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Batalla de Tucumán

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Batalla de Tucumán

Guerra de Independencia de la Argentina

La Batalla de Tucumán, pintura de Francisco Fortuny (1865-


1942)

Fecha 24-25 de septiembre de 1812

Lugar San Miguel de Tucumán

Coordenadas
26°50′15″S 65°13′01″OCoordenadas:
26°50′15″S 65°13′01″O (mapa)

Resultado Decisiva victoria argentina

Beligerantes

Reino de España
Provincias Unidas del Río
de la Plata

Comandantes
Manuel Belgrano Juan Pío Tristán

Fuerzas en combate
16001-18002tropas 3000 tropas1
~800 infantes3 ~2000 infantes3
~1000 jinetes3 ~1000 jinetes3
4 piezas de artillería4 13 piezas de artillería1

Bajas
65 muertos5 453 muertos5
187 heridos5 3541-6875prisioneros
81-135piezas de artillería
capturadas

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 v

 d

 e
Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú
1812-1813

 Las Piedras

 Éxodo Jujeño

 Tucumán

 Salta

 Pequereque

 Vilcapugio

 Tambo Nuevo

 Ayohúma
Mapa animado de la revolución hispanoamericana(1808-1825):
Territorios bajo control realista. Territorios bajo control de movimientos independentistas. Territorios bajo
control de la Gran Colombia. España bajo ocupación francesa. España durante la revolución liberal. Zonas
sin un gobierno claro.

La batalla de Tucumán fue un enfrentamiento armado librado el 24 y 25 de septiembre de


1812 en las inmediaciones de la ciudad de San Miguel de Tucumán, durante la segunda
expedición auxiliadora al Alto Perú en el curso de la Guerra de la Independencia Argentina.
El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano a quien secundara el
coronel Eustoquio Díaz Vélez en su carácter de mayor general, derrotó a las
tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, que lo doblaban en número, deteniendo el
avance realista sobre el noroeste argentino. Junto con la batalla de Salta, que tuvo lugar el 20
de febrero de 1813, el triunfo de Tucumán permitió a los rioplatenses o argentinos confirmar
los límites de la región bajo su control.

Índice

 1Antecedentes
 2La gran decisión: replegarse o dar batalla
 3La batalla
 4Consecuencias
o 4.1Militares
o 4.2Religiosas
o 4.3Políticas
 5Monumento a la Batalla de Tucumán
 6Referencias
 7Enlaces externos

Antecedentes[editar]
La región del Alto Perú, el Altiplano de la actual Bolivia, estaba nuevamente en manos de
los realistas o «godos» —partidarios del rey de España— desde la derrota de la batalla de
Huaqui, en la que el inexperto revolucionario porteño Juan José Castelli no pudo hacer frente
a las tropas del peruano realista Pío Tristán quien, al mando de un ejército de tres mil
hombres, avanzaba hacia el sur.
Las órdenes del Primer Triunvirato habían puesto a Manuel Belgrano al frente del Ejército del
Norte el 27 de febrero de 1812. Instalado su cuartel general en San Salvador de Jujuy,
Belgrano intentaba reanimar la moral del ejército patriota derrotado en Huaqui. Fue con ese
ánimo que, el 25 de mayo enarboló en San Salvador de Jujuy la bandera que había creado
meses atrás, y la hizo bendecir en la Catedral jujeña por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
Pronto notó que no estaba en condiciones de defender adecuadamente la plaza, y —por
orden del Triunvirato— el 23 de agosto ordenó la retirada masiva de toda la población de
Jujuy, a la que se sumaron salteños y tarijeños, hacia el centro de la actual Argentina, en el
llamado Éxodo Jujeño. Civiles y militares se replegaron, arrasando a su paso e incendiando
todo lo que pudiera dar cobijo o ser útil a los realistas. Cuando los españoles entraron,
hallaron la ciudad solitaria y sin habitantes:
Estaba desierta y desmantelada, y espantado del aspecto tristísimo de aquellos hogares desamparados
y de aquellas calles mudas y tristes después de la agradable animación de otros tiempos

