar papeletas en las votadas, y trencarmos las canillas
buscando votos para ganar las lecciones; poro la porga se la maman siempre los otros, que no
han trabacado una pisca, ni han hecho mas que “obrir la boca, y caerles dentro las bacoras.
(La Donsayna, Valencia 1845; fragmento extraído de Sempere 2002: 1797)
Entre los fenómenos de contacto que se advierten en el fragmento anterior cabe citar
algunas variantes que podemos apreciar también en la actualidad en el habla de los
valencianohablantes que tienen el castellano como una segunda lengua, como el seseo
(negosio), el ensordecimiento de las consonantes dentales en posición final de palabra
(ustet), la realización de la consonante velar sorda, -inexistente en valenciano- como una
oclusiva (viaque); la presencia del pronombre adverbial característico de la sintaxis
catalana (‘ya en van quedando pocos’), la anteposición del artículo delante del posesivo
(‘el seu amo’), la aparición de préstamos espontáneos, que jalonan un texto cuya lengua
matriz pretende ser el castellano (banda [‘lugar’], ficar [‘poner’]), así como ejemplos de
cambios de código en puntos de equivalencia estructural (‘Corte de Madrid. A nou de
Febrer, y a las deu de la nit’ [‘… A nueve de febrero, y a las diez de la noche’]), entre
los que destacan también algunos dichos y proverbios de claro "sabor" popular (‘capa
Sueca falta quente’ [‘hacia Sueca falta gente’]). Con todo, y como nos recuerda
Sempere (2002: 1802) -de quien tomamos prestado tanto el fragmento anterior como
lo esencial de su análisis lingüístico-, eran probablemente los elementos léxicos
híbridos, bajo la forma de valencianismos adaptados morfológicamente al castellano,
las unidades que más inducían a la risa entre el público, como ese participio
encarregado, cruce entre el castellano encargado y el valenciano encarregat. 7
Ahora bien, el empleo estratégico de dichas variedades vernáculas con fines
humorísticos es el mismo que todavía hoy puede rastrearse en las secciones de humor
de cierta prensa valenciana, o en algunos programas de radio y televisión, cuyos
responsables hacen un uso táctico del discurso bilingüe como forma de atraer al
espectador (Blas Arroyo 1999). Y mención especial merecen también, a este respecto,
algunos humoristas profesionales, que se han hecho famosos durante décadas por sus
imitaciones de determinados lectos marginales: ya se trate de gangosos, tartamudos o
mariquitas, ya sean representantes estereotipados de algunos dialectos españoles en los
que se advierte una fuerte huella estructural procedente de otras lenguas peninsulares.
En esta nómina tenemos que incluir obligatoriamente al añorado humorista catalán
Eugenio, de cuyo notable éxito entre el público español fue en parte responsable la hábil
alternancia entre el español y el catalán de que hacía gala en el relato de sus chistes
(Woolard 1988). En estos, a la lengua catalana no sólo le correspondía el marcado
acento vernáculo con que Eugenio relataba sus historias, sino también algunos cambios
de código en puntos esenciales de la narración, como la secuencia formular a la que
inexorablemente iba asociado el comienzo de sus chistes (‘saben aquel que
diu...[‘dice’]).
Históricamente el marchamo burlesco de las variedades de contacto es compartido
por otras variedades dialectales peninsulares, en especial las hablas andaluzas
correspondientes a los sociolectos. Ahora bien, una de las novedades principales que
presentan estas variedades meridionales en la actualidad estriba en la destacada función
que desempeñan para una nueva distribución diglósica en algunas comunidades
históricas, en las que se ha producido una notable inversión de los papeles
institucionales desempeñados por las lenguas. Si en España se ha hecho hablar
tradicionalmente a los personajes más castizos y risibles en andaluz, y en particular a
través de sus rasgos más extremos –el ceceo, la neutralización de las consonantes
líquidas, la elisión de sonidos finales, etc.: ¡A zu niño d'uzté le vi a zortá una hoztia!), en
algunas cadenas de televisión autonómicas, como la televisión catalana TV3, el cambio
de código se utiliza a menudo con una intención similar. El hecho diferencial radica en
que dicha alternancia no se produce, como antaño, entre variedades de una misma
lengua –español estándar vs. andaluz– sino entre dos lenguas diferentes, catalán y
español (andaluz).
