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LA REVOLUCIÓN MILITAR

SERIE GENERAL
((LA SOCIEDAD))
Director: GONZALO PONTÓN
GEOFFREY PARKER

LA REVOLUCIÓN MILITAR
Las innovaciones militares y el apogeo
de Occidente, 1500-1800

Traducción castellana de
ALBERTO PlRlS

EDITORIAL CR~TICA
BARCELONA
I
Traducción revisada y ampliada por el autor, incorporando las correcciones y adi-
1 ciones de la segunda edición inglesa (Cambridge, 1989).
l

A Michael Roherts

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del co-
pyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de
esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el 1
l
tratamiento informática, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o
préstamo públicos.
l
Título original:
T H E MILITARY REVOLUTION.
Military innovation and the rise of the West, 1500-1800

Cubierta: Enric Satué


O 1988: Cambridge University Press. Cambridge
O 1990 de la traducción castellana para España y América:
Editorial Crítica, S.A., Aragó, 385,08013 Barcelona
ISBN: 84-7423-463-8
Depósito legal: B. 14.103-1990
Impreso en España
1990. - HUROPE, S.A., Recaredo, 2,08005 Barcelona
AGRADECIMIENTOS

Sir Lees Knowles, cuyos generosos donativos a su viejo colegio


d e Cambridge han servido para financiar las conferencias en las
que este libro estR basado, nació en Lancashire en 1857. Salió de la
Rugby Schoolpara convertirse en pensionado del Trinity en 187.5, y
estudió Derecho, siendo llamado a la Jzcdicatnra en 1882. Pero era
tanzbién un atleta entusiasta, representó a la Universidad en tres
competiciones diferentes y llegó a ser presidente del Atlzletic Club
de la Universidlrd d e Camhriríge. Todavía en 1901 capitaneaba el
equipo Oxbricige Athletic que recorría América del Norte. Pero ya
entonces Lees Knowles era miembro del Parlamento, elegido por
/OS conservadores en Salford en 1886 (por solamente 3.399 votos
contra 3.282, lo que recuerda la pequeñez de los distritos electorales
d e entonces). Había actuado también durante cinco años con70 se-
cretario parlamentario del Board of Trade en el tercer ministerio de
lord Sali.sblrry, y le fue conferido el títido de caballero haronet en
1903. A l iniciarse la primera guerra mundial, airnque ya tenía casi
sesenta años, se alistcí inmediatamente en los Lancashire F~csiliers,y
en 1918 había alcanzado el grado cie tenierlte coron~l.Falleció diez
años después.
Pudiera parecer que nada hay en esto capaz de entusiasmar a
u n hombre nacido en Nottinghanz, cuyos padres eran de Yorkshire,
que se preocupa poco de la política, prefiere lo marina al ejkrcito y
jamds ha destacado por sirs ciralidades ,físicas. Pero sir Lees Know-
les era también u n cr,qrrdo estudioso del pasado y había escrito va-
rias obras sobre la historia militar de los siglos XVIII y X I X que toda-
vía hoy merecen la atención porque, aunque se refieren en su
mayoría a las campañas en que intervino su regimiento, fueron ob-
jeto de cuidadosa investigación. En primer lugar, viajó asiduamente
a los lugares sobre los que escribió, y visitó, por ejemplo, la zona de
Minden mientras preparaba un libro sobre la batalla que en 17.59
TOS

tuvo allí lrigar, buscando los historiales de los regimientos alemanes B. Jannetta y Ronald Toby. 1 :unda vis ón, el prc
que habían combatido al lado de los Lancashire Fusiliers o contra . >
fesor Hayanzi m e facilitó tamhien los servicios ae un epcaz ayuda1
ellos. Dominaba también los idiomas de los principales protagonis- te de investigació~i,Hamano Kiyoshi, quien m e leyó y m e tradujo I
tas d e las diversas historias que escribió, y hablaba con ,facilidad en inglés las principales .finentes japonesas d e las cuestiones militares c
italiano, francés y alemán. comienzos de la Edad Moderna. A todos, m i agradecimiento.
Para preparar este libro h e hecho todo lo posible por seguir los l
En relación con el equilibrio militar en Asia meridional en es^^
métodos de sir Lees Knowles, pero ahora hay dos factores que com- 1 época, recibí con gratitiid el asesoraniiento y las referencias a la bi-
plican los viajes al extranjero y los éxitos lingiiísticos. En primer lu- bliografía de interés de los profe.sores C. R. Boxer, Ashin das Gmp-
gar, viajar al extranjero se ha hecho tan costoso que son pocos los ta, Hsrr Cho-yun, Peter Marslzall, M. N. Pearson, Evelyn Rawski,
estudiosos que pueden pagarse con sits propios medios largas inves- Jonathan Spence y Niels Steensgaard. También agradezco las acla-
tigaciones en el exterior. De ahí m i gratitud al Travel and Research raciones sohre Africa recibidas del doctor John Lorzsdale y del se-
Fund d e la Universidad de St. Andrews, a la Japan Society for the ñor James de Y Allen. Sobre las guerras europeas en el territorio
Promotion of Science, a la British Academy y a la .fundación Car- nietropolitnno debo gratitud en especial al doctor Simon Adams,
negie para las universidades de Escocia, todos los cuales han contri- quien inicialmente m e sugirió el tenla de estas conferencias, m e dio
buido generosamente a costear mis investigaciones en Asia, África, l muchos y rítiles consejos mientras las escribía y m e hizo valiosos
Europa y América. Estoy también m u y agradecido al Strrdy Leave conzentarios sobre el trabajo mecanografiado. Estoy también m u y
Comnzittee de la Universidad de St. Andrews, que nze concedió agrodeciclo al profesor sir John Hale, cuyos trabajos sobre la guerra
generosamente cinco semanas de permiso para poder concluir m i moderna han sido para mí,fuente de inspiración y de información, y
trabajo sobre las conferencias y residir en Cambridge mientras las que leyó toda m i obra mecanografiada sobre la que m e h i z o valio-
exponía; y al master y los fellows del Trinity College de Cambridge, sos comentarios; y al profesor John Kenyon, doctor Brrrce Lennian,
que m e invitaron a dar las conferencias Lees Knowles de 1984 so- 1
profesor John Lynn, doctor Colin Martin, señora Jane Ohlnieyer,
bre historia militar, y m e ofrecieron su espléndida hospitalidad y su doctor Haniish Scott y doctor Saniay Suhrahrnanyan, todos los cua-
apoyo sin límites mientras lo hice. El segundo obstácitlo para escri- les han leído también m i obra mecanografiada y m e han ayudado a
bir u n libro general que toca la historia de muchos países es la di- corregir muchos (aunque temo que n o todos) de mis errores y eqrri-
versidad de los idiomas. Se dice que en el m u n d o de hoy existen n o vocaciones.
menos d e 2.796 diferentes lenguajes escritos (sólo en la India hay Innumerables borradores de esta obra han sido expertamente
más d e 50, que se expresan con 14 tipos distintos de escritura). Nin- mecanografiados una y otra vez por Nancy Wood, sin cuya solícita
grin historiador puede soñar con dominarlos todos y, sin embargo, ayuda e inteligentes comentarios el texto huhiera reszlltado n ~ u c h o
al dedicarse sólo a unos. esnecialmente si son occidentales. se corre más pobre; Kim Everett preparó el borrador ,final; Jane Ohlmeyer
el peligro de caer en la distorsión y la parcialidad. No faltan las colahoró con la cartografía; Bill Davies y Susic Woodhouse, de la
obras «eurocéntricas» y el mundo n o necesita otras. Por todo eso, Cambridge University Press, proporcionaron un gran apoyo edito-
durante mis viajes intenté reunirme con todos los historiadores loca- rial especializado. A todos ellos, también, vaya m i reconocimiento.
les que m e fue posible, para conocer a través de ellos las perspecti- Pero m i deuda principal en la preparación de este libro es hacia Mi-
vas propias y los documentos sohre las materias tratadas en este li- chael Roberts, que m e ha dado ánimos y apoyo en nzi trabajo dri-
bro. Tuve la fortuna de encontrar en Japón al profesor Hayanzi rante casi veinte años, ya por carta, ya mediante discusiones perso-
Akira. de la Universidad d e Keio (Tokio). M e mostró. en m i urime- nales. Es una muestra de m i gratitud y estima dedicarle este libro.
ra visita en 1983, lo que la revolución'mi1ita;de co-
mienzos de la Europa moderna había influido en los países del este
de Asia, y m e presentó a varios colegas que (como el profesor Ha-
yami) m e ayudaron a corregir mis puntos de vista «eurocéntricos»:
los profesores Iwao Seiichi, Hamashita Takeshi, Hora Tomio, A n n
1. La revolución militar en Europa comenzó en los territorios gobernados por los el xvri, hacia el resto del Sacro Imperio, Polonia y Rusia. Otros territorios, como Ir-
Austria y por su enemigo principal, el rey de Francia. Desde ahí se extendió, primero landa, Escocia y el centro de Francia, apenas sintieron su influencia hasta después de
hacia el oeste, durante el siglo xvi, hasta llegar a Inglaterra, y luego hacia el este, en 1700.
2. L a revolución militnr fuera de Europa también se desarrolló en fases. Los nuevos del xvrrr. Hasta los países menos intimidados por los guerreros europeos de comien-
procedimientos militares de los europeos se aplicaron con éxito en ultramar, contra , zos de la Edad Moderna (China y Japón) copiaron, en cierta medida, las innovacio-
los pueblos nativos de América desde el siglo XVI, contra los de Siberia, el sudeste nes militares de los occidentales.
,
asiático y el Africa subsahariana, a partir del xvri, y contra los de la India, a partir
«Este es -escribió en 1641 Fulvio Testi, poeta italiano- el si-
qlo del soldado.» Pero ¿qué siglo de la historia europea n o lo ha
Sido? E s muy difícil encontrar un decenio. antcs dc 1815. en el que
al menos no tuviera lugar una batalla. Entre los años 700 y 1000, las
crónicas occidentales subsistente? raramente citan un año en el que
no se iniciaran hostilidades en alguna parte. y los tiempos de guerra
sobrepasan a los de paz en una proporción dc cerca de 5 a 1. En el
siglo xvrri. además. sólo hubo dieciséis años durante los que el con-
tinente estuviese totalmente en paz.' Pero en medio de esta apa-
rente homogeneidad, los comienzos de la Edad Moderna destacan
como desusadamente belicosos. En el siglo xvi hubo menos de diez
años de completa paz; en el xvri sólo hubo cuatro. Scgún un mo-
derno estudio sobre la incidencia de la guerra en Europa, los años
comprendidos entre 1500 y 1700 fueron «los más belicosos en l o re-
lativo a la proporción de años de guerra (95 por 100), frecuencia dc
las guerras (casi una cada tres años) y promedio anual de duración,
extensión e intensidad d c las guerras». Durante el siglo xvi, Espa-
ña y Francia raras veces estuvieron en paz; durante el xvri, el Impc-
rio otomano, la Austria de los Habsburgo y Suecia estuvieron en
guerra dos de cada tres años. España, tres de cada cuatro, y Polonia
y Rusia, cuatro de cada cinco.?
Las recientes explicaciones de esta desusada propensión al
conflicto armado se han centrado casi siempre en torno a la idea
de una «revolución militar» a comienzos d c la Europa moderna.
Este concepto fue examinado por vez primera (y bautizado) cn
una deslumbrante conferencia inaugural pronunciada en enero de
1955 por Michael Roberts en la Queen's University de Belfast, ti-
tulada «La revolución militar, 1560-1660~.Se identificaron como
críticas cuatro modificaciones en el arte de la guerra durante este
período. La primera fue la «revolución táctica», la sustitución de la
lanza y la pica por la flecha y el mosquete, cuando los caballeros gísticos planteados por la necesidad de construir más fortalezas
feudales fueron abatidos por los proyectiles de arqueros y fusileros más barcos de guerra, y de reclutar y equipar más soldados, caus;
actuando en masa. Junto con esta innovación hubo un marcado ron, en efecto, una revolución en los gobiernos, de la que emergió
aumento del tamaño de los ejércitos en toda Europa (donde las en el sielo xvrr~el Estado moderno.5
u

fuerzas armadas de varios Estados crecieron diez veces entre 1500 Ante tales objeciones algunos pueden preguntarse si está justi-
y 1700) y aparecieron estrategias más ambiciosas y complicadas, ficado hablar siquiera de una «revolución militar». ¿No se habrá
para poder poner en acción a estos ejércitos mayores. En cuarto y atribuido demasiada homogeneidad, demasiada importancia, a
último lugar, la revolución militar de Roberts acentuó enorme- una serie de graduales y modestos reajustes hechos Para atender
mente la repercusión de la guerra en la sociedad: los mayores cos- las demandas, siempre variables, de la guerra? Esta cuestión, sin
tes, los mayores daños infligidos y las mayores dificultades admi- embargo, se responde fácilmente con sólo comparar lo ocurrido a
nistrativas causadas por los acrecentados ejércitos hicieron que la comienzos de la E u r o ~ amoderna con otra «revolución militar» no
guerra se convirtiese en una carga mayor y en un problema más di- puesta en duda, que tuvo lugar unos 2000 años antes.
fícil que antes, tanto para las poblaciones civiles como para sus go- El ocaso de la dinastía Chou en el siglo vrrr a.c. hizo nacer en
bernantes. China un gran número de estados feudales, mutuamente enfrenta-
Hubo, como es natural, muchas otras innovaciones a principios dos. Entre los años 770 v 221 a.c. sólo hubo 17 años sin hostilida-
del moderno arte de la guerra, como fueron la aparición de la edu- des: no en vano los historiadores llaman a esta época la «Era de
cación militar especializada y de las academias militares, la articu- los Estados Guerreros». Pero con el tiempo cambiaron radical-
lación de las leyes positivas de la guerra, y el nacimiento de una mente la naturaleza, la duración y la intensidad de esas guerras.
abundante literatura sobre el arte de la guerra, pero los factores Las batallas de los siglos VII y VI a , ~ . protagonizadas
, normalmen-
que Roberts consideró como de evolución esencial fueron la tácti- te por masas enfrentadas de carros, raras veces implicaron a más
ca, el tamaño de los ejércitos, la estrategia y las repercusiones. de 10.000 hombres; sin embargo, hacia el siglo III los e,jército se
Como muchas otras conferencias inaugurales, esta nueva aporta- habían multiplicado por 10 y el total de las fuerzas armadas de los
ción hubiera sido inmediatamente olvidada, si sir George Clark, principales Estados se acercaba a un millón.6 Como ocurrió a co-
en sus «Conferencias Wiles» de 1956, en Belfast, no hubiera sin- mienzos de la Europa moderna, este enorme crecimiento se rela-
gularizado esta idea, alabándola especialmente como la nueva or- cionó con las innovaciones tácticas: los aristocráticos conductores
todoxia.Wurante los dos siguientes decenios casi todos los traba- de carro, armados con arcos, fueron dejando paso a una compacta
jos sobre comienzos de la Europa moderna que hacían alusión a la infantería de conscriptos, armada con lanzas y espadas de hierro (y
guerra incluían uno o dos párrafos en los que se repetían abundan- apoyada por un menor número de arqueros montados). Como es
temente los razonamientos de Roberts. Pero desde 1976 han apa- natural, las transformaciones militares de esta magnitud origina-
recido algunas discrepancias. Se ha sugerido que Roberts prestó ron problemas crónicos de abastecimiento y mando que obligaron
poca atención a la evolución naval, que subestimó groseramente la a los Estados beligerantes a reformar su estructura política, de
importancia de la guerra de sitio durante el comienzo de la Edad modo que los gobiernos, en su mayoría, pasaron de ser algo pare-
Moderna, que exageró el efecto de las reformas realizadas en el cido a una amplia corte, con los cargos más importantes ostenta-
ejército sueco bajo Gustavo Adolfo, y que omitió los cambios, pa- dos por los parientes del soberano o por los nobles más distingui-
ralelos pero independientes, producidos en los ejércitos francés, dos, a convertirse en Estados autocráticos regidos en nombre de
holandés y de los Habsburgo.4 Todas estas críticas se refieren a las un príncipe despótico por una burocracia asalariada, cuidado-
razones intrínsecas (si así pudiera decirse) de las transformaciones samente adoctrinada (desde el siglo v a.c. en adelante) en los
militares a comienzo de los tiempos modernos, pero también ha principios de Confucio y seleccionada en función de los méritos
habido una cierta revisión del análisis de Roberts sobre las amplias entre todas las clases sociales.
repercusiones de la revolución militar. Algunos escritores poste- Con la ayuda de esta nueva administración pública y debido a
riores han indicado que los graves problemas administrativos y lo- los grandes ejércitos, las guerras se hicieron más largas, menos nu-
20 LA R E V O L U C I ~ NMILITAR

merosas pero más decisivas. Entre los años 722 y 464 a.c. sólo te a favor de aquéllos, y es la tesis de este libro el que la clave del
hubo 38 años de paz (1 de cada 6), mientras que entre 463 y 221 éxito occidental en la creación de los primeros imperios verdade-
hubo 38 (1 de cada 2,5); sin embargo, durante este último período ramente globales, entre 1500 y 1750, residía precisamente en aque-
disminuyó constantemente el número de Estados independientes. llos perfeccionamientos de la capacidad de hacer la guerra que han
Entre los años 246 y 221 a.c. el hábil príncipe Cheng de los Ch'in sido denominados «la revolución militar». Es esta mi principal jus-
destruyó los otros seis Estados subsistentes y creó un Imperio uni- tificación para someter todo este asunto a un nuevo escrutinio.
ficado de quizá 50 millones de habitantes, con un ejército perma- De modo que este libro no es, ni pretende serlo, una historia
nente bastante superior a 1 millón de hombres. En todo el Imperio general del arte de la guerra a comienzos de la Edad Moderna.
se puso en vigor un código penal uniformado y la misma estructu- Los que buscasen aquí un estudio de las repercusiones de la guerra
ra administrativa: se creó un sistema de carreteras y canales, una sobre la sociedad, del «coste» de la guerra para las sociedades que
sola moneda y un idioma escrito normalizado; se empezó la prime- la hacen, de la literatura sobre los límites de la guerra, o de las re-
ra Gran Muralla de China, que se extiende a lo largo de 3.000 km laciones recíprocas entre el Estado y el sistema militar que sostie-
de la frontera septentrional. Quizás el monumento más revelador ne, quedarían desilusionados. Todos estos asuntos, sin embargo,
del poder del primer emperador de China sea su mausoleo, mayor están admirablemente tratados en otros libros.Vor el contrario,
que las pirámides de Egipto, construido cerca de su capital. Estaba yo me he dedicado al estudio de los elementos de la historia mili-
custodiado por un ejército de 6.000 figuras de terracota, cuyos di- tar europea que arrojan luz sobre un problema distinto: ¿qué hizo
versos rostros reflejan la variedad de los tipos étnicos que abarca- exactamente Occidente, que era al principio tan pequeño y defici-
ba el Imperio, pero cuyos uniformes normalizados (con insignias tario en la mayoría de los recursos naturales, a fin de compensar
de colores codificados para identificar a las unidades) y armas fa- estas deficiencias por medio de su superioridad en el poder militar
bricadas en serie testificaban la formidable centralización y efica- y naval?
cia alcanzadas. La «revolución militar» de los Ch'in estableció un Mi narración comienza con una revisión de las diversas formas
sistema que perduró, con notable invariabilidad, durante dos mile- en que los europeos hacían la guerra en los siglos xvr y xvrr, pues-
nios.7 to que la rápida difusión de las armas de fuego transformó la con-
Es sorprendente la semejanza entre esta sucesión de hechos y ducción de las operaciones ofensivas y defensivas, prestando la
la revolución militar europea. Las dos implicaron un enorme creci- debida atención a aquellos territorios que parecían muy poco
miento numérico, un cambio profundo en la táctica y la estrategia afectados por la revolución militar y también a aquellos otros que
y una mayor repercusión de la guerra sobre la sociedad. Ambas se encontraban en su mismo corazón (capítulo 1). Por el contra-
exigieron, además, profundos cambios en la estructura y criterios rio, el capítulo 2 dedica mayor atención a los países más «adelan-
de actuación de los gobiernos. Si se admite que una de ellas consti- tados», en su mayoría de Europa occidental, para examinar los
tuyó una revolución, lo mismo debe hacerse con la otra. Hay que problemas logísticos creados por la aparición de mejores fortifica-
reconocer que las transformaciones a principios de la moderna ciones y mayores ejércitos, y ver cómo eran resueltos. Sin embar-
Europa no hicieron nacer un sistema militar que perdurase, más o go, la carrera de armamentos entre las diversas potencias occiden-
menos invariable, varios siglos, pero, por otra parte, aquéllas no tales se desarrolló a la vez por mar y por tierra, y la «revolución
sólo transformaron la forma de guerrear en la metrópoli, sino que militar» ofrecía a los Estados europeos la posibilidad de extender
aceleraron de un modo decisivo el avance de la expansión europea sus conflictos mucho más allá de sus propias costas. En un princi-
en ultramar. La superior organización militar de los Ch'in les per- pio, esta aceleración quedó limitada a enfrentamientos en el mar,
mitió conquistar toda China: la de Occidente le permitió, al paso con ataques de una flotilla europea contra otra en el Atlántico
del tiempo, dominar todo el mundo. Esto se debía a que, en gran sept,entrional, el Mediterráneo, el Caribe y, más adelante, el océa-
medida, el engrandecimiento de Occidente dependía del ejercicio no Indico (capítulo 3). Sin tardar mucho, los europeos en ultra-
de la fuerza, del hecho de que el equilibrio militar en ultramar en- mar buscaron aliados indígenas y de este modo trasladaron sus
tre los europeos y sus adversarios se inclinaba ininterrumpidamen- hostilidades a otros continentes. Llevaron consigo sus nuevos pro-
REVOLUCIÓN MIL TTAR

cedimientos militares y, a medida que éstos mejoraban, iban co-


brando superioridad sobre todos sus oponentes: sobre los ameri-
canos en el siglo XVI, sobre la mayoría d e los indonesios en el
XVII,sobre muchos indios y africanos en el xvrrr. Al final, sólo Co-
rea, China y Japón resistían a Occidente hasta que la Revolución
industrial en Europa y América forjó algunas nuevas herramien-
tas imperiales, como el buque acorazado y el cañón de tiro rápido,
contra las que ni siquiera el Este asiático poseía al principio répli-
ca eficaz (capítulo 4).
Este libro concluye con un breve examen del proceso a través
del que los ejércitos y las marinas de guerra de los Estados de co-
mienzos de la Edad Moderna se metamorfosearon en los de la era <.(Hemos (je confesar -escribía en 1590 sir Roger W'illiams, 6:n
industrial, capaces de imponer (y de conservar durante casi un si- m . .,
glo) la influencia occidental y los modos occidentales de vida en su Brieje discourse o,f Warre- que Alejandro, César, bscipion y
casi todo el mundo. Esta saga, naturalmente, ha sido bien narrada Aníbal fueron los más notables y famosos guerreros que jamás ha-
por otros, y muy notoriamente por Daniel R. Headrick en The yan existido; sin embargo, téngalo por seguro ... nunca hubieran
tools of empire: technology and European imperialisrn in the nine- conquistado países tan fácilmente si hubiesen estado tan fortifica-
teenth century, Oxford, 1981. Headrick ha explicado cómo los Es- dos como Alemania, Francia, los Países Bajos y otros lo vienen es-
tados occidentales acrecentaron sus imperios mundiales desde cer- tando desde sus días.» Para Williams, jefe con dilatada experiencia
ca de un 35 por 100 del total de la superficie terrestre en 1800, de guerra en los ejércitos españoles, holandeses e ingleses, la proli-
hasta un 84 por 100 en 1914. Su relato constituye una lectura de feración de un sistema defensivo que era más o menos impenetra-
extraordinario interés que no necesita ser narrada de nuevo. Por ble al ataque constituía una radical diferencia entre las guerras de
eso, mi objetivo es algo distinto: intento sacar a la luz los medios su época y las dc todos los tiempos anteriores. Era opinión de Wil-
principales con los que Occidente adquirió ese 35 por 100 entre liams, y de muchos de sus contemporáneos, que la adopción de
fortificaciones geométricas, y de las armas de fuego que las hicie-
1500 y 1800. ron necesarias, había revolucionado tanto el modo de hacer la gue-
rra que nada útil podría aprenderse de los antiguos preceptos.'
Esta opinión tan exagerada, naturalmente, no era aceptada
universalmente. Por cada tratadista militar del Renacimiento que
rechazaba la validez de los e,jemplos antiguos había otro que los
ensalzaba. Los textos clásicos se reimprimían y se traducían a me-
nudo - e n especial los escritos en las épocas durante las que el Im-
perio romano estuvo amenazado de invasión- y sus ideas eran
asumidas y adaptadas a las condiciones del momento, por benévo-
los teóricos militares como Justo Lipsio.2 Pero tanto los «antiguos»
como los «modernos» estaban de acuerdo en despreciar el milenio
transcurrido entre la caída de Roma (476) y la de Constantinopla
(1453): la Edad Media era tenida como totalmente desprovista de
ejemplos o paralelismos interesantes. Según Nicolás Maquiavelo.
florentino de principios del siglo xvi que tenía notable experiencia
en organización militar, las guerras de las generaciones inmediata-
mente anteriores habían «comenzado sin miedo, proseguido sin
24 L~ REVOLUCION MILITAR REVISION DE LA REVOLUCION MILITAR L

riesgo y concluido sin pérdidas)). Escritores posteriores han sido


inducidos por esta y otras manifestaciones a desechar a los ejérci-
tos medievales como «simples muchedumbres» que se hallaban
«total y gloriosamente indisciplinadas», y a rechazar que «los con-
ceptos de 'mando' y 'planificación' pudieran aplicarse con prove-
cho a la guerra medieval».-?
Pero todo esto carece de sentido. Los ejércitos de la Edad Me-
dia estaban sometidos a la misma tensión entre los procedimientos
ofensivos y defensivos de la que surgen la estrategia y las innova-
ciones militares. Todos los ingredientes necesarios para el pensa-
miento estratégico se hallaban presentes. en especial tras la proli-
feración en Europa occidental de los castillos de piedra, que se
inició en el siglo x r , porque dondequiera que se construyesen las
nuevas fortalezas, los mandos militares se veían obligados a au-
mentar sus ejércitos, mejorar la disciplina y prolongar el servicio
de sus hombres, y a adoptar una estrategia de desgaste cuidadosa-
mente calculada (quizá durante varios años seguidos).4 Según la
máxima autoridad en este asunto, «el propósito verdadero de la
actividad militar acabó siendo la toma y la defensa de las plazas
fortificadas». Ya en el siglo X I I 1. Sr. Atidreivs iti Fif? era la sedc dcl Primado de Escocia. cuya capital cclesiiistica
se hallaba fuertemente fortificada en el decenio de 1530. Sin embargo. sus muros,
un invasor podía controlar un territorio si lo ocupaba con un ejérci- aunque construidos alaún tiempo después de que en Italia se hubieran alzado los pri-
to: pero si no se apoderaha dc las plazas fuertes, su control concluía meros bastiones. se eri~ieronscgúii el iradicional principio dcfciisivo «vertical* de la
al retirarse sus fuerzas. El principal objetivo de un invasor que se Edad Media, concchido más para evitar el asalto humano que el caRoneo de la arti-
llería.
proponía anexionarse territorios era apoderarse de sus puntos for-
tificados. No era entonces, al contrario de ahora. el de destruir o
paralizar las fuerzas enemigas para poder imponer su omnímoda
voluntad al gobernante cuyos territorios atacaba.'

En la dinámica militar entre defensiva y ofensiva. la primera era Este punto muerto se resolvió provisionalmente en el siglo xv
claramente predominante. Así pues, por el momento, apenas se con la invención de los poderosos cañones de sitio. Al principio, la
sentía la necesidad d e modificar el tipo de las fortificaciones: el es- aparición de uno solo de ellos podía producir la rendición inme-
tilo vertical del castillo de Gaillard, construido en el siglo xrr, es diata de la guarnición: los soldados escoceses de Berwick-upon-
claramente del mismo tipo que el castillo de Coucy, del x r r i , la Tweed se rindieron en 1405 tras un solo disparo de la única bom-
Bastilla de París del x r v , o los muros del prior Hepburn que ro- barda inglesa. E s cierto que la contemplación de armas como el
dean la catedral de San Andrés, de comienzos del xvr (lámina l). «Mons Meg», fundido para el duque de Borgoña en 1449 y actual-
Tampoco variaron apenas las operaciones requeridas para tomar mente conservado en el castillo de Edimburgo, podía ser aterrori-
tales plazas, fuese mediante bloqueo, con baterías o al asalto. La zadora: tenía más d e tres metros de longitud, pesaba ocho tonela-
guerra, en los territorios con castillos y ciudades fortificadas, fue das y media y lanzaba un proyectil de piedra de 500 mm de
durante largo tiempo un asunto de maniobras. escaramuzas y ase- diámetro (lámina 2).7 Pero armas como éstas tenían poco futuro
dios pro1ongados.h en Occidente. E n primer lugar, eran tan voluminosas y poco mane-
jables que requerían ser transportadas por el agua: sólo podían
L REVOLUCIÓN MIL

1 en Europa. que hacía alarde de sus muros de 7.5 m d e espesor. !


1 que incluso a mediados del siglo x v i i había resultado inenpugnablt
a las minas y al cañoneo artillero. No obstante, durante el siglo xv,
la corona francesa había triunfado sobre sus enemigos concentran-
d o varios cañones ligeros. en vez de unos pocos cañones gruesos,
contra fortalezas defendidas por el sistema tradicional de altas mu-
rallas y torres cilíndricas. Entre 1440 y 1460, las poblaciones de
Normandía y Aquitania en poder de los ingleses fueron domina-
das por la artillería transportable; después, en 1487-1488, las forta-
lezas de Bretaña -aún parcialmente adaptadas para montar arti-
llería de defensa- fueron cañoneadas hasta su rendición. Mien-
tras tanto. en España, gracias a disponer de un tren de sitio de
unas 180 piezas, los Reyes Católicos Fernando e Isabel pudieron
apoderarse en diez años (1482-1492) de los puntos fortificados del
reino de Granada que durante siglos habían resistido a sus antece-
sores. Parecía como si la era de las «defensas verticales» hubiera
1 concluido."
El arquitecto y humanista italiano Leon Battista Alberti fue el
1 rimero en intuir la resDuesta adecuada a las bombardas. E n su
tratado B e re aedificatoria, escrito en el decenio de 1440, propug-
naba que las fortificaciones defensivas serían más eficaces si fue-
ran «construidas en líneas quebradas, como los dientes de una sie-
rra», e incluso especulaba sobre si una configuración en estrella
2. Mons Me,? era una bombarda fundida hacia 1440. en los Paíscs Bajos, para el sería lo mejor. Pero pocos soberanos le prestaron atención; es más:
duque de Borgoña. Aunque pesaba más de 8 toneladas. fue transportada sin pro-
blemas a Edimburgo, pero su emplazamiento en campaña resultó más difícil. En su tratado permaneció inédito hasta 1485. Sólo en los últimos de-
1497. por ejemplo. se asignaron a «Mons» 100 operarios y 5 artesanos. así como un cenios del siglo algunos Estados italianos comenzaron a construir
tiro especial de bueyes, durante la campaña en Escocia contra Norham (en la fron- fortificaciones capaces de soportar el cañoneo de la artillería. Sólo
tera). Una banda de gaiteros tocaba, mientras el enorme cañón avanzaba majestuo- unas pocas (por lo general bastante pequeñas) utilizaban bastiones
samente por la calle mayor de Edimburgo. pero justo fuera de los muros de la ciu- en ángulo: Rocca. cerca de Ostia; Brolio y Poggio Imperiale, en
dad se rompió. y fueron necesarios tres días para reparar la cureña. Por lo general,
las bombardas sólo se utilizaban allí donde podían ser transportadas hasta su ascn- Toscana; el castillo d e Sant' Angelo, en Roma. Era mucho mayor
tamiento por vía acuática. el número de las que se construían al estilo tradicional, pero en tan
gran escala que las mayores de ellas (como la ciudadela d e los
Sforza, en Milán) permanecieron todavía deiendibles durante más
de dos si~los.9
LJ

sembrar el terror en ciudades y fortificaciones accesibles por vía El catalizador de la transformación principal fue la invasión
marítima o fluvial. E n segundo lugar, había algunas fortificaciones francesa de la península en 1494-1495. Carlos VI11 llevó consigo a
que, a causa de sus defensas naturales o del buen arte, hacían im- Italia un ejército de 18.000 hombres y un tren de sitio con artillería
potentes incluso a las bombardas más pesadas. hipomóvil-de al menos 40 piezas. ~ a - s t sus
a contemporáneos advir-
Así era, por e.jemplo, el castillo de Coucy, en la Francia septen- tieron que esto señalaba un rumbo nuevo en los modos de hacer la
trional, alzado sobre un afloramiento rocoso entre 1225 y 1230 y guerra: el Senado d e Venecia declaró en 1498 que «las guerras ac-
del que se discutía si era o no la mayor fortaleza jamás construida tuales están más influidas por la fuerza d e las bombardas y de la
artillería que por los hombres de armas» y se dedicó con frenesí a
la adquisición de armas de fuego.10 Otros Estados siguieron pron-
1
t o su ejemplo y, en unos pocos años. la invasión francesa tuvo el
efecto de una divisoria. El diplomático e historiador florentino
Francesco Guicciardini escribía en el decenio de 1520:

Antes de 1494, las guerras eran prolongadas, las batallas. in-


cruentas. los procedimientos utilizados para asediar ciudades, len-
tos e inciertos: aunque ya se empleaba artillería. era manejada con
tan poca habilidad que producía pocos daños. Por eso. ocurría que
el soberano de un Estado apenas podía ser desposeído. Pero los
franceses. al invadir Italia. infundieron tanta viveza en nuestras frente
guerras, que hasta el [presente], ... siempre que se perdía el campo
abierto, e 1 Estado se perdía --- i l

posterio. irdini atr ibuía otr a vez a 1()S france


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Italia en el arte de la guerra:

Entraban en posición contra las murallas de una ciudad con 1


tanta rapidez. el intervalo entre los disparos era tan breve y los pro-
yectiles volaban a tanta velocidad y eran impulsados con tanta fuer-
za que en unas pocas horas se lograban los mismos resultados que
antiguamente, en Italia, en el mismo número de días."

Con su ayuda, las ciudades antes tenidas por inexpugnables fueron 1


conquistadas fácilmente. Según Maquiavelo, que escribía en 1519,
de 1494 en adelante «No hay muro, por grueso que sea, que la arti-
Ilería no pueda destruir en pocos días»."
Pero Maquiavelo y Guicciardini estaban equivocados. Incluso
mientras ellos escribían, los constructores militares proyectaban
un nuevo procedimiento de defensa contra el cañoneo. Este siste-
ma, cuya culminación se muestra en la figura 1, consistía breve-
mente en lo siguiente. E n primer lugar, las murallas se hacían a la
vez más bajas y de mayor espesor; pero esto implicaba que los de-
fensores, aunque mejor protegidos contra el fuego artillero, no po-
dían ya vigilar el terreno que tenían inmediatamente debajo y por 1 . El bastión era el rasgo dominante en el nuevo tipo de fortificaciones que se desa-
ello resultaban vulnerables a un asalto por sorpresa. Era, por tan- rrolló en la primitiva Europa moderna. De construcción baja y maciza, tras un am-
to, necesario un eficaz fuego de flanqueo, que sólo podía obtener- plio foso. dos de sus lados miran al exterior y están provistos de artillería pesada
se construyendo torres cañoneras que sobresaliesen en ángulo para mantener alejados a los sitiadores, mientras que los otros dos lados son perpen-
fuera de las murallas, y donde se instalaba la artillería, que no diculares al muro principal y están erizados de mortíferas armas contra los atacantes.
A medida que aumentaba el alcance de la artillería, se afiadieron otras obras de for-
sólo podía rechazar un asalto a las defensas principales, sino que tificación (revellines. coronas y hornabeques) para mejorar la capacidad defensiva.
4 K h V O L U C l O N MIL TAR

también podía mantener alejados a los cañones de sitio enemigos y


cubrir las zonas muertas de los bastiones vecinos. Aunque se ensa-
1 se produjo lai invasió n en 15: i4, pocasi eran las obras defensiv:
coincluido. Sin embargo, la Repúblic
proyectadas (p e se h;abían. ".
"
yaron muchos proyectos diversos, el que ofrecía el mejor sistema había gastado tanto en IortiIicaciones que ya no disponía de recur-
de fuegos mutuamente apoyados fue la construcción en ángulo de
torres paralelepipédicas a intervalos regulares, a lo largo de las
1 sos para organizar un ejército de reserva, y ni siquiera para contra-
tar una flota y enrolar tripulaciones a fin de defender sus fortale-
murallas, lo que se intentó por vez primera en torno al puerto pa- zas costeras. De modo que en abril de 1555, tras un penoso asedio
pal de Civitavecchia en 1515.'"1 paso del tiempo se añadieron de diez meses, Siena se rindió sin condiciones y, tras un corto pe-
otros refinamientos. Así pues, se vio que un foso profundo y ancho ríodo de ocupación, fue anexionada por su vecina Florencia. La re-
servía a la vez para alejar más a la artillería enemiga y para dificul- volución militar había provocado directamente su extinción.14
tar la excavación de minas de pólvora bajo los muros. Es natural Leyendas de escarmiento como éstas impidieron la difusión
que todas estas ventajas resultasen multiplicadas en cuanto se del nuevo sistema defensivo (conocido como trace italienne). Aun-
construyeron otras fortificaciones para defender el foso. D e este que se construyeron bastiones alrededor de muchas fortificaciones
modo se añadieron fortines por el interior (denominados «case- en la Italia española, sólo a partir de 1543 aparecieron los prime-
ments»), si el foso era seco, o se construyeron por fuera bastiones ros en la misma España (en Sabiote). En vez de ello, para presen-
triangulares aislados (denominados «revellines»), si el foso se lle- tar el menor blanco posible al fuego artillero, se excavaban en un
naba de agua. Por último, las zonas estratégicas situadas justo fue- foso masivo muros de menor altura y torres escarpadas.15 Los bas-
ra de la muralla podían enlazarse con el sistema defensivo princi- tiones en ángulo no se extendieron al otro lado de los Alpes hasta
pal encerrándolas en prolongaciones especiales («coronas» y el decenio de 1530. Sin embargo, en esa época, más de cien inge-
'
«hornabeques»). Los grandes recintos fortificados disponían tam- nieros italianos trabajaban en Francia bajo la dirección de Girola-
bién de una serie de reductos exteriores (con la misma configura- mo Marini y, después, de Antonio Melloni, en la mejora de las de-
ción estelar, pero de menor tamaño), con el fin de mantener a raya fensas septentrionales del Reino. Ya en 1544, quince plazas fuertes
a fuerzas enemigas de menor entidad y, a la vez, ejercer el dominio de la frontera con Holanda poseían fortificaciones del nuevo estilo
de las poblaciones que suministraban a la guarnición principal y estaban defendidas por 1.012 piezas de artillería (sólo el valor de
abastecimientos y soldados. Por todo ello, las grandes plazas forti- estas últimas alcanzaba la cifra de 50.000 libras esterlinas).l"l
ficadas (como Turín o Milán) llegaban a dominar hasta ochenta ki- mismo tiempo, otros italianos trabajaban en los Países Bajos de los
lómetros cuadrados de territorio. Habsburgo: en Breda para el conde Enrique de Nassau, en Ambe-
El coste, sin embargo, era pasmoso. El proyecto de rodear a res para el ayuntamiento de la ciudad, y a lo largo de la frontera
Roma con un cinturón de dieciocho poderosos bastiones fue dese- meridional para el emperador Carlos V. Una vez más, el coste era
chado en 1542 cuando se supo que la construcción de uno solo de asombroso (por ejemplo, los 7 km del recinto de Amberes, con 9
ellos costaba 44.000 ducados (unas 10.000 libras). Originalmente bastiones y 5 compuertas monumentales, costó un millón de flori-
se había previsto que Palmanova, construida en la frontera vene- nes, unas 100.000 libras), pero el interés de la seguridad nacional,
ciana del Friuli en el decenio de 1590, dispondría de doce bastio- como de costumbre, acalló las protestas de los contribuyentes.
nes, pero esta cifra se redujo enseguida a nucve a causa del coste. Entre 1529 y 1572, se habían construido en los Países Bajos
Fue una decisión inteligente: la República de Siena había perdido unos 43 kilómetros de defensas modernas: 4 ciudadelas. 12 recin-
su independencia cuarenta años antes, en gran parte debido a que tos amurallados completamente nuevos y 18 recintos sustancial-
sus gobernantes habían emprendido un programa de fortificacio- mente modernizados, por un coste total de unos 10 millones de
nes que no pudieron costear. En 1553, ante la amenaza de un inmi- florines (un millón de libras). Para 1648, cuando concluyeron las
nente ataque por sus enemigos, se decidió que diecisiete ciudades, guerras de los Países Bajos, sólo unas pocas instalaciones principa-
entre ellas Siena, fuesen provistas de nuevos bastiones y murallas. les permanecían sin bastiones.17 En ultramar ocurrió lo mismo
Pero fue tan difícil conseguir la mano de obra, los fondos y los ma- algo después, pero se conservó la misma inspiración italiana. A
teriales de construcción para tan importante proyecto que, cuando partir de 1500, Giovanni Battista Antonelli proyectó y dirigió la
32 LA K ~ V U L U C I U NMILITAR j~ DE LA REVOLUCIÓN MILITAR

construcción de fortificaciones abastionadas en La Habana, San


Juan de Ulúa y el fuerte de San Agustín, en Florida, para los espa-
ñoles, mientras Giovanni Battista Cairati construía fortalezas en
Mombasa, Bassein y Damao, para los portugueses.18
Pero ¿,cómo había que atacar plazas fuertes de ese tipo? Exis-
ten algunos ejemplos, a comienzos de las guerras modernas, de
plazas bien fortificadas ocupadas por sorpresa (por ejemplo, en
las guerras de los Países Bajos, las ciudades de Holanda ocupadas
por los «mendigos del mar» en 1572), por asalto (como la toma
de Amberes por la «furia española» en 1576), o a traición (como
en Aalst, vendida a España en 1582 por su guarnición inglesa).
Pero estas rachas de suerte de los atacantes no eran muy frecuen-
tes. Era normal que la toma de una plaza fuerte defendida por la
trace italienne requiriese varios meses, si no años, y había que eri-
gir y guarnecer un conjunto de obras de asedio, hasta que o bien
los defensores se rendían por hambre, o bien las trincheras po-
dían acercarse tanto a las murallas que era posible cañonear a
corta distancia y dar el asalto, o bien se podían excavar túneles
bajo un bastión e instalar en ellos minas de pólvora (lámina 3).
Los anales de comienzos de la guerra moderna contienen nume-
rosos ejemplos de cada uno de estos procedimientos, pero lo úni-
co que todos ellos tenían en común era su larga duración. El ase- 3. Lo zrrpa y lo mino eran tan importantcs como la artillería para ocupar las plaz
dio de Breda por los españoles, en los Países Bajos. que comenzó defendidas por bastioncs. También aquí surgían dificultades, pues mover una bor
en agosto de 1624, obligó a rodear la ciudad con una doble Iínea barda tan grande como aMons Meg» podía scr un trabajo hercúleo, pero tambii
lo era la excavación d e un túnel lo suficientemente amplio y profundo como pa
fortificada, protegida por 96 reductos, 37 fortines y 45 baterías. Al instalar una mina de pólvora bajo alguna parte de las lortificaci«nes asediadas. (1
parecer, no se disparó un solo cañonazo contra ningún bastión u Leonhard Fronsperger. Kric~gshirch.111, Frankfurt. 1573. CLXVI v.)
hornabeque de la misma Breda; la ciudad se rindió nueve meses
después, en mayo de 1625, simplemente por hambre.19 Y esto fue
relativamente breve para lo que se acostumbraba en las guerras
de los Países Bajos. El puerto de Ostende, en Flandes, había per- que propició el asalto. Los 3.Guu nomnres de la guarnición se ri
manecido bloqueado más de tres años -desde julio de 1601 hasta dieron tres días después."
septiembre de 1604- y por fin fue forzado a rendirse solamente Para asegurar contra cualquier per turbacióin a los 5(3.000 siti
cuando los sitiadores españoles se aproximaron lo suficiente para dores que perforaban y excavaban mirlas, -
cra niecesaria una dob
apoderarse de algunas de las obras exteriores y abrir una brecha línea fortificada alrededor de la plaza bloqueada: una Iínea para
por la que pudo darse el asalto.20 Por otra parte, el asedio holan- evitar la salida de los asediados, y otra para rechazar a cualquier
dés de 'S-Hertogenbosch en 1629 comenzó a finales de abril y sólo ejército de socorro (Iámina 4). Como estas líneas se construían a
a mediados de julio se pudieron ocupar todos los reductos exte- ser posible fuera del alcance de la artillería emplazada en las mu-
riores que rodeaban la ciudad. Entonces pudo comenzar el mina- rallas de la ciudad sitiada (que podía llegar a unos 1.500 m) las
do y el cañoneo contra las propias murallas de la plaza, y hubo de obras de sitio en torno a una gran ciudad podían ser en realidad
llegar el 11 de septiembre para poder hacer explotar una mina muy amplias. Las que erigieron los holandeses en torno a 'S-Herto-
bajo uno de los bastiones principales, lo que produjo una brecha genbosch en 1629, por ejemplo, se extendían sobre 40 km.22
i REVOLUCIÓN MIL TAR

Es evidente que, para llevar a cabo operaciones de esta natura-


leza y defender, a la vez, las fortalezas propias, era menester una
acumulación sin precedentes de hombres y municiones. Así pues,
aunque el sitio de 'S-Hertogenbosch sólo inmovilizó a 25.000 hom-
bres, la necesidad de defender las numerosas plazas fortificadas de
la República hizo necesario un aumento del ejército holandés des-
de 71.443 en febrero de 1629, hasta 77.193 en abril, y hasta 128.877
en julio.23 Aun así, la ciudad resistió tres meses más.
Por tanto, tras el Renacimiento, la mayor parte de Europa occi-
dental parecía anclada en un sistema militar en el que la ofensiva y
la defensiva estaban casi exactamente equilibradas. En el siglo xvrr
se introdujeron algunas mejoras en las fortificaciones, que no hicie-
ron caer en desuso los modelos anteriores, como los bastiones ha-
bían dejado anticuados, casi en el acto, a la mayoría de los muros
medievales. Incluso en el decenio de 1920, algunas de las primeras
fortalezas de la época moderna se seguían considerando de impor-
tancia estratégica. A pesar de todo, en 1722, un ingeniero militar de
Jülich, J. D. Durange, publicó un tratado en el que criticaba cada
uno de los 118 distintos métodos de fortificación propuestos ante-
riormente por cerca de 70 diversos autores. Ni qué decir tiene que
él procedió a ofrecer otro procedimiento (el 119), de su inven-
ción.24 No le sobraba parte de razón, porque muchos proyectos ex-
traños eran obra de matemáticos y economistas de salón, o de ar-
quitectos civiles, y no de ingenieros militares. Pero esto no era
todo. La «revolución militar» había creado, en efecto, algunos pro-
blemas estratégicos que no tenían fácil solución. Una ciudad o for-
taleza fuertemente defendida, que albergaba quizá 10.000 comba-
tientes, apoyada por fortificaciones próximas de menor entidad,
era demasiado peligrosa como para dejarla atrás. en la estela de un
ejército en avance: era necesario conquistarla a cualquier precio.
Por otro lado, no había una fórmula rápida para su conquista, por
muy poderoso que fuese el ejército atacante. Esta simple paradqja
hacía que las batallas resultasen más o menos irrelevantes en todas
las zonas en que se construían las nuevas fortificaciones, excepto
(como ocurría a menudo) cuando se entablaban entre un ejército
sitiador y una columna de socorro, de modo aue el resultado ~ u d i e -
ra decid; el fin del asedio, como en San ~ u i n ' t í n(1557), ~ 6 r d i i n ~ e n
(1634), Rocroi (1643), Marston Moor (1644), Las Dunas (1658) o
Viena (1683). Y por cada batalla tenían lugar numerosos asedios.
En palabras de Roger Boyle, señor de Broghill y Orrery, que escri-
bía en el decenio de 1670:
LITAR REVISIÓN DE LA REVOLUCIÓNMILITAR 3
l
Las batallas no deciden los conflictos naturales y exponen a los
países al pillaje de los conquistadores. como antiguamente. Porque
hacemos la guerra más como los zorros que como los leones: y ha-
1 tanto él como su ejército apenas poseían armas de fuego en su cs
tastrófica derrota en Flodden cinco años antes.27 También Carlo
brá veinte asedios por cada batalla.2" el Temerario, duque de Borgoña. que se servía de un ejército en el
que predominaba el fuego, se fiaba más de sus arqueros que de sus
tiradores: en 1471 había en su ejército 1.250 hombres de armas y
Hasta John Churchill, duque de M a r l b o ~ u u ~ ique
i , en sus campa- 1.250 piqueros. en comparación con 5.000 arqueros y 1.250 tirado-
ñas a principios del siglo XVIII buscaba expresamente oportunida- res. En su mayoría eran mercenarios (muchos extranjeros, sobre
des para presentar batalla, sólo combatió en cuatro acciones prin- todo ingleses e italianos) y sólo fueron derrotados (en Héricourt,
cipales durante sus diez campañas, aunque dirigió treinta asedios. Morat, Grandson y Nancy) porque fueron sobrepasados por una
No obstante, las batallas de Marlborough, con sus delgadas fi- mayor fuerza enemiga de piqueros. E n la última batalla, por ejem-
las d e mosqueteros que se disparaban recíprocamente en líneas de plo. en la que Carlos perdió la vida en enero de 1477, el ejército
varios kilómetros, eran de naturaleza totalmente distinta a los en- borgoñón de no más de 4.000 hombres se enfrentaba a una hueste
cuentros, predominantemente montados, de los cruzados o los n o inferior a 20.000. Las armas de fuego apenas tuvieron influen-
Capetos. Porque la revolución en la guerra de sitio durante el Re- cia en el resultado final. Pero las nuevas armas recibieron en Italia
nacimiento fue acompañada por una revolución de la guerra en una inmediata bienvenida. En las numerosas batallas del siglo xv
campaña. a medida que las tácticas que recurrían al empleo direc- entre los Estados italianos, las armas de fuego se hicieron cada vez
to de la fuerza bruta (cargas frontales, lucha cuerpo a cuerpo) eran más importantes, hasta que en 1490 la República de Venecia deci-
sustituidas por el empleo de las armas de fuego. La transición co- dió sustituir todas sus ballestas por armas de fuego y, en 1508,
menzó, como ocurrió con el cambio en el tipo de fortalezas, en el equipar su recién creada milicia con armas de pólvora. Los ejérci-
siglo xv, y también tuvo lugar en Italia. Desde las guerras de tos de otros Estados siguieron pronto el mismo camino.'"
Eduardo 1 (1272-1307), los ingleses habían utilizado en el combate No obstante, el rendimiento de las primeras armas de fuego
las descargas de flechas y las cargas de caballería, y cuando con dejaba mucho que desear: un arquero bien instruido podía dispa-
Eduardo 111 (1327-1377) intentaron conquistar Francia, sus arque- rar 10 flechas por minuto, con una precisión razonable hasta 200 m
ros obtuvieron una serie de sorprendentes victorias contra los ca- de distancia, pero se requerían varios minutos para volver a cargar
balleros franceses. Todavía a principios del siglo xv los franceses un arcabuz de comienzos del siglo xvr. y sólo tenía precisión hasta
se resistían a aceptar las consecuencias lógicas de sus fracasos: en unos 100 m de distancia. Sin embargo, a pesar de todo, las armas
Azincourt, en 1415. las derrotadas huestes de los Valois tenían dos 1 de fuego presentaban el atractivo de que su empleo requería muy
hombres de armas por cada arquero. Con el tiempo cambiaron de poco aprendizaje. Así lo expresaba J. F. Guilmartin: «Mientras que
opinión. En la gran ordenanza militar de 1445, la composición del podían bastar unos pocos días y un buen sargento instructor para
ejército real se establecía en dos arqueros por cada hombre d e ar- obtener un arcabucero razonablemente bueno, se requerían mu-
mas.26 chos años y todo un estilo de vida para conseguir un arquero com-
Fue en este ámbito de mayor dependencia de las armas arrqja- petenten.2" No hay duda de que la adopción del mosquete en el
dizas como resultó obvio el atractivo del cañón. Las armas d e fue- decenio de 1550, iniciada en los regimientos españoles de Italia,
go de pequeño calibre (portátiles o sobre vehículo) habían apare- aceleró este proceso, pues la nueva arma podía disparar un pro-
cido en los campos de batalla europeos e n el siglo xrv, pero yectil de plomo de dos onzas con fuerza suficiente para perforar
durante largo tiempo fueron inferiores al arco en precisión y al- incluso una armadura de chapa a 100 m de distancia.3OPoco a
cance. De hecho, los ingleses siguieron prefiriendo el arco largo a poco. el mosquetero se hizo el dueño del campo de batalla y acabó
las armas de fuego hasta bien entrado el siglo xvi, y aunque el rey con casi todos los demás especialistas militares. Los primeros en
Jacobo IV de Escocia adquirió en 1508 una «culebrina de mano» desaparecer fueron los mandobleros, cuya habilidad con las espa-
(para la caza del oso en Falkland, el tiro contra las aves en la isla das clayrnore de doble mango había sembrado el pánico entre los
de May y el tiro al blanco en el gran salón de Holyrood House), enemigos; apenas hay referencias a ellos después de 1515. La ala-
LITAR REVISIÓN DE LA K E V O L U C I O N MILITAR

barda desapareció poco después y, durante algún tiempo, hasta la del siglo XVII un mosquetero experto podía hacer un disparo cac
caballería se hizo relativamente escasa. Maquiavelo opinaba que dos minutos, lo que, contra una carga de caballería, significaba qi
el ejército ideal debería tener 20 soldados a pie por cada jinete, y a en la práctica sólo podía efectuar un disparo desde el momento en
fines del siglo XVI algunos ejércitos llegaron a aproximarse a esta que el enemigo entraba dentro del alcance eficaz hasta que co-
proporción (véase la p. 102). Los ballesteros habían desaparecido menzaba la lucha cuerpo a cuerpo." Sólo había dos modos de mo-
casi por completo a mediados del siglo, e incluso en Inglaterra se dificar esta situación. Uno era mejorar la precisión de los mosque-
desecharon los arcos largos en favor de las armas de fuego durante tes. Aunque ha sido negada por algunas autoridades, esta era una
el decenio de 1560. Aunque algunos estrategas de salón se empe- posibilidad real, puesto que existían armas rayadas deportivas que
ñaron en un combate de retaguardia en favor del arco largo, sus podían abatir las piezas de caza a considerable distancia. En la
opiniones no prosperaron: en la obra de Robert Barret Theory guerra, éstas eran utilizadas por los tiradores selectos. Así, por
nnd prnctice o~fmodern wars, un tratado militar de 1598, «un gen- ejemplo, en 1633, un soldado inglés e n el sitio de Rijnberg, en los
tilhombre» recordaba a «un capitán» que, en el pasado, los ingle- Países Bajos, estaba muy impresionado por la precisión de los tira-
ses habían alcanzado muchos éxitos con los arcos; a lo que el capi- dores enemigos: «Basta con que asome la punta de un viejo som-
tán desdeñosamente replicaba: «Señor, lo pasado, pasado está, y brero -sobre el parapeto, escribía- y enseguida dispararán con-
ahora es ahora. Las guerras han cambiado mucho desde que apa- tra él tres o cuatro balas».37 Sin embargo, las armas rayadas
recieron por primera vez las llameantes a r m a s ~ . ~ I requerían todavía más tiempo para su recarga, porque era más di-
Si los arqueros dejaron paso a los mosqueteros, los piqueros fícil atacar el proyectil y la carga hasta el fondo del ánima. E n el
permanecieron. Durante los siglos xrv y x v , las fuerzas armadas decenio de 1590, los jefes del ejército holandés, los condes Mauri-
de los cantones suizos habían demostrado que los cuadros de pi- cio y Guillermo Luis de Nassau, advirtieron repentinamente que
queros en formación cerrada podían enfrentarse con éxito tanto a había otro medio para aumentar la cadencia de fuego de los mos-
las cargas de caballería como a los ataques de otras unidades a pie. queteros: si formaban sus hombres en varias largas filas, la primera
Hubo incluso una época, tras la aplastante derrota de los borgoño- fila podía disparar en una sola vez y retirarse después, mientras
nes en el decenio de 1470, en la que los piqueros suizos fueron que las filas siguientes avanzaban y repetían la operación, con lo
considerados invencibles y sc ordcnó a las tropas de muchos Esta- que podía mantenerse una continua lluvia de balas que impidiese
dos alemanes e italianos que los imitasen." Pero las armas de fue- la aproximación del enemigo. Podemos conocer con precisión la
go tuvieron éxito allí donde los caballeros habían fracasado: un fecha del descubrimiento holandés de este procedimiento de «des-
cuadro de piqueros podía resistir a la caballería pero presentaba cargas»: aparece por vez primera, en forma de diagrama, en una
un blanco fácil para la artillería de campaña y las armas de fuego carta de Guillermo Luis a su primo Mauricio, del X de diciembre
portátiles. En Ravena (1512), Mariñano (1515) y Bicoca (1522) el de 1594 (lámina 5), y el autor afirmaba que había tenido esta idea
fuego produjo importantes bajas en los agrupados piqueros.33 No a partir de un estudio profundo de los procedimientos militares de
es sorprendente que en unos pocos años la mayoría de los países los antiguos romanos.3"
añadiese filas de «llaves de fuego» para defender sus cuadros de La puesta en práctica del fuego por descargas tuvo una reper-
piqueros, aunque al comienzo la proporción era aproximadamente cusión crítica en la táctica de combate. E n primer lugar, los ejérci-
de uno a tres. En el transcurso de ese siglo, al mejorar la eficacia y tos hubieron de desplegarse durante la batalla, tanto para hacer
la fiabilidad de las armas de fuego. algunos ejércitos incluyeron en máximo el efecto del fuego propio como para reducir el blanco
sus regimientos compañías de «tiro» (combinación de mosquetes y presentado al fuego enemigo. Los campos de batalla de la Europa
arcabuces).34 Finalmente, en el decenio d e 1650, la mayor parte de medieval no se extendían, a menudo, en más de un kilómetro de
las unidades estaba constituida por tiro y picas en una proporción frente, con un número de hasta 10.000 hombres concentrados en
de cuatro a uno.'T formaciones muy cerradas; pero ante el fuego en descargas esto
Los piqucros protegían ahora a los mosqueteros, dada la baja hubiera sido un suicidio, por lo que las primeras batallas modernas
cadencia de fuego de los mosquetes. Parece ser que a comienzos fueron gradualmente empeñándose entre hombres formados en fi-
i REVOLLI C I U N MIL TAR

Cf*.
5 . La contramarcha eirropeo fue sugerida por primera vez por Guillerm o Luis de h. El Kriegsbucl Nassarr (hermano d e Guillcrmo Luis)
.
era uin temprano
reconocimieiito dc ia aiiicuiiad principal que se originaba en el luego por descargas:
A

Nassau en una carta a su primo Mauricio. escrita en Groninga el 8 de diciclii~~ic:


:,.-I--- ut:
-1..

1594 (véase la última línea clcl documcrito). El conde, que acababa de leer la clescrip- la necesidad de instruir a las tropas en cómo recargar más deprisa. En este croquis
ción hecha por Aelio de la instrucción que practicaba el ejército romano. razonaha inicial. el conde Juan imaginaha 20 posicioncs. mostradas siniultáneamcntc; en pos-
que con seis filas alternantes de mosqueteros El podría imitar la lluvia continua de teriores versiones. sin embargo, esto se amplió a 25 posiciones para el arcabuz y 32
proyectiles que se conseguía con las jabalinas y las hondas de las legiones. Después. para el mosquete, cada una dc ellas representada por scparaclo y con mayor detalle.
resultó que al principio eran necesarias diez filas para mantener un fuego ininte- E n 1670. sus dibujos fueron revisados por un grahador profesional. Jacoh cle Gheyn,
rrumpido, pero las descargas d e mosquctería fueron pronto una tríciica usual d e los que los publicó con su nombre. (Wiesbadcn. Staatsarchiv. MS. Kc)24, pp. 109-1 10.)
ejércitos europeos. (La Haya, Koninklijke Huisarchief, MS. A22-IXE-79.)

La solución a ambos problemas era, naturalmente. la priíctica.


las tan largas y poco profundas como fuese posible. Esto, a su vez, Había que instruir a las tropas en cómo tirar, efcctuar contramar-
tenía importantes consecuencias. En primer lugar, al pasar d e un cha, cargar y maniobrar todos a la vez. Por esto, los condes de
cuadro de piqueros de quizá 50 en fondo a una formación de mos- Nassau dividieron su ejército en formaciones menores (las compa-
queteros de sólo 10 en fondo, era mayor el número de hombres ñías de 250 hombres con 11 oficiales fueron reducidas a 120 hom-
expuestos al riesgo de la lucha cuerpo a cuerpo, lo que exigía en bres y 12 oficiales; los regimientos de 2.000 hombres fueron susti-
cada combatiente más valor. habilidad y disciplina. En segundo lu- tuidos por batallones de 850) y les enseñaron la instrucción. El
gar, cobraba mayor importancia la capacidad de cada unidad tácti- diario de un miembro del Estado Mayor de Mauricio. Anthonis
ca completa para efectuar con rapidez y simultáneamente los mo- Duyck, muestra a las tropas holandesas en servicio activo, en el
vimientos necesarios para el fuego por descargas.39 decenio de 1590, casi constantemente e n sus «ejercicios», forman-
% KEVOLUCION MIL. .. ... ., .,,,3N DE LA REVOLUCION MIL1

do y reformando sus filas, ejercitándose y desfilando del modo


propugnado en los tiempos de Roma por escritores militares como
Vegecio y Aelio, y posteriormente por el filósofo político Justo
Lipsio, en su De militia romana, publicado en 1595.40
En 1599, Mauricio de Nassau obtuvo fondos de los Estados
Generales para dotar a todo el ejército de campaña de la Repú-
blica con armas del mismo tipo y calibre y, por aquella misma
época, su primo Juan comenzó a trabajar en un nuevo procedi-
miento de instrucción militar superior: el manual de instrucción
ilustrado. El conde Juan analizó cada uno de los distintos movi-
mientos necesarios para manejar las principales armas de infante-
ría, los numeró y preparó un croquis sobre cómo debía realizarse
cada uno. Había 15 dibujos para la pica, 25 para el arcabuz y 32
para el mosquete (lámina 6, p. 41). En 1606-1607 se rehizo todo el
trabajo (ahora había 32 posiciones distintas para la pica y 42 para
cada una de las armas de fuego) y se grabó y publicó una lista de
las figuras numeradas, bajo la supervisión del conde Juan, en la
obra de Jacob de Gheyn Wapenhandlingen van roers, musquetten
ende spiessen (Instrucción de armas con arcabuz, mosquete y
pica), Amsterdam, 1607. Esta obra fue enseguida reeditada nume-
rosas veces en holandés y traducida pronto al danés, alemán,
francés e inglés (lámina 7).41
Pero incluso antes de De Gheyn, la fama de la instrucción de
Mauricio se había extendido fuera de la República de Holanda.
Luis de Montgomery, señor de Courbouzon, dedicó en 1603 un ca-
pítulo de su libro sobre táctica a la «evolución y ejercicios que se
usan en el ejército holandés)), y durante muchos años después de
la aparición del Wapenhandlingen eran pocas las obras sobre el
yo. arte de la guerra que no citaban los nuevos procedimientos. Así
~rí?/cJ@2
pues, la edición inglesa de John Bingham de T/?etactics of Aelian,
Londres, 1616, incluía un apéndice titulado «Los ejercicios de los
ingleses al servicio ... de las Provincias Unidas de los Países Ba-
jos».41 Fue la presencia de numerosas unidades extranjeras (esco-
cesas, alemanas y francesas, así como inglesas) y de innumerables
7. E/ ejercicio de /as nrmns, publicado por vez primera en los Paises Eajos en 1607, voluntarios extranjeros en el ejército holandés lo que indudable-
fue inmediatamente un éxito de ventas y sirvió para popularizar los nuevos procedi- mente contribuyó a difundir por otras tierras las innovaciones de
mientos militares holandeses. La edición inglesa, dedicada a Enrique, príncipe de
Gales, sólo requirió algunos cambios en la portada y en la introducción. pues la suce- Mauricio. Lo mismo ocurrió con los instructores militares holan-
sión numerada de grabados permaneció naturalmente inalterada. deses destacados a otros países aliados. De Brandenburgo se pi-
dieron, y hacia allí partieron en 1610, dos expertos holandeses;
otros fueron al Palatinado, Baden, Württemberg, Hesse, Bruns-
wick, Sajonia y Holstein.43
j N DE LA REVOLUCIÓN MILI TAR

Mientras tanto, el conde Juan de Nassau inauguraba e n 1616 mosquete.4Todavía más: mientras los holandes;es solían utilizar la
contramarcha de modo defensivo, cont ra -un en . emigo qil e avanz;
una academia militar en su capital, Siegen, para educar a los jóve- a-
nes gentilhombres en el arte de la guerra: su formación duraba seis ba, los suecos la cmplcaban para atacar. Segun el coronel escocés
meses y la escuela proporcionaba armas, corazas, mapas y mode- Robert Monro. que combatió durante seis años en el ejército sue-
los d e instrucción. El primer director de la Schola miliraris, Johan co, Gustavo hacía que su primera fila avanzase diez pasos antes de
Jakob von Wallhausen, publicó varios manuales militares, todos disparar. Entonces se detenía para recargar en el lugar alcanzado,
los cuales estaban basados explícitamente en los procedimientos mientras que las otras afilas pasaban delante de ellos y hacían fue-
holandeses (el único método que se enseñaba en Siegen)." Hasta go del mismo modo, hasta que toda la tropa había disparado, con
los tradicionales suizos, que conservaban una gran inclinación por lo que volvían a comenzar como al principio ... siempre avanzando
las picas, se hubieron de dar por advertidos: la milicia de Berna hacia el enemigo, jamás volviendo la espalda sin la muerte o la vic-
fue reorganizada en 1628, sin ningún escrúpulo, según el sistema toria»." Gustavo, además, instruía a su caballería para cargar a
holandés, con compañías menores y más potencia de fuego.45 Con fondo con el arma desenvainada, en vez de escaramucear con pis-
el paso del tiempo, la instrucción se hizo más complicada (un re- tolas y carabinas desde lejos (como solía hacer la mayor parte de
glamento militar alemán de 1726 ilustraba 76 posiciones distintas los jineter alemanes).jO
para cargar y disparar un mosquete, mientras que De Gheyn en La superioridad del sistema militar sueco se demostró en la ba-
1607 sólo había dibujado 42) pero todavía se la reconocía como el talla de Breitenfeld. en las afueras d e Leipzig, en septiembre de
procedimiento imaginado por Juan, Mauricio y Guillermo Luis de 1631. Un veterano ejército imperial, con 10.000 jinetes y 21.400
Nassau hacía más de un siglo.46 soldados de a pie, al mando de un cxperimcntado gcncral (el con-
Sin embargo, el verdadero valor de las reformas tácticas de los de Tilly), formó en cuadros de 50 de frente por 30 en fondo. apo-
Nassau permaneció en cierta medida inédito en los Países Bajos, yado por 27 piezas de campaña. Por el contrario. los suecos y sus
pues el ejército holandés pocas veces estuvo expuesto a la prueba aliados protestantes alemanes poseían 5 1 cañones pesados y cada
definitiva de la batalla. Aunque los Nassau habían estudiado con regimiento estaba apoyado por sus 4 piezas ligeras de campaña:
diligencia las crónicas de la batalla de Cannas en 216 a.c., en la sus 28.000 soldados de infantería estaban formados en seis filas,
que 40.000 cartagineses aplastaron a 70.000 romanos, el ambiguo cubiertos por 13.000 jinetes. El caso es que las tropas alemanas
resultado de sus dos batallas campales (en Turnhout en 1597 y en que combatían al lado de Gustavo cedieron después de una hora,
Nieuwpoort en 1600) hace pensar que no habían dominado total- pero la reserva sueca se desplazó en perfecto orden y ocupó su lu-
mente la fórmula de la victoria final. Un cuarto de siglo después, gar. Durante la segunda hora del combate, y en el descalabro sub-
Gustavo Adolfo de Suecia demostró todas sus posibilidades. En siguiente, se perdieron dos tercios del ejército imperial y todos sus
primer lugar. debido a los ejercicios y la instrucción incesantes, la cañones, y 120 de sus banderas fueron aprehendidas y enviada5 a
velocidad de recarga durante el decenio de 1620 aumentó en el Estocolmo, para decorar la iglesia de Riddarholm.sl Los suecos
ejército sueco hasta el punto en que sólo se necesitaban 6 filas de obtuvieron otras importantes victorias en Lützen (1632). Wittstock
mosqueteros para mantener una barrera ininterrumpida de fuego. (1636), Breitenfeld 11 (1642) y Jankov (1645), así como en diversos
Además, la potencia d e fuego creció considerablemente al utilizar- combates de menor importancia de los que casi siempre salieron
se una abundante artillería de campaña. Mientras que el ejército vencedores. No es, pues, sorprendente que sus procedimientos
holandés en 1597 sólo había utilizado 4 piezas en Turnhout. y tres fueran copiados pronto por los principales ejércitos de Europa (lá-
años más tarde, en Nieuwpoort, solamente 8, Gustavo Adolfo lle- mina 8).
vó consigo 80 a Alemania en 1630.47 Los calibres de estas piezas Ya en Lützen. en noviembre de 1632, el ejército imperial (a las
estaban normalizados en tres medidas (de 24, 12 y 3 libras), y algu- órdenes de Albrecht von Wallenstein) había adelgazado sus líneas,
nas disponían incluso de cartuchos ya preparados, para cargar con había mejorado el fuego en descargas y utilizado artillería de cam-
mayor rapidez. Las de 3 libras, en número de 4 por regimiento. po- paña. Después de esto, otros muchos Estados empezaron a adqui-
dían disparar hasta 20 proyectiles por hora, poco menos que un rir cañones suecos en gran número (en el decenio de 1650 se Ilega-
TAR

ron a exportar 1.000 al año, vendidos en su mayor parte en Ami


terdam)52 y el mosquete siguió siendo la «reina del campo de bat;
lla» durante más de dos siglos.

FRO.

La revolución militar a principios de la Europa moderna tenía,


pues, diversas facetas. Primera, el perfeccionamiento cualitativo y
And colletted f;or the u cuantitativo de la artillería en el siglo xv acabó por transformar el
the laudab trazado de las fortificaciones. Segunda, el creciente predominio
del proyectil en la batalla (mediante los arqueros, la artillería de
campaña o los mosqueteros) produjo no sólo el declinar de la ca-
ballería en provecho de la infantería en la mayor parte de los ejér-
j
w GcneraS1ofaU the Scotch Forces acainl1the Rebel citos, sino también la aparición de nuevas disposiciones tácticas
comrnunicareí his Abrilipyt of I- ." . .. - .. que aumentaban las posibilidades de hacer fuego. Estos nuevos
: r 1 ,.
modos de hacer la guerra fueron acompañados, sobre todo, por un
notable aumento en el tamaño de los ejércitos. Si los Reyes Católi-
cos habían conquistado Granada en 1492 con no más de 20.000
hombres, su nieto Carlos V mandaba quizá 100.000 contra los tur-
cos en Hungría, en 1532, y un total de casi 150.000 en la época de
su fracasado asedio de Metz, en 1552. Y si España llevaba la de-
lantera, su enemigo principal se veía obligado a seguirle los pasos:
Carlos VI11 de Francia había invadido Italia en 1494 con 18.000
hombres, pero Francisco 1 atacó en 1525 con 32.000 y Enrique 11
conquistó Metz en 1552 con 40.000. Las fuerzas armadas de los
principales Estados europeos eran, en el cuarto decenio del siglo
xvrr, de unos 150.000 hombres en cada uno, pero a fines del siglo
había casi un total de 400.000 soldados franceses (a los que se en-
i
frentaba un número casi igual). También aumentaron espectacu-
L O N D O b larmente los servicios auxiliares de los ejércitos; así, por e.iempl(
Printed for Wlliam si la artillería real francesa consumía sólo 20.000 libras de pólvor
i6 anualmente en el decenio de 1440 y era supervisada por 40 artill~
ros, un siglo después consumía 500.000 libras y requería los se
vicios de 275 artilleros.53 Sin embargo, todas las pruebas de est
8. The Scotch military discipline (Londres, 1644) era. en realidad, una recuicion ue radical transformación militar proceden de las tierras de los Habi
las memorias del autor de 1637. tituladas Monro his expedition with the wortlly Scots burgo o de sus vecinos: España, Italia, los Países Bajos y Franci~.
regiment call'd Mackays. La mayor parte de este volumen seguía estando dedicada a
una crónica de las vicisitudes del regimiento de Monro sobre el arte de la guerra. Este era el corazón de la revolución militar.54 Pero ¿qué ocurría e
Como no llegaron a venderse los 1.500 ejemplares de la edición de 1637, era evidente otros territorios europeos? ¿Cómo evolucionó en ellos la naturalt
que se esperaba que un título más en consonancia con los tiempos de guerra permiti- za de la guerra al comienzo de la época moderna?
ría liquidar las existencias. La variable fundamental parece haber sido la existencia u
REVISION DE LA REVOLUCION MILITAR

inexistencia de la trace italienne en los territorios a considerar, por éste era suficientemente prohibitivo) sino también por las dificul-
que donde no existían bastiones eran todavía posibles las guerra tades de mantenerla al día. Fue así como Enrique VI11 de Inglate-
de maniobra con ejércitos pequeños. Durante mucho tiempo, fuera rra, temeroso de una invasión general procedente del continente,
de ese «corazón» existía una señalada oposición a adoptar los nue- preparó en febrero de 1539 un detallado device para mejorar las
vos sistemas defensivos. En Alemania. por ejemplo, algunas ciuda- defensas del este y sur de Inglaterra y las de las guarniciones in-
des encargaron nuevos muros durante los enfrentamientos del em- glesas destacadas e n Francia. Se construyó una impresionante se-
perador contra sus súbditos protestantes en los decenios d e 1540 y rie de veintiocho nuevos fuertes y muchos de los viejos fueron
1550: pero hubo después casi medio siglo de paz durante el cual no restaurados a lo largo de la costa. Pero el rey confió este trabajo a
se erigió apenas ninguna nueva construcción militar. Esto cambió maestros artesanos nativos, y no a arquitectos profesionales ex-
d e nuevo después de 1600, cuando la tensión religiosa creció en el tranjeros, y los resultados alcanzados estaban anticuadoS incluso
Imperio: empezaron los protestantes a construir nuevas ciudadelas antes de concluir las obras. Estas edificaciones, con su!S torreo-
y fortalezas (por ejemplo, el Elector del Palatinado. en Franken- nes y bastiones circulares y huecos. profusamente pro7vistas, de
thal, Heidelberg y Mannheim), y después, los católicos, alarmados, .
barbacanas (es castillo de Sandgate alardeaba de poseer mas de
hicieron lo mismo (el Elector de Tréveris, en Ehrenbreitstein, e 60 troneras y 65 aspilleras para armas portátiles), permitían el má-
obispo de Speyer en Philippsburg, el duque de Baviera en Munich ximo potencial ofensivo a los fuegos, pero sus cualidades defensi-
Ingolstadt). Otras grandes ciudades que nunca habían estado forti vas eran escasas (lámina 9). Sus huecos muros no soportaban el
ficadas pusieron al día sus defensas, mientras que los nuevos cen cañoneo intenso y los bastiones circulares eran f 'áciles de minar y
tros de la actividad económica (ciudades mineras y localidades ma zapar. A pesar d e todo, Enrique estaba convenc:ido de que tenía
nufactureras) y las nuevas capitales (Neuburg, Hanau, Jülich razón. Cuando en 1541 un ingeniero p ortugués opinaba que las
consideraron prudente proveerse de actualizados muros protecto restauradas defensas de Guines eran defectuosas, el rey secamen-
res por vez primera. Pero había centenares de otras ciudades en te le despidió como «un asno que no conocía su oficio». Pero cua-
Alemania que no percibieron ninguna amenaza estratégica hasta tro años después, sobresaltado por la invasión francesa en gran es-
que estalló la guerra d e los Treinta Años, en 1618. Aun entonces. la cala del Solent (que, sin embargo, no tuvo éxito), aceptó Enrique
guerra permaneció relativamente localizada durante algún tiempo finalmente que era nec esario uri nuevo tipo de fortificaciones, con
y la facilidad con que cambiaron de dueño muchas ciudades en loi bastiones en ángulo, r evellines y todo lo demás. Se fortificaron
decenios de 1620 y 1630 confirma la evidencia de las perspectiva! con rapidez (aunque a un elevacl o costo) Eyemouth, Portsmouth y
contemporáneas a vista de pájaro de Matthaeus Merian: había rela- otras plazas de importancia estratégica. Pero cuando se produjo el
tivamente pocas defensas abastionadas e n Europa central.5' Esta er siguicnte temor a una invasión (en 1588) también se consideró
la principal razón del elevado número de batallas de la guerra de que estas defensas estaban anticuadas y fue necesario entrar en
los Treinta Años, y de por qué tantas campañas se extendieron so- nuevos gastos para renovarlas, aumentarlas y prolongarlas (aun-
bre millares de kilómetros y consistieron principalmente en com- que todo esto no hubiera sido suficiente, en verdad, para proteger
plejas maniobras destinadas a obligar al enemigo a combatir o a re- a la Inglaterra isabelina si la Armada española hubiera desembar-
tirarse a los territorios devastados, donde sus tropas padccieran cado). Como comentaba uno de los consejeros de la reina, era de-
hambre. El ejército principal sueco d e Gustavo Adolfo recorriC masiado poco y demasiado tarde: Isabel parecía compartir «la opi-
casi 1.600 km durante 1631 y 1632, y se empeñó en cuatro batallas nión de los lacedemonios, que fortificar las ciudades hace más mal
principales -Breitenfeld, Rain, Alte Veste y Lützen- mientras que bienn.57
que los sucesores de estos hombres durante los tres últimos años de Es seguro que una política ~ l a c e d e m o n i aahorraba
~ dinero y,
la guerra, entre la batalla de Jankov y el sitio de Praga, recorrieron salvo raras excepciones, los gobernantes sólo eran propensos a
un territorio todavía mayor.56 aprobar la construcción de nuevas fortificaciones en tiempos de
La trace italiennc progresó despacio, en Alemania y en otras crisis. En realidad, la decisión de construir bastiones era por lo
partes, no sólo a causa del coste (aunque para algunos Estados general un signo claro de guerra inminente. De este modo, en
I Ó N MILI-TAR

