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DE LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN?
1. PERSPECTIVA GLOBAL
2. FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN
misma en cuanto que excava y ahonda en el terreno religioso como dimensión constitutiva
del hombre” (J. FERRATER MORA, La filosofía en el mundo de hoy (Madrid 1959) 186).
18 Cf. J. M. MARDONES, La religión en el pensamiento español, en Revista portu-
guesa de filosofia 60 (2004) 897. Cf. K. JASPERS, La Filosofía (México 111991) 8ss.
19 Una expresión feliz que no implica en nuestro pensamiento su reflexión desde
un misticismo estético de la realidad religiosa A. REVILLA, A vueltas con lo religioso. Un
diálogo teológico con J. Sádaba, F. Savater, Victoria Camps, Eugenio Trías (Salamanca
2001) 424 ss.
20 Con toda su implicación del sujeto-objeto como implicación (A. ORTIZ OSÉS,
La imaginación simbólica (Barcelona 1993)) y con su vocación de reunión (J. CHEVA-
LIER, Introducción, en ID. y A. GHEERBRANT, Diccionario de los símbolos (Barcelona
1991) 17). Cf. J. M. MARDONES, La vía del símbolo. La dimensión simbólica de la religión
(Santander 2003).
21 E. TRÍAS, Ciudad sobre ciudad (Barcelona 2001) 124. Sobre la idea de límite
en al filosofía una obra de Trías: Lógica del límite (Barcelona 1981). Cf. A. COMÍN, La uni-
dad perdida del ser y el pensar. Sobre “La razón fronteriza de E. Trías” (Barcelona 2000).
¿”DIOS” COMO OBJETO DE ESTUDIO DE LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN? 339
Filosofía de la religión
De lo dicho hasta ahora tenemos que el estudio humano sobre
la realidad ha basculado entre la esfera de las cosas naturales que la
constituyen y el intento de comprender su fundamento radical y
último. En estos últimos siglos ha cobrado gran importancia el análi-
sis y la formulación científica de la realidad que investiga el funcio-
namiento intrínseco de la naturaleza en cuanto universo físico. Para
ello ha utilizado un método, eminentemente empírico, aunque con
muchos matices que escapan a nuestro estudio24. La respuesta cien-
tífica ha ido cubriendo las expectativas (¿?25) sobre la cuestión de la
realidad. Donde no llega la ciencia afloran interrogantes sobre el
fundamento de la misma. La fe aparece en forma de azar o de Dios,
para cubrir el espacio dejado aún por la ciencia. La filosofía se orilla
a uno u otro lado instalándose en muchas ocasiones en el borde
científico. En esta posición dicotómica la ciencia ha extendido su
idea de “sentido” (verificación) del funcionamiento de las cosas a
todo el ámbito de lo real. Reduce así la razón a su funcionalidad,
surge una religión laica o civil que fácilmente termina cayendo en
experiencias totalitarias26.
Por otra parte, el otro extremo orillado resulta oscuro. Cuando
se pretende dar un salto de las cosas, de las realidades a la realidad,
es decir, de la afirmación científica a la fundamentación de lo que
es, aflora un abismo que provoca un rechazo total a la razón
29 Quizás por ese motivo estructurante la edad moderna ha tenido crisis de iden-
tidad concreta de una religión, en cuanto que la secularización ha supuesto una duda
frente al cristianismo y la institución eclesiástica, pero no ha sido, ni mucho menos, una
época de irreligiosidad: se cree, pero sin pertenecer a la institución. Cf. D. HERVIEU-
LÉGER, Croire en modernité: Aspects du fait religieux contemporain en Europe, en F.
LENOIR y T. YSÉ MASQUILIER (eds.), Encyclopédie des religions (Paris 1997) 2066; A.
HAHN, Religion un der Verlust der Sinngebung. Identitäts Probleme in der modernen
Gesellschaft (Frankfurt 1974) .
