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Nueva Antropología

ISSN: 0185-0636
nuevaantropologia@hotmail.com
Asociación Nueva Antropología A.C.
México

Medina Carrasco, Gabriel


Deseo y poder: relaciones de intimidad
Nueva Antropología, vol. XVIII, núm. 61, septiembre, 2002
Asociación Nueva Antropología A.C.
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15906103

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DESEO Y PODER

Relaciones de intimidad

Gabriel Medina Carrasco*

En verdad, la producción social do discurre en los pliegues de los para-


es tan sólo la propia producción digmas dominantes. Se dispone de esca-
deseante en condiciones determi- sos espacios para compartir hipótesis o
nadas [...] Sólo hay el deseo y lo problemáticas de análisis. Ello, sin em-
social, y nada más. bargo, no comporta un aislamiento inte-
lectual en un ambiente de creciente in-
DELEUZE Y GUATTARI, 1995. tercambio teórico y bibliográfico. Es más,
la reflexión que busca instalarse fuera de
los límites de la “ciencia normal” (Kuhn,
INTRODUCCIÓN 1982) tiene la riqueza de posibilitar el sur-
gimiento de nuevos paradigmas y, en una

E
l esfuerzo de pensar, en el marco perspectiva histórica de mayor alcance,
del trabajo académico y del uni- puede transgredir a la propia “formación
verso de significados cosificados discursiva de la modernidad”.
del lenguaje, es toda una aventura cuan- La brecha entre una reflexión que bus-
que romper los parámetros del trabajo
científico y otra que no cuestione los con-
* Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio dicionamientos que imponen dichos pa-
de México. rámetros no radica en el financiamiento
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ni en su aceptación por la comunidad aca- gunos conocimientos y categorías cons-


démica. Desarrollar este tipo de reflexión truidos sobre la sexualidad humana. En
tiene implicaciones en el ámbito episte- concreto, se busca problematizar la di-
mológico, en tanto cuestiona la validación mensión del poder en la identidad a par-
del saber existente y, lo más provocativo, tir de cuestionar la lectura que atribuye
comporta una vigilancia epistémica de la determinados roles a los amantes. Para
propia mirada analítica (cf. la forma en ello, en el marco del debate del género y
que se interroga la realidad). la sexualidad se despliega una mirada
A pesar de las restricciones que impo- que ilumine lo íntimo como un escenario
ne el idioma, las ciencias sociales ingre- fundador de significados sociales.
saron a una concepción globalizada de la Cuando el género logró posesionarse
vida que tiende a homogeneizar la mira- como lugar de análisis en la investigación
da sobre los procesos sociohistóricos y, social, la realidad latinoamericana se frac-
de esta forma, limitar las posibilidades de turó en miles de fragmentos que aún no
conocer las realidades latinoamericanas hemos sido capaces de aprehender. Des-
(periféricas e invisibles) a partir de los de entonces está claro que el género, en
parámetros con los que se han analizado tanto clivaje del proceso identitario de los
las realidades europeas y estadouniden- sujetos y del orden sociocultural, planteó
ses. De ahí el desafío de intentar una in- un desafío epistemológico que anunció
vestigación social “otra” en la academia rutas reflexivas y campos de estudios aún
latinoamericana porque hasta fechas re- inasibles para el trabajo académico. Sin
cientes no ha logrado iluminar pliegues, duda, atribuir a la mirada femenina o,
discontinuidades e insterstiticios de la particularmente, a la mirada “marica” la
realidad social, que quizá tengan una generación de significados de la experien-
mayor capacidad de condensar los signi- cia social (que disputan al discurso do-
ficados que orientan el accionar de los minante la construcción de sentido), no
sujetos concretos. es algo fácil de aceptar en la sociedad
Para hacer preguntas distintas y su- mexicana.
gerentes tenemos que aceptar que nues- No obstante, el surgimiento de los
tro presente ocurre en una realidad no movimientos de mujeres y de la diversi-
del todo conceptualizada, más bien es una dad sexual en la agenda pública y acadé-
realidad cada vez más desconocida. Si mica ha comenzado a resquebrajar este
bien lo conocido ayuda a construir mun- discurso. Aunque este nuevo camino pa-
dos de certezas, no suspende la duda ni rece largo y plagado de obstáculos, es hora
elimina la pregunta. Esto anima la bús- de emprender la marcha so pena de per-
queda de nuevos conocimientos que, dada manecer en la inercia de la “ciencia nor-
la hegemonía de los parámetros de la mal”. Quedarnos en los paradigmas con-
modernidad (la lógica formal), tienen solidados sólo permite acumular saber
la limitante de reducirse a análisis de sobre terreno conocido.
categorías construidas y pensadas en El cuestionamiento de algunas tesis
—y desde— la palabra escrita. sobre la sexualidad humana —amplia-
En este ensayo se reflexiona sobre al- mente aceptadas en la academia y en el
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sentido común— obliga a reconocer la tradicción contenida en la crítica que


imposibilidad de conceptualizar la plura- Foucault hace a la modernidad. ¿Cómo
lidad sociocultural de nuestras realida- escapar a la tradición de la Ilustración,
des. De ahí que esta reflexión sea una cuando estamos inmersos en los paráme-
mirada sólo de la experiencia sexual de tros de reflexión que ésta nos ha hereda-
los sujetos jóvenes que configuran los gru- do? Planteada en términos epistemológi-
pos medios de la ciudad de México.1 Ello cos, la interrogante sería: ¿cómo desplazar
no implica aludir a las condiciones de po- los horizontes modernos de cognición, si
sibilidad epistémicas, culturales y socia- el propio proceso de construcción de co-
les que dieron lugar a determinada confi- nocimiento se estructura en el marco del
guración sexual de estos jóvenes. Por eso, legado de la Ilustración? Puesto que la
en lo que sigue aludo al periodo que cono- modernidad se agota en sus propias con-
cemos como “modernidad”, ya que muchos diciones de posibilidad, todo saber que se
de los significados que orientan la mane- genere con sus parámetros será parte del
ra en que vemos y analizamos nuestra horizonte moderno.
sexualidad lograron consolidarse en este Construir un saber que trascienda a
periodo de la historia de Occidente. la modernidad impone, entonces, un de-
safío epistemológico de difícil resolución,
ya que carecemos de categorías analíti-
I. EL HORIZONTE DE LA MODERNIDAD cas que posibiliten una articulación re-
flexiva que supere los amarres impues-
En un breve ensayo Habermas (1997) tos al saber moderno por los principios
presenta un debate central para desdi- de la lógica formal.2
bujar las imágenes culturales de la mo- Aunque Foucault se opone a la jaula
dernidad, en tanto resalta la gran con- racionalizadora de la modernidad y pro-
pone criticar a la Ilustración como una
forma de escapar a sus principios de ra-
1
Concretamente, se aborda al contexto y tra- cionalidad, la crítica de Foucault se sitúa
mas sociales de aquellos jóvenes que disponen
de un nivel de vida en el cual las necesidades
básicas están cubiertas (ya sea por recursos ge- 2
Nos referimos, se entiende, a los tres princi-
nerados por ellos mismos, proporcionados por el pios de la lógica formal que inaugura Parméni-
Estado o bien por sus redes familiares), tienen des en el siglo IV a.C: principio de identidad (A es
acceso a la educación superior y consumen o se igual a A), principio de no contradicción (si algo
apropian de la producción massmediática que de- es A, no puede al mismo tiempo ser algo distinto)
seen. Con base en este último atributo, es posi- y principio del tercero excluido (A es falso o A es
ble afirmar que los jóvenes a los que alude este verdadero). Parménides identifica al ser con el
artículo sienten pertenecer y forman parte de una pensar, en tanto el ser sólo existe en la medida
cultura que tiende a construirse globalizadamen- en que es pensado; lo que no es pensado no exis-
te, en la medida en que su contexto sociocultural te. Así, ser y pensamiento son la misma cosa. En
se articula desde su experiencia somática y des- virtud de que Aristóteles, como defensor de Par-
de los diversos medios en los que circulan las imá- ménides, es recuperado en el pensamiento me-
genes de la sociedad, de su historia y de los “dis- dieval, esa ontología es la concepción predomi-
cursos de verdad”: radio, televisión, internet, cine, nante que hereda la modernidad (Gil Villegas,
video, prensa escrita y otros. 1982).
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en los límites de la modernidad. Su ri- un modus (negando la validez de los prin-