1642, vísperas de las guerras civiles, en Inglaterra sólo unas pocas


ciudades poseían fortificaciones modernas (Berwick, Hull, Ports-
mouth y Plymouth) y todas ellas se hallaban en la costa, mientra-
que la mayor parte de los combates tuvo lugar en el interior. Po
ello, una vez iniciada la guerra. algunas ciudades importante
(como las dos c a ~ i t a l e rivales,
s Oxford y Londres) y algunas finca
campestres Cu eron prí)vistas de un recinto amurallado completc
mientras que otras lo(:alidades de menor importancia fueron sim
plemente rodt:adas po r una línea de reductos (a veces unidos po
un terraplén, como en Newark, Bristol y Reading, pero por lo ge
neral aislados).5Wuaiido estas fortalezas eran atacadas. se reque
ría un asedio en regla, de tipo continental: así, por ejemplo, 1
guarnición realista de Newark, apoyada por reductos exteriores ei
Shelford, castillo de Belvoir, Thurgaton, Wiverton Hall y Norwell
sostuvo fácilmente en 1645-1646 el asedio reali~adopor unos 7.001
escoceses y 9.000 soldados parlamentario^.^" Pero, durante la gue
rra civil, la mayor parte de las ciudades de importancia estratégica
estaban rodeadas (más que protegidas) por anficuadas murallas
medievales, totalmente vulnerables al fuego artillero, por lo que
parece extraño a u e relativamente pocas de ellas fueran en reali-
dad reducidas por cañ oneo ha:;ta 1645. La explicación cs. sin ein-
S

bargo, sencill:i:si se ti ene en ciuenta la situación muy inestable de


~del reinio en los primeros años de la guerra, durante
la mayor p a r t: c .
los cuales numerosos y luerres destacamentos de ambos bandos
recorrían los caminos, era muy arriesgado transportar por el país
los trenes de sitio, pues se corría el peligro de perderlos (como su-
cedió a los parlamentarios en Lostwithiel, en 1644, donde dejaron
en manos de los realistas 40 cañones dc grueso calibre). Por esto,
se conquistaba al asalto y sin cañoneo previo la mayoría de las ciu-
dades (al igual que en la Edad Media), y las pocas fortalezas res-
tantes eran bombardeadas por sólo un puñado de gruesos cañones
en cualquier época. Así, contra Lathom House, en Lancashire, los
parlamentarios utilizaron en 1644 un solo mortero de 80 libras y
9. Las defensas costeras meridionales de Enriqiie VI11 hacia 1539. La decisión real
dos cañones de sitio, uno de 27 libras y otro de 15; en 1645, contra
de romper con Roma en el decenio de 1530 proporcionó al Estado nuevos y grandes Pontefract, sólo había tres cañones pesados (que dispararon 1.400
ingresos, bajo la forma de propiedades confiscadas a la Iglesia, pero creó también proyectiles pero no lograron abrir brecha); y frente a Scarborough,
nuevos gastos a los que atender, pues la Inglaterra protestante se sumió en una «gue- el mismo año, un único «cannon royal» de 64 libras no produjo el
rra fría» con Francia y con el Imperio de los Habsburgo. Se proyectó y se construyó menor efecto.60 Sólo tras la victoria de Naseby (en junio de 1645)
una línea de nuevas fortalezas para defender el sudeste contra una invasión. pero to-
das ellas (como ésta del dibujo del «castillo para los Downew, próximo a Dover), el ejército del Parlamento pudo mover libremente su tren de si-
por desgracia, estaban hechas con anillos concéntricos huecos y con macizos bastio- tio.6' Las guerras e n Escocia fueron algo distintas: se conquistaron
nes angulares. (BL, Cotton MS. Augustus. I.i.20.) al asalto Aberdeen (1645) y Dundee (1651), mientras que Glas-
gow, Perth y Stirling capitularon sin un solo disparo. Ni nguna hz
bía sustituido sus murallas medievales.62
La situación en Irlanda durante el decenio de 1640 pone aun
más gravemente d e relive el contraste entre los viejos y los nuevos
procedimientos de guerrear. Hasta el siglo xir no existía en la isla
ningún castillo de piedra, pero éstos enseguida se multiplicaron, en
especial después de 1430, cuando el gob ierno ofrleció subsidios a to-
dos los que construyesen torres de al mc:nos 11 nnetros de altura en
un plazo de 5 años. Hacia 1500 se estim:iba que..-hiabía 400 sólo en el
condado de Limerick. e Irlanda estaba sencillamente erizada de
castillos. Aunque algunos no eran sino simples casas fuertes, otros
eran verdaderamente grandes, como el castillo de Trim, construido
entre 1210 y 1250, con muros de 3 m de espesor y 12 m de altura, o
como las murallas y el castillo de Drogheda, también del siglo xrir,
de análogas dimensiones. Drogheda resistió un asedio de tres me-
ses en 1641-1642 por un e.jército irlandés, pero Oliver Cromwell la
conquistó al asalto siete años después, a pesar de estar defendida
por 3.000 soldados veteranos, porque pudo concentrar el fuego de
11 cañones de sitio y 12 cañones de campaña contra sus viejas mu-
rallas.63 Pero el ejército de Cromwell no tuvo tanto éxito en el Uls-
ter, adonde desde 1603 habían llegado en gran número inmigrantes
de Escocia e Inglaterra, quienes protegieron sus caseríos con forti-
ficaciones mucho más modernas. E n tiempo de Isabel, los señores
locales habían construido casas fuertes como las de Escocia (en
realidad, muchas de ellas. como el castillo de Enniskillen -lámina
10- habían sido erigidas por constructores contratados en Esco-
cia), pero en el reinado de Jacobo VI y 1 se iniciaron las defensas
con bastiones, fosos y plataformas para la artillería. La casa fuerte
de Enniskillen (o lo que quedaba de ella) estaba rodeada de terra-
plenes; así estaba el nuevo poblado de Londonderry (con un recin-
to amurallado de más de un kilómetro de circunferencia, defendido
por un foso y 40 cañones pesados); y se construyeron fortines en
estrella para proteger las nuevas «plantaciones» de Charlemont,
Hillsborough y otras. Pero los colonos tenían pocas armas de fuego
para defender sus modernas murallas: una revista de las armas en
poder de los ingleses y los escoceses de Antrim y Down, en 1630.
mostraba que sólo 99 de los 4.255 hombres adultos registrados dis-
ponían de armas de fuego, mientras que solamente 2.416 tenían es-
padas o picas y 1.839 estaban desarmados." Por eso, durante la re-
belión del Ulster e n 1641, la mayoría de los modernos fuertes cayó
por falta de defensores y sólo resistieron los grandes poblados.
4 REVOLUClON MIL, ., TAR

una numerosa guarnición (lámina 11). Sin embargo, en el decenio


de 1680, el gobierno de Londres estaba preocupado porque otras
zonas de Irlanda pudieran ser ocupadas también por los invasores,
de modo que un experimentado ingeniero, Thomas Phillips, partió
a inspeccionar todas las defensas existentes. Su informe, presenta-
do en marzo de 1686, resultaba muy pesimista. ,Rabía demasiados
castillos en Irlanda, decía, pero ninguno de ellos (ni siquiera el
fuerte Charles) era lo suficientemente sólido para resistir un ase-
dio. Además no estaban situados en los lugares adecuados, por-
que, como observaba irónicamente Phillips, «las intentonas y las
perturbaciones» raras veces tienen lugar donde las plazas están
preparadas». Por eso, incluso si cada punto estratégico hubiera de
ser fortificado a la última moda,
... los hay todavía en doble número inseguros, por lo que sería ina-
cabable pensar en fortificar todas las plazas que lo necesitan. Por-
que a más fortificaciones, mayor el ejército, y cuanto mayor sea el
número de fortificaciones, más disperso está el ejército [en guarni-
ciones] y es menos útil.
Por eso, Phillips proponía construir sólo seis fortalezas, cada una
de grandes dimensiones, capaz de albergar un fuerte ejército y de
resistir un asedio importante.66 Pero cuando se produjo la siguien-
11. El)~<,rreCliorles, eti Kiti.~nle.construido en el decenio de 1670 en el sudoeste cle te rebelión, en 1689-1690, ninguna de estas superfortalezas había
Irlanda. y que había sido utilizado dos veces para una invasión cnemiga, muestra que sido construida, e incluso el fuerte Charles cayó sin apenas comba-
la rrnce itnlientie empezaba a scr conocida en aquellos tiempos hasta en zonas relati- tir. La trace italienne sólo alcanzó Irlanda (y Escocia) en el siglo
vamente lejanas dc Europa. Pero, aun conocida. era todavía mal entendida. porque xvrrr, con la construcción de defensas abastionadas ofensivas lo su-
un ingeniero con experiencia continenial consideraba, eii un informc de 16x6, que el ficientemente grandes como para contener una fuerza capaz de
fuerte Charles (aunque bicn construido) estaha sitilado en un lugar que n o podía dc-
fendcrsc. dominado por terreno más clevado. y quc serían necesarias 23.000 libras llevar a cabo un contraataque en caso de rebelión o de invasión.67
miís para completarlo. Las Islas Británicas fueron, pues, una zona donde las transfor-
maciones en la fortificación y los asedios fueron incompletas, gra-
duales y relativamente tardías, lo que tuvo, naturalmente, un mar-
cado efecto sobre el arte de la guerra en campaña. Irlanda, donde
Durante el decenio de 1650 fueron destruidas muchas de las eran casi inexistentes las defensas abastionadas, era la más atrasa-
«fortalezas rebeldes» de Irlanda, pero se construyeron otras mu- da, como había ocurrido durante toda la Edad Media. Jean Frois-
chas nuevas en puntos estratégicos, según los criterios continenta- sart hacía notar, en el siglo xrv, que «es difícil encontrar el modo
les (y, además, en su mayoría del mismo tipo cuadrilateral, con un de hacer eficazmente la guerra contra los irlandeses, porque, a me-
bastión en cada uno de sus cuatro ángulos).65 Posteriormente, en nos que ellos así lo elijan, allí no hay nadie para combatir, y no hay
1668, el gobierno decidió fortificar el puerto de Kinsale, que había ciudades que puedan ser [tomadas]»." Pero en cuanto los jefes ir-
sido utilizado como cabeza de desembarco para una invasión por landeses empezaron a vivir en castillos de piedra, durante el siglo
las fuerzas españolas, en 1601-1602, y por los realistas en 1649; el xv, había más que atacar (y que defender) y se contrataban en
fuerte Charles, en Kinsale, concluido en el decenio de 1670, dispo- gran número tropas mercenarias, principalmente de Escocia, tanto
nía de seis grandes bastiones y suficientes cuarteles para albergar
para asaltar a los jefes vecinos como para resistir a las periódicas dientes y bien abastecidas, desde las cuales unas fuertes guarnicio-
invasiones de los ingleses. Sin embargo, escaseaban las armas de nes podían efectuar sistemáticamente incursiones para destruir las
fuego. El más remoto empleo de armas de fuego portátiles o de ar- cosechas y los almacenes de 1c1s que de pendía e 1 esfuerzo bélico de
tillería en Irlanda está registrado en el decenio de 1480, pero, in- Tyrone. Ni siquiera la llegada (i e una fu.erza expledicionaria españo-
cluso entonces, las montañas, pantanos y bosques interiores hacían la de 3.500 hombres a Kinsali2 en 1601, que ol3ligó a Mountjoy a
casi imposible el empleo tierra adentro de los cañones de sitio. En marchar hacia el sur, redujo el completo dominio que Inglaterra
lugar de eso, ambos bandos adoptaban a menudo una política de ejercía sobre el Ulster. A comienzos de 1602 se rindieron los espa-
«bestialidad». Un jefe inglés, sir Humphrey Gilbert, se implicó ñoles y Tyrone, con su ejército de campaña destruido cuando inten-
abiertamente en el decenio de 1570 en el terrorismo contrasubver- taba llegar a Kinsale, siguió la misma suerte el año siguiente. Fue
sivo y, según su cronista personal, una victoria importante, pues estableció el dominio inglés sobre
toda Irlanda durante más de trescientos años.70
... recibió esta orden tajante, que siempre que él hiciese una corre- A pesar de todo, aunque los ingleses acabaron por saber cómo
ría. o incursión, en los países enemigos, matase hombres, mujeres ) aplicar la revolución militar en Irlanda, en su país iban todavía
niños, y arruinase, dilapidase y quemase, asolándolo, todo lo q u ~ : muy atrasados respecto a los usos continentales. Sobre todo, y has-
pudiese; no dejando a salvo nada de los enemigos. de lo que él pu ta relativamente tarde, se utilizaba muy poco la artillería de cam-
diera dilapidar o consumir ... paña. En algunas batallas de la guerra civil inglesa, como Naseby
(1645) o Preston (1649). ninguno d e ambos bandos utilizó artillería
Este mismo tratamiento salvaje se extendía a todos los invasore! de campaña, y cn otras ocasiones ésta sólo parecía ser eficaz para
aliados de los irlandeses: así, los 400 auxiliares italianos y españo. defender una posición atrincherada contra un ataque frontal.7l No
les que se rindieron en Smerwick, en 1580, a una tropa inglesa hubo nada parecido a la concentración de Gustavo Adolfo con 90
fueron casi todos degollados a sangre fría, como también los 3.00C piezas de artillería para el paso del Lech en 1632, o al brillante re-
españoles de la Armada que. ocho años después, fueron arrojados despliegue de las baterías de campaña de Torstensson para ganar
a tierra por las tormentas.") la batalla de Wittstock, en 1636.
Se debió en parte a la eficacia de la brutalidad inglesa. facilitada Pero este defecto no se dt:bía exclusivamente a la falta de in-
por su aplastante superioridad de fuego, el que finalmente los go- tentos. Hubo, por ejemmplo, nLimerosas tentativas inglesas para co-
bernantes irlandeses se convencieran de la necesidad de adoptar la piar los cañones ligeros- y tran sportables de 3 libras, conocidos po-
revolución de la pólvora. El conde d e Tyrone. Hugh O'Neill, aun- , cuero». La técnica d e fundir un
pularmente como « C n i i v i i ~ a de
n-n-0"

que nunca adquirió cañones de sitio, contrató capitanes españoles delgado tubo metálico, ceñido con cuerda y revestido por una re-
en el decenio de 1580. para enseñar a sus cerca de 10.000 soldados sistente vaina de cuero, se aplicó primero en Suiza en 1622. Hacia
nativos el uso del mosquete, y compró en gran escala armas de fue- 1627 se fabricaban cañones de cuero en Suecia, y pronto fueron de
go y municiones en Inglaterra y Escocia, así como a desertores y uso general en el ejército sueco. montados en grupos d e dos y tres.
oficiales corruptos en Irlanda. Gracias a estas medidas, poco des- D e allí se extendieron a otras tropas, y todavía se conservan mues-
pués de rebelarse contra la reina Isabel, los hombres de Tyrone in- tras en los museos de París, Berlín y otros lugares. Pero la mayor
fligieron una grave derrota a los ingleses en Clontibret, en 1595. La colección única de cañones de cuero (un total de 19, con 42 tubos)
repitieron en Yellow Ford, en 1598, y próximo ya el fin de la guerra se halla hoy en el National Museum of Antiquities de Escocia (lá-
pudieron realizar incursiones sobre los suburbios de Dublín. Pero mina 12). Ahora bien, éstos no se conservaron gracias a su éxito en
entonces, un nuevo jefe, Charles Blount, señor de Mount.joy, empe- la batalla, sino, por el contrario, han sobrevivido precisamente
zó a utilizar contra Tyrone la concienzuda estrategia del desgaste, porque resultaron ser inútiles para la acción, a favor d e los ejérci-
que había conocido en las guerras de los Países Bajos. Evitaba las tos del Covenant en Dunbar (1650) y Worcester (1651), y fueron
batallas, temeroso de la derrota de sus tropas y. en vez d e eso, se por esa razón capturados. Era un síntoma de la falta d e prepara-
erigió alrededor del Ulster central una línea de fortalezas indepen- ción del gobierno después de la «Gloriosa Revolución» de 1688 el
i REVOLUCION MIL ITAR

que, al año siguiente, se recurriera otra vez a ellos en Killiecrai


kie, contra los rebeldes jacobitas dirigidos por John Graham (
Claverhouse, vizconde de Dundee. Muchos de ellos rev entaron
tercer disparo y los restantes fueron incapaces cle detenc:r la ason
brosa carga de los highlanders jacobitas.72
La verdad es que los cañones de cuero no dieron resultado. S L ~
camisas de cuerda y cuero eran malas conductoras del calor, y fue-
ron la causa de que los tubos se sobrecalentasen, por bien fabrica-
dos que estuviesen. Pero es dudoso que cualquier arma de tipo
usual en aquella época hubiera podido frenar a ((Bonnie1Dundeex Y
la carga de los Ifighlanders, porque los miembros del cla n, tras dis-
parar una única descarga de mosquete, tanto para produc:ir una niJ-
be de humo como para eliminar enemigos, arrojaban a,1 "3uLiv 1 ~ 31'"
~ 1 ~ "1

armas de fuego y se reagrupaban en formaciones de cuña antes c


lanzarse a la carrera con un solo objetivo (rechazar las bayoneti
inglesas) y una sola espada (para cortar gargantas inglesas). El gc
neral derrotzido en Kiilliecran'kie, Hugrh Mack; rvaba más
tarde que
1 - . . J -...
los high/crrrtrrr,r sc mueven LUII Laiila iapiucr. que. b i uii batallón re-
tarda el momento de hacer fuego hasta que s,e aproxirnen lo sufi-
ciente para estar seguro de alcanzarles, ellos e stán encirna antes de
que nuestros hombres puedan echar mano de su segun da defensa,
que es la bayoneta.
Por otra parte, hacer fuegcZI demasiiado pro1lto contra la carga
de los highlanders era también fatal, coimo observaba otro fracasa-
-.. . . ..
-1. -1
do jefe (el general Hawley) anws ue su .L.-
uerrota en la batalla de
Falkirk, en 1746:
Si el fuego se hace desde lejos, ya no hay posiblemente nada
que hacer, porque nunca hay tiempo para cargar un segundo cartu-
cho; y si se abandona, ya puede uno darse por muerto, porque ellos
12. Los cañones de cuero fueron una tentativa, sin éxito, para organizar una artille- [los Iziglilnnders], al no tener ninguna llave de fuego ni carga algu-
ría de campaña móvil. Esta batería de cuatro. fundida en Escocia en el decenio de na, no hay hombre que con sus armas, avíos, etc., pueda escapárse-
1630, muestra todavía la manera en que el cuero y el cordaje eran *embebidos» en les, y no dan cuartel ...73
un tubo de metal, en forma muy similar a como en el siglo xix se construinan los ca-
ñones de acero. Pero, al contrario de éstos, el revestimiento de los cañones de cuero Durante el siglo xvri y comienzos del xvrrr, por tanto, se pro-
era un mal conductor térmico y éstos se rccalcntaban enseguida. El hecho de que, a
pesar de todo, fueran utilizados repetidamente en operaciones (al menos hasta dujeron numerosos enfrentamientos en los que tropas provistas de
1689), demuestra el retraso militar de Escocia en esta época. todos los instrumentos de la revolución militar fueron puestas e
fuga por la carga frontal de hombres de los clanes provistos sol;
mente de las armas tradicionales: a las órdenes del marqués c
Montrose y de Alastair MacColla, desde Tippermuir hasta Kilsylii
REVISIÓNDE LA REVOLUCIÓN MILITAR 61

en 1644-1645; bajo Claverhouse e n Killiecrankie e n 1689; b a j ~


«Bonnie Prince Charlien en Prestonpans y Falkirk, en 1745-174t
La carga de los highlanders sólo fue detenida en Culloden, ya en
1746. porque el ejército hannoveriano poseía en aquella ocasión
una gran artillería de campaña, una aplastante superioridad numé-
rica y (sobre todo) un mejor control de los fuegos. Entonces, la ÚI-
tima fila de los mosqueteros fue la primera en disparar, cuando los
hombres de los clanes se encontraban a unos 12 metros de distan-
cia, y las otras dos filas hicieron fuego después, cuando el enemigo
estaba ya a bocajarro (lámina 13).74 Si bien es cierto que los high-
lnnders aún habrían de efectuar otra carga triunfal (en la batalla
de las alturas de Abraham, en 1759, que arrebató el Canadá al do-
minio francés). en todas partes fueron los regimientos de infante-
ría de línea, con sus descargas reguladas, los que alcanzaron la su-
premacía en los campos de batalla de E ~ r o p a . 7 ~
La revolución militar afectó también con lentitud a otros terri-
torios de la periferia europea. Cuando Carlos X de Suecia se halló
en 1656 en guerra con Rusia, su ejército de Finlandia (con unos
10.000 soldados de infantcría) tuvo que aprender a actuar sobre
esquís para poder proteger las fronteras durante el invierno, y sólo
pudieron disponer de muy poco tiempo para la instrucción y el
fuego en descargas.76 Un peculiar estilo de guerras fronterizas apa-
reció en este siglo en Hungría, después de 1560, donde las princi-
pales preocupaciones militares no eran las batallas o los asedios.
sino el ganado y los prisioneros, preocupaciones reflejadas con
exactitud en los documentos locales conservados, que registran el
número y el valor de los rebaños capturados o perdidos con un de-
talle minucioso, pero que reservan el máximo detalle para los pri-
sioneros. Se anotaba cuidadosamente su categoría militar, rasgos
distintivos, nombres y apodos (tales como «Alí, la Bestia),, o «Yu-
suf, el Loco»), porque éste era cl verdadero objetivo d e la guerra.
El rescate de los prisioneros era un gran negocio en la frontera
húngara y a veces producía beneficios muy supcriorcs a los costes
de la campaña.77
Las guerras que tuvieron lugar en la mitad oriental de la gran
llanura europea permanecieron también muy impermeables a las
innovaciones militares. A comienzos del siglo xvrr, por ejemplo,
había todavía en el ejército polaco 10 jinetes por cada soldado de a
pie, lo que era muy razonable teniendo en cuenta la naturaleza de
los enemigos de Polonia. En efecto, tras la secularización de la Or-
den Teutónica e n 1525, había disminuido notablemente la expan-
REVlSlON DE LA KEVULUCIUN MILI I A K

sión alemana a lo largo de la costa del Báltico, mientras que, casi a tares especiales de todas las zonas fronterizas, mostrando los tea
la vez, tras la derrota de Hungría en Mohács, en 1526, había au- tros de operaciones de las posibles guerras futuras junto con lo
mentado considerablemente la amenza de los tártaros y turcos. puntos de potencial fortaleza o debilidad. Sin embargo, la tarea
Contra los jinetes del sur era razonable que Polonia reforzase su era lenta: los nobles que dominaban el Estado polaco se resistían a
caballería, en vez de su infantería o artillería, y que intentara po- cualquier medida que pudiera reforzar el poder de la monarquía,
seer ejércitos más aptos para ganar batallas que para conducir ase- como contratar mercenarios extranjeros, armar a los siervos o for-
dios. Incluso hacia 1600, la caballería polaca fue capaz de destruir tificar las ciudades reales. Por tanto, en 1655 el ejército real estaba
a los invasores suecos (en Kirchholm en 1605 y en Klushino en tan mal preparado y eran tan primitivas las fortificaciones de Var-
1610), aunque estos éxitos proporcionaron una falsa sensación de sovia que los suecos conquistaron la capital en una incursión mon-
seguridad. En 1621, en vísperas de una nueva invasión sueca, la tada.8'
trace italienne sólo se encontraba en Polonia alrededor de algunos El progreso de la revolución militar no fue más rápido en Ru-
puertos bálticos (como Danzig) o en las posesiones de algunos sia. Aunque a partir del siglo XIV se venía utilizando la artillería,
grandes magnates (como en la nueva ciudad de ZamoSE, donde el tanto las armas de fuego como la infantería siguieron siendo rela-
italiano Bernardo Morando había construido entre 1587 y 1602 tivamente poco importantes en el ejército de los zares hasta el
nuevos muros con siete bastiones). Debido a esto, la furiosa em- siglo XVII. Todavía en 1600, según una autoridad reciente, «la
bestida sueca del decenio de 1620 tuvo inicialmente gran éxito. Al- orientación básica rusa era hacia la guerra de las estepas, con ji-
gunos escandalizados libros y folletos fueron escritos enseguida netes, arcos y flechas ... La Moscovia no se había comprometido
por los propagandistas polacos denigrando a los invasores por su todavía del todo con la rcvolución de la pólvora»." Como en Oc-
«poco caballeresco engaño» al erigir terraplenes en torno a sus cidente, el cambio comenzó con la construcción de nuevas fortifi-
campamentos «como si necesitasen el valor de un enterrador para caciones que sólo podían reducirse mediante largos asedios. Así
ocultarse a sí mismos» y calificando sus concienzudas técnicas de era, por ejemplo, en Esmolensko, construida entre 1595 y 1602
asedio de «kreta robota [obra de topos]».78 Pero fuera o no trabajo utilizando 150 millones de ladrillos, 620.000 sillares de paramento
de topos, el príncipe heredero Vladislav fue inmediatamente en- y un millón de cargas de arena, que era defendida por muros de
viado a los Países Ba,jos para aprender de primera mano aquellas 5 m de espesor y 19 m de altura, con una longitud de 6,5 km. Ya
tácticas engañosas. Fue seguido por ingenieros polacos, como en 1550 el gobierno de Moscú había considerado necesario un
Adam Freitag, que en 1631 publicó en Leiden una obra clásica in- cuerpo permanente de infantería. y creó los strelitz, que emplea-
ternacional sobre la evolución de la fortificación militar (Architec- ban armas de fuego. Sólo eran 3.000 al principio, reclutados entre
tura nzilitaris nova et aucta) antes de regresar a su país para poner la clase acomodada, pero para 1600 eran 20.000 y en 1632, casi
en práctica sus ideas.'" Para entonces, como consecuencia de los 34.000. Pero no todos los strelitz servían en el ejército, pues mu-
éxitos suecos en Livonia y en Alemania, el e.jército polaco había chos desempeñaban tareas de policía y defensa local; además, du-
sido también reorganizado según los criterios occidentales. Se re- rante la guerra de Esmolensko (1632-1634) toda una mitad del
forzó la infantería con unidades especiales de mosqueteros (deno- ejército ruso estaba constituida por «regimientos de nueva forma-
minadas «tropas extranjeras» a pesar de que en su mayoría esta- ción», esto es, mercenarios contratados en el extranjero que com-
ban constituidas por soldados polacos). A la vez fueron publicados batían con tácticas lineales, como en Occidente. Entre 1630 y
en polaco varios manuales sobre tiro, basados en la experiencia 1640, el gobierno organizó diez de estos regimientos extranjeros,
occidental, y se normalizaron los diversos tipos de piezas de arti- con unos 17.400 hombres en total, armados con mosquetes y apo-
llería, incluyendo cañones de campaña construidos según los mo- yados por artillería de campaña. Aunque una vez concluida la
delos suecos. Se inició después un programa completo de fundi- guerra fueron disueltas las unidades de «nueva formación», en el
ción de cañones: en 1637 había 222 piezas de artillería en los decenio de 1560 se reactivaron de nuevo. Hacia 1663 había 60.000
arsenales reales, pero dos años después eran ya 320.80 Además, el soldados extranjeros al servicio de Rusia, y en 1681 eran 80.000,
cartógrafo real Fryderyk Getkant levantó una serie de mapas mili- dotados de lar armas producidas por una fábrica en Tula, dirigida
1N MILITA
K h V O L U C l O N MILITAR

por holandeses, y de las armas de pedernal y otras armas de cam-


paña acumuladas e n el Kremlin de Moscú y en otros lugares. Es-
tas fuerzas se regían por las Instrz4cciones militares promulgadas
en 1649 por el zar Alejo Romanov, que se basaban en las de
Mauricio de Nassau. Mientras tanto, ingenieros militares, hugono-
tes franceses y holandeses dirigían las ingentes obras de restaura-
ción y ampliación d e la barrera defensiva conocida como la línea
de Belgorod, que cubría la frontera meridional de Moscovia. Ha-
cia 1653, sus revellines y bastiones se extendían a lo largo de 800
kilómetros de la frontera boscosa y esteparia donde, con un nue-
vo sentido, Europa encontraba a Asia.8-i

La decisión d e invertir en ese moderno muro de Adriano, que


tuvo en Occidente su equivalente en la línea de reductos de made-
ra enlazados entre sí, construido por la República de Holanda a lo
largo del IJssel en 1605-1606 (lámina 14), sirve para recordar que
la mayor parte de los gastos y recursos militares se aplicaba, en to-
dos los primitivos Estados modernos, más a la defensiva que a la
ofensiva." Por numeroso que fuese el ejército de campaña de una
nación, era todavía mayor el número de las fuerzas que guarnecían 14. El Grnn Muro dr In Rc/níhlicn (le Ifolundn se erigió en 1605. para dcfender la Ií-
fortalezas y teatros de operaciones secundarios o que desplegaban nea de los ríos IJssel y Waal contra la invasión del ejército de Flandes. mandado por
alrededor de la capital; y por muy costoso que fuese enviar en Arnbrosio Spínola. Consistía en unos reductos dc madera. enlazados por diques. y se
campaña a las fuerzas de línea, lo era aún más el construir y defen- observa claramente en el mapa levantado por uno de los subordinados it n 1'ianos de
Spínola. Lo que ocurrió al fin fuc que. en 1606. cl ejército español rompió el muro e
der las fortificaciones modernas.s5 invadió Overijssel, con lo que forzó a la República de Holanda a acordar un alto el
Es muy fácil subestimar el número de soldados inmovilizados fuego al año siguiente. (De P. Giustiniano, Delle girerre di fiondrtr. lihri VI. Ambe-
en guarniciones y en «divertimientos», como se demuestra al con- res, 1609, lig. 25.)
siderar las actividades militares e n Alemania en 1632. Todos los li-
bros de historia centran su atención e n los tres grandes enfrenta-
mientos que se produjeron entre los principales ejércitos de operaban como fuerzas de los teatros independientes en tierras del
campaña -en Rain, en Alte Veste y en Lützen- aunque ninguno Imperio. Por todo esto, el rey luchó y murió en el campo de bata-
de ellos fue realmente decisivo y la guerra prosiguió durante 16 lla a la cabeza de sólo 20.000 hombres. La disposición de las fuer-
años más. Además, era mayor el número de tropas en servicio fue- zas imperiales era similar: 18.000 hombres en Lützen, otros 40.000
ra de los ejércitos principales que el que jamás estuvo e n éstos en otras operaciones y no menos d e 43.000 en las guarniciones. In-
bajo las banderas. Así fue como, en noviembre de 1632, el mismo cluso al finalizar la guerra, en 1648, la mayor parte del ejército sue-
mes de Lützen, Gustavo Adolfo dirigía las operaciones de 183.000 co estaba inmovilizada en 127 guarniciones en toda Alemania, y
soldados en Europa, pero 62.000 estaban diseminados sobre la había otras 95 ciudades y fortalezas defendidas por tropas alia-
Alemania septentrional en 98 guarnicioneq fijas, 34.000 habían das.86
quedado en Suecia, Finlandia y las provincias bálticas, y 66.000
.REVOLU CIÓNMIL REVOLUC TAR

De modo análogo, en el ejército español en Flandes, cerca de pués, el carácter militar de la guerra civil inglesa era muy parecido.
una mitad de las fuerzas utilizadas para defender los Países Bajos A pesar de la atención que se ha dedicado a las numerosas batallas
meridionales se encontraba en las guarniciones. En 1639, por campales, en especial a aquellas en las que intervino Oliver Crom-
ejemplo, el ejército cubría 208 guarniciones independientes, desde well, las operaciones locales por fuerzas territoriales fueron más
los 1.000 hombres acantonados en Dunkerque hasta los 10 hom- numerosas y más importantes que lo que se ha reconocido habi-
bres que servían en un aislado fortín de un dique próximo a Gan- tualmente. Desde 1642 a 1646 se desarrolló una difícil y sucia gue-
te, conocido como «La Grande Misere». En total, se dedicaban a la rra en la mayoría de los condados de Inglaterra y Gales entre las
defensa 33.399 hombres en un momento en que el ejército, aunque diversas guarniciones enemigas, en la que cada jefe particular se
fuese sobre el papel, se componía solamente de 77.000 hombres.87 esforzaba en aniquilar los recursos del enemigo y en preservar los
Lo mismo les ocurría a los holandeses: la mayor parte del ejército propios. Durante los primeros años, hasta las pequeñas fortalezas
de la República estaba atado a guarniciones que, en ocasiones, de las zonas menos accesibles del reino (como en los condados de
eran más numerosas que las poblaciones a las que defendían.8"a la frontera galesa) poseían una notable área de influencia. Se ha
forma más frecuente de las acciones militares en la guerra de los indicado que muchas de ellas disponían de guarniciones «por razo-
Países Bajos consistía en las hostilidades constantes entre guarni- nes de seguridad local más que como parte de una idea superior
ciones vecinas de cada bando, como se comprueba fácilmente con táctica o estratégica*, y algunas de ellas parecían existir con el solo
sólo hojear las memorias de Roger Williams, Francis Vere o Ja- propósito de obtener dinero en alguna población. Sin embargo, su
mes, duque de York (por citar sólo a tres participantes ingleses).Xg efecto conjunto era considerable. El ejército del Parlamento per-
Todavía más: cuando la guerra estaba en sus peores momentos, dió en 1642 Edgehill porque hubo de enviar tropas para guarnecer
entre 1589 y 1598, algunos jefes locales parecían hacer su propia Hereford, Northampton y Coventry; los realistas perdieron Na-
guerra. Hacia 1589, se informaba de que Martin Schenck van Nij- seby en 1645 porque hubieron de dejar 1.500 hombres para la de-
deggen estaba utilizando su base fortificada de Schenckenschans, fensa de Leicester, ocupada dos semanas antes, y no quisieron pe-
en el bajo Rin, a fin de emprender «diversas acciones, más para dir refuerzos a las fortalezas inmediatas (como Newark, defendida
obtener algún dinero o para capturar algún buen prisionero que por 4.000 hombres)."-' A mediados de 1645 había 80 guarniciones
por cualquier otra razón». Mientras tanto, en el nordeste, el coro- realistas en Inglaterra y Gales, y quizás el mismo número de guar-
nel Francisco Verdugo había recuperado para España gran parte niciones del Parlamento (18 en Shropshire, 18 en Oxforshire, y así
de Frisia y de Groninga con ayuda de un empobrecido y reducido sucesivamente). En su conjunto, es posible que hayan inmoviliza-
ejército, que se veía forzado a vivir sobre el terreno. A veces sus do la mitad del total de las fuerzas implicadas en la guerra ciyil.94
compañías sólo tenían 10 hombres, aunque, según las memorias de Der kleine Krieg era, por tanto, tan usual en la primitiva guerra
Verdugo, desplegaban en la forma acostumbrada: dos mosquete- moderna en muchas partes de Europa como las batallas campales
ros como vanguardia, tres piqueros y el capitán en el centro y tres y los prolongados asedios. Al lado de los enfrentamientos y las
mujeres y un escribiente en la retaguardia.')O campañas espectaculares, cualquier historia militar completa de
Durante la misma época, en Francia, el jefe y teórico militar esta época debería considerar las innumerables «guerras peque-
Blas de Monluc describía la guerra en sus días como nada más que ñas» en las que numerosas concentraciones de tropas, aunque a
una serie de «luchas, encuentros, escaramuzas, emboscadas, algu- menudo no superaran unos pocos centenares, se esforzaban en
na batalla ocasional, pequeños asedios, asaltos, escaladas, y con- «dañar al enemigo sin pretender forzar la decisión mediante la ba-
quista de ciudades por sorpresa».gI Quizás esto fuera algo exagera- talla>>.gs
do, pues hubo numerosas batallas y asedios en regla durante las Este estilo complejo de guerra, en el que la guerrilla era tan
guerras de religión en Francia, pero en cuanto las fuerzas regula- importante como la guerra, sólo concluyó con la demolición de la
res abandonaban las provincias para constituir un ejército de cam- red de fortalezas en que se apoyaba. Es significativo que fuera en
paña, la iniciativa en cada localidad revertía a las guarniciones y a Francia donde se iniciara este camino. Enrique IV destruyó mu-
las fuerzas irregulares que en ella quedaban.92 Medio siglo des- chos castillos y fortines después de 1593, a medida que las provin-
68 LA REVOLUC TAR

cias periféricas iban siendo pacificadas al concluir las guerras de


religión. Así mismo, durante el decenio de 1630, Richelieu arrasó amenazados; otras estaban en las fronteras, donde las ganancias
más de un centenar de fortalezas en el sur, al aplastar las oleadas conseguidas en la paz de los Pirineos (1659) y en la de Aquisgrán
de rebeliones de los hugonotes y aristócratas.96 Las ventajas de (1668) habían dejado a Francia con varios precarios enclaves en
esta política eran evidentes para todos, y se aplicó extensamente. territorio enemigo. A comienzos de 1673, con otra guerra en mar-
Durante la guerra civil inglesa, ambos bandos destruyeron sin mi- cha, el jefe de los ingenieros militares de Luis XIV, Sébastien Le
ramientos las fortalezas de los territorios donde había concluido la Prestre de Vauban, propuso una racionalización de las defensas
actividad militar, incluso antes de terminar la guerra, a fin de dis- francesas. «Esta confusión de fortalezas propias y enemigas, mez-
poner de más hombres para el ejército de campaña. D e este modo, cladas entre sí en revoltijo, no me satisface nada -escribió-. Uno
las 18 guarniciones de Shropshire de mayo de 1645 (14 realistas y 4 se obliga a mantener tres plazas en vez de una.99 Vauban denomi-
del Parlamento) se habían reducido a 11 en octubre (3 realistas y 8 nó a su ideal el pré carré (prado cuadrado), y durante los siguien-
del Parlamento) y a sólo 2 en 1647. Se evacuó el resto y se demo- tes treinta años recomendó encarecidamente a su señor que adqui-
lieron sus defensas. Concluida la guerra, se destruyó en el centro riese (por conquista, intercambio o tratado), retuviese y fortificase
de Inglaterra un gran número de fortificaciones. Es cierto que el las plazas necesarias para dotar a Francia de una frontera que (en
número de guarniciones que quedaron (sobre todo a lo largo de la lo posible) estuviese trazada en línea recta. Los ingenieros france-
costa) era todavía sustancial, pero se redujo mucho el número to- ses construyeron o reformaron 133 fortalezas que, o bien cerraban
tal de hombres.97 al enemigo las diversas vías de acceso al reino, o bien facilitaban el
El peligro de conservar demasiadas fortalezas se demostró paso de las fuerzas francesas a territorios vecinos. Esta fue la ra-
palmariamente durante los sucesos de la región báltica en el dece- zón de las grandes dimensiones de las fortificaciones de Vauban:
nio de 1670. Los territorios que Suecia había adquirido en Alema- estaban proyectadas a fin de ser lo suficientemente grandes como
nia durante la guerra de los Treinta Años, y después de ésta, care- para albergar suministros y tropas capaces de efectuar operaciones
cían de cualquier frontera natural; de hecho, las tierras suecas eran ofensivas o defensivas. Sin embargo, no se tiene a veces en cuenta
tan poco distinguibles de las vecinas que hubo que instalar postes que el corolario del pré carré fue la creación de una zona virtual-
fronterizos. En estas fronteras arbitrarias, parecía a primera vista mente desmilitarizada en las provincias del interior, por la destruc-
que sólo podría obtenerse la seguridad mediante largas líneas de ción o abandono consciente de otras 600 ciudades amuralladas o
fortalezas. Sin embargo, el coste de mantener estas numerosas fortalezas del interior del reino, incluyendo París, cuyas fortifica-
guarniciones era insostenible y, en el decenio de 1670, se hundió la ciones fueron destruidas en 1670 por orden del gobierno.100 Como
defensa de los ducados suecos de Verden y Bremen precisamente después explicó Vauban, 10 fortalezas menos significaban 30.000
porque había demasiados fuertes y no se pudieron conseguir las hombres más para los ejércitos de campaña reales. El aumento de
tropas necesarias para defenderlos. Los fuertes en poder de los las fuerzas armadas de Luis XIV se debió tanto a la visión estraté-
suecos, en número de una veintena, fueron en su mayoría aislados, gica de Vauban, que liberó más hombres para las campañas, como
asediados y rendidos por hambre, y los de menor entidad, que ca- al ingenio y celo de Louvois, que obtuvo más reclutas.l()1
yeron antes, sirvieron para amenazar después a los mayores. Por A modo de conclusión: a comienzos de la Europa moderna, el
todo eso, en el decenio de 1680 se abandonaron o se destruyeron arte de la guerra se transformó, sin duda alguna, a causa de la evo-
muchos de estos fuertes. 98 lución habida en tres importantes aspectos, relacionados entre sí:
Todo esto no fue nada, sin embargo, en comparación con la sis- un nuevo modo de usar la pólvora, un tipo nuevo de fortificacio-
temática desmilitarización del centro de Francia bajo Luis XIV. nes y el aumento en el tamaño de los ejércitos. El ritmo de la evo-
Tras la Fronda y la guerra de Devolución (1667-1668), los minis- lución fue mucho más lento de lo que alguna vez se pensó, y su re-
tros de la corona se preocuparon por el gran número de fortalezas percusión, mucho menos general. La mayor parte de las guerras
que había que guarnecer. Algunas se hallaban en el interior, defen- que tuvieron lugar en Europa antes de la Revolución francesa no
diendo puntos que fueron importantes pero que ya no estaban concluyeron mediante una estrategia de exterminio, sino (utilizan-
do palabras de Hans Delbrück) mediante una estrategia de des-
TAR

gaste, por medio de una paciente acumulación de pequeñas victo-


rias y un lento desgaste de la base económica del enemigo. Hubo,
naturalmente, algunas excepciones (la guerra de Esmalkalda de
1547-1548, la guerra de Ostia en 1557, la guerra de Saluzzo en
1600), pero estos conflictos concluyeron con rapidez debido a que
las fuerzas de un Estado importante, en guerra desde hacía poco
tiempo, se enfrentaron abiertamente a las de otro Estado inferior
que había quedado aislado. Todas las guerras clásicas de la era de
la revolución militar fueron «guerras largas», formadas por nume- 2. EL ABASTECIMIENTO DE LA GUERRA
rosas campañas y «acciones» independientes: las guerras de Italia,
que ocuparon la mayor parte del período entre 1494 y 1559; las
guerras de religión francesas, que se prolongaron sin apenas inte- El tío Toby de Tristram Shandy, como es de sobra conocido, te-
rrupciones desde 1562 a 1598 y se continuaron en 1621-1629; la nía un tópico («un tópico digno de descripción»), una de cuyas
«guerra de los Ochenta Años» en los Países Bajos, hecha de conti- partes era «los prodigiosos ejércitos que teníamos en Flandes» du-
nuas hostilidades entre 1572 y 1607, y de nuevo entre 1621 y 1647; rante las guerras de Guillermo 111 en el decenio de 1690. Laurence
la «larga guerra» de Hungría, entre 1593 y 1606. Se ha sugerido a Sterne, su creador, confiaba en que las obsesivas ideas militares del
veces que los conflictos del siglo xvrr y comienzos del xvrrr se hi- tío Toby pudieran «nadar a través de las alcantarillas del tiempo» y
cieron más breves y decisivos, porque entonces los generales bus- alcanzar la inmortalidad. Lo lograron, puesto que las encontramos
caban una victoria rápida mediante batallas resolutivas (como si de nuevo en los escritos de un influyente teórico militar francés, el
esto no hubiera sido así en las generaciones anteriores).l02 Pero las conde de Guibert, cuyo tópico, en el Essai général de tactique pu-
guerras seguían eternizándose: la guerra de los Treinta Años duró blicado por vez primera en 1772, era también el de los cambios en
desde 1618 hasta 1648, a pesar de Breitenfeld, Lützen y Nordlin- el arte de la guerra producidos por «les armées ... prodigieuse-
gen; la «otra guerra de los treinta años», entre Francia y España, ment plus nombreuses~que habían aparecido en Europa en la épo-
se prolongó interminablemente desde 1700 a 1721, a pesar de Ro- ca de Luis XIV.1
croi y Lens; la gran guerra del Norte duró desde 1700 hasta 1721, a Muchos estudiosos posteriores de la historia militar se han vis-
pesar de Poltava; la guerra de Sucesión española se extendió desde to también sorprendidos por el crecimiento de los ejércitos euro-
1701 a 1713, a pesar de Blenheim, Ramillies, Oudenaarde y Mal- peos a fines del siglo xvrr, y con razón, pues su tamaño aumentó
plaquet. La única diferencia real estribaba en que las últimas gue- hasta niveles sin precedentes precisamente en esa época. Pero,
rras se hacían con ejércitos cada vez más numerosos y costosos mucho tiempo antes, hubo otro período de crecimiento rápido, no
que las guerras anteriores. Es en estos aumentos en el número y señalado ni por Sterne ni por Guibert, durante el reinado del em-
en el coste donde reside la explicación principal de su larga dura- perador Carlos V (véase la p. 47). Por ejemplo, en el año 1552, los
ción: el pensamiento estratégico había quedado aplastado entre el consejeros del emperador calculaban que tenían que sostener una
constante aumento en el tamaño de los ejércitos y la falta relativa caballería de 22.200 hombres y una infantería de 87.000 en Alema-
de dinero, equipo y alimentos.10"n la era de la revolución militar, nia y los Países Bajos, junto con más de 24.000 soldados en Lom-
la habilidad de los gobiernos y de los generales para sustentar la bardía y al menos otros 15.000 en Nápoles, Sicilia, Africa del Nor-
guerra se convirtió en el eje alrededor del cual giraba el resultado te y España, lo que hacía un total de 148.000 hombres.2 Este
de los conflictos armados. número parece haber sido, durante más de un siglo, el umbral que
ningún Estado europeo pudo cruzar. Es cierto que Felipe IV de
España, en 1625, alegaba estar manteniendo, en sus diversos domi-
nios, unas fuerzas armadas que sumaban 300.000 soldados regula-
res y 500.000 de milicias, pero no existe un desglose detallado de
72 LA REVOLLJLIUIU
i v i i ~ ii n n EL ABASTECIMIENTO DE LA GUERRA

estas cifras y ningún cálculo posterior de los soldados reales parece ganche pagada a cada hombre al alistarse variaba según las épo-
capaz de elevar el total por encima de 150.000, esparcidos sobre la cas, tanto en función de la demanda estaciona1 de mano de obra
mitad de Europa occidental, lo que es exactamente igual al total agrícola como de la variación anual de los precios de los alimentos,
que mandaba su bisabuelo Carlos V, setenta años antes.También pues ambas cosas influían en la disponibilidad de los reclutas. Era
tenía 150.000 hombres el ejército del principal enemigo de Felipe usual pagar más durante las épocas de siembra y recolección,
IV, Francia, durante las guerras de los decenios de 1640 y 1650. No cuando había muchas otras posibilidades de trabajo, o cuando el
fue hasta después de 1670 cuando las fuerzas armadas francesas precio del pan era elevado. En 1706, por ejemplo, que fue un año
superaron los 200.000 hombres. Pero esto era ya el comienzo de la de precios bajos, la «prima de invierno» alcanzó unas 50 livres por
gran revolución en el número de soldados de los ejércitos, que ha- hombre; pero en 1707 bajó a 30 livres ya que la alimentación era
bía puesto de manifiesto Guibert (y el tío Toby), pues el tama- más escasa, hasta el punto de que toda la orquesta de la ópera de
ño del ejército de Luis XIV creció desde 273.000 en 1691 hasta Marsella se alistó en diciembre, constituyendo una especie de
395.000 en 1696 (en cuyo momento los soldados eran en Francia «sección de amigos», debido a que, según confesaron, todos ellos
más numerosos incluso que los eclesiásticos, y casi un francés de estaban «muriéndose de hambre». Después, en el invierno de
cada cuatro estaba alistado). Los enemigos de Luis intentaron se- 1708-1709, a pesar de la aplastante derrota francesa en Oudenaar-
guir este movimiento. de modo que el número total de soldados de el año anterior, se podían obtener reclutas por sólo 20 livres por
existente simultáneamente en Europa en 1710 se ha estimado en cabeza, dado el alto coste de la vida y, como observaba más tarde
1,3 millones.4 el jefe francés, el mariscal Villars,
Estas concentraciones parecen hoy insignificantes, pero al co-
mienzo de la Europa moderna no tenían precedente alguno. Plan- Se podría decir muy bien que «no hay mal que por bien no ven-
tearon problemas de reclutamiento. abastecimiento y despliegue ga», porque sólo hemos podido conseguir tantos reclutas a causa de
que ningún gobierno de la cristiandad había afrontado antes. Con la miseria de las provincias ... Bien se podría decir que la desgracia
el tiempo, no obstante, todos los obstáculos fueron vencidos. Los de las masas fue la salvación del reino.
primeros Estados modernos pueden haber carecido de los recursos
necesarios para entablar guerras de exterminio, pero podían seguir Por último, en 1710, tras el peor invierno en cien años, los hom-
combatiendo, con ejércitos cada vez mayores, a menudo en más de bres se alistaron sin siquiera solicitar prima: el precio del pan ha-
un frente e incluso en ultramar, durante períodos d e varios años. bía subido tanto que el ejército ofrecía a los pobres hambrientos
A lo largo del siglo xvu, entre 10 y 20 millones de europeos se hi- una de sus pocas oportunidades de supervivencia.5
cieron soldados. Pero convendría saber cómo se logró esta proeza: La mayor parte de estos reclutas procedía, como los reclutas
¿cómo se reclutaban los grandes ejércitos semipermanentes?, anteriores y posteriores a ellos, de tres zonas principales: la monta-
¿,cómose financiaban?, i,cómo eran abastecidos? ña, las poblaciones y el teatro d e la guerra en sí mismo. Los pobla-
dos de pastores de la montaña han sido tradicionalmente la cuna
de los ejércitos, y esto parece haber sido especialmente cierto en el
siglo XVII. Sorprende más la importancia de los otros dos orígenes
(las poblaciones y el teatro de operaciones) pero esto ha quedado
La primera cuestión fue la de más fácil solución. Pocos gobier- plenamente demostrado en un estudio de unos 1.500 veteranos re-
nos de la primitiva Europa moderna parecen haber tenido difi- clutados por el e.iército francés durante la guerra de los Treinta
cultades para reclutar ejércitos. Entre 1701 y 1713, por ejemplo, Años; de los nacidos en Francia, el 52 por 100 procedía de las ciu-
650.000 franceses se alistaron en los ejércitos de Luis XIV. Algu- dades (que contenían menos del 15 por 100 d e la población de
nos de ellos, como enseguida veremos, eran realmente conscriptos, Francia) y el resto eran campesinos, principalmente de pueblos del
forzados a servir contra su voluntad, pero en su inmensa mayoría, norte y del nordeste, próximos a los teatros principales de opera-
de origen francés o extranjeros, eran voluntarios. La prima de en- ciones y a las guarniciones más importantes.6 El mismo modelo
74 E V U L C J L I U N M I L I I . ...

aparece aún más claramente en el siglo XVIII, en el que las listas modo, sir James Turner, que combatió en Dinamarca y en Suecia
del ejército francés son realmente abundantes. Por una parte, los durante el decenio de 1630, confesaba que él había ido a la guerra
reclutas de las provincias fronterizas sobrepasan considerablemen- porque «un deseo inquieto me [había] sobrevenido de ser, si no ac-
te a los del interior: mientras Lorena y Borgoña, en el este, pro- tor, al menos espectador de aquellas guerras que en su tiempo ha-
porcionan 1.200 soldados por cada 10.000 habitantes, de Bretaña, bían dado tanto que hablar en todo el mundo». Por su parte, Ro-
en el oeste, sólo proceden menos de 150 por cada 10.000. Por otra bert Monro, autor de la primera historia regimental en idioma
parte, entre el 35 y el 40 por 100 del ejército viene de las ciudades, inglés, titulada Monro his expedition with the worthy Scots regi-
con una creciente preponderancia de los reclutados en París.' ment call'd Mackays, manifestaba que aunque él y sus hombres
La amplia variedad de motivaciones que impulsaban a los habían ido a combatir en la guerra de los Treinta Años en parte
hombres, en Francia y fuera de ella, a alistarse en los ejércitos por debido al deseo de viajes, aventuras y experiencia militar bajo un
su propia voluntad fue expuesta con mucha lógica por el experi- ilustre jefe, habían partido, sobre todo, para defender la religión
mentado general veneciano Giulio Savorgnan, en 1572. Los hom- protestante y para reivindicar las demandas y el honor de Isabel
bres se enganchan, afirmó, «para evitar ser artesanos o trabajar en Estuardo, la hermana de su rey y esposa de Federico, el «rey de in-
un taller; para huir de una sentencia judicial; para ver cosas nue- vierno» de Bohemia.10
vas; para ganar honra (aunque de éstos hay muy pocos) ... todo Pero los hombres de Monro tenían otra razón para ir a la gue-
con la esperanza de tener lo suficiente para poder vivir y un poco rra: se lo había ordenado así el jefe de su clan, ya que casi todos
más para zapatos y alguna otra bagatela que les haga la vida más ellos eran de apellido Mackay. D e modo similar, la mayoría de las
soportable».* Puede que esto sea una simplificación excesiva ya tropas escocesas que entraron al servicio de Suecia en 1631, man-
que, de hecho, había otras razones para alistarse, pero es cierto dadas por James, marqués de Hamilton, se apellidaban Hamilton;
que la dureza de la vida y la escasez eran las más prominentes. y varios miembros de la familia Leslie, del condado de Aberdeen,
Muchos elegían el ejército porque ofrecía trabajo en un tiempo combatieron juntos en Alemania y Rusia en el decenio de 1630.11
en el que éste faltaba en la vida civil. Los que habían abandonado Lo mismo ocurría en Francia, donde, incluso cuando el ejército
sus pueblos y habían intentado, sin éxito, ganarse la vida en las real sumaba 400.000 hombres, el alistamiento que los oficiales ha-
ciudades; los que no podían o no deseaban seguir el oficio o la pro- cían entre sus vasallos personales contribuía en forma importante
fesión de sus padres; los que habían perdido el trabajo a causa de a la obtención de voluntarios. Los coroneles (que a menudo suce-
la crisis económica; los que habían visto perdidas sus cosechas por dían a sus familiares en el mando de los regimientos) se servían de
causas naturales o artificiales; para todos ellos, la prima de engan- parientes o vecinos como capitanes y, al menos hasta el decenio de
che abonada en metálico y un traje nuevo, más la esperanza del 1740, alistaban a sus vasallos siempre que les era posible. Parecía
sueldo y el pillaje posteriores, podían parecer una atractiva posibi- evidente que añadir un vínculo feudal a las obligaciones militares
lidad frente a una vida civil en la que el trabajo y los jornales eran naturales servía para aumentar la cohesión de las unidades.12 A
a menudo difíciles de encontrar, y era grande el peligro de ser medida que iba siendo abandonado este modo de reclutamiento,
saqueado por soldados de paso o arruinado por los gravosos im- aparecía otro que lo sustituía: un número creciente de hombres
puestos. elegían el ejército como profesión. Esto no era nada nuevo, natu-
El segundo gran grupo de voluntarios estaba formado por los ralmente, pues muchos guerreros medievales (no sólo los caballe-
que deseaban «cambiar de ambiente*. Algunos lo hacían impulsa- ros sino también un gran número de bandas de mercenarios) ha-
dos por una crisis temporal en su hogar, como alguna deuda (que bían seguido la vocación de sus padres, tíos y hermanos; pero, al
se podía saldar con la prima de enganche), las amenazas de un pa- hacerse permanentes los ejércitos de un número cada vez mayor
dre irritado (o de un supuesto suegro) o la perspectiva de tener de países, creció también la proporción de las estirpes militares.13
que presentarse ante algún tribunal eclesiástico o secular.Wtros, El aflujo de voluntarios individuales, sin embargo, nunca fue lo
sin embargo, sólo deseaban ver mundo, luchar por alguna causa o suficiente para sustentar los ejércitos durante las guerras prolonga-
añadir alguna experiencia militar a su educación general. De este das, y los gobernantes hubieron de recurrir a tres procedimientos
EL ABASTECIMIENTO DE LA GUERRA

complementarios para alistar soldados: el reclutamiento de unida-


des completas en otros territorios europeos, para hacerlas comba-
tir lejos de su patria; el alistamiento de los soldados de un enemigo
derrotado; y, cuando todo eso no era suficiente, el reclutamiento
local de individuos contra su voluntad. El primero era el más fre-
cuente. Los Habsburgo españoles, en especial, fueron partidarios
del sistema d e expatriación militar, alistando tropas en una zona
para combatir en otra. Se organizaban regularmente en España
unidades para servir en las guarniciones de la Italia española (Ná-
poles, Sicilia y Lombardía); luego, tras un período de instrucción
básica allí, podían ser enviadas a los Países Bajos, Alemania o a la
flota de galeras del Mediterráneo.14 Quizá un 25 por 100 de la tro-
pa del ejército español en Flandes, a finales de los siglos XVI y XVII,
había hecho su aprendizaje en otra parte, y más del 50 por 100 ha-
bía sido reclutado fuera del territorio en el que combatía. Por el
contrario, la tropa reclutada en los Países Bajos (y en todo el resto
de la Europa septentrional) era enviada a servir a España (en es-
pecial durante los decenios de 1630 y 1640).15
El ejército francés, por su parte, recibía con impaciencia regi-
mientos completos de soldados extranjeros, reclutados por gobier-
nos amigos o aliados. El cardenal Richelieu, por ejemplo, en su
Testamento político, comentaba que «es casi imposible emprender
con éxito guerras importantes sólo con tropas francesas», y era
partidario de un ejército que dispusiese de un 50 por 100 de ex-
tranjeros. Ocurrió luego que quizá un 20 por 100 de los ejércitos 15. Regimientos de los clanes escoceses en Stettin, 1631. Este grabado alemán con-
de Luis XIII y Luis XIV había sido reclutado en el extranjero; se temporáneo es la primera ilustración conocida del traje de los highlanders (qirlan-
dCs») y muestra los refuerzos para el regimiento de Mackay o (más probablemente)
cree que entre 1635 y 1664 unos 25.000 soldados irlandeses comba- algunas de las tropas que llevó James, marqués de Hamilton, a combatir en Alema-
tieron al lado de Francia, junto con numerosos regimientos alema- nia al lado de Gustavo Adolfo. Como en la lámina 13, nada sugiere aquí que los
nes y suizos. Asimismo, los ejércitos de Luis XV tenían un compo- hombres de los clanes vistieran entonces alguna especie de uniforme de tartán.
nente extranjero de cerca de una quinta parte.16 También la
República de Holanda dependía de unidades extranjeras para re-
forzar su eficacia militar: durante el siglo XVII (y después de él), número por las tropas alistadas en Alemania por Dinamarca y
había brigadas francesas, inglesas, alemanas y escocesas en el
ejército holandés.17 Estas «naciones» también suministraban tro- Suecia.18
pas al ejército sueco. Algunos de estos «voluntarios», no obstante, se alistaron de
Hubo regimientos escoceses en Escandinavia ya en el decenio forma compulsiva: eran delincuentes que (de hecho) aceptaban la
de 1560, y quizá unos 25.000 escoceses cruzaron el mar para ser- expatriación militar como alternativa a la ejecución. En 1605, por
vir a la «causa protestante* en Europa central, entre 1626 y 1632, ejemplo, el gobierno escocés, irritado por los desafueros del clan
en los ejércitos d e Cristián IV de Dinamarca o de Gustavo Adol- Graham, en la frontera, sentenció a 150 de sus hombres a partir a
fo de Suecia (lámina 15). Sin embargo, éstos y los menores con- las guerras de los Países Bajos, con la esperanza de que murieran
tingentes franceses e ingleses se vieron claramente superados en allí en su mayoría.19 En 1627 se autorizó al señor de Spynie a re-
REVOLU ITAR ENTO DE LA GUER

clutar por la fuerza en su regimiento (alistado con licencia para teranas podían ejercer en una guerra. En los doce meses que si-
Dinamarca) a todos «los canallas fuertes, aptos y falsos, denomi- guieron a su llegada a Escocia, en agosto de 1644, Montrose y su
nados egipcios [gitanos]», así como a todos los «vagabundos y por- ejército de voluntarios escoceses e irlandeses recorrieron unos
dioseros, fuertes y vigorosos, hombres sin amo y holgazanes pere- 3.000 kilómetros por este reino y, en una notable serie de seis bata-
zosos, que carecen de oficio y profesión, y de medios de vida llas (en Tippermuir, Aberdeen, Inverlochy, Auldearn, Alford y
[desempleados]». Cualquiera que se resistiese era encarcelado has- Kilsyth), destrozaron la mayor parte del poder militar del gobier-
ta disponer de medios de transporte. El año anterior, los reclutas no escocés. Los historiadores se han sorprendido por estas victo-
del regimiento de Mackay se habían reforzado con algunos prisio- rias, todas ellas alcanzadas contra enemigos mucho más numero-
neros de la prisión municipal d e Edimburgo «a veces llamados sos y mejor equipados, atribuyéndolas en gran parte al mando
Macgregor» (nombre sinónimo de proscrito), que eran enviados a carismático de Montrose y de su principal lugarteniente irlandés,
los muelles de Leith fuertemente custodiados y forzados a jurar, Alastair MacColla. También los derrotados escoceses estaban per-
antes de embarcar, «que nunca regresarán a este reino, plejos: «Estamos asombrados -escribió uno de ellos después de
- biajo pena
de muerte». Por último, en 1629, el coronel sir James bpens recibió Alford- que hubiera de ser del agrado de Dios el hacernos caer
47 felcmes con1~ictos(incluyendo a una mujer) de las prisiones de esta quinta vez, ante una compañía de los peores hombres de la
Londrc:S: en es1te caso, el alistamiento significaba el perdón de to- tierra»; «Rogamos al señor -escribía otro- descubrir la causa ...
dos su!c delitos, pero sólo con la condición de que los perdonados por qué nuestras fuerzas ... han recibido derrota tras derrota, in-
emigraaGLlyai a siempre.20
"0- ..n.-.-.
cluso estas cinco veces, a manos de un enemigo despreciable e in-
Los voluntarios que todos los gobier~ 10s busc: iban no Irran, sin significanten.23 Pero el enemigo no era ni "despreciable" ni "insig-
embargo, ni presidiarios ni buscadores (je gloria , sino ve:teranos. nificante". Si bien Montrose pudo haber tenido a sus órdenes sólo
los que habían aprendido ya el oficio de las armas y se habían con- 3.000 hombres (o menos) durante la mayor parte de sus victoriosas
vertido en soldados profesionales. Estos hombres eran a menudo campañas, quizá dos tercios de ellos eran veteranos de las guerras
transferidos, con buenos sueldos, de uno a otro ejército, según sc del Ulster de 1641-1642, y algunos también del ejército español de
presentaba la oportunidad o la ocasión. De este modo, algunos in- Flandes, pues habían sido reclutados especialmente entre los regi-
gleses (incluyendo a sir Roger Williams, William Garrard y Hum- mientos irlandeses de los Países Bajos, con autorización española,
phrey Barwick, que posteriormente serían autores de influyentes y transportados a Escocia en dos fragatas fletadas en Dunkerque.
tratados militares) sirvieron en los ejércitos español y holandés en Los desafortunados escoceses habían sido derrotados por una tro-
los Países Bajos, así como en Inglaterra, mientras que el temible pa nada común.24
capitán de Felipe 11, Julián Romero, luchó (con otros 1.000 merce- La ventaja de contratar veteranos era obvia, en especial en un
narios españoles) en Escocia, formando parte del ejército inglés de país que, como la Inglaterra de los Estuardo, había vivido una ge-
ocupación en 1545-1546 y 1547-1551.21 En el decenio de 1590 ha- neración de paz. Era realmente tan grande la necesidad de dispo-
bía fuerte competencia entre el ejército de Flandes, el ejército de ner de tropas instruidas que incluso llegó a ser frecuente que los
la Liga Católica francesa y las fuerzas imperiales de Hungría, para soldados derrotados o hechos prisioneros fuesen admitidos al ser-
conseguir veteranos aptos, y se ofrecían elevadas recompensas a vicio de sus enemigos. Por ejemplo, tras la gran victoria parlamen-
los que estaban dispuestos a cambiar su servicio. Lo mismo suce- taria de Naseby, aunque muchos soldados realistas, hechos prisio-
día en el decenio de 1640, con guerras en curso por casi toda Euro- neros tras la batalla o en las subsiguientes rendiciones de las
pa: se ofrecían valiosos incentivos a las tropas inglesas, escocesas e guarniciones, fueron inmediatamente reclutados por agentes de las
irlandesas del continente para regresar a su patria y luchar en la coronas española o francesa, hubo muchos más que se alistaron en
guerra civi1.22 el victorioso New Model Army. Sir Thomas Fairfax, el jefe parla-
Había razones suficientes para ello. Lo ocurrido con la peque- mentario, no se inmutaba por ello: «Encuentro que ustedes los han
ña tropa victoriosamente mandada por James Graham, marqués hecho buenos soldados -dijo socarronamente a un oficial realista
de Montrose, mostraba claramente la influencia que las fuerzas ve- rendido- y yo les he hecho buenos hombres».25 Durante la guerra
~ V O L U C I ~MILITAR
N EL ABAS' \ GUERRA

de los Treinta Años, en Alemania, esto era también cosa usuial; los o sistema de cupos, adoptado en Finlandia y Suecia metropolitana
prisioneros de guerra eran persuadidos a unirse en masse a 121s filas durante los reinados de Carlos IX y Gustavo Adolfo. En el dece-
de los vencedores, a pesar de las diferencias religiosas o pol1<*:---
LILIC¿ib, nio de 1600 se ensayó un primer sistema de conscripción universal,
de modo que el porcentaje de veteranos en cada unidad alIcanzó en el que se confeccionaban listas de todos los hombres de más de
cifras asombrosas. En uno de los regimientos bávaros, dt:1 que 15 años de edad. Posteriormente, después de 1620, se estableció
existe buena información, sólo el 15 por 100 de la tropa eranI vete- un cupo fijo por el que cada parroquia tenía que proveer un solda-
ranos en 1624, pero esto había crecido hasta un 30 por 100 en do, equipado y alimentado, entre cada diez parroquianos varones
1639, un 50 por 100 en 1643 y un 66 por 100 en 1647.26 Había, no y elegibles. Sin embargo, había algunos grupos sociales donde la
obstante, graves riesgos en facilitar a los enemigos de ayer conver- recluta era más probable: los que no acudían a las reuniones orga-
tirse en la guardia personal de hoy. Sir James Turner expresaba los nizadas para seleccionar los soldados eran automáticamente reclu-
recelos de muchos gobiernos y generales cuando en sus Memoirs tados, mientras que resultaban exentos los nobles, clérigos, mine-
se refería a los que habían ((tragado, sin masticarla, en Alemania, ros, fabricantes de armas y los hijos únicos de viuda. Por esto era
una máxima muy peligrosa, que también aplican allí mucho los mi- inevitable que la mayoría de los soldados suecos fuesen campesi-
litares: que es, en tanto que nosotros sirvamos honradamt :nte a nos; en la voluminosa documentación (todavía poco estudiada) de
nuestro señor, no importa a qué señor sirvamos».27 las fuerzas suecas y finlandesas que combatieron en la guerra de
Fue para evitar los peligros de este modo de pensar por 1lo que los Treinta Años, la palabra honde (campesino) es la más frecuen-
muchos de los Estados modernos se propusieron organizar ai me- -1... .
temente utilizada en las listas de reclutamiento. El gobierno deter-
nos unas pocas unidades, exclusivamente nacionales, por medio de minaba anualmente el número total de reclutas necesarios y asig-
la conscripción. El procedimiento más común, utilizado especial- naba un cupo a cada provincia y parroquia. Las cifras totales
mente con las tropas destinadas al servicio en ultramar (como los pueden parecer pequeñas (13.500 en 1627,11.000 en 1628,8.000 en
soldados escoceses antes mencionados), era la leva de delincuen- 1629, 9.000 en 1630) pero debe recordarse que Suecia era un país
tes o desempleados. No hay la menor duda de que un número im- pequeño, con una población total de quizás 1,5 millones. El efecto
portante de los 40.000 soldados ingleses reclutados para el servicio acumulado del reclutamiento obligatorio en las comunidades aisla-
en el extranjero entre 1588 y 1595, y de los 50.000 alistados entre das podía ser desastroso. Por ejemplo, la parroquia de BygdeA, en
1624 y 1627 para las expediciones a los Países Bajos, España y Suecia septentrional, proporcionó 230 jóvenes para servir en Polo-
Francia, eran «indeseables» alistados contra su voluntad por ma- nia y Alemania, entre 1621 y 1639, viendo morir allí a 215 de ellos.
gistrados que estaban obligados, por órdenes del gobierno, a sumi- mientras que cinco regresaron mutilados a su hogar. Aunque los
nistrar una cuota fija de hombres.28 Dos de los regimientos reclu- restantes (diez hombres solamente) permanecían todavía en servi-
tados en Escocia por el Covenant en 1640, para operar contra cio en 1639, es poco probable que ninguno de ellos sobreviviese
Inglaterra, estaban compuestos exclusivamente de «adúlteros, for- para contemplar el fin de la guerra, nueve años después. El alista-
nicadores, ladrones, asesinos, borrachos [y] quebrantadores de los miento, en realidad, se había convertido en una sentencia de
sábados, que eran proporcionados por los pastores de cada parro- muerte: de los mil reclutas de BygdeA del año 1638, revistados el 6
quia» a los oficiales reclutadores.29 Cuando estas y otras medidas de julio antes de su partida para Alemania, todos menos uno ha-
resultaban insuficientes, los gobiernos podían también llamar a los bían perecido en el curso del año. No es sorprendente, pues, que
miembros de las milicias locales (unidades reclutadas solamente este continuado y unidireccional transporte humano tuviera conse-
para misiones defensivas vecinales). Pero esto (fuese ordenado cuencias muy nefastas para la población de Suecia. El número de
por Luis XIV d e Francia, Felipe IV de España o Carlos 1 de Ingla- varones adultos de BygdeA, por ejemplo, disminuyó en un 40 por
terra) era tan impopular que sólo se recurría a ello en último ex- 100, desde 468 en 1621 hasta 288 en 1639, y la edad de los reclutas
tremo e, incluso entonces, sólo durante breve tiempo. decreció gradualmente a medida que era alistado un número ma-
La única forma de servicio militar obligatorio que podía en- yor de adolescentes. De entre los conscriptos del año 1639, una
contrarse a comienzos de la Europa moderna fue el indelningsverk mitad tenían sólo quince años, y todos ellos, salvo dos, no llegaban
?masiado vit
-1 :-: \> 1 E L I M I b N 1U U b LA GUERRA

400
a los dieciocho. Para 1640, el número de hogares de Bygdea a car-
go de una mujer se había multiplicado por siete, dado que cada va-
rón adulto disponible estaba o en las listas de reclutamiento, o en
filas, o demasiado tullido para el servicio (véase la figura 2).30
¿Era habitual este enorme despilfarro militar? Existen, con
aptos para el certeza, muchas pruebas indirectas que sugieren que una gran pro-
alistamiento porción de los que partían a servir en los e,jército en el extranjero
(Roterade)
jamás regresaban. Lord Mountjoy (el triunfal jefe de la reina Isa-
300 bel durante las guerras de Irlanda) justificaba en 1601 su decisión
de permitir a los rebeldes irlandeses alistarse en los ejércitos ex-
tranjeros, a causa de que «se ha visto siempre que más de las tres
cuartas partes de esos campesinos nunca regresan, una vez que se
empeñan en tal viaje». Más recientemente, un demógrafo ha apor-
tado cierto fundamento a esta estimación tan elevada: partiend
de la hipótesis de que el índice total de mortalidad militar debe h:
ber sido aproximadamente diez veces superior al total de muertc
en combate, Jacques Dupaquier llegó a la conclusión de que, d
cada cuatro o cinco soldados alistados a comienzos de la Europ
moderna, uno moría cada año en el servicio activo.31 No obstantc
los archivos de algunos ejércitos sugieren que esta cifra puede sr
exagerada. Por un lado, los índices de desgaste representados en 1
figura 3 indican que el total de pérdidas atribuible a todas las cai
sas, incluso por deserción, es de menos del 20 por 100 anual; pc
otro lado, las bajas en combate podían ser extremadamente altas.
De este modo, en la batalla de Marston Moor, en 1644, quizá un 2
por 100 del ejército realista fue aniquilado en un solo día, lo qu
daba una cifra de 4.000 hombres (aunque la repercusión era mayc
debido a que, en opinión de un testigo presencial, «había dos gel
tilhombres por cada soldado muerto»). El mismo año, en la bata11
de Friburgo, en el sudoeste de Alemania (según un capitán báv:
ro, Johann Werth), «en los veintidós años en los que he estado in
plicado en la carnicería de la guerra, jamás ha habido un enfrent;
miento tan sangriento [como éste]»; el número total de bajas fu
probablemente de 5.000 en cada bando. Pero esta era una cifra pc
queña en comparación con lo que era habitual en las guerras d
. años - Luis XIV. En Malplaquet, en 1709, donde los victoriosos aliadc
perdieron aproximadamente un 25 por 100 de sus hombres, hub
2. BygdeA: los costes de reclutamiento en 1620-1639.La demografía de la parroquia 24.000 muertos.3' Los asedios eran también destructores de hon
de Bygdea, en Suecia septentrional, revela el terrible coste social de la política ex- bres. Durante el bloqueo de Stralsund, en 1628, el regimiento e
pansionista de Gustavo Adolfo y su hija. En 1620 esta parroquia suministró 36 solda-
dos para las guerras, y tambicn fueron 36 en 1639; pero mientras tanto fueron reclu-
cocés de Mackay estuvo bajo el fuego durante seis semanas consc
tados 230 hombres, de los que todos menos 15 murieron en el servicio (y 5 de ellos cutivas y, en este tiempo, de sus 900 hombres murieron 500 ,
fueron licenciados como excesivamente mutilados para cualquier servicio posterior).
Mientras tanto, el número de varones adultos no alistados todavía pero útiles para el
servicio se redujo hasta que apenas fue capaz de sostener la economía del poblado.
-auerra

-regimiento escocés de Macl


. - - regimiento de la guardia aui ardegg

Tercio de Sicilia

Tercio de Nlpoles
ion -1
o J O J M S M O D F J O D A
o l 1 1 I I I I I 1 1 1 1 I
1570 1571 1572 1573 1574 1 6 2 7 ~ 1 6 2 8 ~ 1 6 2 9 ~ 1 6 3 0 ~ 1 6 3 1 ~ 1 6 3 2 ~ 1 6 3 3 ~ 1 6 3 4 ~ 1 6 3 5 ~a17oImes
1636~1637~
guerra
F =febrero;M = marzo; J =junio; A = agosto; S = septiembre; 0 = octubre; D = diciembre,

3. Las pérdidas de las tropas de primera línea en los siglos xw y xvii muestran bas- como en la paz, la deserción y las enfermedades, y no la acción del enemigo, eran las
tante regularidad. Entre los veteranos españoles de guarnición en los Países Bajos en causantes del mayor número de pérdidas. El índice medio de desgaste de las tropas
el decenio de 1570 (véase arriba), la rotura de hostilidades serias en abril de 1572 especialmente instruidas, fuesen españoles en los Países Bajos o escoceses y austría-
produjo un aumento notablemente pequeño de las pérdidas (excepto en el tercio de cos en Alemania, medio siglo después (arriba). era de un 2 por 100 mensual, aproxi-
Flandes. la unidad que tenía el menor número de veteranos). Tanto en la guerra madamente una cuarta parte de su fuerza total al año.
EVOLUCI Ó N MILIT, EL ABA STECIMTE ,A GUERF

fueron heridos otros 300 (entre ellos su teniente coronel y cronista


Robert Monro). Las pérdidas de los sitiadores podían ser también
catastróficas. Gaspar de Coligny, experto jefe francés de mediados
del siglo xvi, comentaba que «las grandes ciudades son el cemen-
terio de los ejércitos» porque en las trincheras que las rodean mo-
ciudad que les había sido confiada. En Argel permanecían bien
alimentados y cuidados hasta que una de las numerosas organiza-
ciones ibéricas, dedicadas a redimir cristianos de la esclavitud de
los infieles, pagaba el rescate." En ocasiones, el índice de deser-
ción de los e,jércitos españoles era aún superior. Durante la prima-
'
lli
1
1

rían tantos hombres; y el comandante de Saint Jean d'Angély, en vera de 1567, el ejército español en Flandes se redujo desde quizá I
1596, alardeaba, al rendirse tras prolongado asedio, que su larga 60.000 hombres en junio, hasta no más de 11.000 en noviembre, y I
l
defensa había causado la muerte de más de 10.000 enemigos bajo en el decenio de 1630 había unidades que perdían mensualmente I
sus muros. Es posible que esto fuese exagerado, pero se dispone por deserción hasta el 7 por 100 de su personal. De modo pareci- l

de muchas otras horrorosas cifras (de más fiabilidad). Según los do, en el ejército español de Extremadura, creado para defender a l
documentos del pagador del ejército enviado por Carlos 1 de In- Castilla contra los rebeldes portugueses, después de 1640, se llega- I

1
glaterra en auxilio de La Rochelle en 1628, de los 7.833 soldados ron a observar índices de pérdidas de un 90 por 100.37 Las cosas
que embarcaron en Portsmouth en junio, 409 se perdieron casi in- iban algo mejor en el ejército francés. En 1635, las fuerzas france-
mediatamente, al desembarcar en la isla de Ré, 100 en las trinche- sas que operaban en los Países Bajos meridionales se encontraron
ras y 120 de disentería; murieron 3.895 más, tanto en un fracasado en octubre con una fuerza de sólo 10.000 hombres, cuando su
asalto coctra una posición francesa como en la retirada final (du- I
plantilla era de 26.500; en el siguiente año, el ejército de Champa-
rante la cual «nuestros hombres se perjudicaron entre sí y hubo ña, con 14.200 hombres en plantilla, se había reducido a 6.000 para l
más ahogados que asesinados»); y, por último, 320 más fueron da- junio. La situación siguió deteriorándose a medida que la guerra
dos por desaparecidos. Sólo 2.989 sobrevivieron a esta campaña continuaba; el personal efectivo medio de una compañía francesa i
(el 38 por 100 de la fuerza inicial) y regresaron a Portsmouth en de infantería (en teoría, de 120 hombres) disminuyó desde 50 en
octubre.34 1637-1638 hasta 21 en 1642-1647.38
Es posible que esos 320 fuesen desertores. Aunque no era fácil Unas variaciones de esta amplitud en el personal de los ejércitos
desertar de una fuerza expedicionaria enviada a ultramar, después hacían casi imposible que los generales y los gobiernos pudiesen sa-
de estar unas pocas semanas atrincherados, sin sueldo ni comida, ber la fuerza exacta de que disponían en un momento dado. Unos
hasta los veteranos estaban dispuestos a correr cualquier peligro recientes estudios del ejército francés de Luis XIII han mostrado
para escapar. Fue así como, en el asedio de Bergen-Op-Zoom por con claridad que ni el rey ni sus ministros tenían idea clara de cuán-
el ejército de Flandes en 1622, casi un 40 por 100 de los hombres tas tropas mandaban. Durante 1635 se cursaron órdenes para alistar
acampados alrededor de la ciudad desaparecieron. Al menos un 134.000 soldados de infantería y 21.000 de caballería, a fin de obte-
tercio de éstos (2.500) adoptaron la desesperada decisión de huir a ner una fuerza efectiva en el frente de 60.000 y 9.000 respectiva-
la ciudad asediada. Allí, suplicaron «un poco de pan y un poco de mente. Durante toda la guerra contra España se daba por desconta-
dinero» y, si era posible, un pasaje de regreso. A un desertor italia- do que, a fin de poder llevar 1.200 soldados al frente de combate.
no, que llegó tambaleándose cuando el asedio estaba próximo a su era necesario reclutar 2.000, pues las pérdidas iniciales previsibles
fin, se le preguntó: «¿De dónde viene?», y él respondió: «D1infer- eran del 40 por 100. Pero esto no era sino una hipótesis de trabajo,
n0».35 no basada en ningún estudio detallado de las revistas e inspeccio-
La deserción tenía los efectos más variables e imprevisibles en nes." Con el tiempo, este problema llegó a ser controlado sólo me-
la fuerza de los ejércitos. Las condiciones del servicio podían Ile- diante la imposición de castigos draconianos a los desertores y a sus
gar a ser tan horrorosas que, en ciertos lugares y momentos, un cómplices. Entre 1684 y 1714, cerca de 16.500 fugitivos ilegales pro-
ejército llegaba a disolverse casi por completo. Entre 1608 y 1619, cedentes del ejército fueron llevados encadenados a Marsella
no menos de 4.211 soldados españoles de la guarnición de Orán (constituyendo casi todos los años cerca de la mitad del número to-
(Africa del Norte) optaron por desertar y entregarse como cauti- tal de convictos que servían en las galeras reales), y el índice de de-
vos a sus enemigos musulmanes, en vez de seguir defendiendo la serción en los ejércitos de Luis XIV acabó por disminuir.40
EL ABA!STECIMIENTO DE L A GUERR

Otra forma de disminuir la deserción era, naturalmente, ofre- res grandes cantidades de dinero, en parte producto de los resca-
cer a la tropa la posibilidad de enriquecerse, y es cierto que el sa- tes, mediante letras de cambio); por otro lado, el botín acumula-
queo y el botín se consideraban como recompensas legítimas a que do por los Ironsides de Cromwell durante su victoriosa campaña
tenía derecho cada soldado. Se obtenían de modos muy diversos. escocesa, desde la batalla de Dunbar, en septiembre de 1650, has-
El primero, y ciertamente el más fácil, consistía en obtener pagos ta el saqueo de Dundee un año después, fue suficiente para llenar
forzados de los paisanos bajo la amenaza de muerte, tortura o des- 60 buques.45
trucción. Las poblaciones situadas sobre las principales comunica- Pero estos acontecimientos eran relativamente infrecuentes.
ciones eran especialmente vulnerables (algunas eran saqueadas Más a menudo las campañas consistían en maniobras de varios
varias veces durante una guerra) y hasta un pequeño grupo de sol- meses de duración, seguidas por un asedio que duraba hasta el in-
dados podía obtener por la fuerza considerables beneficios.41 Los vierno y que llevaba a una rendición negociada de la que poco po-
mercaderes viajeros eran también un objetivo fácil. En enero de dían obtener, como «dinero de asalto», los agotados y desanima-
1638, por ejemplo, un convoy de comerciantes de Augsburgo y dos sitiadores. Un cínico comentarista francés escribía en 1623
Nuremberg, que regresaba con siete carruajes de la feria de Leip- - que, por cada soldado que se hace rico en la guerra, «se encontra-
zig, sufrió una emboscada de 200 soldados de caballería. que exi- rán cincuenta que sólo ganan heridas y enfermedades incura-
gieron 500 libras en metálico; el convoy ofreció imprudentemente bles»." Una campaña larga y fracasada podía causar fácilmente la
menos de 100 libras y los soldados atacaron y saquearon en el acto desintegración de un ejército completo, sea debido a una deser-
los carruajes, asesinaron a varios mercaderes, se apoderaron de 80 ción de dimensiones catastróficas, sea por amotinamiento.
caballos y los cargaron con el botín, destruyendo todo lo demás. La revuelta contra la autoridad en un ejército en servicio acti-
Era el séptimo convoy de carruajes pertenecientes a comerciantes vo, o en parte de él, era relativamente frecuente a comienzos de la
de Nuremberg que se perdía en doce meses, y antes de que conclu- Edad Moderna. Era probablemente el ejército español en Flandes
yese en 1648 la guerra de los Treinta Años se registraron otros 16 el más ingobernable, pues se amotinó 45 veces entre 1572 y 1609
incidentes similares.42 (a menudo tras la rendición de una ciudad en condiciones que a
La obtención de botín mediante esos procedimientos, a costa los soldados les parecían ser demasiado generosas, como en Haar-
de paisanos aislados y a menudo desarmados. permitía a los sol- lem en 1573 o en Zierikzee en 1576). Se produjeron también nu-
dados enriquecerse con muy poco peligro personal; pero la re- merosos conatos de desorden en otros ejércitos que habían sido
compensa (y el peligro) aumentaban mucho si se derrotaba a las movilizados para largos períodos, en especial cuando estaban de
tropas enemigas. En una batalla se podían hacer miles de prisio- servicio en el extranjero (o pendientes de él). Los mercenarios sui-
neros, de cuyos efectos personales se apropiaban inmediatamente zos y alemanes que combatieron en las guerras de Italia (1494-
sus apresores y cuyos rescates se repartían entre éstos y sus jefes 1559); las tropas isabelinas en Irlanda y en los Países Bajos a fina-
en una proporción establecida.4' Todavía mayores posibilidades les del siglo xvr; el ejército sueco en Alemania en los decenios de
de ganancia ofrecía la conquista de una ciudad enemiga. Aunque 1630 y 1640; el New Model Army, en 1647-1649, cuando fue ame-
había quienes mostraban su desacuerdo, la mayor parte de los ex- nazado con continuar su servicio en Irlanda; las tropas de los
pertos militares estaba de acuerdo en que las ciudades podían ser Habsburgo austríacos enviadas a servir en España en el decenio de
legítimamente saqueadas si rehusaban rendirse antes de que los 1650; todos ellos sufrieron motines que quebrantaron temporal-
sitiadores emplazasen su artillería." Una vez que esto ocurría, si mente su capacidad de combate y que a menudo produjeron emi-
la ciudad era conquistada los habitantes perdían su derecho a la graciones masivas en el ejército cuando se atendieron las quejas.
libertad, a la propiedad e incluso a la vida, con lo que cada solda- Incluso los amotinados que continuaban en el servicio solían pedir,
do del ejército vencedor se convertía en un príncipe. Así fue además, el cambio de unidad a fin de evitar el peligro de ser casti-
como las tropas españolas que regresaron a Italia en mayo de gados por sus anteriores oficiales.47
1577, seis meses después del famoso saqueo de Amberes, llevaron Esta mezcla de procedimientos heterogéneos de alistamiento,
consigo 2.600 toneladas de botín (y también enviaron a sus hoga- elevados índices de pérdidas y movilidad considerable en filas des-
truyó enseguida cualquier rasgo de identidad corporativa en las
distintas unidades de todos los ejércitos de los primeros tiempos
de la época moderna. A medida que las unidades se disgregaban,
los supervivientes se incorporaban a otras, produciendo (según ex-
presión de Marino Sanuto, un diarista veneciano de principios del
siglo xvi) ejércitos como el Arca de Noé: voluntarios y felones,
brigadas internacionales, milicianos locales, vasallos, señores feu-
dales y conscriptos de muchos países se mezclaban entre sí.48 Las
cosas apenas variaron en el siglo xvrr. En un regimiento bávaro en
1644, por ejemplo, había soldados de 16 países distintos, incluidos
14 turcos.4' Pero esta fragmentación no debe llamar a engaño: in- millones de florines
cluso una fuerza de composición tan cosmopolita podía tener un 4. El coste creciente de la guerra. El gasto medio anual de España para hacer la gue-
alto grado de experiencia militar y de eficacia. La variedad de pro- rra en el extranjero creció inexorablemente durante el siglo xvr: la guerra de Esmal-
cedencias podía complicar algo el modo de dar las órdenes, pero calda, en 1547-1548, apenas costó 2 millones de florines anuales (200.000 libras),
eso era todo; los que conocieron directamente a los veteranos ra- pero la guerra contra Francia en los Países Bajos, en el decenio de 1550, subió al do-
ras veces dudaron de su eficacia. ble, y la guerra en el decenio de 1590 contra Francia, Inglaterra y la República de
Holanda (sólo en los Países Bajos) consumió más de 9 millones de florines al año. El
Un efecto más debilitador que la diversidad lingüística o nacio- aumento de los costes no acabó aquí: en 1630, según los expertos militares de la ma-
nal era el reclutamiento a la desesperada de soldados que no eran yoría de los estados europeos, costaba cinco veces más poner un soldado en campaña
capaces de soportar físicamente el esf~ierzode la guerra. En marzo que lo que había costado durante el siglo anterior.
de 1636, el jefe del ejército de Flandes dio orden de que. en el fu-
turo, todas las nuevas compañías de infantería alistadas en los Paí-
ses Bajos estuviesen organizadas por un cuarto de piqueros y tres tar hombres de mayor estatura, en una muestra aleatoria de 3.508
cuartos de mosqueteros; además, dejaría de utilizarse el arcabuz soldados del año 1716, la altura de 1,83 m (6 pies) sólo era alcanza-
menor y ligero o caliver. Sin embargo, en febrero de 1643, justo da por 10 hombres; y en 1737, de entre casi 8.000, sólo la alcanza-
antes de la invasión de Francia, que fue rechazada en Rocroi, el ban 59. Ninguno la superaba. En el ejército de los Países Bajos
Alto Mando del e.jército hacía notar que «siendo necessario por la austríacos, algo después (1786-1787), de 9.655 reclutas, sólo 404
necessidad que ay de gente recibir algunos mancebos y de poca daban esta talla.51
fuerza, que con las armas de menos, como son los arcabuzes, pue-
den hazer algun servicio habilitar y hazerse capazes para poderlo
continuar con el mosquete». Hubo, pues, que reintroducir el arca-
buz, y se permitió su uso a 25 de los hombres más débiles de cada
compañía.") También era un problema para el ejército francés ha- Pero, con independencia de su estatura y de cómo habían sido
llar soldados suficientemente altos. Louvois, ministro de la Guerra alistados, los soldados de comienzos de la Europa moderna ha-
de Luis XIV, se vio obligado en 1685 a descuidar los requisitos de bían de ser pagados, atendidos y equipados. Es evidente que este
estatura para los reclutas, con excepción de los regimientos de la era un problema compartido por los ejércitos de otras épocas,
Guardia: «Sa Majesté ne veut point que l'on mésure les soldats~, pero en los siglos XVI y XVII había ciertos factores que contribuían
dijo a los inspectores del ejército, porque de no ser así no hubiera a empeorar las cosas. Para empezar, no sólo había en cada ejército
podido obtenerse el número necesario de reclutas (cosa poco sor- más soldados y más armas, sino que también su coste unitario ha-
prendente, dado que, al parecer, la estatura media de la población bía crecido (figura 4). En palabras de un ministro español en los
francesa del siglo xvrr era inferior en unos cinco centímetros a la Países Bajos, en 1596:
actual). Incluso en el siglo XVIII, cuando se volvió a intentar reclu-
CEVOLUC F1 A R A !