7
Por otro lado, algunos vulgarismos gramaticales que podemos encontrar también en otros dialectos del
español, podrían verse reforzados en esta variedad vernácula por la influencia del valenciano. Así ocurre,
por ejemplo, con la frase adverbial en acabando, que podría interpretarse tanto como un castellanismo
popular o arcaico, como, también –o quizá, al mismo tiempo, en un ejemplo de causación múltiple- como
un valencianismo sintáctico. Vulgarismos homologables a los de otras variedades hispánicas son, sin
duda, la prótasis de a- en algunas voces (acolocasión), la metátesis vocálica (naide), la elisión vocálica en
pronombres átonos ante vocal (m'alegro), el cambio de /e/ en /a/ en posición átona inicial (aspasio).
Uno de los personajes que más ha utilizado esta estrategia del cambio de código
como recurso humorístico, pero que al mismo tiempo está cargada de una fuerte
significación socio-simbólica, es el presentador y humorista catalán Andreu
Buenafuente. Durante años, Buenafuente ha sido el principal showman de la televisión
autonómica catalana, TV3, y su programa, La cosa nostra, fue seguido con notable
fidelidad por muchos telespectadores. Como ha mostrado Mulet (2004) en su análisis
lingüístico-discursivo de este programa, el cambio de código entre diversas variedades
de catalán y español cumple diferentes funciones. Por un lado, el cambio del catalán al
español tiene lugar en aquellas ocasiones en las que el presentador entrevista a invitados
castellanohablantes, llegados desde fuera del ámbito lingüístico catalán. 8 En estas
secciones del programa, el entrevistador alterna las intervenciones en catalán, cuando se
dirige al público (para presentar al invitado, realizar glosas humorísticas acerca de lo
dicho previamente por éste, etc.) y pasa al español cuando pregunta directamente al
entrevistado. Por ejemplo, en (1), vemos reproducida dicha estrategia al comienzo de
una de esas entrevistas:
(1)
Buenafuente: (dirigiéndose al público): vull fer una cosa [‘quiero hacer una cosa’]
(volviendo la mirada hacia el entrevistado): te voy a hacer un regalito [...] te vas a quedar sólo un
momento, eh nen [‘chico’]?
8
En algunos casos, si el entrevistado reconocía entender bien a su interlocutor en catalán, la práctica
corriente era el dualingüismo, esto es, el empleo de una lengua distinta por parte de cada interlocutor.
terminología de Gumperz 1982), en los monólogos. la alternancia de lenguas cumple
una función claramente retórica o metafórica. Las estrategias son diversas, aunque aquí
nos referiremos sólo a algunos ejemplos aislados. Casi siempre el paso al español se
produce en la secuencia del relato donde se alcanza el climax de la comicidad, lo que
Buenafuente consigue añadiendo al final de sus frases material lingüístico de diversas
naturaleza y extensión: a) refranes -incluso artificiosamente modificados, como en (2)-;
b) referencias culturales compartidas con la audiencia, como la alusión a un conocido
lema publicitario español en (3); c) frases formulares, como las de (4); o d) simples
préstamos espontáneos, que suponen la inserción de palabras aisladas del castellano en
un entorno lingüístico enteramente catalán, como en (5):
(2) ... Hi ha un refrany: "No quieres caldo, pues toma bocadillo, Vázquez” 9 [‘hay un refrán…’]
(3)...ja ho vam dir l'altre dia: "¿Qué queréis desayunar? Tosta Rica y nada más" i tot el dia Tosta
Rica! 10 [‘ya lo dijeron el otro día…’]
(4)...a aquest combat no hi ha hagut cap Hipón i cap Hita, per què si no hagués estat un combat de
quita y pon [‘en este combate no ha habido ningún Hipón ni ningún Hita, porque si no hubiera sido
un combate de…’]
(5)...Es que m'han dit que això és un territori nou, peligroso [‘es que me han dicho que eso es un
territorio nuevo…’]
(6)... i la policia [‘y la policía…’]: "a ver, a ver, a ver, deje en la bandeja los objetos de
metal”. I diu [‘y digo’]: “¿Sabe qué? Ya me estiro en la bandeja porque si empiezo a sacarme
objetos”, diu [‘digo…’], “pierdo el avión, agente”
Estos mismos recursos pueden aparecer también en boca de otros personajes del
programa, si bien ahora con una distribución funcional y simbólica claramente distinta.