queza estriba en plantear que en nuestra cipios de la lógica formal), ya que para
condición de sujetos determinados histó- esta tradición la construcción del saber
ricamente debemos interrogar a la reali- descansa en la noción de metamorfosis
dad para definir “los ‘límites contempo- continua, simbolizada en Hermes. El pos-
ráneos de lo necesario’, esto es [debemos tulado básico de este pensamiento sostie-
orientar las preguntas] hacia aquello que ne que existe una verdad más profunda
no es, o ya no es, indispensable para la que la que permite conocer el razonamien-
constitución de nosotros mismos como to lógico: es una verdad que está en los
sujetos autónomos” (Foucault, 1988: 300). secretos. De ahí su desconfianza en la ló-
La crítica foucaultiana se erige con un gica y su búsqueda de la verdad en las
diseño genealógico que implica buscar en desconocidas culturas lejanas (como
lo diferente, en las contingencias históri- las orientales) y en los rastros de cultu-
cas que abren la posibilidad de constituir- ras perdidas en el tiempo.3 Como para el
nos de un modo diverso. Esta búsqueda, pensamiento hermético la verdad estaba
más que en las estructuras globales, debe entre las culturas de los bárbaros, cam-
hacerse en las microrrealidades, ya que bió el propio status de la verdad: la ver-
los pequeños actos —que pueden ser de dad como aquello que se podía explicar
continuidad o de ruptura— son manifes- (lógica formal del siglo IV a.C.) fue cam-
taciones del surgimiento de nuevos sen- biado por aquello que no puede explicar-
tidos que el sujeto atribuye a sus accio- se (estoicismo del siglo II d.C).
nes y al contexto en el que ocurren. El hermétismo articula rutas alterna-
En un intento por asumir el desafío de tivas al proceso de construcción moderno
escapar a la clausura de sentido que im- del saber. Es una tradición que puede
pondría el paradigma moderno a la cons- encontrarse —a retazos— en diversos
trucción del saber, aquí se revisan dos aspectos de la cultura moderna, pero sin
posibilidades. Se indaga en las tradicio- participar de sus parámetros de saber:
nes que alimentaron al pensamiento puede encontrarse en aspectos como la
moderno y en la propia realidad observa- celebración estética del mal, en tanto ex-
da, y todo para sugerir nuevas construc- periencia reveladora; en el existencialis-
ciones conceptuales para abordar la di- mo de Heidegger, que plantea la relación
mensión social de la experiencia sexual. entre existencia terrenal y tiempo (sobre
todo, en la idea del ser-ahí como un ser
caído en el mundo); en los poetas moder-
Caminando entre ruinas nos que buscan experiencias visionarias
por medio del agotamiento de la carne, el
La primera línea de ruptura con la mo-
dernidad se despliega en las huellas del
pensamiento hermético. En ellas encon-
3
A partir de estas premisas, los estoicos bus-
can la verdad profunda en culturas con lenguas
tramos nuestra fascinación por el infini- incomprensibles y más viejas que la lengua usa-
to que, conforme a los estoicos, en la con- da por los propios antepasados griegos (celtas,
figuración de un saber no cabe regirse por druidas y sabios orientales).
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exceso sexual, el éxtasis místico, las dro- establece un sentido coherente con la si-
gas y el delirio verbal (Eco, 1995). tuación discursiva (social o cultural, o am-
Estos elementos abren una puerta a bas) en la que se usa la palabra.4
la alteridad que comporta la propia mo- A fin de desdibujar la concepción “na-
dernidad. En esta dirección, se ha pro- tural” de las diferencias de clase, existen
puesto que la forma de romper con la he- tesis que afirman cómo la configuración
terodefinición masculina de lo femenino de discursos hegemónicos (lo masculino,
es develar la palabra-otra, en el sentido occidental, blanco, clasemediero y hete-
de construir, en el interior del propio len- rosexual) limita la producción de sentido
guaje, un saber feminizante (Lorenzano, a un juego retórico de los significantes
1999); construcción que debe enfrentar el (Laclau, 1993). Es necesario aceptar que
hecho de que el lenguaje comporta e im- el requisito de una configuración discur-
pone a los hablantes un saber masculini- siva hegemónica radica en que el signifi-
zante. La lucha por un saber distinto, cante debe tener cierta independencia del
entonces, reside en disputar el sentido de significado. En otros términos, ante la
las imágenes discursivas en el seno del necesidad de que el discurso represente
propio lenguaje. Esto no implica construir a la realidad, se debe asumir que esta
nuevas palabras o neologismos, sino otor- representación no es una relación plena
gar a las palabras sentidos nuevos a par- con el objeto representado; por el contra-
tir de una semántica del lenguaje. Desde rio, el sentido del discurso (que alude a
que proliferaron las teorías de género, ya determinado objeto o idea) surge de una
nadie desconoce que el lenguaje contiene retórica de significantes que tornan uni-
un sentido masculinizante: la historia que direccional la relación que el significante
permite signar es la historia que el pro- establece con el significado. En conse-
pio sujeto varón ha construido para sí. Sin cuencia, una formación hegemónica que
embargo, es cuestionable que el signifi- consiste en una plenitud sistémica de
cado de las palabras esté dominado por sentido se obtiene en la comunión de sig-
el signo (Saussure, 1998). Si así fuera, nificantes, no necesariamente de signifi-
¿cómo entender, entonces, los cambios que cados.
a través de la historia ha tenido el signi- Podemos suponer, entonces, que la for-
ficado de algunas palabras? mación hegemónica de la modernidad, en
Estos cambios permiten afirmar que particular de la cultura sexual moderna,
la hegemonía masculina del sentido en el comporta distintos niveles de significación
lenguaje no es total o, al menos, no es en el interior de la propia formación dis-
ahistórica. Por el contrario, es posible la cursiva que la caracteriza. Asimismo, vale
construcción de nuevos significados —y hipotetizar que dichos niveles podrían
por extensión de un sentido otro— en el constituir comunidades de significación
uso que los sujetos dan a las palabras en
procesos sociohistóricos concretos. Tam- 4
Sobre esta distinción en la producción del
bién mediante la apropiación de las imá- sentido discursivo véanse los desarrollos semio-
genes contenidas en la palabra, que pue- lógicos (Saussure, 1998) y semióticos (Pierce,
de diferir de su significado lexical, 1974) del lenguaje.
58 Gabriel Medina Carrasco

distintas según los anclajes y dimensio- Nuestras interpretaciones constituyen


nes sociales en los que funcionen: diverso la articulación de un sistema de citas (cf.
sería, por ejemplo, el sentido que tendría interpelación de saberes) cosificado en la
la palabra “virilidad” en hombres mexi- tradición del pensamiento moderno. Los
canos de sectores sociales altos y en hom- hombres legos, por ejemplo, recuperan los
bres de sectores bajos. acervos cognitivos y las estructuras sim-
Este argumento invita a problemati- bólicas que han estructurado a la cultura
zar la hipótesis de que cada categoría que occidental de la que, como latinoameri-
empleamos para conceptualizar la reali- canos, somos herederos. Los hombres de
dad comporta una categoría-otra que aún ciencia, por otra parte, recurren a los pa-
desconozcamos, que aún se deslice en el radigmas epistemológicos y marcos teó-
secreto. De ahí que si no problematiza- ricos desarrollados en el seno de la “for-
mos la hegemonía de sentido de las for- mación discursiva” que surgió a partir del
maciones discursivas de la modernidad, siglo XVIII (Foucault, 1998c), a través de
como su carácter masculinizante y de or- los cuales pretenden aprehender (cf. con-
den lógico formal, seguirá imperando una ceptualizar) el significado que los sujetos
ceguera respecto de los sentidos que legos atribuyen a sus experiencias. Am-
deambulan en su alteridad; la cual cons- bos, por lo tanto, remiten a sus acervos
tituye un componente de su propia for- de saber en tanto éste es una transmi-
mación discursiva (Levinas, 1997). sión discursiva de la herencia cognitiva
que, a su vez, es discursiva.
El discurso es el lugar de la reflexión.
Caminando en la experiencia discursiva No sólo respecto a la posibilidad episte-
mológica de romper el lazo moderno de la
El segundo camino que permite romper cognición, sino también en lo que toca al
la clausura de sentido de la modernidad tipo de análisis a realizar. Aunque las
sitúa la reflexión en la relación dialéctica peculiaridades de la anomalía6 atendida
y dialógica que existe entre saber y empi- en la investigación contiene una especifi-
ria. Con el surgimiento del paradigma cidad social e histórica que orienta el pro-
deconstructivista en la década de 1960 los ceso analítico, éste no logra escapar al
investigadores sociales han asumido que abrazo del lenguaje.
su labor consiste en una exégesis de la Si el rastreo de las tradiciones de pen-
realidad. El cambio es radical porque el samiento alumbra zonas en la alteridad
saber se construye desde observaciones
que interpretan las interpretaciones que 6
Por anomalía se entiende aquellas manifes-
los sujetos hacen de su propia experien- taciones de la realidad social (fenómenos o pro-
cia (tanto de la acción como del contexto cesos) que escapan a la capacidad analítica de
en el cual ésta ocurre).5 los paradigmas existentes; es decir, las anoma-
lías reflejan los alcances de los marcos teóricos
que pretenden dar una explicación a los procesos
5
En otras palabras, el conocimiento de lo so- sociales, toda vez que resultan insuficientes para
cial comporta una doble hermenéutica: la propia explicar ciertos fenómenos de la realidad (Kuhn,
y la del sujeto observado (Giddens, 1997). 1982).
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de sentido de la cultura moderna, la rela- modo, poseerlo permite imponer determi-