Si se hiziere comparación de lo que aora questa a Su Ma,gestad La Francia de Luis XIV, la Rusia de Pedro, la Inglaterra de
la gente que le sirve en sus exércitos y armadas, y lo que cositara al Cromwell eran, todas ellas, Estados de un tipo especial: por un
emperador Don Carlos los suyos, se hallará que (en ygual niillit;~~ lado, en el exterior eran impopulares y estaban aislados, por lo
de gente) es menester por este tiempo tres tanto dinero con10se so- que encontraban difícil (si no imposible) obtener empréstitos ex-
lía gastar entonces.52 tranjeros para financiar sus guerras; por otro lado. su poder y sus
recursos nacionales eran tan grandes que podían sostener un gran
Debido, ademas, a la «estrategia de desgaste» que propugnaba la ejército permanente durante varios años seguidos. Los gobiernos
mayoría de los jefes de la época, el dinero hacía falta durante más cuyos ingresos interiores eran más modestos se veían obligados a
tiempo. El pensador político italiano Giovanni Botero escribía en adoptar otras medidas. Por ejemplo, la Inglaterra de los Tudor
1605: «[Actualmente] la guerra se prolonga todo lo que es posible, gastó abundantemente en sus guerras con Francia y Escocia entre
y su finalidad no es aplastar sino cansar; no es derrotar sino des- 1538 y 1552: 3.5 millones de libras según el propio Consejo priva-
gastar». La guerra se había convertido tanto en una prueba de la do, en su mayoría consumidas en 1542-1550, con un gasto anual de
capacidad financiera como del poder militar. «La forma de hazer casi 450.000 libras. Como los ingresos anuales de la corona en esta
guerra en estos tiempos -escribía en 1630 uno de los principales época eran solamente de unas 200.000 libras. se creó enseguida un
soldados y diplomáticos de España, el marqués de Aytona- está enorme déficit. Parte de este descubierto se compensó mediante la
reducida a un género de tratado y mercancía, que el que se halla venta de las tierras de la Iglesia, confiscadas tras la ruptura de En-
con más dinero es el que vence.» Un poco antes, otro soldado y di- rique VI11 con Roma (para 1547 se habían vendido tierras monás-
plomático, Bernardino de Mendoza, había establecido como regla ticas por un valor de 800.000 libras, quizá los dos tercios del total
general, en su Teoría y práctica de la guerra, que «el triunfo será de de lo secularizado): otra parte fue provista mediante nuevos im-
quien posea el último escudo».'" puestos, empréstitos forzosos y confiscaciones. Pero había que ob-
Pero el último escudo era difícil de hallar. Se critica hoy a los tener una suma considerable mediante interés en los mercados de
gobiernos cuando sus gastos de defensa alcanzan el 17 por 100 dinero extranjeros: en 1552 estaban pendientes 500.000 libras, y el
(Francia), el 29 por 100 (los EE.UU.) o el 41 por 100 (Israel) del capital no fue reembolsado hasta 1578.56
gasto público total. Sin embargo, los gastos militares eran mucho También los Habsburgo hubieron de vender su patrimonio
más elevados a comienzos de los tiempos modernos. En el decenio para financiar las guerras, aunque el «premio gordo» de que dispu-
de 1700, parece ser que Luis XIV dedicaba a la guerra el 75 por sieron no fueron en este caso las tierras de la Iglesia sino el tesoro
100 de sus ingresos, mientras que Pedro el Grande gastaba el 85 de las Américas. Gracias al envío regular de metales preciosos
por 100. Era todavía más extremada la situación de la República desde México y Perú, Carlos V pudo negociar empréstitos de mag-
inglesa durante el decenio de 1650, donde, al parecer, no menos nitud sin precedentes en los centros financieros de Europa occi-
del 90 por 100 del gasto público se dirigía al ejército y la marina. dental. Entre 1520 y 1532, recibió en préstamo 5.4 millones de du-
Todavía no era esto suficiente: los sueldos del New Model Army cados (más de 1 millón de libras esterlinas), un promedio anual de
seguían sin ser pagados (1,3 millones de libras de atrasos en 1659), 414.000: durante sus guerras contra Francia y los turcos, entre 1552
a la marina se le debía casi otro tanto (1 millón d e libras en 1660), y 1556, obtuvo a crédito 9.6 millones (más de 2 millones de libras
los contribuyentes se quejaban y el gobierno nunca parecía poseer esterlinas), con un promedio anual de casi 2 millones de ducados.
dinero suficiente: «Nuestra principal carencia es el dinero, lo que El coste de los créditos aumentaba, así como su magnitud: desde
nos lleva a situaciones desesperadas en todos nuestros asuntos», se un promedio del 18 por 100 de interés anual en los préstamos reci-
quejaba el secretario de Estado Thurloe en 1658.54 Además de bidos en el decenio de 1520, hasta casi un 49 por 100 en el decenio
esto, naturalmente, la mayor parte de las ciudades importantes en de 1550.57 Estos cargos habían de liquidarse con cargo a los futu-
todos estos países se veía obligada a dedicar gran proporción de ros ingresos, de modo que cuando el hijo de Carlos, Felipe 11, su-
sus recursos a la construcción, conservación y defensa de los nue- bió al trono, en julio de 1556, descubrió que todos los ingresos de
vos muros sembrados de bastiones (véanse pp. 30-31).55 España estaban comprometidos para el pago de empréstitos o de
'AR NTO DE LA GUERR

sus intereses hasta el año 1561 incluido. Por eso, en junio de 1557 ca de Holanda todavía podía obtener, mediante empréstitos en el
dictó Felipe un «decreto de bancarrota» por el que, de modo uni- mercado libre, todo el dinero que necesitase para la guerra. En el
lateral, se convertían todos los empréstitos a corto plazo y elevado decenio de 1630, por ejemplo, se estimaba que los ingresos tributa-
interés en anualidades amortizables a largo plazo (qjuros al qui- rios de Holanda (la provincia más rica, con diferencia sobre las de-
tar») al 5 por 100 de interés. Después, en 1560, tras haber obtenido más) importaban anualmente 11 millones de florines (más de 1 mi-
importantes empréstitos durante tres años más, para derrotar a los llón de libras esterlinas), mientras que los gastos de la guerra eran
franceses, el rey repitió la maniobra; y en 1575, 1596, 1607, 1627 y unos 12 millones y el pago de los intereses absorbía 7 millones
1653, él y sus sucesores lo hicieron una y otra vez. Como es natu- más. Se generaba, pues, un déficit anual de unos 8 millones de flo-
ral, los banqueros cuyos capitales eran así tan bruscamente confis- rines, que se financiaba con préstamos que, en 1652, al concluir la
cados se sentían agraviados por la falta de palabra del rey y, duran- larga guerra contra España, importaban 132 millones de florines
te algún tiempo después de cada decreto, se negaban a prestar más (unos 13 millones de libras esterlinas). Aunque una gran parte de
fondos. Pero la corona siempre acababa victoriosa mediante el esto se pagó prontamente, la amortización no era nada popular
sencillo procedimiento de negarse a pagar cualquier interés por to- (según el embajador inglés sir William Temple) entre los inverso-
dos los empréstitos o juros existentes hasta no recibir nuevos prés- res, los cuales, lejos de alegrarse cuando la República decidió «pa-
tamos. Este tosco y brutal sistema permitió que los gobiernos es- gar todas las partes del principal ... lo recibieron con lágrimas, sin
pañoles aumentasen su deuda consolidada desde 6 millones de saber cómo ponerlo a devengar interés con tanta seguridad y faci-
ducados en 1556 hasta 180 millones (aproximadamente 36 millo- lidad». Tuvo tanto éxito la «revolución financiera» holandesa, que
nes de libras esterlinas) un siglo después.5" cn el decenio de 1690 fue exportada a Inglaterra, donde permitió a
Este era un mal procedimiento para ganar las guerras. Una y Guillermo 111 y a sus aliados hacer frente a los recursos superiores
otra vez, la bancarrota temporal de la corona española llevaba al de la Francia de Luis XIV. Bajo el sucesor de Guillermo, la reina
fracaso de sus operaciones militares. La suspensión de pagos en Ana, el gobierno británico gastó 93.6 millones de libras entre 1702
1575 privó a Felipe 11 de los medios de continuar las victoriosas y 1713, en guerra contra Luis XIV, cantidad de la que no menos de
operaciones del ejército de Flandes contra los rebeldes holande- un 31 por 100 se obtuvo por empréstito.61
ses, y en nueve meses llevó al amotinamiento de sus tropas no pa-
gadas, lo que destruyó todo el control del rey sobre los Países Ba-
jos. La bancarrota de 1627 produjo también la parálisis militar en
este territorio, gracias a lo cual los holandeses se apoderaron de
'S-Hertogenbosch, Wesel y numerosas ciudades de Westfalia ocu- Pero todo esto pertenecía todavía al futuro. Para la mayoría de
padas por tropas españolas, porque los holandeses, en esta época, los gobernantes europeos de los siglos xvr y xvrr, los problemas
eran capaces de sostener un numeroso y eficaz ejército durante causados por el aumento de los ejércitos y la revolución de los pre-
todo el tiempo que fuese necesario.59 Habían descubierto un nue- cios resultaron ser demasiado graves para una solución inmediata.
vo método para obtener fondos que constituyó su salvación. Se abandonó gradualmente el sistema tradicional de pagar a cada
Durante la primera mitad del siglo xvr, los Estados provincia- soldado su haber en persona, en favor de cierto sistema de reinte-
les de Holanda comenzaron a aceptar la responsabilidad colectiva gro administrativo, mediante el que los gobiernos pagaban a los
de los empréstitos de guerra, asegurados por lo recaudado me- contratistas y empresarios privados por el suministro de los servi-
diante impuestos futuros: el pago del interés y la amortización fi- cios militares que ellos no podían adquirir ni organizar por sí mis-
nal estaban garantizados oficialmente. Como los intereses ofreci- mos.62
dos eran altos y la garantía sólida, hubo una notable afluencia de A finales del siglo XVI,varios Estados habían empezado a re-
capitales, tanto de inversores nacionales como extranjeros.60 En el clutar y abastecer a sus ejércitos (especialmente a las unidades
siglo xvrr, aunque los intereses se habían reducido (gradualmente) destinadas al servicio en el extranjero) por medio de contratistas
desde el 10 por 100 en 1600 hasta el 4 por 100 en 1655, la Repúbli- privados. Fue durante la guerra de los Treinta Años cuando este
EL ABA!STECIMIENTO DE LA GUERRA 97

sistema alcanzó su apogeo, con cerca de 1S00 individuos alistando en una famosa novela sobre la g:uerra: Las Aventuras de Simplicísi.
tropas por toda Europa, mediante contrato, para uno o más caudi- nzus el Germánico. El autor, llans Jakob Christoffel von Grim.
llos. Entre 1630 y 1635, trabajaban quizá 400 empresarios militares melshausen, dedicaba a. esLe asunto un elaborado símil. en el que
--A-

en el alistamiento y total equipamiento de regimientos, brigadas e comparaba la cadena de mando de un ejército erI el día d e la pag;
incluso ejércitos completos (en el caso de Wallenstein y de Bernar- con una bandada de pájaros sobre un árbo1.65 Los posad os en la:
do de Sajonia-Weimar), para los gobiernos que carecían de los ramas superiores, escribía,
recursos financieros o humanos para hacerlo por sí mismos. La
cualificación básica de estos contratistas militares era el poder eco- Estaban a gusto y felices cuando un pájarc)-intenderIte les so.
nómico. El éxito militar, por raro que parezca, no era un requisito brevolaba y volcaba sobre elI árbol un a perola 1lena de oro ... por.
previo, pues algunos jefes (como Ernesto, conde de Mansfelt, o *
que cogían todo lo que poaian1 1 . 1
y aejaoan que cayese poco- u -..A-
-... -.
iiaua a
Dodo von Knyphausen) parecían conducir a sus ejércitos de de- las ramas inferiores; de modo que los que estaban allí morían má!j
rrota en derrota, mientras conseguían mantener unidas a sus tro- de hambre que a causa de los ataques del enemigo.
pas gracias a su gran habilidad organizativa. Para alcanzar el éxito,
empero, un empresario militar necesitaba también riqueza. Wa- En realidad, esta visión de Grimmelshausen estaba bastante defor-
llenstein anticipó al emperador más de seis millones de táleros mada, porque los pájaros de las ramas más bajas (la tropa sin gra-
(1,25 millones de libras) entre 1621 y 1628; Bernardo de Sajonia- duación de los ejkrcitos) recibían abundante sustento por otros pro-
Weimar estimaba en 1637 su fortuna personal en 450.000 táleros; cedimientos. En primer lugar, los ejércitos e n marcha obteníar
el caudillo imperial Henrik Holck, antes hombre sin recursos, re- alimentos y otros suministros de la población civil entre la que sc
gresó a su Dinamarca natal lo suficientemente rico como para pa- movían. El simple saqueo era demasiado antieconómico y, para quc
gar 50.000 táleros por una finca en Funen; y el general sueco K6- un ejército pudiera .vivir sobre el territorio», era menester contro
nigsmarck, que anteriormente había servido como paje y soldado lar y sistematizar la explotación de los recursos locales. En su form:
raso, murió en 1663 con un patrimonio evaluado en casi 2 millones más simple, este método era conocido como Rrandschatzrtng (o, er
de táleros.6Uun así, el crédito de estas personas no era inagota- los Países Bajos, Brandschatting), es decir, el «dinero del fuego»
ble; no podían pagar indefinidamente a hombres con sus pro- Un ejército amenazaba a una comunidad con incendiarla o saquear
pios recursos. A veces, incluso, ni siquiera podían pagarles mucho: la a menos que no entregase (en el acto) un rescate, sea en dinero (
la mayor parte de los soldados que combatieron en la guerra de los en especie, exigido por las tropas (lámina 16). A cambio de est:
Treinta Años aceptó servir por sueldos que eran apenas superiores contribución, el pueblo o ciudad podía recibir una carta de protec
a los jornaleros del campo. E n su lugar, los ejércitos reclutados por ción, que le garantizaba no volver a ser sometido a más exigencias
contratistas estaban apoyados por un complicado sistema de finan- por ninguna otra fuerza del mismo bando (en territorios con en-
ciación militar, que fue perfeccionado inicialmente por los jefes frentamiento~frecuentes o constantes, las poblaciones podían tener
holandeses y españoles que luchaban en los Países Bajos. El pri- que efectuar pagos regulares a las guarniciones vecinas de ambos
mer elemento esencial era un ingreso regular en metálico (aunque bandos, como «dinero de protección>~).6hSólo quedaba un paso des-
fuese insuficiente) desde el Tesoro del Estado. E n una famosa car- de esto hasta un completo «sistema de contribuciones»: un impues-
ta escrita e n enero de 1626, Wallenstein, a comienzos de su primer to militar permanente obtenido por un ejército en todas las pobla-
período d e mando, informaba al ministro imperial de ~ i n a n i a que
s ciones situadas dentro de un cierto radio. Bajo el mando de un jefe
necesitaría «un par de millones de táleros cada año para hacer que hábil e implacable, como Parma o Wallenstein, se podía hacer que
esta guerra continúe».64 Pero este dinero n o se pagaba directa- las «contribuciones» atendiesen a todas las necesidades de las tro-
mente a la tropa, sino que se requería únicamente para mantener pas (alimentos, vestuario, alojamiento, municiones, transporte),
el crédito personal de Wallenstein y para devolver las sumas que él pues los detalles de ejecución y las cantidades exactas de los bienes
había adelantado a los hombres a sus órdenes. y servicios a suministrar se establecían entre los secretarios regi-
El sistema de reintegros militares era criticado satíricamente mentales y de compañía, por una parte, y las autoridades locales,
7. - PARKFR
EL ABP ,A GUERI

pudieran estar preparados con tiempo suficiente. En último térmi


no, si el enlace previo entre los administradores civiles y militare
parecía insuficiente para obtener los abastecimientos necesarios,
era factible persuadir a los comerciantes de otros territorios no
afectados por la guerra para que interviniesen. D e este modo, algu-
nos generales de las guerras de Holanda y Alemania adquirieron
ganado al por mayor en Suiza, o ropa en Inglaterra; Wallenstein or-
ganizó la entrega regular de cerveza. pan, vestuario y otras necesi-
dades del ejército, desde sus vastas posesioiies en Bohemia.67 Todos
estos recursos, como observaba Michel le Tellier, secretario de Es-
tado francés para la guerra, eran esenciales porque «garantizar el
sustento del soldado es garantizar la victoria del rey». Hacia el de-
cenio de 1640, la mayor parte de los administradores militares reco-
nocía que los dos tercios del suministro de las tropas se hacía me-
diante sueldos en e s p e ~ i e . ~ "
Este procedimiento, por lo menos, mantenía a los ejércitos ali-
mentados, equipados y vestidos, pero estaba muy le~josde ser per-
fecto. En primer lugar, pocos contratistas podían proporcionar ar-
tillería suficiente, sólo con sus.recursos propios. Tanto por razones
de scguridacl nacional como por el exorbitante coste, la mayor par-
te de los Estados, por mucho que éstos se apoyasen en los servi-
cios de los contratistas para satisfacer sus necesidades militares,
consideraba esencial crear una reserva de cañones de. campaña y
de sitio que fuese de su exclusiva propiedad: por su parte, pocos
contratistas podían permitirse el lujo de disponer de un tren de ar-
tillería, lo que podía aumentar el coste total de una campaña hasta
en un 50 por 100.69 Una segunda limitación del sistema de reinte-
gros militares era que gran parte del equipo suministrado de hecho
imr los contratistas distaba mucho de ser satisfactorio. Esto era
16. El Rrnri(lt~lcistei.La ohtciici6n d c diiicro por los cjCrcitos cntrc las pohlacioiics quizás inevitable, pues un ejército de 30.000 Iiombres necesitaba
civiles amenazadas de incenclio ienía Lina eficacia singular cii:iiido las ca\;ts csialxin inicialmente. por ejemplo, 30.000 unirormes y 60.000 zapatos,
construidas d c madera y tecliadas con paja. Es cierto que. igual que en la guerra d e 30.000 espadas y cascos y una cantidad adecuada de picas, corazas,
Vietnam, lo q u e se quemaha con facilidad tamhiéti se rccoiistruía ficilmentc. pcro la
destrucción d e las reservas d e aliineiiios alniacenados e n las viviciidas era muclio
mosquetes (con todos sus accesorios) y munición. Como saben de
m i s grave. ( D e Fronsperger, ICri(~,qshirch.111. fo. LXVIII.) sobra todos los soldados, ni siquiera hoy puede la intendencia ga-
rantizar que todos y cada uno de estos artículos sean suministrados
en buenas condiciones de uso y en perfecto estado. Sin embargo,
algunos de los artículos suniinistrados a los primitivos ejércitos
por otra. E n los territorios visitados frecuentemente por los ejérci- m o d e r ~ o seran claramente defectuosos. Por ejemplo, las fuerzas
tos, como los Países Bajos o Alemania central, se organizaba un inglesas que combatían en Irlanda contra las tropas del conde de
«sistema d e alarma lejana» entre las poblaciones situadas sobre el Tyrone, entre 1594 y 1630, estuvieron siempre amenazadas por el
previsto eje de marcha, de modo que los abastecimientos necesarios desastre a causa del mal abastecimiento. E n 1599. el conde de Es-
100 LA REVOLUCIÓNMILITAR P.L A L I A S 1 C C I I V I I C I U L U UC Lii U U C K

sex solicitaba urgentemente que todos los nuevos llamar géneas). Pero el verdadero problema residía en la falta general d e
enviados desde Inglaterra trajesen sus propias armas «porque armas en Britania al comienzo de la guerra civil, tras tantos años
aquí, en servicio, las armas se deterioran más deprisa que los hom- de paz. Cuando Carlos 1 salió al frente de su ejército de Shrews-
bres; y el respuesto que vino [recientemente] está ya tan disminui- bury, en septiembre de 1642, un benévolo testigo lamentaba que
do que de poco servirá para cualquier nuevo llamamiento». Hay algunos de sus soldados de infantería estuviesen armados «sólo
que reconocer que Essex estaba en una situación especialmente con bieldos y otros utensilios parecidos, y muchos sólo con buenas
difícil: acababa de llegar a Irlanda tras una gran derrota inglesa (la cachiporras», mientras que en todo el ejército «no había un solo
de Yellow Ford, cerca de Armagh, en agosto d e 1598) y las fuerzas piquero con coselete, y muy pocos mosqueteros tenían espadan.7'
totales isabelinas en este país habían aumentado desde quizá 4.000 Durante algún tiempo después de esto, los soldados realistas eran
hasta más de 18.000 hombres. Como en Irlanda no podía obtener- equipados por los alguaciles de las poblaciones leales, a los que se
se munición, todo lo que los hombres de Essex necesitaban debía obligó a enviar al Ordnance Office de Londres los repuestos pa-
llegar por mar desde Inglaterra, por lo que, entre 1598 y 1601, fue- rroquiales de pólvora, armamentos y corazas, algunos de los cua-
ron enviados desde Londres, a través de Chester o Bristol, hasta les, sin duda alguna, tenían ya medio siglo d e vida. Luego, cuando
Dublín 14 convoyes de armamento (cada uno con unos 30 carrua- en el verano de 1643 se habían agotado estas reservas, hubo que
jes de 7 toneladas). Las victorias de Mountjoy sobre Tyrone en Ul- recurrir a los contratistas del continente. Esto no fue siempre la
tonia (Ulster) y sobre sus aliados españoles en Kinsale, en 1601- mejor solución. La triste descripción de un envío de 1.000 mosque-
1602 (véase la p. 57) fueron tanto el resultado de un mejor tes traídos desde Francia a Weymouth en 1644 ilustra este proble-
abastecimiento como de un mejor mando táctico.70 ma: «Son de tres o cuatro veintenas de diversos calibres: algunos
Pero la eficiencia militar, para obtener resultados, debía ser calibres de pistola, algunos calibres de carabina, algunas pequeñas
mantenida permanentemente. Parte del problema del decenio de escopetas de caza y toda la vieja basura que puede ponerse junta*.
1590 consistía en la falta de preparación del gobierno para afron- Sin embargo, las armas directamente adquiridas en el continente
tar una nueva guerra en Irlanda, pues tras casi treinta años de paz por contrato con acreditados fabricantes de armas eran, por lo ge-
se necesitaba tiempo para alcanzar una completa movilización. Sin neral, de excelente calidad. Tampoco hubo muchas quejas de los
embargo, tras la victoria de 1603 (y el tratado con España del año abastecimientos locales cuando la guerra estuvo ya en marcha; el
siguiente), la organización militar tan trabajosamente creada se rey estimaba favorablemente los 200 mosquetes y los 30 pares de
abandonó enseguida al deterioro, de modo que, cuando la guerra pistolas que cada semana fabricaban los armeros de Bristol.7"
se reanudó en el decenio de 1640, no había otra vez municiones Aunque la rapidez con que las armas se desgastaban exasperaba a
suficientes para abastecer a todos, o cuando las había no eran del los gcnerales (<<Esinconcebible lo que esos tipos estaban siempre
tipo adecuado. Roger Boyle, señor de Broghill, jefe en Irlanda du- haciendo con sus armas -se lamentaba un petulante Ralph Hop-
rante la guerra civil, se lamentaba de que sus mosqueteros hubie- ton, en septiembre de 1643-: parccc que se consumen tan deprisa
sen estado a punto de perder una batalla porque, debido a que la como la munición*), el ejército realista, como sus enemigos parla-
munición suministrada era demasiado grande para las armas dis- mentarios y los escoceses, siempre pudieron obtener, por lo que se
ponibles, algunos hombres «tuvieron que quitar gran parte del plo- ve, munición suficiente para seguir combatiendo. En cuanto s e ge-
mo royéndolo [y], otros hubieron de cortar sus balas, en lo que se neró una demanda constante y sustancial, mejoró la producción y
perdió mucho tiempo, las balas no alcanzaron tan lejos y fueron la distribución del armamento hasta satisfacerla.74
más imprecisas; y, lo que es peor, tantas interrupciones dieron áni- El ahastecimiento de caballos de guerra para los ejércitos si-
mos al enemigo al hacerle creer que nuestro coraje desCallecía».71 guió un proceso bastante similar, aunque esto se complicó por el
Parte de las dificultades de Broghill se debía a la falta de nor- hecho de que la caballería no tuvo la misma importancia e n las
malización causada por la dispar procedencia de sus armas portáti- guerras europeas en todo tiempo y lugar. La violenta penetración
les, algunas d e fabricación local, otras cogidas al enemigo, y algu- musulmana en Europa en el siglo vi11 indujo a los francos a consi-
nas procedentes de Inglaterra (y éstas. también, poco homo- derar a la caballería, más que a la infantería, como el arma básica,
IEVOLUCIÓN MILI1

y a utilizar un nuevo y más poderoso caballo de guerra, el destrier, Desde el Dunto de vista del abastecimiento. todo esto era fa-
que pudiera ser montado en el combate por los guerreros comple- vorable, pues el coste de un caballo de silla capaz de soportar a
tamente armados. Gracias a una cuidadosa cría selectiva, ya para un guerrero con armadura completa representaba para su propie-
el siglo xrv estos caballos habían llegado a ser realmente grandes, tario entre 6 y 26 meses de salario. Ademcís, cada jinete podía ne-
quizá de hasta 17 palmos de alzada, como su directo descendiente cesitar Iiasta tres nuevas monturas por año, porque, fuese en vi-
el shire horse. Pero fue precisamente entonces cuando se inició en vac o cn guarnición. se admitía entonces que <<unalluvia, un frío.
Inglaterra la tendencia de rechazo de los ejércitos basados en la un hielo en una noche gastan un cavallo~.Como es natural, las
caballería. Ya en el decenio d e 1350 eran muy pocos los destriers pérdidas eran mucho más elevadas en servicio activo: en la bata-
allí criados, y, en su lugar, los ejércitos ingleses confiaban la victo- lla de Denclermonde, en 1452, un jefe vio morir bajo él a cinco
ria a los arqueros.75 El veredicto de las armas en Crécy (1346), caballos; casi dos siglos después. en la batalla de Lützen, en 1632.
Poitiers (1356), Azincourt (1425) y un sinnúmero de enfrenta- el general del Imperio Ottavio Piccolomini perdió siete monturas
mientos de menor entidad confirmaba que una carga de la caballe- en un solo día. el capitán Sydnam Poyntz, tres, y el magnífico ca-
ría pesada podía ser rechazada por las descargas de los arqueros ballo «Streiff» dcl rcy Gustavo Adolfo. que había costado 1.000
(véase la p. 36). Pero los caballeros sobrevivieron aún.76 Las Ban- táleros (unas 200 libras), fue mortalmente herido.7') Por esto, el
des d'ordonnance, cuya creación en 1445 se ha tenido como el ori- sostenimiento de cuantiosas unidades de caballería suscitaba gra-
gen del ejército permanente francés, estaban compuestas predomi- ves problemas. En 1592, tras el audaz auxilio a Roucn por el ejér-
nantemente por caballería pesada. Cuando el rey Carlos VI11 cito español de Flandes, casi dos tcrcios d e sus soldados de a ca-
desencadenó la imprudente invasión de Italia en 1494 (véase la ballo carccían dc montura. Durantc la gucrra civil inglesa, los
p. 47). sus 18.000 hombres incluían 12.000 jinetes. Incluso Francis- servicios de intendencia de ambos bandos tenían que recurrir al
co 1, en Pavía, en 1525, tenía a sus órdenes 6.000 hombres de a ca- robo, la confiscación o la compra forzosa a fin de proporcionar
ballo, en un ejército de 32.000.77 Tras esto (y n o hay que olvidar caballos a sus jinetes. Incluso antes de Edgehill, el rey hubo de es-
que Francisco 1 y muchos d e sus caballeros fueron hechos prisio- tablecer la pcna de muerte para cualquier antiguo propietario que
neros por sus enemigos en Pavía), la importancia de la caballería fuese apresado al intcntar recuperar su caballo en cl campo rea-
pesada e n los ejércitos de Europa occidental declinó rápidamente, lista. E n España. incluso cuando parecía ya inevitable el estallido
tanto en términos relativos como absolutos, hasta que en el último de la gucrra contra Francia a comienzos de 1635, Felipe IV ordc-
cuarto del siglo había desaparecido casi por completo. Es evidente naba a su embajador en París qiic adcluiriesc todos los caballos dc
que todos los ejércitos necesitaban todavía jinetes, tanto para la guerra franceses que pudiese mientras Iiubicra todavía oportuni-
exploración y las escaramuzas, como para atacar en la batalla, y al- dad de hacerlo: pocos años después, eran comprados y enviados a
gunas veces, como le sucedió a Enrique IV de Francia en Coutras España desde lugares tan rcmotos como Dinamarca.") Pcro. tam-
(1587) e Ivry (1590), una carga de caballería aún podía dar la vic- hitn e11 este caso, tanto Inglaterra como España habían expcri-
toria en el combate. Sin embargo, durante cerca de un siglo des- mentado un largo período de pa7 interior, durante el cual se había
pués de la batalla de Pavía, pocos ejércitos occidentales tenían a descuidado la cría de caballos para la gucrra. Tras unos años de
caballo más de un 10 por 100 de sus combatientes. Cuando en 1635 hostilidadcs ininterrumpidas, estos graves problemas de abastcci-
Francia entró en guerra contra los Habsburgo, se dio la orden de miento se aliviaron gradualmente. Ilurante las guerras civiles. el
L L

alistar 132.000 soldados de infantería, pero sólo 12.400 de caballe- ejército principal realista pudo incrementar su fuerza montada
ría, y se concebía (teóricamente) que cada ejército operativo había desde 2.500 caballos (una quinta parte de sus efectivos totales) en
de tener 10.500 hombres d e a pie y 2.550 montados. Incluso en el Edgehill. en octubre de 1642, hasta 4.500 (una mitad del total) en
decenio de 1640, un experto oficial, como era George Monck, opi- la segunda hatalla de Newbury, dos años después. Mientras tanto.
naba todavía que las tropas montadas deberían constituir sólo una el ejército del Parlamento. en el oeste, a las órdenes de sir Wi-
cuarta o quinta parte de cualquier ejército empeñado principal- lliam Waller, lograba poner a caballo toda su infantería para la
mente e n guerras de asedio.78 campaña dc 1644, en atención a la movilidad: la campaña septen-
103 LA R E V O L U C I U N M I L I I LA GUER

trional de 1645 fue ejecutada principalmente por grandes unida- Una noche yo no tenía nada para resguardarme del suelo frío y
des de caballería que marchaban con rapidez desde una ciudad húmedo sino un pequeño atadijo de lino mojado. sobre el que con
amenazada a otra." En el decenio de 1650, una vez concluida la
"3.-rt-
3ULI ,,ie acosté; así, con mis botas llenas de agua y envuelto en mi
m

guerra, era tan elevada la sostenida producción de caballos ingle- mo,jada capa, perinanecí enrollado como un erizo, y al apuntar el
ses que se suprimieron las restricciones a su exportación (riguro- día parecría una ra ta al~ogada.*~
samente mantenidas desde la época de los Tudor), y sólo desde
Sandwich se exportaban anualmente al continente unos 500 caba- La ropa desgastada o rota era sustituida por los soldados d e cual-
llos.82 Algunos fueron a España, donde las fuertes pérdidas pro- quier modo posible: con la de los compañeros muertos, la d e los
ducidas durante las guerras contra Francia y Portugal sumaban paisanos (por compra o saqueo) o incluso la del enemigo. E n
varios millares de monturas al año, pero donde, también, un in- 1651, se deseaba que los guardias de corps escoceses de Carlos 11
tensivo plan de remonta había producido un número creciente d e «dispusiesen de cotas del mismo color», pero cuando fue desviado
caballos criados localmente, para la pujante caballería de los ejér- de su ruta y apresado un buque de abastecimiento que transporta-
citos de Felipe IV. El ejército de Extremadura, durante el decenio ba uniformes de recambio para sus enemigos ingleses, los escoce-
de 1650, parece haber estado formado por unos 5.000 hombres, ses los utilizaron con mucha satisfacción." Los ejércitos del conti-
de los que 3.000 eran montados." La existencia de una demanda nente no estaban entonces en mejores condiciones. Cuando en
constante y previsible contribuyó, una vez más, a resolver el pro- 1647 el secretario de Estado para la guerra francés dictó unas dis-
blema del abastecimiento: cuando los ejércitos europeos neccsita- posiciones para reglamentar los uniformes de los ejércitos de Luis
ron otra vez un gran número de caballos de forma regular, cstc XIV, se especificaron tres tallas y las cantidades de cada una (una
gran número pudo obtenerse a tiempo. mitad «normal», un cuarto «grande» y un cuarto «pequeña») pero
El mismo proceso puede advertirse, exactamente, en el sumi- nada se decía en cuanto al color." Así pues, la única manera que
nistro del vestuario militar. Durante la guerra civil inglesa. por tenían los jefes para distinguir a sus tropas de las del enemigo era
ejemplo, ambos bando5 estaban al principio dispuestos a aceptar haciendo portar a todos los soldados del mismo bando un signo
contribuciones civiles pagadas en especie. Por eso, se suministra- coloreado, por lo general un fajín, galón o pluma. Los soldados de
ban provisiones, alojamiento y vestuario directamente a los ejérci- los Habsburgo, fuesen austríacos o españoles, siempre llevaban
tos, contra recibos emitidos por los jefes locales, y las prendas de una prenda de color rojo; los de Suecia, amarilla; los franceses,
los realistas fueron. al parecer, enviadas a un almacén especial, cs- azul: los holandeses (y también, inicialmente, los parlamentarios
tablecido en enero de 1643 en las escuelas de Música y Astrono- ingleses en el decenio de 1640), naranja." Se afirma a menudo que
mía de Oxford. donde un equipo de sastres y modistas las conver- el N e w Model Army inglés fue el primero e n vestir enteramente de
tían en uniformes militares. Pero no parece probable que con sus uniforme: una casaca ro.ja, se ha dicho. identificaba a cada hombre
esfuerzos llegasen a vestir regimientos enteros (y mucho menos a partir de 1645. Pero aun cuando esto era lo deseado. resultó im-
ejércitos completos) con uniformes de un mismo color. Varias posible de alcanzar. Como siempre, una vez iniciada una campaña,
eran las razones de esto. Para empezar, la necesidad de los unifor- los hombres reemplazaban sus prendas d e vestuario deterioradas
mes no era universalmente reconocida. porque si una gran parte del mejor modo posible. Tanto en Dunbar (1650) como en Wor-
de los soldados llevaba coraza, los uniformes resultaban super- cester (1651), el New Model Arrny hubo d e utilizar signos de iden-
fluos. Incluso después, cuando las cotas de cuero sustituyeron a tificación (en ambos casos «no llevar encima nada blanco»)," y en
los petos de metal, era obligatorio reconocer que ningún grupo 1655, el emba.iador d e Suecia, tras una audiencia solemne con
numeroso de hombres que comenzasen una campaña con atuen- Cromwell en el palacio de Whitehall, informaba que la guardia del
dos del mismo color y forma seguían portándolos al concluirla. Protector «estaba formada en la plaza exterior y a ambos lados de
Las cotas y calzones se deterioraban con rapidez, si había que vi- la calle: ... jóvenes bastante bellos, pero sin librea. Cada uno se
vir como Thomas Raymond, que combatió en el ejército holandés vestía con un color distinto, predominantemente gris».*Y ¡Así esta-
en 1633: ba el e,jército de las casacas rojas!
1 o(> LA kr V U L U L I Ó NMILI?

Pero la situación estaba cambiando. Cuando en 1645 el


Iísimo del Imperio, conde de Gallas, cursó a los pañeros aus
una petición de suministro d e 600 uniformes para sus hombres,
unió una muestra exacta del género y especificó el color (gris páli-
do) que había que copiar. Envió también muestras de cuernos
para pólvora y cartucheras a los proveedores locales para su fabri-
cación en masse. Una vez creados los regimientos permanentes,
como ocurrió en Suecia y Austria en el decenio de 1620, o en In-
glaterra y Francia en el de 1660, los uniformes tenían ya sentido.
De nuevo, sólo la certeza de una demanda constante y previsible
produjo una oferta normalizada y segura."()
La aparición de los ejércitos permanentes dio origen a otras in-
novaciones, iniciadas por el ejército español en Flandes, la primera
gran fuerza permanente e n Europa. pues estuvo constantemente
movilizado desde 1567 hasta 1706. Para empezar, mantuvo el pri-
mer hospital militar fijo de la Europa moderna, en Malinas (Bra-
bante). El duque de Alba estableció en esta ciudad un hospital
para los soldados españoles enfermos, inmediatamente después d e
su llegada a los Países Bajos en 1567, pero fue disuelto al cabo de
un año y nada lo reemplazó, incluso después del comienzo de la
guerra en 1572. Una de las quejas principales de los amotinados
españoles en 1574, 1575 y 1576 era precisamente que «por no tener
donde acudir los enfermos a poderse curar han padescido y muer-
to muchos soldados: que los más si uvieran tenido doride poderse
curar tuvieran remedio»." Hubo que esperar a 1585 para que vol-
viera a abrirse un hospital permanente en Malinas, que con el
tiempo llegó a tener un equipo de 49 personas y unas 330 camas
(lámina 17). Los soldados eran allí curados, con notable éxito, d c
casi todo: desde enfermedades como la sífilis o la malaria, pasando
por problemas mentales y traumas de la guerra, hasta graves heri-
das producidas en combate (lámina 18). Hay que reconocer, sin
embargo, que las autoridades españolas actuaban sólo cn parte
por razones humanitarias. Existía también un importante factor de
costelbeneficio a considerar, pues era más barato curar en los Paí-
ses Bajos a un veterano herido que instruir a su r e e m p l a ~ oy ha- 17. li1 ititc~.ioi.rlcl lio.~/>i/ril
t~lilir(ii-(Ir i2.l<ilitiri.r.Eii iiiia rcI;icitiii iii;iiiuscrita tlc 1;) guc-
cerlo venir desde España (en especial, teniendo en cuenta que el rra dc los Países R;iio. en ci rlccetiio [le l500, recopil¿icl;i por 1111 viajero ;i~istríac«.
coste del hospital estaba financiado, en parte, por los mismos sol- Paului Marstcllcr. se incliiía uii capítulo declicatlo especi¿ilrncnle ¿iI gran liospit¿il
cstablccido cri M;ilin;is (Rrahantc) en 1.585. para ntci-idcr ii los sold;itlos cnfcriiios o
dados: se les deducía un «real de limosna» mensual de los haberes heridos. Era eritonccs el úiiico estahlcciinicnio pcrmnncntc de este tipo en Europ;i y
de cada uno, y, a partir de 1596, se añadía a esto el importe de las siguió siCndolo clurantc ccrc;i dc un siglo. (Vicna. Oos~errcichisclicNationalhihlio-
multas impuestas a oficiales y soldados por blasfemar). Una com- thck. Cotl. Vindoh. 8 0 0 [o. 51. El tcsto clicc: <<Vcrtraichniisallcr 1~cvclch~h;iher so in
binación análoga de altruismo y costeleficacia era la razón del cx- dcm Vcltspital dicncn rnitsnmht ircn hcsoltlüngcn».)
EL ABAS i kc I M I ~ N DE
T O LA G U E R R A 109

(ir rrri cirrrjcrrro iililitcrr canihiaroii poco entre los siglos xvi y
18. L20.7 iri,strirrt~f,n/os
xix: sierras. un hcrhiq~ií,un grziii número de iiistrumcntos largos. afilados y delga-
dos ... Una incisióii con un cliiicliillo v unas triscadas de la sicrra htisiahtin para ampu-
tar una pierna. coino rnostralxi gráfic;imente el nianual dc cirugía niilitar d e Hans
von Gcrsdorl'l (el primcr tratiitlo iliistraclo de cirugía impreso en Europa). D7 Ir1 ] M -
,qitrcr crn/c,rior, paciente (dc pie. a la clcrcchii) sc si!jctii el iiiuñcín dc una miino ampu-
tada con Cxito. micritras otro picrdc un;! pierna. I'arcce cstiir inconsciciitc (a causa
del dolor o por elccto tlc ;iIgún l'írniaco coiitcnido en el paño que cubre sil rostro).
tiunque los anestésicos. corno talcs. eran desconocidos para los ciriij~inosy los pa-
cientes clc comienzos clc Iii tpoca modcrna. (H. von (iersclorfl', Ii.lrll>irclr tier Wrin-
dnrzn(~i, E.;trashurgo, 1 S1 7. LXIX.)

celente comportamiento del ejército de Flandcs en relación con el


rescate e intercambio de soldados cuando caían prisioneros del
enemigo (desde 1609 los soldados recibían el sueldo completo du-
rante su período de cautiverio)."' Pero fue únicamente el sentido
caritativo el que hizo que este mismo ejkrcito fundase un hogar es-
pecial para los veteranos mutilados (la Guarnición de Nuestra Se-
ñora de Hal) que en 1640 albergaba a 346 hombres, y que organi-
zase en 1596 el Depositario General para la administración y
ejecución de los testamentos de los soldados que morían en acto
de servicio; también lo fue el haber mantenido un completo servi-
cio de capellanes castrenses y haber pagado todos los atrasos de
s~iclclos.y a veces también una pensión. a las viudas y 11iuérfa-
.;LIS co a siete semanas, con muy pocas bajas, gracias al establecimiento
110sde los que morían o eran hechos prisioneros en combatíz.93 E n de un itinerario fijo y una cadena de depósitos avanzados.98 E n
otros países se siguió, con el tiempo, este ejemplo: en Francia, con otros casos, si existían caminos aptos para el transporte rodado,
el H6tel (les 111v~lli~íe.~
(para soldados mutilados y vetcraiios) desde con los bagajes del ejército podían transportarse considerables re-
1670: en Inglaterra. cori los Iiospitales militares de ICilmainham servas de víveres. Pero también esto era más fácil de decir que de
(Dublín) desde 1681, y de Chelsea (Londres) desde 1684. Pero Es- hacer; para un ejército de 30.000 hombres, el transporte de la hari-
paña fue la que ~iiostróel cainino."J na para una semana. los hornos para panificarla (formado cada
uno por 500 ladrillos) y la leña para encenderlos requerían cerca
de 250 carros y las correspondientes caballerías." A menudo era
imposible hallarlo todo en el mismo sitio. Cuando el ejército ho-
landés (uno de los mejor organizados en su época) avanzó por te-
Las dificultades para suministrar a los ejércitos vestuario, caba- rritorio enemigo en Brabante, en 1633. sus hornos de campaña «no
llos. armas y cuidados médicos eran. al menos, temporales; produ- estuvieron a la altura d e lo esperado, y no pudieron en una sema-
cían una o dos crisis anuales, no diarias. Dc muy distinta magnitud na de horneado proporcionar al ejército el pan de un solo día».IOO
eran los trabajos necesarios para alimentar y alojar las tropas. D e Había diversas soluciones a este problema. Una era la de gue-
momento, todos lo., soldados necesitaban pan, y en la mayoría de rrear cerca del mar o de un río navegable, de modo que los más
los cjítrcitos la ración diaria era de 1.5 libras ( o un pan de 3 libras voluminosos abastecimientos de víveres pudieran llegar por vía
cada dos días). Además de esto, la ración diaria normal dc la ma- acuática: esta fue la solución adoptada por Oliver Cromwell en su
yoría de los cjércitos estaba establecida cn cerca de l libra de car- conquista inicial de Irlanda (1649) y de Escocia (1650). Pero Ilega-
ne, queso o pescado. y 6 cuartillos de cerveza ( o 3 de vino). Pero ba el momento en que había que perseguir al enemigo tierra aden-
llevar a la realidad esta reglamciitación requería gran esfuerzo y tro, lejos de las vías navegables. Cromwell, y su hábil sucesor en
habilidad, pues una guarnición de 3.000 hombres podía ser más Escocia, George Monck, resolvieron este problema haciendo que
numerosa que la población en la que estaba alojada, y un ejército cada soldado llevase en su mochila pan o galleta suficientes para
de campaña de 30.000 necesitaba más víveres que cualquiera d e una semana, además d e transportar a lomo d e caballerías de carga
las ciudades clc entonces, salvo las m5s p o p u l o ~ a s . ~Para
5 la fabri- (ya que en los Highla~zdsno había caminos aptos para carruajes)
cación de las 45.000 libras de pan (20 toneladas) requeridas cada una provisión de queso (y una reserva d c galleta). De este modo, y
dos días para alimentar tal ejército, Iiabía que ahornar 100.000 li- con el apoyo de algunos depósitos situados estratégicamente, las
bras de harina cada día. Suministrar 30.000 libras de carne exigía fuerzas inglesas se pudieron mover con rapidez sobre distancias
el sacrificio diario de unas 1.500 cabezas de ganado ovino o 150 clc relativamente grandes, conservando a la vez su plena capacidad de
vacuno, cifra sorpreiidente teniendo en cuenta las reducidas di- combate. En la campaña de tres meses en 1654, Monck cubrió con
mensiones de la ganadería a comiciizos de la Edad Mocleri~a.""~ su ejército, de unos 6.000 hombres, casi 1.600 kilómetros en los
verdad que. si el cjCrcito no estaha en camparia, podía hallarse desconocidos Higlzlancls escoceses y, gracias a su excelente sistema
aposentado entre la población de un extenso territorio. con lo qiie de aprovisionamiento, pacificó estos tcrritorios más ampliamente
disniinuíar-i las dificultades de suini~iistro dc una comunidad que en cualquier época anterior. Como recordaba uno de los que
dada."' Cuando la tropa se movía por un itinerario conocido de en ello intervinieron: «Nada es más cierto que esto: que en las últi-
an~ernano,se podían preparar con tiempo los víveres necesarios. mas guerras, tanto Escocia como Irlanda fueron conquistadas por
Así ocurría en el «camino española, utilizado por las tropas que las oportunas provisiones d e queso de Cheshire y galleta».l()l
marchaban desde Lombardía a los Países Bajos entre 1567 y 1620, Pocos e,jércitos empero, eran tan profesionales como los Iron-
que era lo máximo que podía concebirse cn movimientos de tropas sides de Cromwell. E n su mayoría, las fuerzas de principios de la
a comienzos de la época moderna: millares de hombres a la vez época moderna, si alguna vez abandonaban sus bases, afrontaban
podía recorrer los más de 1.100 km entre Milán y Bruselas en cin- el desastre. A veces, el problema era sencillamente que demasia-
112 MILIT;
LA REVOLL~CIÓN EL ABASTECIMIENTO DE LA GUERR

dos soldados pretendían vivir en un territorio demasiado pequeño. gen-o]p-Zoom I2n 1622,los pastores calvinistas de la ciudad asediada
Así ocurrió en el decenio de 1590, cuando mientras los ejércitos de registi-aban vir tuosameinte en sus diarios que «nunca se había vistc
la Liga Católica, sus aliados españoles y Enrique IV luchaban por una cola tan larga en un cuerpo tan pequeño: ... un ejército tan pe-
poseer París, unos 10.000 soldados pretendían ocupar y vivir sobre queño con tantos carros. bestias de impedimenta, jacas, vivanderos
el Hurepoix (al sudoeste de la capital). Como la población de este lacayos, mujeres, niños y una chusma más numerosa que el propic
territorio era sólo de 80.000 almas, era imposible. Muchos pobla- ejército». Esto puede haber sido cierto, aunque los archivos del
dos pagaron contribuciones para mantener alejadas a las tropas, ejército de Flandes (que mantenía unos cuidadosos registros) sugie-
otros contrataron defensores propios y alzaron fortificaciones: ren que los acompañantes raras veces alcanzaban siquiera el 50 por
pero la huida era lo más barato y seguro, y, por tanto, lo más fre- 100 del total de la tropa.105 Durante la guerra de los Treinta Años
cuente. Las tropas, privadas de su fuente de aprovisionamiento, se en Alemania, encontramos dos regimientos bávaros que en 1646 es-
veían forzadas a marcharse también o, en caso contrario, a morir taban formados, uno de ellos por 480 soldados de infantería, 314
de hambre.lfl2 Las condiciones eran todavía peores cuando un ejér- mujeres y niños, 74 sirvientes y 3 vivanderos, y el otro, por 481 sol-
cito se veía forzado a atravesar un territorio que ya había sido de- dados de a caballo acompañados por 236 sirvientes, 102 mujeres y
vastado. Como escribía el cardenal Richelieu e n su Testament poli- niños y 9 vivanderos. Entre ambos, los 961 combatientes llevaban
tiqr~e,«se halla en los libros de historia que hubo muchos más también consigo 1.072 caballos.lflh
ejércitos que perecieron por falta de víveres y desorden que por la Este aumento en el número de acompañantes, que se añadió a
acción del enemigo»: casi cuando se escribía esto, el principal ejér- la revolución en el tamaño de los ejércitos, agravó considerable-
cito sueco en Alemania, a las órdenes de Johan Baner. era diezma- mente el problema de dar a éstos alojamiento. Esto no era tan difí-
do en su retirada desde Torgau, en el Elba medio. hasta Pomera- cil para las tropas en guarnición (que, como se ha dicho antes, po-
nia, en 1637; las fuerzas francesas del gran Turenne perdieron dos dían constituir hasta una mitad de las fuerzas armadas de una
terceras partes de sus 16.000 hombres en la retirada hacia el Rin, nación) porque se alo.jaabn normalmente en una ciudadela o en las
tras su derrota en Tuttlingen en 1643; y las fuerzas imperiales del viviendas de los vecinos. También las tropas que se movían por iti-
conde Callas perdieron, según se dijo. el 90 por 100 de sus 18.000 nerarios previamente establecidos se alo.jabari a veces en las vi-
hombres cuando se retiraron desde Holstein a Bohemia en viendas particulares y las posadas del camino, siempre que no via-
1644.10z E n todos estos casos. el culpable fue un jefe que no pudo jaran juntos muchos soldados y acompañantes.1~)7Pero un ejército
alimentar a sus tropas. de, digamos, 30.000 hombres en campaña. que quizá recorría en
Los ejércitos en marcha, por supuesto, no estaban sólo forma- promedio 20 kilómetros diarios, no podía alo.jarse en viviendas en
dos por personal militar. Estaban, en primer lugar, los caballos, la mayoría de las ocasiones, y había de acampar al aire libre. Algu-
cuyo número podía ser inferior al de la Edad Media. pero que eran nos ejércitos transportaban tiendas de campaña con sus bagaje%
necesarios para la artillería, la caballería, los oficiales y los carros d e listas para su empleo. pero en la mayoría esto no era así. Por el
la impedimenta, por lo que un ejército de campaña podía ir acom- contrario, se esperaba que construyesen una especie de 1barracas.
pañado de unas 20.000 bestias que consumían diariamente por sí so- Según Roger Boyle en 1677:
las 90 toneladas de pienso o el pasto de 400 acres. Los carros d e
bagajes (hasta 500 en un ejército de 15.000 hombres) requerían ca- En los tiempos antiguos utilizaban tiendas de campaiia ... por-
rreros; las caballerías necesitaban caballerizos, mientras que los sol- que entonces la forma de combatir era en el campo, y los ejércitos
dados tenían necesidad de vivanderos y sirvientes (muchos de los estaban diariamente en marcha: ... pero ahora que en su mayor
últimos eran mujeres que desempeñaban diversas funciones en los parte la guerra se hace asediando plazas fuertes. o en campamentos
fijos, tanto lo5 soldados como los oficiales suelen abarracarse, lo
ejércitos: prostitución, lavado de ropa, ventas, costura, robo, cría de que es más caliente y duradero que las tiendas de campaña.li)"
niños. ..). E n total, el número de personas que seguían a los ejérci-
tos era a veces igual al de combatientes. y en ocasiones lo Esto puede ser una excesiva simplificación. Diversos artistas mili-
superaba.104 Cuando el ejército español de Flandes puso sitio a Ber- tares, desde mediados del siglo xrv a mediados del xvir, han repre-
sentado campamentos militares donde había a la vez tiendas de
campaña y barracas (lámina 19).I"Ws natural, sin embargo, que
en cualquier expedición hubiera «muchos hombres de cuerpo d6-
bil que -en palabras de un desdeñoso soldado galés en 1523-
prefieren, por pura pereza, tumbarse bajo un seto en vez de to-
marse la molestia de levantar una barraca, cálida y confortable»
cada noche. Había también noches en que nadie tenía tiempo de
construir cobijos, por lo que todo el ejército debía dormir en orden
de combate allí donde hacía alto, como los suecos antes de Brei-
tenfeld, en 1631, o los imperiales después de Lützen. en 1632.11('
E n último término, la única solución a este problema era transpor-
tar consigo el número necesario de tiendas, cuando un ejército
marchaba en campaña, y construir barracas especiales para alojar-
lo en sus guarniciones durante el invierno. En la mayoría de las
ciudades guarnecidas de los Países Bajos meridionales surgieron, a
partir de 1609, barracas de piedra y madera que albergaban ocho
hombres, por lo que, al menos, una parte del ejército dc Flandes se
alojaba separada 'de la población civil en cornunidadcs militares
autónomas.lii Esta innovación fue enseguida adoptada por otros
Estados de Europa occidental.

E n resumen, y como consecuencia de lo anterior, parecía que el


ejército de Flandes había conseguido resolver finalmente todos sus
problemas de abastecimiento. Durante la mayor parte de finales del
siglo xvrr, su intendencia proveía a cada soldado (ya en el cuartel,
ya en campaña) con un pan de tres libras cada dos días, gracias a los
esfuerzos dc los contratistas que firmaban compromisos para abas-
tecer millones de barras de una vez. Por ejemplo, entre el 10 de
abril de 1678 y el 12 de febrero de 1679, las tropas de los Países Ba-
jos meridionales recibieron de hecho (y consumieron) 12.651.955
raciones de pan entregadas por sus proveedores de víveres, es decir.
un promedio de 39.000 barras cada día."* A su vez, se importaban y
se distribuían con regularidad a la tropa remesas de vestuario con-
feccionado con paño inglés, y estaba garantizado el abastecimiento
de armas y municiones. La tesorería militar pagaba todo ello con
bastante puntualidad, con lo que se lograron evitar los amotina-
mientos que se habían producido cuando los gobiernos se dedica-
ban más a pagar los sueldos de sus tropas que a aprovisionarlas.'lz
116 LA R E V O L U C I ~ NMILITA EL ABA

Sin embargo, el ejército de Flandes era considerado en esta 1683). se convirtió quizás en la flota más victoriosa y poderosa de
época como una fuerza agotada, que, sin ayuda extranjera, no po- Europa occidental.~~5 A partir del decenio de 1650, apenas hubo
día combatir eficazmente en campo abierto, ni defender las pose- guerra alguna en Europa quc no se desbordase hacia una lucha
siones que conservaba. Los ejércitos de Francia, Austria, Branden- por el dominio de los mares y, aún más allá, hacia una contienda
burgo, la República de Holanda y (poco después) Gran Bretaña, por el poder y la influencia en ultramar. También allí descolló el
eran con mucho superiores en número y en organización logística. triunfo de la «revolución militar».
A pesar de ello, con todos sus refinamientos y su profesionalidad,
ni siquiera los maravillosos ejércitos que tanto impresionaron al
tío Toby en el decenio de 1690 eran capaces de alcanzar la victoria
definitiva.114 En las últimas guerras de Luis XIV hubo muchas ba-
tallas espectaculares (Blenheim, Turín, Oudenaarde, Denain) pero
ninguna de ellas trajo la paz. Ni siquiera con ejércitos más nume-
rosos podían alcanzarse los objetivos políticos de los gobiernos en
guerra, con las limitadas estrategias militares utilizables. Como su-
cedía antes, la mayoría de las guerras decisivas no eran grandes, y
la mayoría de las grandes guerras no eran decisivas. Los Estados
de la primitiva Europa moderna habían descubierto cómo sostener
grandes ejércitos pero no cómo conducirlos a la victoria.
Esta es una de las razones por las que, a partir de finales del si-
glo xvr, las hostilidades entre las grandes potencias no sólo se diri-
mieron en el continente europeo, sino también en el mar e incluso
en ultramar. Cuanto más estancado se mostraba el combate terres-
tre, más intentaban los principales países buscar la decisión me-
diante la fuerza naval. Esta evolución se observó, en primer lugar,
en las guerras de los Países Bajos. Aunque los combates navales
fueron relativamente escasos en su primera fase (1572-1609),
cuando se reanudó la lucha en 1621, un sector poderoso de la corte
de España consideró que el poderío holandés en el mar era su
principal recurso, y propugnó la aplicación de más fondos a la ma-
rina y menos al ejército. En consecuencia, se triplicó el gasto desti-
nado a la Armada de Flandes, y el gobierno de Felipe IV mantuvo
a la defensiva sus fuerzas terrestres en los Países Bajos durante la
mayor parte del decenio de 1620, procurando aventajar en el mar
a sus adversarios. Otros Estados no tardaron en seguir el mismo
camino. En el mismo decenio, Gustavo Adolfo de Suecia gastó ge-
nerosamente en su marina, y el magnífico navío Vasa, reciente-
mente recuperado del lugar donde se hundió en su viaje inaugural,
muestra lo fuerte y bien equipada que se había hecho la marina
sueca (lámina 27, p. 138). Durante el ministerio de Richelieu, la
marina francesa creció hasta alcanzar unas dimensiones respeta-
bles y, bajo la ilustrada dirección de Jean Baptiste Colbert (1661-
A VICTOF MAR

vestigados: que la «pasión académica por la certidumbre puede Ile-


var a la incapacidad para decidir»; y que «los hechos deben agru-
parse en masa al igual que los soldados» y permanecer subordina-
dos a un «rasgo central».3

Debe recordarse que The infllrence of senpower ~ l p o nh i ~ t o r yno


trataba nada de lo relativo a las armas, cl vclamcn o la forma de
los barcos, porque su autor no creía que sus transformaciones pu-
diesen influir en la aplicación de los principios estratégicos.
3. LA VICTORIA E N EL MAR

«En el estado actual de Europa -escribía el duque de Choi-


seul, primer ministro de Francia en el decenio de 1760- son las co-
lonias, el comercio y, en consecuencia, el poder naval, lo que deter- Sin embargo, Mahan abordaba un asunto de primordial impor-
mina el equilibrio de fuerza en el continente.»' Algunos histo- tancia, que muchos historiadores anteriores habían menosprecia-
riadores han indicado que esto había venido teniendo vigencia al do: el período comprendido entre los «grandes descubrimientos))
menos durante un siglo, quizás incluso desde la derrota de la Arma- del decenio de 1490 y la difusión del ferrocarril, en el decenio de
da española en 1588. Pero estas opiniones plantean la cuestión de 1840, fue la edad de oro del poder naval, una época en la que el
qué se entendía precisamente por «poder naval» en la época de la control de las aguas de importancia estratégica decidía el equili-
navegación a vela. Entonces eran pocos los que lo consideraban brio de fuerzas tanto en Europa como fuera de ella. Esto se debía
algo más que la posibilidad de enviar tropas o mercancías sobre las a que, a comienzos de la Europa moderna, se había producido una
aguas que separaban a un Estado (o a un aliado) del lugar donde revolución en la guerra naval que no fue menos importante que la
eran requeridas, y a evitar que los cnemigos dcl Estado (o sus alia- terrestre. porque abrió el camino al ejercicio de la hegemonía eu-
dos) hiciesen lo mismo. Ningún estadista de comienzos de la Euro- ropea en la mayoría de los océanos del mundo durante la mayor
pa moderna pensaba que el poder naval equivalía al dominio com- parte de la Edad Moderna. También e n el centro de esta revolu-
pleto de todas las zonas, con «ese poder aplastante en el mar que ción sc encontraba el cañón, que Occidente utilizó en el mar con
expulsa d e él al pabellón enemigo, o que sólo le de.$ aparecer como implacable habilidad, para controlar o destruir a sus rivales maríti-
un fugitivo» (la influyente definición que en 1890 presentó A. T. mos, comenzando por América y siguiendo a través de Africa y de
Mahan en The ilifluence of senpower rrpon history, 1660-178.3). por Asia meridional hasta el Japón y la China.
la sencilla razón de que ninguno de los Estados modernos de aque- Hay en esto una enorme ironía porque se reconoce ahora, sin
lla época poseía la fuerza naval necesaria para conseguirlo. Des- duda alguna, que todo el desarrollo de las armas de fuego tuvo su
pués de todo, Mahan era básicamente un teórico naval que se esfor- principio en China, desde el descubrimiento de la fórmula correcta
zaba en hallar y formular «reglas universales» para el éxito en la de la pólvora (que actualmente se considera que tuvo lugar ya en
conducción victoriosa de la guerra naval, similares a las que propu- el siglo rx) hasta el perfeccionamiento de los cañones de tubo me-
so Jomini para el combate en tierra. No era un historiador instrui- tálico a mediados del siglo xiri. Cien años después, cuando en las
do.? Mahan, en cierta ocasión, había llegado incluso a escribir que fuentes árabes y europeas se hace la primera mención a la artille-
ría de hierro. China voseía va un refinado arsenal de artillería de
hierro y bronce, y hay pruebas gráficas y arqueológicas que de-
La historia escrita debería consistir en el artístico agrupamien- muestran que la artillería se utilizó (quizá por vez primera) duran-
to de los detalles subordinados alrededor de una idea central»: que te la fracasada segunda invasión naval de Japón en 1281, por las
algunos hechos no «se merecían las molestias evidentes» de ser in- fuerzas de Kublai Khan.4
>N MILITP A VICTOF MAR

Un empleo tan temprano no debe sorprender, pues la artillería maniobrables. y desaprobaron la artillería de los barcos por ser
era plenamente compatible con las tradiciones de la guerra naval muy imprecisa. Por el contrario, derrotaron a los wtrIi6 a la mane-
china. Desde el siglo VIII. por lo menos, los barcos de guerra chi- ra tradicional china, es decir, concentrando tropas numéricamente
nos preferían combatir desde lejos, mediante los proyectiles, y n o superiores y armadas con arcos, lanzas y e s p a d a s . U u n q u e los
de cerca, mediante el abordaje; los juncos d e guerra, provistos d e juncos chinos siguieron armados con algunos cañones, se trataba
catapultas y trabuquetes, eran el tipo de barco más usual en la ma- de piezas ligeras de uso contra personal (lámina 20). El arma prin-
rina de la época Sung. Ya se había señalado la presencia de artille- cipal de la marina imperial siguió siendc3 , inclusc1 n, el dt:cenio de
ría naval e n la flota del fundador de la dinastía Ming, Chu Yüan- 1630, el brulote."
chang, en el decenio de 1350, y en el museo militar de Pekín existe
una bombarda con una inscripción que indica que fue forjada en el
. ...
D e modo que, aunque la artillería naval era compa tible con
sus tradiciones navales, ¡os chinos la recnazaron aeiioeradamente.
año 1372 para la Estación naval izquierda, cerca de Nankín. Tiene Por contraste, en Europa se adoptó el cañón naval a pesar de que
además el número 42, lo que indica que los cañones navales eran la táctica usual de guerra en el mar había sido la embestida con el
entonces artículos de suministro norma1izado.s A comienzos del si- espolón y el abordaje, pero fue un proceso lento. El buque inglés
glo xv s e exigía a cada barco de guerra imperial que llevase 50 ar- Christopher, aprisionado por los franceses en Portsmouth en 1338.
mas de fuego de diversos tipos, con 1.000 balas, y este era proba- armaba tres cañones de hierro y un arma de fuego portátil, pero
blemente el armamento que algunos años después tenían las siete no hay pruebas de que se propusieran una acción en el mar. Dos
grandes expediciones enviadas al océano Indico al mando del al- años más tarde, en la batalla de Sluys, los barcos ingleses llevaban
mirante musulmán Cheng Ho, quien llegó hasta Mogadiscio y de nuevo armas de fuego, pero no hay pr~rebasauténticas de que
Adén, lo que implicó la invasión china de Ceilán.6 Todavía en el fuesen utilizadas. Cuando aparecen informes fidedignos (después
decenio d e 1520 se utilizaban cañones en los barcos de la marina de 1360) del empleo de la artillcría en el mar, se refieren clara-
Ming, y la artillería naval cooperó a la derrota de una flotilla por- mente a su uso contra personal y no como armas para hundir bu-
tuguesa a la altura de Tunmen, en 1522, lo que produjo el cautive- ques.l(l Es cierto que numerosas miniaturas del siglo xv, con gran
rio y la ejecución de los europeos en ella embarcados.' belleza pero poco sentido de la proporción o de la perspectiva,
Pero una cosa es poseer cañones y otra utilizarlos con eficacia. muestran algo parecido a grandes armas de fuego, tanto en las
Con el tiempo. en el decenio de 1550, las autoridades imperiales acofas de combate» de los mástiles corno en cubierta (lámina 21 ).
chinas decidieron que la artillería naval tenía poca utilidad contra pero de hecho parecen haber consistido en poco más que armas li-
las bandas de piratas japoneses, conocidos por wak6 (literalmente, geras de retrocarga (pp. 126-127). Además, el retroceso de un mo-
«piratas enanos»), que sembraban el terror en las costas chinas. desto cañón montado en la cofa del palo mayor liubiera causado
Según un manual ilustrado de guerra naval, publicado en 1564 por una inevitable catástroSe.11
un protegido del gran almirante chino, los piratas habían sido de- Pero en esta época no cra la urca de quilla redonda del Atlán-
rrotados n o por medios navales sino por una combinación de tres tico el principal barco de guerra europeo: estc honor corrcspon-
cosas: las intrigas orientadas a separar, entre los invasores, a los día, al menos desde el siglo rx. a la galera mediterránea. Debido a
chinos de los japoneses; las presiones diplomáticas sobre los que que los remos hacían vulnerables sus costados, la galera tenía que
en Japón apoyaban a los piratas; y los aplastantes ataques milita- atacar de proa y no d e llanco, y no existía la posibilidad de montar
res contra sus bases terrestres en China. Estos últimos, incluso, se cañones en las bandas. Fue fácil, no obstante, añadir una pequeña
llevaron a cabo sin armas d e fuego, pues los jefes Ming no confia- plataforma artillera en la proa o en la popa. A mediados del siglo
ban e n sus mosquetes o cañones, ni en tierra ni en el mar, ya que xv, las galeras cristianas del Mcditerráneo armaban ya uno o dos
encontraban difícil proveerles con la munición del calibre adecua- pequeños cañones de rctrocarga en el castillo de popa, que se uti-
do y eran muy propensos a reventar cuando hacían fuego. Recha- lizaban indistintamente contra otro5 barcos o contra las fortifica-
zaron también las proposiciones para utilizar juncos reforzados y ciones próximas a la costa. Incluso se experimentó con una «gran
resistentes a los proyectiles, argumentando que serían muy poco bombarda» de hierro. e n 1445, en una galera enviada por el duque
4 VTCTOR MAR

(Ir 1470 hacía poco uso de las


21. El rrrrc, Pirropeo dc Iri ,grrcJrrtr<vi el rnnr c~lrc~(lctlor
armas de fuego. La Historicl (le Al<;joi~dro Mn,qilo de Vasco de Luccna. olrecida al du-
que de Rorgoña. mostraba a los macedonios dcsembarcanclo cn Escitia. a pesar del
fuego de 10s cañones de retrocarga (provistos de recimaras y balas). Sus barcos. sin
cmbargo, sólo poseían un cañón y se utilizahan algunas armas de fuego portátiles (en
las colas). Aunque cn las galeras borgoñonas se empleaban ya las homhardas. y a pc-
sar de que la forma de las urcas de quilla redonda cra ya parecida a la dcl fuertemen-
te armado Mar,y RO,FC(lámina 23). cuando Lucena ilustraha su manuscrito no se Iia-
bían mezclado todavía ambas tradiciones. (París. Biblioteca Nacional, Fonds francais
6440 lo. 173.)
20. Uii jjlrnco chino armado. representado en la obra Travels del inglés Peter
Mundy. El gran barco de guerra (A) f ~ i eobservado en 1637 en el río Pearl, cerca de
Cantón. y Mundy advirtió que había «puertas [es decir. troneras] en sus costados,
provistas de drakes [cañones ligeros de 3 libras]». No podían montarse cañones más
pesados porque el junco estaba «débilmente entablado y enmaderado». (Oxford,
Bodleian Library, MS. Rawlinson A. 315, lámina n." 29.)
LA VICTORIA ~ Z NLL MAR 125

de Borgoña para combatir contra los turcos, durante las operacio-


nes e n el bajo Danubio. pero la pieza se recalentó y reventó.12 No
obstante, un siglo después, las galeras mediterráneas llevaban ge-
neralmente un cañón pesado de bronce de 60 libras, dos de 16 y
generalmente 15 cañones d e menor calibre e n proa y popa. Se ob-
tenía así una considerable potencia de fuego: los cañones de 60 li-
bras del siglo xvi que se conservan en el museo naval de Venecia
eran arma5 de 175 mm de calibre, y los arcliivos del programa de
ensayos de tiro de la República muestran que su alcance efectivo
era de 640 m, y su alcance máximo no inferior a tres kilómetros.13
El cañón central se apuntaba, al igual que las armas de un moder-
no avión de caza, variando la posición del barco entero, y la ener-
gía del retroceso era absorbida al montarlo sobre una cuna que
resbalaba hacia atrás, hasta el mástil de la galera, lo que facilitaba
la recarga si era necesaria. En las calmas y quietas aguas frecuen-
tes en el Mediterráneo durante gran parte dcl verano, estos barcos
de remos se enfrentaban con éxito a cualquier barco de vela, pues
eran más móviles y sus armas principales tenían mayor alcance,
disparaban proyectiles más pesados y utilizaban una trayectoria
mucho más eficaz.14 Durante los siglos xvr y xvri. los barcos de
vela en el Mediterráneo eran habitualmente apresados o hundidos
por las galeras fuertemente armadas. Todavía en el siglo xvrrr se
utilizaba11 en el Báltico barcos de guerra a remo. pues los escollos
22. Una ,qnlen;n r>iedircrrcítierren el Canal de la Mancha. durante la batalla tlc Gra-
que bordeaban las cosras de Suecia y Finlandia hacían difícil la na- vclinas. que confirmó la derrota de la Armada cspañola en 1588. Cuatro galeazas dc
vegación a vela: los rusos los utilizaron en sus incursiones contra la NApolcs navegaron a las órdenes de Mcdina Sidonia y, aunque sólo una d e ellas
costa sueca en 1719-1721, y los suecos de~truyeronla mayor parte pudo regresar a España. resultaron formidables en la acción, Iiecho que se ponc de
de la flota rusa en Svensksund, en 1790, gracias a su original em- relieve por el lugar destacado que una de ellas ocupa en este dibujo. hecho para una
pleo dc galeras bien armadas con cañones. tapicería inglcs~iconmemorativa de la batalla. Totlos los detalles, incluso el númc-
ro d c bancos para remeros y el de cañones, cstán corrohorados dociimcritalmente.
El verdadero reto a la galera del Mediterráneo, durante el si-
glo xvr, no provino de la urca de quilla redonda, sino de la galea-
za. La República de Venecia, enfrentada en el decenio de 1520 a 40 d e la mayoría de las galeras) y 9 m d e manga. Era impulsada a
un aumento considerable de los ataques de los piratas contra su la vez por velas y remos, y estaba mejor armada: la galeaza normal
flota mercante, hizo experimentos con barcos de distinto tipo que tenía 8 cañones pesados tanto en proa como en popa, y 7 o m as' ar-
pudieran defenderse mejor. En 1529. bajo la dirección de un profc- mas contra el personal en cada costado (lámina 22).15 Pronto de-
sor de griego y con la ayuda de un reencontrado manuscrito clási- mostró su valía. Por ejemplo, en la batalla de Lepanto, el 7 de oc-
co, se construyó la primera nave quinquerreme desde la caída del tubre de 1571, la flota turca tomó 6 galeazas venecianas por barcos
Imperio romano. Medía 74 m de eslora y 11 de manga, y era pro- mercantes y las atacó d e lleno: pagó un alto precio por su error,
bablemente el mayor buque de madcra jamás construido, pero pues se dijo que no menos de 70 galeras habían sido hundidas por
desgraciadamente resultó muy poco maniobrable para operar ade- los nuevos barcos d e guerra, «una cosa increíble que sólo seis ga-
cuadamente. Algo después, en 1540, se puso en el arsenal la quilla leazas hubiesen producido tanta destrucción, pues no habían sido
de la primera galeaza, de 50 m de eslora (en comparación con los probadas [con anterioridad] en la primera línea de un combate na-
> A VIC'I O K I A b N kL .-

val». La lucha sólo duró cuatro horas, debido en parte a la rnagní- rio otomano tuvo dificultades para reemplazarlos. El reclutamien-
fica infantería española (que servía también a bordo de las galeras to obligatorio no era suficiente y, como la mayoría de los cautivos
venecianas) pero también a la decisiva superioridad de fuego d e cristianos había huido, en la flota de 1572 había necesariamente un
los cristianos. Se ha calculado que utilizaron 1.815 armas, contra gran número de remeros que eran condenados.20
sólo 750 en el bando turco, quienes además acabaron quedándose El verdadero punto flaco de las galeras era la numerosa tripu-
sin munición para ellas.1Vero no se rindieron inmediatamente y lación necesaria, pues cuando a ésta se añadían las tropas podía
se vio a un grupo de jenízaros luchando, CLiando ya su derrota pa- haber 400 hombres en cada una. Las 400 galeras que se enfrenta-
recía inevitable, «y cuando no tenían ya rnás arm;as con las que ron en Lepanto llevaban probablemente, entre todas, unos 160.000
atacarnos, reunieron naranjas y limones y e mpezaro n a arrojárnos- hombres. con lo que esta batalla fue la más multitudinaria de las li-
los ... El alboroto llegó a un punto tal que, en muchos sitios, se bradas en Europa e n el siglo xvr. Como un capitán francés de ga-
veía a los hombres que tanto reían como lloraban». Pero hubo po- lera escribía en el siglo xvii, había «un número infinito de pueblos
cas risas una vez concluida la lucha: los barcos deshechos y naufra- que están muy lejos de poseer tanta población» como una sola ga-
gando se veían «esparcidos sobre unas ocho millas de agua. El mar lera. «Cuando todos los hombres están en sus puestos, desde la
estaba enteramente cubierto, no sólo de mástiles, vergas, remos y proa a la popa sólo se divisan cabezas.»21 Sólo para unas pocas se-
maderas rotas, sino con una innumerable cantidad de cadáveres manas a la vez podían transportarse alimentos y bebidas para tan-
que enrojecían el agua como si fuera sangre*. Tras la batalla, ade- tos hombres; las galeras. por maniobrables que fuesen, no podían
más, y por orden expresa del gobierno veneciano, todos los turcos permaneccr en la mar mucho tiempo.
veteranos hechos prisioneros fueron ejecutados a sangre fría, Pero entre 1450 y 1650, la aparición del barco de vela fuerte-
mientras que los demás capturados fueron condenados a la escla- mente armado transformó la situación. Este Droceso se desarrolló
vitud. E n total, la flota otomana perdió 200 galeras, con toda su ar- en varias etapas. E n primer lugar, durante el siglo xv aumentó no- 1
tillería y pertrechos, y unos 30.000 hombres. Además de esto, la
derrota del Imperio hizo estallar varias rebeliones en Grecia y Al-
tablemente el tamaño de los barcos mercantes de muchos puertos
franceses, ingleses. portugueses y hanseáticos, sin que esto impli-
1
bania que, durante un tiempo, parecieron anticipar el final del do-
minio otomano sobre la península. Fue considerada como una de
case un aumento correspondiente de su tripulación, debido a las
mejoras introducidas en su velamen y en su forma. Se descubrió
1
las batallas decisivas del siglo.17
A pesar de todo, y para horror de los vencedores, los turcos
después que los barcos provistos de ballestas o armas de fuego po-
dían ser defendidos por menos hombres. Sólo quedaba un paso 1
1
habían reemplazado todas sus pérdidas en siete meses y pudieron que dar para montar cañones más pesados en los navíos mayores.
enviar hacia Occidente una gran flota de guerra. Existían muchos Estos eran al principio cañones de retrocarga, de hierro colado, re-
constructores de barcos en el Mediterráneo, que tenían buena ex- lativamente pequeños, aptos sólo para disparar un proyectil de 4
periencia en la construcción de galeras, disponían de los astilleros libras: se vio que bastaban unos pocos de éstos para mantener ale-
necesarios y, probablemente, tenían también a mano depósitos de jados a los asaltantes y, como se podían tener preparadas de ante-
materias primas. Además podían existir algunas galeras en reserva mano las cargas para disparos sucesivos, enseguida se advirtió que
en los arsenales imperiales de Sinop y E s t a m b u l . ~ ~ nuevas
as ga- hasta una pequeña tripulación podía sostener un fuego bastante
leras, sin embargo, fueron construidas en su mayor parte en los as- rápido con varios cañones a la vez, montados éstos ya en los enor-
tilleros del Sultán, donde se inició un vasto programa de fabrica- mes «castillos» de proa y popa, ya a lo largo de la cubierta princi-
ción e n cuanto se conoció el resultado de Lepanto, e incluso
resultó posible copiar el «arma secreta» de los venecianos, pues
para abril de 1572 estaban listas para entrar en servicio 200 galeras
pal. Hacia 1500 se produjeron dos importantes innovaciones que
llegaron a transformar la naturaleza de la guerra naval. E n primer
lugar, a los cañones d e retrocarga de hierro colado se unieron di-
~
y 5 galeazas.lTue más difícil hallar los tripulantes; cada galera re- versos tipos de artillería de avancarga d e bronce. Aunque la carga
quería una dotación de unos 150 remeros y cada galeaza 250, pero por la boca era más lenta y dificultosa, en especial a bordo d e un
se habían perdido tantos hombres en Lepanto que incluso el Impe- barco, esto se compensaba más que de sobra por la mayor robus-
LA VICTORIA EN EL MAR

d e Brest, en Bretaña, y extendiéndose enseguida por toda la Euro-


oa atlántica. se abrieron troneras abisagradas
" en los costados de
los navíos, para permitir emplazar artillería en toda su longitud y a
varios niveles (lámina 23j.22
Se tardó algún tiempo en percibir todas las consecuencias de
estas innovaciones. Así, por e,jemplo el Henry Grace a Dieu, de

i
1.000 toneladas, uno de los varios navíos construidos o adquiridos
por Enrique VI11 d e Inglaterra después de 1509, para rivalizar con
los construidos por los reyes de Francia y Escocia, armaba 43 ca-
ñones pesados y 141 ligeros, con un peso total de más de 100 tone-
ladas (el mayor de ellos, una bombarda de 300 mm, tenía casi 6 m
d e longitud). Pero, como muestran las ilustraciones contemporá-
neas, muchas de estas armas se utilizaban todavía desde los casti-
llos, para tirar hacia abajo contra los posibles abordadores, y no
para tirar cerca de la línea de flotación y hundir los barcos. El
Grent Harrv. como la auinauerreme veneciana. era demasiado
i , L L

poco manejable para resultar eficaz y, aunque pe;maneció en ser-


vicio hasta 1553 (en que fue destruido por el fuego), tuvo que su-
frir una reconstrucción para «aligerarlo» en 1540. El Mary Rose,
otro inmaneiable buaue de 600 toneladas v 78 cañones. botado en
1511, quedóJde repente con la quilla al aiie y se hundió con todos
sus tripulantes en 1545, cuando navegaba para impedir a una flota
francesa de invasión la ocupación de la isla de Wight.23 LO ocurri-
23. El Mary Rose Iiacin 1545. dibu,jado en un catilogo ilustrado de la marina de d o a la nave escocesa Great Michnel n o fue mucho mejor: aunque
Enrique VIII, conocido como el Anthonv Anthony Roll. El gran número de cañones, construida en 1511, por deseo expreso del rey, resultó que era de
emplazados tanto en los <~castillos»como en las cubiertas inferiores, muestra que la
importancia de los cañones en el mar había sido plenamente aprcciada en Inglaterra
funcionamiento demasiado costoso, pues quizás una mitad de to-
en esta época. No ocurrió lo mismo. por desgracia. con la importancia de mantcner dos los ingresos anuales de Jacobo IV se consumieron en su cons-
L.

cerradas las troneras inferiores con mar revuelta, pues cuando el Morv Rose descen- trucción y un 10 por 100 de su presupuesto anual se dedicaba a los
día por el Solent, para impedir una invasión francesa d e la isla de Wight, se escoró, sueldos de su tripulación. S e vendió a Francia en 1514 y allí, con el
se anegó y se hundió. (Cambridge, Magdalene College, Pepys Library. MS. 2.991.) nombre de Grand N e f íilEcosse, permaneció en el puerto d e Brest
hasta que se pudriÓ.24
Cuando Enrique VI11 emprendió su siguiente etapa de gastos
tez obtenida al fundir el cañón en una sola pieza; con los cañones d e defensa en Inglaterra. tras 1538, con las ganancias obtenidas
de retrocarga ocurría a menudo que una carga de más de 4 libras por la disolución de los monasterios, adquirió o construyó buques
reventaba el tubo o bien hacía saltar la recámara, pero un cañón algo menores, con menor superestructura («castillos» más peque-
de avancarga podía disparar una bala de 60 libras de peso o más ños) y con más cañones en medio del barco. Hacia 1547, el año de
(p. 124). Este era el cañón que podía perforar y atravesar el made- su muerte, la Roya1 Navy estaba constituida por 53 navíos bien ar-
ramen de un barco. Pero la nueva artillería era demasiado pesada mados, con un desplazamiento total d e unas 10.000 toneladas, lo
para ser montada con seguridad en los castillos o sobre la cubierta que no se superaría en más de un siglo. Pero era una Armada que
principal: había que instalarla más abajo. Fue así como ocurrió Inglaterra no se podía permitir. Casi en ese mismo momento, sin el
que, por vez primera (según la tradición) hacia 1500 en el puerto «regalo» de los ingresos por la secularización y venta de las tierras
- PARKER
130 1.A KEVOLUCIÓNMILITL LA VICTORIA EN E L MAR

tlc Iri Iglesia, empezó a declinar: hacia 1555 la flota sólo tenía 35
hnrcos, y los grandes navíos de 400 y más toneladas se habían re-
ducido de doce a tres.25 Pero entonces tuvo lugar una de las gran-
des ironías de la historia. Felipe de España, rey consorte de Ingla-
terra, se presentó en septiembre de 1555 ante el Consejo privado
para señalar que «la principal defensa de Inglaterra depende de
que la marina esté siempre dispuesta para defender el reino contra
la invasión, de modo que es apropiado no sólo que los barcos sean
aptos para hacerse a la mar, sino que estén disponibles en el
acto».2h De acuerdo con esto, una nueva generación de buques se
añadió a la Roya1 Navy, que en su mayoría intervino en la campa-
ña de 1588 contra el hombre que había pedido su construcción.
Estos buques eran a la vez grandes y resistentes. El Elizabeth
Jonas (cuya construcción se inició en 1558 con el nombre de
Philip, pero luego lo cambió tras la llegada de Isabel a fines de ese
año, y que fue botado en 1559) pesaba 900 toneladas y armaba 64
cañones; permaneció en servicio hasta 1618. El Lion, otro de los
barcos de Felipe y María, botado en 1557, tenía 60 cañones y per-
manecía todavía en servicio en los tiempos de Samuel Pepys, gra-
cias a las reformas hechas en 1582,1609,1640 y 1658. La construc- 24. U n galeón inglés hacia 1575, bosquejado en el libro de notas del carpintero ma-
ción naval prosiguió con rapidez ba,jo Isabel, de modo que el año yor de buques de la reina Isabel, Matthew Baker, muestra las afiladas líneas de los
de la Armada española había tres galeones de 800 o más tonela- nuevos galeones «rápidos» y las compactas cureñas que habían de jugar un papel tan
importante en la derrota de la Armada española. (Pepys Library, MS. 2.820.)
das, y once de 500 o más.27 No es cierto afirmar, como algunos es-
tudiosos lo han hecho, que las batallas libradas en el Canal de la
Mancha en 1588 vieran a una flota articulada de modernos barcos
de guerra enfrentada a un conjunto fortuito de fósiles navales. rasen sin su autorización. Esto requería unos barcos muy adapta-
Todo lo contrario: tanto el buque más viejo como el más volumi- bles, y pasaron bastantes años hasta que las pequeñas «carabelas»
noso eran ingleses, mientras que los navíos de guerra más moder- de Colón y Vasco de Gama dieron paso a los barcos de guerra con
nos eran los escuadrones de galeones portugueses y castellanos aptitudes oceánicas, hechos a propósito, denominados «galeones».
que, en tiempos normales, vigilaban con éxito un imperio en el Tanto su forma (con su proa en pico, sus ba,jas líneas y su poco ca-
que nunca se ponía el ~01.28 lado) como su mismo nombre reflejaban el hecho de que los nue-
Esto se debía a que los problemas de estrategia naval que de- vos buques debían mucho a las galeras (lámina 24). Hacia el dece-
bían resolver en el siglo XVI las potencias ibéricas eran completa- nio de 1520, cuando por vez primera se les encuentra en Portugal,
mente diferentes de los que afrontaba Inglaterra. Los países ribe- España e Italia, el modelo ordinario sólo pesaba 250 toneladas
reños del Mar del Norte y del Canal de la Mancha, con abun- (casi lo mismo que una galera grande) y sólo después de 1550 co-
dantes puertos de gran calado y donde el teatro de operaciones mienza a crecer su desplazamiento hasta que, en el decenio de
era relativamente pequeño, podían utilizar sus enormes y torpes 1580, los galeones ibéricos de 400 a 500 toneladas eran lo habitual.
barcos artillados para la defensa. Pero Portugal y España necesi- Sin embargo, en las batallas contra la Armada isabelina, en julio y
taban navíos capaces de llegar a océanos distantes, atravesan- agosto de 1588, estos barcos especializados fueron un fracaso total,
do mares de peligrosidad sin precedentes, tanto para comerciar pues aunque en su mayoría pudieron regresar a España (lo que no
como para destruir los buques de cualquier otra potencia que ope- ocurrió con muchos otros buques de la Armada), fueron, al pare-
ÓN MILITAR
LA VICTORIA EN EL MAR 13
cer, pocos o nulos los daños que llegaron a infligir a sus enemi- arriar velas», de modo que «esta guerra pueda llevarse a cabo con
gos.29 mayor seguridad y ... resulten menos pérdidas para la gente de sus
Como es natural, existen muchas explicaciones a la derrota d e barcos». La siguiente flota, enviada en 1502 a las órdenes de Vasco
la Armada española. E n primer lugar, los españoles actuaban lejos de Gama, derrotó a una gran flota musulmana en batalla abierta a
de sus bases, en aguas desconocidas, mientras que los ingleses po- la altura de la costa de Malabar, debido a que navegaron «el uno a
dían en todo momento adquirir recambios y refuerzos en las inme- la popa del otro, en una línea», haciendo rápido fuego de artillería,
diatas cercanías, y combatían en el ámbito para el que sus barcos porque los artilleros «se daban tanta prisa en recargar sus cañones
habían sido proyectados. E n segundo lugar, aunque los barcos in- que lo hacían con los sacos de pólvora que habían preparado para
gleses pudieran ser viejos, estaban en buen estado de conserva- esto, hechos a la medida para que pudieran cargar otra vez muy
ción. Según el Navy Board (quizá excesivamente «patriotero»), no deprisa». Este procedimiento se utilizaba todavía en 1557, porque
«hubo ninguno de ellos en el que se supiera lo que era una vía de cuando el pirata inglés William Towerson y sus compinches encon-
agua». Además de esto, para 1588, dos tercios de los buques de traron un escuadrón portugués a la altura de Guinea, éste apresu-
guerra de la reina habían sido construidos o reformados, convir- radamente adoptó la formación de hilera de frente y con repetidas
tiéndolos en «galeones» (con líneas más esbeltas, más velamen y andanadas puso en fuga a los intrusos.32
menos tripulación), por lo que podían navegar con más rapidez y Pero eso no era, de ningún modo, lo que la flota de Felipe 11
llevar más cañones. Los 34 barcos de la Royal Navy. con un des- hacía en 1588. Los ocho barcos de la Armada cuyos restos se han
plazamiento total de 12.000 toneladas y una tripulación d e 6.225 investigado recientemente bajo el agua, y que fueron de los que
hombres, montaban 678 cañones. En la opinión de la mayor parte más intensamente se empeñaron en combate de toda la expedi-
de los contemporáneos, lo que dio superioridad a Inglaterra fue la ción, terminaron, sin duda alguna, sus desesperados combates en
doble ventaja de su mayor velocidad y mayor potencia de fuego. el Canal disponiendo todavía de considerables reservas d e proyec-
Según sir Arthur Gorgas, testigo presencial, los buques de la reina tiles, pues en todos los yacimientos explorados se han hallado
pudieron zigzaguear entre la flota española «descargando nuestras grandes cantidades de balas de hierro de 9 libras o mayores. Del
dobles andanadas de artillería por cada una d e ellos, porque
. .
noso- mismo modo, la documentación administrativa relativa a los bar-
tros teníamos una artillería tan buena e importante como la de cos que pudieron regresar a España hacía notar, por lo general, la
ellos, pero de mejores resultados». Un coronel español hecho pri- devolución, sin novedad, de grandes cantidades de pólvora y pro-
sionero, Diego Pimentel. estaba de acuerdo; ante sus interrogado- yectiles a los depósitos navales. Esta extraña circunstancia resulta
res holandeses admitió su sorpresa y la capacidad de los barcos in- explicada por otras anotaciones de las mismas fuentes, donde se
gleses «para poder virar cuatro o cinco veces en el tiempo que registraron todas las ocasiones en que cada cañón había disparado.
nosotros empleábamos e n una virada», por lo que aquéllos habían en la mayoría de los buques fletados, durante toda la campaña. De
podido aproximarse a los españoles y disparar sus cañones con el ese modo, se registraba que el Trinidad de Escala, de 22 cañones,
máximo efecto y con una cadencia más elevada.30 había disparado un total de 35 proyectiles el 2 de agosto (1,6 dis-
Muchos modernos especialistas han apoyado plenamente esta paros por pieza), 21 el 4 de agosto (0,96 disparos por pieza) y 38
explicación de la derrota española,31 y sin embargo no se ajusta de durante el desesperado combate de Gravelinas del 8 de agosto (1,7
ningún modo a la totalidad de la evidencia. E n primer lugar. los disparos por pieza). El Santa Bárbara, de 20 cañones, disparó 22
galeones portugueses y castellanos estaban ya familiarizados d e proyectiles el 31 de julio (1,l disparos por pieza). 28 el 1 d e agosto
antiguo con la táctica del cañoneo a gran distancia, y la habían uti- (1.4 disparos por pieza) y 47 el 2 de agosto (2,35 disparos por pie-
lizado a menudo con éxito. Así, por ejemplo, en las Instrucciones za). Por último, durante todo el período de la lucha, el andaluz
dictadas en 1500 por el rey Manuel de Portugal a Pedro Alvares San Francisco había disparado 242 proyectiles con sus 21 cañones,
Cabra1 para su viaje a la India, se especificaba que si se encontraba y sus dos piezas más pesadas, cañones enteros, habían disparado
con barcos musulmanes «no deberá acercarse a ellos si puede evi- respectivamente 10 y 12 balas, apenas una cada día. Estas cifras, y
tarlo, sino que habrá de obligarlos, solamente con su artillería, a otras numerosas y coincidentes, en nada se aproximan a los 50 dis-
134 LA R!ZVULUCIUNMILI I A R LA V I L I U K I A El\ E .L- MAR 1:

paros con que inicialmente se había dotado a cada pieza, aunque


sirven para explicar por qué la Armada fue incapaz de hacer efec-
to sobre la flota inglesa.3"
Entonces, ¿qué es lo que fue mal en las andanadas españolas
en el Canal? Según las instrucciones del Capitán General del Mar
Océano, duque de Medina Sidonia, todos los cañones se mante-
nían siempre cargados, de modo que cuando se iba a entablar
combate se disponía de una descarga inmediatamente utilizable.
Para el primer disparo sólo era necesario un sirviente provisto de
botafuego encendido junto a cada pieza. Así era exactamente
cómo acostumbraban las galeras a disparar su primera andanada a
corta distancia, justo antes de embestir con el espolón a su enemi-
go; en estas circunstancias no era posible ni necesario proceder a
una inmediata recarga, y por tanto no existía método alguno para
esto en la instrucción de combate. En el Canal, sin embargo, los
ingleses, de forma poco caballeresca, no se dejaban embestir ni
abordar. Es indudable que cuando esto resultó evidente se hicie-
ron esfuerzos para seguir utilizando algunos de los cañones des-
pués del primer disparo, lo que no hubiera presentado dificultades
con los cañones ligeros de retrocarga de corto alcance. Por el con- 25. Una citrefin inglesa kncin 1540. El «arma secreta» de Inglaterra en la guerra na-
trario, los grandes cañones de avancarga sólo podían ser recarga- val contra España no era nueva en 1588. Entre los restos del Mary Rose. recuperados
dos en el mar por dos procedimientos: o bien se movían hacia el en 1981, se hallaron inconfundibles partes de una cureña junto a uno de los grandes
interior del barco y ahí se efectuaban las operaciones necesarias, o cañones. Se reconstruyó una copia moderna que demostraba la continuidad de las
formas entre el modelo de la época enriqueña (de 1540. o quizás anterior) y el del
bien se dejaban en posición y se cargaban desde fuera de la borda. tiempo de Matthew Baker (lámina 24) y posterior.
Hay pruebas, tanto de los archivos como arqueológicas, que mues-
tran claramente cómo casi todos los cañones pesados a bordo de la
Armada española estaban montados sobre grandes cureñas de dos
ruedas, cuyas gualderas eran tan largas que sólo con gran dificul- tes, porque al menos durante medio siglo habían utilizado unas cu-
tad hubieran podido hacerse retroceder para su recarga. Algunas reñas compactas de cuatro ruedas. El malaventurado Mnry Rose
cureñas eran tan grandes como la longitud de la cubierta sobre la las tenía cuando sc hundió en 1545 (lámina 25); también las po-
que se hallaban. Por otra parte, como la recarga fuera de la borda seía el escuadrón enviado a expulsar a los invasores italianos de
requería que el cargador montase a horcajadas sobre el tubo ca- Smerwick en 1580 (lámina 26); y los galeones rápidos proyectados
liente por fuera del barco y efectuase todas las operaciones de lim- en el decenio de 1570 también las utilizaban (lámina 24). Está pro-
pieza y recarga en esta posición, expuesta y difícil (y posiblemente bado que proporcionaron una ventaja decisiva. Sir Henry Mainwa-
bajo el fuego enemigo), parece poco probable que esto se realizase ring, en su Seaman's dictionary, de cerca de 1623, no expresaba du-
con algún éxito. Todas las pruebas existentes parecen indicar que das al respecto: «La forma de esas cureñas que usamos en el mar
muy pocos de los cañones grandes de la Armada fueron capaces es mucho mejor que las de tierra -escribía-. Pero los venecianos
de efectuar un cañoneo continuo a corta distancia contra sus ene- y los españoles y algunos otros usan las otras en sus buques». La
migos, aunque esta era la única forma en que podrían haber logra- forma de las cureñas inglesas permitía a las bocas de fuego sobre-
do la victoria.34 salir mucho más por las troneras, de modo que ya no quedaban las
Los ingleses, por el contrario, no sufrieron estos inconvenien- incómodas gualderas o las anchas ruedas entorpeciendo los costa-
IVOLUCIÓN MILITAR LA VICTORIA EN EL MAR 137

a
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2s- .S
8 2 O:o
e e a.2
2.2
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ffi-az
dos y la parte trasera de cada pieza. Los sirvientes de éstas tenían
espacio suficiente para hacerlas retroceder con poleas después de
cada disparo, y recargarlas en el interior antes de volverlas a po-
a o .- C
O"" c
n> .-
ner en batería para el siguiente disparo (lámina 27). Gracias a la
2 25;; cureña era mucho más fácil y más preciso efectuar la puntería en
U m C m v i
S g u a zo 3
dirección de las piezas durante el combate. De este modo se po-
o 5- 04-
dían disparar andanadas consecutivas durante un combate, cuyo
.-o 2 8 alcance dependía de las superiores cualidades marineras de los
S
ü z' ~- ca - o barcos ingIe~es.3~
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Es habitual considerar que la campaña de 1588 produjo un
revolución táctica que convirtió a la hilera de frente y al cañonec
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E$ lejano en procedimientos normales del combate naval europec


