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El “Dios ha Muerto” de Nietzsche

MARZO 9, 2018 BÚHODEMINERVADEJA UN COMENTARIO


La famosa cita de Nietzsche “Dios ha muerto” (“Gott ist tot”) es una de las citas
filosóficas más conocidas por el público en general, pero simultáneamente una de las
menos comprendidas. En esta entrada voy a ofrecer una interpretación contextualizada
de la cita del famoso filósofo alemán.
Si bien Nietzsche usa esta famosa expresión en varias, si bien esporádicas, ocasiones a
través de sus obras, lo cierto es que el pasaje clave para su interpretación se halla en el
aforismo 125 de su libro “La Gaya Ciencia”, un aforismo que se titula “El Loco”. A
pesar de ser algo extenso, vale la pena citarlo en extensión:

¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al
mercado gritando sin cesar: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!». Como precisamente
estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes
risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño
pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá
embarcado? ¿Habrá emigrado? -así gritaban y reían todos alborotadamente.

El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada.

«¿Que a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado:


¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo
hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte?
¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará
ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos
continuamente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes?
¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada
infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene
siempre noche y más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos
todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún
olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha
muerto! ¡Dios permanece muerto! !Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos
consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta
ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa
sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos
sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande
para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer
dignos de ellos? Nunca hubo un acto más grande y quien nazca después de nosotros
formará parte, por mor de ese acto, de una historia más elevada que todas las historias
que hubo nunca hasta ahora.»

Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y lo


miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en
pedazos y se apagó.

«Vengo demasiado pronto -dijo entonces-, todavía no ha llegado mi tiempo. Este


enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres.
El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, los actos
necesitan tiempo, incluso después de realizados, a fin de ser vistos y oídos. Este acto
está todavía más lejos de ellos que las más lejanas estrellas y, sin embargo, son ellos
los que lo han cometido.»

Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas
su Requiem aeternam deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó
siempre esta única frase: «¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y
panteones de Dios?». (La Gaya Ciencia, 125)

Nietzsche busca apropiarse y revertir la idea cristiana de


que Dios muere por los pecados del mundo.
El estilo literario de Friedrich Nietzsche es único en el mundo filosófico en que es
simultaneamente argumentativo como emotivo. La cita de Nietzsche “Dios ha muerto”
no es la excepción. En efecto, la cita busca simultaneamente evocar tanto lo familiar
como lo paradójico. Familiar, porque la muerte de Dios es parte de la teología cristiana:
Cristo, Dios encarnado, muere en la cruz a causa de los pecados del mundo. Paradójico,
porque Dios, un ente inmortal, no puede morir. De este modo, Nietzsche está evocando
y apropiándose de una familiar paradoja cristiana, pero la que va a emplear de un modo
muy distinto. Esto es un rasgo muy típico de Nietzsche: a pesar de detestar la moral y
teología cristiana, este le gusta emplear su simbología y estética, pero empleándola de
un modo completamente opuesto. Nietzsche, siendo un pensador ateo, no cree que Dios
haya existido nunca por lo que el pasaje no habla de la muerte de Dios en un sentido
literal o metafísico, sino que el pasaje es una reflexión sobre una condición cultural
moderna: la secularización del occidente y la pérdida de la fe en Dios. Es por eso que
cuando el loco entra al mercado buscando a Dios se encuentra con ateos, ateos que
creen que su pregunta es irrisible.
Friedrich Nietzsche
Ahora bien, y esta es la pregunta clave detrás del pasaje, ¿que diferencia existe entre
decir “Dios ha muerto” y “Dios nunca existió”? ¿Porqué Nietzsche emplea la primera
expresión en vez de la segunda? La respuesta no puede ser, como hemos dicho, porque
crea que Dios haya muerto en un sentido literal o metafísico, sino que se refiere al
hecho de que la idea de Dios, a pesar de ser falsa, ejerció una influencia verdadera y
real en la sociedad occidental. En efecto, la reflexión que hace Nietzsche sobre “la
muerte de Dios” es igualmente válida independientemente si uno es creyente o ateo, ya
que hace referencia a la pérdida de la creencia en Dios por parte de occidente. Es por
eso que nosotros hemos matado a Dios. Una vez más aquí Nietzsche juega con la
familiar idea de que indirectamente todos matamos a Cristo-Dios ya que el murió por
nuestros pecados. Sin embargo, aquí esa idea es alterada: todos somos responsables de
la muerte de Dios porque pertenecemos a una cultura que ha dejado de creer en Él.
La Muerte de Dios, ¿Triunfo o Tragedia?
Sin embargo, a diferencia de la gran mayoría de pensadores ateos, Nietzsche no ve la
muerte de Dios como algo inmediatamente liberatorio, sino como algo potencialmente
catastrófico. En efecto, es un error creer que la expresión “Dios ha muerto” es un grito
de triunfo o liberación, como a menudo se interpreta, sino que es un grito de
angustia que roza con la desesperación.
Como lo indica el pasaje, la muerte de Dios es asemejada a “desencadenar la tierra de su
sol” lo que a su vez causa que “erremos en un vacío infinito”. ¿Porque Nietzsche ve con
tanta preocupación la pérdida de la creencia en Dios? ¿Porque Nietzsche no
simplemente se une a los ateos del mercado, quienes parecen ser felices sin creer en
Dios? La respuesta es que Nietzsche opina que la creencia en Dios es realmente una de
las piedras angulares del pensamiento occidental, por lo que, a diferencia de lo que los
otros ateos puedan creer, la muerte de Dios causa que el edificio intelectual de occidente
colapse, si bien dicho colapso puede no ser percibido inmediatamente.

