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Universidad Argentina John F.

Kennedy
Departamento de Biopsicología
Gabinete de Investigaciones y Cooperación Internacional

INFORME FINAL

Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA


en adolescentes de escuelas de nivel medio de gestión
estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

TITULAR
Dr. Eduardo Mas Colombo

INVESTIGADORES
Dra. Alicia E. Risueño
Lic. Iris Motta
Lic. Sandra Raphael
Lic. Karina Marcela Mas

AUXILIARES DE INVESTIGACIÓN
Prof. Sergio Fusaro

Diciembre 2008
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 2
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

ÍNDICE

RESUMEN ......................................................................................................... 3

INTRODUCCIÓN ............................................................................................... 4

OBJETIVOS ................................................................................................. 12

MATERIAL Y METODOS ................................................................................ 13

RESULTADOS Y DISCUSIÓN ........................................................................ 15

INFORMACIÓN ............................................................................................ 15

CONOCIMIENTO ......................................................................................... 17

CONDUCTAS DE RIESGO .......................................................................... 27

AUTOPERCEPCIÓN .................................................................................... 42

RELACIONES RELEVANTES ENTRE LAS VARIABLES CONSIDERADAS


...................................................................................................................... 44

CONCLUSION ................................................................................................. 47

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................ 51


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CONDUCTAS DE RIESGO Y CONOCIMIENTOS SOBRE VIH/SIDA EN

ADOLESCENTES DE ESCUELAS DE NIVEL MEDIO DE GESTIÓN ESTATAL

Y PRIVADA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

RESUMEN

En la actualidad se observan cambios en las causas de morbimortalidad

en los adolescentes. Las tres cuartas partes de la misma se deben a

comportamientos de riesgo. La adolescencia se formaliza como una etapa de

alta vulnerabilidad, dada su inmadurez biopsicosocial provocando un aumento

de riesgo de transmisión de VIH, tal como lo señalan las estadísticas oficiales.

Investigamos qué es lo que saben sobre VIH/SIDA los adolescentes

escolarizados de la C.A.B.A., cuáles son las conductas de riesgo más

frecuentes en ellos y cómo se perciben en relación a las mismas.

Se efectuó un estudio descriptivo y transversal, seleccionando una

muestra compuesta por estudiantes entre los 13 y 23 años de edad de

Escuelas de Educación Media de CABA, empleando un encuesta

autoadministrada, anónima y voluntaria, compuesta por 47 ítems.

Se identificaron las vías más usuales por las que reciben información, el

grado de conocimiento acerca de la problemática planteada, las conductas de

riesgo en general y sexual y su autopercepción. Estimamos la relación

existente entre conductas de riesgo y conocimiento para la puesta en marcha

de acciones preventivas.

Palabras clave: VIH/SIDA - adolescencia - conductas de riesgo –

conocimiento.
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INTRODUCCIÓN

Desde la aparición de los primeros enfermos del síndrome de

inmunodeficiencia adquirida [SIDA] ha transcurrido medio siglo. A partir de la

identificación del agente patógeno, el virus de inmunodeficiencia humana [VIH],

en 1983 hasta la fecha, las investigaciones científicas han aportado

importantes avances que condujeron a que no sólo se haya modificado el

tiempo de vida de los enfermos sino que también se haya retrasado la

aparición del período sintomático y mejorado la calidad de vida para todos ellos

(Ministerio de Salud, Argentina, Agosto, 2008). Podemos aseverar que en estos

últimos diez años con la implementación de los nuevos tratamientos

antirretrovirales de gran actividad [TARGA] el pronóstico se ha modificado, y de

ser una patología subaguda y mortal a corto plazo, se convirtió en una

enfermedad crónica y controlable.

No son estos los únicos cambios que sufrió el desarrollo de la

enfermedad y el conocimiento de la misma sino que, al mismo tiempo, se fue

modificando la epidemiología. De presentarse como una enfermedad

predominantemente masculina y unida a lo que podía conocerse e identificarse

como “grupos de riesgo” (homosexuales y adictos endovenosos) traspasó esas

barreras y se tornó paulatinamente en una patología que no discriminó sexo,

edad ni condición social. Es así, como comienza a registrarse la presencia del

virus en heterosexuales (del 8,5% al 30,1%), con un incremento en la población

femenina y como consecuencia inmediata con un marcado aumento en la

transmisión vertical. A su vez, el 45% de los nuevos casos de VIH en

Latinoamérica se registran en la franja de edad entre los 15 y los 24 años;


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situación que contrasta con lo que acontecía en la década de los 90, cuando el

segmento de mayor vulnerabilidad comprendía entre los 30 y los 39 años

(Ministerio de Salud de la Nación, 2005, p 5; Jano, 2008, ONUSIDA, 2008). “La

sextuplicación de la financiación para programas sobre el VIH en países de

ingresos bajos y medianos durante el periodo 2001-2007 está empezando a

dar sus frutos, y en muchos de esos países se aprecian ya avances notables

por lo que respecta a la reducción del número de fallecimientos por sida y a la

prevención de nuevas infecciones. Sin embargo, los progresos siguen siendo

desiguales, y el futuro de la epidemia todavía es incierto…”. (ONUSIDA, 2008,

p3)

En todo el mundo, nuevos estudios han concluido que una enorme

cantidad de jóvenes desconoce cómo se transmite el VIH/SIDA. Encuestas

efectuadas en 64 países indican que el 60% de los varones y el 62% de las

mujeres de 15 a 24 años de edad no tienen un conocimiento preciso y

exhaustivo sobre el VIH y cómo evitar su transmisión (ONUSIDA, 2008). Tales

datos fueron confirmados por nosotros, como detallaremos en el presente

informe, resaltando la significatividad de los mismos, ya que el 94,9% de la

muestra estudiada corresponde a la franja de mayor transmisión en

Latinoamérica.

A partir de la gravedad de los datos epidemiológicos aportados por los

organismos oficiales, nos resulta llamativo que la Ley de Educación Sexual

Integral (Nº 2110) en la Ciudad de Buenos Aires (octubre de 2006) llegue 15

años después de la promulgación de la Ley Nacional de SIDA Nº 23.798 cuya

reglamentación (Nº 1.244/91) en su art. 1° invita a la entonces Municipalidad de

la Ciudad de Buenos Aires a incorporar la prevención del SIDA como tema en


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los programas de enseñanza de los niveles primario, secundario y terciario de

educación. Por otro lado, como bien se señala en la denominación de la ley,

ésta apunta a “trabajar” aspectos que si bien consideramos fundamentales en

la prevención de VIH, dejan fuera otros que no se corresponden a transmisión

del virus por relaciones sexuales y, como analizaremos luego, se convierte en

un arma de doble filo.

Parece que la población en general, y los legisladores y autoridades

sanitarias y educativas en particular, no hubieran tomado conciencia de la

urgencia epidemiológica en la que venimos estando inmersos. Además, si bien

desde el 2006 contamos con una ley de educación sexual integral, que se ha

puesta en marcha con diferente grado de consistencia y continuidad, la realidad

nos muestra que la implementación de las actividades que en ella se

promueven parte de una visión cientificista con predominancia del modelo

biomédico que ha caracterizado las intervenciones preventivas hasta la

actualidad, a pesar que en su Cáp.1 art. 2 propone la formación en valores. De

esta manera, se observa ineficacia en la instrumentación de las estrategias que

se pusieron a disposición de los docentes, quienes denuncian (Mas Colombo et

al, junio 2007, pp5-7) que no están recibiendo la formación y actualización que

requieren para cumplir de manera adecuada con todas las responsabilidades

que le corresponden a la escuela según el Documento Preliminar 2007

Educación Sexual en el nivel medio (Gobierno de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, 2007, pp 14-15).

Los trabajos relevados (GCBA, 2005; Guastini, N., Grieco, M., 2003;

Maneiro, M. L., Rodal, V., Bargalló, M. R., 2003; Rogalski, R., García Tuñon, L.,

Bicco Innamorato, M.V., Sigal, L., 2003) marcan un sesgo biomédico que deja
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de lado al adolescente desde una visión integrativa en la que se lo considere

como unidad biopsicosocial. Otros (ACIPRENSA, 2006; Colon, V., Méndez, M.,

Costas, R., 2005) parten de posturas ideológicas que desconocen las

características biopsicosociocognitivas del adolescente (Mas Colombo et al.

Junio 2008; Risueño, Motta, 2008; Risueño, Motta, Mas Colombo, 2008).

Desde nuestro punto de vista estos errores estratégicos son los que no

permiten que las buenas intenciones en términos de planes de prevención

logren el objetivo de disminuir la incidencia de transmisión del VIH/SIDA en la

población adolescente.

De lo antedicho surgen diversas consideraciones reforzando que el modelo

que se sigue implementando se basa casi exclusivamente en los aspectos

biomédicos de la transmisión del VIH, priorizando los factores cognitivos y

racionales que llevan a la mera incorporación de información, dejando de lado

la formación en la esfera ontoaxiológica. El hombre ha privilegiado en estos

años su ser pensante, desvalorizando otros aspectos de sí mismo que son

ineludibles para constituirse en humano, venerando ideologías y suponiendo

que sólo con la razón y la técnica se puede controlar todo. Informar y conocer

sobre el SIDA no basta, aunque estos son postulados básicos de cualquier

acción preventiva, sobre todo si nos referimos a prevención primaria. Ésta se

vale de la educación, pero no hay educación en tanto y en cuanto no hagamos

de ella un saber, en tanto no nos pertenezca, en tanto no sea autoeducación.