Pero no fue así. Para empezar, ambas tácticas habían sido utiliza
,,;Sr:
ffi das casi un siglo antes en el océano Indico, y las I~zstruccionesdi
g.:g&$
25323 Cabral en 1500 (pp. 132-133) eran tan precisas que estaba clarc
que ni siquiera entonces eran nuevas. En segundo lugar, las ense
.-;;jgww
vi
e .m ,
>Cc
vi ñanzas de la victoria inglesa penetraron lentamente en Europa.
Así, por ejemplo, en 1592, en el texto del italiano Eugenio Genti-
lini, El perfecto bombardero, todavía se propugnaba que «tocar al
enemigo con la artillería desde gran distancia no puede ser la fina-
lidad de una marina: el objetivo principal es la embestida y e
abordaje». Ni siquiera en Inglaterra se produ.jo un cambio inme
diato en la forma de los barcos de guerra. Los galeones «rápidos
no habían sido bien recibidos en todas partes, y algunos miembro
del Navy Board habían objetado que la supresión de los castillo
de proa y popa hacía que <<losmajestuosos buques de la Reina
pareciesen mercantes, con un profundo sentido conservador q u ~
ayuda a comprender por qué algunos de los grandes navíos de
1588 estaban todavía en servicio 20, 30 e incluso 90 años después.
Hay que reconocer que las enseñanzas de la campaña de la Arma-
da no se perdieron del todo; por ejemplo, los comisarios del Nav
Board advertían en 1618 que
La experiencia muestra cómo los combates navales de estoc
días raras veces llevan al abordaje ... sino que se ejecutan princi
palmente con la gran artillería que derriba mástiles [y] vergas,
desgarra, escora y anega los buques, por lo que la gran ventaja d
la marina de Su Majestad debe conservarse cuidadosamente, asig-
nando a cada buque tanta cantidad de armas de artillería como
pueda s0portar.3~
138 LA RE V U L U L I Ó NMILJTAK
LA V I L 1 UKIA k N b L MAR 1 JY

c o z 0 Hay pocas pruebas de que este consejo fuese atendido. Por el con-
-orn"CB
m O m 3
'2 ,M ;:.O trario, las hazañas de la marina jacobita resultaron desastrosas, en
.gz a gran parte debido a que sus navíos principales resultaron poco m;
.e aE' \o'$;
vi
nejables fuera de los mares internos. De este modo perspicz
2 . ~ G3 (pero amargo) lo comentaba el jefe de la expedición contra Cád
m,
3
c
a'm
a de 1625, lord Wimbledon: «Encuentro que los grandes barcos (es-
Z-o'
%+ 0 O pecialmente los viejos) que están tan sobrecargados con artillería
m C'Z
k Z . 2 a' no sirven para una guerra ofensiva, sino que son más aptos para
% C E &
&, E ' i i E [una guerra] defensiva en aguas propias*. Su buque insignia, el
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2q m Anne Royal (que, al igual que el Ark Royal, también había sido el
2 - 0-o E buque insignia inglés en 1588), daba cbandazos y tomaba los ma-
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e c res españoles» tan mal que hubo que poner «mucha artillería en la
gz 2 4 bodega ... Por lo que todos nosotros tenemos la opinión de que los
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barcos ... menores y construidos más resistentemente, sin adornos,
z.2 g son más apropiados para estos viajew.37 Pero una vez más el go-
m s.$ bierno no escuchaba. Las flotas enviadas en auxilio de La Roche-
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azrn Ile, en 1627 y 1628, no estaban capacitadas para su misión, y la flo-
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ta del Ship Money de Carlos 1, que inicialmente se había pensado
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* 5%: construir con subvenciones españolas a fin de mantener el Canal
W h h C abierto a la navegación de este país, también incluía viejos barcos
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0-0 de guerra tan pesados que eran inútiles para el servicio en otra
&1c o 0 parte. El Sovereigr? of tlze Seas, de 1.500 toneladas, botado como
m 2 :% buque insignia de los Estuardo en 1637, era todavía menos manio-
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brero que los galeones de la Armada, y hubo que reducir el núme-
,og-o'g ro de sus 104 cañones (que pesaban más de 153 toneladas).38
ca'3 Fueron, de hecho, los holandeses, y no los ingleses, los que pri-
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." 2,; G mero crearon una flota de alta mar capaz de actuar a gran distan-
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cia. En su guerra contra España, las tres misiones principales de la
- U u a o marina holandesa fueron la protección de la flota mercante en el
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mar, el bloqueo de los puertos de los Países Bajos meridionales
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(sobre todo, Dunkerque) desde los que actuaban los corsarios ene-
migos, y la interceptación de las flotas de barcos de guerra y de
LEg >z transporte de tropas que los españoles enviaban periódicamente al
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mar del Norte." Eran misiones difíciles, porque las dos primeras
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exigían barcos rápidos y de poco calado, capaces de permanecer
en estación durante varios meses seguidos, mientras que la tercera
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requería cañones potentes y gran fortaleza. Poco después de 1600
se construyeron en Hoorn (Holanda del Norte) 8 nuevos navíos de
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$2 300 toneladas, de gran eslora en relación con la manga, y de baja
obra muerta pero, a pesar de esto, de poco calado. Se les empezó a
$833'$ llamar «fragatas» y enseguida se convirtieron en el núcleo princi-
1-10 L A KEVOLUCIÓNMILITAR .A VICTOF MAR 14

m a m-
pal de la flota. En 1621 tenía la marina holandesa 9 navíos de 50(
k O o más toneladas, pero en 1629 estaban ya fuera de servicio. La fra
gata de 300 toneladas y 40 cañones pasó a ser el barco de guerra
normal de los holandeses. Sólo unos pocos tenían más cañones,
como el Aemilia (construido en 1632 con 56 cañones), buque in-
signia del escuadrón de Holanda. Con estos navíos. rápidos y bien
I armados, ayudados por brulotes, destriiyeron los holandeses, en
I octubre de 1639, una flota española mucho más numerosa en la
rada de los Downs, a la altura de la costa de Kent.40
Fue también aquí donde, al parecer, se efectuó por vez prime-
ra en aguas europeas el ataque en hilera de frente (lámina 28). El
almirante holandés. Marteen Harpertszoon Tromp. condujo su es-
cuadrón entre los españoles (a pesar de la presencia de la flota de
1 Carlos 1, que intentaba mantener separados a los combatientes) y
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Z&T hundió 40 de sus 53 buques. Era una innovación que los vecinos de
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n Holanda no podían permitirse ignorar. Pero antes de poder lograr
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~ 11.- - * c g- nada. las guerras civiles causaron un paréntesis de 7 años en la
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>- construcción inglesa de barcos de guerra. Sin embargo, los navíos
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\O 2 2- 2 m construidos posteriormente eran sorprendentemente distintos a
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m m a The Sovereign o f the Seas y otros parecidos; mientras que la mayo-
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m o ría de los galeones de Isabel se habían construido con una propor-
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barcos, cuyas quillas se pusieron en 1646-1647, eran de 3,5:1.41 Se
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trataba de verdaderas fragatas. Durante 1649, el gobierno republi-
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cano ordenó la construcción de no menos de 77 navíos del nuevo
u mm 2 tipo, y en 16.51 felicitó a los constructores navales de Inglaterra
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L «por su éxito en el proyecto y la construcción de fragatas».42
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La flota de la República. que poseía 157 barcos de guerra, re-
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s2 Q - U." cibió la orden expresa de adoptar en combate la formación en hi-
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lera de frente, del gusto holandés. Las Instrirctions .for the hetter
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2 m m s Monck y Deane el 29 de marzo de 1653. eran muy específicas:
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En cuanto vean al general trabar combate ... entonces cada es-
cuadrón se aprovechará en todo lo posible para empeñarse con el
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enemigo próximo a él: y en el anterior orden los barcos de cada
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La República estaba ya en guerra con los holandeses, y habían te-
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nido lugar varios combates en gran escala. en los que las flotas
A VICTOR MAR

empeñadas se habían cañoneado recíprocamente en hileras para- porque eran más robustos que las fragatas, resistían las sacudidas
lelas (de forma muy parecida a como habían combatido las fuer- de sus propios cañones y los disparos de los cañones enemigos me-
zas terrestres durante el anterior medio siglo). Con el tiempo, los jor que las fragatas, y eran sólidos, como un castillo en el mar, y de
holandeses fueron derrotados, o como afirmaba un escueto men- abordaje más difícil que las fragatas, por estar construidos con más
saje de Oliver Cromwell a uno de sus enviados: «Han apelado al alto bordo.
juicio de los cielos. El Señor se ha declarado en contra suya».4"
De modo que en la primavera de 1645, tras haber firmado la paz Tenía razón. A partir de 1659, cuando empezó a tenerse por inevi-
con los holandeses, Inglaterra poseía «160 velas de valientes na- table una nueva guerra anglo-holandesa, ambos bandos reinicia-
víos, bien equipados, ágiles en el mar, y unas abundantes fuerzas ron la construcción de buques mayores. Donde Tromp había teni-
terrestres, todo lo cual requiere o su reducción y abandono, o su do a sus órdenes sólo dos barcos de guerra armados con más de 40
empleo en algún proyecto ventajoso». Tras alguna discusión, el cañones, en la batalla de Terheyden en 1653, De Ruyter mandaba
gobierno optó por lo último. Antes de concluir el año, con ayuda 62 veinte años después; y donde Blake había mandado 18 navíos
de los capitales proporcionados por los comerciantes londinenses, de ese tipo, sus sucesores dispusieron de 72 en 1672 y de un cente-
se envió a las Indias Occidentales una flota de 38 barcos para la- nar en 1689. La potencia de fuego total de estas flotas era impo-
brar y defender un imperio británico en el Caribe; después, en nente; en la batalla de Kijkduin, en 1673, los navíos de línea holan-
1656, tras haber declarado la guerra a España, se mantuvieron en deses armaban 4.233 cañones, mientras que la flota cristiana en
el Mediterráneo y en las aguas españolas otros 40 a 50 barcos de I Lepanto sólo había tenido 1.815, y la Armada española, 2.431.46
guerra, además de unos 50 que protegían permanentemente las Los franceses, sin embargo, siguieron otro camino. Aunque al-
costas inglesas.44 gunos de los buques construidos en el decenio de 1660, como parte
Había aquí, pues, una flota de alta mar capaz de operar a gran del programa de Luis XIV de «fortaleza flotante», eran navíos de
distancia de forma permanente, al modo de una fuerza oceánica: tres puentes y 100 cañones, en su mayoría eran esbeltos barcos de
se puede discutir si fue la primera en la historia de Europa. Parte , dos puentes y 74 cañones. En el decenio de 1680, la flota de guerra
I
del mérito hay que atribuirlo, sin duda alguna, a la excelente admi- francesa, constituida por 221 barcos (incluyendo 93 navíos de lí-
nistración naval de la República, que mantuvo a la flota bien abas- nea), era capaz, desde sus bases en Dunkerque, Brest y Rochefort,
tecida en hombres, municiones y pertrechos, tanto en la guerra de desafiar a las marinas inglesa y holandesa.47 Pudo haber sido in-
como en la paz; otra parte se debió también a los buenos recursos capaz de impedir que Guillermo 111 invadiese Inglaterra en 1688,
financieros de la marina republicana, que atrajo capitales tributa- pero mantuvo el dominio del mar el año siguiente, permitiendo a
rios y comerciales en una escala sin precedentes; y parte se debió a Jacobo 11 desembarcar en Irlanda con un ejército, y el 1 de julio de
la presencia en la flota de artilleros y soldados que habían acumu- 1690 derrotó a la principal flota anglo-holandesa a la altura de
lado años de experiencia de combate en las guerras civiles. Pero Beachy Head. Pero ninguna de estas victorias resultó decisiva,
ninguno de estos factores por sí solo hubiera permitido a la marina porque Jacobo y sus seguidores fueron derrotados en Boyne, el 12
mantener permanentemente sus posiciones en las Indias Occiden- de julio de 1690, y los ingleses, incluso después de Beachy Head,
tales y el Mediterráneo; el factor crítico fue la transformación de seguían poseyendo un formidable poder naval. El almirante derro-
los barcos, porque sólo las fragatas podían operar con eficacia du- tado, lord Torrington. señalaba: «Muchos temían que los franceses
rante largo tiempo a gran distancia.4" invadirían, pero yo siempre tuve otra opinión ... porque he dicho
Sin embargo, no todos los expertos navales estaban conven- que, mientras tengamos una flota en existencia, no se atreverán a
cidos de que había que abandonar «los antiguos buques ingleses intentarlo».48
de categoría s;iperior» (es decir, los de 90 a 100 cañones). En 1656, Una «flota en existencia»; esta era probablemente la clave del
por ejemplo, el almirante sir George Ayscue sostenía que los bar- estancamiento naval en las aguas europeas septentrionales. Con
cos de primera categoría pronto volverían por sus fueros otra vez, flotas de combate de 100 barcos, ni siquiera las acciones prolonga-
I das lograban destruir suficientemente la fuerza del enemigo, ya
MAR

que (como observaba con desconsuelo en 1690 otro almirante de- Pero, como es natural, no eran los primeros barcos que navegabar
rrotado, sir Clowdesly Shovell) «en el mar, si las flotas son casi por aquellos lejanos mares. En América, por ejemplo, el poder na.
iguales, tiene que haber un gran éxito para lograr una gran victo- val había sido conquistado por los occidentales desde los días de
ria; porque para cuando uno es derrotado, el otro generalmente Colón, pues los pueblos amerindios parecían carecer de cualquiei
está agotado». Ni siquiera la derrota francesa en La Hogue, en tipo especializado de barco de guerra propio, en el Caribe o en lo!
1692, fue decisiva, pues si es cierto que la Armada de Luis XIV mares interiores. Cuando en 1521 Cortés y sus tropas encontraror
'permaneció en el puerto tras la batalla, fue así sólo porque sus mi- en el lago Texcoco las canoas armadas, les bastó construir por su
nistros, encabezados por el astuto Vauban, le convencieron de que cuenta unas embarcaciones mayores, que denominaron berganti-
podriñ economizar valiosos recursos si salvaba la flota guardándo- I nes y equiparon con armas de fuego. En unas pocas horas eran los
la en reserva. Por el contrario, se fortificaron sólidamente algunas l
dueños del lago, y con él de la perla del lago, la capital Tenochti-
bases navales y se convirtieron en eficaces bases para los corsarios. I tlán. Fue más difícil, sin embargo, proteger los tesoros de este im-
Para la guerre de course eran ideales las fragatas rápidas armadas perio contra las otras naciones europeas. Durante gran parte del
con cañones de 32 libras, de modo que Francia puso en ellas toda siglo xvr fue necesaria una flotilla de galeones para dar escolta a
su confianza, y no sin éxito, pues entre 1689 y 1697 los franceses se los convoyes de barcos mercantes que iban y venían entre España
apoderaron de 4.000 barcos enemigos. Además, con sus barcos de y el Caribe, pero para expulsar a los colonos franceses de Florida.
guerra, potentes pero móviles, podían patrullar y proteger las 1í- en 1565-1566, fue necesario organizar una importante expedición
neas marítimas de navegación a sus colonias de América y Asia de barcos de guerra desde España. Los continuados actos de pira-
con más eficacia que sus enemigos, porque las fragatas, como ha- tería de Francis Drake en las aguas americanas, en los decenios de
bían descubierto los almirantes de Cromwell, podían navegar has- 1570 y 1580, hicieron aparecer una amenaza que desbordaba la ca-
ta destinos más alejados que el alcance de los navíos de línea.4') pacidad de resistencia de las fuerzas presentes." El duque de Me-
Poco a poco, este mismo principio estratégico fue empezando dina Sidonia, que tenía la misión general de proteger el comercio
a ser comprendido por las otras potencias navales europeas; en con las Indias, informaba el 25 de octubre de 1586 a Felipe 11 que,
cuanto los franceses abandonaron las operaciones de la flota en fa- en su opinión, la agresión isabelina en ultramar sería contrarresta-
vor de las incursiones contra el comercio, disminuyó la necesidad da con menor coste y mayor eficacia si se organizaba un gran ata-
que sus enemigos sentían de navíos de línea, a la vez que crecía su que naval contra Inglaterra. la base de los piratas, y no mejorando
propia necesidad de fragatas. De este modo, aunque entre 1660 y las defensas de todo el Caribe.52 No era la intención del duque,
1688 se construyeron 24 navíos ingleses de línea de 90 y más caño- como es natural, ser él encargado en persona de conducir ese ata-
nes, sólo 3 más fueron botados hasta 1697. No obstante, la marina que, si su consejo era aceptado; pero su percepción estratégica era
creció durante estos años desde 173 barcos (con 6.930 cañones) indudablemente correcta, y después de la campaña de la Armada,
hasta 323 barcos (con 9.912 cañones).so como el duque había previsto, ningún esfuerzo dirigido a fortale-
cer las flotas y las fortalezas de la América española bastó para re-
chazar a los intrusos.
La campaña de la Armada tuvo también consecuencias impor-
tantes para la defensa de los imperios ibéricos en Oriente. Por un
La violenta y prolongada rivalidad naval de los Estados euro- lado, la propia campaña absorbió los recursos previstos para la ex-
peos del Atlántico, durante el siglo siguiente a 1588, había hecho pansión; hubo que suspender un ataque contra Acheh y un plan
surgir las flotas de guerra capaces, tanto por el número de sus bar- para construir un fuerte en Mombasa, alegando que era necesario
cos como por el tipo de éstos, de perseguir objetivos estratégicos concentrar todos los esfuerzos de Felipe 11 en la campaña contra
lejos de la metrópoli. Los nuevos navíos de línea eran hacia 1688 1nglaterra.sVor otra parte, habiendo logrado posponer la ofensi-
aptos para operar en el Caribe, en el océano Indico y en el Pacífi- va, la llegada al océano Indico de los primeros barcos holandeses e
co, a fin de lograr tanto la superioridad táctica como la estratégica. ingleses. en el decenio de 1590, presentó al Estado da India un
L MAR

problcma nuevo e insoluble. Desde entonces, la correspondencia gueses. En 1508, una flota de seis urcas y seis grandes galeras za
de los virreyes de Goa estuvo dominada por los hechos y las ame- pó de Suez hacia Chaul y, ayudada por algunos barcos de guer
nazas de os enemigos de Europa en aguas asiáticas. gujaratis, procedió a destrozar el escuadrón portugués de esa colu-
La India portuguesa era especialmente vulnerable porque nia. Pero en febrero de 1509 casi todos los barcos portugueses en
esencialmente se trataba más de una red comercial que de una em- aguas de la India (había 19). tripulados por casi todos los europeos
presa territorial, estaba más dedicada a la distribución que a la allí residentes (1.200 hombres) navegaron hasta Diu y hundieron
producción, y más a las relaciones humanas que al control de la la mayor parte de la flota egipcia que allí estaba anclada. Mucho
tierra. El primer gobernador de la India portuguesa, Francisco de menos éxito tuvieron todos los siguientes intentos de los señores
Almeida, sólo gobernaba al principio sobre su flota, e incluso des- otomanos de Egipto para barrer «los barcos de los malhechores
pués de ocupar bases como Goa, Malaca, Diu y Ormuz, el control portugueses» que habían «causado continuamente daños a los bar-
de las vías de navegación era vital para el eficaz funcionamiento cos mercantes [musulmanes] que venían por mar desde la tierra de
del sistema portugués.54 Esta era una tarea fácil hasta la llegada de India». Una flota enviada en 1538 se apoderó de Adén (a la entra-
los holandeses. Vasco de Gama destruyó en 1502 la flota de Cali- da del mar Rojo) pero fue decisivamente derrotada a la altura de
cut con 18 barcos, entre los que ni siquiera el buque insignia tenía Diu; otra se apoderó de Mascate (a la entrada del golfo Pérsico)
más de 16 cañones, y ninguno de ellos era pesado. Veinte años en 1552, pero fue muy maltratada por los europeos y hubo de reti-
después, los 60 barcos y las 6 fortalezas que los portugueses tenían rarse; una tercera flota, en 1559, no consiguió salir del golfo Pérsi-
en el océano Indico y sus inmediaciones no poseían en total más co. Su ataque contra Bahrein fracasó tan estrepitosamente que el
de 1.073 piezas de artillería,ss que ni siquiera en acción eran utili- comandante otomano tuvo que pagar a los portugueses 12.000 se-
zadas con eficacia. Por ejemplo, en un enfrentamiento en 1510 en- rafines para ser transportado en barco, junto con sus hombres, de
tre el buque insignia de 400 toneladas del virrey Alfonso de Albu- regreso a su patria.57
querque y un gran barco mercante de Sumatra, en los estrechos de Pero para esta época, la perturbación producida por la inva-
Malaca, toda la flota portuguesa se aproximó para hundirlo y sión ibérica de las aguas asiáticas había sido parcialmente neutrali-
zada por otros medios. En el oeste, el establecimiento de tres
empezaron a disparar contra él; pero esto no lc produjo ningún grandes Estados islámicos sobre el océano Indico (los imperios de
efecto, y prosiguió navegando ... Los barcos portugueses dispararon los sefavíes, otomanos y mogoles) había hecho aparecer para el
entonces contra sus mástiles ... y arrió velas. Como era muy alto ... decenio de 1550 unos gobiernos capaces de resistir al Estado da
nuestros hombres no se atrevieron a abordarlo y nuestra artillería India. Al mismo tiempo, más al este, los Estados musulmanes de
no le hizo ningún daño, porque tenía cuatro capas de tablazón en Indonesia (es especial el de Acheh) habían aprendido a fabricar
sus costados y nuestros cañones más potentes no perforaban más grandes barcos con armamento suficiente para evitar su fácil cap-
de dos. tura. Hubo violentos combates navales en el decenio de 1560 en el
mar Rojo y en el de 1570 a la altura de Singapur, entre los galeo-
Por último, tras dos días con sus noches de inútil cañoneo, el biza- nes portugueses y los barcos de Acheh, equipados (parcialmente)
rro e ingenioso Albuquerque decidió arrancar los dos timones de con armas y tropas turcas. Es cierto que, por lo general, triunfaron
su enemigo, y sólo entonces éste se rindió.36 los europeos. pero con un coste enorme: en 1562 y 1565 fueron
Una actuación tan intimidatoria como ésta sólo era posible hundidas las carracas de Acheh en el mar Rojo, pero cada una se
porque los juncos de Sumatra, como todos los demás buques origi- llevó a pique con ella un gran navío portugués. Tras esta experien-
narios del océano Indico, no estaban protegidos con cañones. En cia, hubo que autorizar algún comercio directo entre Sumatra y
cuanto los barcos asiáticos empezaron a llevar artillería y a utili- Egipto con barcos musulmanes.58 En esa época, los pequeños bar-
zarla, el dominio portugués de las vías de navegación se encontró cos de guerra con base en Calicut (que en las fuentes portuguesas
seriamente amenazado. Era así como los dueños de Egipto envia- son calificados como los «piratas del Malabar» y en las crónicas
ban a veces una flota desde el mar Rojo para desafiar a los portu- musulmanas como los «luchadores islámicos por la libertad») pu-
LA VICTORIA EN EL MAR 149

sieron en práctica unas tácticas más apropiadas para sus barcos li- cos enviada en 1605 a las órdenes de Cornelius Matelief tenía ins-
geros de pequeño calado: impulsados por remos y velas operaban trucciones más precisas, en las que la destrucción de las posesiones
en «bandadas» y, casi como las galeras mediterráneas, utilizaban portuguesas tenía la máxima prioridad, incluso si implicaba durar
sus cañones axiales contra los barcos mercantes inmovilizados por te algún tiempo desatender al propio comercio de la Compañí;
las calmas.59 En el siglo XVII obtenían tan buenos resultados que el Para finales de 1619, ésta había gastado quizá 1.5 millones de flor
puerto mogol de Surat utilizaba flotillas de Malabar para defen- nes (1,5 millones de libras) en las guerras en Asia (y se había el,-
derse contra los ataques de los portugueses, y en el xviii los «pira- deudado en 6 millones más) con el objeto de establecer fortalezas
tas» llegaron a apoderarse en alta mar de un barco de la Compañía o factorías principales en trece lugares y enviar a Asia 246 bar-
Inglesa de las Indias 0rientales.ho cos.63 Pero el comercio portugués había quedado prácticamente
Se afirma a veces que el imperio portugués se perdió a causa arruinado; entre 1602 y 1619 sólo 79 barcos procedentes de Lisboa,
de su excesiva amplitud, y se critican en especial los esfuerzos por algunos de ellos muy pequeños, alcanzaron su destino en la In-
conquistar territorios en Mozambique y Ceilán después de 1570.61 dia.64 Fueron menos aún los que regresaron, debido en parte a que
Los documentos consultados hacen pensar que estas acciones, que incluso los grandes carracones tenían pocos cañones pesados y
señalaban una clara ruptura con la política seguida por Almeida y «respecto a los artilleros, eran en su mayoría artesanos, zapateros,
Albuquerque, eran más una respuesta a la pérdida del monopolio sastres y otros que, cuando llega el momento, no saben cómo dis-
comercial, conseguido anteriormente en este siglo, que la causa parar un cañÓn~.6~
principal del ocaso comercial. Fue el resurgir del poder naval mu- De cualquier modo, es posible que se exagere la diferencia en-
sulmán lo que llevó a las conquistas territoriales, no al revés. No tre ambos bandos. Los holandeses, después de todo, apenas hicie-
obstante, la ingente aplicación de recursos a Ceilán y Mozambique ron mella en las bases terrestres portuguesas hasta el decenio de
alrededor de 1600 facilitó, sin duda alguna, el auge del poder in- 1640; fracasaron todos sus ataques contra Mozambique, Malaca y
glés y holandés en el océano Índico. Portugal carecía simplemente Goa (a pesar de nueve costosos bloqueos). Incluso después de
de los hombres, barcos y cañones necesarios para ocupar Ceilán, esto, aunque se apoderaron de las bases portuguesas de la costa de
para frenar a los Estados musulmanes y para resistir a sus enemi- Ceilán en el decenio de 1650, no pudieron conquistar el reino inte-
gos europeos, y aunque los comerciantes portugueses de la India rior de Kandy. Sus barcos no eran siempre invencibles: de los 40
urgían al gobierno de Lisboa la suspensión de sus conquistas, el es- barcos holandeses enviados a las Indias Orientales entre 1603 y
tablishment misionero no quería sencillamente abandonar a la he- 1610, nueve se perdieron en combate.66 Los ingleses alcanzaron re-
rejía las almas recientemente convertidas.62 sultados algo mejores; en general, evitaron las bases ibéricas, pero
Por todo eso, la llegada a Asia de holandeses e ingleses hizo ni siquiera en los encuentros sostenidos contra los barcos portu-
bascular aún más en contra de los portugueses un equilibrio de po- gueses en aguas neutrales obtuvieron siempre la victoria, como su-
der que ya les era adverso. Si el decenio de 1590 ya fue bastante cedió el 23 de diciembre de 1612, en un enfrentamiento entre dos
perturbador (hubo 15 «viajes» de los holandeses, con un total de barcos ingleses, mandados por Thomas Best, y cuatro galeones
65 barcos, y uno de los ingleses), la presión se hizo mucho más in- portugueses, a la altura de Surat. Desde el punto de vista táctico,
tensa tras la creación de la Compañía Neerlandesa de las Indias los ingleses fueron claros vencedores; navegaron derechamente
Orientales en 1602. La primera flotilla que envió estaba formada hacia el enemigo, pasaron «de uno a otro y les dieron tales caño-
por 14 barcos, de los que 9 tenían 400 o más toneladas; la siguien- nazos que hicieron agrietarse sus mismos costados; porque ningu-
te, en 1603 al mando de Stefan van der Hagen, sólo llevaba 10 bar- no de nosotros había disparado nunca, pero estábamos tan cerca
cos pero estaban más fuertemente armados. El Dordrecht, buque que no podíamos fallar». Los ingleses dispararon un total de más
insignia de Van der Hagen, de 900 toneladas. llevaba 6 cañones de de 600 proyectiles contra los portugueses, quienes (según el capi-
24 libras y 18 de 8 o 9 libras, y el almirante tenía instrucciones ex- tán Best) apenas respondieron al fuego antes de retirarse a lamer
presas de buscar aliados en Asia contra los portugueses y destruir sus heridas como «una armada de mujeres ... Si mis qjos no lo hu-
todo el comercio de éstos que le fuese posible. La flota de 11 bar- biesen visto, yo no hubiera podido imaginar su bajeza y su cobar-
I$o 1-A KLVOLUCION
MILIIA >A VICTORIA EN EL M A R

(li:1».')7Los barcos ingleses salieron indemnes. Sin embargo, la vic- a un acuerdo. Después, en 1613, el Rolzinli fue otra vez apresadc
iori;i de Best no fue ni completa ni decisiva. Su cañoneo no hundió ahora por los portugueses. El irritado emperador declaró inmedia
ninguno de los galeones y ni siquiera los hizo alejarse durante al- tamente la guerra al Estado da India y envió sus ejércitos a atacar
gún tiempo. Por último, en enero de 1613, la presencia continuada varias bases portuguesas en su territorio. La lucha continuó duran-
de los barcos portugueses, dejando pasar el tiempo a la espera de te dos años hasta que los portugueses, a su vez, restituyeron sus
algún error de los ingleses, obligó a Best a llevar sus barcos a Indo- mal adquiridas ganancias.72 De modo análogo, las autoridades mo-
nesia antes de que estuvieran totalmente cargados.68 golas ocuparon en 1636 la factoría inglesa de Surat, y sus agentes
El error cometido en la India por los portugueses fue básica- fueron apresados y amenazados de tortura, porque unos barcos in-
mente el mismo en el que incurrió la Armada de Felipe 11: intentar gleses (que de hecho nada tenían que ver con la Compañía de las
combatir como si se tratase de galeras, disparando una descarga Indias Orientales) habían asaltado a algunos me rcantes f:n ruta de
inicial antes del abordaje. Pero el presuntuoso sarcasmo de Best Surat al mar Arábigo. Los agentes sólo fueron li berados cuando se
no debe ocultarnos el hecho de que, fuera de las aguas europeas, pagó la debida indemnización.7"
una descarga inicial («el disparo de una sola pieza») era por lo ge- Mientras las potencias europeas no ejercieron su presencia mi-
neral más que suficiente para forzar a la rendición a un mercante litar en Asia, los gobernantes asiáticos pudieron oponerse al poder
desarmado. Recientes investigaciones han mostrado que tanto los de la artillería occidental mediante los permisos y las prisiones.
corsarios de la Inglaterra isabelina como los bucaneros del siglo Ciertamente, el Rnhirni estaba armado con unas 15 piezas de arli-
xvr~no armaban, a menudo, más de uno o dos cañones, aunque Ilería y los soldados de: a bordo poseían mosquetes, pero se trataba
esto era del todo adecuado para sus beneficiosas operaciones.hXo sólo de armas contra piersonal.74 Los barcos de la India Occidental,
mismo ocurría en el océano Indico, excepto cuando se hallaban que para sujetar su talblazón u1tilizaban cuerda y espigas de made-
presentes otros barcos europeos. Por ejemplo, entre el 7 y el 22 de ra, carecían de resistencia para soportar el cañoneo artillero del
abril de 1612, algunos meses antes de que el capitán Best llegara a exterior o para absorber la fuerza del retroceso de la artillería pe-
las aguas de Surat, se concentraron cer,ca de las costas arábigas seis sada propia.'-e tenía por más barato y eficaz pagar a los euro-
barcos ingleses que ya estaban en el Indico, y asaltaron, uno tras peos unas sumas por su protección, mejor que invertir en nuevos
otro, a 15 buques musulmanes procedentes de la India, concluyen- proyectos de barcos y armamento masivo (lo que, después de
do con la captura del Rahirni, de 1.000 toneladas, propiedad de la todo, podía no evitar los daños a la carga de los barcos mercantes),
madre del emperador mogol. Este buque se resistía inicialmente a así como castigar a los que no respetaban la protección que ha-
echar el ancla, pero tres disparos de aviso convencieron a su pa- bían vendido. Los mogoles no necesitaban marinas ni cañones
trón de la necesidad de rendirse. Los otros barcos fueron aprisio- navales.76
nados sin disparar un solo tiro, y los ingleses, «teniendo ahora tan- La historia naval del Japón a comienzos de la Edad Moderna
tos barcos como para que no supiéramos qué hacer con ellos», ofrece posiblemente un ejemplo más patente de las ventajas de
llevaron sus presas a un fondeadero próximo y las saquearon a su esta política. La influencia crucial parece haber sido en este caso la
placer.70 El Rnhirni fue posteriormente rescatado por 4.000 libras. fracasada invasión de Corea en el decenio de 1590, por las fuerzas
Este es un ejemplo básico de lo que el profesor K. N. Chaudhuri, del señor de la guerra Toyotomi Hideyoshi. que venía de concluir
en su excelente estudio de la Compañía Inglesa de las Indias la unificación de Japón. Hideyoshi era plenamente consciente de
Orientales, ha denominado «empresa redistributiva» (y que otros la necesidad de controlar el mar durante la invasión e intentó (sin
podrían llamar piratería a secas)." Pero aquí no concluye esta his- éxito) contratar la ayuda de dos galeones portugueses. Cuando
toria. Recordemos que el buque pertenecía a la emperatriz viuda esto resultó imposible, aumentó su propia flota hasta 700 barcos,
del Imperio mogol, cuyo hijo era el señor de Surat. No pasó mu- suponiendo que los coreanos lucharían cuerpo a cuerpo y serían
cho tiempo antes de que el emperador decretase que, hasta que la aplastados. La fuerza invasora desembarcó en Pusan sin encontrar
carga fuese restituida, se prohibiese todo el tráfico inglés con Su- barcos coreanos, y las tropas japonesas iniciaron una marcha re-
rat. La honorable Compañía de las Indias Orientales pronto llegó lámpago hacia el norte, llegando a Seúl en veinte días, el 2 de ma-
152 LA R E V O L U C I ~ NMILITAR LA VICTORIA E N EL MAR 153

yo de 1592. Pero la marina de Corea no permanecía inactiva; en


mayo y junio, en una serie de operaciones, una pequeña flota co-
reana al mando de Yi Sun-si destruyó varias pequeñas flotillas ja-
ponesas y, en total, resultaron hundidos unos 72 barcos. Después,
el 8 de julio, en una batalla decisiva, el almirante Yi destruyó en la
bahía de Hansan la principal flota enemiga, y al día siguiente de-
rrotó a una expedición de socorro procedente de Japón. Dos fue-
ron las razones principales de estas victorias. La primera. la derro-
ta de los wak6 por los chinos, en el decenio de 1560. había hecho
que los japoneses perdieran muchos experimentados marinos que
no fueron reemplazados, y es cierto que los marineros d e dotación
en la flota de invasión eran en su mayoría conscriptos proporcio-
nados a regañadientes por los señores de Kyushu y Shikoku, que
habían sido recientemente conquistados por los ejércitos de Hide-
yoshi. El segundo factor decisivo de la victoria del almirante Yi fue
el empleo que hizo d e los famosos «barcos tortuga», de unos 33 m
d e eslora y 8 de manga, totalmente acorazados con placas metáli-
cas hexagonales, de modo que no podían ser abordados ni perfora-
dos (lámina 29). Estaban provistos de 12 cañoneras y 22 aspilleras
e n cada banda (para armas portátiles), además de 4 portalones en
cada extremo, junto con ollas de fuego y humos tóxicos. E n oca-
siones, estos barcos tortuga se aproximaban y, al igual que un tor- 20. Uri <,horco ttorticgcr* cor,(,rrrro. Auncjuc se dice que cn cl dlccenio tle 1790 lodavi a
de <:stos intercsantes bar<:os . de guer ra, de ello' ; queda mu Y
pedero moderno, disparaban andanadas; otras veces utilizaban su permanecía a flotc u110, .. , . - , .-.
. '3..
poca información graiica aulentica. bsta reconstruccion posterior da cicria iuea iari-
espolón metálico para perforar al enemigo, dejando que los otros io de su forma compacta como de la imposibilidad real de penetrar el c aparazón de
buques se acercasen para hundirlo. Su armamento superaba al de placas hcxagonales de acero, lo que hizo fracasar todos los ataques japo neses durarI-
los japoneses en una proporción de cerca de 40 a 1. te la invasibn de Corea en el decenio de 1590.
Pero Hideyoshi y sus capitanes aprendieron pronto. Los japo-
neses no eran ajenos a la idea de blindar sus barcos con hierro. En
1578, Oda Nobunaga, otro poderoso señor de la guerra. había uti- cuando se reanudó los japoneses tampoco pudieron hacerse due-
lizado en los mares interiores «barcos de hierro compuestos de ños de la mar. Tras un éxito inicial en julio de 1597, su flota fue
modo que los cañones no podían perforarlos». Se trataba, proba- atraída por Yi Sun-si hacia unas vivas corrientes de marea, donde
blemente, de barcos ordinarios con planchas de hierro, porque los barcos tortuga, impulsados a remo, causaron una enorme des-
volcaban y se hundían cuando el enemigo intentaba abordarlos trucción. Aunque en el desorden murió el victorioso almirante co-
por una banda y todos acudían corriendo a rechazarle. Sin embar- reano, los japoneses no se recuperaron jamás del golpe; faltos de
go, Hideyoshi ordenó a sus nobles que le suministrasen planchas apoyo naval, sus ejércitos no pudieron avanzar muy lejos desde su
de hierro, sin duda con la intención de fabricar barcos parecidos al base en Pusan, y los supervivientes se alegraron d e poder regresar
escuadrón de las tortugas. Mientras tanto, en Pusan, los barcos de a su país en 1598.77
guerra supervivientes emplazaron a bordo algunos cañones pesa- El fin de la guerra en Corea y la muerte de Hideyoshi el mismo
dos y se agruparon bajo las defensas del puerto. Ni siquiera el al- año fueron seguidos por un período de paz, no sólo e n Japón, sino
mirante Yi pudo perturbarles. en los mares circundantes. No reaparecieron los wak6, y los barcos
Entre 1593 y 1597 hubo una interrupción en la guerra, pero tortuga n o volvieron a entrar e n acción. En vez de eso, surgió en
154 LA REVOLUCION MIL171; .A VICTORIA E N EL

cia Asia, se veían obligados por la ley a llevar artillería, y, por con-
traste, ningún mercante japonés era autorizado por el shogun a ar-
marse con armas de fuego. Esto sólo indica lo «eurocéntrica» que
ha llegado a ser la historia naval. Los gobiernos japoneses, al igual
que los mogoles, consideraban más barato y eficaz pagar a los eu-
ropeos por su protección, a fin de lograr la segura navegación de
los mercantes japoneses desarmados, y tomar represalias por cual
quier agresión en el mar, aplicando medidas contra las bases te
rrestres europeas. Hasta que en el decenio de 1630 de~jarondf
operar los shuinsen, este sistema funcionó bien. Cuando en 1610,
por ejemplo, un barco del sello rojo arribaba a Manila en medio
de una batalla naval entre holandeses y españoles, se interrumpie-
ron las I~ostilidadesmientras que el barco japonés neutral navega-
ba serenamente entre ellos.78 En las escasas ocasiones en que un
barco europeo (casi siempre holandés) atacó y saqueó un barco
del sello ro,jo, los japoneses a bordo de él no intentaron defender-
se, sino que regresaron a Nagasaki e informaron a los magistrados
del incidente, tras de lo cual todas las mercancías y barcos holan-
deses en puerto fueron confiscados mientras se investigaba la acu-
sación, se procedía a la reparación y se infligía el castigo. Puede
que los shuinsen careciesen de armamento pesado, pero estaban
~ r o t "e ~ i d oDor
s medidas legales de notable eficacia. Cualquiera
30. Un barco japonés del «.rello rojo* de 1632, perteneciente a una firma de comer- bue desease obtener una del lucrativo comercio japonks te-
ciantes de Kyoto. Entre el decenio de 1590 y el año 1635. en el que cesó todo el co- 1 nía que considerar inviolables los pasaportes de los shogun.7"
mercio ultramarino japonés a distancia, por orden del gobierno central, gran número Pero si los mogoles y los shogun no tenían el interés directo en
de estos barcos comerciaron con otras tierras del cste de Asia, mediante licencia (el l
«sello ro,jo») del shogun. En el original, se advierte que el piloto y muchos de los tri- el dominio del mar que les pudiera haber llevado a crear flotas
pulantes en el aparejo son europeos (reconocibles por sus grandes narices y los gre- ofensivas, otros muchos Estados asiáticos sí lo tenían. Aparte de
güescos), aunque el buque en sí es japonks. (Procedcnte de una «enima». o placa vo- los samorins de Calicut y sus «piratas del Malabar», había otros
tiva, ofrendada por los propietarios del barco al templo Kiyomisu en Kyoto. para que intentaban ganar a los europeos en su propio juego. Estaba,
implorar un viaje sin peligros.)
en primer lugar, Acheh. En el siglo XVI, el sultán Ala al-Din
Ri'ayat, quien (según el cronista portugués Diego de Couto) «nun-
ca daba una vuelta en su lecho sin pensar cómo podría lograr la
Japón una nueva forma de empresa marítima: se construyó una destrucción de Malaca*, intentó en 1568 un ataque frontal, y su
flota de grandes barcos mercantes desarmados, de un promedio de hijo lo hizo de nuevo en 1573 y 1575. En 1629, el sultán Iskandar
300 toneladas cada uno, y sus propietarios, los comerciantes japo- Muda desencadenó otro ataque anfibio dirigido por un buque in-
neses, confiaron muchos a pilotos europeos y (a menudo) a tripu- signia (denominado El Terror del Mundo) de 2.000 toneladas.
laciones europeas. Eran conocidos como los shuinsen («barcos del Aunque fue capturado, junto con el resto de la flota invasora, este
sello rojo»), porque su única protección era el pasaporte que os- gran buque fue considerado tan formidable que los vencedores lo
tentaba el sello rojo, o shuinjo, del shogun (lámina 30). Carecían enviaron a Europa para su exhibición.80 Poco después de esto, otra
de cañones. Esto, en principio, no parece lógico pues, a partir de potencia marítima empezó a desafiar a la navegación europea,
1532, todos los barcos portugueses que navegaban hacia el sur, ha- ahora con éxito; el sultán de Omán, Ibn Saif, se apoderó en 1650
9VICTOR MAR

del puerto fortificado portugués de Mascate y convirtió inmediata- Nunca les dejaré que usurpen mi posición», les había dicho, y en
mente a los galeones que allí se resguardaban en el núcleo de su 1657 envió 47 juncos sólo a Nagasaki, con una carga que valía más
propia flota. Encargó la construcción d e nuevos barcos d e guerra a del doble de la de los 8 barcos holandeses de aquel año." Pero el
los astilleros de Surat y Bombay, hasta que en 1698 la flota omaní, imperio comercial de Coxinga tenía una debilidad crítica: depen-
constituida por 24 grandes navíos (con una fragata de 74 cañones y día de la posesión de la costa de Fukien y de sus islas inmediatas;
dos de 60), fue lo suficientemente potente para forzar la rendición sin ellas, sus barcos no podían disponer de los artículos chinos de
del fuerte Jesús, en Mombasa. Veinte años después, los omaníes se lujo que exportaba ni de los abastecimientos chinos de los que su
apoderaron durante corto tiempo de Bahrein. Los esfuerzos de los flota y sus hombres dependían. E n 1656-1658 sus ejércitos avanza-
marathas de la India occidental para construir barcos de guerra de ron victoriosos hasta el Yangtze, reivindicando para los Ming casi
estilo europeo tuvieron menos éxito; en el decenio de 1650, su jefe 1 todo el sudeste de China, pero en 1659 fracasó estrepitosamente
Shiva.ji creó una flota de guerra de unos 20 barcos, con la ayuda de l su intento de apoderarse de la capital meridional, Nankín, y las
fuerzas de Ch'ing avanzaron impetuosamente hasta la costa de Fu-
unos 300 portugueses refugiados, pero cuando en 1659 se conven-
ció a éstos para que desertasen, la marina maratha se deshizo.81 1 kien. Los Ch'ing habían acabado por adoptar la misma política uti-
Pero todo esto n o eran sino pequeñas molestias comparadas lizada un siglo antes contra los wakd: con fuerza irresistible habían
con el reto presentado a los europeos por el reyezuelo pirata chino l dominado las bases terrestres de un adversario al que no podían
Cheng Ch'eng-kung, más conocido en Occidente como Coxinga, derrotar en el mar. Pero Coxinga era ingenioso, pues a comienzos
que a mediados del siglo XVII estableció a lo largo de las costas de de 1661 decidió trasladar su cuartel general a la mayor de las islas
Fukien un ejército y una marina poderosos, dedicados a restaurar inmediatas: Taiwan.
en el trono imperial a los herederos d e los Ming. La familia Cheng Taiwan (o Formosa), sin embargo, estaba cayendo rápidamen-
estaba relacionada con el comercio y la guerra en el mar desde el te ba.jo el control europeo. Los españoles mantuvieron fuertes en
decenio de 1620, cuando el padre de Coxinga empezó a apresar el norte, entre 1626 y 1642, y los holandeses desarrollaron una co-
barcos españoles e n las aguas asiáticas con una flota de tres juncos lonia alrededor del fuerte Zeelandia, en el sudoeste (en la posición
y una fuerza de unos 100 piratas. Pero cuando la autoridad oficial de la actual Tainan), después de 1624. Para 1660, debidio al traba-
d e los Ming se debilitó y luego desapareció (en 1644), el poder de 4
jo de unos 50.000 chinos del continente, cuya inmigración había
los ChEng aumentó. En 1655, Coxinga tenía a sus órdenes 2.000 sido favorecida por los holandeses, Taiwan se había convertido en
barcos de guerra y más de 100.000 soldados, que hacían un exce- una de las zonas más prósperas del imperio holandés de ultramar.
lente uso de las armas europeas (copiadas, capturadas o compra- Sin embargo, esta colonia sólo estaba defendida por dos pequeñas
das) que él había conocido de joven en Hirado, donde su padre fortalezas y, e n abril de 1661, Coxinga dirigió una gran expedición
había trabajado durante algún tiempo como intérprete principal contra la isla y exigió la rendición de los holandeses; alegaba que
en la factoría holandesa.82 éstos sólo habían sido autorizados a comerciar allí con una licencia
Los recursos que apuntalaron esta poderosa máquina militar de los Ming, y que él revocaba tal licencia. No es sorprendente que
procedían del comercio, ya que la red comercial de Coxinga en el los holandeses rechazasen esta argumentación, y el fuerte Zeelan-
decenio de 1650 era formidable, llegando incluso a alarmar a los dia fue bloqueado. Tras un asedio de nueve meses, en el que Co-
holandeses. «El es ahora el hombre que puede escupirnos en la
cara en las aguas orientales», informaba el gobernador general ho-
il xinga utilizó 28 piezas de artillería occidentales, se rindió. Taiwan
fue organizada como una «prefectura imperial» bajo el dominio de
landés desde Batavia en 1654; al año siguiente advertía que «Co- los Ming.84 Entonces se enviaron mensajeros demandando tribu-
xinga se ha convertido en una terrible espina clavada en nuestra tos al gobernador de las Filipinas, en preparación d e la próxima
carne aquí». Estas apreciaciones no eran nada exageradas. En expansión. Como en Manila había menos de 600 soldados españo-
1655 Coxinga informaba a los holandeses de que él consideraba su les, y apenas más en el resto del archipiélago. el gobernador se
comercio como una amenaza: «Lugares como Batavia. Taiwan y asustó y ordenó la retirada de todas sus tropas de la isla meridio-
Malaca son un mercado indivisible, y yo soy el dueño de esta zona. nal de Mindanao y la matanza d e todos los residentes chinos en las
ccicnriías de su capital.85 Pero Manila se salvó, en junio de 1662,
cuando la muerte puso fin a la notable carrera de Coxinga. Sólo
tenía treinta y siete años.86
Aunque el hijo de Coxinga sostuvo la resistencia durante otros
veinte años, era una misión imposible. Taiwan no era Fukien, pues
carecía de recursos alimentarios, población e instalaciones de
construcción de barcos para sostener la resistencia contra los
Ch'ing en el continente, y, con ello, la posibilidad de conseguir los
productos de lujo chinos esenciales para su comercio.87 Poco a
poco, los Ch'ing se construyeron su propia marina y, ayudados de
cuando en cuando por los holandeses, empezaron a desafiar a las EURO
fuerzas de Cheng. El hijo de Coxinga sufrió una catastrófica derro-
ta naval en 1681 y Taiwan se rindió en 1683. Los europeos volvie-
ron a respirar y el mar de la China retornó al sistema tradicional En el museo Victoria and Albert de Londres existe un juego de
de control imperial durante los siguientes 150 años. El equilibrio ajedrez en marfil, hecho para el sultán Tipu de Mysore a finales
establecido a finales del siglo xvrr, en el que los europeos domina- del siglo XVIII (lámina 31). Un juego de piezas representa un ejér-
ban los mares en torno a América, Africa y el sur de Asia, pero no cito de los príncipes indios, cuyos soldados empuñan espadas y
el Lejano Oriente, había de durar hasta que la Revolución indus- l sostienen escudos, mientras que el otro está formado por oficiales
trial, unida a la conquista de gran parte de la India, crearon europeos e infantería indígena de la Compañía Inglesa de las In-
los recursos que permitieron «abrir» por la fuerza el este de Asia dias Orientales, todos ellos de uniforme y magníficamente equipa-
en el siglo xrx y convirtieron la superioridad naval occidental en dos con arma!S de fuego.' Este (:onstrast e simboliza con claridad un
hegemonía global.88 rasgc1 esencialI de la expansión europea en ultramar desde la Edad
Medi a: .la. sup~
erioridad, absolut a o relat iva, del armamento y la or-
ganización militar europeos soLIG ., 1I U, ,
~,l l ~ y o rde
í a los demás. Es fácil
olvidar, entre el cúmulo de estadísticas sobre la importac:ión eurc) -
pea de especias asiáticas, la producción de plata en la Arnérica cc)-
lonial o la exportación de esclavos africanos, que todas estas
empresas tan económicamente lucrativas se basaban, en último
término, en la fuerza. Frederick C. Lane y Niels Steensgaard han
insistido en afirmar, con razón, en que la principal exportación de
la Europa preindustrial al resto del mundo fue la violencia, y que
los fidalgos, los conquistadores, los vrijhurghers y los nahohs eran
(en realidad) guerreros nómadas que apenas se diferenciaban de
los mongoles o mogoles.Wasta la diferencia entre los dos estilos
de conquista, con los europeos dominando desde el castillo de
popa mientras que los asiáticos marchaban a caballo, es más apa-
rente que real porque tanto unos como otros obtuvieron en tierra
sus principales adquisiciones, y Dara obtener y conservar bases te-
rritoriales en ultramar son necc is fortific y los ejér-
citos, además de los barcos.
De lo anterior se desprende que, si se desea abarcar plenamen-
l
160 LA REVOLUC CIÓN MIL.ITAR» FUERA DE EUROPA 161

te la dinámica de la ex~ansióneuroDea en ultramar. es esencial es-


tudiar el cambiante equilibrio miliiar entre Occidente y el resto
del mundo. En Centroamérica, durante la primera mitad del siglo
XVI, un pequeño grupo de occidentales causó el derrumbamiento
de dos poderosos imperios que (entre ambos) habían dominado
sobre casi una quinta parte de la población total mundial; pero en
la India, hasta mediados del siglo XVIII,los europeos apenas ha-
bían ejercido influencia alguna ni siquiera sobre los más pequeños
Estados de este subcontinente. En realidad, el repentino progreso
que allí se produjo en los métodos militares occidentales a partir
del decenio de 1740 fue tan rápido que muchos europeos queda-
ron asombrados. Así, por e.jemplo, cuando Edmund Burke inter-
venía en diciembre de 1783 en un debate del Parlamento británico
en torno a la ley Fox sobre la India, interrumpió su diatriba contra
las injusticias y humillaciones inferidas al emperador mogol por
los oficiales de la honorable Compañía de las Indias Orientales
para observar lo siguiente:
Es imposible, Sr. Presidente, no hacer aquí una pausa momen-
tánea para reflexionar sobre la inconsistencia de la grandeza huma-
na y las asombrosas revoluciones que han ocurrido en nuestra era
de las maravillas. ¿Podría imaginarse, cuando yo alcancé la existen-
cia o cuando usted, hombre más joven. nacía, que en un día como
hoy, en esta Casa, nos dedicaríamos a discutir la conducta de unos
ciudadanos británicos que han dispuesto del poder y la persona del
Gran Mogol?"
Ciertamente no: en 1772, el año del nacimiento de Burke, esto ha-
bría sido impensable, porque los europeos en la India estaban re-
ducidos a un puñado de fortalezas v factorías arrinconadas contra
las costas del Subcontinente.

31. (plígina opuesta) El juego de ajedrez del srtlián Tipu, hallado en su arruinado
palacio cuando el ejército inglés ocupó Mysore en el decenio de 1790, es un silencio-
so testigo de la superioridad de las fuerzas de la Compañía Inglesa de las Indias
Orientales, cuyos arrogantes oficiales (con sus sombreros de tres picos) montan en
elefante y mandan «peones» cipayos armados con mosquetes. Los hombres de Myso-
re, por el contrario, están armados sólo con espadas. El ajedrez de Seringapatam,
junto con el resto del botín apresado. fue enviado a la sede central de la Compañía
en Londres, de donde fue transferido al India Museum y, por último (cuando éste
fue disuelto). al Victoria and Alhert Museum. (Londres, Victoria and Albert Mu-
seum, 1-M. 42-1910.)
ÓN MILIT

Estuvo de moda un tiempo atribuir la rápida evolución de Java, por ejemplo, eran «muy remisos a combatir, si podían ele-
esta situación a la superioridad moral innata del hombre blanco, gir». Según Edmund Scott, que convivió con ellos entre 1603 y
o al reforzamiento que la Revolución industrial le proporcionaba. 1606, la razón era muy sencilla: «dicen ... su riqueza consiste ente-
Por desgracia, hay pocas pruebas de que los «británicos» fueran ramente en sus esclavos; así que si sus esclavos son asesinados,
más virtuosos en 1800 (cuando poseían gran parte de la India) ellos se empobrecen».h
que en 1700 (cuando no poseían nada); por otra parte, son ambi- Scott había puesto de relieve un rasgo esencial y desusado de
guas o inexistentes las pruebas de que el sistema de factorías tu- la organización militar en el sudeste de Asia, que era común (aun-
viese un papel principal en la conquista del mundo no occidental que él probablemente no lo sabía) a América y al Africa subsaha-
antes del siglo xrx. Aunque la Era de la Máquina ayuda a expli- riana: las guerras indígenas en estos territorios se hacían casi siem-
car cómo los europeos extendieron su control sobre la superficie pre para esclavizar a los enemigos y no para exterminarlos. Los
total de la Tierra, desde un 35 por 100 en 1800 hasta un 84 por jefes tribales de Guinea, según un viajero inglés en 1788, admitían
100 en 1914, esto no explica cómo se las arreglaron para obtener libremente «que el único objeto de sus guerras era procurarse es-
ese 35 por 100 inicial.4 Hacia 1800 los colonizadores blancos do- clavos, ya que no podían adquirir productos europeos sin esclavos,
minaban Siberia, grandes partes de América y de la India, algu- y no se podían tener esclavos sin luchar».' En la Costa de los Es-
nos enclaves en el sudeste asiático y algunos puntos aislados de clavos y en Costa de Oro se había advertido el mismo tipo de con-
las costas africanas; pero, por contraste, en el este de Asia apenas flictos desde al menos tres siglos antes; las guerras se hacían para
habían conseguido nada. Estas notables diferencias sólo pueden apoderarse de la mano de obra. no de la tierra, para adquirir hom-
comprenderse si la expansión europea se divide en varios compo- bres, no territorios.8 Había, naturalmente, excepciones a esto. Al-
nentes diferentes, geográficos y cronológicos. gunas tribus amerindias, como los algonquinos, torturaban a muer-
te, en un complicado ritual, a sus enemigos derrotados; los zulús
asesinaban indiscriminadamente a sus enemigos en el siglo xrx; y
los igorrotes del centro de Luzón, en Filipinas, estuvieron hasta la
época moderna más interesados en coleccionar cabezas que escla-
Hacia L O ~ U ,Occidente había lograao ya el dominio militar de vos.Tor el contrario, los europeos a veces esclavizaban a sus ene-
cuatro zonas distintas: la América central y del nordeste, Siberia, migos derrotados; en el decenio de 1650, los supervivientes de los
algunas zonas costeras del Africa subsahariana y las islas del sur- ejércitos escoceses hechos prisioneros por los ingleses fueron con-
este asiático. Aunaue estas regiones y sus habitantes eran, induda- denados a la esclavitud permanente (por lo general en Barbados,
blemente, diversOS,SU er:periencia de los invasores europeos fue aunque a veces en su propio país; los miembros de una delegación
idéntica, en un aspecto esencial: descubrieron que los hombres parlamentaria enviada a felicitar a Oliver Cromwell por su victoria
en Worcester, fueron obsequiados cada uno, por el Lord General,
. .
blancos luchabari de un nlodo sucio y (lo que era mucho peor) lu-
chaban para matar. LOS indios narragansett de Nueva Inglaterra con un caballo y dos escoceses «a modo de presente» para hacer lo
discrepaban tajantemente del modo de hacer la guerra de los colo- que quisieran).'O Pero los escoceses eran considerados rebeldes y
nizadores. «Era demasiado furioso -dijo un guerrero a un capitán tratados en consecuencia, de modo que incluso en este caso y en
inglés en 1638- y mata a demasiados hombres.» El capitán no lo otros conflictos civiles, el objetivo de las guerras en Europa nunca
negaba y consideraba que los indios «pueden lucha]r siete años y ni fue adquirir esclavos como lo era en los territorios no europeos
siquiera matar siete hombres». Roger Williiams, un gobernador co- que se están considerando.
lonial, admitía también que las luchas de los indiaIS «eran mucho Otro rasgo común distintivo de estos territorios residía en sus
menos sangrientas y aniquiladoras que las crueles guerras de Eu- formas de población. En América, si bien los imperios azteca e
ropa».s Mientras tanto, en la otra cara del mundo, los pueblos de inca poseían algunas ciudades amuralladas, carecían de ellas los
Indonesia estaban igualmente horrorizados por la furia absoluta- pueblos menos civilizados del norte y sur. Esta carencia, natural-
mente destructora del modo europeo de guerrear. Los nativos de mente, facilitó la conquista inicial, porque los indígenas no po-
seían bases defendibles a las que replegarse, pero complicó la con- tre 1519 y 1521 ante una fuerza de unos 500 españoles (con 14 ca
solidación. Como Increase Mather, de Nueva Inglaterra, se lamen- ñones y sólo 16 caballos) mandados por Hernán Cortés, y el se
taba en 1675: «Para ellos es un castillo cada pantano, y saben dón- gundo entre 1551 y 1553 ante un grupo, aún menor, de 168 euro-
de encontrarnos; p e r o nosotros no sabemos dónde están ellos!». peos (con sólo 4 cañones y 67 caballos), a las órdenes de Francisco
Hay innumerables casos de soldados coloniales avanzando con Pizarro.14 Estas eran grandes concentraciones militares para lo que
tambores batientes y banderas al viento para destruir un «pobla- era usual a comienzos de las guerras coloniales. Los territorios sin
do» indio, para encontrar que éste había desaparecido. Los indios un gobierno central bien organizado caían en su mayor parte bajo
habían asimilado perfectamente la lógica de la superioridad occi- el dominio europeo ante «bandas» de sólo 20,50 o (a lo sumo) un
dental en los enfrentamientos a pie firme, y tras sus costosas de- centenar de guerreros a caballo, que asesinaban o esclavizaban a
rrotas tenían extraordinario cuidado en evitar las batallas campa- los indios y saqueaban o destruían sus posesiones. Hay que reco-
les (para irritación de los europeos) porque en ellas siempre eran nocer que en la frontera septentrional mexicana, contra las tribus
derrotados. «Hacen actos hostiles sin declarar la guerra; no apare- de la Gran Pradera que habían adoptado el caballo (pero no las
cen abiertamente en el campo para entablar combate», eran las la- armas de fuego), los españoles tuvieron finalmente que construir
mentaciones de otro irritado predicador de Nueva Inglaterra." I blocaos y fuertes a lo largo d e las rutas estratégicas y cerca de los
Los europeos sólo aprendieron poco a poco que el único modo de establecimientos vulnerables.~Veroal sur, en Chile, se desecha-
derrotar a los indios era adoptar su misma táctica guerrillera. La l ban los fuertes en favor del terrorismo. E1 capitán Bernardo de
gran rebelión de los indígenas de Nueva Inglaterra, en 1657, cono- I Vargas Machuca, en lo que debe considerarse como el primer rna-
cida como la «guerra del rey Felipe», sólo pudo ser dominada nual de la guerra de guerrillas (Milicia y descripción de las Indias,
cuando los colonizadores siguieron los consejos del capitán Benja- Madrid, 1599), desechaba como inútil todo el sistema de la guerra
min Church y, armados con hachas, perros y puñales, además de europea, con sus jerarquizadas unidades tácticas, sus formaciones
armas de fuego, lucharon en pequeñas unidades que operaban en lineales y sus guarniciones permanentes. En lugar de eso, él pro-
formaciones abiertas y no en líneas o columnas.~2 pugnaba para las Américas la creación de unidades de comandos
Pero los indios de Nueva Inglaterra aprendían pronto también. para efectuar misiones de seguimiento y aniquilación muy dentro
Desde el decenio de 1650 lograron hacerse con una buena canti- del territorio enemigo, por períodos ininterrumpidos de hasta dos
dad de armas de procedencia francesa, inglesa y (hasta la desapari-
ción de Nueva Holanda en 1664) holandesa, y las utilizaron con 1 años. El buen jefe, según Vargas Machuca (que tenía toda una
vida de experiencia aprovechable), tenía que saber tanto sobre la
mortal eficacia, al advertir pronto que una bala de un mosquete se
movía con más fuerza y rapidez que una flecha y era menos des- 1 plantación de cosechas de supervivencia o la curación de úlceras
tropicales, como sobre el tendido de emboscadas y la organización
viada por las hojas o la maleza. Además de esto, durante la guerra de ataques por sorpresa.lWracias a la adopción de procedimien-
del rey Felipe los narragansetts se refugiaron en el «Gran Panta- tos indígenas, la frontera colonial de Chile se fue afianzando gra-
no», tras los muros y bastiones de una fortaleza de tipo europeo dualmente y la guerra se convirtió allí en «nada sino una caza de
que se cobró las vidas de 70 colonos antes de ser conquistada. Por hombres* (en frase de un jesuita de la época), en la que los colo-
último, los red indinns hubieron d e ceder, no tanto debido a su in- nos cazaban a los recalcitrantes indios con mastines y cuchillos.~7
ferioridad técnica como a la disminución de su población durante No era distinta la situación en Siberia, el sudeste de Asia y el
el siglo XVII (en gran parte a causa de la irrupción de enfermeda- África subsahariana. Durante la mayor parte del tiempo, los occi-
des europeas), mientras que aumentaba el número de los occiden- dentales poseían una ventaja definitiva gracias a su dominio de las
tales (principalmente a causa de la inmigración).l~ armas de fuego. Los cosacos que cruzaron los Urales hacia Siberia
Más al sur, los colonizadores europeos triunfaron con más rapi- en el decenio de 1580 se sirvieron muy bien de las armas de fuego
dez. Los vastos y centralizados imperios dominados por aztecas e y de las fortificaciones para su expansión hacia el este, y alcanza-
incas se derrumbaron ante la penetración ibérica con una rapidez ron el Pacífico en el decenio de 1630, en su precipitada búsqueda
y contundencia que apenas tienen paralelo; el primero lo hizo en- de pieles. Su rápido avance, empero, se debía también a la relativa
100 REVOLUCION MILi'. . .., MILI'I'ARD
-A < ~ K I ~ V U L U C I U N FUERA DE EUROPA - 67
ausencia de una oposición concertada, pues la población de Sibe- que «aunque pueden dispararse miles de proyectiles, los muert
ria era en esa época inferior probablemente a 200.000 habitantes.18 se cuentan por unidades y los heridos por decenaw.23 Las táctic
Los mosqueteros marroquíes instruidos por los otomanos, que de este tipo resultaron evidentemente muy poco eficaces con1
cruzaron el Sáhara para atacar el imperio Songhai en 1590-1591, se las bien instruidas fuerzas europeas. Pero el Africa negra no ii
enfrentaron a adversarios numerosos y decididos, mientras que a portaba armas con esta finalidad, pues sus guerras siguieron sie
los portugueses que invadieron el reino del Congo en el decenio do guerras para obtener esclavos, no territorios, y resulta obvia ia
de 1660 se les opusieron tropas armadas con mosquetes occidenta- inaplicabilidad de las descargas de mosquetería en operaciones
les y reforzadas por 22 renegados europeos. A pesar de todo, los destinadas a obtener esclavos sanos y saludables. Las armas de
invasores obtuvieron la victoria: tras las batallas de Tondibi (1591) ánima lisa carecían de la necesaria precisión para poder herir sin
y Ambuila (1665). respectivamente, los Estados de Songhai y del matar y, en cualquier caso, las heridas producidas por las balas de
Congo dejaron de existir.1" plomo, aunque pudieran ser leves, aplastaban a menudo los hue-
Sería, no obstante, engañoso relacionar toda la historia de la sos y abrían heridas que se gangrenaban y causaban la muerte. En
expansión europea en Africa con la presencia o ausencia de armas el siglo xvrrr, el empleo de perdigones en vez de balas resolvió en
de fuego. Hasta la aparición de la ametralladora, el armamento oc- parte este problema (lo que quizás explica el enorme aumento en
cidental pudo haber sido adecuado para vencer en las batallas, las importaciones de mosquetes) pero no sirvió para facilitar la
pero raras veces fue capaz de ganar una guerra. Hasta el siglo XIX, adopción de los métodos occidentales de empleo de la mosquete-
los europeos permanecieron generalmente confinados en sus nu- ría en la guerra, pues las armas de fuego simplemente no encontra-
merosos fuertes costeros.20 En el este fracasaron repetidamente ban lugar alguno en la tradición militar africana.24
los intentos portugueses por dominar el territorio del alto Zambe- Casi lo mismo sucedía en el archipiélago de Indonesia. Así, por
ze porque los indígenas, provistos de azagayas, podían normal- ejemplo, el sultán Iskandar Muda, de Acheh, había reunido en
mente destruir todos los reducidos grupos de mosqueteros portu- 1620 unas 2.000 piezas de artillería procedentes de diversos oríge-
gueses en cuanto éstos se extraviaban fuera de sus bases forti- nes europeos y otomanos. Pero esto de nada le sirvió: sus cañones
ficadas, mientras que en la costa swahili los príncipes musulmanes resultaron no estar a la altura de las circunstancias en las operacio-
parecían capaces de disponer siempre de abundantes armas y mu- nes contra los portugueses y casi todos se perdieron en el fracasa-
niciones procedentes de los turcos. En 1631, el sultán de Mombasa do asedio de Malaca en 1629. En realidad, las armas de fuego nun-
ocupó, incluso, el imponente fuerte Jesús, cuyos bastiones habían ca llegaron a sustituir del todo a los 900 elefantes de guerra de
dominado la ciudad durante largo tiempo.*' Mientras tanto, más Acheh en la primera línea defensiva, y los pocos cañones que se
al oeste, algunos jefes nativos pudieron acumular armas occidenta- conservaban después de 1629 estaban reservados para actos cere-
les en enorme cantidad, en especial tras el decenio de 1650, cuan- moniales.25 Se explica, en parte, esta victoria de la tradición sobre
do los holandeses empezaron el intercambio directo de armas por la innovación, al igual que en América, por la relativa carencia de
esclavos. En los tres años siguientes a julio de 1658 se enviaron a la ciudades amuralladas. En realidad, en algunos casos era difícil de-
Costa de Oro unos 8.000 mosquetes para su trueque, por ejemplo, finir el límite entre la población y el campo; un visitante francés en
al cambio de 12 por cada esclavo; un siglo después, el número total la capital de Acheh en el decenio de 1620 manifestaba que ésta era
de armas exportadas anualmente era de unas 400.000, al cambio despreciada por la mayoría de los europeos «porque es una ciudad
de 4.5 o 6 por esclavo. A pesar de ello, en la mayor parte de estos no defendida por muralla alguna, y se parece más a un pueblo
países, este aflujo de tecnología occidental no tuvo casi ningún im- abierto de Normandía que a una ciudadp.26
pacto en las técnicas militares africanas22 Todavía en 1861, un ofi- Es natural que en estos territorios la guerra de sitio fuese una
cial inglés en Nigeria que había observado a los yaruba en guerra nueva experiencia. Dado que anteriormente las guerras se habían
advertía que las tropas indígenas en el combate todavía «en cierto sostenido para adquirir esclavos o tributos, más que para anexio-
modo se esparcen en orden abierto y escaramucean hasta que ago- narse territorios o apoderarse de nuevas y específicas bases estra-
tan su munición, tras lo cual regresan a reabastecerse». Añadía tégicas, la mejor defensa contra el ataque era la rendición inme-
: K R E V O L U C I ~MILITAR.
N FUERA DE EUROPA 169

diata (cuando el enemigo se presentaba en aplastante mayoría) o


--u w:
u
la huida temporal (en los demás casos). Por eso, el último gober-
nante musulmán de la próspera ciudad portuaria de Malaca no se
alarmó indebidamente ante la llegada de un pequeño escuadrón
portugués en 1511. Tras ofrecer cierta resistencia, él y sus hombres
se retiraron tierra adentro «a una jornada», penando (según los
Comentarios de Blas de Albuquerque) que los portugueses «sólo
tendrían intención de saquear la ciudad y abandonarla después,
llevándose por mar su botín». Pero, por el contrario, los portugue-
ses construyeron un poderoso fuerte llamado A Famosa, erigido
(de modo típico) sobre las ruinas de la gran mezquita, utilizando
piedras recogidas de la colina sagrada donde estaban enterrados
los antepasados del sultán. Con el tiempo, los muros de la Malaca
portuguesa alcanzaron dos kilómetros y resistieron unos diez ase-
dios.27 Uno de éstos. en 1629. se e m ~ r e n d i óa escala heroica: el
sultán de Acheh (como ya se ha dichoj dirigía una fuerza sitiadora
de 20.000 hombres, apoyada por 236 embarcaciones y artillería.
Levantaron en torno a Malaca obras de sitio, tan bien hechas que,
según un relato portugués, «ni siquiera los romanos hubieranhe-
cho tales obras más sólidas o en menos tiempo* (lámina 32). Pero
esto no fue suficiente para lograr la victoria, sino que, por el con-
trario, el sultán acabó perdiendo 19.000 hombres y sus dos princi-
pales generales, así como la mayor parte de sus barcos y cañones.
Ese mismo año, el soberano de Mataram emprendió un asedio
igualmente formidable contra e1 puerto fortificado holandés de
Batavia, al que muy correctamente el sultán consideraba la «espi-
na en el pie de Java» que era preciso «arrancar, para que todo el
cuerpo no peligrase». Las fuerzas del sultán, como las tropas de
Acheh. consiguieron abrir trincheras al modo europeo pero no pu-
dieron hacer mella en el enorme foso, el muro o los bastiones de la
nueva colonia holandesa.28
Los europeos alzaron en el sudeste de Asia otras muchas forti-
.
ficaciones: ~ e a, u e ñ a vs numerosas ciudadelas en las Islas de las Es-
pecias (como en ternate, Tidore o Amboina) y en Filipinas; el
fuerte Zeelandia en Taiwan; la fortaleza Monte en Macao; otras
factorías protegidas en lugares como Ayutthia, Banten y Pegu.29
Pero sólo existía una ciudad completamente fortificada que podía
compararse a Batavia o Malaca: Manila, en Filipinas. Poco antes
de la llegada de los españoles en el decenio de 1560, los musulma-
nes de Borneo v las Molucas habían intoducido en las islas el arte
de la fortificación, pero utilizando madera; en las Filipinas prehis-
,A «REVOLUCION MILITAR* FUERA DE EUROPA

pánicas sólo se conocía un edificio de piedra, un pequieño fue1.te


cercano a Puerta Galera (en la isla de Mindoro). Ni éstt,,III : 1,ia gian m,

estacada de,Manila pudieron resistir la artillería y el ataque de los


españoles. Estos construyeron en el lugar de la estacada musulma-
na unas ingentes obras defensivas que resistieron todos los asaltos
durante más de dos siglos. La ciudadela de Santiago en sí misma
no era mucho mayor que otros fuertes (como el de San Pedro, en
Cebú), pero estaba enlazada con la gran muralla de piedra, de 3
metros de espesor y erizada de bastiones, que rodeaba la ciudad
de Manila
española (llamada Intramuros: figura 5 ) y dominaba el mejor
puerto natural del este de Asia.30
Impresionados (o intimidados) por estas innovaciones, algunos
soberanos locales comenzaron a seguir el ejemplo europeo: Ban-
ten, Pati, Japura y Surabaya se proveyeron durante el siglo xvi de
murallas de ladrillo o piedra, y, a mediados del siglo xvrr, los sulta-
nes de Macasar (en las Célebes del Sur) construyeron alrededor de
su capital una muralla de ladrillo y tres reductos." Todo fue inútil,
pues las claves del comercio a gran distancia en el este de Asia per-
manecieron en manos europeas: Manila para el enlace transpacífi-
co con América, y Malaca y Batavia para el comercio con la India y
más allá. En las tres se instalaron con rapidez populosas poblacio-
nes de indígenas y chinos, pero continuaron en manos occidentales
(aunque no siempre en las mismas manos) hasta 1942. Con la rique-
za asegurada por su posesión, los europeos pudieron ejercitar su
hegemonía marítima en los demás puertos importantes de la zona e
impedir que cualquier Estado rival se constituyese en amenaza
1
efectiva. Se hallaban también idealmente situadas para utilizar los
recursos explotados en sus zonas a fin de ampliar su hegemonía
cuando se presentaba la oportunidad. De modo creciente, su mira-
da se dirigía hacia los territorios y las riquezas de los soberanos mu-
sulmanes de la India, Persia y Oriente.

5. ('pcígina op~resta)El crecimiento de Intrami~ros(Mnnila. Filipinns). Cuando los


españoles de Legazpi arribaron por vez primera a la bahía de Manila, en 1572, sólo
había una estacada de bambú en la boca del río Pasig, que defendía los numerosos
poblados pequeños esparcidos sobre la llanura. Los conquistadores enseguida ensan-
charon el fuerte (al que dieron el nombre de Santiago), primero en madera y luego
(tras 1585) en piedra, y rodearon con una estacada la colonia que pronto se desarro-
lló en torno suyo. A comienzos del siglo xvii, la ciudad española estaba rodeada por
de Manila una línea de bastiones y murallas tan poderosa como cualquier otra de Europa, y
Manila se convirtió, con gran diferencia, en la mayor ciudad europea en Asia.
LA « R E V O L U C I ~ NMILITAR. FUERA DE EUROPA 173

A primera vista parece como si el ejército otomano hubiese


adoptado y dominado con notable rapidez y amplitud la tecnolo-
Los esclavos jugaron también un importante papel en la confi- gía militar occidental. Las armas de fuego portátiles, los cañones
guración de la respuesta musulmana a la revolución militar euro- de campaña y de sitio fueron rápidamente copiados por los turcos
pea, pues constituían una pieza básica del modo islámico de gue- tras su aparición en Occidente; a partir del decenio de 1520 eran
rrear. A comienzos del siglo IX, los Estados islámicos del norte de evidentes las técnicas modernas de sitio, tanto ofensivas como de-
Africa, España y Egipto comenzaron a utilizar soldados esclavos fensivas; y durante siglo y medio después los turcos igualaron fácil-
para su defensa; a mediados del siglo, los califas de Bagdad hicie- mente a todas las fuerzas que Occidente pudo enviar contra ellos,
ron lo mismo, y esta costumbre pronto se extendió. Los soldados salvo a las más numerosas.36 A pesar de todo, había tres aspectos
esclavos, sin embargo, no eran secuestrados ni reclutados como importantes en los que la revolución militar era mal practicada por
adultos, sino que, por el contrario, eran reclutados de niños (a ve-
l
los más peligrosos vecinos de Europa. El primero, y el más conoci-
ces en forma de tributo pagado por los no musulmanes a sus con- do, era la decisión otomana de construir artillería muy pesada,
quistadores) y educados en la corte del señor con sus propios hijos, mientras que las potencias occidentales se dedicaban a aumentar
la movilidad y el número de sus cañones. Esto puede deberse, en
de modo que aprendían la forma de vida islámica a la vez que el
arte de la guerra. Los mamelucos de Egipto, reclutados en su ma-
1 parte, a que el Imperio otomano (de modo no muy distinto a los
yoría en Crimea, y los jenízaros otomanos, alistados principalmen- países «socialistas» de la actual Europa del Este) tenía dificultades
te en los Balcanes, no son sino los ejemplos más conocidos de es- para la producción masiva y el almacenamiento de productos ma-
tos esclavos y guerreros selectos. Formaban parte de un sistema nufacturados a fin de disponer de una reserva. Pudo haberles pa-
militar peculiar del mundo islámico; hasta los Estados musulmanes recido más fácil construir unos pocos cañones grandes, que dispa-
de Indonesia los tenían, pues a comienzos del siglo x v i ~los sulta- rasen proyectiles decisivos, que un gran número de pequeños
nes de Acheh estaban servidos por 500 esclavos reales nacidos en cañones de tiro rápido. Sea cual fuese la causa, esto resultó ser un
el extranjero e instruidos para la guerra desde su niñez." Si bien error. La gran victoria de los cristianos sobre el ejército turco en
los Estados islámicos de la India recurrían menos a los soldados las afueras de Viena, en 1683, se produjo en parte porque los tur-
esclavos, en compensación los sultanes del Dekán hicieron amplio cos habían asestado todos sus cañones pesados contra la ciudad, y
uso de mercenarios extranjeros, en los siglos xv y XVI, en especial no pudieron hacerlos girar a tiempo cuando un gran ejército de so-
procedentes del Imperio otomano y de Persia (llamados por los 1
corro, con su artillería bien emplazada, se lanzó al ataque desde el
portugueses a gente branca, «hombres blancos*, porque su piel era exterior de los bosques de Viena.37 Pero la derrota turca ante Vie-
más clara que la de los indios nativos).-?sAsí pues, el carácter de
las guerras islámicas era coherente y claro: el núcleo de cada ejér-
1 na fue también producto de otros factores. de los que el principal
fue la falta de fortificación en el campo sitiador. Era entonces
cito importante estaba formado por hombres carentes de cualquier práctica habitual en Occidente el construir dos conjuntos de obras
vínculo local y enteramente dedicados a satisfacer los deseos del de sitio: uno contra la ciudad asediada y el otro alrededor de las
gobierno, y combatían al modo tradicional. Se trataba, ciertamen- obras de asedio, para protegerse contra cualquier intento de soco-
te, de un sistema que no favorecía las innovaciones estratégicas o rro (lámina 33). El hecho de que los turcos no se preocupasen en
tácticas. Así, un historiador de las instituciones islámicas ha escri- 1683 de tan elemental medida puede haber sido un simple descui-
to: «De los mamelucos no se esperaba que pensasen, sino que do de su general, el desafortunado gran visir Kara Mustafá, pero
montasen a caballo; no estaban destinados a ser una elite militar, concuerda con otros datos que indican que los militares otomanos
sino unos autómatas militaresn.34 En 1517, los arrogantes caballe- eran hábiles imitadorcs pero malos innovadores. Algunos contem-
ros del ejército mameluco (que admitían el uso de las armas de poráneos observaban que, aunque los artesanos turcos podían co-
fuego en los asedios pero rehusaban utilizarlas en el combate) fue- piar cualquier arma occidental hallada en el campo de batalla o
ron aplastados por los soldados esclavos de los turcos otomanos, aportada por algún renegado, esto les ocupaba por lo general mu-
cuyos jefes carecían de tan elevados principios.-?S cho tiempo; e incluso así, sólo parecían capaces de utilizarla dentro
JERA DE 1EUROPA

tamente igual que «en los días de Solimán el Magnífico», hací


doscientos años. El mariscal de Sajonia ofrecía en 1732 la siguient
explicación:-'Y

ifícil para una naciC :r de otra , a causa (


la pereza o la estupidez. Las inn~vaci,~,,,
-"o'. t o . 4 o"
,a,ua,, m r r r i h n

ser aceptadas (y, en ocasiones, aunque todo el mundo esté de


acuerdo en su utilidad, son abandonadas, a pesar de todo, en favor
de la tradición y la rutina) ... Los turcos se hallan hoy en esta situa-
ción. Valor, número o riqueza no les falta: es orden, disciplina y téc-
nica.