Tristán escribió a Goyeneche:


Belgrano es imperdonable…

La orden del Triunvirato era que el Ejército del Norte se hiciese fuerte en Córdoba. Sin
embargo, Belgrano se detuvo en Tucumán, donde la población estuvo dispuesta a sumarse al
ejército. La victoria el 3 de septiembre en el combate de Las Piedras entre su retaguardia,
comandada por Díaz Vélez, y dos columnas de avanzada de la tropa de Tristán confirmó su
propósito; logró prender al jefe de la columna, el coronel Huici y una veintena de soldados.
Despachó a Juan Ramón Balcarcehacia la ciudad, ordenándole reclutar y entrenar en la
medida de lo posible un cuerpo de caballería a partir de los milicianos locales, con cartas para
la rica y poderosa familia Aráoz, dos de cuyos integrantes, Eustoquio Díaz Vélez y Gregorio
Aráoz de Lamadrid, prestaban servicios bajo su mando como mayor general o segundo jefe y
teniente respectivamente.

La gran decisión: replegarse o dar batalla[editar]


La misión de Balcarce, unida a los rumores de que la tropa se retiraba hasta Córdoba, causó
comprensible alarma en la ciudad de Tucumán. Tañeron las campanas del Cabildo y el
cuerpo, en sesión pública, dispuso enviar tres representantes —los oficiales Bernabé
Aráoz y Rudecindo Alvarado y el eclesiástico doctor Pedro Miguel Aráoz— ante Manuel
Belgrano, para pedirle que diera batalla a los españoles en Tucumán. Bernabé Aráoz sería
más tarde varias veces gobernador de la provincia de Tucumán, y Pedro Miguel Aráoz, doctor
en los dos derechos y cura vicario de la entonces Iglesia Matriz —la actual Catedral de San
Miguel de Tucumán— sería diputado al Congreso de Tucumán.
Gregorio Aráoz de Lamadrid sostuvo que la decisión de Belgrano de proseguir su retroceso
hacia el sur
alarmó tanto a los tucumanos que, se presentó su gobernador Bernabé Aráoz, acompañado de mi tío el
Dr. Pedro Miguel Aráoz, que era el cura y vicario, así como muchas familias conocidas, a pedir al señor
general que no los abandonasen y ofrecerle, que alarmarían toda la Provincia y correrían la suerte que
les deparase una batalla cuya demanda fue apoyada muy eficazmente por mi primo, el mayor general
Díaz Vélez, por el teniente coronel Juan Ramón Balcarce, que se hallaba en aquella ciudad encargado
de la instrucción de las milicias por el Superior Gobierno, y en fin por varios jefes y entre ellos por el
teniente coronel Manuel Dorrego, que había sanado ya de sus heridas.6

En el ejército, tres oficiales fueron decisivos para frenar el retroceso y dar batalla en Tucumán:
Díaz Vélez, Balcarce y Manuel Dorrego.
Belgrano, el 12 de septiembre, ofició a Buenos Aires:
Son muy apuradas las circunstancias, y no hallo otro medio que esponerme á una nueva accion: los
enemigos vienen siguéndonos. El trabajo es muy grande; si me retiro y me cargan, todo se pierde, y con
ella nuestro total crédito. La gente de esta jurisdicción se ha decidido á sacrificarse con nosotros, si se
trata de defenderla y de no, no nos seguirán y lo abandonarán todo, pienso aprovecharme de su espíritu
público y energía para contener al enemigo, si me es dable, ó para ganar tiempo a fin de que se salve
cuanto pertenece al Estado. Cualquiera de los dos objetivos que consiga es un triunfo y no hay otro
arbitrio que esperarse. Acaso la suerte de la guerra nos sea favorable, animados como están los
soldados y deseosos de distinguirse en una nueva acción. Es de necesidad aprovechar tan nobles
sentimientos, que son obra del cielo, que tal vez empieza á protegernos para humillar la soberbia con
que vienen los enemigos, con la esperanza de hacer tremolar sus banderas en esa capital. Nada dejaré
por hacer. Nuestra situación es terrible, y veo que la patria exige de nosotros el último sacrificio para
contener los desastres que la amenazan.7