ción saber-empiria evidencia al discursi- nado modelo de acumulación y estable-
vo como apertura a significados-otros en cer las reglas del juego político y el orden
el status del lenguaje, en tanto lugar pro- social. De ahí viene el atractivo y placer
ductor de sentido. No se trata de desco- que produciría la proximidad a los suje-
nocer el cambio de status ontológico que, tos o lugares sociales que proyecten de-
en relación con la producción del saber, tentar algún tipo de poder.
experimenta el lenguaje al finalizar el Siguiendo un enfoque distinto a los tra-
Renacimiento, sino dejar espacio a la se- dicionales del poder, asumo que el poder
mántica del lenguaje; esto es, a la atribu- no se detenta sino “se ejerce en toda la
ción de significados distintos o específi- densidad y sobre toda la superficie del
cos y perecederos que el sujeto hablante campo social, conforme a un sistema de
instala en su discurso, acorde a la situa- ‘relaciones, conexiones, transmisiones,
ción discursiva y al espacio relacional en distribuciones, etc.’” (Foucault, 1984: 5).
el que se enuncia. De esta manera, el poder se asume como
un proceso (no como un recurso) que im-
plica una tensión permanente entre los
II. LA NOCIÓN DE PODER sujetos que entran en relación y, por ende,
nunca está en su totalidad en alguno de
El poder, en realidad, son unas rela- los sujetos que interactúan. La riqueza
ciones, un conjunto más o menos co- de esta perspectiva es considerar el ejer-
ordinado de relaciones. cicio de la “resistencia” como elemento
consustancial del poder. Sin la presencia
MICHEL FOUCAULT, 1992 de la resistencia, el escenario no sería de
poder sino de dominación.
En un sentido lato, poder es la capacidad
de hacer de un sujeto. Es decir, un sujeto
tiene poder en la medida en que, a partir Dinámica del poder en la intimidad
de sus recursos materiales, sociales y sim-
bólicos, puede hacer una determinada Trasladando esta concepción dinámica del
cosa. poder al dominio de la sexualidad, sería
Desde una concepción marxista el po- un error homologar una relación de po-
der no sólo alude al poder-hacer, sino al der a una relación pura y estática de
poder-sobre. Desde esta perspectiva el po- pasividad y actividad. Como toda relación
der consiste en un atributo o recurso que de poder, en el espacio sexual o, en térmi-
algunas personas tienen, asumiendo que el nos amplios, en los espacios de intimidad,
poder se sitúa en un lugar de la estructu- las relaciones comportan una competen-
ra social (Tiger, 1993). Tal capital —ma- cia por imponer al otro la dirección del
terial o simbólico— los diferencia de los encuentro sexual o íntimo.
otros sujetos de su comunidad territorial, Cabría cuestionar, por lo tanto, la lec-
social o simbólica, puesto que esos “otros” tura que Foucault hace de la sexualidad
serían los que no tienen el poder. De este griega. La configuración del poder con el
60 Gabriel Medina Carrasco

espacio de la relación desdibuja la con- III. SEXUALIDAD Y PODER


cepción que, en el espacio de la intimidad MASCULINO: HERENCIA GRIEGA
sexual, asocia el poder con el rol activo y Y JUDEOCRISTIANA
la subordinación con el rol pasivo; tesis
que el filósofo francés hace del amor de Foucault remite a la Grecia clásica para
los hombres adultos por los varones jóve- demostrar que los actuales patrones cul-
nes y libres.7 turales de la sexualidad surgen a partir
En virtud de estos elementos de poder de los dispositivos de la sexualidad que
presentes en el espacio de la intimidad aparecen en la primera modernidad eu-
(de la seducción y la sexualidad), cabe ropea: siglos XVIII y XIX). En esta lectura
hacer una pequeña reconstrucción de la analiza la forma en que los griegos pro-
herencia que nos ha legado la cultura blematizaron sus prácticas sexuales en
sexual griega, resignificada y transmiti- función de descubrirse, reconocerse y de-
da hasta nuestros días por la tradición clararse como sujetos de deseo.
judeocristiana.

7
En este contexto, cabe discutir brevemente relaciones de poder de otros ámbitos relaciona-
los elementos constitutivos del poder desarrolla- les y, lo más sugerente, pueden transformar la
dos en La voluntad de saber, a partir de las par- intimidad en un espacio fundante de sentido o
ticularidades que tiene en el análisis sobre el de normas. 3) “El poder viene de abajo.” Más que
deseo sexual: 1) “el poder se ejerce a partir de situarse en una relación dominadores-dominados,
innumerables puntos, y en el juego de relaciones el poder se expresa en las fuerzas que se con-
móviles y no igualitarias”. Esto indica que el po- frontan en todos los espacios de la densidad so-
der en un espacio relacional que surge y se desa- cial: la familia, el encuentro sexual, el partido
rrolla en función de los recursos y estrategias que político, el capital transnacional, etc. En este sen-
los sujetos que interactúan despliegan en la re- tido, la distribución o cambios del poder en los
lación. Así, es posible hipotetizar que en la confi- distintos niveles o ámbitos de la vida social esta-
guración del espacio de la intimidad los sujetos ría en función de las fuerzas y las estrategias
asumen —o alcanzan— determinados roles o po- desplegadas en las relaciones en los microespa-
siciones de poder, los que pueden verse alterados cios, o al menos en las relaciones presenciales.
en el transcurso de la relación sin que ésta se Sin duda, aunque no es una condición sine qua
destruya. 2) “las relaciones de poder... son inma- non para al surgimiento de un espacio de intimi-
nentes; constituyen los efectos inmediatos de las dad sexual o de seducción, la presencia física
particiones, desigualdades y desequilibrios que de los interactuantes es un elemento principal de
se producen, y, recíprocamente, son las condicio- estas relaciones. 4) “Las relaciones de poder son
nes internas de tales diferenciaciones... [por ende] a la vez intencionales y no subjetivas... [es decir]
las relaciones de poder no se hallan en posición no hay poder que se ejerza sin una serie de mi-
de superestructura... [sino] desempeñan, allí en ras y objetivos... [ya que] la racionalidad del
donde actúan, un papel directamente productor”. poder es la de las tácticas a menudo muy ex-
Los juegos de poder que se desarrollan en la inti- plícitas”, pero no de sujetos concretos sino de “dis-
midad, entonces, no necesariamente son un co- positivos de conjunto”, es decir, de mecanismos
rrelato de otros espacios relaciones (por ejemplo, que se estructuran históricamente. La libertad
en la administración de la economía familiar). para ejercer el poder en la intimidad tiene deli-
La autonomía de la dinámica del poder entre los mitaciones dadas por la discursividad y norma-
distintos espacios relacionales, permite suponer tividad que los referentes culturales despliegan
que las relaciones de poder en la intimidad tie- sobre ese espacio relacional. Esta institucionali-
nen una dinámica propia e independiente de las dad del espacio de la seducción y de la intimidad
Deseo y poder 61

La riqueza del análisis genealógico de la símil incidencia que la problematización


moral sexual occidental radica en recono- moral tiene para el comportamiento
cer discontinuidades y continuidades entre sexual de hombres y mujeres. La reflexión
los puntos que, en la Grecia antigua y en la moral griega se ocupa de la austeridad
Modernidad, se abordan en la relación que sexual en el marco de dilucidar la rela-
el sujeto establece con su sexualidad. ción entre el sujeto y su sexualidad; re-
El trabajo genealógico subraya la pro- flexión que se caracteriza por la total au-
blematización moral de la sexualidad sencia de la mujer. Es más, no es una
entre los griegos y la forma en que ello moral para las mujeres, sino “una moral
contribuye a la articulación de sumas o pensada, escrita y enseñada por hombres
teologías del cristianismo que hicieron y dirigida a los hombres, evidentemente
énfasis en el disciplinamiento de las prác- libres. Por consiguiente, moral viril en la
ticas sexuales orientadas hacia la repro- que las mujeres sólo aparecen a título de
ducción, alejándolas de la consecución del objetos o cuando mucho de compañeras a
placer. Nuestra atención, no obstante la las que hay que formar, educar y vigilar,
importancia de discutir las consecuencias mientras están bajo el poder propio, y de
de esta normatividad restrictiva, se diri- las que hay que abstenerse, al contrario,
ge hacia un punto específico de esta he- cuando están bajo el poder de otro (pa-
rencia: la relación entre deseo y poder, dre, marido, tutor)” (Foucault, 1998b: 24).
ordenado y conceptualizado en función de En tanto objeto bajo el poder del hom-
los roles activo y pasivo que asumen los bre, la mujer no tendría ninguna cuota
sujetos del encuentro sexual. Con esta di- de poder sexual; en realidad, su forma-
rección, cabe mencionar algunos elemen- ción y vigilancia se orientaba en tanto
tos que serán importantes en la especifi- administradora del patrimonio familiar.
cidad del análisis. “Para los griegos, el matrimonio era más
Un primer aspecto a destacar es la di- un arreglo social y político que la unión
de dos almas en una relación sagrada
es una formación histórica y, por ende, no inmu- como más tarde sería para los cristianos”
table. Así como ordena la relación y la distri-
(Poster, 1988: 232). Por lo tanto, el análi-
bución desigual del poder, puede alterarse a
partir de prácticas que transgredan dicha nor- sis de poder/deseo en la Grecia clásica
matividad. debe situarse en la relación entre hom-
La presencia del poder implica la existencia bres adultos y jóvenes libres. En este con-
de resistencia, la que nunca está en posición de texto, la preocupación moral de los grie-
exterioridad respecto del poder que la anima. La
gos consistía en “una elaboración de la
posibilidad de alterar la desigual normativa del
poder en la intimidad se sustenta en la latencia conducta masculina hecha a partir del
de una capacidad de resistencia. Puesto que el punto de vista de los hombres y con el fin
poder no se tiene sino se ejerce en las relaciones de dar forma a su conducta [...] Se dirige
sociales concretas, en las cuales unos logran im- a ellos [los hombres] con ocasión de las
poner sus perspectivas y cosmovisiones a otros
conductas en las que justamente habrán
en el espacio relacional en el que se encuentran,
el poder es un proceso de lucha permanente que de hacer uso de su derecho, poder, autori-
puede revertirse y mutar el sentido construido dad y libertad. En las prácticas de los pla-
en el espacio. ceres que no están condenados, en una
62 Gabriel Medina Carrasco

