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2. ¿Por qué en América Latina el concepto clientelismo político da sólo hace referencia
a las clases populares?
5. ¿De qué manera el Estado constituye ventanillas a las que se acercan ciudadanos
pobres?
El “patrón” es la figura tutelar situada en lo más alto de la pirámide del poder clientelista.
El boss (patrón) norteamericano aparece entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, en el momento de la instauración del sufragio universal, cuando la democratización
precede el desarrollo de la administración en ciudades en plena mutación, marcadas por
una fuerte influencia de inmigrantes, sobre todo el origen irlandés. El boss ejerce una
influencia en el plano local: puede ser el alcalde, también puede actuar en las sombras
dejando los fastos y las funciones protocolares a sus testaferros. Su poder se basa en la
existencia de una maquina política. A este lo favorece la ausencia de una administración
profesional y por lo tanto, la posibilidad de distribuir con amplitud empleos públicos
después de cada elección: el famoso “sistema del botín”.
Entre los intérpretes del fenómeno hay dos campos enfrentados: los atribuyen al boss y la
maquina política un rol positivo y los que le adjudican un rol negativo. Algunos consideran
que habría bad bosses y good bosses, buenas maquinas y malas maquinas.
En la década de los 80 algunos autores relativizaron la omnipotencia del boss, que a su
juicio era más “una invención retorica que una expresión de la realidad” en la lucha entre
aquel y los reformadores; una de sus claves era la reputación de poder. Para estos
autores, cuando el cuestionamiento sobre la actividad del boss se resitúa en una historia
sociológica del estado, se produce necesariamente una ruptura con el enfoque
funcionalista y, por así decirlo, vuelve a ponerse el boss en su justo lugar.
Para muchos autores estadounidenses la maquina política y el boss omnipotente
constituye una excepcionalidad nacional.
Los intermediarios, o Brokers, son los que regentan la base territorial.
En los medios urbanos, el intermediario, ya pertenece a una maquina política, es en
general sociable y está bien insertado en la vida del barrio: un barrio del que, además, no
se va, aunque la vida política ofrezca cierto ascenso social. El destino de los
intermediarios depende de su capacidad de asegurarse una carrera en un partido y el
control dentro de las colectividades locales, de las palancas de redistribución de los
bienes públicos. La clave, para él, consiste en “erigirse en un paso obligado para la
poblaciones, de manera que les sean destinados recursos públicos conforme a una lógica
particular y personalizada”. Así las gestiones personales, las recomendaciones, las
palancas forman parte del oficio de representante elegido.
En los trabajos sobre las maquinas políticas en los Estados Unidos, se concibe a los
clientes, ante todo, de manera mecanicista, en términos de segmentos, de población o de
comunidades, que brindan en forma unánime su apoyo electoral como contrapartida de
las promesa de favores. Hace tan solo unos veinte años que la voz de los clientes
comienza a tomarse más en cuenta. Con anterioridad se prestaba más atención a los
efectos de las relaciones de clientela sobre los regímenes políticos, que a modo en que
uno de sus protagonistas, los clientes, percibía y modelaba dichas relaciones. El olvido de
la voz de los clientes puede explicarse por razones tanto metodológicas como
conceptuales.
Las relaciones entre los patrones y los clientes no siempre tienen las mismas
características. En la relación con el patrón debe distinguirse un primer círculo de íntimos,
de un segundo círculo de vecinos alejados, que solo tienen contactos esporádicos con
patrón. “las relaciones del bróker con los círculos íntimos son densas e intensas; las
relaciones con el circulo externo son menos frecuentes y se activan de manera
intermitente.