Cuanto más mejoraban en las fuerzas europeas estas C L a i i u a u ~ j ,


mayor era su superioridad sobre los ejércitos islámicos, hasta que
la gran victoria de Napoleón Bonaparte en las Pirámides, en 1798,
anunció la total apertura del Oriente a la explotación occidental.
Había, además, una tercera razón de la falta de adecuación
otomana en el ámbito militar: su inferioridad metalúrgica. Hay dos
pruebas de este fenómeno. Las fuentes contemporáneas, por un
lado, han puesto de relieve casi invariablemente que las armas y
corazas tomadas a las fuerzas islámicas no servían a los occidenta-
les. Tras la victoria de Lepanto, en 1571, sólo los venecianos se
apoderaron de unos 225 cañones de bronce, pero todos ellos fue-
ron refundidos (y reforzados) porque, según el Consejo de los
Diez, «el metal es de tan baja calidad». Es decir: la artillería naval
otomana era demasiado quebradiza para su empleo seguro y efi-
caz.40 No se trataba de simple patriotismo exclusivista, porque esto
ha sido comprobado por un reciente análisis químico de la compo-
sición de algunas armas y corazas musulmanas procedentes del
33. El asedio de Viena, 1683. Se imprimieron muchos grabados para celebrar la li- Medio Oriente, que ha demostrado que los hierros y aceros occi-
beración de la capital austríaca de su segundo asedio por los turcos, pero seguramen-
te el más insólito fue esta visión a ojo de pez de Nicholas Meldemann, dedicado al dentales eran mucho más resistentes que sus equivalentes islámi-
general victorioso, conde Starhemberg. Como todas las ilustraciones que se han con- c o ~Hay
. que reconocer que las muestras remitidas a análisis eran
servado, muestra la notable falta de fortificaciones defensivas en torno al campa- algo pequeñas (pues muy pocos museos consienten la mutilación
mento turco, lo que les llevó a la derrota. (Viena, Kriegsarchief, H. 111. C. 172.) de sus objetos por motivos científicos) pero los resultados fueron
consecuentes y convincentes.41
De parecida inferioridad tecnológica se hablaba respecto a la
de su marco militar tradicional.38 Los turcos nunca supieron pasar India. Se había utilizado artillería en el norte del subcontinente
en la batalla campal de sus cerradas columnas a las líneas delga- desde cerca de 1440, y en el Dekán desde 1470 aproximadamente,
das, como tampoco acabaron de dominar del todo las complejida- pero, a pesar de esto, a finales del siglo x v r r i los europeos conside-
des de la guerra de sitio. Todavía a fines del siglo XVIII, sus enerni- raban todavía a toda la artillería «rural» (como la llamaban) inuti-
gos austríacos advertían que el e.iército turco combatía exac- lizable para sus propósitos.42 Aunque los soberanos indígenas po-
LA «KEVOLUCION MILITAR» FUERA DE EUROPA 177

seían muchos cañones, éstos estaban mal fundidos (todavía en el


siglo XVIII algunos cañones indios se hacían con bandas de hierro
su,jetas con cinturones metálicos), mal conservados y eran dema-
siado pesados para el movimiento. Según un escritor indio en el
decenio de 1780. la artillería indígena era tan «voluminosa, mal
montada y mal servida, como la artillería europea de hacía tres-
cientos años». Muchas fuentes europeas le avalan. U n informe de
1777, relativo a la abundante artillería de latón del nabab probritá-
nico de Oudh, calificaba el 90 por 100 de sus cañones como inútil
para el servicio, sea por fatiga del metal o a causa de las cureñas
descompuestas; de modo parecido, la artillería apresada al sultán
Tipu de Mysore en el decenio d e 1790 era considerada por sir Ar-
thur Wellesley, futuro duque d e Wellington, como apta sólo para
chatarra. Lo mismo ocurría con las armas portátiles «rurales», que
normalmente eran de limitada utilidad, bien porque se desgasta-
ban con rapidez y no podían ser sustituidas, bien porque no se
ajustaban a un mismo calibre, d e modo que el proyectil no encaja-
ba a menudo en el ánima, o bien porque su alcance era inferior al
de los mosquetes europeos.43
Pero antes del siglo XVIII los europeos no eran siempre tan des-
preciativo~.Los portugueses en la India nunca se cansaron de afir-
mar que Asia no era como América, ya que sus adversarios esta- 34. Los europeos npuntnnrio los cntiones itldios en esta inacabada miniatura mogol
de comienzos dcl siglo xviii. Pretende mostrar el sitio puesto en 1301 por Ala-ud-din
ban armados con armas de fuego y espadas de acero, no con mazas a la fortaleza de Riithambor. pcro la batería uniforme de cañones y la presencia de
de madera y cuchillos de obsidiana. Sencillamente. no era posible europeos vestidos de negro indican claramente una fecha dc cuatro siglos después,
que 168 hombres con 67 caballos destruyesen el Imperio mogol, cuando era hahitual que los expertos occidentales en tiro con cañón supervisasen los
como hicieron con los incas Pizarro y sus compañeros españoles, parques de artillería de los príncipes irdios.
porque el ejército mogol tenía más de un millón d e hombres, mu-
chos de ellos armados con mosquetes.44 Además, los soberanos in-
dios (incluyendo los mogoles) estaban asesorados a menudo por enfriarse. Así fue como, en 1663, la Compañía Neerlandesa de las
expertos extranjeros, al principio turcos (en especial los musulma- Indias Orientales hubo de prestar al nabab del Carnatic cuatro ca-
nes) pero después también por europeos. Ya en 1499 hubo dos ñones de bronce para su próxima campaña. y los portugueses de la
portugueses que desertaron de la flota de Vasco d e Gama a fin de costa del Malabar entregaban con regularidad a sus aliados nativos
servir a los señores nativos por sueldos más altos, y el número de presentes consistentes en artillería, municiones y artilleros (lámina
renegados fue elevado durante todo el siglo XVI: dos fundidores de 34).4ó Por contraste, la mayoría de los militares europeos al servi-
cañones milaneses a Calicut en 1503, cuatro venecianos a Malabar cio de los indios siguió viniendo de forma independiente e indivi-
en 1505, y así sucesivamente.4~rasla llegada al sur de Asia de dual. Willem Verstegen, por ejemplo, miembro del Consejo
otros grupos europeos rivales en el siglo XVII,este goteo de arma- holandés de Batavia, en su viaje de regreso a Holanda se puso en
mento europeo y de expertos en su utilización se convirtió en una 1658 al servicio del príncipe Dara, uno de los aspirantes al trono
inundación. Algunas armas fueron apresadas o confiscadas, pero mogol. Encontró allí a Niccolb Manucci, un italiano abandonado
la mayor parte parece haber cambiado de manos en forma de re- en Delhi (a la muerte de su amo viajero) que se ganaba la vida al
galo, para ganar o mantener una amistad que parecía en peligro de servicio del príncipe Dara, junto con otros 200 europeos y turcos.47
A pesar de los esfuerzos de todos estos expertos extranjeros, tampoco le acompañó el éxito: sencillamente, no había cañones de
Dara perdió todos los combates que entabló y fue finalmente repuesto, pólvora ni balas. Aunque los sucesivos virreyes trataron
apresado y ejeci~ t a d opo r su rival, Aurangzebe, quien acabó sien- de fabricarlos por su cuenta (la pólvora en Goa, los cañones en
do emperador y tomó a su servicio a la mayoría de los europeos. Macao), apenas pasaba un año sin que los funcionarios del Estado
Pero talmpoco P~urangze' be obtuvo mucho beneficio de su presen- da India suplicasen al gobierno de Lisboa el envío urgente de mu-
cia, para lo que existen dos explicaciones obvias. En primer lugar, niciones desde la metrópoli. Respecto a las numerosas armas en-
como ocurría en el sudeste de Asia, la artillería de campaña y las viadas por las compañías holandesa, inglesa y otras de las Indias
descargas de mosquetería no encajaban fácilmente en las propias Orientales, para el comercio en Oriente, raras veces era aceptable
tradiciones de la guerra. Así comentaba perspicazmente Manucci su calidad y su fiabilidad; algunas disponían, incluso, de una cate-
1ma bat alla entre Dara y Aurangz:ebe en 16<*-
UJU. goría especial denominada «armas comerciales», que estaban (y
así permanecieron largo tiempo) muy por debajo de los requisitos
Sea conocido po r el. lecto
. r que estc1s dos ejé rcitos no estaban normalizados para los mercados europeos.51)
n r.denados u -b- i -~ i.~acostumvinuna
en las d i s.p-. ~ i ~ s L..,.A.." r;ii Europa. Una di-
0.7

Había. pues, buenas razones por las que la revolución militar


sión estaba próxima a la otra, como las ramas de un pino ... Yo europea del combate en campaña no había logrado inspirar la imi-
.esencié en esta acción, y en muchas otras tantas a las que poste- tación de la India a comienzos de la Edad Moderna, pero, a prime-
ormente asistí, que los únicos soldados que combatían eran los ra vista, parece diferente lo relativo a la guerra de sitio. En ésta, la
,de estaban próximos al frente. De los más retrasados, aunque sos- superioridad de los procedimientos occidentales, tanto en ofensiva
tenían en sus manos espadas desenvainadas, los mogoles no hacían
otra cosa que gritar Bakush, hakush, y los indios Mar, mar: «muer- como en defensiva, estaba comprobada una y otra vez, incluso
te, muerte)). Si los de delante avanzaban, los de detrás seguían su contra los enemigos más poderosos, como, por ejemplo. el asedio
ejemplo; y si los primeros retrocedían, los otros huían, costumbre por el sultán Ahmadnagar de la portuguesa Chaul en 1571. No me-
indostánica totalmente contraria a la europea.48 nos de 140.000 soldados indios se enfrentaban a no más de 1.100
defensores europeos, cuyas probabilidades de ser socorridos eran
Manucci tenía razón; los ejércitos indios podían ser multitudina- pequeñas a causa del ataque simultáneo de otros jefes musulma-
rios pero seguían siendo básicamente agrupaciones de heroicos nes contra diversos establecimientos del Estado da India. La des-
guerreros individuales. Su ambición principal era empeñarse en ventaja parecía abrumadora: la guarnición sostenía un perímetro
combate singular con el mayor número posible d e enemigos y, a de no más de 600 metros por 450, protegido por muros y bastiones
menos de lograr esto pronto, su fuerza conjunta se desintegraba improvisados y mal cubierto por los cañones. No fue raro que los
enseguida. La segunda razón del fracaso de los ejércitos mogoles sitiadores se apoderasen poco a poco de todas las obras exteriores,
para adoptar las técnicas de combate europeas ensalzadas por Ma- hasta que por último, tras seis meses, estaban lo suficientemente
nucci era mucho más prosaica: en aquel tiempo, eran pocos los eu- próximos para lanzar el asalto. Pero éste fue rechazado y, en el fu-
ropeos en la India que realmente las utilizaban. Así, por ejemplo, rioso contraataque que lo siguió, los portugueses se apoderaron de
las principales crónicas portuguesas de la época (las de Couto, Bo- toda la artillería enemiga o la clavaron. El asedio había conclui-
carro, Faria e Sousa) están erizadas de brutales y furiosas hazañas do.51
de los fidalgos del Extremo Oriente. Los ataques se ejecutaban Al igual que en África y en el sudeste asiático, fueron muy po-
como acciones guerrilleras, con toda la temeraria indisciplina de cas las plazas fuertes europeas en la India que cayeron ante un
las bandas callejeras, porque también para los fidalgos eran los asedio de los nativos, pero después de 1600 fueron conquistadas
duelos cuerpo a cuerpo la forma más sublime del combate. Es cier- con extraordinaria facilidad por otros europeos. Todos los fuertes
to que, a principios del siglo xvrr, la corona portuguesa intentó lle- portugueses de Ceilán y de la costa del Malabar, por ejemplo, re-
var a sus unidades coloniales la organización y la disciplina euro- sistieron numerosos ataques de diversos señores nativos, pero
peas, pero tuvo poco éxito.49 La corona también intentó adoptar cada uno de ellos sucumbió ante los holandeses entre 1638 y 1663.
un armamento mejor para sus fuerzas de ultramar, pero en esto Estos, sin embargo, fortificaron sus conquistas a una escala mucho
Ln a n r v u ~ u u u l vI V I I L I I H K » FUERA DE EUROPA

mayor: las murallas de Galle, con doce bastiones (algunos de los ductos bélicos. Tras la constitución de la Compañía Unida, en
cuales tenían 30 metros de espesor), se extendían en dos kilóme- 1602, la cifra anual ascendió al 50, 60 e incluso al 70 por 100. El
tros; las de Colombo, con ocho bastiones, y las de Negapatam, con coste total de la construcción de fuertes holandeses en las princi-
doce, eran aún mayores52 y hubieran podido resistir hasta un ase- pales islas de las Molucas, entre 1605 y 1612, no fue menos de 1,72
dio europeo completo. millones d e florines, casi un tercio del capital inicial de la Compa-
A primera vista puede parecer curioso el que, a pesar de estos ñía.55 Se debía esto a que, en su mayoría, los holandeses en Orien-
impresionantes ejemplos, los soberanos nativos d e la India y Cei- te estaban firmemente convencidos de que no podría obtenerse
lán nunca intentaran copiar la trace italienne, pero es preciso re- beneficio alguno sin la fuerza, y no podría comerciarse sin guerra.
cordar que muchas de las principales fortalezas indias eran ya tan Así decía la escueta (y a menudo citada) carta del gobernador ge-
enormes que, a comienzos de la Edad Moderna, apenas producían neral Jan Pieterszoon Coen a sus directores en 1614:
efecto sobre ellas ni siquiera los más intensos cañoneos de la arti-
llería. Así sucedía con las murallas de Gulbarga, del siglo x r v , en Ustedes, caballeros, deberían saber por experiencia que el co-
el Dekán, que tenían 17 metros d e espesor, y las de Purana Quila, mercio en Asia debe ser conducido y mantenido bajo la protección
en Delhi, construidas entre 1530 y 1545, eran parecidas; las mura- y con la ayuda de las propias armas de ustedes. y que esas armas
llas de Agra, reconstruidas entre 1564 y 1574, estaban formadas han de ser manejadas con los beneficios obtenidos del comercio. Es
por dos revestimientos de bloques labrados de arenisca roja, sepa- así que el comercio no se puede conservar sin la guerra, ni la guerra
rados entre sí diez metros y rellenos con arena y escombro; care- sin el cornercio.sh
cían de bastiones porque, con tan gran tamaño, casi no los necesi-
taban. Los asedios en los primeros tiempos de la moderna India Algunos ingleses en el Lejano Oriente, durante el siglo XVII, opi-
eran resueltos mediante el bloqueo y las minas, más que por el naban que su Compañía de las Indias Orientales debería seguir el
bombardeo. Ni siquiera a fines del siglo xvrrr pudieron ocupar los modelo holandés. El doctor John Fryer, médico de la Compañía
europeos ninguna de estas plazas fuertes por medio del cañone0.~3 en Surat durante el decenio de 1670, observaba, por ejemplo, que
Hasta finales del siglo XVIII, empero, los europeos (en su ma- los holandeses eran <<tanpoderosos en hombres, riqueza y marina
yoría) ni siquiera lo intentaron. Las investigaciones modernas han en Batavia como en Europa», y proseguía así:
puesto de relieve lo irreal que es figurarse a Occidente firmemente
determinado a dominar el mundo a partir del viaje de Vasco de [Su estrategia] está basada en un principio distinto al de nues-
Gama.54 E n realidad, los europeos vinieron a Asia a comerciar, no tra Compañía de las Indias Orientales, que es por un beneficio ac-
tual, no por unas ganancias futuras. Ellos [los holandeses], a medi-
a conquistar, y en su mayoría sólo se implicaron en pastos militares da que ocupan territorios, los afianzan con grandes gastos. alzando
para forzar a los compradores indecisos o para protegerse contra fortificaciones y manteniendo soldados; los nuestros están para au-
los ataques de sus rivales europeos, pues, en caso contrario, el cos- mentar las ventas y reducir los costes, pidiendo a la siguiente gene-
te de la defensa hubiera consumido todos los beneficios comercia- ración que se enriquezca como ellos han hecho. pero sin darle los
les. Los holandeses fueron, sin embargo, una excepción a esta re- medios.57
gla, puesto que ya estaban empeñados en una dura lucha en
Europa y, por eso, atacaron directamente las bases ultramarinas de Esta comparación no era justa. Los ingleses, tras algunos fracasos
sus enemigos españoles o portugueses, intentando destruirlas a la iniciales, preferían concentrar su comercio e n los territorios don-
vez que apoderarse de su comercio. Eran esenciales para ellos, por de 10s Estados indios nativos eran relativamente pequeños y débi-
tanto, unos elevados gastos militares y (según una investigación les, y donde sus competidores europeos no estaban fuertemente
oficial de 1613) hasta las voorcompagnieen (las asociaciones riva- implantados, como Golconda, el Carnatic, Bengala.58 Los directo-
les de mercaderes holandeses que comerciaban en Asia antes de res de la Compañía podían enorgullecerse, por tanto, de su habili-
fundarse la Compañía Unida de las Indias Orientales) invirtieron dad para evitar los onerosos gastos militares. «Todas las guerras
más del 30 por 100 de los gastos corrientes de cada viaje en pro- son tan contrarias a nuestra constitución como a nuestros intereses
-informaban a sus funcionarios en 1681- que nunca lo repetire- en Oriente, a partir de los portugueses, habían intentado compen-
mos lo suficiente para inculcar en ustedes la aversión a ellas»; o sar su gran desventaja numérica reclutando hombres de las «razas
como se decía en un mensaje más lacónico enviado en 1677: guerreras» de Asia, como los ambonesios de Indonesia o los pam-
«Nuestro negocio es el comercio, no la guerra». pangas filipinos. Se sirvieron también de los nativos convertidos al
Todavía en 1750 reprochaban los directores a sus funcionarios cristianismo (a menudo hijos de padres europeos), como los topa-
del exterior el que pareciesen «considerarse a sí mismos más como zes de la India británica o los mardijkers de la fava holandesa.61
una colonia militar que como factores y agentes de una institución Pero esos diversos reclutamientos fueron auxiliares, no regulares:
de comerciantes», y desaprobaron en 1759 los proyectos estratégi- luchaban a la manera tradicional, con armas tradicionales y en for-
cos del gobernador de Madrás, basándose en que «si nosotros hu- maciones tradicionales. Los franceses, sin embargo, adiestraron a
biéramos de adoptar sus diversos planes de fortificación, la mitad las tropas nativas a luchar a la manera europea, con armas euro-
de nuestra capital quedaría enterrada con murallas de piedra>>.s9 peas y con uniformes europeos; y después de 1751 las proveyeron
Ya entonces los directores estaban gravemente pasados de moda, de oficiales y suboficiales europeos.62 Ese mismo año, el goberna-
pues era bastante peligroso el que los franceses estuvieran enton- dor francés de Pondichery informaba así a sus superiores en Euro-
ces llamando a sus puertas: llegaron a Pondichery, cerca de Ma- pa: «Todos mis esfuerzos se dirigen a conseguir para ustedes gran-
drás, en 1674, y a Chandernagor, aguas arriba de Calcuta, en 1686. des ingresos en esta parte de la India, y a poner con ello a la
Tras la reorganización en 1719 de la Compañía Francesa de Indias, nación [francesa] en posición de mantenerse por sí misma aquí, in-
estos modestos principios de asentamiento en el subcontinente se cluso si faltase el apoyo desde Europa».h3 Su enemigo británico era
convirtieron en amenazadoras cabezas de puente desde las que plenamente consciente de la amenaza:
podía extenderse la influencia territorial francesa en la India. Se
Dado que los franceses han logrado la posesión de extensos do-
hizo inevitable que, siempre que Inglaterra y Francia se declarasen minios -escribía el gobernador Saunders a sus superiores en fe-
la guerra en Europa. el conflicto se extendiese a sus colonias. Pero brero de 1751- y han desplegado su bandera en los límites de
ni aún así los directores de la Compañía de las Indias Orientales nuestro territorio, esforzándose por encerrar nuestros estableci-
comprendieron la necesidad de un cambio. Todavía en 1740, cuan- mientos de modo tal que no puedan recibir abastecimientos ni mer-
do estalló la guerra de Sucesión de Austria, las fuerzas británicas cancías, se ha considerado esencial oponerse a sus intenciones, para
en la India sumaban menos de 2.000 hombres, diseminados por que su éxito no haga peor nuestra situación en la paz que en tiem-
todo el subcontinente en decrépitas fortalezas mal protegidas. Así po de guerra ... Nos opondremos, por lo tanto, a ellos con todas
ocurrió que, cuando los franceses del Carnatic atacaron Madrás en nuestras posibilidades.
1746, sólo había en el fuerte St. George 100 hombres para atender
a sus 200 cañones, y el director de la artillería, un tal señor Smith, Para esto tenían los ingleses una ventaja decisiva: sus superiores
murió de un ataque al corazón en cuanto vio a los franceses apro- recursos financieros en el subcontinente. No se trataba únicamen-
ximándose. Ese mismo año, los victoriosos franceses derrotaron te de que el volumen del comercio inglés en Asia fuese, en 1750,
después a un gran ejército de aliados indios de Inglaterra en la ba-
l unas cuatro veces superior al francés, sino que se daba también la
I
talla del río Adyar, con los habituales procedimientos europeos de circunstancia de que, a partir de 1680, los agentes de la Compañía
descargas de mosquetería: 300 europeos y 700 soldados nativos, en Madrás recibían considerables depósitos en metálico de los co-
formados en tres filas, avanzaron contra sus 10.000 enemigos dis- merciantes y funcionarios indios y europeos; en tiempos normales,
parando sus balas en descargas sucesivas; casi en el acto se hicie- gran parte de ellos se remitía a Londres en forma de letras de cam-
ron dueños del campo de batalla.60 bio, pero, cuando había amenaza de guerra o ésta estallaba, tales
La batalla del río Adyar marcó un hito en la historia de la In- depósitos constituían una apreciable reserva con la que financiar
dia. Hay que reconocer que la combinación de un núcleo de sol- los gastos militares. A medida que crecía el comercio y la pobla-
dados europeos con un número mayor de tropas indias, instruidas ción de Madrás, aumentaba el cauital deuositado.64 Hacia el dece-
a la europea, no era nada nuevo. Todas las potencias occidentales
:EVOLUCI~NMILIT'AR 4 «REVOLUCION MILITAR» FUERA DE EUROPA

guir el ejemplo francés y organizar sus propias compañías, batallo- bate desde el 10 a 1 de Plassey hasta solamente 2 a 1 contra Est
nes y, con el tiempo, regimientos de «cipayos» (nombre con el que dos como Mysore. La posibilidad del dominio europeo en la Indi
se conocía a estas tropas, derivado de la palabra sipahi,«soldado» en armonía con el dominio europeo en América, era ahora real.68
en persa). En 1758 había dos batallones de cipayos al servicio de la Justo entonces, en el último momento (si así pudiera decirse),
Compañía, cinco en 1759, y diez (unos 9.000 hombres) en 1765. algunos soberanos nativos adoptaron los procedimientos militares
Con este número de hombres, y con los nuevos mosquetes de llave occidentales con tanto éxito que los ingleses se vieron detenidos
de pedernal y la artillería de campaña de tiro rápido, importados en su progreso. Bajo la dirección de más de cien expertos euro-
desde Europa, la Compañía no sólo podía ahora desafiar a sus ri- peos (en su mayoría franceses), se fabricó excelente artillería de
vales franceses con posibilidades de éxito, sino también a los pe- bronce para la Confederación Maratha, a la que hasta sir Arthur
queños Estados nativos de la India.65 Wellesley (futuro duque de Wellington) consideró que «es apta
La primera gran oportunidad sobrevino en Bengala, en 1757. para nuestro servicio»: los nuevos cañones de campaña fueron en-
El Imperio mogol, en su época de auge, podía poner sobre las tregados a los cipayos marathas, también dirigidos por europeos,
armas a 4 millones de guerreros, pero después de la muerte de con mayor abundancia que a los ingleses, pues cada batallón ma-
Aurangzebe en 1707, algunos sátrapas de la frontera imperial se ratha tenía cinco piezas de campaña, por sólo dos en los ingleses.
habían independizado y habían creado sus propios Estados.66 A Incluso Wellesley se tuvo por afortunado tras su victoria en Assa-
pesar de ello, su poderío militar seguía siendo inmenso en com- ye en 1803: «La batalla fue la más dura que. creo yo, se ha desarro-
paración con el de los europeos. La decisión de enviar un ejército llado jamás en la India», escribía. Dos años después, el general
de cipayos y tropas inglesas a Bengala en 1757, a las órdenes de Lake. tras otra difícil victoria sobre los marathas en Laswari, escri-
Robert Clive, era algo descabellado. Hay que reconocer que el bía: «Si no hubiéramos adoptado un dispositivo de ataque con un
nuevo nabab de Bengala había actuado provocativamente al ocu- estilo como el que hubiéramos debido adoptar frente a los enemi-
par Calcuta y exigir a la Compañía mayores pagos a cambio del gos más formidables ... podríamos haber fracasado* y, por su par-
comercio; pero su ejército era diez veces mayor que los 2.000 cipa- te, el comandante Thorne, superviviente de ambas batallas, escri-
yos de Clive y sus 900 europeos, y estaba asesorado por consejeros bió algunos años después un dilatado memorial para poner sobre
militares franceses. aviso a los pueblos de Europa de «los cambios que han tenido lu-
No obstante, en la batalla de Plassey, Clive triunfó. El nabab gar entre las tribus guerreras de la India, mediante la adopción de
Siraj-ud-Daulah fue ejecutado y se puso en su lugar a otro más la táctica europea y la disciplina francesa. las cuales, combinadas
aceptable para los ingleses. Tras varios años más de hostilidades y con su valentía natural, que a menudo raya en frenético entusias-
negociaciones, el emperador mogol y el nuevo nabab reconocieron mo, y con su superioridad numérica, han hecho nuestros conflictos
en 1765 el derecho de la Compañía inglesa a recaudar todos los in- con ellos extremadamente sangrientos».6')
gresos del Estado en las provincias de Bihar, Orisa y Bengala. Era Al final, la mayor experiencia de las fuerzas europeas produjo
una riqueza que superaba todos los sueños de la avaricia: la «canti- su efecto. Los marathas podían poseer una impresionante artillería
dad neta de ingresos y aduanas territoriales, libre de los cargos de de campaña, pero hacia el decenio de 1800 no habían dominado
recaudación» que la Compañía recibía oficialmente ascendió brus- todavía completamente la forma correcta de emplazarla. ya que
camente desde cero, antes de 1757, a casi 2 millones de libras en perdían casi todos sus cañones tras la derrota (71 piezas en Las-
1761-1764, y a casi 7,5 millones en 1766-1769. Con la ayuda de es- wari, 98 en Assaye, 164 en Agra). Además, los marathas podían
tos fondos (pagados en plata) resultó posible construir fortificacio- también comenzar disponiendo de oficiales europeos y euroasiáti-
nes inexpugnables y reclutar ejércitos lo suficientemente grandes cos para instruir a sus cipayos, pero antes de las batallas críticas
como para intervenir con eficacia en el Dekán, en Mysore y, en aquéllos eran en su mayoría inducidos a desertar mediante sobor-
realidad, en cualquier punto del subcontinente.67 Para 1782 los in- nos, con lo que la tropa sin graduación había de luchar por sí sola.
gleses podían mantener 115.000 hombres en la India (con un 90 Esto parece haber sido otro caso de rutinario mimetismo, en el
por 100 de cipayos) y disminuir su desventaja numérica en el com- que la India de los príncipes sólo adoptaba las innovaciones occi-
EVOLUCIÓN MILIT , VL J C I Ó N MILITAR* FUERA D E EUROPA

dentales (en el arte, el vestido o la guerra) de mala gana y, cuando ran China ya en el dec 1520, quizá con allguna de las numc
lo hacía, se imitaba demasiado poco y demasiado tarde. Fuese cual .-- - - tznviaron a la cort
rosas misiones diploma~icasq u e ius uLuiiiaiiub *

fuese la causa, los recursos militares de la India, bajo el control eu- de los Ming, pero, si así fue, su conocimiento parece haber quedado
ropeo, resultaron ser decisivos para el posterior engrandecimiento restringido a los círculos gobernantes. Para la mayoría de los chi-
de Occidente. Ya en 1762 se envió un destacamento de 650 cipayos nos, las armas de fuego de tipo occidental aparecieron por vez pri-
en ayuda de los ingleses para la toma de Manila, y tras la derrota mera en manos de los piratas que a fines del decenio de 1540 opera-
de los marathas estas intervenciones en el ,extranjero se hicieron ban desde Japón contra Fukien.71
más frecuentes: en Birmania, en el este de Africa y, sobre todo, en Si bien las armas de fuego no se emplearon extensamente por
el este de Asia, porque los europeos disponían ahora de los me- las fuerzas Ming contra los wak6 (véanse pp. 120-121), se adopta-
dios para desafiar hasta a sus rivales más poderosos. Todos los ron poco después en la frontera septentrional de China para su
ejércitos occidentales que invadieron China en 1839-1842, 1859- utilización contra los nómadas de la estepa. En 1564, por ejemplo,
1860 y 1900 llevaban consigo importantes contingentes indios. Jus- la guarnición de Pekín sustituyó por plomo sus balas de cañón con
to después de la rebelión de los bóxers, hasta el tráfico de Pekín revestimiento arcilloso, y en 1568 aquéllas fueron a su vez reem-
era dirigido por los sijs. En palabras del distinguido sinólogo Louis plazadas por hierro. Más adelante, en el decenio de 1570, bajo la
Dermigny: «Era como si los ingleses hubiesen sojuzgado la penín- dirección de Ch'i Chi-kuang (que había organizado la derrota de
sula india a fin de utilizar sus recursos contra China».'() los piratas), la Gran Muralla fue provista de fortines que alberga-
ban mosqueteros, y las unidades en reserva del eiército del norte
se reforzaron con pequeños carruajes (conocid OS como «vagones
de batalla») con artillería ligera de retrocarga, servido cada uno
por 20 hombres.'*
Si, según lo expuesto, los pueblos indígenas de América, Sibe- Una extraordinaria fuente, que muestra gráficamente el grado
ria, el Africa negra y el sudeste asiático perdieron su independencia en que se había adoptado el armamento europeo en la frontera
porque parecían incapaces de adoptar la tecnología militar occiden- septentrional china bajo los últimos Ming, es el T'ai-tsu shih-lu
tal, los del mundo musulmán sucumbieron aparentemente por no (Verdaderas crónicas del Gran Antepasado), recopiladas en 1635
poderla adaptar a su propio sistema militar. Por el contrario, los para registrar las hazañas de Nurhaci, fundador de la dinastía
pueblos del este de Asia fueron capaces de mantener a raya a Occi- Ch'ing (láminas 35-36). Es significativo que en los dibujos de las
dente durante todo el período inicial de la Edad Moderna porque, victorias iniciales del «Gran Antepasado» todos los cañones están
al parecer, conocían ya las reglas del juego. Las armas de fuego, las en el lado de los Ming; los ejércitos imperiales se muestran utili-
fortalezas, los ejércitos permanentes y los barcos de guerra habían zando cañones de campaña, montados sobre caballetes o sobre
formado parte durante largo tiempo de la tradición militar de Chi- «vagones de batalla», mientras que los guerreros del norte parecen
na, Corea y Japón. Hay que recordar que la artillería de bronce y depender de sus arqueros a caballo.73 En 1629, sin embargo, los
de hierro se había desarrollado ya plenamente en China antes de Ch'ing atacaron y se anexionaron cuatro grandes ciudades al sur
que se extendiera hacia occidente y llegase a Europa (véanse pp. de la Gran Muralla; en una de ellas, Yung-p'ing, fue también he-
119-120). Sin embargo, después de mediados del siglo XIV, disminu- cha prisionera una dotación artillera china «familiarizada con los
yó el contacto entre el Lejano Oriente y el Lejano Occidente, por procedimientos de fundición de la artillería portuguesa». Para
lo que la evolución posterior de las armas de fuego siguió un curso 1631 los prisioneros habían fabricado unas 40 piezas de artillería
algo distinto en ambos territorios. Hacia 1500, los cañones de hie- del nuevo estilo europeo, que pronto entraron en acción contra las
rro y de bronce de fabricación occidental (hechos por fundidores posiciones de los Ming, manejadas por hombres que habían recibi-
turcos o cristianos) demostraban ser más potentes y móviles que los do instrucción, de primera o segunda mano, de artilleros portugue-
de Oriente, de modo que cuando en el siglo XVI llegaron a estos te- ses. Poco a poco, como se muestra en las ilustraciones posteriores
rritorios suscitaron el interés y la imitación. Es posible que alcanza- del T'ai-tsu shih-lu, aparecieron en el bando de los Ch'ing.
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35-36. Las arnlas de friego en las batallas entre los Ming y los Ch'ing por el dominio shih-/ir (veruaueras cronicas del Gran Antepasado, es decir, Nurhaci). c o t ~~ I I L I L ~ L I ~ J -
de China aparecen todas. al principio, en poder de los Ming. Sin embargo. a fines del 1 nes en chino y en manchú. se prepararon originalmente hacia 1635 y sugieren que,
decenio de 1620 y durante el de 1630, los septentrionales empezaron a utilizar artille- aunque los Ming poseían diversos tipos de armas de fuego y cureñas de cañón, pare-
ría, junto con los arqueros. para derrotar a su enemigo. Estos dibujos del T'ai-tsu 1 cían incapaces de utilizarlos con eficacia.
. . .
Perc> las arm as de fue:go fuercln sólo UIla parte pequeña del ar-
senal dc:los ejércitos chinos.. De spués de toao, los Ming mante-
\ ?nn n r
nían (al menos sobre el papel) unos ~ u . u d 0soldados y 100.000 ca-
ballos en la frontera septentrional, mientras que el ejército de los
Ch'ing que ocupó Pekín en 1644 contaba probablemente con
280.000 guerreros; hubiera sido prácticamente imposible dotar a
todas estas tropas de armas de fuego de estilo occidental.74 Así
pues, los soldados de la nueva dinastía siguieron combatiendo al
modo tradicional hasta el siglo XIX. Es cierto que en 1675 el ejérci-
to imperial chino estaba apoyado por 150 cañones pesados y nu-
merosas baterías de artillería de campaña, fundidos bajo la direc-
ción de los misioneros jesuitas de Pekín, pero se trataba de una
campaña concreta contra peligrosos enemigos interiores (los «Tres
Feudatarios» y sus seguidores).7"n oti ones, la princi-
pal fuerza de los Ch'ing residía en el ap número de sus
tropas.76
Los japoneses, sin embargo, cuyos ejercitas eran a mediados
del siglo XVI mucho menores que los de su gran vecino conti-
nental, hicieron un uso mucho mayor de las armas de fuego occi-
dentales. Se acepta generalmente que éstas fueron introducidas
por algunos náufragos portugueses en 1543, en la isla de Tanegas-
hima, al sur de Kiusiu, y que los herreros japoneses las copiaron
rápidamente.77 Hay algo más de desacuerdo sobre la fecha en que
por vez primera se utilizaron realmente los mosquetes en comba-
te, pues se han propuesto las declaraciones de dos señores de la
guerra, Oda Nobunaga en 1549 y (más verosímilmente) Takeda
Shingen en 1555, pero todo el mundo coincide en que la demos-
tración más espectacular de la fuerza de los mosqueteros japone-
ses tuvo lugar el 21 de mayo de 1575, en la batalla de Nagashino.
Nobunaga desplegó para esta acción 3.000 mosqueteros en tres fi-
las, tras haberles instruido en el tiro por descargas a fin de soste-
ner una barrera continuada (lámina 37). La caballería enemiga de
Takeda fue aniquilada. La escena de la batalla en la película Ka-
gemusha (La sombra del guerrero) de Kurosawa es una verosímil
reconstrucción, porque esta acción pretende representar Naga-
shino.78
Es posible que no se haya apreciado plenamente la originali- 37. L a batalla de Nagashino, 1575, significó un paso decisivo en la reunificación de
dad de la rápida adopción japonesa de las armas de fuego. En pri- Japón, tras casi un siglo de guerra civil. Las tropas de Oda Nobunaga (a la izquier-
mer lugar, mientras en Europa se preocupaban por aumentar la ra- d a ) , utilizaron el fuego en descargas de sus mosquetes de tipo occidental para aniqui-
lar las cargas de la caballería de Takeda. Fue una impresionante demostración del
pidez de la recarga, los japoneses se interesaban más en mejorar la poder de las armas de fuego, que en ese momento asumen un lugar prominente
precisión del tiro. Así pues, los manuales militares occidentales ex- , (aunque breve) en el guerrear japonés.
plicaban sobre todo el modo en que un soldado podía recargar su grues,OS muro!s de piedra, para constituir un recinto exterior prácti
arma con más rapidez, mientras que los tratados japoneses (a par- camente maci zo, que rodeaba una torre del homenaje de siete pi
1-
tir del decenio de 1550) daban instrucciones sobrc cómo hacer SOS,dti iiicuriiparable belleza.sl Azuchi fue, sin embargo, totalmen-
mejor la puntería. Los tanegashima eran, para su época. notable- te destruido tras el asesinato de su creador (aunque todavía
mente precisos, lo que, en realidad. ponía aún más de relieve el resultan impresionantes las ruinas del recinto exterior y los restos
principal defecto de los mosquetes de carga por la boca: el tiempo de los cimientos del torreón). Se conserva menos aún de otra in-
consumido en su recarga. Como ya se ha indicado antes (pp. 38- gente fortaleza de esa época, Odawara. la plaza fuerte del clan
39), la única manera de compensar este defecto era formar en filas Hojo, capaz de albergar 40.000 guerreros y rodeada por veinte
a los mosqueteros y hacerlas disparar sucesivamente, de modo que fuertes destacados. Fue necesario un ejército de más de 100.000
la primera fila pudiera recargar mientras las d e detrás disparaban. hombres para rendirla por hambre en el verano de 1590, y fue des-
Esta solución no fue ni siquiera sugerida en Europa hasta 1594, y truid;1 después de ser ocupad,a por Tc)yotomi Hideyoshi, dando
no se convirtió en práctica generalizada hasta el decenio de 1630. orige n al año isiguiente a una pc~pularcopla:
Sin embargo, Oda Nobunaga había experimentado con descargas
de mosquetería en el de(:enio de 1560, y S,u princir3ai victoria con- 'ara qué si rve acarrtzar rocas !i alzar ca:
seguida gracias a este p rocedimilento tuv o lugar en 1575, veinte asta conte:mplar a /4zuchi y CIdawara!'
años antes de la innovaci~ ón europ1ea.79 :.-J-J-l-
Cuando en 1582 Nobunaga lue asesinado, había conquistado Algo rrias suc>sis~enoy ue las ciuuaueias aun mayores consLrLiiuas
casi una mitad de las provincias de Japón y, tras un paréntesis d e por Hideyoshi y sus seguidores, que preferían fortificar oteros. Se
desórdenes, su labor fue continuada por dos d e sus más brillantes advierte una notable homogeneidad en los casi 60 castillos que han
generales: primero Toyotomi Hideyoshi y después Tokugawa Ieya- sobrevivido y que fueron construidos en Japón entre 1580 y 1630,
su. A medida que nuevas provincias eran sometidas a la autoridad desde Sendai al norte hasta Kagoshima al sur, aunque algunos son
central, el ejército principal se incrementaba con los contingentes mavores aue otros. El castillos de Kato Kivomasa en Kumamoto.
de los nuevos vasallos y aliados de Hideyoshi. Cuando en 1587 de- ejemplo, tenía 12 km de circunferencia (con 49 torres y 2 to-
cidió invadir la isla de Kiusiu se movilizaron casi 300.000 hombres rreones); el bello castillo d e «La Garza Blanca» de Ikeda Teruma-
y la isla fue ocupada en unas semanas.80 Es posible que la reunifi- sa, en Himeji, casi d e la misma extensión, se construyó con unas
cación de Japón hubiera podido alcanzarse sin necesidad de armas 103.000 toneladas de piedra (lámina 38), mientras que los muros
de fuego, pero la habilidad para transformar a un gran número d e de la gran ciudadela de Tokugawa Hidetada en Osaka tenían más
campesinos en eficaces mosqueteros aceleró indudablemente este de 13 km de longitud. Algunos de los bloques utilizados para cons-
Droceso. truir las defensas de Osaka pesaban 120 o 130 toneladas y fueron
Nobunaga y sus sucesores advirtieron también la utilidad de trasladados a pie de obra desde todo Japón. por feudatarios deseo-
los cañones pesados utilizados por los occidentales y, al parecer, sos de mostrar su lealtad al régimen; todavía hoy pueden observar-
comprendieron inmediatamente que la artillería haría indefendi- se los signos distintivos de cada daimio, puestos en «sus» bloques
bles todos los castillos y fortalezas de Japón, puesto que (al igual (a los que se conferían además nombres de buen augurio). Con ta-
que en Europa), cuando los muros eran construidos con gran altu- les bloques, más propios de una pirámide que de un castillo, se
ra para rechazar a los sitiadores, se hacían vulnerables a los impac- construyeron muros que tenían en algunos puntos hasta 19 m de
tos del cañoneo artillero. Apareció por tanto un nuevo tipo de for- espesor.83 Es muy posible (como indicó hace algunos años el pro-
tificación defensiva, situada en una cresta y rodeada por muros d e fesor J. W. Hall) que estos castillos japoneses «no tuviesen par en
piedra, de modo que éstos quedaran respaldados por roca viva y lo relativo a su tamaño e inexpugnabilidad» en ninguna otra parte
tierra. Un ejemplo inicial de esto fue construido por Nobunaga a comienzos de la época moderna.84
junto al lago Biwa, en Azuchi, entre 1576 y 1579, utilizando la Encontramos una vez más que. aunque los señores japoneses
combinación formada por la parte superior d e una colina y unos estaban plenamente preparados para adoptar las innovaciones mi-
TAR C K A UE t

to», según un testigo presencial. «La regla de su construcción es ta


que resultan casi insensibles a los esfuerzos del tiro horizontal, in
cluso con cañones de 32 libras.» De modo parecido, la fuerza ex-
pedicionaria británica enviada a China en 1860 halló inexpugna-
bles los muros de Pekín. Según el jefe inglés, general Knollys,

La historia de la antigüedad nos habla d e que los muros de Ba-


bilonia eran tan anchos que en su parte superior se podían conducir
varios carros de frente, pero realmente creo que los de Pekín deben
ser todavía mayores. Tienen más de 50 pies de espesor, casi lo mis-
mo que de altura y están pavimentados en su parte superior donde,
estoy seguro, cinco coches de cuatro caballos podrían conducirse de
frente con un poco de cuidado.8"

La amplitud de las fortificaciones en el este de Asia hacía inútiles


los cañones de sitio, lo que puede ser la razón por la que la artille-
ría pesada indígena nunca llegó realmente a desarrollarse en esos
territorios; en Japón sólo se utilizó seriamente contra Osaka en
38. El casrillo de Hrrnejr. conocido como «La Garza Blanca» porque desde lejoi 1615 y contra la rebelión de Shimabara en 1636 (y ni siquiera en-
asemejaba a un gran pájaro listo para emprender el vuelo desde la llanura en la que tonces resultó decisiva); en China raras veces se empleó en la
estaba posado. no era sino una de las casi 60 ingentes fortalezas construidas en Japón ofensiva, excepto en el decenio de 1670. En ambos imperios los
en el medio siglo despucs de 1580. Todas ellas tenían sólidos cimientos y utilizaban asedios se decidían habitualmente mediante el asalto multitudina-
bastiones muy parecidos a los de la trace iral~enne.Fueron inexpugnables, a todo in-
tento y propósito, hasta la época de los bombardeos aéreos.
rio, el minado o el bloqueo, y no mediante el bombardeo." Los ca-
ñones pesados, tanto de fabricación tradicional como occidental,
se emplearon ciertamente para la defensa de las enormes murallas,
litares occidentales, siempre las adaptaban a las circunstancias lo- pero, fuera de esto, el empleo de la artillería en el combate terres-
cales de una forma peculiar.8Qin embargo, la China de comienzos tre en el este de Asia estaba reducido al campo.
de la época moderna no tenía necesidad de los ejemplos occiden- Aun siendo así, los grandes Estados del este asiático prestaron
tales en el arte de las construcciones defensivas, pues sus sobera- más atención a las innovaciones militares de los europeos que a
nos habían convivido con la pólvora durante siglos y las enormes otros aspectos de la cultura occidental (salvo, quizá, la astronomía
fortificaciones elevadas bajo la dinastía Ming estaban previstas y el reloj). Esta paradoja puede comprenderse fácilmente si se re-
para resistir tanto el cañoneo artillero como el minado. Es cierto cuerda que la llegada marítima de los europeos al Lejano Oriente
que los chinos carecían de castillos y preferían fortificar ciuda- coincidió con un período de prolongada desintegración política en
des enteras (en realidad, los chinos utilizan el mismo carácter China y Japón. En la primera, la inestabilidad subsistió aproxima-
-ch'eng- para «ciudad» y «muro»), pero esas ciudades estaban damente desde los renovados ataques piratas contra Fukien, en el
rodeadas por grandes murallas (de 15 m de espesor en algunos decenio de 1540, hasta la aniquilación de los últimos seguidores de
puntos) que podían resistir incluso los proyectiles modernos. Fue los Ming, en el decenio de 1680. La época de las guerras civiles
así como, en 1840, durante las guerras del opio, un barco de guerra duró en Japón desde el comienzo de la guerra de Onin, en 1467,
de 74 cañones de la Roya1 Navy bombardeó durante dos horas un hasta la ocupación de Odawara en 1590. Durante este largo perío-
fuerte en las afueras de Cantón y «no produjo el más mínimo efec- do era natural que se prestase gran atención a todas las innovacio-
nes militares, pero en cuanto se recuperaba la estabilidad era me-
nor el valor de cosas tales como las armas de fuego. E n China, és- mantuvieron sin ser casi desafiados por los europeos durante el si-
tas estuvieron limitadas a las fronteras; en Japón la mayoría se glo XVIII,y tampoco se amenazaron entre sí.") El «orden mundial»
conservaba en los parques del gobierno, y durante todo el siglo Propio de China y Japón permaneció intacto hasta que las nacio-
disminuyó constantemente su fabricación (que sólo podía hacerse nes industriales de Occidente pusieron en acción contra ellos los
con autorización).xx barcos de vapor, la artillería de acero y los cipayos, a mediados del
Pero Japón no sólo «dejó» las armas d e fuego. Después d e siglo XIX. No cayeron ante la revolución militar.
1580, los sucesivos gobiernos centrales efectuaron una serie de
«cazas d e espadas» con el objeto de retirar todas las armas de los
templos, de los campesinos y ciudadanos, de todos los que pudie-
ran intentar resistirse a los impuestos o normas de la administra-
ción. Algunas de las espadas así confiscadas fueron fundidas para
hacer un gran Buda metálico en Kyoto, mientras que otras se con-
servaron en los parques del Estado para su uso en casos de emer-
gencia (por ejemplo, durante las invasiones de Corea, en el dece-
nio d e 1590), hasta que, por último, el ceñir espada quedó casi
limitado a una clase hereditaria de hombres armados (los samu-
rai). A u n así. aunque los samurai quedaron con sus espadas, fue-
ron despojados de la mayoría de sus castillos; en 1580, también,
comenzó el gobierno central la destrucción sistemática de las forti-
ficaciones que pertenecían a sus enemigos derrotados. Después, en
1615, el shogun decretó que, a partir de entonces, cada señor po-
dría conservar sólo un castillo y todos los demás habrían de ser de-
rruidos. Así, por ejemplo, en la provincia occidental de Bizen,
donde habían existido más de 200 plazas fortificadas a finales del
siglo x v , sólo quedaban 10 en el decenio de 1590, y sólo una des-
pués de 1615: el gran «Castillo del Cuervo» e n Okayama. Esta
«desmilitarización» de Japón afectó también a la literatura, pues
durante algunos decenios después de 1671 permaneció prohibida
la importación de libros extranjeros sobre asuntos militares (y so-
bre el cristianismo); el Honcho Gunki-ko (Investigación de las ar-
mas militares en Japón), escrito antes de 1722 y publicado en 1737,
sólo contenía un capítulo sobre las armas de fuego, y éste era muy
breve.xl)
Para esa época también Occidente había perdido gran parte d e
su interés por el Japón, ya que la presencia europea en Asia había
cambiado sustancialmente. Los holandeses habían sido expulsados
de Taiwan en el decenio de 1660 (p. 157) y su factoría en Japón ya
no producía grandes beneficios; las potencias ibéricas habían per-
dido gran parte de su imperio comercial en Oriente, y la Compa-
ñía Inglesa de las Indias Orientales comerciaba todavía relativa-
mente poco en el Lejano Oriente. De modo que China y Japón se
do apasionadamente cuál es el punto exacto en el que CIoncluyó
revolución. La «Restauración» ha sido fechada cada vez más . pro]
to, desde el regreso de Carlos 11 en 1660, hasta la muerte de Cron
well en 1658, o la presentación de la Hs~mblePetition nnd Advic
en 1657, o incluso en la aparición de regímenes más conservadorc
en Escocia e Irlanda en 1654-1655.2
No es más fácil establecer la cronología de la revolución mili-
tar a comienzos de la Europa moderna; resulta, incluso, más difícil
a primera vista, porque los diversos cambios en la amplitud y la
naturaleza de las guerras, descritos en los anteriores capítulos, fue-
ron acompañados por modificaciones en la estructura y la natura-
leza de los Estados que las hicieron. Esto no debe sorprendernos
Los instrumentos imperiales utilizados para derribar a los ma- porque, como se ha indicado en el capítulo 2, el desarrollo de una
rathas, los Ch'ing o los Tokugawa fueron totalmente distintos a los eficaz burocracia fue un requisito esencial para la creación, control
empleados para sojuzgar a aztecas o incas. Es evidente que, en los y abastecimiento de ejércitos más voluminosos y mejor pertrecha-
tres siglos transcurridos, se había producido una importante trans- dos. Así pues, el gran salto que se produjo en los decenios de 1530
formación en el poder militar y naval europeo, transformación tan y 1540 en el tamaño de los ejércitos fue acompañado por una im-
profunda que sin duda ha de ser equiparada a una «revolución». portante reorganización del gobierno en la mayoría de los Estados
Uno de los grandes problemas, empero, al escribir la historia de occidentales, donde el sistema administrativo heredado (que se
las revoluciones, es el de establecer las fechas exactas de su co- basaba en la corte) dejó paso a un edificio burocrático más compli-
mienzo y final. La discriminación entre las condiciones previas y cado; además, el otro período de rápido crecimiento, entre 1672 y
los factores desencadenantes, entre la continuidad y el cambio, pa- 1710, estuvo relacionado con el fortalecimiento del absolutismo,
rece a veces suscitar más controversia que el propio fenómeno en en especial en los Estados que habían jugado papeles importantes
sí. Por tomar un ejemplo extremo, los historiadores siguen deba- en la guerra de los Treinta Años y que habían experimentado du-
tiendo con vigor en torno a los orígenes de la «Revolución inglesa» rante ella el colapso de la pirámide jerárquica (Francia, Suecia,
(nombre con el que algo engañosamente se conoce a las rebeliones Austria y Prusia). A la muerte de Luis XIV en 1715, la estructura
contra los Estuardo en Escocia, Irlanda e Inglaterra, entre 1642 y de los gobiernos en la mayoría de los países europeos había toma-
1660). Algunos han rastreado este proceso hasta la introducción do una forma que se conservaría hasta el final del decenio de
de la Reforma en Inglaterra, en el decenio de 1530: otros han ob- 1790.3 Quizás esta somera cronología administrativa nos pudiera
servado una significativa rotura con el pasado, ya sea durante el servir de pista útil para determinar la fecha en que concluyó la re-
decenio de 1620, cuando el gobierno perdió la confianza en sus volución militar. Michael Roberts había propuesto originalmente
parlamentos en los tres reinos, ya sea en el decenio de 1630, cuan- una fecha de transición en 1660, justo antes de los prodi,'"losos
do el rey intentó gobernar los tres reinos sin los parlamentos. Más ejércitos y Estados absolutistas de Luis XIV y sus contemporá-
recientemente, las pretensiones de encontrar un «camino llano ha- neos. Sin embargo, los procedimientos, propósitos y problemas
cia la guerra civil» se han visto desafiadas por el razonamiento de militares de, por ejemplo, Marlborough o el príncipe Eugenio se
que, aunque las relaciones entre gobernantes y gobernados habían parecen demasiado a los de Cromwell o Turenne para poder trazar
alcanzado ciertamente un punto de crisis hacia 1640, la situación entre ellos una línea definida. Lo mismo podría decirse de sus su-
no era entonces mucho peor que en algunas otras confrontaciones cesores, pues las campañas del mariscal de Sajonia o de Federico
parecidas de años anteriores. Para los revisionistas, el camino ha- el Grande, a mediados del siglo XVIII, no eran tampoco muy distin-
cia la revolución sólo empieza con el fracaso del «Parlamento Cor- tas de las de Marlborough o sus contemporáneos.
to» inglés, en mayo de 1640.1 De forma muy parecida se ha discuti- Queda abierto a discusión considerar a Federico 11 de Prusia
XÓN MILI'TAR E LA REV

(1740-1786) como el exponente del arte tradicional de la guerra alimenticias S,e acumu laron a gran escala: en 1776, sólo en los depl
más que como el iniciador de un arte nuevo. Cuando Hans Del- sitos militare!s de Berl ín y Bres;lau había 76.000 bushels7 de grano
brück lo sostuvo en La estrategia de Pericles a la luz de la estrategia -- i1,.u -..4
hariiin, suiiciente p -
n,
~,
n nllll~entarun ejército de 60.000 hombr~
-1:-

de Federico el Grande (publicado en 1890). provocó un apasionado durante dos años. Por último, los fabricantes respectivos proporcil
debate que duró veinte años. Pero indudablemente tenía razón, naban anualmente a cada regimiento uniformes nuevos, de ti^
pues las guerras de Federico eran todavía más dinásticas que na- normalizado, cuyo paño azul «aunque más basto, resiste más y ti
cionales, y su estrategia se orientaba más al desgaste que a la ani- ne mejor presentación, cuando está muy desgastado, que el paño
quilación (ya que el rey carecía de recursos para destruir a sus ene- más fino fabricado en Inglaterra o Francia».x
migos o imponerles su voluntad de otra manera)." Durante la El coste de todo esto, sin embargo, era paralizador. En térmi-
guerra de los Siete Años (1756-1763), las fuerzas armadas de Pru- nos humanos, la guerra consumía demasiados hombres. El ejército
sia totalizaban 150.000 hombres y aumentaron hasta unos 200.000 prusiano pudo ser, por su número, el cuarto o quinto de Europa, y
en 1786; un tercio de ellos eran normalmente extranjeros, como el mayor de cualquier Estado europeo per cápita, pero la pobla-
ocurría en los ejércitos continentales del siglo xvrr. En pocas de las ción prusiana era la decimotercera: casi una cuarta parte de sus jó-
batallas de Federico -que fueron numerosas- llegó este rey a venes era reclutada para el ejército, y la muerte de cerca de
mandar más de 40.000 hombres, de los que hasta un 40 por 100 po- 180.000 durante la guerra de los Siete Años (lo que significaba un
dían ser bajas, incluso en caso de victoria.' Estas asombrosas pér- índice de supervivencia de sólo 1 de cada 15 de los hombres en fi-
didas se debían al incremento de la potencia de fuego desde el las cuando empezaron las hostilidades en 1756) fue tan nociva en
tiempo de Marlborough. La rapidez, no la precisión, eran el objeti- términos demográficos como la matanza de la guerra de los Trein-
vo supremo, y por esto se redujo la longitud de los tubos de los ta Años lo había sido para Suecia (p. 81). También en términos fi-
mosquetes y se mejoró la instrucción hasta que los mosqueteros de nancieros el coste era intolerablemente elevado: el 90 por 100 de
Federico, formados en tres filas, fueron capaces de sostener el mis- los ingresos de Federico el Grande se consumía en la guerra; esto
mo ritmo ininterrumpido de fuego que antes había logrado el ejér- era suficiente para mantener un ejército de casi 200.000 hombres.
cito de Mauricio de Nassau formado de diez en fondo. En la bata- pero sólo si se hacían economías: se devaluó la moneda, hubo que
lla de Leuthen, en 1757, algunos de los mosqueteros prusianos aplicar sin piedad tributos y efectuar saqueos, y los oficiales no po-
dispararon contra el enemigo 180 tiros; a esta velocidad, y con es- dían contraer matrimonio porque Federico no podía pagar pensio-
tas armas, la precisión era imposible, y los manuales de instrucción nes a las viudas de los militares."
del ejército prusiano no incluían ninguna orden de «¡apunten!» La originalidad del sistema militar de Federico residía princi-
(los soldados se limitaban a tirar a vanguardia) ni sus armas po- palmente. pues. en la mejora de los abastecimientos, lo que le per-
seían puntos de mira, como ocurría con la inglesa Brown Bess.6 mitía mover sus ejércitos con relativa rapidez y buen orden (con
La táctica del tiro rápido a corta distancia, con el elevado núme- tal de que no se alejasen mucho del territorio prusiano), y también
ro de bajas consiguiente, requería un mejor suministro de material en la superior disciplina de sus soldados, lo que permitía al rey di-
de guerra que el que habían tenido los anteriores ejércitos. En esto rigir ataques por sorpresa a dos pasos de sus enemigos (maniobras
consistió el principal éxito militar de Federico. Las fábricas de ar- que en otros ejércitos hubieran conducido al caos). Pero todo esto
mamento de Splitgerber y Daum, en Potsdam, por ejemplo, produ- no era suficiente para obtener victorias decisivas. La única ganan-
cían 15.000 mosquetes al año en el decenio de 1740, mientras que la cia substancial de Federico en la guerra fue la ocupación de Silesia
fabricación anual de pólvora creció en Prusia desde 448.000 libras en 1741, tras lo cual se convirtió en un ardiente defensor del statu
en 1746 hasta 560.000 libras en 1756. El servicio de abastecimiento qclo militar. En 1775 escribió:
firmó contratos de municionamiento con dos años de anticipación,
de modo que, según el mismo Federico, «el ejército nunca careció I Los ambiciosos deberían considerar, sobre todo, que como los
de lo que necesitaba, aunque tuvimos incluso algunas campañas
que nos costaron 40.000 mosquetes y 20.000 caballos». Las raciones ! armamentos y la disciplina militar son casi los mismos en toda Eu-
ropa, y como las alianzas, por regla general, producen un equilibrio
:IÓN MILI'

de fuerzas entre las partes beligerantes. todo lo que los soberanos Su éxito conitra las t ropas re gulares rnejor ini Pa
pueden esperar en la actualidad de las mayores ventajas es adquirir, constituyó uila sorprc:sa (a pe sar de q~le acaba1 os
mediante una acumulación de éxitos, bien alguna pequeña ciudad .m 4mmn\ , . .
turcos en 1731-1I ~ Y ) y atrajo ia arención de otros jeres miiirares.12
fronteriza, bien algún territorio que no les compensará los intereses En 1742-1743, el rey de Saboya, que defendía su montañoso Esta-
de los gastos de la guerra, y cuya población ni siquiera se aproxima-
rá al número de ciudadanos muertos en las campañas.10 do contra los Borbones, utilizó también ampliamente fuerzas irre-
gulares en los Alpes, y en 1743 el mariscal de Sajonia, que había
Estas mismas consideraciones, aunque expresadas con menos ele- servido ante:; en Hungría, adoptó la infantería ligera para el ejérci-
gancia, podrían haber sido escritas por casi todos los estadistas de to ft.ancés. PIosteriormente, cuando la guerra hubo concluido y los
comienzos de la Edad Moderna, porque la Prusia de Federico com entarista.,s militares empezaron a recopilar las lecciones y éxi-
(como sus enemigos principales) no era muy distinta de los Esta- tos que poaian ser asimilados, hubo varios que informaron favora-
dos europeos del siglo XVII. La sociedad estaba rígidamente jerar- blemente sobre las tropas ligeras y su táctica: el señor de La Croix,
quizada, con la mayor parte de las riquezas y del poder concentra- en su Tratado sobre las guerras pequeñas de 1752, Turpin de Crissé
da en manos de la aristocracia; los ejércitos, como es natural, en su Ensayo sobre el arte de la guerra de 1745, y unos 50 volúme-
nes sobre las «guerras pequeñas», publicados en Euiropa entre
reflejaban este estado de cosas, y los oficiales de Federico 11, como
1700 y 1800, alababan a las «tropas ligeras».l3 Algunz1s de estas
los de Luis XV, eran todos (o casi todos) nobles, mientras que la
tropa estaba constituida por plebeyos, de los que hasta una mitad obras fueron atentamente leídas por oficiales del ejércitc1 inglés, (de
eran extranjeros, incluso prisioneros de guerra alistados. También modo que cuando después de 1755 se enviaron batallones reguia-
los recursos que financiaban las guerras siguieron siendo, para la res a América, para combatir contra los franceses y sus aliados in-
mayoría de los gobiernos del siglo xvrrr, similares a los de Felipe 11 dios, aquéllos adoptaron en parte los procedimientos de la guerra
o Carlos V, al paso que las carreteras y el transporte utilizable ape- irregular recomendados por La Croix y Turpin. Las trovas de
nas eran mejores en 1750 que en 1550, en la mayor parte de Euro- aquel territorio, según un oficial colonial,
pa.11 Del mismo modo que los decenios centrales del siglo x v r I I re-
presentaron el apogeo del Antiguo Régimen, este mismo período ... no necesitan instrucción sino estar perfectamente familiarizadas
vio la culminación de la «revolución militar». con el uso de sus armas, que consiste en cargar con rapidez y acer-
Cuando moría Federico en 1786, sin embargo, el sistema mili- tar en el blanco, y respecto a la disciplina militar, esta única regla: si
son atacados por franceses o indios, abalanzarse hacia todos los si-
tar de la primitiva Europa moderna estaba claramente cambiando. tios desde donde proceda su fuego.'4
En primer lugar, aparecieron nuevas variedades de tropas regula-
res: la infantería ligera y la caballería ligera. Estas adquirieron im-
portancia por vez primera en 1740-1741, cuando el ataque por sor- Hay que reconocer que no todos los expertos estaban convencidos
presa de Federico de Prusia contra el Imperio de los Habsburgo de la necesidad de tropas ligeras. Ni siquiera después de que los
fue detenido por unos 20.000 veteranos procedentes de la frontera húsares austríacos hicieran una incursión profunda en territorio
militar con Turquía, en Hungría y Croacia. Estos escaramuceado- prusiano en 1757 y ocupan (por poco tiempo) Berlín, Federico se
res, armados ligeramente, pocos de los cuales utilizaban unifor- decidió a seguir este ejemplo. Por el contrario, obsesionado por el
mes, fueron así descritos por un observador inglés: temor de que su infantería, costosamente instruida, aprovechase
cualquier posibilidad para desertar, hacía rodear sus campamentos
... feroces, indisciplinados y apenas sujetos a ley militar alguna. Es- con vallas, evitaba marchar a través de los bosques e incluso se
taban vinculados a la casa de Austria por prejuicios y preferencias abstenía de enviar patrullas de reconocimiento a más de 200 me-
religiosas, hábitos y educación, peculiares a ellos mismos ... Les ca- tros a vanguardia de su ejército, por temor a que sus hombres hu-
racteriza un cierto grado de primitiva rudeza y simplicidad, comple- yesen. Consideraba la organización de escaramuzas como un pre-
tamente distinto del espíritu que anima a los estipendiarios merce- texto para escapar. Sin embargo, estaba equivocado: la infantería y
narios de los ejércitos modernos. la caballería «ligeras» iban a perdurar.'"
Otra innovación de la guerra de Sucesión de Austria (1740-
1748) fue la organización de los grandes ejércitos en un número
de unidades autosuficientes denominadas «divisiones». Pierre de
Bourcet, en su Principios d e la guerra de montaña, escrito en el de-
cenio de 1760. proponía que el ejército ideal debería estar formado
por tres columnas independientes, cada una d e ellas a un día d e
marcha ( o menos) de las demás, de forma que el enemigo nunca
pudiera saber dónde se concentrarían las fuerzas para atacar. Este
procedimiento había tenido éxito en las campañas de la guerra
franco-española en los Alpes contra Saboya-Piamonte en 1744
(donde Bourcet sirvió como oficial de ingenieros en el Estado Ma-
yor), pero encontró gran oposición en el esrahlishment militar. Fue
sólo en 1787-1788 cuando los franceses se decidieron a adoptar la
división como unidad administrativa básica, con lo que unos 12.000
hombres en unidades de infantería, caballería y artillería, junto con
grupos de ingenieros y de otros servicios, se organizaron bajo un
solo jefe y su Estado Mayor. Sin embargo, la estructura divisionaria
fue más difícil de lograr en campaña (y no se normalizó en Francia
hasta 1796) a causa de la falta relativa de vías d e comunicación y de
cartografía, que pudieran facilitar a un gran ejército su dispersión,
la coordinación de sus movimientos y la rápida ~oncentración.1~ In-
cluso en la guerra de los Siete Años los ejércitos habían llegado a
salirse d e los mapas y habían sido derrotados a causa de su dcsco-
nocimiento topográfico. La red continental de comunicaciones n o
estuvo plenamente levantada y, por tanto, puesta a disposición d e
los generales y planificadores militares, hasta que en el decenio de
1780 el enorme levantamiento «josefino» cartografió todas las tie-
rras de los Habsburgo austríacos (en 5.400 hojas), y Cassini llevó a
cabo el ingente levantamiento topográfico d e Francia. La red d e
comunicaciones era ahora más amplia y estaba mejor conservada
que nunca anteriormente; los puentes se reparaban regularmente y
las superficies de las carreteras estaban a menudo pavimentadas, y
si la estrategia requería una vía de comunicación donde no había
ninguna, el pujante cuerpo d e ingenieros y zapadores, en servicio 39. La cor~.strrrccicíti(le los carreteras mi1irare.s e17 Escocio. El fondo de un retrato del
en la mayoría de los países, podía enseguida construirla, como hizo general George Wade muestra el éxito que le hizo más famoso: la construcción de
el ejército inglés en Escocia a mediados del siglo XVIII (se constru- carreteras en los Highlands escoceses. En los decenios que siguieron a la rebelión ja-
cobita de 1715, los ingcnicros de Wade hicicroii levantainicnios topográficos, expla-
yeron 1.500 kilómetros a un coste de 50 libras por km; lámina 39). naron y pavimentaron carreteras. tendieron puentes sobre los ríos y cruzaron las
En algunas partes del continente existían también programas d e montañas (la pista de montaña que se muestra en el cuadro es probablemente la del
construcción de canales destinados específicamente a transportar puerto dc Corrieyairic, de 800 metros de altitud. entre Speyside y el Great Glen,
con rapidez los materiales de guerra críticos desde los centros d e donde Wade construyó una carretera: el puente es problahlemente el de Perth o el
de Aberfeldy). Las carreteras, sin embargo, son neutrales. y en la rebelión de 1745
producción hasta los depósitos del ejército.17 los jacohitas hicieron un excelente uso de las de Wade en su marcha relámpago ha-
cia los Lowlands. (Detalle dc un Retrato del general Geor,qe Warlc,.)
ZEVOLUC

Estc1s variaciiones en el arte de la guierra de ;Finales dirl siglcI bres con el mismo uniforme, y en 1793-1794 algunas autoridades
xv111 fuc:ron acoimpañada1s por la Irreación, .por vez-primera, de una1 locales se vieron obligadas a encargar «casacas y pantalones del
1
artillería ae campana
~~ - - - potente y a. ia vez movii.
~- - - L - -~ 1- . -
l--.1 T .- 2 -
1-
LOS canones oe ia género que más se parezca al "azul nacionalm»,mientras otras hi-
época de Luis XIV habían sido fundidos con la idea de que, en cieron resucitar las picas para sus reclutas, «porque es la única
caso de necesidad, pudieran ser utilizados en el sitio de fortalezas arma adecuada, dado el poco tiempo disponible para la instruc-
y también en campaña contra las tropas, por lo que sus tubos eran ción». Pero estos problemas temporales eran simplemente previsi-
relativamente largos y gruesos, a fin de admitir una potente carga bles, porque jamás Estado europeo alguno había siquiera intenta-
propulsora de pólvora. Pero en tiempo de Luis XV se hicieron en- do organizar. equipar y sostener un ejército de 730.000 hombres (y
sayos para fabricar piezas más cortas y ligeras que, aunque fuesen menos aún, lo había gestionado). En total, quizá 3 millones d e sol-
menos útiles en operaciones de sitio, resultasen igualmente efica- dados sirvieron en los ejércitos de Francia, entre 1792 y 1815, po-
ces en campaña. Bajo la inteligente dirección de Jean Baptiste de niendo a disposición de sus gobernantes una concentración de
Gribeauval se normalizaron los calibres, cureñas y el material de fuerza casi irresistible. En 1805, 176.000 soldados franceses, con
la artillería francesa, y sus componentes se hicieron intercambia- 286 cañones de campaña, cruzaron Alemania en un frente de 200
bles (gr acias a q ue las fábricas industriales podían producir en se- kilómetros; en 1812, la Grande Armée de 600.000 hombres, con
rie piez as metál icas idénticas, precisas y de gran duración). A la 1.146 cañones de campaña, invadió Rusia en un frente de 400 kiló-
vez, los fundido]-es de artillería al servicio de Francia demostraron metros.20
que, con una rundición más precisa. podía reducirse en un 50 por Aparecía ahora, por fin, un ejército suficientemente numeroso
100 la cantidad de pólvora necesaria para disparar eficazmente los como para romper el aplastante dominio de la trace italianne. Los
cañones, lo que permitía adelgazar notablemente sus tubos, ya que franceses no resolvieron básicamente los problemas que presenta-
el esfuerzo a soDortar era menor. Durante .los decenios de 1750 y ban las fortificaciones abastionadas; incluso en Torres Vedras, en
1760, el peso de' un cañóli de cam paña de 4 libras bajó desde 1.300 Portugal en 1810, una posición bien defendida pudo paralizar a un
libras a sólo 600; con estce peso pcsdía ser ¿urastrado por sólo 3 ca- poderoso ejército. Pero, en la mayoría de las ocasiones, los ejérci-
tos eran ahora tan poderosos que había hombres suficientes para
.
ballos ( y servidc. I por sólc) 8 homb . , ires), por lo que podía moverse a
1.
la misma velocidad que los ejerciros y aivisiones más rápidos de que los generales pudieran rodear las fortalezas estratégicas ene-
aquella época.lX migas, defender las propias y, a pesar de todo eso, seguir siendo
Estas tres trainsforrnaciones (el empleo de tropas ligeras y esca- capaces de dirigir en campaña fuerzas de dimensiones sin prece-
ramuceadores; Id ,1,,,:i i ~ ~ ~ i a i ~ t ade
c i ólas
n divisiones y la adopción de dentes. Era una guerra hecha en un plano completamente distinto
una estrategia de mayor movilidad; y la creación de una artillería a todo lo visto anteriormente en Europa. Los ejércitos de Napo-
de campaña rápida y potente) se combinaron después de 1793 con león pudieron haber combatido casi del mismo modo que los de
otra revolución en el volumen del personal militar. Una vez más Federico el Grande, Malborough o Gustavo Adolfo; y Napoleón,
los franceses se anticiparon. El e.~ércitoreal de 1788-1789, en vís- aislado en Egipto en 1798-1799, pudo haber pedido al gobierno de
peras de la Revolución, tenía unos 150.000 hombres; en agosto de París que le enviase las historias militares de la guerra de los
1793 estaba compuesto, sobre el papel, por 645.000, y la famosa Treinta Años para leer; pero para entonces la escala de la guerra
levée en masse hizo duplicar posiblemente esta cifra. En septiem- había sido transformada tan totalmente que podía afirmarse que
bre de 1794, el ejército de la República estaba constituido, al me- se había producido otra «revolución militar».
nos en teoría, por 1.169.000 hombres.'') No es necesario insistir en La evolución de la guerra naval fue aproximadamente similar.
que, a veces, la realidad iba algo retrasada sobre las expectativas: El cuasi-equilibrio de las tres armadas del noroeste europeo a fi-
había numerosas pérdidas entre los reclutas (probablemente sólo nes del siglo xvir (p. 144) fue quebrado a fines del XVIII porque In-
había 730.000 hombres bajo las banderas en septiembre de 1794) y glaterra progresó con rapidez y los demás no lo hicieron. Había en
su equipo era a menudo inferior al del antiguo ejército real. Al 1789 casi 440 navíos de línea en las marinas de guerra europeas, de
principio, por ejemplo, resultó imposible dotar a todos los hom- los que casi una tercera parte (153) eran ingleses, todos ellos arma-
REVOLU CIÓN MIL ITAR

dos con cañones de acero normalizados, fabricados en serie. Pero resistencia de las tribus y,naciones indígenas en las llanuras ameri
para 1810, tras casi 20 años de guerra naval continuada, la Royal canas y en el interior d e Africa.
Navy poseía más de 1.000 barcos de guerra específicos (de los que Ahora el Occidente se había rcalmcnte engrandecido. D e un
243 eran navíos de línea), con un desplazamiento total de 861.000 modo que pocos podían haber anticipado, la continuada preocupa-
toneladas y una dotación de 142.000 hombres. También esto repre- ción de los Estados europeos por luchar entre sí por tierra y mar
sentaba una irresistible concentración de fuerza que podía aplicar- había producido, por fin, unos magníficos dividendos. Gracias, so-
se en cualquier lugar del mundo. A partir de esta situación de bre todo, a su superioridad militar, basada en la revolución militar
aplastante poderío fue como Inglaterra pudo alcanzar, y así lo d e los siglos XVI y xwr, las naciones occidentales habían consegui-
hizo, el gobierno de las olas.21 d o el nacimiento de la primera hegemonía global de la Historia.
Sin embargo, estos logros en la guerra terrestre y marítima re-
presentaron otro umbral que, durante varios decenios, los Estados
europeos no pudieron sobrepasar. La acumulación de ejércitos y
marinas de guerra tan enormes sometía a una tensión extrema a
los ampliados recursos económicos, políticos y tecnológicos que
habían permitido su nacimiento. Hasta los sistemas de mando y de
abastecimiento que habían permitido a La Grande Nation con-
quistar Italia y Alemania, fracasaron cuando se aplicaron a los
ejércitos, aún mayores, necesarios para ocupar España y Rusia.
Antes d e que los ejércitos mayores que los que deseaba Napoleón
pudieran operar con eficacia, se necesitaba el telégrafo, los ferro-
carriles y las armas de fuego de carga por el cierre: y fue necesario
el barco de vapor acorazado para desafiar con éxito la supremacía
de los navíos de línea d e Nelson.22 Cuando llegó todo esto, los eu-
ropeos pudieron disponer, por fin, de los medios necesarios para
dominar aquellos pueblos que hasta entonces habían rehuido su
abrazo. Y así fue como, por ejemplo, en febrero de 1841, los dos
cañones de 32 libras, montados sobre pivote, del vapor acorazado
Nemesis, navegando hacia Cantón durante la primera guerra del
Opio. destruyeron en un solo día nueve juncos de guerra, cinco
fuertes, dos estaciones militares y una batería de costa. En 1853,
en Sinope, la destrucción d e la Armada turca por los acorazados
rusos abrió el Imperio otomano a la explotación occidental. Y en
1863, un tardío intento del gobierno de Tokugawa de prohibir las
aguas japonesas a los barcos de guerra occidentales terminó en un
catastrófico desastre, cuando la Royal Navy atacó (a pesar de un
tifón) y destruyó todos los barcos (y gran parte de la ciudad) d e
Kagoshima, mientras las marinas combinadas de Francia, los Paí-
ses Bajos, los Estados Unidos de América e Inglaterra silenciaban
las modernas baterías d e cañones del estrecho de Shimonoseki.23
Aproximadamente al mismo tiempo, los cañones de tiro rápido d e
los hombres blancos aplastaban con rapidez y brutalidad toda la
14. - PARKFR
\S (PP. 17-2

1967, pp. 195-225. Otro ensayo (pp. 56-81) se refiere más especialmente a los pro-
cedimientos militares en la Suecia imperial. Para una aceptación no cualificada,
véase G. N. Clark, War and society in the seventeenth century, Cambridge. 1958.
. 73-75.
UD.
L

4. Véase G. Parker. «The military revolution. 1550-1660- a m y t h ? ~Jo~rrnal


,
of Modern Hisrory, XLVII (1976). pp. 195-314, reimpreso en G. Parker. Spain and
the Netherlands 1559-1659: ten stitdies, Londres, 1979, pp. 86-104 (hay trad. cast.:
España y los Prríses Bajos, 1559-1659, Madrid. 1986): K. J. V. Jespersen, «Social
change and military revolution in early modern Europe: some Danish evidencen,
Historical.loirrnnl. XXVI (1983), pp. 1-13; H. L. Zwitzer, «The Dutch army during
the Ancien R&ime», Revrie Inrernarionnle d'Histoire Militaire, LVIII (1984), pp.
NOTAS 15-36: J. A. Lynn, ~Tacticalevolution in the French army, 1560-1660~.French His-
torical Studies, XIV (1985). pp. 176-191: y. más recientemente, D. A. Parrot, «Stra-
tegy and lactics in the Thirty Years War: the "military revolution"». Militiirges-
En las notas se utilizan las abreviaturas siguientes: chiclitliche Mitteilrrngen, XVIII, 2 (1985), pp. 7-25.
5. Véase M. Duffy, ed.. The military revolution and the state 1500-1800, Exe-
AD Archives départamentales (Francia) ter. 1980: Exeter Studies in History, 1: y los tres artículos de Leon Jespersen, Jan
AGRB Archives Générales du Royaume/Algemeen Rijksarchief, Bruse- Lindegren y Oystein Rian sobre el estado de la revolución militar en el siglo xvrr
las (Bélgica) en (respectivamente) Dinamarca. Suecia y Noruega. en Scandinnvian Journal of
AGS Archivo General de Simancas (España) History, X (1985). pp. 27 1-363.
AHN Archivo Histórico Nacional. Madrid (España) 6. Estas cifras asombrosas están razonadas en la brillante relación de Hsu
ARA Algemeen Rijksarchief, La Haya (Países Bajos) Cho-yun. Ancient China in transirion. A n anabsis of social mobiliíy 722-222 RC.
BL British Library. Londres (Reino Unido) Stanford, 1965,cap. 3. cspccialmente pp. 66-71.
BNM Biblioteca Nacional. Madrid (España) 7. Detalles de Hsu. Ancient China, caps. 4 y 5, y The emperor's wnrriors,
HAG Historical Archive, Goa (India) Edimburgo, 1985 (el catálogo de una exhibición de objetos extraídos recientemen-
te del mausoleo del primer emperador Ch'in). Es cierto que los números incluidos
Los nombres de los autores japoneses y chinos se escriben anteponiendo el en las fuentes chinas clásicas eran a veces los arbitrarios «seudo-números*; el 3 po-
apellido. día significar «varios», el 9 «muchos» y el 3.000 podía indicar «muchísimos» (véase
Yang Lien-shang, Stridies in Chinese Institutional Hi.~tory,Cambridge, Mass.. 1961.
pp. 75-84: «Numhers and units in Chinese economic history*). Pero el profesor
Hsu me ha confirmado que el tamaño y los procedimientos militares de los ejérci-
tos chinos permanecieron muy estables hasta nuestros días. Para más información.
1. Testi, citado por J. M. Brown y J. H. Elliott en A palace for a king. The Buen y una explicación, véase M. Elvin, The pnrtern of tlze Chinese pr~st,Stanford. 1973.
Retiro and rhe court of Philip IV. New Haven. 1980. p. 255. (Hay trad. cast.: U n pala- 8. Véanse los recientes y magistrales estudios de Hale, War and society in Re-
cio para el rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe I V , Alianza, Madrid, 198S2. ) Otros naissance Eirrope: y W. H. McNeill, Thc. pursirir o f power. Technology, armed force
detalles son de K. Repgen, Kriegslegitimationen in Alreuropa. Entwicrf einer historis- and sociefy since A B 1000. Oxford, 1982.
chen Typologie (Schriften des historischen Kollegs: Vortrage, IX), Munich, 1985, pp.
7-8; y G. N. Clark, Tlieseventeenth century. Oxford, 19452,p. 98.
2. J. S. Levy, War in the modern great power system, 1495-1975, Lexington, 1. REVIS.IONDE LA REVOLUCldN MILITAR (PP. 23-70)
1983, pp. 139-141. Los cálculos en los que Levy basa sus generalizaciones no son
siempre convincentes (véase, por ejemplo, pp. 172-175), pero la magnitud de las 1 . J. X. Evans. ed.. The works of Sir Roger Williams. Oxford. 1972. p. 33.
variaciones que registra es tan grande que las pequeñas imprecisiones no afectan a 2. Los detalles son de J. R. Hale, Renaissance War Studies, Hambledon, 1983,
las conclusiones generales. Véanse también los cálculos de A. Corvisier, «Guerre passim. En relación con la autoridad clásica sobre la guerra, más respetada por los
et mentalités au xvire si&cle»,X V I P Siecle, XXXVIII (1985). pp. 220 y SS.;y P. Q. escritores del Renacimiento, vEase W. Goffart, «The date and purpose of Vege-
Wright, A stitdy of war, Chicago, 19652, pp. 52 y SS. J. R. Hale, War and sociefy in tius' De re militari*. Traditio, XXXIII (1977), pp. 65-100; sobre Lipsio, véase la
Renaissance Eilrope 1450-1620, Londres, 1985. p. 21, va todavía más allá: «No hubo nota 40 más adelante.
probablemente un solo año durante todo este período en el que no hubiera guerra 3. Maquiavelo (y otros) citado en M. E. Mallet, Mercenaries and their masters:
o sucesos que fueran notablemente parecidos o similares a ella». warfare in Renaissance Italy. Londres, 1974,p. 196. Véase también G. R. Potter, ed.,
3. M. Roberts, The military revolution, 1560-1660, Belfast, 1956. reimpreso The new Cambridge modern history, 1. Cambridge. 1967, pp. 274 y SS. Algunos escri-
con algunas modificaciones en M. Roberts, Essays in Swedish history, Londres, tores recientes, como John Keegan. Michael Howard y Geoffrey Parker, son censu-
LA REVOLUCION MILITAR NOT,

rados por sus conceptos erróneos sobre la guerra medieval por J. Gillingham. «Ri- 11. Las obras de Guicciardini Consejos y reflexiones (c. 1528) e Historia de
chard 1 and the science of war in the Middle Agesn. en J. Gillingham y J. C. Holts, Italia (c. 1535) se citan en S. Pepper y N. Adams, Firearms and fortifications. Mili-
eds., War andgovernment in the Middle Ages, Woodbridge, 1984, p. 79. Agradezco a tary architecture and siege warfare in sixteenth-century Siena, Chicago, 1986, p. 11.
Nancy Wood por llamarme la atención sobre este valioso artículo. 12. Las opiniones de Maquiavelo se exponen en varias obras suyas: El prínci.
4. Los orígenes de un nuevo estilo de guerrear, en el que se utilizan castillos pe (1513); El arte de la guerra (1520-1521); y Discursos sobre la primera década de
de piedra para obtener una defensa en profundidad. pueden rastrearse al Anjou en Tito Livio (concluida en 1519, publicada en 1531). Las citas proceden de Discorsi
el siglo xi. Véanse los importantes artículos de B. S. Bachrach, *Early medieval libro 11, cap. 17. El estudio más completo de las obras militares de Maquiavelo si-
fortifications in the "West" of France: a revised technical vocabulary», Technology gue siendo el de M. Hobohm, Machiavellis Renaissance der Kriegskunst, Berlín,
and Culture, XVI (1975), pp. 531-569: id., ~Fortificationsand military tactics: Fulk 1913; pero véase también Hale, Renaissance war studies, cap. 6. Sobre la crisis mili-
Nerra's strongholds c. 1000», ibid., XX (1979), pp. 531-549: id., «The Angevin stra- tar producida por la inesperada invasión francesa y el modo en que fue resuelta
tegy of castle building in the reign of Fulk Nerra, 987-1040>>.American Hisforical entre 1494 y 1530, véase P. Pieri, La crisi militare italiana nel Renascimento, Turín,
Review, LXXXVIII (1983). pp. 533-560; y de R. J. Bartlett. ~Tecniquemilitaire et 19522.
pouvoir politique, 900-1300,>, Annales: Économies, Sociétés, Civilizations, XLI 13. La alegación de que las fortificaciones de Civitavecchia, proyectadas por
<1986), 1.135-1.159. Antonio da San Gallo, el Joven, fueron el «primer recinto completo con bastiones
5. R. C. Smail. Crusadina warfare 1097-119-3. Cambridee. 1956. D. 24. Véanse
"
en ángulo» se hace en Pepper y Adams, Firearms and fortifications, p. 28. Su fasci-
también pp. 21-25.39 y 204-205. nante relato ilustrado de la difusión de las nuevas fortificaciones, en el cap. 1, pone
6. Para más información sobre el pensamiento estratégico en la Alta Edad l al día a J. R. Hale, «The early development o€ the bastion: an Italian chronology.
Media, véanse A. Guillerm, La Pierre et le vent. Fortifications et marine en c. 1450 - c. 1534~.en Hale, J. R. L. Highfield y B. Smalley, eds., Europe in the late
I
occident, París, 1985. cap. 2; J. F. Verbruggen, The art of war in western Elrrope du- Middle Ages, Londres, 1965, pp. 644-694 (reimpreso en Hale, Renai~ssancewar stil-
ring the Middle Ages, Amsterdam, 1977. especialmente caps. 4 y 5: y J. Heers, ed., dies, pp. 1-29); y H. de la Croix, Military considerations in city planning: fortifica-
Fortifications, portes de ville, places publiques dans le monde méditerranéen, París, I tions, Nueva York, 1972, pp. 39-45.
1985. Sobre la paralización del siglo 1350-1450,véase H. J. Hewitt, The Black Prin- 14. Detalles de J. Hook, «Fortifications and the end of the Sienese statea,
ce's expedition of 1355-1357, Manchester, 1958, pp. 27-29. 71-72 y 107-116: H. J. History, LXII (1977). pp. 372-387; Pepper y Adams. Firearms and fortifications,
Hewitt. The organization o,f war under Edward 11 (1338-1362), Manchester, 1966, caps. 2 a 7; y el informe testimonial del duro sitio de 1554-1555 escrito por el co-
pp. 99-118; y R. A. Newhall. The English conquest of Normandy, 1416-1424. A mandante francés Blaise de Monluc, Commentaires, J. Giono, ed., París. 1964, li-
study in ,fifteenth-centriry warfare, Londres, 1924, pp. 143-268. El mejor estudio ge- bro 111.
neral es el de P. Contamine, War in the Middle Ages, Oxford, 1984. 15. Véase el excelente estudio de E. Cooper, Castillos señoriales de Castillo,
7. Hay una excelente relación del desarrollo de las armas de fuego en Euro- donde se pone de relieve que las defensas tienden a construirse contra el ataque de
pa. comenzando en el decenio de 1320. en J. Needham. Ho Ping-Yü, Lu Gwei- tipo «normal», no contra el peor ataque concebible. Los castillos medievales de
Djen y Wang Ling. Science and civilizarion in China. Volume part vii: milirary Castilla, a menudo relativamente inexpugnables para los cañones de sitio, sólo
technology; the gltnpowder epic, Cambridge, 1986, pp. 39-51 y 365-369. Sobre la quedaron gravemente anticuados a partir de c. 1550 (pp. 58-67). Sobre la posterior
poca influencia de la artillería primitiva en la arquitectura militar de Occidente, l
evolución de las fortificaciones en Italia, véase M. E. Mallet y J. R. Hale, The mili-
véase E. Cooper, Castillos señoriales de Castilla en los siglos xv y xv1, Madrid, tary organization of a Renaissance state: Venice c. 1400 f o 1617, Cambridge. 1984,
1980: D. H. Caldwell. ed., Scottish weapons and fortifications. 1100-1800, Edimbur- cap. 14. Aunque no puedo aceptar la interesante sugerencia de Philippe Contami-
go, 1981, pp. 21-54, 94-152 y 419; A. M. T. Maxwell-Irving. «Early firearnis and ne (War, p. 205) de que la idea del bastión evolucionó por separado «casi al mismo
their influence on the military and domestic architecture of the Bordersn, Procee- tiempo en diversos países», su relación general de por qué aparecen los bastiones
dings o,f the Society of Antiquaries of Scotland. ClII (1970-1971). pp. 192-224: y J. es, sin embargo, digna de admiración (War, pp. 202-207).
R. Kenyon, «Early artillery fortifications in England and Wales: a preliminary sur- 16. Ejemplos tomados de P. Lavedan, L'Hisroire de I'urbanisme. II. Renais-
vey and reappraisaln, Archaeological Journal, CXXXVIII (1981). pp. 205-240. sance et temps modernes, París, 19592, pp. 76-87; La Croix, Military considerations,
8. Sobre las campañas en Francia, véanse Guillerm, La Pierre et le vent. cap. pp. 39-55 y láminas 62-86; y P. Contamine, «Les Industries de guerre dans la France
2: Contamine. War, pp. 148-149; y M. G. A. Vale. War and chivalry. Warfare and de la Renaissance: I'example de l'artillerie», Revue Historique, CCLXXI (1984),
aristocraric cultltre in England, France and Burgirndy at the end of the Middle Ages, pp. 249-280. Sobre una valoración temprana de la transformación causada por las
Londres, 1981, pp. 130-141. Sobre las de Granada. véase M. A. Ladero Quesada, nuevas fortificaciones, véase G. Dickinson, ed., The «Instructions sur le faict de la
Castilla y la conquista del reino de Granada, Valladolid, 1967, p. 127. Guerres of Raymond de Beccaire de Pavie, sieur de Fourquevaux, Londres, 1954,
9. Este aspecto, a menudo pasado por alto, está bien expuesto en J. B. Bury. fos. 85-86. Según Fourquevaux, que escribía en 1548, sólo hay que tener en cuenta
«Francisco de Holanda: a little-know source of the history of fortifications in the las plazas fuertes construidas durante los anteriores 30 años. «Las que fueron forti-
sixteenth century~,Arquivos d o Centro Cirltrtral Portuguts, XIV (1979). pp. 163- ficadas antes de entonces no pueden ser consideradas «fuertes», ya que el arte de
202. construir murallas adecuadas sólo se ha inventado recientemente*, escribía.
10. Citado en M. E. Mallet, «Diplomacy and war in later fifteenth-century 17. Detalles de M. van Hemelrijck, De Vlaamse Krijgsbouwkunde, Tielt,
Italy», Proceedings of the Britisli Academy, LXVII (1981). p. 270. 1950, pp. 131-195: y el bien documentado artículo de W. Brulez, «Het gewicht van
L A K k V U L U L I U N MILI I A K iS (PP. 32-3

de oorlog in de nieuwe tijden. Enkele aspektenn. Tijdschrtff voor Geschiedenis, ne de fabricar fortezze, Venecia, 1598, p. 80. Esta mina y su contramina se han co
XCI (1978). pp. 394 y SS. La financiación de la fortificación de Amberes, dirigida servado porque, antes de concluirlas, los sitiadores utilizaron de repente cañon8
por Donato Buoni, de Bérgamo, está brillantemente analizada por H. Soly. «Forti- de grueso calibre que, tras seis horas de cañoneo, abrieron brecha en los muros d
ficaties, belastingen en corruptie te Antwerpen in het midden der 16e eeuwn, Bij- castillo. Los defensores se rindieron inmediatamente.
dragen tot de geschiedenis. LIII (1970), pp. 191-210. Para una clara exposición de 22. Una idea clara d e la amplitud de las obras d e sitio del siglo x v i r se obtiei
que, a partir del decenio de 1580, también al norte de los Alpes las nuevas fortifi- con una ojeada a los planes de asedio incluidos en J. Blaeu. Tooneel der Steden v(
caciones eran tan costosas que sólo estaban al alcance de los mayores Estados, de Vereenighde Nederlanden met hure beschrijvingen, Amsterdam. 1649, fos. dd311
véase F. de la Noue. Discours politiques et n7ilitaires, F. E. Sutliffe, ed.. Ginebra, (Rijnberg), y Blaeu, Toonel der steden van 'S konings Nederlanden. Amsterdam.
1967, pp. 384 y SS. (~DiscoursXVIII: 4e paradoxe~). 1649. fos. 1/12 (Breda), o en J. P. Abelinus, Theatncm europaei~m,11, Frankfurt,
18. L. A. Maggiaroti, L'opera del genio italiano all'estero. Seria IVfl: Architetri 1637, pp. 74-75 (Stralsund) y pp. 270-271 (Casale).
e architetture milifari, 11, Roma, 1936, y 111, Roma, 1939, proporcionan abundantes 23. Véase Israel. Dutch Repuhlic, pp. 176-177; y las opiniones del general es-
detalles sobre los ingenieros militares italianos en Hungría, España, Portugal y pañol, citadas en G . Parker, The Army of Flanders and the Spanislz Rorrd, 1567-
América Latina. Sobre los italianos en Inglaterra. véase M. H. Merriman, ~ I t a l i a n 1659. The Iogistics of Spanish victory and defeat in The Low Coirntries' Wars. Cain-
military engineers in Britain in the 1 5 4 0 s ~en S. Tyacke, ed., Englisli n~ap-making bridge. 1972, p. 19. (Hay trad. cast.: El ejército de Flandes y el camino español,
1500-1650. Historical essays, Londres, 1983, pp. 57-67. Sobre la difusión de los has- 1567-1659. La logística de la victoria y derrota de España en las gicerrn.~de los Paí-
tiones en Alemania, véanse U. Schütte, ed., Architeckt und Ingenieitr. Bnicmeister ses Bajos. Madrid. 19852.)
in Krieg und Frieden. Wolfenbüttel, 1984: Ausstellungskatalog der Herzog August 24. J. D. Durange, Des verirreten Hauiptrisses der Regirlair Fortifikation ge-
Bibliothek, XLII. pp. 287-294 y 318-319: y H. W. Herrmann y F. Irsigler, cds., treuer Wegweiser, Frankfurt, 1722. La misma queja había sido expresada dos siglos
Beirriige zur Gesckichte der friihneuzeitlichen Gnrnisons- und Festungssrcidt. Saar- antes por Antonio da San Gallo, que aconsejó al papa Pablo 111 ignorar los planes
brücken, 1983: Veroffentlichungen der Commission für Saarlandische Landesges- de Miguel Angel sobre una nueva fortaleza, ya que «su profesión es la escultura y
chichte und Volksforschung, XIII. Naturalmente, las técnicas italianas no se difun- la pintura, y no la fortificación» (citado, junto con otros interesantes materiales, en
dieron solamente mediante contactos personales, sino que existieron numerosas J. R. Hale, Reinaissance fort~fications:art or engineering?, Londres, 1977, p. 36).
publicaciones descriptivas. Véanse las valiosas recopilaciones bibliográficas de H. Posteriormente en este siglo surgieron las críticas del escritor militar francés Blaise
de la Croix, «The literature of fortifications in Renaissance Italy*, Technology and de Vigenere, L'Art militaire d'onosender, aurheur grec. París, 1605, fo. 629v: «A
culture, IV (1963). pp. 30-50; y J. B. Bury, «Early writtings on fortifications and sie- todo el mundo le gusta sacar el lápiz y bosquejar un sistema de fortificación, aun-
gecraft, 1502-54», Fort, XIII (1985), pp. 5-48. que sea pintor, comerciante en arte. albañil, ebanista o arquitecto ... Parece como
19. Sobre el sitio de Rreda, véase la espléndida narración de H. Hugo. Ohsi- si creyeran que basta con imaginar en su cabeza el proyecto de una fortaleza y sa-
dio Bredana. Amberes, 1626 (edición inglesa, Lovaina, 1627); y el preciso mapa ber cómo trazar una línea recta».
basado en ella de Jacques Callot. The siege of'Breda. Amberes. 1628. La estrecha 25. Roger, conde d e Orrery, A treatise on the arr of war, Londres, 1677, p. 15.
relación entre ambas obras está demostrada en S. Zurawski, «A fresh look at Véanse también sus observaciones (pp. 148 y 179-180) sobre el hecho de que las
Jacques Callot's map of the Siege of Breda». The A r f Blrlletin. LXX (1988). pp. batallas decisivas eran normalmente aquellas en las que un e,iército de socorro era
621-639. derrotado por los sitiadores. La carrera militar que respalda esta obra está descrita
20. Véanse la excelente crónica contemporánea de H. Haestens, La Nouvelle por K. M. Lynch, Roger Boyle, first earl of Orrery. Knoxville, 1965: véanse los capí-
Troye, ou mémorable histoire dtc si2ge d'Osfende,le plus si~naleqir'on ait i ~ e uen tulos 2-3 y la p. 221 (acerca de sus «diarios de guerra»).
I'Ei~rope,Leiden. 1615; y el admirable relato. más reciente, de P. Henrard, Histoire 26. La importancia de la Ordenanza e2tá tratada en F. Lot y R. Fawtier, His-
dii si2ge d'Ostende 1601-4, Bruselas, 1890. toire des institlrtions francai,ses au Moyen Age. 11. lnstiriitions royales. París, 1958,
21. Véanse J. 1. Israel, The Dutch Repicblic and the Hispnnic world, 1606- cap. 5; y P. Contamine, Gtierre, Ctat et société a la fin dli Moyen Age. h u d e s sur les
1661, Oxford, 1982. pp. 176-179; y S. Groenveld y H. P. R. Leeuwenberg, De hruirl armées des rois de Frunce 1337-1494, París, 1972, parte IV. No obstante, la distin-
in de schuit. De consolidntie van de Republiek 1609-50, Zutphen. 1985, pp. 78-79. ción entre «arqueros» y «hombres de armas» no puede hacerse muy definida por-
Es difícil concebir el esfuerzo desplegado para excavar minas, porque normalmen- que los arqueros estaban montados y provistos d e cierta coraza, de modo que tam-
te los túneles se destruían con las explosiones. Se ofrecen amplios detalles, sin em- bién podían actuar (si era necesario) como caballería auxiliar.
bargo, en J. B. Bury. «The early history of the explosive mine». Fort. X (1982), pp. 27. Ejemplos tomados de J. B. Paul, ed., Account.~of rhe Lord High Treosiirer
23-30; y S. Pepper, «The underground siege*. ihid., pp. 31-38. Ambos autores coin- of Scorland, vol. IV: 1507-1513, Edimburgo, 1902, pp. lxvii y SS.Sobre la afición in-
ciden en que el primer empleo espectacular de las minas explosivas tuvo lugar en glesa a los arqueros, véanse C. Gaier. «L'Invincibilité anglaise et le grand arc aprks
el sitio de Castel Nuovo, en Nápoles, en 1495. Puede adquirirse la idea del tamaño la Guerre de Cent Ans: un mythe ténacen. Tijrischr;fi voor Geschiedenis, XCI
de una mina y contramina, a comienzos de la Edad Moderna. en el único ejemplar (1978), pp. 379-385; y J. R. Hale, ed., Certain discourses military hy Sir John
existente en el castillo de St. Andrews. en Escocia. que procede del sitio de 1546- Smythe, Ithaca, N. Y.,1964, pp. xli y SS.
1547; la mina tiene 1.8 m de anchura y 2,l m de altura, lo suficiente para el paso de 28. Detalles en Contamine, War, pp. 129 y 134; R. Taveneaux, ed., Cinq-cen-
las caballerías que transportaban los escombros. Véase también una descripción t i h e anniversaire de la hataille de Nancy (1477), Nancy, 1978, pp. 365-373 y 398; y
contemporánea de las minas. escrita antes de 1554, por G. Belluci, Nidova inventio- Mallet y Hale, The military organization of a Renaissance state, pp. 76, 167 y 350-
. REVOLU CIÓN MILITA R NOT