vida de matrimonio ninguna regla ni cos- ligado al placer y el placer que suscita el
tumbre impide al hombre tener relacio- deseo. Es decir, el dilema griego aludía a
nes sexuales extraconyugales, en las re- la estética de la relación sexual. No obs-
laciones con los muchachos, que por lo tante, la reflexión griega no se ocupa de
menos hasta ciertos límites son admiti- cosificar normativas de ethos sexuales que
das, comunes y aun valoradas” (Foucault, se traduzcan en una taxonomía de sexua-
1998b: 24-25). lidades (heterosexuales, homosexuales y
En la moral cristiana, sin embargo, la otras); en el plano concreto de la práctica
mujer cumple un papel imprescindible en de los placeres sexuales, distinguen los
tanto circunscribe el acto sexual a la re- papeles que tienen los sujetos en el en-
producción de la especie; de ahí que la cuentro sexual. El eje diferenciador es la
relación poder/deseo incorpora a la mu- relación de poder en el espacio sexual: esto
jer en un status de subordinación al po- es, qué sujeto ejerce el poder sobre el otro.
tencial sexual masculino.8 Así se despren- Esta identificación diferenciada de
de de los tres aspectos de la sexualidad papeles se establece tanto para las rela-
destacados por Santo Tomás de Aquino: ciones entre hombres y mujeres, como
a) el coito tiene un carácter natural por- para las que se establecen entre varones
que así lo dispuso Dios; b) pero está des- adultos y jóvenes. En su parte medular,
tinado a la conservación de la especie la moral sexual griega, que refiere sólo a
humana; c) en lo que el hombre tiene pre- los hombres (y sólo por extensión incluye
eminencia sobre la mujer porque, si bien a las mujeres), comprende una separación
ambos aportan en la concepción, la si- de roles en la relación sexual entre un
miente de la mujer es imperfecta a causa hombre adulto y un joven (o mozuelo). Al
de la propia imperfección natural del sexo adulto le atribuye el papel activo, toda vez
femenino (Ortega, 1987). Asimismo, la que él es el sujeto del deseo y tiene el po-
concepción tomista de los actos lujurio- der de ejercerlo sobre el joven, al que le
sos (como antítesis de la virtuosa casti- toca el papel pasivo, puesto que es el ob-
dad) refieren al mal uso del esperma. jeto del deseo sexual del adulto.
La actividad no sólo es un atributo de
la vida sexual masculina; en un sentido
La relación sexo/poder en los griegos más inclusivo, es una manifestación de
la virilidad necesaria para ejercer el po-
Los griegos no se preocupan por los ele- der político. Lo activo se refleja en la ca-
mentos de la moral sexual —el acto pacidad del sujeto de controlar la rela-
sexual, el deseo y el placer—, sino por la ción que establece consigo; en la medida
dinámica circular que surge entre ellos: en que logra el dominio sobre sí, está en
el deseo que lleva al acto, el acto que está condiciones de mandar sobre otros. De
acuerdo con los griegos, los hombres pa-
sivos o femeninos no tenían control de
8
Entre los griegos la sexualidad de la mujer
también plantea una preocupación, pero en tér- su búsqueda de placer.9 El rechazo al
minos de velar porque su goce sexual no interce-
da en el acto de procrear. 9
“En el juego de las relaciones de placer, cuan-
Deseo y poder 63

papel pasivo se equipara al rechazo como una actividad que implica dos acto-
al exceso sexual. Ambas constituyen las res, cada uno con su papel y su función:
mayores formas de inmoralidad en los el que ejerce la actividad y aquel sobre
actos de placer. quien ésta se ejerce [Foucault, 1998b: 46].

...para los griegos, es la oposición entre Lo activo/pasivo en el plano sexual,


actividad y pasividad la que es esencial y entonces, establece una prelación en tor-
la que señala el dominio de los comporta- no al ejercicio del poder, cuya represen-
mientos sexuales como aquel de las actitu- tación física es la penetración. En sín-
des morales; entonces observamos clara- tesis, el hombre que penetra, sea a un
mente por qué un hombre puede preferir joven o a una mujer, es quien detenta el
los amores masculinos sin que nadie sue- poder.
ñe en suponer femineidad, desde el mo-
mento en que es activo en la relación sexual
y activo en el dominio moral sobre sí mis-
IV. RESISTENCIA Y DESEO GRIEGOS
mo; al contrario, un hombre que no domi-
na suficientemente sus placeres —sea cual
fuere la elección de objeto que haya hecho— En la Grecia del siglo IV a.C. se admitían
está considerado como “femenino” [Fou- —y valoraban— las relaciones sexuales
cault, 1998b: 83]. entre los hombres. Por consiguiente, su
problematización moral no aludía a un
A partir de la interpretación que hace cuestionamiento de las prácticas ho-
Foucault de la obra de Aristóteles, esta moeróticas en sí mismas; más bien, el
distinción se extiende a la relación entre dilema residía en las consecuencias de
hombres y mujeres. dichas prácticas. Los griegos buscaron re-
conciliar dos principios de su cosmovisión
...se trata de dos valores de posición: la del que, en apariencia, se contradecían en las
sujeto y la del objeto, la del agente y la relaciones sexuales entre hombres. El
del paciente; como lo dice Aristóteles, “la encuentro homoerótico enfrentaba, por
hembra en tanto hembra es un elemento una parte, a la ética de la superioridad
pasivo y el macho en tanto macho un ele- viril como requisito para dirigir la polis y,
mento activo”. Aun cuando la experiencia
por otra, a la concepción de que toda rela-
de la “carne” sea considerada como una ex-
ción sexual se rige por el esquema de la
periencia común a hombres y mujeres, pero
sin que tenga para ellas la misma forma penetración y de la dominación mascu-
que para ellos, aun cuando la “sexualidad” lina. Los pensadores griegos buscaron
se vea marcada por la gran censura entre —cuando lo hicieron— dar una explica-
sexualidad masculina y femenina, se con- ción para que el rol pasivo que adoptan
siderará a las aphrodisia (actos de placer) los jóvenes en la relación sexual no con-
tradiga su don de mando futuro como
hombres libres de la polis.
do se desempeña el papel del dominado, no se Una crítica a la lectura de la relación
podría ocupar válidamente el lugar del dominante sexual en un esquema activo/pasivo abre
en el juego de la actividad cívica y política”
(Foucault, 1998b: 202).
nuevas rutas de reflexión que incursio-
64 Gabriel Medina Carrasco

nan —hipotéticamente— en dimensiones adulto (connotada como fría por los grie-
de las relaciones homoeróticas, que de gos) está cargada de pasión y deseo.
acuerdo con el filósofo francés no fueron Para que el joven alcance este estado
tratadas por los griegos. Veamos primero de plenitud en el acto sexual, con aparente
los elementos que están presentes en la prescindencia de placer sexual, debe ins-
reflexión griega. taurar una relación de dominación sobre
El dilema consiste en atribuir al suje- sí mismo, lo que sólo puede ocurrir si la
to joven —que participa en la relación relación sexual consiste en un juego que
sexual entre varones libres— el papel tiene como única norma preestablecida
pasivo, como objeto del deseo sexual del del ritual erótico la libertad de construir
adulto y, a su vez, reconocer que dicho jo- las reglas del juego. Para reflejar este ero-
ven tendrá que llegar a ser —en un futu- tismo basado en una libertad lúdica,
ro— un sujeto adulto, por tanto activo Foucault habla de “preferencias”, “elec-
sexual, cívica y políticamente. Sin estos ciones”, “libertad de movimiento”, “térmi-
atributos, la polis no puede reproducirse no incierto”, implicando que el principio
ni prolongarse en el tiempo. El problema de regulación de las conductas en el es-
no es el deleite que experimenta el adul- pacio sexual o íntimo se genera en la
to, sino el hecho de que para que ese de- propia relación, en la naturaleza del mo-
leite emane, el joven deba tener una acti- vimiento que lleva a los amantes al en-
tud pasiva que, a la postre, deriva en la cuentro con el otro. Esta libertad para
dificultad central: la concepción de infe- construir las reglas del juego indicaría que
rioridad del muchacho —en tanto sujeto el espacio relacional en el que varones
penetrado— está reñida con la relación adultos y jóvenes tienen sexo, es un es-
que debe establecer consigo en términos pacio fundante de sentidos sexuales, so-
de hombre libre, dueño de sí y capaz de ciales y culturales. Si bien existe una ins-
triunfar sobre los demás (dominarlos). titucionalidad del encuentro sexual que
Por este dilema los griegos se resistie- lo precede y condiciona, como el lugar y
ron a aceptar que el muchacho, en su po- el momento para su concreción, las nor-
sición de dominado, pueda experimentar mas que regulan el erotismo del encuen-
placer sexual. En su antítesis, los griegos tro queda —según los griegos— a la vo-
optaron por justificar la inexistencia de luntad de los propios amantes.
una posible comunidad de placer entre el Esta libertad de los amantes permite
muchacho y el adulto, o la limitaron a un una lectura que en tanto incursiona en
placer por admiración: 10 el joven no se las zonas no explicitadas —o sumergi-
desentiende de sí en la relación con el das— en el discurso griego puede inau-
adulto, sino que su “entrega” al varón gurar una visión nueva —o más amplia—
sobre las prácticas homoeróticas de los
varones. A ello se suma el hecho de que el
10
“...un muchacho no participa como la mujer trabajo de Foucault descansa en los dis-
de los placeres amorosos de un hombre, sino que
permanece como espectador ayuno de su ardor
cursos prescriptivos de los griegos, a tra-
sensual” (Sócrates, citado por Foucault, vés de los cuales buscaron justificar y re-
1998b: 206). glamentar sus prácticas sexuales. Por lo
Deseo y poder 65

