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Ya no eres esclavo sino hijo, y si hijo también heredero por medio de Dios

Lectura: Gálatas 3:25-4:7 - 25Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo
ayo, pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. Porque todos los
que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido. No hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en
Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham,
herederos según la promesa.
Digo, pues: Mientras el heredero es menor de edad, en nada es diferente del
esclavo, aunque sea el dueño de todo, sino que está bajo guardianes y tutores hasta
la edad señalada por el padre. Así también nosotros, mientras éramos niños,
estábamos sujetos a servidumbre bajo las cosas elementales del mundo. Pero
cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que
recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu
de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre! Por tanto, ya no eres
siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.
Intro: En el trabajo de condenar el error legalista, que consiste en pretender
ganarse el derecho a heredar la vida eterna, por hacer buenas obras. Pablo empezó
por mostrar que, siguiendo el ejemplo de Abraham, no debo confiar en mis buenas
obras para justificarme ante Dios, sino en la promesa hecha por Dios, en la cual Él
dijo que declararía justo, recto, sin culpa, a todo aquel que creyera. Es como si
Pablo estuviera diciendo: ¿Ustedes quieren seguir el ejemplo de Abraham, el padre
de los judíos? Entonces, sigan su ejemplo, crean solamente en la promesa y en la
fidelidad del que prometió. Acto seguido, respondiendo a la pregunta: Si las obras
no son necesarias para que seamos declarados justos ante Dios, entonces, ¿a qué
vino la ley de Dios? ¿Cómo armonizar la ley y la promesa? La palabra de Dios nos
declara que la ley de Dios no es una lista de requisitos los cuales tenemos, y
podemos cumplir, con el fin de ganar nuestra salvación. Antes la ley es presentada
como un espejo que muestra nuestra maldad, e incapacidad de vivir en perfecta
obediencia a Dios. La ley también es representada como nuestro guía, tutor, y
guardián, quien nos conduce a Cristo, el único que cumplió toda la ley, el
cumplimiento de la promesa, y quien nos libra de la maldición de la ley. Esta es la
función de la ley, conducirnos a Cristo, el salvador. Esta es la gracia evangélica de
la ley que concuerda con la promesa. Terminamos leyendo el versículo 24 del
presente capitulo, el cual, en mi opinión, es inseparable del versículo 25, que nos
introducirá a nuestro texto de hoy.

Las referencias a Dios, a Cristo, a los creyentes como hijos y herederos, juntamente
a otras 11 referencias a un antes y un después, un cambio de condición: “vosotros
sois, todos estaban, vosotros erais, y etc.” abundan en los siguientes versículos.
Esto es algo que nos ayuda a percibir el énfasis del autor.
En esta sección, veremos el carácter liberador y paternal de la justificación.
Veremos el antes y el después en la vida de los que creen en Cristo como su
suficiente salvador. El antiguo estado ajeno a Dios, alejado de Él, y el nuevo estado,
la nueva vida en Cristo, donde todas las cosas viejas pasaron, cuando el que cree ya
no es un esclavo, ya no es un enemigo de Dios, sino hijo de Dios y heredero según
la promesa.
Veamos qué nos quiere decir Dios, mediante su palabra:
El antes y el después de la fe. Vs 24 - 25.
24
De manera que la ley ha sido nuestro ayo – nuestro educador, nuestro tutor,
nuestro guardián - para llevarnos a Cristo - con el propósito de conducirnos a
Cristo - a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25Pero ahora que ha venido la
fe, ya no estamos bajo ayo.
Una vez que el evangelio de Cristo nos fue revelado, y creímos en Él, el propósito
de la ley, guiarnos hacia Cristo, alcanza su objetivo. Los que creen ya no están bajo
la tutela, y guía de la ley.
El nuevo estado del creyente. Vs 26 - 29.
Vs 26-27: Compone la base de todo el argumento. Todos los que creen están
revestidos de Cristo, por lo tanto, todos los que creen son hijos de Dios.
Vs 26 – (…) Pues todos => “los que creen y confían en Cristo” => sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús…
Aquí encontramos una afirmación que encierra una parte fundamental de toda su
argumentación. El “todos” derriba las fronteras establecidas por el orgullo propio.
A partir de de esta afirmación, Pablo explica como esto es posible.
V27 - porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos.