Al llegar a Tucumán el 13 de septiembre, Belgrano encontró a Balcarce con 400 hombres —


sin uniformes y armados sólo con lanzas, pero bien organizados— y a la ciudad dispuesta a
ofrecerle apoyo; Belgrano, según muchos historiadores, no buscaba más que ese pretexto
para desobedecer la orden de retirada. Les dijo que se quedaría si su fuerza era engrosada
con mil quinientos hombres de caballería, y si el vecindario le aportaba veinte mil pesos plata
para la tropa, cantidades que la comisión ofreció duplicar. Decidió ignorar por lo tanto las
intimaciones del Triunvirato y hacerse fuerte allí.
Los principales vecinos tucumanos fueron los encargados en alistar gentes para aumentar el
número del ejército, también sumaron caballadas y proporcionaron ganado y alimento para el
mantenimiento de los defensores.
Llegaron contingentes reducidos de Catamarca —conducidos por Bernardino Ahumada y
Barros—, de Santiago del Estero y también jinetes desde el Alto Perú -comandados
por Manuel Ascensio Padilla- que formaron la escolta de Belgrano.
Mientras tanto, el ejército realista avanzaba con dificultad, al no hallar en el terreno arrasado
medios o instalaciones para cobijarse o reaprovisionarse; partidas irregularesorganizadas por
Díaz Vélez con los gauchos jujeños, salteños y tarijeños y el ejército de Belgrano los
hostigaban constantemente. No fue hasta el 23 de septiembre cuando, desde el paraje de Los
Nogales, donde avistó Tucumán, recibió Tristán noticia de que el Ejército del Norte estaba
acampado en la plaza y dispuesto a darle allí batalla.