354. Sobre el carácter de la guerra medieval tardía. antes de las armas de fuego. ciety P~rblicntions,3.a serie. XXVIII (1917). p. 39. Otros ejemplos en Firth. Crom-
véase C. T. Allmand, ed., Sociery nnd war. The experience of Englnnd and Frnnce well nrmv. p. 90: y Roberts. Grtstnvus Adolphrls. 11, p. 227, n. 6. La mayor parte de
driring the Hrrndred Yenrs Wnr, Edimburgo. 1973, pp. 6-9 y 104-105. así como los las dudas se refieren al coste de las armas rayadas. su muy baja cadencia y la rapi-
interesantes extractos documentales en el apéndice. dez con la que sus cañones se obstruían. aunque un disparo certero de un tirador
29. J. F. Guilmartin. Jr., Gitnpowder nnd gnlleys. Chmging technology and selecto podía justificar estos inconvenientes. Sobre los problemas generales de las
Mediterrnnean wnrf¿rrent sea in rlie sixteenth centrtr.v. Cambridge. 1974, pp. 150-155. armas de avancarga, véase lo expuesto (y las ilustraciones) en B. P. Hughes. Fire-
Un veredicto parecido sobre la mayor velocidad de tiro y precisión de los arqueros power weapons' effectiveness on the hattiefield 1630-18550, Londres. 1974.
en relación con los mosqueteros fue el emitido por un viajero francés del siglo xvir 38. Véase la admirable exposición de W. Reinhard, «Humanismus und Milita-
a la India, que advirtió que los arqueros montados mogoles podían disparar seis rismus. Antike-Rezepcion und Kriegshandwerk in der oranisches Heeresreformn,
veces mientras los mosqueteros europeos lo hacían sólo dos, y con mayor efecto: en Krieg trnd Frieden i m Horizont des Renaissnncehitmanismus, Wernheim, 1986.
véase F. Bemier, Trnvels in the Mogirl empire A D 1656-1668, A. Constable. ed., pp. 195-196 (donde se indica que Aelio describía en su Tnctics no menos d e tres va-
Londres, 1891, p. 48. Sobre un estudio más amplio del guerrear indio, véanse las riedades de contramarcha). Véase también W. Hahlweg. ~ A s p e k t eund Probleme
pp. 175-186 de la presente obra. der Reform des niederlandischen Kriegswesens unter Prinz Moritz von Oranienn,
30. Véanse los útiles cálculos incluidos en Pepper y Adams, Firearms and for- Bijdragen en Mededelingen betreffende de geschiedenis der Nederlanden, LXXXVI
fifications. pp. 15-16 y 199. n. 27. (1971). pp. 161-177 (la carta del 8 de diciembre de 1594 -lámina 5 en este libro-
31. Maquiavelo citado en F. L. Taylor, The nrt o,f war in ltnly 1494-1521, Cam- se estudia en pp. 171-172). D e hecho. y como se indica en las pp. 190-192 anterio-
bridge. 1921, pp. 61-62: el diálogo de Barret, citado en Hale. ed.. Certain discourses res. los japoneses habían perfeccionado el tiro d e descargas 30 años antes, pero no
mi1itnr.v. 1. hay pruebas de que esto fuera conocido en 1594 por los primos Nassau, quienes
32. Para unos estudios completos sobre las victorias suizas, véanse Tave- sólo conocieron antecedentes romanos. Esta coincidencia es, pues. un interesante
neaux, Nnncy: y Revue Internnrionnle dtHistoire Militnire, XL (1978): ~ G r a n d s o n , ejemplo de los descubrimientos simultáneos pero independientes.
1476: essai d'aproche pluridisciplinaire d'une action militaire du XVe siecle». So- 39. Véase el brillante análisis de M. D. Feld. «Middle-class society and the
bre la imitación en Florencia de los procedimientos suizos (después de 1495). véa- rise of military professionalism. The Dutch army 1559-1609». Armed Forces and
se Taylor, Art of Wnr. p. 36: y por los alemanes. véase E. von Frauenholz, Entwic- Socierv, 1 (1975). pp. 419-442 (reimpreso con modificaciones en Feld, The strttcture
kltrngsgesclrickre des rlrutscl~enHeerwesens, 11.2: Das Heerwesen des Reickes in der of violence: nrmed f0rce.s ns socinl systems, Londres, 1977. pp. 169-203).
Lnntlsknecl~tszcit.Munich. 1Y37. 40. L. Mulder. ed.. Joirrnnnl van Anthoni.? Duyck, ndvocnat-fiskanl van den
33. La detallada relación dc C . W. C. Oman. A history of the nrt of war in the Raarl van Stnte 1591-1602, 1, La Haya y Arnhem, 1862, p. 636. muestra al ejército
sixteenrh cenrrtry, Londres, 1937. cap. 2. es todavía la más apropiada y fiable de las holandés haciendo «ejercicios» en el sitio dc Drenthe, en agosto de 1595, algún
cxistenles. tiempo antes de que Lipsio publicase su libro sobre el ejército romano. Sin embar-
34. Existe un buen estudio de los distintos tipos de armas de fuego utiliza- go, no hay duda de la influencia del filósofo sobre el conde Mauricio: véase G.
das e n el siglo xvi en J. D. Lavin, A Iiistory of Spnnish firearmr. Londres. 1965, Oestreich. Neostoicism nnd [he eark tnoriern state, Cambridge. 1982. parte 1. y
pp. 44 y SS. caps. 5 y 13: y Reinhard, aHumanismus and militarismus», pnssim. Es interesante
35. Es cierto que la infantería española tenía una gran proporción de pique- constatar que algunos observadores creían que tanto Lipsio como los holandeses
ros: de 1 a 1: pero la infantería de los Países Bajos meridionales («valona»), des- fueron imprudentes al confiar tanto en los precedentes clásicos cuando las circuns-
pués de 1636 tcnía tres veces más *tiro» que picas. mientras que en los holandeses, tancias militares habían cambiado tan radicalmente desde el tiempo de los roma-
ya en el decenio de 1570, esta proporción era de 4 a 1. Véanse estudios detallados nos: véase A. Grafton, ~Rhetoric.philology and Egiyptomania in the 1570s. J. J.
en Parker. Arrny of Flander.?. pp. 274-276: R. Quatrefages. Los tercios espofioles Scaliger's invective against M. Guilandinus's Papyrus», Jor~rnalof the Wnrhllrg nnd
1567-1577. Madrid. 1970. pp. 113-122 y 198-199: J. W. Wijn. «Het Noordhollandse Courfnuld Insritrttes. XLII (1979), pp. 193-194. Sobre los procedimientos generales
regimcnt in de eerst jaren van de Opstand tegen Spanje». Tijdschrift voor Geschie- militares de los holandeses en esta época. la obra estándar sigue siendo J. W. Wijn.
denis. LXIl (1949). p. 259: y F. J. G. ten Raa y F. de Bas, Her Stantsche Leger 1568- Her krijgswezen in den tijd van Prins Maririts, Utrecht, 1934.
1789, 1, Breda, 1911. p. 54. Sobre la proporción en otros ejércitos. véanse C. H. 41. Véanse J. B. Kist. ed., .lncoh de Gheyn: the exercire of arms. Nueva York,
Firth, Cromwell's nrm-v. A l7istor.v q f the English soldier driring tlte Civil Wars, tlie 1971, «A commentary». pp. 6-7: y las atinadas observaciones de Feld. Structrrre of
Comnlonwealth ctnd the Prorcctorare, Londres. 19624, pp. 69 y SS.:M. Roberts. Gris- Violence. pp. 174-178: y de W. Schulze en .l. Kunisch. ed.. Stantsverfnssrtng rrnd
tnviis Adolplirrs. A history q f Sweden, 1611-1632, 11. Londres, 1958, pp. 173 y SS.;y Heeresverfnssung in der europ¿ini.schen Geschichte der friiher Neuzeir, Berlín. 1986,
A. de Mosto, ~Ordinamentimilitari delle soldatesche dello estato romano nel se- p. 142. Sobre la primera edición inglesa, véase Anna E. C. Simoni. «A present for a
colo XVI»,Quellen ~rndEorschtrngen aus itnlienische Archiven und Bibliorlieken. VI prince». en J. A. van Dorslen. ed., Ten stitdies in Anglo-Dutch relations. Leiden,
(1904). pp. 74-75. 1974. pp. 51-71. Sobre la versión anterior de Juan de Nassau. véase W. Hahlweg,
36. Véanse en Roberts. Grtstavus Adolphus, 11, p. 177, unas consideraciones Die Heeresreform der Oranien: h s cKriegsbrtch» des Grafen Johnnn von Nnssoit-
sobre la velocidad de tiro de los mosquetes. La de los cañones más pesados se ana- Sieaen. Veroffentlichungen der historischen Kommission für Nassau. XX. Wiesba-
liza en Pepper y Adams, Firenrms anrl fortificntions. pp. 198-199. de;: 1973.
37. G. Davies, ed.. «The autobiography of Thomas Raymond». Camden So- 42. Bingham y otros, citado por W. Hahlweg. Die Heeresreform der Oronien
ITAR

irnd die Antike, Berlín, 1941, p. 176. Hubo muchas otras formas literarias d e propa- 46. Sobre la creciente complejidad, véase H. Eichberg. «Geometrie als baro
gación de las nuevas técnicas. Desde 1618 circularon numerosos informes periodísti- ke Verhaltungsnorm. Fortifikation und Exercitien~,Zeitschrift ,fiir 1fistoriscl
cos (en el decenio de 1630 algunos periódicos tenían hasta un «corresponsal d e gue- Forscl~ung,IV (1977). pp. 17-50. El ejemplo dado es de J. F. von Fleming, . u,r.

rra» fijo) y ciertos ejércitos publicaron informes anuales de las campañas (como los volkommene teutsche Soldnt, Leipzig, 1726.
d e J. A . Vincart sobre el ejército español en Flandes). El victorioso asedio español 47. William Louis trató de Cannas con Mauricio por carta en 1595, y escrib
de Breda fue celebrado e n obras de teatro. libros, pinturas (incluyendo el magnífico después un corto tratado sobre al asunto. titulado Annibnl et Scipion oic les Grnnc
Las lanzas de Velázquez), así como en el gran mapa preparado por Jacques Callot a Capitains. que tuvo notable difusión: véase W. Hahlweg, «Wilhelm Ludwig vc
petición del gobierno de Bruselas, que se envió (junto con una descripción e «índi- Nassau und das Cannae-problemn, Nassarrsische Annnlen, LXXI (1960). pp. 237-
ce» en cuatro idiomas) a más de 200 personajes distinguidos. (Véase Zurawski, «A 242. Sobre Turnhout, véase A. Koyen, «De slag o p Tielenheide (1597) in het kader
fresh lookn; y S. A. Vorsters. La rendición de Breda en la literatura y el arte de Espa- van de 80-jarige oorlogn. Taxandria. nueva serie. LV (1983). p. 42; sobre Nieuw-
ña, Londres, 1973.) Hubo también cartas y memoriales escritos por diversos emba- poort, véanse R. Cox, Van den tocht in Vlaenderen. De logistiek van Nieuwpoort,
jadores y otros funcionarios gubernamentales que trataban de los nuevos métodos 1600, Zutphen. 1986. y la interesante relación de Haestens, La noirvelle Troye, pp.
de hacer la guerra (aunque fuesen utilizados por otros), y como muchos de ellos han 20-61. En la p. 22 Haestens menciona el empleo temprano de la metralla: anostre
sobrevivido en copias múltiples se deduce que su circulación fue amplia. Por último, artillerie, chargée de halles de mousquets. ioua sur I'ennemyn. En Nieuwpoort,
hubo incluso obras teatrales que popularizaron los procedimientos militares holan- como en Lützen en 1632, no hubo una victoria clara. porque aunque un bando fue
deses; los aficionados londinenses al teatro pudieron contemplar en 1599 una obra el vencedor, las grandes pérdidas obligaron a una retirada general.
«llena de pullas» titulada «The overthrow of Turnholtw (batalla que tuvo lugar en 48. Roberts, G~cstavirsAdolphu,s. 11. pp. 229-234. Para más detalles sobre las
los Países Bajos dos años antes; véase C. L. Kingsford y W. A. Shaw, eds., Report on cadencias de tiro, véase la fuente citada en Pepper y Adams. Firearms and fortifi-
the manirscripts of the Lord de I'lsle and Dlcdley preserved at Penshicrst Plnce, 11, cations p. 198, n. 20, y p. 211, n. 18. El empleo d e «cartuchos» se remonta a media-
Historical Manuscripts Commission Report, LXXVII, Londres. 1934, pp. 406-408: dos del siglo xvi (véase Pepper y Adams. Firenrms, p. 199, n. 21). aunque todavía
Rowland Whyte a Robert Sydney, que representaron la obra, 26-27 de octubre de eran descritos en 1677 por Orrery, Treatise, p. 31, como una extraña novcdad.
1599). También en España se escribieron obras sobre las guerras de los Países Bajos 49. Monro, citado e n Roberts. Gltstnvrrs Adolphlts. 11, p. 258. Es curioso que
(véanse Gossart, Les Espagnols en Flandre. Histoire et poésie, Bruselas. 1914, pas- Orrery, Treotise, p. 38, no estuviese en favor del fuego en descargas, porque «la pri-
sim, y J . Loftis, Renaissance drama in England and Spain. Topical allusions and his- mera fila no ha podido recargar sus mosquetes para cuando la cuarta fila ha con-
tory plays, Princeton, 1987) pero es comprensible que en éstas se hiciera poca alu- cluido el fuego». Por el contrario, sugería que todas las filas cargasen sus mosque-
sión a la superioridad militar holandesa. tes con balas de pistola y disparasen una sola descarga simultánea a bocajarro.
43. Los detalles son de E. von Frauenholz, Das Heerwesen in der Zeit der Pero Orrery nunca vio al ejército sueco en acción.
dreissigjahrigen Krieges, 11, Munich, 1939, p. 30; y F. Redlich, The Cerman military 50. Lynn, ~Tacticalevolution~,pp. 182-183, hace aquí una importante correc-
enrerpriser and his workforce, 13th to 17th centuries, 1, Wiesbaden, 1964: Viertel- ción a Roberts. cuando indica que el «caracoleo» había sido ya abandonado por la
jahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, Beiheft XLVII, pp. 157 y SS. Red- carga completa dc caballería con Enrique IV en los decenios de 1580 y 1590, y que
lich advirtió también el gran número de jefes veteranos que en la guerra de los este rey había añadido unidades de mosqueteros entre sus escuadrones a caballo,
Treinta Años aprendieron el oficio de la guerra luchando a favor o en contra de los para multiplicar su efccto. como posteriormente haría también Gustavo.
holandeses. 51. Relato basado en (Estado Mayor General dcl E,jCrcito Sueco), Sveriges
44. Véase L. Plathner, Craf Johann von Nassau und die erste Kriegsschiile. Krig 1611-1632. IV. Estocolmo, 1937, pp. 472-486; T. M. Barker, Tlie milirary intel-
Ein Beitrag zur Kennrnis des Krieg.swesens u m die Wende des 16. Jahrhitnrlerts. lectital nnd hattle: Raimundo Moiitecrrccoli and tlie Thirty Yeur,s War. Albany, N . Y.,
Berlín, 1913. Era una escuela exclusivista: las clases empezaron el día de Pascua de 1975. pp. 174-181; y R. Monro, Monro his e.~perlition with the worthy Scots regiment
1619 pero. cuando la Academia cerró sus puertas en 1623, sólo 20 alumnos habían call'd Mackays, Londres. 1637,11, pp. 61-72, Algunas de las banderas aprehendidas
asistido. Otras «escuelas militares» de la época se citan en Kunisch, Staatsverfas- por Tilly pueden contemplarse todavía en Estocolmo. en la astate Trophy Collec-
sung, pp. 245-246, y en Hale, Renaissance War Studies, caps. 8 y 10. tion» del Museo del Ejército.
45. La forma en que los procedimientos militares holandeses llegaron a Suiza 52. VCanse los cálculos de C. M. Cipolla. Gtrns nnd soils in the eorly phase of
está bien establecida en F. Walter, Niederlandische Einflusse auf das eiclgenossische Europenn expcrnsion 1400-1700, Londres, 1965. pp. 55-57.
Stanrsdenken i m spaten 16. und frühen 17. Jahrhundert: Nelie Aspeckte der Zürcher 53. Las dimensiones de los ejércitos son de Parker, Spain and the Nerher-
icnd Berner Geschichte i m Zeitalter des werdenden Absolutism~is,Zurich, 1979, Iands, p. 96, y de las fuentes allí citadas; las cifras de artillería, de Contamine, «Les
caps. 1 y 3. En un importante artículo reciente, «Tactical evolution in the French lndustries de guerre», p. 278.
army, 1560-1660», J. A. Lynn arguía que «una alteración de la táctica francesa ... 54. De hecho. la mayor parte de España se resistió también a la revolución
ocurrió aproximadamente al mismo tiempo. o incluso e n fecha anterior, a las refor- militar. Había allí muy pocos bastiones antes de 1640, excepto a lo largo de la fron-
mas holandesas», pero no muestra evidencia alguna anterior a 1600 y no trata del tera con Francia en Cataluña y Guipúzcoa: véase Cooper. Castillos. Véanse tam-
«fuego e n descargas* que fue indudablemente la principal innovación. No obstan- bién los comentarios de Bartlett. «Technique militaire~,pp. 1.152-1.153.
te, Lynn presenta mucha información valiosa sobre la «revolución militar» en 55. Ejemplos detallados d e G. Parker, The Tltirty Years' War, Londres, 1984.
Francia, ya de origen francés o de importación. pp. 12-13 (hay trad. cast.: La girerrn de los Treinta Años. Barcelona. 1988). Véanse
KEVULUCIÓNMIL ITAR NOTA

también la teoría general de E . Ennen. «Die Fcstungsstadt als Forschungsgegens- 63. Detalles en H. G . Leask. ~Castlesand their place in Irish h i s t o r y ~ ,Th
tand die Herausbildung der Festungsund Garnisonstadt als Stadttypn, en Herrman lrisk Sword, X (1971-1972). pp. 235-243; B. de Breffny, Cnstles of Irelnnd, Londre!
e Irsigler. BeitrBge zirr Geschichte. pp. 19-34; y los numerosos estudios del lento 1977, pnssim: J. G . Simms. «Cromwell at Drogheda, 1649~.Tlle Irish Sword. X.
avance de la fortificación en centros estratégicos concretos. como H. Kessler, Die (1973-1974). pp. 212-221; y (fuente no usada por Simms) B. Whitelocke, Men~orinls
Stadmairer der ,freien Reiclisstndt Nijrtllingen. Nordlingen, 1982: Schwabische Ges- of the English nffnir.~,111, Oxford. 1953. pp. 110-1 12.
chichtsquellen und Forschungcn, XII: Pepper y Adams, Firearms nnd forrifi'cnrions, 64. Los detalles son de E. M. Jope, ~Scottishinfluence in the north of Ireland:
caps. 3 y 4; y B. Roosens. «De stadsomwalling van Brcda: de eerste toepassing van castles with Scottish features*), Ulstrr Joirrnnl of Archneologv, 3." serie. XIV (1951).
het gebastioneerd vestingsbouw in de Nederlanden (1531-1547)~.Bijdrrigen ror de pp. 31-47; R. Gillespie. Colnninl Ul.ster. The settletnents of Enst Ulster 1600-1641,
geschiedenis. LXIII (1980). pp. 87-120. Véanse también los espléndidos grabados Studies in Irish History. 3.' serie, 1, Cork. 1985, pp. 117-118 y 231; y T. W.
de Merian en J. P. Abelinus. ed.. Tlleritrrrm Europaeirm. 6 vols.. Frankfurt. 1639- Moody y W. E. Vaughan, eds.. A new histtor of Irelond. IV? T17e eighteentl~centirry,
1663; Frankfurt. 1670': y compárense con los planos urbanos del decenio de 1570 1691-1800, Oxford, 1986, pp. 472-475.
publicados por G. Braun y F. Hogenburg. Civitotes orhis rerrnritm. 3 vols., R. A. 65. Véanse la lista y los mapas de 148 fortificaciones construidas o reconstrui-
Skelton, ed., Amsterdam. 1965. das en Irlanda en el siglo xvir. proporcionados por P. M. Kerrigan, ~Seventeenth-
56. Las distancias recorridas en 1626-1633 fueron cuidadosamente calculadas century forts, fortifications and garrisons in Ireland: a preliminary l i s t ~ .T l ~ elrish
por Monro, Monro /lis expedition: 1.677 millas holandesas. Las de 1645-1648 se tra- Sword, XIV (1980). pp. 3-24 y 135-156. Sobre los hombres que las construyeron,
tan en (Forsvarsstahens Krigshistoriska Avdelning). FrTin Femern ocli Jnnkow rill véase R. Loeber. eBiographical dictionary of engineers in Ireland. 1600-1730~.The
Westfnliskn Freden. En rninnesskrifl frr 1948. Estocolmo, 1948, possinl. Irislt Sword, XIII (1977-1979). pp. 30-44. 106-122. 230-255 y 283-314.
57. Sir Thomas Wilson. citado en Parker. Spain ond rhe Netherlnnrls. p. 139. 66. Sobre Kinsale. véase P. M. Kerrigan, «Charles Fort. Kinsalen, The Iris11
Para una clara relación de la construcción de fortalezas por Enrique V111. véase H. Sword. XIII (1977-1979). pp. 322-338: el iní'orme de Phillips. presentado a Jacobo
M. Colvin. ed., Tllr llistorv qf rlie king:s works. 1V. Londres. 1982. pp. 367-401 (por 11 en Consejo. en marzo clc 1686. se encuentra cn la National Library de Irlanda.
J. R. Hale, reimprcso en Hale. Renni.ssonce wnr strtdies. pp. 63-97). Véase también Duhlín, MS. 3.137. «Suwcy of al1 forts in Irelandn (cita de la parte 1. fo. 20). Véase
C. Platt. TIle cnsrle iti meclievrrl En,qlciwtl, Londres, 1982. cap. 9; Merriman. wltalian también P. A. Lucas. «Irish armies in the 17th centuryn. tesis doctoral en la Univer-
military engineersn; Guillerm. Ln Pierre er le vent, pp. 110-1 17: R. H. St J. O'Neil, sidad de Manchester. 1982. pp. 190,254 y 381-382.
Casrles nnd cnnnon: o stirdv of e n r b arti1ler.v ,fortificntions in Englnntl, Oxford. 67. Se construyeron en Escocia. en el decenio de 1650. cinco ciudadelas abas-
1960. pp. 65-79; y J. A. Donnell- <<Astudy of the coastal forts built by Henry tionadas (en Inverlochy, Inverness, Ayr, Perth y Leith: véanse los planos de las tres
VIII». Fort. X (1982). pp. 105-126. primeras en C. H. Firtli. ed.. Scotlnntl nnd tlip Protertorote: 1etter.s nnd pnpers relar-
58. Véanse los detalles e n W. G. Ross, <<Militaryengineering during the Great ing to tlie militnry goilrrnmrnt of Scorlnnd,from Jnnirnrv 1654 to Jirrir 1659. Puhlica-
Civil War, 1642-164%. en F. J. Day, ed.. Pro,f~~.s.sionnl papers o f ' d i e corps of Roynl tions of the Scottish History Society. Edimhurgo. 1899. pp. xxxvrii. xi.iv y xi-vrii).
Engineers, Londres, 1887: Royal Engineers lnstitute Occasional Papers. XIII. pp Se construyeron más en el decenio de 1690 (por ejemplo. cn fiierte William) y en el
86-205; e 1. Roy, ~ E n g l a n dturned Gcrmany'? Thc aftermatli oí' the Civil War in its de 1720 (como fuerte Augustus. en el Great Glcn. que aún se conserva). Ninguna
European contextv, Trnnsrictions of tlie R o j ~ n / Hi.storico1 Societv. 5." serie, igualaba. sin embargo. las enormes dimensiones del fuerte Gcorge. VCase B. P.
XXVIII (1978). p. 132. Lenman, Tlle Jncohite clrins qf tlie Grent Glrn 1650-1784. Londrcs. 1984. pp. 31-35
59. Los restos de este importante complejo están descritos en (Ancient Mo- y 97-98. Sobre las defensas irlandesas en el siglo xviii, véase Public Record Office
numents Commission), Newnrk-on-Trerit: die Civil Wnr siegeworks, Londrcs. 1964. of Northern Ireland, MS. D 2.77818: «Plan of the principal towns ... in Ireland for
Sobre los detalles dcl asedio. véase D. E. Lewis. «The use of ordiiance in early mo- Mr 7lndalS continuations of Mr Rapin's Historyn.
dern warfarc. with particular reference to English Civil War». tesis de M. A. de la 68. Froissart, citado, junto con otras fuentes. por K. Simms. «Warfare in the
Universidad de Manchester, 1971. pp. 200 y 219. medieval Gaelic lordsliips», TIle lrish Sword. XII (1975-1976). pp. 98-108. VCase
60. Los detalles son de P. R. Newman. «The Royalist army in Northern Ire- también S. de Hóir. «Guns in medieval and Tuclor Ireland~.ihirl.. XV (1982-1983).
land. 1642-1645». tesis doctoral de la Universidad de York, 1978. caps. 8 y I l ; y Le- pp. 76-88. Otras lamentaciones siiiiilarcs a las dc Froissart sobre los poco caballe-
wis, «The use of ordnancen, cap. 7. rescos irlandeses sc hicieron también en el siglo xvii sobre la poca disposición de
61. El doctor Newman sugiere que una de las razones por las que muchos je- los indios americanos a combatir a pie firme: véase la p. 164 de la presente obra.
fes preferían asaltar una ciudad era el temor de que sus tropas inexpertas no so- 69. Los detalles son de T. Churcliyard. A Genero11 relienrsnll qf wrirres, Lon-
portasen los rigores de un bloqueo; pero Lewis parece más convincente cuando se- dres. 1579, sig. Q. ii; A. O'Rahilly. Tlie nlnssacre ot Smerwick (15RO), Cork Histori-
ñala la falta de cañones d e sitio como la razón principal, pues las murallas cal and Archaeological Papers, 1, Cork. 1938, pp. 21-22: y J. S. Brewer y W. Bullen.
medievales no eran menos vulnerables al fuego artillero en Inglaterra que en cual- eds., Ccilen<lnro/ the Cnrrw m~~nir.scrip/,s. 11. Londres. 1868. p. 470: Carew a Wal-
quier otra parte. tras la aparición de la pólvora, ipcro seguían siendo necesarios los singham. el 18 de septiembre de 1588: la investigación moderna confirma sus esti-
cañones para poder disparar! maciones sobre los barcos españolcs (16) y los hombres (3.000) perdidos en Irlan-
62. Sobre la limitada difusión de la trace itnlienne en Escocia. a comienzos de da. Véase también H. C. Hamilton. ed., C(11endnr qf stnte pnpers relnting to Ire-
la época moderna. véase D. H. Caldwell, «A sixteenth-century group of gun towers lnnd. ... Eliznhetli: 1586-15<W,Londrcs. 1877, p. 161. para una escalofriante narra-
in Scotland~,Fort. XII (1984). pp. 15-24. ción sobre cómo las tropas inglesas degollaron a unos 1.S00 invasores escoceses en
1586: «En realidad, nunca desde que soy un hombre de guerra estuve tan cansado W-adiaaw. Las defensas del nuevo tipo construidas en Polonia en esta época están
de matar hombres ...». citadas por E. Malachowicz, «Fortification in Polandn, Fozt, III' (1977). pp. 25-30; y
70. Sobre la «guerra de los Nueve Años», véanse G. A. Hayes-McCoy. «Stra- A. P. Hryckiewicz, ~Warowniemiasta magnakie na Bialorusi i Litwie», Przeglqd
tegy and tactics in Irish warfare, 1593-1601», Irish Historical Strcdies. 11. (1940- Historyczny, LXI (1970). pp. 428-444.
1941), pp. 255-279; G. A. Hayes-McCoy, ~ T h earmy of Ulster. 1593-1601», The 80. T. M. Nowak, «Polish warfare tecnique in the seventeeth century. Theore-
Irish Sword, 1 (1949-1953). pp. 105-117; G. A. Hayes-McCoy, Ulster and orlier Irish tical conceptions and their practica1 applications~,en W. Biegahski, ed., Military
mnps circa 1600. Dublín. 1964: incluye 12 mapas de Richard Barthelet, el cartógra- technique, policy and strategy in history, Varsovia, 1976, pp. 11-95 (véanse las pp.
fo militar de Mount,joy durante la guerra; J. J. Silke, Kinsnle. Tlie Sponish interven- 17-18 sobre los manuales de tiro polacos, el primero publicado en 1624, y el segun-
tion in lreland at the end of the Elizabethan Wars, Liverpool. 1970: y más reciente, do, por Andrea dell'Acqua, que trabajaba en ZarnoSE, en 1630); W. Majewski,
T. W. Moody, F. X. Martin y F. J. Byrne. eds.. A new history of Ireland. Oxford, «The Polish art of war in the 16th and 17th centuries>,,en J. K. Fedorowicz. ed.. A
1976, pp. 115-141. repriblic of nobles. Studies in Polish history ro 1864, Cambridge, 1982, pp. 179-197;
71. Lewis, «Use of ordnancen, pp. 166-176. y J. Teodorczyck, «L'Armée polonaise dans la premiere moitié du XVIIe siecle~,
72. Los detalles son de D. Stevenson y D. H. Caldwell. «Leather guns and en W. Biegahski, ed., Histoire miliraire de la Pologne: probl6mes choisis. Varsovia,
other light artillery in mid-seventeenth-century Scotlandn. Proceedings qf the So- 1970, pp. 95-113. Sobre Kirchholm y Klushino, véase M. Roberts, The early Vasas.
ciery of Antiquaries of Scorland, CVIII (1976-1977), pp. 300-317. Los intentos de A history of Sweden 1523-1611, Carnbridge, 1968, pp. 400-403 y 455.
utilizar en Irlanda los cañones de cuero tuvieron aún menos éxito. En 1642. los 81. Sobre la evolución posterior, véanse T. Nowak, Polskn technika wojenna,
protestantes que defendían el castillo de Ballynally. en el condado de Clare, obser- XVI-XVII wieku, Varsovia, 1970, pp. 262-263; T. Nowak, «Polish warfare techni-
varon interesados cómo los sitiadores traían «una gran pieza de artillería de cue- que», pp. 32-38 (sobre los cañones). 83-90 (sobre el atlas con 14 mapas de Getkant)
ro», sujeta a una cuna de madera; pero cuando fue disparada «sólo se produjo un y 54-55 (sobre la literatura relativa a las fortificaciones). Sin embargo, no bastaba
gran ruido. pues tenía tres libras de pólvora dentro. pero tiró hacia atrás la bala con triunfar sobre las potencias occidentales, y los jefes polacos. durante la inva-
que permanecía en ella». Parece que los irlandeses. engañados por todas las habla- sión sueca del decenio de 1650, requirieron incesantemente al gobierno para que
durías sobre los «cañones de cuero». habían olvidado colocar un tubo de mctal cn suministrase mhs armas de fuego y más hombres capaces de aguantar las armas de
el interior de la camisa de cuero (Moody. A new history o,f Irelnnd. 111. p. 305). fuego (véase la próxima tesis de R. 1. Frost en la Universidad de Londres, «The go-
Debe recordarse, no obstante. que los cañones de cuero jamás habían estado con- vernment of John Casimir of Poland, 1655-1658n).
cebidos para su uso en el asedio (y. en todo caso, los suecos los habían abandonado 82. Véase R. M. Hellie, Enserfment and military change in Muscovy, Chicago.
por inútiles antes de 1630). 1971, p. 166. Debe advertirse que, aunque el análisis de Hellie de la transforma-
73. Mackay citado por J. M. Hill. Celtic warfare 1595-1763, Edimburgo, 1986. ción rusa en el modo de guerrerar es admirable, su desafortunada propensión a ba-
p. 65; y Hawley por D. Stevenson, Alastair MncColla and the Higlzland prohlem in sarse en fuentes rusas para estudiar la evolución militar de Occidente hace apare-
the seventeenth centlcry. Edimburgo, 1980, p. 82. cer algunas afirmaciones cuestionables y algunas comparaciones dudosas.
74. D. Stevenson, «The Highland Chargen, History Today, XXXII (agosto. 83. Detalles extraídos de Hellie, Enserfment, caps. 10-12; y el excelente y mo-
1982). pp. 3-8: D. Stevenson. Alastrrir MacColla. pp. 82-84. 127-128, 133-134. 156, derno estudio de J. L. H. Keep, Soldiers of the Tsar. Army and society in Russia,
200,251.261-262 y 267; y Hill, Celtic warfare, passim. 1462-1874, Oxford, 1985, parte 1. Véase especialmente el mapa de Keep de la fron-
75. Véase la descripción en Lenman. Jacobite clnns. p. 189. Había otras razo- tera meridional fortificada de Moscovia en la p. 17. Véanse también P. Dukes,
nes, como es natural. para el éxito de la «carga de los higklandersa, tales como la «The Leslie family in the Swedish period (1630-1635) on the Thirty Years War*.
adecuada elección del terreno y la oportunidad. pero los elementos básicos eran la Europenn Srudies Review, XII (1982), pp. 405-412; y C. Duffy. Russio's niilitary way
velocidad. la decisión y el coraje. to the west: origins and natirre of Rirssian military power, Londres, 1981, pp. 6-7 y
76. J. T. Lappalainen, Elaman sltomen sotav¿iessa Kanrle X Kiurann aiknna, 15-17.
(Vida en el ejército finlandés en tiempos de Carlos X Gustavo). Jyvaskyla, 1975, 84. Los «houten redouten* están descritos por P. Giutiniano. Delle guerre di
pp. 83-84 y 21 1. Fiandra, lihri V I , Amberes, 1609, pp. 228-229 y figuras 14 y 25 (véase la lámina 14
77. P. F. Sugar, «The Ottoman "professional prisoner" on the Western borders de la presente obra): y por T. Coryate. Coryat's crudities, Londres, 1611, pp. 640-
of the empire in the sixteenth and seventeenth centuries,,, Érudes bnlknniques, VI1 641. Una «línea Maginotn similar. sobre el Isonzo. construida en el decenio de 1590
(2) (1971). pp. 82-91. por la República de Venecia, es puesta de manifiesto por Pepper y Adams. F~re-
78. Véanse las citas de Franciszek ~ a k o t(1624). Sebastian Zakriewski arms and fortifications, p. 206. n. 47.
(1627) y Kasper Twardowski (1626) en J. Nowak-DluIewski, OkolicznoSciown 85. En un interesante ensayo, Gerhard Oestreich exponía que los modernos
poezja polityczna w Polsce. Zgymunt 111, Varsovia, 1971. pp. 300, 312 y 315. Agra- Estados alemanes avanzaron hacia el militarismo en dos etapas distintas: en la pri-
dezco al señor R. 1. Frost su ayuda para interpretar la reacción polaca ante las téc- mera, en los decenios de 1580 y 1590, con la creación de milicias y fuertes defensi-
nicas militares occidentales. vos; en la segunda. en los decenios de 1620 y 1630. aparecieron los ejércitos perma-
79. El título completo del libro de Freitag aclaraba la intermediación holan- nentes agresivos. Hay mucho de razón en esto, pero se pasa por alto que. primero,
desa: Architectura militaris nova et aiccta, oder newe vermeherte Fortificarion ... fueron relativamente pocos los Estados que organizaron un ejército permanente y,
arcff die neweste Niederl¿indische Proxin gerichtet. Fue dedicado al príncipe segundo, después de 1648 muchos Estados desmovilizaron todo salvo sus fuerzas
TAR NOTPiS (PP. 65-6

de autodefensa. Véase Oestreich, Neostoicism and the e a r b rriodern state. pp. 228- opiniones similares de Eustache Piémont, notario del Delfinado, que escribía L
234. Para una opinión distinta, véase Parker, Thirty Years War. pp. 12-13. diario durante las guerras de religión, citado e n el admirable artículo d e M. Greei
86. Los detalles sobre 1632 son de Sveriges Krig, 111, pp. 397 y 569-571, y VI, grass, «The later wars of religion in the French Midi*, en P. Clark, ed., The Euri
pp. 392-393 y 448. Los detalles sobre 1648 son de Fr2n Femern och Jankow. p. 383 pean crisis of the 1590s, Londres, 1985, pp. 106-108.
(40.000 soldados suecos pagados en campaña y otros 30.000 en las guarniciones); y 92. H. Drouot. Mayenne et la Bonrgogne: contribution a l'histoire des provin-
de Krigsarkivet, Estocolmo. Historiska planscher 1648. folio 24. «Amore pacis: ces francaises pendan! la Ligue 1587-1596.1, París, 1937, pp. 300 y ss., ofrece el me-
geographische Carten von gantz Teutschland». jor relato de la «guerra sucia» a comienzos de la Edad Moderna. Muestra cómo en
87. AGS, Estado 2247 sin fol., .<Relación de la gente que es menester para las 1598 la partida del jefe regional católico, Mayenne, y sus principales seguidores lo-
guarniciones., enviado por el Cardenal-Infante a Felipe IV el 31 de diciembre de cales abrieron Borgoña a la guerre aux vaches dirigida por señores castellanos y ba-
1639. Otras cifras en Parker, A r m y of Flander,~,p. 272, e Israel. Tlie D~rtchRepu- rones que tenían cuentas pendientes o deseaban obtener nuevas riquezas. En seis
blic. pp. 163-165. Las guarniciones no se conservaban sólo por motivos defensivos, años sus actividades habían devastado la provincia y habían destruido la base del
como es natural; había también otras consideraciones de orden interno tales como poder de Mayenne y contribuido a su caída. Aunque este ejemplo procede de una
la necesidad de ahogar en germen las rebeliones locales y los desórdenes. guerra civil. en la que tenían similar importancia los factores políticos y los milita-
88. Véase Israel, T l ~ eDlrtch Repirhlic, pp. 167-168, y las cifras de la p. 35 de res. lo mismo podría decirse de la guerra de los Treinta Años en (por ejemplo) Re-
la presente obra. Como ejemplo de una ciudad donde los soldados eran más nume- nania o Westfalia. Debe tenerse en cuenta, n o obstante. que muchas comunidades
rosos que los civiles. véase V. A. M. Beerman, Ge.~chiedenisvan Rreda: 11 1568- locales consiguieron pagar para mantenerse al margen de estas guerras limitadas,
1795. Schiedam. 1978. passim. También la mayoría d e los soldados de Luis XIIl de ya obteniendo cartas de protección (como en los Países Bajos: véase Parker, Army
Francia pasaban la mayor parte de su tiempo en guarnición. En 1636, por ejemplo. of Flanders, pp. 18-19), ya mediante tratados específicos de neutralidad (véase,
se asignaron a misiones permanentes de guarnición 360 compañías, casi 30.000 1 para Francia, Drouot, Mayenne et la Bourgogne, 1, pp. 310-315, y Clark, European
hombres. Véase D. A. Parrot, «The administration of the French army during the crisis of the 1590s, p. 116: y para Inelaterra, J. S. Morrill, The revolt of the
ministry of Cardinal Richelieun. tesis doctoral. de la Universidad de Oxford, 1985. provinces, Londres, 1976, pp. 36-39 y 159-167); o, por último, mediante un «sistema
p. 94. de contribuciones>, (véanse las pp. 97-104 de la presente obra).
89. R. Williams, The actions o,f the Low Coitntries. Londres. 1618: existen dos 93. Los detalles son de P. R. Newman, Atla.~of the English Civil War, Lon-
ediciones modernas, una por D. W. Davies, Ithaca, 1964. y otra por Evans. Tlie dres. 1985, pp. 21 y 53; R. E. Shenvood, Civil srrife in the mid1and.s 1642-1651, Lon-
works of Sir Roger Williams, que cubre su servicio e n los Países Bajos. primero con dres, 1974, cap. 4, y especialmente el mapa de la p. 43; Firth, Cromwell's nrmy. pp.
los holandeses y luego con los españoles, entre abril de 1572 y enero de 1574; W. Di- 26-29: y P. Young. Nasehy 1645: the carnpaign and the battle, Londres, 1985. pp.
Ilingham. ed.. The commentaries qf Sir Francis Vere, Cambridge, 1657. que cubrc los 228-237. El carácter de esas guerras locales está, una vez más, descrito gráficamen-
años 1589-1600; y A. L. Sells. The memoirs of James 11. His campaigns as dtrke of te en algunas de las memorias escritas por los participantes: véase, sobre todo, C.
York 1652-1660, Londres. 1962. Véase también Churchyard. General1 rehearsall of H. Firth, ed., Tlze memoirs of Edmund Ludlow ... 1625-1672,2 vols.. Oxford, 1894.
warres. cuyo subtítulo era «wherein is five hundred severall services of land and sea, 94. Las guarniciones realistas en junio de 1645 y las fechas de su rendición es-
as sieges. battailes. skirmishes and encountersn, muchos dc ellos en los Países Bajos. tán enumeradas en Young, Nasehy. pp. 284-287: y las de los parlamentarios están
Las obras de otros escritores ingleses que sirvieron en estos territorios están indica- relacionadas por H. M. Reece, «The military presence in England, 1649-l660~,te-
das e n M. J. D. Cockle, A bibliographv qf milirarv hooks trp to 1642. Londres, 19783. sis doctoral de la Universidad de Oxford, 1982. cap. 6. Sobre algunos éxitos aisla-
y H. J. Webb, Elizahethnn militar! science: the hooks arid tlle practice, Madison. dos de jefes de guarnición, véanse 1. Roy, «England turned Germany*, pp. 134-144:
1965. Los veteranos del ejército español de Flandes también llenaron sus memorias 1. Roy, «The English Civil War and English society., en B. Bond, ed., War and so-
con detalles de «acciones» a pequeña escala. Véanse. como ejemplos típicos, B. de ciety, 1, Londres. 1975, pp. 24-43; Newman, «The royalist army», passim; M. D. G.
Mendoza. Comentarios de lo srrcedido en 10s guerras de los Pai~esBajos, Madrid, Wanklyn, «The king's armies in the West of England 1642-1646», tesis de M.A. de
1592, que abarca desde 1567 a 1577; A. Vázquez, Los sucesos (le Flanrier y Francia la Universidad de Manchester, 1966, passim; y R. Hutton, The Royalist war effort
del tiempo de Alejandro Farnese, Madrid, 1879-1880: Colección de Documentos 1116- 1642-1646, Londres, 1982, pp. 102-104. Aunque sus acciones raras veces estuvieron
dirospara la Historin (le Espana, LXXII-LXXIV. que abarca dc 1577 a 1592; y C. Co- coordinadas por el Alto Mando o influidas por los movimientos de los ejércitos
loma. Las guerras de los Estados Bajos, Amberes, 1625, que abarca de 1588 a 1599. principales, los éxitos militares de los jefes en aquellos «oscuros rincones d e la tie-
Monluc, La Noue y otros comentaristas militares franceses del siglo xvi también de- rra» eran objeto de amplia información, de modo que los lectores de la prensa de
dicaron la mayoría de sus relatos a los pequeños encuentros. guerra en Londres y en los condados circundantes de la capital llegaron a estar tan
90. Las operaciones de Schenck están registradas. junto con otras empresas familiarizados con la topografía de los condados remotos como, por ejemplo, sus
parecidas. en Parker. A r m y of Fhnders. p. 17. Sobre el «ejército olvidado* de Fri- descendientes de 1982 lo estuvieron con la geografía de las islas Malvinas.
sia, véase F. Verdugo. Comentario de la guerra en Frisa. Nápoles. 1610: H. Lon- 95. Sobre las «guerras pequeñas» a principios de la Edad Moderna, en gene-
chay, ed.. Bruselas, 1899 (la compañía de 10 hombres aparece en la p. 141). Las ral, véase P. Paret, Yorck and the era of Prz~ssianReform 1807-1815, Princeton,
memorias de Verdugo abarcan los años 1581-1594. 1966, pp. 21-28. Véase también el estimulante estudio. basado en ejemplos del si-
91. Monluc, que murió e n 1577 y a cuyo libro se refería Enrique IV como «la glo XIX,de C. Callwell, Small wars: tlzeir principies andpractice. Londres. 19063.
Biblia del soldado*. citado en Parker, Army of Flanders, p. 12. Véanse las cínicas 96. Los detalles son de R. R. Harding, Anatomy ~f a power elite: the provin-
TAR NOTA

cial governors of early modern France. New Haven. 1978, p. 200: y de C. Tilly. The 2. E L ABASTECIMIENTO D E LA GUERRA (PP. 71-1 17)
contentious French. Four centuries of popular struggle, Cambridge. Mass., 1986, pp.
130-131. Este aspecto de la desmilitarización tuvo un paralelo, como ambos auto- 1. F. A. de Guibert, Essai générale de tactique, París, 1772: ediciór, i b v i a a u a , 2
res indican, en los todavía más famosos intentos de Richelieu de prohibir los due- vols., París, 1802, 1, p. Iv; Laurence Sterne, The life and opinions of Tristram
los. Para una fase anterior de la «desmilitarización» francesa, a mediados del siglo Shandy, gentleman, 1, Londres, 1760, cap. 24. Sobre las ideas de Guibert, véanse
xv, véase Contamine, Guerre, état et société. pp. 550-551. Paret, ed.. Makers of modern strategy, pp. 105-113: y R. A. Quimby, The hack-
97. Véanse Lewis, «Use of ordnancen, pp. 198-202: y Reece, «Military pre- ground of Napoleonic warfare: the theory of military tactics in eighteenth-century
sence», pp. 128-134. France, Columbia University Studies in the Social Sciences DXCVI, Nueva York,
98. Sobre la defectuosa defensa de las provincias bálticas, véase H. Eichberg, 1956, PP. 106-174.
Militar und Technik. Schwedenfestungen des 17. Jahrhunderts in der Herzogtiimern 2. AGS, Estado, 1199, fols. 1-2, del obispo de Palencia al príncipe Felipe, Pa-
Bremen und Verden, Geschichte und Gesellsachaft. Bochumer Historische Studien, vía, 4 de agosto de 1552, incluyendo una «Copia del exército que tiene su magestad
VII, Düsseldorf, 1976. Sobre los costes del mantenimiento de las guarniciones en en Flandes y en Alemaña»: y 1201 fol. 112, Relación del ejército de Lombardía,
las provincias ultramarinas, véase Roberts, Sweden's age o,f greatness. pp. 22-24 y septiembre de 1552.
27-29. También fueron regularmente arrasados los castillos del interior de España; 3. «Resumen que hizo el Rey Don Felipe IV ... al consejo de Castilla (1627)»,
se dictaron órdenes para destruir 180 de ellos entre 1454 y 1474, y otros 84 más en- en J. H. Elliott y J. F. de la Peña. Memoriales y cartas del Conde Buque de
tre 1474 y 1504 (Cooper, Castillos. pp. 72-77). Olivares, 1. Madrid, 1978, p. 244: «Este año pasado de 1625 se pudieron contar cer-
99. De Vauban a Louvois, el 20 de enero de 1673, citado por H. Guerlac. ca de 300 mil hombres de infantería y caballería pagada, y más de 500 mil de mili-
«Vauban», en P. Paret, ed.. Makers of modern strategy from Machiavelli to the nit- cia». Sin embargo. yo no puedo alcanzar una cifra mayor de 70.000 hombres en el
clear age, Princeton, 1986, p. 86. Véase, sin embargo. una opinión divergente (ne- ejército de Flandes, 30.000 en Italia, un máximo de 20.000 en España y lo mismo
gando que Vauban quisiese dar a entender una «línea recta» por el pré carré) en en Alemania, más quizás unos 10.000 en Portugal. Como es natural. había más tro-
C. J . Ekberg, The fnilure of Louis XIVS Dictch war, Chapel Hill, 1979, pp. 116- pas defendiendo los imperios ultramarinos de Portugal y Castilla. pero no parece
119. probable que el rey los incluyese. Más bien parece que la expresión «300.000»que-
100. Véanse G. Livet y B. Vogler. eds.. Pouvoir, ville et société en Eitrope, ría significar «un número muy alto», y era así como otros la utilizaban en aquel
1650-1750. París. 1983, pp. 13-16: y Guillerm, La Pierre et le vent, pp. 124-133. tiempo (véase J. Correia-Afonso. ed., Indo-Portirgirese History: soitrces and pro-
101. Al parecer no existe ninguna obra totalmente dedicada a la guerra irre- blems, Oxford, 1981, p. 139; «La cifra 300.000 parece haber ejercido una especial
gular antes del siglo x v r i i . El estudio general de W. Lacqueur, Girerrilla: a historicnl fascinación en muchos escritores misioneros y editores»).
and critica1 study, Londres. 1977, por ejemplo, cubre el período comprendido entre 4. Cifras de J. A. Lynn, «The growth of the French army during the seven-
los hititas y la revolución norteamericana en 17 páginas. No obstante. existe un in- teenth century», Armed Forres and Sociecy. VI (1980), pp. 575-577; y A. Corvisier,
teresante estudio sobre un conflicto antiguo de guerrillas en C. Ingrao, «Guerrilla Loilvois, París, 1983. pp. 330, 349 y 514-516: y A. Corvisier. «Guerre et mentalités
warfare in early modern Europe: the Kilrirk war (1703-1711)». en B. K. Király y C. au xvrre sikcle»,p. 221. Contamine, War in the Middle Ages, sin duda alguna el mc-
E. Rothenberg. eds., War and society in east central Europe. 1, Nueva York, 1979. jor libro actualmente existente sobre la guerra en la Europa medieval. sugiere (pp.
pp. 47-66; y un interesante examen de la infantería ligera en el ejército austríaco 306-307) que durante un corto tiempo en 1340 se pudieron haber movilizado en
del siglo X V I I I ,por J. Kunisch. Der kleine Krieg. Studien zlim Heerwesen des Abso- Francia 100.000 hombres, justo antes de la Peste Negra; pero en otras épocas de la
lutismits. Frankfurter historische Abhandlungen, IV, Wiesbaden, 1973. Edad Media los ejércitos europeos eran mucho menores (véase ibirl.. pp. 11,28,64
102. Véanse Roberts, Girstavils Adolphits. 11. p. 265; Roberts, Essays in Swe- y otras).
dish history, p. 202: y el excelente artículo de 1. A. A. Tliompson. «The impact o í 5. A. Corvisier, L'Armée ,franqaise de la fin dic XVIIC siecle ni1 rninist2re de
war», en Clark. The Elcropenn crisis qf tke 1590.9, pp. 275-276. Sobre la sugerencia Choisei~l.Le Sollnt, 1. París, 1964. pp. 316-327: Villars y los músicos son menciona-
de que el calvinismo pudiera haber generado una predisposición para buscar la ba- dos en la p. 317.
talla, véanse H.,H. Rowen y A. Lossky. Political ideas and institzrtions in the Dirtch 6. R. Chaboche, «Les soldats francais de la guerre de Trente Ans: une ten-
Repitblic, Los Angeles, 1985, p. 45 (sobre Guillermo 111): y J. A. Aho, Religioirs tative d'approchen, Revue d'Histoire Moderne et Contemporaine. XX (1973).
mythology and the art of war. Comparntive religioi~ssymholisms of mi1itar.v violen- PP. 10-24.
ce. Westport, 1981. pp. 194-217, que es un interesante estudio, aunque estropeado 7. Véanse Corvisier, L'Armée franqaise, 1, pp. 387-448 (especialmente la tabla
por numerosos errores factuales. de la,p. 406 y los mapas de 430-431): y J. Chagniot, Paris et l'armée au XVlllp si2-
103. Es digno de notar que en la excelente colección de ensayos editados por cle. Etude politiqice et sociale, París. 1985, pp. 313-362. Chagniot pone de manifies-
Peter Paret, Makers of modern strategy from Machiavelli to the nuclear age, los úni- to, sin embargo, que sólo cerca de un 15 por 100 de las tropas reclutadas en París
cos «estrategas» tratados antes de Federico el Grande sean Maquiavelo, Mauricio había nacido allí; la mayor parte de los demás eran inmigrantes de las provincias (o
de Nassau, Gustavo Adolfo, Montecuccoli y Vauban, y sólo abarquen tres capítu- hijos de ellos) que no podían ganarse la vida en la capital. Pero en el decenio de
los de un total de 28. De modo similar, R. A. Preston y S. F. Wise, Men in arms: a 1790 no hay duda sobre la preponderancia urbana: véase J. A. Lynn, The bayonets
history of warfare and its interrelationships with western society. Nueva York, 19794, of tlze Republic. Motivation and tactics in the army of revolutionary France, Urbana.
dedican sólo 20 de sus 450 páginas al período 1525-1700. 1984, pp. 44-48. He aprendido mucho sobre todo esto en mis conversaciones con el
CIÓN MIL NOTALS (PP. 74-7

profesor Lynn, a quien estoy muy agradecido. L a misma preponderancia de los re- 11. Véanse H. L. Rubinstein. Captain Ltrckless. Jnmes. ,first drrke qf Haniilton
clutas urbanos se ha advertido en otros ejércitos: véanse Parker, Army of Flanders, 1606-1649, Edimburgo, 1975. pp. 26-37; 1. Grimble, Ckiqf o f Mnckav. Londres.
p. 40 (aunque se expresan algunas reservas en la nota 1); y, de modo menos equí- 1965, pp. 81-105; y Dukes, «The Leslie family in the Swedish period (1630-5) of the
voco. J. Ruwet. Soldats er régiments nationaux au XVlIIc sikcle. Notes et documents, Thirty Years War». pp. 401-424. El que los guerreros de los clanes combatiesen en
Bruselas, 1962. pp. 30-31 y 41-42: casi tres cuartas partes de los soldados reclutados el extranjero no era nada nuevo. Las hijas de los jeíes de los clanes del oeste dc Es-
por el gobierno en los Países Bajos austríacos a medidos del siglo xvrir parecen cocia, que se casaron con sus parientes del Ulster en el siglo xvi. llevaban habitual-
proceder de las ciudades. mente soldados para sus nuevos maridos entre su séquito. Así fue cuando lady Ag-
8. Unos excelentes informes ampliados sobre los diversos motivos de alista- nes Campbell de Kintyre contrajo matrimonio con O'Neil de Ulster en 1569, y en
miento se encuentran en Hale, War and society in Renaissance Europe, cap. 3 (Sa- su dote se incluyeron 500 soldados de Camphell y 700 de MacDonald. armados con
vorgnan se cita en la p. 109); A. Corvisier, Armies and societies in Eirrope 1494- espadas. Véase G. A. Hayes-McCoy. Scots niercenary forces in lreland 1565-160.3.
1789. Bloomington, 1979, pp. 131-148; y Chagniot, Paris et I'armée, pp. 347-356. Dublín. 1937. cap. 3 («The dowry o í a Scottish wife»), especialmente pp. 98-109.
9. Antes de la preparación en el siglo xviri d e los informes personales detalla- Agradezco esta referencia a la doctora Jane Dawson.
dos para cada nuevo recluta, es imposible ofrecer con más precisión los anteceden- 12. Véase A. Corvisier, «Clienteles et fidélités dans I'arméc franqaise aux 1 7 ~
tes d e los soldados. Véanse, no obstante, los motivos individuales de alistamiento et lge si2cles», en Y. Durand, ed., Honimoge 6 Roland Moiunier. Client2les et,fidéli-
que se proporcionan en unas pocas autobiografías que han llegado hasta nosotros, té.7 en Europe 6 I'époque moderne, París. 1981. pp. 213-236. Lo mismo ocurría cn
tales como las relatadas por P. Delaney, Brirish aiitobiography in the sevenreenrh Inglaterra. donde muchos regimientos eran mandados por oficiales dc la misma
cenrlcry, Londres, 1969, cap. 8 (Sydnam Poyntz, aprendiz fugado; Thomas Ray- familia. Por ejemplo, durante la guerra civil, el rcgiiniento de infantería realista or-
mond. desempleado...): o impresos en J. M. de Cossio, ed., Autobiografías de sol- ganizado por el coronel Thomas Forster era .un ejemplo singular de lo que podía
dados (siglo XVII), Biblioteca de Autores Españoles, XC, Madrid, 1956 (Jeróni- llamarse un asunto familiar, pues todos los oficiales, ... excepto uno, eran Forstcrs))
mo de Pasamonte, huérfano fugado; Alonso de Contreras, se alistó tras apuñalar a (véase Newman, «Royalist Armyn, 11, pp. 335-336). Hay muchos otros ejemplos
un amigo en la escuela...). El papel de la disciplina eclesiástica para impulsar hacia (aunque no tan amplios) en la lista de unidades del doctor Newman dcl ejCrcito del
el ejército a los jóvenes vagabundos variaba según el poder de la Iglesia en cada te- Norte del marqués de Newcastlc, entre 1642 y 1645. Un excelente caso temprano
rritorio. Por ejemplo, en Escocia, donde la kirk era muy poderosa. numerosos tri- de una leva feudal (efectiva) está bien descrito por S. Adams. <cThegentry of north
bunales eclesiásticos tenían que abandonar la búsqueda de muchos malhechores Wales and the earl of Leicester's expedition to the Nctherlands. 1585-1586~.The
sospechosos cuando «iban a por un soldado». Véase, por ejemplo, William Welsh History Review, VI1 (2) (1974). pp. 129-147. Un ejemplo similar austríaco se
MacPherson, «adúltero y después de eso fornicador de Inverness*, quien en 1677, encuentra en F. Hausmann. «Das Regiment hochdeutsclicr Knechte des Grafens
tras «haberse presentado varios años» vestido con tela de saco y cubicrto de ceniza Julius von Hardeggn, en Der drei.xsigjiikriger Krieg. Beifriige zlr seiner Ge,~chiclite.
e n el pórtico de la iglesia, prefirió la posible muerte en el ejército holandés a cier- Schriften des Heeresgeschichtlichen Museums in Wien, VII. Viena, 1976. pp. 79-
tas humillaciones en su pueblo (W. Mackay, ed., Records of the presbyteries of In- 167: un historial regimental espléndidamente informativo de los «Life-Guards» de
verness ctnd Digwall, 1643-1688, Scottish History Society. XXIV, Edimburgo, 1896, Wallenstein, desde 1630 a 1636. alistado en su mayoría (y abastecido) desde las po-
pp. 60 y 84). Un ejemplo de recluta que se alistaba a cambio del pago de sus deu- sesiones de Hardegg en la Baja Austria. Otros ejemplos de regimientos espafioles
das con la prima de alistamiento se muestra en Ruwet, Soldats et régiments natio- reclutados mediante los vínculos fcudales en el decenio de 1630 se hallan en C. J.
naux, pp. 254-255. Jago, ~Aristocracy.war and finance in Castile 1621-1665: the titlcd nobility and the
10. Los motivos de Turner se registran e n su autobiografía: J. nirner, Me- house of Réjar during the reign of Philip IV». tesis doctoral de la Universidad de
moirs of llis own life and times (1632-1670). Bannatyne club,-XXVIII, Edimburgo, Cambridge, 1969, cap. 2.
1829, p. 3; los de Monro. en Monro, Expedirion, 1, p. ii: y 11, pp. 62-63 y 75. Sobre 13. Sobre las familias guerreras de la Italia del Renacimiento. véanse las nu-
otros voluntarios ingleses que deseaban incluir uno o dos asedios en su «gran via- merosas «biografías» proporcionadas por Mallett. Mercennries and their mas ter.^.
je», véase J. W. Stoye, English travellers abroad 1604-1667, Their infl~iencein En- cap. 3. Los archivos de casi cualquier grupo curopeo de elite muestran ejemplos si-
glish society and politics. Londres, 1952. pp. 239-267 (incluye a John Evelyn, Tho- milares de familias que daban un soldado tras otro. generación tras generación.
mas Fairfax y William Brereton). La campaña d e la Armada española e n 1588 Después de 1600. aproximadamente, los ejércitos permancntcs empezaron a pro-
atrajo voluntarios de toda la Europa católica, algunos de los cuales sirvieron en la ducir sus propios reclutas. pues los soldados que se afincaban en las guarniciones
flota y otros en el ejército de Flandes (que había de cooperar a la invasión de In- se casaban con las hijas de otros soldados y educaban a sus hijos en el mismo ofi-
glaterra). Cuando resultó evidente que la campaña había fracasado, muchos de es- cio. Véanse los datos de más de 4.000 soldados escoceses que se instalaron en los
tos últimos regresaron a sus países de origen: véase, por ejemplo, AGRB, Secrérai- Países Bajos, minuciosamente recopilados y publicados por J. Maclean. De htrwe-
rerie d'Erat er de Guerre. 11, fols. 40 (permiso al capitán Juan de Anaya Solís para lijksinrekeningen van Schorse militairen in Nederlnnd 1574-1665, Zutphcn, 1976: y,
volver a casa, 12 de septiembre de 1588) y 46v (lo mismo al marqués de Favara, para un período posterior: «Huwelijken van militairen hehorende tot ... de Schotse
que había alistado una compañía de caballería ligera italiana especialmente para Brigade ... 1674-1713». De Rrabnnt,oe Leeirw, XVII (1968), pp. 97-124. XX (1971).
Inglaterra, 27 de octubre d e 1588). No menos de 122 adventureros y 214 entreteni- pp. 140-159, y XXI (1972). pp. 90-113; y durante el siglo xviii en artículos publica-
dos se enrolaron en la Armada en España y fueron individualmente relacionados dos en el Jaarboek van het centran1 buren~rvoor Genealogie. XIX (1965) - XXVI
en el Orden de Batalla de Medina Sidonia (Lisboa, 9 de mayo de 1588). (1972). El mismo ejercicio podría llevarse a cabo sobre el ejército español de Flan-
NO?

des, que era tan numeroso como para establecer sus propias iglesias en las guarni- Países Bajos adonde puedan tener suficiente entretenimienton (orden del 21 de ju-
ciones. La iglesia de la ciudadela de Amberes conservaba un registro parroquia1 a nio de 1572).
partir de 1599: Stadsarchief, Amberes, Parochieregisters, pp. 167-168, «Registro de 18. Sobre los escoceses. véanse J. Dow, Ruthven's army in Sweden and Estho-
los que se baptizan, casan y entierran en esta yglesia parochial de S. Phelipe del nia, Estocolmo, 1965, y J. A. Fallon. «Scottish mercenaries in the service of Den-
Castillo de Amberes». Véase el estudio de esta fuente y de otras en G. Parker, mark and Sweden, 1626-1632», tesis doctoral de la Universidad de Glasgow, 1972:
«New light on an old theme: Spain and the Netherlands 1550-1650», European His- 25.000 hombres podían representar casi un 10 por 100 de la población masculina
tory Quarterly. XV (1985). pp. 220 y 232, n. 9. adulta de Escocia en esa época. Sobre los regimientos alemanes de Suecia, que es-
14. Es habitual describir la vida de los soldados españoles de servicio cn el ex- trictamente no eran de ningún modo «tropas extranjeras» porque eran reclutados
tranjero en el siglo xvl como fácil y atractiva: véanse, más recientemente, Quatre- (a partir del decenio d e 1630) sobre todo en las provincias alemanas anexionadas
fages, Los tercios españoles, y R. Puddu, 11 soldato gentiluomo. Autoritratto d'ima por Suecia, véase G . Tessin. Die deutschen Regimenrer der Krone Schwedens. 2
societa guerriera: la Spagna del 1500, Bolonia, 1982. Pero ambas obras se basan so- vols., Veroffentlichungen der historischen Kommission für Pommern, 5." serie.
bre todo en el testimonio impreso de unos pocos veteranos que escriben desde el XIII-XIV, Colonia, 1965-1967.
retiro: los documentos del momento tienden a mostrar una historia muy distinta. 19. Sobre los Grahams. véase C. M. F. Ferguson. «The Anglo-Scottish border
Se admite que los 10.000 soldados conducidos por el duque de Alba desde Italia a in the seventeenth centuryn, tesis doctoral de la Universidad de St. Andrews, 1981,
los Países Bajos en 1567. según un testigo presencial, estaban «tan bien equipados pp. 117 y 125.
e n ropas y armas (muchas de ellas doradas y el resto grabadas) que cualquiera los 20. Sobre los regimientos de Spynie y Mackay. véase D. Masson, ed.. Register
hubiera tomado por capitanes más que por soldados ... Se hubiera dicho que eran of the Privy Council of Scotland. Second series 1 (1625-1627).Edimburgo, 1899. pp.
otros tantos príncipes ...D (L. Lalanne, ed., Euvres completes de Pierre de Bourdei- 385 y 542-543. Sobre los criminales de Spens, véase J. Bruce, ed.. Calendar of Stnte
Ile, seigneur de Brantbme, 1, París, 1874, pp. 103-104). Pero las expediciones poste- Papers. Domestic Series 1628-1629, Londres, 1859, pp. 395 y 568. El delincuente fe-
riores estaban muy lejos de alcanzar este nivel. E n 1586, el duque de Parma se la- menino no era un caso único: hubo cierto número de mujeres que, disfrazadas de
mentaba de que un tercio español recientemente organizado, procedente de Italia, hombre, se alistaron voluntariamente en los ejércitos y armadas d e comienzos de
«no sólo vienen desarmados pero desnudos y maltratados, que es la mayor lástima la Edad Moderna. VCansc los numerosos ejemplos holandeses en R. Dekker y L.
del mundo, y tanto que no creo que se aya jamás visto tanta miseria e n la nación van de Pol, Tlie tradition offemale transvestitism in early mon'ern E~trope,Londres.
[española]» (AGS. Estado, 592, fo. 141, de Parma a Felipe 11, el 14 de noviembre 1989.
d e 1587). En 1620, uno de los últimos contingentes de reclutas que se desplazó por 21. Los servicios de tres escritores ingleses están adecuadamente tratados en
el «camino español» fue rápidamente calificado por un observador en Turín como Webb, Elizahedlati military science. pp. 44-50 (Williams sirvió a las órdenes de Ju-
«hombres con los que no se puede contar: los de las dos primeras filas eran bastan- lián Romero): el tiempo de servicio de Romero durante el «Rough Wooing» está
te buenos, con un espíritu marcial en torno a ellos, pero los demás eran pobres mu- descrito en la admirable biografía de A. Marichalar. Jltlirín Romero, Madrid, 1952.
chachos de 16 a 20 años, enfermizos y mal vestidos, en su mayoría sin sombreros ni Sobre los demás soldados extranjeros de Enrique VI11 durante la guerra de 1544-
zapatos. Sus carruajes están ya repletos de enfermos aunque sólo llevan cinco días 1546, véase J . G. Millar. Tiddor mercenaries and auxiliaries, 1485-1547, Charlottes-
de marcha, y creo firmemente que ... antes de,que lleguen a Borgoña, la mitad de villc. 1980. caps. 3-7.
ellos caerán sobre las cunetas» (Archives de I'Etat, Ginebra, P H. 2651, sin fol., del 22. Véase Parkcr, A r m y of flan der.^, pp. 213-215. para los detalles sobre el de-
doctor Isaac Wake al consejo de Ginebra, 4 de julio de 1620). cenio de 1590. La imagen en el decenio de 1640 no está tan clara. Se sabe que un
15. Los detalles son de Parker. Army of Flnnders, caps. 1-3. cicrto número de oficiales regresó a Inglaterra desde el continente para combatir,
16. A.-J. du Plessis, cardenal-duque de Richelieu, Teitament politique, L. An- pero ¿cuántos suboficiales y veteranos bien instruidos vinieron también? Si se tie-
dré, ed., París, 1947, pp. 394-395. De los 1.429 veteranos franceses analizados por ne en cuenta la rapidez con la que los ejércitos de la guerra civil asimilaron los pro-
Chaboche («Les Soldats franqaism, p. 17), una quinta parte era nacida fuera de cedimientos militares del continente, deben haber sido muy numerosos. Edrnund
Francia. Sobre los irlandeses, véase P. Gouhier, ~Mercenairesirlandais au service Ludlow, que ascendió a coronel al servicio del Parlamento, tenía 17 años de edad
d e la France (1635-1664)», The Irish Sword, VI1 (1965-1966). pp. 58-75. Sobre las cuando comenzó la guerra civil y carecía de experiencia militar. D e modo que él y
tropas de Luis XIV y d e Luis XV, véase Corvisier, L'Armée frnncnise, 1, pp. 259- algunos otros estudiantes de los Inns o f Court, se «procuraron una persona experta
274. en asuntos militares para instruirnos en el uso de las armasz; pero de poco les sir-
17. De entre las tropas extranjeras en el ejército holandés, la brigada escocesa vió. En septiembre de 1642, Ludlow y su regimiento quedaron sobrecogidos por el
ha sido especialmente bien estudiada. Véanse Ten Raa y De Bas, Het staatsche le- pánico ante los rumores de la aproximación del enemigo, hasta que fueron reani-
ger, 11, pp. 161-1 63 y passim; J. Ferguson, Papers illustrating !he history of tlze Scots mados por «un viejo soldado (una generación de hombres muy prestigiados en
Brigade in the service o f dte United Netlterlands 1572-1782, 1. Scottish History So- aquel tiempo)». En la batalla de Edgehill, al mes siguiente, consiguieron disparar
ciety Publications, XXXII Edimburgo, 1899; y las obras del doctor J. Maclean enu- su artillería contra la caballería propia. y sólo se evitó el desastre a causa de que
meradas en la nota 13 anterior. Los orígenes de la brigada escocesa se indican en J. los inexpertos artilleros apuntaron mal sus piezas y emplearon una carga indebida.
H. Burton. ed., Register of [he Privy Co~incilof Scotland, 11, Edimburgo, 1878, p. Los incidentes de este tipo, que abundan en la fascinante narración d e Ludlow, sir-
148: a la vista de «el hambre actual. la escasez y la carencia de víveres>,, todos los ven para comprender la desesperada necesidad de veteranos que sentían todos los
desempleados escoceses fueron invitados a embarcarse en Leith y marchar a los ejércitos. Véase Firth. The Menzoirs of Ednzi~ndLudlow, pp. 38-42. Para más deta-
REVOLUC

, 130-131; y P. Young, Edgehill


Iles, véanse Roy. «England turned G e r m a n y ? ~ pp. 29. S. Reid, Scots armies of the civil war 1639-1651, Leigh-on-Sea. 1982. p. 1
1642. The campaign und the bnttle, Kineton, 1967. pp. 52 y 63-69. citando una descripción contemporánea. Los escoceses fueron únicos, al parea
23. Robert Baillie y los Scots Commissioners en Londres. citados por D. Ste- en su obsesión por castigar las transgresiones sexuales, pero la idea de enviar a I L ~
venson, Revolution and co~mter-revoliltionin Scotlnnd. Londres. 1977, p. 32. Para pecadores seglares a la guerra estaba aceptada por la mayoría de los gobiernos del
la lista de tropas y la valoración de sus operaciones, véanse C. O Danachair, «Mon- continente; véanse algunos ejemplos en Parker. Army of Flander~s,cap. 1.
trose's Irish regimentsn, The lrish Sword, IV (1959-1960), pp. 61-67; y J. Lowe. 30. Sobre el indelningsverk, véanse Roberts, G~tstavctsAdolphies, 11, pp. 207-
«The earl of Antrim and Irish aid to Montrose in 1 6 4 4 ~ibid.,
. pp. 191-198. 211; C. Nordmann, «L'Armée suédoise au xviie sicclen, Revire di( Nord, LIV
24. Stevenson, Alastair MacColla, pp. 106-107, argumenta que las tropas no (1972) pp. 133-147; y A. Aberg, «The Swedish army from Lützen to Narva». en
procedían. probablemente, de Flandes, basándose sobre todo en lo indicado en T. Roberts. ed.. Swedenk age of greatness 1632-1718. Londres, 1972. pp. 265-287. La
Carte, The life of Jnmes, duke of Ormond. 111. Oxford, 18512. p. 58. Pero Carte ma- información sobre su coste es de Lindegren, Utskrivning och ittsugning. Produk-
nifestaba una extrema hostilidad hacia Antrim (cf. ihid.. pp. 53,57, 508 y passim) y tion och reproduktion i Bygdeh 1620-1640, Studia Historica Upsaliensia. CXVII,
n o tenía acceso a los propios documentos de Antrim. Compárase con lo expuesto Uppsala, 1980, pp. 159. 168, 175 y 256-257: J. Lindegren, «The Swedish military sta-
por el secretario de Owen, Roe O'Neill, mejor informado (aliado de Antrim y él te, 1560-1720*, Scnndiriavian Joitrnal o,f Historv. X (1985), pp. 305-327, en especial
mismo un veterano de Flandes), en J. T. Gilbert. ed., A contemporary history of af- en las pp. 317 y SS.;y de otros detalles amablemente proporcionados por el doctor
fnirs in Irelnnd from 1641 to 1652, 1. i. Dublín. 1879. pp. 89-90. Véanse también D. Lindegren, en enero de 1980, y por el doctor Jan Sundin y sus colegas d e la Demo-
Laing, ed., Tlle letters and joicrnnls of Rohert Baillie ... 1637-1662, 11. Bannatyne graphic Database de U m d . El doctor Lindegren se esforzó en impedir que los es-
Club, LXXIII.2, Edimburgo, 1842: p. 233; J. Spalding, Memorialls of rhe trubles in tudiosos hicieran generalizaciones a partir de la experiencia de BygdeA. hasta ha-
Scotland and in England A D 1624 - A D 1645, 11. J. Stuart, ed.. Aberdeen. 1851, ber analizado otras parroquias. pero el equipo Database ha confirmado que
Spalding Club, XXIII, p. 385; B. Jennings. Wild Geese in Spanish Flanders 1582- Bygde.3 no era. en modo alguno, un caso aislado. El drenaje de los recursos huma-
1700. Doci~mentsrelnting chiefly to Irish regiments from the Archives Générales d ~ l nos no cesó. como es natural. en 1640, pues se enviaron tropas suecas en número
Royaicnte, Br~issels,and other sources. Dublín, 1964, pp. 361-362 y 593-594; y R. D. considerable a Alemania cn 1642 (7.000 a las órdenes de 'IOrstensson), en 1646
Fitzsimon, «Irish swordsmen in the Imperial sewice in the Thirty Years War», The (otros 6.630 hombres más) y en 1648 (7.100 a las órdenes del príncipe Carlos Gus-
lrish Sword. IX (1969-1670). pp. 22-31. Agradezco a Jane Ohlmeyer que llamara tavo). Véanse estas cifras y otras en L. Tingsien, F¿il~iarskalkrirnaJohan Bnner
mi atención hacia estas fuentes. Otros ejemplos de veteranos continentales entre och Lennart Torstensson sfisom hnrforare, Estocolmo, 1932, parte 11. cap. 1: Fr5n
las fuerzas irlandesas en la guerra civil se encuentran en T. W. Moody, F. X. Martin Femern ocli Jankow ti11 Westfaliska Freden. p. 80; y F. Asgaard. Kampen orn Os-
y F. J. Byrne, eds., A new history of Ireland. 111: Errrly modern Ireland, 1534-1691. ter,rjon p8 Carl X Gustqfi tid. Ett hitlrag ti11 nordisk Sjijkrig.sliistoria, Carl X Gustav
Oxford. 1976, p. 293. Studier, VI, Haderslev. 1974, passim. Debe advertirsc que el sistema de indelnings-
25. Véanse Roy, «Royalist army». p. 206; y Firth, Cromwell's army, p. 37. verk fue revisado en el reinado de Carlos XI y funcionó después con eficacia ejem-
26. Parker, Thirty Years' War, p. 204; Parker, A r m y c~fFlanders, p. 213, n. 4; y plar para la defensa territorial; pero para las campañas ultramarinas resultó ina-
B. Kroener, «Soldat oder Soldateskan, en M. Messerschmidt, ed.. Milit¿irgeschichte. propiado (véase Sweden's age ofgreatness, pp. 248 y 268). En Dinamarca también
Prohleme-Thesen-Wege, Frankfurt, 1982, p. 119. También era muy alto el número se adoptó la conscripción permanente en 1627, pero sólo para la defensa;
de veteranos en el ejército de Flandes. Por ejemplo, en la lista nominal de amoti- véase E. L. Petersen. ~ D e f e n c ewar
, and finance: Christian IV and the Council oí
nados que se redactó durante el decenio de 1590, había hombres que llevaban va- the Realmn, Sconrlinavian Joctrnal of Hisrory, VI1 (1982). p. 309.
rias décadas de servicio, durante la mayoría del Imperio de los Habsburgo. des- 31. De lord Mountjoy al Privy Council, el 1 de mayo de 1601, citado en Fitzsi-
de el escuadrón de guardia de las Indias y la campaña de la Armada. hasta Lepan- mon, «Irish Swordsmen», p. 22. Sobre los índices de piirdidas, véase Corvisier,
l o y Lombardía. Véase AGS, Cont<iduría Mrcyor de Cieentas. 2." época, pp. 29 qGuerre et mentalités», p. 222. Sugiere una mortalidad militar total de 600.000
y 47. (20.000 al año) durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) y de 700.000
27. Turner. Memoirs, p. 14. Estas líneas se escribieron como un comentario (64.000 al año) durante la guerra de Sucesión de España (1702-1713).
sobre su comportamiento e n 1640, cuando abandonó Suecia en favor de Escocia; 32. Además de los datos de la figura 3, véanse Parker. Army of Flanders, pp.
había dos buques en el puerto, uno que conducía a los realistas y el otro a los del 209-210 (detalles sobre las unidades españolas. italianas. alemanas y valonas. 1574-
Covenant. Turner advirtió que no le importaba en cuál de los dos se embarcaba. 1630); y J. W. Wijn. *Het Noordhollandse regiment in de eerste jaren van de ops-
Véanse otros ejemplos parecidos de tropas de una misma nación que se mostraban tand tegen Spanje». Tijd.schrifr voor Gescliiedenis. LXII (1949). pp. 235-261 (la
remisas a combatir entre sí en Hale. War and society, pp. 70-71. mortandad era de un 1.5 por 100 mensual e n 1572-1577); y Corvisier, L'Armée
28. Se proporcionan abundantes detalles en G . C. Cruickshank, Eliznheth$ frangaise, 11, pp. 682 y 737.
A r m y , Oxford, 19662,cap. 2; L. Boynton, The Elizaherhnn miliria 1558-1638, Lon- 33. Véanse P. Newman, The hattle of Marston Moor, 1644. Chichester. 1981. p.
dres, 1967, cap. 5; y S. J. Stearns, «Conscription and English society in the 1620s», 126; H. H. Schaufler, Die Schlacht hei Freihurg-im-Breisgnii, Friburgo. 1979, pp. 7,
Journal of British Stitdies, X1 (1972). pp. 1-23. La «requisición» se utilizó e n ambos 86 y passitn; y D. S. Chandler. The art of wnr iri rhe age of Marlboro~cgh.Londres,
bandos durante la guerra civil inglesa, a partir de 1643 (véanse Roy, «The Royalist 1976. o. 304.
army», pp. 186-189; y Firth, Cromwell's Army, p. 21 y n. 4); y posteriormente: véa- 3 4 Los detalles son de Monro. Expedition. pp. 62, 67 y 79-80; E. de la Barre
se, por ejemplo, R. E. Scouller. Tlie nrmies of Qiteen Anne, Oxford. 1966, cap. 3. Duparcq. L'Art militaire des g~lerresde religion. París. 1864. pp. 59-60; y D. Dy-
,
,REVOLUCION MILI.. . ... 4s (PP. 86-1

mond. Captain John Mnson and the dilke of Buckingham. Portsmouth, 1972: Ports- A . T. van Deursen. «Hollandls experience of war during the revolt of the Nethc
mouth Papers, XVII, p. 10. Otro ejemplo inglés de grandes pérdidas es el ofrecido landsn, en A. C. Duke y C. A. Tamse, eds.. Britain and the Netherlands. VI: W
por los 20 voluntarios reclutados en 1642 para el rey Carlos 1 en la parroquia de and society, La Haya, 1977, pp. 19-53: S. Gaber, Ln Lorraine meutrie: les malhee,,
Middle, en Shropshire: 1 3 murieron, «Y si tantos murieron -de Middle, escribe el de la G~ierrede Trenre Ans, Nancy, 1979, pp. 83-98; C . Franz, Der dreissigjiihrige
cronista en 1700- podemos estimar razonablemente que muchos millares murie- Krieg und das deutsche Volk, Stuttgart, 19794, pp. 104-115; y H. Langer, The T h i r y
ron en Inglaterra en aquella guerra» (R. Gough. TI7e h i ~ t o r yof Mydrlle, D . Hey, Years War, Poole, 1980, pnssim.
ed., Harmondsworth. 1981, pp. 71-72. Véase también una descripción de cómo 42. Los detalles son de A. Ernstberger. «Plünderung des Leipziger Messege-
eran reclutados. por 4 chelincs y 8 peniques a la semana, en la p. 116). leites Nürnberger und Augsburger Kaufleute am 26. Januar 1638 bci Neustadt an
35. La cita es de C. A . Campan. ed., Bergues siir le Soorn assiégée, Bruselas. der Heid». Jahrbrcch fiir friinkische Landesforschung, XXII (1962), pp. 101-120.
1867 (reimpresión de una obra original de 1623). p. 407. Otro ejemplo de la deser- 43. Como es natural, los rescates variaban según la categoría del prisionero.
ción de soldados «S0 de cada 50 y 100 de cada 100» e n el asedio español a Leiden El rey Francisco 1, hecho prisionero en la batalla de Pavía en 1525, fue rescatado
e n 1574, se encuentra e n Parker, Army of Flnnder.~,p. 21211; y para la deserción por por 2 millones de escudos, probablemente el mayor rescate jamás pagado: véase el
aveintenas y medias veintenas cada ven. e n el mismo ejército. 30 años después, fascinante estudio d e R. Carande. «Solimán no llega a Viena (1532) y de España
véase De L'lsle and Dudley Mss., 111. pp. 205-206 (del sargento Throckmorton a sale un tesoro recibido de Francisco I», en Studi in onore di Amintore Fanfani. IV,
Robert Sydney, el 22 de septiembre de 1605) y pp. 302-303 (de sir William Browne, Milán. 1962, pp. 185-218. Sobre las tarifas establecidas en el siglo xvri para el inter-
e n idem, el 12 de agosto de 1606). cambio o rescate de prisioneros, véanse Parker, Army of Flanders, pp. 169-170;
36. Véase E. G. Friedman. Spanish captives in North Africa in the enrly mo- Parker, Thirty Years War. pp. 203-204; y las referencias ahí citadas.
dern age, Madison, 1983, cap. 2. 44. Existen tres estudios principales sobre las «reglas» que regían el pillaje y
37. Véanse Parker, A r m y of Flanders, pp. 207-210: y L. C . White, «War and el saqueo. el primero basado sobre todo en un análisis de las costumbres militares
government in a Castilian province: Estremadura, 1640-1668n. tesis doctoral de la reales. y el otro principalmente en la lectura de tratados teóricos: L. van der Essen,
Universidad de East Anglia, 1985, p. 257: en septiembre de 1657, los 4 tercios del ~Kritischestudie over de oorlogsvoering van het Spaanse leger in d e Nederlanden
eiército de Extremadura, con una fuerza teórica de 9.900 hombres, tenían e n rcali- tijdens de xvrc eeuwn. Medetlelingen van de Koninklijke Vlanmse Academie ... van
dad (según su comandante en jefe) menos de 1.000. Belgie. Klasse der Letteren, XII (1950) - XXII (1960). una serie de nueve artículos
38. Los detalles son de Parrot. «The administration of the French army». cap. detallados de los que quizá el primero sea el más importante: Redlich, De praeria
2; B. Kroener, Les Roiites et les étapes. Die Versorgitng der Franz¿jsischen Armeen militari: y B. Donegan. «Codes and conduct in the English Civil War», Post and
in Nordostfrankreich 1635-1661. 2 vols., Schriftenreihe der Vereinigung zur Erfors- Presenr, CXVIII (1989). pp. 65-95.
chung der neueren Geschichte. XI, Münster. 1980, pp. 4 y 177-178; e idem. «Die 45. Sobre el botín de Amberes, véanse P. Genard, «La furie espagnole. Docu-
Entwicklung der Truppenstarken in den franzosichen Armeen zwischen 1635 und ments pour servir I'histoire du sac d'Anvers e n 1576»,Annales de I'Académie ro-
1661», en K. Repgen. ed.. Forschungen iind Quellen zcrr Geschichte (les dreissigjiih- yale d'archéologie de Belgiqiie, XXXII (1876). pp. 471 y SS.;Parker, Arniy of Flan-
rigen Krieges, Schriftenreihe der Vereinigung zur Erforschung der neueren Ges- ders, pp. 181-182. Sobre el saqueo de los escoceses (sobre todo en Dundee, que fue
chichte, XII, Münster, 1981, pp. 163-220. saqueada durante dos semanas), véase H. Cary. Meinorials of rhe Grent Civil War
19. Véanse
. . ~Parrot.
~ - The administration of the French army; y Corvisier, Armée in England from 1646 to 1652. 11. Londres, 1842, p. 351: de Monck a Lenthall, el 1
,frnncaise, 11, pp. 682 y 737. de septiembre de 1651. Entre otros contemporáneos, John Nicoll, e n Aberdeen ( A
40. A. Zysberg, «Galley and hard labor convicts in France (1550-1850)~.en P. diary of piiblic transactions, Bannatyne Club, LI1, Aberdeen, 1836. p. 58), pensaba
Spierenburg, ed., The emergente of cnrcerol in.stiturions: prisons, gnllevs and liinatic que el botín obtenido en Dundee valía 200.000 libras esterlinas; mientras que Buls-
a.svlums 1550-1900. Rotterdam, 1984, pp. 82-84: y Corvisier. A r d e fran~aise.11. trode Whitelocke, e n Londres (Memorials. 111. p. 351) había oído decir que cada
693-747. Sobre el tratamiento de los desertores en el ejército español (a menu- soldado había obtenido un botín por valor de 500 libras, de modo que «un soldado
d o la ejecución o el destierro), véase Parker. Army of Flander,~.p. 216 y n. 2; y Par- raso apenas podía ser distinguido de un oficial». Otros ejemplos de saqueo en esta
ker, Thirry Years War, p. 277, n. 26. Sin embargo, ningún Estado de comienzos de época están registrados en Firth, Cromwell:~army, pp. 189-194.
la Edad Moderna utilizó los radicales métodoi del ejército de la Roma imperial. 46. Emeric Crucé, L e nouveail Cynée (1623), citado (con diversos ejemplos
que marcaba a fuego a sus reclutas al ser alistados, para facilitar su recuperación si de comienzos de la Edad Moderna sobre cl empobrecimiento causado por las gue-
intentaban desertar. Véase A. H. M. Jones, The later Romon Empire, 284-602. A rras) en Parker, A r m y of Flanders, p. 120. Para una época anterior, véase el magis-
social. economic and administrative survey, 11, Oxford, 1964. cap. 17 («The armyn), tral ensayo de M. M. Postan, «The costs of the Hundred Years War». Past and Pre-
e n p. 618. sent, XXVII (1964). pp. 34-53; y más recientemente, P. Contamine. La France aux
41. Todo el asunto del saqueo está admirablemente tratado en F. Redlich. De XlVp et XWsiPcles. Hommes, mentalités, guerre etpaix, Londres, 1981, cap. 8.
Praeda militari: looting and booty, 1500-1815, Wiesbaden, 1956: Vierteljahrschrift 47. Los motines españoles durante las guerras de los Países Bajos se tratan
für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte. Beiheft XXXIX. Una selección de horren- ampliamente en Parker, Army of Flanders, cap. 8. y Parker, Spnin and rhe Nerher-
dos incidentes producidos por el pillaje de los ejércitos puede consultarse en: W. lands, cap. 5 (se incluyen referencias de obras que aluden a los motines en otros
Crowne. A true relntion, Londres, 1637, en F. C. Springell. Connoisseitr and diplo- ejércitos a comienzos de la época moderna en las pp. 242-243, notas 22-24 y 26).
mal. The earl of Ariindel's embassy to Germany in 1636, Londres, 1963, pp. 54-135; Véanse también, no obstante, los estudios posteriores de R. Baumann, Das Sold-
236 ,
,R E V O L U C I ~ NMILI' {S (PP. 90-9