En La Cosa Nostra aparecían diariamente personajes caracterizados por un notable
casticismo, un nulo nivel cultural y un bajísimo estatus, así como por utilizar como
lengua principal el castellano. Pero no el castellano estándar, sino una versión
9
El refrán en español dice (con algunas variaciones en la segunda cláusula): “No quieres caldo, pues taza
y media (dos tazas…)”
10
Se trata del lema correspondiente a un anuncio de galletas (la marca Tosca Rica), muy conocida por los
telespectadores españoles de varias generaciones.
deformada de un dialecto meridional. Este es, por ejemplo, el caso de Sebas, una de las
figuras más apreciadas por el público, debido a su aspecto risible (aparecía
caracterizado con unas grandísimas orejas y una vestimenta no menos estrafalaria), al
que contribuía tanto su marcado acento andaluz como, sobre todo, su forma de
pronunciar el catalán, característica del inmigrante pobre procedente del sur de España,
el charnego del imaginario colectivo catalán. En (7), y a modo de ejemplo, vemos al
Sebas, cumpliendo con su papel discursivo, en el que alternan rasgos como la repetición
de rasgos coloquiales del español –la elisión de la /d/ intervocálica (cabreao), la
supresión de la vocal en el adverbio “muy” (mu)-, junto a enunciados en catalán donde
se advierte de forma acusada la presencia de rasgos interferenciales, como la
pronunciación –“a la andaluza”– o la presencia de préstamos espontáneos, que suplen
algunas lagunas léxicas más que evidentes, fruto de su incultura –vampiros o algo en
lugar de los catalanes vampir y alguna cosa–, junto a otros castellanismos algo más
integrados lingüísticamente –el caso de xavals– :
(7)...estoy muy cabreado, muy cabreao, Paco, mu cabreao, mu cabreao, porque han vingut els
vampiros de la UCI a les tres a l'hotel a fer pisar als xavals per veure si havien pres algo ... y
me estoy planteando dejar el ciclismo, Paco. [‘han venido los vampiros de la UCI a las tres al
hotel a hacer orinar a los chavales para ver si habían tomado algo…’]
11
Con un sempiterno chándal, colocado, no por casualidad, en una posición deliberamente elevada en la
cintura.
Con frecuencia, la comicidad que generan estas variedades vernáculas se halla
relacionada con unas actitudes lingüísticas negativas de las que participan tanto las
elites sociales como las clases populares. De todo ello, que en última instancia refleja la
secular distribución diglósica característica de estas comunidades de habla hasta
tiempos recientes, encontramos también numerosos ejemplos en la tradición. A este
respecto, cabe recordar, por ejemplo, cómo durante el siglo XIX los hablantes de la
lengua gallega consideraban que ésta era una variedad inferior del castellano, a la que
significativamente llamaban castrapo (García 1976). Por otro lado, en la historia de la
lengua abundan las referencias negativas a las variedades del español empleadas en
estas regiones. Así, en el siglo XIX los visitantes ocasionales de Valencia se extrañaban
de la manera peculiar con que los valencianos hablaban el castellano, lo que llevó al
gramático Vicente Salvá a escribir un apéndice de su Gramática Castellana, dedicada
expresamente a sus paisanos, para que pudieran mejorar el empleo de la lengua
española. Por su parte, las reacciones de las elites culturales vascas al habla aldeana, a la
que anteriormente hemos hecho referencia (véase § 2), cuentan también con destacados
detractores. Entre estos, destacaba Román Biel, quien fuera catedrático del Instituto
Vizcaíno, y profesor, entre otros, de Miguel de Unamuno. Biel escribió en 1882 un
opúsculo, cuyo título no podría ser más significativo (El habla vulgar en Vizcaya.
Repertorio de los idiotismos y es presiones incorrectas más comunes en este país), al
igual que su subtítulo (Utilísimo para perfeccionarse en el idioma español). Para Biel,
las incorrecciones habituales en el habla castellana de los vizcaínos –y es de imaginar
que de los vascos en general- configuraban ésta como una especie de "código
restringido" (Bernstein 1972), con consecuencias pernicionas para el progreso social y
material de las generaciones más jóvenes. Y para no cargar con ese pesado lastre, el
remedio era meridiadamente claro para este autor: el empleo exclusivo de un "código
elaborado" como el que proporcionaba el castellano normativo.