Para profundizar porque esto es así, es conveniente conectar este pasaje Nietzscheano
con un pasaje de una obra distinta: El Ocaso de los Idolos. El pasaje en concreto está
titulado “Como el Mundo Verdadero se Convirtió en una Fábula: Historia de un Error”
y es el siguiente:

1. El mundo verdadero es asequible al sabio, al virtuoso; él es quien vive en ese mundo,


quien es ese mundo. (Esta es la forma más antigua de la Idea, relativamente, simple y
convincente. Se trata de una trascripción de la tesis: «yo, Platón soy la verdad».)
2. El mundo verdadero no es asequible por ahora, pero ha sido prometido al sabio, al
piadoso, al virtuoso («al pecador que hace penitencia»). (La Idea ha progresado, se ha
hecho más sutil, más capciosa, más difícil de entender, se ha hecho mujer, se ha hecho
cristiana…).
3. El mundo verdadero no es asequible ni demostrable ni puede ser prometido, pero,
por el hecho de que se pueda pensar, constituye un consuelo, una obligación, un
imperativo. (El antiguo sol sigue alumbrando al fondo, aunque se le ve a través de la
neblina y del escepticismo; la Idea ha sido sublimada, se ha vuelto pálida,
nórdica,koenigsburguense.)
4. ¿Es inasequible el mundo verdadero? En cualquier caso, no lo hemos alcanzado, y
por ello nos es también desconocido. En consecuencia, no puede servirnos de consuelo,
ni de redención, ni de obligación. ¿A qué nos podría obligar algo desconocido?
(Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo.)
5. El «mundo verdadero» es una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni siquiera
obliga, una Idea que se vuelto inútil, superflua; en consecuencia, es una Idea que ha
sido refutada: eliminémosla. (Día claro; desayuno, vuelta del sentido común y de la
serenidad alegre; Platón enrojece de vergüenza y todos los espíritus libres arman un
pandemonio.)
6. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado? ¿el aparente…?
¡no!, al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente.(Mediodía;
instante de la sombra más corta; fin del error más largo; punto culminante de la
humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA.)
¿Que nos quiere decir Nietzsche en este pasaje? Aquí, como el nombre del pasaje lo
indica, Nietzsche relata lo que el percibe como “la historia de un error” desde la antigua
Grecia hasta la modernidad.

La Hipótesis de los Dos Mundos


El “error” que Nietzsche detecta es lo que se podría bautizar como “La Hipótesis de los
Dos Mundos”. Esta hipótesis consiste en creer lo siguiente: el mundo empírico que nos
rodea y con el que interactuamos a diario no es el mundo real, sino que es el reflejo
imperfecto de un segundo mundo. En otras palabras, el mundo en el que vivimos es una
sombra de otro, el cual sí existe realmente.