tanto, tales reflexiones se inscriben en un Pese a no disponer corpus y análisis


horizonte deontológico y superan larga- distintos a la exégesis que Foucault hace
mente lo que podría constituir una des- de los discursos prescriptivos, es posible
cripción —por parcial que sea— de las rescatar en el trabajo del francés elemen-
prácticas sexuales de sus contemporá- tos que darían lugar a una nueva lectura
neos; más que un panorama de la sexua- de la moral sexual entre los griegos.
lidad griega, dichos escritos se orienta- Uno de estos elementos es la discusión en
ron a presentar una filosofía de la misma; torno al “honor del muchacho” que, si bien
por lo tanto, estarían más cerca de los los escritos griegos más allá del encuen-
deseos y proyecciones de los pensadores tro sexual, lo proyectaron a su posición
que de observaciones de la cotidianidad futura en la sociedad (“por la opinión que
íntima de los hombres de la época. se tiene de él, del rango que podrá obte-
Se abre, entonces, la duda sobre las ner”), en lo que respecta al proceso de se-
tesis de Foucault. Más que una preocu- ducción y el ritual sexual tiene claras im-
pación por la ética de la libertad en los plicaciones que ponen en cuestión el
jóvenes, en torno de la cual se sustenta- tratamiento que se le otorgó a la inexis-
ba el orden social de la polis, la moral que tencia de placer en el joven.
regía la sexualidad griega pudo, por ejem- Al asimilar deshonra con el hecho de
plo, orientarse a promover el máximo goce “que el muchacho se conduzca ‘pasiva-
de las prácticas sexuales, como podría mente’, que se deje llevar y dominar, que
inferirse de la lectura que hace la expe- ceda sin combate, que se convierta en el
riencia cristiana de Sodoma y Gomorra. compañero complaciente de los placeres
También valdría suponer que existía una del otro, que satisfaga sus caprichos y que
fractura entre las dimensiones pública y ofrezca su cuerpo a quien quiera y como
privada, y entre ésta y la íntima; así, el quiera, por molicie, por gusto del deleite
discurso prescriptivo revestido de un sta- o por interés” (Foucault, 1998b: 194-195),
tus de verdad en lo público, pudo no te- se reconoce la existencia de resistencia en
ner correlato en la intimidad. Aunque no el muchacho.
se conocen elementos que permitan avan- De esta manera se confiere al joven la
zar en esta dirección, queda abierta la competencia para determinar con quién
posibilidad de plantearla como una hipó- tener sexo o a quién servir como objeto
tesis a desarrollar en futuras investiga- sexual. Si bien esta entrega no era gra-
ciones que descansen en corpus distintos tuita (ya que mediaban “presentes mate-
a los discursos prescriptivos de los pen- riales” y “relaciones útiles”), lo importan-
sadores griegos; una buena alternativa a
dichos corpus son los registros de imáge- de Raine Eisler, especialmente El cáliz y la espa-
nes contenidas en las huellas físicas de da (1987) y Placer sagrado (1996), donde, con
su arte, sobre el uso y disposición de los base en una lectura de las imágenes de vasijas,
espacios de la intimidad, entre otros re- templos y ruinas encontradas en el trabajo ar-
queológico, presenta una interpretación del dis-
gistros visuales de su tiempo.11 tinto papel que tiene lo femenino en la construc-
ción del orden simbólico en las civilizaciones
11
Ejemplo de esta línea de trabajo es la obra antiguas (sumerios, etruscos, y otros más).
66 Gabriel Medina Carrasco

te es que el honor del muchacho estaba terpretación distinta. En efecto, puesto


en función del uso que hacía de su cuer- que los griegos dan gran valor a la condi-
po: con quién tenía sexo, cómo, cuándo y ción de hombres libres para alcanzar pla-
dónde. El control que el joven tenía de su cer con los jóvenes, identificando la pe-
cuerpo le confería un poder en su rela- netración sexual con la actividad y ésta
ción con los demás; un poder que provo- con la libertad, no podría pensarse al adul-
caba el deseo de los hombres adultos que to como el penetrado, por extensión como
los llevaba a obtener para sí el doble do- el pasivo, porque ello lo ubicaría como sím-
minio que tenía el joven (sobre su cuerpo bolo de la esclavitud. Sin embargo, esta
y sobre los demás). El pasivo, paradójica- visión tendría total coherencia si respon-
mente, genera la atracción del activo; sin diera más a la necesidad de resguardar
el pasivo no existiría el activo. Es más, el los principios del orden social, que a una
activo es tal en la medida en que busca descripción de las prácticas homoeróticas
“vencer” (tomar posesión en) el dominio generalizadas en la época.
del pasivo. Se puede afirmar, entonces, Lo criticable en Foucault es la ausen-
que no es posible tener la certeza respec- cia de un cuestionamiento sobre la inter-
to a que el poder en la relación sexual re- pretación que hacen los historiadores
sida en un papel o un sujeto determina- griegos de su sociedad. Si hubiera inda-
do: el del activo. gado por qué los historiadores atribuyen,
Sin duda, la ambivalencia respecto a en la relación sexual adulto-joven, al pri-
que uno de los amantes tiene el poder y, mero un papel activo y al segundo uno
además, que éste puede mutar entre los pasivo, posiblemente hubiera llegado a
papeles que adulto y joven asumen en la conclusiones distintas. De acuerdo con
intimidad, tiene fuertes implicaciones esta crítica, no existen elementos que per-
para la lectura de la problematización mitan afirmar que en la práctica existie-
moral de los griegos. En primer lugar, ra esta distribución de roles, menos aún
resquebraja —en parte— la interpreta- que en el transcurso del ritual erótico no
ción que Foucault hace de los textos pres- intercambiaran posiciones (Poster, 1988).
criptivos, y desdibuja la intensión de los En segundo lugar, en lo que respecta
propios griegos,12 dando lugar a una in- al ejercicio sexual o al ritual de seduc-
ción, los propios textos de la época, como
12
Esta afirmación incuba tensiones a causa El banquete de Sócrates, reconocen la
de las distintas posibilidades que existen para posibilidad de un cambio de roles entre
analizar un texto. Por una parte, según la pro-
adulto y joven, aunque esta vez situando
puesta semiótica de Umberto Eco (1998; 1995)
no importaría conocer la intensión del autor, ya el poder, paradójicamente, en el lugar del
que para conocer el sentido de un texto se requie- pasivo, que ahora reviste la posición
re la articulación dialéctica entre la intensión del
texto (intentio operis) y la intensión del lector (in-
tentio lectoris). Por otra parte, en la tesis de Ga- los procesos sociales, económicos, políticos y, so-
damer, como de los posestructuralistas, para ac- bre todo, culturales de la Grecia del siglo IV a. C
ceder al sentido oculto en un texto se requiere (momento de la escritura de la Dietética y la Eró-
reconstruir el contexto en el cual fue escrito el tica), cuestión que supera las posibilidades de este
texto. Este segundo camino obliga a recuperar trabajo.
Deseo y poder 67

del maestro. El cambio de papeles entre ternativa —no como la única forma de
adulto y joven se mantiene en la medida relacionarse con su cuerpo— el camino
en que el adulto logra resistir a la seduc- estoico; es decir, negándose a experimen-
ción de la que es objeto por los jóvenes, tar el placer que pudiera gozar en él.
los cuales no buscan placer sexual sino Olvidados de sus obligaciones públicas
intelectual. Otra vez se insiste en la ne- e imágenes sociales, y separando la expe-
gación del placer sexual de los jóvenes. Si riencia concreta de sus proyectos de vida
esto hubiese sido así, en la Antigüedad articulados deontológicamente (usar la
los jóvenes no sólo tuvieron prohibido el condición de ser libres para gobernar),
acceso a la ciudadanía hasta que reem- podría pensarse a los amantes entrega-
plazaban a sus padres —por incapacidad dos recíprocamente a saciar lo que ani-
o muerte— en todos los títulos y derechos ma el encuentro: el deseo de experimen-
que como ciudadanos tuvieran en vida tar el placer sexual con y en el otro. En
(Feixa, 1998), también habrían tenido este escenario el poder del deseo es amo y
negado el derecho al goce sexual hasta señor. El poder que anima y moviliza el
que llegaran a la vida adulta y sólo en- deseo sexual de los amantes ya no se si-
tonces gozar en el cuerpo de otros mozos túa en uno de los amantes, sino que am-
como ellos mismos funcionaron durante bos están entregados a los ritmos y an-
su juventud. siedades que impone el deseo por el otro.
En un sentido más general, este pre- Así, puede plantearse la hipótesis de que
dicamento implicaría que en la Grecia clá- en el encuentro sexual, el poder pertene-
sica los jóvenes no habrían tenido una ce al horizonte del deseo. Ya sea que ese
vida privada, donde se orientaran —y, por deseo implique en algún momento el pa-
lo tanto, se comportaran— de manera di- pel activo y el otro el papel pasivo, lo im-
versa a lo que disponían las normas y las portante es que uno u otro lugar está de-
convenciones sociales. Tal situación plan- terminado por el deseo de experimentar
tea grandes dudas. ¿No se podría pensar el placer del otro cuerpo, no por el placer
que —emulando a sus maestros— los jó- de tener el poder (en tanto activo) sobre
venes no sintieran deseo y buscaran ex- el otro amante (en tanto pasivo).
perimentar el goce sexual en el cuerpo de
otros varones jóvenes? ¿O en el cuerpo
de las mujeres jóvenes? La prostitución V. EL PODER DEL DESEO
era una práctica extendida entre los grie- EN EL OSCURANTISMO MODERNO
gos, y es difícil suponer que los jóvenes
no tuvieran acceso a este tipo de relacio- Comprendiendo que la moral sexual mo-
nes (Schnapp, 1996). derna13 se ha construido en un periplo que
Distinto sería el panorama si se acep- supera el horizonte de la experiencia cris-
tara que en el ritual del cortejo y de la tiana, y que se remonta hasta la Grecia
relación sexual, el joven hubiera tenido
plena potestad de su cuerpo para usarlo 13
Cf. Occidente y sociedades que están bajo
en función de obtener placer sexual. En su influencia, como las sociedades latinoameri-
este marco, el joven tendría como una al- canas.
68 Gabriel Medina Carrasco