(Herrera Figueroa, M., 1981). La razón no es suficiente si no consideramos el

para qué, el sentido de nuestra existencia, el valor de elegir y no consideremos

que el cuerpo no es eterno. No alcanza con percibir o pensar, debemos mirar,

mirarnos y mirar al otro. La mirada como constitutiva de lo psíquico nos da


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sentido, posibilita un hombre con imaginación, con desarrollos valorativos. El

mundo requiere de un hombre que mire y se mire (Herrera Figueroa,1997;

Risueño, Mas Colombo, 2001; Mas Colombo et al., 2002, 2003, 2004).

Dada la vulnerabilidad de los adolescentes en virtud de sus

características biopsicosociocognitivas y teniendo en cuenta los datos

epidemiológicos actuales (Ministerio de Salud de la Nación, 2008), abordamos

la investigación de sus conductas de riesgo y los conocimientos que tienen

sobre VIH/SIDA. Además, dado que la epidemia se concentra en la región

central del país y en especial en la ciudad de Buenos Aires (Ministerio de

Salud, Agosto, 2008), se considera de suma importancia el relevamiento de

datos realizado en ella.

Las características biopsicosocognitivas del período adolescente señaladas

en el párrafo anterior se relacionan con una conciencia de temporalidad aún en

construcción, que los somete a conductas ligadas a la inmediatez,

conduciéndolos a la falla en el control de los impulsos, con un mañana que sólo

es presente y que no permite la reflexión; imposibilitando la autopercepción que

conduce a la conciencia de mismidad (Mas Colombo, 2001). El adolescente, en

pleno desarrollo, aún está imposibilitado de llevar a cabo un equilibrio dinámico

entre el “quiero, puedo, debo y es la opción más conveniente en este aquí,

ahora y así” en función de un proyecto vital (Mas Colombo et al., junio 2007).

Este es el aspecto que merece ser atendido especialmente en las

campañas preventivas de la transmisión, las que como se vio en los

antecedentes, presentan serios vicios. Quizás uno de los más importantes es

que la misma OMS (Noviembre, 2005) aún planteaba la necesidad de fortalecer

los sistemas que lleven a políticas de prevención y disminución de la


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prevalencia entre los jóvenes de 15 a 24 años disminuyendo la vulnerabilidad al

VIH. Sin embargo, no llega a poner en práctica medidas concretas que ataquen

el problema desde sus orígenes. El lograr consensos internacionales acerca de

las políticas de estado a seguir, si bien es una condición necesaria, no es una

medida suficiente para combatir la pandemia, si sólo se queda en meras

declaraciones de principios.

Si bien es cierto que en los últimos cinco años la edad de los pacientes

que desarrollan la enfermedad en ambos sexos es mayor, esto no invalida la

presunción del contagio durante la adolescencia, ya que dicho aumento se

relaciona con la implementación precoz de terapias antirretrovirales cada vez

más eficientes. A pesar de que de este modo se retrasó la evolución de la

enfermedad, puede seguir confirmándose que aún hoy los adolescentes son un

grupo crítico que requiere la elaboración de estrategias preventivas (Bermúdez,

M.P., Teva-Alvarez, I., 2003; Bermúdez, Teva, 2004; Bermudez, 2005) que

para ser eficaces deben ser específicas. Como hemos señalado, lo

característico del comportamiento adolescente es la acción impulsiva, que en

muchos casos llega a poner en riesgo la integridad de la vida. Es así como tres

de cada diez personas que contraen el virus son adolescentes (Desojo, A.,

2003; Guerrero, V., Noviembre, 2002).

Los datos muestran el incremento, a todas las edades, de la transmisión

por vía sexual en personas heterosexuales. Esto ha conducido a pensar que la

prevención se limita a brindar información sobre sexualidad a partir del modelo

biomédico, que ya hemos puesto en discusión precedentemente. “Los

conocimientos biomédicos parecen ser insuficientes para controlar la expansión

del virus. Si bien las investigaciones realizadas en el marco de este modelo son
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las que posibilitaron que se identificara el virus, se informara a la población y

que las expectativas de vida se prolongaran en el tiempo, las mismas fueron y

son insuficientes para controlar la expansión del contagio”. (Mas Colombo et

al., 2004, p4., Mas Colombo et al., 2005a)

A pesar de que ya hemos informado sobre la insuficiencia de este

modelo para frenar la epidemia seguimos estando ante un problema acuciante,

cuyas dimensiones y repercusiones exceden dicho ámbito y abarcan la esfera

iuspolítica y el plano socio-económico. En investigaciones llevadas a cabo

anteriormente (Mas Colombo et al., 2004) señalábamos que en algunos casos

el conocer la existencia de drogas antirretrovirales que podrían cronificar la

enfermedad y, por lo tanto, alejar el fantasma de la muerte, ha provocado un

aumento en las conductas de riesgo. Por otro lado, en el caso de los

adolescentes, el abordaje preventivo refiere casi exclusivamente a temas

vinculados con la fórmula educativa llamada “educación sexual”, que en la

mayoría de los casos se traduce en contenidos conceptuales ligados a los

aspectos anatómicos y fisiológicos, dejando de lado que la sexualidad es un

intercambio comunicativo en el que deben explicitarse los afectos y los vínculos

(Rolla, E.,1976, p103-131). Dejamos planteado que no es suficiente con que en

las currículas se contemplen estas temáticas como meros contenidos

conceptuales. Los mismos deben transformarse en procesos vivenciales que

atraviesen la experiencia autoeducativa y se ubiquen en el centro de la misma.

La información no alcanza en tanto no hagamos de ella un saber que se

encarne en existencia temporalizada de modo que se organice en un estilo

personal de pensar y pensarse que les permita acciones tendientes al cuidado


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de sí y de los otros (Mas Colombo et al., 2005b; Martilotta, S.,Vera, N., Revsin,

N., Burgos, M., 2003).

Se podrá observar a partir de algunos textos consultados, sobre todo en

referencia a las características de los adolescentes, que hace más de tres

décadas la comunidad científica psi ya señalaba con claridad el riesgo en el

que se encontraban los adolescentes y las dificultades de los adultos para

hacerse cargo de ello (Aberastury, A., 1976; Aberastury, Knobel, M., 1991;

Doltó, F., 1992; Rolla,1976).

Por lo tanto, si los adolescentes siguen siendo el grupo etario más

vulnerable, nos preguntamos en esta investigación qué es lo que saben sobre

VIH/SIDA y cuáles son las conductas de riesgo más frecuentes en ellos. Estos

son datos fundamentales para el diagnóstico situacional que dará sustento a

las posteriores acciones promotoras de prevención en el marco educativo que

corresponde a este período. En coincidencia con la OPS (2003) las acciones

de salud pública llevadas a cabo intentan aumentar gradualmente la

información sobre este tema, pero las mismas no son suficientes para lograr

cambios de conducta real. Estamos de acuerdo con autores que indican la

necesidad de ahondar en investigaciones que profundicen el análisis de las

conductas humanas (Aggleton, P., 1998) y especialmente en las conductas de

riesgo. No por nada muchos autores llaman al SIDA la “enfermedad

comportamental” (AIDS Control And Prevention Project,1997; Gardner, R.,

Blackburn, R., Upadhyay, U., 1999). El mismo Jonathan Mann, quien fuera

director del programa SIDA de la OMS hasta 1990, dijo: “El comportamiento

humano es más complejo que cualquier virus” (citado en Bayés, R., 1995,

p115).
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A los efectos de eleborar estrategias eficaces y eficientes sostenemos

que es indispensable describir, comprender y conocer cabalmente las

características propias del adolescente, sus conductas y en especial sus

conductas de riesgo (Mas Colombo et al., diciembre 2007).

OBJETIVOS

En la presente investigación los objetivos propuestos son:

1. Determinar la información pertinente al VIH/SIDA que tienen los

adolescentes que cursan sus estudios secundarios en las escuelas gestión

pública y privada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

2. Obtener antecedentes acerca de las conductas de riesgo respecto de

VIH/SIDA de los mismos.

3. Determinar la autopercepción de conductas de riesgo en dicha población.

4. Estudiar las relaciones relevantes entre las variables consideradas.

A los efectos de:

1. Conocer si existe relación entre información, conocimiento y conductas

de riesgo en la población adolescente estudiada

2. Conocer si existe relación entre conductas de riesgo conocidas y

autopercepción de riesgo en dicha población


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MATERIAL Y MÉTODOS

Se efectuó un estudio descriptivo y transversal para el que hemos

elaborado una encuesta autoadministrada, anónima y voluntaria, compuesta

por 47 ítems. El procesamiento de los datos se llevó a cabo con el SPSS 11.0.

A partir de allí la forma metodológica de análisis es de naturaleza descriptiva en

términos fenomenológicos.