30 Cf. M. ELIADE, Lo sagrado y lo profano (Madrid 1967); C. COLPE, The Sacred
and the Profane, en M. ELIADE (ed.), The Encyclopedia of Religion, vol. 12, (London/New
York 1987) 511-526. Más cercano en el tiempo y en espacio J. A. MARINA, Dictamen
sobre Dios (Barcelona 2001); F. BORGEAUD, Le couple sacré/profane. Genèse et fortune
d’un concept “opératoire” en historie des religions, en Revue de l’Histoire des Religions 211
(1994) 387-418.
31 “No hay duda de que el ensayo de Marina se presta a la discusión en varios
puntos. Comprendemos lo que quiere decir cuando pone el acento sobre el carácter
¿”DIOS” COMO OBJETO DE ESTUDIO DE LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN? 343
35 Cf. G. LEEUW, Fenomenología de la religión (Méjico 1964) 647. Sobre esta con-
cepción cf. R. NANINI, La fenomenologia della religione in G. van der Leeuw, en Studia
Patavina 47 (2000) 439-459 y 679-706.
36 Pr. 644, 645 y 6522, en L. WITTGENSTEIN, Tractuatus Logico-Philosophicus
(Madrid 1987). Cf. S. MURILO MELO, Ludwig Wittgenstein sobre a linguagem religioso, en
Estudos de Religião 26 (2004) 138-150.
¿”DIOS” COMO OBJETO DE ESTUDIO DE LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN? 345
“Normatividad” de la religión
Hemos intentado plantear el punto de partida, el objeto de
estudio y el planteamiento de la filosofía de la religión. Ahora bien,
al hacer el camino de la especulación hemos de ir sacando conclu-
siones, aseveraciones... ¿Esto supone una normatividad en la filoso-
fía de la religión? Éste es un asunto importante para dilucidar el
modo como Dios es objeto de su estudio.
La pregunta sobre la normatividad de la filosofía de la religión
ha aparecido en algunos especialistas, como es el caso de José Luis
Sánchez Nogales en su libro Filosofía y fenomenología de la
religión38. Dicha normatividad se expresa en unas aserciones que
implican las siguientes afirmaciones: 1) la filosofía de la religión
delimita la estructura de la religión; 2) pero, también, el contenido,
pues se formula respecto de la revelación y el concepto de Dios,
como conceptos fundamentales de la religión; 3) por último, la ter-
cera aseveración orienta la filosofía de la religión a priori al dotar al
hecho religioso de un dato racional39.
que estamos citando lleva por título “Dios como principio de la reli-
gión”.
Esta normatividad es expresada por otros autores, como Juan
de Sahagún, si bien apoyándose en el teólogo que con más acierto,
capacidad e innovación ha utilizado la filosofía, como es K. Rahner:
“Recopilando lo que hemos venido diciendo, hacemos nuestra la
idea de K. Rahner que concibe la filosofía de la religión como la
determinación filosófica de lo que es y ha de ser la religión, habida
cuenta de la esencia del hombre, de su mundo y de las leyes forma-
les del pensamiento”43.
Los problemas que plantea esta concepción de la normatividad
de la filosofía de la religión son varios. Sin orden prioritario y sin
ánimo de ser exhaustivos, podemos señalar que la concepción nor-
mativa cae en el problema, a mi juicio, de considerar categorías a
priori a la hora de mirar el hecho religioso. Como hemos venido
insistiendo, no existen contenidos previos, sino experiencias vitales
sobre la realidad, lo numinoso, que implican afirmaciones de sen-
tido. También se analiza el sentido hermenéutico de lo presentado
por la fenomenología. Pero la filosofía de la religión, según la
hemos presentado aquí, no tiene contenidos a priori. Ahora bien, al
dar respuesta a la pregunta que le es propia establece sus normativi-
dades, pues toda afirmación, toda formalización de pensamiento en
lenguaje implica normatividad. En este sentido, el a priori es formal
y estructural en el hombre, pues su propia conciencia le lleva a la
pregunta por el sentido y a la experiencia del Misterio, lo sublime, la
búsqueda de la realidad y su sentido. Por otra parte, esta idea aprio-
rística de contenido de la normatividad limita la propia tarea de la
filosofía de la religión, desde un punto de vista cultural e histórico,
sobre las manifestaciones de lo religioso. Pero, también, desde el
enfoque de la amplitud de perspectivas y expresiones que presenta
la temática de la religión por la amplitud que ella misma repre-
senta44.