Por lo demás, la reacción de algunas gentes cultas hacia estas variedades de contacto
no ha evolucionado excesivamente en tiempos más recientes, como se desprende de las
opiniones de escritores, intelectuales y tuti quanti. A este respecto, De Paula Pombar
(1996: 571) recuerda cómo, al referirse a algunas de sus novelas más “gallegas”, Camilo
José Cela valoraba negativamente la lengua empleada por sus personajes, en un trasunto
de la realidad lingüística gallega en la que, en su opinión: “ambas lenguas se hablan mal
y por aproximación, entremezclándose y desvirtuándose”. Como destacaba el Nobel
español al referirse a una de esas novelas, Mazurca para dos muertos, donde la vida
gallega destila por doquier: "Mi Mazurca está escrita en el español que hablan los
gallegos que no acaban de saber español" (el subrayado es nuestro).
Lo anterior permite explicar por qué algunos estudiosos del contacto de lenguas
prefieran determinadas denominaciones para su objeto de estudio, en lugar de otras, que
resultan mucho más comprometidas desde el punto de vista del actitudinal. Así, en un
artículo sobre la interferencia de un marcador discursivo (y luego) en tierras gallegas
Vázquez y Fernández (1996: 716) deciden escribir deliberadamente acerca de “el
castellano de Galicia” y no del más común “dialecto agallegado del castellano (…) por
las connotaciones peyorativas que pueden tener los términos ‘dialecto’ y ‘agallegado’".
Y ello, por no hablar de otros efectos más contraproducentes, incluso entre hablantes
supuestamente cultivados, como el recurso a la ultracorrección ante el temor de incurrir
en las indeseadas interferencias. Algo de esto parece ocurrir frecuentemente en la prensa
escrita gallega, en el empleo inoportuno del pretérito perfecto (he llegado) en contextos
en que el español general prefiere el uso del indefinido (llegué). Como subraya Acín
(1996: 270), que ha estudiado estos vestigios interferenciales en el periodismo gallego
contemporáneo:
… el que escribe es consciente del uso abusivo del perfecto simple a costa del compuesto, pero
no distingue bien los usos de las dos formas, comete ultracorrecciones como [...] 'Cien jóvenes más
han sido detenidos ayer por efectivos de la Guardia Civil'.
¡...ese dialecto que se nos fue! Era conciso, lacónico, enérgico y vivo, y mucho más vivo y enérgico al salir
con aquel chocar del silbante seseo. Tengo antipatía a la zeta, y no lo puedo remediar. Por algo la han
echado a la cola del diccionario. Teníamos vocablos puramente euskéricos, de los que he citado; teníamos
voces anticuadas del castellano, como remanecer por aparecer, arlote y otras; teníamos corruptelas fónicas
como aquel delicioso en chanchitas, o sea en chanza o chancitaso Todo lo hacíamos en chanchitas. Y
teníamos, para fin de cuentas, vocablos que son verdaderos eniginas: sinsergo, el sélebre chirene, un chau
12
Al igual que el charnego de Cataluña, el término maketo designa despectivamente en el País Vasco a
los inmigrantes españoles, especialmente los llegados de regiones meridionales españolas (andaluces,
extremeños…).
Mediante el auxilio de un test de aceptabilidad, Mendieta y Molina (1995) concluyen
que la difusión de esta estructura informativa vernácula entre los hablantes vascos se
halla relacionada con su nivel de bilingüismo, de manera que tanto su empleo como las
evaluaciones más positivas aumentan conforma lo hace la competencia en euskera.
Ahora bien, complementariamente y de forma significativa: "…estas anteposiciones
funcionan como un marcador de identidad étnica mediante el cual el hablante tiene la
posibilidad de expresar su solidaridad intralingüística con el interlocutor (pág. 547). Ello
explica el hecho revelador de que, cuando el hablante identifica una mayor competencia
en vasco en su interlocutor, el empleo de dicha construcción se intensifique. 13
Asimismo, esta identificación simbólica con los ragos vernáculos de las variedades
de contacto se ha advertido en otras regiones españolas, como ha mostrado el
investigador norteamericano Robert Vann (1998) a propósito de algunas hablas
españolas en Cataluña. En opinión de este sociolingüista, algunos rasgos deícticos
marcadamente interferenciales del castellano hablado en Barcelona ('Ya vengo' vs. esp.
gen. 'ya voy'; 'Ya te los traigo a tu oficina' vs. esp. gen. ‘Ya te los llevo a tu oficina’)
aparecen a menudo en la conversación como marcadores de una determinada identidad
etnolingüística, en un tiempo histórico de cambios socio-lingüísticos y culturales
profundos, acentuados por la ideología catalanista imperante.