Ya que la condición de administración consideraba la voluntariedad de

respuesta por parte de los estudiantes, y teniendo en cuenta que las temáticas

planteadas pueden rozar cuestiones privadísimas de los adolescentes, no se

consideró conveniente la utilización de métodos aleatorios puros, por lo que el

número total de encuestas que se obtuvo responde a la cualidad de “voluntaria”

que se subrayó para las mismas.

Se administraron 800 encuestas, de las cuales resultaron finalmente

válidas 749. A los efectos del análisis cuanti-cualitativo de los datos se elaboraron

cuatro constructos, a saber:

1.- Información: conjunto de abstracciones sistematizadas y transmitidas

por agentes que a distintos niveles representan los modelos societarios en

un determinado momento histórico. (Mas Colombo et al., 2004)

2.- Conocimiento: es la composición y síntesis de lo percibido y valorado

que se organiza en un estilo personal de pensar y pensarse. (Mas Colombo

et al., 2004)

3.- Conductas de Riesgo: toda aquella conducta o situación específica que

real o potencialmente conduzca al deterioro actual o futuro de la salud

biopsicosocial del humano, teniendo en cuenta las conductas de riesgo

general y sexual (Mas Colombo et al., 2004)


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4.- Autopercepción: posibilidad de dar cuenta de uno mismo a partir de lo

que la conciencia nos propone, permitiendo construir un modelo personal

del mundo, estimando y evaluando la experiencia y la acción, considerando

antecedentes y prospectivas que posibilitan una imagen de sí mismo. (Mas

Colombo et al., 2004)

Para el análisis de la correlación entre constructos se calculó rho de

Spearman.

La muestra quedó conformada según gráfico 1; en un rango de edad

entre 13 y 23 años de edad, con una media de 16,33 años. El modo de la

muestra se encuentra matriculado en 4to. año.

48,70%

51,30%

Varones
Mujeres

Gráfico 1.-
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RESULTADOS Y DISCUSIÓN

INFORMACIÓN

Considerando los agentes que a distintos niveles representan los modelos

societarios en un determinado momento histórico, la información en nuestra

muestra aparece transmitida por las siguientes vías. (Tabla 1, 2 y 3)

VÍA POR LA QUE RECIBE INFORMACIÓN SOBRE VIH/SIDA

Familia Educ. Amigos Medios Folletos Club/ TV Grupos Artistas Películas Libros Internet
Secundaria Gráficos Gimnasio musicales Famosos /Videos

77% 69% 55,3% 32,6% 64,1% 7,8% 51,5% 7,2% 13% 20% 38,5% 47,2%

Tabla 1

VÍA POR LA QUE RECIBE INFORMACIÓN SOBRE SEXUALIDAD

Familia Madre Padre Amigos Experiencia Colegio TV Libros


Propia
71,3% 52,1% 37,2% 62,6% 31,1% 79,7% 44,3% 31,6%

Tabla 2

RECIBE INFORMACIÓN SEXUALIDAD /SIDA

Familia Madre Padre Colegio Amistades Libros Radiodi Experiencia Medios Centros
fusión propia Gráficos de Salud
39,0% 52,2% 39,0% 52,2% 58,6% 33,9% 14,2% 21,1% 22,2% 56,7%

Tabla 3

Como corolario del relevamiento efectuado en escuelas de gestión

pública y privada de la Ciudad A. de Buenos Aires, el equipo de investigación

llevó a cabo talleres con docentes en el marco del Congreso Educativo 2008

(UDA, sept. 2008). El Lic. Rodolfo Compagno sintetizó las conclusiones de los

mismos haciendo referencia a que se encontraron entre los docentes errores y

desinformación respecto a conductas de riesgo, tipos de transmisión de

VIH/SIDA (se trabajó en forma grupal una encuesta abreviada, y ninguno de los
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escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

grupos la respondió correctamente en su totalidad). Asimismo, señaló que aún

persiste esta temática como tabú y hay temas sobre los que resulta complejo

conversar, no sólo con los jóvenes sino entre los mismos docentes. Quedó

planteada la necesidad de más espacios de intercambio para reflexionar acerca

de las incertidumbres que aún se plantean y de allí partir hacia un trabajo en

prevención. Podemos inferir que si subsisten mitos y divergencias en relación

con los criterios de vías de transmisión, uso de preservativo, etc. entre los

adultos, cuánto más pueden existir entre los jóvenes.

En diferentes estudios se ha encontrado que la comunicación entre los

adolescentes y sus padres sobre temas como sexualidad y la transmisión de

VIH, contribuye a la prevención (Bermúdez, M.P., Sánchez, A., Buela Casal,

G., 2000). Nuestros datos revelan que la familia y la escuela son fuentes de

información que los adolescentes consideran válidas (77% familia, 69%

escuela, Tabla 1).

Sin embargo, otras investigaciones han encontrado que los adolescentes

tienden a comunicarse más con sus amigos que con sus padres en lo referido a

esas temáticas (Gage, A., 1998; Kornblit, A., Petracci, M., 2000); los

adolescentes tienen un bajo nivel de diálogo con padres y educadores, que

ocasiona una alta desprotección en situaciones de riesgo, debido a que

esperan de ellos una respuesta represiva. A este respecto, resulta significativa

la diferencia encontrada entre los porcentajes de información recibida vía

materna (52,2%) y paterna (39%) (Mas Colombo et al., 2008), otras

investigaciones concuerdan con nuestros datos (Madera, M., Urrutia, M. I.,

Gallina, A., 2003); los hijos, incluso los varones, parecen confiar más en la

madre que en el padre. Esto refuerza que entre la información y la


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comunicación existe una brecha cualitativa muy importante a tener en cuenta al

momento de elaborar planes de promoción de salud y de prevención de VIH.

CONOCIMIENTO

Si bien el 89,5% de los jóvenes encuestados responde que la causa del

SIDA es un virus, sólo el 33,8% conoce el significado de la sigla SIDA, en tanto

que el 79,4% desconoce el significado de la sigla VIH, lo que los lleva a

desconocer, a su vez, que existen diferencias entre ambas etapas del proceso

VIH/SIDA (48,3%) (Mas Colombo et al., junio 2008), y a confundir el virus con

la enfermedad. Datos que se completan con los gráficos 2 y 3.

80
70
79,4
60
50
Correcto
40
30 Incorrecto/En
20 Blanco
10 20,6

0
%

Gráfico 2.- Qué significa la sigla VIH

34% Correcto

Incorrecto / en
66% Blanco

Gráfico 3.- Qué significa la sigla SIDA


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Aún persiste la creencia de que las personas portadoras de VIH

pueden ser reconocidas por su apariencia (26,4%) (Mas Colombo et al.,

junio 2008); si bien estos datos marcan un desconocimiento cabal del

proceso de enfermar, reflejan un avance en el conocimiento, en los últimos

años, ya que en nuestra investigación anterior (realizada entre estudiantes

universitarios) los datos ascendían al 70,4% (Mas Colombo et al., 2004;

Mas Colombo et al., 2005b). No se descarta que, a pesar del descenso de

las respuestas incorrectas a este ítem, aún consideramos elevado el

número de adolescentes que se podrían ver incrementado su riesgo de

transmisión, ya que esperan encontrar a un portador con claros signos que

evidencien la presencia del virus. Es en relación con este riesgo que el

42,9% responde de forma incorrecta o no sabe que una persona VIH+ que

no tiene síntomas, transmite el virus (Gráfico 4).

100

80 35,4

60 7,5 No sabe
Incorrecto
40
Correcto
20
57,1
0

Gráfico 4.- Una persona VIH + que no tiene síntomas, ¿contagia?

El 96,7% de los estudiantes encuestados sabe que el VIH se transmite

por relaciones sexuales sin preservativo, por lo tanto, según estas respuestas

consideran que el preservativo protege; sin embargo, en preguntas de control


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 19
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

posteriores1, el porcentaje baja al 83,6% y al 87,4%, respectivamente. Si,

además, tenemos en cuenta que el 49,2% responde que no hay forma de

prevenir “efectivamente” el SIDA, podemos inferir que la información recibida

sigue siendo inconsistente y no se ha logrado que se traduzca en conocimiento

disponible al momento de cuidarse frente a una relación sexual. De esta

manera, si estiman que no se puede prevenir efectivamente, tampoco es

relevante su uso, tal como se señala en el gráfico 5 (el no corresponde se

refiere a los que manifiestan no tener relaciones sexuales).

36% 37%

27%
siempre a veces/nunca no corresponde

Gráfico 5.- Frecuencia uso de preservativo

Esta realidad señala la ineficacia de las campañas preventivas centradas

en el reparto masivo de preservativos. “La ciudad destinó 400 agentes de la

Federal, con 40 motos y 30 caballos, a evitar “los excesos” en los festejos. Lo

mismo hicieron 200 integrantes de la Guardia Urbana. Por su parte, el

Ministerio de Salud repartió preservativos y folletos informativos sobre sanidad

sexual y reproductiva. “Enamorarse en verano es tan fácil como cuidarse”,

decían las remeras de los encargados de entregarlos. A la tarea preventiva se

sumó la marca Prime. Algunos chicos los tomaban con risas nerviosas, otros

1
VIH se transmite por relaciones sexuales si hay coito vaginal sin preservativo y los preservativos son
eficaces para la prevención del VIH.
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 20
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

procuraban naturalidad. Mucho látex se adelantó a su triste final y concluyó

navegando inflado en el lago o tirado en el pasto”. (Ochoa, S., 2005, párrafo 3).