51 Ib. 421.
52 F. DÍEZ, El estudio de la religión: autonomía, neutralidad, pluralidad, en ID. y
F. GARCÍA, O.c., 376.
53 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones (Lecciones
de 1965-1971) (Madrid 1993) 330. Sobre el pensamiento religioso en Zubiri existen
numerosos estudios. Cf. I. ELLACURÍA, La religión, actitud radical del hombre, en Ascle-
pio 16 (1964) 97-155; M. CRUZ, El hombre religado a Dios, en AA.VV., El problema del ate-
ísmo (Salamanca 1967) 233-248; A. BABOLÍN, Il pensiero religioso di Xavier Zubiri, en ID.
(ed.), Scritti religiosi (Padova 1976) 9-65; M. L. ROVALETTI, La dimensión teologal del
hombre. Apuntes en torno al tema de la religación en Zubiri (Buenos Aires 1979); A.
LÓPEZ QUINTÁS, La dimensión teologal del hombre según Xavier Zubiri, en AA. VV.,
Antropologie tipologiche e filosofia della religione (Perugia 1984) 245-283; J. SÁEZ., La
accesibilidad de Dios: su mundanidad y transcendencia en X. Zubiri (Salamanca 1995)
205-226.
54 Salta a la vista, diría muy negativamente, el hecho de que en un manual de
más de 900 páginas (J. L. SÁNCHEZ, O.c.) no aparezca ni una referencia al pensamiento
del filósofo español Zubiri respecto de la religión, un autor “de una de las filosofías más
importantes de nuestro tiempo” (A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad. Las bases de la
350 MANUEL LÁZARO PULIDO
que el hecho de que haya una relación no implica que tengan que
reducirse a una sola disciplina.
La respuesta al problema de la manifestación del mal –presente
en la vida del hombre que toma conciencia de su existencia en tanto
que cuestionamiento de la racionalidad y la convicción religiosa y,
en especial, de la divinidad– es materia propia de la teodicea. Pero
la experiencia de finitud que el mal provoca en el hombre y su lla-
mada constante a la apertura del sentido en cuanto que estremece y
acaece como Misterio, nos invita ha divisarla desde la filosofía de la
religión. Como Manuel Fernández del Riesgo afirma, citando a J.
Martín Velasco: “Parece, pues, que es «la experiencia de la finitud
vivida como insatisfactoria», lo que lleva al hombre a trascenderla
mediante su actividad simbólico-religiosa”70. Sin embargo, esta
observación no creo que sea del tipo de la teodicea, sino de la filo-
sofía de la religión. Reconociendo una gran dificultad en saber dis-
cernir ambos terrenos (teodicea y filosofía de la religión), a partir de
lo expuesto, podemos decir que cuando el análisis se centra en
indagar el sentido religioso que provoca el mal, más que en la justi-
ficación que demanda, nos movemos en el ámbito de la filosofía de
la religión. Si, por el contrario, intentamos fijarnos en la justificación
de lo sagrado nos movemos en el espacio de la teodicea. Desde el
primer punto de vista –la filosofía de la religión–, se desenvuelve
más un camino de investigación desde la manifestación del Miste-
rio. Desde el segundo punto de vista –la teodicea–, la atención se
dirige hacia las pruebas de la existencia de lo divino71.