13
En el mismo sentido, Fernández Ulloa y Urrutia (1997) han comprobado que el fenómeno de la
omisión de clíticos en el País Vasco, (¿Has comprado el vino? Sí, Ø he comprado) cuya difusión en la
sociedad vasca se ha atribuido también a la influencia del euskera, es significativamente más frecuente en
el habla de los euskaldunzaharras (hablantes con el vasco como L 1 ) que en la de los euskaldunberris
(hablantes con el vasco como L 2 ) y erdaldunes (castellanohablantes exclusivos).
5. Conclusiones
El hecho de que la lingüística española haya ignorado hasta tiempos bien recientes
el estudio de las variedades de contacto no es sino un trasunto de una realidad que,
como hemos pretendido mostrar en estas páginas, tiene una extraordinaria antigüedad en
España. Desde los Siglos de Oro, la literatura se recrea en la presentación de personajes
populares a cuya caracterización jocosa, cuando no sencillamente ridícula, contribuye
sobremanera su peculiar manera de hablar, bajo la forma de un castellano plagado de
interferencias procedentes de otras lenguas. En esta tradición, de la que llegarían a
hacerse eco algunos de los escritores más destacados de todas las épocas, sobresalen por
su singularidad las variedades del español hablado por vascos: desde la figura clásica
del vizcaíno, inmortalizada por Cervantes y Quevedo, a los arlotes y caseros de la
literatura aldeana, que desde finales del siglo XVIII inundan editoriales y periódicos de
las provincias vascongadas, para regocijo de generaciones enteras de lectores vascos.
Con todo, no son las únicas, como demuestran otros géneros de entretenimiento no
menos populares en diferentes comunidades bilingües españolas, como la espardenyada
valenciana.
En épocas pasadas, el castellano de vizcaínos, catalanes, valencianos y gallegos
debió de resultar motivo de burla, particularmente entre las clases burguesas, quienes
mostraban de este modo su sientimiento de superioridad sobre un pueblo al que en
muchos casos despreciaban. Lo sorprendente es que en la actualidad, con sentimientos
quizá algo más ambivalentes, aunque no exentos del mismo vanidoso complejo de
superioridad, encontramos similares prejuicios hacia esas mismas variedades vernáculas
y hacia sus protagonistas. De esta manera, hoy como ayer, los autores de los
correspondientes tipos de discurso popular –las espardeyanas son a los siglos XVIII y
XIX, lo que las imitaciones y chistes “de valencianos” en televisión a la actualidad-
convierten las variedades de contacto en una estrategia para extraer la carcajada al
público.
Ahora bien, los importantes cambios sociales ocurridos en España en las últimas
décadas ha introducido en algunos casos novedades importantes, un reflejo a su vez de
las transformaciones en torno al papel institucional y social de las lenguas en
determinadas comunidades. Así, en regiones como Cataluña, el motivo de risa ya no es
en el presente el castellano hablado por los autóctonos, sino la alternancia entre la
lengua oficial y de prestigio entre las elites –el catalán- y las variedades meridionales
del español –particularmente, los sociolectos bajos del andaluz- en boca de inmigrantes
y charnegos que desde hace décadas pueblan la región.
Por otro lado, estos cambios son un reflejo de que las actitudes hacia dichas
variedades de contacto son también más complejas de lo que una visión superficial
pudiera hacer pensar. De este modo, hay que recordar que junto al más que probable
sentimiento mayoritario de desprecio y superioridad de las clases burguesas hacia estos
personajes populares, otras gentes han visto en estos personajes, y en sus respectivas
hablas vernáculas, un motivo de orgullo. Y de ello tenemos también ejemplos en
diversas etapas de la historia española, lo que demuestra, nuevamente, una prodigiosa
continuidad temporal. Al aprovechamiento del habla popular vizcaína como un dialecto
válido para los nacionalistas incapaces de expresarse en euskera hace ahora una
centuria, podría corresponder en la actualidad la actitud de tantos castellanohablantes
ansiosos por colmar su repertorio lingüístico de palabras y expresiones vascas como
elementos emblemáticos de una filiación etnolingüística y cultural diferenciada.
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