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El Rebelde

Los poetas Magno Espinoza, Luis Olea y Alejandro Escobar y Carvallo se organizaron
bajo el periódico El Rebelde, medio que utilizaron como principal y primer soporte de
publicación de su trabajo poético y político. En las páginas de este diario, plantearon
un ideario anarquista propio, pero con bases ideológicas en el anarquismo europeo.
En el primer número de El Rebelde, publicaron: “¿Por qué somos anarquistas? Todo
obrero, todo hombre que tenga un poco de sentido común, estará descontento del
estado actual de cosas. Hai quien sufre porque no halla trabajo; quien se lamenta
porque está mal retribuido y el salario no le basta para aplacar su hambre; quien ve
con espanto el mañana incierto; quien con terror ve acercarse las enfermedades
producidas por un trabajo mortífero; i otros hai que precozmente viejos, se ven
arrojados de las fábricas y no tienen otra perspectiva que morirse de hambre en mitad
del arroyo” (El Rebelde, Año I, N°1, Santiago, 20 de noviembre de 1898).

Los anarquistas chilenos del


principio del siglo XX
Rafael Gumucio / El Ciudadano

La historiografía clásica fascista o los olvidó o los vilipendió. El tratamiento de la


historia de los anarquistas chilenos fluctúa entre el rechazo y la apología.
Para Hernán Ramírez Necochea los libertarios constituían una fuerza
ultraizquierdista, esencialmente reaccionaria. Posteriormente, matizó un poco su
posición sosteniendo que muchos de los líderes del movimiento obrero se formaron
en el movimiento anárquico. Marcelo Segall sostuvo el mito de la influencia de los
excomuneros y de la Primera Internacional en Chile, de 1880. Jorge Barría y Julio
César Jobet tienen una visión un poco más amplia tanto, de la Sociedad de
Resistencia como de la IWW de las huelgas obreras de comienzos del siglo XX, sin
embargo, sólo recurren a fuentes secundarias; este olvido fantasmagórico de la
historia de los anarquistas ha sido cubierto, en parte, por las obras de Julio Pinto –
dedicadas a los ácratas de la provincia de Tarapacá – y los trabajos de Jorge Rojas
y de Jaime Sanhueza, junto al norteamericano Peter De Shezo, quienes aportaron
nuevos atecedes, producto de investigaciones en fuentes primarias. El libro de Grez
viene a cubrir este enorme vacío.
 El sueño despierto de la acracia

La utopía tiene varias acepciones en la historia: para Ernst Bloch el marxismo es la


realización de la utopía completa, la conquista por parte del hombre de los
horizontes de esperanza, la liberación de todas las enajenaciones capitalistas y la
construcción de nuevos mundos justos y libres.

La acracia se niega a ser calificada como una utopía, pero en la realidad lo fue: quiso
terminar con el Estado, la propiedad privada, la religión – como enajenación- en
base a una huelga revolucionaria: ni dios, ni amo. Para Bakunin, la Comuna de París
significaba la destrucción del Estado, la religión y la propiedad privada y, en su
reemplazo, la construcción de una sociedad libertaria y solidaria. El príncipe ruso
Pedro Kropotkin sostiene que sin igualdad no hay justicia y sin justicia no hay moral.
Su obra, La conquista del pan, fue un verdadero evangelio para los revolucionarios
antiestatistas. Para Malatesta, la sociedad es una sociedad de hombres libres y una
sociedad de amigos.

 La acracia, una utopía desesperada

Como el ideal de la huelga general revolucionaria no daba resultados, algunos


libertarios se desesperaron y recurrieron a la propaganda por los hechos, es decir,
ampliar el terrorismo, (bombas, atentados y asaltos), perpetrados contra los reyes,
príncipes y burgueses; el más famoso de estos personajes fue Rabachol, quien se
convirtió en una especie de Robin Hood anarquista, robando a los ricos para darlo
a los pobres., incluso, existía la famosa Carmagnole revolucionaria que propagaba:
“llegará, llegará, cada burgués tendrá su bomba…”Émile Henri era aún más violento:
colocó, como represalia, una bomba en la Estación Saint Lazare, cuyo resultado fue
de un muerto y veinte heridos; en principio era para causar terror a los pequeño
burgueses, que ganaban entre 300 y 500 francos mensuales y que eran más
reaccionarios que sus patrones. Nicolás Sacco y Bartolomeo Vancetti se convirtieron
en héroes del movimiento igualitario y libertario al ser acusados falsamente y morir
en la silla eléctrica por sus ideales.
Junto a la acción violenta siempre coexistió un anarquismo no violento, incluso de
inspiración cristiana, como es el caso de Leon Tolstoi. En Chile, un conjunto de
intelectuales fundaron una colonia toslstoiana, en la Comuna de San Bernardo.
 Internacionalismo, pacifismo y emancipación de la mujer

Los ácratas despreciaban la guerra y creían en una patria universal. En 1900, el


Parlamento chileno aprobó la Ley del servicio militar obligatorio, que sólo se aplicaba
a los pobres, pues los señoritos se lo sacaban. Para los anarquistas, el ejército era
como la peste, la escuela del crimen y de los vicios y servía sólo para perseguir y
aniquilar al movimiento obrero, especialmente en las huelgas de 1903, 1905, 1906
y 1907. El chauvinismo era la expresión más brutal e inhumana de la ignorancia y
primitivismo.

La emancipación de la mujer es otra de las ideas centrales de la acracia: el


matrimonio es una institución burguesa, contraria al amor libre. En 1913, visitó Chile
Belén de Sárraga, famosa anarquista española quien, en base a sus conferencias
en distintos lugares de Chile , inspiró la creación de Centros de librepensadoras
Belén de Sárraga.