La batalla[editar]
En la mañana del 24 de septiembre de 1812, día de la batalla, el general Belgrano estuvo
orando largo rato ante el altar de la Virgen, e incluso la tradición cuenta que solicitó la
realización de un milagro a través de su intercesión. En esos mismos momentos, Tristán
ordenó la marcha hacia la ciudad. Algunas fuentes indican que, en lugar de tomar el camino
directo, rodeó la plaza desde el sur, intentando prevenir una posible huida de los patriotas en
dirección a Santiago del Estero. Otras afirman que en el paraje de Los Pocitos se encontró
repentinamente con los campos incendiados por orden del teniente de Dragones Lamadrid,
natural de la zona, que contaba con la velocidad del fuego avivado por el viento del sur para
desordenar la columna española. En todo caso, utilizó el viejo Camino Real del Perú para
poner frente a la ciudad a una legua de ésta, en el paraje del Manantial.
Mientras tanto, y aprovechando la confusión provocada por el fuego, Belgrano —que había
dispuesto al alba sus tropas al norte de la ciudad— había cambiado su frente hacia el oeste,
contando con una visión clara de las maniobras de Tristán, y plantó cara a éste en un terreno
escabroso y desparejo, llamado el Campo de las Carreras. La rápida embestida sobre el
flanco de Tristán apenas dio tiempo a éste de reorganizar su frente y ordenar montar la
artillería.
Belgrano había dispuesto la caballería en dos alas: la derecha, al mando de Balcarce, era más
numerosa —contaba con la tropa gaucha recién reclutada— que la izquierda, al mando del
coronel Eustoquio Díaz Vélez.
La infantería estaba dividida en tres columnas, comandadas por el coronel José Superí la
izquierda, el capitán Ignacio Warnes la central y el capitán Carlos Forest la derecha, junto a la
cual una sección de Dragones apoyaba la caballería. Una cuarta columna de reserva estaba al
mando del teniente coronel Manuel Dorrego; el barón Eduardo Kaunitz de
Holmberg comandaba la artillería, ubicada entre las columnas de a pie —demasiado dividida
entre las mismas para ser efectiva— siendo su ayudante de campo el tenienteJosé María Paz.
Fue la artillería revolucionaria la que inició el combate, bombardeando los batallones realistas
de Cotabambas y Abancay, que respondieron cargando a la bayoneta. Belgranó ordenó
responder con la carga de la infantería de Warnes, acompañada de la reserva de caballería
del capitán Antonio Rodríguez, mientras que la caballería de Balcarce cargaba sobre el flanco
izquierdo de Tristán; la carga tuvo un efecto formidable. Lanza en ristre, avanzaron haciendo
sonar sus guardamontes y con tal ímpetu que la caballería de Tarija se desbandó a su paso,
retrocediendo sobre su propia infantería y desorganizándola hasta tal punto que sin encontrar
casi resistencia la caballería tucumana alcanzó la retaguardia del ejército enemigo.
Es imposible saber qué efecto hubieran podido tener de cargar desde ese sitio, en un
movimiento de pinzas; compuesta en general por hombres de campo e ignorantes de la
disciplina militar, buena parte de la caballería gaucha rompió la formación para apoderarse de
las mulas cargadas con los avíos, incluyendo fuertes sumas en metales preciosos, del ejército
realista. Con ello lo privaron también de sus reservas de munición y de provisiones, con las
que se retiraron del campo de batalla. Sólo la sección de Dragones que le daba apoyo y la
caballería regular al mando de Balcarce mantuvieron el frente, pero junto con la pérdida de su
equipaje ello bastó para confundir y desorganizar esa ala.
Mientras tanto, al otro lado del frente el resultado era muy distinto: pese a la presencia del
mismo Belgrano, el avance de caballería e infantería de los realistas fue imparable, tomando
prisionero al coronel José Superí. Sin embargo, la firmeza de la columna central permitió a los
patriotas recuperar terreno y recobrar a Superí, pero los avances desiguales fraccionaron el
frente, haciendo la batalla confusa, incomprensible para sus comandantes y dejando en buena
medida las acciones a cargo de los oficiales que encabezaban cada unidad.
La providencial aparición de una enorme bandada de langostas, que se abatieron sobre los
pajonales, confundió a los soldados y oscureció la visión, acabando de descomponer el frente.
Las versiones tradicionales refieren que fue tal la confusión sembrada por aquel enjambre de
langostas que hizo parecer a los ojos de las fuerzas españoles, un número muy superior de
tropas patriotas, lo que habría provocado su retirada en la confusión.
Si bien Belgrano había sido arrastrado por el desbande de un sector de su tropa fuera del
escenario de las acciones, el campo de batalla quedó en manos de la infantería patriota. Al
observar que se había quedado sola y sin las tropas de la caballería, Díaz Vélez logró tomar -
junto con un grupo de infantería de Manuel Dorrego- el parque de artillería de Tristán, con
treinta y nueve carretas cargadas de armas, municiones, parte de los cañones y centenares
de prisioneros. Tomaron, además, las banderas de los regimientos Cotabambas, Abancay y
Real de Lima. Luego, con la ayuda de las tropas de la reserva y llevándose también a los
heridos, Díaz Vélez hizo replegar ordenadamente la infantería hacia la ciudad de San Miguel
de Tucumán, colocándola en los fosos y trincheras que se habían abierto allí. También
reorganizó la artillería y apostó tiradores en los techos y esquinas, convirtiendo a la ciudad en
una plaza inexpugnable. Encerrado en ella, protegido por las fosas, Díaz Vélez aguardó
expectante el resultado de las acciones de Belgrano y Tristán.
Belgrano, a su vez, desconocedor del resultado se retiró del campo central y acampando en el
Ricón de Marlopa, intentaba recomponer su tropa cuando encontró al coronel José Moldes,
quien había desempeñado el grueso de las funciones de observación. Díaz Vélez envió al
teniente Paz en busca de Belgrano, el que le transmitió al general que regresara de inmediato
porque la batalla había sido ganada y que su presencia era necesaria para asegurar el triunfo
definitivo de las armas patriotas, tomando las decisiones que correspondían.8A través de Paz
se localizó lo que quedaba de la caballería en el campo. Se les sumó poco después Balcarce,
quien también se atrevió en calificar de victoria la situación, juzgando que el campo cubierto
de cadáveres y despojos españoles era indicio del resultado, aunque desconocía por completo
el estado de la infantería y de la ciudad. Reordenar la hueste le llevó el resto de la tarde a
Belgrano. El general inmediatamente ordenó la marcha hacia la ciudad para conectarse con
Díaz Vélez, quien había asegurado el triunfo de los patriotas.
Tristán, temeroso de lo que podía esperarle a sus tropas dentro de la ciudad, optó por amagar
un par de entradas, pero ordenó la retirada ante los primeros disparos enemigos. Hizo un
último intento por la vía diplomática, intimando a Díaz Vélez a rendirse en un plazo de dos
horas, bajo amenaza de incendiar la ciudad. Díaz Vélez le respondió con vehemencia,
invitándolo a que se atreviera, ya que las tropas de la Patria eran vencedoras y que había
adentro 354 prisioneros, 120 mujeres, 18 carretas de bueyes, todas las municiones de fusil y
cañón, 8 piezas de artillería, 32 oficiales y 3 capellanes tomados al ejército realista. Agregó
que, de ser necesario, degollaría a los prisioneros, entre los que se encontraban cuatro
coroneles. En la nota que Díaz Vélez le dirigió al jefe realista, el 24 de septiembre de 1812, le
manifestó asimismo:
Si V.S. se halla con la energía de que se lisongea para atacar, tema en el resultado los consiguientes de
unas armas vencedoras justamente irritadas. Nuestra caballería en número superior a las fuerzas de
V.S., al mando de mi digno General en Jefe el señor Brigadier Don Manuel Belgrano, que corta a V.S.
toda retirada, concluirá el corto resto de los despojos que quedan a su mando; y solo serán sus ruinas el
cuadro en que se eleve el estandarte de nuestra libertad [...](Partes oficiales y documentos relativos a la
guerra de la independencia argentina, 1900, p. 188)