Este “Por qué” con el cual sigue, nos indica que se empezará el desarrollo del
argumento. Es lo mismo que si Pablo hubiese dicho: “Por la razón que les
presentaré a continuación, es que se hace posible que todos los que creen sean
hijos de Dios”. Sigue su explicación apuntando al bautismo “Habéis sido
bautizados” – Esta referencia al bautismo consiste en un claro contraste con la
circuncisión, la cual era tan importante para los judaizantes. El bautismo en sí no
es nada, la importancia está en lo que representa. El bautismo es un acto público de
fe y arrepentimiento. La circuncisión es un acto de conocimiento público, que
afirma el compromiso con la raza judía y con sus ritos religiosos. Ambos ritos son
un modo de iniciación a una vida religioso, es decir, una vida ligada a Dios.
Circuncisión: Simboliza el ligarse a Dios por las obras de la ley.
Bautismo: Simboliza el ligarse a Dios por completa dependencia y confianza en
Cristo. Simboliza ser sepultado con Cristo, morir para los valores y propósitos de la
sociedad sin Dios. Como dijo Pablo en el capitulo 2:20 – “y ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. También en Romanos 6:4 =>>
Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que,
así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida
nueva.
El bautismo, a diferencia de la circuncisión, es una señal de que fuimos revestidos
por Cristo, la palabra revestir implica literalmente “vestir, cubrirse”. Lo que es una
forma figurada de apuntar a la unión espiritual entre Cristo y el creyente.
Vs 28-29: 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de
Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.
En estos versículos vemos el resultado de estar unido por la fe a Cristo. Todos los
que creen son uno, “ya no vivo yo, Cristo vive en mi”. No importa tu raza, tú
genero, tu posición social, tus logros personales, o tu pasado, todos los que creen en
Cristo, son uno, son iguales en Cristo. La identidad del que cree está fundamentada
en Cristo, por eso los que creen pertenecen a Cristo, e igualmente todos son linaje
de Abraham.
Hasta aquí, de cierto modo, el tema de la sección pasada, la promesa que es por la
fe y la ley, siguen estando bajo perspectiva, aun que ya podemos observar como el
énfasis del argumento, gradualmente empieza a revelar otro matiz de la
justificación por la fe sola, y este es la adopción. Vs 26=>> Todos sois hijos de
Dios (…) Vs 28b =>> Todos sois uno en Cristo.
El termino heredero, que aparece al final del vs 29, y al principio del primer
versículo del capítulo 4, denota continuidad de la línea de raciocinio del autor.
Seguimos:
Vs 4:1-3: Pero también digo - añado a lo dicho anteriormente, dando continuidad -
mientras el heredero es menor de edad, en nada es diferente del esclavo, aunque es
señor de todo; 2 sino que está bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por
el padre. 3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud
bajo los rudimentos del mundo. Pablo ilustra con el ejemplo de un niño, el estado
del creyente anteriormente a su nueva vida en Cristo. Una pregunta que se podrán
hacer es, ¿qué son, o qué significa la expresión “bajo los rudimentos del mundo”?
En Colosenses 2:8; 20-22, Pablo deja registrado de una forma un poco más
detallada, a qué se refiere él al usar la expresión, “estar bajo los rudimentos del
mundo”. Básicamente estar bajo los rudimentos del mundo, es estar sometido a
mandamientos de hombres, reglas humanas, regulaciones referentes a la relación
personal con Dios. William Hendriksen lo definió de la siguiente manera:
“Rudimentos del mundo son enseñanzas elementales sobre reglas y regulaciones,
por las cuales antes de la venida de Cristo, la gente, tanto judíos como gentiles,
buscaba lograr, cada cual a su manera, la salvación por sus propios esfuerzos y en
conformidad con los impulsos de su propia naturaleza carnal”.
Vs 4-6: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido
de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a
fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a
vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo (…) El pasaje empieza con el famoso
“pero (…) Dios”. El indicador de la intervención divina en la historia humana.
Estos versículos revelan el cambio de estado, antes eran esclavos, hasta que en la
plenitud del tiempo Dios envió a su Hijo (…). Es interesante señalar que en la
ilustración presentada en los versículos anteriores, Pablo registra que el padre del
heredero es quien define el tiempo en el cual el heredero recibirá la herencia. Por
implicación, Dios es quien define la plenitud del tiempo, cuando es el momento
ideal. Dios orquestó la historia de la humanidad guiando todos los eventos hasta el
momento indicado por Él, para que Cristo, su hijo, fuera enviado como el sustituto
de los que creen, siendo humano como ellos, y naciendo bajo el régimen de la ley.
Cristo vino a redimir, a pagar el precio para la liberación de los que estaban bajo el
cautiverio de la ley, en consecuencia, los que creen en Cristo fueron adoptados
como hijos de Dios.