nerwesen im 16. .lahrlzundert i m bayerischen und siiddeutschen Beispiel. Eine ge- mercial policy linder the Cromwellian protectorate, Londres. 19622, pp. 48 y 104-
sellschgfts-geschichtliche Untersuchung. Munich. 1978. pp. 185-201; M. A. Kish- 105. Puede argüirse el que estas comparaciones conducen a error, porque los go-
lansky, Tlle rise o,f the New Model Arnzy, Cambridge, 1979, pp. 179-222; y H. Valen- biernos de Europa. a comienzos de la época moderna. consumían una proporción
tinitsch, Die melrterei der Kaiserlichen Soldner in Kdrntern rind Steiermnrk, mucho menor del producto nacional bruto que sus sucesores actuales; pero duran-
Militarhistorische Schriftenreihe, XXIX, Viena, 1975. te la economía preindustrial, el exceso de bienes y servicios sobre los necesarios
48. Sanuto. citado en Hale, War and society. p. 70. para la simple subsistencia era tan pequeño que hacer frente a los costes de la gue-
49. Redlich, The German military enterpriser, 1, p. 456. Los mayores grupos rra requería unos reajustes económicos y sociales totalmente desproporcionados
eran de alemanes (534 soldados) e italianos (217). con números menores de pola- (para nuestras normas) al volumen de los recursos implicados.
cos, eslovenos. croatas, húngaros. griegos, dálmatas, loreneses, borgoñones, turcos, 55. Véanse algunos ejemplos en P. Contamine, «Les Fortifications urbaines
franceses. checos. españoles. escoceses e irlandeses. en France la fin du Moyen Age: aspects financiers et économiques», Revue His-
50. AGRB, Secrérairerie d'Etar er de Guerre, 36 fo. 29v. orden del día 20 de toriqite, CCLX (1978). pp. 23-47: R. Endres, «Der dreissigjahrige Krieg in Fran-
marzo de 1636; e ibid. 43 fo. 1 2 8 ~orden
. del 3 de febrero de 1643. El hecho fue con- ken». Jahrbuch des Hisrorischen Vereinsfiir Mittelfranken, XCI (1983). pp. 76-77; y
firmado por un perspicaz soldado inglés en los Países Bajos que advirtió que. al ren- C. R. Fricdrichs. Urban society in an age of war: Nordlingeri 1580-1720, Princeton.
dirse la guarnición española de Rijnberg en 1633, había en ella «compañías de a pie 1979. pp. 25 y SS.
muy escasas y muchos de ellos eran sólo muchachos que llevaban pequeñas armas 56. Los detalles son de M. Merriman, The roi~ghrwooing: Scotland. England,
d e fuego,) (Davies. ed., «The autobiography of Thomas Raymondn, p. 37). France 154.7-1550 (de próxima publicación); y E C. Dietz. English pi~hlicfinance,
51. Corvisier, Louvois, p. 347; Corvisier, Armée francaise, pp. 637-652; Ruwet, 1485-1641,I. Londres, 19642, pp. 144-158.
S o l h t s et régiments nationaux, pp. 67-99. «La talla del soldadon se complica en el 57. Los detalles son de R. Carande, Carlos V y srrs banqueros. 111, Madrid,
siglo xvir por dos motivos: primero, los registros indican que los varones continua- 1967, pp. 16-21.
han creciendo en este período al menos hasta los 24 años (los soldados eran talla- 58. Las cifras son de C. M. Cipolla. ed.. The Fontana economic hisrory of Eit-
dos anualmente y cada año los jóvenes habían crecido un poco); y segundo, los rope, 11, Londres, 1974. pp. 568-570.
«pies» y .pulgadas» de los distintos países no eran exactamente iguales, por lo que 59. Véase Parker. Dutch Revolt, pp. 168-178, para el período 1575-1576: e Is-
las comparaciones son arriesgadas (1,83 metros equivale a 6 pies en Inglaterra. 5 rael. The Dittch Repuhlic. pp. 170-181, para 1627-1629.
pieds 10 pouces en los Países Bajos austríacos y sólo 5 pieds 8 poicces e n Francia). 60. Existe un excelente estudio moderno de esta evolución de J. D. Tracy, A
El problema de encontrar soldados con estatura suficiente no se reduce a comien- financia1 revolution in tlie Hahsburg Netlzerlands. Renten and Renteniers in the
zos de la Edad Moderna. Los «tipos altos» también habían sido difíciles de reclutar coirnfy of Holland 151.5-1565. Berkeley, 1985.
durante la Edad Media (A. Goodman, The Wars of the Roses. Militarv activitv and 61. Los detalles son de Cipolla. Fontana economic history, pp. 573-574 y 579-
English societv 1452-1497, Londres, 1981, p. 137): y siguió siendo difícil a comien- 581; y Groenveld y Leeuwenberg, De hruid in de schitit, p. 146. Es cierto que los
zos del siglo xix (J. P. Aron, P. Dumont y E . Le Roy Ladurie. Anthropologie di1 holandeses, en particular. pudieron financiar parte de su esfuerzo de guerra me-
conscrit francais d'apres les compres nitmériques et sommnires di1 recrrtirement (le diante las presas y el «dinero de convoyes y licencias». pero los costes de recauda-
I'armée 1819-26. París, 1972, pp. 193 y SS.).Durante la primera guerra mundial los ción eran muy altos y los ingresos inseguros. Véanse las saludables ohservacioncs
hombres de corta estatura se alistaron en regimientos «bantam», donde la estatura de F. Snapper, Oorlogsinvloeden op de overzeese hnndel van Holland 1551-1719.
variaba entre 5 pies y 5 pies con 3 pulgadas (véase J. Keegan, The face of battle. Amsterdam, 1959, pp. 41 -42,52 y SS. y 76-77.
Londres, 1976, p. 219). 62. Existen dos extraordinarios estudios sobre el auge de los cmprcsarios mi-
52. BL, A(lditiona1 MS. 28.373 fos. 129-130, Memorial de Esteban de Ibarra a litares: Redlich. Military enterpriser; e 1. A. A. Thompson, War and governmenr in
Felipe 11, el 15 de noviembre de 1596. Otros ejércitos compartieron esta experien- Hahshicrg Spain 1560-1620. Londres, 1976; (hay trad. cast.: Guerra y rlecodencin.
cia. Según Wijn, «Het Noordhollandse regimentn, p. 245 y n. 19, el coste d e una com- Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620, Barcclona.
pañía de 150 hombres para los Estados Generales se duplicó entre 1576 y 1623. 1981): ambos son d e lectura esencial.
53. G. Botero, Relatione della Republica Venitiana, Venecia, 1605, fo. 19v 63. Sobre las carreras, especialmente fracasadas. de Mansfeld y Knyphausen.
(parte de una sección titulada «Si il denaro sia. o non sia, neruo della guerra»); Ay- véanse (respectivamente) W. Brünink, Der Grflf von Mnnsfeld in Ostfrieslond
tona. citado en Parker, A r m y of Flanders. p. 18; Mendoza. Teoria y práctica de la (1622-1624), Aurich. 1957: Abhandlungen und Vortrage zur Geschichte Ostfries-
guerra, Madrid, 1595. citado en G. Parker, The D i ~ t c hRevolt, Londres, 1977, p. 309, lands, XXXIV; y C. Sattler, Reichsfreilzerr Dodo zu Innhaltsen itnd Knypliairsen,
n. 15. En 1695, Charles Davenant escribió que «todo el arte de la guerra está en konigliche scl~wedischenFeltmar.shal1, Norden. 1891. Sobre las fortunas personales
cierta forma reducido a dinero; y hoy en día, el príncipe que mejor pueda conse- de algunos otros, véanse Redlich, Military enterpriser, 1, pp. 420-426; y K. R. Roh-
guir dinero para alimentar, vestir y pagar a su ejército ... es el que está más seguro me, Bremisch-Verdische Stoatsfinanzen 1645-76, Uppsala. 1976. p. 34. Los magnífi-
del éxito» (citado en A. Cobban, The eighteenth century, Londres, 1969, p. 181). cos palacios de algunos generales, como el de Wrangel (en Skokloster, al norte de
54. Las cifras de 1982 son del International Institute for Strategic Studies, The Estocolmo) o el de Wallenstein (en Praga, Mnichovo Hradidte y JiEín) son todavía
military balance 1983-1984: las del decenio de 1700 son de P. Goubert, L'Ancien ré- hoy testigos de la fortuna que podía adquirirse mediante la guerra. Los generales
gime, 11, París. 1973, pp. 126-139. (Hay trad. cast.: El Antiguo Régimen, Madrid, recientemente enriquecidos llevaban consigo un nuevo estilo de gastos pocas veces
1979.) Sobre Inglaterra en el decenio de 1650. véase M. Ashley, Financia1 and com- visto en la Europa septentrional: cuando sir James 'Iurner volvió a Estocolmo cn el
REVOLUC:IÓN MILI'TAR S (PP. 96-10

decenio de 1650, advirtió que «se había embellecido mucho ... con esos suntuosos y ed., Calendar q f sfate papers relating lo Ireland ... 1599-1600, Londres, 1899. p. 29
magníficos palacios que han construido los generales suecos. como monumentos a (del conde al Privy Council. el 9 de mayo d e 1599).
las riquezas que adquirieron en la larga guerra e n Alemania» (Memoirs, p. 12). 71. Orrery, Treatise, p. 29. En 1621 fue derrocada en el Parlamento inglés una
64. De Wallenstein al conde Harrach. el 28 de enero de 1626: citado en A. proposición de ley para normalizar todos los calibres y ánimas de las armas de fue-
Ernstberger, Hans de Witte, Finanzmann Wallensteins, Vierte1,jahrschrift für Sozial- go: véase Stewart, A r m s anripolifics. cap. 7.
und Wirtschaftsgeschichte. Beiheft XXXVIII, Wiesbaden, 1954. p. 166. 72. Clarendon y Bulstrode, citados por Roy, ~Royalistarmy». p. 50.
65. H. J. C. von Grimmelshausen, Der abentei~rlicheSimplicissimus Teutsch, 73. Las citas son de Wanklyn, «The king's armies in the west», p. 98. La pro-
Montbéliard, 1669. libro 1, cap. 16. ducción de armamento en Bristol está e n la p. 100. Para más detalles, véanse las
66. La mejor descripción del brandschatzimg se encuentra en Redlich, De PP. 95-102.
praeda militari, pp. 45-48. Sobre la difusión de la «protección» en las guerras ho- 74. De Hopton al príncipe Ruperto, en septiembre de 1643, citado en ibid., p.
landesas véase Parker, A r m y o,f Flanders, pp. 17-18. No todos los jefes, sin embar- 95. Tanto Roy como Wanklyn proporcionan pruebas convincentes de que los ejér-
go, eran partidarios de la venta indiscriminada de protección. En 1640 se quejaba citos del rey no fueron derrotados a causa de los fallos de sus suministros, sino por
un general español de que «...la mayor parte d e los cassares del pays de contribu- una mala dirección. Tampoco parece que los enemigos de Carlos tuviesen dificul-
zión tienen soldados de salvaguardia del enemigo. No sé si es con sabiduría de Su tades para proporcionarse armamento: el agente escocés en Vere (en Zeelandia),
Alteza, porque dellos nasqen muchos ynconvenientes por el servicio de Su Majes- Thomas Cuningham, despachó entre 1639 y 1644 a los ejércitos del Covenant no
tad. Lo uno es que nuestras partidas no pueden yr a tomar lengua del enemigo, menos de 31.673 mosquetes, 29.000 espadas, 8.000 picas, 500 pares de pistolas, 12
que luego las mismas salvaguardias les hazen espía. Y debaxo del pretexto dellas. piezas de campaña y 50.000 libras de balas (E. S. Courthope, ed., The joiirnal of
los villanos bolven con el ganado en sus casas y dan toda asistencia y comodidad al Thomas Cuningham ~f Carnpvere. 1640-1654. Scottish History Society, 3 . ~ e r i e ,
enemigo ...D (Archivo Histórico Nacional, Madrid, Estado libro 972, sin fol., del XI, Edimburgo. 1928, passim).
marqués de Sfondrato a don Miguel de Salamanca, el 4 de junio de 1640). 75. Véase el importante y desafiador ensayo de R. H. C. Davis. «The medie-
67. Sobre los orígenes de las contribuciones, véanse Parker, A r m y of val warhorsen, en F. M. L. Thompson. ed., Horses in Eriropean economic history: n
Flanders. pp. 142-143; y F. Redlich, «Contributions in the Thirty Years War», Eco- prelirninory canter, Reading, 1983. pp. 4-20.
nomic history review, XII (1959-1960). pp. 247-254. E1 «selbstschutzsysteme» está 76. Allmand. Society at war. pp. 6-8, sostenía que la importancia de la caballe-
descrito por 1. Bog, Die baiterliche Wirtschaff i m Zeitalten des Dreissigjahrigen ría en el ejército rrancés disminuyó a partir de Azincourt. Pero Vale. War and clii-
Krieges. Die Bewegilngsvorgange in des Kriegswirtschaft nach der Qlrellen des valry. cap. 4. i, demostró que, aunque la pérdida de varios miles de caballeros en
Klosterverwalteranmtes Heilsbronn, Coburgo, 1952. pp. 142-154: y G . Benecke, esa batalla creó una escasez temporal de caballería. pronto fue compensada.
«Labour relations and peasant society in north-west Germany c.1600», History, 77. Véase F. Lot, Recherches sitr les effectifi des armées francaises des girerres
LVIII (1973), pp. 350-359. d'ltalie airx guerres de rrligion (1494-1562).París, 1962. pp. 16-21 y 53-56.
68. L. André, Michel le Tellier et l'organisation de l'armée monarchique, París. 78. Los estados numéricos del ejército francés están en D. L. M. Avenel, ed..
1906, p. 64. En general, véanse M. van Creveld, Siipplying war: logistics from Wa- Lettres, itzslritctions diplnmatiq~teset papiers d'Érat du Cardinal de Richelieu, IV.
llenstein to Patton, Cambridge. 1977, pp. 34 y SS..y Kroener. Les Routes et les éta- París. 1861. pp. 688-689: de Richelieu a Servien, el 23 de marzo de 1635: y V. París.
pes, passim. 1863, pp. 3-6: «Abrégé du Controle générale», mayo 1635. Las Observntiot7s de
69. Hale, War and society. p. 47. Se puede adquirir una idea sobre el coste Monck, 1645. que están citadas en Firth. Cromwells army, p. 110n, dicen así:
total de la artillería en un admirable estudio sobre las factorías de fundición de «CÜando su servicio sea en campaña, la proporción de su ejército debería ser de
Malinas, en los Países Bajos de los Austrias: B. Roosens, «Het arsenaal van Me- dos de a pie por uno de a caballo ... Pero donde el servicio de su ejército sea prin-
chelen en de wapenhandel 1551-1567», Rijdragen tot de ge.scliiedenis, LX (1977). cipalmente en asedios, ahí deberá tener tres hombres de a pie por cada uno de a
pp. 175-247. Vigenere. L'Art militaire d'onosender, pp. 675v-723v. estimaba que, caballo: v a veces cuatro de a pie por uno de a caballo ...: con tal de que su enemi-
cuando se añade el coste de la munición, el transporte. la fabricación y los sala- go no sca capaz de cnieñorearse a caballo». Ocho años antes, un veterano jefe del
rios, cada bala disparada por un cañón representaba un gasto comprendido entre cjdrcito español en los Países Bajos decía casi lo mismo: e . . . es necesario tener más
200 y 300 escudos (unas 50 libras). Por lo general, el transporte era el factor más infantería para entrar cn las provincias rebeldes y más caballería para campear en
costoso: el alquiler de un equipo de 80 caballos, sus caballerizos y los carruajes Francia ...» afirmaba. porque la guerra en la frontera septentrional era casi total-
para cada cañón del ejército de Flandes costaba en 1579. 25 escudos diarios mente una guerra de sitios mientras que en el sur era más una guerra de maniobra.
(AGRB. Audience 181812, sin fol., «Estimación» de Peter-Ernest de Mansfelt y Véase AGS, Esfado fo. 225, de don Miguel de Salamanca a Felipe IV, el 8 de febre-
Alfonso Dávalos). ro de 1637. Se admite que la proporción de caballería pronto excedió. a veces. las
70. Sobre los problemas para armar a las tropas que combatían e n Tyrone, normas establecidas por Monck: en Naseby (1645). cl ejército real tenía casi tanta
véanse la Huntington Library. MS, H A 4151.4160 y 4162-4164 (las referencias han caballería como infantería (Firth, Cromwellk nrmy, p. 111); y el mismo año. el
sido amablemente proporcionadas por el doctor Simon Adams de los ~ L i e u t e - Hn~rprarnleesueco en Alemania tenía 8.500 caballos por 6.100 de infantería (Tings-
nancy P a p e r s ~entre los ~HastingsManuscripts»): y R. W. Stewart, «Arms and po- ten. fiiltmnrsknlknrna Johtrti Baner och Lent7art Torstensson sdsom Iiiirftjrnre. pp.
litics: the supply of arrns in England 1585-1625», tesis doctoral de la Universidad 258 y SS.).Pero se trataba de ejércitos agotados, que operaban en terrenos también
de Yale, 1986, cap. 6, parte ii. La lamentación de Essex procede de E. G. Atkinson, agotados. para los que la movilidad era inexcusable.
ZIÓN MIL NOTAS (PP. 103-11

79. Los detalles son de Vale, War nnd chivalry. pp. 121-126: Giorgio Basta, les en 1603, quienes, en un momento dado. «quitaron de sus sombreros los colore
Gobierno de lo Cavallerín ligera. Bruselas. 1624, p. 68: Barker. The militnry intellec- del Rey y se despojaron de sus pañuelos rojos. colocando plumas d e color naranj;
tunl and bottle. pp. 182 y SS.: y A. T. S. Goodrick, ed., Tlie relation of firtnnm y otros pañuelos en su lugar», para mostrar que antes combatirían al lado de lo
Poyntz. Camden Society Publications. 3." serie. XIV, Londres. 1908, pp. 127-128. holandeses que con los españoles ( D e L'lsle and Ditdley MSS. 111, p. 32: de sir Wi-
80. Los problemas del ejército de Flandes sólo se solucionaron cuando llega- lliam Browne a Robert Sydney, el 25 de mayo de 1603).
ron de Alemania 1.500 remontas: AGRR, Secrétnirerie d'Etnt et de Giterre, 14 fos. 88. Whitelocke, Memorials of the English nffnirs, 111. pp. 345-346. Esto fue
53-54, orden del 4 de agosto de 1592. Respecto a Inglaterra. véanse Hutton, The una buena astucia. porque el color blanco había sido el distintivo utilizado cuando
Roynlist wnr efforr. p. 97; J. S. Morrill, ed., Renction.~to the Engli.~l~
Civil Wnr, 1642- las fuerzas del Parlamento y los escoceses combatieron en el mismo bando en el
1649. Londres. 1982, pp. 118-120: respecto a España. R. A. Stradling. «Spainls mili- decenio de 1640. Orrery, Treatise, pp. 183-184, muestra la facilidad con la que po-
tary failure and the supply of horses, 1600-1660>>,History, LXIX (1984), p. 213. día cambiarse de distintivo cuando los avatares del combate dejaban a los hombres
81. Los detalles son de Ian Roy. «The Royalist army in the First Civil War». en medio de sus enemigos (inter alia, sir Thomas Fairfax en Marston Moor).
tesis doctoral de la Universidad de Oxford, 1963, cap. 3: y Newman. «The Royalist 89. BL. Adrlitionnl MS. 38.100 fo. 239, de Christer Bonde a Carlos X de Sue-
army in Northern England 1642-1645%.cap. 11. cia, el 23 de agosto d e 1655 (0,s.). Agradezco a Michael Roberts esta referencia (y
82. Joan Thirsk, Horses in enr- modern En~lnnrl:for service, for pleasicre, for su traducción). La opinión de que el New Model Army utilizaba casacas rojas es
power, Reading. 1978. p. 27. Desgraciadamente el doctor Thirsk no da información afirmada repetidamente por Firth, Cromwell's army, pp. 231-235: pero todas sus
sobre los caballos de guerra durante el decenio de 1640. Véanse, sin embargo, P. R. pruebas se refieren a cómo las unidades eran abastecidas para una nueva campaña,
Edwards. «The horse trade of the Midlands in the seventeenth centuryn, Agricitltit- y no a cómo eran equipadas una vez ésta iniciada.
rol History Review, XXVII (1979), pp. 90-100: Firth. Cromwell's nrniy. pp. 241-247: 90. Sobre Callas, véase Parker, Thi7.t.y Years War, p. 192. Sobre la permanen-
y C. A. Holmes, Tlie errstern associniion in rhe Englisli Civil Wnr. Cambridge. 1974. cia de los regimientos, véanse Roberts, ~idstavirsAdolphus. pp. 220-221: P. Hoyos,
pp. 149-150. «Die Kaiserliche Armee 1648-SO,, en Der dreissigj¿ihrige Krieg, pp. 170-232: y J.
83. Véanse Stradling. «Spainls military failure>b:y White, «War and govern- Childs. The army of Cl~nrles11. Londres, 1976, cap. 1.
mentn, pp. 253 y 494-500 (véase también la p. 298 sobre las pérdidas de caballos). 91. Sobre el primer hospital. véase E. van Autenboer, «De eerste stichting
Sobre la creciente importancia de la caballería en las guerras de Luis XIV. véase van het spaansche gashuis. 1567-8», Mechelse Bijrlragen. X (1943). pp. 99-103: so-
Chandler, The art of wnr, parte 1. Pero los problemas de abastecimiento ecuestre bre las quejas acerca de la falta de estas instalaciones en 1574, véanse los documen-
podían aparecer también a finales dcl siglo xviii: vCase Lynn. Bnyoners of tlie Re- tos citados en Parker, Spnin nnd the Netherlnnds, pp. 109-110 y 156 y SS.
puhlic, pp. 195-199. 92. Véanse L. van Meerbeeck, «Le Service sanitaire de I'armée espagnole
84. Davies. ~Autobiographyof Thomas Raymond*, p. 40. Sir James Turner des Pays-Bas h la fin du xvre et au xviie s i e c l e ~ Reviie
, Internationole d'Histoire
hacía notar que él era muy severo con los nuevos reclutas «que antes n o sabían lo Militaire, XX (1959). pp. 479-493: L. van Meerbeeck, «L1H6pitalroyale de l'ar-
que era no tener dos o tres comidas al día, o ir a la cama a una hora razonable por mée espagnole h Malines en I'an 1637». Rulletin dn Cercle Archéologiqire de Moli-
la noche ... acostarse siempre en el campo con poco o ningún cobijo. marchar nes, LIV (1950). pp. 81-125: Parker, A r m y of Flanders, pp. 167-169: y un docu-
siempre a pie y beber agua» (Memoirs. pp. 4 y 6). Relatos de similares privaciones mento olvidado por todos los anteriores: AGRB. Secrétnirerie d ' k t n t et de Giterre.
se encuentran en los anales de todos los ejércitos. Véase una selección en Firth, 175 bis h s . 1-16. Entre 1614 y 1629 el administrador del hospital gastó casi 1 mi-
Cromwell's army, pp. 247-250 y, para una época anterior, Hale, Wnr and society. llón de florines (100.000 libras) en la cura de soldados enfermos y heridos. Es in-
pp. 171-178. teresante advertir que en el decenio de 1640 se hizo al hospital un pago anual sus-
85. Los detalles son de Roy, «Royalist armyn. p. 252: y Reid. Scots nrmies, tancial para curar específicamente a los afectados por el mal glílico (la sífilis)
p. 18. mediante un tratamiento de baños de vapor y cautcrización (Parker, Armv of
86. André. Mickel le Tellier, p. 339. En el decenio de 1620 el ejército sueco te- Fhnders, p. 169 n. 2).
nía previsto el suministro a sus tropas desde un almacén central con ropa de sólo 93. Estas prestaciones se tratan en Parker, Army o f Flnnders, pp. 168-172. So-
dos tallas: dos tercios en talla grande y un tercio en talla normal: pero no hay prue- bre las pensiones, véase también AGRB, Secrétnirerie d'Étot et de Guerre. 175 bis
bas de que esto se haya llevado nunca a efecto (Roberts. Gicstavits Adolphus, 11. fos. 20-45: sobre los pagos para rescatar soldados. véase ihid.. fos. 46-169 (este re-
pp. 237-238: y Nordmann, «LIArméesuédoisen. p. 137). gistro de 486 folios. que parece haber pertenecido a la Contnditrín del Siteldo del
87. En el decenio de 1470. el duque de Borgoña. Carlos el Temerario, dotó a ejército, contiene 32 secciones, cada una llena dc importantes órdenes del gobier-
su infantería con una cinta especial de color azul y blanco. y a su caballería con una no sobre distintos aspectos de la administración militar). En relación con el pago
cruz de san Andrés de color rojo (que siguió siendo el distintivo de las tropas que de raciones de pan gratis para las viudas de los soldados españoles hechos prisio-
lucharon por la casa d c Borgoña y por sus descendientes. los Habsburgo españoles, neros en Rocroi y Las Dunas. véase Secrérnirerie d'Étnt et de Gicerre. 43 fo. 186v
hasta 1700). Véase M. d e la Chauvelays, Les Armées de Chorles le Témérnire dans (19 de noviembre 1643) y 57 fo. 2 (10 de marzo 1659). Una revisión general de los
les dertx Boicrgognes, París. 1879, p. 126. La idea de utilizar pañuelos de color archivos del ejército de Flandes (probablemente los más completos de cualquier
como signo distintivo se halla ya en el siglo xiv: véase Contamine. Giterre, état et ejército a comienzos de la época moderna) se encuentra en G. Parker, Gitide to
société, pp. 667 y SS. Después se combinó el pañuelo con una señal coloreada en el the archives of rlze Spanislz institirtions in or concerned with the Netherlnnrís 1556-
sombrero. Véase, por ejemplo. la descripción de un grupo de amotinados españo- 1706. Bruselas. 1971: y L. van Meerbeeck. Les Sources de I'histoire ndministrative

16. - PARKER
NOTA S (PP. 110-1

de I'arnzée espngnole des Pays-Bas a ~ l xXVIe et XVIIP si6cles. Collection d'histoire documentos se hallan cálculos similares con un peso medio de los corderos de 20 a
militaire belge. X, Bruselas, 1948. 30 libras y un peso medio de los novillos de 200 a 300 (con algún gras b e u f ocasional
de 500 libras): por ejemplo, A D Meurthe-et-Moselle G 79 fos. 8-10 (Toul, 1577);
94. Sobre el cuidado a los enfermos, los heridos y los ancianos en otros ejérci-
tos, véanse para Francia: L. André. Michel le Tellier et Louvois. París, 1943. pp.
' AGRB Alrdience 173312, f o 130 (Luxemburgo. 1573); e ibid., 181814 carpeta 2 (me-
379-383; L. André. Michel le Tellier et l'organisation de l'nrmée, pp. 469-495; C. Jo- moria de 1582). Véanse otros detalles en G. Parker, «The Spanish Road and the
nes. «The welfare of the French footsoldier», History. LXV (1980), pp. 193-213 army of Flanders. A study of the formation and disintegration of a European army
(contiene una espléndida y apropiada cita del cardenal Richelieu e n la p. 194: 1567-1647», tesis doctoral de la Universidad de Cambridge, 1968, p. 68; y BNM MS
«Dos mil hombres que salgan curados del hospital, y en cierto modo acostumbra- 8695, fo. 94, «Estado de lo que es menester ... de un exército de 30.000 hombres».
dos a la profesión, son mucho más valiosos incluso que 6.000 nuevos reclutas». So- 97. Una buena colección de materiales sobre los acuartelarnientos y sus peli-
bre los servicios auxiliares en el ejército inglés, véanse Webb, Elizahetl~anmilitnry gros inherentes se encuentra en Holrnes, Eastern Association, 153-154. y Firth,
science, pp. 213-214 (con detalles sobre un hospital militar en Dublín después de Cromwell's army, pp. 209-221.
1600, atendido y financiado de modo muy similar al español); Firth. Cromwell's 98. Véase Parker, Army of Flanders, caps. 2-3.
a r n ~ ycap.
, 11; Childs, A r m y of Clzarles 11, pp. 53-56 y 72-74; y V. Neuburg, Poplclar 99. Véanse los cálculos en el importante artículo de G. Perjés, «Army provi-
literarure: a hisrory nnd n guide. Londres. 1977. pp. 249-251 (trata de The souldier's sioning, logistics and strategy in the second half of the seventeenth c e n t u r y ~Acta
,
pocket Bihle, un folleto de 16 páginas entregado a las tropas del Parlamento des- Historica, XVI (1970). pp. 1-51.
pués de 1643, y de Tlie soirldier's monitor, del que se distribuyeron 15.500 ejempla- 100. Davies, «Autobiography of Thornas Raymond», p. 41.
res al ejército inglés en 1701). Otros ejemplos de filantropía militar se hallan en 101. Los detalles son de Firth, Cronzwell's army, pp. 222-225; y F. Dow. Crom-
Corvisier. Armies and societies, pp. 82-86. wellinn Scotland 1651-1660. Edimburgo. 1979, pp. 123-135 (y el mapa de la p. 116).
95. Algunas cifras representativas detalladas en Firth, Croínwell's army. pp. La estrategia de Monck fue muy parecida a la de Alejandro Magno, que también
208-212; J. Hogan, ed.. Négotiations de M. le Comte d'Avnrt.w en Irlnnrle 1689-90, utilizaba bestias d e carga y no carruajes. y siempre intentaba desarrollar sus cam-
Dublín, 1934. pp. 705-711 (Avaux estuvo agregado al ejército dc Jacobo 11 durante pañas cerca del mar o de un río, o bien establecer depósitos avanzados. Ambos ge-
la campaña de Irlanda e n 1690, y su correspondencia está llena de detalles milita- nerales se aprovecharon también de su superior sistema de aprovisionamiento a
res); desde el otro extremo de Europa, G . Benaglia. Relazione del vinggio fatto a fin de forzar a sus enemigos, peor abastecidos, a atacar en circunstancias desfavo-
Constantinopli, e ritorno in Germanin dell'illmo. Sig. Conre Alberto Caprnrn. Bolo- rables. Véase D. W. Engels, Alexander the Great and the logistics o,f fhe Mncedo-
nia. 1684, pp. 136-141 (con detalles sobre el aprovisionamiento del ejército turco nian army, Berkeley, 1978. pp. 12-28.45-61 y passim.
en su marcha a lo largo del Danubio en 1683); y Encvclopnedia qf Islant, 111, Lei- 102. Ejemplos tomados de J. Jacquart, La Crise ri~raleen fle-de-~rance.1550-
.
1670. París, 1974, pp. 186-199.
~

den. 1971, p. 191.


96. La aritmética era desalentadora. como muestra la siguiente tabla, basada 103. Richelieu. Testamentpolitiqlre. p. 480; y Parker, Tliirry Years War. pp. 163
en cálculos modernos: (Baner) y 175 (Turena y Callas).
104. Véanse algunos ejemplos específicos en Parker, A r m y of Flanders, pp.
176-177 y 288-289; Parker. Thirty Years War, p. 199; y C. J. Gudde, Vier ~elrwenges-
Rendimientos del ganado chiedenis van het garnizoen 'S Hertogenhosch, 'S-Hertogenbosch, 1958, p. 29 (3.000
soldados con 2.219 acompañantes y sus familias). J. J. Wallhausen, que escribía en
N," de animales Peso promedio de Peso total de 1621, calculaba que un regimiento de 3.000 soldados viajaba normalmente con
Año sacrificados la res (libras) la carnc (libras) 2.000 acompañantes y 300 carros (citado por Von Frauenholz, Heerwesen. 1. p. 99).
La cifra de 500 carros por cada 15.000 hombres es de Avenel. ed., Lettrcs ... de Ri-
1573 26 novillos chelieu, V. pp. 3-6: «Abrégé du controole généralen, mayo de 1635. Algunos co-
132 corderos mentarios interesantes sobre los acompañantes se hallan en B. C. Hacker, «Women
1577 8 novillos and military institutions in early modern Europe: a reconnaissance», Signs: dle
56 corderos Journal o f Women in Culture and Society, VI (1980-1981), pp. 643-671: y H. M.
1578 27 novillos Moller, Das Regiment der Landsknechte. Untersuchungen zic Verfassung Reclit ltnd
200 corderos Selbsrverstiindnis in deiltschen Soldnerheeren des 16. Jahrhuítderts. Wiesbadcn
1580 25 novillos 1976: Frankfurter historische Abhandlungen, XII, pp. 177-182.
159 corderos 105. Campan, ed., Bergites sur le S o o m , p. 247; Parker, A r m y of Flanders. pp.
1596 104 novillos 176-177 y 288-289. Pero véanse las exageradas estimaciones de «bocas» hechas por
algunos jefes militares a los responsables de la alimentación de la tropa, citadas en
Todas las fuentes proceden de zonas situadas a lo largo del camino español: 1573 = ibid., p. 87.
A D Doubs (Besancón) B 1956; 1577 = A G R B Chambre des Compres 25.775 (Ar- 106. Redlich, Military enterpriser, 1, pp. 521-522. Más detalles sobre la «pe-
Ión); 1578 = A G R B Audience 169012 (Luxemburgo): 1580 = AGRB C C 25.805 (Ar- numbra civil» que rodeaba a cada ejército, a comienzos de la Edad Moderna, en
Ión también): 1596 = A D Meurthc-et-Moselle B 541 5 (Lorena). En otros numerosos Hale, War and sociefy, cap. 6.
K E V U L U L I U N IVLlLl TAR NOTA

107. Hay numerosos ejemplos de los distintos métodos de alojar tropas a co- 1697, La Haya, 1974. pp. 227-230: y C. F. Richmond. «The war at sea», en K. E.
mienzos de la época moderna en Holmes, Enstern nssocintion, pp. 152-154; Hutton, Fowler. ed.. The Hirndred Yenrs Wnr, Londres, 1971, cap. 4, todos ellos efectúan
Rovnli.st wnr effort. pp. 96-98; Firth, Cromwell's nrmy, pp. 216-219: Parker. Army of una debastadora crítica de A. T. Mahan. T l ~ inflirence
e o,f senpower o n Iiistorv 1660-
Flnn(1ers. pp. 87-90; André, Michel le Tellier, pp. 359-414: y André. Michell le Te- 1783. Boston. 1890.
llier et Loirvois, pp. 358-368. 3. Véase Crowl. «Alfred Thayer M a h a n ~ p. , 454. donde se cita el discurso
108. Orrery. Trentise, p. 86. Véanse ejemplos de ejércitos que en esta época presidencial del capitán del navío Mahan dirigido a la American Historical Asso-
marchaban ciertamente con sus tiendas de campaña en Firth. Cromwell's nrmy, pp. ciation en 1902 (sic). Mahan era un discípulo tan ferviente del teórico militar suizo
247-250. que incluso llamó «Jomini» a su perro favorito.
109. Compárese, por ejemplo, con Mallet, Mercenaries, láminas 3a (un detalle 4. Véase Needham, Tlle gltnpowder epic, pnssinl (en especial. pp. 3-4 y 277-
del fresco Foglinno de Simone Martini) y 13a (Giovanni Bettini, hacia 1449): G. y 341, abundantemente ilustradas).
A. Parker. Ei~ropennssoldiers 1550-1650, Cambridge, 1977. pp. 28-29 (grabados de 5. Véase el apasionante tratamiento de Needham. Science nnd civilizntion in
campamentos entre 1544 y 1573): y A. Freitag. Architecti¿ra rnilitaris novn et aitctn. China. vol. IV, 3.a parte: Civil engineering nnd nnrrrics, Cambridge. 1971. pp. 425 y
Leiden, 1665'. figs. 111-112. ss. y 682-695: véase también L. C. Goodrich y C. Feng, «The early development of
110. Elis Gruffudd, citado por C. G. Cruickshank. Army roynl: nn accoiint of firearms in C h i n a . Isis. XXXVI. 1 (1946). pp. 114-123y 250.
Henry V l l l ' s invnsion of Frnnce, 1513. Oxford, 1969. p. 42: Monro, Expedition, 11, 6. Goodrich y Feng, «The early development of firearmsn, pp. 121-122; y una
pp. 61-62; Goodrick. Poyntz. p. 126. En el extremo opuesto de la escala, véase la comunicación personal del doctor Clayton Bredt (julio de 1984).
lujosa tienda de campaña de Francisco 1 en 1525, tomada en Pavía y actualmente 7. Véase Needham, Science nnd civilizntion. IV. iii. p. 516. n. 6. y las fuentes
exhibida en la Armería Real de Madrid, y la «casa de campaña» prefabricada con ahí citadas por Cheng Ho: respecto al incidente de 1522, véase D. Ferguson, Let-
madera y la tienda hecha con paño de oro que Enrique VI11 llevó a Francia en ters frorn Portugirese captives (rrt Canton. Bombay, 1902. y T.-T. Chang, Sino-Portir-
15 13, descritas en Cruickshank. Army royal. pp. 43-44. gitese rrode frorn 1514 to 1644. Leiden, 1934. pp. 51 y 57-59. Debe advertirse. sin
111. Detalles y otras referencias en Parker, Army of Flanders, pp. 166-167. embargo. que los mismos chinos reconocían que su artillería era muy inferior a las
112. AGRR. Secrérnirerie d'Etnt et de Girerre, 97, sin fol., «Resumen sucin- armas de los europeos. <Los francos -decía uno de ellos- utilizan sus armas con
to ... del pan de munición» (1678-1679). Cf. ibid.. 27 fos. 127-128, recibos del pan gran habilidad. Los chinos, por otra parte. se vuelan los dedos. las manos e incluso
suministrado por el proveedor general Robertin a las «tropas fuera de presidio» en los brazos» (citado en Cipolla, Girns cind snils, p. 116 n.).
1613 y 1614: se suministraba un promedio mensual de 350.000 raciones. Incluso en 8. Los detalles en K. W. So. Jnpnnesepirncy in Ming Cliinn rlirring the .si,t-teenth
los decenios de 1570 y 1580 los proveedores del ejército fueron capaces de entre- centirry, East Lansing, 1975. pp. 148 y SS.:y Lea Williams. «Notes on Ming policy and
gar cantidades ingentes de pan a las tropas: entre el 11 de octubre de 1577 y el 31 shipping as related to early Portuguese activities in tlie Far East», en L. Albuquer-
de marzo de 1580, Adam d'Odrimont suministró 3.913.628 barras de pan al ejérci- que e 1. Guerreiro. eds.. 11 seminório internacionnl [le 1ii.rtórin inrlo-portir,yiresn Lis-
to (AGRR. Chamhre des Compres, 25.767). Véase también Amberes, Plantijn Ar- boa, 1985: Estudos de história e cartografia antiga, Memorias XXV. pp. 137-145: R.
chief, n.o 1.263: cuentas relacionadas con el pan suministrado a la guarnición de Huang. 1587: n venr qf n o significnnce. The Ming dinosty in decline, New Haven.
Amberes durante el decenio de 1620, que incluyen numerosos testimonios de las 1981, pp. 163-174: y L. C. Goodrich y C. Feng. Dictionnry of Ming hiogrnphv. 1. Nue-
tropas relativos a la buena calidad y loable confianza del pan que les era suminis- va York. 1976, pp. 204-208 (Cheng Jo-tseng. autor de Ch'oi~-hni t'ii pien) y pp. 631-
trado diariamente por el provecdor local (por ejemplo, fos. 156-165). 638 (Hu Tsung-hsien). La información y fecha relativas al C17'011-hni1'11 pien. dadas
113. Véase Parker, Army of Flnnders, caps. 7 y 8, para más detalles. en Cipolla. G ~ r nanrlsnils,
s pp. 125-126, parecen ser incorrectas.
114. Una interesante disquisición sobre lo que constituye una guerra ~decisi- 9. Véanse las excelentes descripciones ilustradas de los juncos de guerra y de
va» se halla en G . Blainey. Tlie cniises of wnr, Melbournc y Londres. 1973, pp. 112 los brulotes en R. C. Temple. ed., Tlie rrnve1.s of Perer Mirnfi, 111, Londres, 1919:
v ss.: v J. S. Levv, «Tlieories of general warn, World Politics. XXXVII (1985). Hakluyt Society. XLV-XLVI, pp. 203 y 228-230, y lámina 20 (reproducida en la pre-
PP. 344-374. sente obra en la lámina 20). También los europeos utilizaron los brulotes en numc-
115. Los detalles son de Israel. Tlie D i ~ t c hReui~blic,DR. 109-117. 190-197 y rosas ocasiones y con gran efecto (por ejemplo. los ingleses lo hicieron contra la
263-271; Roberts. Girstnvus Adolphus. 11, pp. 272-3043 y G;jllerm, L n Pierre et ie Armada española en 1588. y los holandeses en el río Mcdway en 1667). Los brulo-
vent, pp. 151 y SS. tes sólo fueron abandonados a fines del siglo xvii porque no podían alcanzar a los
navíos de línea, más rápidos y esbeltos.
10. Cipolla, Gitns nnrl snils, p. 75, notas 1-3, sugiere que las armas navales uti-
lizadas antes del decenio de 1380 fueron probablemente lanzadores de «fuego grie-
go». Sin embargo, el cuidadoso estudio d e F. C. van Oosten y P. M. Bosscher, ~ T a k -
l. Choiseul citado por Paul M. Kennedy, The rise and fa11 of British naval tiek: Iiet taktisch gebruik van het zeilschipn, Mnririehlad. LXXX (1970). pp.
mastery. Londres. 1976, p. 53. 1.015-1.020, y LXXXI (1971), p. 867. demuestra que se trataba de verdaderos ca-
2. Kennedy, ibid.. pp. 1-9: P. A. Crowl, «Alfred Thayer Mahan: the naval his- ñones. Así. por ejemplo. en el Sound en 1362. tres barcos de Lübeck rechazaron un
. Paret. ed.. Maker.s of modern strntegy, pp. 444-477; Guilmartin, Gun-
t o r i a n ~ en ataque danés gracias a sus seis «donderbussen»; un proyectil de uno de ellos mató
powder and gn1ley.s. pp. 16-41: G. Symcox, Tlie crisis of French seo power, 7688- al jefe danés.
REVOLUCIÓN MILI TAR NOTA S (PP. 121-1

11. Véanse, por ejemplo, la lámina 21 de la presente obra y las ilustraciones trata. Chipre ya se había perdido en octubre de 1571 y si no se hubiese vencido en
e n G. Asaert, J. van Beylen y H. P. H. Jansen, eds.. Mari@me gescliiedenis der Ne- Lepanto los turcos hubieran continuado indudablemente con su ataque a Creta o a
derlanden, 1, Bussum, 1976, pp. 50, 118, 257 y 306. Véanse también las referencias las avanzadillas cristianas en Albania. Véase el documento citado por C. H. Imber.
e n Contamine. War in the Mirlrile Ages, p. 206. «The reconstruction of the Ottoman fleet 1571-1572», Progress in Mediterranean
12. Jehan de Wavrin, Receuil des chroniques et anchiennes istories de la Grant Studies, 1 (pendiente de publicación). nota 1.
Bretaigne 8 present nommé Engleterre, V. ed. W. y E. Hardy, Londres, 1891, pp. 35- 18. Esto era realmente lo que ocurría e n Occidente. Cuando en 1570 resultó
36 y 95-96. El relato, hecho por Walerin de Wavrin hacia 1446, advertía específica- evidente que los turcos estaban dispuestos a atacar. Venecia e y p e z ó a armar y bo-
mente que adeux canons que chascune gallée a en poupe» eran de un tipo unifor- tar las galeras almacenadas en el arsenal a un ritmo de casi dos diarias. En unas po-
me con bloque de culata «car toutes les cambres des canons servoient aussi bien a cas semanas la flota de la República aumentó desde 45 a 155 galeras; véase E C.
I'un comme i I'autrem y tiraban tan rápidamente como una ballesta (pp. 35-36). La Lane, «Wages and recruitment o l Venetian galeotti. 1470-1580*, Stc~diveneziani,
bombarda debía estar construida con bandas de hierro sujetas en forma de tubo. nueva serie, VI (1982), p. 41.
porque Wavrin informa de que primero reventaron «deux cerclesn y luego otros 19. Los detalles son de Imber. «Reconstruction». Estoy muy agradecido al
dos ccercles et une douven (una duela). p. 96. doctor Imber por dejarme consultar una copia de su importante artículo antes de
13. Los detalles son del muy documentado artículo de M. Morin «La battaglia su publicación. Véase también la información de M. Cizakca. ~ O t t o r n a n sand the
di Lepanto: il determinante apporto dell' artiglieria Venezianan, Diana: Armi, IX. Mediterranean. A n analysis of the Ottoman shipbuilding industry as reflected by
1 (enero. 1975), pp. 54-61; y J. R. Hale, «Men and weapons: the fighting potencial the Arsenal registers of Instanbul. 1529-1650», en R. Ragosta, ed.. L e genri del mar
of sixteenth-century Venetian galleys*, en B. Bond e 1. Roy, eds.. War and society. medirerraneo, 11, Nápoles, 1981, pp. 773-787; Lesure, Lipante, pp. 213-233; y H.
A yearhook qf military history. 1, Londres. 1975, pp. 1-23. Los cañones centrales o Inalcik, «Lepanto in the Ottoman documents», en G. Benzoni. ed.. II Mediterraneo
axiales. utilizados en las galeras, aptos para disparar proyectiles de 100 y 120 libras, nella seconrln metri (le1 '500 alla luce di Lepanto, Florencia. 1974: Civilta veneziani.
se encuentran en los registros venecianos pero ninguno de ellos parece haberse studi, XXX, pp. 185-192.
conservado. Me han sido muy provechosas las conversaciones con el doctor Morin 20. El mismo problema afectaba a las galeras de las potencias occidentales a
y con sir John Hale sobre este asunto. partir del decenio d e 1560, y se adoptó la misma solución (el uso d e condenados).
14. El relato más habitual que considera a las galeras como una especie de di- Véanse los detalles para España en Thompson, War and government in Habsburg
nosaurio~navales es el de Guilmartin. Gi~npowderand galleys. Aunque este libro Spain, cap. 6; para Italia, en Lane, «Wages and recruitment», y M. Aymard,
ofrece mucha información nueva y valiosa sobre el combate de las galeras españo- ~Chiourmeset galeres dans la Méditerranée du xvie sikclen, en Mélanges en hon-
las y su artillería, no utiliza las fuentes turcas y venecianas. Ninguna de éstas con- neirr de Fernanrl Braurlel: histoire iconomiqice du monde méditerranéen 1450-1650,
firma las conclusiones de Guilmartin. Véanse. respecto a Venecia, los artículos de 1, París, 1973. pp. 51-64; y para Francia, en una época algo posterior. en Zysberg,
Morin y Hale antes citados; los defectos de Guilmartin en relación con los turcos «Galley and hard labor convicts in France 1550-1850». En la p. 85, Zysberg indica
están implacablemente expuestos en la revisión de C. J. Heywood e n el Bulletin of que entre 1680 y 1715 fueron sentenciados a galeras en Francia unas 38.000 perso-
tlie School of Oriental and African Stiidies, XXXVIII (1975). pp. 643-646. nas, de las que más de 16.000 eran desertores del ejército.
15. Los detalles son de Guillerm, La Pierre et le vent, pp. 44-48; y Morin, «La 21. Citado por Zysberg, «Calley and hard labor convicts», p. 96. Las fuerzas
battaglia di L e p a n t o ~ p.
. 57. Posteriormente, los informes sobre el importante pa- en Lepanto están calculadas por Lesure, Lépante, pp. 115-116.
pel jugado en la campaña de la Armada por las 4 galeazas de Nápoles impresiona- 22. Véanse F. C. Lane, «The crossbow in the nautical revolution of the Midle
ron mucho al escritor naval inglés John Mountgomerie: véase Houghton Library Ages», Explorations in Ecnnornic History. VI1 (1969-1970). pp. 161-171: R. W. Un-
(Harvard). MS Typ 16: J. Mountgomerie, «A Treatice concerning the navie of En- ger. The s l ~ i pin (he medieval economy 600-1600. Londres, 1980, cap. 6 («War-ships,
glandn, «Addicione» de 1589. Todavía más tarde, a comienzos del siglo xvii, el ex- cargo ships and cannon, 1550-l600n); y R. W. Unger, ~Warshipsand cargo ships in
perto naval inglés sir Robert Dudley diseñó una versión aún mayor para la marina medieval Europe*, Technology and Culrcrre. XXII (1981 ), pp. 233-252.
toscana: la «contragaleaza» (véase A. G . Lee, The son of Leicesrer. A biography of 23. L. G. Carr Laughton. «Early Tudor ship-guns,,, Mnriner:? mirror, XLVI
Sir Robert Dudley, Londres, 1964, pp. 166 y SS.). (1960), pp. 242-285. Sobre el Mary Rose, véase M. Rule. The Mary Rose, Londres.
16. K. M. Setton. The Papacy and the Levant, 1204-1571, IV, Filadelfia. 1984. 1983.
p. 1.056. donde se cita la vívida Historia de Gianpietro Contarini, que escribía sólo 24. Los detalles sobre el Grear Michael son de Paul, ed., Accoimts of the Lord
unos meses después d e la batalla. Diversas estimaciones sobre el tamaño de las flo- High Treasurer o f Scorland. IV, pp. li-lviii; de N. A. T. Macdougall, «The kingship
tas enfrentadas y su armamento se encuentran e n M. Lesure, Lépante: la crise de of James IV of Scotlandn, History Tortay, XXXIV (noviembre, 1984). pp. 30-36; y
I'empire Ottomane, París, 1971, pp. 115-116. de otras investigaciones amablemente puestas en mi conocimiento por el doctor
17. Las citas de los relatos de testigos presenciales de Girolamo Diedo son de Macdougall dc la Univcrsidad de St. Andrews. Sobre el «gran buque» en general,
Lesure. Lépante. pp. 141-142. La orden del Consejo de los Diez para ejecutar a to- véase el excelente trabajo de W. A. Baker, «Ships, weapons and protection. 1400-
dos los prisioneros con experiencia naval está reproducida en ihid.. pp. 151-152; las 1 9 0 0 ~en
. D. Howse, ed.. Five hicndred years of nautical science 1400-1900, Green-
consecuencias de la batalla para el Imperio turco se tratan en pp. 179 y ss. Es cierto wich, 1971, pp. 12-22.
que, a pesar de todo, Chipre cayó en poder de los turcos y algunos han negado que 25. Los detalles son de T. Glasgow, Jr, «List of ships in the Royal Navy from
Lepanto haya sido una gran victoria de la cristiandad. Pero esto no es de lo que se 1539 to 1 5 8 8 ~Mnr~ner's
. mirror, LVI (1970). pp. 299-307. Véase también la impor-
CIÓN MIL ITAR NOTA

tante serie de artículos del doctor Glasgow sobre «The Royal Navy in the French drews, 1983, caps. 3.4.5 y 7. en la excavación subacuática del doctor Martin de va-
wars of Mary and early Elizabeth 1, 1557-1564~(con diversos títulos) en Mariner's rios buques hundidos de la Armada y en los documentos que se refieren a la flota
mirror, LIII (1967), pp. 321-342; LIV (1968), ppl. 23-26 y 281-296; y LVI (1970), de AGS, Contadilría del Sireldo, 2.11serie, y Contaduría Mayor de Clrentas, 2.0 y 3.0
pp. 3-26. épocas. Estas fuentes y otras constituyen la base de C. J. M. Martin y G . Parker, L a
26. Citado por Glasgow. «The navy in Philip and Mary's war. 1557-1558~.Ma- Gran Armach. Madrid, 1988.
riner's mirror. LIII (1967), p. 322 34. Información de Martin y Parker, L a Gran Armada. cap. 11. Después. he-
27. Los detalles son de R. C. Anderson. List of English men-qf-war, 1509- mos encontrado unas indicaciones de que galeones de la escuadra de Portugal qui-
1649. Londres, 1959: Society for Nautical Research Occasional Papers, VII; y BL, zás empleaban cureñas de cuatro ruedas. No debe asumirse, sin embargo, que la
Egerton MS. 2541, fos. 1-4, «Queen Elizabeth's whole army at sea agaynst the Spa- carga efectuada en el interior careciesc de riesgos. pues los artilleros siempre co-
nish forces. anno 158%). rrían el peligro de que la nueva carga hiciese explosión prematura a causa de los
28. Glasgow, «List», pp. 306-307; y ~ M a t u r i n gof Naval administration 1556- residuos incandescentes del disparo anterior. Véase el emocionante relato de Jón
1 5 6 4 ~Mariner's
. mirror, LVI (1970) p. 25. Véase también su artículo «The shape Olafsson, un artillero al servicio de Dinamarca, herido en un accidente de este tipo
of tlie ships that defeated the Spanish Armada*, Mariner's niirror, L (1964). pp. en 1623: R. Temple y L. M. Anstey. eds.. TIze life of tlte Icelander Jón OlrifSson. tra-
177-187; y R. Pollitt. «Bureaucracy and the Armada: the administrator's battlen, veller to Indin, 11, Hakluyt Society. 2.a serie, LXVIII, Londres. 1931. pp. 197-198.
Mariner's mirror, LX (1974). pp. 119-132. 35. Véase G . E. Manwanng y W. G . Perrin, eds., The life anri works of Sir
29. Sobre la primitiva evolución de los galeones, véase J. da G . Pimentel-Ba- Henry Mainwaring, 11, Navy Records Society. LVI, Londres, 1921, p. 119. Véase
rata. «The portuguese galleon (1519-1625)». en Howse. Five hi~ndredyenrs of nau- también M. Oppenheim. ed.. TIie nrival trncts qf Sir William Monson. V, Londres
tical science. pp. 181-191; sobre su historia posterior. véase C. R. Boxer, From Lis- 1914: Navy Records Society. XLVII. p. 147: Monson advirtió además que los espa-
hon to Goa, 1500-1750. Londres, 1984. caps. 8 (.<Admira1Joao Pereira Corte-Real ñoles *llevan sus grandes cañones sobre cureñas de campaña, lo que los hace muy
and the construction of Portuguese East-lndiamenn) y 9 («The naval and colonial peligrosos e inútiles». pues no podían recargarse ni podían ser apuntados ni debi-
papers of Dom António de Ataíde»). F. C. Lane, Venetian ships and shiphicilllers of damente asegurados con mal tiempo. En sus consideraciones detalladas sobre
tlie Renaissrrnce. Baltimore, 1934, pp. 50-51 y 63, encuentra galeones en los astille- cómo combatieron los ingleses en 1588, tanto L. G. Carr Laughton. ( ( G u n n e fri- ~
ros venecianos desde cerca de 1525; y C. R. Phillips, Six galleons for the king of gates and the line of battlen. Mariner's mirror, XIV (1928). pp. 339-363, como Pad-
Spain. Imperial defence in the eariy seventeenth century, Baltimore, 1986, cap. 2. field, Guns at sea. cap. 12, llegan a la conclusión de que la recarga en el interior
proporciona pruebas convincentes de que aparecieron en España durante la mis- sólo se convirtió en práctica habitual en la Royal Navy durante el decenio de 1620.
ma época (no incluye a Portugal en su estudio). Sus «seis galeones* fueron cons- Advierten, por ejemplo, que en las «Fighting Instructions~dictadas a la flota en-
truidos en Vizcaya entre 1620 y 1628. Sobre el poco efecto que produjo la Armada viada a Cádiz e n 1625 se ordenaba todavía a los barcos que se aproximasen en gru-
española contra la Royal Navy, véanse las detalladas revisiones de los barcos isabe- pos de tres, hiciesen fuego y se retirasen a recargar, casi como caracoleando. de
linos después de la campaña, que no registran virtualmente daño alguno, reprodu- donde se deduce que la recarga podía efectuarse fuera de la borda (véase J. S. Cor-
cidas en J. K. Laughton. ed., State papers relating to the defeat of the Spanish Arma- bett. Fighting instritctions 15.70-1816. Navy Records Society. XXIX. Londres, 1905.
da, Anno 15Í?¿?, 11, Londres, 1900: Navy Records society, 11. pp. 241-254. p. 65). Sin embargo. la flota de lord Wimhledon en 1625 sólo tenía 3 buques reales,
30. T. Glasgow. Jr, ~ G o r g a sseafight*,
' Mariner's mirror. LIX (1973). pp. 180- en relación con los 34 de 1588. por lo que hubieran sido más apropiados otros pro-
181: P. Bor, Vervolch ckr Nederlantscke Oorloghen, 111, parte 2, Amsterdam, 1626, cedimientos distintos. La mayor parte de los ejemplos de recarga fuera de la borda.
fos. 10-12: Interrogatorio de don Diego Pimentel, tomado del panfleto contempo- relativos a este período y citados por Carr Laughton y Padfield, conciernen a los
ráneo en el que se reprodujeron al pie de la letra las preguntas y respuestas: Bree- barcos mercantes. Respecto a la marina, me convencen los razonamientos a favor
der verclaringhe van de vloote van Spaegnien, Knuttel Pamplilet Collection, n.oS de la recarga en el interior del barco propuestos por Martín. «Equipment and
847-848. fighting potential», cap. 9, y espccialrnente las pp. 377-379.
31. M. Lewis, Armada giins: a comparative study of English and Spanish arma- 36. Citas de Cipolla, Gltns and sails. p. 86. n. 2, y A. P. McGowan, ed.. The Ja-
ments, Londres, 1961; 1. A. A. Thompson. «Spanish armada guns». The Mariner's cobran commi.ssions of rnqrtiry of'16OY and 1618, Londres. 1971: Navy Records So-
mirror, LXI (1975). pp. 355-371: D. B. Quinn y A. N. Ryan, England's sea empire ciety. CXVI, pp. 258-259 y 286-288. La edad de los barcos siguió aumentando en el
1550-1642,Londres, 1983, pp. 102-108: y K. R. Andrews, Drake's voyages. A reas- siglo xvii. Los barcos construidos en 1619-1623 estaban todavía en servicio en el
sessment of iheir place in Elizabetlzan maritime expansion, Londres, 1967, cap. 8. decenio de 1650 y dos de ellos lo estaban todavía en el de 1680 (McGowan, p. xxvi,
32. Los detalles son de P. Padfield. Tide of empires. Decisive naval campaigns n. 4). Véase también Padfield, Tide of Empires. 1, pp. 126-128: y Anderson. List qf
in rhe rise qf tlie West. 1: 1481-1654,Londres, 1979, pp. 43 y 51-52; P. Padfield, Girns Englisli men-of -war, s. v.
at sea, Londres, 1973. pp. 25-27; y Guilmartin, G~inpowderand galleys, pp. 89-93 37. De sir Edward Cecil a sir John Coke, el 27 de febrero de 1626. en A. B.
(«William Towerson's fightn). Otras fuentes que mencionan el uso de cargas de Grosart. ed., The voyage to Cadiz in 1625. Being n joilrnol written by Sir John
cartucho en el siglo xvi se citan en Pepper y Adams, Firearms and fort[ficarions. Glanville, Camden Society Publications, nueva serie, XXXII. Londres, 1883. p.
p. 198. n. 21. xliii. Véase el similar asesoramiento estratégico de los Navy Commissioners en
33. Este informe se basa en Colin J. M. Martin. «The equipment and fighting 1618. en McGowan, Jacobean commissions. pp. 286-287. Aun durante el reinado
potencial of the Spanish Armada., tesis doctoral de la Universidad de St. An- de Isabel, cinco d e sus buques de guerra se consideraban demasiado grandes para
., ..IkVULUClUN MILI 1 NOTAS; (PP. 139-11

operar fuera de las aguas territoriales, mientras que tanto George Waymouth (The y A. H. Taylor. «Galleon into ship of the h e » , Mariner's mirror, XLIV (1958). pp.
s the navyn, c. 1610)
Jewell ofarts, 1604) como sir Walter Raleigh ( « O b s e ~ a t i o non 267-285. Cromwell citado por Junge, Flottenpolitik, p. 225.
consideraban que los barcos de guerra ingleses tendían a ser demasiado grandes y 44. Los detalles son de Oppenheirn. History, pp. 302-303: y Junge. Flottenpoli-
a llevar encima demasiada artillería para su propio bien. Véase el material citado tik, pp. 248, 255 y SS.,274 y 311 y SS. Una narración cronológica de las acciones
en M. Oppenheim, A history qf the administration o,f the Roya1 Navy and of mer- desarrolladas por la flota de Cromwell se encuentra en W. L. Clowes, ed., The Ro-
chant slzipping in relation to rhe navy from M D I X to M D C L X , Londres, 1896, pp. ya1 Navy: a history. 11 (1898). cap. 21 (por L. G. Carr Laughton). Por supuesto que
121-122 y 186. No estoy de acuerdo con la afirmación de K. R. Andrews, Eliza- los españoles, los portugueses y los holandeses habían enviado flotas de guerra a
bethan privateering. English privateering dirring the Spanish war, 1585-160.7. Cain- las aguas americanas en ciertas ocasiones antes de 1650, pero ninguno las mantuvo
bridge. 1964. p. 18. de que. durante el reinado de Isabel. «La mayor parte de la ma- allí de forma permanente. Por el contrario. las flotas se enviaban con un propósito
rina de la reina se transformó. y pasó de ser una fuerza de corto alcance para los concreto y regresaban después. Véanse E . Sluiter, «Dutch-Spanish rivalry in
mares interiores, casi de defensa costera, a ser una flota de alta mar capaz de ope- the Caribbean area. 1594-1609», Hisponic-American Historical Review. XXVIII
rar a gran distancia como fuerza oceánica*. (1948), pp. 165-196; R. H. Boulind, «The strength and weakness of Spanish control
38. Los orígenes españoles de la «Ship-Money Fleet» de Carlos 1 y su propó- of the Caribbean 1520-1650: the case for the Armada de Barlovento», tesis docto-
sito inicial están bien establecidos por Simon Adams, «Spain or the Netherlands? ral de la Universidad de Cambridge, 1965, especialmente el cap. 9; C. R. Boxer,
The dilemmas of early Stuart foreign policy*, en H. Tomlinson. ed.. Before the En- The Dutch in Rrazil1624-1654. Oxford, 1957. passim; Phillips, Six galleons, caps. 5
glish Civil War. Essays o n early Stuarr politics and governmenr, Londres, 1983, pp. y 8; y J. F. Guilmartin. «The guns of the Santissimo Sacramento», Technology nnd
84-85; y J. H. Elliott. The Coirnt-Dcike of Olivares. The statesman in an age of decli- Culrure. XXIV (1983). pp. 559-601. (en especial p. 562).
ne, New Haven, 1986. p. 508. (Hay trad. cast.: El conde-duque de Olivares. El poli- 45. El cambio de forma es evidente en las dimensiones de los barcos registra-
rico en una época de decadencia, Barcelona. 1990.) das en Oppenheim, Hisrory. pp. 300-307, y revisadas en R. C. Anderson, List o,f
39. Las expediciones marítimas desde España están relacionadas en Parker, men-of-war 1650-1700. Part 1: English ships, 1649-1702, Londres, 1935: Society for
A r m y of Flanders, pp. 77-78 y 278-279: las fragatas de Dunkerque se describen en Nautical Research, Ocassional Papers, V. La importancia de la forma se demuestra
R. Baetens, «The organization and effects of Flemish privatccring in the seven- también por el único triunfo de la marina de Carlos 1: la incursión de Sallee en
teenth century*, Acta Historiae Neerlandiccie. IX (1977), pp. 56-59. 1637, que tuvo éxito debido a la presencia de dos fragatas de reciente construcción
40. L. M. Akveld. S. Hart y W. J. van Hoboken, eds., Maririeme geschiedenis en la flota de bloqueo (véase el importante análisis de Oppenheim, History. pp.
der Nederlanden, 11, Bussum, 1977, pp. 58-65; J . E. Elias, De v l o o t h o ~ win Neder- 276-277). Mis razonamientos en esta materia deben mucho a las conversaciones
land in de eerste helft der 1 7 ~eeilw, 1596-1655, Amsterdam. 1933: R. E. J. Weber. con el profesor Paul M. Kennedy, a quien estoy muy agradecido.
De seinboeken voor nederlandse vloten en konvooien tot 1690. Amsterdam, 1982: 46. Whitelocke, Memorin1.s of the English affairs, IV. p. 271, al citar una con-
Verhandelingen der Koninklijke Nederlandse Akademie van Wetenschappen. Af- versación de sobremesa entre el almirante sir George Ayscue y el embajador de
deling Letterkunde. n. r. CXII: Carr Laughton. «Gunnery. frigates and thc line of Suecia, Christer Bonde. Véanse también las anteriores (1635) consideraciones de
battle», pp. 357-358. Sobre los Downs, vCase C. R. Boxer, The .loirrnnl of Maarten Nathaniel Butler sobre el tamaño y forma ideales de los barcos, en W. G. Perrin,
Harpertszoon Tromp, A n n o 1639. Cambridge. 1939; y. más recientemente, J. Alca- ed., Boteler's dialogc~e,s.Navy Records Society, LXV. Londres. 1929, pp. 247-259.
lá-Zamora y Queipo d e Llano, Espatia, los PaOes Bajos y la mar del Norte. Ma- 47. Las cifras son de J. Ehrman, The navy in the war of William 111 1689-1697.
drid. 1975, pp. 402-464. La forma cambiante de los barcos españoles está ilustrada Its state and direcrion. Cambridge, 1953, cap. 1; C. R. Boxer, The Anglo-Dutch
en G. de Artiñano. La arqciitectura naval españolo (en madera). Madrid, 1920: en Wars of the seventeenth centrcry. Greenwich, 1974. pp. 4, 6 y 47; J. P. Cooper. ed.,
el primer manual ilustrado de construcción naval, D. García de Paredes, Insrruc- The new Camhridge modern history, IV. Cambridge, 1970, cap. 7: «Seapower»;
ción naiítica para navegar, México, 1587: reimpreso en Madrid, 1944, fos. 88-128; y Quinn y Ryan. Englancl's sea-empire, cap. 8; y F. Fox, Great ships. TIte hattlefleet of
en el útil «diálogo» d e T. Cano, Arte para,fabricor, ,fortificar y aparejar naos de gcie- King Charles II, Greenwich, 1980. p. 21 (y passim).
rra y merchante, Sevilla, 1611: reimpreso e n Sevilla. 1964. Agradezco al profesor 48. Cita de G. J. Marcus, A naval history 0.f England, 1, Londres, 1961. p. 203.
William S. Maltby que provocara mi interés por algunos de estos elementos y que 49. Symcox, The crisis of French sea power, pp. 32-34 y 55-71 (cita de Shovell
compartiera conmigo sus conocimientos sobre la materia. en p. 56): A. H. Taylor «Galleon into ship of the line: Part III», Mariner's nzirror,
41. Los detalles son de Oppenheim, History, pp. 253-257. D e hecho. algunos XLV (1959), pp. 100-114; y Guillerm, La Pierre et le vent, pp. 149-169 (con nuevos
buques de la marina de Carlos 1 se acercaban a la proporción de 3,s : l . El Provi- datos importantes sobre el papel de Vauban en la decisión de pasar de una forte-
dence y el Expedirion de 1637 tenían ambos 27,s m de eslora pero sólo 8 m de man- resse flortante a una forteresse mohile).
ga y armaban 30 cañones (ihid., pp. 276-277). 50. Detalles d e M. Duffy, «The foundations of British naval power», en Duffy,
42. Véase ihid., pp. 330-338; y H. C. Junge, Flottenpolitik icnd Revolution. Die ed., The military revolcltion and the stare. pp. 49-85; y Van Oosten y Bosscher. «Tak-
Entstehung der englischen Seemacht wahrend der Herrschnfr Cromwells. Stuttgart, tiekn, Marineblad, LXXX (1970), pp. 997-1.035, y LXXXI (1971), pp. 593-651. Con
1980: Publicaciones del German Historical Tnstitute de Londres, VI. pp. 130-132 y el tiempo, los buques de línea pudieron también operar en aguas del Lejano
202. Oriente. pero sólo cuando aumentaron considerablemente la superficie de su vela-
43. Corbett, Fighting instrcictions, p. 100. Sobre las batallas de 1652-1653. men. Así. mientras que el Sovereign of tlie Seas, de 100 cañones, tras una transfor-
véase Van Oosten y Rosscher. cTaktiek». Marinehlarl. LXXXI (1971), pp. 607-617; mación en 1652 pesaba 2.072 toneladas pero s61o tenía 5.513 yardas de velamen,
252 LA REVOLUCION MILITAR NOTAS (PP. 145-15

un buque de línea equivalente en el decenio de 1840 hubiera tenido casi 13.000 lamic society o n the south Asian frontier. The Mappilas of Malabar 1498-1922, Ox-
yardas. (Véase Oppenheim, History, pp. 338-339.) ford, 1980, caps. 1-2. Las «rapiñas» del Malabar están bien descritas e ilustradas en
51. Véase C. H. Gardiner, Naval power in the conqi~estof Mexico. Austin, Temple, ed.. Travels o,f Peter Mrcndy, 11, pp. 316-317 y lámina 25, y 111. p. 109.
1956, sobre Cortés: y E. Lyon. The enrerprise o,f Florida. Pedro Menéndez de Avilés 60. Sobre la ayuda ofrecida por los «piratas del Malabar» a Surat (y. después
and rhe Spanish conquest o,f 1565-1568. Gainesville, 1976, sobre las operaciones de 1610, a los ingleses), véase W. Foster, ed.. Tlie voyage o,f Nicholas Downton to
contra los franceses. Sobre el desafío inglés, véase K. R. Andrews. Trade, plunder the Enst Indies 1614-1615, Londres. 1938: Hakluyt Society. 2.a serie, LXXXII, pp.
and settlement. Maritime enterprise and the genesis of the British empire 1480-1630, 25, 29 y 33: y W. Foster, The joirrnal of John Jourrlain, Londres. 1905: Hakluyt So-
Cambridge, 1984, caps. 6 y 7. ciety, 2.a serie. XVI. pp. 191-192. Respecto a su apresamiento en 1735 del Derby de
52. La poco conocida propuesta de Medina Sidonia, del 25 de octubre de la Compañía de las Indias Orientales, siguiéndole por la popa y desarbolándole,
1586, está citada en H. P. Kraus, Sir Francis Drake. A pictorial biography, Amster- véase P. J. Marshall, «Western arms in maritime Asia in the early phases of expan-
dam, 1970. pp. 129-130 y 189-190. sionn. Modern Asia Sticdies, XIV (1980). p. 22. Un ejemplo similar. en este caso el
53. De Felipe 11 al virrey de la India, el 23 de febrero y el 14 de marzo de barco Lion apresado por las galeotas portuguesas en 1625. se describe en Boxer,
1588. en J. H. da Cunha Riva, ed.. Arquivo Porruguts Oriental, 111. Nova Goa. Portirguese conquest and commerce, cap. 1 (en las pp. 104-105).
1861, pp. 130-131 (anulación del ataque contra Acheh) y 146 (abandono de los pla- 61. Véanse. por ejemplo, las críticas de Joao Ribeiro, Fatalidade historica da
nes de fortificación de Mombasa). Ilha de Ceilño, 1685: «Desde el cabo d e Buena Esperanza en adelante no quería-
54. L. F. F. R. Thomaz. De Malaca a Pegu. Viagens de tcm feitor porttrgicts mos dejar nada fuera de nuestro control. Estábamos ansiosos por poner la mano
(1512-15). Lisboa. 1966, pp. 11-18. ofrece una valiosísima reinterpretación de la na- en todas partes. en esa enorme extensión de más de 5.000 leguas desde Sofala al
turaleza del poder portugués en Asia. K. S. Mathew, Portuguese trade with India in Japón. Y lo que todavía era peor, fue que nos dedicamos a ello sin calcular nues-
the sixteenth century, Nueva Delhi, 1983. ofrece una útil revisión actualizada de la tras fuerzas. o creyendo que incluso con los propios nativos esta conquista no dura-
India portuguesa y de sus vecinos en esta época. ría para siempre ...>> (traducido [al inglés, n. del t.} de C. R. Boxer, «Captain Joáo
55. R. J. de Lima Felner, ed.. Subsídios para a história da fndia portuguesa, Ribeiro and his history of Ceylon», en C. R. Boxer. Portilguese conquest nnd com-
Lisboa. 1868. parte 111, pp. 11-25, reproduce un estudio contemporáneo de la India merce, cap. 11, p. 11).
en 1525. Un siglo despuks. los buques de guerra portugueses que todavía preten- 62. Véase la ingeniosa y convincente explicación propuesta por G. D. Winius,
dían regular el comercio de cabotaje de la India occidental seguían estando sor- The fatal history o f Portugitese Ceylon, Cambridge. Mass.. 1971. pp. 121-170.
prendentemente poco armados. Según una fuente, «piezas [de artillería] mayores 63. Los detalles son de N. Steensgaard. «The Dutch East India Company as
que los falcones [de 3 libras] estos barcos no llevan»: véase E. Grey, ed., The travels an institutional innovation». en M. Aymard. ed., Dutch capitalism cind world capi-
of Pietro della Valle in India. 11, Hakluyt Society. LXXXV, Londres. 1892, p. 389. talism. Cambridge. 1982, pp. 244-250: y N. Macleod. De Oostindisclie Compagnie
Pero lo mismo ocurría con la mayoría de los corsarios de Dunkerque y los bucane- 01s Zeemogendheid in Azie, 1, Rijswijk, 1927, pp. 10.17-19,57. 80 y 294.
ros del Caribe: véase la siguiente nota 69. 64. Las cifras totales holandesas son de 1. Schoffer, J. R. Bruijn y F. S. Gaas-
56. G. Correa, Lendas da India, 1. i. Lisboa. 1858. pp. 216-218. Sin embargo. tra, eds.. Dutch-Asintic shipping in the 17th and 18th centuries. 11. La Haya, 1979.
en la batalla de Diu cn 1509, el buque insignia portugués hundió a un buque ene- pp. 1-44; los totales portugueses son de A. Botelho de Sousa. Subsídios para a kis-
migo con un solo disparo en la Iínea de flotación, hecho por «h5a bombarda gro- tória militar marítima da India, 1, Lisboa. 1930, pp. 656-657; 11. ~ i s b o a :1948. pp.
sa»: véase L. de Alhuquerque, ed.. Cronica d o descobrimiento e conquista da índia 639-650: y 111, Lisboa, 1953, pp. 628-630.
pelos Porticguese.~,Lourenco Marques, 1974, p. 181. Otros buques fueron destrui- 65. Sobre la carencia portuguesa d e cañones, véase C. R. Boxer, «The Carrei-
dos por el fuego además de por el cañoneo (véanse los diversos encuentros descri- ra da fndia 1650-1750», Mririner's mirror, XLVI (1960), pp. 53-54; sobre los malos
tos en ibid.. pp. 180-187). artilleros. véase A. Gray y H. C. P. Bell, eds., The voyage of Fran~oisPirard of La-
57. Véanse las detalladas descripciones de J. Aubin, «Albuquerque et les né- val. Londres, 1888: Hakluyt Society. LXXVII, 11 parte 1, p. 193.
gociations de Cambaye», More Luso-lndicum, 1, París. 1971, pp. 3-63; Albuquer- 66. Véase S. Arasaratnam. Dtrtch power in Cevlon, 16-58-87, Amsterdam,
que. ed., Cronica, pp. 180-182: C. H. Imber, «The navy of Suleiman the Magnifi- 1958. Sin embargo, los holandeses empeñaron fuerzas notables contra Kandy, y el
cent», Archivtrm Ottomanicum, VI (1980). pp. 224-225: y S. Ozbaran, ~ T h e déficit anual del kantoor de la Compañía en Ceilán creció desde 200.000 florines
Ottoman Turks and the Portuguese in the Persian Gulf 1534-1581». Joicrnal of en el decenio d e 1660 hasta 731.000 e n 1673-1674. En 1676 los holandeses devol-
Asian History, VI. 1 (1972). pp. 45-87. vieron todo lo que habían conquistado a Kandy desde 1659 a cambio de la paz. Las
58. Véase 1. A. Macgregor, <<Asea-fight near Singapore in the 1570s~.Joitrnal pérdidas del comercio naval holandés están calculadas a partir de Schoffer et al.,
of the Malaynn Branch of the Roya1 Asiatic Society, XXIX.3 (1956). pp. 5-21; y C. Dutch-Asiatic shipping, 11, pp. 18-27.
R. Boxer. « A note on Portuguese reactions to the revival of the Red Sea Spice 67. W. Foster, ed., The voyage of Thomas Best to the Easr Indies, 1612-1614,
Trade and the rise of Atjeh, 1540-1600», Journal of South-east Asian History, X Hakluyt Society. 2." serie. LXXV. Londres. 1934. pp. 39,135, 136 y 243-244. La ver-
(1969). pp. 415-428 (reimpreso en Boxer, Portugtrese conqttest and commerce in sión portuguesa d e esta acción pone de manifiesto que el menor de los barcos in-
sotrthern Asia, 1500-17.50, Londres, 1958, cap. 2). gleses atrajo a tres galeones portugueses hacia un banco de arena, al poder nave-
59. Sobre el fenómeno de que los piratas para unos son patriotas para otros. gar libremente sobre él gracias a su menor calado. Cuando los tres galeones
cf. M. N. Pearson. Consta1 Western India, Nueva Delhi. 1981, cap. 2; y S. F. Dale, Is- embarrancaron en la arena. el capitán Best se acercó para destruirlos (cf. la narra-
, REVOLU CIÓN MIL NOTA S (PP. 150-1

ción de Bocarro, p. 221). A la vez, los mismos portugueses admitían libremente sa, amenazando con la toma de Salsete e intrigando con los holandeses (véase P. S.
que los norteños sabían disparar con mayor rapidez: véase, por ejemplo, la descrip- S. Pissurlencar, ed., Assentos do Conselho do Estado da India, 1, .Nova Goa, 1953,
ción de la batalla entre un escuadrón holandés y otro portugués a la altura de Goa pp. 233-243). Hasta en el decenio de 1690, Aurangzebe utilizaba el mismo procedi-
en 1637, donde se calculaba que el primero hizo tres veces más disparos que el se- miento cuando los ingleses apresaban sus barcos: véase R. Ritchie, Captain Kidd
gundo: A. da Silva Rego, ed., Documentapio Ultramarina Portugltesa, 1. Lisboa, and the war against thepirates, Cambridge, Mass., 1986, pp. 131-132.
1960, pp. 21-28 (en p. 27; las narraciones holandesa y portuguesa de la acción están 74. En H A G , MS. 1.043, «Registro de Cartazes 1618-1623~se advierte regu-
reproducidas en Temple, ed., Travels of Peter Miindy, 111, pp. 467-474; una fuente larmente que el barco anual del «Gran Mogol» estaba autorizado a llevar 15 «ver-
revela que el Vlissinghen disparó 355 proyectiles contra los portugueses). La mis- sos e falconetes», pero estas eran armas de retrocarga de poco poder perforante.
ma relación de 3 a 1 se reconoce en una narración inglesa de la acción naval a la al- El doctor John Fryer, que visitó la India durante el decenio d e 1670, observó que
tura de Surat en febrero de 1625: véase W. Foster, ed., The English facfories in In- aunque «algunos de sus buques llevan 30 o 40 piezas de cañón [éstas eran] más
dia 1624-1629, Oxford, 1909, p. 47 (en las pp. 51-52 otra descripción patriótica para exhibición que para uso» (citado con otro material pertinente por A. J. Qai-
pretendía que los ingleses y holandeses «no fueron respondidos más de uno por sar. The Indian response to European Technology and culture, A D 1498-1707, Ox-
cada diez» por los portugueses). ford. 1982, pp. 43-46). En T. Raychaudhuri e 1. Habib. eds., The Cambridge econo-
68. Otros enfrentamientos parecidos entre ingleses y portugueses en el océa- mic history of India, 1, Cambridge, 1982, pp. 150-151, el doctor Simon Digby ponía
no Índico. e n los que casi siempre los ingleses resultaron tácticamente victoriosos de relieve que el uso de las armas de fuego se extendió con rapidez por el océano
pero estratégicamente frustrados, están descritos en C. R. Boxer, «Angla-Portu- Indico poco antes de la llegada de los portugueses, pero hay que tener en cuenta
guese rivalry in the Persian Gulf, 1615-1635, en idem, Portl~gi~ese conqi~estand que ni se utilizaban en el mar por los que no eran europeos, ni en tierra con efica-
commerce. cap. 1. Véase. por ejemplo. la p. 70, donde se relata que en enero de cia por nadie muy a menudo (véanse pp. 175-180 de la presente obra).
1621 cuatro buques ingleses manifestaban haber disparado no menos de 4.201 75. La narración clásica de W. H. Moreland, «The ships of the Arabian Sea
«grandes proyectiles» contra los galeones portugueses enemigos, pero sin hundir about A D 1500», Joilrnal of the Roya1 Asiatic Society, (1939), pp. 63-74 y 173-192,
ninguno de ellos. Véanse también las pp. 97 y 99. ha quedado ya algo anticuada. Véanse los penetrantes comentarios de K. N.
69. Sobre el ligero armamento de los bucaneros, véase 0. H. K. Spate, The Chaudhuri, Trade and civilization in tlze Inciian Ocean. A n economic history from
Pacific since Magellan. 11. Monopolists and freebooters, Londres, 1983, cap. 6 (en the rise of 1.slam to 1750, Cambridge, 1985. cap. 7: R. R. di Meglio, «Arab trade
especial pp. 151-152); sobre los corsarios, véase Andrews, Trade. plunder and with Indonesia and the Malay peninsula from the 8th to the 16th century*, en D. S.
settlement, p. 246. Véase también la anterior nota 55. Richards, ed., Islam anci the trade of Asia: a colloquim, Oxford, 1970, pp. 105-135;
70. Véase Foster, ed., Journal of John Jo~trdain.pp. 205-218. Este era el típico S. Gopal, «Gujarati shipping in the seventeenth century», Indian Economic and
tráfico comercial de la India en aquel tiempo: uno o dos grandes buques de los Social History Review, VI11 (1971). pp. 31-40; y. el mejor d e todos, P. Y. Manguin,
príncipes y un gran número de barcos menores. Véase A. Das Gupta. «Indian mer- «Late medieval Asian shipbuilding in the Indian Otean», M6yen Orient et Océan
chants and the western Indian Ocean: the early seventeenth c e n t u r y ~ .Modern Indien, 11.2 (1985). pp. 1-30.
Asian Studies, X I X (1985). pp. 481-990. Algunas fuentes europeas atribuían al 76. Durante la invasión de Assam, en el decenio de 1660, los mogoles utiliza-
Rahimi un desplazamiento de 1.000 toneladas. y otras de 1.500. Según John Saris. ron barcos de guerra construidos y tripulados por renegados portugueses, france-
era un barco de 52 m de eslora y 15 de manga, un gran barco: véase A. J. Qaisar, ses, holandeses, ingleses e incluso rusos (véase J. N. Sarkar, The life of Mir Jumla,
«Shipbuilding in the Mughal empire during the seventeenth century», Indian Eco- the general of Aurangzeb, Nueva Delhi, 19792, pp. 279-280). Pero esto parece ha-
nomic and Social History Review. V (1968). pp. 149-170. Otra relación de un testi- ber sido excepcional. Se han dado varias explicaciones sobre el fracaso de los mo-
go presencial sobre cómo un gran barco indio podía ser detenido y registrado en goles (y de los otros grandes príncipes indios) para constituir una marina perma-
alta mar por los portugueses, se halla en J. Mocquel, Voyages en Afriqite, Asie, In- nente. El mejor estudio, con diferencia, puede encontrarse e n J. N. Sarkar, The art
des orientales et occidentales, Rouen, 16452, pp. 280-281 (un incidente de 1609). of war in medieval India, Nueva Delhi, 1984, pp. 267-270. Brevemente, M. N. Pear-
71. Véase K. N. Chaudhuri, The trading world of Asia ancl the English Easf son, Merchants and rillers in Gi.jarat. The response to the Portuguese in the six-
India Company 1660-1760, Cambridge, 1978. p. 114. Los costes de la «empresa re- teenth century, Berkeley, 1976, cap. 6, razonaba que las potencias continentales se
distributivan de los europeos para los comerciantes y los gobernantes indígenas se contentaban con permitir que los comerciantes prosiguiesen su tráfico con ultra-
tratan en R. B. Serjeant, The Portliguese off the Sorith Arabian coasr. Ifadrami mar, pues no tenían interés en controlar los mares más que para garantizar sus be-
chronicles, Oxford, 1963, pp. 115-129. neficios con las aduanas y las licencias. Pero los estudios de A. Das Gupta, Indian
72. Véase Foster. ed., Journal of John Jourdain, pp. 218 y SS.: y Foster, ed., merchants and the decline of Surat 1700-1750, Wiesbaden, 1979, y de H. W. van
Voyage of Nicholas Downron, pp. xx y SS. Santen, De Verenigde Oost-Indische Compagnie NI Gujarat en Hindustan 1620-
73. Véase Foster, ed., The English facrories in India 1634-1636, Oxford, 1911, 1660, Leiden, 1983, argumentan que los príncipes indios tenían bastante más inte-
pp. xxii y SS.y 232-233. Unos acontecimientos similares algo anteriores se encuen- rés en la protección del comercio y los comerciantes nacionales que lo que pensaba
tran en ihid., 1622-1623, Oxford, 1909. pp. 27-29; y Grey, ed., The travels of Pietro Pearson, aunque no llegaron a organizar la escolta de sus convoyes ni a enfrentarse
della Valle in India. pp. 417-419. También e n el decenio de 1630, el sultán de Bija- con los portugueses. Agradezco a Michael Pearson sus conversaciones conmigo so-
pur se vengó del apresamiento de uno de sus barcos por los portugueses arrestan- bre estos asuntos y el gran apoyo bibliográfico que me ha prestado.
do a algunos oficiales de este país, cerrando sus puertos a la navegación portugue- 77. Watanabe Yosuke. cCh6seneki to waga z6sen no hattatsu» [La invasión
:IÓN MILITAR NOTAS