clásica, es posible establecer algunas con- orgásmicos; es decir, al igual que los adul-
tinuidades que alcanzan hasta la cultura tos griegos, sólo están interesados en al-
sexual de nuestros días; es decir, se ob- canzar su propio placer.
servan en algunos fenómenos de la sexua- Otro ejemplo que evidencia una conti-
lidad que experimentan y significan hoy nuidad entre griegos y modernos radica
en día los sujetos occidentales y latino- en la extendida concepción (en el sentido
americanos. común, la literatura y la academia) que
Entre otras continuidades, la herencia otorga el poder del espacio íntimo (seduc-
griega se refleja en la forma en que los ción sexual, complicidad) al sujeto que
hombres heterosexuales buscan seducir cumpla el rol activo. Tanto el varón adul-
a mujeres distintas a su pareja estable to de la Grecia antigua, como el hetero-
(novia, esposa) que, conforme a la doble sexual moderno, son concebidos como el
moral moderna, fungen como aventuras sujeto del deseo y, por ende, el sujeto acti-
ocasionales para obtener placer sexual. vo, haciéndolo acreedor del poder en la
En efecto, la moral sexual de los griegos intimidad. Sobre el heterosexual moder-
permitía a los adultos libres buscar en los no existe una extensa discursividad (lite-
jóvenes (en un cuerpo distinto al de su raria, cinematográfica y ensayística) que
esposa y madre de sus hijos) la experien- lo asocia con las figuras del seductor, y
cia orgásmica del encuentro sexual, a sobre todo del Casanova.
partir de la premisa de que era un goce Aunque escapa a la típica relación en-
no correspondido porque los jóvenes es- tre sujetos con un mismo devenir sexual
taban impedidos de acceder a dicha ex- (cf. entre heterosexuales o entre homo-
periencia. Asimismo, la doble moral mo- sexuales), el tercer ejemplo que ilustra
derna le otorga al hombre la libertad14 esta continuidad es el cortejo mediante
para experimentar la experiencia orgás- el cual un homosexual intenta seducir a
mica fuera de su vínculo matrimonial (o un heterosexual. Quizá por la compleji-
relación afectiva establecida). De acuer- dad que comporta su anormalidad, el
do con las investigaciones de las relacio- análisis en detalle de este caso ofrece un
nes extramaritales, en especial las que gran potencial para desdibujar el sentido
ocurren con prostitutas, los hombres no cultural construido en la sexualidad occi-
esperan ser correspondidos en términos dental que atribuye al rol activo el poder
de la intimidad.
La similitud entre el cortejo de los adul-
14
El símil de libertad entre un hombre griego tos griegos por los muchachos, motivados
adulto y el varón heterosexual moderno alude a
que éste es libre en el sentido de tener la capaci-
por su belleza y poder de autocontrol, con
dad económica para pagar los servicios sexuales el deseo de seducción que tiene el homo-
de una trabajadora sexual, o de tener el permiso sexual por el heterosexual radica en el
—o derecho— de tener una vida sexual con cuer- mayor interés que produce en el “sujeto
pos (de mujeres u hombres) distintos al de su del deseo” la resistencia que plantea el
esposa y madre de sus hijos. Por lo tanto, al igual
que los griegos, los hombres modernos tienen el
sujeto “objeto de deseo”: en términos con-
atributo de ser libres para ejercer su sexualidad cretos del cortejo, así como para los grie-
con quienes ellos deseen. gos vencer la resistencia del joven era ali-
Deseo y poder 69

ciente de placer, para los homosexuales vo se articula en el curso de los procesos


la conquista de un heterosexual es signi- de socialización discursivos y en la rela-
ficado como un triunfo sin igual. ción establecida con su propio cuerpo
Contrariamente a las necesidades grie- antes del ejercicio concreto de su sexuali-
gas de justificar el deseo de los adultos dad con otros. Sin embargo, en las pri-
por los jóvenes, acorde con los principios meras experiencias sexuales incorpora
del orden social (cf. los principios del hom- el saber somático que viene a resignifi-
bre libre de la polis), en la modernidad es car todos los discursos de la sexualidad
más clara la distancia entre lo público y configurados teórica y auto-referencial-
lo íntimo, lo que no obliga a tal justifica- mente, ya que sólo en la relación con el
ción; es decir, en la modernidad las acti- cuerpo del otro que se establece en el en-
vidades que realicen los sujetos en la in- cuentro sexual nace el conocimiento más
timidad les compete a ellos mientras no pleno de la experiencia del placer, lo que
se proyecten a la esfera pública. Aunque abre la posibilidad de transgredir las fan-
Foucault haya reconocido su error en el tasías, los deseos, mitos y normativa in-
segundo tomo de su Historia de la sexua- ternalizados previamente.
lidad (Uso de los placeres), sus críticos Dicho en otras palabras, el propio pro-
hicieron hincapié en la gran distancia que ceso del ejercicio sexual se erige en un
hay entre los discursos públicos (que cons- lugar fundante de los significados asocia-
tituyeron el corpus de la Historia de dos con el placer sexual, donde el sentido
Foucault) y la experiencia en la intimi- promovido por las instituciones sociales
dad durante los siglos XVIII y XIX (Gay, (familia, escuela, iglesia, gobierno y otros)
1992).15 es resignificado. De este modo, da lugar
La distinción de esferas tiene fuertes al surgimiento de nuevas convenciones de
implicaciones para el análisis del ejerci- sentido que pueden (o no) expirar al con-
cio de la sexualidad. Es indiscutible que cluir la situación relacional íntima que
los sujetos llegan a sus experiencias las abrigó. Con base en lo anterior, se
sexuales con un acervo de conocimiento, puede argumentar que las reglas del jue-
normativas, mitos y fantasías que, en un go creadas en un proceso de seducción o
principio, orientan sus prácticas. Tal acer- encuentro sexual no sólo tienen la cuali-
dad de transgredir la normativa institu-
cional, sino también pueden trascender
15
A partir de estos corpora, que aluden a la dicho espacio y reiterarse en nuevas si-
experiencia de las mujeres burguesas de los Es- tuaciones de intimidad: ergo, el espacio
tados Unidos, Alemania, Inglaterra y Francia,
Gay llega a conclusiones distintas de las de de la intimidad puede configurar un lu-
Foucault en lo concerniente al tipo de experien- gar fundante de nuevos sentidos de la
cia sexual que deseaban y ejercían dichas muje- sexualidad.
res: Foucault plantea que las mujeres burguesas
tenían una sexualidad orientada a la reproduc-
ción, carente de placer sexual; Gay, en cambio,
argumenta que tales mujeres vivían una sexua-
lidad altamente placentera con sus cónyuges o
con amantes furtivos, o con ambos.
70 Gabriel Medina Carrasco

Relectura de la dinámica del poder De la seducción


en la intimidad
Por la capacidad que tiene el heterosexual
Si se acepta que cada espacio íntimo pue- de imponer condiciones, de acuerdo con
de fundar nuevos sentidos de la sexuali- la visión que ubica el poder en el activo,
dad, al incorporar somáticamente la ex- en el primer momento de la seducción el
periencia placentera, el análisis sobre el poder no se ubicaría en el homosexual en
despliegue del poder en la intimidad se tanto sujeto del deseo, sino en el hetero-
puede invertir (respecto a la visión tradi- sexual en tanto objeto del deseo. Confor-
cional) en dos niveles que desdibujan la me a esta visión, la relación de poder en
concepción que deposita el poder en el rol la intimidad se invierte, toda vez en que
activo. Primero, según la relación del suje- el sujeto objeto del deseo inicial (hetero-
to seductor (sujeto de deseo) con el su- sexual) en el proceso seductor se trans-
jeto seducido (objeto de deseo), y segun- forma en sujeto de deseo, al menos en tér-
do, según la dinámica de la intimidad. minos de imponer nuevas reglas al juego
Con el triunfo del homosexual sobre el de seducción. Y, a la vez, en la medida
heterosexual, esto es, que el heterosexual que el sujeto del deseo original (homo-
termine aceptando tener relaciones sexual) alimenta su deseo, aceptando las
sexuales, aunque ello no signifique nece- condiciones que impone su objeto, se
sariamente perder su papel de activo en transforma en el objeto del juego de se-
el encuentro sexual (es decir, mantenien- ducción del nuevo seductor.
do su rol de penetrador),16 surge la pre- No obstante, en la propia dinámica del
gunta siguiente: ¿quien es el sujeto del espacio de seducción, que puede dar lu-
poder en el proceso de seducción? Respon- gar a varios escenarios, el despliegue del
der esta pregunta requiere, previamen- poder se mueve entre un sujeto y otro sin
te, dar por supuesto que ambos están terminar de establecerse en ninguno de
conscientes de sus actos (en términos grie- ellos. El poder, entonces, puede concebir-
gos, ambos son hombres libres). De ahí se como la capacidad de los sujetos que
en adelante, conforme a la tesis amplia- interactúan para construir las condicio-
mente aceptada de la relación poder/rol nes que dirijan el proceso de seducción
activo, la respuesta correcta tendría que hacia la intimidad sexual o hacia otro tipo
señalar al heterosexual como el sujeto de relación cómplice (diversión, amistad,
del poder, pero en nuestra opinión ello no entre otros). Por lo tanto, el poder perte-
ocurre así. nece al espacio de la seducción. Ambos
sujetos contribuyen a direccionar el pro-
ceso de seducción, pero no son detentado-
res del poder que emana del mismo. El
16
El triunfo para el homosexual no radica en poder refiere a las condiciones de posibi-
transformar al heterosexual en el pasivo de la lidad de mantener el espacio de seduc-
relación, sino en la aceptación del encuentro
sexual. De este modo, la máxima reside en una
ción y, por ende, es una condición de la
derrota simbólica, no en un cambio de posiciones existencia del espacio. El poder no es lo
en la intimidad. que se mueve entre los sujetos del espa-
Deseo y poder 71