En la teodicea hay una posición previa de creencia divina que
la hace acercarse a la teología natural o filosófica. Del mismo modo,
existe una defensa del sentido y su precisión que la vincula a la filo-
sofía de la religión. Ambos, filosofía de la religión y teodicea, se
pueden complementar, pero no han de confundirse, aunque resulte
83 “No hay, pues, que partir de la idea de que filosofar sobre Dios debe consistir,
en primer lugar, en olvidarse de las religiones, dando por entendido que no hay religión
histórica concreta que no sea una aproximación errónea a su peculiar objeto” (M. A.
GARCÍA BARÓ, ¿Dios problemático?, en Arbor 171 (2002) 666. Cf. J. MARTÍN VELASCO,
O. c.
84 M. BUBER, Eclipse de Dios (México 21995) 55.
85 “Creer en un Dios significa comprender la pregunta por el sentido de la vida.
Creer en un Dios significa captar que con la facticidad del mundo no todo está liquidado.
Creen en Dios significa captar que la vida tiene sentido” (L. WITTGENSTEIN, Schriften I
(Frankfurt a. M. 1960) 166ss.).
86 Señala Javier Sádaba, interpretando a Wittgenstein, que “Es en los diarios,
como indicamos, donde encontramos una idea más perfilada de lo que entendió por
Dios. Digamos, no obstante, que cuando Wittgenstein quiere expresarse religiosamente es
cuando usa la palabra Dios. Más aún, cuando habla de religión suele referirse a alguna
religión positiva concreta. ¿Qué es Dios para Wittgenstein? Dios es lo mismo que el sen-
tido de la vida. Y el sentido de la vida es idéntico al sentido del mundo” (J. SÁDABA, Filo-
sofía y religión en Wittgenstein, en M. FRAIJÓ (ed.), O. c., 518).
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3 Dice S. Lorenzo en otro lugar: «La Iglesia, por inspiración y aliento del Espíritu
Santo, celebra... la admirable y gloriosa Asunción de la Virgen al cielo en alma y cuerpo,
a pesar de que nada de ello se diga en la Sagrada Escritura» (Marial, trad. esp., p. 535).
4 San Lorenzo se expresa con los mismos términos de los concilios Lateranense
IV (DH 802) y Florentino (DH 1352). En realidad se afirma que la necesidad de la Iglesia,
como la necesidad del Bautismo, equivale a la necesidad de la salvación por Cristo, único
mediador entre Dios y los hombres. No hay una salvación paralela independiente de
Cristo y de la Iglesia, que es su Cuerpo. No se niega la posibilidad de salvación para los
que objetivamente no pertenecen a la Iglesia Católica, sino que se afirma que es a partir
de ella como llega la gracia divina a todos los hombres de buena voluntad. La const. Gau-
dium et Spes subraya con firmeza que la explicación del misterio del hombre, radicada
como está en el misterio del Verbo Encarnado, «no vale solamente para los cristianos, sino
también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón opera invisible-
mente la gracia. Cristo, en realidad, ha muerto por todos y la vocación última del hombre
es efectivamente una sola, la divina, por lo que debemos sostener que el Espíritu Santo da
a todos la posibilidad de llegar a contactar, del modo que Dios conoce, con el misterio
pascual» (GS 22). Cf. Conc. Vat. II, Ad gentes, n. 2; Catecismo de la Iglesia Católica, nn.
846-847; Declaratio “Dominus Iesus”, nn. 20-21: AAS 92 (2000) 761-762.