70

60

50

40 60,3
Correcto
30
Incorrecto
20 27,8 No Se

10
11,7
0
%

Gráfico 6.- Conocimiento acerca del uso adecuado del preservativo

Por otro lado, los datos del gráfico 6 indican el conocimiento acerca del

uso adecuado del preservativo. Sin embargo, el 64,4% de aquellos que dicen

utilizar siempre el preservativo tienen errores respecto a su modo adecuado de

uso.

Por otra parte, obsérvese en los gráficos 7, 8 y 9 el sesgo en el

conocimiento del uso preservativo para las distintas modalidades de coito

(vaginal, anal y oral)

100 83,6

80
Correcta
60

40 Incorrecta/ No
16,4 sabe
20

Gráfico 7.- Transm. coito vaginal s/preservativo


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 21
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Incorrecta/
no sabe
40%

Correcta
60%

Gráfico 8.- Transm. coito anal s/preservativo

60

50

58 40 Correcta
30
Incorrecta/no
42 20 sabe

10

Gráfico 9.- Transm. coito oral s/preservativo

Los datos del gráfico 9 coinciden con los resultados obtenidos en la

pregunta si el sexo oral no representa riesgo (46,1% responde incorrectamente

o no sabe).

Si se analiza la diferencia en la calidad de las respuestas

correspondientes al sexo vaginal, anal y oral, podrá observarse que existe una

fuerte discrepancia. Según investigadores de la Universidad de California

(Halpern-Felsher, B., Cornell, J., Kropp, R., Tschann, J., 2005) los jóvenes

practican cada vez más el sexo oral porque consideran que no se trata de una

relación sexual completa. Hasta ahora se conoce poco acerca de los riesgos

para la salud que conlleva el sexo oral, aunque se sabe que a través de él se

pueden propagar el herpes, la hepatitis, la gonorrea, la sífilis y el VIH.


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 22
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

En varios estudios anteriores se ha sugerido que los jóvenes no

consideran el sexo oral como una relación sexual similar a la que es vaginal.

Por ello, reconocen esta actividad como una forma de preservar su virginidad y,

al mismo tiempo, lograr intimidad y placer con su pareja. Coincidiendo con

nuestra experiencia clínica y observación de campo, en la CABA y el GBA, se

ha instalado entre las adolescentes la práctica del sexo oral como una forma de

obtener recursos (dinero, entrada a boliches, etc.); las jóvenes no conocen los

riesgos de practicarlo y sólo creen que hay que cuidarse cuando se tienen

relaciones sexuales con penetración (26noticias, 17 oct. 2008).

Por otra parte, los autores señalados interpretan que todos los mensajes

educativos respecto a la actividad sexual están referidos a la relación vaginal y

consideran que para los adolescentes el sexo oral es más aceptable que el

vaginal cuando se trata de jóvenes de su edad y no constituye una amenaza

para sus valores y creencias.

Respecto del sexo anal sucede otro tanto; las razones por las que está

incrementándose este comportamiento entre los jóvenes heterosexuales, de

acuerdo con los investigadores del Centro de Investigación sobre la Infancia

Bradley Hasbro, son el deseo de complacer a la pareja, evitar un embarazo o

preservar la virginidad (Donaldson James, S., 10 dic. 2008). Sin embargo,

señalaron que quienes realizan esta actividad sin protección no toman en

cuenta las posibles consecuencias de salud, aún tratándose de una de las

prácticas más riesgosas, pues como ya señaláramos en el gráfico 8, hay un

elevado porcentaje de desconocimiento al respecto.

Desde nuestro punto de vista esto se encuentra relacionado con una

cierta confusión respecto a la prevención de la transmisión de ETS y la


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 23
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

evitación de embarazos. Tal presunción se refuerza si se tiene en cuenta que el

37,2% de los encuestados de nuestra muestra cree que todos los métodos

anticonceptivos son efectivos para prevenir el VIH.

En promedio el 32,71% manifiesta desconocimiento acerca de

situaciones cotidianas que pueden provocar o evitar la transmisión. Podríamos

preguntarnos cuál es la razón por la cual si el 81% sabe que compartir la

bombilla del mate no contagia, sólo el 67% responde correctamente acerca de

la saliva como vía de transmisión.

Idéntico razonamiento podríamos hacer respecto del desconocimiento

del uso de la lavandina para matar el virus (90,8%) y el conocimiento de que el

agua de las piletas de natación no contagia (75,3%). Si se desconoce el efecto

desinfectante de la lavandina respecto del virus, ¿cómo es posible que

consideren que el agua de las piletas es segura? Suponemos que han obtenido

la información de que el agua de las piletas no contagia sin preguntarse los

fundamentos de la misma.

Lo mismo sucede cuando se considera si la orina y el compartir

sanitarios contagian. Si es mayor el porcentaje de jóvenes que considera que

compartir el sanitario no contagia (73,8%) que el que sabe que la orina no

contagia (53,8%), hay una cierto número de encuestados que ha aceptado

dogmáticamente la información referida a compartir el sanitario.

Nos resulta significativa la falta de actitud crítica respecto de la

información, llevándonos esto a suponer que la que poseen es inconsistente. Si

esto sucediera en otras áreas de información respecto de VIH/SIDA, esa

inconsistencia podría hacerlos caer en conductas de riesgo por

desconocimiento.
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 24
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

El 43,2% afirma que los mosquitos contagian o desconoce si lo pueden

hacer. Los organismos internacionales señalan que esto se debe a que la

gente asocia la transmisión con insectos que pican y se alimentan de sangre.

Sin embargo, estos insectos no inyectan ni su propia sangre ni la del animal o

persona picado previamente por lo que no pueden transmitir el virus (CDC,

2006).

El 47,1% responde no saber si las mascotas pueden contagiar el HIV; el

22,8% afirma que sí. De acuerdo al gráfico 2 inferimos que los resultados

refuerzan el desconocimiento de que la “H” de VIH corresponde a “humano”.

No descartamos que la información que circula respecto a que el virus se

originó en monos africanos (Markovitz, D., 1993; OPS, 2008) pueda influir en la

respuesta.

De particular importancia resultan los datos obtenidos respecto del

conocimiento de la transmisión por vía vertical [TV]. Existen evidencias de que

la transmisión de madre a hijo puede darse en varios momentos: durante la

gestación, intraparto y durante la lactancia (Tellechea Rotta, N., Legido, A.,

2002; Departament de Sanitat i Seguretat Social, 2000; Pérez, C., 2002; The

International Perinatal HIV Group, 2001) siendo el riesgo de que un bebé se

contagie el virus durante estos períodos de alrededor del 35% si la madre no

recibe ningún tratamiento, o reducirse hasta el 2% si la madre recibió los

cuidados adecuados. Los avances en diagnóstico y tratamiento han hecho que

la incidencia de secuelas y muerte en niños haya disminuido notablemente

(Velásquez-Velásquez, C., 2002). Pero esto aún no ha erradicado la

transmisión vertical. De los casi 800 niños nacidos con VIH por TV a partir del

2001, el 45,5% vive en la ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires; el


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 25
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

61,4% de diagnosticados por TV se produjeron en una etapa asintomática

mientras que el 38,6% son diagnósticos tardíos. Entre los años 2001 y 2007, el

91% de los varones y el 94% de las niñas menores de 14 años portadores de

VIH se infectaron por transmisión vertical (Ministerio de Salud, 2008).

En la República Argentina se introduce en el año 1997 la “Norma

Nacional de SIDA en Perinatología” que incluye, tanto el ofrecimiento a la

embarazada de realizar la serología como la administración de antirretrovirales

a las que resulten seropositivas (Norma Nacional de SIDA en Perinatología,

1997). Las estrategias con las que cuenta la ciencia médica para evitar el

transmisión vertical son muchas y responden al protocolo PACTG 076, que

incluye AZT durante el embarazo en mujeres con carga detectable, el parto y

en el recién nacido. A esto se agrega la cesárea electiva y la suspensión de la

lactancia materna.

Si bien esto ha representado una mejora importante en la detección

precoz, aún se siguen presentando casos de transmisión vertical. Diversas son

las causas a las que se atribuye este fenómeno. Falta de ofrecimiento

sistemático de realización de serología, deficitarios controles prenatales,

devolución inadecuada de resultados y dificultades en la administración de

tratamientos antirretrovirales (Bologna, R., 2003).

En la muestra que estudiamos, a pesar de que el 78,1% de la población

sabe acerca de la posibilidad de que un niño nazca con HIV, el 24,6% no sabe

si la leche materna contagia; el 24,4% responde que no contagia. Por lo tanto,

casi la mitad de la muestra no tiene información adecuada sobre este tópico.

Obsérvese la relación con lo expresado en gráfico 10.