Platón
Nietzsche detecta el origen de esta idea en la antigua Grecia, concretamente, en los
escritos de Platón (aunque ideas similares eran promulgadas por otros pensadores
anteriores como Pitágoras y Parménides). Platón, como es conocido, creía que la
verdadera esencia de los entes empíricos no se encontraba en este mundo, sino que
existía en un mundo inmaterial al que solo podía accederse mediante reflexión
filosófica. Por eso Nietzsche indica que en esta etapa se dice que este mundo solo es
accesible “al sabio, al virtuoso”, es decir, al filósofo antiguo. Es importante notar que, si
bien el acceso a este mundo está reservado solo para una élite intelectual, en esta etapa
no hay duda alguna que ese mundo es real, accesible, y alcanzable.
Sin embargo, la idea no permanece estática, sino que evoluciona. El cristianismo y su
teología entran en el flujo histórico se fusionan con filosofía griega, creando un nuevo
trasfondo intelectual en Europa. La creencia de que existen dos mundos persiste, pero la
idea pierde su original abstracción intelectual y se moraliza. Aquella “realidad detrás de
la realidad” es ahora entendida como Dios y el mundo futuro. El mundo que nos rodea
es una corrupción del mundo perfecto que Dios creó originalmente y que restaurará al
Final de los Tiempos. El ente que imbuye de realidad a este mundo ya no son las ideas
platónicas, sino la entelequia divina: el “mundo real” existe solo en la mente de Dios y
el acceso a Dios se consigue mediante una actitud moral y no intelectual. El mundo real
sigue siendo accesible, pero ya no para el filósofo, sino para el santo y el místico.

Immanuel Kant
La siguiente etapa de este error se encuentra en la filosofía de pensadores como Kant.
En efecto Kant, (filósofo nacido en Königsberg, por lo que a es el a quien Nietzsche
alude al decir que la idea se vuelve koenigsburguense) propuso que existe una distinción
entre el mundo como se nos aparece a nosotros y el mundo como “realmente” es. En
efecto, Kant intuyó que nuestra percepción del mundo viene “filtrada” por nuestro
aparato cognitivo por lo que el mundo perceptible no puede corresponder al mundo “en
sí mismo”. Sin embargo, a pesar de que sea imposible percibir “el mundo en sí mismo”
para Kant (ya que cualquier percepción debe necesariamente hacerse a través de
categorías cognitivas), este simultáneamente sostuvo que ciertos
conceptos morales podían anclarse en este mundo imperceptible. Concretamente, Kant
pensaba que Dios, el libre albedrío y la inmortalidad del alma eran ideas que, a pesar de
no encontrar sustento en el mundo empírico, quizá encontraban su realidad en ese
mundo imperceptible. Con esto Kant pretendió “blindar” estos conceptos morales de la
crítica y falsificación empírico-científica, pero lo hace a un enorme costo: la creencia en
Dios, el libre albedrío y la inmortalidad del alma devienen conceptos inaccesibles,
que deben ser aceptados por fe sin evidencia empírica alguna.
La siguiente etapa en la evolución de la idea es el principio de su final. Si el “mundo
real” realmente no ejerce ningún efecto empírico o causal en el mundo que percibimos,
¿qué diferencia hace que este exista o no? He aquí el instinto positivista: es imposible
de hablar de aquello que no produce una diferencia en el mundo perceptible, ya que
nuestro propio lenguaje está anclado al mundo perceptible. Hablar de un ente oculto
detrás de la percepción del ente es absurdo. Aquí Nietzsche tienen en mente a los
positivistas de su día, pero su descripción también es aplicable a positivista más
contemporáneos como los que eran parte del Círculo de Viena. La actitud positivista
elimina la idea del mundo real haciéndola superflua. El “mundo real” pasa a ser una
extraña ficción. Lo único que es “real” a partir de ahora es aquello que se pueda
examinar, medir y probar mediante experimento científico.

¿El Mundo Aparente deviene Real?


Ahora bien, ¿significa esto que el mundo empírico puede sustituir al “mundo real” en la
conciencia occidental? Nietzsche lo duda. ¡Abolir el “mundo real” ha accidentalmente
abolido el “mundo aparente” también! Para Nietzsche, el positivismo científico es
incapaz de sustituir la metafísica antigua porque el mero positivismo es aparentemente
incapaz de darle valor al mundo del modo que lo hacía la antigua metafísica. La
“Muerte de Dios” no es entonces simplemente la secularización occidental, sino la
pérdida total de fe por parte de occidente en una metafísica que proponga un “segundo
mundo” o “realidades ocultas” para imbuir a este mundo y sus entes de valor o
propósito. La Muerte de Dios, es decir, la pérdida de fe en la existencia de una realidad
ultra-empírica tiene como consecuencia directa la creencia que el mundo y la vida no
tienen valor, una condición cultural que Nietzsche denomina “nihilismo“.
En efecto, la raíz del nihilismo puede entenderse como el resultado de un argumento
lógico que tendría la siguiente forma:

1. El Mundo solo puede tener valor si existe un Segundo Mundo,


2. No existe un Segundo Mundo,
3. Conclusión: El Mundo no tiene valor.
Los ateos de la plaza aún no caen en cuenta de la magnitud del problema. Ellos aún no
se dan cuenta que al haber matado a Dios han sin querer serruchado el piso por debajo
de sus pies. Ahora bien, ¿como podemos escapar del nihilismo? Para un cristiano, la
respuesta está en atacar la premisa “2” e insistir que, a pesar de lo que parezca, Dios
existe y su existencia empapa a nuestro mundo de significado. Pero para Nietzsche,
quien cree que Dios es una fantasía, la verdadera solución al problema es rechazar la
premisa “1”.

INCIPIT ZARATHUSTRA
Zarathustra
En efecto, la pérdida del mundo “real” causa una sensación de pérdida de significado y
valor precisamente porque nuestra cultura, erróneamente, ha creído desde la antigüedad
que el valor solo puede provenir de una realidad no-empírica. Occidente se acostumbró
a creer que el valor del mundo solo podía provenir de un segundo mundo, pero esto,
para Nietzsche, fue desde el inicio un error. El nihilismo, la creencia que nada en el
mundo posee valor o significado, es el resultado inevitable no de la pérdida de fe en el
“mundo real”, sino la creencia errada que el valor solo podía provenir de ese segundo
mundo invisible. El nihilismo, por lo tanto, es una especie de resaca que aparece cuando
la droga, que es Hipótesis de los Dos Mundos, deja de tener efecto.
Nietzsche le gusta recordarnos que la sociedad pre-cristiana, la greco-romana, pudo
encontrar valor en el mundo empírico que la rodeaba. En efecto, las sociedades paganas
de la antigüedad, si bien creían en lo sobrenatural, no anclaban su concepto de valor en
un mundo oculto. La vida para estos antiguos tenía valor propio: se justificaba a si
misma sin la necesidad de un dios que la bendiga tras el telón.

Así, en contra del nihilismo, Nietzsche propone empezar de nuevo y aprender a valorar
este mundo como real y valioso sin necesidad de apelar a realidades invisibles. De este
modo, la angustia expresada por el loco que anuncia la Muerte de Dios debe de ser
entendida en conjunto con el optimismo que trae la prédica del Zaratustra de Nietzsche,
el profeta del futuro que anuncia una nueva forma de entender el valor, significado y la
moral sin Dios.

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A veces son llamativos y nos atraen los tonos de espejismos grises, aunque la conciencia
del vacío puede ser más honda. Entonces vivirías en el espacio crónico que deja la
ausencia infinita de no encontrarte a ti mismo.
Todos pisamos parajes distintos e inhóspitos, la fragilidad emocional, la sensibilidad
Humana, y el miedo son motivaciones, son carencias que generan codependencias, la
búsqueda de un apoyo inconsciente.
Tal vez sientas en algún momento que la gente te empuja y otros te aceptan. Son
circunstancias normales, susceptibles de manipulaciones que no les faltan a los
vendedores de remedios, pócimas, y menjurjes, chamanes de luna llena.
A la gente nos encanta una etiqueta, el laberinto gira como un tío vivo buscando la salida,
a todo lo que parezca inconformidad, mientras tanto, los chirridos suenan de tanto moler lo
viejo, al giroscopio le falta grasa.
Las encrucijadas se bifurcan, los caminos retornan, y la llama de tu identidad se enciende
o se apaga según los valores que tu espiritualidad alcanza.
Según tu proyecto de vida, si los miedos te atrapan, te pondrás el disfraz que más te
plazca, para complacer a la audiencia. Y como siempre saldremos a representar un papel
de líneas mal aprendidas.
Tal vez la respuesta sea más sencilla y habita dentro de nosotros mismos, mas adentro en
tu alma, y no en lo que otros quieran señalarte. Por eso la autenticidad vibra dentro de tu
individualidad y no en reminiscencias que copian conductas colectivas de emociones
vacías sin ser verdaderos proyectos permanentes. Tú tienes la palabra. Tú decides.

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