Tristán no se atrevió a cumplir con su amenaza y pernoctó fuera, dudando acerca del curso a
seguir; por la mañana encontró a la tropa de Belgrano a sus espaldas, que lo intimó a rendirse
por medio del arrogante coronel Moldes. El jefe realista contestó, rechazando la oferta, que
"las armas del rey no se rinden". A continuación se replegó con todo su ejército hacia Salta,
mientras 600 hombres al mando de Díaz Vélez le hostigaba su retaguardia en su huida al
norte, logrando tomar muchos prisioneros y rescatar también algunos que habían hecho las
tropas realistas.

Consecuencias[editar]
Militares[editar]
La Pirámide de la Ciudadela de Tucumán en conmemoración de la batalla de Tucumán.

San Miguel de Tucumán en 1812: Cabildo e iglesia de San Francisco. (Óleo actual).

La batalla de Tucumán fue la victoria más importante obtenida por los ejércitos patriotas en
la Guerra de la Independencia Argentina.
Las batallas de Tucumán y Salta, son las únicas de carácter campal dadas contra los
españoles en el territorio de Argentina.
Para el historiador Bartolomé Mitre
Lo que hace más gloriosa esta batalla fue no tanto el heroísmo de las tropas y la resolución de su
general, cuanto la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana. En Tucumán
salvóse no sólo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y
eficaz al triunfo de la independencia americana. Si Belgrano, obedeciendo las órdenes del gobierno, se
retira (o si no se gana la batalla), las provincias del Norte se pierden para siempre, como se perdió el
Alto Perú para la República Argentina.