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 26
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

30%
Correcta
Incorrecta
57% No sabe

13%

Gráfico 10.- Las mujeres portadoras de VIH no deben amamantar

De manera similar que en la investigación realizada en estudiantes

universitarios (Mas Colombo et al., 2004) creemos que existe en el imaginario

colectivo una suerte de fantasía acerca de la maternidad y la lactancia. Si bien

es un período de la vida de la mujer en la que se consolidan los afectos, se

proyecta el futuro y se asientan las bases para la formación de una familia,

muchas veces este ciclo vital es producto del desasosiego, el abandono, la no

continencia, la violencia, el acoso o la violación, convirtiéndose en un estado de

incertidumbre. Más allá de la importancia de la relación madre-hijo que se

fortalece en el amamantamiento y la importancia que tiene ésta para la

prevención de futuras infecciones, las madres que viven con VIH deben

reemplazar el pecho por el biberón, lo que no las hace abandonar el

amamantamiento como forma de acercamiento y afianzamiento del vínculo con

su hijo. Lo que sí nos preocupa es que esto no sea dicho con claridad y que

aún permanezca en el marco de la educación media desconocimiento al

respecto, tal como lo comprobáramos en el marco del taller con docentes

citado precedentemente.

El 73% contesta correctamente acerca de la transfusión de sangre como

posible vía de transmisión. Implicando esto el conocimiento de la transmisión


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 27
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

por contacto directo con sangre infectada, ¿cómo se puede comprender que el

32,6% desconozca la posibilidad de transmisión por compartir maquinitas de

afeitar?

80 73
70 57,3
60
41,8
50
40 31,5 Correcta
31
30 Incorrecta
13,9
20 No sabe
10 26,6
11,7 13
0
Donar sangre Transfusión de Tratamiento
sangre odontológico

Gráfico 11.- transmisión por procedimientos biomédicos

Las diferencias observadas en el gráfico 11 en relación con donar o

recibir una transfusión de sangre puede deberse, a nuestro entender, a las

características cognitivas propias de un pensamiento que no ha logrado aún las

operaciones lógico formales que le posibiliten la reversibilidad proposicional. De

ahí la importancia de elaborar estrategias adecuadas a las características

diferenciales de cada uno de los grupos con los que se trabaje.

CONDUCTAS DE RIESGO

“Cuando se habla de riesgo, aludimos a toda conducta o situación

específica que real o potencialmente conduzca al deterioro actual o futuro de la

salud biopsicosocial del humano” (Mas Colombo et al., 2002, p15).

Actualmente, el enfoque de la atención a la salud juvenil procura desde

una perspectiva más integral y articulada reducir los factores de riesgo,

incrementar los factores de protección y brindar oportunidades de


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 28
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

reconstrucción y avance de la situación. La conceptualización de la salud se

refiere, por lo tanto, a una meta, a un proceso, no a un estado, particularmente

en personas que se encuentran en un crítico período de crecimiento y no

atravesando una mera transición de la niñez a la adultez (Krauskopf, D., 1999).

Durante la adolescencia, por la inmadurez de las bases

neurofuncionales que condicionan la conducta, es necesaria la presencia de los

adultos como reguladores de la conducta. De otro modo, los adolescentes

pueden tener comportamientos dirigidos por el componente impulsivo

temperamental, que las más de las veces pueden conllevar algún tipo de riesgo

(Mas Colombo et al., junio 2007).

Si deliberadamente los adultos abandonan esta responsabilidad, el joven

queda sin malla social que lo proteja de sus propios impulsos, los cuales se

vuelven contra sí mismo, generándose la aparición de conductas de riesgo que

tienen un trasfondo netamente autodestructivo (Rascovsky, A., 1992; Winnicott,

D., 1982). Estas conductas autodestructivas van desde el consumo de tabaco y

drogas (entre otras conductas de riesgo que detallaremos posteriormente) al

franco intento de suicidio (Casullo, Ma.M., 1998, Casullo, 2007, citada en

Czubaj, 2007, 10 sept).

Sin embargo, debemos destacar que el riesgo no es un atributo

unipersonal sino que es una circunstancia resultante de una dinámica

interactiva en el seno de una comunidad (Sánchez Cabaco, A., 1995). Al

referirnos a las conductas de riesgo propias de un adolescente no podemos

desconocer que las mismas se dan en una sociedad de riesgo (Beck, U.,

1998).
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 29
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Esta sociedad de riesgo, sumada a las características impulsivas del

adolescente, da como resultado la aparición frecuente de conductas riesgosas.

La combinación de la curiosidad, el comportamiento asociado con la tendencia

a correr riesgos y las presiones sociales hacen difícil que digan “no”

(Vogelmann, O. A., Gutiérrez, G. L., Morales Barturen, S. M. et al., 2004).

La bibliografía científica señala el alcoholismo, el tabaquismo, el

consumo de drogas en general, el inicio sexual precoz, etc. como algunas de

las conductas de riesgo más frecuentes en los adolescentes. A continuación

describiremos las halladas en nuestra muestra.

El porcentaje de consumo de alcohol asciende según lo refleja el gráfico

12.

70
Nunca
60
50 69,3
40
30 A veces, Muy
frecuentem ent
20 30,7 e, Una vez por
10 sem ana, Los
fines de
0

Gráfico 12.- Consumo de alcohol

Estudios realizados en nuestro país (Vogelmann, et al., 2004) señalan

que algunos adolescentes hacen uso del alcohol regularmente para compensar

el estado de ansiedad, depresión y la falta de destrezas sociales positivas.

M.H. (2007, citado en Cronenbold, A., 2007, sept.) resalta que “el alcohol

muchas veces es usado como lubricante social".


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 30
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Claro es que el consumo de alcohol es una práctica muy difundida en

todos los sectores de la población. Tanto es así que algunos autores lo

consideran la droga de mayor uso y abuso del mundo (Lieber, C., 1995); es

muy común entre los adolescentes y puede tener consecuencias graves. Un

50% de las muertes debidas a accidentes, homicidios y suicidios de personas

entre los 15-24 años, tienen que ver con el abuso del alcohol. El consumo

excesivo de alcohol reduce las inhibiciones, aumenta la agresión, reduce la

capacidad de uso de la información importante aprendida acerca de la

prevención del SIDA y deteriora la capacidad de tomar decisiones respecto a la

protección. (Toledo Vila, H., Navas Pinzón, J. A., Navas Pinzó, L. C., Pérez

Manrique, N., 2002; Jiménez Vallejo, S., Valadez Figueroa, I., 2003; Schmidt,

V., Messoulam, N., Molina, F., Abal, F.,2005). En nuestra muestra el 82,27% de

los que admiten haber dañado físicamente de manera intencional o accidental

alguna vez a alguien, consumen alcohol; a veces las manifestaciones no son

sólo socialmente aceptadas sino positivamente valoradas. Surgen así

modalidades conductuales que manifiestan "memoria sin afecto y violencia sin

emoción" (Leal Marchena, N., 2002).

Segovia, P. (citada en Cronenbold, 2007, sept.), Subsecretaria de

Atención de las Adicciones bonaerense, indica que el promedio de edad de las

personas que están en tratamiento por exceso de consumo de alcohol en los

centros de atención de la Provincia de Buenos Aires, es de 19 años. Durante

2007, la cantidad de jóvenes que debieron ser atendidos, luego de haberse

excedido con el alcohol o las drogas, en el Hospital General de Agudos Juan A.

Fernández, subió un 50% (Cronenbold, 2007, 18 oct). Nuestra muestra ratifica

estos datos (Ver gráfico 12).


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 31
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Es sabida la mutua influencia entre la madurez del SNC y las conductas

impulsivas y cómo éstas, a su vez, conllevan riesgo implícito (Mas Colombo et

al. 2003, 2004, junio 2007). En algunos casos hablamos de conductas

riesgosas en sí mismas (por ej. mantener relaciones sexuales sin protección);

en otros casos, el riesgo radica en la potenciación de la posibilidad de incurrir

en una conducta intrínsecamente riesgosa como por ej., el consumo de

sustancias psicoactivas o alcohol cuya cualidad desinhibidora favorece la

ocurrencia de conductas de riesgo directo como la citada en el ejemplo

anterior. En nuestro caso, si bien el 96,7% de los encuestados dicen saber que

el preservativo previene la transmisión, lo cierto es que un gran porcentaje de

los jóvenes encuestados toman alcohol frecuentemente, los fines de semana,

una vez a la semana, etc. Por otro lado y, paradójicamente, de ese porcentaje

(69,3%) el 41,50% considera que siempre puede pensar con claridad cuando

está excitado/a.

En otro orden de cosas, el tabaquismo se asocia con alrededor de 25

enfermedades, entre ellas varios tipos de cáncer, trastornos cardíacos y

vasculares, embarazos interrumpidos, bajo peso al nacer, aumento de la

mortalidad infantil, etc. (Paulone, I., Candiotti, C., 2006). También se asocia con

participación en peleas y en relaciones sexuales no protegidas (Vittetoe, F.,

Lopez, M.F., Delva, J., Wagner, F., Anthony, J.C., 2002). Además, el cigarrillo

se considera una “droga de iniciación”, lo que significa que su consumo suele

preceder al consumo de alcohol o de drogas ilícitas (Valdez, N., Sánchez, S.,

1999; Calvo, J. R., Calvo, J., López, A., 2000). Nuestros datos acerca del

consumo de tabaco coincide con los estudios de OMS/CDC (2003) y del

Observatorio Argentino de drogas (OAD, 2008), en alumnos secundarios de


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 32
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Buenos Aires; se estima la prevalencia de fumadores en un 29%. Nuestros

datos se reflejan en el gráfico 13.