LA VIRGEN MARÍA EN TRES SERMONES DE SAN LORENZO DE BRINDIS 361
8 Lit. las muchas aguas son los muchos pueblos, idea que recuerda Ap 17,15: «Las
aguas que has visto, donde está sentada la Ramera, son pueblos». S. Agustín comentará el
verso del Salmo 18,17: Él extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las
profundas aguas, e. d. me sacó de entre la baraúnda de los pueblos (PL 36, 150; Obras de
San Agustín, XIX Enarraciones sobre los Salmos (1º), (BAC, Madrid 1964) 168. San Grego-
rio Magno sobre el verso de Job 26,5 de la Vulgata: «Ecce gigantes gemunt sub aquis»
366 BERNARDINO DE ARMELLADA
comenta: «Se dice bien contra los soberbios: ‘he aquí cómo los gigantes gimen bajo las
aguas’... en las aguas se pueden significar los pueblos, según San Juan Ap. 17,5, porque
todos los soberbios, mientras desean conseguir en esta vida la supremacía de los bienes,
gimen bajo el peso de los pueblos». S. Gregorii Magni, Moralia in Job, lib.17, c. 21 (PL 76,
25; CCL 143a, n.31, 868s)
LA VIRGEN MARÍA EN TRES SERMONES DE SAN LORENZO DE BRINDIS 367
como Rey del universo ordenando que como a Hijo suyo unigénito
todas las cosas le obedezcan. Lo mismo que el viejo David instituyó
a Salomón como rey de todo su reino (cf. 1R 1,11-48), así hizo hoy
Dios con Cristo, diciendo: Escuchadle. Y lo dice así, sencillamente,
porque lo dice a todos.
Sabemos que Salomón, una vez constituido rey, honró grande-
mente a su madre, por cuya causa fue hecho rey; pues dice la
Sagrada Escritura que su madre Betsabé se llegó al rey Salomón
para hablarle... Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante
ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre
del rey y ella se sentó a su diestra (1R 2,19). Así Cristo quiso honrar a
su Madre como es debido; aún más, lo mismo que Dios creó la luna
semejante al sol, a Eva semejantísima a Adán (cf. Gn 2,21ss), lo
mismo, desde la eternidad, Dios predestinó a la Santísima Virgen a
ser lo más posible parecida a Cristo y lo ejecutó en el tiempo creán-
dola, llamándola, justificándola y magnificándola o glorificándola:
Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a repro-
ducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre
muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y
a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos
también los glorificó (Rm 8,29-30). María es semejante a Cristo en
mayor grado que todas las demás almas elegidas en la predestina-
ción, en la vocación, en la justificación y en la glorificación.
3. Primeramente en la predestinación. Pues como en la crea-
ción de este mundo material y corpóreo Adán fue el primer hombre,
y Eva fue formada inmediatamente antes que todos los demás hom-
bres, así en la formación del mundo pneumático o espiritual en la
mente de Dios, en la eterna predestinación, Cristo es el primer hom-
bre, cabeza de todos los predestinados y elegidos de Dios, como lo
llama Pablo: Primogénito de toda criatura: el cual, dice, es imagen
de Dios invisible, he aquí el Adán, primogénito de toda criatura (Col
1,15). De igual modo desde la eternidad fue predestinado Cristo y
por Cristo fueron todos predestinados y elegidos. Lo dice Pablo a
los Efesios: Por cuanto nos ha elegido en Él antes de la fundación
del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el
amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por
medio de Jesucristo (Ef 1,4-5). Por eso dice igualmente: A los que
conoció..., los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, como si
370 BERNARDINO DE ARMELLADA
11 Qui praedestinatus est Filius Dei (‘tou horisthentos’ - constituido Hijo de Dios):
S. Lorenzo, igual que Escoto, lo entiende como “predestinación de Cristo, Hombre-Dios, a
la suma gloria que le corresponde en virtud de la unión hipostática. Hoy se interpreta
como la manifestación plena de la filiación divina en Cristo a partir de la resurrección.
(Véase, sin embargo, R.Rosini, Il Cristocentrismo di Giovanni Duns Scoto e la dottrina del
Vaticano secondo, Roma 1967, p. 20ss).