Vs 6 – “Y por cuanto sois hijos” La consecuencia de todo lo que se dijo
anteriormente, porque sois hijos, por esta razón, a raíz de ello… El cambio de
estado apuntado en todo el pasaje – Dios envía el espíritu de su Hijo a los corazones
de los que creen, algo que no tenían anteriormente, cuando estaban bajo los
rudimentos del mundo, ahora dentro del que cree hay un nuevo instinto director que
le conduce hacia Dios, su Padre, este es el Espíritu de su Hijo, el cual clama ¡Abba
Padre!
¡El creyente ya no es un esclavo! Su condición de esclavo ha quedado atrás de
forma definitiva, esta antigua condición esencial quedó en el pasado, ya no es un
esclavo, ahora es un hijo de Dios, esta es su nueva condición ante Dios, es el estado
perpetuo del que cree, ya no hay vuelta atrás, ahora es un hijo de Dios.
Dios envía el Espíritu de Jesús a los corazones de sus hijos, el cual “clama dentro
de ellos, diciendo”: ¡Abba Padre!
¡Abba Padre! Era una forma muy intima de dirigirse al padre de familia. A los
esclavos se les prohibía dirigirse al padre de familia de esta manera. Solo los hijos
tenían en derecho de dirigirse al padre de una manera tan íntima y cercana.
Vs 4:7 – La conclusión: Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también
heredero por medio de Dios. Este versículo está totalmente atado al versículo 26
que introduce esta sección. Introducción y conclusión se complementan
perfectamente – Vs 26; 4:7 =>> (…) Pues todos sois hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús. Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por
medio de Dios.
“Por medio de Dios” Intuitivamente se esperaría que fuera por medio de Cristo,
o de la fe en Cristo, ya que en todo tiempo Cristo es presentado como el objeto de
la fe, la promesa y la ley, el mediador. Cristo por medio de quien es posible que
seamos justificados, adoptados y hechos herederos de Dios. Pero aquí el texto cierra
diciendo que los que creen son hijos y herederos por medio de Dios. Esto a punta a
la obra soberana de Dios en la salvación, obra que no depende de la eficacia
humana. Queda evidente que agente activo, el que toma la iniciativa en la salvación
es Dios mismo, el que sostiene al creyente y lo guía a la herencia final, la gloria
venidera, la gloria eterna, es el mismo Dios. Nos recuerda lo que Pablo pregunta al
principio del capítulo 3: ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu,
¿vais a terminar ahora por la carne? Dios es quien comienza la obra de salvación,
es quien la hace perseverar a lo largo de la vida, y es quién garantiza su constancia
eterna de la salvación. La promesa es una herencia, que el hijo la recibe por la
voluntad soberana del testador, el Padre. 2 Corintios 5:18-19 - Y todo esto procede
de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al
mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y
nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.
Este pasaje se podría leer de la siguiente manera: “Mientras que el heredero es
niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo. Entretanto que es niño,
está bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por el padre. Así también
nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del
mundo. Pero venida la fe, ya no estamos bajo tutores y guardianes. Cuando vino el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la
ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la
adopción de hijos.
Todos los que “creyendo” habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos. Todos vosotros sois de Cristo y todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
“Por eso, todos vosotros sois” linaje de Abraham, y sois herederos según la
promesa. “Así que” ya no hay “distinción”, no hay judío ni griego; no hay esclavo
ni libre; no hay varón ni mujer, todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. “Por lo
tanto”, por la fe en Cristo Jesús todos sois hijos de Dios; y porque sois hijos, Dios
envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así
que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios”.
Este texto fue escrito para los gálatas, pero es una verdad a todos los
cristianos:
Aquí Pablo toca la cima de esta doctrina, se desvela aquí el brillo más glorioso de la
doctrina de la justificación solamente por la fe en la suficiencia de Cristo como
nuestro salvador. Dios no solamente nos une a la descendencia de Abraham y a sus
privilegios terrenales. Dios no solamente nos libra de la maldición de la ley, y así
del infierno eterno. Dios va más allá, Él envía a su único hijo, perfecto, inocente,
sin pecado, infinitamente justo, le envía a morir en nuestros lugar, como paga por
nuestros pecados, eso significa decir que Cristo vino a redimirnos. Dios le imputó a
Cristo toda nuestra rebelión, todos nuestros pecados, toda nuestra injusticia. Y a los
que hemos depositado nuestra confianza solamente en Cristo, como su nuestra
única esperanza de que seamos justificados ante Dios, el Padre, a nosotros nos ha
investido, nos ha cubierto, nos ha transferido, nos ha imputa la justicia del perfecto
e infinitamente justo, eterno Hijo de Dios, pero no solo eso, Dios Padre va más allá,
su gracia es todavía más maravillosa e inconmensurable de lo que pensamos, El
Padre infinitamente perfecto y justo nos toma como sus propios hijos… Él nos
adoptó con un amor incondicional, sin exigir nada de nosotros a no ser nuestra
confianza en que su promesa es verás, el justifica a todos aquellos que confían en
que Cristo pagó toda la deuda de todos nuestros pecados. 4:7 - Por tanto, ya no eres
siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.