de Corea y la evolución de la construcción naval], Shigaki~Zasshi, XLVI (1935). Afzal Ahmad. «Portuguese trade on the Western coast of India in the seventeenth
pp. 574-597. Los detalles sobre el uso de las armas de fuego durante la guerra de century (1600-1663)~.tesis doctoral de la Universidad de Barocla. 1984.
Corea pueden espigarse en S. W. Jeon, Science and technology in Korea. Traditio- 82. Iwao Seiichi. «Li Tan. chief of the Chinese residents at Hirado. Japan. in
nal instruments and techniques, Cambridge, Mass., 1974. pp. 215-218; H. H. Under- the last days of the Ming dinasty>.. Memoirs qf tlie Kesearch Bepnrtnienr of tlie
wood, «Korean boats and shipsn, Journal of the Roya1 Asiatic Society: Korean Toyo Bunlto. XVII (1958): y J. D. Spence y J. E. Wills. eds., Froni Ming to Cli'ing.
Branch, XXIII (1933), pp. 71-84: A. L. Sadler, «The naval campaign in the Korean Conqirest, region and continiri- in die seventeenth-centirrv Chinn. Ncw Haven,
war of Hideyoshi (1592-8)». Transactions of the Asiatic Society of Japan, 2." serie, 1979. pp. 21 6-228.
XIV (1937). pp. 177-208; Needham, Science and civilization. IV. iii, pp. 683-685: 83. Las citas son del excelente artículo de Yamawaki Teijiro. «The great tra-
Park Yune-Hee, Admira1 Y i Sung-Shin and the turtle-boat Armada. Seúl. 19782; y ding merchants. Cocksinja and his son», Acto Asiatica. XXX (1976). pp. 106-116.
S. R. Turnbull, The Samurai: a military history, Londres, 1977, pp. 161-162. Debe 84. El padre de Coxinga. en efecto. había llevado las negociaciones por las
decirse que ninguno d e estos libros sobre el asunto es definitivo. Undenvood y que los funcionarios Ming permitieron a los holandeses pasar desde las islas Pesca-
Park tienen interesantes ilustraciones, y Needham y Jeon son claros e incisivos, dores a Taiwan en 1624 (año del nacimiento de Coxinga): véase Spence y Wills.
pero sin duda alguna Sadler ofrece la mejor síntesis. que fue ampliamente repetida eds., M i n , ~to Cli'ing, pp. 216-217. Sobre la campaña final que allí tuvo lugar. v6ase
en A. J. Marder, «From Jimmu Tenno to Perry: sea power in early Japanese his- C. R. Boxer, «The siege of Fort Zeelandia and the capture of Formosa from the
tory», American Historical Review, LI (1945), pp. 20-31. Esta campaña fue también Dutch. 1661-1662», Trclnsnctions and Proceecíings of [he Jnpnn Sociev of LAonclon,
registrada en el magnífico «Korean Invasion Scrolln de los Ming, del que hay re- XXIV (1926-1927). pp. 16-47. Los 28 cañones de Coxinga incluían algunos de 30 y
producciones parciales en B. Smith y W. G. Weng, China: a history in art. Nueva 36 libras, dirigidos por renegados holandeses.
York, 1972, pp. 234-237. 85. Sobre la posición que España ocupaba en Filipinas en 1661-1662. vEanse
78. Los detalles del incidente se dan en la «Relación» de asuntos filipinos en N. P. Cushner. Lnnded estntes in tlie colonicil Phili/~pine.s,New Haven. 1976. pp. 36
1609-1610, enviada por Gregorio López, S.J.. al general de los jesuitas: véase E. H. y SS.:.l. E. Wills. Pepper, giin rrnd parlevs. T/i<.Birtcli Enst Inrliu Cotnpnn,v nncl Chi-
Blair y J. A. Robertson, Tlze Philippine 1sland.s 1493-1898. XV, Cleveland, Ohio. ricr 1622-16SI. Cambridge. Mass.. 1974, caps. 2-4: C. J. McCarthy. «On the Koxinga
1909, pp. 103-143. Advirtió que el barco japonés fue registrado por los holandeses threat of 1 662». Pliilippine Strrdies. XVIlI (1970). pp. 187-196: y D. Abella. «Ko-
(para comprobar si había españoles a bordo) antes de permitirle seguir su ruta; xinga nearly encled Spanish rule in the Philippines in 1662*. Philippinr Hi.storico1
pero su alegación d e que se exigieron a los japoneses 300 pesos es probablemente Review. Il (1969). pp. 295-347.
errónea. pues el jefe holandés había dado órdenes estrictas para que sólo fuese re- 86. En la actualidad no hay ninguna biografía adecuada de Coxinga en nin-
gistrado (véase Algemeen Rijksarchief, La Haya, le Afdeling: V O C 550, órdenes gún idioma occidental. aunque el profesor J. E. Wills ha prometido una monogra-
generales del almirante Wittert, 22 de marzo de 1610). Agradezco estas referencias í'ía sobre este notable hombre. Hasta que aparezca. véase el material de A. W.
a mi alumno, el señor P. J. N. Willman. Hummel. cd.. Enlineni Cliincse qf tlie Cli'ingperiod 1644-1912, Washington, D. C..
79. Iwao Seiichi, Shuinsen boekishi n o kenkyit [Estudio del comercio de na- 1943, pp. 108-1 12: y F. Wakeman, Tlie grenr enterprise. The Mnnchic recoti.strirction
víos japoneses licenciados por el shogun], Tokio, 19872. De 356 licencias conocidas, of ln7perinl ortlar in seventeenth-ct~nri~rChinn, 11. Berkelcy. 1985. pp. 994-995.
concedidas por el shogun, 38 eran a favor de mercaderes europeos, 43 a favor de 1.003-1.005 y 1.042-1.049. Existe una detallada descripción de las campañas de Co-
mercaderes de China y el resto a favor d e japoneses. El profesor Iwao descubrió xinga y dc su escenario político cn Lynn A. Striive, 7'hc soiithern Mirrg 1644-1662.
que, aunque no existe documentación en Japón sobre casos de desatención al Ncw Haven, 1984, pp. 100-117. 154-166 y 178-193 (son especialmente útiles los ma-
shuinjo, el Algemeen Rijksarchief de La Haya contiene las traducciones de docu- pas de las pp. 155 y 184).
mentos legales japoneses sobre este asunto que se han perdido ya. Existe un dibujo X7. Sobre el estado de retraso general de Taiwan cn csta Cpoca, vCase R. G.
de un shuinsen, en una placa votiva de 1634 ofrecida al templo Kiyomisu de Kyoto Knapp, ed., Chino:r i.slnnd ,frontier: .snirli(~sin [he l~i.storicalgeo~rciphy0.f Tniwnn.
para implorar un viaje feliz, en M. Cooper. ed., The southern Barbarians: the firsr Honolulú, 1980. pp. 3-29: y J. L. Oosterhoff. «Zeclandia. a Dutcli colonial city on
Europeans in Japan, Tokio, 1971, p. 191, lámina 105. El original y tres más pueden Formosa (1 624-62)», en R. Ross y G. J. Telkamp. eds., Cnloninl cilicív: e.ysoys on ur-
todavía contemplarse e n Kiyomisu-dera (véase la lámina 30 de la presente obra). honisrn in a coloninl cowte.ut. Leiden, 1985: Comparative studies in overseas Iiisiory,
80. C. R. Boxer, «The Achinese attack on Malacca in 1629». en J. Bastin y R. V. pp. 52-63.
Roolvink, eds., Malayan and lndonesian Srudies: essavs presented to Sir Richard 88. VCase en C. N. Parkinson, War in tlie enstern sens, 1793-1815, Londres.
Winstedt, Oxford, 1964, cap. 5 (reimpreso e n Boxer, Portiiguese conquest and com- 1954. un brillante estudio de una fase posterior del equilibrio atradicional*.
merce. cap. 4).
81. La literatura sobre la flota de Omán es sorprendentemente escasa, pero
véanse J. Strandes, The Portuguese period in East Africa, Nairobi, 19612, cap. 16;
R. D. Bathurst, ~ M a r i t i m etrade and lmamate government: two principal themes
in the history of Oman to 172%. en D. Hopwood, ed., The Arabian peninsula. So- l. Museo Victoria and Albcrt (Londres). catálogo n." 1. M. 42-1910. Véase la
c i e y and politics, Londres, 1972. pp. 89-106; y P. Risso, Oman and Muscat: an eariy lámina 31.
modern history, Londres, 1986, pp. 12 y SS. Sobre la efímera Armada maratha, 2. F. C. Lane. Venice ancl Hisrorv. Baltimore. 1966, caps. 23 y 24: N. Steens-
véanse S. N. Sen, The military ,svstem of the Marathas, Calcuta. 19792, caps. 10-13; y gaard, «Violente and the rise of capitalism: F. C. Lane's theory of protcction and
CIÓN MILITAR NOTA S (PP. 161-1

tribute», Review, V (1981). pp. 247-273. Véase también el perspicaz análisis so- 10. Whitelocke, Memorials of rhe English nffairs, 111, p. 351. El autor afirm
ciohistórico de G . B. Ness y W. Stahl, ~ W e s t e r nImperialist armies in Asia», Com- ba haber puesto inmediatamente en libertad a sus escoceses.
parative Srudies in S0ciet.y nnd History, XIX (1977). pp. 2-29. 11. Las citas son de Axtell, The European and the Indian. pp. 142 y 145. Sobre
3. P. J. Marshall, ed., The writings and speeches of Edmund Burke, V, Oxford, las tácticas guerrilleras de los indios, véanse K. F. Otterbein, «Why the Iroquois
1981, p. 392. won: an analysis of Iroquois military tactics», Etlinohistory, XI (1964). pp. 56-63; y
4. D. R. Headrick, The rools of empire: technology and European imperialism F. R. Secoy. Changing niilitary pntterns o n the Great Plnins (17th through early 19th
in the r~ineteentlzcentitry, Oxford, 1981, passim. centilry), Nueva York, 1953: Monografías de la American Ethnological Society,
5. Las citas son de J. L. Axtell, The European and the Indian. E s s q s in the XXI, pp. 52 y SS.
ethnolzistory o,f colonial North America, Oxford, 1981. p. 140: y F. Jennings, The in- 12. Sobre Benjamin Church. véanse Axtell, The European and the Indian, pp.
vasion of America, Nueva York, 1976, p. 150. Se admite que en algunas sociedades 146-147; y R. Slotkin y J. K. Flosom. eds.. So drenfirll a judgrnent. Piiritan respon-
centroamericanas los que no morían e n combate eran después sacrificados en ritos ses to King Pliilip's War 1676-7, Middletown, 1978, pp. 370-470 (donde se incluye
religiosos. Las «guerras de la flor» e n el bajo imperio azteca, por ejemplo, implica- una edición crítica de la obra de Church Entertaining passages relating to Philip's
ban pocas muertes precisamente porque los prisioneros eran destinados al sacrifi- War).
cio. Véase también C. M. Maclachlan y J. E . Rodríguez O , Forging of the cosmic 13. Los detalles son de Secoy. Changing military patterns, pp. 68 y SS.: P. M.
roce. A reinterpretation o,f colonial Mexico, Berkeley, 1980, pp. 38 y SS.;e 1. Clen- Malone, «Changing military technology among tlie Indians of southern New En-
dinnen. «The cost of courage in Aztec society», Past and Present, CVIl (1985), pp. gland 1600-77», Tlie American Q~rarterly,XXV (1973). pp. 48-63; H. Lamar y L.
44-89. l'hompson, eds., The frontier in history: north America and soilthern Africa com-
6. Edmund Scott. «An exact discourse of the Subtilties of the East Indies~, poretl. New Haven. 1981, caps. 5 y 7: y F. Jennings. The ambiguous Iroquois empi-
en W. Foster, ed., Tlze voyage of Sir Henry Middleton to the Moluccas, 1604-1606, re. Tlie Covenant chain corifederation of Indinn tribes with English colonies from its
Hakluyt Society, 2." serie, LXXXVIII, Londres, 1943, p. 142. Es natural que todos beginning to the Lancaster Treay of 1744, Nueva York, 1984. pp. 80 y SS.
los testimonios europeos sobre los motivos de las gentes de distintas culturas hayan 14. Existe un excelente estudio moderno de Pizarro y sus 168 seguidores: J.
de ser tratados con alguna prccaución: la visión europea de <<lossalvajes» carecía a Lockhart, The men of Cajamarca. A social and biographical stitdy qf rhe first con-
menudo de sensibilidad y era no pocas veces confusa. Sirva de ejemplo el testimo- querors o f Perir. Austin. 1972. Aunque no existe una biografía colectiva como ésta
nio de Loiiis Hennepin, misionero francés en Canadá en el siglo xvrr, quien afir- sobre los cerca de 500 conquistadores de México, sí se dispone de mucha informa-
maba que cuando los indios hacían la guerra «es comúnmente para obtener satis- ción sobre ellos (así como de un apasionante relato de un testigo presencial de los
facción de alguna ofensa que ellos creen que se les ha inferido. A veces la declaran hcchos) en B. Díaz del Castillo. Historia verdadero de las cosas de la Nueva
como consecuencia de un sueño; y a menudo cuando son arrebatados por la fanta- Espriña. M . León-Portilla, ed., Madrid, 1984. caps. 205-208.
sía ...» (citado en C. J. Jaenen, Friend and,foe: aspects of Franco-Ameridian cultiiral 15. Véase, una vez más. Secoy. Changing militnry pntterns, cap. 2. sobre los
contact in the sixteenth anrl seventeenth centuries. Ottawa, 1976, p. 129. apaches; y. sobre sus enemigos españoles, P. W. Powell, Soldiers, lndians and silver
7. W. Rodney, A history of the Upper Guinea Coast 1545-1800, Oxford. 1970, The nortlzivard advance of New Spain 1550-7600. Bcrkeley, 19692, cap. 7. Los Iími-
p. 237. Esta fuente (John Mattliews) proseguía así: «su Religión les proporciona tes dc la táctica cspañola en Yucatán son destacados en 1. Clendinnen. Ambivalent
una apología de esta horriblc injusticia, al permitirles destruir a todos los infieles, conqitest. Mayo and Spaniard in Yucatan, 1517-1.570, Cambridge, 1987, pp. 27-28.
expresión que parece incluir a todos sus vecinos». El doctor Rodney concluía (p. 16. B. de Vargas Machuca. Milicia y descripción de las Indias, Madrid, 1599,
238) aiirmando que «aunque esas guerras no pudieron aumentar el número de los fos. 1-101). Véanse también A. Jara, Girerre et socibté an Chili: essai de sociologie
creyentes. redujeron indudablemente $1 número de los no creyentes [!]D. Incluso coloniole, París. 1961, pp. 127 y SS.:y E. Cabral de Mcllo, Olinda restairrada. Gue-
cn el decenio de 1860 las guerras del Africa occidental se hacían para obtener es- rrci e aciícor n o Nordesrc, 1630/1654. Río dc Janeiro. 1975, cap. 7: «Guerra de Flan-
clavos: véase J. F. Ade Ajayi y R. Smith. Yorubn warfore in die nineteenth centiiry, des e Guerra d o Brasil».
Cambridge, 1964. pp. 51-52. 17. Fr. André Richard, sobre Canadá en 3661-1662, citado por Jenning, Inva-
-
I-L.
8. A. F. C. Ryder, Benin and the Europeans, 1485-7897, Londres, 1969, caps. sion, p. 155. Cf. la visión muy similar de Alonso González de Nájera relativa al
otro extremo del continente. citada con otros interesantes materiales en Jara, Gue-
9. Jaenen. Friend ond foe. pp. 138-141; D. R. Morris, The washing o.f the rre et Soci<;ré,p. 141.
spears. The rise and,fall of tlze great Zulu nation, Londres. 1966, pp. 47,108 y 389; y 18. Los detalles son de D. W. Treadgold, The great Siherinn rnigration, Prince-
W. H. Scott, The cliscovery of rhe 1gorot.s. Spanish contacts with tlie pagans of nor- ton, 1957; y G. V. Lantzeff y R. A. Pierce. Eastword to empire: explorarion and con-
dzern Luzon, Quezon City, 1974, pp. 48-50 y 52. A. Reid, Europe and south-East qiiest on the Rirssian openfrontier to 1750, Londres, 1973.
Asia: the military balance, South-East Asian Studies Committee dc la Universidad 19. La audaz incursión de los marroquíes (que en su mayoría eran de hecho, in-
James Cook de Norlh Queensland, occasional paper XVI (1982), pp. 1-2. advierte cluyendo a su jefe. europeos renegados o mercenarios) está bien descrita en E. W.
que algunas batallas indonesias concluían con una carga suicida de algunos de los Bovill, The golden trade of the Moors, Londres, 1958, pp. 145-178. Sobre la campaña
derrotados; pero esta costumbre, denominada running omok [asalto furioso]. no de Ambuila, v6ase el admirable relato brcve de D. Birmingham, The Port~lgitese
era sino una muestra del valor de los vencidos antes que los restantes se convirtie- conqitest ofAngola. Londres, 1965. cap. 4. La presencia de mosqueteros en el ejérci-
ran en esclavos. No anunciaba una matanza generalizada. to congolés n o debe constituir una sorpresa pues los portugueses habían ofrecido
--- LA REVOLUCION MILI TAR

asesoramiento militar a los reyes del Congo desde comienzos del siglo xvr. Véase A. Asian Histor-v. X.3 (1969). pp. 395-414. Una evidencia similar del mal uso de las ar
Brásio, Monzrmenta missionaria A,fricana. A.frica ocidental, 1471-1531, 1, Lisboa, mas y las técnicas occidentales en otro Estado indígena de Malasia se encuentra el
1952, pp. 233-234 y 241 (del Regimento para Simao da Silva, 1512). 1. A. Macgregor, «Johore Lama in the 16th centuryx. Jorrrnnl of tlze Mnlaya,.
20. A. W. Lawrence, Trade castles and forts of We.~tA,frica. Stanford, 1964, Brnnch o f tlie Roya1 Asiotic Sociey. XXVIII.2 (1955). pp. 48-125.
parte 1, enumera 43 puestos fortificados conservados por 9 naciones europeas so- 26. Sobre la tipología de las ciudades en el sudeste asiático, véanse los exce-
bre la costa africana desde Arguim a Whydah. El primero de ellos (Sao Jorge da lentes estudios de A. R. Reid, «The structure of cities in south-east Asia. 15-17th
Minha. construido en Elmina en 1482) fue también la primera construcción euro- centuriesn. Jorrrnal of Soirth-enst Asinn Stirdies, X.2 (1980). pp. 235-250: A. R.
pea alzada en los trópicos. Reid. ~ S o u t h e a s tAsian cities before colonialism~.Hemisphere, XXVIII.3 (1983).
21. Sobre el fuerte Jesus, construido en el decenio de 1590 con planta total- pp. 144-149: y R. Reed. Colonial Mnniln: tlie conte.wt o,f Hispanic urhnnisn~andpro-
mente abastionada sobre coral macizo (lo que hacía casi imposible su minado), cess of morphogenesis, Berkeley. 1978, pp. 1-3. Los filipinos carecían totalmente de
véanse G. S. P. Freeman-Grenville. ed., Tlie Mombassa rising ngninst the Portrr- ciudades en vísperas de la conquista española en el decenio de 1560. El desprecio
guese 1631. From sworn evidence, Londres, 1980: y J. Kirkman, Fort Jesus. A Por- que Beaulieu sentía por Achch se cita e n Lombard, Siiltnnnt, p. 45. n. 2.
tzrguese fortress o n the East ' f r i c a n coast, Oxford, 1974. Sobre los fracasados inten- 27. Bras de Albuquerque. The Commentaries o,f tlie grent Alfonso Dalboqiter-
tos portugueses de ocupar el High Veldt entre 1571 y 1659, véanse R. Gray, qire. 111, Londres, 1880: Hakluyt Society, LXII, p. 129. Véase también G. Irwin.
«Portuguese musketeers on the Zambezb, Jorrrnal of nfrican History, XII (1972), ~Malaccafort>,.Joitriinl of Soirth-enst Asian History, 111.2 (1962), pp. 19-44. El artí-
pp. 531-533; y M. D. D. Newitt, Portugitese settlement on the Zamhezi, Londres, culo está reimpreso, algo aumentado. e n K. S. Sandhu y P. Wheatley. eds.. Melnko.
1973, pp. 1-73. T l ~ etransfortncrtion o f a Malny Cnpitnl c. 1400-1980. 1. Oxford. 1983. pp. 782-805.
22. Sin embargo. la posesión de armas de fuego tuvo influencia indudable en Esta admirable obra en dos volúmenes contiene mucho más sobre este asunto,
el auge y el declinar de algunos Estados africanos como el de los Ashanti, cuya ex- aunque por desgracia no hay ningún capítulo sobre la Malaca portuguesa. En la ac-
pansión a partir d e finales del siglo xvii parece haber estado basada en esas armas. tualidad sólo se conserva una pucrta (la llamada Porto de Santiago. que en reali-
Véase 1. Wilks, Tiie Asante in the nineteentli centicry, Cambridge. 1975, pp. 20, 110 dad es holandesa) y algunas ruinas sobre el asentamiento de A fitnosa.
y SS. Pero se trata de un asunto muy controvertido, sobre el que se han puesto de 28. Véanse las fuentes citadas en la anterior nota 25 y C. R. Boxer, «Asian
manifiesto pruebas muy contradictorias. Véanse R. Kea. Settlements, trade and po- potentates and European artillery in tlie 16th-18th centuries», .loirrnnl of the Malo-
litics in the sevmreenth-century Gold Coast. Baltimore. 1982, pp. 158-159; R. Kea. ynn Brnnch of tire Ro-vol Asiatic S o c i e ~ XXV11.2
. (1965). pp. 156-172 (reimpreso
«Firearms and warfare on the Gold and Slave coasts from the sixteenth to the en Boxer. Porrr~~qitese conqirest and cornmerce. cap. 7). Existe una buena pintura
nineteenth centuriesn, Journnl of African I-listory. XII (1971). pp. 185-213: K. Y. del asedio de 162'1 en el museo Old Batavia de Yakarta. Véase también la descrip-
Daaku. Trade andpolitics on the Gold Coast 1600-1720, Oxford, 1970, pp. 149-153; ción de H. J. de Graff. De regering vcrn Slrltnn Agirng, vorsr vnn Mntnrnni 161.7-
J. E . Inikori. aThe import of firearms into West Africa, 1750-1807: a quantitative 1645. La Haya. 1958, pp. 144-163: y la misma conclusión (jalcanzada hace m8s de
analysisn, Joirrnal o,f Africnn History, XVIII (1977). pp. 339-368: W. Richards. un siglo!) de R. Maclagcn. «On early Asiatic fire-weaponsn, Joitrnal oftlie Asintic
«The import of firearms into West Africa in the eighteenth centuryn, ihid., XXI Sociey ( B e n ~ n l )XLV.1
. ( 1876), pp. 30-71.
(1980). pp. 43-59; y R. Elphick. Krnal and castle. Klioilckoi and the ,foilnding of 29. Las excavaciones en el fuerte de Cebú y en la factoría de Ayutthia revelan
white Soirth A,fricn, New Haven. 1987, pp. 53 y SS. mucho sobre los procedimientos de construcción de los europeos del siglo xvi en
23. Ade Ajayi y Smith, Yoritha wnrfare. pp. 31 y 50. En el África oriental las los trópicos: véase M. Maceda. ~Preliminaryreport on the excavation at Fort San
guerras del período inmediatamente pre-colonial eran muy ritualizadas por falta Pedro. in Cebu City. Philippinesn, Fri-Jen Stitrlie.r, Taipei, 1973, pp. 45-59: y Tlre
de combatientes: véase J. de V. Allen, <<Traditionalhistory and African literature: Porti~gi~ese nrid A.vuttlinvn (catálogo de la exposición. Bangkok, Embajada de Por-
the Swahili casen. Jor~rnalof African History, XXIII (1982), p. 234. tugal, 1985). Parccc claro que los ibCricos dcseaban crear una cuarta ciudad por-
24. Sobre el apagado impacto del cañón, que repetidas veces se introdujo en tuaria fortificada en Nagasaki, pero el gobierno japonés no permitió la construc-
las sociedades africanas. sólo para ser de nuevo desechado, véanse (además de las ción de los bastiones: veanse D. Pacheco. «The founding of the por1 of Nagasaki
fuentes antes citadas): H. J. Fisher y V. Rowland, ~Firearmsin the central Sudan», and its cession to the Society of Jcsus». Mon~tmentcrNipponiccr, XXV (1970). pp.
Journal of African History, XII (1971), pp. 215-239; G. White, «Firearms in Africa: 303-323: y G . Elison, Deits destroyed. The imnge of Cliristirrniy in enrk moderti Ja-
an introductionn, i h i d , pp. 173-184: R. Oliver. ed.. The Camhridge History of Afri- pon. Harvard East Asian Series, LXXII. Cambridge, Mass., 1973. pp. 133-134. Los
ca, 111, Carnbridge, 1977. pp. 305-312; y H. A. Gemery y J. S. Hogendorn, ~Techno- holandeses, por su parte. erigieron una «ciudad colonial» en Zeelandia después de
logical change, slavery and the slave traden, en C . Dewey y A. G. Hopkins, eds., 1622, con su propio ayuntamiento. fielato. hospital, orfanato e incluso una casa de
The Imperial Impact: studies in the economic history of Africa and India, Londres, corrección para mujeres perdidas; pero sólo fortificaron la ciudadela y un reducto
1978, PP. 243-258. exterior. La ciudad en sí misrna carecía de murallas y por ello fue conquistada e n
25. Véanse D. Lombard, L e S~lltanat d'Atjeh au temps d'lskandar Muda 1662 por el jefe guerrero chino Coxinga: véase OosterhofC, «Zeelandia: a Dutch
(1607-1636). París, 1967. pp. 83-100; C. R. Boxer, «The Achinese attack on Malac- colonial city»: y pp. 156-158 de la presente obra.
ca in 1 6 2 9 ~D.
; K. Bassett, «Changes in the pattern of Malay politics 1629-c.1655~. 30. Los detalles están tomados de Reed, Coloninl Manila. cap. 5 («Intramu-
Joirrnal of Soittii-east Asian History, X.3 (1969), pp. 429-452; y A. R. Reid, «Six- ros: a city for Spaniardsn): C. Quirino, Maps and views of Old Maynilo, Manila,
teenth-century Turkish influence in Western Indonesia~,Journal of South-east 1971; y Blair y Robertson. eds.. Tlie Piiilippine Islnnds 149.3-1898. 111. pp. 141-172
ZEVOLUCION MILi'

(«Relation of the conquest of ... Luzón*). No a todos. sin embargo, causó impre- 36. Sobre todo esto véanse los importantes artículos de G. Káldy-Nagy. «The
sión Intramuros; un funcionario español en Manila infomió al rey en 1588 de que first centuries of the Ottoman military organizationn, Actn Oriet~tnlinAccrden~ine
las fortificaciones que entonces eran construidas eran «... tiempo y dinero perdido Scientinrirm Hungnricae, XXXI.2 (1977). pp. 147-183: y D. Pétrovic. i<Firearms in
todo lo que en ella se gasta. porque es ... un cubo de piedra redondo a lo antiguo ... the Balkans o n the eve of and after the Ottoman conquestn. en V. J. Parry y M. E.
Oprobio es nuestro que se haga un fuerte de este talle ...n; el jefe militar lamentaba Yapp, eds., Wnr, tecltnology nnd society in tlre Middle Enst. Oxford, 1975, pp. 164-
tres años después que, a causa de que el arquitecto que las había proyectado había 194. El sultán Mehmet Conquistador utilizó 62 cañones contra Constantinopla en
permanecido en Europa, las delensas estaban <L..algo desproporcionado, y hecho 1453, pero casi 200 contra Relgrado tres años desp~iés.
sin maestro, parecer ni t r a p ...»: las citas son del excelente estudio de M. L. Díaz- 37. Sobre este asunto en general, véase Cipolla, Gitns ntirl scrils, pp. 90-99; so-
Trechuelo Spínola, Arqititect~iraespañola en Filipinas (1565-1800). Sevilla, 1959, bre el asedio de Viena véase P. Broucek. Histori.schrr Atlas zirr z ~ ~ e i t efirrkenhe-
n
pp. 43-44. Véanse en su totalidad los capítulos 2, 3, 6, 7, 12 y 13. Sin embargo. los lrgerung Wien 1683, Viena, 1983, en donde todos los grabados y mapas muestran el
muros construidos e n el decenio de 1650 eran más imponentes. campo turco sin protección contra el ataquc de un ejCrcito de socorro: y J. Stoye,
31. Véanse A. Reid, «The rise of Makassarn. Review qf Indonesian and Ma- The siege of Vienna, Londres, 1964, pp. 157-159 y 255-257.
1a.ysian A,ffairs, X X I I (1983), pp. 117-180; idem, Soirtlzenst Asia in t11e age of com- 38. En Encyclopnedin of I.slnm, 1, Leiden y Londres. 1960'. pp. 1.055-1.069
merce, 1450-1680. 1. The lands below tlze winds, New Haven, 1988. pp. 121-129; L. (artículo sobre bnn¿d. «pólvora», por D. Ayalon. V. J. Parry y R. N. Savory) se indi-
Andaya, The heritnge of A n m g Pnlakka: a history of Sorrth Srrlawesi (Celebes) in ca. inter olio, que los turcos carecían todavía de pistolas en cl decenio de 1590. tar-
the seventeenth century, La Haya, 1981, cap. 3; J. A. J. Villiers, ~ M a k a s s a rand the daron en adoptar los nuevos procedimientos de sitio y. todavía en el decenio de
Portuguese connexion 1540-1670» (Comunicación presentada e n el Symposium on 1600. no tenían «buena pólvora salvo la que obtenían de los cristianos derrotados o
sorrth-east Asian responses to Eilropean intrrrsions. Singapur. 1981): y D. de Iongh, Ics cra proveída por Inglaterra». Análogas observaciones sobrc cómo los turcos
Het krijgswezen onder de Oostindische Compagnie, La Haya, 1950, pp. 36-37 y usaban sus armas portátiles con poca eficacia se hallan en H. Inalcik. «The socio-
- .- .13.
102-1 .-. political effccts of thc diffusion of firearins in thc Middle East». cn Parry y Yapp.
32. Véanse P. Crone, Slaves on horses: the evoliltion of tlie Islnmic poli-, Wor, technology antl society, pp. 195-217.
Cambridge, 1980; D. Pipes. Slave solriiers und Islam: thr genesis of a milirary sys- 39. Saxe. RZi~eries(escrito en 1732). citado por V. J. Par- «La ManiCrc dc
rem, New Haven. 1981; y R. Irwin, The Middle East in the Middle Ages. Tlie early combattre~,en Parry y Yapp. Wnr, t e c h n o l o ~ ynnd society, p. 256.
Mamluk Sitltanate 1250-1382, Londres. 1986. Sobre los soldados esclavos de 40. Orden del Consejo de los Diez del 28 de novicmbrc de 1572, citada en
Acheh, véase Reid, Europe and Southeast Asia, p. 7. Mallet y Hale. Military or,qanization of o Rrnnissnnc(~srate, p. 400: y Luis Collado,
33. Véanse los detalles en J. Aubin, «Le Royaume d'Ormuz au début du xvie Monitnl de arrillerín, Milán. 1592. fo. 8v. Pero es indudable que una pequeña infe-
sikcle» en Mare Luso-lndicilm, 11. París, 1972, pp. 175-179. Sobre el período pre- rioridad tCcnica no preocupó mucho a los turcos; la flota otomana dominaba cl
europeo, véanse S. Digby, War-horse and elephant in the Dellzi Sitltnnare: a stiirly o f Mediterráneo no por los méritos de sus mandos superiores (qiic en su mayoría
military supplies, Oxford, 1971; y M. Habib, Politics ond society during the early eran almirantes relativamente inexpertos procedentes de la escucla palatina) ni
medieval period, 11, Nueva Delhi, 1981, pp. 144-148 (((Heritage of the slave kingsn) por su mejor organización. Triunfaron gracias a sus mayores recursos: su impcrio
con la crónica de Alauudin Khalji que sigue (pp. 149-270). poseía mhs hombres. más buques y más material a su disposición que cualquicra de
34. Crone, Slaves on horseback, p. 79. sus enemigos. y todos ellos eran dirigidos por un mando suprcino unificado. Unos
35. Véase el relato clásico de D. Ayalon. Gunpowder and firearms in the pequeños defectos en elementos aislados apenas teriían repercusión cuando los
Mamluk Kingdom. A challenge to medieval sociefy, Londrcs, 1956. Véase también turcos podían enviar 250 galeras contra sus enemigos cristianos. quc sólo poseían
la situación análoga en el norte de Africa descrita por A. C. Hess. ~Firearmsand 100. Véase el capítulo 3 de la presente obra.
the decline of Ibn Khaldun's military elite», Archivum Ottomanicrin~.IV (1972), 41. Véase A. Williams. i7ie tnetallirr,qv of milslini ormoirr. Manchester, 1978:
pp. 173-199. Ayalon proponía que el Irán de los sefávidas fue derrotado por los seminario sobre la primitiva ciencia islámica. monografía 111, pp. 4, S y 11.
turcos en Chaldiran a causa de que sus tropas desconocían las armas de fucgo: re- 42. Sobre la introducción de la artillería en la India. véanse R. Rathgen, xDie
cientemente se ha demostrado que esto no fue así. Más bien ocurrió que, al igual Pulverwalfe in Indicn», Osto,sinti.sclieZeitsclirift. XII (1925). pp. 11-30 y 196-217; 1.
que los mamelucos, el ejército persa utilizaba a veces cañones, pero con repugnan- A. Klian, «Early use of cannon and musket in India. A D 1442-1.526~..Inirrt~nlof the
cia y (incluso entonces) sólo en guerra de sitio: véase R. N. Savory, lran under rhe Econotnic and Social History of tlie Oricwt. XXIV (1981). pp. 146-164: c 1. A.
Safavids, Cambridge, 1980, pp. 42-44; y las observaciones (hechas en el decenio de Khan. «Origin and devclopment ot' gunpowder technology in India AD 1250-
1620) de que los persas continuaron largo tiempo «detestando la molestia de los 1500», Itidinn Historicnl Review, 1V.I (1977). pp. 20-29. Pero la calidad era a menu-
cañones y de las piezas de campaña que requerían cureñas». en T. Herbert, Some do mala. Cuando, por ejemplo, el gobierno de la India portuguesa hacía recuento
yeares' travels into divers parts of Asin and Afriqite, Londres, 16774, pp. 232, 298 y en 1525 de la artillería disponible para su clefciisa, advertía: «Hacemos poca mcn-
SS.Por el contrario, parte del ejército otomano (los sipahis) rechazaban el empleo ción de las armas moras porquc no son buenas en nuestros barcos; pero si su mctal
del cañón o lo usaban a disgusto: véase R. C. Jennings. ~ F i r e a r m s ,bandits and se refunde, pueden, obtenerse armas mejores». Véase Lima Felner. ed., Sirhsítlios
gun-control: some evidence on Ottoman policy towards firearms in the posession para a liistória o'n India portitgiresn, parte 111, p. 12. Véase una admirable exposi-
of Reaya, from judicial records of Kayseri 1600-27», Archivi~mOttornaniciim, VI ción general en Sarkar, Art of wnr, pp. 126-142.
(1980). pp. 340-341. 43. Los detalles son de W. Irvine, The nrmy of tlie Indinn Mo~hitls.1t.r orgnni-
'IÓN MILI' NOTA!S (PP. 176-1

zntion ond crdniinistrntion, Londres. 1903. pp. 114-117; B. P. Lenman. «The wea- sico, R. Meinertzhagen. Kenvn Dinry 1902-1906, Edimburgo, 1957. por ejempl
pons of war in eighteenth-century India», Joilrnnl of h e Sociery for Arniy Hisrori- pp. 74, 143-144 y 152. y la mayoría de la segunda parte. Sobre la adopción de 1(
cnl Reseoreh. XLVI (1968). pp. 33-43; y Sen. Militnrv V s t e m o,f rhe Mnrntlins. procedimientos militares regulares europeos en la India portuguesa. véase pc-
p. 103. ejemplo la claúsula 53 de las instrucciones reales al virrey Redondo, que marchaba
44. Véanse las referencias en Boxer. «Asian potentatesm, p. 161. Sob a la India en 1617: «Hemos intentado muchas veces reorganizar nuestras tropas en
cultad de estimar con precisión el tamaño de los ejércitos indios. véanse la India al modo europeo. puesto que la experiencia nos ha mostrado que sin ello
Kolfi. «An armed peasantry and its alliesn. tesis doctoral de la Universidad de Lei- hemos sufrido varias pérdidas importantes. y ahora que estamos en guerra con los
den. 1983. pp. 11-17: y R. K. Phul, Arrnies o f ' f h egrerit Mughn1.s (1526-1707). Nueva holandeses, que son soldados disciplinados. esto es más importante que nunca- (R.
Delhi, 1978, pp. 125-134. Phul estima en 50.000 hombres el ejército de campaña de A. Bulhio Pato. ed.. Docirniento.~remetidos dn Intiia oir Livros dos M o n ~ ó e s .IV,
Akhar a fines del siglo xvi. y el del príncipe Dara en 1653 en 90.000. Pero existían Lisboa, 1893. pp. 168-169). Véanse también las pp. 287-288 (carta real de 1618) y
tamhién ejércitos provinciales y levas feudales, de modo que el personal total dis- otras cartas en años posteriores sobre el mismo asunto. Una interesante visión de
ponible para el ejército dc Akhar en el decenio de 1590 fue calculado por un ex- los procedimientos militares portugueses en la India a comienzos del siglo xvrr es
perto en 342.696 hombres cn caballería y 4.039.097 en iní'antería (KolTf. op. cit.. la ofrecida por G. D. Winius, «Francisco Rodrigues de Silveira: the forgotten "sol-
p. 13). dado pratico"., en Alhuquerque y Guerreiro, eds.. 11 seminhrio internacionnl de
45. Iwine. A r m v , pp. 152 y SS.; Boxer, «Asian potentates*. p. 158; Cipolla, Iii.sírório Intio-Portug~resa,pp. 773-786.
Gilns cind snils, pp. 1 11-1 14; M. A. Lima Cruz, aExiles and renegades in early six- 50. A modo de ejemplos. véase HAG, Livro das M o n ~ ó e s 22 . fos. 322-324, del
teenth-century Portuguese Asia». hidinn Economic antl Socinl History Review, virrey al rey, el 7 de diciembre de 1634; y MS. 1.161 fo. 112v. Asento del consejo de
XXIII (1986). pp. 249-262: y S. Subrahmanyam, «The Krrgemushn effect. Tlie Por- finanzas en Coa, el 11 de septiembre de 1630. Sobre la fundición de Macao. véase:
tugucse. fircarnis and tlie state in early modern South India», Moyen Orient et M. Teixeira, «Os bocarros~.en Actos d o C o n ~ r e s oInt~rnticionnlde Hisrórin dos
Occ'nn Intiier~.IV (1087). pp. 97-123. No era nada nucvo. sin embargo. el hecho de descohrimenro,s. V.2, Lisboa, 1961. pp. 359-385.
que militares cristianos sirviesen a scño,res musulmanes; El Cid y muchos otros es- 51. Basado en las pruebas arqueológicas e históricas presentadas en R. O. W.
pañoles. como nunierosos francos en Africa del Norte y Oriente Próximo. lo ha- Goertz. «Attack and defcncc techniqucs at thc sicge of Chaul, 1570-1571n. en Al-
bían hecho así en la Edad Media (véase J. Richard. Orient et occident rrrr moven buquerque y Guerrciro, 11 seminhrio. pp. 265-292. Parte de la explicación de la li-
hge: contnct,s et relarions (XIP-XV~'si@cles), Londres. 1976, cap. 13. beración de Chaul reside en la incapacidad de los sitiadores para aislar la ciudad
46. Sobre las armas aprehendidas, véase P. Raldaeus, Nnoiiwkeiirige Besclirii- del mar. de modo que los buques portugueses fueron siempre capaces de desem-
vinge vori Mnlnhar en Clioron~nnrlel,1, Amsterdam. 1672. p. 3; sobre las armas do- barcar abastecimientos y refuerzos. Estos buques de guerra pudieron tamhién utili-
nadas como regalo. véase Cipolla. tiirns nnd .snils, pp. 109-110. y Boxer, «Asian po- zar sus armas contra los sitiadores de cuando en cuando. Los portugueses dispo-
tentates~,p. 160; respecto a las municiones entregadas por los portugueses a los nían tambicn de mejores armas de fuego portátiles: se descubrió que sus mos-
príncipes indios para mantener el equilibrio de poder entre ellos, véase HAG, Li- quetes disparaban un proyectil de una onza a 400 metros. micntras que los solda-
vro h s Mori~6e.s21A fo. 52. del rey al virrey. el 18 de febrero de 1640: sobre el dos indios de infantería sólo podían disparar un proyectil de media onza a la mitad
mismn procedimiento utilizado por los holandeses. véase Bernier, Trnvels. p. 31. de distancia.
Véase en Sarkar. Tlie lifc, of' Mir .lrtrnln. pp. 96 y 279-280. el uso hecho por un im- 52. Los detalles son de P. E. Pieris, Sornr docirnients relnting to ¡he rise qf [he
portante jcfe mogol de la tecnología europea. Dlrrcli power in Cqlorz. 1602-1670, Colombo. 1929. p. 57 (Batticaloa) y pp. 67-68
47. Tanto Verstegen conlo Manucci han dejado interesantes narraciones de (Colombo): y Raldaeus. Nciarrwkeirri,~eB~~sclirijvin~ql~e. 1. p. 155 (Negapatam) y 11,
sus servicios en el extranjero: véase P. H. Pott, «Willem Vcrstcgen. een extra-ordi- p. 106 (Colombo). Véanse también las excelentes descripciones ilustradas de W. A .
naris Raad van Indie. als avonturier in India in 1659)).Bijdrngen ror tic Tml, Lnnd- Nelson, Tlic, Birtcli forts of Sri Lonkn: rlir niilitnry rnonirrnents of' Ctylori. Edim-
en Volkc~nkrrnrle,CXII (1956). pp. 355-382; y N. Manucci. Storio d o Mogor, or Mo- burgo. 1984. Algunas Fortalezas portuguesas en la India eran todavía más impre-
giil lridio 1653-1708, 4 vols., W. Irvine, etl., Londres. 1906-1908. Se encucntran sionantes, tales com Diu o fuerte Aguada. en la barra del Mandovi. debajo de Coa.
tamhién numerosas referencias a expertos militares europeos al servicio de los mo- 53. Véanse los detalles en S. Toy, Tlie slron,qliolrls qf Inrlin. Londrcs. 19.57. pp.
goles. en Rcrnier. T r n v ~ l(por
, ~ ejemplo. pp. 31,47-56 y 93). En la p. 55 Bernier, que 53-60 (Golconda) y p. 123 (Delhi): S. Toy. Tlie forrifietl citics of India. Londres.
escribía en el decenio de 1660, se permitía opinar que «me era imposible contcm- 1965. pp. 21.48-50 y 81-84: Sarkar, Art of wnr, pp. 143-174: y las magníficas láminas
plar a aquellos soldados [mogoles]. carentes de orden y marchando con la irregula- de V. Fass. The,forts of'lridia, Londres, 1986.
ridad de un rebaño de animales. sin reflexionar sohrc la facilidad con la que 25.000 54. Véase en particular P. J. Marshall. ~Westernarms in maritime Asia in the
de nuestros veteranos del ejército [francés] de Flandcs. manclados por el príncipe early phases of expansionn. Modern Asion Siirdies. XIV (1980). pp. 13-28. La parte
de Condé o el mariscal Turena, hubiesen vencido a esos ejércitos. por numcrosos siguiente de mi razonamiento se basa mucho en mis conversaciones con el profesor
que fuesen». El problema. sin emhargo, consistía en poder enviar a la India a la Marshall, cuya generosa ayuda reconozco con agradecimiento.
vez a tantos europeos (por no decir a Condé o Tiirena). 55. Las cifras son de P. J. N. Willman, «The Dutcli in Asia, 1595-1610», tesis de
48. Manucci, Srorin. 1, pp. 276 y 278. M. A. de la Universidad de St. Andrews. 1986. pp. 21-22 y 26: basadas en cálculos
49. Ni qué decir tiene que las tácticas de .<pelea callejera» siguieron caracteri- privados efectuados por Grotius a partir de los documentos propios de la Compa-
zando a las guerras coloniales europeas hasta el siglo xx: véase. como ejemplo clá- ñía. conservados en el Algemeen Rijksarchief. La Haya, Collectie Hiigo de Groor.
-. ..:hVULUCIUN MILI 1 NOTA:

56. De Coen a Heeren XVII. el 27 de diciembre de 1614 (desde Bantem, en 63. D e Dupleix a los directores de la Compañía de las Indias. el 15 de febrero
Java), citado por H. T. Colenbrander. Jon Pieterszoon Coen. Levenheschrijving, La de 1751, citado por H. Furber, Rival empires of trnde in tlie Orient 1600-1800, Ox-
Haya. 1934, p. 64. Debe advertirse, sin embargo, que no siempre se siguió el conse- ford, 1976, p. 156.
jo de Coen. E n 1622 fue reprendido por los directores por combatir en exceso. La 64. Los detalles son de Furber, ibid., pp. 147-169 (Saunders es citado en la p.
violencia, le dijeron, sólo debe utilizarse al servicio de los benelicios: «Se debe evi- 156): Furber, John Compnny at work. A stirdy of European expnnsion in Indin in
tar y rehuir la guerra si eso es totalmente compatible con la conservación y la segu- tlie lnte eighteenth centitrjl, Cambridge. Mass., 1948, pp. 204-205: y A. Das Gupta y
ridad de nuestro Estado ... No se debe conceder gran importancia a cuestiones M. N. Pearson, eds., Indin crnd the Indian Ocean. 1500-1800, Calcuta, 1987, pp. 311
como la "reputación" ... porque nosotros somos comerciantes» (citado por Steens- y SS. Mi mayor agradecimiento al profesor Blair B. Kling por estas referencias y
gaard, «The Dutch East India Company as an institutional innovationn, p. 255). por su insuperable ayuda para formular el razonamiento de este párrafo.
Los directores tenían buenos motivos de preocupación: muchos de sus fuertes y 65. Las cifras son de Bryant. «The East India Company and its arrnyn, pp.
factorías en Oriente ¡producían pérdidas! Véase M. A. P. Meilink-Roelofsz, Asian 299-300; M. P. Singh, Indinn army rlnder the East India Company, Nueva Delhi,
rracle nnd Eitropenn influence in the Inclonesian arcl~ipelngo between 1500 nnd 1976b; y P. Mason. A mntter o,f honour: on nccount of the Indinn army, its qfficers
aboict 1630, La Haya, 1962. p. 386. and men. Londres. 19762, pp. 62-63. Agradezco al doctor Bryant el envío de más
57. John Fryer. A new accoimt of East India and Per.sin. being nine yenrs' hn- material y otras referencias sobre este asunto.
vels, 1672-1681, S, Londres, 1909: Hakluyt Society, 2." serie, XX, p. 124. 66. Sobre el tamaño del ejército mogol. véase Raychaudhuri y Habib, eds..
58. Algunos funcionarios de la Compañía estaban de acuerdo con la opinión Caml>ridgeeconomic history of India, 1, pp. 303-304. y las fuentes citadas en la an-
holandesa, y en el decenio de 1680 algunos directores les apoyaron. Varias citas terior nota 44. Existe una tendencia a menospreciar el poder terrestre nativo en la
oportunas pueden hallarse en 1. B. Watson, «Fortifications and the "idea" of force India a comienzos del siglo xvrri, quizá debido a la destrucción total del comercio
in early English East India Company relations with India», Past nnd Prescnt, marítimo indígena en la misma época. Pero esto es un error: véase Das Gupta, In-
LXXXVIII (1980). pp. 70-87. dinn merchnntr cand the decline of Srlrat, introducción; «Indian merchants and the
59. Las citas son de los archivos de la Compañía de las Indias Orientales en western Indian Ocean: the early seventeenth centuryn; y en Cambridge economic
G. J. Bryant, «Tlie East India Company aiid its army, 1600-1778». tesis doctoral de history of India, 1, pp. 425-433.
la Universidad d e Londres, 1975, pp. 10. 31, 74 y 138. Existió un breve período de 67. Reports,from Commitfees of the Hoalse of Commons, IV, 1804, pp. 60-61.
beligerancia en el decenio de 1680 bajo la dirección de Josiah Child, pero fracasó Agradezco al profesor P. J. Marsliall esta referencia. Estas cifras sorprenden toda-
(véase Bryant, pp. 32-33: es interesante hacer notar que concidió con una similar vía más si se recuerda que la Compañía había perdido 2.5 millones de libras entre
firmeza de Inglaterra en sus colonias americanas: S. S. Webb. The Governr~r~s-Ge- 1753 y 1760. El gigantesco nuevo fuerte William en Calcuta, construido entre 1765
nernl. The English arniy nnd the definition of rlie Empire, 1569-1681, Chapel Hill. y 1771 con un coste de un millón de libras. no es sino un ejemplo más de cómo la
1979, pp. 447-455). colonización bengalí permitía a los europeos modificar el arte de la guerra defensi-
60. La batalla del río Adyar (7 de noviembre de 1746) fue bien descrita por el va en la India. Véase P. J. Marshall, ~Eighteenth-centuryCalcuttan, en Ross y Tel-
agente tamil de Dupleix en Pondichery: J. F. Price. ed., The private diary qf Anan- kamp. Colonial cities, p. 90.
da Rnnga Pillni. 111, Madrás, 1914, pp. 94-95 y 444-452. 68. Véanse Ness y Stahl, aWestern imperialist armies in Asia»; J. P. Lawford,
61. Véanse los interesantes comentarios sobre esto de J. A. de Moor, «Militaire Britaink army in India from its origin to the conquesr o,f Rengal, Londres, 1978. pp.
interdependientie tussen Europa en der derde wereld. De geschiedenis van "Jolinny 72-81; Bryant, <<TheEast India Company and its army». caps. 3-5: y R. Callahan, The
Gurkha"», Internntion~ileSpectntor, XXXVlI (1983). pp. 356-364: De longh. Het East Indin Company and army reform, 178.3-98, Cambridge, Mass.. 1972. p. 6. La
krijgswezen, cap. 4; y Marshall, «Western arms in maritime Asia*. pp. 25-26. Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales también comenzó a instruir a sus
62. Cómo ocurrió esto exactamente es algo misterioso. A. Martineau. Dil- tropas asiáticas a combatir como las europeas en el decenio de 1740. a las órdenes
pleix et I'lnde frnricaise. 111, París. 1927, dedicó unas pocas páginas a los cipayos del gobernador general Van lmhoft véase De Iongh, Het k r i j ~ s w e z e npp.
, 165-168.
(pp. 62-72) pero las llenó con una diatriba continua contra las limitaciones y los vi- 69. J. Pemble. «Resources and techniques in the second Maratha warn, I-listo-
cios de todas las razas asiáticas. E. W. C. Sandes, The niilitary engineer in Indin, 1, ricnl Joitrnal. XIX (1976). pp. 379-380. Otras muchas pruebas complementarias se
Chatham. 1933, pp. 64-65. sostenía que los franceses instruyeron en 1741 a unos hallan en R. G . S. Cooper, «Wellington and the Marathas», lnternntionnl History
5.000 musulmanes como tropas regulares para oponerse a la invasión del Carnatic Review, XI (1989). pp. 31-38; y S. 1. A. Zaidi, ~ E u r o p e a nmercenaries in the Indian
por los marathas: pero el mismo Dupleix afirmó después que los cipayos fueron armies 1750-1803» (de próxima aparición).
utilizados por vez primera por los franceses sólo en 1746. Esta contradicción se re- 70. Sobre el fracaso de los marathas véase Pemble, «Resources and techni-
suelve mediante los archivos de Pondichery, que revelan que en enero de 1742 los quesn, pp. 386 y SS.Sobre los cipayos en las Filipinas véase Mason, A mnrter of ho-
franceses organizaron dos compañías de «cypahes» que fueron instruidas, armadas nour, pp. 68 y 242. Sobre China véase L. Dermigny, La Chine et I'Occident. L e
y pagadas al modo europeo. Pero fueron disueltas a fines de año aproximadamen- commerce a Canron au X V I I I ~siecle,
, 1719-18.73, 11, París, 1964. p. 781. A fines del
te, por lo que Dupleix tuvo que empezar todo de nuevo en 1746. Véase H. H. Dod- siglo xix tambifn se enviaron cipayos a conquistar el Africa oriental para los euro-
well, Sepoy recruitment in the Old Mndras A r m y , Calcuta. 1922: Studies in Indian peos. Véanse también las observaciones de Qaisar. The lndinn response to Euro-
Records. 1, pp. 3-7; y S. C. Hill. «The old sepoy officer~,English Historical R C V ~ P I Y , pean technology. pp. 46-57 y 144-146.
XXVIII (1913). pp. 260-291 y 496-514. 71. La hipótesis de que los turcos introdujeron en China las armas de fuego
REVOLUC NOTA' ; (PP. 187-l<

occidentales antes que los curopeos fue sugerida por primera vez por P. Pelliot. Biblioteca Instituti Historici Societatis Iesu. XXI. pp. 485-579. Existe traducción ;
«Le H6j2 et le Sayid Hussain de I'Histoire des Ming», T'oring Pno. XXXVIII inglés de una fuente (cl Teppo-ki de Namp6 Bunshi. 1606) en Tsunoda Ryusaku
(1948), pp. 199-207. Véase también Needham, Tlle girnpowder epic. pp. 440-449. otros, eds., Soirrces of .laponese trndition. 1, Nueva York. 1964, pp. 308-312. Deb-
72. Los detalles son de R. Huang. .Military expenditures in sixteenth-century advertirse que la isla de Tanegashima. donde llcgaron las primcras armas portu-
Ming China», Oriens Eirtremirs. XVll (1970), pp. 39-62: Huang, 1587: o yenr of n o guesas (debido a lo cual los mosquetes primitivos se denominaban en japonés tane-
.sisynificnnce.cap. 6; A. Chan, Tlie g1or.y nnr1,fnll o,ftlie Mirig dinasty, Norman, 1982, goshitnn) era el lugar ideal para copiarlas. Era en 1543 no sólo un acreditado cen-
pp. 51-63; y A. Waldron. *The problem of the Great Wall of China*, 1-lnrvard Jour- tro comercial sino un importante lugar de fabricación de espadas: resultó
no1 of Asiatic Stirdies. XLIII (1983). pp. 643-663. relativamente fácil a los forjadores de espadas producir en su lugar cañones para
73. Tai-tsrr shih-/u (edición facsímil). Mukden. 1931: reproducida de una edi- mosquete. listos para que los comerciantes los distribuyesen.
ción de 1740 que, a su vez, parece basada en una crónica ilustrada recopilada en 78. En 1549 se solicitó, al parecer. a Oda Nobunaga que suministrase «500
1635, es decir. por y para quienes pudieron habcr presenciado por sí mismos los mosqueteros y arqueros». lo que n o significa necesariamente - c o m o han afirmado
hechos que describen. algunos eruditos- que se tratase d e 500 hombres con mosquetes (Hora Tomio,
74. Véanse dos nuevas narraciones de la caída de los Ming por Wakeman. Trrnegnshimn-lii. Denrai to sono eikvó, Tokio, 1958. p. 157). Pero en 1555 Takeda
The great enterpri.re; y Stuve. Tlle soicthern Ming. Véase tambiCn Spence y Wills. Shingcn utilizó claramente 300 mosqueteros en la batalla de Shinano Asahiyamajo
eds., From Ming to Cli'ing. caps. 1 y 2: y Chan. Glory anr1,fnll. cap. 8. (Nagahara Keiji. Serlgoki n o &ron, Nikon no rekishi, XIV. Tokio. 1975. p. 947; y
75. Aunque parecen monopolizar el interés los esfuerzos de los jesuitas y Hora. Tonegnshima-;fi. pp. 144-154). Nagashino está representado en una maravi-
otros europeos e n Macao y Pekín para abastecer con armas primero a los Ming y llosa serie de pinturas sobre biombo, reproducida en Sengokii knssen-e Byóhil
luego a los manchúes. esto no es sino otro caso de eurocentrismo. El grueso de la Shiisei. 1.i Knwcrnnknshimn knssen-zir Nngnshino knssen-zrc. Tokio, 1980. No ohs-
artillería china estaba fabricada por artesanos chinos; véanse Needham. Tlie girn- tante. como todos los biombos fueron pintados varios decenios después de la bata-
powder epic. pp. 392-414; y Clian, G1or.v and fnll. pp. 57-63. Lo mismo ocurría en lla, pueden representar procedimientos militares japoneses posteriores y no los uti-
Japón, donde la producción de las fábricas locales superaba con mucho a las im- lizados por Nobunaga en Nagashino.
portaciones europeas. El único país del este asiático que parece haber dependido 79. La narracicín general de N. Perrin. Giving irp [he girn. .lnpnn:v reversion !o
sobre todo de las armas importadas de Occidente fue Vietnam: los Nguyen del tlie sword 1543-1879, Nueva York, 1979, aunque es interesante y sugestiva. se basa
norte estaban muy supeditados. a partir del decenio de 1620, a los cañoncs de casi enteramente en fuentes occidentales y fuerza demasiado algunas pruebas. Más
bronce fundidos por los occidentales residcntes en Hué o importados desde Ma- confianza puede tenerse en D. M. Brown. «The impact of fircarms on Japancse
cao, en sus guerras contra los Tring del sur. que a su vcz recibían abastccimientos warfare. 1543-1598~.Tlie Fnr Enstern Qrrnrrerly. VI1 (1948). pp. 236-253. Hora, 7¿i-
de los holandeses en Uatavia. Pero incluso en Vietnam continuó la fabricación: un negnshimo, pp. 21-23, muestra que las armas de fuego, aunque importadas en reali-
visitante francCs en HuC en 1749 observó 800 cañones de bronce y 400 de hierro. dad de China, se utilizaban en Japón antes de 1543. Sin emhargo. eran pocas y de
no todos los cuales eran en modo alguno de fabricación europea. Véase P. Y. Man- limitados efectos. Es difícil establecer la naturaleza exacta de las primitivas armas
guin. Les 1'ortirgoi.s sur les c6le.s de Vic,tnntn c.1 drc Campn, París, 1972, pp. 206-208: de fuego japonesas. ya que han sobrevivido muy pocas: quizá sólo 10 tnnegn.sllinlns
L. Cadikre. <<LeQuartier des Arenes. 1. Jean de la Croix et les premiers Jésuitcsz, del siglo xvi son conocidos hoy (información personal del doctor Yoshioka
Birlletiti des Amis drr Vieu.r f-lrré. XI (1924). pp. 307-332 (La Croix residía en Hué y Shin'iclii de Kyoto). Sucede casi lo mismo con la artillería: quedan muy pocas pie-
fundió cañones para los Ngunyen desdc el decenio dc 1650 hasta 1682); y C. R. Bo- zas de principios de la Cpoca modcrna. aunque aquí la responsabilidad incumbe
xer, «Maca0 as a religious and commercial entrepot in the sixteenth and seven- (según fuentes japonesas) a la «liberación» de la mayoría de los hcrmosos cañones
teentli centuries». Actrr Asinficcr. XXXI (1Y74). pp. 64-90. conservados e n cl musco Kudan de Tokio por las fuerzas norteamericanas después
76. Mateo Ricci advertía en sus memorias (refiriéndose al año 1599) que. de 1945. Hoy sólo pueden encontrarse unas pocas armas dc fuego en cl Museo Mi-
aunque el ejército chino se instruía «en el orden debido». utilizaba la pólvora rno litar anejo al templo Yasukuni de Tokio. Existe un escueto esiudio de las fuentes y
tanto para sus arcabuccs. de los que tienen pocos, ni para las bombardas o la arti- los problemas de Neeham, Tlie grrnpowder epic. pp. 467-472. qiic descansa (quizás
llería. que posee también en escaso número, sino para sus exhibiciones de fuegos excesivamente) en la utópica visión de Noel Perrin.
artificiales». Citado por J. D. Spence. Tlle rncwzory palrce of'Mrrteo Ricci, Londres. 80. VCanse las cifras en G. B. Sansom, A Iiistory q f Jnpnn, 134-1615, Stan-
1983, p. 45. Es digno de mención que la verdadera primera imagen de la «memoria ford. 1961. p. 322. Una consideración reciente de los ejércitos a las órdenes de Hi-
artificial» de Ricci sea la guerra. El tamaño exacto del ejCrcito dc los Ch'ing era un deyoshi, que alcanzaron un total de 280.000 hombres para la invasión de Corea en
secreto oficial. pero las fuerzas en campaña en el siglo xvri parecen haber sido de 1593. sc incluye en B. Susser. «The Toyotomi regime and the daimyor, en J. P.
unos 150.000 hombres, de los que hasta 40.000 intervinieron directamcnte en las Mass y W. B. Hauser, eds., Tlie Bnkufir in Jnpnnese hkrory, Stanford, 1985, pp.
batallas. Véase C. Fang, «A lechnique for estimating the numcrical strenght o l the 135 y SS.
early Manchu military forces),. Hnrvarci Joirrnnl of Asintic Stirdies. XIII (1950), pp. 81. Kodama K6ta y otros, eds.. Nihon jokakir tnikei. XI. Tokio. 1980. pp. 261-
192-215. 269, sobre Kannonji; ihi(l., pp. 254-260. sobre Azuchi; así como Naitd Akira, «Azu-
77. Sobre el modo preciso en el que las armas occidentales penetraron en Ja- chi-j6 no k e n k p n . Kokkn, LXXXIII (n.os 987-988; 1976). con un breve resumen en
pón, véase el relato definitivo, junto con una traducción al alemán dc las fuentes inglés. Una revisión de Nait6 es también útil: Takayanagi Shun'ichi, «The glory
japonesas, en G. Schurhammer. Gesammelre Stiidien, II. Orientnlin. Roma. 1963: that was Azuchi». Monrrmentn Nipponicn. XXXII (1977). pp. 515-524. Véase tam-
,, .R E V O L U C I O N MILI'TAR NOTA!S (PP. 193-1'

bién G. Elison y B. L. Smith. eds., Wnrlords, nrtists nnd cornmoners. Jnpan in the 88. Perrin, <fiving i4p tibe giln. pp. 64-65.
89. Datos t<~ m a d o sde It6 TasabiIro, «The book-banning policy of the Toki
sixteenttz century. Honolulú. 1981. pp. 62-66; y M. Cooper, Thev enme to Jnpan: an
antliology of Eilropean reports on Jnpnn 1543-1640, Londres, 1965, pp. 134-135.
. . . . A11 (1972), pp. 36-61; B. Susser. «The Toyoton,,
gawa snogunaren, ACtO ASlfltlcfl, v.--

82. El verso es citado por George Elison en Elison y Smith. Wnrlorh, artists regime>,, pp. 140-145: Fujiki Hisashi y George Elison. «The political posture of
and comn?oner.s. p. 66. Sobre el sitio d e Odawara, véase Sansom, A history of Jn- Oda Nobunagan, en J. W. Hall. Nagahara Keiji y Kozo Yamamura, eds.. .lnpnn he-
pan 1.1.34-161.5, pp. 326-327. Las tropas reunidas en tan gran número produ,jeron ,fore Tokzlgnwn: poliricnl considerntion.~nntf economic growrh 1500-1650. Princeton,
graves problemas logísticos y supusieron una carga casi intolerable para la econo- 1981, pp. 186-193: y J. W. Hall, Governmenr and local power in Jnpnn, 500 to 1700.
mía japonesa. debilitada por más dc un siglo de guerras civiles. Sobre la relación A Stiidy hnsed o n Bizen province, Princeton, 1966, pp. 248 y 316. Existe aquí otro
entre las dimensiones de los castillos. el tamaño de los ejércitos y las necesidades paralelismo con el desarrollo militar en Europa occidental: véanse las pp. 67-69 de
de impuestos e n tiempos de Hideyoshi. véase el artículo ampliamente documenta- la presente obra.
do de G, Moréchand, «"Taik6 kenchi": le cadastre de Hideyoshi Toyotomi*, Bulle- 90. Véase la valoración, radicalmente nueva, del desarrollo de la historia del
tin de I'Ecole Francnise de I'Extrr^me Orient, LIII.1 (1966). pp. 7-69, en especial pp. este asiático en los tiempos modernos ofrecida por R. P. Toby, Stnte nnd diplomncy
12-13. Una biografía reciente del notable Tnikñ - e l único dirigente plebeyo en Ja- in enrlv niodern Japan. Asia in tlze de of the Tokugnwn haki4fir. Prince-
pón antes de la época moderna- véase en M. E. Berry, Hideyoshi. Cambridge, ton. 1984.
Mass., 1982.
83. Kodama, Nilion jókokii. XII (1981). pp. 152-181. y Okamoto Ryoichi.
Nihon ji5kokir-sl~i kenkyú sñslio VIII: Osnka-jñ, Tokio. 1982. Ambas obras están 5. MAS AL.LÁDE LA R E V O L L I C I ~ N( p p 198-209)
profusamente ilustradas. Véanse también las láminas de K. Hirai, Feittlnl nrchitec-
tilre in Jnpnn, Nueva York, 1973, cap. 4; la narración de W. B. Hauser, ~ O s a k acas- 1. Véanse los útiles ensayos de K. M. Sharpe, «Crown. Parliament and loca-
tle and Tokugawa authority in western Japan». en Mass y Hauser. Tlle Bokitfir, pp. lity: government and communications in early Stuart England», Engli.sll Hi.storicn1
153-172; y la descripción de la ciudad fortificada de Maeda en Kanazawa, en J. Revirw, CI (1986). pp. 321-350; y J. A. Goldstone, &ate brcakdown in the English
McClain. Knnnznwn: n seventeerrrh-centitrv. Jnptine.st,
. ccistle town. New Haven. 1982. revolution: a new syntliesis». American Jo~irnalof Socio10,~y.XCIl (1986). pp.
pp. 33-34. 257-322.
84. J. W. Hall, «The castle town and Japan's modern urbanization». Fnr Eos- 2. Véanse J. G. A. Pocock. ed., The political works of Jnmes Hnrrington,
rern Qi~nrterb.XV (1955): un artículo clásico reimpreso en J. W. Hall y M. B. Jan- Cambridge. 1977. pp. 15-16 y 128-129; R. Hutton. The Restorntion. A politicnl nnd
sen, eds., Sri~diesin tlie institrrriorinl historv of earlv modern .Inpnn. Princeton. 1968. religio~rsl7i.sror)~o f Englond and Wnles 1658-1667 Oxford, 1985: L. M. Smith. ~ S c o t -
pp. 169-188 (la cita en p. 177). Es posible que las fortificaciones holandesas cn land and Cromwell. A study in early modern governmentn. tesis doctoral de la
Calle, al sur de Ceilán. fueran en realidad mayores: véase Nelson. Dittch forts o,f Universidad de Oxford, 1979: y K. S. Bottigheimer, «The Restoration land settle-
Sri Lankn, pp. 48-51. ment in Ireland: a structural view». Irisli Hisrorical Stiidies, XVIII (1972). p. 6.
85. Aunque sabemos. por fuentes diversas. que una de las aficiones principa- 3. Véanse los razonables comentarios d t Corvisier. Arniies nncl societies,
Ics dc Nobunaga era hablar sobre asuntos militares, los occidentales con los que él cap. 6. Sin embargo, puede ser peligroso establecer una relación demasiado estre-
discutía eran sobre todo clérigos regulares cuyos conocimientos de la arquitectura cha entre la guerra y cl crecimiento del absolutismo. Véanse las tcorías, muy criti-
militar no alcanzarían normalmente los intríngulis de la arquitectura dcí'ensiva. cadas. propuestas por R. Rean, «War and the birth of the Nation Staten. .loirrnnl o,f
VCase A. Valignano, Sirmnrio de 10s Cosos de Jnpón. 1583 (J. L. Alvarez-Taladriz. Econonlic History, XXXIll (1973). pp. 203-221 (seguidas por los reparos de D.
ed., Tokio. 1945). p. 152. Es cicrto que algunos jcsuitas del Lejano Oriente apren- Ringrose y R. Rochl, ihid., pp. 222-231): y por S. E. Finer. &ate and nation-buil-
dieron a fundir metales. pero esto no les convirtió neccsariarnente en cxpcrtos in- ding in Europe: thc role of the militaryn. en C. Tilly, ed.. Tlie formtirion of nntion-
genicros militares. stntes in We.stern Eilrope, Princeton. 1975, pp. 84-163. Véanse también los alcccio-
86. Citas de J. Ouchterlony, The Clzinese Wnr, Londres. 1844. pp. 174-175; y nadores comentarios de Hale. Wnr and sociery, pp. 246-252. Sin embargo, la
H. Knollys, lncidents in the Chino Wor of 18/50. Edimburgo, 1875. pp. 198-199. existencia de una correlación entre militarización y centralización se puede demos-
Véanse también Headrick, T11e tools of ernpire, pp. 90-91: S. D. Cliang. aThe trar con claridad en cicrtas épocas y lugares. Véanse. sobre todo, los ensayos de
morphology of walled capitals», en C . W. Skinner, ed., The cify in lnte lrnperinl Kunisch. cd.. Stnnt.sverfassiing und Heeresverfnssitng; y también J. Vicens Vives,
Chino. Stanford. 1977. pp. 75-100: y H. Franke, «Siege and defence of towns in me- «Estructura adn~inistrativaestatal en los siglos xvi y xvri». en XI? CongrL internn-
dieval China». e n F. A. Kierman y J. K. Fairbank, eds., Chinese wnys in wnrfnre, tionnle des sciences historiqites. Rnpports, IV, Estocolmo. 1960, pp. 1-24; W. Schul-
Cambridge, Mass., 1974, pp. 151-201. ze, Landesdefension ~rndStnntshilditng: Stirdien zctm Kriegswesen des innertjsterrei-
87. El nuevo estudio de Needham. The giinpowder epic, sustituye a todas las chischen Territorinlstoates (1564-16153). Viena, 1973. parte 4: V. C . Kiernan.
descripciones anteriores en lo relativo a China. Pero véanse también C. R. Boxer, «Foreign mercenaries and absolutism». en T. S. Aston, ed.. Crisis in Eirrope 1560-
«Early European military influence in Japan (1543-1853)~.Trnnsnctions of the Asia- 1660, Londres, 1965, pp. 117-140: J. A. Maravall, Estado moderno JJ mentalidad so-
tic Society of Jnpnn, 2." serie. VI11 (1931). pp. 67-93; C. R. Boxer, «Portuguese mili- cinl, 11, Madrid. 1972, pp. 513-585; los artículos de L. Jespersen. J. Lindegren y O .
tary expeditions in aid of the Mings and against the Manclius. 3621-1647», T'ien Rian en Scnndinnvinn Joitrnal o f Histor-y, X (1985), pp. 271-363; y C. Jones. «The
Hsin Montlily, VTI.1 (agosto 1938), pp. 24-36: y Cipolla. Guns and sails, pp. 114-117. military revolution and the professionalization of the French army under the A n -
KEVOLUCION MILITAR NOTAS (YY.ZOO-208)

cien R&irne». en Duffy. ed., Tlie militarv revolrrtion nnd tlie stnte. pp. 28-48. En su agudas observaciones de John Shy. A people numeroirs nnd nrrned Refkctions on
última obra histórica. el fallecido Fernand Braudel ponía de relieve el papel crucial tlie military strriggle for American indepencience. Oxford. 1976, cap. 6: e id en^, To-
de los primitivos ejércitos modernos para rompcr las barreras localistas y unificar a wnrd Le.xington. The role of the British armv in the corning of the Americon Revolrr-
los súbditos d e cada Estado: durante el siglo xviir, propugnaba que «Junto con el tion, Princeton, 1965, cap. 4.
gobierno real. el ejército se convirtió en el instrumento más activo de la unificación 15. Sobre el despliegue táctico de las tropas ligeras en general. véanse Ritter,
de Franciaa (Braudel, L'ldentité de Ir Fronce. l. Espnce et liistoire, París. 1986. p. Frederick [he Grent, pp. 134 y SS.:y H. Strachan, Eitropenn nrmies nnd tlie corcdrict
338). of war, Londres, 1983. pp. 27-32.
4. Véase el excelente estudio d e G . A. Craig, «Delbrück: tlie military histo- 16. Sobre el diferido efecto de Bourcet y de la división adn~inistrotiva.véase
, Paret, ed., Makers q f niodern strntegv, pp. 326-353. y los agudos comenta-
r i a n ~en Quinby. Tlie background of Napoleonic warfnre. pp. 175-184: y S. T. Ross, «The de-
rios de T. C. W. Blanning, Tlie origiirz of the French revolittionnrv wcrrs. Londres, velopment of the combat division in eighteenth-century French armiesn. French
1986. pp. 1-68. Historicnl Str~dies.IV (1965). pp. 84-94. La adopción de la división (le conibate fue,
5. Los detalles son de G. Ritter, Frederick the Grent. Berkeley, 1968. pp. 129- sin embargo, producto sobre todo de los inmanejables ejércitos creados tras la Ie-
148: los detalles sobre las bajas se dan en G. Korff. ed.. Preirssen: Versirch einer Bi- vée en masse de 1793: un cuerpo como la Armée du Nord, que en la primavera de
Innz. 1. Reinbek bei Hamburg. 1981. pp. 197-198: y C. Duffy. Frederick tlre Grecct. A 1794 contaba con 310.000 hombres, no podía operar sin divisiones. (Mi agradeci-
rnilitnrjl life, Londres. 1985. pp. 228-229. Compárese con las cifras de pérdidas indi- miento al profesor John Lynn sobre este aspecto y sobre muchos otros de esta sec-
cadas en las pp. 81-86 de la presente obra. ción.)
6. Véanse M. Glover, Welliri,gron:~nrmy in tlie Peninsirln, 1808-1814, Newton 17. Los detalles son de un documento presentado por el fallecido James A.
Abbot. 1977. p. 46: y Paret. Yorck ond tl1e ern of Prirssion reform. pp. 14-15. Vann. «Monarchs, maps and ministers: the Austrian Habsburgsn. en la Newberry
7. Un hushel equivale a unos 36 litros. ( N . del t.) Library de Chicago en 1985. El levantamiento «josefino» fue clasificado como d e
8. Los detalles son de C. Duffy, T11earmv -f Frederick tlie Grerrt. Newton Ab- «máximo secreto» hasta 1864, y sólo fueron p$ticadas las hojas «belgas», por D e
bot, 1974. cap. 8. Ferraris. El levantamiento de Cassini se publicó en 1789 con un costc de 700.000
9. Detalles d e W. L. Dorn. Conipetition ,for en~pire1740-176.3. Nueva York. livres (aproximadamente 33.000 libras esterlinas). El levantainieiito topográrico
1940. caps. 2. 3 y 8: Duffy, Armv, cap. 8: y Duffy, Frederick, cap. 9 (~Frederickand militar de Escocia, efectuado entre 1747 y 1755, tras las rebeliones jacobitas. fue el
wara). Por otra partc, gracias a todas estas economías. Federico concluyó la guerra primero de todos: véase Y. O'Donaghue, Willinrn R ~ J(1726-1790):
J pioneer of [he
con un pequeño beneficio. ordnance srirvey. Londres, 1977. Se ha sugerido que sin las curvas de nivel. que
10. Prefacio a la Histoire de m o n ten~ps,citado por R. R. Palmer. ~Frederick sólo se hicieron populares en el decenio de 1790. los mapas apenas podían tener
the Great. Guibert, Bülow>,, en Paret. ed.. Makers ojmotlern strotegy. p. 105. Sin utilidad para los planificadores militares; véase F. de Dainville. «From the deptlis
embargo. el rey no tuvo el mismo interts en conservar el stritrr qrro diplomático: to the heights*. Sirrveving nnd Mapping. XXX (1970), pp. 389-403. Pero una ojea-
en 1772 convenció a Rusia y Austria para que se unieran a él a fin dc rcpartirsc da a los refinados mapas de Roy. que poseen una indicación perfecta y adecuada
Polonia. de la situación exacta de los terrenos elevados. muestra que el e,jército iiiglés (al
11. Véase el detallado estudio de G . A. Craig. Tlie politics qf tlie Pritssinn menos) disponía de útiles mapas a partir del decenio de 1750. Véase. en general. el
armv, Oxford. 19642, pp. 17-27. interesante estudio de McNeill. Tlie pursuit ofpower, pp. 158-166. Sobre cómo las
12. La cita (de sir Nicholas Wraxall, en Viena, en 1778) es de Kunisch, D P ~ carreteras hacían más lento el movimiento de las tropas. véanse las observaciones
kleine Krieg. p. 2Y n.: un excelente cstudio del desarrollo de la infantería ligera aus- de J. Milot. «Un problkme operationnel du xviie sikcle illustré par iin cas régio-
tríaca. Véase también G. E. Rothenberg, The rnilitnry horrler in Crootin, 1740-1881. naln. Revire di4 Nord. LlII (1971), pp. 269-290.
A stir& of on imperial ir~stitirtion.Chicago, 1966. caps. 2 y 3. 18. Los detalles están tomados de Lynn. Bavonets o,f ttie Reprrblic. pp. 205-
, 13. Véase el valioso análisis de P. E. Russell. eRedcoats in the wilderness: Bri- 206: Quinby, Backgrortnd of Napoleonic warfnre. pp. 292 y SS.;y Hughes, Firepo-
.tish officers and irregular warfare in Europe and Amcrica, 1740 to 1760», Willinnz wer weapons, pp. 15-36. Existe también un excelente estudio general en McNeill.
nnd Mnrv Qunrter(v. 3." serie. XXXV (1978), pp. 629-652. Russell advierte que las The prtrsctit of power. pp. 166-172: y en M. Howard, Wnr in Eirroperin Iii.c.forv, Ox-
nuevas técnicas militares no sólo fueron introducidas en las colonias mcdiante li- ford. 1976. cap. 5.
bros y personas procedentes de Europa. sino también mediante informes periodís- 19. Las cifras son de J. F. Bertaud, La Révolrction arniée. Les so1lnt.s-citoyens
ticos impresos o difundidos en América. et la r6voli*tion fran~aise.París, 1979, pp. 36 y 271: y J. Godechot. Les 1nstitrtrion.s
14. Cita (de una carta de 1756) y detalles de P. Paret. «Colonial experience de 10 France solis ln Révolirtion et I'Empire. París, 196X2, p. 362. Doy las gracias a
and European military reform at the end of the eighteenth c e n t u r y ~Brrlletin
, ? f the John Lynn por estas dos referencias.
Instiriite of f-lisroricnl Resenrck. XXXVII (1964). pp. 47-59. Tanto Pare1 como Rus- 20. Los detalles son de Bertaud, Révolittion armée, pp. 239-240: Strachan. Ecr-
sell (véasc la nota anterior) sostienen que los procedimientos de guerra irregular ropean armies, pp. 33-34.39-41 y 50-53; y J. Houdaillc, ~ P e r t e sde I'armée dc terre
se extendieron desde Europa a América en los decenios de 1740 y 1750. y no al re- sous le premier Empire d'aprks les registres matricules», Popirlntion. XXVII
vés. Pero esto es ignorar el hecho de que la guerra irregular había sido siempre ca- (1972). pp. 27-50. Un estudio modélico de uno de los ejbrcitos del nuevo tipo se ha-
racterística tanto de las colonias cor7io de las zonas fronterizas entre los Habsburgo lla en Lynn. Bayonets of tke Reprthlic.
y los turcos: véanse las pp. 60-61 y 178-179 de la presente obra. Véanse también las 21. Véanse las cifras en P. Merino. ~EuropaischeKriegsmarinen im 17. und
18. Jahrhundert. Ein überblick*, en J. Schneider, ed., Wirtschaftskrafte und Wirts-
chaftswege. Festschrift Herrnann Kellenbenz, Stuttgart, 1981: Beitrage zur Wirts-
chaftsgeschichte, VIII, pp. 267-282; y Duffy, ed., The military revolution and the
state, pp. 82-83.
22. Sobre el fracaso temporal de los procedimientos militares de Napoleón,
véase el atractivo estudio de P. Paret, «Napoleon and the revolution in war», en
Paret, ed., Makers of rnodern strategy, pp. 123-142.
23. Sobre la sugestiva historia del Nemesis, véase Headrick, The tools of em-
pire, cap. 2 (los detalles están citados en las pp. 47 y 50); sobre la campaña naval de
1863, véase G. A. Ballard, The infiuence of the sea on the political history of Japan,
Londres, 1921, cap. 4. Respecto al subsiguiente enfrentamiento entre Oriente y
Occidente, véanse L. S. Stavrianos, The word since 1500: a global history, Engle-
wood Cliffs. 19663, caps. 13-14;y McNeill, Thepursuit ofpower, pp. 238 y SS.
No existe ningún libro único que abarque precisamente el mismo
campo que esta obra. Hay, sin embargo, tres estudios que trazan surcos
paralelos (si así pudiera decirse): C. M. Cipolla, G u n s and sails; W. H. Mc-
Neill, The pursuit ofpower; y A. Guillerm, La Pierre et le vent.
Sobre la guerra en Europa a comienzos de la Edad Moderna, la prio-
ridad corresponde al trabajo d e sir John Hale, en especial a su Renaissan-
ce war studies y a War and society. Otros estudios de gran valor pueden
encontrarse (en los capítulos sobre la guerra de Hale y otros) en los volú-
menes 1 al V de The new Cambridge modern history; en M. Howard, War
in European history; en A. Corvisier, Armies and societies; en C. W. C.
Oman, The art of war; en G. N. Clark, War and society; y más reciente-
mente, en S. Pepper y N. Adams, Firearms and fortifications, y en J .
Black, ed., The origins of war in early modern Europe, Edimburgo, 1987.
La historia naval y militar europea está interesantemente tratada en las
contribuciones a P. Paret, ed., Makers of modern strategy; pero por otro
lado, los estudios más informativos sobre el poder naval son los que se de-
dican a cada flota específica, tales como J. F. Guilmartin, Gunpowder and
galleys; P. M. Kennedy, The rise and fa11 of British naval mastery; y G.
Symcox, Tlze crisis 0.f French seapower. Respecto al ejercicio de la fuerza
armada por los europeos fuera d e Europa, aparte del ensayo pionero d e
Cipolla, son sobresalientes los numerosos trabajos de C. R. Boxer y el
nuevo estudio de J. Needham y sus asociados, Science and civilization in
China, vol. V, 7." parte.
E n el siguiente índice alfabético de autores se indican las páginas don-
de pueden encontrarse las citas completas de estos textos (y de los otros
en los que este trabajo se fundamenta).
Yi Sun-sin. almirante, 152 Zarnosi-, fortificacione :S en, 62
York. Jacobo, duque de. véase Jacobo zapa. 33 (lámina 3)
11 Zeelandia, fuerte. 157168
Yung-p'ing. 187 Zierikzee. rendición de, 89
zulús. 163

ÍNDICE DE MAPAS

1. La revolución militar en Europa . . . . . . 12-13


2. La revolución militar fuera de Europa . . . . 14-15

ÍNDICE DE FIGURAS

1. El bastión (de G. Parker, The Army of Flanders and the


Spanish Road 1567-1659,Cambridge, 1972, p. 7) . . 29
2. Bygdea, los costes de reclutamiento en 1620-1639 (a
partir del material facilitado amablemente por el doctor
Jan Lindegren de la Universidad de Uppsala) . . . 82
3. Las pérdidas de las tropas de primera línea (de Parker,
The Army of Flanders, p. 208, e idem, The Thirty Years
War, Londres, 1984,cuadro 6) . . . . . . 84-85
4. El coste creciente de la guerra (de Parker, Army of
Flanders, pp. 134, n. 2,287) . . . . . . . 91
5. El crecimiento de Intramuros (Manila, Filipinas) (de R.
Reed, Colonial Manila: the context of Hispanic urbani-
zation andprocess of morphogenesis, Berkeley, 1978) . 170

1. St. Andrews in Fife (Peter Adamson, St. Andrews) . 25


2. «Mons Meg» (Historic Buildings and Monuments,
Edimburgo) . . . . . . . . . . 26
298 ,, .R E V O L U C I ~ NMILITAR
La zapa y la mina (Newberry Library, Chicago) . . 33 25. Una cureña inglesa hacia 1540 (Mary Rose Trust,
El asedio de Breisach en 1638 (Newberry Library, Chi- Portsmouth) . . . . . . . . . . 135
cago). . . . . . . . . . . . 34 26. El asedio de Smenvick, 1580 (Public Record Office,
La contramarcha europea (Koninklijke Huisarchief, Londres). . . . . . . . . . . 136
Países Bajos) . . . . . . . . . . 40 27. La cubierta inferior del Vasa, 1628 (Wasa Museum, Es-
El Kriegsbuch de Juan de Nassau (Staatsarchiv, Wies- tocolmo). . . . . . . . . . . 138
baden) . . . . . . . . . . . 41 28. La línea de batalla, 1645 (National Maritime Museum,
El ejercicio de las armas (Huntington Libras: San Ma- Greenwich) . . . . . . . . . . 140
rino, California) . . . . . . . . . 42 29. Un «barco tortuga» coreano (modelo en el Museo His-
The Scotch military discipline (Biblioteca Nacional de tórico Nacional, Pekín. Fotografía original, 1964) . . 153
Escocia, Edimburgo) . . . . . . . . 46 30. Un barco japonés del «sello rojo», 1632 (Kiyomisude-
Las defensas costeras meridionales de Enrique VI11 ra, Kyoto) . . . . . . . . . . 154
hacia 1539 (Biblioteca Británica, Londres) . 50 31. El juego del ajedrez del Sultán Tipu (Victoria and Al-
El asedio de Enniskillen, 1594 (Biblioteca Británica, bert Museum, Londres) . 160
Londres). . . . . . . . . . . 52 32. El sitio de Malaca, 1629 (Biblioteca Nacional, Lon-
El fuerte Charles, en Kinsale, 1670 (The Cork Exami- dres). . . . . . . . . . . . 169
ner, Cork, Irlanda) . . . . . . . . 54 33. El asedio de Viena, 1683 (Kriegsarchiv, Viena) . . 174
Los cañones de cuero (National Museum of Antiqui- 34. Los europeos apuntando los cañones indios (Rijksmu-
ties, Edimburgo) . . . . . . . . . 58 seum voor Volkenkunde, Leiden) . 177
La carga de los highlanders (reproducido por gracia de 35-36. Las armas de fuego en las batallas entre los Ming y
su Majestad la Reina de Inglaterra) . 60 los Ch'ing (Needham Institute, Cambridge) . . .188-189
El Gran Muro de la República de Holanda, 1605 . . 65 37. La batalla de Nagashino, 1575 (por cortesía de Masa-
Regimientos de los clanes escoceses en Stettin, 1631 toshi Naruse) . . . . . . . . . . 191
(Biblioteca Británica, Londres) . . . . . . 77 38. El castillo de Himeji (Organización Nacional de Turis-
El Brandmeister (Newberry Library, Chicago) . . 98 mo de Japón) . . . . . . . . . . 194
El interior del hospital militar de Malinas (Osterrei- 39. La construcción de las carreteras militares en Escocia
chische Nationalbibliothek, Viena) . 107 (National Galleries of Scotland) . 205
Los instrumentos de un cirujano militar (por cortesía
de Wellcome Trustees) . .108-109
Un campamento militar (Biblioteca Británica, Lon-
dres) . . . . . . . . . . . . 114
Un junco chino armado, 1637 (Bodleian Library, Ox-
ford). . . . . . . . . . . . 122
El arte europeo de la guerra en el mar alrededor de
1470 (Biblioteca Nacional, París) . . . . . 123
Una galeaza mediterránea, 1588 (National Maritime
Museum, Greenwich) . 125
El Mary Rose hacia 1545 (con el permiso del Mas-
ter y de los Fellows del Magdalene College, Cam-
bridge) . . . . . . . . . . . 128
Un galeón inglés hacia 1575 (con permiso del Master y
de los Fellows del Magdalene College, Cambridge) . 131
Agradecimientos . . . . . . . . . . 9

Introducción . . . . . . . . . . . 17
1. Revisión de la revolución militar . . . . . . 23
2. El abastecimiento de la guerra . . . . . . 71
3. La victoria en el mar . . . . . . . . 118
4 . La «revolución militar» fuera de Europa . . . . 159
5. Más allá de la revolución . . . . . . . 198

Notas . . . . . . . . . . . . . 210
Guía bibliográfica . . . . . . . . . . 275
1ndice de autores citados . . . . . . . . 276
Indice alfabético . . . . . . . . . . 285
Índices de mapas. figuras y láminas . . . . . . 297

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