LA VIRGEN MARÍA EN TRES SERMONES DE SAN LORENZO DE BRINDIS 371
luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza
(Ap 12,1). Vestido con luz solar apareció hoy Cristo, con luz solar
aparece también María, porque es semejante la gloria de ambos:
Mujer vestida de sol, es decir, dotada de la más excelente gloria del
paraíso celeste; pues en el cielo no hay nada más excelente y glo-
rioso que este sol. Y Cristo y María están dotados de la gloria exce-
lentísima del paraíso. Cristo, como Hijo de Dios, y María, como
Madre de Dios. ¡Oh gloria infinita! ¡Mujer vestida de sol! Resplande-
ció su rostro como el sol. Cristo fue dotado por Dios de tal y tan
grande gloria, porque es el Hijo único de Dios: Éste es mi Hijo
dilecto, en el que me he complacido. Y la Virgen María es igualmente
hija única de Dios: ¡Qué lindos son tus pies en las sandalias, hija de
príncipe! (Ct 7,2).
4. La gloria del paraíso la da Dios según la medida de la gracia
y de la caridad, como se da la retribución al trabajador según el
mérito de su trabajo. Esto lo enseñó Cristo en la parábola de la viña
del padre de familia, que salió de mañana a contratar obreros para
su viña (Mt 20,1). Aunque uno superara a otro en buenas obras,
pero sin estar dotado de mayor caridad, no recibiría gloria mayor.
Por eso a todos los trabajadores se les dio un sueldo igual, pues,
aunque no fueron iguales en el trabajo, sin embargo sí lo fueron en
la voluntad de trabajar (cf. Mt 20,8-15). Mas quien estuviera dotado
de mayor y más perfecta gracia y caridad, conseguiría ciertamente
una gloria mayor, como lo enseñó el mismo Señor en la parábola de
los cinco talentos y las diez minas (cf. Mt 25.14-30; Lc 19,12-26). Es
por lo que dice: En la casa de mi Padre hay muchas mansiones (Jn
14,2). También Pablo enseña que como una estrella... difiere de otra
estrella en claridad, y como una es la claridad del sol, otra la clari-
dad de la luna y otra la claridad de las estrellas (1Co 15,41), así será
en la gloria de los Santos.
La Virgen concretamente es proclamada llena de gracia: Ave,
llena de gracia, agraciada por excelencia: pues has hallado gracia
ante el Señor (Lc 1,30); Bendita tú entre las mujeres (Lc 1,28), es
decir, más que todas las mujeres. Esto es lo que leemos en el Cantar
de los Cantares: Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, e
innumerables las doncellas. Única es mi paloma, mi perfecta. Ella, la
única de su madre, la preferida de la que la engendró. Las doncellas
que la ven la felicitan, reinas y concubinas la elogian. ¿Quién es ésta
372 BERNARDINO DE ARMELLADA
que surge cual la aurora, bella como la luna, refulgente como el sol,
imponente como batallones? (Ct 6,8-10).
Advertid el artificio del Espíritu Santo en alabanza de la Santí-
sima Virgen. Todas las almas de los elegidos son, en cuanto a la gra-
cia, diferentes en tres modos: pues o son perfectas en la caridad, o
progresan y tienden a la perfección de la caridad, o comienzan a
progresar en la caridad. Todo esto lo explicó el Señor en la parábola
del sembrador con la imagen del fruto centésimo, sexagésimo y tri-
gésimo, aludiendo a los corazones de los fieles, buenos, mejores y
óptimos (cf. Mt 13,3-8): Los que oyendo la palabra con corazón
bueno y óptimo, la retienen y dan fruto en la paciencia (Lc 8,15).
Esta triple categoría de almas elegidas la expresó el Espíritu Santo
distinguiendo reinas, concubinas y doncellas. Pues entonces, ante
los reyes, las reinas ocupaban el primer lugar, las concubinas el
segundo, mientras que las doncellas, vírgenes todavía, aunque desti-
nadas al lecho del rey, ocupaban el tercer lugar en la dignidad. Del
número de éstas era Ester cuando fue constituida como reina por ser
la más hermosa y agraciada (cf. Est 2,15-18). Por eso dice: Una es mi
paloma, una es mi perfecta, como para Salomón, entre las innume-
rables reinas, concubinas y doncellas, la más amable de todas fue la
hija del Faraón (cf. 1R 3,1; 7,8; 2Cro 8,11); una sola es elegida como
madre, como genitora.