Este hecho de maravillosa y sublime gracia es figurado de una forma
dramática y bella por la siguiente ilustración: Un hombre tenía una única hija.
Un hombre violento y malvado, encontrando la niña sola en el campo, la tomó por
fuerza, la humilló, la violó y finalmente la mató brutalmente. Él Padre, logró
apresar al culpable. Una muestra de justicia, sería que el Padre lo llevara ante el
Juez, y este perverso fuera condenado a la muerte. Una muestra de misericordia
sería que ese padre simplemente decidiera perdonarle, pero una inesperada muestra
de gracia sería que ese padre decidiera amar y tratar a ese asesino como a su propio
hijo. No por algo bueno que nosotros hayamos hecho al Padre, sino por lo bueno,
incomprensiblemente bueno que es el Padre, es que Él nos amó, castigo en Cristo
nuestra maldad, y nos vistió con su justicia, y nos tomó como hijos. Hay un cambio
radical, un antes y un después… Por gracia somos salvos, por medio de la fe, y eso
no de nosotros, pues es regalo de Dios. No por obras, para que nadie se gloría.
Somos declarados justos ante Dios cuando creemos que el sacrificio de Cristo, en
nuestro lugar, fue suficiente. Somos unidos a Cristo cuando creemos que su
sacrificio en la cruz en nuestro lugar, fue suficiente. Somos hechos hijos del Padre
celestial, del creador del universo, al ser justificados, por la fe en que el sacrificio
de Cristo en nuestro lugar es suficiente. Todos fuimos salvados por el mismo amor
y gracia incondicional, de la misma manera fuimos unidos a Cristo, libres de la
esclavitud, y constituidos hijos de Dios. Pablo discurriendo sobre la misma doctrina
en Romanos 3:23-30, hace la siguiente pregunta: ¿Donde está la jactancia?, en 1
Corintios 4:7 pregunta también: (…) ¿Quién te distingue? ¿Qué tienes que no
recibiste? (…) Aquí en Gálatas nos dice que Dios no hace acepción de personas,
Gálatas 3:27-28 =>> (…) Pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo
Jesús. Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis
revestido. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer;
porque todos sois uno en Cristo Jesús. Que el Señor nos libre del tentador y necio
orgullo de creer que somos alguno mejor que él otro. Somos uno en Cristo, que el
Señor nos de gracia, para vivir a la luz de esta verdad, y que el Espíritu Santo nos
reprenda cuando cedamos a esta soberbia tentación.
Aun que es escrito teniendo en mente los que creen, también hay un mensaje al
que no cree: Este texto nos muestra un antes y un después. Si no te has arrepentido
de tus pecados, pedido perdón a Dios, y confiado solamente en la salvación que
Cristo ofrece, para que sea declarado justo ante Dios, te tengo una pésima noticia…
Eres un esclavo del pecado, aun que te creas libre. Estás bajo la maldición de la ley
de Dios, la cual hoy mismo te hace eco ante el trono de Dios, declarando de ti:
¡Culpable, culpable, culpable! La paga del pecado es la muerte, y la condenación
eterna. Si no te has arrepentido de tus pecados, confesado y pedido perdón a Dios,
sino has creído en Cristo como el único y suficiente salvador, no eres hijo de Dios,
Él no te ha acogido entre sus hijos y herederos… Si no eres hijo de Dios, eres hijo
del diablo, y eres su heredero, y con Él heredarás el infierno… Es duro decirlo, pero
es la verdad, y con amor y urgencia te digo hoy: ¡Arrepiéntete, confiesa tus pecados
ante Dios, cree en el Señor Jesús y serás declarado justo ante el trono de Dios!
Serán perdonados todos tus pecados, serás libre de la esclavitud del pecado, y serás
tomado de entre los hijos del diablo, para ser adoptado como hijo y heredero de
Dios. Así que, una vez más te digo: ¡Arrepiéntete cree en el Señor Jesús y serás
hecho hijo de Dios y heredero de la vida eterna! Amén.

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