cio: lo que se desplaza entre ellos es su seductor en la historia de Occidente: Ca-


lugar en la relación de seducción. sanova.
Así como en el primer momento, quien Si bien el seductor corresponde al su-
busca seducir al otro es el homosexual, jeto que cautiva a su interlocutor(a), lo-
en el transcurso de la interacción (segun- grando su “derrota simbólica” (Giddens,
do momento) el heterosexual puede eri- 1998), dicho logro no surge por una es-
girse en el lugar del seductor, ya no nece- trategia que mide con anticipación sus
sariamente para llegar a un intercambio pasos para hacerse irresistible a la per-
sexual, pero sí para alcanzar un nivel más cepción del otro, sino que alcanza tal efec-
elevado de intimidad (tercer momento). to a causa de tres componentes de su ac-
Por ejemplo, el heterosexual puede bus- cionar que le permiten encandilar a su
car una complicidad respecto a compar- interlocutor o sujeto de su deseo: el hu-
tir las diferencias y cercanías afectivas, mor, el cinismo y la asertividad.
sexuales y sociales que comportan sus En la actualidad el proceso de seduc-
distintos devenires sexuales en la situa- ción ha adquirido una celeridad que anu-
ción misma que los envuelve (proceso de la el tiempo (en su acepción secuencial),
seducción). En esta búsqueda de mayo- los preparativos cuidadosamente diseña-
res grados de complicidad en la interac- dos para construir una trampa que atra-
ción, la seducción trasciende su tradicio- pe al objeto de deseo en el espacio sexual;
nal visión que la limita al logro de una los casanovas del presente (hombres o
conquista sexual efímera y circunstancial. mujeres) construyen su tela de araña se-
Como se puede inferir, nuestra concep- ductora en el lapso de una situación inte-
ción del sujeto seductor contiene algunas raccional. Sean escasos segundos o el
similitudes, pero sobre todo comporta dis- tiempo que dure la velada que dio lugar
continuidades, con la idea ampliamente al proceso seductor, el humor es clave para
aceptada en el sentido común, en la lite- atrapar el interés del otro. Más que el fí-
ratura y en la academia, que proyecta una sico o los títulos nobiliarios, es la capaci-
imagen del seductor como calculador, que dad de hacer reír lo que hace irresistible
usa engaños y diversos recursos para a un sujeto. Como se ha establecido en
atrapar la atención y lograr la conquista algunas investigaciones en países euro-
del otro. Distintos trabajos han abordado peos, a las mujeres les interesa mucho
la figura del seductor que históricamen- más estar con un hombre que las haga
te se ha asociado con el hombre. Para al- pasar una velada divertida que con uno
gunos autores, la seducción masculina que posea un físico de “Adonis” (Lipovets-
tradicional se estructuró en función de ky, 1999).
tres principios básicos: “la declaración Por otro lado, el cinismo —que no debe
de amor, las lisonjas a la mujer, la pro- confundirse con hipocresía— siguiendo
mesa de matrimonio” (Lipovestky, 1999: las tesis de Diógenes, refiere a una forma
47). Para otros, esta idea del seductor, de relacionarse que pone énfasis en el
como el “novio del género humano”, está abierto desprecio por la institucionalidad
adecuadamente descrita en la literatura de las relaciones sociales (normas socia-
que trata sobre las conquistas del mayor les y morales). Esta confrontación con el
72 Gabriel Medina Carrasco

protocolo social y el deber moral se tra- acervos morales y normativos que asis-
duce en un accionar incisivo y transgre- ten a determinada configuración sexual
sor, que desemboca en la invención de un pueden desdibujarse en el proceso de se-
ambiente interaccional orientado al des- ducción. En otras palabras, todas las cer-
borde lúdico y descarado de la moral que tidumbres sexuales articuladas en proce-
rige una situación social determinada. De sos de socialización previos pueden
este modo, el cinismo es un código social desmoronarse ante el espesor del poder
que funda escenarios sociales o situacio- del deseo que se despierta en los sujetos
nes discursivas, que se estructuran en la cuando éstos se ven inmersos en un es-
dirección que el seductor desee. pacio de seducción.
En tercer lugar, para encandilar y cau- Lo anterior se puede observar en la
tivar a su interlocutor el seductor tiene errada concepción que establece una re-
que actuar con asertividad; esto es, inte- lación ontológica entre pasividad/belleza
ractuar a partir de hacer una correcta femenina. El cuerpo de la mujer como el
lectura de los intereses y deseos del otro objeto representativo de la belleza no es
y del ambiente situacional. Ello conlleva un invento moderno, sino una construc-
una adecuada interpretación de sus res- ción que se remonta al Renacimiento de-
tricciones morales como de las debilida- bido al “reconocimiento explícito y ‘teori-
des que ellas contienen. En sus interven- zado’ de la superioridad estética de la
ciones cargadas de cinismo, el seductor mujer y glorificación hiperbólica de sus
extiende a su interlocutor una invitación atributos físicos y espirituales” (Lipovets-
a una situación distinta de la que origi- ky, 1999: 105).17 La concepción de la be-
nalmente los encontró. La sutileza de la lleza que surge entre los siglos XV y XVI
invitación descubre a su interlocutor veía la belleza femenina como represen-
acompañando al seductor en la ruta que tante de valores morales y espirituales,
aquél propone sin la capacidad de negar- como la bondad y la pureza. En cambio, la
se a tal cometido. visión moderna de la belleza (siglo XIX)
Así, el seductor posee la facultad de la concibe como un atributo corporal que
derrotar las barreras simbólicas, lo que se desliga de su dimensión espiritual y se
—en el espacio de la intimidad— se tra- explica en sí misma. Sin embargo, sólo a
duce en eliminar en el sujeto objeto de través del siglo XX la visión moderna tras-
deseo la autonomía básica para orientar pasa los estrechos límites de la alta so-
sus cursos de acción. Sin embargo, para ciedad, el arte y los círculos intelectua-
ello no recurre a subterfugios o recursos les; concretamente a partir de la
solapados, sino que en su antípoda actúa masificación de los medios de comunica-
de manera incisiva, displicente, transpa- ción en la década de 1960 se generaliza
rente y humorística, logrando encandilar
a los otros sujetos con los que comparte 17
Entre los griegos la situación se presenta
la relación de intimidad. En este sentido,
diferente, porque el cuerpo que despertaba las
los recursos de belleza física, poder eco- pasiones era el cuerpo atlético y novel de los va-
nómico y político pierden relevancia en rones; es decir, el deseo sexual surgía por el cuer-
el proceso de seducción. Asimismo, los po de los jóvenes.
Deseo y poder 73

la nueva idolatría por la belleza femeni- El deseo de experimentar placer pone


na, que llega a erigirse como un símbolo en jaque los discursos sociales —y mora-
comercial, estético y cultural de lo bello. les— que imponen al hombre el control
Sin duda, el factor más relevante en sobre su propio cuerpo. Este eventual des-
esta veneración por la figura femenina ha control indica que en los inicios de todo
sido su heterodefinición masculina. Ya sea ritual de seducción el poder aparece aso-
producto de la negación al placer al que ciado con la mujer e incluso puede man-
fue condenado el cuerpo femenino por las tenerlo según el dominio que tenga de la
tradiciones griega y judeocristiana,18 o por situación de seducción. Si así ocurriera,
la exaltación de su belleza en las artes no existiría una derrota simbólica de la
visuales y literarias o por el mercado, el mujer cuando supuestamente “cae” bajo
cuerpo de la mujer ha logrado una misti- el influjo del seductor, ya que dicha caída
ficación erótica sin igual en la historia de podría ocurrir por la propia decisión fe-
la humanidad. Incluso, por disímil que menina que buscaría la consecución de
sea el lugar que ocupa la mujer en la di- la experiencia placentera del encuentro
mensión simbólica de una cultura tan sexual. Este tipo de situación, en el cual
diferente —de la occidental— como la de la mujer determina —no sólo impone las
las sociedades del Medio Oriente, se con- condiciones— la dirección de la seducción,
sidera que el cuerpo femenino tiene el puede entenderse perfectamente si aten-
poder de provocar la debilidad de los hom- demos al hecho de que la politización del
bres; de ahí que, aún en este tiempo fini- sexo (cf. discusión pública de la intimi-
secular, en Arabia Saudita —y otros paí- dad) eliminó el poderío masculino sobre
ses del Medio Oriente— la mujer sea la mujer (Lipovetsky, 1999).
compelida a llevar su cuerpo —incluida Al hacer hincapié en la derrota simbó-
la cara— totalmente cubierto (Zuhur, lica de la mujer no se considera que, en el
1992). proceso de seducción, los amantes pue-
Posiblemente por la prohibición del den entregarse a una situación que los
placer aplicada a las mujeres, pero tam- supera; esto es, sumergirse al total deseo
bién por la doble moral sexual moder- por el otro y a la búsqueda de experimen-
na que alienta al hombre a buscar la tar el goce sexual. Por lo tanto, cabe en-
satisfacción de su deseo sexual, el cuer- tender el proceso de seducción como un
po femenino se ha erigido en el princi- paso hacia la construcción de un espacio
pal símbolo público del goce sexual de de complicidad compartido.
la modernidad. Los hombres, en función Los discursos que alimentan el mito de
de conquistar su placer, pueden llegar la superioridad del hombre y la inferiori-
a matar o a matarse, a perder la razón, a dad de la mujer en el ritual de la seduc-
humillarse, etcétera. ción serían un intento de mantener una
posición de poder masculino, que opera
principalmente en la dimensión discur-
18
Reforzado en los umbrales de la moderni-
dad por el proyecto de saneamiento de clase de
siva de la sexualidad. Sin embargo, di-
la burguesía, que tipificó al deseo sexual femeni- cha hegemonía no impide que en el espa-
no como histérico (Foucault, 1998a). cio de la intimidad el poder pertenezca al
74 Gabriel Medina Carrasco