A esta única y extraordinaria mujer (Hanc unicam phoenicem =
a esta única fénix12), todas las almas elegidas la celebran con las
más encumbradas alabanzas: He aquí que desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada (Lc 1,48). La vieron las
hijas, esto es, la contemplaron y admiraron, y las reinas la llamaron
bienaventurada y las concubinas la alabaron, ciertamente con un
grande encomio: ¿Quién es ésta que surge cual la aurora, o como
un lucero, bella como la luna, refulgente como el sol, imponente
como batallones? ¿Qué significan estos tres símbolos de luces:
lucero, luna y sol? Tres son los pecados que manchan nuestra alma:
original, mortal y venial. La santísima Virgen estuvo inmune de todo
para salvar, no para condenar, por eso (según el evangelio de) hoy
no quiere en modo alguno condenar a la mujer adúltera. He aquí la
virgen aquella, no na’arah, no betulah, sino ha’almah, porque
na’arah significa jovencita, sea virgen o no virgen; pero betulah
significa virgen, sea joven sea de edad más avanzada; pero ‘almah
significa virgen joven y perpetua, pues ‘olam, de donde se deriva
‘almah, significa siglo perpetuo: He aquí que aquella virgen joven,
virgen purísima y perpetua concebirá y dará a luz un hijo.
4. Verdaderamente admirable el que sea virgen perpetua y, per-
maneciendo virgen, conciba y dé a luz un hijo. Por eso Salomón
dice: Una cuarta cosa ignoro totalmente. Tres me resultan difíciles y
una cuarta ignoro totalmente: el camino del águila en el cielo, el
camino de la serpiente por la roca, el camino del navío en alta mar,
el camino del hombre en la doncella (Pr 30,18-19), en la escondida,
en la no descubierta; pues conocer a una mujer significa en la
Sagrada Escritura descubrir su desnudez (cf. Gn 4,1.17.25; Nm 31,35;
1R 1,19; Mt 1,25). Cosa admirable es que un varón haya nacido de
mujer no descubierta, escondida, siempre velada. Pero lo que sigue:
Este es el camino de la mujer adúltera: come, se limpia la boca y
dice: «¡No he hecho nada de malo!» (Pr 20,30), es también misterio
admirable. Si una mujer es virgen o desflorada se puede conocer
por la ruptura del himen de la clausura virginal, por eso se dan en la
Ley las señales de la virginidad (cf. Dt 22,13-17). Pero no es posible
conocer si una mujer ha cometido adulterio o fornicación, pues no
queda ningún signo natural por el que se pueda conocer, como el
ave volando no deja señal o vestigio, igual que la serpiente en la
piedra y la nave en el mar. Por eso según la Ley tenían que descu-
brirlo mediante un milagro divino. Si la mujer había cometido adul-
terio, se le daban las aguas de la maldición y, habiéndolas bebido,
moría si había cometido la falta; de lo contrario, esas aguas no le
hacían daño alguno (cf. Nm 5,12-18). De hecho, la bienaventurada
Virgen concibió y dio a luz de tal modo, que no quedó en ella señal
alguna del parto, hasta el punto que si hubiera querido negar que
era la madre de Cristo, no se le hubiera podido probar en absoluto,
como a la mujer no se le puede probar el adulterio por vía natural, o
a la virgen el estupro: como a un ave no se le puede probar por vía
natural si pasó por tales aires, o a la serpiente si reptó por una pie-
dra determinada, o a la nave si navegó por esta agua, como se
LA VIRGEN MARÍA EN TRES SERMONES DE SAN LORENZO DE BRINDIS 383
BERNARDINO DE ARMELLADA
Istituto Storico dei Cappuccini - Roma