Para su colega Vicente Fidel López esta batalla fue


la más criolla de todas cuantas batallas se han dado en el territorio argentino.

El material abandonado por los españoles y recuperado por Eustoquio Díaz Vélez y Manuel
Dorrego —13 cañones, 358 fusiles, 39 carretas, 70 cajas de municiones y 87 tiendas de
campaña— serviría al Ejército del Norte durante toda su campaña. 450 realistas perdieron su
vida en el combate y otros 690, entre oficiales y soldados, fueron capturados en condición de
prisioneros, entre estos los coroneles Pedro Barreda, Mariano Peralta, Antonio Suárez y José
Antonio Álvarez Sotomayor. Por su parte, los defensores solo tuvieron 80 muertos y 200
heridos. Quedaron destruidos los regimientos y cuerpos militares de Cotabamba, Paruro,
Abancay y parte del Real de Lima.
El 29 de septiembre de 1812, Belgrano escribió al Superior Gobierno de las Provincias Unidas
del Río de la Plata el parte oficial de la gloriosa acción del día 24 de septiembre, calificando a
la batalla de Tucumán como
...el Sepulcro de la Tiranía...

Moldes y Holmberg abandonaron el Ejército por desinteligencias con Belgrano, pero se le


sumó Juan Antonio Álvarez de Arenales, con quien Belgrano emprendería el 12 de enero la
marcha hacia Salta, donde los realistas se habían hecho fuertes.
La victoria consolidó la obra de la Revolución de Mayo y alejó momentáneamente el peligro de
un verdadero desastre. Si el ejército patriota se hubiera retirado, las provincias del norte se
hubiesen perdido para siempre y el enemigo, dueño de un extenso territorio, habría llegado
hasta Córdoba, donde le hubiera sido más fácil obtener la cooperación de los realistas de
la Banda Oriental y de las tropas portuguesas del Brasil.
Religiosas[editar]

Iglesia de Nuestra Señora de la Merced

La batalla de Tucumán tuvo asimismo consecuencias en el aspecto religioso ya que acentuó


la devoción del pueblo y gobierno del país hacia la Virgen María a través de su advocación
como la Virgen de la Merced.
Desde los tiempos hispánicos, en 1687, la Virgen de la Merced había sido nombrada por el
Cabildo de San Miguel de Tucumán Patrona y Abogada de la ciudad.9
Pero es a partir de la victoria de Tucumán cuando el culto a nuestra Señora de La Merced
adquiere una solemnidad particular asumida tanto por el pueblo, las autoridades y los jefes
patrios, quienes rompiendo con los vínculos políticos con España, no rompieron con la
tradición religiosa mariana. El 24 de septiembre de 1812 el General Manuel Belgrano, luego
de la batalla de Tucumán, le atribuyó a la Virgen de la Mercedes su intercesión y la nombró
Patrona.
El 27 de octubre de 1812 se celebró una misa de acción de gracias; en la procesión que
llevaba la estatua de esta Virgen, Belgrano depositó su bastón de mando entre los cordones
del ropaje de la imagen, proclamándola en agradecimiento como Generala del Ejército
Argentino. Ese mismo día comunicó al gobierno de Buenos Aires
La Patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas en el día 24 del corriente,
día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos.
Políticas[editar]
El triunfo tuvo también importantes consecuencias políticas, por cuanto Belgrano —que
contaba con la simpatía de la Logia Lautaro— había derrotado al invasor contrariando las
disposiciones del gobierno y demostrando el acierto de los opositores, cuando pedían auxilios
para remitir al Ejército del Norte. En Buenos Aires, a los tres días de conocerse la noticia del
combate, el Primer Triunvirato fue derribado por la Revolución del 8 de octubre.