A comienzos del siglo XX, varias mujeres se constituyeron en líderes libertarias: para
sólo recordar a algunas, citaremos a Carmen Herrera, compañera de Magno
Espinoza, que se lució arengando a los obreros en la huelga de Valparaíso, en 1903;
María del Tránsito Caballero, fallecida en 1905, a causa de la caída de la galería, en
una de los famosos discursos del “pope” Julio Elizalde, quien atacaba a los curas y
a la iglesia por haber traicionado la herencia revolucionaria de Jesús; Hortensia
Quinio, pareja de el líder Voltaire Argandoña, murió a consecuencia de las torturas,
después de haber sido acusada de colocar una bomba en el convento de las
Capuchinas.

Si bien el anarquismo colindaba con el feminismo, en lo cotidiano los ideales no


concordaban con la práctica diaria, donde aún seguía el machismo y el sentimiento
de que las mujeres le quitaban el trabajo a los hombres.

El arista Benito Rebolledo relata, en una carta, al escritor Fernando Santiván la vida
diaria de la comunidad anarquista, ubicada en la calle Pío Nono, cerca del Cerro
San Cristóbal. Los ácratas eran muy cultivados: podían disertar sobre muchos
temas, aun los más difíciles y obtusos, de cualquiera de las disciplinas del saber;
eran vegetarianos, no fumaban ni bebían, amaban la vida al aire libre y tenían un
voto de pobreza. El líder Alejandro Escobar Carvallo se ganaba la vida como médico
homeópata y naturista; Miguel Silva tenía su propio taller de tapicería; el francés
Aquiles Lemure era zapatero; Pedro Pardo, carpintero y un gran orador; el italiano
Tomaso Peppi, sombrerero y rechazaba toda invitación a cenar y rechazaba todo
regalo, pues creía que perdía su independencia. El policía Castro se arriesgaba a
afirmar que esta comunidad era muy poco peligrosa, “¡qué atentado van a fraguar
estos pobres; si no comen cazuela para no matar las gallinas; viven de lechugas y
zanahorias!”
 Los anarquistas y el movimiento obrero

En el desarrollo del movimiento obrero, en Chile, confluyeron distintas tendencias:


las mutuales, las mancomunales, el Partido Demócrata, el liberalismo rojo
anticlerical, el socialismo y el anarquismo. En un comienzo, fue muy difícil diferenciar
cada una de estas posiciones y, sólo posteriormente, surgió la polémica entre
anarquistas y socialistas; por lo demás, los líderes pasaban de una posición a otra,
por ejemplo, Alejandro Escobar fue primero anarquista, posteriormente demócrata,
luego socialista y, finalmente, ibañista, y así ocurrió con muchos otros dirigentes.
Los miembros de la Sociedad de Resistencia tampoco eran exclusivamente
anarquistas, pues se mezclaban con sindicalistas independientes y mutualistas.

Los libertarios reprobaban toda participación en las elecciones y en el parlamento,


pues la consideraban un engaño de la oligarquía: lo mismo daba votar por Federico
Errázuriz o por Vicente Reyes. La Prensa ácrata y los ateneos obreros fueron los
primeros los lugares de encuentro del anarquismo, además de los sindicatos de los
ferroviarios, de los tipógrafos, los sombrereros y sombrereras y del transporte,
dando lugar a las primeras huelgas, a comienzos del siglo XX.
 Los anarquistas y las grandes huelgas de 1903, 1905 y 1907

Las manifestaciones, a comienzos del siglo pasado fueron, principalmente,


económicas: la estabilidad de la moneda, mejoras salariales, la inflación – a
consecuente alza del costo de la vida – además de las insalubres condiciones
habitacionales e inseguridad laboral. Los libertarios eran seguidos por los obreros,
sobre todo cuando la lucha entre el ejército y los trabajadores, llegaba a su clímax,
pues eran los más decididos luchadores, sin embargo, cuando había que pactar con
los patrones y buscar un arbitraje, quienes encabezaban las negociaciones eran los
demócratas y, posteriormente, los socialistas.

Así ocurrió en la famosa huelga de Valparaíso, en 1903: en un comienzo se busco


el arbitraje, posteriormente, bajaban de los Cerros las masas populares indignadas,
provocando la masacre y, luego, después de un número importante de muertos y
heridos, se volvía ala negociación.

En 1905, la famosa “huelga de la carne”, aproximadamente se repitió el escenario:


al comienzo, los pacifistas dirigentes de las mutuales y mancomunales pidieron
autorización a las autoridades para realizar una manifestación, frente a la estatua
de San Martín y, cuando comenzaba la manifestación, la masa comenzó a
enfurecerse y, prácticamente, ocupó la ciudad; finalmente, los rebeldes fueron
aniquilados por las guardias blancas y el ejército.

Mucho se ha discutido sobre la participación del movimiento anarquista en la famosa


Matanza de Iquique. Es cierto que algunos de sus líderes, los más conocidos eran
ácratas, (el caso de José Bigg y de Luis Olea), sin embargo, las reivindicaciones del
movimiento eran completamente pacíficas y justas, y durante casi todo el tiempo los
huelguistas mantuvieron una actitud respetuosa con las autoridades del gobierno,
buscando solución a su petitorio, por medio del arbitraje, pero fueron engañados y
masacrados impunemente. Santa María de Iquique tiene poco que ver con la huelga
revolucionaria, salvo en la actitud del último instante, cuando se niegan a abandonar
la escuela.

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