80
70
60 70,4
50
Fuman
40
No fuman
30
20 29,6
10
0

Gráfico 13.- Consumo de tabaco

La relevancia de estudiar estos datos está dada porque, como señala el

SEDRONAR (2007), el consumo de tabaco y de alcohol potencia la posibilidad

de consumir marihuana y cocaína.

Las principales razones por las cuales los adolescentes consumen

drogas es por curiosidad o por el deseo de experimentar, por la evasión de la

realidad, por trastornos de la personalidad o por pertenecer y estar influidos por

un grupo de amigos que consumen (Theron, A., Roodin, P., Gorman, B., 1998).

Una investigación realizada por el CONICET para rastrear las adicciones en

estudiantes de 16 a 20 años de la provincia de Buenos Aires reveló que la

marihuana fue probada por el 18,6 % de los encuestados, de los cuales cerca

del 80% lo hizo por primera vez entre los 14 y los 17 años (CONICET, 2007).

El análisis de los talleres realizados con los adolescentes que

accedieron a responder nuestra encuesta señala que su uso está tan difundido

que ya ni la consideran droga. Por este motivo encontramos en el análisis de

los datos un muy bajo porcentaje de respuesta positiva a la pregunta de


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 33
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

consumo de drogas; no es que no la consuman, sino que no consideran que la

marihuana sea una droga (ver gráfico 14).

80 Nunca
70
60 79,7 A veces
50
Frecuentement
40
e
30
Una vez por
20 semana
3,1 0,3 1,5
10 15,1 Los fines de
0 semana

Grafico 14.- % de Consumo de drogas

Según el OAD (2008) la marihuana es la sustancia que menor

percepción de riesgo tiene, luego del alcohol y el tabaco; el uso experimental

de psicofármacos es considerado sin daño por el 8,6%, el de cocaína por el

7,5% y el de éxtasis por el 5,7%. Siendo la percepción de riesgo una barrera

subjetiva para el consumo de sustancias, estos grupos de estudiantes se

encuentran vulnerables para el inicio del consumo.

Debe considerarse que, según señala el OAD (2008), la tendencia de

consumo (tabaco, bebidas alcohólicas, tranquilizantes y estimulantes sin

prescripción médica, solventes, pasta base y cocaína) es creciente en el

período 2001-2007. Las razones del consumo de drogas ilícitas está ligado en

el imaginario de los adolescentes a una búsqueda de placer y diversión, y la

percepción de riesgo y la información sobre el daño que producen, quedarían

en un segundo lugar (OAD, 2008). Es así que, la posibilidad de valorar

negativamente la conducta de riesgo se relativiza como resultado de fallas en

la función ejecutiva (Mas Colombo et al., 2003, p10) en tanto la conducta se

dirige sólo por la consecución de placer inmediato.


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 34
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Los efectos del consumo de marihuana en la adolescencia no deben ser

subestimados. Ambrosio, E. et al. (2007) realizaron un estudio en ratas sobre

los cambios cerebrales que los cannabinoides ejercen durante la adolescencia

y cómo estas alteraciones pueden facilitar el consumo ulterior de otras drogas,

concretamente de cocaína. El comportamiento de las ratas ante las drogas es

extrapolable al humano pues las sustancias que les crean adicción son las

mismas (cannabis, cocaína, éxtasis). Al respecto dice: "Observamos que las

ratas tratadas con el agonista del cannabis presentaban modificaciones a nivel

neuronal que se manifestaban en el cerebro adulto” (párrafo 6).

El consumo de drogas afecta las conductas de autoprotección al limitar

la capacidad de control y decisión, lo que produce una disminución o ausencia

de uso de preservativo (Castilla Catalán, J., Barrio, G., Fuete, L., Belza, M.J.,

2000; Matsuoka, G.D., Vega-Dienstmaier, J.M., Mazzotti, G., Chavez-Paz, J.M.,

Mendoza, D., Miranda-Vereatequi, C. et al., 2003; Merchan Hamann, E.,

Ekstrand, M., Hudes, E.S., Hearst, N., 2002; Ramisetty Mikler, S., Caetano, R.,

Goebert, D., Nishimura, S., 2004, Soares, C., Jacobi, P.R., 2000; Toledo Vila et

al., 2002), encontrándose frecuentemente asociación entre ambas conductas

(Allen, D.R., Carey, J.W., Manopaiboon, Ch., Jenjins, R.A., Uthaivorait, W.,

Kilmark, P.H. et al., 2003). En una investigación llevada a cabo por Merchan

Hamann et al. (2002) en una población adolescente en Brasilia, se encuentra

que el 32% de los adolescentes indica que ha consumido alcohol antes de

tener relaciones sexuales y un 16% menciona haber tenido relaciones sexuales

luego de consumir drogas. En nuestra muestra, el 24.8% dice haber tenido

sexo bajo la influencia del alcohol y/o drogas.


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 35
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

Además del consumo de drogas, otros factores que contribuyen al

riesgo de contraer VIH son el cambio frecuente de pareja (aunque se mantenga

la fidelidad en cada una de ellas – monogamia serial (Bayés, 1995)) (Babikian,

T., Freier, M., Hopkins, G.L., Di Clemente, R., McBride, D., Riggs, M., 2004;

Cortés Alfaro, A., García Roche, R., Monterrey Gutiérrez, P., Fuentes Abreu, J.,

Pérez Sosa, D., 2000; Miguez Burbano, M.J., Page, J.B., Angarita, I.,

Rodríguez, N., Baum, M.K., Burbano, X., 2001; SIVIGILA, 2002) y el inicio de

las relaciones sexuales a edad temprana (Cortés Alfaro et al., 2000; Lederman,

R.P., Mian, T.S., 2003; Matasha, E., Ntembelea, T., Mayaud, P., Saidi, W.,

Todd, J., Mujaya, B. et al., 1998; Merchan Hamann et al., 2002). El 35,2% de

nuestra muestra está actualmente en pareja; de ellos, el 82% considera que su

pareja es estable. Sin embargo, el 52,5% de aquellos que consideran estable a

su pareja, tienen menos de 6 meses de relación. De quienes consideran su

pareja estable, sólo el 46,9% utiliza “siempre” preservativo.

Podríamos inferir a partir de esto que, como diversos autores señalan

(Duranti, R., Maulen, S., Marone, R., Chamorro, M., 2002; González, J. M.,

Marín, J.C., Chala, D. et al., 2000), se debe a que cuando se trata de una

pareja que subjetivamente se considera estable el riesgo se ve menospreciado.

Es importante lo aportado por diversos autores (Weller, S., 2001) respecto de lo

que debería llamarse pareja estable en relación a la protección contra el VIH2

por contraposición a lo que habitualmente refieren las personas que consideran

estable a las parejas hacia las que sienten lazos afectivos más o menos

fuertes.

2
solamente cuando son dos personas que tienen un resultado negativo ante el VIH, que no se
exponen ante otros riesgos – uso compartido de jeringas- y que en el caso de mantener
relaciones sexuales con otras personas usan preservativo siempre
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 36
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

El infectólogo Sergio Maulen señala que muchas personas se contagian

porque al estar en pareja dejan de cuidarse, aún sin haberse testeado. Dice:

“Tienen la fantasía de que el amor protege” (Goode, E., 9 sep 2001, p51).

Nuestra inferencia se ve reforzada por los resultados de un estudio

realizado en la ciudad de Buenos Aires (Carbajal, M., 2001), en el cual se

encontró que la distancia afectiva con la pareja sexual está inversamente

relacionada con la protección. Cuanto mayor cercanía, menor protección.

Obsérvese, además, que en la muestra estudiada, el 43,5% considera que el

uso de preservativo crea una barrera emocional entre los amantes.

En relación al inicio sexual precoz y a las ETS, los adolescentes están

expuestos a una cultura donde los medios de comunicación y la sociedad

transmiten de muchas maneras mensajes directos e indirectos mostrando las

relaciones sexuales precoces como comportamientos comunes y hasta

esperados entre ellos. El inicio de vida sexual precoz en adolescentes sin

conocimientos los expone a embarazos antes de los 19 años, embarazos que

muchas veces son la puerta de entrada al ciclo de la pobreza dada la deserción

escolar, el mayor número de hijos y el desempleo que estos generalmente

implican, sobre todo para la joven que se embaraza. Peor aún, la inestabilidad

de las parejas de jóvenes y la dificultad para negociar el uso de métodos

anticonceptivos hace que esta población sea considerada de alto vulnerabilidad

para contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS) (Calderón, J.,

Fonseca, D., Monroy, A., Méndez, M., 2005; Vargas Trujillo, E., Botella, J.

Gambara, D., Errico, H. 2005; Vílchez Madriz, E., 2007). En nuestra muestra, el

43,88% de los jóvenes entre 13 y 14 años, ya han tenido relaciones sexuales.

Varela Petito, C. (2006)


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 37
escuelas gestión estatal y privada de la Ciudad de Buenos Aires

El 2,5% de la muestra tiene hijos, con una media de edad de 16,5 años.