Escudo honorífico otorgado a la tropa tras la victoria de la batalla de Tucumán.10

El Segundo Triunvirato concedió a los integrantes del ejército el uso de un distintivo con la
inscripción:
LA PATRIA A SU DEFENSOR EN TUCUMÁN

También dispuso que los nombres de los soldados figurasen en el libro de honor de los
respectivos Cabildos de Buenos Aires y Tucumán. Belgrano fue designado Capitán General,
pero rehusó el ascenso con suma modestia.
El doctor Bernardo de Monteagudo, en la sesión pública de la Sociedad Patriótica llevada a
cabo el 29 de octubre de 1812, sostuvo que
El grande y augusto deber que nos impone la memoria de las víctimas sacrificadas el 24 de septiembre,
es declarar y sostener la Independencia de América ... de no haberse producido ese triunfo, los realistas
ya estarían en Córdoba, y los enemigos interiores acelerarían el momento de nuestra desolación. ...
Jurad la Independencia, sostenedla con vuestra sangre, enarbolad su pabellón, y estas serán las
exequias más dignas de los mártires de Tucumán.

Monumento a la Batalla de Tucumán[editar]


Como consecuencia de la celebración de los doscientos años de la batalla de Tucumán, en
Argentina han surgido voces a favor de la construcción de un monumento conmemorativo ya
que dicho país no ha erigido aún una obra de características monumentales que honre la
decisiva victoria de las armas patriotas acaecida en esa batalla.1112

Referencias[editar]
1. ↑ Saltar a:a b c d e Sir Woodbine Parish (1853). Buenos Aires y las provincias del Rio de la Plata:
desde su descubrimiento y conquista por los Españoles. Tomo II. Buenos Aires: Imprenta de
Mayo, pp. 157.
2. ↑ Alejandro M. Rabinovich (2009). "La gloria, esa plaga de nuestra pobre América del
Sud". Nuevo Mundo Nuevos Mundos.
3. ↑ Saltar a:a b c d Biblioteca de Armas
4. ↑ La Batalla de Tucumán
5. ↑ Saltar a:a b c d e La Gazeta - Batalla de Tucumán
6. ↑ Aráoz de La Madrid, Gregorio. Memorias. Citado por Bustos Thames, Juan Pablo. Crónica de
la Batalla de Tucumán (I Parte). «Copia archivada». Archivado desde el original el 25 de enero
de 2013. Consultado el 21 de febrero de 2013.
7. ↑ Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano. Volumen 2. Ledouux y Ca. Buenos Aires. 1859. P.
41/2.
8. ↑ López Rouges, Manuel. La Anarquía Tucumana y la guerra civil. Editorial Dunken.
2014.ISBN: 9789870274544. P. 21.
9. ↑ «Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en Tucumán». Consultado el 19 de noviembre de
2009.
10. ↑ Réplica realizada por Regimientosdeamerica.com
11. ↑ Comisión Permanente de Homenaje al General Eustoquio Díaz Vélez. "A pesar que en 2012
se cumplió el Bicentenario de esta decisiva batalla, y si bien resultó ser una fecha más que
significativa para que el pueblo y gobierno argentinos iniciaran los trabajos en pro de la
construcción del monumento y saldaran esta deuda que lleva un retraso de doscientos años,
nada se ha hecho hasta el momento."
12. ↑ Picchio, Jorge Manuel. Batalla de Tucumán. Una deuda de doscientos años. Diario Época.
Martes 24/09/2013. "Contestes con un antiguo reclamo, apoyamos el pedido para saldar la
deuda que tiene la Nación Argentina con Tucumán, pues no ha erigido aun, un monumento que
honre la decisiva victoria de las armas patriotas acaecidas en la Batalla de Tucumán." «Copia
archivada». Archivado desde el original el 19 de marzo de 2014. Consultado el 18 de marzo de
2014.

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