Sunteți pe pagina 1din 1

-Después del signo:

¿y tú, sigues ignorando el llamamiento que Jesús te hace?

¿A qué le temes, a abandonar lo que hasta ahora crees que has cosechado en la vida?

Jesús te invita a ir contracorriente, a desafiar tus realidades, a dejar todo aquello que te impide
ser feliz: tus angustias, tus problemas, tus miedos, tus iniquidades, tus pesares, tus confusiones,
tus cargas… a subvertir todos estos emblemas con una sola y magna solución: el Amor.

La vida consagrada es un regalo, es un don de Dios para el humano, para aquel que es invitado a
vivirla, y para aquel que la recibe y convive con ella. Y al igual que hacemos con un regalo,
tenemos las dos opciones: acogerla o rechazarla.

Cuando aceptamos este regalo, un oleaje maravilloso del océano de la alegría nos inunda las
entrañas, y nos arrastra hasta más allá de nosotros mismos, sucumbiéndonos a las profundidades
del alma, hasta encontrarnos con nuestro ser más verdadero: el agua que refleja el rostro de
Cristo.

Es allí donde se encuentra el manantial de la acción evangelizadora que trae consigo la vida
consagrada; porque, si alguien ha acogido ese Amor que le ha concedido el sentido de su vida,
¿cómo podría contener el deseo de comunicarlo a los otros?

El bien siempre tiende a comunicarse, las buenas noticias siempre se dan; por ello es dulce y
reconfortante la alegría de evangelizar.

Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier
persona que sea participe de un hecho maravilloso, adquiere cierto sentimiento inquietante en su
ser. Comunicándolo, el bien se arraiga y se expande; como diría San Pablo: “Porque el amor de
Cristo nos apremia” (2Cor 5, 14); “¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!” (1Cor 9,16)

La Vida Consagrada es una sobreabundancia de amor del Padre hacia cada uno de nosotros.

El amor de Dios no es medido, pero se caracteriza por dar siempre de más, y la vida consagrada es
eso: dar de lo que Dios nos da desmedidamente, para compartirlo con aquellos que de eso
carecen.

Si sientes esta curiosa sensación de llamamiento, no tienes por qué temer; por el contrario, no le
cierres la puerta a la magnífica alegría que Dios ha dispuesto para nacer en tu corazón. ¡Siéntete
orgulloso y alegre, un escogido entre multitudes! Porque Él tiene su mirada fija en tí, porque ha
observado tu recorrido; aún desde el vientre de tu madre, tus palpitaciones eran para Él la más
agradable de las melodías. Y Él, que es la más grande de todas las armonías (el Amor) te ha
escogido para que te unas a su composición musical y así, juntos crear la más bella sinfonía que
embelese a este mundo tan necesitado de su son (el Amor).

S-ar putea să vă placă și