Sin embargo, el porcentaje que declara haber vivido situaciones de embarazos

no deseados asciende al 7,5%. De ese 7,5%, el 25% son mujeres, y de ellas,

sólo 1 dice tener hijos. Del 75% restante, de varones que dicen haber tenido

situaciones de embarazos no deseados, sólo 1 dice tener hijos. Esto se

relaciona con las estadísticas nacionales acerca de embarazo adolescente; el

índice en la Argentina es de 64 de cada mil, superior al promedio que se da en

países desarrollados, que es de 27 de cada mil, e incluso más alto que el de

los menos desarrollados, 54 de cada mil (Carbajal, 2007). Si consideramos que

hay un 5% de diferencia entre los que dicen haber tenido situaciones de

embarazo no deseados y el 2,5% que dice tener hijos, sería conveniente

recordar que entre 1995 y 2000 aumentaron un 40 por ciento las internaciones

de adolescentes por complicaciones de abortos.(Gutiérrez, A. citada en

Carbajal, 2007).

El 28,57% de los que han tenido embarazos no deseados dicen usar

siempre preservativo. El 71,42%, a pesar de haber vivido un embarazo no

deseado, dice usar preservativo entre “a veces y nunca”. Si bien es cierto que

no contamos con el dato de si están utilizando otro método anticonceptivo, lo

que queda claro es que aún de ser así, sólo se protegerían del embarazo.

Según Mejía Soto, G. (2002) la mitad de todos estos embarazos ocurren dentro

de los primeros seis meses de iniciadas sus relaciones sexuales y el tiempo

promedio que tardan en buscar ayuda o consejo médico, desde que inician su

vida sexual activa, es de un año.

El uso del preservativo es poco frecuente entre la población adolescente.

Se debe tener en cuenta que en el uso del mismo influyen las creencias de los
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adolescentes (Murphy, J.J., Boggess, S., 1998); una de ellas es la concepción

de la estabilidad de la pareja (Merchan Hamann et al., 2002) que ya citamos.

Adicionalmente, se ha encontrado que en la medida que la pareja dura más, se

hace menos frecuente el uso de preservativo (García Martínez, A., 2005). Una

de las ideas respecto del escaso uso de preservativos es que los adolescentes

podrían tener poco acceso a ellos. Sin embargo, Liverpool, J., McGhee, M.,

Lollis, Ch., Beckford, M., Levine, D. (2002) y Merchan Hamann et al. (2002)

demostraron que los adolescentes acceden fácilmente a los preservativos y

aún así no los usan. En nuestra muestra el 52,2% de los que los usan a veces

o nunca considera que entrar a un negocio a comprar preservativos es una

situación incómoda, el 25,1% piensa que proponer usar preservativo hace que

el otro sospeche que ha tenido relaciones con otra persona; el 18,6% considera

que puede parecer que uno sospecha del otro; el 41,2% piensa que rompe el

clima y el 40,6%, que crea una barrera entre los amantes. En el caso de la

incomodidad a la hora de comprar preservativos, resulta más elevado el

porcentaje en las mujeres que en los varones (66,9% contra 44,3%); en tanto

que considerar que resulta sospechoso solicitar su uso, es más elevado en los

varones que en las mujeres (36,8% contra el 18,4%).

En el gráfico 15 se señala los porcentajes en relación con la muestra


total.
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80 75,9
Entrar a un negocio a
70 comprar es incomodo
60 58,8
69 54,29 Sospeche que el otro ha
50 44,9 tenido relaciones
40 40,6 Que uno sospeche del
59,4 31 otro
30 24,2
20 Rompe el clima

10 41,2
Barrera emocional entre
0 los amantes
Falso Verdadero/ No se

Gráfico 15.- Actitudes hacia el uso del preservativo

Estas creencias generan actitudes hacia su uso que se traducen en

aumento de la posibilidad de mantener relaciones sexuales sin protección, a

pesar de que el 96,7% de la muestra considera que el preservativo es eficaz

para la prevención. Sin embargo, como señalamos (cf.p 18), el 39,5% no saben

usarlo correctamente; esto intensifica el riesgo dado que consideran que están

teniendo sexo seguro. Algunos autores señalan que uno de los problemas más

serios es que aún cuando utilizan preservativos, no los utilizan de modo

adecuado (Cohall, A., Kassotis, J., Parks, R., Vaughan, R., Bannister, H.,

Northridge, M., 2001; Murphy, Boggess, 1998; Norman, L.R., Carr, R., 2003;

Tapia-Aguirre, V., Arillo-Santillán, E., Allen, B., Angeles- Llerenas, A., Cruz-

Valdez, A., Lazcano-Ponce, E., 2004). Autores como Bortot, A.T., Risser, W.L.

y Cromwell, P.F. (2004) identifican como los principales errores que tienen los

adolescentes el retiro seguro del preservativo después de la relación sexual y

las dificultades en la erección para colocárselo. A su vez, Rasmussen-Cruz, B.,

Hidalgo-San Martín, A., Alfaro-Alfaro, N. (2003) encuentran que el 77,3% de los

adolescentes lo usan inadecuadamente. Un obstáculo serio para que los

adolescentes usen preservativos reside en que, frecuentemente, sus relaciones

sexuales tienen lugar a raíz de un impulso repentino. La cuestión de fondo es


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que los adolescentes emprenden la actividad sexual debido a problemas más

profundos, y ninguna cantidad de educación sexual los persuadirá para que

usen preservativos correcta y adecuadamente (Alessandri, R., Friedman, Z.,

Trivelli, L., 1994).

En los últimos años, en nuestra cultura se ha popularizado el tatuaje y

los piercing, especialmente entre jóvenes y adolescentes aunque,

recientemente, es posible ver adultos con tatuajes, como una suerte de

retrotraerse a tiempos adolescentes o permanecer en dicha etapa. Varios

estudios han encontrado asociación entre el uso de tatuajes y el consumo de

tabaco, alcohol y otras drogas, con inicio de relaciones sexuales más precoces

y mayor número de parejas sexuales (Busaniche, J. N., Eymann, A. M., Mulli,

V., Paz, M.P. y Catsicaris, C., 2006; Carroll, S.T., Riffenburgh, R.H., Roberts,

T.A., Myhre, E.B., 2002; Mayers, L., Judelson, D., Moriarty, B., Rundell, K.,

2002; Roberts, T.A., Ryan, S.A., 2002). Nuestra muestra, coincidiendo con las

investigaciones señaladas, presenta los siguientes datos (Ver gráfico 16).

30 27
25

20
Tatuajes
15
10,7 Piercing
10

Gráfico 16.- Uso de tatuajes y piercing

Resumiendo, los valores que reflejan el riesgo al que están sometidos

los adolescentes de nuestra muestra son los que se señalan en los gráficos 17

y 18.
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 41
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Gráfico 17.- Porcentaje de la Muestra Con y Sin Conductas de Riesgo

Gráfico 18.- Porcentaje de la muestra con y sin conductas de riesgo sexual

Según Basile, H.S. (2005), todas las conductas de riesgo que venimos

analizando son autodestructivas y las considera formas de suicidio crónico; por

lo tanto, son señales de alarma que los adultos deberían ser capaces de

decodificar. Cuando esto no sucede, estamos frente a una situación de franco

abandono y en este sentido configuran lo que Rascovsky (1992, p281)

consideró una de las formas actuales de filicidio.


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 42
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AUTOPERCEPCIÓN

El 57,5% de la muestra ve el SIDA como una amenaza para su vida.

Esto se relaciona con lo que señala Weller (2004) en referencia a los distintos

tipos de campañas de prevención; las reacciones encontradas se relacionarían

con una campaña del tipo de “prevención bajo amenaza de muerte”, las cuales

hacen hincapié en el carácter mortal de la enfermedad y promueven el miedo.

Éste, en tanto emoción primaria, provoca comportamientos dirigidos por

mecanismos defensivos tales como la disociación, la negación, la evitación y la

omnipotencia. De esta manera, tenemos que consideran el SIDA como una

amenaza de muerte, pero aún así no se cuidan.

Directamente relacionado con esto se encuentra la consideración de si el

SIDA es un problema de un grupo en particular; el estigma tiene la utilidad

social de marcar la diferencia de lo que hay que cuidarse (Marichal, F., Quiles,

Ma. N., 2000). Por eso la necesidad de seguir buscando grupos de riesgo y la

consideración de que es un problema de homosexuales ya que el 30.9% de la

muestra responde de manera positiva o que no sabe a este ítem. De este

porcentaje, el 39,4% son varones y el 26,8%, mujeres. Del mismo modo,

sucede con las señales físicas; el enfermo de SIDA está estigmatizado pero el

portador no porque no tiene marca física. Así, como ya señalamos, el 26,5% de

la muestra cree que se puede reconocer por la apariencia a un portador del

virus. Esto nos remite a las preguntas referidas a la información y conocimiento

acerca de la temática.

En lo que respecta a la autopercepción de riesgo, según se observa en

el gráfico 19, la situación es preocupante. Si quienes tienen riesgo están


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 43
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seguros de no tenerlo, es difícil que modifiquen las conductas riesgosas que

llevan a cabo.

Gráfico 19.- Autopercepción de posibilidad de contraer VIH

La encuesta contempla dos preguntas que, a los efectos de analizar la

autopercepción de conocimiento, son claves. Al principio de la encuesta, antes

de las preguntas acerca de lo que significan las siglas VIH y SIDA, se indaga

sobre si consideran que tienen suficiente información sobre VIH/SIDA (Ver

gráfico 20).