propio espacio, en tanto que hombres y y, por extensión, también alude al inter-
mujeres tienen la posibilidad de construir cambio o las intensidades de los papeles
un significado de placer a partir del sen- activo/pasivo de los actores.
tido que alimenta la lectura sensorial. Si Para que la intimidad sea un lugar de
bien el hombre puede interpelar su con- rituales y juegos eróticos que transgre-
dición de superioridad cultural, la mujer dan la normativa sexual, requiere que los
puede responder desde el lugar de la re- sujetos se comprometan con la relación
sistencia concreta. En términos hipotéti- sexual. En otros términos, requiere que
cos esta resistencia puede traducirse en los sujetos desarrollen un compromiso con
una negación a las insinuaciones sexua- su propio cuerpo en la búsqueda y per-
les del hombre o a la imposición de las cepción del placer. Sólo de este modo el
condiciones para concretar el encuentro goce sexual será fruto de la complicidad
sexual. construida en la intimidad y, por ende,
El seductor, como lugar de poder, sería será un placer compartido. Esto significa
parte del discurso masculino sólo en la que el placer de la intimidad sigue sien-
medida en que busca confirmar una posi- do un campo latente que se define en fun-
ción de dominación autoconferida. Supe- ción del tipo de lucha que plantean los
rioridad masculina que buscaría amino- amantes. Si la disputa se estructura ex-
rar (u ocultar) el temor que le produce el clusivamente en función del placer del
poderío de la mujer (por su capacidad re- activo, no se produce un goce cómplice;
productora) y, por lo tanto, el discurso se- por el contrario, el encuentro sexual sir-
ductor busca en lo principal seducirse a ve a los intereses solipsistas del activo.
sí mismo: se entrega a su propia aparien- La falta de complicidad entre los aman-
cia (Baudrillard, 1997). tes se traduce en el copamiento del pla-
Independientemente de cuál de los cer producido en la intimidad por parte
sujetos de un proceso de seducción gene- del sujeto activo. En estos casos, el sujeto
re el deseo en el otro (mujeres, hombres, pasivo sólo cumple un papel instrumen-
homosexuales), la dinámica de la relación tal porque no experimenta goce alguno,
de deseo sexual impone una movilidad del sólo sirve para el beneficio del otro. En
poder que lo sitúa en el propio espacio de cambio, si la disputa se estructura en fun-
la intimidad. Esto implica que el poder ción del placer de ambos amantes, activo
que da existencia al espacio de seducción y pasivo obtienen el beneficio de recono-
es autónomo, no depende de quién deten- cerse en la explosión orgásmica. En rea-
ta el papel activo y quién el pasivo en el lidad, la figura del orgasmo viene a refle-
proceso de seducción. Por lo tanto, exis- jar la comunión de los amantes en la
tiendo alguien que busque seducir a otro intimidad; sea o no una experiencia so-
que acepta participar en el juego de se- mática, en términos simbólicos expresa
ducción, la intimidad adquiere un poder el goce más profundo posible en el espa-
que se orientará de acuerdo con la diná- cio sexual o íntimo: plena comunicación
mica de la seducción. La dinámica refie- entre los amantes. En estos casos, uno de
re a los ritmos, las reglas del juego y las los amantes puede por momentos —o de-
complicidades construidas en la seducción finitivamente— guiar a su compañía
Deseo y poder 75

sexual en el ritmo, las caricias, las postu- nificados que aún permanecen en la alte-
ras y, en definitiva, en la ruta hacia el ridad de la modernidad (en el secreto) es
placer. Pero esta guía no funciona si sólo una apuesta por atribuirle al espacio de
es para sí; tiene como condición compar- la intimidad la libertad para fundar nue-
tir los deseos, los gustos y las sensacio- vos significados; en definitiva, es hacer
nes: es un placer para ambos y con la hincapié en aquellos significados que no
participación de ambos. Sólo de esta ma- articulan la relación sexual ubicando el
nera, el compromiso con el ritual erótico poder de orientar el placer en uno de los
permite alcanzar mayores niveles de de- amantes (activo), sino que lo sitúa en el
seo recíproco y, por extensión, mayores po- espacio de entrega o complicidad, o am-
sibilidades de placer. bas cosas.
Comprometerse consigo mismo en el Reconocer que los significados que ar-
ritual erótico y sexual no implica luchar ticulan la experiencia de la modernidad
para imponerse en función de un benefi- provienen de un discurso masculinizan-
cio mezquino y solipsista, sino es una lu- te, obliga a dar cuenta de la alteridad de
cha para alcanzar una comunión sexual; sentido que lo cuestiona. Pese a que la
esto es, una relación donde ambos entre- lógica formal que aprisiona a la reflexión
gan e intercambian sus deseos de placer. moderna no permite aprehender lo inde-
En esta situación lo importante es gene- terminado de la realidad (Zemelman,
rar una situación de complicidad y de 1992), la riqueza de la dimensión somáti-
entrega porque, aunque no comporte afec- ca inaugura un desplazamiento de los
tos que trasciendan la situación sexual, horizontes de comprensión de la sexuali-
el poder logra trascender a los amantes. dad moderna.
De acuerdo con esta concepción del po- Para superar la aporía analítica que
tencial liberador del deseo, no importa tiene el pensar parametral que impone
buscar en los amantes ni el papel del ac- la lógica formal (cf. para romper la clau-
tivo o pasivo ni la condición de varón o de sura de sentido de la modernidad), deba-
mujer. tir sobre la relación poder/rol activo ofre-
ce una posibilidad para cuestionar la
hegemonía del discurso masculinizante,
VI. COLOFÓN toda vez que permite conceptualizar de
manera distinta las relaciones de poder
Una lectura distinta de la interpretación en el interior del espacio de la intimidad.
foucaultiana sobre el legado griego que Seguir las condiciones del discurso hege-
forma parte de la cultura sexual moder- mónico, en vez de observar la diversidad
na constituye un intento por asumir el de lo sexual, comporta desterrarla al ano-
desafío de romper el horizonte de sentido nimato, sepultarla en los pliegues de la
de la modernidad a partir de resignificar experiencia y la alteridad.
las zonas oscuras de la sexualidad grie- Quienes se limitan a la búsqueda de
ga. La posibilidad de develar, a partir de la verdad (como norte o finalidad de pro-
cuestionar la hegemonía del discurso ceso de construcción del saber) están atra-
masculino de la sexualidad, aquellos sig- pados en una visión complaciente de la
76 Gabriel Medina Carrasco

formación discursiva moderna y no logran Abrir cauces hacia un distinto modo


visualizar la complejidad epistemológica de construir conocimiento requiere nece-
que implica asumir el desafío de escapar sariamente cambiar el tipo de reflexión
a la clausura de sentido de la moderni- sumergida en los parámetros de la lógica
dad. En este contexto, se hace necesario formal. El resquebrajamiento del saber
abrir escenarios de discusión en busca de construido con base en la cadena causal
tender puentes analíticos que develen los es un aliciente en esta dirección, pero re-
significados que circulan en la alteridad sulta insuficiente. Queda pendiente aún
discursiva y de la propia experiencia so- aprender a pensar con nuevos significa-
cial moderna. dos, por ejemplo con aquellos que surgen
La apertura de universos de sentidos en la apropiación que los sujetos hacen
diversos, detectada en el espacio de la in- de las experiencias que rompen con lo
timidad, inaugura una línea de trabajo aceptado, con lo cosificado normal. Este
que obliga (junto con hacer una exégesis aprendizaje debería partir de la reflexión
de las interpretaciones a través de las sobre el status ontológico del lenguaje.
cuales los sujetos construyen sociedad en Más que indagar si se asiste a un cambio
y desde la dimensión íntima) a una re- de paradigma en la capacidad del lengua-
flexión de nuestras propias interpretacio- je para representar o poseer el saber, la
nes. Así como Foucault hizo hincapié en cuestión radicaría en conocer si dentro del
el funcionamiento del poder más que en propio lenguaje, como sistema de signos
sus supuestas causas (su atención se ubi- (símbolos, íconos e índices), circulan sen-
ca en el cómo), la revisión de su trabajo tidos divergentes a los construidos en el
lleva a interrogarse sobre los elementos marco de la formación discursiva moder-
cognitivos y afectivos que asisten a la na. La apertura a la alteridad, al menos
configuración de las anomalías o proble- en el surgimiento de cauces hacia catego-
matizaciones que animan a las investi- rías-otras, podría construirse a partir de
gaciones sociales. Sería pertinente, pues, asumir como paradigma la sentencia “Un
responder por qué pensamos como pen- significado de una palabra es una forma
samos. En esta perspectiva, las concep- de utilizarla. Porque es lo que aprende-
ciones del poder aquí esbozadas (el poder mos cuando la palabra se incorpora a
como poder-hacer y como poder-sobre) nuestro lenguaje por primera vez” (Witt-
tendrían que complementarse con un po- genstein, 1997: 10c). Quizá entonces se
der-otro que se despliega en los intersti- debiliten las barreras para llegar a una
cios de la discursividad moderna sobre la forma distinta de comprender las relacio-
sexualidad; un poder-otro que se plantee nes sociales, y del funcionamiento del
desdibujar las estructuras del propio po- poder en la estructuración del orden so-
der; un poder-otro que promueva una lu- cial. Quizá entonces se pueda construir
cha por el sentido de las luchas. En suma, una intimidad menos sesgada, menos
un poder-otro que se signifique como el oculta a los saberes. Pero eso remite a una
no-poder. experiencia aún no escrita.
Deseo y poder 77

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