Gráfico 20.- Considera tener suficiente información sobre VIH/SIDA


(Al inicio de la encuesta)
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 44
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Sobre el final de la encuesta vuelve a preguntarse su apreciación acerca

de si tienen suficiente información. El 65,3% reconoce que sabe más o menos

o no sabe de VIH/SIDA; en ese punto fue posible la apertura de un espacio de

reflexión con los jóvenes ya que ellos mismos comenzaron a solicitar talleres.

De esta forma se abrieron espacios de escucha sobre este tema en los que

participaron los grupos a los que se administró la encuesta. Esto quiere decir

que la acción tiene efectos, que se abre el diálogo; hubo un cambio significativo

y positivo en la autopercepción de conocimiento.

De los encuestados que contestaron correctamente “Los preservativos

son eficaces para la prevención del VIH” se observa un sesgo cuando entra a

jugar la valoración de la situación, de los otros o de sí mismos, lo que lleva a

una disminución de los porcentajes (cf. 38).

RELACIONES RELEVANTES ENTRE LAS VARIABLES CONSIDERADAS

Recordemos que consideramos el constructo información como el

conjunto de abstracciones sistematizadas y transmitidas por agentes que a

distintos niveles representan los modelos societarios en un determinado

momento histórico. Por el contrario, el conocimiento es la composición y

síntesis de lo percibido como información, que luego de ser valorado se

organiza en un estilo personal de pensar y pensarse. De esta forma, y según

los resultados obtenidos en la muestra, debemos señalar que el modo en que

la información es difundida, sumado a las características

biopsicosociocognitivas de los adolescentes, lleva a que no se apropien de la

misma; por lo tanto, no se convierte en conocimiento y no se transforma en

experiencia vivencial que dirige las acciones.


Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 45
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Es así que cuando se analiza la correlación entre los constructos de

conocimiento y de riesgo general obtenemos un resultado positivo de baja

intensidad (rho = 0,221) (Mas Colombo et al., junio, 2008). Si bien desde el

punto de vista de la lógica cotidiana esta relación parece incoherente, la

influencia de la información en la prevención de conductas de riesgo es

impredecible con cierta tendencia, aunque débil, a que el riesgo aumente de

todos modos. Esto demuestra que la información, por sí sola, puede ser un

elemento que ayude a la toma de distancia personal del problema. A veces,

autopercibirse informado y creer que se posee conocimiento interfiere en la

decisión de tener conductas preventivas en tanto hay una falsa sensación de

seguridad. Si bien la información es el punto de partida del proceso preventivo,

debe ser considerada necesaria y pertinente por aquel que la recibe y para ello

debe estar motivado para recibirla. También es cierto que la información para

ser aprehendida debe ser significativa lógicamente, condición con la que se

cumple desde el modelo biomédico. Pero esto, según los registros estadísticos

no ha bastado para detener el avance de la pandemia. Debemos preguntarnos

entonces, qué es lo que media entre una información lógicamente emitida y la

aparición o no de un comportamiento preventivo. Podríamos decir que debe ser

también, potencialmente significativa desde lo psicosocial.

Por otra parte, según se indica precedentemente, los adolescentes

encuestados modifican su autopercepción de conocimiento a medida que van

realizando la encuesta; la misma encuesta les posibilita reflexionar sobre

aspectos de sí mismos, del virus y de la enfermedad que no les eran

conocidos.
Conductas de riesgo y conocimientos sobre VIH/SIDA en adolescentes de nivel medio de 46
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En lo que respecta a la relación entre las conductas de riesgo general y

sexual, la correlación es positiva de alta intensidad (rho = 0,758) (Mas Colombo

et al., junio 2008) lo que indica que aquellos que incurren en una conducta de

riesgo tienen alta probabilidad de incurrir en otras.


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CONCLUSIÓN

“El futuro de la epidemia de VIH está en manos de los jóvenes,


porque los comportamientos que adopten ahora y los que mantengan
durante toda su vida sexual determinarán la evolución de la epidemia en las
próximas décadas. Continuarán aprendiendo unos de otros, pero su
comportamiento dependerá en gran parte de la información, los naimientos
y los servicios con los que la generación actual de adultos dote a sus hijos”.
(Toledo Vila, H., Navas Pinzón, J. A., Navas Pinzón, L. C., Pérez
Manrique, N., 2002, p150)

De acuerdo a los datos relevados en la presente investigación

concluimos que un alto porcentaje de los adolescentes de la muestra presentan

algún tipo de riesgo general (78,58%) y/o sexual (63,03%), sin diferencias

significativas por género. Consideramos incluido dentro del porcentaje de

riesgo aún a aquellos que manifiestan una sola conducta de riesgo pues,

independientemente de que los resultados numéricos no parezcan

epidemiológicamente relevantes en este caso, una sola conducta de riesgo

puede convertirse en el cien por cien de probabilidad de transmisión para esa

persona o aumentarla geométricamente.

Recordemos los resultados de la experiencia en los talleres con

docentes (muchos de ellos, seguramente también padres) que revelan fallas en

la información y en el conocimiento, además de poner en discusión creencias y

valores divergentes acerca de la sexualidad. Esto nos lleva a reflexionar sobre

las posibilidades que tienen los adultos en la actualidad para tutorear el

desarrollo armónico del proceso adolescente, en el marco de una sociedad en

crisis de valores. Se aúna a esta crisis societaria la crisis adolescente, no

encontrando los jóvenes modelos identificatorios que les posibiliten entrar a la

adultez con la madurez necesaria para encarar, y de ser posible, operar

cambios positivos en lo epocal.


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De igual manera que durante en la primera infancia la forma en que se

sostiene y manipula al bebé le brinda el marco de confianza que le permite

aprender a manejarse frente a las situaciones impredecibles, durante la

adolescencia se requiere una presencia fuerte del adulto que sea capaz de

oponerse consistentemente al intento del adolescente de independizarse

prematuramente. Las figuras parentales deben hacerse cargo de esta

responsabilidad, aunque la misma debe ser compartida por otras instituciones

sociales (escuela, club, etc.).

Es innegable que los procesos de aprendizaje, sobre todo los

correspondientes a los primeros años de vida y al período adolescente, dejan

huellas mnémicas a nivel sensorial, emocional y cognitivo. Un joven carente de

estímulos adecuados, con ausencia de funciones materna y/o paterna que

orienten la conducta, no tendrá facilitado un ordenamiento psíquico acorde a

las exigencias relacionales entre el yo y el medio. Estas acciones que desde el

medio obligan al adolescente a acomodarse, modulan sus impulsos y sus

actos, promoviendo cambios a nivel cerebral, psíquico e intelectual.

Quizás debamos pensar qué nos ha pasado en los últimos tiempos, en

los que la violencia, la inmediatez de la satisfacción, la incapacidad para tolerar

la frustración y el predominio del quiero ya, han generado personalidades

inestables incapaces de pensar por sí mismas y de sostener a las

generaciones más jóvenes. Si esta sociedad se caracteriza por los trastornos

impulsivos, la depresión, los trastornos limítrofes de la personalidad, los

trastornos antisociales, etc., es porque ha fallado en su propia función

ejecutiva, ha sido más impulsiva que sintiente y reflexionante; más expulsiva

que contenedora. No ha sabido comprender las necesidades de sus


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integrantes, interpretándolas desde ideologías rígidas e imposibilitando

despliegues humanos saludables. Así como nuestro cerebro requiere de redes

neuronales en funcionamiento para actuar, la sociedad requiere de conexiones

afectivas para tejer entramados humanos que posibiliten anticipar el mañana,

supervisar acciones futuras y, fundamentalmente, inhibir aquello que sólo la

condena a su extinción.

El desarrollo del adolescente se caracteriza por los cambios que se

relacionan con los procesos que conducen a la construcción de la conciencia

de sí mismo a partir del desarrollo de la identidad del yo corporal, del yo

psíquico y del yo social (Mas Colombo, 1999, 2004). Esta conciencia de

mismidad pierde su unidad, su integración, cuando se ve amenazada por las

conductas de riesgo que desregulan, desordenan y desorganizan la dinámica

existencial, haciendo prevalecer lo instintivo, en desmedro de una conducta

equilibrada signada por la libertad de elección y no por el condicionamiento

ciego de las necesidades y deseos. En las conductas impulsivas queda negada

la posibilidad de la realización de un proyecto, de un futuro.

Sin descartar el goce y el placer, pero sin caer en axiomas como “pienso

luego existo”, el hombre debe evaluar situaciones, posibilidades y necesidades.

En consonancia con el modelo integrativista que da marco a esta

investigación consideramos que las acciones que se emprendan deben ser los

principios liminares que propendan a la maduración del sistema nervioso

central, en especial los lóbulos prefrontales, a la estructuración psíquica y a la

organización sociocognitiva, para un desarrollo integral que tienda, no sólo a la

prevención sino también a la promoción de salud biopsicoaxiosocial. Pensar en


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la promoción como praxis cotidiana permitirá que cada integrante de la

comunidad pueda ser protagonista de su propia existencia.

No debemos olvidar que ya ha transcurrido casi una década del siglo

XXI y que la pandemia continúa extendiéndose; el tiempo apremia.


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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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